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HISTORIA DEL IMPERIO ROMANO

 

 

AMMIANO MARCELINO

 

LIBRO 14

LIBRO 15

LIBRO 16

LIBRO 17

LIBRO 18

LIBRO 19

LIBRO 20

LIBRO 21

LIBRO 22

LIBRO 23

LIBRO 24

LIBRO 25

LIBRO 26

LIBRO 27

LIBRO 28

LIBRO 29

LIBRO 30

LIBRO 31

 

 

 

AMMIANO MARCELINO

 

Ammiano Marcelino era natural de Grecia, probablemente nació en Antioquía, de padres que la historia no ha conocido, pero nobles sin duda, porque Ammiano se atribuye la cualidad de ingenuus y, en su libro, llama ingenui a los nobles. Siendo muy joven sirvió, bajo el reinado de Constantino, en una cohorte de caballería que mandaba en Oriente un tal Ursicino, varón muy notable en la guerra, a quien con frecuencia alaba en su libro: después ingresó en los protectores domestici, o guardia especial de Constantino, formada de soldados escogidos: Joviano comenzó por ser compañero de Ammiano Marcelino, pasando de protector doméstico a jefe de la escuela, y de este cargo a Emperador.

Poco después enviaron a Ursicino a la Galia para someter la colonia de los Ubianos, de la que se había apoderado el jefe de caballería Silvano, de origen franco. Ursicino llevó consigo a Ammiano, quien tomó parte en los acontecimientos de la breve campaña en que Silvano fue derrotado y muerto. En seguida llamó el Emperador a Ursicino, enviándole otra vez a Oriente, a donde le siguió Ammiano. Allí tuvieron lugar expediciones en las que se distinguieron el jefe y su compañero, éste como negociador y soldado a la vez. Ammiano estuvo a punto de caer en manos de los persas. Separado durante algún tiempo de su jefe, y sitiado en la ciudad de Amida, que fue tomada a pesar de enérgica resistencia, consiguió escapar, y, después de varias aventuras, logró reunirse con Ursicino en Antioquía.

Ursicino recibió en premio de sus servicios la ingratitud palaciega, quedando relegado a la ociosidad de la vida privada. Ammiano conservó su puesto te protector doméstico, ignorándose si con esta cualidad ó con grado superior hizo la guerra en Persia con el emperador Juliano.

Bajo el reinado de Valentiniano y Valente renunció a la carrera de las armas y se retiró a Antioquía, de donde le arrojaron vejaciones que tuvo que sufrir de parte de los curiales, despidiéndose del Oriente, su patria, y regresando a Roma en vida de Valente. Allí trabó amistad con muchas personas notables, y, dedicándose por completo a las letras, fija la atención en las obras de Catón el Censor, de César, Salustio y Cicerón, acometió la empresa de escribir la historia de Roma, desde el reinado de Nerva hasta la muerte de Valente. Ignórase en qué época murió Ammiano Marcelino.

Su obra ha llegado a nosotros mutilada, habiéndose perdido trece libros de los treinta y uno de que constaba. Esta historia abrazaba un período de cerca de tres siglos, desde el año 96 al 378. Lo que queda solamente contiene los acontecimientos de veinticinco años, desde el 353 al 378. El libro XIV comienza en el año 17 del reinado de Constancio; el XXXI termina en la muerte de Valente, en la guerra que sostuvo contra los godos.

Varones muy eminentes han sostenido que Ammiano Marcelino fue cristiano o estuvo muy cerca de serlo, deduciéndolo de algunos pasajes en que parece que el historiador habla favorablemente de la nueva religión. En uno de estos pasajes alaba Ammiano a Sapor, rey de los persas, «por haber respetado en el saqueo de dos fortalezas a las vírgenes consagradas al culto divino, según el rito de los cristianos»: en otro lugar refiere que «Teodosio el padre trató con dulzura a los sacerdotes del rito cristiano»: y esto otro parece más claro todavía: «Constancio confundió el cristianismo, en su pureza y sencillez, con una superstición de vieja.» Ahora bien, esta superstición era el arrianismo; ¿y quién sino un cristiano pudo tratar de superstición de vieja al arrianismo? En fin, hablando de los mártires, dice noblemente «que supieron guardar hasta la muerte la integridad de su fe». Ningún pagano hubiese hablado de ésta manera.

Pero, faltando otras pruebas, estos pasajes solamente demuestran que era imparcial y prudente en medio de las distintas situaciones del cristianismo en aquella época, y que hacía justicia a los cristianos, aunque no participase de sus creencias. Porque en otros muchos puntos de su obra se manifiesta abiertamente pagano, hablando de los dioses del paganismo como de sus propios dioses.

Como historiador no merece, según los críticos, figurar en la misma línea que Salustio, Tito Livio y Tácito, pero no se le puede negar puesto muy distinguido entre los historiadores de segundo orden. Talento perspicaz y observador, cuando conoce bien los acontecimientos de que habla y no le extravían las preocupaciones de su época, consigue descubrir las causas verdaderas y los móviles que impulsan a los hombres. También traza graciosos cuadros de costumbres, como este retrato de Constancio: «Entrando en Roma sobre un carro, encorvando su escasa estatura bajo las puertas más altas, fijos los ojos, inmóvil y como aprisionado el cuello, no volviendo el rostro a derecha ni izquierda, hombre de yeso, al que no mueven las sacudidas del carro, las manos pegadas al cuerpo, sin sonarse, sin tocarse siquiera la nariz»; y como al hablar del maestro de armas Lupicino, «que levantaba las cejas como cuernos».

Para conocer los géneros de corrupción que penetran en las cortes, la astucia de los aduladores, los tortuosos caminos que llevan al favor de los príncipes, las intrigas de los cortesanos para destruirse mutuamente, los sufrimientos del temor y de la envidia, las miserias de toda clase con que un puñado de hombres agobia a los pueblos; para ver una pintura enérgica de las calamidades que engendra el despotismo, debe leerse el libro en que Ammiano habla del reinado de Constancio y el relato del pernicioso gobierno de este príncipe, que creía conmover el mundo con un movimiento de cejas y no era más que esclavo de sus aduladores, constante presa de sospechas o temores, en una corte donde dominaban los eunucos.

Si por la energía de algunos rasgos y la verdad satírica de algunas reflexiones morales Ammiano es superior a la parte pagana de la sociedad de su tiempo, también es cierto que se rebaja hasta el nivel de los más ignorantes por su superstición, en lo que le daba ejemplo su héroe Juliano. Y, sin embargo, Ammiano se burla de este príncipe por su credulidad, cosa que no le impide llenar sus relatos de presagios y visiones de adivinadora. Este escritor, que a veces sabe descubrir en las pasiones de los hombres la causa de los acontecimientos, frecuentemente no ve en los hechos sino el cumplimiento de predicciones, y se esfuerza en demostrar, por medio de pueriles sutilezas, que el sabio puede llegar a vaticinar lo venidero.

El estilo de Ammiano Marcelino es el de su época, con algunas bellezas de tiempos mejores. Hacía ya dos siglos que la lengua latina había degenerado en una especie de jerga ampulosa, cargada de tropos, mezclando las pompas del estilo lírico con las trivialidades del lenguaje más vulgar, sobrecargándose con palabras nuevas y obscureciéndose con sus esfuerzos para deslumbrar. La costumbre de las lecturas públicas, que subsistía aún en esta época, añadía corrupción especial a las causas generales de la corrupción del lenguaje. La historia de Ammiano Marcelino fue leída en público, mereciendo muchos aplausos. El célebre Libanio le felicita en una carta, diciéndole: «He sabido por personas llegadas de Roma que has leído en público trozos de tu libro y que te propones leer otros; creo que los aplausos tributados a lo conocido te alentarán para publicar el resto.» De aquí el lenguaje hinchado y sonoro, único que podía agradar a un auditorio más sensible a la armonía de las palabras que a la fuerza del raciocinio. Para causar efecto en la lectura, prodiga Ammiano las comparaciones entre su tiempo y los anteriores; apostrofa con tanta frecuencia a la fortuna, amontona metáforas y describe en estilo épico los asedios y combates. Para conseguir aplausos en los banquetes, afecta erudición y siembra en sus relatos citas de Cicerón y versos de Virgilio y de Terencio; se entretiene en vanas digresiones acerca de algunas divinidades paganas, de los obeliscos, jeroglíficos, terremotos, eclipses de sol y de luna, origen de las perlas y de los fuegos que bajan del cielo; en fin, acerca de los jurisconsultos y de lo que graciosamente llama «diferentes especies de abogados», siendo más bien esta última digresión una sátira contra los curiales, cuyas maniobras le obligaron a abandonar a Antioquía.

Lo mucho que ha servido la obra de Ammiano Marcelino a los escritores modernos hace su mejor elogio.

 

LIBRO XIV

Crueldad del césar Galo.—Irrupción de los isaurios.—Tentativa fracasada de los persas.— Incursiones de los sarracenos.—Sus costumbres.—Suplicio de los partidarios de Magnencio.— Corrupción del Senado y del pueblo romano.—Barbarie y furores de Galo.—Descripción de las provincias de Oriente.—Nuevas crueldades del césar Galo.—Constancio concede la paz a los alemanes, que la imploran.—Llama el Emperador a Galo y le hace decapitar.

LIBRO XV

Anuncian al Emperador la muerte del César Galo.—Ursicino, jefe de la caballería en Oriente, Juliano, hermano de Galo, y el prepósito Gorgonio, acusados del crimen de lesa majestad.—Rigores ejercidos con los amigos y servidores de Galo.—Constancio derrota y ahuyenta a los alemanes lencienses.—Proclaman Emperador en Colonia a Silvano, franco de origen y jefe de la infantería en las Galias. Cae en un lazo y perece a los veintiocho días de reinado.—Condénase a muerte a los amigos y cómplices de Silvano.—Sediciones reprimidas en Roma por el prefecto Leoncio.— Arrójase de su silla al obispo Liberio.—Constancio confiere el título de César a Juliano, hermano de Galo, y le encarga la administración de las Galias.—Origen de los galos.—Etimología de los nombres de celtas y gálatas.—Alpes galos. Comunicaciones abiertas a través de estas montañas. Divisiones del territorio y breve descripción de las Galias y del curso del Ródano. Costumbres de los galos.—Musoniano, prefecto del pretorio en Oriente.

LIBRO XVI

Elogio del César Juliano.—Juliano ataca a los alemanes, los derrota, los dispersa y les hace prisioneros.—Recobra Colonia de los francos y trata con sus jefes.—Sostiene un sitio en Sens contra los alemanes.—Virtudes del César Juliano.—Acusado Arbeción, es absuelto.—Euterio, cubiculario de Juliano, defiende a su señor contra Marcelo. Elogio de Euterio.— Circulan en el campamento de Constancio falsos relatos y calumnias.—Rapacidad de los cortesanos.— Negociaciones para la paz con los persas.—Aparato militar y casi triunfal de la entrada de Constancio en Roma.—El césar Juliano ataca a los alemanes en las islas del Rhin, donde se habían refugiado, y repara los muros de Tres Tavernas.—Coalición de los reyes alemanes contra la Galia. —Juliano les ataca y derrota cerca de Argentoratum.

LIBRO XVII

Después de la derrota de los alemanes, Juliano pasa el Rhin y destruye por el hierro y el fuego los establecimientos de este pueblo.—Repara la fortificación de Trajano y concede a los bárbaros diez meses de tregua.—Reduce por hambre una banda de francos que hacía correrías en la Germania.—Sus esfuerzos por aliviar a la Galia del peso de los impuestos.—Constancio hace elevar un obelisco en Roma en el circo máximo.—Correspondencia y negociaciones inútiles para la paz, entre Constancio y Sapor, rey de Persia.—Los Juthungos, pueblo alemán, devastan la Rhecia.—Los romanos los derrotan y ahuyentan.—Un terremoto destruye a Nicomedia.—Juliano recibe la sumisión de los Salios, pueblo franco.—Derrota o hace prisioneros a parte de los Chamavos, y concede la paz a los demás.—Juliano repara tres fortificaciones en el Mosa y es objeto de reconvenciones y amenazas por parte de los soldados, irritados por la escasez.—Los reyes alemanes Soumario y Hortario consiguen la paz devolviendo los prisioneros.—Burlas de los envidiosos contra las victorias de Juliano.—En la corte le acusan de indolencia y pusilanimidad.—Constancio obliga a los Sármatas y a los Quados, que devastaban la Mesia y las dos Pannonias, a devolver los prisioneros y entregar rehenes.—Restituye a los Sármatas expulsados la posesión de sus tierras y les da un rey.—Constancio hace terrible matanza de Limigantos y les obliga a expatriarse.—Los  legados romanos abandonan la Persia sin ha ber ajustado la paz.—Sapor invade de nuevo la Mesopotamia y la Armenia.

LIBRO XVIII

Beneficios de la presencia de Juliano en las Galias.—Cuida de que en todas partes se administre bien la justicia.—Repara las murallas de los fuertes reconquistados al enemigo en las orillas del Rhin, tala parte del territorio de los alemanes y obliga a cinco reyes suyos a pedir la paz y devolver los prisioneros.—Barbación, jefe de la infantería, es decapitado con su esposa por orden de Constancio.—Sapor, rey de Persia, se dispone a atacar con todas sus fuerzas a los romanos.— Ursicino, llamado al Oriente, recibe contraorden en Tracia y regresa a Mesopotamia.—Encarga a Ammiano que observe la marcha de los Persas.—Reunido Sapor con el rey de los Chionitas y de los Albaneses, penetra en Mesopotamia.—Los Romanos incendian ellos mismos las mieses, llaman a las ciudades la población de los campos y cubren de fortificaciones y castillos la orilla citerior del Eufrates.—Los Persas sorprenden un cuerpo de Ilirios compuestos por setecientos jinetes. En un encuentro con un cuerpo de Persas muy superior, Ursicino escapa por un lado y Ammiano por otro. —Descripción de Amida. Fuerza de la guarnición de esta ciudad en legiones y en caballería.— Ríndense a Sapor dos fuertes romanos.

LIBRO XIX

Intima Sapor la rendición a los habitantes de Amida, recibiéndole éstos con flechas y dardos de balista.—Renueva la intimación el rey Grumbates y cae muerto a su lado su hijo.—Sitio de Amida; doble asalto de los Persas.—Propone Ursicino un ataque nocturno a los sitiadores y se opone Sabiniano.—Declárase la peste en Amida, desapareciendo a los diez días merced a ligera lluvia.—Causas y variedades de este azote.—Nuevo asalto a la ciudad combinado con una sorpresa en el interior, por medio de un paso secreto entregado por un desertor.—Una salida de las fuerzas galas hace mucho daño a los Persas.—Construyen torres y otras obras de sitio que incendian los Romanos.—Los Persas se apoderan de la ciudad por medio de terrazas que consiguen apoyar en las murallas.—Ammiano escapa a favor de la noche y consigue llegar a Antioquía.—Los jefes romanos que mandaban en Amida son condenados a muerte o aprisionados.—Craugaso, ninivita, pasa a los Persas, arrastrado por el deseo de ver a su esposa.—El temor de escasez ocasiona sediciones en Roma.—Los Sármatas limigantos, so pretexto de pedir la paz, atacan al Emperador, siendo rechazados con grandes pérdidas.—Numerosas acusaciones y condenaciones por el delito de lesa majestad.—Latrocinios de los isauros reprimidos por el conde Lauricio.

LIBRO XX

Enviase a Bretaña a Lupicino con su ejército para reprimir las incursiones de los escoceses y de los pictos.—Ursicino, que llega a general de la infantería, es calumniado y depuesto.—Eclipse de sol.—Fenómeno de los parelios.—Eclipses de sol y luna y diferentes fases de este astro.— Invernando Juliano en Lutecia, le proclaman Emperador, en contra de su voluntad, las legiones galas, que Constancio quería quitarle para emplearlas contra los persas.—Su arenga al ejército.— Sapor pone sitio y se apodera de Singara. Traslada a Persia todos los habitantes con un destacamento de caballería auxiliar y dos legiones que formaban la guarnición de la ciudad, que queda arrasada.—Sapor se apodera de la ciudad de Bezabda, defendida por tres legiones. En seguida la repara y abastece de víveres. Fracasa ante la fortaleza de Virta.—Juliano entera a Constancio por medio de una carta de lo ocurrido en Lutecia.—Constancio manda a Juliano que se contente con el título de César.—Unánime oposición de las legiones galas.—Juliano pasa el Rhin y cae de improviso sobre los francos, llamados acuarios, mata o se apodera de considerable número y concede la paz a los demás.—Constancio sitia con todas sus fuerzas a Betzabda y se retira sin éxito. —Del arco iris.

LIBRO XXI

Juliano Augusto celebra en Viena las fiestas quinquenales.—Cómo augura que se acercaba el fin de Constancio.—Diferentes medios para conocer el porvenir.—Juliano Augusto se hace pasar por cristiano para hacerse agradable al pueblo de Viena, y asiste públicamente a orar en una iglesia. —Vadomario, rey de los alemanes, rompe el Tratado y envía merodeadores a saquear nuestras fronteras.—Mata algunos hombres con el conde Libinon que los mandaba.—Juliano intercepta una carta de Vadomario a Constancio y hace prender al rey en un festín.—Destroza o hace prisioneros a una parte de los alemanes y concede la paz a los restantes.—Juliano arenga a los soldados y los decide a hacer la guerra a Constancio.—Constancio se casa con Faustina.—Refuerza su ejército y se atrae con regalos a los reyes de Armenia y de Iberia.—Sin salir de Antioquía, contiene al África por medio del notario Gaudencio.—Pasa el Eufrates y marcha a Edesa con el ejército.—Juliano, después de ordenar los asuntos de las Galias, se dirige al Danubio y hace que se adelante parte de sus tropas por Italia y la Recia.—Los cónsules Tauro y Florencio, prefectos del pretorio los dos, huyen al acercarse Juliano, uno a Iliria y el otro a Italia.—Luciliano, general de la caballería, quiere resistir, pero le sorprenden y aprisionan.—La ciudad y guarnición de Sirmio, capital de la Iliria Oriental, se rinde a Juliano, que ocupa el paso de Sucos, y escribe al Senado contra Constancio.— Dos legiones que habían pasado en Sirmio al partido de Juliano y a las que enviaba a las Galias, ocupan Aquilea, de acuerdo con los habitantes, y le cierran las puertas.—Aquilea sostiene un sitio en interés de Constancio.—A la noticia de la muerte del Emperador, se rinde la plaza a Juliano.— Sapor se retira ante auspicios desfavorables.—Constancio, en el momento de partir contra Juliano, arenga las tropas en Hierápolis.—Presagios de la muerte de Constancio.—Muere en Mesopotamia, en Cilicia.—Cualidades y defectos de este príncipe.

LIBRO XXII

Detenido en la Dacia Juliano por temor a Constancio, consulta secretamente los augures y arúspices.—A la noticia de la muerte del Emperador, atraviesa con rapidez la Tracia, entra pacíficamente en Constantinopla y se ve dueño del Imperio romano sin combatir.—Condenación más o menos justificada de los partidarios de Constancio.—Juliano arroja del palacio a los eunucos, barberos y cocineros.—Vicios de los eunucos del palacio y corrupción de la disciplina militar.— Juliano rinde públicamente el culto a los dioses, que hasta entonces había tributado en secreto, y trabaja para promover conflictos entre los obispos cristianos.—Medio que emplea para librarse de las importunas reclamaciones de algunos egipcios y para despedir a su país a los peticionarios.— Administra personalmente justicia en Constantinopla, y mientras se dedica a la administración de la Tracia, recibe diferentes legaciones extranjeras.—Ojeada sobre esta comarca, el Ponto Euxino y las poblaciones del litoral.—Juliano, después de haber agrandado y embellecido a Constantinopla, visita Antioquía.—En el camino concede a los habitantes de Nicomedia un subsidio para reedificar su arruinada ciudad.—En Ancira cuida de la administración de justicia.—Pasa el invierno en Antioquía y desempeña cargo de juez sin perseguir a nadie por motivos de religión.—Los politeístas de esta ciudad arrastran en las calles y despedazan a Jorge, obispo de Alejandría, y a otras dos personas, quedando impune el atentado.—Meditando Juliano una expedición contra los Persas, consulta los oráculos acerca del resultado de la guerra y ofrece un sacrificio de innumerables victimas.—Su respeto a los arúspices y augures.—Atribuye sin fundamento a los cristianos el incendio del templo de Apolo en Dafnea, y manda cerrar la iglesia catedral de Antioquía.— Sacrificio a Júpiter en el monte Casio.—Rencor de Juliano contra los habitantes de Antioquía.— Este es el origen del Misopogon.—Estadística del Egipto.—Del Nilo, de los cocodrilos, del ibis y de las pirámides.—De las cinco provincias del Egipto y de su ciudad más notable.

LIBRO XXIII

Vana tentativa de Juliano para reedificar el templo de Jerusalén.—Intima a Arsaces, rey de Armenia, a que se prepare para hacer la guerra con él a los Persas, y pasa el Eufrates con un cuerpo  de escitas auxiliares.—Durante la marcha del ejército por la Mesopotamia, los jefes de muchas tribus de sarracenos le ofrecen auxilio y le regalan una corona de oro.—La flota romana, formada por mil y cien naves, cubre las aguas del Eufrates.—Descripción de las máquinas de sitio y de muralla: la balista, el onagro o escorpión, el ariete, el helépolo y el maleolo.—Juliano pasa el Aboras por un puente de barcas, cerca de Circesio.—Su arenga al ejército.—Enumeración de las diez y ocho provincias principales del reino de Persia y de sus ciudades. Costumbres de los habitantes.

LIBRO XXIV

Juliano entra con su ejército en Asiria y prende fuego al fuerte de Anatho, cerca del Eufrates, que se le rindió.—Deja a un lado algunas otras plazas y quema las abandonadas: Pirisabora, que se rinde, es incendiada.—Promete cien denarios de recompensa a cada soldado, recibiendo todos con desdén tan pobre donativo.—Con noble y enérgico lenguaje les trae a la razón.—Los romanos sitian la ciudad de Moagamalca y la destruyen.—Toman e incendian otra plaza bien defendida por su posición y fortificaciones.—Después de un combate en que destrozó Juliano dos mil quinientos Persas sin perder más que sesenta de los suyos, arenga a sus soldados y les distribuye numerosas coronas.—Renuncia a sitiar a Ctesifonte: manda imprudentemente incendiar su flota y cesa de seguir la orilla del río.—Viendo que no puede construir puente ni contar con la reunión del resto de sus fuerzas, se decide a retirarse por la Corduena.

LIBRO XXV

Los Persas atacan al ejército romano en marcha y son vigorosamente rechazados.—Faltan a los romanos pan y forrajes.—Asústase el Emperador por los prodigios.—Estrechado por los Persas, Juliano no reviste la coraza y se lanza imprudentemente en la pelea.—Hiérele una lanza.—Llevado a su tienda, exhorta a los presentes y muere después de haber bebido agua fría.—Cualidades y defectos de Juliano.—Su retrato.—Elección tumultuosa de Joviano, primicerio de los guardias.— Apresúranse los romanos a abandonar la Persia, y, en su precipitada retirada, son inquietados por los Persas y Sarracenos, a los que rechazan causándoles grandes pérdidas.—Tratado ignominioso, pero necesario con Sapor.—Impulsado Joviano por la escasez y murmuraciones del ejército, compra la paz con la entrega de cinco provincias y las ciudades de Nisiba y Singara.—Los romanos repasan el Tigris, y después de resistir largo tiempo y heroicamente los horrores del hambre, entran en Mesopotamia.—Joviano arregla como puede los asuntos de la Birla y las Galias.—El noble persa Fineses recibe de Joviano la inexpugnable plaza de Nisiba.—Expulsados los habitantes, se retiran a Amida.—Entregan también a los Persas, en conformidad con el tratado, cinco provincias, con la ciudad de Singara y diez y seis fuertes.—Temiendo Joviano sublevaciones, recorre apresuradamente la Siria, la Cilicia, la Capadocia y la Galacia.—Toma en Ancira el consulado con su hijo Verroniano, que todavía era niño.—Repentina muerte le arrebata poco después en Dadastena.

LIBRO XXVI

Valentiniano, tribuno de la segunda escuela de los escutarios, es designado, aunque ausente, emperador en Nicea, por unánime consentimiento de los órdenes civil y militar.—Observaciones sobre el bisiesto.—Valentiniano acude de Ancira a Nicea, donde por unanimidad queda confirmada su elección.—Reviste la púrpura, ciñe la diadema, y, con el título de Augusto, dirige una arenga al ejército.—Aproniano, prefecto de Roma.—Valentiniano, en Nicomedia, eleva a su hermano Valente a la dignidad de tribuno de las caballerizas, y poco después, con el consentimiento del ejército, le asocia al Imperio, en el Hebdomo en Constantinopla.—Reparto de las provincias y del ejército entre los dos Emperadores, que se adjudican el consulado, uno en Milán y el otro en Constantinopla.— Estragos de los alemanes en las Galias.—Sublevación de Procopio en Oriente.—Patria de Procopio, su origen, carácter y dignidades.—Permanece escondido durante el reinado de Joviano.— Improvisase él mismo emperador en Constantinopla.—Apodérase de toda la Tracia sin combatir.—  Seduce con sus promesas a muchos destacamentos de infantería y caballería que atravesaban la provincia.—Con hábiles palabras se atrae a los jovianos y victorios que enviaba Valente contra él.— Procopio hace levantar los sitios de Calcedonia y de Nicea y se apodera de la Bitinia.—Lo mismo hace con Cicico, después de forzar el paso del Helesponto.—Deserción de sus partidarios en Bitinia, Licia y Frigia.—Entréganlo vivo a Valente, que manda cortarle la cabeza.—Suplicios de Marcelo, pariente de Procopio, y de considerable número de sus adeptos.

LIBRO XXVII

Victoria de los alemanes, quedando entre los muertos los condes Charietton y Severiano.— Joviano, jefe de la caballería en las Galias, derrota separadamente a dos cuerpos de bárbaros y detroza otro, matando o hiriendo diez mil hombres.—Simaco y Lampadio y Juvencio, sucesivamente prefectos de Roma.—Damaro y Ursino, bajo la administración del último, se disputan el episcopado.—Descripción de las siete provincias de la Tracia y mención de las diferentes ciudades que se encuentran en ella.—Guerra de tres años hecha por Valente a los godos, que contra él habían enviado socorros a Procopio. Paz que la termina.—Con el consentimiento del ejército, Valentiniano confiere a su hijo Graciano el título de Augusto, y, habiéndole revestido la púrpura, le dirige una exhortación y lo recomienda a los soldados.—Irascibilidad, carácter rudo y crueldades de Valentiniano.—Los pictos, attacotos y escoceses causan estragos en la Bretaña, después de matar a los romanos un duque y un conde. El conde Teodoro los derrota y les arrebata el botín.—Estragos ejercidos por tribus moras en África.—Valente reprime el bandolerismo de los isaurios.—Prefectura de Pretextato.—Valentiniano pasa el Rhin, y, después de un combate mortífero para los dos bandos, derrota a los alemanes que se habían situado en una montaña elevada y los dispersa.—Carácter de Probo, su elevado nacimiento, riquezas y dignidades.—Guerra entre los persas y los romanos por la posesión de la Armenia y de la Iberia.

LIBRO XXVIII

Considerable número de senadores y mujeres patricias son acusados y condenados a muerte por magia, envenenamiento y adulterio.—El emperador Valentiniano guarnece con fortificaciones y castillos toda la orilla del Rhin por el lado de las Galias.—Los alemanes matan algunos soldados romanos empleados en una obra de éstas.—Los bandidos de Marathocypra, en Siria, exterminados por orden de Valente y arrasado su pueblo.—Teodoro restaura las ciudades saqueadas por los bárbaros en Bretaña, repara las fortificaciones de esta isla y reconstituye la provincia, a la que da el nombre de Valentia.—Olibrio y Ampelio son prefectos de Roma sucesivamente.—Vicios del Senado y del pueblo romano.—Los sajones en la Galia.—Los romanos aprovechan una tregua para sorprenderles y exterminarles.—Valentiniano compromete a los borgoñones, con la falsa promesa de obrar de acuerdo, a lanzarse sobre el territorio alemán. Conocen el engaño y regresan a su país, después de matar a los prisioneros.—Desastres causados por los austurianos en la provincia de Trípoli y en las ciudades de Leptis y ffia, quedando impunes a consecuencia de los fraudulentos manejos del conde Romano, que engaña al Emperador.

LIBRO XXIX

Secretas pretensiones del notario Teodosio al Imperio.—Acusado en Antioquía ante Valente del crimen de lesa majestad, es condenado a muerte con sus numerosos partidarios.—Múltiples ejecuciones en Oriente por maleficios y otros crímenes verdaderos o supuestos.—Rasgos de crueldad y de salvaje barbarie de Valentiniano en Occidente.—Pasa el Rhin por un puente de barcas para sorprender al rey Macriano, pero fracasa el golpe por falta de soldados.—Teodosio, general de caballería en las Galias, marcha al África en contra del rebelde Firmo, hijo del rey moro Nabal; le derrota en muchos combates, le reduce a matarse y devuelve por este medio la tranquilidad a la comarca.—Irritados los quados por el inicuo asesinato de su rey Gabinio, se coligan con los sármatas, entran a sangre y fuego en la Valeria y la Pannonia y destruyen casi por completo dos legiones. Prefectura urbana de Claudio.

LIBRO XXX

Valente invita a Para, rey de Armenia, a que acuda a Tarso, donde le retiene en horroroso cautiverio.—Para escapa con trescientos caballeros que había llevado consigo, burla a sus perseguidores y regresa a sus estados. El duque Trajano le hace asesinar en un festín.— Negociaciones entabladas por medio de delegados entre Valente y Sapor, acerca de la posesión de la Armenia.—Valentiniano tala algunos territorios alemanes. Conferencia con el rey Macriano, conviniéndose la paz.—Modesto, prefecto del pretorio, hace desistir a Valente de la idea de asistir personalmente a los tribunales. Tribunales y jurisconsultos; sátira de los abogados de la época.— Valentiniano marcha a Iliria para reprimir la invasión de los quados y de los sármatas. Atraviesa el Danubio y entra a sangre y fuego por territorio de los bárbaros, sin respetar edad ni sexo.—Muere de una apoplejía, provocada por sus arrebatos de furor, al oír a los legados sármatas querer justificar en su presencia a sus compatriotas.—Su genealogía y actos en el reinado.—Su carácter; inclinación a la avidez, al odio y al miedo.—Su hijo Valentiniano II es aclamado Augusto en el campamento de Bregeción.

LIBRO XXXI

Presagios de la muerte de Valente y de la invasión del Imperio por los godos.—Regiones habitadas por los hunos, alanos y otras naciones scyticas del Asia. Sus costumbres.—Los hunos se incorporan los alanos a viva fuerza o por tratado, y caen con ellos sobre los godos, a quienes arrojan de su territorio.—Los thervingos, la tribu más importante de la nación expulsada, son trasladados a Tracia, con el consentimiento de Valente y bajo promesa de sumisión y auxilio. Otra tribu, llamada de los gruthingos, pasa también el Danubio por sorpresa.—Los thervingos, maltratados por los oficiales del Emperador, y estrechados por la miseria y el hambre, se sublevan a las órdenes de Alavivo y Fritigerno y derrotan un cuerpo de tropas mandado por Lupicino.—Motivo de la sublevación de Sueridos y Colias, jefes de los godos, que, después de haberles recibido los romanos, degüellan a los habitantes de Andrinópolis y se reúnen con Fritigerno para devastar la Tracia.—Ventajas conseguidas por Profuturo, Trajano y Ricomeres contra los godos.—Encerrados los godos por los romanos en las gargantas del Hemus, y dejados en seguida, recorren la Tracia, señalando su paso con el pillaje, el asesinato, violaciones e incendios. Barcimeres, tribuno de los escutarios, es asesinado por éstos.—Frigerido, general de Graciano, mata a Farnobio, personaje muy considerado entre los godos y con él a multitud de godos y taifales. Los demás obtienen la vida y la concesión de un territorio en las orillas del Po.—Victoria conseguida por los generales de Graciano sobre los alemanes lencienses, pereciendo Priario, rey de este pueblo. Rindense los lencienses y suministran tropas. Permítenles regresar a sus hogares.—Sebastián sorprende y destroza cerca de Boroea a los godos, cargados de botín, consiguiendo muy pocos escapar. Graciano acude en socorro de su tío Valente contra los godos.—Valente se decide a librar batalla sin esperar la llegada de Graciano.—Todos los godos reunidos, los tihervingos mandados por Fritigerio, y los gruthungos a las ordenes de Alatheo y Safrax, se encuentran con los romanos en batalla campal, ponen en fuga a la caballería y hacen extraordinaria matanza en la infantería, entregada a sus propias fuerzas y amontonada en estrecho espacio. Valente perece en esta batalla, sin que se encuentre su cadáver.—Virtudes y vicios de Valente.—Los godos vencedores sitian a Andrinópolis, donde Valente había dejado su tesoro con las insignias del Imperio, y donde se encontraban encerrados el prefecto y los miembros del consejo. Retíranse después de haber fracasado en todas sus tentativas.—Los godos unen a ellos, a fuerza de dinero, las bandas de los hunos y de los alanos e intentan en vano apoderarse de Constantinopla.—Artificio por medio del cual liberta de los godos el general Julio las provincias orientales del otro lado del Tauro.