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LA CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS

 

PRIMERA PARTE

CREACION DE LA LUZ DEL GÉNESIS

 

CAPÍTULO 1

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

 

HISTORIA DE LA CREACIÓN DEL UNIVERSO

 

1. Para empezar, y pues que siempre se debe elegir un buen punto de partida, diré que este estudio sobre la Historia de la Creación del Universo (Cielos y Tierra) tiene su origen en la necesidad de abrir la Fe a los principios científicos de la Naturaleza. No pretendo fundar la Fe en tales principios; la Fe ha sido y está fundada sobre los principios sobrenaturales de los que los Evangelios son su Tratado Eterno.

Siendo Encarnación y Resurrección las dos columnas del Templo de la Fe, a la hora de las preguntas sobre el Origen del Universo la única explicación que nos pudieron dar nuestros padres, y nosotros mismos les pudimos a nuestros hijos es el Relato de la Creación del Universo según el Génesis. Es decir, “Dios creó los Cielos y la Tierra”... Y lo demás, el “cómo” y el “cuándo” son aspectos de la Actividad Creadora que podemos conocer o desconocer, pero que no le añaden ni le quitan nada a la Fe.

El trabajo que me he fijado en esta Introdución es superar la primera de las dos incógnitas: “el Cómo”. Pues, aunque la Fe sea invencible, nadie puede negar que la Fe sin la Inteligencia sea corruptible, como bien se ha demostrado a lo largo de los siglos. A la ignorancia debemos, entonces, remitir todos los errores del Cristianismo.

2. Por consiguiente, en esta Introducción voy a ir directo a la Verdad; y la verdad es esta: el Universo, esta estructura de ingeniería astrofísica dentro de cuyas paredes navega nuestro Sistema Solar; este Universo, los Cielos, ha sido creado por el Dios del Génesis. Lo contrario, el presunto hecho circunstancial de haberse producido este conjunto final de belleza impresionante que llamamos “el Universo” a partir de una serie caótica de elementos no le produjo al materialismo científico conflicto de ninguna clase en la medida que la Ciencia negó la existencia de una Estética Natural.

Este tema de la Estética de los Cielos y su función estimulante de la Inteligencia es un asunto que el ateísmo científico declaró ser fruto de una serie de casualidades, todas con origen en el Caos. Sobre lo demás: cómo es posible que el Caos produzca unos Cielos de una belleza tan impresionante, este es un punto que se negaron a responder. O respondieron con el desprecio que se merece la pregunta de un necio. No en vano el padre de la Etología y premio Nobel Konrad Lorenz relacionó Conocimiento y Comportamiento en su clásica ecuación: “Verdad = Supervivencia; Falsedad = Destrucción”.

3. Los ejemplos que el sabio Konrad Lorenz nos puso delante de los ojos son infinitos, pero en suma vienen a unificarse en una conclusión universal; esta: el Comportamiento de todo ser vivo es el fruto de su Conocimiento verdadero sobre la Naturaleza; información que adquiere a través de sus sentidos de un lado; y de su herencia filogenética del otro; de tal manera que por la naturaleza del Comportamiento Vivo de una especie podemos definir la naturaleza del Conocimiento que le sirve de base para moverse en el espacio y el tiempo.

Es decir, si le suministramos a un individuo una información falsa sobre el escenario en el que se mueve, la consecuencia será ir dando bandazos en primera instancia, y su destrucción será el fin de su camino.

Ejemplo: Si a un individuo de viaje con su vehículo le transferimos una información falsa sobre su proximidad a una brecha en su ruta, que según se acerca debe ir preparándose para salvarla, dándole más espacio a su aproximación, cuando la verdad es que la distancia es menor, la validación de esta falsedad le acarreará la ruina.

En los animales son los sentidos, cualesquiera que sean, los que recogen la información según el movimiento se produce. En el ser inteligente, caso humano, la información procede de la comunicación, y por tanto el individuo queda expuesto a una manipulación fáctica externa, que, dirigiendo su comportamiento, puede o no puede buscar su destrucción.

Ahora bien, cuando es toda la especie, todo el género humano en este caso, el que se mueve sobre una ruta autodestructiva, por lógica debemos hablar de una patología intelectual que, afectándoles a todos los hombres, por fuerza debe arrastrarlos a todos al abismo de su extinción. Y pues que la Cosmología se refiere a la Estructura de la Naturaleza, origen de toda vida en la Tierra, el Comportamiento Global Autodestructivo que vive el Género Humano debe buscarse en una Patología del Intelecto para recrear intelectualmente la naturaleza del mundo en el que vive y existe el Hombre.

Fue sobre esta base que Dios le predijo al Mundo de Adán su destrucción. Una vez establecido en una realidad falsa, producto de un Conocimiento ficticio sobre la relacion entre el Creador y su Creación, y no admitiendo el Hombre ninguna corrección en su relación con el Universo y su Creador la propia dinámica le conduciría a su regreso al polvo. En otras palabras, el Futuro de la Vida Humana en el Universo quedaba a partir de entonces limitado a un espacio de tiempo concreto. Su paso por la Historia de la Creación sería un movimiento del viento en el Cosmos; cesado el viento el Hombre volvería a su origen animal, y finalmente su Mundo caería en el cementerio donde yacen tantos otros.

La dinámica que observamos, desde que el Hombre se sintió con Derecho a alienarse de la Libertad de su Creador, y dirigir su Existencia en el Tiempo acorde a su propia libertad, cumple al pie de la letra la Observación Divina. Caminando de guerra en guerra hemos esrito en la Historia de la Tierra nuestra propia Crónica Fratricida, suicida, autodestructora, que siguiendo por este caminio no podría sino conducirnos a la Apoteosis de la Guerra Atómica Termonuclear Apocalíptica, para unos una Gesta para otros una Tragedia. Para un Dios que no estuviese implicado en nuestra Existencia la Caída de otro Mundo más en el Cementerio de los Mundos, de cuyo Polvo fuimos creados.

La Resurrección de Jesucristo es el Discurso Divino más apropiado al caso. Delante de nosotros tenemos, de un sitio, el Ave Fénix, que se levanta de sus cenizas por el Poder del Creador Divino, que nos creó del Polvo cósmico en razón de su Inteligencia sin límites del Árbol de las Ciencias de la Creación de Universos y Mundos, por cuyo Poder eleva la Vida en el Universo desde la naturaleza animal a la Vida a su Imagen y Semejanza, para disfrutar de Vida Eterna. Del otro sitio tenemos ante nosotros el poder de elección : elevarnos a la condición natural a un hijo de Dios, o dejarnos caer desde la naturaleza animal al Polvo.

La Libertad viene con la Creación de vida a imagen y semejanza del Creador Divino. Lo que nos dice Dios en el Antiguo Testamento es que el Hombre eligió la Muerte a la Vida eterna. Lo que nos dice Dios en el Nuevo es que aquella Eleccion fue el producto de una manipulación de su inteligencia, a la que un ser extraño al Hombre le suministró un Conocimientio falso sobre el significado de vivir la existencia a imagen y semejanza de un hijo de Dios. El significado de vivir esta Imagen y Semejanza se hizo Hombre.

ECCE HOMO; Cristo Jesús es el Hombre que Dios engendró en la Materia Animal para ser hijo suyo. El otro Modelo, el satánico, es una abominación a los ojos de nuestro Creador. Engañado, el Hombre cayó. Pero redimido, se levanta como Ave Fénix para vivir la vida eterna a imagen y semejanza de Cristo Jesús, Hijo de Dios, de aquí que dijera el Apóstol : Cristo, nuestra vida.

En efecto, quien no quiere vivir la vida eterna es libre para hacerlo así, y conociendo que su elección es la Muerte su existencia es una declaración de guerra a la Vida que está en nosotros. De aquí la Tragedia... elegir a Satán como Modelo de existencia es una Gesta : La Destrucción Atómica de todo el Género Humano, vencer a Dios, poner al Creador del Cosmos de rodillas... La palabra de Satán a sus fieles es firme : Dios creó el Mundo, yo destruyo lo que Dios creó; yo soy Dios.

 

4. Pero volviendo al tema metafísico, el hecho es que tampoco la Ética está implicada en la Genética, y sin embargo su manifestación se produce a todos los niveles históricos conocidos. De manera que siendo innata la necesidad, el Conocimiento forma parte de nuestra estructura genética. O lo que es lo mismo, no reaccionaríamos a la Estética del Universo si nuestra estructura genética no estuviese preparada para responder a las chispas que los Cielos hacen saltar en nuestro cerebro. Así pues, negando la relación: Inteligencia Natural-Estética Universal, lo que el materialismo científico hizo, y sigue haciendo, es dirigir hacia una vía muerta el tren de la investigación cosmológica creacionista.

Contra este intento, hay que decirlo todo, la historia de las civilizaciones, desde sus días más tempranos, mantiene un registro de las respuestas de las distintas culturas a este estímulo natural (Inteligencia Natural-Estética Universal) respecto al cual el Género Humano, hallándose, como se hallaba en su Infancia Ontológica, no tenía capacidad de manipulación ni dominio. O lo que es igual, el ser humano reacciona frente a la Belleza del Universo con la naturalidad de los árboles a la llegada de la primavera y de los vientos al invierno.

Siendo la admiración la madre del Pensamiento Filosófico, la experiencia de la Ciencia, y la vivencia de la Sabiduría, es la propia Naturaleza la que llevando en su Estructura Universal la impronta de la Inteligencia de su Creador: el efecto sobre la Vida no puede ser otro que una Criatura Inteligente “a la imagen y semejanza de su Creador”.

 

5. En cuanto a la Creación de Vida Inteligente sobre la faz de la Tierra, a la sazón el ser humano en su Infancia Ontológica, (hablando del Homo Sapiens Adanensis), la respuesta del Hombre al estímulo del Universo en su Cerebro fue la Palabra. Es decir, si en el hecho de la admiración tiene la Ciencia su Pasado, ese mismo hecho revolucionó mucho antes el Futuro del Hombre abriéndole la boca para articular su Primera Palabra. La Primera Palabra, la palabra admirativa por antonomasia, qué otra podía ser sino “¡Dios!”.

De hecho, el Relato bíblico sobre la Creación del Universo tiene su origen en la satisfacción de aquel estímulo que despertó en el Hombre la búsqueda del Conocimiento del Origen de todas las cosas. En el seno de esas respuestas que las distintas naciones de la Antigüedad le dieron al estímulo Estética Celeste-Inteligencia Natural, la Respuesta Bíblica abrió entre Moisés y sus contemporáneos una distancia tan insalvable como imposible le fuera al Faraón cruzar el mar Rojo.

 

6. En efecto, en comparación al relato de la Creación del Universo de Moisés, los relatos cosmogónicos de los pueblos antiguos llevaron el sello del trauma histórico vivido por sus padres en alguna parte al otro lado del Diluvio. Dioses, demonios, océano, cielo, tierra, semidioses... Todas las paranoias de aquellos hombres se mezclaron en un caos mítico de cuyas entrañas no podía salir nada bueno excepto la justificación del comportamiento social que era su patrimonio histórico. Razón por la que en este libro prefiero dejar para otra ocasión un análisis sobre la génesis de las respuestas de la Antigüedad al desafío del cosmos.

Ni tampoco voy a perderme en el análisis y refutación de las teorías cosmológicas modernas, pues, aunque bajo un ropaje diferente, las respuestas de la Edad Atómica a las viejas preguntas clásicas sobre el Origen y la Estructura del Universo tuvieron sus raíces en la misma actitud psicológica que arrastró al hombre antiguo a la Edad de los mitos y de las leyendas. A su tiempo, cuando la ocasión se presente, ya iré desmenuzando sus esqueletos hasta dejar al descubierto la naturaleza de sus hipótesis.

No siendo esta Nueva Cosmología el desarrollo de una hipótesis anterior, y no siendo deudora de ninguna de ellas, la teoría histórica que pone en movimiento este libro no tiene porqué seguir el mismo método de registro y refutación de todas las hipótesis que desde los días del Mundo Clásico a la Edad Atómica han intentado satisfacer la necesidad de conocimiento del ser humano. Y considerando que la libertad de expresión se une a la libertad del pensamiento, para crearse su propio método, he preferido seguir como línea de acción la plataforma que en el Génesis traza Moisés.

 

7. Del estudio de la Historia de las Ciencias en general, y de la Astronomía en especial, se ve en qué manera y medida la Ignorancia fue el lote que dejara por herencia al Género Humano la generación de aquellos forjadores míticos de las primeras ciudades-estados construidas por los hombres, cuya edad de oro fue alcanzada cuando “la corona bajó del cielo”, y las ciudades se erigieron en cuerpo del Primer Rey de la Tierra, aquel Adán, que desafiando la Ley y despreciando la Paz en tanto en cuanto camino hacia la civilización de la plenitud de las naciones del género humano, hizo de la Guerra Santa su ley de hierro; herencia que llevó a todos a la Muerte. Destrucción en donde se aprecia mejor que en ninguna otra parte la delicada relación entre Conocimiento y Comportamiento.

Una Información “falsa” sobre la Identidad y Personalidad del Creador, asumida como verdadera y cierta, desencadenó la primera guerra civil mundial, escenificada en el fratricidio Caín versus Abel; información que, de no haber sido asumida, habiendo el Hombre emprendido un Camino directo a la Civilización Universal, le hubiese ahorrado el Género Humano tanta desgracia. Pero como no estamos en este librito para enmendarles la plana a los historiadores de la Antigüedad, bueno es que aparquemos por ahora el tema de la Caída a la luz de las ciencias históricas, y ya tendremos tiempo, cuando Dios lo disponga, para viajar al Séptimo Milenio antes de Cristo y recrear, a la luz de las evidencias, el Mundo antes de la Caída de aquel primer reino, cuyo rey recibiera la corona “que bajó del Cielo”, Adán para nosotros, “Alulim” para los herederos de aquél mundo perdido … ¡por una manzana!

 

8. Siguiendo con el tema, de forma introductoria, y aunque parezca que no viene a cuento una breve reseña general, la entrada de Moisés en la Historia revolucionó la estructura del Futuro de la Humanidad por muchas razones. Fue el primer legislador que abolió los sacrificios humanos.

Una vez depurado por Jesucristo de las penas relacionadas al delito bíblico, el Código Mosaico de Justicia sigue siendo la base de nuestra Ética Social, permaneciendo su “NO matarás, NO robarás, NO adulterarás, NO levantarás falso testimonio”... los pilares sobre los que el Palacio de la Justicia mantiene su estructura básica. Obviamente el mundo sigue siendo tal cual en función de la batalla a muerte que la semilla de Caín lleva librando contra Cristo.

Desde los orígenes del Mundo surgido de la Caída el objetivo de reinos e imperios, tiranos y dictadores no fue, ni es otro, que legalizar el Robo, el Adulterio, el Crimen, el Falso Testimonio, el Sexo contra natura, etc. La Historia de esta lucha entre la ley de la Naturaleza, escrita por Dios Creador en el corazón de todas las primeras familias de la Tierra, y la ley del Delito, cuya meta era y es la legalización de esa Transgresión (en nombre del Estado, de la Casta, de la Democracia, de dios incluso), tuvo y tiene por líneas maestras conducir a las naciones a la Aceptación de la Guerra en tanto en cuanto way of life.

 

9. De muchas maneras, entonces, la Revolución de Moisés nos sigue afectando tres mil quinientos años después de su nacimiento. Sin contradecir en absoluto nuestra Dogmática sobre la Trinidad, su monoteísmo sigue siendo la Roca sobre la que Cristo levantó su Iglesia.

De la oposición entre aquella fuerza Antigua estancada en su inercia, que se negaba a dar el salto hacia adelante, y la Nueva que reclamaba nacimiento, surgió el gran conflicto que, con su explosión, le devolvió a la Sagrada Escritura la naturaleza revolucionaria que tuvo en sus orígenes, y a la que nunca renunció. Gracias a Jesucristo, aún al precio de ser considerado “traidor a su patria” por querer convertir la Sagrada Escritura en patrimonio universal de la Humanidad, la Inteligencia Natural Clásica encontró la puerta abierta al estudio de la Creación. Y lo que es más importante, Jesucristo le dio a la Biblia un Pueblo que la protegería de la Caída del Imperio Romano, que se avecinaba.

 

10. El pueblo judío, es cierto, había llevado la Sagrada Escritura contra el viento de los siglos. Pero lo había hecho como quien lleva una carga de la que uno no se puede liberar. Sus períodos de idolatría, sus épocas de corrupción, tan habituales en su historia, no eran más que eso, la manifestación de esa imposibilidad para quitarse aquella carga de las espaldas.

Moisés firmó un Contrato entre Dios y el Pueblo Hebreo por el que Israel no sería jamás destruido, pero que, al obligar a las dos partes, y estar el Ojo de Dios en todos los sitios, había de crear, y creó, en la consciencia del pueblo judío la necesidad de no sentirse vigilado de aquella manera tan constante y omnipresente. El efecto de aquella necesidad de liberación fueron aquellos períodos de idolatría y corrupción de los que la Biblia está tan sobrada.

(Fue esta relación de naturaleza sadomasoquista, por cuanto Dios sabía que le era imposible al hombre no pecar, y el hombre sabía que a Dios le era imposible dejar de castigar, la que condujo al pueblo judío a la situación final que mediante su enfrentamiento con los poderes sacerdotales de Jerusalén nos descubrió Jesucristo).

Después de un milenio y medio estudiando la Sagrada Escritura, viviéndola en sus carnes -diría yo- tal fue el modelo de relación entre Dios, el Universo y el Hombre que Jerusalén y sus hijos se formaron. Sus ritos litúrgicos, sus prescripciones legislativas, el way of life judío en general, salvando excepciones, mantuvo las manos del resto del mundo lejos de la Sagrada Escritura, y las del pueblo judío, salvando raras excepciones, lejos de los libros de la Edad de Oro de la Filosofía y de las Ciencias Clásicas. Esta situación, este muro psicohistórico insalvable en las dos direcciones, Jesucristo se dispuso a echarlo abajo. Y lo echó. La necesidad era vital. Depositarios de la Sagrada Escritura, los judíos no podían ignorar que la Historia Universal seguía en evolución, y a su alrededor había otro pueblo en el que Dios había depositado otro tipo de “escritura sagrada”. Si la Sagrada Escritura fue el fruto del amor de Dios al Hombre, el fruto del amor del Hombre a la Sabiduría sería la Filosofía, madre de la Ciencia.

 

11. Largo fue el camino de la Ciencia por los siglos. Como no podía ser de otra forma. Pues habiendo sido creado el Hombre para ser partícipe de la Omnisciencia creadora, la inteligencia humana, reflejo vivo de la Inteligencia Divina, no podía ni puede dejar de aspirar a vivir su crecimiento dentro de la dimensión omnisciente natural a la Fuente de su existencia.

La consecuencia directa y maligna que la Caída legó a todas las familias del mundo fue esta desconexión; de manera que teniendo el hombre “en sí la potencia de ser” se encontró, tras la Caída, con la imposibilidad de pasar del “dicho” al “hecho”, lo que en Filosofía se llama: pasar de la “potencia” al “acto”. Esta imposibilidad natural se tradujo en mitologías y cosmogonías, una por una, y todas en su conjunto, impulsoras del Delito contra una Naturaleza que portando en su seno la ley Divina se vio impotente para reconectar la Criatura Humana con su Creador.

La Ignorancia fue el lote del género humano (sobre cuya naturaleza ya entraremos en su momento, pero no aquí, dispuesto como está este libro para permanecer exclusivamente en el terreno del conocimiento de Dios en cuanto Creador de los Cielos y la Tierra)... Ignorancia contra la que se levantó el Pensamiento Filosófico, y, aunque esclavizada la inteligencia humana a la ley de la razón animal, por el hecho de portar el ser humano en su seno la semilla de la inteligencia divina por disposición Creadora ésta habría de dar su fruto.

 

12. Así pues, mil quinientos años después de la Resurrección le llegó a la Ciencia la hora de su libertad. La tutela que había ejercido sobre su cuerpo la Teología llegaba a su fin. Sólo que la situación no era la misma. No se puede comparar el mundo mil quinientos años después de Moisés, con Galileo mil quinientos años después de Jesucristo. Pero en lo concerniente al fin de la tutela de la Teología sobre la Ciencia, la Hora sí había llegado. Las manecillas del reloj del Tiempo habían estado caminando hacia esa Hora. Si los teólogos se escandalizaron de Galileo no fue porque Dios hubiese dejado de ser el espíritu que le inspira en el rostro aliento de vida a sus criaturas. Yo diría que fue por todo lo contrario; fue porque la Teología había intentado monopolizar ese aliento de vida y, al no conseguirlo, tenía por lógica que escandalizarse de Dios. Pero estas cosas ya habían sido predichas.

El verdadero problema en el fondo de la independencia de la Ciencia nació cuando de los roces surgió aquella sensación de libertad de quien se libera, por fin, de la protección de una madre exageradamente, como diría yo, Madonna. Sensación creciente que, alimentada por la crítica de la razón independiente hacia una iglesia anclada en sus comportamientos medievales, acabó por convertir el Mundo Moderno a los distintos tipos de materialismos científicos. ( Dado el condicionamiento intelectual adquirido por la Ciencia Moderna difícilmente el progreso del conocimiento físico del Universo podía converger hacia el encuentro de su Creador ).

 

13. Aunque suene a crítica destructiva -que no lo es- es un hecho que el fracaso de la Edad Moderna se halla escrito en su legado a la Edad Atómica. Muchas ideas sobre modelos cosmológicos posibles, cada uno la pieza de un rompecabezas que se entreveía maravilloso, pero que nadie podía ordenar. Al genio de Einstein y a su generación les tocó elevar el Número a la condición de la Palabra, y con su poder omnívoro ordenar el Cosmos.

El loco que -según ellos- había en el genio condujo a los sabios de la Edad Atómica a creerse que estaban en una carrera de relevos y les había llegado su turno de correr. Con la fidelidad de los sabios a una causa perdida, los genios de la primera parte del siglo XX saltaron a la pista que conducía al infierno de las guerras mundiales con la alegría del psicópata que cree que todo el mundo está loco menos él. Cuando se dieron cuenta, cuando quisieron parar el tren, ya era demasiado tarde, y la inercia hizo el resto.

Ellos saltaron del tren, y, cual Pilatos lavándose las manos, se quitaron de en medio. ¡Nosotros, cómo no implicarlos en el nacimiento del monstruo al que alimentaron con la leche de la ley del más fuerte, y el pan de la guerra como instrumento de progreso y evolución! Alimentados por la doctrina del materialismo científico el monstruo nazi y el monstruo bolchevique crecieron, para convertirse en los ejércitos de aquel infierno que hizo del Siglo XX el período más maligno vivido hasta entonces por el Género Humano.

Cierto, la Caída del Imperio Romano no fue menos infernal, pero el hecho de haber contado el Siglo XX con todos los medios necesarios para impedir la hecatombe apocalíptica, y sin embargo el hecho de haber visto en la Guerra el único medio posible para salir de la Crisis Ideológica y Económica que le afectó a todas las naciones por igual, transformó la Caída del Mundo Moderno en la Tragedia más grande jamás conocida, tanto por el número de almas atrapadas en la hecatombe apocalíptica cuanto por el Odio y la Maldad que se liberaron en las Contiendas Mundiales del Siglo XX. Es decir, desde el evangelio del más fuerte la Guerra Mundial era legítima. Debía comenzar. Y comenzó.

 

14. Afortunadamente para nosotros todo lo que tiene un principio tiene un fin, y la más grande de las guerras vividas por el Género Humano también llegó a su fin. Acabó; pero huyendo de la derrota del Fuerte los atletas de la Ciencia corrieron en todas las direcciones, y bajo el lema de sálvese el que pueda les entregaron el testigo de la energía atómica a las dos grandes potencias vencedoras del conflicto. Vino a luz la Guerra Fría. Una Guerra Fría que tuvo su origen en la decisión de Dios de armar a Caín y a Abel con la misma quijada, con objeto de detener el fratricidio mediante el miedo a la destrucción de ambos. Política maravillosa de la que ahora todos gozamos de su fruto.

No que la Edad Atómica sea, o haya sido, un paraíso de conciertos el pensamiento puesto en la salvación de las naciones y la redención de la Madre Tierra. ¡Para nada! Pero la revolución tecnológica tenía que seguir su curso. Y, por una de esas decisiones Maravillosas de la Providencia, los ojos de la Inteligencia humana se abrieron; comenzaron a penetrar en las distancias astronómicas. Y, según se fue extendiendo el campo universal a los ojos telescópicos de la Civilización, aquel Universo del más Fuerte se fue evaporando, esfumándose como lo hace la pompa de jabón que según sus creadores fuera.

Atónitos, con los ojos incrédulos del que ve cómo sus ídolos se tambalean en su pedestal, y no pueden aguantar el peso del terremoto que sacude los cimientos de la tierra, las últimas generaciones de la Guerra Fría vieron cómo la religión de Einstein y su doctrina cosmológica temblaban en su altar, y no había nada que sus sacerdotes pudieran hacer para impedir su caída. Una vez más la Realidad negó, niega y seguirá negando, la ideología del materialismo científico. Primero negó su evangelio del más fuerte; luego negó su doctrina de la necesidad de la guerra como instrumento biológico de civilización, y ahora hace temblar los cimientos del Cosmos según la Ciencia.

 

15. Pero mejor que perderme en una crítica del comportamiento científico, prefiero pasar directo a resaltar el desarrollo de la Civilización como resultado de la evolución del lenguaje humano, caballo de batalla que nos ha conducido a la victoria sobre aquella ausencia de conocimiento de la que el Hijo de Dios se lamentara, diciendo: “Si no comprendéis las cosas de la Tierra, cómo vais a comprender las del Cielo”.

No es un ejercicio de retórica afirmar que el sentido, el objetivo, el fin hacia el que han caminado estos dos milenios pasados ha sido la superación de aquella tara intelectual. Recordemos que Dios había hablado como profeta, Dios había hablado como legislador, Dios había hablado como rey y señor, finalmente Dios habló como Padre, pero nunca nos habló Dios como la Inteligencia Creadora de Aquel que, abriendo su boca, dijo: “Haya Luz”.

Y sin embargo habiendo afirmado que creó el Universo en el seno de esta afirmación estaba la promesa de hacerlo. Así pues, en el lamento del Hijo de Dios esta promesa palpitaba en forma de Futuro que había de llegar, que a Él le hubiera gustado ver para ya, pero que lamentablemente estaba por llegar. Y es que mucho debería crecer la inteligencia del Hombre Clásico para poder comprender las leyes de la Ciencia de la Creación.

El Camino de la barbarie al alba de nuestro tiempo sería largo y estrecho; pero ese Día vendría. La Historia le abriría su horizonte, y la Estrella de la Mañana que anuncia la llegada del Nuevo Día haría brillar su luz sobre la Plenitud de las Naciones.

 

16. Viéndola venir, desde la distancia en los siglos, uno de los Discípulos de Jesús la saludó, diciendo: “La expectación ansiosa de la Creación está esperando la manifestación de la gloria de la libertad de los hijos de Dios”. Hijos de Dios que eran todos los Apóstoles de Jesucristo, al afirmar este Pablo que “la Creación entera” estaba esperando la “Manifestación de la gloria de la libertad de los hijos de Dios”, a su forma, a la manera tan inteligente que San Pedro le reconociera, San Pablo profetizó el Nacimiento de este Día cuando Dios nos hablaría cual ese Creador del Universo que se reconoció al principio de su Libro. Es más, los dos primeros pasos en esta dirección habían sido dados ya.

Estaban la Revelación y la Ciencia. Aun siendo cierto que entre las dos existía un muro, el Cristianismo, como se vería en la primera mitad del primer milenio, lo echó abajo, y a la luz de su Magisterio la Teología y la Ciencia aprendieron a convivir, a crecer juntas. Obviamente la Civilización aun tendría que vivir horas amargas y críticas; planeaban sobre su camino las Invasiones, la División de las iglesias, la batalla entre la Fe y la Razón, y, al término de los dos milenios, las Guerras Mundiales. Sólo al final el espíritu de Inteligencia entraría en escena.

 

CAPÍTULO 2

AL PRINCIPIO CREÓ DIOS…

 

 

 

 

 

 

LA CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS

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