LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO | cristoraul.org |
CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS |
LA SAGRADA BIBLIA
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NUEVO TESTAMENTO
San Pablo
Epístola de SantiagoSan Pedro
San Juan
Epístola de San Judas
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS--------------------------------------------------------- ------------------------------------------ PRÓLOGO ORIGINAL DE LA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS A LA NÁCAR COLUNGA,TRADUCCIÓN ESPAÑOLA DE LA BIBLIA DESDE LOS TEXTOS SAGRADOS HISTÓRICOSEl Texto Sagrado usado en esta versión digital abierta a todos los lectores del mundo es la Fiel Versión del Original en el que he sido formado y por Inspiración Divina sostengo y manifiesto haber estado traducida acorde al Espíritu de su Autor, no otro que Dios, Padre de Jesucristo. Por lo que he podido ver y entender según la Inteligencia que me ha sido dada la inmensa mayoría de las Traducciones que existen de la BIBLIA tuvieron en mente la capacidad intelectual del lector del momento, y ajustaron la traducción a las luces de los siglos. Sin embargo Dios es Eterno y escribió la BIBLIA para todos los siglos, de manera que permaneciendo su Palabra pero creciendo la inteligencia de los hombres su Libro fuese la Luz que guía tanto a los últimos, es decir, a los más sabios, como a los primeros, o sea, los menos doctos. En este creencia firme no he cambiado ni me he atrevido a mover una sola tilde de la Escritura según el Espíritu Santo la ha puesto en mis manos, y menos aún caer en el error satánico de mutilar el Libro de Dios extirpando de su Cuerpo Sagrado un libro u otro acorde a si yo entiendo más o entiendo menos su significado. Si querer ponerse a la Altura de Dios es un Pecado tan grave como para merecer el Destierro de su Presencia, esto es, el Infierno, tener su Bendición para abrir el Texto desde el Pensamiento de su Autor es un Deber Espiritual para quien ha sido formado a la Imagen y Semejanza de sus hijos. Fuente de toda Sabiduría y Ciencia he seguido este Deber hasta borrar la división entre Fe y Razón, Historia Sagrada e Historia Universal, según puede verse en LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO. Por lo demás me atengo a la Doctrina de la Iglesia en todo aquello que implica la Moral y la Religión. CR Y-S.
INTRODUCCIÓN GENERAL A LA BIBLIA
PRIMERA
PARTE
I
INTRODUCCIÓN
GENERAL AL ANTIGUO TESTAMENTO
La
Biblia tal cual la conocemos se basa en un Principio Universal Supremo, que
comprende en su cuerpo literario el espíritu de la Ley, el alma Moral de la
Sociedad y la razón Metafísica de la Historia en cuanto Movimiento del Género
Humano en el Tiempo y el Espacio, y por extensión: de la Creación entera. Este
Principio es la Biblia. Sea en cuanto Religión aplicada a la Humanidad en tanto
que Ser, el Cristianismo; sea en cuanto Acto aplicado a una Raza en tanto que
elegida, el Judaísmo, la Biblia es el Principio inconmovible que mantiene la
Historia Universal en evolución constante desde el Caos y la Anarquía: a la
Armonía y el Derecho naturales a la Inteligencia del Ser. El Hombre es anterior
a todo libro escrito y como Ayer igualmente en un Mañana hipotético el Hombre
puede sobrevivir sin libro alguno. Pero la Civilización no puede subsistir sin
la Biblia; la Civilización es el fruto de la Biblia.
Antes de
Cristo no hubo Civilización.
La
Civilización comienza con el Cristianismo, y es en el Cristianismo y durante su
proceso de crecimiento y edificación que la Civilización se fue formando hasta
devenir consciente de su Ser. Por supuesto, esta declaración debe parecerle una
negación a los historiadores profesionales y, por ende, a todo el que ha sido
habituado a creer en sus ideas y enseñanzas; pero lo cierto es que antes de
Cristo las sociedades se basaron en un principio de Fuerza Animal Bruta sin
conexión alguna con la Naturaleza de lo que es La Civilización. Todos los
progresos del Mundo Antiguo tuvieron una única realidad, el Poder. Todos los
progresos habidos durante los días de los imperios antiguos tuvieron
exclusivamente el Poder como meta. Ahora bien, la Civilización es todo lo
contrario a dicha meta. La Civilización es un espacio de convivencia para
pueblos procedentes de distintos orígenes entregados a compartir la Existencia
en el Tiempo a la luz de una misma Ley Universal. No vemos que este Sentido
haya tenido arte ni parte en los imperios del Mundo Antiguo; y, concediendo,
podemos decir que esta Idea encontró en el Imperio de Ciro su primer exponente,
idea que Alejandro intentó rescatar y César Augusto quiso materializar.
El
fracaso estaba en la propia semilla. No se puede imponer la Civilización por la
Fuerza. La Civilización, en tanto en cuanto Espacio de Convivencia en la Paz y
en la Libertad implica la Fraternidad entre las naciones, y jamás el Concepto
de Superioridad de Raza que animó los imperios antiguos y ha seguido viajando
por los siglos hasta desembocar en la Ideología que la Alemania Nazi importó
del Fascismo inherente a la Concepción Darwinista de una Humanidad dividida en
Débiles y Fuertes. La Concepción darwinista sobre una especie humana dual no
fue sino la resurrección de la antigua ideología imperialista que dividió a la
Humanidad es esclavos y libres, y desde esta base forjara su ley de fuego y
hierro. Evidentemente, al Mundo Británico de los días de Charles Darwin esa
resurrección de la Vieja Ideología de la dualidad Esclavos-Libres en su forma
Fuerte-Débiles le venía a su Imperio, basado en el Fuego y el Hierro, como
anillo al dedo, y de él hizo la Ciencia Anglosajona su Nuevo Evangelio. La
Alemania de la primera parte del Siglo XX no hizo sino aplicarse el cuento.
Alemania
vivió durante el período de entreguerras mundiales una generación de genios y
sabios de la talla de Werner von Braun, Heisenberg, Plank, Konrad Lorenz, Einstein, y un largo etcétera,
creyentes acérrimos todos y uno por uno de la Teoría Fascista Dual de Darwin,
Teoría que exponía al pueblo Alemán a aplicarse la conclusión debida: el
Alemán, vista su Inteligencia, era la Raza Fuerte llamada a dominar el mundo, y
si para ello tenía que aplastar al Débil, el Débil sería aplastado, sin
misericordia ni piedad.
Malignidad,
en efecto, se puede ver en el Credo Nazi, pero en ningún momento incongruencia.
Hitler y su generación pusieron en obras lo que el Credo Darwinista sostenía
con palabras.
La
Historia de la Civilización, por consiguiente, es la Historia de la
Civilización Cristiana. La Igualdad de todos los hombres sobre la que se fundó
la Sociedad Cristiana es la Roca sin cuyo Fundamento no existe Civilización.
Llamar Civilización al Imperio Asirio, al Babilonio, al Medo, al Romano, es un
ejercicio de estupidez tan vasto que no merece pérdida de nuestro tiempo.
Dicho
esto, si desde el principio de su Historia el Cristianismo estuvo sujeto a
proceso de persecución y destrucción, por lógica la Civilización tenía que
estarlo. Como lo estuvo. A nadie se le oculta que la destrucción del Imperio
Romano corrió paralela al intento de la destrucción de la Civilización
Cristiana en su Infancia Ontológica. Desde los días de Arrio y de Atila, desde los de Mahoma hasta Stalin, la Civilización y el Cristianismo
han crecido y se han desarrollado en lucha desgarradora constante contra una
sucesión imparable de fuerzas destructoras, externas e internas, consecuencias
de las cuales fueron revoluciones y guerras mundiales, el fin interno de cuyo
proceso era la Destrucción del Cristianismo y su Civilización.
Tenemos
que felicitarnos por la Victoria. El Cristianismo y la Civilización siguen en
pie. Y aunque al presente se quiera separar Civilización y Cristianismo en base
a razones subjetivas el hecho es que esas fuerzas dejarán de existir y
Cristianismo y Civilización consumarán su proceso de creación en la Adhesión de
todas las naciones al Reino de Dios.
Así
pues, desde la Semilla que en Abraham y sus padres comenzó a echar raíces en la
Historia, hasta el Nacimiento del Verdadero Fundador de la Civilización en la
Tierra, nuestro Jesucristo, un Mundo de animales y bestias racionales buscó la
eternidad de su Sociedad Salvaje basando su victoria en el Poder de la Fuerza
Bruta. Pero el salto de una Sociedad Animal-Racional a la Civilización
Espiritual-Ontológica sólo puede basarse en el Poder de Aquel Creador del
Universo que creó al Hombre a su Imagen y Semejanza a fin de establecer entre
la Creación y Dios una Sociedad basada en el Ser en tanto en cuanto sujeto de
Deber y de Derecho. Es decir, engendrar en el devenir de lo Humano un hijo de
Dios.
Este
Proceso, expuesto a su fracaso apocalíptico desde los orígenes de la Historia
Universal escrita, cual se refleja en la Biblia, es el que viene a ser
retomado- Redención mediante - con el Nacimiento de Jesús, y en la Muerte de
Cristo se abre a toda la Humanidad, extendiendo Jesucristo con su Resurrección
lo que se hizo a título individual al dominio universal. Es decir, visto que
desde su Nacimiento el Cristianismo, en la Persona de su Fundador, como acabo
de decir, ha estado sometido a constante presión destructora, su fruto: la
Civilización (Cristiana por en cuanto sin el Cristianismo jamás se hubiera
producido el salto de la Sociedad Animal-Político-Racional a la Civilización
del Derecho; y precisamente porque éste era el Fin del Cristianismo que Dios
puso sobre la faz de la Historia al hacerse hombre su Hijo), la Civilización
Cristiana ha sido objeto de constantes ataques destructivos, ya desde fuera
como desde dentro. Pero mientras exista la Biblia el Cristianismo seguirá su
evolución histórica hasta unir la Plenitud de las Naciones del Género Humano en
un Único Reino Universal, cuya Corona reposa en la Cabeza del Hijo Unigénito de
Dios. Este es el Fin de la Historia: la Glorificación del Hijo de Dios.
Dada
esta Meta se entiende que Dios y su Libro hayan sido objetos de persecución y
exterminio por parte de todos los poderes ciegos que tuvieron y tienen en la
Unificación del Género Humano en un sólo Cuerpo su enemigo público número uno.
La Coronación del Hijo Unigénito de Dios como Rey Universal, Único y
Sempiterno, sobre la Creación entera de Dios es una Declaración de Abrogación
de todas las Coronas del Universo y un Manifiesto de Libertad por el que la
Obediencia Debida de criatura a criatura queda abolida en Exaltación Omnipotente
del Poder de Aquel en cuyas Manos Dios ha dispuesto que estén todas las cosas,
las del Cielo y las de la Tierra: Por la Eternidad.
La
Biblia es, pues, ante todo y sobre todo, la Crónica de una Revolución Universal
que le afecta a la Creación entera y establece la Historia del Futuro de la
Eternidad desde un Principio Nuevo. Desde el Prólogo mismo de la Biblia, La
Creación del Universo, Dios se manifiesta su Autor y expone la Fragilidad de su
Libro a los ojos de un Mundo cuya Ignorancia sobre las Causas de la Revolución
del Reino de Dios, que en la Biblia encuentra su Prehistoria, era tan grande
como inmensa la diferencia entre la Inteligencia del Creador y su Criatura.
En
efecto, el “animal racional” en su versión política o en su versión filosófica
es una criatura impotente frente al abismo que separa la Sola Razón Humana de
la Inteligencia Divina. Y sin embargo el Hombre fue creado para alcanzar la
Inteligencia sin límites a imagen y semejanza de la Naturaleza de la
Inteligencia de su Creador.
Pero
privado de esta elevación su Historia tenía, por lógica, que escribir en las
páginas del Universo la Crónica de una Guerra Civil Perpetua cuyo Fin, por ley,
habría de conducir a todo el Mundo a su Apocalipsis Final.
La
Biblia es, por consiguiente, la Crónica de la Fundación del Reino Universal de
Dios, Padre e Hijo, en el Espíritu Santo, (Antiguo Testamento), y el
Establecimiento de la Civilización bajo cuya Bandera y Estandarte Cristianos el
Mundo se encuentra en este momento en tensión final: Obediencia a la Corona del
Hijo de Dios o Rebelión contra la Voluntad de Dios, su Padre (Nuevo
Testamento).
En el
camino la Historia Universal es reflejada en una Familia, la de Noé, que se
hace Tribu en Abraham el Hebreo, y se desarrolla hasta devenir Nación, la
Judía, en cuyos hijos e hijas todo lo bueno y todo lo malo encontró cuerpo a
fin de que en su carne y en su sangre la Humanidad, como se lee, recibiéramos
un Curso Divino sobre la Ciencia del bien y del mal, cuyo desconocimiento
ocasionó la ruina temporal de nuestro Género.
Desde
el conocimiento de esta Ciencia del Bien y del Mal se entiende la naturaleza
del ataque de la Razón contra la Fe y su interés en reducir a fábula el Libro
de los Orígenes del Género Humano.
Mi
trabajo en Prehistoria y Fundación del Reino de Dios fue entrar en la Historia
de esa Familia, Tribu y Nación Hebrea a la luz de la Historia Universal
rescatada de su tumba por la Arqueología, contra cuya Historia la Razón, antes
de la Arqueología, se lanzó con la furia de una bestia depredadora dispuesta a
devorar página por página cada uno de los libros de las Sagradas Escrituras. La
necesidad es obvia. Aun cuando la dialéctica de la Razón del XIX contra la
Veracidad Histórica de la Biblia ha sido desmantelada por la Arqueología,
enfangado el Siglo XX en el Apocalipsis de su destrucción total, los
Historiadores del XXI aún no han deshecho lo que la Razón hiciera, y sigue
circulando en el mundo la montaña de sentencias sin fundamento científico que
los profetas del Socialismo y del Evolucionismo escribieron contra el
Cristianismo.
Aun
cuando no lo crean, ellos pasarán, ya están pasando: “Pero mi Palabra no pasará
jamás”.
FUNDACION
DEL REINO UNIVERSAL
La
segunda parte del Libro de Dios, el Evangelio, trata de la Batalla entre la
Vida y la Muerte, del Cielo contra el Infierno, y glorifica la Victoria del
Espíritu Santo contra el espíritu Maligno; de Cristo sobre el Diablo.
Dice el
Libro de Dios en su tercera parte que llegado el Día Anunciado le ordenó Dios a
todos sus hijos presentarse ante su Trono y deponer sus coronas a sus pies. De
lo que se lee se ve que unos lo hicieron y otros se negaron, y en consecuencia
los Rebeldes que no lo hicieron fueron perseguidos, destronados y arrojados del
Cielo.
De la
lectura del Nuevo Testamento se desprende que mientras los príncipes Fieles
persiguieron a los Rebeldes, Dios llamó a su Primogénito, le dio a conocer la
Doctrina del Reino de los Cielos e inmediatamente le envió a nuestro mundo,
donde se encarnó en María, la Virgen de Nazaret, y nació bajo el reinado de los
Herodes en Belén de Judá durante los días del censo universal decretado por
Octavio César Augusto, sobre cuya historicidad hay mucho que decir .... a su
tiempo.
Ignorante
y desconocedor de las medidas revolucionarias que su Padre había proyectado y
empezaban a materializarse a raíz de su Encarnación, el Hijo de Dios descubrió
a Cristo durante el episodio que Él mismo vivió en el Templo, a la edad de los
doce años aproximadamente. En Cristo descubrió Jesús el Pensamiento de Dios, y
lo que es más importante, descubrió el Origen del Espíritu Santo, que estaba en
su Padre, Único Dios Verdadero e Increado que conocieron el Infinito y la
Eternidad.
Se
desprende de la lectura del Nuevo Testamento que Dios le descubrió a su Hijo
tanto la identidad del verdadero Enemigo de su Reino cuanto la Naturaleza de la
Revolución que únicamente y nadie más que Cristo Jesús, el Rey Mesías, el
heredero de todas las promesas escritas en el Antiguo Testamento, nacido del
espíritu de Yavé: “espíritu de inteligencia y
sabiduría, de entendimiento y fortaleza, de consejo y temor de Dios”, podía y
debía abrir.
Estando
sin embargo sujeto por su Origen a la estructura del Mundo Antiguo, y porque de
entre todos los príncipes del Cielo Jesús era el Rey de reyes, también a Él le
tocaba obedecer y sujetarse al decreto de Abolición del Imperio que su Padre
dictara y estuvo en la causa de la Batalla en el Cielo, de la que habla en Su
Libro, el Apocalipsis. Al igual que lo hicieron los Príncipes del Cielo,
también el Rey de reyes y Señor de señores debía poner su Corona a los pies de
Dios.
Y así
fue; Jesús, el Primogénito de los hijos de Dios puso su Corona a los pies del
Trono de su Padre.
De
manera que sujeto a la condición de los particulares que bajo riesgo y cuenta
propia emprenden una revolución sin contar con más fuerza que el amor a la
Verdad, también Jesús fue atrapado por los poderes reaccionarios de este mundo,
y, consecuentemente, entregado a los jueces de Cristo para que fuera contado
entre los malhechores por enemigo de la Nación al caso.
EL
MISTERIO DE CRISTO.
Pero lo
que no sabía nadie, porque nadie podía saberlo, era que al regresar a su Mundo
Jesucristo lo hacía como Rey Todopoderoso a imagen y semejanza de su Padre, y
que Glorificado de esta manera llevaba a su Casa una Nueva familia, su propia
Familia, a nacer, pero que estaba en Él: Una Esposa, la Iglesia Católica,
engendrada para unir a todo el Universo en una misma Religión, unos Hermanos,
cuyo Poder es el de Dios, que está en su Palabra, y una Descendencia, nacida
para unir todo su Reino en una misma Inteligencia.
He aquí
el Misterio del Espíritu Santo, que es Cristo: La Cabeza es Cristo Jesús; el
Tronco es la Iglesia Católica, y los Miembros los Hijos de Dios. Aquí está el
espíritu de Inteligencia:
“Tengo
por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación
con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque la expectación ansiosa
de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios, pues las
criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las
sujeta, con la esperanza de que también ellas serán libertadas de la
servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los
hijos de Dios”.
¿Cómo
puede, pues, decir la Iglesia Ortodoxa que el Espíritu Santo no procede del
Hijo, siendo el Nombre Nuevo de Jesús: Cristo, y siendo este Cristo Jesús la
Cabeza del Espíritu Santo hecho Hombre, y siendo las iglesias su Cuerpo, cómo
puede moverse el Cuerpo sin la Cabeza o vivir sin recibir todo de su Cabeza? Y
lo que es objeto de Juicio contra los siervos de Dios: ¿Cómo podrá la Cabeza
moverse libremente si el Cuerpo está dividido y se niega a seguir la dirección
marcada por su Mente?
Pero
esta División de las iglesias, por la que el Cuerpo y la Cabeza habían de
entrar en Conflicto y por el Cuerpo ser denigrada la Cabeza, ya había sido dada
por descontada en razón de los acontecimientos que la Necesidad de la Muerte de
Cristo vino a poner sobre la mesa de la Historia. La Liberación del Diablo en
el Año Mil, (su consecuencia primera: la División entre Oriente y Occidente en
el 1054), venía dictada por la Necesidad de mostrarle Dios a todos sus hijos
que la Destrucción de quien fuera antes príncipe del Imperio del Paraíso,
miembro de la Casa de Dios, vendría dada como efecto de su absoluta negación a
someterse a la Civilización del Reino de Dios, contra la que conjurara al
precio de ser desterrado por la Eternidad.
Habiendo
sido liberado Satán en el año Mil y conociendo a Dios bien hubiera podido
doblar sus rodillas, reconocer su Error y en razón de ser sólo eso, una
Criatura, pedirle Misericordia al Creador de todos, hasta que su
Arrepentimiento hubiese movido el Corazón de Dios a Perdón. Contrariamente a lo
que se hubiese podido esperar de una Criatura tomada del Polvo Cósmico y
revestida de Inmortalidad Indestructible por el Poder del Señor y Dios de la
Eternidad, el Diablo, la Serpiente Antigua, el Dragón, cuya Cabeza fue Satanás,
se mantuvo en su Conjura a eternidad contra el Reino de Dios. Una Rebeldía a
eternidad que Dios ya había visto pero contra la que no se podía hacer nada,
excepto profetizarle a las iglesias las consecuencias de esta Necesidad de
Liberación del enemigo de Cristo, que por lógica buscaría dividir las iglesias
para conducir a las naciones cristianas desde la guerra civil, la Guerra de los
Treinta Años, a la Guerra Mundial de Gog y Magog, Stalin contra Hitler, de la que confiaba obtener el
Diablo la Destrucción del Cristianismo y, por tanto, humillar a Dios ante su
Creación al no poder consumar su Voluntad de Conducir la Plenitud de las Naciones
al Encuentro de su Reino.
Así
acaba la Biblia; así cerró Dios su Libro.
Su Hijo
hecho Hombre selló con su sangre su Contenido hasta el Día en que la
Expectación de la Creación se consumase y el Nacimiento del Primogénito del
Testador, sobre el que escribiría su Nombre Nuevo, Cristo, y el Nombre de su
Dios, Yavé, y el Nombre del Monte de Dios, Sión, nacido para Heredar el Espíritu de Inteligencia,
viniese a Luz, y la Puerta quedase abierta para que todo el mundo entrase y
viese el Contenido del Libro contra el que los sabios de las naciones se
levantaron para negar su Origen Divino
II
INTRODUCCIÓN
ESPECIAL AL ANTIGUO TESTAMENTO
La
Historia del Género Humano sin el conocimiento del Antiguo Testamento es
imposible siquiera de conceptuar. Cuando al principio del siglo XIX se rechazó
la historicidad de los libros veterotestamentarios se
hizo pensando en la ausencia de los documentos que avalasen la existencia de
los personajes y países bíblicos. Amparados en aquella ausencia las escuelas
intelectuales del XIX arremetieron contra el Cristianismo en forma cada vez más
violenta hasta desembocar, de la mano del anticristianismo científico-cultural
del XIX, en las masacres mundiales y regionales del XX acometidas por los
Estados Bolcheviques contra las iglesias de las naciones donde instaló el
Comunismo su imperio de terror y muerte. El Socialismo nació para destruir al
Cristianismo y con él enterrar la Historia del Género Humano bajo la Cultura de
la Bestia que asolara el XX.
El
final del XIX, sin embargo, trajo con su muerte una revolución arqueológica de
la mano de la cual esos personajes y aquellos países bíblicos salieron de sus
tumbas para dejar por verdaderos necios a todos aquéllos seudo-sabios
de finales del XVIII y principios del XIX que usaron la ausencia de dichos
Documentos como palanca contra el Cristianismo. Con todo, la Cosecha
Anticristiana y Anticivilizadora se había hecho, las
mieses estaban prestas, los segadores en sus sitios a la espera de la orden de
la Batalla Final. A semejanza de un campo capaz de dar dos cosechas en un mismo
año, el Siglo XX dio dos cosechas de Destrucción Total.
Si el
Socialismo del XIX fue teórico, el Socialismo del XX fue práctico, y bajo su
práctica decenas y decenas de millones de seres humanos fueron privados de la
vida a la manera que se recoge la mies: aplastando la Bestia Socialista bajo
sus patas todo lo que se le puso en el camino. El Socialismo Bolchevique, o
Comunismo, y el Socialismo Nacionalsocialista, o Nazismo, siendo hijos de la
misma madre putativa, el Ateísmo del XIX, las dos bestias fratricidas-asesinas
se lanzaron la una contra la otra hasta hacer del
mundo una cuba donde las naciones, como viñas, fueron pisoteadas a la salud del
Socialismo del Siglo XX, y del vino bebieron todas las naciones, que,
emborrachadas de sangre, comieron carne humana hasta hartarse.
Sumido
el Siglo XX en el mundo del Infierno Socialista, la Revolución Arqueológica de
finales del XIX quedó aparcada, y la Ciencia de la Historia, aterrorizada por
su Objeto a tiempo real, se perdió en alguna parte de la Nada, para volver a
luz en la carne de un mutante sin capacidad intelectual ni carácter científico alguno
que, bajo el nombre de Novela Histórica, quiso suplir la tarea de los
Historiadores de la Segunda Parte del XX, y usar el escándalo y las lagunas sin
solución, como minas de oro. El amor a la Verdad que implica la existencia
misma de la Mente Científica, después de las Dos Grandes Guerras, fue
enterrado, y puesto en su lugar el amor a la fama dorada de los Nobeles, los
Medallones Académicos y demás bagatelas con las que satisfacer la mente de “los
sabios” de la Ciencia de la Posguerra.
Aunque
a estas alturas, y a pesar del Anticristianismo de la Ciencia del XX,
únicamente los analfabetos vocacionales (centrando la Cuestión en la
Civilización fundada por el Cristianismo) son los únicos que desconocen la
Cronología Histórico Poli-Milenaria del Mundo en el que vivimos, los Media
supliendo la ausencia de Conocimiento con imágenes estereotipadas creadas para
el Control del Orden en el Caos que caracteriza el Nuevo Pragmatismo del
Ateísmo del XXI, que lenta pero sin pausa va imponiendo su Nuevo Orden Mundial
a caballo de la Razón de su Animalidad para luchar contra los problemas de un
Planeta aquejado de Muerte Biológica por toda perspectiva de Futuro, y contra
este Orden Mundial sin Futuro ni Pasado en el Origen del Universo: el
Cristianismo del Siglo XXI sienta su Base en el Conocimiento Histórico de la
Memoria del Género Humano, Plataforma sobre la que todo el Edificio del Futuro
se alza en la Verdad, madre de la Justicia, cuya hija, la Paz, es la única Casa
donde la Prosperidad de las Naciones encuentra su “tierra de leche y miel”. Y
todo lo que sea fundar el Futuro del Siglo XXI sobre bases pragmáticas es
luchar contra la extinción biológica de la Tierra escondiendo la cabeza en la
arena.
Obviamente
el Antiguo Testamento es la Plataforma Histórica sobre la que replantearse la
Concepción de la Ciencia no como un instrumento para la Evolución de la Guerra
y la Imposición de Paz a cambio de pérdida de Libertad, que es el objetivo y
fin de la Política del Orden Global del XXI. ¿Para qué quiero la Paz si no soy
libre? ¿Puede ser la democracia la cobertura para una justificación de la
Dictadura en razón de una necesidad para combatir el caos que observamos en el
mundo? ¿No es mejor morir libres que vivir esclavos, ya de una ideología, ya de
un grupo de intereses, ya sea de lo que y de quién sea?
El
Antiguo Testamento es ante todo y sobre todo la Lucha de la Libertad del Hombre
en tanto que Género, representado por la Casa de Adán y la Nación de Israel,
contra las fuerzas dictatoriales de los grupos monárquicos que existieron por
todo el planeta desde los últimos días del Neolítico. Y a este punto de la
Historia tenemos que dirigirnos si queremos comprender esa Lucha, pues es desde
esta superficie que comienza la andadura de Adán en la Historia de la Tierra. A
medida que avancemos en el curso del 2020 ya descifraremos en términos
históricos cada paso que recoge el Antiguo Testamento, con objeto de situarlo
en relación a la Historia Universal en tanto que Evolución desde la materia al
espíritu.
Así
pues, el Valor del Antiguo Testamento, siendo un escalómetro respecto al cual referir la Sucesión de los Imperios desde el Tercer Milenio
a.C. hasta nuestra Era es de primer orden. Si su desconocimiento precede a la
esclavización de la Memoria de la Humanidad a los intereses de ciertos grupos
de Poder, su Conocimiento es el principio de la Liberación del Hombre en tanto
que Ser respecto a las cadenas mentales que vistiéndose de pro, pretenden sumir
bajo las botas del imperio de intereses grupales la Libertad más sagrada que
existe, la Libertad del espíritu. No en vano el Socialismo del Siglo XXI
tiende por ley a la lobotomización de la Memoria del
Ser Humano mediante la amputación de la Educación religiosa. ¿Qué más asesino
que ese ateo que bajo el imperio del progreso es capaz de masacrar por millones
a quienes presentan un Plan de Futuro diametralmente opuesto? ¿No es el Ateísmo
Científico quien ha conducido al Planeta al límite de su existencia
biológica mediante su Radiografía Termonuclear de la Tierra? ¿Qué más manipulable
que un analfabeto bíblico?
Desde
el Cuarto Milenio a.C. el Género Humano vivió una epopeya irrepetible que, por
su Consumación en el Nacimiento del Cristianismo, resuelve la existencia de las
naciones en el seno de una Comunidad Universal unida en un mismo Espíritu.
Desde Jesús a nuestros días el Futuro del Género Humano ha dependido del
espíritu cristiano para avanzar desde la Caída de la Civilización Clásica a
nuestra generación, superando por el camino tragedias que, de no haber
impregnado Dios al Hombre de su Pasión por la Libertad, jamás hubiera podido
darse nuestro Siglo.
Es en
este contexto que las iglesias, sin distinción, pues Dios a todas las dejó bajo
“la ley de la fe que se corrompe” para tener de todas misericordia en la
Obediencia a su Voluntad Unificadora Presente, bajo esa ley todas las iglesias,
sin excepción, han dejado escritas páginas de errores incalificables en el
Libro de la Vida. Y sin embargo, quien esté libre de pecado que tire la primera
piedra.
De
todos los errores de las iglesias el Derecho del Individuo a interpretar la
Biblia es el más grande y el núcleo y el seno donde echaron dientes y uñas
todas las herejías de los primeros siglos, su consecuencia fatal más palpable
la División del Reino de Dios en la Tierra, efecto de cuya División, ajustando
el hecho al Decreto: “Todo reino en Sí dividido será destruido”, la Muerte, el
Diablo y el Infierno esperaban cosechar la Destrucción del Cristianismo de la
Mano de aquél que pusiera la Primera Piedra. Ahora bien, ¿dónde está quién
puede leer en la Omnisciencia del Dios Increado y decir: Yo puedo interpretar
la Palabra de Dios? Y con todo, esta demencia es la que implica el Derecho a la
Interpretación de la Biblia. La Biblia no se interpreta: la Biblia se vive. Fue
a causa de ese “derecho” de los teólogos Judíos que la Nación bíblica de Israel
fue reducida a escombros y sus supervivientes desterrados de la heredad de sus
padres a sufrir la Pena que firmaron contra sus hijos: “Caiga Su sangre sobre
nosotros”.
¿Cómo
interpretar lo que está claro como el agua? La Interpretación de la Biblia
implica en la mente del intérprete la carencia total de inteligencia en aquel a
quien se le “interpreta” lo que por su propia claridad supone una ofensa hacia
el que lee la Biblia.
La
Biblia es Luz, no existe en el Libro de Dios un solo pasaje oscuro o parte
tenebrosa del que emane confusión.
La
Biblia es Verdad. Quien escribe es el Dios de la Eternidad y del Infinito,
quien lee es polvo sacado de las cenizas de la tumba de un Cosmos Increado, que
Dios resucitó por su Poder y su Inteligencia.
La
Biblia es Vida: El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios;
el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Jesús es la Cabeza de Cristo,
Cristo es la Cabeza de las Iglesias, Dios es la Cabeza de Cristo Jesús. Todo lo
que esté de más y todo lo que esté de menos es enmendarle la plana a Dios. ¿Y
dónde está el necio que se atreverá a ponerle el dedo en la boca a Dios? ¿Celulario?
¿Calvino? ¿Santo Tomás? ¿Lutero?
El
Antiguo Testamento fue escrito para su Hijo por el Dios de la Sabiduría de la
mano de sus Siervos los Profetas. Siendo Dios Padre quien le hablaba a su Hijo
a través de sus Profetas: era imposible que hombre alguno, habiendo Dios
retirado su Espíritu del hombre, sin excepción, lo mismo del Judío que del
Gentil, pudiera comprender el Pensamiento y la Palabra del Creador de los
Cielos y de la Tierra. Y habiendo quedado demostrado en la Cruz que sin el
espíritu de Inteligencia nadie puede comprender a Dios, siendo la Fe la Gracia
por la que sin Hablar la Lengua de Dios el Hombre entiende a Dios en el Amor a
Cristo, y precisamente porque se escribió: “pero la creación espera ansiosa la
manifestación de los hijos de Dios”, esto es, la Descendencia de Cristo, siendo
quien escribía hijo de Dios, de la Descendencia de Abraham, no habiéndose
manifestado la Descendencia de Cristo, siendo para esta Descendencia que se
escribiera el Nuevo Testamento, el deseo de Comprender era universal en el
Cristianismo, y la desolación por la imposibilidad de entrar en la Mente Divina
fue el principio y origen de la Interpretación, que, prosperando, dividió a la
Casa de Dios en la Tierra y la ha expuesto al Juicio del Dios que dijo: “Toda
Casa en Sí dividida no subsistirá”. Y habiendo sido Dios quien dijo “Haya Luz”:
y hubo Luz, y firmado con su sangre del Decreto contra la División de su Reino
y Casa en la Tierra, esto es, las iglesias, quien interpretó la Biblia a la luz
de su Razón, ése trabajó para el Diablo, pues todo el que es de Dios, aún sin
conocer la Mente de Dios, permanece en Dios.
Ahora
bien, el Decreto siendo Omnipotente es Maravilloso, y previendo la Obra del
Diablo en los Celularios, Luteros y Borgias, diciendo “en Sí” dejó la puerta abierta a la
Obediencia en la Unificación, de esta manera en su Omnisciencia Todopoderosa
señalando la naturaleza del Futuro en su Testamento.
El
Antiguo Testamento es, pues, ante todo y sobre todo el Discurso a la luz del
día de Dios para su Hijo. Pues la Caída del Género Humano provocó un Cataclismo
en la Creación que debía ser combatido por Dios. Y pues que el Espíritu de Dios
es el enemigo “de la generación de aquéllos hijos rebeldes” que se alzaron
contra Su Ley, y utilizaron al hombre como hacha con el que declararle la
guerra, a fin de derribar la Ley “aquella generación malvada y perversa”
esperaba tentar al Hijo de Dios con el fruto de la Ciencia del bien y del. La
Muerte, el Diablo y el Infierno usaron al hombre como peón y la Tierra como
campo de batalla.
Siguiendo
la reglas del Encuentro a Muerte entre el hijo de Eva y el hijo de la Muerte,
Dios le habló a su Hijo utilizando por Tinta la sangre de los Profetas. El
objetivo supremo del Discurso era elevar públicamente y para siempre delante de
toda la Creación la Naturaleza del Espíritu Santo de Dios. De aquí que se
escribiera: El Verbo se Hizo Hombre.
Y si
digo que la elevación se hizo pública y para siempre lo hago pensando en quien
no ha entendido aún que el Espíritu Santo es el Ser del Dios Vivo, y que
habiendo sido puesto en tela de juicio esta Naturaleza por aquélla “generación
malvada, rebelde y perversa” de entre los hijos de Dios “no de esta creación”
fue por esta Duda que entró el Infierno en la Creación. La Maldad de aquélla
“generación infernal” fue llevada al extremo de Tentar al Hijo de Dios con la
fruta de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir: la Guerra.
El Hombre
devino un simple instrumento, un hacha de Guerra en las manos de una generación
de “dioses” conjurados en Rebelión ad eternum contra
el Reino de Dios; y dado que no pudieron llevar a Dios directamente a poner
entre su Espíritu y sus hijos “no de esta creación” un Muro de Separación, una
Ley de Impunidad Específica en razón de la cual el Poder devenía un Olimpo de
“dioses” más allá del Bien y del Mal, es decir, más allá de la Justicia, ésa
“generación homicida y diabólica” quiso conseguir, ganando para su Causa al
Hijo de Dios, lo que no pudieron conseguir atacando directamente a Su Padre.
El
Hombre, usado como un Hacha de Guerra para fines infernales, no pierde esta
condición durante el transcurso de los tiempos de la Biblia. Durante todo el
tiempo Veterotestamentario el ser humano sigue siendo
un Instrumento. Y lo será, sin excepción, durante todo el tiempo del Nuevo
Testamento igualmente.
Pero si
en el caso del Maligno y sus “dioses infernales” el Hombre es un instrumento
para la perdición de la Creación entera; en el caso de Dios el hombre se
convierte en instrumento al servicio de su Creador a la manera que lo es un
soldado al servicio de su General, de esta manera engendrando Dios en el Hombre
primero Profetas y luego Apóstoles, “los primeros” como “los últimos” todos al
servicio del mismo Señor, y todos, lo mismo “los últimos” como los “primeros”,
sujetos a la ley que rige la relación Señor-Siervo, donde el Señor manda y el
Siervo obedece, consistiendo todo el trabajo del Siervo en hacer lo que se le
dice.
Todos
pues, lo mismo “los primeros”, los Profetas, como “los últimos”, los Apóstoles,
estuvieron sujetos, esclavizados, a la misma Ley de Silencio. Ley de Silencio
que había de permanecer hasta el Final de la Guerra de Dios contra el Infierno,
cuando Dios extendería la Libertad sobre sus hijos, de la Descendencia de
Cristo, y su Inteligencia cubriría, de la Mano de su Padre, toda la Tierra.
Concluyendo:
la Tierra, donde el Futuro de la Creación ha sido puesto en juego, fue, como se
ha visto en la División de las iglesias, el campo de batalla elegido por
quienes le declararon la Guerra al Reino de Dios a la salud de la
transformación de la Casa de los hijos de Dios en un Olimpo de dioses, todos
ellos más allá de la Justicia, todos ellos bajo una Ley de Impunidad eterna en
razón de la cual las Naciones pasarían a ser peones en el Tablero de la
Existencia, con las que “los nuevos dioses” podrían jugar a la Guerra para
matar el tiempo, concibiendo nacimientos y muertes de imperios sin pagar jamás
el precio por sus crímenes.
Fue
contra esta Idea Infernal que se alzó Dios en Cólera ante el cadáver de su
hijo pequeño, nuestro Adán, Cólera que los “intelectuales de la ciencia”
condenaron, demostrando de esta manera su Ignorancia suprema cuando de lo que
se trata es del pensamiento de Dios, ¿o acaso pretenden maldecir la Justicia de
Dios por Incorruptible? A esta pregunta tendrá que responder la Ciencia en este
Siglo, y según la respuesta cada cual se juzgará a sí mismo, y cada cabeza
tendrá su parte, quien con el Diablo sueñe con la Guerra como un derecho
Natural del Poder, al Infierno, “la muerte es su parte”; quien con Dios
aborrece ese Derecho y firma el Decreto de Dios contra la Ciencia del Bien y de
Mal, amando la Ley, sin Excepcionalidad, sobre todas las cosas, sobre su cabeza
y para su gozo la vida eterna está dispuesta.
Sobre
la marcha iremos entrando en los pormenores de la Guerra del Reino de Dios
contra el Infierno, en mente siempre que la Tierra es un Campo de Batalla en
estado de Guerra desde la Caída de Adán. Olvidar esto es letal y conduce al
primer paso en falso en dirección a la perdición de la propia inteligencia, es
decir : confundir la Cólera de Dios con el Juicio de un Juez Implacable y sin
Misericordia quien, aun siendo su hijo el transgresor, descarga el peso total
de la máxima pena dispuesta para dicha transgresión; de un sitio, y del otro :
no ver que el Hombre fue un instrumento al servicio de una causa no humana :
Tentar del Hijo de Dios con el Fruto del Árbol Maldito, ¡la Guerra!
Todo el
Antiguo Testamento es una acción de suspense, en cuya trama la creación entera
guarda el aliento a la espera de la Respuesta del Hijo de Dios. ¿Comería el
Hijo de Dios, o no comería? En definitiva, ¿encontraría el Hijo de Dios
agradable la Idea de la transformación de la Casa de “los dioses” en un Olimpo
más allá del Bien y del Mal?
III
INTRODUCCION
ESPECIAL AL NUEVO TESTAMENTO
REGRESO
A LA ETERNIDAD
Regresamos
a la Eternidad. No que alguna vez nos hayamos ido, pero sí que la línea de
Tiempo sobre la que nos movemos nos hace olvidar que la Creación está fundada
sobre el Principio de la Participación en la Vida Eterna del Creador.
La
estructura de nuestro mundo no nos da para tener la cabeza continuamente en las
cosas del Cielo mientras los pies pisan una Tierra sujeta a maldición por
culpa, precisamente, del Hombre. El Hecho es que la Responsabilidad del Creador
para con su Creación no es un invento del Cristianismo. Dios asumió esta
Responsabilidad una vez que se alzó como Creador de Vida a su Imagen y
Semejanza. De no haber vencido este Reto de Creación a su Imagen y Semejanza no
cabría en Dios pero que Responsabilidad de ninguna clase por el Futuro de la
vida creada. Pero, Dios Venció. Ya lo expuse en La Historia Divina de
Jesucristo.
En la
Historia Divina traté el Tema de la Revolución que condujo a Dios a levantarse
como el Brazo Creador en el Origen del Nuevo Cosmos. No me repetiré. El paso
del Sistema de la Increación, es decir, el sistema cosmológico natural al
Infinito y la Eternidad, al Sistema de la Creación, sistema cosmológico que
tiene en el Ser Divino la Fuente de la Fuerza que le da su Origen, se consumó
en la Victoria de todas la más Grande que podía alcanzar Dios: Dar Luz a
Tú-Dios, Dios Verdadero de Dios Verdadero, Nacido de la Naturaleza Increada de
Dios, Engendrado para ser la Causa Metafísica de su Creación y Creador Activo,
por quien, para quien y en quien Dios hace todas las cosas.
Esto
dicho, el Hecho es que una vez consumado el Proceso de Formación de la
Inteligencia del Dios en el Árbol de las Ciencias de la Creación, cerrado este
ciclo con el Nacimiento de su Hijo, ya no cupo marcha atrás. La Increación dio
paso a la Creación. Dios, Infinito y Eternidad devinieron una sola cosa: Trilogía
Origen del Nuevo Cosmos.
Sin
embargo las cosas comenzaron a torcerse apenas la Creación comenzó su andadura.
Crear seres para participar en la vida eterna de su Creador es una maravilla.
Ahora bien, que Dios llame dioses a sus criaturas y que estas sean dioses
verdaderos son dos cosas muy diferentes. No en vano, tratando este tema, Dios
nos dejó su respuesta por escrito: “Dioses sois, pero moriréis como
cualesquiera de los mortales”. Más claro, imposible.
La Vida
eterna no es cuestión baladí. Vivir eternamente es algo muy serio. Para quien
es Eterno por Naturaleza no cabe otra realidad ni le cabe imaginarse otra.
El
Hecho es que el Mundo que Dios se creó para compartir Existencia con su Creación
Viva según fueron pasando los Días comenzó a emprender su cuesta abajo hacia el
Infierno. ¡Fue descubierta la Guerra! ¡La Guerra como pasatiempo! ¡La Guerra como
prerrogativa de los dioses!
Y la
Guerra se hizo. Al Infierno se le abrieron las puertas del Paraíso.
Escándalo
en las Alturas. Horror en la Tierra. Se había declarado la Guerra Total. La
Muerte pedía paso, exigía en la Creación su espacio, si no el que tuvo en la
Increación, cuando Vida y Muerte fueron las dos caras de la misma moneda, sí un
Nuevo Espacio, no otro que el de un Campo de Batalla en el que los hijos de
Dios se divertirían jugando a ser dioses. En efecto, la Muerte reclamaba el
Paraíso como espacio para su Infierno.
La
Creación estuvo al borde del Precipicio.
¡¿Qué
trabajo le cuesta a Dios borrarlo todo y comenzar de nuevo?! Le basta provocar
un nuevo big bang en el que
toda la masa del universo se transforme en luz, como lo hizo al Principio. Y
Fin de la Historia. Se falló en el Primer Intento.
¡Qué se
le va a hacer, Hijo!
Las
Intenciones fueron buenas, santas, benditas ... pero no pudo ser. Todos,
inocentes por pecadores, todos regresaron al polvo del que fueron tomados.
Y se
acabó. La próxima vez Dios tendría más cuidado de no dejarle a la Muerte y su
Infierno abiertas las puertas de su Creación.
Había
que reconocer que lo de vivir eternamente podía ser no tan divertido para
criaturas a las que se les hacía partícipe de la vida divina, pero que, al
final del día, eran sólo eso, criaturas sacadas del polvo cósmico.
REGRESO
AL DILEMA DE DIOS.
Mas el
Problema con Dios está en su Espíritu. No crea para matar el aburrimiento. No
crea para darse aires de Dalí. No crea para tener de rodillas muerta de miedo a
su creación. No. Para nada. El Problema de Dios es su Espíritu. Dios es Pasión
Pura. Su Pasión es un Fuego que no se consume nunca. Su Problema es el Amor.
Dios ama ser quien ÉL es. Dios ama ser el que es. Dios no se oculta. NO se
avergüenza, NO pide perdón por ser quien es: “YO SOY EL QUE SOY”.
Como
las lentejas, las tomas o las dejas.
La decisión
es de cada cual. El Problema no es Suyo. El Problema es de los que no les gusta
como Él es. Él No crea ni para sentirse superior ni para que le aplaudan. Su
Amor por la Creación es Pasión pura, un Fuego que no se consume nunca. Aunque
toda su creación se levantase para contestarle su forma de ser, Él seguiría
siendo el que es, un Creador de Mundos.
El
Problema es de aquellas criaturas contra natura quien quieren ser dioses.
Este
Problema estuvo creciendo durante mucho tiempo en el seno de la Casa de los
hijos de Dios, no de este Mundo, ésos hijos no de nuestro mundo entre los que
Dios distribuyó las familias del Género Humano (recordad el Cántico de Moisés)
antes de los días de Adán: y que adoptaron a los hombres para conducirlos hacia
la Civilización.
Dios
quiso cerrar esa locura (querer ser dioses verdaderos) que se había abierto
espacio en la mente de algunos de sus hijos. En cuanto Creador ciertamente Dios
puede crear y crea Vida a su Imagen y Semejanza para hacerla Partícipe de su
Existencia y gozar de la Vida Eterna a la Luz de la Ley de su Reino, Ley
forjada en el Fuego de su Paternidad, y que como tal extiende sobre toda su
Creación sus brazos de Padre amantísimo. Ahora bien, Dios no puede ser creado.
Dios no es un estadio alcanzado por un ser que fue avanzando en la eternidad
según fue recorriendo el infinito. Dios es Increado. Dios no puede crear a
Dios. En fin, ya toqué este Tema en La Historia Divina de Jesucristo, no quiero
repetirme en lo que ya está escrito. El Hecho es que esta Verdad Final marcó el
Fin del Antiguo Cosmos y el Principio del Nuevo Cosmos en el que vivimos.
Esto
dicho, en el Acontecimiento de la Caída del Primer Reino que se alzó sobre la
faz de la Tierra, cuya Corona bajó del Cielo y fue depositada en la cabeza de Adán,
el Alulim de la Lista Real Sumeria ...
...
padre de Noé, padre de Abraham, padre de Israel, padre de Judá, padre de David,
padre de Salomón, rey, padre de Zorobabel, padre de Abiud, Padre de Jacob, padre de María,
...
esposa de José, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Natán, profeta, hijo de David, hijo de
Jacob, hijo de Abraham, hijo de Noé, hijo de Adán, esposo de Eva, madre de
Sara, esposa de Abraham, padre de Israel, padre de David, padre de Jesús, hijo
de David, hijo de Abraham, hijo de Noé, hijo de Adán, hijo de Dios...
... en
el Acontecimiento de la Caída del primer rey que conoció la Historia de la
Tierra, Dios se encontró con un Problema Definitivo, Total, Apocalíptico. Sobre
la sangre del Género Humano una parte de la Casa de sus hijos se atrevía a
reclamarle la Divinidad Natural que le corresponde a quienes son hijos de un
Dios, y siendo dioses, y por serlo, estando más allá de toda ley, heredan el
Derecho y la Potestad de convertir la Creación en su Campo de Juego Preferido:
la Guerra.
En el
Acontecimiento de la Caída del reino de Adán el Creador se encontró delante de
un Dilema para la Eternidad. Una de dos, o destruía en su Cólera toda su Obra,
haciendo volver al polvo toda vida que del polvo creó, o se entregaba a
producir la Revolución que habría de conducir a la Refundación de su Creación
sobre una Nueva Base y Fundamento.
Como ya
lo expuse en La Historia Divina de Jesucristo, la elección que Dios tomó fue la
lógica. Hacer que inocentes paguen la culpa de los pecadores no va con su
Espíritu.
REGRESO
AL PARAÍSO DEL EDÉN
Pero
una Persona es Dios y otra Persona es su Hijo. La Caída de Adán la sufrió el
Primogénito de los hijos de Dios con el dolor de quien siente la muerte por
asesinato de su hermano pequeño. En su Juventud y desde la Caída hasta que su
Padre le dio a conocer su Elección para ser el Campeón del Género Humano, el
Hijo de Dios reclamó para sí la Venganza de la sangre de su hermano pequeño.
Desde el Día en que su hermano pequeño fue asesinado su Corazón ardió en el
deseo de ser Él el Elegido para ser el Campeón de cuyo Puño habría de servirse
Dios para, en reclamación de la sangre de su hijo Adán, aplastarle la cabeza al
asesino. Y así nos lo presenta Dios al final de su Libro, entrando en la Escena
de la Historia del Género Humano montado sobre su Caballo de Guerra, cubierto
de sangre su Manto Regio, pintado con el Rojo de la Sangre de los enemigos de
su Reino.
Fue con
este Corazón de Venganza sin cuartel que el Hijo de Dios se encarnó en el seno
de la Virgen María de Nazaret. Él hijo de Dios se hizo hombre con el Corazón
plantado en Liberar a la Tierra de la Ley de la Maldición, conquistar las
naciones, aplastarle la Cabeza al Traidor y Restaurar la Historia de nuestro
Mundo acorde a los fundamentos originales trazados por Dios, su Padre, al
principio de los tiempos.
Y fue
con este Corazón que el Hijo de Dios, hecho hombre, a la edad de doce años
aproximadamente, irrumpió en el Templo, se plantó delante de todos los sabios,
santos y doctores de la Ley de su Pueblo movido por la sanísima intención de
descubrirse como el Hijo de David, ese Mesías anunciado por las Escrituras,
nacido para heredar la Corona de su padre Adán, cuyo Trono se extendería desde
un confín al otro extremo de las cuatro regiones de las Tierra, de esta manera
abriéndole al Género Humano el Regreso al Paraíso.
¡Qué
pena! Hubiera sido todo tan bonito. El Mundo de un Niño Divino. Todos felices,
todos comiendo perdices. Al frente de su Pueblo el hijo de David derrumba al
César, es investido rey en la Tierra con los poderes del Rey de reyes que era
en el Cielo, la Paz del Mesías se extiende sobre todas las naciones y su
Libertad cubre todas las regiones del planeta; el Hijo de Dios viene con la
Inteligencia de quien “dijo y así se hizo”, Creador de Luz y Firmamento, el Ser
Todopoderoso que le dijo a las estrellas, “poneos entre la luz y las
tinieblas”, y así lo hicieron. ¡Qué hermoso! De la barbarie inhumana del mundo
romano a una Civilización fundada sobre los Principios de la Ciencia de la Creación.
Alegría sobre alegría.
¿Por
qué no lo hiciste? ¿Te dio miedo el César? ¿Te measte en los pantalones al
imaginarte a las legiones romanas frente a los ejércitos del Mesías, tu
ejército?
NO,
para nada. Era que descubriste allí mismo, en el Templo de Jerusalén, que Dios
habla por la boca de su Creación, que al igual que se sirve del Brazo de un
hombre para reclamar justicia, se sirve de la boca de un hombre para hablarle a
otro hombre. Y en este caso, Jesús, Dios te estaba hablando a tí, directamente, por la boca de Simeón, ese Anciano ante
quien tus padres, José y María, te presentaron en el Templo dando por ti Fe de
Vida. Simeón te estaba diciendo que Dios reclamaba la Muerte de Cristo, tu
muerte. La Necesidad de la Muerte de Cristo era escatológica, de esa Muerte
dependía la Salvación, no de este mundo solo sino la de la Creación entera.
Duro
descubrirlo. Duro oírlo. Tu Padre te mandó a la Tierra para ser su Cordero, ese
Cordero sobre cuya Sangre y por cuya Sangre sería redimido el Pecado de todos
los hombres de la Tierra.
Y ¿cómo
se atreverían los hijos de Abraham a ponerle las manos encima al Hijo
Primogénito de Dios, su Unigénito, al Hijo de sus entrañas, por el Amor al cual
Dios daría por bueno la destrucción de todo el universo si esta disyuntiva se
le plantase delante?
Gran
dilema. Tremendo el problema. Los Judíos conocían a Dios, si por la sangre de
sus Profetas condenó el Dios de Jacob una y otra vez a los hijos de Israel al
destierro, y su ciudad a la destrucción, de tocarle un cabello a su Hijo Amado
¿cuál sería el castigo que el Señor de los Profetas haría caer sobre Jerusalén
y los Judíos? ¿Veinte siglos en el Exilio, perseguidos como perros, marcados
como las bestias, masacrados sin piedad por todos los pueblos de la Tierra,
eternos fugitivos de nación en nación, sin casa, hasta vivir la última de las
penas: el exterminio de toda su raza? Ni locos pondrían los Judíos un dedo, ni
la uña de un dedo sobre el hijo de David.
El hijo
de David tenía, pues, un problema. La Necesidad de la Muerte de Cristo era
escatológica. Dios entregaba su Cordero a fin de limpiar en su sangre el Pecado
del Mundo.
Jesús
debía ofrecerse como Cordero, ser el Cristo de Dios. Dios sabía que aquel “toro
había ya acorneado antes”, y en cuanto dueño “le correspondía a su dueño pagar
el rescate por el daño ocasionado a las víctimas”.
¡¿Qué
iba a hacer Jesucristo?! ¡¿Pedirles que les crucificasen para que la Redención se
realizase sobre su sangre?!
¿Qué
iba a pedirles Jesús a los Judíos, que pusiesen las manos sobre quien para
mayor INRI era el mismísimo Hijo Primogénito de Dios?
Gran
dilema. Tremendo el problema. ¡Cómo hacer realidad la Redención sobre un
Sacrificio Expiatorio que envolvería a los Judíos en la Muerte por asesinato
del hijo de aquel Adán por cuya muerte otro hijo de Dios, no de este Mundo,
había sido condenado a Destierro Eterno! Ni locos pondrían los Judíos las manos
sobre Jesús, hijo de David!
Y, sin
embargo, si no lo hacían, si Cristo no moría, no habría Redención, o lo que es
lo mismo, si por temor a Dios obligaban a Jesús a declararse Rey, arrastrarían
a Dios a hacer en un futuro no muy lejano lo que no quiso hacer entonces:
decretar la Destrucción de toda su Creación.
¡Cómo
proceder! ¡Cómo mover todas las cosas a fin de que los Judíos, expuestos ante
la disyuntiva de ellos o Él, se vieran obligados a Crucificar al Cristo de las
Profecías!
La Respuesta
era clara. Los Judíos tenían que tomarlo por un loco. Los Judíos tenían que
creer que el Poder de Dios lo había vuelto loco. Porque, en efecto, ¿dónde está
el cuerdo que teniendo el Poder del que todo lo que le sale por la boca se hace
realidad al instante, se dedica a curar ciegos, sordos, mudos, paralíticos,
leprosos, y deja para nunca el Hecho de los hechos, la Hazaña de las hazañas,
ser el rey del mundo, el señor de todas las naciones, el hombre más poderoso
del planeta? ¿Quién no seguiría a este Mesías hasta el fin del mundo? Sin
condiciones, sin abrir la boca, sin decir palabra. Pero ¿al otro?, ¿a ese otro?
¿ese que resucita muertos, multiplica panes y peces, atrae hacia sí todas las
muchedumbres, y cuando lo declaran y le piden que se declare rey de Israel en
Jerusalén, se oculta, se pierde en la nada y aparece en ninguna parte? ¡Ese era
un loco! Ese había perdido el juicio, tanto Poder le había nublado la Razón.
Nadie, ni Moisés ni Elías juntos, ese Jesús de Nazaret tenía el poder del mismo
Dios en persona, pero ... pero no estaba bien de la cabeza.
¿Sería
este raciocinio suficiente para obligarles a ponerle la mano encima al
mismísimo Hijo del Señor de los Profetas?
Estaba
Roma. Las muchedumbres eran vigiladas, y cuando lo aclamasen rey, los romanos
estarían allí para comunicarle al Gobernador romano que una rebelión se estaba
preparando, que el tal Mesías le daba largas a las Muchedumbres, hasta que las
muchedumbres fuesen tan numerosas como el desierto de Judá. El Sumo Sacerdote y
su Corte de Jerusalén lo negaban todo, pero el hecho es que tampoco hacían nada
y las muchedumbres eran cada año más numerosas, y cada año aclamaban más alto
por rey a su Mesías. Roma debía prepararse para aplastar a sangre y fuego la
rebelión.
La
Causa contra Cristo estaba servida. Jesús se la había servido a Roma. Jerusalén
no estaba dispuesta a poner su mano sobre el Mesías. Porque Jerusalén había
reconocido que ese Jesús de Nazaret era el Mesías. El Problema era que este
Jesús de Nazaret ni se declaraba abiertamente el Mesías, ni reclamaba el trono
de David que le correspondía por Herencia. ¡Estaba loco! Jesús de Nazaret había
perdido el juicio, se pasaba el tiempo curando cojos, mancos, tuertos,
endemoniados, tontos, perdonando prostitutas, acusando a los doctores de Ley de
perversión, llamando cueva de ladrones a los sacerdotes del Templo. Ni quería
alzarse contra Roma ni ser alzado rey. ¿Qué quería el hijo de David? era la cuestión.
La
Decisión Final Judía contra Cristo empezó a ser tomada cuando Pilato le juró al
Sumo Sacerdote, Caifás, que, o callaba el tumulto o lo callaba él a fuego y
sangre; lanzaba sus legiones contra las muchedumbres y no dejaba cabeza sobre
hombro. Inmediatamente después caerían las de todo el Sanedrín, desde la de
Caifás hasta la del último doctor de la Ley. Era la vida de un hombre por la de
todo un pueblo.
REGRESO
AL MUNDO DE LOS DIOSES
El Hijo
de Dios hizo lo que hizo porque en sus manos estaba el Futuro de la Creación
entera. La Cuestión de la Necesidad de la Muerte de Cristo tocaba tanto al
Género Humano cuanto a los Mundos ya creados y a los que en la Eternidad han de
venir a luz. La Creación tenía que cerrarle la Puerta a la Muerte. El Árbol de
la Ciencia del bien y del mal tenía que ser talado, desmembrado y echado al
fuego a fin de que su semilla no vuelva a encontrar su camino de regreso a la
Creación.
Podía o
no podía hacerlo, el Hijo de Dios tenía que decidirse. Era su Decisión. Dios le
había dado todo el Poder sobre su Creación. Estaba en su Mano decidir
proclamarse Rey en Jerusalén y reconducir la Historia del Género Humano hacia
su Futuro Original. En cuyo caso la Semilla del Árbol de la Guerra volvería a
encontrar tierra buena, y más tarde o más temprano el Infierno volvería una vez
y otra hasta que Dios decidiese destruir toda su Obra. Si esto es lo que su
Hijo quería y decidía, así se haría. Habiendo Dios creado al Hombre para vivir
y respetar su Libertad, con cuánta más voluntad respetaría la Libertad del Hijo
de sus entrañas increadas. Ambas decisiones implicaban un dolor, una para ya,
la otra para después.
La
Muerte de Cristo firmaba la Sentencia contra los Judíos, una sentencia por la
que su nación sería destruida y durante los dos próximos milenios serían
perseguidos como perros por todas las naciones del mundo. La Muerte de Cristo
implicaba al Género Humano en una Continuación de siglos sujeta a guerras sin
fin, viviendo el Horror de estar viviendo en un Infierno cuya consumación sería
un apocalipsis suicida global. La Muerte de Cristo implicaba una era de
persecuciones contra los Cristianos que por amor a su Rey serían masacrados sin
piedad por Judíos, Romanos, Bárbaros, Musulmanes, Rojos... La Muerte de Cristo
era más de lo que había tenido el Género Humano durante los últimos milenios.
La Muerte de Cristo habría de romperle el Corazón al propio Jesús.
¿Pan
para Hoy y Hambre para Mañana? El Hijo de Dios decidió lo que era mejor para la
Creación: sufrir un poco más este Infierno y vivir para siempre jamás en la
Alegría de un Reino cuyo Paraíso de Paz y Libertad no sería amenazado ya jamás
por la eternidad de las eternidades.
La
Muerte de Cristo representa el Fin de una Corona, la del Rey de reyes y Señor
de señores del Imperio de Dios, y el principio de un Reino Universal Sempiterno
gobernado por el mismo Dios en la Persona de su Hijo, Cabeza de un Cuerpo de
hijos de Dios engendrados en el Fuego del Espíritu Santo hecho Hombre para la
Inmunización de la Creación contra la Semilla de la Muerte, que es la Guerra.
Tal es
la Historia que los Evangelios nos ponen delante de los ojos. Parece más que
evidente que de haber conocido los Judíos el Pensamiento de Dios hubiesen
preferido ser masacrados por Roma que haber entregado a su Hijo. Mas para haber
estado en situación de tomar esta decisión hubiesen tenido que conocer el
Pensamiento de Cristo, o lo que es lo mismo, hubiesen tenido que ser los
confidentes de Jesús.
No olvidemos
que ni los propios Discípulos entraron en esta Confidencia; el escándalo de los
Discípulos cada vez que les decía su Maestro que el hijo del Hombre tenía que
morir, está escrito. No fueron hechos partícipes del Pensamiento de Dios hasta
Pentecostés, cuando el Espíritu de Dios entró en ellos y les descubrió en
instantes lo que durante años fueron, aun teniendo delante al Hijo de Dios,
incapaces de descubrir por sí mismos. De haber conocido la dirección que el
Maestro llevaba ellos mismos lo hubiesen creído un loco.
El caso
de Judas Iscariote no deja dudas al respecto. El Templo no tomó su decisión
final de entregárselo a Pilatos sino cuando Judas le descubrió a Caifás que el
Maestro no tenía ninguna intención de declararse rey; ni tampoco tenía intención
de retirarse de su Oficio de Milagrero. Y Pilatos quería su cabeza ya, o a la
próxima manifestación de la Muchedumbre sacaba la legión y procedía al
exterminio de la Rebelión de los Judíos contra el César.
Lección
Maravillosa de Señorío sobre la Historia Universal la que nos presenta Dios en
el Evangelio de su Hijo. Produce, dirige y lo mueve todo acorde a su Sabiduría,
a cuya Razón se ordena la Creación entera.
Lógicamente
si la Necesidad era de Muerte, la Resurrección era de Vida Eterna, pues la
Creación entera reclamaba al Elegido de su Creador para sentarse en el Trono
del Reino de Dios como Rey Todopoderoso.
En
cuanto al Derecho Legítimo a la Encarnación del Hijo Unigénito de Dios para
Vengar la Muerte de su hermano pequeño, la Ley fue firme en este Capítulo: De
la sangre de un hombre por la mano de otro hombre reclama Dios justicia; y
siendo Adán hijo de Dios, el Derecho asistía la Elección del hijo Primogénito
de Dios. El Problema estaba en el Acto de la Encarnación. Ahora bien, considerando
que el Primogénito de Dios es su Unigénito, y que siendo el Hijo Espíritu, como
su Padre lo es, su Encarnación estaba en su Naturaleza. Acto que no hubiese
podido ser cumplido de haber sido el Elegido otro cualquiera de los hijos de
Dios, quienes al tener su Origen en la Materia, como todos, semejante Acto no
procedía.
Alegría,
por tanto, en el Cielo, y alegría en la Tierra. Ya lo anunció Dios antes de que
la Encarnación cobrase Historia: “Voy a hacer una Obra que si os la contara no
os la creeríais”.
Ellos
no la creyeron; nosotros, sí.
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