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EL VENCEDOR EDICIONES

Esta es la Voluntad Presente de Dios:

"Unifiquense todas las iglesias en una sola y única"

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VIDA E HISTORIA DEL SEÑOR DIOS YAVÉ

LIBRO SEGUNDO . APERTURA DEL TESTAMENTO UNIVERSAL DE CRISTO

CARTA MAGNA DE LOS DERECHOS DIVINOS DEL HOMBRE

CONCILIO VATICANO SIGLO XXI

CONCILIO UNIVERSAL DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS

LA ESPERANZA DE SALVACIÓN UNIVERSAL DEL GÉNERO HUMANO

EL ESPÍRITU DE YAVÉ.

Espíritu de Sabiduría e Inteligencia, de Entendimiento y Fortaleza, de Consejo y Temor de Dios

 

 

 

CRISTO RAÚL Y&S  

Al que venciere le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe. Yo le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo.

Ap. 3,12

 

 

 

Este Libro tuvo su Principio en un Librito, “Luz, Verdad y Vida”, escrito en la prisión militar del Ferrol del Caudillo, Galicia, España, a finales del 1978, durante los días del cambio de Obispo en Roma entre Juan Pablo I y Juan Pablo II. Aquel que me abrió la Puerta de su Omnisciencia sabía que, de la Ignorancia al Conocimiento de todas las cosas, aquel Librito tendría que hacer un Camino, estrecho y largo, hasta adquirir el cuerpo que Hoy tiene; camino que no otro sino su Autor tendría que vivir.

Su Autor, yo, Cristo Raúl, abandoné el Cuartel de la Marina con aquél “librito”, escrito a mano, que me sería dado a comer, y que yo comí. Ese “librito” que le supo a mi alma más dulce que todas las riquezas de este mundo, andando el Tiempo habría de saberme más amargo que el veneno más ácido.

Mas la Criatura que vive del Amor de aquél que lo engendra no conoce su sino más que cuando arrecian los vientos y las tormentas, cruje la tierra y caen los muros, se levantan las aguas y llueve duro sobre un edificio que, a pesar de su fragilidad externa, fue fundado sobre Roca.

Alegre pues, sabiendo que Dios no abandona a sus hijos, y habiéndoseme Prometido la Victoria, comencé mi travesía por el Tiempo, la Confianza puesta en la Palabra de quien me engendró para traer a las naciones el Conocimiento de todas las cosas, anunciar el Fin de la Noche y el Nacimiento de un Nuevo Día. ¡Pero cómo podía saber aquella criatura que el Conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal habría de vivirlo en sus propias carnes!

La Injusticia, la Pasión, el Odio, el Desprecio, la Pobreza … ¿no forman parte de la Ciencia del Bien y del Mal?

Siendo Dios quien ha estado dirigiendo, y dirige el curso de la Historia del Género Humano desde su Caída hasta el Restablecimiento de su Creación, acorde a su Decreto: “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y Semejanza”, es decir, hijo de Dios, el hombre, expuesto a un Mundo esclavizado a la Ley del Bien y del Mal, y aunque engendrado a Imagen de su Creador, ha de vivir su crecimiento sujeto a la Ley del Mundo.

Este Libro contiene el Conocimiento de todas las cosas, las del Cielo, las de los Cielos y las de la Tierra. El Rey y Señor del Universo es quien da, y viendo buena su Obra, es Él quien envía a su hijo, como Él fue enviado por su Padre.

Pasado, Presente y Futuro, he aquí las líneas sobre las que el espíritu de Inteligencia, a Imagen y Semejanza de la Inteligencia Divina, se mueve el Autor a través de los Libros que componen esta Obra.

Los hechos tuvieron lugar de este modo:

 

Un día de aquellos, durante la última encrucijada entre milenios, Raúl, un joven de 20 años, invocó al Hijo de Dios. Subió a un monte, dejó el mundo y todos sus valores atrás y se plantó delante de Dios con un mar de preguntas quemándome el ser. Aquél joven dio el salto al otro lado de la Duda.

Más allá de la Duda, Raúl se plantó delante de su Creador.

Para Raúl el tiempo de la Duda había pasado. Dios existe con la seguridad que existen el Sol y las estrellas. Así que arrojando al suelo el lastre de la opinión de los expertos Raúl subió a aquel monte y liberó su pensamiento.

Y digo que fueron muchas las horas que aquel joven alzó su voz al Cielo. El firmamento, el sol, la tierra y el mar fueron testigos de mis palabras. Sólo ellos saben con qué palabras invoqué a mi Creador.

Y, al cabo del tiempo, caí al suelo sin fuerzas. En lo alto de aquél monte permanecí como muerto durante un tiempo.

Cuando me levanté regresé a casa y esperé que se cumpliera lo que está escrito: “Al que llama, se le abre”. Y así fue.

El Hijo de Dios oyó al joven, y le abrió. Entonces se cumplió en mi carne lo que está escrito: “Al que crea de las entrañas le manará una fuente de aguas vivas”.

Después de estas cosas yo, Raúl, seguí mi camino, y andando por mi camino conocí a una persona muy especial. Le llamaban el Profe.

De joven el Profe se fue a hacer las Américas. Al cabo de décadas regresó a la patria chica lleno de glorias, honoris causa, y todo eso, cosecha de su siembra por las universidades latinoamericanas. Ya en su patria chica el Profe no tardó en descubrir que para servir a Dios no hay que irse tan lejos; basta doblar la esquina, mirar alrededor y ver ovejas perdidas por todos los riscos.

Conmovido por la suerte de aquella juventud, Dios sabe por quién condenada a morir bajo los efectos del veneno de las cuatro letras malditas: SIDA, el Profe abrió un caserón en el centro de su ciudad natal, Málaga, y puso sus habitaciones al servicio de los jóvenes que como perros sin dueño proliferaban por las calles. En aquella Casa se conocieron el Profe y Raúl.

Al tiempo, regresé a mi camino. Y se fueron el otoño y el invierno de aquel año 76. Durante la primavera siguiente el Profe y Raúl volvieron a encontrarse en Madrid.

El hecho de hallarse el Profe en Madrid se debía a que se le había descubierto una enfermedad en el cerebro. Sus enemigos decían que aquello era castigo de Dios por haber dilapidado su fortuna en aquellos leprosos sin salvación.

Ciertamente la operación costaba una fortuna, que el Profe no tenía porque se la había gastado en aquellas ovejas perdidas, y ahora andaba el pobre mendigando ayuda.

El Profe peregrinaba por Madrid de puerta en puerta. Cuando volvió a encontrarse con Raúl el hombre ya había perdido la cuenta. ¡Los amigos de los viejos días de gloria! La cosa era que aquél hombre tampoco desesperaba. Lo que sí se sentía era solo.

“¿Y tú qué, Raúl? No me lo digas, no acudiste a tu cita con el ejército. Y ahora vas por ahí a la aventura, un día acá, y el siguiente allá”.

El hombre era genial. Estaba en sus cincuentas. De mediana estatura, rostro alegre, facciones latinas. Conversación entretenida. Siempre se le veía risueño, “al mal tiempo: buena cara”, decía. No fumaba, no bebía. No estaba casado. La gran pasión de su vida, la única que jamás tuvo fue Cristo, y lo confesaba como quien está orgullosísimo de tener el tesoro más fabuloso del mundo.

Las siguientes semanas se diluyeron en el río del tiempo. El Profe seguía su vía crucis de puerta en puerta. Mientras tanto el mal creciendo en su cerebro. Y él llevando su cruz a cuestas sin más consuelo que el que podía hallar en la compañía de un muchacho. A mí la tragedia y la grandeza de aquel hombre me impresionaron. Muchas han sido las historias que me han impresionado a lo largo de mi existencia alrededor de mundo, pero ninguna tuvo un efecto tan decisivo en mi vida.

Y pasó lo que tenía que pasar. Una noche de aquel verano, de tanto patearme las avenidas madrileñas regresé roto a la habitación del hotel.

En el firmamento de los cielos la Luna Llena paseaba su gracia; a la salud de su luz cerré los ojos.

Al poco me despertaron unos lamentos. Creyendo que venían de un Profe perdido en sus sueños seguí durmiendo. Al fin abrí los ojos y descubrí al Profe con la mirada perdida en el infinito sentado en el borde de su cama. Por su barbilla corría un hilo de sangre. El Profe estaba hablando solo.

Raúl dejó al hombre hablar. ¡Madre de Dios, la pena que estaba matando al Profe no era su enfermedad, ni descubrir que sus amistades se desentendían de su problema. La pena más grande que tenía su alma era no saber por qué su Dios lo había abandonado!

“¿Este es el precio a una vida de servicio, Señor? ¿Esta es mi paga?”, se lamentaba en su ignorancia aquel Doctor en más teologías que los san Agustín y los santo Tomás juntos.

Llegó el verano del 77; me moví a Ibiza. No todo en este mundo tiene por qué ser trabajos, aventuras, errores, aciertos. Cuando Dios creó los Cielos y la Tierra allanó montes y trazó verdes praderas a orillas de ríos hermosos para que el ser humano se desnude y se dedique a practicar el deporte de vivir la vida.

 

Por aquellos días yo solía plantarme en los acantilados al otro lado de las murallas del castillo de Ibiza, mirando al mar. Fue entonces cuando en el campo de mis reflexiones y meditaciones el Hijo de Dios sembró en mi corazón un deseo maravilloso: Disfrutar de inteligencia sin medida para conocer todas las cosas

Y como semilla en tierra buena que se hace árbol, aquel deseo dio fruto en mi alma. Así que uno de aquellos días yo, Raúl, me puse de pie, abrí mis brazos y le pedí al Hijo de Dios lo que más deseaba tener en este mundo:

“Espíritu de Inteligencia sin medida para conocer todas las cosas”.

Mi Fe puesta en su Palabra, mi Confianza en su Gloria, y no teniendo en mi ser duda de haber sido Él quien sembró para recoger en mí, según está escrito, “¿quién es el que primero da para tener que reclamarle a Dios?”, seguí mi camino en la Esperanza de recibir Respuesta.

Y así fue. Al poco el Hijo de Dios me dio a conocer su respuesta:

“Tú lo conocerás todo, tú sabrás todas las cosas”, me dijo.

Esto sucedió en el corazón de Europa, en la nación que llaman Bélgica.

Había pegado y se me había abierto, había pedido y se me había dado. Y, con la confianza puesta en la veracidad del Hijo de Dios, continué mi camino.

Entonces se levantó un viento muy fuerte. Sirviendo a su Creador la creación entera agarró al muchacho por los pelos, lo levantó, y cuando Raúl fue a abrir los ojos se encontró bajo tierra. Al día siguiente el muchacho se despertó en la casa de sus padres con su vieja biblia en las manos y una pregunta en mente: ¿cómo creó Dios la Luz, el Firmamento, en una palabra: el Universo?

Durante las próximas semanas Raúl intentó descifrar el Jeroglífico de Moisés. ¡Todo para nada! No importaba las vueltas que le diese al Texto, Raúl no encontraba la Llave que le permitiera abrir ese Sello, entrar y ver lo que existía al otro lado de la Puerta de la Luz del Génesis.

Pero un día, regresando de Málaga la Bella, mientras por los cristales del bus admiraba aquel firmamento otoñal, Raúl vio la Luz. Tenía en sus manos la Llave de la Luz.

Me bajé del bus volando, abrí la puerta de casa. Mi madre me miró expectante.

“Voy a ser escritor, mamá”, le solté sin pensármelo dos veces.

“Acuérdate de tus hermanos cuando seas famoso”, respondió ella.

Aquella mujer no sabía leer ni escribir ¡Qué mujer! ¡Qué grande es el misterio de la maternidad humana! Se parten los sabios los sesos buscando la fórmula de la producción industrial de Einsteines, Newtones ycolegas, y viene la Naturaleza y se ríe de la Ciencia haciendo que una analfabeta para la piedra filosofal.

Así pues, hiper excitado por lo que me acababa de mostrar mi Dios, agarré papel y lápiz y comencé a balbucear las primeras palabras de Inteligencia sin medida que llenan este Libro.

Con objeto de compartir aquella excitación con todo el que esté leyendo esta Introducción, resumo.

El Texto dice:

Al Principio creó Dios los Cielos y la Tierra. La Tierra estaba confusa y vacía, y las Tinieblas cubrían la haz del Abismo, pero el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las Aguas. Dijo Dios; “Haya Luz”...

Lo que sucedió inmediatamente es lo siguiente:

Uno: Multiplicación Controlada de la densidad por unidad cúbica astrofísica del campo gravitatorio terrestre. El origen de esta Multiplicación Controlada es la Naturaleza del Ser Divino.

Dos: Aceleración vertical de las revoluciones de trabajo del transformador geonuclear de la Tierra. De la que se derivó la aceleración rotatoria del Globo sobre su eje, y la implosión astrofísica del Núcleo en el origen del calor del Planeta.

Tres: Elevación termodinámica global del cuerpo geofísico, que desde el Manto se extendió hasta la superficie y produjo la Fusión de la Corteza Primaria.

Cuatro: Licuación de la Corteza Primaria bajo los efectos de la Fusión del Globo externo y producción de la Atmósfera Primigenia. (La naturaleza química de la Atmósfera terrestre, sui géneris entre las de su familia planetaria, nos plantea un problema alternativo que no tocaré en este lugar, pero sobre el que volveré en su momento).

Cinco: Una vez concluida la transformación en calor del combustible gravitatorio, la Tierra volvió a las manos de la Naturaleza, ajustándose sus nuevos cambios a la ley de la Inercia:

1. Desaceleración de las revoluciones de trabajo del transformador geonuclear.

2. Caída de la velocidad de rotación del Planeta.

Y 3. descenso de la temperatura del Globo.

Estos fueron los tres primeros efectos visibles.

Estos tres efectos fueron causa de una nueva secuencia de efectos. El primero de estos nuevos efectos fue el enfriamiento de la superficie exterior del Globo, que ipso facto puso la primera piedra de la creación del anillo geofísico externo, la Litosfera. También podemos hablar de Solidificación de la Corteza Secundaria. En fin, esto es ya según el gusto. Una vez que entremos más en profundidad tendremos tiempo de diferenciarlas. Avanzando un poco el tema digamos que la Litosfera es al Globo lo que la Corteza Secundaria es a la Litosfera. Resumiendo, la Corteza Secundaria es la capa externa de la Litosfera. Fue, pues, la Corteza Secundaria la primera capa litosférica que se solidificó.

Seis: El descenso continuo de la temperatura geofísica a su antiguo estado de partida, que ya nunca alcanzaría, provocó la solidificación de la Corteza Secundaria, y la creación del anillo litosférico.

La Arquitectura Geofísica siguió completando su cuerpo con el nacimiento del segundo anillo, el Manto, cuyo enfriamiento cerró la fuente de calor de la que hasta entonces para conservar su estado natural se había estado alimentando la Atmósfera Primigenia.

El enfriamiento de fuera hacia el interior del Globo por lógica tenía que convertir el anillo litosférico en un muro de anulación de trasvase del calor del Núcleo a la Atmósfera. Así que, térmicamente aislada del Núcleo la temperatura de la Atmósfera cayó en picado a la velocidad vertiginosa que el aislamiento impuso. Su volumen se congeló. El resultado fue la transformación de la Atmósfera en el Manto de Hielo que cubrió la esfericidad del Planeta de polo norte a polo sur durante la Tarde del Día Primero.

Este Manto de Hielo es la Luz en el Verbo del Primer Día.

Mi excitación original al descubrir esta serie primera de acontecimientos me impidió hacer pausa de naturaleza alguna. Había pedido y se me había dado; el Futuro se desplegó ante mis ojos con esta “Luz” bajo cuya alegría caminaría hasta el fin de mis días en la Tierra.

Pero si con este descubrimiento mi excitación intelectual se me disparó, al plantar mis ojos en el Día Cuarto no pude contener mi admiración por la Inteligencia del Autor de este Jeroglífico Divino.

La sucesión de Acontecimientos que tuvieron lugar en los Días Dos y Tres está escrita en el libro de La Creación del Universo según el Génesis. El Día Cuarto es el Día de la Maravilla de las maravillas. Dice el Texto: “Creó Dios las estrellas para separar la Luz de las Tinieblas”. Y dice también que “creada la Luz la separó de las Tinieblas”. Es decir, que Dios creó la Tierra al otro lado de las Estrellas, y una vez que la vistió con su Manto de Hielos le dio en el Sistema Solar su lugar.

Se produce durante el Día Segundo la serie de acontecimientos descritos en la Creación del Universo según el Génesis; a saber, reactivación del Núcleo de la Tierra, Sublimación de la Capa externa del Manto de Hielos, su Ruptura en Dos Bloques, y la creación del Océano Madre producto de la Descongelación a raíz de la elevación de la Temperatura del Planeta. El fruto de este Día fue la Creación de la Atmósfera Secundaria, que separa las aguas que están debajo del Firmamento de las aguas que están encima del Firmamento.

En el Día Tercero se produce la elevación final de las plataformas continentales y la colonización de sus tierras por el Reino Vegetal, cuyas raíces se hallaban en el lecho del Océano Madre. La Evolución del árbol de la vida de las especies parecía ya encaminada cuando de nuevo el Hijo de Dios se adelante delante de toda su Casa y abriendo su Boca, dice: “Haya estrellas en el Firmamento de los Cielos para separar la Luz de las Tinieblas”.

Los Cielos, a su Verbo, se expanden y toman la Configuración Constelacional que desde entonces hasta Hoy han tenido. Ergo, si a alguien de entre los hijos de Dios le dolía aún la Duda sobre la Veracidad del Primogénito de Dios, “Dios Verdadero de Dios Verdadero, engendrado de la misma naturaleza increada del Padre”, ante semejante despliegue de Todopoder esa Duda quedó para siempre totalmente despejada. Las consecuencias astrofísicas derivadas de dicha Expansión Configuracional de nuestros Cielos se estudiarán en el Libro correspondiente.

 

Yo, personalmente, a mis 21 años, no cabía en mí de admiración por el Creador del Jeroglífico del Génesis, cuyo Sello se ha mantenido impenetrable delante de todos los genios de todos los tiempos. Su Omnisciencia y su Sabiduría Salvadora me tenían seducido, cautivado, maravillado. Y en fin, en aquel estado de excitación intelectual sin medida me hallaba cuando me llamaron para cumplir con mis obligaciones militares.

En noviembre de ese mismo año me incorporé a la Marina. Durante el siguiente invierno, primavera y verano el Hijo de Dios me mostró todas las cosas concernientes al Derecho Divino, Justicia de la Salvación, fundamentos de la Redención. En fin, el alimento sobre el que Él dijera: “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis”.

Pues bien, se fue el verano y vino el otoño. Un día de aquel otoño me encerraron en la prisión militar del Ferrol a cumplir sentencia de dos meses y un día, en castigo por mi etapa de prófugo. Estando en la celda el Hijo me presentó al Padre, y Este me mostró lo que tenía en su Corazón: la Esperanza de Salvación Universal que concibió al principio de los tiempos.

En efecto, sólo un hombre pecó, y su pecado, sujeto al efecto dominó, se extendió por toda la superficie de la Tierra. Así que al elevar al Trono del Juicio Universal a su Hijo, Él lo volvió a glorificar otorgándole todos los poderes del Presidente de la Corte Suprema de su Reino, entre cuyos poderes está el dictar Absolución para el Acusado, en este caso Absolución Universal en base al Derecho de Redención por Él mismo conquistado para el Género Humano.

Pues al ofrecernos la Justicia de la Fe quedaron privados de su Gracia todos los pueblos nacidos ante de Cristo; y, sin embargo, fuimos todas las naciones las que fuimos entregados a la Muerte por el pecado de un sólo hombre. Así que habiendo vivido bajo la misma ignorancia que nos hizo a todos merecedores de la Gracia, en razón de la Necesidad de la Muerte de Cristo nuestros padres quedaron privados de Salvación.

Pero Dios, en su maravillosa Justicia, elevando a la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia de su Reino a su Hijo le concedió poderes infinitos y eternos para dictar Sentencia según espíritu y verdad. Él puede ajustar su Veredicto Final a la profecía en base a nuestra maldad, o a la Salud de su Paz en premio a nuestra Fe por creer que Él puede restaurar todas las almas a su condición natural de bondad. Nuestra bondad está en creer que el ser humano jamás se hubiera apartado de su Creador de no haberse interpuesto entre Dios y el Hombre la Traición de la Serpiente. Nuestra victoria: escribir en las páginas de la Historia Universal lo que creemos, con nuestros hechos dándole cuerpo al argumento de la Defensa.

 

Por esos días murió un Obispo de Roma. Le sucedió otro. Y a los 33 días su sucesor murió. Al muerto le sucedió Juan Pablo II.

Por aquéllos mismos días el Hijo de Dios me dio a conocer la Voluntad Presente de su Padre:

“Esta es la Voluntad presente de Dios -me dijo-:

Unifíquense todas las iglesias en una sola y única”.

Enseguida el Hijo de Dios me adoctrinó en la naturaleza del espíritu participativo del Verbo, en la cual tienen todos los hijos de Dios su crecimiento. Pues al corresponderle a Dios la acción y abrirle espacio a sus hijos Él dota a sus criaturas de todos los medios necesarios para su realización. De aquí que la Obediencia sea el principio del crecimiento sobrenatural de su Reino.

 

LA REVOLUCIÓN MUNDIAL DE ANA

 

Sucedió entonces que según se fue acercando la Navidad del 1978 una pregunta fue abriéndose espacio en mi espíritu; y según fue adquiriendo cada vez más espacio también fue apoderándose de mis noches, hasta el punto de no atreverme siquiera a cerrar los ojos. La cuestión que se había instalado en mi ser tenía su raíz en la Esperanza de Salvación Universal que Dios y su Hijo me habían mostrado. ¿Qué estaba yo dispuesto a dar por esa Absolución Universal?

¡¡Mi alma!! Fue mi respuesta.

Pero una cosa es decir y otra es hacer. ¿Un amor sin hechos, qué es? Que la Deserción sería la Prueba de este Amor, pues adelante. Que al otro lado me esperaba una obscuridad densísima, también. La decisión era mía.

Y decidido, crucé aquella puerta.

Me detuve en Madrid, con el Librito aquel, Él “Luz, Verdad y Vida”, escrito a mano durante aquellos dos meses y un día. Entré en la Editorial Cristiana. Y por la puerta que entré, salí.

De Madrid salté a Zaragoza. Acogido por un amigo en su casa, ignorante él mismo y su familia de mi estado militar pero encantados de tenerme con ellos esa Navidad, solía yo sentarme a meditar en la Plaza del Pilar. Los acontecimientos vividos durante el último año le habían dado a mi ser un nuevo sentido. ¿Qué iba a hacer ahora, adónde ir?

En aquellos días de meditación profunda existencial mi alegría se hizo infinita cuando Dios me dio una “piedrecita con un nombre escrito que solo el que lo recibe conoce”. Era para mí. Era mía. Yo leí: “Cristo Raúl”. 

Así que, saltando de Zaragoza a Paris, y de Paris a Madrid, años 79 y 80, ya me disponía a regresar a Paris cuando “mi Padre que está en los cielos” me detuvo.

Una hija de Dios, de nombre Ana, había sido atacada por la Muerte. Ya se disponía la Muerte a llevársela, matando con ella la Respuesta que traía ella consigo, a saber, Dios ha dado su bendición a una Revolución Omnisciente Mundial, que tocando todas las ramas del árbol del conocimiento, ha de hacer saltar la Sociedad de la Plenitud de las Naciones de un modelo fundado en la Antigüedad, y recogido por la Modernidad, a una Sociedad fundada sobre los Principios Eternos e Inconmovibles sobre los que Dios ha levantado su Reino. 

Cristo Raúl le dio su mano a Ana, la liberó del abrazo de la Muerte, y como la paloma atravesada por la flecha de un enemigo, herida de muerte pero no letal, una vez curada de su herida abre sus alas y regresa al cielo en libertad, así Ana siguió su camino hasta la Hora en que la Voluntad de Dios llenase la Tierra, y llamando a sus hijos a Batalla Final volviese a reunirlos. He aquí, entonces, algunas de las cosas que han de suceder en los años que vienen.

Unificación de todas las iglesias cristianas alrededor del Tronco Católico;

Disolución de la Federación Rusa, y Conversión de Moscú;

Caída de Bruselas y Berlín;

Extinción de las religiones: Islam e Hinduismo;

Independencia del Tíbet y Desmembración de China y de la India en muchos Estados con sus naciones; 

Extinción del Ateísmo Científico y Revolución de las ciencias médicas y ciencias de las energías;

Caída del Cuerpo de Seguridad de la ONU y Creación del Árbol de la Plenitud de las Naciones con Jurisdicción Universal contra la Guerra y las Dictaduras;

Abolición de todas las coronas, europeas, africanas y asiáticas;

Creación de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Multiplicación de Brasil en distintos Estados con sus naciones;

Creación de un Cuerpo Judicial-Policial Mundial de Lucha contra el Crimen y las organizaciones Criminales Internacionales; 

Revolución Agrícola Mundial: Extinción de las plantas del Tabaco, Cocaína y Marihuana; control de las plantas del Café, de la Vid y de la Amapola; 

Reforestación del Planeta;

Fin del Comunismo, en todas sus formas, políticas e ideológicas;

Adhesión del Estado de Israel a la Alianza Militar de la Plenitud de las Naciones Cristianas;

Adhesión de los Estados Unidos de América al Tribunal Penal Internacional;

Abandono de las energías destructivas del planeta: Petróleo, Carbón y Gas;

Evolución de los Estados hacia Administraciones sujetas al Deber de Cumplimiento de los Derechos de la Familia;

Evolución del Dinero en Metálico y Papel al Dinero Digital y la sujeción de su Movimiento al Cuerpo de la Justicia;

Acceso libre de todos los hombres a la Educación Universitaria y a los medios de desarrollo de sus capacidades creativas;

Creación de Tres Comunidades Africanas Internacionales: África Blanca o del Sur; África Negra o Media, y África Mediterránea: libres de los Monopolios y oligarquías europeas, asiáticas y americanas.

 

Superado este periodo de dos años caminando en la oscuridad, y conociendo que mi Hora estaba lejos aún en el tiempo, mi Dios despidió a la mujer que me había ofrecido la mano para llegar a Paris.

Después de encerrarme entre libros durante los siguientes tres años, tomé mujer, que me dio un hijo. Yo, Cristo Raúl, tomé a la mujer y al niño y me trasladé a Creta, donde a la altura del 86, movido por el Espíritu arrojé mi vieja Biblia al fuego. Surgiendo de aquel fuego el Hijo de Dios me mostró la Historia de la Increación, del Infinito, de la Eternidad, y del Dios que desde el Principio sin principio de la Increación fue la Causa Metafísica del Cosmos, y luego, siendo formado por la Sabiduría, según está escrito “Yo soy Dios, Yo solo fui formado, y después de mí no habrá otro”, vino a ser la Causa Física del Nuevo Cosmos: su Creación.

“Escribe todo lo que se te muestre”, me dijo el Señor Jesús. Yo, Cristo Raúl, así lo hice.

Regresando a la casa de mis progenitores dejé con ellos a la mujer y a su hijo; salté a Paris, de París a Londres, de Londres a Jerusalén, y de Jerusalén a Madrid. Aquí me dijo el Rey del Cielo: “Envía a la mujer y a su hijo a la casa de sus padres, pues su casa de ella no tendrá parte en tu casa”. Yo, Cristo Raúl, así lo hice.

Regresé a Londres, me instalé en Finsbury Park, donde fue visitado por la Madre de Cristo, abriéndole a mis ojos a lo que contenía su Corazón: “El Corazón de María”. 

Habiendo escrito todo lo que la Madre de Jesucristo guardaba en su Corazón desde el día de su Ascensión al Cielo, y apenas comencé a gozar de la victoria, la Muerte se cebó en la casa de mis progenitores.

Desecho permanecí en Madrid; como no era bueno que estuviese solo Dios me dio una compañera, que concibió una hija, pero Dios me dijo: “Sal de su casa, pues tu casa no será contada por ella”. Yo así lo hice. El viento se alzó y crucé el océano; permanecí en Méjico un mes, y nueve meses en los Estados Unidos. A mi regreso, tras la muerte del hombre que me trajo al mundo, regresé a Creta, donde permanecí un año.

Pasado este año el viento volvió a levantarse, y me llevó desde Atenas a Viena, Praga, Budapest, Bratislava, Berlín, Copenhague, Estocolmo, Helsinki, Oslo y Roma, donde celebré el Bimilenario del Nacimiento de Cristo. Pero mi tiempo, aunque se acercaba, aún no había llegado.

Amaneciendo el Nuevo Día regresé a la casa donde nací, y puse manos a la obra. Estando en ello, una mujer entró en mi vida, y diciéndome Dios: “Por ella será contada tu casa”, la tomé conmigo a Berlín. Pero tentada la mujer por el Diablo, se dejó seducir. Buscando mi destrucción a fin de enterrar esta Historia Divina en el polvo de los tiempos, el Diablo usó a la mujer para inyectar en mi alma el veneno de un odio que pedía sangre. Pero Dios me dijo: “No derramarás sangre; pero si ella toca la tuya, serás libre de su sangre”. Yo obedecí. Despedí a la mujer y la envié con sus hijos a la casa de sus padres. 

Tendido en el suelo permanecí durante tres tiempos y medio. Cuando me recuperé vi al Rey del Cielo al frente de la Casa de los hijos de Dios, la Casa De Yavé y Sión, que venía a conquistar para el Reino de Dios la Plenitud de las Naciones del Género Humano, y dirigiéndose a mí, me dijo: “Levántate, hijo, y pues que no has derramado la sangre de tus enemigos, sin sangre liberaré yo al mundo, y tus hijos serán testigos ante las naciones de que Soy Yo quien lo ha hecho: ¡Habrá Revolución Mundial, no habrá Guerra Mundial! Cobra ánimo, hijo, y fortalécete, que tu Hora se acerca”.

Yo me levanté, y lleno del espíritu exclamé: “Que el mundo despierte a la Verdad”.

 

Corría el 2014 cuando en un juicio inicuo fui despojado de todo lo que amaba en este mundo; pedí justicia a Dios, mi Salvador, y liberándome de las tinieblas me condujo de regreso a la casa de mis progenitores, donde me fortalecí. 

A la puerta de la primavera del 2016 seguí a mi Rey hasta allí donde empezó todo, Galicia, el Ferrol. Y abriéndome los ojos, leí: “Ten celo y compra de mí oro acrisolado en el fuego, y cómprate vestiduras nuevas”. Maravillado por lo que leí, supe que antes de empezar el Camino, Él ya conocía el fin. Y no sólo desde ese día, sino desde el principio de los tiempos ya sabía Él la naturaleza del camino que el Vencedor, su hijo, habría de vivir. 

Tomando fuerzas, compré el oro de ley de su Palabra. Y oí la Voz de Dios Padre Todopoderoso, que decía: “Que no sea hallado en la Tierra lugar para el Diablo”. 

Alcanzada Zaragoza, donde se me prometiera la Victoria, ya me disponía a seguir mi camino cuando mi Rey y Padre me detuvo, diciéndome: “El reino de Dios es también como un rey que deja a su hijo pequeño al cuidado de sus siervos y se va a hacer la guerra contra su enemigo. Pasando el tiempo el hijo del rey crece y sintiéndose fuerte, sin esperar la llamada de su padre, va y se une a su ejército. El enemigo reconoce en él al hijo del rey y lanzándose contra él lo hiere de muerte. El rey ordena sacar a su hijo del campo de batalla y dejarlo al cuidado de su madre hasta que sanen sus heridas”. 

Heme aquí en la Plaza del Pilar; pues en mí está el Espíritu de Inteligencia para llamar a todos los hijos de Dios a Batalla Final por la Libertad de la Plenitud de las Naciones del Género Humano, y así se cumpla, como en el Cielo en la Tierra, la Voluntad de Dios, que no hallando lugar en su Creación el Maligno sea arrojado al Infierno preparado para él y sus hermanos en el fondo del Abismo cubierto por las Tinieblas. 

En cuanto a aquéllos que sirviendo al Diablo intentaron destruir al Vencedor, he aquí que no me pondré delante entre ser alguno y la puerta del Paraíso, pero contra aquel, aquella y aquellos que se ponga entre hombre y Dios yo me alzaré con la libertad de la gloria del Vencedor, y allá que cada cual sea juzgado por su propio crimen.

 

Cristo Raúl De Yavé & Sión

 

 

 

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(EBOOK)(LIBRO papel)

 

CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS

UNA INTRODUCCIÓN A LA COSMOLOGÍA DEL SIGLO XXI

Al Principio creó Dios los Cielos y la Tierra.

La Tierra estaba confusa y vacía, y las Tinieblas cubrían el haz del Abismo,

Pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas.

Dijo Dios: “Haya Luz”, y hubo Luz.

 

 

amazonEsta es la Verdadera Historia de la Sagrada Familia, una Historia jamás contada en público, reservado su Conocimiento a quienes, en palabras del Apóstol de los Gentiles : "hablaban una sabiduría predestinada a ellos desde el principio de los siglos" .

 

EL CORAZÓN DE MARÍA:

VIDA Y TIEMPOS DE LA SAGRADA FAMILIA

 

 Cuando sus padres le vieron, quedaron sorprendidos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote. Y Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? Ellos no entendieron lo que les decía. Bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, y su madre conservaba todo esto en su corazón....