EL PONTIFICADO UNIVERSAL DE JESUCRISTO

SEGÚN SAN PABLO

III

 

EL FUTURO DEL JUDAÍSMO

 

 

Entremos en la mente de San Pablo. Situémonos en el tiempo que va de la Caída de un Templo, orgullo y fundamento de una Nación, por el misterio de los siglos transformado en “una cueva de ladrones”, a la Edificación de un Nuevo Templo, gloria de las Naciones. Y radiografiemos las causas de la Caída del Templo de los Judíos, firmada por Decreto y figurando el Nombre de quien levantara ese Templo Antiguo, el mismo Dios de los Profetas y Señor de Salomón.

Digamos que habiendo sido Dios el Autor de ese Templo era solo natural que Dios diese la Orden de su destrucción. ¿Pero por qué?

Bueno, el Templo abandonó a Dios por el Oro. Todo el Templo de Jerusalén había sido ordenado para ser el Tesoro del Sanedrín. Y este Tesoro, como el de cualquier Estado, se basaba en los Impuestos. Con la diferencia respecto a cualquier Estado, que da infraestructuras a cambio y tiene que mantener la Paz y la Libertad y la Justicia con el fruto de la recaudación de todos, que el Estado Judío Sacerdotal, aunque sujeto al Imperio, civilmente hablando, daba a cambio de sus Impuestos Sagrados: el Perdón de los Pecados. Es decir, el Pecado devino la Gallina de los Huevos de Oro.

Y deviniendo el Pecado la fuente del impuesto templario era solo natural que el Sacerdote cultivase la Conciencia del Pueblo Judío a fin de hacer de su vida entera un pecado, de esta manera robándole su vida a cambio de una Conciencia Limpia y garantía de salvación eterna.

Los efectos de esta dislocación de la relación entre Dios y el Hombre los tenemos fotografiados en el Evangelio en forma de una sociedad altamente esquizofreneizada, campo de toda suerte de enfermedades mentales y feudo de toda suerte de criminales bajo sotanas sagradas. Será contra esta perversión de la Relación Sacerdotal entre Dios y el Hombre que se levantara Cristo y, abriendo la boca, ordenara su Caída. Lo contrario -que Jesús se hubiera callado- hubiera sido un milagro, pero este del Diablo.

En el terreno de los siglos tenemos una reproducción de la situación templaria jerusaleña contra la que Dios se levantó, y a nivel macro, en la actitud de la iglesia romana durante la Víspera de la Reforma. Los Papas habían redescubierto la Gallina de los Huevos de Oro y, conociendo la ignorancia de los pueblos cristianos del momento, en lugar de luchar contra esa ignorancia se unieron para hacer de ella su mina de diamantes, e imitando a los santos padres de aquella Jerusalén de los ladrones en túnicas sagradas, “los santos padres romanos” cultivaron la Conciencia Cristiana para sembrar el Pecado y recoger de la cosecha de las Indulgencias el ejército de impuestos con el que la Teocracia Romana condujo al Cristianismo a la División de las Iglesias.

Tenemos pues ante los ojos, ya que nos hemos metido en los zapatos de San Pablo, una revolución en toda regla. Un Templo que con la excusa de ser indestructible, pues Dios lo había creado, se había entregado al animalismo más avanzado, y se enfrentaba a su destrucción total y definitiva. En su lugar un grupo de Analfabetos (los Apóstoles) están Edificando un Nuevo Templo, no hecho con piedras sino establecido sobre el Espíritu de una Fe Sobrenatural, que dice a boca llena:

 

Vosotros, pues, hermanos santos, que participáis de la vocación celeste, considerad al Apóstol y Pontífice de nuestra confesión, Jesús; fiel al que le hizo, como lo fue Moisés en toda su casa. Y es tenido por digno de tanta mayor gloria que Moisés, cuanto mayor que la gloria de la casa es la del que la fabricó. Pues toda casa es fabricada por alguno, pero el Hacedor de todas las cosas es Dios. Y Moisés fue fiel en toda su casa, como ministro que había de dar testimonio de las cosas que se habían de decir; pero Cristo está como Hijo sobre su casa, que somos nosotros, si retenemos firmemente hasta el fin la confianza y la gloria de la esperanza.

 

Es decir, de un Templo fundado sobre la Ignorancia del Hombre, pues los Judíos no conocieron la Existencia del Hijo de Dios, respecto al cual nada dijo Moisés, pasamos a un Templo espiritual fundado sobre el Conocimiento de dicha Existencia. Y por esta Nueva Sabiduría el Hombre deja de ser “cuerpo de Pecado” para devenir “Cuerpo de Cristo”, o es lo que es lo mismo, queda abolida toda compra-venta del Perdón de los Pecados, y por esta misma Ley Jesucristiana: devenía y deviene un Delito contra Dios y la Salvación de las naciones el Perdón Sacerdotal como Artículo de Mercado, y de aquí que la Iglesia Católica, en la Confesión, libre y voluntariamente, otorgue este Perdón sobre las faltas de los cristianos.

Pero vemos que en el Templo Antiguo este “perdón” estaba sometido a rito y costaba el sacrificio de un animal, cuadrúpedo o alado, y si en sus primeros días el pecador aportaba de su propio ganado, el Templo se hizo cuadra y establo donde el ganado esperaba a su pecador, y el sacerdocio, deviniendo un Monopolio, cultivó el Pecado como medio de atraer al Pecador a su Negocio ... La abominación que esta transmutación de una Realidad Santa en otra repugnante significó a los ojos de Dios provocó en Jesucristo la celebérrima explosión, que, andado el tiempo, quiso revivir en su Protesta aquel Lutero que se alzara contra el Replay de aquella situación abominable, a escala universal, que la iglesia de los romanos estaba consumando.

Un precio muy grande, pues, pagó la Iglesia Católica contra su conversión en una Teocracia Imperial donde el Obispo Romano devenía el Sumo Pontífice, no a imagen de Jesucristo, sino del Sumo Pontífice del Templo de los Judíos. Y con todo, el Obispo Romano es Infalible, no ha pecado jamás, no puede errar, y es santo. Amén.

Pero Aquéllos que estaban levantando el Edificio de la Iglesia Católica sobre el fundamento del Espíritu, lo mismo que el Autor de esta Epístola, estaban muy lejos de perderse en visiones de un Futuro ya escrito y, contra el que no pudiendo hacer nada, no era su problema. Lo que a Ellos les competía era la Edificación del Cristianismo.

El Cristianismo es, ante todo y sobre todo, la Continuación Sobrenatural de la Religión de Moisés, la Consumación final y definitiva de la Esperanza de los Patriarcas. En el Cristianismo es Dios quien se abre a todas las naciones, no para dominarlas por el Terror a su Todopoder sino para hacerlas partícipes de su Vida por el Amor del Creador a su Creación; Dios no busca ni quiere ni se complace en el Miedo a un Creador Omnipotente, Dios busca la Respuesta alegre y libre de un hijo a su Padre. Es, por tanto, el Cristianismo de Jesús, desde el Judaísmo, una revolución ontológica, existencial, trascendente, escatológica, mística, divina, sublime, apoteósica, tan fuera de lo normal que sólo había podido haber sido concebida en la cabeza de un loco. ¡Cómo concebir que Dios trate de hijo a su propia criatura, tomada del barro! Y sin embargo estaba escrito en sus libros: “El será para mí hijo y yo seré hijo para él”, y de muchas otras formas.

El problema entre el Cristianismo de Jesús y el Judaísmo de aquel Templo era, en consecuencia, que la adopción del Hombre por Dios como hijo implicaba la espiritualización del ser humano, o sea, su inmunización contra el Pecado, y deviniendo el Pecado un recuerdo del Pasado toda la estructura económica sobre la que se basaba el Estado Teocrático Judío se venía abajo, y, siendo padres y santos, era solo natural que entre ellos y “ese loco” de Cristo, Jesús de Nazaret, debiera ser sacrificado.

Hagamos notar que cuando alguien da a elegir entre él y algo otro siempre sale perdiendo “él”, pues parece que a nadie le gusta que le den a elegir, y hasta la propia verdad es despreciada cuando se pone como objeto de elección. ¡Tan esquizofreneizada está la conducta humana desde que cayera el Primer Hombre!

Y lo que era más importante para los Apóstoles, no ya como fundadores de una Religión Nueva sino, como hombres, era que la elección sobre ellos era un caso perdido y el destino de Jesús, tardase más tardase menos, era su suerte. Tragedia, sin embargo, que los dejaba libres para dedicarse a lo suyo y no perder el tiempo en hacer cambiar al Judío de opinión. Cristo Jesús se había sacrificado por ellos, y ellos tenían que sacrificarse por nosotros, lo demás era cuento chino.

 

Por lo cual, según dice el Espíritu Santo: “Si oyereis su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión, como el día de la tentación en el desierto, donde vuestros padres me tentaron y me pusieron a prueba, y vieron mis obras durante cuarenta años; por lo cual me irrité contra esta generación, y dije: Andan siempre extraviados en su corazón y no conocen mis caminos, y así juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso”. Mirad, hermanos, que no haya entre vosotros un corazón malo e incrédulo, que se aparte del Dios vivo; antes exhortaos mutuamente cada día, mientras perdura el “hoy,” a fin de que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado. Porque hemos sido hechos participantes de Cristo en el supuesto de que hasta el fin conservemos la firme confianza del principio; mientras se dice: “Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión”. ¿Quiénes, en efecto, se rebelaron después de haber oído? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto bajo la dirección de Moisés? ¿Y contra quiénes se irritó por espacio de cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes sino a los desobedientes juró que no entrarían en el descanso? En efecto, vemos que no pudieron entrar por su incredulidad.

 

Cierre de la discusión que se tradujo en términos históricos en la decisión del Concilio del 49 de ruptura final de toda conversación en pro del Judeocristianismo.

El Judío -Ayer y Hoy- sólo tiene una opción, su integración en la Humanidad, y estando sujeta la Humanidad al Hijo de Dios: el futuro del Judaísmo es su Conversión al Cristianismo, pues el Judaísmo era ante todo y sobre todo una repulsa de la Humanidad, un odio hacia el Hombre en tanto que hombre y un manifiesto de superioridad de la raza del Judío sobre todas las naciones.

Es decir, siguiendo la ley de la sabiduría que dice que cada cual es atormentado con aquello que atormenta a los demás, el Judaísmo encontró en el Nazismo la horma de su zapato, por el Holocausto quedando enterrado para siempre el concepto del Judío como Raza Superior llamada a dominar a toda las naciones, doctrina esquizofrénica de alta peligrosidad suicida y homicida que aún pervive en el seno del Estado de Israel, como puede verse en la WWW. Y que perdurando sigue cultivando en la Sociedad Israelí la locura del Destino de la Raza Judía ...

 

 

IV

JESUCRISTO : SUMO PONTÍFICE UNIVERSAL SEMPITERNO