INTRODUCCIÓN
BIOHISTÓRICA A LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
EN
EL NOMBRE DE JESUCRISTO
Al
que venciere le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo,
que nadie conoce sino el que lo recibe. Yo le haré columna en el templo de mi
Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios,
y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que desciende
del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo.
Ap.
3,12
CRISTO RAÚL DE
YAVÉ Y SIÓN
Este Libro
tuvo su Principio en un Librito, “Luz, Verdad y Vida”, escrito en la prisión
militar del Ferrol del Caudillo, Galicia, España, a finales del 1978, durante
los días del cambio de Obispo en Roma entre Juan Pablo I y Juan Pablo II. Aquel
que me abrió la Puerta de su Omnisciencia sabía que, de la Ignorancia al
Conocimiento de todas las cosas, aquel Librito tendría que hacer un Camino, estrecho
y largo, hasta adquirir el cuerpo que Hoy tiene; camino que no otro sino su
Autor tendría que vivir.
Su Autor, yo,
Cristo Raúl, abandoné el Cuartel de la Marina con aquel “librito”, escrito a
mano, que me sería dado a comer, y que yo comí. Ese “librito” que le supo a mi
alma más dulce que todas las riquezas de este mundo, andando el Tiempo habría
de saberme más amargo que el veneno más ácido.
Mas la
Criatura que vive del Amor de aquél que lo engendra no conoce su sino excepto cuando
arrecian los vientos y las tormentas descargan su lluvia de lágrimas cruje la
tierra y caen los muros, se levantan los mares y chocan contra un edificio que,
a pesar de su fragilidad externa, fue fundado sobre Roca.
Alegre pues,
sabiendo que Dios no abandona a sus hijos, y habiéndoseme Prometido la Victoria,
comencé mi travesía por el Tiempo, la Confianza puesta en la Palabra de quien
me engendró para traer a las naciones el Conocimiento de todas las cosas,
anunciarles el Fin de la Noche y el Nacimiento de un Nuevo Día. ¡Pero cómo
podía saber aquella criatura que el Conocimiento de la Ciencia del Bien y del
Mal habría de vivirlo en sus propias carnes! La Injusticia, la Pasión, el Odio,
el Desprecio, la Pobreza … ¿no forman parte de la Ciencia del Bien y del Mal?
Siendo Dios
quien ha estado dirigiendo, y dirige el curso de la Historia del Género Humano
desde su Caída hasta el Restablecimiento de su Creación, acorde a su Decreto:
“Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y Semejanza”, es decir, hijo de Dios, el
hombre, expuesto a un Mundo esclavizado a la Ley del Bien y del Mal, y aunque
engendrado a Imagen de su Creador, ha de vivir su crecimiento sujeto a la Ley
del Mundo.
Este Libro
contiene el Conocimiento de todas las cosas, las del Cielo, las de los Cielos y
las de la Tierra. El Rey y Señor del Universo es quien da, y viendo buena su
Obra, es Él quien envía a su hijo, como Él fue enviado por su Padre.
Pasado,
Presente y Futuro, he aquí las líneas sobre las que el espíritu de
Inteligencia, a Imagen y Semejanza de la Inteligencia Divina, se mueve el Autor
a través de los Libros que componen esta Obra.
Los hechos
tuvieron lugar de este modo:
I
Un día de aquellos, durante la
última encrucijada entre milenios, un joven de 20 años, invocó al Hijo de Dios.
Subió al monte, dejó el mundo y todos sus valores atrás, y se plantó delante de
Dios con un mar de preguntas quemándole el ser. Aquél día Raúl dio el
salto al otro lado de la Duda. Más allá de la Duda, Raúl se plantó delante de
su Creador.
Para Raúl el
tiempo de la Duda había pasado. Dios existe con la seguridad que existen el Sol
y las estrellas. Así que, arrojando al suelo el lastre de la opinión de los
expertos, Raúl subió aquel monte y liberó su pensamiento.
Y digo que
fueron muchas las horas que aquel joven alzó su voz al Cielo. El firmamento, el
sol, la tierra, el mar, fueron testigos de sus palabras. Sólo ellos saben con
qué palabras invocó Raúl a su Creador.
Al cabo, sin
fuerzas, Raúl cayó al suelo. En lo alto de aquél monte permaneció como muerto
durante un tiempo.
Cuando se
levantó regresó a casa y esperó que se cumpliera lo que está escrito: “Al que
llama, se le abre”.
Y así fue. El
Hijo de Dios le oyó, y le abrió. Entonces se cumplió en su ser lo que está
escrito: Al que crea de las entrañas le manará una fuente de aguas vivas.
Después de
estas cosas Raúl siguió su camino, y andando conoció a una persona muy
especial. Le llamaban el Profe.
De joven el
Profe se fue a hacer las Américas. Al cabo de décadas regresó a la madre patria
lleno de glorias, honoris causa, y todo eso, cosecha de su siembra por las
universidades latinoamericanas. Ya en su patria chica el Profe no tardó en
descubrir que para servir a Dios no hay que irse tan lejos; basta doblar las
esquinas, mirar alrededor y ver ovejas perdidas por todos los riscos.
Conmovido por
la suerte de aquella juventud -Dios sabe por quién condenada a morir bajo los
efectos del veneno de las cuatro letras malditas: SIDA- el Profe abrió un
caserón en el centro de su ciudad natal, Málaga, y puso sus habitaciones al
servicio de los jóvenes que como perros sin dueño proliferaban por las calles.
En aquella Casa se conocieron el Profe y Raúl.
Al tiempo Raúl
regresó a hacer su propio camino. Y se fueron el otoño y el invierno de aquel
año, (1976). Durante la primavera siguiente el Profe y Raúl volvieron a
encontrarse en Madrid.
El hecho de
hallarse el Profe en Madrid se debía a que se le había descubierto una
enfermedad en el cerebro. Sus enemigos decían que aquello era castigo de Dios
por haber dilapidado su fortuna en aquellos perros callejeros, leprosos sin
salvación. Ciertamente la operación costaba una fortuna, que el Profe no tenía
porque se la había gastado en aquellas ovejas perdidas, y ahora andaba el pobre
mendigando ayuda.
El Profe
peregrinaba por Madrid de puerta en puerta. Cuando volvió a encontrarse con
Raúl el hombre ya había perdido la cuenta. ¡Los amigos de los viejos días de
gloria! La cosa era que aquél hombre tampoco desesperaba. Lo que sí se sentía
era solo.
“¿Y tú qué,
Raúl? No me lo digas, no acudiste a tu cita con el ejército. Y ahora vas por
ahí a la aventura, un día por aquí, y el siguiente por allá”.
Era genial.
Estaba en sus cincuenta. De mediana estatura, rostro alegre, facciones latinas.
Conversación entretenida. Siempre se le veía risueño, “al mal tiempo: buena
cara”, decía. No fumaba, no bebía. No estaba casado. La gran pasión de su vida,
la única que tuvo jamás, fue Cristo, y lo confesaba como quien está
orgullosísimo de tener el tesoro más fabuloso del mundo.
Las siguientes
semanas se diluyeron en el río del tiempo. El Profe siguió su vía crucis de
puerta en puerta. Mientras tanto el mal seguía creciendo en su cerebro. Y él
llevando su cruz a cuestas sin más consuelo que el que podía hallar en la
compañía de un muchacho.
A Raúl la
tragedia y la grandeza de aquel hombre le impactaron.
Muchas han
sido las historias que me han impresionado a lo largo de mi existencia
alrededor de mundo, pero ninguna tuvo un efecto tan decisivo en mi vida.
Y pasó lo que
tenía que pasar. Una noche de aquel verano, cansado de patear las avenidas
madrileñas, Raúl regresó retido a la
habitación que compartía con el Profe.
En el
firmamento de los cielos la Luna Llena paseaba su gracia; el velo de su luz le
cerró los ojos a Madrid. Al poco unos lamentos despertaron a Raúl. Creyendo que
venían de un Profe perdido en sus sueños, Raúl siguió durmiendo.
Al fin Raúl
abrió los ojos, y vio al Profe sentado en el borde de su cama, la
mirada perdida en el infinito. Por su barbilla corría un hilo de sangre. El
Profe estaba hablando solo.
Raúl dejó al
hombre hablar. ¡Madre de Dios!, la pena que estaba matando al Profe no era su
enfermedad, ni descubrir que sus amistades se desentendían de su problema. La
pena más grande que tenía su alma era no saber por qué Dios le había
abandonado.
“¿Este es el
precio a una vida de servicio, Señor? ¿Esta es mi paga?”, se lamentaba en su
ignorancia aquel doctor en más teologías que los san Agustín y santo Tomás
juntos.
Llegó el
verano del 77, yo, Raúl, me moví a Ibiza. No todo en este mundo tiene por qué
ser trabajos, aventuras, errores, aciertos. Cuando Dios creó los Cielos y la
Tierra allanó montes y trazó verdes praderas a orillas de ríos hermosos para
que el ser humano se desnudara y se dedicara a practicar el deporte de vivir la
vida.
Por aquellos
días yo, Raúl, solía plantarme en los acantilados al otro lado de las murallas
del castillo de Ibiza, mirando al mar. Fue entonces cuando en el campo de mis
reflexiones y meditaciones el Hijo de Dios sembró en mi corazón un deseo
maravilloso: Tener inteligencia sin medida para conocer todas las cosas
Y como semilla
en tierra buena que se hace árbol, aquél deseo dio en mi alma su fruto. Así que
uno de aquellos días yo, Raúl, me puse de pie, abrí mis brazos y le pedí al
Hijo de Dios lo que más deseaba tener en este mundo:
“El Espíritu
de Yavé: Espíritu de Inteligencia sin medida para conocer todas
las cosas”.
Así pues, yo, Raúl, inspirado
por el Hijo de Dios, levanté mi voz al Cielo: “Haz una Obra que el mundo se
maraville y por viéndola crea que Tú eres Dios. Levanta mi cabeza sobre las
naciones y todos vean tu gloria, gloria de Unigénito de Dios”.
II
Mi Fe puesta
en su Palabra, mi Confianza en su Gloria, no teniendo Duda de haber sido Él
quien sembró para recoger en mí, según está escrito, “¿quién es el que primero
da para tener que reclamarle?”, seguí mi camino en la Esperanza de recibir
Respuesta.
Y así fue. Al
poco el Hijo de Dios me dio a conocer su respuesta: “Tú lo conocerás todo, tú
sabrás todas las cosas” me dijo. Esto sucedió en el corazón de
Europa, en la nación que llaman Bélgica.
Había pegado y
se me había abierto, había pedido y se me había dado. Con la confianza puesta
en la veracidad del Hijo de Dios continué mi camino.
Entonces se
levantó un viento muy fuerte. Sirviendo a su Creador la creación entera me
agarró por los pelos, me levantó, y cuando fui a abrir los ojos me encontré
bajo tierra. Al día siguiente me descubrí en la casa de mis padres con mi vieja
biblia en las manos y una pregunta en mi mente: ¿cómo creó Dios la Luz, el
Firmamento, en una palabra: el Universo?
Durante las
próximas semanas intenté descifrar el Jeroglífico de Moisés. Todo para nada. No
importase las vueltas que le diese al Texto, no encontré la Llave que me
permitiese abrir su Sello, p entrar y ver lo que había al otro lado de la
Puerta de la Luz del Génesis. Pero un día, regresando de Málaga la Bella a mi
pueblo, mientras por los cristales del bus admiraba el firmamento otoñal, ví la Luz. Tenía en mis manos la Llave de David.
Me bajé del
bus volando, abrí la puerta de casa. Mi madre me miró expectante.
“Voy a ser
escritor, mamá”, le dije sin pensármelo dos veces.
“Acuérdate de
tus hermanos cuando seas famoso”, me respondió ella.
Aquella mujer
no sabía leer ni escribir ¡Qué mujer! ¡Qué grande es el misterio de la
maternidad humana! Se parten los sesos los sabios buscando la fórmula de la
producción industrial de Einsteines, Newtones y colegas, y viene la Naturaleza y se ríe de
la Ciencia haciendo que una analfabeta para la piedra filosofal. Así
pues, hiper excitado por lo que me acababa de mostrar mi Dios, agarré
papel y lápiz y comencé a balbucear las primeras palabras de Inteligencia sin
medida que llenan este La Creación del Universo según el Génesis. Una
Introducción a la Cosmología del Siglo XXI.
Los Hechos narrados en la
CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS referidos a “la Creación de la Luz”, son
los siguientes :
Uno: Multiplicación Controlada
de la densidad por unidad cúbica astrofísica del campo gravitatorio terrestre.
El origen de esta Multiplicación Controlada, dije, es la Naturaleza del Ser
Divino.
Dos: Aceleración vertical de
las revoluciones de trabajo del transformador geonuclear de
la Tierra. De la que se derivó la aceleración rotatoria del Globo sobre su eje,
y la implosión astrofísica del Núcleo en el origen del calor del Planeta.
Tres: Elevación termodinámica
global del cuerpo geofísico, que desde el Manto se extendió hasta la superficie
y produjo la Fusión de la Corteza Primaria.
Cuatro: Licuación de la Corteza
Primaria bajo los efectos de la Fusión del Globo externo y producción de la
Atmósfera Primigenia.
Cinco: Una vez concluida la
transformación en calor del combustible gravitatorio, la Tierra volvió a las
manos de la Naturaleza, ajustándose sus nuevos cambios a la ley de la Inercia.
A. Desaceleración de las
revoluciones de trabajo del transformador geonuclear.
B. Caída de la velocidad de
rotación del Planeta.
C. Y descenso de la temperatura
del Globo.
Estos fueron los tres primeros
efectos visibles. Estos tres efectos fueron causa de una nueva secuencia de
efectos. El primero de estos nuevos efectos fue el enfriamiento de la
superficie exterior del Globo, que ipso facto puso la primera piedra de la
creación del anillo geofísico externo, la Litosfera.
Siete: También podemos hablar
de Solidificación de la Corteza Secundaria. En fin, esto es ya según el gusto.
Una vez que entremos más en profundidad tendremos tiempo de diferenciarlas.
Avanzando un poco el tema digamos que la Litosfera es al Globo lo que la
Corteza Secundaria es a la Litosfera. Resumiendo, la Corteza Secundaria es la
capa externa de la Litosfera. Fue, pues, la Corteza Secundaria la primera capa
litosférica que se solidificó.
Ocho: El descenso continuo de
la temperatura geofísica a su antiguo estado de partida, que ya nunca
alcanzaría, provocó la solidificación de la Corteza Secundaria, como he dicho,
y la creación del anillo litosférico. La Arquitectura Geofísica siguió
completando su cuerpo con el nacimiento del segundo anillo, el Manto, cuyo
enfriamiento cerraría la fuente de calor de la que hasta entonces se había
estado suministrando la Atmósfera Primigenia para conservar su estado natural.
Nueve: Sublimación de la
Atmósfera y Creación del Manto de Hielo que cubrió la esfericidad del Planeta
de polo norte a polo sur durante la Tarde del Día Primero. Como dije antes,
este Manto de Hielo es la Luz en el Verbo del Primer Día.
III
A mis 21 años
yo no cabía en mí de admiración por el Creador del Jeroglífico del Génesis,
cuyo Sello se ha mantenido impenetrable delante de todos los genios de todos
los tiempos. Su Omnisciencia y su Sabiduría Salvadora me tenían seducido,
cautivado, maravillado. Y en fin, en aquel estado de excitación intelectual sin
medida me hallaba cuando me llamaron para cumplir con mis obligaciones
militares.
En noviembre
de ese mismo año me incorporé a la Marina. Durante el siguiente invierno,
primavera y verano, el Hijo de Dios me mostró todas las cosas concernientes al
Derecho Divino, Justicia de la Salvación, fundamentos de la Redención. En fin,
el alimento sobre el que Él dijera: “Yo tengo un alimento que vosotros no
conocéis”.
Pues bien, se
fue el verano y vino el otoño. Un día de aquel otoño me condujeron a la prisión
militar del Ferrol del Caudillo, la Coruña, Galicia, para cumplir sentencia de
dos meses y un día en castigo por mi etapa de prófugo.
Estando en la
celda el Hijo me presentó al Padre, y Este me mostró lo que tenía en su
Corazón: la Esperanza de Salvación Universal que concibió al principio de los
tiempos
En efecto,
sólo un hombre pecó, y su pecado, sujeto al efecto dominó, se extendió por toda
la superficie de la Tierra. Así que al elevar al Trono del Juicio Universal a
su Hijo, Él lo volvió a glorificar otorgándole todos los poderes del Presidente
de la Corte Suprema de su Reino, entre cuyos poderes está el dictar Absolución
para el Acusado, en este caso Absolución Universal en base al Derecho de
Redención por Él mismo conquistado para el Género Humano.
Pues al
ofrecernos la Justicia de la Fe quedaron privados de su Gracia todos los
pueblos nacidos ante de Cristo; y, sin embargo, todas las naciones fuimos
entregadas a la Muerte por el pecado de un sólo hombre. Así que habiendo vivido
bajo la misma ignorancia que nos hizo a todos merecedores de la Gracia, en
razón de la Necesidad de la Muerte de Cristo, nuestros padres quedaron privados
de Salvación. Pero Dios, en su maravillosa Justicia, elevando su Hijo a la Presidencia
de la Corte Suprema de Justicia de su Reino le concedió poder infinito y eterno
para dictar Sentencia según espíritu y verdad.
Él puede
ajustar su Veredicto Final a la profecía en respuesta a nuestra maldad, o a la
Salud de su Paz en premio a nuestra Fe por creer que Él puede restaurar todas
las almas a su condición natural de bondad.
Nuestra
Sabiduría está en creer que el ser humano jamás se hubiera apartado de su
Creador de no haberse interpuesto entre Dios y el Hombre la Traición de la
Serpiente.
Nuestra
victoria: escribir en las páginas de la Historia Universal lo que creemos, con
nuestros hechos dándole cuerpo al argumento de la Defensa.
En efecto:
Hubo Redención porque hubo
Ignorancia; de manera que si por la Ignorancia vino la maldición: por esa misma
Ignorancia, porque la hubo, y de no haberla habido la Redención no hubiera sido
posible por Ley, tuvo lugar la Redención recogida en la ley del Sacrificio
Expiatorio por los pecados.
Ahora bien, la Ley de Moisés miraba
al individuo, y en su faceta más abierta al sacrificio por los pecados del
pueblo hebreo y judío. Mas habiendo pecado todo el mundo y viviendo en el
pecado a causa de la Ignorancia de Adán, cuyo pecado lo sufrimos en nuestras
carnes la Plenitud de las Naciones del Género Humano, esta Ley era símbolo y
anuncio del Sacrificio Expiatorio de todos los pecados del Mundo que preparaba
Dios. La respuesta a la cuestión: ¿qué Cordero podía valer a los ojos de Dios
tanto como para quedar lavados en su Sangre los pecados de todo un Mundo?, y
sus derivadas, forman parte de la Doctrina de la Santa Madre Iglesia Católica
desde los días de los Apóstoles.
Lo importante para nosotros es que
Dios asumiera nuestra Causa por propia y se responsabilizase de la Caída en
tanto en cuanto “sabiendo que aquel toro acorneaba” expuso nuestro Futuro y el
de la Creación entera a la Libertad, haciendo de cuyo uso los Enemigos del
Espíritu Santo hicieron de la Ignorancia de Adán talón de Aquiles contra el que
lanzar la lanza de la Traición.
Asumida nuestra Causa, el Dilema en
el que los discípulos del Maligno quisieron atrapar a Dios y entre los nudos de
cuyo imposible laberinto gordiano quisieron despojarlo de su Espíritu Santo,
reduciendo la Divinidad al Poder, en virtud de cuya nueva Realidad quedarían
marginadas la Verdad, la Justicia y la Paz de la estructura del Cosmos, ese
Dilema pasaba por el Cómo separar de Dios el Espíritu Santo.
¡Era solo natural! Era esta
Propiedad del Ser la que se oponía a un salto de tal naturaleza que, dejando
atrás la Verdad como raíz de la Justicia, pondría al Futuro sobre un Campo de
Guerra Perpetua, cuya conclusión final sería la Destrucción Absoluta de la
propia Creación. Y de aquí que Dios se negase en rotundo a acceder a la
transformación de su reino en un Olimpo de dioses todos más allá del Bien y del
Mal.
La estrategia de la Muerte y su
Príncipe centró entonces su astucia en darle a probar al Hijo de Dios la fruta
del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir, la Guerra. La Astucia del
Maligno alcanzaría su clímax al seducir al Único que podría lograr que Dios
abriese en el cuerpo de la Ley una excepción, englobando en su Olimpo a los
dioses, o sea, a toda la Casa de Dios.
¿Qué pasaría si el Hijo de Dios
encontrase satisfacción en la Guerra? ¿Cómo podía saber Dios si a su Hijo
Unigénito le gustaba o no la Ciencia del Bien y del Mal si aún no había probado
su fruto? ¿Ante una supuesta elección terminal del Hijo de Dios a favor de la
escuela del Diablo... no perdería el Espíritu Santo la Batalla?
Cuando Dios descubrió su efecto y
se vio ante los hechos consumados, le vio por primera vez la cara a su
Verdadero Enemigo, la Muerte. Y la Batalla
pasó a ser Cósmica. Es la Creación entera la que se ve amenazada por aquella
Fuerza Increada contra la que se alzó Dios con su Modelo de Cosmos, un Nuevo
Universo en el que la Vida tiene su Origen en Dios, hereda su Inmortalidad y se
hace un Árbol cuyas ramas cubren con su fruto, los Mundos, la Eternidad y el
Infinito.
¡Era la Hora de la Batalla Final de
aquella Guerra que le declarara Dios a la Muerte cuando por su Voluntad la Vida
devino Inmortal! Si hasta entonces Dios no había visto cara a cara al verdadero
enemigo de su Creación, una vez que la locura desplegada en el Edén se consumó,
abrió Dios los ojos y le vio el Rostro a su Enemigo.
Toda cuestión quedó desde ese
momento en suspense.
IV
Por esos días
murió un Obispo de Roma. Le sucedió otro. Y a los 33 días su sucesor murió. Al
muerto le sucedió Juan Pablo II.
Por aquéllos
mismos días el Hijo de Dios me dio a conocer la Voluntad Presente de su Padre:
“Esta es la Voluntad
presente de Dios -me dijo-: Unifíquense todas las iglesias en una sola y
única”.
Enseguida el
Hijo de Dios me adoctrinó en la naturaleza del espíritu participativo del
Verbo, en la cual tienen todos los hijos de Dios su crecimiento. Pues al corresponderle
a Dios la acción y abrirle espacio a sus hijos, Él dota a sus criaturas de
todos los medios necesarios para su realización. De aquí que la Obediencia sea
el principio del crecimiento sobrenatural de su Reino.
VI
Sucedió
entonces que según se fue acercando la Navidad del 1978 una pregunta fue
abriéndose espacio en mi espíritu; y adquiriendo cada vez más espacio también
fue apoderándose de mis noches, hasta el punto de no atreverme siquiera a
cerrar los ojos.
La cuestión
que se había instalado en mi ser tenía su raíz en la Esperanza de Salvación
Universal que Dios y su Hijo me habían mostrado: ¿Qué estaba yo dispuesto a dar
por esa Absolución Universal?
¡¡Mi alma!!
Fue mi respuesta.
Pero una cosa
es decir, y otra es hacer. ¿Un amor sin hechos, qué es? Que la Deserción
sería la Prueba de este Amor, pues adelante. Que al otro lado me esperaba una
obscuridad densísima, también. La decisión era mía. La Decisión tomada,
crucé aquella puerta.
Me detuve en
Madrid, con el Librito aquel, “Luz, Verdad y Vida”, escrito a mano durante
aquellos dos meses y un día; entré en la Editorial Cristiana. Y por la puerta
que entré, salí.
De Madrid
salté a Zaragoza. Acogido por un amigo en su casa, ignorantes él mismo y su
familia de mi estado militar pero encantados de tenerme con ellos esa Navidad,
solía yo sentarme a meditar en la Plaza del Pilar. Los acontecimientos vividos
durante el último año le habían dado a mi ser un nuevo sentido. ¿Qué iba a
hacer ahora, adónde ir?
En aquellos
días de meditación profunda existencial mi alegría se hizo infinita cuando Dios
me dio una “piedrecita con un nombre escrito que solo el que lo recibe conoce”.
Era para mí. Era mía. Yo leí: “Cristo Raúl”.
VII
CRISTO RAÚL Y
LA REVOLUCIÓN MUNDIAL DE ANA
Así que,
saltando de Zaragoza a Paris, y de Paris a Madrid, años 79 y 80, ya me disponía
a regresar a Paris cuando “mi Padre que está en los cielos” me detuvo. Una hija
de Dios, de nombre Ana, había sido atacada por la Muerte; ya se disponía la
Muerte a llevársela, matando con ella la Respuesta que traía ella consigo, a
saber, Dios ha dado su bendición a una Revolución Omnisciente Mundial, que
tocando todas las ramas del árbol del conocimiento, ha de hacer saltar la
Sociedad de la Plenitud de las Naciones de un modelo fundado en la Antigüedad,
y recogido por la Modernidad, a una Sociedad fundada sobre los Principios
Eternos e Inconmovibles sobre los que Dios ha levantado su Reino.
Cristo Raúl le
dio su mano a Ana, la liberó del abrazo de la Muerte, y como la paloma
atravesada por la flecha de un enemigo, herida de muerte, pero no letal, una
vez curada de su herida abre sus alas y regresa al cielo en libertad, así Ana
siguió su camino hasta la Hora en que la Voluntad de Dios llenase la Tierra, y
llamando a sus hijos a Batalla Final volviese a reunirlos. He aquí, entonces,
algunas de las cosas que han de suceder en los años que vienen.
Unificación de
todas las iglesias cristianas alrededor del Tronco Católico;
Disolución de
la Federación Rusa, y Conversión de Moscú;
Caída de
Bruselas y Berlín;
Extinción de
las religiones: Islam e Hinduismo;
Independencia
del Tíbet y Desmembración de China y de la India en muchos Estados con sus
naciones;
Extinción del
Ateísmo Científico y Revolución de las ciencias médicas y ciencias de las
energías;
Caída del
Cuerpo de Seguridad de la ONU y Creación del Árbol de la Plenitud de las
Naciones con Jurisdicción Universal contra la Guerra y las Dictaduras;
Abolición de
todas las coronas, europeas, africanas y asiáticas;
Creación de la
Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Multiplicación de Brasil en
distintos Estados con sus naciones;
Creación de un
Cuerpo Judicial-Policial Mundial de Lucha contra el Crimen y las organizaciones
Criminales Internacionales;
Revolución
Agrícola Mundial: Extinción de las plantas del Tabaco, Cocaína y Marihuana;
control de las plantas del Café, de la Vid y de la Amapola;
Reforestación
del Planeta;
Fin del
Comunismo, en todas sus formas, políticas e ideológicas;
Adhesión del
Estado de Israel a la Alianza Militar de la Plenitud de las Naciones
Cristianas;
Adhesión de
los Estados Unidos de América al Tribunal Penal Internacional;
Abandono de
las energías destructivas del planeta: Petróleo, Carbón y Gas;
Evolución de
los Estados hacia Administraciones sujetas al Deber de Cumplimiento de los
Derechos de la Familia;
Evolución del
Dinero en Metálico y Papel al Dinero Digital y la sujeción de su Movimiento al
Cuerpo de la Justicia;
Acceso libre
de todos los hombres a la Educación Universitaria y a los medios de desarrollo
de sus capacidades creativas;
Creación de
Tres Comunidades Africanas Internacionales: África Blanca o del Sur; África
Negra o Media, y África Mediterránea: libres de los Monopolios y oligarquías
europeas, asiáticas y americanas.
Superado este
periodo de dos años caminando en la oscuridad, y conociendo que mi Hora estaba
lejos aún en el tiempo, mi Dios despidió a la mujer que me había ofrecido la
mano para llegar a Paris.
VIII
Después de
encerrarme entre libros durante los siguientes tres años, tomé mujer, que me
dio un hijo. Yo, Cristo Raúl, tomé a la mujer y al niño y me trasladé a Creta,
donde a la altura del 86, movido por el Espíritu arrojé mi vieja Biblia al
fuego. Surgiendo de aquel fuego, el Hijo de Dios me mostró la Historia de la Increación,
del Infinito, de la Eternidad, y del Dios que desde el Principio sin principio
de la Increación fue la Causa Metafísica del Cosmos, y luego, siendo formado
por la Sabiduría, según está escrito “Yo soy Dios, Yo solo fui formado, y
después de mí no habrá otro”, vino a ser la Causa Física del Nuevo Cosmos: su
Creación.
“Escribe todo
lo que se te muestre”, me dijo el Señor Jesús. Yo, Cristo Raúl, así lo hice.
Regresando a
la casa de mis progenitores dejé con ellos a la mujer y a su hijo; salté a
Paris, de París a Londres, de Londres a Jerusalén, y de Jerusalén a Madrid. Aquí
me dijo el Rey del Cielo: “Envía a la mujer y a su hijo a la casa de sus
padres, pues su casa de ella no tendrá parte en tu casa”. Yo, Cristo Raúl, así
lo hice.
Regresé a
Londres, me instalé en Finsbury Park, donde fue visitado por la Madre
de Cristo, abriéndole a mis ojos a lo que contenía su Corazón: “El Corazón de
María”.
Habiendo
escrito todo lo que la Madre de Jesucristo guardaba en su Corazón desde el día
de su Ascensión al Cielo, y apenas comencé a gozar de la victoria, la Muerte se
cebó en la casa de mis progenitores. Desecho permanecí en Madrid; como no era
bueno que estuviese solo Dios me dio una compañera, que concibió una hija, pero
Dios me dijo: “Sal de su casa, pues tu casa no será contada por ella”. Yo así
lo hice.
IX
El viento se
alzó y crucé el océano; permanecí en Méjico un mes, y nueve meses en los
Estados Unidos. A mi regreso, tras la muerte del hombre que me trajo al mundo,
regresé a Creta, donde permanecí un año. Pasado este año el viento volvió a
levantarse, y me llevó desde Atenas a Viena, Praga, Budapest, Bratislava,
Berlín, Copenhague, Estocolmo, Helsinki, Oslo y Roma, donde celebré
el Bimilenario del Nacimiento de Cristo. Pero mi tiempo, aunque se
acercaba, aún no había llegado.
Amaneciendo el
Nuevo Día regresé a la casa donde nací, y puse manos a la obra. Estando en
ello, una mujer entró en mi vida, y diciéndome Dios: “Por ella será contada tu
casa”, la tomé conmigo a Berlín. Pero tentada la mujer por el Diablo,
se dejó seducir. Buscando mi destrucción a fin de enterrar esta Historia Divina
en el polvo de los tiempos, el Diablo usó a la mujer para inyectar en mi alma
el veneno de un odio que pedía sangre. Pero Dios me dijo: “No derramarás
sangre; pero si ella toca la tuya, serás libre de su sangre”. Yo obedecí.
Despedí a la mujer y la envié con sus hijos a la casa de sus padres.
X
Tendido en el
suelo permanecí durante tres tiempos y medio. Cuando me recuperé vi al Rey del
Cielo al frente de la Casa de los hijos de Dios, la Casa
De Yavé y Sión, que venía a conquistar
para el Reino de Dios la Plenitud de las Naciones del Género Humano, y
dirigiéndose a mí, me dijo: “Levántate, hijo, y pues que no has derramado
la sangre de tus enemigos, sin sangre liberaré yo al mundo, y tus hijos serán
testigos ante las naciones de que Soy Yo quien lo ha hecho: ¡Habrá Revolución
Mundial, no habrá Guerra Mundial! Cobra ánimo, hijo, y fortalécete, que tu Hora
se acerca”.
Yo me levanté,
y lleno del espíritu exclamé: “Que el mundo despierte a la Verdad”.
XI
Corría el 2014
cuando en un juicio inicuo fui despojado de todo lo que amaba en este mundo;
pedí justicia a Dios, mi Salvador, y liberándome de las tinieblas me condujo de
regreso a la casa de mis progenitores, donde me fortalecí.
A la puerta de
la primavera del 2016 seguí a mi Rey hasta allí donde empezó todo, Galicia, el
Ferrol. Y abriéndome los ojos, leí: “Ten celo y compra de mí oro acrisolado en
el fuego, y cómprate vestiduras nuevas”. Maravillado por lo que leí, supe
que antes de empezar el Camino, Él ya conocía el fin. Y no sólo desde ese día,
sino desde el principio de los tiempos ya sabía Él la naturaleza del camino que
el Vencedor, su hijo, habría de vivir.
Tomando
fuerzas, compré el oro de ley de su Palabra. Y oí la Voz de Dios Padre
Todopoderoso, que decía: “Que no sea hallado en la Tierra lugar para el
Diablo”.
Alcanzada
Zaragoza, donde se me prometiera la Victoria, ya me disponía a seguir mi camino
cuando mi Rey y Padre me detuvo, diciéndome: “El reino de Dios es también
como un rey que deja a su hijo pequeño al cuidado de sus siervos y se va a
hacer la guerra contra su enemigo. Pasando el tiempo el hijo del rey crece y
sintiéndose fuerte, sin esperar la llamada de su padre, va y se une a su
ejército. El enemigo reconoce en él al hijo del rey y lanzándose contra él lo
hiere de muerte. El rey ordena sacar a su hijo del campo de batalla y dejarlo
al cuidado de su madre hasta que sanen sus heridas”.
Heme aquí en
la Plaza del Pilar; pues en mí está el Espíritu de Inteligencia para llamar a
todos los hijos de Dios a Batalla Final por la Libertad de la Plenitud de las
Naciones del Género Humano, y así se cumpla, como en el Cielo en la Tierra, la
Voluntad de Dios, que no hallando lugar en su Creación el Maligno sea arrojado
al Infierno preparado para él y sus hermanos en el fondo del Abismo cubierto
por las Tinieblas.
En cuanto a
aquéllos que sirviendo al Diablo intentaron destruir al Vencedor, he aquí que
no me pondré delante entre ser alguno y la puerta del Paraíso, pero contra
aquel, aquella y aquellos que se ponga entre hombre y Dios yo me alzaré con la
libertad de la gloria del Vencedor, y allá que cada cual sea juzgado por su
propio crimen.
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