EL PONTIFICADO UNIVERSAL DE JESUCRISTOSEGÚN SAN PABLO
VII
JESUCRISTO,
VIDA AL OTRO LADO DEL FIN DEL MUNDO
Tenemos,
por consiguiente, que el problema es de Dios en cuanto siendo suya la Idea de
la Creación crea para sí mismo el Problema de la Convivencia con su
Criatura y la debida articulación de la Civilización procedente. Dios no
procede exclusivamente a la creación de vida en el espacio y el tiempo, sino
que revoluciona la existencia misma de la Vida al darle por etapa final de Evolución
la Vida eterna, haciendo de esta manera participe a la criatura de la propiedad
eterna de la vida de su Creador. Felicidad perfecta en la que late la alegría
del que es creado y a la vez nos da cuenta de la inmensidad del problema que se
plantea a sí mismo nuestro Creador, en quien la Felicidad del
que engendra supera la problemática y la resuelve en la Personalidad de quien
es Dios Verdadero y la victoria es siempre suya. Y como dice el proverbio
popular, para no tener problemas sólo hay que
estar muerto.
Ahora
bien, los ignorantes y los perversos, los primeros por propiedad de su
ignorancia y los segundos por efecto de su maldad, tienden a creer que Dios no
tiene problemas. Y sin embargo basta abrir los ojos a la luz del día
para ver que Dios tiene un gran problema. Y que la misma Actividad Creadora
implica un constante y continuo movimiento en el universo de los problemas.
La
articulación de una Convivencia entre quienes somos simples criaturas sin vida
en nosotros mismos y dependemos en lo absoluto y en lo particular de la
Voluntad de nuestro Creador para mantenernos vivos, y una Familia Divina cuya
Naturaleza es Increada y su Ser se relaciona directamente con el Infinito y la
Eternidad, una Sociedad de este Tipo implica un tremendo y complejo problema.
Que teniendo su origen en la Voluntad de nuestro Creador le toca a El buscar y
encontrar la Respuesta, y que una criatura se atreva a ofrecerla es síntoma
visible de locura.
Pues
las criaturas, no siendo más que el
fruto de la Voluntad de nuestro Creador, dependemos en lo particular y en lo
absoluto de su Omnisciencia y su Sabiduría, y fuera de
éstas la Ciencia deviene un instrumento de destrucción, a nivel universal y
particular, incluyendo en esta dimensión científica a la propia Teología. Y así,
todo teólogo que no sirve a Dios con su pensamiento, sino que pone su
pensamiento al servicio de un hombre, sea Papa, Patriarca o Arzobispo, comete
delito contra Aquel al que se supone adora con su Pensamiento, o sea, Dios!
Pues el fin y el principio de la Teología es el
Conocimiento de Dios en cuanto Dios y desde el momento que donde se dice Dios
se pone Iglesia o Papado o Patriarcado o cualquier otra cosa, la Teología
deja de ser Ciencia de Dios para devenir ciencia de hombres, y siendo cosa de
hombres todo su contenido es muerte y destrucción, sobre lo
cual está la Historia del Cristianismo y de las Iglesias
llena de ejemplos, en los que, en todos juntos y uno por uno vemos cómo
la División de las Iglesias, es decir, la destrucción
del Reino de Dios en la Tierra, encontró siempre en
los teólogos su mejor soldado al servicio del Diablo. Y
así vemos en el autor de sus Epístolas
que su Teología está al servicio de Dios y jamás al servicio de
Pedro, y que la corrupción de las iglesias comenzó cuando los futuros Pablos
quitaron a Dios como Ser y pusieron su pensamiento al servicio de papas,
emperadores, patriarcas y reyes, sirviéndoles como siervos, renunciando de esta
manera a la Autoridad del Señor Jesucristo para poner a los pies de un hombre
su genio.
Así
pues, y volviendo a la Idea del Pontífice Universal, Único y Sempiterno, y
habiendo Uno, Solo y Único que vive por la Eternidad, y es en su Naturaleza
Dios de Dios, se entiende que cualquier discusión sobre el Pontificado
Universal que le afecte a la sustitución del que Dios Padre le dio a la Religión
de su Reino es, en el caso más
comprensivo, locura, y en el caso más directo, perversión maligna y rebelión
infernal contra Aquel que Dios eligió para mantenerse de pie delante de su
Majestad Omnipotente.
Nosotros,
considerando la Ignorancia de la Cristiandad, lo mismo de los Pastores que de
los Rebaños, en función de los Efectos surgidos a raíz de la Caída y Rebelión
de los hijos de Dios contra quien fuera su Padre, excusamos la Discusión sobre
el Pontificado Universal en la Ignorancia, a la vez que denunciamos la
continuidad de su dialéctica como Rebelión contra el Pontífice Universal
Sempiterno, Jesucristo.
De
donde se desprende que únicamente hay un Pontífice Universal, y la proyección
de sus Poderes a un hombre es una perversión de la Gloria de Jesucristo, la
cual perversión por lógica había de proceder a poner en marcha la ignominiosa
Historia de los Papas, Patriarcas, Arzobispos, etcétera,
que no fue sino el resultado de la acción de aquellos que quisieron para sí lo
que el Diablo quiso para sí mismo, la Gloria de Jesucristo, el Diablo fijando
sus ojos en la de su Corona, y Papas y Patriarcas en la de su Pontificado.
Mas
volvemos a lo mismo, si la locura del Diablo fue la manifestación de una Pasan
Maligna, incurable e invencible por en cuanto fue asumida con pleno
conocimiento de causa, en posesión de sus plenas facultades mentales,
intelectuales y físicas, en el caso de las iglesias la locura está sujeta a la definición
de lo pasajero, en virtud de la ignorancia heredada de Adán, y, en
consecuencia, la salud de las iglesias está a los pies de su Señor. Ahora bien,
si quienes aprovechando la Ignorancia de la Cristiandad de Ayer aún Hoy quieren
mantener contra el Señor los Atributos del Pontífice Universal, Jesucristo, allá
ellos con su Delito. Nosotros solo sabemos lo que el Espíritu Santo nos dijo, a
saber:
El
punto principal de todo lo dicho es que tenemos un Pontífice que está sentado a
la diestra del trono de la Majestad de los cielos; ministro del santuario y del
tabernáculo verdadero, hecho por el Señor, no por el hombre. Pues todo pontífice
es instituido para ofrecer oblaciones y sacrificios, por lo cual es preciso que
tenga algo que ofrecer. Si El morara en la tierra, ni podría ser sacerdote,
habiendo ya quienes, al tenor de la Ley, ofrecen oblaciones. Estos sacerdotes
sirven en un santuario que es imagen y sombra del celestial, según fue revelado
a Moisés cuando se disponía a ejecutar el tabernáculo: Mira, se le dijo , y
hazlo todo según el modelo que te ha sido mostrado en el monte.
En
este caso el Modelo que se le ofreció a los Edificadores de la Iglesia lo vemos
en el Concilio de Jerusalén del 49, donde todos los Obispos se reúnen en calidad
de Hermanos del Pontífice Universal, Jesucristo, bajo cuya Autoridad hablan y a
El únicamente le deben Obediencia, manifestándose de esta manera el Señor en
sus siervos para Edificación de toda su Iglesia. Y hubiera sido una perversión
maligna y demoniaca por parte de Pedro haber condenado a Pablo por atreverse a
cerrarle la boca y abrir la Cristiandad a todas las naciones sin necesidad de
la Ley del Judaísmo. Al contrario, siendo el único Infalible el mismo Señor de
todos, Jesucristo, es este Señor el que, estando todos los Obispos a su
servicio, corrige a unos por los otros para la perfección del magisterio de
todos, y lo contrario, como se entiende del Modelo Divino, a saber, que un
Siervo anule la Autoridad de Dios y la Obediencia debida de todos los siervos a
su Señor Universal y sempiterno, Jesucristo, y la sustituya por su voluntad,
esto es una perversión maligna -de darse contumacia invencible- del Sacerdocio
cristiano por parte del siervo que contra Dios y el Señor anula la Autoridad
Divina y abole el Pontificado Universal de Jesucristo mediante la locura de la
Infalibilidad de un Siervo contra todo el Concilio.
En
este sentido la Historia de las iglesias desde Pablo a nuestros días es una
lucha entre la Muerte y la Vida contra la materialización del Modelo por Dios
levantado en el Monte, el Concilio del Jerusalén. Vemos en él que es el Señor
quien reúne a sus siervos y que ese mismo Señor y Pastor Universal Supremo es
el que actúa en Espíritu para corregir cualquier problema en el movimiento
universal del Momento. Esta es la Relación entre el Creador y su Creación
fundada por Dios en Persona para subsistir por la Eternidad, y acorde a este
Modelo Divino, siguiendo la esperanza: Así en la Tierra como en el Cielo, las
Iglesias se articulan Conciliarmente bajo la única
Autoridad Infalible de Jesucristo, cuyo Espíritu rige la sabiduría de sus
siervos para el bien de todos, y lo contrario, que un siervo se declare
Infalible y anule la Autoridad de Dios Omnisciente y Todopoderoso es un Delito
de Rebelión contra el Señor Jesucristo, sobre el cual tendrá que pronunciarse
el interesado en nuestros días, justificando su delito en la Ignorancia si
hinca las rodillas y pone el efecto de su comportamiento a los pies de su Señor,
o declarando su Rebelión ad eternum, a imagen y
semejanza de la del Diablo, si procede a mantener su posición contraria en lo
absoluto al Modelo Divino.
Y
siguiendo con el Espíritu Santo:
Pero
nuestro Pontífice ha obtenido un ministerio tanto mejor cuanto Él es mediador
de una más excelente alianza, concertada sobre mejores promesas. Pues si
aquella primera estuviera exenta de defecto, no habría lugar a una segunda. Sin
embargo, vituperándolos, dice: He aquí que vendrán días, dice el Señor, en que
concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá un pacto nuevo, no
conforme al pacto hecho con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos
de la tierra de Egipto, puesto que ellos no permanecieron fieles en su alianza
y yo me mostré negligente con ellos, dice el Señor. Este será el pacto que yo
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Imprimiré mis
leyes en su mente, y en sus corazones las escribiré. Y yo seré su Dios, y ellos
serán mi pueblo. Y nadie enseñará a su conciudadano ni a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocen,
desde el menor hasta el mayor, porque me mostraré indulgente con sus iniquidades, y de sus pecados jamás me acordaré.
Al decir un pacto nuevo, declara envejecido el primero. Ahora bien, lo que
envejece y se hace anticuado está a punto de desaparecer.
De
donde se ve que la Historia del Israel bíblico es un paso por el mar Rojo de
los siglos hasta llegar al Reino Universal de Jesucristo, hacia el que caminaba
el Judaísmo sin conocimiento perfecto de causa, porque era imposible que el
Hombre entendiera qué es lo que le estaba pasando a su mundo y entendiéndolo
siguiera en la obediencia a un Dios que, pudiendo, no había determinado el cese
de los efectos que arrancaran su curso en la Mesopotamia Adénica y cuyo fin estaba
conduciendo al mundo de los hombres a su destrucción total. Y es que no
habiendo visto por la experiencia la causa por la que Dios alzó la Pena de Muerte contra la Guerra, existía la
necesidad absoluta e imperiosa de dicha experiencia, a fin de que por el
conocimiento que viene de los sentidos la Creación entera
viese con sus ojos la razón por la que Dios no puede soportar la Injusticia
y la Corrupción, y amando la Verdad y la Paz sobre todas las
cosas, no sólo no aboliese la Pena de Muerte contra el
Transgresor a la Ley de la Vida sino que mantuviera su Eternidad aún
sobre la cabeza de su propio Hijo.
Desafortunadamente
para nuestro mundo nos tocó ser el campo
de esa experiencia, por Dios vivida muchas veces y ninguna por sus hijos, y que
se resume diciendo que todo Mundo expuesto a la Ciencia del bien y del mal
acaba en el Polvo, pereciendo su esperanza de vida eterna en el fuego de su
propia demencia suicida. Pero observamos que podía oponérsele
a esta Ley eterna el razonamiento de que estando Dios por medio bien puede Dios
vencer tales consecuencias. Ahora bien, la inconsistencia de este razonamiento
consiste en que la Ciencia del bien y del mal, operando, requiere de la negación
de la participación de Dios en la Historia del Mundo, y de aquí la consecuencia.
Pero
el conocimiento sin fundamento en la experiencia, llevado a este nivel, procede
a la incredulidad de la verdad en la respuesta, y de aquí que Dios determinase
fundar la Verdad, por la Eternidad, sobre los fundamentos de la experiencia,
que, en lo que a nosotros nos toca, consiste en la sucesión de los
acontecimientos que habían de conducir y conducen a nuestro mundo a su destrucción,
es decir: Polvo eres y al polvo volverás. Y de aquí que, existiendo la
Necesidad, dijese Dios que se mostró negligente con Israel. Mas inmediatamente
el Espíritu Santo dice:
Este
será el pacto que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días,
dice el Señor: Imprimiré mis leyes en
su mente, y en sus corazones las escribirá. Y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y nadie enseñará a su conciudadano ni a su
hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque
todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor, porque me mostraré indulgente con sus iniquidades, y de sus pecados jamás
me acordaré. Al decir un pacto nuevo, declara
envejecido el primero. Ahora bien, lo que envejece y se hace anticuado está a punto de desaparecer.
O
sea, teniendo Dios misericordia de nuestro mundo y justificando el delito de Adán
en la Ignorancia, en virtud de la cual la Gracia nos vino por la Sangre de
Jesucristo, quiso Dios Pactar con nosotros, en cuanto Mundo, a fin de que, así como estableció la vida de Israel mientras existía el Pacto con los hijos de
Abraham contra todos los poderes que la Muerte desató para borrar de la faz de la Tierra a los Hebreos, por este mismo Poder
Invencible Dios hacía del Mundo Cristiano su Pueblo, de manera que
sin abolir la Ley Eterna nos abre por la Fe una Esperanza de vida, de esta
manera por la Fe cumpliéndose la Ley, y por la Esperanza dándosenos un Nuevo
Principio. Ahora bien, sabemos por este Pacto entre Dios y nuestro Mundo, que nadie
verá ese principio si no aquellos a los que se
refiere la Nueva Alianza, cumpliéndose así, para los
que viven sin el Dios de la Eternidad, la Ley, y para los que vivimos a la luz
de su Reino, Vida al otro lado del Fin del Mundo.
El
Testamento de Cristo y la Ley contra la Guerra
Aquí
entramos en el mismo Sagrario. Dejamos de merodear por el exterior de la
Existencia de la Divinidad para, deviniendo sus familiares, tener acceso de
lleno a la propia esencia de quien es en sí y de por sí la Vida Eterna; dejamos de maravillarnos de ser barro que habla, figuras de
polvo animadas de vida divina, para correr hacia nuestro Creador y seguirle por
los campos de nuestro tiempo como sigue el Rebaño a su
Pastor, el ejército a su Rey, el hijo a su padre, unidos en una misma marcha
contra la Muerte. Nada nos detiene, nuestro paso está marcado, nuestra victoria escrita en los ojos del Dios de la Eternidad, y quién
le arrancará la visión de nuestra Victoria de su Mente?
Acusados, sentenciados, golpeados, escupidos e injustamente maltratados, las
cicatrices de nuestra batalla permanecen para memoria de nuestros huesos. Y en
la eternidad el recuerdo de nuestra Victoria será el núcleo
contra el que ha de estrellarse por siempre la tentación
del regreso al infierno del que saldremos y contra el que nuestra Fe levantará una Civilización Nueva al otro lado del Fin que se acerca. Nuestra carne
caminaba a este Fin desde que dijera el Juez de su Creación: Polvo eres y al
polvo volverás. No hay miedo al Fin, sino alegría por el Principio que pareció habernos sido arrebatado el día que nuestro
Campeón fue escupido, golpeado, injustamente maltratado
y finalmente crucificado como un vulgar despojo. ¿No fue ese
el día de nuestro nacimiento? Murió El para que nosotros viviéramos; no hay necesidad de nuestra muerte. Para
regalarnos la vida se dejó quitar la suya. Jurando así Dios sobre su sangre que muriendo El quedaba su Descendencia exenta de muerte.
Alegría pues, y todos a por la Victoria. Y ahora al lío.
Dice el Espíritu Santo:
Y
el primer pacto tenía su
ceremonial y su santuario terrestre. Fue construido un tabernáculo, y en él
una primera estancia, en que estaban el candelabro, y la mesa, y los panes de
la proposición. Esta estancia se llamaba el Santo. Después del segundo velo,
otra estancia del tabernáculo, que se llamaba el Santo de los Santos, en el que
estaba el altar de oro de los perfumes y el arca de la alianza, cubierta toda
ella de oro, y en ella un vaso de oro que contenía
el maná, la vara de Arón,
que había reverdecido, y las tablas de la alianza.
Encima del arca estaban los querubines de la gloria, que cubrían
el propiciatorio. De todo lo cual nada hay que decir en particular. Dispuestas
así las cosas, en la primera estancia
del tabernáculo entraban cada día los
sacerdotes, desempeñando sus ministerios;
pero en la segunda, una sola vez en el año entraba el pontífice
solo, no sin haber ofrecido la sangre en expiación de sus ignorancias y las del
pueblo. Quería mostrar con esto el Espíritu Santo
que aún no estaba expedito el camino del
santuario mientras el primer tabernáculo subsistiese. Era esto figura que
miraba a los tiempos presentes, pues en aquel se ofrecían
oblaciones y sacrificios, que no eran eficaces para hacer perfecto en la
conciencia al que ministraba, pues eran sólo sobre
alimentos, bebidas y diferentes lavatorios y preceptos de una justicia carnal
establecidos hasta el tiempo de la rectificación.
Teníamos,
por tanto, en el Templo de Jerusalén la Promesa del Perdón de todos los pecados
del mundo en la Sangre del Cordero de Dios, que El ofrecería
en Expiación de todos los delitos cometidos por el Género
Humano desde la Caída de Adán, estableciendo esta Redención en la Ignorancia
del Transgresor, quien habiendo sido engañado por un
hijo de Dios, no de esta creación, sin saber
lo que hacía al alzar el hacha de
guerra contra las naciones en la fe de obtener por la violencia del Poder lo
que mediante la Paz de la Sabidora le vendría dado por
herencia del Espíritu Santo.
Pero
... Dios ofreció su Cordero a distancia infinita respecto al día
de la Caida,
por esta distancia quedando condenados a destrucción naciones enteras que por
el Delito de aquel hijo de Dios fueron entregadas a la ruina. ¡Cómo
iba Padre tan excelente a permitir que de la fuente del Amor, en la que el
mismo Dios sacia su sed y de cuyo manantial escancia
en la copa de su Espíritu la alegría que viene
del que es amado con pasión que no muere nunca, le fuesen arrebatados
tantos hijos, tragados en un agujero de horror y terror! ¡Cómo
iba a permitir quien es AMOR que de esta divina fuente brotase el agua maldita
del miedo a la Omnipotencia y al Todopoder de Dios!
Magnífico en su Ciencia, brillante en su Sabiduría,
delicioso en su Corazón, estableció Dios, sobre
la Sangre de su Cordero, desde entonces y para siempre, que todos sus hijos
volverían a sus manos, y en el Día
del Juicio Final todos sus hijos, de esta creación, tendrían
por Defensor de su Causa a Aquel mismo que por nuestra causa se entregara a la
injusticia que viene de la Ignorancia, para establecer sobre la Justicia que
viene de la Sabiduría nuestro Conocimiento de Dios, y lo que es más
importante, hacer que de su sangre brotara el agua divina del Amor al Creador
de todas las cosas, quedando de esta manera milagrosa la relación del Creador
con su Creación establecida no en el Miedo a un Ser que es Indestructible y
Todopoderoso sino en el Cariño que
procede per se de padre a hijo, aun cuando el primero es Dios
y el segundo sólo una criatura tomada de barro.
Pero
Cristo, constituido Pontífice de los bienes futuros y penetrando en un tabernáculo
mejor y más perfecto, no hecho por manos de hombres, esto es, no de esta creación;
ni por la sangre de los machos cabríos y de los
becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para
siempre en el santuario, realizada la redención eterna. Porque si la sangre de
los machos cabríos y de los toros y la aspersión de
la ceniza de la vaca santifica a los inmundos y les da la limpieza de la carne, cuánto
más la sangre de Cristo, que por el espíritu
eterno a sí mismo se ofreció inmaculado a Dios, limpiará nuestra
conciencia de las obras muertas para dar culto al Dios vivo! Por esto es el
mediador de una nueva alianza, a fin de que, por su muerte, para redención de
las transgresiones cometidas bajo la primera alianza, reciban los que han sido
llamados las promesas de la herencia eterna.
Aleluyas,
pues, en los espacios infinitos, y amenes en las dimensiones eternas, porque el
Creador no renunció a su Creación, ni dobló la cabeza como quien da por consumada la ruina de su aspiración
gloriosa, sino que, exaltándose, en su Verdad invencible levantó sus brazos para, dejándose crucificar, mostrar su Indestructibilidad
en el Acto de la Resurrección.
Cantad,
poetas, salmos nuevos al arpa de seis cuerdas, la que habla con la voz de la
tormenta, batid rayos y truenos contra el pellejo que antes hablara gritos de
guerra!
Miradme
estrellas, estoy ensangrentado, acribillado por el cuchillo de los milenios,
atrapado entre las sábanas de una visión que no se
va de mi cabeza.
Despierta,
Humanidad, levántate de tu sueño. No es hora
de promesas. A vestirse que ya el Día alborea.
Ay
mi cabeza, dura como el hierro, mi voluntad como el diamante que jamás
se quiebra. Siento el metal en mis huesos como juramento escrito con tinta de
fuego.
Corramos.
La Victoria es nuestra.
Así pues, lo que había sido constituido bajo juramento como Promesa
sempiterna tenía que vestirse de carne y derramar su sangre con
objeto de quedar sellada la Nueva Alianza entre Dios y su creación
entera. Porque si por un único hombre todo el mundo fue entregado a la
ruina, era solo natural que siendo Dios el que era la Restitución del Género
Humano a su Creador implicase una Alianza Nueva entre todas las naciones y el
Dios de todas ellas. Porque conociendo a Dios, ¿hay algo más
natural que Dios no se dejase intimidar por el Infierno y aceptase el reto de
una Guerra Total contra su Creación por parte de la Muerte? Y no sólo
era natural, sino que de no haberla aceptado no amáramos
a Dios bajo ningún concepto, y como el amor por ley no puede ser
impuesto a quien es libre y está en posesión
de todas sus facultades ontológicas, ni el
mismo Dios puede hacer que el infierno se convierta, fue Su Sí Total a la Guerra la Afirmación que hizo
brotar espontáneamente en todas sus criaturas, las de esta
creación como en las de las anteriores, el Amor al
que es, quedando así fundada la relación entre Creador y Criatura, de
una vez y para siempre, en el Amor de un padre a sus hijos y no en el Miedo a
un Ser todopoderoso y omnipotente. Sobre lo cual hay que decir mucho, pero no
será en este momento.
Porque
donde hay testamento es preciso que intervenga la muerte del testador. El
testamento es valedero por la muerte, pues nunca el testamento es firme
mientras vive el testador. Y ni el primero fue otorgado sin sangre; porque,
habiendo leído al pueblo todos los preceptos de
la Ley de Moisés, tomando este la sangre
de los becerros y de los machos cabríos, con agua
y lana teñida de grana e hisopo, asperjó el libro y a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre de la alianza que Dios
ha contraído con vosotros. Y el mismo tabernáculo
y los vasos del culto los asperjó del mismo
modo con sangre, y, según la Ley,
casi todas las cosas han de ser purificadas con sangre, y no hay remisión
sin efusión de sangre.
De
una Promesa saltamos a otra. Si por la primera el Mundo quedó en suspense y la creación entera contuvo el aliento a la espera de su realización,
máxime cuando el pueblo al que se le dio por misión mantener vivo su fuego fue
una nación pequeñita, sin apariencia ni fuerza delante de las
naciones, y para mayor dificultad -si cabe- sujeta a la misma ley de ignorancia
que tenía esclavizado al resto del mundo, pues de no
haber existido ignorancia hubiera sido innecesario el templo y sus sacrificios
expiatorios, y por esta ignorancia y aquella debilidad la promesa de victoria
parecía diluirse en las aguas turbulentas de los siglos
hasta llegar al Pesebre donde- se dice- nació Aquel nacido para ser el Cordero
de Dios ... Y porque habia nacido para ser el Cordero precisamente Aquel que
resucitara para ser el Rey, la Promesa de Su Reino Universal en la Tierra
quedaba de nuevo en suspense, y a la creación entera, aunque coronada, volvía
a llenársele de lágrimas el
rostro; mas si las primeras lágrimas fueron de temor
ante lo desconocido, a saber, la Victoria de Cristo Jesús, y en su sabor la desolación
se apercibía, en las segundas, aunque terribles sobre la
sangre de tantos inocentes llevados al matadero del Sacrificio, el cántico
de los sacrificados en el altar de la Redención endulza con el grito de victoria el paso del Cristianismo por los siguientes siglos,
luciendo al final de la Noche de los Obispos la Vida espléndida de la Promesa
que sellara con su sangre el Rey, de traer a luz Descendencia de su Espíritu.
De
Promesa a Promesa, de una Descendencia a otra, de la Descendencia de Abraham a
la Descendencia de Cristo. Y si la primera estaba predestinada al Sacrificio,
la segunda, muriendo los primeros para que nosotros viviéramos,
vivimos para una Promesa de vida.
Era,
pues, necesario que las figuras del santuario celestial fuesen purificadas,
pero el santuario mismo del cielo había de serlo
con más excelentes sacrificios; que no entró Cristo en un santuario hecho por mano de hombres, figura del verdadero, sino en
el mismo cielo, para comparecer ahora en la presencia de Dios a favor nuestro.
Ni para ofrecerse muchas veces, a la manera que el pontífice entra cada año
en el santuario en sangre ajena; de otra manera será preciso que padeciera
muchas veces desde la creación del mundo. Pero ahora una sola vez, al cumplirse
los siglos, se manifestó para
destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y por
cuanto a los hombres les está establecido
morir una vez, y después de esto el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para tomar sobre sí los pecados de todos, por segunda vez aparecerá,
sin pecado, a los que le esperan para recibir la salud.
De
donde se ve que establecida la Necesidad. quiso Dios hacer de su consumación
sello con el que hacer inaccesible a los siglos el testamento de su Hijo. Y
como habiendo descendencia es el hijo el que hereda y la madre la que dispone
de todas las cosas hasta la mayoría de edad del
heredero de su esposo, viendo el Espíritu Santo esta disposición dio testimonio
del Futuro, hablando así en nombre de la creación entera dijo “esperamos
la gloria de la libertad de los hijos de Dios”. Pues, en efecto, habiendo
declarado Dios pasado todo lo Antiguo y estableciendo su Reino sobre el
Fundamento de la Gloria sola y única de su
Hijo Primogénito, declarando el Fin del Imperio y anunciando
el principio del Reino Universal de su Unigénito, era
solo natural que el Rey fuese coronado delante de toda la casa de Dios y
regresase a su Mundo para sentarse en Su Trono sempiterno, quedando de esta
manera nuestro mundo a la espera de la consumación de los tiempos, sobre cuyo
Fin, polvo eres y al polvo volverás, dispuso Dios por la sabiduría que viene de
la experiencia que se estableciese en la Inteligencia de toda su creación la
Causa por la que Él ha establecido Prohibición, bajo pena de
muerte, contra la Guerra.
No
nos queda más que unir nuestro pensamiento al de Dios,
nuestro Rey, y declarar la Abolición de la
Guerra, y Afirmar Declaración de Pena de
Muerte contra todo el que coma del fruto del árbol prohibido. Esta es la Ley
del Reino de Dios, la Ley que transgredió el Primer
Hombre.
Porque
la Guerra es el fruto del Árbol de la
Ciencia del bien y del mal, bendito sea Dios por haber mantenido la Ley contra
la sangre de su Hijo, bendito por haber hecho manar de esa sangre su Reino, y
bendito de nuevo por haberle dado la Corona de su Reino a Aquel que derramó su Sangre antes que hacer de su Brazo un hacha de guerra.
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