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DIEZ Y SEIS AÑOS DE REGENCIA(MARÍA CRISTINA DE HAPSBURGO-LORENA) (1885-1902)CAPÍTULO XV. GUERRA DE FILIPINAS
Blanco en
Mindanao. Ocupación de Pantar. Combate de Kabasarán Acción de
Nanapán. Emboscada de Momungán. Castigo de los agresores. Combate de
Kalaganán. Movimiento combinado. Pánico de los enemigos. Brillante victoria.
Paso del río Agus. Refuerzos. La ofensiva sobre Marahuí. Dificultades para
la empresa. Las tres cottas. Impotencia de la artillería contra ellas.
Nuestras tropas rechazadas. Entran en acción los zapadores. Los moros
derrotados. Bajas sensibles. Fin de la campaña.
Pocos meses
después de terminar su campaña en Mindanao, el general Weyler, fue relevado por
Despujols (1892), suspendiéndose durante dos años las operaciones que el
primero de ambos generales había proyectado para reducir a los inquietos moros
de aquella isla.
En 1.° de
Marzo de 1894 y siendo capitán general de Filipinas don Ramón Blanco, se
organizó una nueva expedición, que partió de Momungán, con pesada impedimenta,
pues no había que contar con los recursos del país para las atenciones de los
800 hombres que la formaban. El día 2 se tomó posesión de las débiles cottas que en Pantar había, y por una compañía de ingenieros, cuyo único oficial era
el teniente Escario, se procedió a la construcción de alojamientos y a mejorar
las condiciones defensivas de la nueva posición.
Al
convencerse los moros de que aquello no era un reconocimiento, sino una
ocupación en regla, decidieron cortar las comunicaciones a nuestras tropas,
imposibilitando su abastecimiento, en vista de lo cual el comandante militar
decidió demostrarles nuestra superioridad, apoderándose de la cotta de
Kabasarán, situada a 3 kilómetros de Pantar, que era la más fuerte posición y
punto de reunión de los rebeldes. A este efecto se formaron dos columnas, yendo
en vanguardia la compañía de ingenieros. Después de parlamentar con el jefe
moro Sampiano, sin resultado alguno, se dio la orden de ataque por dos frentes,
coronando al poco tiempo el parapeto, los ingenieros, que se portaron
heroicamente, por lo cual se instruyó juicio de votación al teniente Escario,
que mandaba la compañía encargada del asalto, valiéndole ser propuesto para el
empleo superior y citado en la orden general que, como resultado de la acción, dio
en Manila el Capitán general.
Tomado
Kabasarán, se pidieron más fuerzas para guarnecer las posiciones avanzadas, y,
como consecuencia de este aumento, se reunieron en aquella región 2,500 hombres
de todas las armas, declarándose abierta la campaña el 31 de Marzo de 1894,
siendo jefe de la división, el general Parrado.
Para evitar
los continuos ataques de los moros a nuestra posición de Kabasarán, pues no se
avenían con nuestra ocupación definitiva, se decidió la construcción del
campamento de Ulama, capaz para albergar a 4,000 hombres, situado en una meseta
próxima, de donde se desalojó a los moros a viva fuerza.
Iligán fué
la base de operaciones y Marahuí el objetivo. Como era necesario forzar el paso
de río Agus, los ingenieros ejecutaron un puente colgante de 50 metros de luz.
Desde la
ocupación de Pantar, los moros no perdieron ocasión de hostilizar a los
españoles, en vista de lo cual se organizó el movimiento ofensivo a vanguardia
de Ulama, principalmente contra el reducto de Nanapán del datto Noral-Kakín, en
donde se fraguaban los ataques. Se ejecutó la operación los días 3 y 5 de
Junio. Organizáronse las columnas de ataque, teniendo que atravesar un profundo
barranco, en cuya altura opuesta se hallaba el reducto enemigo. La primera
columna tuvo que atravesarlo con el agua a la cintura, lo cual, unido a mayores
obstáculos que encontró en el trayecto, fue causa de que se retrasara en la
marcha, llegando a la posición cuando ya ésta había sido tomada por la segunda
columna. Este asalto fue ejecutado con un arrojo y una valentía que merecieron
los elogios de cuantos lo presenciaron. En el momento de desembocar la cabeza
de la columna, formada por parte de la compañía disciplinaria y por la tercera
de ingenieros, que conducía las escalas, se dió la voz de ataque y casi en el
mismo momento apareció, revólver en mano, el capitán Briones, en lo alto del
parapeto, al cual había subido agarrándose a unas cuñas en él apoyadas. Las
clases y soldados, al ver la valentía de su capitán, tiraron las escalas y treparon
por el muro, apoderándose de la fuerte posición ocupada por los moros.
Este mismo
capitán, don Félix Briones, que tan valerosamente se portó en el ataque del
reducto de Nanapán, fue también el héroe de otra jornada, en la que perdió la
vida, y el cuerpo de ingenieros uno de sus más brillantes oficiales. La
narración de este hecho de armas, constituye una de las páginas más gloriosas
de aquella campaña.
Los moros de
la ranchería Tugaya, situada a 35 kilómetros de Marahuí, fingiéndose amigos y
enarbolando la bandera española, acometieron de improviso a las tropas que
trabajaban en el camino de Momungán, causándoles varios muertos y heridos. En
vista de ello, el general Ríos se puso, el 17 de Julio, a la cabeza de una
columna para castigar aquella traición, y se apoderó de la cotta de Tugaya a
viva fuerza, formando la cabeza de la columna de ataque, la compañía de
ingenieros, mandada por el capitán Briones y el teniente Gil; estos dos
oficiales fueron los primeros en escalar el parapeto, muriendo entonces el
valiente capitán, y recibiendo grave herida el teniente. Asimismo perdieron la
vida cinco individuos de tropa, y fueron heridos 41. Al enemigo se le hicieron
116 muertos, entre ellos el jefe de la ranchería, Amaypundín, acérrimo enemigo
de España, apoderándonos de tres cañones y siete lantacas.
El 24 de
Julio, tuvo lugar el importante combate de Kalaganán, en que nuestras fuerzas
obtuvieron una brillante victoria. Habíanse recibido confidencias, por las
cuales se supo que unos 400 moros se hallaban emboscados en los alrededores, en
espera de ocasión favorable para asaltar un convoy; estas noticias se
confirmaron más tarde, en virtud de otra confidencia que aseguraba que el
número de moros dispuestos a dar el ataque pasaba de 1,000, lo que obligó a última
hora a modificar la composición del convoy, que, protegido por fuerzas de los
regimientos 70, 72 y una compañía de ingenieros, subía en la madrugada del día
23, con dirección a Ulama, ordenándose formaran la vanguardia de la columna dos
secciones de caballería al mando del capitán White. La columna llegó sin
novedad a Momungán y volvió a salir al día siguiente, con dirección a Ulama, reforzada
con una compañía disciplinaria. Al mismo tiempo, salía del mismo punto y en
sentido contrario, el regimiento 74, cuyo jefe adoptó las precauciones necesarias
a evitar una sorpresa, y batir al enemigo donde le encontrara. Este se hallaba
perfectamente atrincherado en las inmediaciones de la laguna de Kalaganán, en líneas
paralelas y escalonadas al eje del camino, y en número de 1.200 moros
próximamente. La posición estaba admirablemente escogida, pero los moros no
contaron con las inteligentes disposiciones tácticas del teniente coronel,
señor Pazos, el cual destacó a vanguardia, y flanqueando la izquierda, una
sección de treinta hombres al mando del teniente Vallejo, que ordenó una
descarga y el toque convenido de llamada, lo que produjo tal desconcierto y
terror a los moros, que no esperaban verse atacados por la espalda, que, no
dándose cuenta de lo exiguo del número que componía la sección, principiaron a
saltar en grandes masas al camino y a huir hacia el bosque y la laguna situada
a la derecha, donde una guerrilla al mando del teniente Aranda, que venía barriendo
el flanco derecho, los cazaba de un modo terrible.
Al oírse los
primeros disparos, la compañía de vanguardia llegó a la carrera, por el camino,
y las otras tres que componían la columna, se desplegaron en orden escalonando
fuera de él, protegiéndose unas a otras y cruzando sus fuegos. Los moros,
poseídos de un pánico indescriptible, saltaban en todas direcciones, tapándose
la cabeza con los brazos y rodelas, y buscando su salvación en la laguna y el
bosque que la circunda. A la hora y media de incesante fuego, llegó la columna
procedente de Momungán, que al percibir los tiros, forzó la marcha ; y ambas,
al mando del teniente coronel Del Real, se dirigieron a batir la laguna, donde
los moros, víctimas de un terror horrible, se tiraban por centenares de cabeza
al agua, mientras la compañía de ingenieros, al mando del capitán Escario, que
previamente tomó posición en una orilla, se dedicó materialmente a cazarlos.
La
carnicería fue atroz, los hechos heroicos, innumerables, y la valentía y el
espíritu de las tropas, superior.
A las cinco
de la tarde terminó el fuego, y cada columna continuó su marcha, teniendo que
lamentar dos soldados muertos y seis heridos, además del bravo teniente coronel
del regimiento número 74, don Pedro del Real, y del oficial primero de
administración militar, señor Merichalar, que recibieron contusiones leves. Los
moros sufrieron pérdidas enormes, calculadas en 347 muertos y 300 heridos.
Antes de la
terminación del puente sobre el río Agus, se dispuso que en el campamento de
Ulama se construyesen unas balsas para transportar cincuenta hombres cada una.
Así se hizo; desmontadas se llevaron a la orilla y se botaron al río,
efectuándose el paso del mismo, el 16 de Octubre, llegando felizmente a la
orilla opuesta, la columna que había de ejecutar las obras del puente en aquel
sitio, y las de un fuerte que se levantó en Sungut, para proteger los trabajos.
Mientras
tanto, el general Blanco no cesaba de enviar refuerzos a Mindanao, con el objeto
de dar el golpe de gracia a los moros, en cuanto llegase el momento oportuno.
En Febrero de 1895 el efectivo total de la división Parrado, ascendía a 5,000
hombres, divididos en tres brigadas, cuyos jefes eran, respectivamente, el general
Aguirre y los coroneles Jaramillo y González Montero. Blanco asumió el mando
superior y dieron comienzo las operaciones ofensivas.
El domingo
10 de Marzo, después de asistir la fuerza a una misa de campaña celebrada junto
al fuerte de Sungut, se emprendió la marcha en dirección de la laguna de
Lanao, marchando en vanguardia la brigada de Montero y en retaguardia la de
Jaramillo, siendo jefe de la extrema vanguardia, el coronel Marina.
El avance no
dejó de ser dificultoso, a causa de la carencia absoluta de caminos, que
imposibilitaba el paso de la artillería e impedimenta. Al mediodía, la brigada
de vanguardia llegó a la llanura de Marahuí, en donde el enemigo ocupaba tres cottas,
bien apercibido para la defensa con algunos cañones y multitud de defensas
accesorias, rodeadas de bosques y cañaverales.
De las tres cottas mencionadas, había una verdaderamente formidable, constituida por un recinto
rodeado de ancho y profundo foso. El parapeto era de tierra, revestido
exteriormente de piedra, terminando en una larga fila de cañas con puntas
aguzadas, que le servían de aspilleras, desde donde el enemigo disparaba a
cubierto, siendo casi imposible el asalto por hallarse el terreno exterior cubierto
de abrojos y trampas de lobo, que dificultaban grandemente el ataque. Se
intentó abrir brecha; pero nuestra artillería, que era de cañones Plasencia y
Hontoria de 7 centímetros, fue impotente para lograrlo. Otra cosa no podía ser,
pues los artilleros se veían obligados a batir las cottas con tiro
indirecto y éste casi siempre es de escasa eficacia.
En tales
condiciones se comenzaba la batalla de una manera desfavorable para nuestras
tropas, que desaparecían en aquellos bosques de cañaverales.
Ordenado el
ataque a viva fuerza por el general Blanco, se lanzó a la carrera la brigada de
vanguardia: las dos cottas de la derecha del enemigo fueron tomadas
bizarramente por nuestras tropas. La cotta de la izquierda, de
guarnición numerosa, no pudo ser tomada en dos asaltos intentados con
extraordinario arrojo por nuestros valientes soldados. Fue menester encomendar
nuevamente a la artillería que facilitase con sus fuegos el tercer asalto; pero
nuestros cañones no lograron grandes resultados, por desconocerse las
distancias y hacer fuego las baterías sin más datos que las ligeras referencias
de los moros amigos, que servían de confidentes.
Ante la
impotencia de la artillería, ordenó el general Blanco que la brigada del centro
reforzase a la de vanguardia y que una compañía de ingenieros y otra disciplinaria,
atacasen a la zapa el muro de la cotta hasta desmoronarlo lo
suficiente, para que después se pudiese abrir brecha con los cañones. En esta
arriesgada operación, los zapadores se portaron de un modo verdaderamente heroico,
pues recibían a quemarropa el fuego de fusilería y las pedradas y lanzadas que
les herían de continuo. Conseguido este objeto, se emplazó la artillería a cincuenta
metros de la cotta, y siendo ya el fuego más eficaz, se lanzaron al
asalto las dos brigadas, siendo el primero en llegar, el capitán de artillería
don Luis Eyter.
Ocupadas las
tres cottas, se estableció en ellas toda la división, atrincherándose y
construyendo un campamento permanente para ulteriores operaciones.
Sufrimos en
este glorioso combate la muerte de dos oficiales, los tenientes de infantería,
señores Allanagui y Aranda, además de 15 soldados muertos también, siendo los
heridos unos 200, entre los que se contaban 3 jefes y 18 oficiales. Los moros
tuvieron pérdidas considerables, pasando de no el número de muertos que fueron
recogidos por nuestras tropas, siendo la pérdida más importante que sufrieron
la del Sultán Amani Pag Pag, principal caudillo de la rebelión contra España.
Con la toma
de Marahuí quedó logrado el objetivo de la primera parte de la campaña,
tomándose el general Blanco un plazo prudencial para construir una escuadrilla
de lanchas cañoneras, que, navegando por la laguna de Lanao, nos hizo dueños de
ella, imposibilitando a los moros de las rancherías cercanas los continuos
actos de hostilidad contra nuestras fuerzas.
Desgraciadamente,
no pudo llevar adelante las operaciones que proyectaba, porque los inesperados
sucesos de la isla de Luzón, de los cuales nos ocuparemos a su debido tiempo,
imposibilitaron su realización.
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