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CAPÍTULO
NOVENO
EL
FUTURO DE LA LEY INTERNACIONAL
La Vida se
basa en un Único Principio inteligente cuyo radio de acción sujeta a su
naturaleza el comportamiento de todas las naciones del Universo. Siendo el
Origen de todos los seres el mismo, Dios, la estructura básica de la
Inteligencia es Universal. La formación de la cultura del ser individualizado
en tanto que ser en crecimiento procede desde diferentes puntos, parte desde
diferentes bases, acorde a la singularidad objetiva del mundo de origen y su
constitución física, pero el término, la Inteligencia Creadora, es común a
todas las Civilizaciones del Universo. Es desde esta base que 2+2=4 tiene un
valor cósmico y cualquier reflexión que implique la negación de este
principio eterno es un acto de irracionalidad.
El Lenguaje
de la Creación tiene su origen, pues, en su Creador. Esta Comunidad en el
Origen le permite a todas las Naciones, con independencia de su cuna en el
espacio y el tiempo, reunirse alrededor de una misma Civilización
Universal, polifacética, multiforme y abierta, y entenderse en lo infinito
gracias al Lenguaje Universal que el Creador de todas las Naciones aporta
como Base de Comunicación. Este Lenguaje es el propio de Dios, que, siendo
perfecto en El, es un campo de conocimiento abierto al infinito para nosotros,
y nos implica a todas las Naciones de la Creación en una Evolución de la
Inteligencia, los límites de cuyo horizonte comienzan en la Omnisciencia
Creadora y tienen en la Ciencia de la Creación su crecimiento natural y lógico.
El
Pensamiento es, en efecto, la actividad del Espíritu en la materia animada de
Vida Inteligente a imagen y semejanza de la Inteligencia de aquel que hizo de
su Pensamiento la Causa de la existencia del Hombre. Es la propia Naturaleza,
dejada libremente, la que llevó al ser humano al encuentro con el Pensamiento,
en quien el hombre se encontró a sí mismo, y este descubrimiento en sí de la
Imagen Divina abrió la revolución que conocemos como Civilización.
Todos
sabemos lo que pasó luego, cómo la Caída echó abajo aquella Imagen en el
Hombre, y la Humanidad arrojada lejos de su Creador, pero aspirante a la imagen
perdida de su Ser, se inventó una imagen mental con objeto de satisfacer la
necesidad natural de su pensamiento.
El curso de
la Historia Universal desde la Caída a la Redención es lo que llamamos Mundo
Antiguo. Llamamos Era Medieval a la etapa que va de la Caída del Mundo Antiguo
al Nacimiento de la Civilización Cristiana. Y Edad Moderna a la etapa en la que
el Hombre, de nuevo libre, volvió a hacer del Pensamiento su principio de
conducta.
¿Es más
importante en la vida del ser la etapa del niño que la del adolescente o la del
adulto? Únicamente desde un principio de irracionalidad se podría demonizar al
niño, o desear regresar al periodo de la infancia. No hay adulto si no hay niño
y la naturaleza de la infancia no depende del hombre sino del Universo que
forjara su existencia.
La mirada al
Pasado desde una plataforma de juicio es, por tanto, un acto de
esquizofrenia, y las consecuencias de este enfrentamiento con el Pasado
conducen a un proceso patológico. Desde esta plataforma esquizofrenia el siglo
XX fue la consecuencia del enfrentamiento entre Razón y Fe que el pensamiento
científico y filosófico levantó al demonizar la Infancia de la Civilización
Cristiana, es decir, la Edad Medieval; buscando la alienación de esta
Naturaleza en la Civilización como medio de alcanzar un fin, a saber, la
edificación sobre las ruinas del Cristianismo de un nuevo modelo social, el
pensamiento científico y filosófico no dudaron en arremeter contra la infancia
de la Civilización, por ser Cristiana, sin querer comprender que, una vez el
proceso en marcha, únicamente mediante la destrucción del ser se puede llegar a
impedir que la Criatura alcance su Destino, en este caso: el nacimiento de un
Hombre dotado de Inteligencia a imagen y semejanza de su Creador.
Tenemos,
pues, que buscar la Causa matriz de la ruptura entre el Creador y su Creación,
los efectos de la cual fueron la privación del Hombre de la imagen de su Ser
tal cual fue puesta en movimiento y determinó el movimiento de la Historia del
Universo en función del nacimiento de la criatura humana. Y al mismo tiempo
tenemos que centrar la búsqueda donde se halla la respuesta, abandonando la
postura irracional de la ciencia aquélla que, ante el fracaso para sin la Fe
alcanzar el Conocimiento de todas las cosas, se inventó un universo a su medida
a fin de satisfacer su necesidad de conocimiento.
El momento
determinante en la Historia de la Humanidad, por sus consecuencias futuras, lo
tenemos grabado en la Memoria del Género Humano. En un tiempo y espacio
concreto, durante la fase final de la Primera Civilización que conociera la
Tierra y Germen de la Plenitud de las Naciones que habían de llenar su
superficie, hablando del final del Neolítico, la Ley Universal sobre la que fue
edificada la Primera Sociedad Humana, a saber, la Prohibición bajo Pena de
Muerte de cualquier y todo tipo de Declaración de Guerra, esta Ley fue pisada,
y por su Transgresión entró en la Historia de la Humanidad un juego de fuerzas
suicidas y fratricidas cuyo núcleo tuvo en la negación positiva de la Ley su
principal enemigo. Este juego de fuerzas que irrumpió en el curso de la
Historia Humana para imponer su ley propia sobre y contra la Ley Universal
hasta entonces operante: causó la ruptura entre el Creador y su Creación,
efecto de la cual fue el abandono del ser humano, en tanto que Mundo, a sus
propias fuerzas.
¿Cuál fue la
naturaleza esencial y sustancial de aquel juego de fuerzas provocante de la
ruptura entre Dios y el Hombre, origen de la Caída del Mundo Antiguo en el
infierno que vivió el Género Humano desde Adán a Cristo?
El hecho de
no haber respondido la Teología a esta cuestión se debe a la naturaleza
determinante del propio crecimiento de la Civilización desde las ruinas del
Mundo Antiguo. Esta Ignorancia de la Teología es la que puso en juego eso que
llamaron Dogma, tras cuya infalibilidad se oculta la Ignorancia de los obispos
para responder al Por qué Dios abandonó al Hombre en las manos de
quien tenía que destruir al Hombre para salvar su vida.
La Teología
nació de un Hecho: La Esperanza de la Resurrección. Y toda su filosofía y
ciencia tuvo en este Hecho su Misterio. En razón de la Naturaleza de este
Acontecimiento la propia realidad teológica quedó condicionada a la defensa y
proyección de la RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO a la plenitud de las
naciones. La teología definió la Resurrección como cuerpo de todo el
Misterio de Cristo: Redención, Salvación... pero su radio de pensamiento quedó
limitado a la Resurrección como Respuesta a la Caída, y viceversa, dejando Dios
el Misterio de la Caída fuera de ese radio de acción que le diera a la
Teología, predestinando sus Secretos a la Generación que había de nacer
del Matrimonio entre Cristo y su Iglesia, por la que fue escrito el
Testamento de Cristo, del que fue depositario la Iglesia.
Cumplidos
los tiempos de la expectación, la libertad de los hijos de Dios define la
propia esencia de la inteligencia de nuestro siglo, y su discurso abre el
espíritu del hombre al Lenguaje de su Creador como fase final de un
Crecimiento centenario que por fin ha dado sus frutos. Ciencia, Filosofía y
Teología, independientemente de sus encuentros, de sus virtudes y de sus
defectos, y aunque en oposición irracional, cada una por su sitio pero todas
unidas en una misma empresa que las superaba a todas, han cumplido las
expectativas que dieron principio a su cultivo. En efecto, “Si hablándoos de
cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeréis si os hablase de cosas celestiales?”.
El trabajo de formación de la inteligencia humana quedó, pues, delimitado a
superar ésa limitación impuesta por la que los hombres no estábamos
preparados para creer en “esas cosas celestiales”.
Esto asumido
volcamos nuestro pensamiento en el Principio y abrimos la Puerta que
permaneciera cerrada hasta que naciera este Día. La Respuesta al Porqué Dios
abandonó al Hombre a sus fuerzas, y no precisamente en condiciones ideales de
independencia si no sujeta la existencia de nuestro mundo a la destrucción
buscada por una fuerza no de este mundo, ha encontrado su Hora. Y la Respuesta
es la Ley.
Ya vimos
arriba que Dios le abrió el Futuro a su Creación entera mediante la
proclamación de su Inteligencia como Lenguaje Universal, independientemente del
origen en el espacio y el tiempo del mundo en cuestión. La Lógica es, por
tanto, Universal y el valor de las leyes bajo las que se gobiernan la materia,
el espacio y el tiempo son de valor positivo-absoluto. Dos y dos son cuatro en
todas las partes del universo, en todo tiempo y lugar aunque cada cual emplee
un sistema de señalización típico. El origen del movimiento es distinto pero el
fin es general, y el punto de encuentro se produce en el mismo
punto final.
Pero esta
Ley de la Inteligencia gracias a la cual múltiples civilizaciones, basadas en
espacios científicos distintos, se unen en un mismo Edifico Universal, tal que
ramas de un mismo árbol, ¡el Árbol de la Vida!, fue Creado y cultivado por Dios
sentando como Ley de comportamiento un Espíritu Universal, único, a cuya Ley se
sujetan todas las Naciones. Por esta Ley todo ser es responsable de sus actos
ante la Justicia, con independencia de la relación de este individuo con Dios y
su situación en el edificio social al que pertenece.
Por esta Ley
el Creador entra en Sociedad con su Creación como Juez, y deviniendo Cabeza de
una Justicia cuyo Tribunal tiene Jurisdicción Universal, en razón de su
Naturaleza Divina la Justicia deviene el Principio Todopoderoso en cuya
Omnipotencia la Paz y la Libertad de todas las Naciones de su Reino encuentran
su Felicidad y su Vida.
Asumiendo la
Responsabilidad del Juez Universal el propio Creador devino garante de la
Igualdad de todas sus criaturas ante la Ley. Y poniendo su Todopoder y su Omnipotencia al servicio de la Justicia ninguna criatura queda al margen
de la responsabilidad debida sobre sus actos, palabras y pensamientos, siendo
esta Imposibilidad la que levantó, por su propia Naturaleza, la
Prohibición que se nos manifestó en el Edén al principio de nuestros días. Y
es, por su esencia y sustancia, la garantía invencible en cuyo cuerpo
todopoderoso la Paz y la Libertad de la Creación entera descansan.
La
Prohibición es efecto, como vemos, de la propia naturaleza de la Ley. Porque
donde hay una Ley inoperante o con poder limitado la Prohibición deviene causa
de burla. Pero cuando la Justicia está fundada en un Poder sin límites para
activar la Responsabilidad que levanta la Ley con independencia de la
naturaleza del delincuente, la Ley deviene Prohibición por efecto de su propia
esencia magnífica.
Observamos
en el Edén que, prohibiendo, la Ley no anuló la Libertad. Pues es imposible que
siendo la Libertad la propiedad determinante de la esencia del ser, la Ley,
para afirmarse, venga a negar lo que sin la Libertad la hace inoperante. La
característica sustancial de la Inteligencia es la Libertad, y precisamente
porque esta realidad es inapelable la Ley alza su prohibición sin abrogar la
Naturaleza.
Ciertamente
la Ley procede de la Justicia y la Justicia de un Poder ajeno al propio
individuo. Pero de no ser así la Ley no sería Justicia. Y si la Ley fuera
determinada por el individuo su Justicia sería un acto delictivo en sí, sobre
lo cual el Absolutismo y la propia Historia de la Ciencia del bien y del mal en
la Tierra nos han ofrecido toda una gama de ejemplos. Al venir el Creador
a su Creación como Criatura, es decir, al entrar en Sociedad con su Criatura en
tanto que Juez, Dios extiende la Ley de lo individual a lo Universal y exalta
el espíritu de la Ley al levantar entre Justicia y Corrupción el indestructible
Muro que es su propio Espíritu, que no necesita de nada ni de nadie para
alcanzar el más grado alto de satisfacción en Su existencia.
Pero la
Libertad, como hemos visto, subsiste. Y siendo la propiedad esencial de su
espíritu el poder de elegir, delinquir o no, aceptar esta Justicia o
rechazarla, queda siempre en la mano del individuo, pues la Creación no puede
basarse en un Principio de Libertad y a la vez en una Regla de obediencia
animal a la Ley.
El animal se
rige por la ley en forma de instinto, tal que siendo parte de su estructura
física es impotente para actuar acorde a una elección consciente, y esta
incapacidad es la que hace del instinto una ley robótica. El cervatillo no huye
ante el olor del depredador, aunque no vea al enemigo, siguiendo un proceso
mental consciente: es la propia ley la que deviene su instinto y mueve su
comportamiento.
Pero en el
ser inteligente esa ley cae por tierra y el principio de la consecuencia se
abre al pensamiento que antecede a la libertad de movimiento. Creando el
ser a su imagen y semejanza el Creador supera la ley animal y eleva la vida a
la consciencia que le es propia, determinando la relación de su criatura con la
Ley de acuerdo al principio de libertad que procede del conocimiento.
Toda
criatura, por tanto, tiene el poder de amar la Ley y el poder de
levantarse en rebelión contra la Justicia. Como vemos, Dios no puede separar
Libertad de Consciencia. Y la Consciencia implica la Inteligencia, y la
Inteligencia el poder de elección.
Este fue el
juego que se puso en acción en la Caída. El punto contra el que se alzara la
rebelión de quien hasta entonces fue un hijo de Dios, tenía que ver con la
Libertad de la Creación para aceptar o rechazar, en parte o en su totalidad, la
Naturaleza dada por Dios a la Ley. Este punto, la Igualdad de todos los
individuos, independientemente de su relación con el Juez y de su posición en
la Sociedad, ante la Justicia, este era el punto que no podía aceptar aquélla
generación de hijos de Dios que hablara por boca de aquél que se puso a la
cabeza de la parte descontenta con la Naturaleza Universal y Omnipotente de la
Ley.
Acorde a la
Ley: nadie, ni el que se sienta en el trono del Rey, ni el que vive
semejante a los pajarillos y los lirios del campo, está sobre la Ley, tal que,
cometiendo un delito, en razón de su relación con el Juez se ve inmune frente a
la responsabilidad que se le pide a todas las demás criaturas.
La Ley es
una para todos. Todo hombre, todo ciudadano está, desde el que se sienta en el
Consejo de Ministros hasta el que cultiva el campo, todos están bajo la Ley,
que es la misma para todos, y el Juez aplica la Ley sin mirar la función del
sujeto en el Reino de Dios.
No hay
excusa, nada justifica el delito contra el que la Ley se alza, ni el nombre de
Dios, ni el nombre de la Iglesia, ni el nombre del Estado, ni el nombre del
interés privado; nada justifica ni excusa ante la Ley el acto delictivo. Y
Dios, para garantizar esta Igualdad Universal se hizo Criatura para entrando en
su creación, sentar a Dios en el Trono del Juez Universal, garantizando
mediante la Naturaleza Divina la Incorrupción de la Justicia y el Todopoder de la Ley para hacer que el delincuente pague su
delito.
Ahora,
nuestra misión es hacer el Reino de Dios en la Tierra, lo cual significa tomar
el Modelo Divino como base del edificio humano. Sin embargo, observamos que
estamos aún lejos, aunque mucho más cerca de lo que estuvieron nuestros padres,
de la perfección. Observamos cómo el Poder y el Dinero compran al Juez,
prostituyen la Ley y cometen impunemente los delitos contra los que la Ley se
alza. Sacerdotes lo mismo que políticos, empresarios lo mismo que científicos,
todos se rigen por la Ley de la excepcionalidad de sus funciones, en base a la
cual la Ley tiene un poder limitado y debe, por sus funciones, poner a sus pies
la Igualdad que la Ley defiende
La
excepcionalidad de la Ley, sin embargo, es ignorada por el Universo. Las leyes
universales no tienen excepciones. La creación de Estados como medio de escapar
a la Ley Universal, restringiendo la Jurisdicción de la Justicia, es un delito
contra la Naturaleza del Espíritu de la Ley, que es Santo.
Observamos,
por tanto, que el sueño de todo delincuente, asociación terrorista o
simplemente criminal, es tener un Estado propio, a fin de imponiendo su ley,
escapar a los delitos cometidos en otro Estado, so pena de declaración de
guerra. Observamos, pues, que este estado de cosas obedece y responde a la
impotencia de la Ley para impedir la creación de Estados delictivos y la
incapacidad de la Justicia para hacer valer su Jurisdicción sobre la
Plenitud de las Naciones. Pero el fin espiritual de la Justicia es su
Universalidad, y su Razón es la omnipotencia de la Ley, y hacia estos objetivos
camina la Historia, como vemos en la creación de los adecuados organismos con
que el Creador está dotando a nuestra Civilización, y que, si son simples
actualmente, nadie debe ignorar que el árbol que porta la semilla, toda
pequeña, no es visible hasta que despliegue su germen toda su grandeza. Mas
siendo el Creador su Origen se comprende que el Futuro de la Justicia
Internacional camina hacia la Formación del Modelo sobre el que se funda el
Reino de Dios. Los obstáculos no importan; la Fuerza que mueve el Movimiento
Histórico es Invencible y su Libertad para llevarla a término, llegada la
Plenitud de las Naciones, es igual a su Omnipotencia.
CAPÍTULO
DÉCIMO
RESPUESTA
AL PROBLEMA DE LA LIBERTAD DEL SER
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