EL PONTIFICADO UNIVERSAL DE JESUCRISTOSEGÚN SAN PABLO ILa Conspiración JesucristianaII La Invención del CristianismoIII El Futuro del JudaísmoIV Jesucristo, Sumo Pontífice UniversalV El verdadero rostro de CristoVI Jesucristo, Cabeza espiritual de la CreaciónVII Jesucristo, Vida al otro lado del Fin del Mundo. El Testamento de Cristo y la Ley contra la Guerra
ILa Conspiración Jesucristiana
La
Necesidad es la madre del cordero, si creemos en el proverbio; y
el origen de las acciones humanas, si creemos a otros. Y pues que
siempre hay alguna verdad en las lecciones de la experiencia, si
bien es verdad que pretender darle naturaleza de ley universal al
fruto de una experiencia particular es algo atrevido, digamos también
que esa parte de verdad existe en la lección.
Vemos
que el Cristianismo se funda sobre una
Necesidad, la Muerte de Cristo, lo cual le da a la primera parte
de este pensamiento una solidez tremenda, y al mismo tiempo hay
que ponerse la armadura contra quien pretenda hacer de esta sola
Necesidad “la Necesidad sola” : eje, núcleo y espina dorsal de su
doctrina. O como diría el mismo San Pablo, ¿quién os enseñó a ver
a Cristo como Crucificado? ¿Es que acaso no resucitó y no estaba
todo ordenado a su Resurrección?
¿Qué
será más importante, el cultivo del árbol en cuanto arte o ciencia,
o el fruto que es el fin de ese acto? Algún genio cultivará su campo
por amor al arte, pero el arte por el arte es una entelequia que
cultivan los que no son artistas, precisamente. La Necesidad, en
consecuencia, brilla siempre en el seno de un conjunto de causas.
Y de esta manera sabemos que en la Creación del Hombre intervino
igualmente la Necesidad que tenía Dios de encontrar una forma de
hacer entrar a todos sus Hijos por la Puerta de la Verdad.
Y
con todo sería falso reducir la Creación del Hombre a la Necesidad.
En principio y por antonomasia el Hombre es el fruto del Amor de
Dios por su Ciencia y Arte, que determinan su Ser haciendo de El
“el Creador” por excelencia, Origen y Fuente de todos los espíritus
creadores del universo, y que haciendo de El “el que es” engendra
en su Mente visiones de Mundos, de los que apasionándose en espíritu, procede inmediatamente, arrebatado por
la pasión del artista, a darle cuerpo en la materia de las estrellas.
Luego
existe Necesidad y Pasión y ambas se recogen, ciertamente, en la
Resurrección, acto en el que ambas causas se encuentran para elevar
el Acto Creador a su más alta expresión, pues si por la primera
Dios se vuelca en el Deber, por la Segunda es el Triunfo de la Pasión
el que vence y hace brillar sobre toda la Creación el Verdadero
Rostro de su Creador. Y si la Necesidad impone su Ley no puede sin
embargo matar el Origen de la misma Acción Creadora, el Amor, la
Pasión por la Creación.
Vemos,
iniciando ahora sí la marcha, que la Interpretación de la realidad
depende de quien la interprete, pero que la Realidad en sí permanece
inalterable, y no porque Dios haya sufrido lo que le han hecho con
su Obra, en este caso nosotros, nuestro Creador abomina de su Creación.
Todo
artista, todo espíritu creador, conoce el dolor y el sufrimiento
que se experimenta cuando alguien o algo te destroza el trabajo
de tu vida, de tu inspiración, de tu ser. Y si el dolor de la pérdida
de un manuscrito o de un cuadro produce un efecto emocional trágico,
es de imaginar que, si esa pérdida o destrozo se hace delante de
las narices de su creador, ese sufrimiento sea infinitamente más
conspicuo. Sólo de esta forma podemos entender a Dios en cuanto
Creador. Y es natural que teniendo delante a ese “criminal” se actúe
en consecuencia, a través de la ley, en el caso más lógico, pero
si dominando la pasión del momento allá que se atenga el “ladrón”
a la cólera del Creador.
Quiero
decir con esto que mirar a Dios olvidando que el espíritu creador
es en El su Naturaleza definitiva, su esencia ontológica final,
la sustancia emocional en cuyo campo echa raíces sus pensamiento
y sentimientos, olvidar al Creador en Dios y reducir la mirada a
Dios en cuanto Ente, es decir, un sujeto teológico abstracto definido
por sus Atributos, incapaz de moverse incluso porque el movimiento
atentaría contra esos Atributos, etcétera... reducir a Atributos
teológicos el Ser no es ya una aberración del Pensamiento, es, perversamente,
subirse a la losa bajo la que enterraron a Jesús para que no resucite
Cristo.
Hay
que estar ciego o ser un verdadero santo para centrando el Pensamiento
en Dios como Ente no perder de vista al Creador en el Ser. Sobre
lo cual parece que la Historia nos da ejemplo con un Santo Tomás,
para lo bueno, y para lo malo presenta tantos ejemplos que mejor
no mencionar a ninguno. El hecho es que desde el principio mismo
Dios se descubre Pasión Creadora, y es desde esta pasión arrebatadora
del Creador por su Obra que entra Dios en cólera, y se vuelve
loco contra el “ladrón” y “criminal” que se atrevió a destrozar
su trabajo, el Primer Hombre, allá en el Edén, y van para seis mil
años ya desde aquello.
En
la Resurrección, pues, tenemos la visión del Creador que no puede
impedir la destrucción de su Obra, siguiendo la Necesidad, y la
manifestación del amor infinito del creador por su obra, que pudiendo
restaurarla a su perfección original, no sólo lo hace, sino que
aún perfecciona lo perfectible haciendo indestructible a este Segundo
Hombre. Si el Primero era perfecto, su Destructibilidad lo hacía
imperfecto a los ojos de un espíritu maligno cuya tendencia a la
destrucción de la Obra Creadora fue su naturaleza, su pasión artística,
como si dijéramos que se puede sentir pasión por la Guerra, el Crimen
y el Delito. El Creador en Dios se levanta contra esa Pseudo-Filosofía
de la Perversión como fruto de la Naturaleza y lanzándose contra
el ladrón, criminal y destructor perverso en el que la envidia es
su verdadera naturaleza, y porque lo hace, Dios separa Creación
de Destrucción, Luz de Tinieblas, Verdad de Mentira, y Pasión de
Interés. Y en fin, en Jesucristo se establece
la Creación sobre la Pasión del Creador por su Obra.
De
entre todas las obras de este Creador es San Pablo uno de sus más
maravillosos trabajos. Será San Pablo el prototipo
de los que, sin haber tocado y visto al Hijo de Dios en la carne
del Hijo de María, devienen hijos de Dios “por Bienaventuranza del
que cree sin ver”, y porque sin ver, creen, serían tanto más valiosos
a los ojos de su Creador que aquéllos que viéndole y tocándole salieron
corriendo cuando llegó la Hora de la Verdad. Y sin embargo Dios,
para glorificar a todos sus Hijos, dispuso que los primeros coronasen
su vida con el supremo sacrificio, y a los últimos nos sea gloria
nuestra Fe sobrenatural, pues si en los primeros la Fe era solo
natural después de haber visto lo que vieron, en nosotros, por centrar
el tema, es sobrenatural por en cuanto sin ver lo que ellos vieron
creemos en lo que de no haber visto ellos nunca no hubieran creído.
Y finalmente para hacer de todos nosotros una sola cosa estableció
Dios nuestra fe sobrenatural en la sangre de la fe natural de ellos,
por la sangre y en la Sangre del Primogénito de la Gloria, como
dirá San Pablo, uniendo Dios Padre en la sangre de Cristo a todos
sus hijos.
No
hay, dado ya el primer paso, división entre los hijos de Dios. La
fe es la misma, y aunque el origen sea distinto, pues unos son hijos
de Abraham y otros de Cristo, por el espíritu todos creemos en la
misma Verdad. Y esta Verdad es que:
Muchas
veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres
por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos
habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien
también hizo los siglos; que, siendo la irradiación de su gloria
e impronta de su sustancia, y el que con su poderosa palabra sustenta
todas las cosas, después de haber realizado la purificación de los
pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho
tanto mayor que los ángeles, cuando heredó un nombre más excelente
que ellos.
He
aquí, si posible es reducir toda una Sabiduría tratando la cual
se han escrito montañas de libros, el compendio de todas las cosas,
la igualdad resultante de una suma de factores sin número. Se va
el autor a la misma Eternidad, y regresa a la Historia del día a
día; se eleva a las alturas inmarcesibles del Cielo donde mora el
Dios de los felices, y desciende a la superficie de la Tierra donde
vivimos bajo el peso de las circunstancias los desgraciados de siempre;
viaja el autor al Infinito, y regresa con un mensaje maravilloso
y sublime: Dios ha constituido a su Hijo Primogénito en Rey y Señor
sobre toda la Obra de sus manos, y ha puesto el Futuro de todas
las cosas a los pies de su Hijo para que su Voluntad se haga.
El
Temor a Dios deviene Amor a su Hijo, y pues que el Temor se alzó
como puente de relación entre Dios y su Creación, y por el Temor
era glorificado Aquel que buscaba el Amor, queriendo dar por finalizada
esta Relación, que no le complacía ni nunca buscó,
dice: “Glorificad a mi Hijo. Amadle, porque en El he puesto
todas las cosas, lo mismo las de la Tierra que las del Cielo. Todas
las cosas son nada a mis ojos y sólo en Él está mi vida. Nada me
falta, tengo a mi Hijo; todo me sobra, en Él lo tengo todo. ¿No queréis temer a Dios y en el Temor fundar la Relación del Creador
con su Obra, pues ahí tenéis a vuestro Creador, dadle todo el Amor,
yo le he dado todo el Poder”.
Y
con todo, doblando nuestras rodillas, Dios Padre ha jugado con nosotros
de la forma más maravillosa concebible, porque estableciendo la
Corona de su Hijo en Su voluntad Eterna, primero arrebató con amor
profundo al hombre para que el temor que en su Gloria no quiso para
Él se estableciese en el Amor y por el Amor deviniese perfecto el
Temor, deviniendo así aquel Temor por miedo al Todopoder: el Temor que viene del miedo a la pérdida de lo
único que puede satisfacer este amor apasionado con el que la Fe
inunda el ser del que se convierte.
¡No
hay división entre los hijos de Dios!
Extirpando
de su Creación lo maligno, poniendo entre la pasión por la destrucción
asesina y la pasión por la actividad creadora la Corona y Señorío
Universal de su Primogénito, y porque lo hace: todas las coronas,
todos los poderes, todo aquello que siendo su origen el bien y por
el mal devinieron origen de destrucción y crimen, y quedando abolidas,
Dios establece la Fraternidad sobre la Igualdad, quedando, en lo
que se refiere al Poder, todos los hijos de Dios desnudos delante
del Señor Universal y Rey sempiterno, Jesucristo.
¡No
hay división entre los hijos de Dios!
Y
la que hubiera, habiendo establecido Dios la Igualdad de todos sus
hijos en la Obediencia sin límites al Rey de su Creación surgiría en relación a una rebelión contra esta
Igualdad. Y si vemos que Dios desnuda a toda su Creación -aboliendo
toda corona-, vemos después que la división entre los siervos de
Dios surge en relación al Poder, es decir, a las vestiduras con
las que, no contentos con la Nueva Vestidura que Dios le da a su
creación, entre ellos los siervos de Dios se pelean y demonizan
por ... por el anillo más gordo de oro, por la mitra más llena de
piedras preciosas, por la cuota de poder imperial más grande.
¡No
hay división entre los hijos de Dios, pero sí entre los siervos
del Señor!
Los
hijos de Dios tienen su gloria no en el Poder sino en la Libertad;
los siervos no en la Libertad sino en el Poder, y de aquí que entre
ellos exista División. Ahora bien, quien busca el Poder se rebela
contra quien abolió todo Poder y puso todo el Poder en las manos
de su Unigénito.
¿Y
es que cómo podía ser de otra forma? Todo viviente no es más que
polvo cósmico mezclado con un poco de agua, criaturas de barro que
tenemos vida por el Poder del Creador de hacer que su Espíritu penetre
la Materia y se haga carne divina. Basta un soplo para que el barro
vuelva al barro, el espíritu al espíritu
y no quede huella ni memoria de quien, por un instante, se creyó
algo así como un dios. Sólo por el amor que el Creador le tiene
a su Creación, su obra, la proyección de su naturaleza en el lienzo
del Universo, instrumento afinado sobre las notas de las estrellas,
y sólo por esta pasión creadora lo que es un muñeco de barro cobra
vida y, por el mismo amor hacia su criatura, ésta se vuelve hacia
su Creador y la llama Padre.
Pero
la locura empieza cuando la criatura se olvida de lo que es y refutándose
a sí misma el argumento de su Origen se atreve a pedir para sí lo
que es exclusivo de su Creador, ¡el Poder!
La
consecuencia la tenemos a la vista y está en el núcleo homicida
que derramando sus efectos malignos sobre nuestro Género ha conducido
nuestra Historia al punto en el que nos encontramos. Así que superado
el límite que el Amor tiene de esperar paciente a que la conducta
del que ama se regenere, superado este límite de la Paciencia Sobrenatural,
Dios desnudó de Poder a todas sus criaturas, puso todo el Poder
en las manos de su Hijo, y al hacerlo así nos puso a todos a sus
pies.
Humillación,
pero Gloria. Porque la Criatura ya demostró, y lo vivimos aún en
nuestras carnes, que es enloquecida por el Poder.
¡El
Poder no corrompe, el Poder enloquece!
Y
es que el Poder sólo puede estar en las manos de quien le pertenece,
el Hijo de Dios, -como dice San Pablo-: Impronta de la sustancia
Divina, irradiación de su Majestad, y quien, al ser Unigénito de
su Padre tiene en su Palabra su Fuerza infinita.
Mas
la criatura, no siendo en nosotros natural el Poder, al buscar el
Poder debemos por fuerza establecer la ley de nuestro Poder
sobre la destrucción de aquellos sobre lo que se quiere dominar,
quienes, por tendencia natural negándose a ser objeto de dominio,
por su rebelión convierten nuestra ley en arma asesina y a quien
lo ostenta en criminal - en potencia, en el mejor de los casos,
y en vivo en el caso más general.
Pero
este es el pan de cada día que la Humanidad ha comido durante seis
mil años. Y que ha dado como resultado una Teoría del Poder acorde
a la cual el Poder, según la Ciencia, viene determinado por la estructura
Natural mediante selección. Y, sin embargo, siendo natural es simplemente
una incoherencia que exista la Revolución. De donde se ve que no
hay peor contradicción que la del Ateísmo, pues si por un lado afirma
la Naturaleza del Poder por el otro establece la Necesidad de la
Revolución, que si desde el Poder, cual efecto de la Naturaleza
tomado: la Revolución es una violación de la ley natural.
Siguiendo
cuya lógica quienes establecen el Poder en la Naturaleza, -Capitalismo
-, y mediante la Ciencia bendicen la criminalidad extrema y alta
de quien lo ejerce, convirtiendo la Locura del Poder en Cordura
de la Ciencia, por lógica tenían que ver en la Revolución un acontecimiento
antinatural, pues la Revolución es ante todo y sobre todo la negación
del Poder como hecho Natural –Comunismo.
De
manera que quien establece el Poder sobre la Naturaleza debe por
fuerza encontrar en la Revolución su enemigo nato. Y, con todo,
observamos cómo al mantener la Revolución viva la Teoría del Poder
Natural contra la que se levantara, y porque no buscó su abolición,
determinó la Caída del producto de la Revolución, la URSS, que se
hubiera evitado, de todas todas de haber
procedido la Revolución a abolir el Poder, o sea, a establecer la
Democracia una vez arrancado de las manos del Loco por el Poder
ese arma con el que asesinaba en masa y a placer a toda una nación.
Toda
acción que busca el Poder es, en consecuencia, la expresión de una
locura que se sirve de la necesidad para satisfacer una pasión antinatural.
Ahora bien, seis mil años de Historia bajo las botas y el puño del
Poder es un libro incrustado de experiencias infinitas sobre las
transformaciones de la Teoría del Poder. Y tal vez sea por esto que el Poder busque, primero que nada y
antes que todo, alienar la formación intelectual de los pueblos
y del hombre, en tanto que ser inteligente, del Libro de la Historia
Universal, no sea que aprendiendo devenga “rebelde” el ciudadano.
Observamos
igualmente que nuestra Historia ha caminado hacia la Civilización
ordenada en el seno de una estructura Social que tiende ineludiblemente
a la abolición del Poder y, encontrándonos en la Democracia como
Camino hacia ese Estado Natural de Civilización, desde esta observamos
cómo el Poder, es decir, la existencia de una Cabeza Directora Vitalicia
de una Sociedad, conlleva el crimen de
esa cabeza y su cuerpo contra el Pueblo.
El
Poder como locura es definido en una primera instancia por Cabezas
Directoras Vitalicias de las Sociedades que para mantener su status no se dan límites y ejercen el Crimen y el Delito como modus vivendi.
También
observamos, para gloria de la Civilización Cristiana, que este Camino
de Libertad del Ser Humano respecto al Poder como locura, que nos
ha conducido a la Democracia, donde la Sociedad participa en su
plenitud del Gobierno de sus funciones y Administra por ella misma
sus recursos, si bien aún imperfecta en su estructura, sólo ha podido
alcanzar este estado en el seno de la Civilización Cristiana, pues,
como se entiende del mismo Cristianismo, que supone la Abolición
de toda Monarquía y Gobierno Vitalicio de las personas, la Historia
camina, invenciblemente, hacia la Democracia Cristiana como Modelo
de Sistema Social, donde la Corona le pertenece al Hijo de Dios
y los Pueblos se gobiernan autónomamente acorde a la Ley del Derecho
Universal. De tal manera que sin Verdad no puede haber Fraternidad,
sin Justicia no puede haber Igualdad, y sin Paz no puede darse Libertad,
en esta realidad uniéndose el Derecho Divino y el Humano para forjar
en la Civilización una Sociedad con vocación de Futuro sin límites.
Y
siendo éste el Futuro que llevaba en sus entrañas el Cristianismo
de San Pablo y sus Hermanos no es de extrañar que el Imperio se
lanzase contra ellos, si bien, por la locura de la medida, el Incendio
de Roma, quedase como loco el ejecutor, ocultándose tras la tragedia
la existencia de quien teniendo un conocimiento
perfecto del cristianismo escatológico, le susurrara a los oídos
de Nerón y del Senado la Necesidad de destruir “ésa Secta de los
Cristianos”. Necesidad que yendo contra el Derecho Romano únicamente
podía encontrar legalidad mediante un Acto terrorista de Trascendencia
inigualable, las proporciones de cuyas consecuencias pusiera la
firma del Imperio en un decreto de Exterminio Masivo de unos Ciudadanos
contra quienes, en cuanto ciudadanos del imperio, era imposible
proceder a una Solución Final que, por su mismo texto, sería una
negación del espíritu del Derecho Romano.
Este
es un truco que se ha usado muchas veces a lo largo de los milenios.
Se ha acusado, sin ir más lejos, a los USA de haberlo utilizado
contra España en la Guerra de Cuba, hundiendo su propio barco a
costa del enemigo futuro con objeto de tener una causa belli legítima
ante el Derecho Internacional y el propio pueblo norteamericano.
Otros han querido ver en el Derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva
York un truco de esta naturaleza, a fin de firmar el Congreso sobre
la tragedia del momento la Guerra de Afganistán, supuestamente decisiva
para el Gaseoducto Transiberiano, etcétera.
A
este lado del Atlántico en los círculos privados del Poder y la
periferia Media ha estado circulando, hasta ayer mismo, la Teoría
de la Conspiración del PSOE-Corona del Borbón con objeto de elevar
al Partido del Delfín al Poder, para lo cual determinaron actos
de sabotaje cuya conclusión fue el Atentado Terrorista de Madrid,
que determinó el peso de la balanza, por fin, hacia el Partido del
Delfín. Pero como no ha podido demostrarse y se ha quedado en Crimen
Perfecto las cosas no han ido a más, máxime cuando el Partido del
Delfín estaba dispuesto a enfrentarse a una Segunda Guerra Civil
si la Conspiración quedaba al descubierto.
Nadie
puede culpar a nadie por pensar mal teniendo en cuenta que la Historia
es un baúl de tragedias que las Coronas han llenado con las joyas
de sus interminables crímenes y matanzas.
Volviendo
al Pasado, en el caso de Nerón tenemos que la Escatología Jesucristiana difícilmente hubiera podido alcanzar sus orejas de no haberle abierto
los ojos a la Doctrina del Reino Universal alguien que conocía a
los cristianos perfectamente y había escuchado con sus orejas “esa
doctrina misteriosa, perfecta, escondida, hablada entre los perfectos”,
es decir, alguien que estuvo entre los cristianos y fue uno de ellos.
Quién
sea el candidato es una operación difícil de determinar desde las
pruebas, pero fácil de descubrir desde las coincidencias y los hechos.
En otro sitio tocaremos este tema con más rigor.
Lo
que es evidente, y ya que el Incendio de Roma determinó la clase
de muerte del autor de la Epístola a los Hebreos,
es que el Senado Romano aceptó la hipótesis de la Conspiración Cristiana
porque tuvo conocimiento perfecto de la Naturaleza Monárquica Divina
del Cristianismo y puso su firma bajo la del Emperador, y sólo después
de esta unidad de acción se procedió al Incendio de Roma. Pues el Cristianismo, como se ve por las Cartas
y Epístolas de los Apóstoles, mantuvo una política de Silencio Público
sobre sus Fines Escatológicos, a la vez que se sometió a las Leyes
Civiles, como quien deposita en las Manos de Dios lo que Dios determinó
llevar a cabo. Ninguna acusación podía llevar ante los Tribunales
una Solución Final Anticristiana sobre las bases de una desobediencia
civil, y únicamente en razón de la Abolición del Imperio que implicaba la Victoria
de la Cristiandad podía servir de argumento para legitimar lo que
desde el Derecho era un delito contra la Legalidad.
Ahora
bien, estamos tratando con Profetas, pues el “espíritu de Jesús
es el espíritu de la profecía”, y en tanto que conocedores de antemano
de las medidas que iban a tomarse contra Ellos, los Apóstoles prepararon
el Advenimiento de la Persecuciones en el seno de la Doctrina sobre
la Parusía, doctrina que, habiendo sido formada en el más íntimo
de los secretos, ha mantenido al futuro en confusión constante.
Será, desde esta Parusía Profética, que se escriben las Epístolas
y en todas ellas vibre el sonido de la Voz que recorrerá Roma en
el Día de la Bestia.
Olvidar
este constante caminar hacia el Fuego de las Persecuciones, en las
que la Generación de la Primera Cristiandad sellaría la Nueva Alianza
de Dios con la Plenitud de las Naciones Cristianas, cuando se lee
sus Cartas, es un error tremendo. Quienes lo hicieron y se pusieron
ellos como destinatarios, cometieron una manipulación aberrante
del texto, cuya consecuencia sería “la Fe sola”, por ejemplo.
San
Pablo, sobre todo San Pablo, porque fue el mensajero de una Solución
Final abortada de los Judíos contra la
Iglesia en pañales, y porque venía de las filas del enemigo, conocía
mejor que nadie que más tarde o más temprano el Judaísmo Anticristiano
encontraría la forma de hacer llegar su Mensaje de Exterminio Total
de los Cristianos no a un simple gobernador sino al mismísimo emperador.
Y de esta manera, siendo para los Judíos lo que Flavio Josefo fue
para los Cristianos, San Pablo tuvo sus ojos puestos en la Parusía,
en el Gran Sacrificio de los cientos de miles de “corderos llevados
al matadero”, y pensando en legar la esencia de la Doctrina Apostólica
sobre la Iglesia a las generaciones que les sucederían y vivirían
el Triunfo del Cristianismo sobre el Imperio, condensó en pocas
palabras una Sabiduría cuyos discursos provocaba que se cayesen
por las ventanas incluso los más dignos discípulos.
Si
en su Carta a los Romanos se derramó con el corazón profético puesto
al desnudo, en su Epístola a los Hebreos el espíritu que clama Victoria y jalea la Coronación de Jesucristo
como Rey, elegido por Dios para Servirle como Rey de su Reino Universal,
no puede contenerse y se sale de madre, escribiendo:
Pues
¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: “Tú eres
mi Hijo, yo te he engendrado hoy?”; y luego: “Yo seré para
El padre, y El será Hijo para mí”. Y cuando de nuevo introduce a
su Primogénito en el mundo dice: “Adórenle todos los ángeles de
Dios. De los ángeles dice: “El que hace a sus ángeles espíritus
y a sus ministros llamas de fuego. Pero al Hijo: “Tu trono, ¡oh
Dios!, subsistirá por los siglos de los siglos; cetro de equidad
es el cetro de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad;
por eso te ungió Dios, tu Dios, con óleo de alegría sobre tus compañeros.”
Y: “Tú, Señor, al principio, fundaste la tierra, y los cielos son
la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces, y todos,
como un vestido, envejecerán, y como un manto los envolverás, y
como un vestido se mudarán; pero tú permaneces el mismo, y tus años
no se acabarán”. ¿Y a cuál de los ángeles dijo alguna vez:
“Siéntate a mi diestra, mientras pongo a tus enemigos
por escabel de tus pies?”. ¿No son todos ellos espíritus
administradores, enviados para servicio en favor de los que han
de heredar la salud?
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