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VIDA E HISTORIA DEL SEÑOR DIOS YAVÉ

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LA CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS. Una Introducción a la Cosmología del Siglo XXI (CSXXI)

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EL CORAZÓN DE MARÍA. VIDA Y TIEMPOS DE LA SAGRADA FAMILIA

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CONCILIO VATICANO SIGLO XXI. CONCILIO UNIVERSAL DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS

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CARTA MAGNA DE LOS DERECHOS DIVINOS DEL HOMBRE

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EL ESPÍRITU DE YAVÉ

Espíritu de Sabiduría e Inteligencia, de Entendimiento y Fortaleza, de Consejo y Temor de Dios

 

LA  

ESPERANZA DE SALVACIÓN UNIVERSAL DEL GÉNERO HUMANO

 

 

CRISTO RAÚL DE YAVÉ Y SIÒN

 

 

 

 EN EL NOMBRE DEL SEÑOR REY JESUCRISTO:

 

La razón que llevó a Dios a elegir para el “Dia de Yavé” a su Unigénito, asumiendo, por su Encarnación, la Sentencia contra el asesino de su padre, Adán; la razón, se abre a la Necesidad del Creador tanto de pasar la página de las guerras del Pasado cuanto de levantar una muralla indestructible e impenetrable contra cuya solidez se estrelle la repetición de una Caída de su Creación en el abismo de la Guerra.

El Amor del Creador por su Creación, el Amor de Dios por sus hijos, fue el talón de Aquiles contra el que la Serpiente de la Muerte hincó sus colmillos, inyectando en el cuerpo de los hijos de Dios, no de nuestro mundo, el veneno de la envidia hacia el Rey de reyes y Señor de señores del Imperio de Dios. En su demencia suicido-homicida concibieron la locura absoluta de creer que podrían tentar al mismísimo Rey de reyes con la Fruta Prohibida de la Ciencia del Bien y del Mal: la Guerra.

Dios, en su Amor por su Creación y sus hijos, creyó que la Duda sobre la Divinidad de su Primogénito había quedado enterrada una vez descubierto el Poder de su Palabra, Natural al Verbo de su Padre. Todos los hijos de Dios, creados antes de la Creación de nuestros Cielos y de nuestra Tierra, fueron invitados a gozar del Acto Creador, primero como espectadores de lujo, viendo con sus ojos y oyendo con sus oídos la Naturaleza Todopoderosa y Omnisciente del Unigénito, al sonido de cuya Voz las estrellas de los cielos corren a ocupar sus lugares en el Árbol de las Constelaciones. Y fue a ellos a quienes este Hermano Todopoderoso llamó Dios a formar al Hombre a su imagen y semejanza.

El acontecimiento de la Caída del Hombre nos descubre que el Tentador Maligno encubó el veneno de la Traición en la cloaca de su Envidia hacia JESÚS, el Unigénito. Impensable para el Señor Dios YAVÉ, como Padre, una rebelión contra la Coronación de su hijo Adán, dejó Dios el Futuro de la Historia del Reino de la Tierra en el Hombre sobre cuya cabeza hacía descender la Corona del Cielo, según está escrito en los textos no bíblicos, con lo que quiso decir Dios que la Corona del Hombre era levantada entre las naciones a la imagen y a la semejanza de la naturaleza de las coronas de los hijos de Dios, que gobernaron el Imperio del Rey de reyes y Señor de señores : JESÚS.

La Obediencia debida de los hijos hacia su Padre Divino durante las edades mitológicas, dejando en las leyendas de los antiguos la existencia de los dioses que bajaron del Cielo para introducir a las primeras familias humanas en las artes y las ciencias naturales debidas a la fundación de una sociedad de ciudades abierta a una civilización de naciones; esa Obediencia, materializada en la fundación del Reino Mesopotámico de Adán, satisfecho su Amor de Padre, Dios descansó. Sus hijos habían comprendido que el Amor del Creador por su Creación es tan infinito como el Odio que genera en su Alma esa abominable fruta de la Semilla de la Mentira: la Guerra.

La Tercera Guerra de Rebelión contra la Ley del Rey de reyes y Señor de señores, JESÚS, Dios Hijo Unigénito y Primogénito,  se desató.(En La Vida e Historia del Señor Dios YAVÉ he descrito la secuencia de los acontecimientos que arrastraron a su Mundo a las dos Guerras Civiles entre los Reinos que, para entonces, antes de la Creación de nuestros Cielos y de nuestra Tierra, encontraron Morada en  el Paraíso de la Vida, sobre cuya dimensión eterna e infinita nos hablo su Hijo diciendo: “En la Casa de mi Padre hay muchas Moradas”, afirmando enseguida que se iba para prepararle a nuestro Mundo la Morada en la que  encontraremos nuestro Hogar Eterno); en definitiva, la Guerra Fratricida entre los hijos de Dios se desató de nuevo, con el agravante que esta Tercera Guerra Universal hizo de la Tierra su Campo de Batalla, y Guerra a Muerte. Guerra de locos tanto más suicida cuanto Dios Padre acababa de  pronunciar su Sentencia ad eternum et ad infinitum contra la Guerra. Y digo “con el agravante” por en cuanto el ser humano había sido formada “Desnudo” en todo lo que concierne al Conocimiento del Mal. La Primera Generación de los hijos de Dios, nacidos en la Tierra, cuya cabeza social fue Adán, en términos de Ontogenia de la Civilización: se hallaba en su Infancia.  Tanto más abominable esta Guerra Final entre Dios y la Muerte cuanto más frágil era la  defensa del Primer Hombre ante la Maldad de unos hijos de Dios cuya edad se mide por millones de años, y su conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal era ya una realidad consumada. Y tanto más suicida aquella Declaración Final de Guerra a la Ley Divina   cuando más inmenso era el Amor que como Padre le tenía Fios a su hijo pequeño, Adán. Así que si la sola Idea de retar  al Señor Dios YAVÉ a un Duelo es locura absoluta, hacerlo lanzándole al rostro la sangre de su hijo pequeño fue signo irreversible de demencia: ¡Una criatura engendrada a partir del polvo del Cosmos retando al Creador del Cosmos! ¿Qué nombre le pondremos a esta demencia suicida?

Perpetrado el Acontecimiento de la Caída no había sino que mirar el horizonte que ese acontecimiento desencadenó. Fue en ese momento que tuvo su Principio el hijo del Hombre. Es decir: el hijo de Eva que recogería la maza con la que el hijo de Adán le aplastaría la cabeza al asesino de su padre.

La Necesidad impuso su Ley.

¿A quién sino al Hermano Mayor de aquel Adán, el menor de los hijos de Dios, le correspondía, con todo el Derecho, a ejecutar la Sentencia firmada por su Padre contra el Traidor y Fratricida, de nombre Satán, la Serpiente del Edén? Pues si “Dios de la sangre derramada de un hombre puede llamar a cualquier hombre para hacer justicia”, de la sangre de un hijo de Dios cualquiera de los hijos de Dios podía ser llamado a la ejecución de la sentencia contra el fratricida.

Respondidas estas cuestiones en la Historia Divina de Jesucristo nos incumbe aquí entender que el Conflicto desatado en el Reino del Edén, capital del Primer Reino Mesopotámico, extendió sus ondas apocalípticas a la Creación entera. No exclusivamente nuestro Mundo fue atacado por la Muerte; también los Mundos creados antes de nuestros Cielos y de nuestra Tierra. 

Desde la Ignorancia no se entiende porqué Dios, que puede curar todas las heridas y resucitar a los muertos, Poder que su Hijo nos mostró en vivo para que siguiésemos buscando más allá de la letra la Razón de no haberlo hecho entonces; no se entiende, por qué Dios no lo hizo entonces. Esta razón, por la que Dios no hizo borrón y cuenta nueva sobre la tumba de su hijo pequeño, esa razón estaba en su propio Espíritu.

El sentimiento de Abominación hacia la Ciencia del Bien y del Mal que vive en el Creador del Cosmos y Mundos que habitan su Paraíso, es Invencible.

El Rebelde, Homicida y Traidor, buscó con su Guerra Final contra el Espíritu Santo de la Ley Divina la legitimación de su concepción del Reino de Dios como un Estado Supremo gobernado por Príncipes, todos ellos dioses, blindados contra la Ley en razón obligándole a bendecir el Cambio progresista de la Relación entre Dios y sus hijos mediante la transformación de su Reino de Justicia, Fraternidad y Paz en un Olimpo de dioses todos y cada uno investido de  Impunidad Absoluta y blindados contra la Ley en razón de ser Él, YAVÉ, el Dios de dioses, título que en cuanto teniendo a Dios por Padre, no pudiendo Dios morir, le reclamaban en vida su Herencia natural: la Regencia y Gobierno del Imperio del Dios de dioses, abandonando el Creador su Creación en las manos de sus hijos, los dioses.

Contra aquel Pensamiento, que Dios sabía que  bullía en el ser de  algunos de sus hijos, liderados por Satán, el Creador de todos levantó la Sentencia de Destierro Eterno de su Creación contra cualquiera que no desterrase de su ser semejante demencia. Los términos de la Ley fueron y siguen siendo claros por la eternidad de la eternidades: “NO comas, porque morirás”. La Serpiente que la Muerte había engendrado en Satán , aunque parezca redundante repetirlo lo repetiré, eligió al Paraíso de la Paz y la Fraternidad el Infierno del Odio y la Guerra eterna. Vistiéndose de ángel de luz, máscara que los siervos de Satán han usado desde entonces contra el Hombre y la Iglesia Católica, aquella “generación de hijos rebeldes”  selló con la sangre de Adán  su Destierro Eterno de la Creación.

Así pues, con la Transgresión del Primer Rey de la Tierra, la Bestia Rebelde usó la sangre del Hombre como Declaración de Guerra contra el Espíritu Santo del Señor Dios YAVÉ, muro contra el que se había estrellado hasta entonces aquella concepción maligna, que a Dios le resultó abominable: La transformación de su Reino en un Estado Federal gobernado por dioses viviendo al margen de la Ley, blindados por ley contra la responsabilidad de sus actos, bendecidos para hacer de todos los pueblos su esclavos, sus soldaditos de plomo con los que matar el tiempo jugando al Deporte de la Guerra.

Esto es lo que sucedió en el Edén: con la Caída del Primer Rey de Mesopotamia se firmó una declaración de Guerra contra la Creación según su Creador, por una generación de hijos de Dios, no de nuestra mundo, no nacidos en nuestra Tierra, quienes en su demencia concibieron una Federación Imperial en tanto en cuanto el Modelo Natural de convivencia entre Dios y los dioses. ¡Desde ese momento fue todo o nada!

La Decisión fue tomada por los hijos rebeldes de Dios antes de hacer de la Mentira los cuernos con los que sería acorneado y dado por muerto el Hombre; a saber, la decisión suicida contenía este término: antes el Destierro que vivir como simples Ciudadanos del Reino de Dios, sujetos al Imperio de la Ley.

La Ley no les permitía vivir como verdaderos dioses. Un verdadero hijo de dios no puede ser llevado ante tribunal alguno, ni obligado a responder de sus acciones ante nadie, según ellos.

No eran ellos quienes debían aceptar la Verdad, la Justicia y la Paz en tanto en cuanto los pilares de la Civilización de civilizaciones creada por Dios, Padre de todos, y gobernada por su Primogénito en calidad de Rey de reyes y Señor de señores. NO, era Dios quien debía escuchar la voz de sus hijos, aceptar su condición de dioses, y bendecir el Modelo de Imperio que con ellos venía a beneficiar la estabilidad y el progreso de la Federación de los Pueblos de la Creación.

La Guerra había sido declarada. La Tercera Guerra Universal entre los Pueblos de su Paraíso se trasladó del Cielo a la Tierra. El Hombre no era nada, un hacha de guerra, solo eso, un hacha de guerra ensangrentada con la que los hijos rebeldes de Dios retaron a su Creador buscando desterrar de su Ser su Espíritu Santo, el espíritu de YAVÉ.

La Necesidad impuso su Ley. NO habría Imperio; ni tampoco Federación de Príncipes gobernando la Plenitud de las naciones de la Creación. El Fin de los Rebeldes había sido dictado por ellos mismos.

El Imperio había muerto, y su Rey de reyes y Señor de señores debía morir con él… Para Renacer en el Rey Universal, Sumo Pontífice Sagrado, Cabeza divina de la Religión Católica, Señor del cuerpo de Sacerdotes, la Iglesia, Templo de la verdad Divina sempiterna, Padre sempiterno de una Generación de hijos de Dios animados por el Espíritu de la Verdad, Juez Todopoderoso cuyo Palabra es Ley, cuyo Verbo es Dios.

La Necesidad de la Revolución Cristiana trajo su Ley. Moría el Rey de reyes y Señor de señores, nacía el Rey.

El Espíritu Santo contra el que la Muerte lanzó su Serpiente se mostró en carne y sangre para que la Creación entera viéramos su Naturaleza, su Personalidad, y entendamos porqué el Señor Dios YAVÉ no puede admitir en su Creación la existencia del Árbol de la ciencia del bien y del mal, cuya ley Abominable levanta a unos Ciudadanos sobre el resto, blindando sus actos criminales tras el muro de la Discapacidad Intelectual natural a quien padece enfermedad mental.

La Necesidad de fundar esta Revolución Divina implicó el abandono de los pueblos de la Tierra en las manos de aquella Serpiente que, más tarde, se presentó delante del Elegido de Dios, en los montes de Judea, para su ruina eterna en “el Día de Yavé, día de la Venganza”:  el Hijo del Hombre había nacido. Duelo a muerte. El hijo del Hombre llevaba en su puño la maza con la que le aplastaría la cabeza al asesino de su padre, Adán.

Este es, pues, el origen del título que el Hijo de Dios asume con su Encarnación: Cristo, el hijo del Hombre, el hijo de Eva que sobre el cadáver de su padre Adán, invoca a Dios, llama a la Vida y hereda la Maza con la que le aplastará la cabeza a aquel Satán que  en su demencia infernal fue a ofrecerle todos los reinos del mundo si de rodillas lo adoraba a ÉL,  el Hijo Amado del Señor y Dios del Infimito y la Eternidad  en cuyas manos  ha puesto su Padre su Creación entera.

En efecto,  el hijo del Hombre recoge la Corona perdida de David, que deposita, en cuanto legítimo heredero de David, hijo del rey Adán, a los pies del Trono de Dios, en obediencia debida a la Sabiduría Salvadora de su Padre, quien ha establecido el Fin del Imperio y el Principio del Reino de su Hijo JESÚS, a quien en cumplimiento de su Decreto: “Yo te he engendrado Hoy, pongo a tus pies todos los pueblos de mi Creación, sobre los que eres Señor Universal y Rey Sempiterno”, sienta a su Diestra como quien hereda en vida la Corona de un Padre que es Eterno.

Sabiduría predestinada a los Apóstoles, que de haberla conocido los príncipes de Israel no hubiesen puesto sobre el Rey un solo dedo. Pero esto consumado, la Revolución Cosmológica ya sentada en el Trono de JESUCRISTO, certificada en su Libro la fuerza del sentimiento de abominación del Padre de la Vida hacia la presencia de la Muerte en su Paraíso, quedaba por establecer la Salvación Futura de la Plenitud de las naciones de nuestro Mundo.

Esperanza de Salvación Universal que, debiendo extender su Gracia a la Plenitud de las naciones, primero debería nuestro Mundo caminar al encuentro de dicha Plenitud, cuando, al igual que una herida en una parte del cuerpo le afecta al cuerpo entero, las acciones de una nación tuviesen efecto sobre las demás. Camino largo y estrecho que los pueblos de la Tierra deberían hacer, por el camino diluyéndose en las brumas de los siglos la Verdadera Faz del hijo del Hombre, en la que se muestra el resplandor del Rostro de Dios.

Llamados a la Vida a la Imagen y Semejanza de quien dijo : “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”, perdidos en las tinieblas de los Milenios, teníamos Necesidad de ver a ese Hombre cuyo Principio está en la Mente de Dios y cuyo Origen está en la Boca de su Hijo. ¿Qué hombre engendró Dios en su Sabiduría y su Hijo Creó en la Tierra? ¿Era el Romano, era el Judío, era el Griego, era el Persa … el Chino, el Hindú, el Egipcio, el Maya, el Azteca?

La Respuesta se perdió en la tela de araña de las religiones antiguas. 

Inalcanzable la Verdadera Imagen de Dios cada pueblo se dio unos dioses en los que justificar sus pasiones y legalizar las guerras de exterminio de sus vecinos.

De pronto aquel espíritu concebido por Dios al Principio, se hizo Hombre.

En el hijo del Hombre nos presentó Dios a su Hijo, y en Cristo al Hombre que Él llamó a la Vida. Ese hombre que vieron y tocaron y oyeron los hombres en el hijo del Hombre es el Hombre que Dios engendró en su Sabiduría, y llamó hijo. Ese es el Hombre que Dios ama. Ese es el Hombre que vive en Dios y tiene en el Rey su Vida eterna.

Su Personalidad está escrita. Pan bendito para el Bien, es Zarza Ardiente contra el Mal. Es Amor a sus semejantes hasta entregar por amor la vida. Es Hijo de Dios : templo, castillo y palacio vivo de la Paz.

Todo le pertenece a Dios, todos los hombres compartimos lo que tenemos sin guardarse nada para uno, porque todos somos hijos de Dios y Ciudadanos de Su Reino.

En fin, el Retrato de ese Hombre, encarnado por el Hijo de Dios, a cuya Imagen y Semejanza el Hombre Nuevo vinimos a la Vida, está en los labios de su Esposa, Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.

Ese es el hijo del Hombre quien vendrá a juzgar a vivos y muertos. Él es un pan bendito para quien adora la Ley; Él es un fuego todopoderoso y omnipotente que descarga su Brazo sobre los enemigos de la Ley. Cada cual elige la Sentencia que caerá sobre su cabeza.

El Amor de Dios por los hombres está en habernos dado por Juez a este Hijo; nos lo mostró tal cual es, vestido de hombre, para engendrar en nosotros el Amor a su Persona, no como Rey ni como Dios, sino como Persona Maravillosa en la que el concepto de la Mentira, la Guerra, la Traición, la Corrupción, el Mal en cualquiera de sus formas: es una abominación. 

De tal padre tal hijo; de tal Hijo, tal Padre.

La Unidad entre Dios y su Hijo, buscada para desterrar el Espíritu Santo del Ser del Creador, no sólo se hundió en el Abismo sino que se elevó al Trono del Rey Dios. Padre e Hijo, dos Personas en las que vive un Único y solo Espíritu: que se nos reveló en Cristo, encarnación Visible del Espíritu que vive en el Padre y en el Hijo.

El Padre es el Señor Dios YAVÉ, el Hijo es el Señor Rey JESUCRISTO.

La Justicia de Dios es la Justicia del Rey. La Unidad Indivisible entre Dios y su Hijo es Invencible. Dos Personas Divinas, un Único Espíritu Eterno. De donde se ve que a la vez Dios que nos ofrece una Esperanza de Salvación Universal al darnos por Juez a su Hijo Amado, cuya Adoración vive en nuestras almas, nos recuerda que en ese Hijo vive el Fuego incombustible que arde en YAVÉ DIOS contra la Ley de la Ciencia del bien y del mal. En el Amor a la Ley y a la Voluntad de Dios tenemos las naciones la Puerta a la Absolución Universal del Género Humano.

Sin embargo, nadie se equivoque. La Defensa de nuestro Mundo, depositada en nuestras manos, tiene su Argumento en la naturaleza de los Acontecimientos por los que la Plenitud de las naciones, unidas en un Árbol de Vida, vivirán por la Ley de la Fraternidad Natural a todos los hijos de Dios.

Crear esta Civilización de la Plenitud de las naciones gobernada por el Espíritu del Rey es nuestro Deber, el Horizonte hacia el que comenzamos a caminar desde este Siglo, camino que recorrerán las generaciones que nos sigan hasta el Día en que el hijo del Hombre se aparezca sobre las nubes, y se haga visible a los ojos de la generación por Dios dispuesta a vivir este acontecimiento, cuya Fecha únicamente el Señor Dios YAVÉ conoce.

Vanos son los argumentos de quienes esperan que el Hijo de Dios se haga de nuevo hombre e instaure su Reino sobre una porción de fieles, sólo ellos puestos a salvo del apocalipsis destructor que según ellos ha de caer sobre el resto de la humanidad.

No menos vano es el argumento de quienes esperan que el Mesías venga para darle el Imperio a la Jerusalén de los Israelíes.

No somos los hombres quienes escribimos la Historia y disponemos de los siglos para imponer nuestra ley en las naciones. El Día de la gloria de la libertad de los hijos de Dios anuncia la aurora de la libertad gloriosa del Hijo de Dios, quien siendo Rey Todopoderoso y Omnisciente, dando Dios por terminado el Decreto que le ha mantenido sentado como quien debe aun esperar a que su Padre considere bueno que se levante, una vez de pie, sus piernas a los dos lados del océanos, extiende su Corona sobre todas las naciones, abriéndole a las generaciones que nos sucederán la puerta a la Creación de nuestro Mundo acorde a la Ley del Rey, la Jurisdicción de cuya Corona sobre todos los Pueblos es universal y omnipotente.

Vanos son los frescos que en la pared del futuro pintan los poderes de este siglo. NO habrá Guerra Mundial, no habrá Gobierno Global de unos poderes establecidos más allá de las leyes, dictando ellos mismos las leyes tras las que sus miembros blindarían la Inmunidad contras las consecuencias judiciales a pagar por sus crímenes y delitos. Esa casta de dioses a la imagen y semejanza de la que Satán quiso imponerle a Dios ... jamás alcanzarán la meta hacia la que corren.

La Gloria de la Libertad de los hijos de Dios se derrama en todos desde quien es el Primogénito de todos. Todos somos en Él y con Él una sola cosa, su Acción en la Tierra. El mismo que entregó su Vida para que naciésemos: el que era, es el que es.

Quien ama a Dios sobre todas las cosas ama a su prójimo como a sí mismo. El prójimo de los hombres somos todos los hombres. Imagen y semejanza del hijo del Hombre, en quien hemos hallado nuestro Ser, somos hermanos, ciudadanos de un Reino en cuyo Rey tenemos la Alegría de quien vive en el Paraíso, y en cuyo Gobierno tenemos la Garantía de que la Cizaña Maligna de la división entre hermanos no volverá a encontrar tierra en el Mundo de los hombres.

La Eternidad comienza Hoy. La vida eterna se vive Aquí. El Mañana es únicamente el camino al encuentro del hijo del Hombre por la Presciencia de Dios dispuesta para una generación futura, el número de cuyo siglo le es vedado a todo hombre.

Nuestra Fe reside en creer que esa generación doblará la rodilla ante su Rey, en la Esperanza de habiendo conquistado su Corazón el Argumento de Dios, a saber, que de no haber mediado la Traición de Satán el Hombre nunca hubiese transgredido la Ley. El Valor de este Argumento da vida a la Palabra de Absolución Universal de quien tiene el Poder de regenerar las almas sin causar en la Eternidad una fractura, invisible pero cierta, que haga regresar de su Destierro al Infierno al que la Muerte quiso arrastrar la Creación de Dios.

 

 

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

EL PENSAMIENTO DE CRISTO

 

 

El Amor del Señor Dios YAVÉ por su Creación es sin límites. El Espíritu del Creador que en Él vive es la fuente de una Pasión de naturaleza infinita por la Vida. El Hecho de haber elegido al Hijo de sus Entrañas para encarnar al hijo del Hombre nos revela cuánto ama Dios a su Creación. Escrito está: “Tanto amó Dios al mundo que nos dio su propio Hijo para quienes crean en Él vivan eternamente”. Un amor por la Vida que tiene en la Pasión del Creador por su Creación su Fuente Inagotable de Acción.

Yo lo sé, todos lo sabemos, la abominación cometida por la Rebelión Protestante Anglicana al afirmar que “Dios no siente pasión” también está escrita, y aunque firmada por un criminal y una asociación de criminales, cuya pasión fue aceptar caer en la tentación de heredar todos los reinos del mundo a cambio de ponerse de rodillas y adorar al Maligno, todos sabemos que, creados a su Imagen y Semejanza, el espíritu del Creador vive en nosotros, y por esta vida entendemos, contra la Declaración IMPERIAL ANTICRISTIANA de la iglesia nacidas de la Reforma, que la Creación es “un acto de pasión”, cual bien todo creador puede afirmar con su sangre. “Acto de pasión” en el que el Creador y su Creación quedamos unidos inmortalmente.

El Hecho de haber elegido YAVÉ Dios al Hijo de sus entrañas increadas para ser ofrecido como Cordero, por cuya Sangre nos vendría a todas las naciones la Redención, elección firmada en el monte Moria por Abraham, este Hecho nos descubre la naturaleza del Amor del Creador por su Creación.

En efecto, habiéndole descubierto a Abraham la existencia de su Unigénito, habiéndole abierto su Corazón a la Redención, la pregunta de Dios a su Amigo fue clara: ¿Qué me ofreces por esta Elección, garantía de la Victoria del Hijo del Hombre sobre el enemigo de tu Casa y de tu Mundo?, ¿Qué estás dispuesto a ofrecerme por la Encarnación de mi Hijo Unigénito?

La respuesta de Abraham fue firme: La vida de mi unigénito.

El Acontecimiento está escrito.

El Señor Dios YAVÉ le pidió que lo hiciese.

Y sin dudarlo Abraham levantó el brazo contra el cuello de su unigénito Isaac.

Trasportado por el amor de su Creación hacia su Creador el Señor Dios YAVÉ detuvo el sacrificio y le juró por su Nombre que en su Descendencia serían bendecidas todas las familias de la Tierra.

Sobre la Fe de Abraham en la Bondad y Justicia de su Amigo, Señor Dios YAVÉ, quedó establecido el Acontecimiento de la Encarnación y Resurrección del hijo del Hombre.

De aquí que todos entendamos que una vez cumplido el Sacrificio del Cordero de Dios, de esta Gracia quedaron privadas todas las generaciones que por el Delito de un único hombre fueron condenadas a ser arrojadas en los fuegos del infierno que la Muerte encendió en la Tierra. Y, sin embargo, nada hizo merecedor a las generaciones futuras para que la Redención, por la que se hereda la vida eterna en la Fe en Jesucristo, lloviese sobre nosotros su Gracia.

Ningún hombre de los tiempos del propio Cristo fue mejor que aquellos hombres anteriores a su Nacimiento. Lo profetizó Dios: “No hay hombre bueno, no hay ninguno que haga el bien... ” 

¡Y cómo podía haberlo tras miles de años con el cuello bajo las botas de quien le robó la corona al Hombre, y, levantándose como el dios de los siglos, condujo a todos los pueblos de la Tierra a aquel punto en el que se cumplió la palabra de Dios: “No hay ningún hombre que haga el bien, todos tienen en el mal su gloria…”!

¡Así que, cómo podía Dios declararse Justo cuando a unos, sin ser mejores, les abrió la Puerta de la Vida, y a los otros, no siendo peores, les cerró el acceso a la Gracia engendrada en la Fe!

¡La Resurrección levantó un Antes y un Después : el mundo de Antes quedó sin Derecho a Gracia, el mundo Después recibe la plenitud de la Alegría de quien no es llamado a Juicio sino que por la Fe en el Nombre de Jesucristo pasa de la Tierra al Paraíso de la vida eterna¡

¿Acaso fue insensible a este Antes y Después el Hijo del Creador, Aquel quien con su Todopoderosa Palabra: dijo Haya Luz y hubo Luz?

Fue este Hijo Todopoderoso y Omnisciente quien llamando a todos los hijos de Dios, dijo: “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”.

En efecto, la pregunta pide la palabra : aquel hombre fratricida que encontró en la Guerra una pasión sin límites por el Poder, ¿ese fue el hombre que al Principio nació en el Espíritu de Creador?

¡Cómo llamar Justo a Dios si a unos los priva de la Gracia y a otros, sin haber hecho nada que no hubiesen hechos los primeros, les abre sus brazos eternos!

¡Cómo creer que el Hijo de Dios no vivió este desencuentro! ¡Cómo podría el hijo del Hombre juzgar un Mundo a la luz de una Justicia que abandona el Pasado a su Condenación, y le abre al Futuro la Puerta de su Reino sin más condición que el Amor a su Nombre! 

Dice el Espíritu Santo que Dios perfeccionó a su Hijo en el hijo del Hombre.

 Y así fue. Contemplar un mundo envuelto en llamas inextinguibles de destrucción apocalíptica, pero cuyos fuegos no te tocan, no es lo mismo que estar en el centro de esas llamas infernales que todo lo devora reduciendo a cenizas imperio tras imperio, reino tras reino, pueblo tras pueblo, generaciones de las que el futuro se olvida, de las que no se tienen más memoria que leyendas sobre ruinas que dejaron de existir.

¡Cómo entender los resortes de ese hombre caminando entre el humo y la sangre … cuando el humo no te toca, ni tus zapatillas se manchan de sangre!

¿Quién conmoverá el Corazón de Dios y hará nacer en su pecho una Justicia a la que todas las generaciones puedan acogerse?

Lloras en la cumbre, derramas lágrimas que no se agotan, tu voz cruza el firmamento, recorre los cielos, penetra en la Ciudad de Dios, conmueven el Corazón de tu Padre.

Tú, Hijo Vivo del Dios Altísimo, eres ese Juez. Tu Padre te ha vuelto a glorificar.

Te glorificó sentándote a su Diestra como Señor y Rey de su Creación entera. Ha puesto a tus pies todo Su Poder, toda Su Gloria, tu Palabra es Dios, tu Corona gobierna los Mundos creados por tu Padre.

Y te ha vuelto a glorificar sentándote en el Trono del Juez Universal. TÚ eres Dios Verdadero de Dios Verdadero, como heredaste en vida el Reino de tu Padre, heredas también la Gloria del Juez Universal.

En tu Boca está la Vida y la Muerte de la Plenitud de las naciones del Género Humano. Tú eres la Esperanza del Mundo al que fuiste enviado para comprar su Salvación al precio de tu Sangre y la Sangre de tus hermanos, generación consagrada a tu Corazón y desde tu Corazón rogándole a tu Alma que tenga Misericordia del Mundo al que Tú llamaste a la vida eterna.

Tu Gloria no tiene límites, tanto te ama tu PADRE que ha dejado en tus labios el Juicio sobre la plenitud de las naciones del Género Humano. En Tu Corazón ha levantado una Esperanza de Salvación Universal para el Hombre que creaste; una Palabra tuya y la Regeneración del Hombre será un Hecho.

Tu Poder de Absolución es Todopoderoso porque tu PADRE conoce tu Corazón. Te envió a la Tierra que creaste y al Hombre al que llamaste a la vida eterna. Abandonado en las tinieblas, asediado por un Homicida Universal, ¡cómo esperar que reducida a la condición de las bestias salvajes, ese Hombre pueda concebir obra buena alguna!

Si aun viviendo en tu Fe, tus siervos se corrompen, ¡cómo pedirle cuenta a quienes no tuvieron la Gracia de vivir tu Fe!

¿No hay Gracia para quienes fueron arrojados al abismo de la Ignorancia y la Mentira?

He aquí que por eso tu PADRE te envió a la Tierra, para que siendo Hombre tu Juicio se haga desde quien conoce el efecto de “ese haber sido abandonado por Dios, su Creador”.

¿No te sentiste Tú mismo abandonado cuando el hierro se cebó en tus carnes? Y sin embargo Tú eres Todopoderoso. Te hubiese bastado una Palabra para que quienes vinieron a buscarte se hubiesen desvanecido en el polvo, allí mismo, delante de tus discípulos.

Fuiste hombre hasta las últimas consecuencias, cuando tu humanidad fue abandonada bajo el hierro y el fuego, ¡hasta tu corazón reventó!

Por el Delito de un único hombre fue todo un mundo condenado; por la Misericordia de un único hombre el mundo entero fue llamado a la Gracia. ¿Cómo olvidar ese mundo antes de tu Redención? ¡Cuántas lágrimas no derramaste viviendo el dolor de un mundo llamado a Juicio sin haber conocido la Gracia que viene de la Fe en tu Nombre?

No sólo compraste con tu Sangre un Futuro a la Plenitud de las naciones sino que con tus Lágrimas conmoviste el Corazón de tu Dios hasta convertirte en la Esperanza de Salvación de nuestro Mundo: Pasado y Futuro. Por Amor a Ti el Señor Dios YAVÉ puso en tus Labios el Poder de Absolución Universal del Género Humano. 

Señor, Sumo Pontífice Universal, Rey Padre sempiterno, JUEZ todopoderoso, tu Palabra es Dios. Tuyo es el Poder, tuya es la Gloria, Tú eres JESUCRISTO, nuestro Dios y Rey, nuestro Creador y Padre que está en los Cielos. En tus labios reposa la Vida de un Mundo abandonado en las tinieblas por un Delito cometido en la Ignorancia.

Durante Milenios las generaciones sufrieron en sus carnes el látigo de la Guerra Fratricida, ¡cómo creer y esperar que en el Día de tu Venida sus hijos creyesen en el Hijo del Dios al que ya no amaban! En tus labios posó Tu Padre nuestra Esperanza de Salvación Universal. Por tu Sangre fueron redimidos todos los pecados del mundo y un Hombre Nuevo vino a luz; por tu Obediencia nos conquistaste esta Esperanza de Salvación Universal, Herencia de tu Descendencia, llamada a conquistar el Corazón de los hombres, pues el Corazón de Dios lo ganaste Tú para todos nosotros.

Gloria en los Cielos, Alegría en la Tierra. Así lo dispuso el Señor Dios YAVÉ, Creador del Cosmos y del Universo, Tu Padre Amado, poniendo delante de  un Testamento, que Tú firmaste con tu Sangre, por el que en Unidad con su Padre tu Descendencia brillará en medio de las tinieblas, abriéndole el camino a las naciones hacia fuera del campo de la Guerra y dentro de tu Reino.

Desaparecerán de la Tierra los dictadores y los tiranos, serán conquistadas todas las enfermedades que la Muerte sembró en el cuerpo del Género Humano, le será edificada a la Paz un Cuerpo Invencible contra el que se estrellarán las olas de la Guerra.

Tu Justicia extenderá su Gracia desde un rincón al otro del Mundo, no habrá quien pueda hacer de la Mentira su caballo al Poder, porque la Verdad será la Raíz del Pensamiento del Hombre. Los pueblos adorarán tu Corona y tendrán su vida en tu Trono. No habrá entre los hombres quien conciba el Mal y busque el Poder sobre la ruina de su pueblo.

Se hartarán de Justicia los hambrientos, de Paz los sedientos de vida. El Género Humano correrá a Tu Encuentro para vivir en el Paraíso de tu PADRE en Fraternidad con todos los Pueblos de Vuestra Creación. 

Tuyo es el Poder de Regeneración de los seres que fueron arrojados a las tinieblas, animales salvajes, bestias fratricidas, condenados a luchar, sobrevivir o morir. No volverá el Hombre alzar su mano contra su hermano, ni a privar a sus semejantes de pan, vestido y techo.

El Hombre que Tú nos descubriste vivirá por siempre en tu Descendencia.

Tú viste este Hombre Nuevo y ofreciste tu Cabeza a la Espada pidiendo a tu Dios darle Nacimiento a tu Descendencia. Gloria a TU Padre Eterno, el Señor Dios YAVÉ, su Verbo regresa a sus Brazos para la Alegría de quienes condenados a ser destruidos se levantan como ave fénix de las cenizas a las que fueron arrojados, para llamar a todas las naciones al Reino de Su Hijo Amado. Por Amor a nuestro Pueblo lucharemos, y al Rey le dedicaremos nuestra Victoria.

¿Quién puede salir vivo contra la Muerte si Tú no lo rodeas con tu brazo? ¿Quién le tiene miedo al enemigo teniendo por escudo el Brazo de Dios?

¡Cómo puede amar a Dios que no ve, quien odia a su semejante que ve!

El Amor de Dios y del Rey al Hombre viene atestiguado por quienes pusieron por testigo su Sangre; por amor a la Salvación Universal del Género Humano, el Maestro y sus Discípulos pusieron libre y voluntariamente la cabeza sobre la piedra en la que Abraham posó la de su unigénito. Isaac no supo adonde iba, ni por qué. Los Discípulos lo supieron todo. No se acobardaron, ni se amedrentaron ante una espada que no sería detenida por brazo de ángel alguno. ¡Cómo no sentirse glorificado en tu Creación!

La Criatura le correspondió a su Creador con Amor sin límites hacia su Creación. La Sangre de los Santos llenó el Corazón de Dios, su clamor por Misericordia para el Género Humano subió al Trono de la Gloria. Un tiempo aún y Dios le suscitaría a la Esposa del Rey esa Descendencia por la que firmó con su sangre el Nuevo Testamento, y quedó escrito: “La creación entera espera con corazón encogido el nacimiento del día de la gloria de la libertad de los hijos de Dios”.

Alegría en los Cielos, Gloria en la Tierra, porque el Señor Dios del Infinito y la Eternidad, Creador del Cosmos y del Universo, YAVÉ, Padre de Jesucristo, no olvida, ni le da la espalda a su Creación. La Necesidad impuso su ley. Mas una vez llegado el Día de la Libertad es el Omnisciente y Todopoderoso Padre del Cielo quien abre la Suya para que todos los pueblos de la Tierra vivan la gloria de la libertad de sus hijos.

¿Mas cómo podrá absolver el Juez a quien no quiere la Regeneración de su Alma y rechaza el espíritu de Dios? Por esto escribió el Espíritu Santo: “Esperanza que se ve, no es Esperanza”.

En efecto, la Victoria se conquista en el campo de la Historia.

El Hijo de Dios creyó con todo su ser que el Hombre, una vez libre de la Mentira, se acogerá a la Ley de su Reino con la fuerza de quien ha vencido al Infierno, y su Regeneración será la Defensa de este Mundo sin Cristo que no tuvo la oportunidad de recibir el Bautismo de la Gracia.

En esta Fe se entregó el Todopoderoso Hijo de Dios a la Cruz; movidos por esta Esperanza sus Discípulos y su generación de corderos inmaculados se dirigieron al altar del Sacrificio. Conquistaron el Corazón de Dios en la Fe de la Victoria de esta Esperanza de Salvación Universal, Herencia de la Descendencia sobre la que Dios dijo: “Tu Descendencia se apoderará de las puertas de sus enemigos”.

Nacidos para ser Invencible luchamos por quienes no pueden luchar por sí mismos, cuya condenación o absolución en el Día del Juicio depende de la Defensa establecida sobre el Acontecimiento de la Regeneración de la plenitud de las naciones.

Tanto más poderosa nuestra Esperanza por tanto en cuanto quien tiene el Juicio es el mismo Rey que por esta Salvación ofreció su Vida y la de sus Discípulos, corderos inmaculados, gloria de su Casa, conquistadores, a su imagen y semejanza, del Corazón del Creador del Cielo y de la Tierra, cuyo Espíritu de Sabiduría e Inteligencia legó a la Descendencia de su Hijo para Bien de todos las naciones y Salvación Universal del Género Humano.

¿Quiénes se resistirán entonces a este Espíritu? ¿Quién se plantará delante del Rey y su Dios!?

¡Quien no ama a su semejante que ve, cómo amará a Dios, que no ve! ¡O que dará a cambio el hombre por su alma! ¿Y de que servirá salvar el mundo entero si pierde el alma?

La Naturaleza del Fin requiere su naturaleza en los Medios. No se apaga el fuego con fuego. Ni se sacia el hambre con la muerte del hambriento. La santidad del Fin invoca la santidad del Camino. No es con el oro ni con el hierro, sino con el espíritu de YAVÉ que los pies se acercan a la Victoria.

El Hijo de Dios que vive en su Esposa, la Santa Madre Iglesia Católica, es quien engendra en nosotros el Hombre a su imagen y semejanza. Y este Hombre y únicamente este Hombre puede avanzar hacia la Victoria de la Esperanza de Salvación Universal por la que aquella Generación Divina se ofreció espontáneamente y siguió a su Pastor al Altar de los corderos. Él mismo el Cordero de Dios, el valor infinito de su Ser conquistó para todos la Gracia de la Fe.

Nuestro enemigo es el padre de la Mentira, aquella Serpiente que le inyectó su veneno homicida al Primer Hombre. Tal es la abominación que nuestro Creador sintió hacia aquel hijo de Dios, de nombre Satán, que no queriendo ni recordar su nombre abominable nos lo dio a conocer en la imagen de una serpiente, la Serpiente que llevaba dentro en su pecho. La razón de ser de esa Serpiente era y es la destrucción de toda vida en la Tierra.

¡Como lo hará si no destruye primero el Nombre de Dios en el hombre!

¡Cómo lucharán los hombres por su mundo si aboliendo la Ley de Dios destierran de sus almas la Fuerza Innata del Amor por sus semejantes!

“Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu semejante como a ti mismo”.

¿Cómo destruir este Camino?

Simple, se dijo Satán: Se hace de la existencia de Dios una Abominación para el ateísmo Científico, ....

.... se le entrega el poder de la formación de la inteligencia mundial a la religión del ateísmo científico ...

.... y el amor del hombre hacia sus semejantes saltará por los aires. 

Arrastradas las naciones al abismo por el Poder y las Riquezas: tirando el Ateísmo Científico del carro de la Historia : bueyes, carreta y naciones, ¡victoria!, se estrellaron en el abismo de la destrucción apocalíptica.

¡No hay dos sin tres!

Estando en la Ley del “amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a  mismo” la Vida, cuando se niega la existencia de Dios se destierra de todos los corazones el amor a sus semejantes, y los hombres correrán al campo de las guerras mundiales.

Primera ... Segunda ... y … ¿ T…a?

Ley inevitable.

El loco cree que su locura es sabiduría reservada a su altísima inteligencia; los locos son los otros, discapacitados intelectuales incapaces de ver siquiera la cima sobre cuyo monte se mueven sus pensamientos, sentimientos y razones. Enemigo de la Existencia de Dios, él se crea un universo sin Dios hecho a la medida de su camisa de fuerza. Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial ….

¡No hay Dos sin Tres! Lo que no pudo la Serpiente lo conseguirá la Ciencia…

Discurso de Satán a sus hermanos rebeldes.

Y en eso está la Ciencia.

La Serpiente ha hallado en Estocolmo su Roma, desde donde sus sabios-sacerdotes imponen su religión sobre todas las universidades, institutos, colegios y guarderías del planeta. Negada la primera parte de la Ley, “Adorarás a Dios con todo tu ser”, se sigue la anulación de su Lógica: “… y a tu prójimo como a  mismo”.

Nuestro enemigo se esconde en los libros.

 

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

EL REY ES DIOS

JESUCRISTO ES EL REY

JESUCRISTO ES DIOS 

 

I

Acción de gracias

 

Bendito sea Dios, porque el amor no le detuvo y puso la Justicia sobre el Amor, fundando de esta manera, a los ojos de toda su Creación, su Reino en una Justicia Universal cuyos principios no hacen acepción de persona y cuya Ley no conoce la excepción.

Comencemos entonces por el principio.

Remontémonos a los días antes de la Creación de nuestra Tierra.

Es verdad que en su demencia institucionalizada los padres del Ateísmo Científico abolieron el Principio con el que Dios abre su Libro y da Origen a la Historia de nuestro Mundo. Nada excepcional. A la Bestia le es natural devastarlo absolutamente todo hasta quedar sola para finalmente comerse a sí misma, comenzando por la cola. ¿Hay demencia más espectacular, suicida y criminal, que la de la Bestia que se niega a reconocer su destierro de la sabiduría, y hace de la Ciencia del Exterminio de su Mundo la gloria de su Orgullo?

Tuvo un Principio la Creación de la Historia del Género Humano, pero antes de este Principio existió la Eternidad, y después del Fin de la Historia del Hombre en la Tierra existirá la Eternidad. No querer ver que la Historia es un Camino en el tiempo de la Eternidad es el origen de todos los males de este Mundo. Este es un Camino por el que venían andando otros Mundos, creados por el mismo Dios antes del Principio de nuestra Historia. Historia Universal abierta a la Eternidad, pero que por causas sorprendentes condujo a esos Mundos a un estado de Guerra inquietante cuyo motor desarrolló una dialéctica irracional.

Los Poderes de los Pueblos y aquellos Mundos creados antes del Principio del nuestro se enfrentaron en Guerra sin cuartel. Por dos veces. La razón: una parte de esos Poderes dieron un paso adelante reclamando de Dios un status quo excepcional que les situase más allá de la Ley, a la par que les invistiese del poder de administrar sus Mundos acorde a leyes creadas por ellos mismos. Reclamaron ser dioses verdaderos en medio de sus pueblos. ¡NO les bastó ser hijos de Dios, y acorde a esa divinidad protagonizar la Historia de la Eternidad! ¡NO! Quisieron reducir la Presencia de Dios en su Creación a la de un mero Ídolo, un cuerpo sin cuerpo, sin partes ni pasiones, vacío de emociones, de sentimientos y de Poder de juicio para con los actos y acciones de sus hijos.

La Respuesta de Dios Padre a la reclamación de sus hijos fue levantar la Ley hasta SU misma Naturaleza Divina, de manera que quien volviese a levantarse contra la Ley le declararía la Guerra al propio Dios Creador del Cosmos, de todo lo visible y lo invisible. De aquí que en presencia de todos sus hijos, pues a ellos todos los llamó a Formar al Hombre a su Imagen y Semejanza, y siendo Adán un hijo de Dios, YAVÉ DIOS, diciendo: “NO comas, porque el día que comieres, morirás”, alzó la Ley desde la Tierra al Cielo.

La Palabra de Dios, Todopoderosa y Omnipotente, esencia y sustancia visible de la propia Naturaleza del Creador, fue oída y entendida en toda su dimensión por todos los hijos de Dios protagonistas de la Historia de nuestro Mundo.

Dios y su Palabra son una sola Realidad indivisible, incorruptible, omnisciente, todopoderosa, omnipotente. La Palabra de Dios es Dios. Todo el Ser Increado del Señor del Infinito y de la Eternidad, Creador del Nuevo Cosmos, YAVÉ DIOS, PADRE DE JESUCRISTO, vive en su Palabra. Su Palabra es Ley Universal Sempiterna, la Fuente Viva de la que se alimenta la Creación entera. Enfrentarse a la Palabra de YAVÉ DIOS PADRE es declararle la Guerra al Creador del Cosmos y Señor del Infinito y de la Eternidad.

NO puede concebirse mayor locura: una criatura por las MANOS DIVINAS creada del polvo de estrellas retando a su Creador a Guerra Total, declarándole la Guerra a SU VERBO.

 

II

La Ley es Dios

 

Como no podía creerse que sucediese de otra forma, y creer que fuese a suceder lo contrario hubiese sido cosa de bestias irracionales, de cerebros suicidas y criminales que prefieren extirpar de sus cabezas la inteligencia a vivir delante de una Justicia Universal, todopoderosa, santa, inmaculada, incorruptible, inmarcesible a los intereses particulares, expresión visible y viva del Espíritu del Creador del Universo: La Inmunidad para sus actos que una parte de los hijos de Dios venía de un tiempo atrás, antes de la creación del Hombre, pidiéndole al Señor de la Eternidad y del Infinito, reclamación que devino pública cuando con una sola voz usaron a Eva como beso de Judas, y a Adán como lanza contra el pecho de Dios; a voces limpias reclamándole al Señor del Cosmos y los espacios infinitos que la Casa de Yavé y Sión, -dioses e hijos de Dios, príncipes del Imperio del Paraíso de Dios-, devinieran la excepción a la Ley, excepción obligatoria ante la cual la Justicia Divina se plegase y concediese libertad eterna y todopoderosa para obrar a voluntad sin responder ante ninguna Justicia por sus pensamientos, palabras y obras; esa Inmunidad infernal, demoníaca y maligna que pretendía hacer de las Naciones del Universo ejércitos de soldaditos de plomo para diversión de dioses, y porque Dios ama sobre todas las cosas la Justicia, Dios, sobre el cadáver de su hijo pequeño, nuestro Adán, la negó de una vez y para siempre por la eternidad de las eternidades, jurando por su Cabeza Omnisciente y Todopoderosa que todos los enemigos de Su Ley serían desterrados de su Reino y Creación para siempre.

En efecto, retratado Su dolor en la Pasión de Cristo, enorme y profundo fue el dolor de aquel Padre a quien, mientras disfrutaba del Descanso, le mataron a su hijo pequeño sin darle ocasión de defenderle. Y terrible el grito de dolor que contra la casa rebelde se dejó oír a lo largo y ancho de los Cielos.

La locura se había hecho carne. Criaturas de origen animal, levantadas hasta las alturas más hermosas jamás soñadas por ninguna especie viva del Cosmos: ser hijos de Dios, participar por la Eternidad de la Vida del Creador, tuvieron a poco esta Gloria, e increíble pero cierto: le reclamaron al Señor de la Sabiduría, DIOS INCREADO, vivir de tú a tú.

La Posibilidad de la Rebelión existía, mas ¡cómo concebir que una simple mota de polvo de estrellas se atreviese a creerse capaz de sentarse en el trono del Creador de las estrellas que llenan el Cosmos! La LEY fue elevada a la Naturaleza de DIOS a fin de que lo que no se pudo conseguir por el AMOR se obtuviese por el TEMOR.

 

LA PALABRA DE DIOS ES LEY

LA PALABRA ES DIOS;

LA LEY ES DIOS

 

Creyó YAVÉ DIOS PADRE que ante la Elevación de la Ley, por Temor a Dios sus hijos abandonarían aquella Reclamación demencial.

Dios es Increado, Dios no puede ser creado. Querer ser Dios es locura, negación de la Realidad Cosmológica. El Vínculo entre el Creador y su Creación es el AMOR. En el AMOR del Creador por su Creación sus criaturas lo tienen todo: Vida eterna, abierta la puerta al tesoro de su Omnisciencia, la Sabiduría Creadora por Maestra : ¡Dios es Padre Verdadero!

 

III

El Espíritu Santo es Dios

 

La Traición se consumó. Los hijos rebeldes no cesaron de reclamar aquel status quo por el que se levantaron en guerra durante los días antes de la Creación del Principio de nuestros Cielos y de nuestra Tierra. El TEMOR no les detuvo. Creyeron que podrían vencer a Dios, poner de rodillas al Creador del Cosmos: obligarle a abolir la Ley, extirpar de su Ser el Espíritu Santo de la Justicia.

NO se detuvieron ante el Crimen contra Adán, el menor de los hijos de Dios.

Inmunda Bestia homicida ideó hacer del Hombre el hacha de guerra con la que el Dragón Satánico escribiría su última palabra: Antes el Infierno que vivir en un Mundo gobernado por el Espíritu Santo de la Ley: Incorruptible, inmarcesible, omnisciente, todopoderoso, la Paz por Alma, el Amor a la Vida por Corazón, expresión visible del Ser Divino: TÚ, YAVÉ DIOS, PADRE DE JESUCRISTO.

Caiga sobre los enemigos de tu Reino tu Sentencia y tu Pueblo conozca la Libertad de quien no tiene que temer nada por la eternidad: porque tu Espíritu Santo es Dios.

 

IV

El Juicio de Dios

 

Pero aun estando traspasado Su pecho por la lanza de la Traición el Todopoderoso y Omnisciente Creador del Cosmos tenía sus manos y sus pies clavados a la Cruz de su Justicia; porque si se bajaba de esa Cruz sería el Espíritu Santo de la Justicia quien bajaría al Infierno, y no cabiéndole en su Cabeza semejante Futuro para su Reino, Dios Padre abandonó a la Muerte a su hijo pequeño, y con él a la Plenitud de las naciones del Género Humano.

Terrible sería la acusación de quienes levantarían contra Su Justicia el argumento de haber predestinado al Infierno a un mundo entero por el pecado de un sólo hombre. Pero infinita su Bondad porque puso la Justicia sobre el Amor a fin de que la Verdad reinase por siempre jamás.

Bendito sea Dios Todopoderoso, porque pudiendo resucitar a su hijo Adán, al precio de quedar expuesta la creación entera a la corrupción que nace de la Inmunidad Absoluta a favor de quienes la gobiernan, arrojó lejos de sí una felicidad pasajera y eligió un dolor presente, cuna de la gloria futura, arrojando al Infierno, lejos de sí aquella Reclamación Maligna al infierno que tras el perdón escondía su fuego 

 

V

La Ley: Universal y Eterna

 

El Caso era simple. Por una parte estaba Dios, Creador de toda vida, la que ha florecido en la Tierra como la que floreció antes en otras partes de su Creación, y florecerá por su Voluntad durante la Eternidad por todo el universo.

Mirando a la existencia pacífica de todos los Pueblos de su Reino estableció Dios una Ley Eterna, que impera sobre las leyes particulares y es el núcleo desde el que surgen esas leyes particulares cual ramas de un mismo tronco. Esta Ley no tiene excepción, no concede Inmunidad a ninguna criatura.

Hermano, Hijo, o Siervo de Dios, todo viviente, desde el que se sienta a la Derecha del Trono de Dios hasta el ser más humilde del Paraíso, todos estamos sujetos a esta Ley por la que cada cual es responsable de sus actos ante una Justicia Universal que no hace excepción de Hermano, Hijo o Siervo, y ante su Tribunal todas las criaturas se presentan desnudas para ser juzgadas según sus pensamientos, palabras y obras. No ha lugar a invocación a la Paternidad Divina. Y la raíz de esta Justicia es la Verdad; su fruto, la Paz. Que por esto escribió Dios, a fin de que nadie se crea blindado ante la Ley en razón de su posición en su Reino: Creó Dios al hombre desnudo.

Del otro lado tenemos una parte de los hijos de Dios, que no pudiendo aceptar esta desnudez, reclamaron esa inmunidad natural a unos de dioses nacidos de un Dios Todopoderoso y Eterno a quien nadie puede juzgar. Y como hijos de ese Dios reclamaron el Todopoder que le era natural al Dios de dioses, por este poder dando luz a la excepción, que no concede la Ley.

La cuestión que estuvo en el Origen de la Traición de aquellos malvados hijos Dios, traición consumada con el Homicidio de Adán, estuvo en cómo arrancarle a Dios esa Inmunidad. Pues Dios no sólo no estuvo, ni lo está, ni lo estará por la Eternidad dispuesto a dar luz verde a la transformación de su Casa en un Olimpo de dioses más allá de la Ley, sino que, para zanjar la cuestión, públicamente y delante de toda su Casa, personificada en su hijo menor Adán, dio a conocer su última Palabra: “El que coma de ese fruto, morirá; sin excepción”. Y no quería volver a oír hablar del asunto, ¡jamás!

La Ley es Universal y permanecerá así por la Eternidad.

 

VI

La Astucia de la Serpiente

 

El pensamiento de quienes no podían concebir la vida eterna en el seno de una Paz Universal fundada en una Justicia Divina ante cuyo Tribunal todas las criaturas, independientemente de su posición social, somos iguales ante la Ley; el pensamiento de los tales, digo, y aun habiendo dado Dios su Última Palabra, y precisamente porque la había dado, no sólo no se sujetó a la Necesidad, por no hablar de la Bondad Infinita que el Verbo derramaba sobre el Futuro de la Creación, sino que se dejó arrastrar a la Rebelión abierta en base a esta Decisión Final manifestada: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”.

En su astucia maligna el cabecilla y príncipe de los Rebeldes puso sobre la mesa de los Conjurados, bajo el Signo de la Serpiente, la respuesta a su problema. Es evidente que la Ley es todopoderosa mientras tiene en el Ser de Dios su Fuerza, ¿pero y si Dios quedase esclavizado a su propia Palabra y por amor a su Libertad Él mismo debiera romperla? En este caso hipotético, ¿no quedaría en entredicho que el Verbo sea Dios? Me explico:

La Ley es Todopoderosa y no hace excepción. Adán come, Adán muere. Por el pecado de un sólo hombre, Cabeza de su Mundo, pues “creó Dios al hombre a su imagen y semejanza”, todo el Mundo muere. Ahora bien, la Ley ata a Dios al Verbo, a su Palabra, esclavizándole a consumar su Proyecto de Formación del Género Humano. De manera que siendo el Verbo la palabra de Dios, la Ley ata a Dios al Mundo hasta que su Palabra se cumpla. Pero si esta Palabra no se realizase jamás y por tanto el Género Humano no alcanzase nunca la condición de los hijos de Dios, Dios se vería obligado a renunciar a su Ley, con lo cual a fin de quedar Libre de su Palabra tendría que ser por Él mismo abolida su Divinidad. O, ... obligado por su Palabra..., Dios tendría que intentarlo una vez y otra hasta que su Voluntad se cumpliese... pero ¿y si no pudiera cumplirse... por no haber... materia?

Luego todo lo que había que hacer era usar a Adán como lanza contra el Verbo, hincarle la lanza en el pecho a Dios, y a partir de ahí entregarse a la Destrucción del Género Humano, de manera que no existiendo materia se viera Dios obligado a reconocer que había sido vencido, y en consecuencia tendría que imponerle a su Justicia dicha Excepcionalidad. Es decir, el Monte de Dios, Sión, tendría que evolucionar y transformarse en un Olimpo de dioses. La Creación entera tendría que ajustarse a esta nueva Ley... y todos los Pueblos del Universo... estarían a merced... de los Nuevos Dioses.

 

VII

LA BATALLA FINAL

 

Dios, Padre de Adán, se sintió herido hasta lo más profundo de su corazón.

Cual padre que al regresar de un viaje se encuentra con el cadáver de su hijo en el jardín de su casa, Dios entró en cólera infinita al descubrir que el asesino de su hijo había sido aquél mismo a quien le confiara su custodia mientras estuvo de viaje.

Dios, como Juez incorruptible, dictó sentencia contra todas las partes con la severidad que le reclamaba la Justicia, imponiendo castigo sin mirar el origen y condición social de los delincuentes.

Dios, en tanto que Creador, se quedó maravillado ante la locura infinita que era a sus ojos la declaración de guerra que le lanzaba en pleno rostro una criatura que Él mismo había sacado del polvo, cuya existencia la podía borrar de la faz del Tiempo y del Espacio con un simple soplo.

Dios, en cuanto Dios, no podía dejar de ver tras el movimiento en el Tablero de la Eternidad de estos peones el rostro de su Verdadero Enemigo: la Muerte.

Durante muchas eternidades, desde el mismo Día que Él se lanzara a la conquista de la vida eterna para todos los seres, la Muerte había estado siguiéndole a Dios los pasos a fin de obligarle a aceptar la Coexistencia sempiterna, como había sido desde el principio sin principio de la Increación, de la Vida y la Muerte en el seno de la Creación.

Dios se había limitado a ignorar la existencia de la Muerte en tanto en cuanto Ente Increado, la había considerado un fenómeno inherente a la Vida.

La Alegría de la Transfiguración de Dios en el Padre y el Hijo, la Alegría de la Creación del Universo y sus primeros Mundos, la Alegría del crecimiento de su Paraíso en un Imperio Maravilloso lleno de vitalidad, eran alegrías que se habían visto empañadas por las Guerras del Cielo; sin embargo y pues que Él ya había conocido la Ciencia del Bien y del Mal, se dispuso a extirpar de su Creación este Árbol maldito mediante la Ley, a fin de que la Guerra, su Fruto, no extendiera su fuego sobre el Universo y el Infierno se llevara su Obra a las tinieblas del olvido.

De pronto, con el Espíritu en vilo y aunque sabía Dios que “aquel toro ya había acorneado antes”, por lo que le pone a todos sus hijos, sin excepción, la Ley como yugo a fin de sujetarlos a todos a Obediencia, “aquel toro”, que ya había acorneado antes, se suelta y se lanza contra un Adán sin conocimiento ninguno de la naturaleza del fruto de la ciencia del bien y del mal, de aquí la Ignorancia como Fundamento de la Redención; un Adán sin ningún conocimiento -decía- el instinto asesino de la Bestia, al que la Bestia acornea hasta matarlo.

Dios se dice a sí mismo: “Imposible”; alza la mirada y ve a su verdadero enemigo, la Muerte. Y en su Dolor planta cara, acepta la declaración de guerra y se lanza a la Batalla Final. 

 

VIII

Fundamentos de la Batalla Final

 

Hubo Redención porque hubo Ignorancia; de manera que si por la Ignorancia vino la maldición: por esa misma Ignorancia, porque la hubo, y de no haberla habido la Redención no hubiera sido posible por Ley, tuvo lugar la Redención recogida en la ley del Sacrificio Expiatorio por los pecados.

Ahora bien, la Ley de Moisés miraba al individuo, y en su faceta más abierta al sacrificio por los pecados del pueblo hebreo y judío. Mas habiendo pecado todo el mundo y viviendo en el pecado a causa de la Ignorancia de Adán, cuyo pecado lo sufrimos en nuestras carnes la Plenitud de las Naciones del Género Humano, esta Ley era símbolo y anuncio del Sacrificio Expiatorio de todos los pecados del Mundo que preparaba Dios. La respuesta a la cuestión: ¿qué Cordero podía valer a los ojos de Dios tanto como para quedar lavados en su Sangre los pecados de todo un Mundo?, y preguntas derivadas, forman parte de la Doctrina de la Santa Madre Iglesia Católica desde los días de los Apóstoles.

Lo importante para nosotros es que Dios asumiera nuestra Causa por propia y se responsabilizase de la Caída en tanto en cuanto “sabiendo que aquel toro acorneaba” expuso nuestro Futuro y el de la Creación entera a la Libertad, haciendo de cuyo uso los Enemigos del Espíritu Santo hicieron de la Ignorancia de Adán talón de Aquiles contra el que lanzar la lanza de la Traición.

Asumida nuestra Causa, el Dilema en el que los discípulos del Maligno quisieron atrapar a Dios y entre los nudos de cuyo imposible laberinto gordiano quisieron despojarlo de su Espíritu Santo, reduciendo la Divinidad al Poder, en virtud de cuya nueva Realidad quedarían marginadas la Verdad, la Justicia y la Paz de la estructura del Cosmos, ese Dilema pasaba por el Cómo separar de Dios el Espíritu Santo.

¡Era solo natural! Era esta Propiedad del Ser la que se oponía a un salto de tal naturaleza que, dejando atrás la Verdad como raíz de la Justicia, pondría el Futuro sobre un Campo de Guerra Perpetua, cuya conclusión final sería la Destrucción Absoluta de la propia Creación. Y de aquí que Dios se negase en rotundo a acceder a la transformación de su reino en un Olimpo de dioses todos más allá de la Ley.

Pero desde la óptica de la escuela maligna que defendía este nuevo status y negaba la Sabiduría de Dios afirmando que el Dilema podría ser resuelto renunciando Dios a su Verdad, la estrategia era clara. En el Acontecimiento de la Creación del Hombre manifestó Dios su voluntad de dar a conocer a su Hijo la existencia del Bien y del Mal en cuanto Ciencia, pero no en tanto que experiencia. Y de aquí que simbolizara este Conocimiento en la forma de un Árbol. Es por Inteligencia Pura que Dios le quiso dar a conocer a su Hijo la existencia del Bien y del Mal.

La estrategia de la Muerte y su Príncipe centró entonces su astucia en darle a probar al Hijo de Dios la fruta del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir, la Guerra. La Astucia del Maligno alcanzaría su clímax al seducir al Único que podría lograr que Dios abriese en el cuerpo de la Ley una excepción, englobando en su Olimpo a los dioses, o sea, a toda la Casa de Dios.

¿Qué pasaría si el Hijo de Dios encontrase satisfacción en la Guerra? ¿Cómo podía saber Dios si a su Hijo Unigénito le gustaba o no la Ciencia del Bien y del Mal si aún no había probado su fruto?

¿Ante una supuesta elección terminal del Hijo de Dios a favor de la escuela del Diablo... no perdería el Espíritu Santo la Batalla?

Este era el esquema para locos que el Maligno alzó como sabiduría mediante la cual separar Dios y Espíritu Santo.

Cuando Dios descubrió su efecto y se vio ante los hechos consumados, le vio por primera vez la cara a su Verdadero Enemigo.

Estaba claro que Allí había estado actuando una Fuerza no Creada; no podía Dios seguir excusando el comportamiento de sus hijos en esto y aquello, ni seguir culpándose a sí mismo por haber minusvalorado el valor de su propia Victoria contra la Muerte, a saber, la creación de vida a su imagen y semejanza.

La Muerte, esa realidad que en su día Él definiera por la ausencia de vida eterna, se le descubría en toda su Realidad Increada en la Locura de la escuela de la Serpiente, cuya cabeza Satán, pretendía destruir al Espíritu Santo utilizando al Hijo contra el Padre.

La Batalla pasó a ser Cósmica. Era la Creación entera la que se vio amenazada por aquella Fuerza Increada contra la que se alzara Dios con un Universo en el que la Vida hereda la Inmortalidad de su Creador y se hace un Árbol cuyas ramas cubren la Eternidad y el Infinito de Mundos.

Era este Nuevo Universo el que la Muerte tenía que echar abajo.

Únicamente Dios en persona podía alzarse contra esa Fuerza y Desterrarla de su Creación. ¡Era la Hora de la Batalla Final de aquella Guerra que le declarara Dios a la Muerte cuando por su Todopoder y Omnisciencia la Vida devino Inmortal! Si hasta entonces Dios no había visto cara a cara al verdadero enemigo de su Creación, una vez que la locura desplegada en el Edén se consumó, abrió Dios los ojos y le vio el Rostro a su Enemigo.

Toda cuestión quedó desde ese momento en suspense.

 

IX

La expectación de la “creación entera”

 

Es evidente que Aquel que una vez abriera en el Infinito la Fuente de la que mana toda la energía creadora del Cosmos, Este mismo Dios podía destruir todo lo creado, abrir un agujero negro en el Infinito y arrojar a su Enemigo dentro, sellando esa fosa por la Eternidad. Pero esto se supone en un Dios que está solo y actúa acorde a su soledad.

Pero Dios no está solo. ¡Cómo explicarle a su Hijo la destrucción masiva de todo un Cosmos sin fundar su Poder en el capricho de un Dios que puede permitirse hacer y deshacer a su antojo!

La Muerte había atacado por donde creyó que su flecha pondría de rodillas a Dios.

No se crea un Cosmos y se decide de la noche a la mañana borrarlo del mapa. Esto lo hacen los matemáticos y los locos. Nadie trabaja de sol a sol durante un verano entero para dejar que la fruta se caiga al suelo una vez que madura.

El Hijo de Dios lo primero que haría o es preguntarse por qué. ¿No podía Dios limitarse a coger del cuello a su Enemigo y arrojarlo al Infierno?

Y lo que es más importante: ¿Cómo saber la Respuesta de su Unigénito a la cuestión en el origen de la Caída de Adán y la Rebelión contra el Espíritu Santo si no era expuesto a la tentación Él mismo?

La Creación entera permaneció en suspense desde Adán hasta Cristo. Pues se hizo evidente para todos los hijos de Dios que la Inmortalidad y la Ciencia del Bien y del Mal son incompatibles, que si llevado al extremo de elegir entre su Hijo y el Universo, Dios destruiría todo la Obra de sus manos, reduciría el Cosmos a polvo, y, como ya lo hiciera antes, volvería a empezar de nuevo, cuidando ésa próxima vez de no dejar ninguna puerta abierta a la Semilla de la Muerte.

El Futuro de la Creación entera, tal cual existe, estuvo, pues, en las manos del Hijo de Dios. Y únicamente había una forma de cerrar la Duda: que el Hijo de Dios hablase por sí mismo.

Para Dios la cuestión estaba fuera de toda Duda, pero pues que la Duda había encontrado su camino y exigía oír del propio Hijo de Dios su Palabra Final al respecto: SÍ a la excepción a la Ley para los hijos de Dios, o NO a la misma, así sería.

Todo el Antiguo Testamento no es más que la Preparación del Escenario desde el que el Hijo de Dios daría a conocer su respuesta “a la creación entera”, su Posición respecto a la Ciencia del Bien y del Mal: ¿Excepción en la Ley para los hijos de Dios, o Reino de la Justicia sobre todo ser sin acepción de persona?

Los hijos de Dios que se hicieron cuerpo de la Serpiente Antigua, haciendo de Satán su cabeza, dieron a conocer su decisión bailando sobre la tumba de Adán, demostrando que por nada del mundo estaban dispuestos a vivir bajo el Imperio de una Ley que no diferencie entre Gobernante y Gobernado, entre Rey y Pueblo.

Firmada la Declaración de Guerra contra el Espíritu Santo sobre la sangre de Adán, la creación entera, escandalizada por el Fin que se dibujaba en su horizonte, permaneció con el pecho en vilo, el corazón encogido a la espera de la Decisión del Único que podía obtener de Dios semejante transformación de su Imperio en un Olimpo de dioses, todos más allá del Bien y del Mal.

 

X

Imperio o Cruz

 

Hay dos cosas con las que no se juega: la sangre y el fuego. ¿Pero y cuándo sangre y fuego se hacen una sola cosa?

Se llamaba JESÚS. Tal era el Nombre del Hijo de Dios de cuyos labios dependió el Futuro de la Creación entera. Por amor a su Hijo no hubiera dudado Dios en borrar las galaxias del mapa del cosmos, borrar el mismo cosmos y empezar una Creación Nueva. Suya era la Decisión.

Se hizo hombre a fin de que la creación entera escuchase con palabras la Respuesta del Hijo de Dios a la cuestión en pugna: Sí o No al Espíritu Santo de una Ley que no admite excepción y se expone como Roca sobre la que el Edificio de la Justicia se mantiene indestructible contra el paso del Tiempo.

Suya era la Última Palabra.

Si su respuesta era un No a la Igualdad de todas las personas ante la Ley, Jesús sólo tenía que escribir su No encarnando la visión del Mesías que el Judaísmo se había formado partiendo en su ignorancia del Espíritu inspirador de las Escrituras. Él era el Hijo de Dios, suyo era el Poder. Una vez la decisión final tomada, si acorde al Judaísmo, nada ni nadie podría cortarle el paso al hijo de David hacia el Imperio Universal de Jerusalén; .... Roma sucedió a Atenas, Atenas a Susa, Susa a Babilonia, Babilonia a Nínive, Nínive a ... el viaje del “testigo del imperio” acabaría en Jerusalén ... si la decisión final del Hijo de David era un No a la Ley del Espíritu Santo.

Si la Respuesta de Jesús era un Sí a la LEY DE YAVÉ, sólo debía doblar las rodillas y subir a la Cruz, firmando así su Declaración Final con la sangre de Cristo.

Dos puertas. La una daba a la gloria efímera del imperio; la otra... a la Gloria sempiterna del Reino de Dios. La Decisión era suya. El Futuro de la Creación entera estaba en sus manos. Si el Hijo quería ver con sus propios ojos en qué experiencia tuvo origen la Ley del Padre contra la Ciencia del Bien y del Mal, esta experiencia llevaría a la creación entera a su destrucción total. Tendríamos alegría para Hoy y Tristeza de muerte para Mañana... aunque este Mañana alborease a una eternidad al otro lado de la Noche de los tiempos.

 

XI

La doctrina del Diablo

 

El Hijo es Dios, se podía permitir el lujo de vivir un Apocalipsis cósmico al otro lado del libro de la Historia . ¿Y qué? ¿No es todo viviente barro sobre el que Dios sopla su aliento de vida, y si lo retira expira y vuelve al polvo? ¿Por qué no vivir la experiencia? Al fin y al cabo una criatura no puede soportar la existencia eterna. Tarde o temprano necesita la Muerte, la pide, la suplica, es el sueño del descanso eterno, el sueño de la paz final, polvo al polvo, ceniza a las cenizas. ¿Por qué no hacer de ese tiempo entre el Hoy y el Mañana un paseo por los campos de una Guerra de dioses?

Dios no tiene nada que perder, pues que es indestructible, y siendo el Hijo de la misma Naturaleza que su Padre, ¿dónde está el miedo? ¿No es la Creación un Espectáculo? Unas veces: tragedia; otras, comedia; ahora un circo, luego una boda, un funeral, una lágrima, una risa... ¿dónde está el mal en divertirse?

¿Qué bien hay en una Ley que no admite excepciones y se parece a una máquina siguiendo las pautas de un programa virtual?

Al fin y al cabo, a Dios le basta querer para convertir las piedras en pan, abrir la boca para apagar un fuego y resucitar los ejércitos caídos durante una Guerra de Mundos. ¿Qué hay de malo en la gloria de un dios que pasea su Poder por las estrellas movilizando mundos como rebaños que corren al matadero para alimentar las barrigas de los dioses?

La Libertad, la Paz, ¿qué es todo eso si no existe el Poder de liberar esclavos y acabar guerras? 

 

XII

La doctrina del reino de los cielos

 

Se llamaba Jesús, y era el Cristo: “Apártate de mí, Satanás”. Ese fue el momento en que el corazón de la creación entera se soltó, el pecho que estaba encogido se ensanchó, y en el gozo de tantos hijos las lágrimas se le saltaron a Dios de los ojos. Y un grito se oyó en el Infinito: ¡Victoria!

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios, una sola Realidad Espiritual Eterna.

Ahora a firmar la Respuesta ahogando la pluma en la sangre del Cordero de Dios. Ahora a ser el Primero en certificar el No a la Excepción a la Ley.

Por Ley, Cristo Jesús debía morir, pues siendo judío de nacimiento se alzó contra la Ley de exclusión de todas las naciones del reino de Dios. Él era el Hijo de David, estaba en su mano invocar la Excepción o doblar sus rodillas ante la Ley.

Si Cristo Jesús seguía la doctrina del Diablo invocaría la Excepción; si la del Reino de Dios, aun siendo Dios Hijo Unigénito tenía que hacerse Igual a los hombres, a fin de que en su Sí la creación entera encontrase su Vida .

La Decisión del Hijo de Dios está escrita. En su Sí a la Ley del Espíritu Santo encontró la Creación a su Salvador.

Dios, exaltado ante su Casa entera por la Obediencia de su Hijo Amado, abolió el Imperio de los hijos de Dios y elevó la Corona de su Unigénito al Reino Universal. No hay reyes, sólo príncipes, todos sujetos a la Corona Universal y sempiterna del Hijo de Dios. Un solo Rey, un solo Señor y Salvador. 

 

XIII

La Esperanza de Salvación Universal

 

Pero Dios hizo más. Lo puso todo a los pies de su Hijo, lo mismo el Trono del Reino ante el que responde todo Poder, como el Trono del Juicio Universal, ante cuyo Tribunal responde toda criatura. Y poniendo en sus manos el Juicio Final, invistió Dios a su Hijo de la Gloria que Dios se había reservado para sí mismo: la Gloria de quien tiene el Poder de Firmar Absolución Universal o Sentencia Condenatoria ad eternum, siendo su Sentencia Inapelable y Final.

Recogiendo, pues, la Justicia por la que la ignorancia de nuestros padres nos hizo dignos de Redención, quiso Dios darnos por Juez al mismo que al Principio dijera: “Haya Luz”, de manera que encontrásemos en el Juez a nuestro mismo Creador, Aquel que sufrió en su ser la Muerte, y conociendo su Poder nos juzgue de acuerdo a nuestra naturaleza y no en relación a la Suya.

Desde la más tierna Adolescencia entregados al Imperio de la Muerte, monstruo todopoderoso que le preparó mesa de banquete a sus príncipes, sirviendo nuestra carne por manjar de reyes y nuestra sangre por ambrosía para dioses, las naciones humanas tuvimos el odio y la venganza por tutores y maestros, la crueldad y el terror fueron nuestra escuela y academia, hicimos el camino por los milenios como las bestias que reptan a cuatro patas por desiertos inhóspitos en los que la ley es devorar o ser devorados. ¡La Ciencia del bien y del mal fue nuestra suerte! ¿Quién se apiadará de crímenes cometidos en las tinieblas de una batalla en la que la tregua y el cuartel fueron para los muertos?

¿Cómo iba el Dios del Amor a entregarnos desnudos, forjada nuestra alma original entre nubes de algodones ingrávidos como sueños felices, a un Tribunal ajeno a la Misericordia?

¿Iba el Dios de todos los pueblos a permitir que un Juez que no conoció nunca la fragilidad de esta carne nuestra encadenada al muro de los infiernos crueles del hambre y sed de justicia levantara su puño contra nosotros?

¿Cómo juzgar al barro por no resistir el ímpetu de la corriente que baja de las montañas arrastrando piedras y troncos?

¿Por qué ley puede ser juzgado el bocado que el cachorro abandonado en la selva da contra la pierna del que duerme en su tienda?

¿Qué Derecho ha de ser abandonado para juzgarnos por nuestros actos sin tener en cuenta la fuerza todopoderosa que desde núcleos incógnitos lanza sus rayos contra mentes sorprendidas en plena fiesta?

¿Aquel que soñó nuestra Liberación en el espacio no había de llevarse consigo nuestra liberación en el tiempo?

Dios, amantísimo de su creación entera, quiso abrirle horizontes al Poder de su Hijo y mostrarle cómo con una sola Palabra puede hacer que un Mundo entero nazca de nuevo y su Alma no se acuerde del dolor y la pena, sino que como quien tiene un mal sueño se levante y se olvide para siempre de la pesadilla en que fuera atrapado por una Traición abominable.

He aquí la Gloria de nuestro Juez, no está en nuestra Condena, sino en nuestra Absolución.

Y como en el espíritu de la profecía está la Absolución para el que se convierte, fue en este Espíritu que nos vino la Doctrina del reino de los cielos, a fin de que por nuestra Conversión alcanzásemos Gracia para todas las naciones de nuestro Género, de manera que si por un hombre todos fuimos hechos pecadores, y por otro solo muchos fueron hechos justos, por los que creemos sean justificados los que no conocieron ni vieron al Hijo de Dios. Pues justificada por la sabiduría de nuestras obras el argumento de haber procedido el pecado de las naciones de su ignorancia sobre la ciencia del bien y del mal, puerta por la que entró el Diablo en nuestro mundo, por nuestras obras, alzadas como argumento de defensa de las obras cometidas en la ignorancia, vea el Juez Universal que una vez instalados en su Sabiduría el Pecado no puede ya tener Poder sobre el Hombre, desde Hoy y por la Eternidad.

 

 

 

 

 

TERCERA PARTE

 

EL CRISTIANO, HIJO DE DIOS, CIUDADANO DE SU REINO

 

 

Jesús de Nazaret fue el primer cristiano. Fue conducido por Cristo a la Cruz del Cordero de Dios. Sus Discípulos fueron llamados Cristianos porque siguieron su ejemplo y subieron a la cruz predestinada para ellos. Jesús era el Cristo de Dios. Somos Cristianos porque somos Discípulos de Cristo a la imagen y semejanza de Jesús de Nazaret, el hijo del Hombre. Las Ley por la que vivió el Cristo es la Ley del Espíritu que vive en todo hijo de Dios. No sabíamos cuál era esa Imagen a cuya Semejanza fuimos creados hasta que quien hablo se hizo Hombre.

El hombre no es Dios. Dios no es hombre. La Respuesta a esta Cuestión la dio engendrando a Cristo: “He aquí el Hombre”. En quien no vive esta Imagen del Hijo de Dios no es Cristiano ni es Hombre. El Hombre es aquel Ser en el que vive Cristo, de cuyo Espíritu heredamos el ser de los hijos de Dios y la Ciudadanía de su Reino. El Nacimiento de Cristo es el Discurso del Creador sobre la Naturaleza del Hombre que Él llamó a la Vida eterna. Abandonados en las tinieblas ese Hombre murió en los hombres, fue enterrado en los abismos del odio y las guerras de los milenios. El Hijo de Dios vino a resucitarlo. En Su Resurrección ese Hombre, que fuera arrojado a la fosa, resucitó.

Cristo fue Jesús porque Cristo estaba en el Hijo de Dios. Con su Encarnación JESÚS levantó a CRISTO de entre los muertos, para ser por Cristo conducido a la Cruz, donde muriendo el Rey de reyes vino a nacer por la Resurrección de JESUCRISTO ¡el Rey!

El Cristiano es ante todo un Ciudadano del Reino de JESUCRISTO, adorador de la Ley de su Espíritu, por la que hereda el Derecho Divino de todos los hijos de Dios a la Verdad, la Justicia, la Paz, la Libertad, a la Inteligencia a la imagen y semejanza de la de su Creador, y sobre todas las cosas su tesoro más irrenunciable: El Amor de su Creador, nuestro Padre que está en los Cielos.

Pero el Amor a Dios, nuestro Padre, se manifiesta en la Obediencia a su Palabra, de manera que quien no obedece su Voluntad y permanece ajeno a la Naturaleza de su Palabra no tiene justificación para su conducta. La Fe, en verdad, es la Llave que abre la Puerta del Paraíso: nadie debe olvidar que la Fe no es simplemente el conocimiento de ser JESUCRISTO el Hijo de Dios acorde a la Declaración Universal Eterna de Nuestra Madre la Santa Iglesia Católica. Si este Conocimiento procedente de la Razón se redujese la Fe el más grande de todos los cristianos sería aquel Satán que se levantó para darle muerte a Cristo. ¿Acaso no estuvo Satán entre los llamados a formar al Hombre a la imagen y semejanza de los hijos de Dios? Luego se ve que el Conocimiento sin la gloria que procede de las Obras hechas a la imagen y semejanza de Cristo Jesús es fe muerta. Por sus obras, no por su conocimiento, han sido sentenciados a Destierro Eterno quienes creyeron que podrían desterrar de Dios el Espíritu Santo.

Quien separa las Obras de la Fe a la imagen y semejanza de Cristo comete el mismo delito que quien separa a Jesús del Hijo del Señor Dios YAVÉ. Por sus obras se conoce quien es quien.

Las leyes humanas cuando proceden a una Guerra Abierta del Derecho Civil contra el Derecho Natural comete un Delito contra Dios y la Humanidad. El Hombre y la Mujer no se han creados a sí mismos. Romper y anatematizar las leyes que dieron lugar a la Creación del Hombre y la Mujer es querer crear una abominación a los ojos del Creador de la Vida en la Tierra.

Separarse de la Ley del Espíritu de Cristo es abolir la Ley Natural escrita en piedra en el Sinaí, escrita después por JESUCRISTO en el Alma Cristiana con el fuego que nace del Espíritu.

Las Ley del Creador es Firme: Creados libres y dotados de Inteligencia a su imagen y semejanza, todos los Ciudadanos del Universo estamos desnudos ante los ojos de su Justicia.

No hay Poder que pueda comprar el Juicio de un Juez cuya Justicia tiene en el Brazo del Creador del Universo su Gloria.

La Ley no nos ha sido dada para esclavizar a los Pueblos a los intereses de un grupo de familias, clanes o tribus. La Ley es la Garantía de la Paz entre todas las naciones de la Creación. En la Paz hallamos todos la Libertad, la Alegría y el Horizonte abierto a una Vida cuyos días no se acaban jamás.

La Creación de un Mundo abierto a Pueblos con Origen en distintos Espacios y Tiempos únicamente puede tener Garantía de Vida Eterna en la Adhesión de todos a una Ciudadanía Universal que hace de todos Ramas de un mismo Árbol Divino: El Árbol de la Vida Eterna.

La Eternidad no comienza Mañana. Vivimos en la Eternidad. Nos acostamos con ella y despertamos a ella cada día. Quien aquí no vive en la luz de la Ley de la Eternidad ¡cómo podrá ser admitido en un Mundo la Ley de cuyo Reino despreció en su mundo de origen!

JESÚS fue el Primer Cristiano, el hijo del Hombre que nos enseñó la Naturaleza de la Ley por la que permaneciendo desnudos en la Desnudez ante la Justicia encuentra, la Libertad y la Paz sus brazos y sus piernas. Quienes se visten de Inmunidades y se blindan con Impunidades, comprando y vendiendo sentencia, y haciendo leyes contra la Naturaleza del Universo, son hombres y mujeres que han renunciado a la imagen y semejanza del Hombre según el Hijo de Dios, y han entregado sus almas a Satán a cambio del Poder sobre las naciones de la Tierra.

El Juicio Final se hará según el espíritu de la Profecía del hijo del Hombre, como cuando en Nínive, la Misericordia, expuesta en la Defensa del Hombre firmada por Dios en la Cruz, responda a la Fe de los siglos venideros con una Absolución Universal para un Mundo, en los primeros días de su Adolescencia Histórica, arrojado al abismo de una guerra fratricida mundial cuyo horizonte se abría a un apocalipsis autodestructor total.

De nosotros depende Hoy levantar el Edificio de la Plenitud de las Naciones de la Tierra, Ciudadanas del Reino del Hijo de Dios, y de las generaciones de nuestro Mañana dependerá mantenerlo, ampliarlo y desarrollarlo, siempre teniendo en la Ley del REY la Roca y Fundamento de la Verdad, la Justicia y la Paz entre todas las naciones y los pueblos del Género Humano.

Darle vida al Argumento de Cristo : El Hombre, de no haber sido engañado por un hijo de Dios, no de nuestro Mundo, jamás hubiese comido del fruto del Árbol de la Ciencia del bien y del mal; la vida de este argumento no está en los discursos de teólogos y dictadores de la palabra, esa vida está en las obras de todos hechas a la imagen y semejanza de las obras de Cristo: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo, su resumen. No mientas, no robes, no des falso testimonio, no envidies, no condenes, perdona y serás perdonado, honra a tus padres, ama a tus hermanos ...

 

La salvación no está en la Letra,

está en el Espíritu,

y el espíritu está en las Palabras y en las Obras,

de manera que quien habla y no obra es un muerto,

una tumba en la que la Muerte despierta un hijo para su infierno

a la imagen y semejanza de Satán, su primogénito.  

 

 

 

CRY&S