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CAPÍTULO 89.INTENTOS PARA CONSTITUIR UN GOBIERNO AUTORITARIO CON PRIETO
Divididos
los socialistas en moderados y violentos, los dos líderes que presiden los
grupos no caben en el mismo partido. Largo Caballero pretende la eliminación de
Prieto, para lo cual trata de ganar el predominio absoluto en la organización,
mientras su rival fía en su habilidad y talento para inutilizar a su
adversario.
La
historia de la intriga para situar a Prieto en la jefatura del poder público es
la siguiente :
A raíz del acuerdo de celebrar elecciones municipales, adoptado por el Consejo
de Ministros en los últimos días de marzo, coinciden en el Congreso los
diputados Claudio Sánchez Albornoz, de Izquierda Republicana; Giménez
Fernández, cedista, y Miguel Maura. Los tres estiman
que dada la situación anárquica de España, las elecciones serán motivo de
nuevas violencias y desórdenes. Las noticias que cada diputado tiene de su
respectivo distrito son desoladoras y trágicas. En estas condiciones, una
frenética campaña electoral y una movilización turbulenta del censo acabarán
por enloquecer a los españoles, ¿Por qué — propone Sánchez Albornoz— no
visitamos a Besteiro para decirle nuestra preocupación y saber lo que opina?
Así lo hacen. El diputado socialista piensa como ellos. Comparte sus temores y
su pesimismo. Afirma que una consulta electoral equivale a un salto en las
tinieblas. Completa su desesperanza con estas palabras: «¡Y eso que no saben
ustedes cómo están las cosas en el partido socialista!» ¿Qué se podría hacer?
Besteiro sugiere hablar en el acto con el jefe del Gobierno, que en aquel
momento se encuentra en su despacho, para exponerle el criterio de los cuatro,
contrario a la celebración de elecciones. Azaña les recibe y escucha en
silencio. «El país vive en plena guerra civil», afirma Besteiro: en estas
condiciones una lucha electoral supone lanzar a España a una hoguera de
pasiones desenfrenadas.
Azaña
abandona su habitual gesto glacial y desdeñoso. Está asustado. No es una
interpelación parlamentaria la que oye, sino confidencias de amigos
interesados, como él, en la cosa pública. Cada visitante alega sus razones. El
efecto de la entrevista se refleja en un acuerdo del inmediato Consejo de
ministros (3 de abril). El Gobierno con liviano pretexto, para ocultar la
verdadera causa, suspende las elecciones convocadas.
Miguel
Maura, ardiente partidario de un Gobierno de autoridad, comienza, a partir de
aquel momento, a discurrir con Besteiro, Sánchez Albornoz, Sánchez Román y en
especial con Giménez Fernández y Prieto, la manera de organizar una mayoría
parlamentaria que respalde a un Gobierno dispuesto a contener el desenfreno frentepopulista. A Giménez Fernández le encomienda la
gestión en la C. E. D. A.: conseguir la adhesión de unos cuarenta diputados
para un apoyo no sistemático, sino condicionado a un Gobierno con republicanos
de izquierda y socialistas de la fracción Prieto. El jefe del grupo cedista, en apariencia disidente, será Luis Lucia, puesto
que Giménez Fernández se ha distinguido durante su paso por el ministerio por
su radicalismo social y despierta muchos recelos dentro del partido. Las
negociaciones para constituir el conglomerado parlamentario se amplían al
sector agrario, por medio del diputado Cid y al grupo de Sánchez Román, que
carece de acta, pero cuenta con tres diputados que le reconocen como jefe.
Martínez Barrio, cuya minoría la componen más de cuarenta diputados, vendrá a
ser de hecho árbitro de la situación, pues sus votos decidirán en todos los
casos. Los gestores acuerdan por eliminación que sea Prieto jefe de Gobierno,
pues ningún otro ofrece las garantías de decisión y energía para enfrentarse
con la revuelta anárquica.
En los
últimos días de abril, en vista de las ramificaciones e incremento de la
intriga, Giménez Fernández informa a Gil Robles de los alcances y pormenores de
la misma. Gil Robles, sin dar su aprobación, decide permanecer a la
expectativa, inquietado por los peligros que encierra el intento, pues teme que
la mayoría de los cedistas no acepten la amalgama y
abandonen el partido para alistarse en otras banderas.
Así están
las cosas cuando Prieto, con su discurso de Cuenca (1 de mayo), da el clarinazo
de alarma. España se precipita hacia un despeñadero, empujada por las masas
exasperadas por Largo Caballero, que aspiran a la dictadura del proletariado.
Prieto en dicho discurso se declara dispuesto a dar la batalla a la
criminalidad revolucionaria. Sin embargo, pese a la actividad desplegada para atraerse
a los correligionarios, sólo cuenta con la adhesión de cuarenta y dos o
cuarenta y siete diputados, y la minoría socialista se compone de no. Las actas
ganadas en la rebatiña que siguió a las elecciones, más las conseguidas en la
segunda vuelta, en total unas veinte, fueron para incondicionales de Largo
Caballero, con lo cual éste vio acrecentada su fracción. Pero Prieto, secundado
por Jiménez de Asúa y Jerónimo Bugeda, entre otros,
no desconfía de ganar nuevos adeptos hasta conseguir la mayoría de los
diputados socialistas, y en ese momento dará estado público a la disidencia. Tan
interesado está en el éxito, que dedica su atención y su tiempo a perfeccionar
el plan, e incluso proyecta el Gobierno que presidirá: a Ricardo Zabalza,
secretario de la Federación Socialista de Trabajadores de la Tierra, le ofrece
la cartera de Agricultura, a Miguel Maura la de Estado. La de Comunicaciones se
la reserva a Luis Lucia. La crisis se producirá con la lectura de una
proposición de ley de censura contra el Gobierno, encabezada por Prieto y
firmada por cincuenta diputados. Entonces estallará la división del partido. El
Comité Ejecutivo aprobará la participación de los socialistas en el Gobierno
en contra de la U. G. T., que dará por roto el pacto del Frente Popular. El ex
director de El Sol, Manuel Aznar, recoge todas las impresiones de la batalla
política que se prepara en una crónica del Heraldo de Aragón (29 de mayo): «Se
habla cada día más de un Gobierno Prieto y se dice quiénes lo compondrán.
Prieto no tendría mayoría parlamentaria si no le votaran la confianza los
diputados de la C. E. D. A. ¿Podrían los amigos de Gil Robles abrir créditos al
Gabinete presidido por el diputado bilbaíno? Pero, sobre todo, ¿puede Prieto
gobernar en estos momentos apoyado por los votos de la C. E. D. A.? Comienza a
hablarse de un Gobierno de concentración republicana bajo el mando y
caudillaje de Prieto, sin demasiadas trabas legalistas y sin excesivos
ringorrangos jurídicos. Va cundiendo en el campo republicano, entre los
característicamente denominados hombres del 14 de abril, la convicción de que
esto no puede seguir y de que así no se puede continuar un día más. Desde la
derecha del 14 de abril hasta el propio Prieto, pasando por las zonas
izquierdistas, la desolación, la amargura, enojo y protesta contra lo que está
ocurriendo son de una perfecta evidencia».
El
inconveniente más serio que se opone al éxito de estos planes lo ofrece, como
se ha dicho, la falta de diputados socialistas dispuestos a aceptar la jefatura
de Prieto. Por otra parte, en el seno de la C. E. D. A., donde empieza a
conocerse lo que se trama, son muchos los que repugnan el peligroso
conglomerado. Gil Robles ha mirado con recelo, desde el primer momento, la
maniobra que si prospera ocasionará la fragmentación del partido, con riesgo de
desintegrarlo. Y, por encima de todo, él quiere mantener la unidad de la C. E.
D. A., pretensión harto difícil, porque los extremistas de derecha e izquierda
y en especial las juventudes, soliviantadas y casi en rebeldía, con marcada
tendencia fascista, se muestran cada vez más en contra de las recomendaciones
legalistas del jefe.
Además,
no es fácil olvidar que Prieto fue promotor y vocero de la revolución de
Octubre para aceptarlo año y medio después como caudillo de la
contrarrevolución. Gil Robles acaba por desautorizar las negociaciones (2 de
junio). «Me cabe la satisfacción, dice Giménez Fernández al jefe de la C. E. D.
A., de haber agotado todos los recursos para evitar la catástrofe que se
avecina. Suspendo la actividad política y me marcho a mi casa de Chipiona donde
esperaré a los que vayan allí para cortarme el cuello.»
Sin
embargo, Miguel Maura no cede en su empeño. Y como contribución al intento de
constituir un Gobierno fuerte —«dictadura nacional republicana», así lo llama—,
publica en El Sol de Madrid y en varios periódicos de provincias (18 de junio y
siguientes) seis artículos en los que expone cuál es, a su parecer, la única
solución al gravísimo problema. Son una apelación al único poder, cuyo nombre
no se dice, capacitado para restaurar el imperio de la disciplina y el orden:
es decir, el Ejército. En el primer artículo examina la situación de España
desde las elecciones de 1931 hasta la revolución de Octubre. En el segundo
explica el estado de subversión y desprestigio definitivo del sistema
parlamentario.
«Rota la
normalidad parlamentaria y democrática, las elecciones de febrero tuvieron, el
carácter de lucha a muerte entre la revolución fracasada de Octubre, pero viva,
y las fuerzas de derecha. La lucha entablada en definitiva entre capitalismo y
marxismo tiene todas las características de una guerra civil. Unidas como
estaban las organizaciones obreras habrían decidido la contienda sin apelación
posible aplastando a la burguesía e instaurando la dictadura del proletariado,
antesala de la anarquía. De haberse llevado la lucha entre los dos bandos sin
intervención ni participación de la burguesía republicana en el Frente Popular,
el resultado electoral hubiese sido el mismo, pero la mayoría parlamentaria
distinta, pues habrían tomado asiento 230 obreros, que hubieran decidido en
veinticuatro horas la contienda, sumiendo a España en la anarquía, porque su
falta absoluta de preparación y hasta de esperanza en la victoria era de todos
bien conocida. Si las Cortes no han sido ese instrumento se debe a la presión y
patriotismo de los dirigentes de Izquierda Republicana, que supieron a tiempo
traer a razón a las organizaciones obreras, dueñas de la auténtica fuerza
electoral.»
El
tercero de sus artículos se titula «Los Comités jacobinos del Frente Popular,
el fascismo español y la gravedad de los problemas nacionales». «El Gobierno
republicano dice que dirige la realización del programa del Frente Popular,
pero en la vida provincial y rural son las masas anónimas y exaltadas las que
mandan y gobiernan a través de gobernadores sometidos a los Comités jacobinos
del Frente Popular, cuyos excesos y desmanes tiene aquella autoridad que
refrendar, a través de los alcaldes y presidentes de gestoras, verdadera plaga
bolchevizante que está asolando al país. Los ciudadanos pacíficos viven con la
sensación de que las leyes son letra muerta y que los incendios, asaltos,
allanamientos de morada, homicidios, insultos y agresiones a la fuerza armada
han dejado de figurar en los preceptos del Código penal para quienes pueden
alegar como eximente el uso de una camiseta roja o azul, o la insignia
estrellada con la hoz y el martillo. El puño en alto es salvoconducto y
talismán que permite los mayores excesos.»
«La
reacción no podía faltar. Así ha tomado cuerpo hasta llegar a ser una realidad preocupadora lo que se llama «fascismo». La masa incorporada
a ese movimiento se ha formado por aluvión y la integra la burguesía netamente
conservadora y una juventud magnífica de espíritu y patriotismo, llena de
abnegación y rebosante de valor personal, que llega hasta el desprecio
temerario de la muerte, que al calor de un ideal, yo creo que no bien
precisado, actúa violentamente en la guerra civil empeñada sobre el suelo
español, mientras van llenando la lista ya cuantiosa de sus mártires. Tras esa
vanguardia está la masa que fía el remedio de sus males a un cambio de gobierno
o sistema. Con todo, sería negar la evidencia desconocer el hecho de que esa
organización tiene hoy entre sus afiliados y simpatizantes a la casi totalidad
de la burguesía española. El campo nacional está escindido en dos grupos
irreconciliables, y, entre ellos, el Estado republicano, cada vez más débil. En
síntesis: desgobierno absoluto arriba, anarquía desatada abajo y amenaza de
ruina en todas partes. Esta situación no puede prolongarse.»
* * *
En otro
artículo, Maura expone la solución para atajar el mal: una dictadura nacional
republicana. Recuerda las equivocaciones de los republicanos «que colaboramos
al advenimiento de la República». Nos equivocamos «al convocar a las
Constituyentes, porque la inexperiencia y la tensión revolucionaria dieron como
fruto una ley fundamental plagada de errores y cargada de sectarismo: al vestir
al nuevo Estado con el traje arcaico, ya en desuso, de un liberalismo integral
del siglo XIX y de un parlamentarismo cerrado con todos los vicios del sistema;
al negar el diálogo y la convivencia a los adversarios políticos; al
empeñarnos en fútiles y nimios menesteres, en vez de atacar a fondo la obra de
dar estructura al nuevo Estado; al emprender una política partidista o de clase
hostil a cuanto no fuera la fracción dominante en vez de practicar una política
nacional; en los modos ásperos y violentos de garantizar la función de
Gobierno, provocando la protesta y desvío de los ciudadanos; al promulgar leyes
excepcionales, siempre injustas y vejatorias; al agredir a la ley fundamental
cuantas veces consentimos el relajamiento de los resortes de la autoridad. Esto
se resume en insinceridad en el cumplimiento y postergación del auténtico
interés nacional e inexperiencia en las funciones».
«Somos
los republicanos y los socialistas no contaminados de la locura revolucionaria
—prosigue Maura— quienes hemos de asumir la tarea de rectificar el rumbo de la
República, so pena de asistir al barrido de las instituciones republicanas.
Fuera del Frente Popular no es fácil formar una mayoría parlamentaria. Además,
sería inútil, porque la práctica del sistema ha hecho inservible las Cortes
para su función privativa. No es posible esperar transigencia a través del
diálogo. Roto el Frente Popular, el actual Parlamento queda inservible. Son
contados, yo apenas los conozco, quienes postulan una solución dentro de las
puras normas constitucionales.
No hay
otra solución que reconocer todos los errores y rectificar sin paliativos el
rumbo de la República, dejando en suspenso los preceptos de la Constitución,
clausurando el Parlamento y, tras un período cuya duración han de fijar las
circunstancias y los sucesos, pensar en confeccionar nuevo ropaje. Dictadura
republicana se llama esa solución. Dictadura nacional, apoyada en zonas
extensas de clases sociales, que llegue desde la obrera socialista no
partidaria de la vía revolucionaria hasta la burguesía conservadora. Dictadura
regida por hombres de la República avanzada en la política social y económica.»
Este
responso de Maura a la Constitución y a la República declinantes y agónicas se
prolonga en otro artículo, quinto de la serie, en el que el político insiste en
que la República no puede subsistir si continúa por los derroteros que le traza
el Frente Popular. «Hoy, la República —dice — no es otra cosa que el
instrumento de la parte exaltada y revolucionaria de la masa proletaria, que al
socaire del sistema democrático y liberal y de la ceguera de algunos hombres
representativos de los partidos republicanos preparan con prolija minuciosidad
el asalto al poder y el exterminio de la organización social, capitalista y
burguesa. Nos lo dicen ellos mismos en sus propagandas en la prensa y en actos
públicos. Las cárceles están llenas de republicanos llamados fascistas. Los
republicanos que más colaboramos somos fascistas. Si la República ha de ser
eso, la República está inexorablemente condenada a muerte próxima, a manos de
los que dicen ser sus defensores. La única solución es una dictadura
republicana ejercida por un Gobierno para el que más que lícito es obligado
pedir los plenos poderes.»
En el
último artículo de la serie explica cómo concibe el Gobierno nacional. Petición
tan descarada de una dictadura, aun con las veladuras de republicana y
nacional, no produce en los partidos izquierdistas indignación, porque muchos
parecen dispuestos a aceptarla como remedio desesperado exigido por las
circunstancias. «La República —escribe A B C (25 de jimio) —, como apostilla a
los artículos de Maura, es como tiene que ser: abominable para nosotros; pero no
puede ser de otra manera y en España, sobre todo, no hay otra.» La dictadura
republicana se vería obligada a prescindir de los únicos elementos en que la
República se apoya, y con los que habría de luchar enconadamente desde el
primer momento.
La prensa
izquierdista acoge con desprecio y rechifla los artículos de Maura, que a
juicio de Claridad exhalaban un tufo pestilente fascista. «Para hacer
manifestación pública de adhesión al fascismo, comenta Solidaridad Obrera, (29
de junio), no tenía necesidad de escudarse tras la peregrina idea de un
Gobierno nacional». Política, órgano de Izquierda Republicana, escribe: «Maura
postula una dictadura que él llama nacional, pero que a juzgar por la posición
que adopta con relación al Frente Nacional sería una dictadura tan
reaccionaria como pudiera ser la que se le ocurriera a cualquier líder de las
derechas intransigentes. A través de la desbocada dialéctica del señor Maura se
adivina preferentemente el resentimiento contra los principios de la
Constitución, piedra de toque de todo republicano. El jefe del partido
conservador, que fue hasta ayer un revisionista de la Constitución, ya no se
conforma con reformarla: quiere sencillamente acabar con ella.»
La alarma
entre los elementos republicanos estaba muy generalizada, y a los artículos de
Maura había precedido un manifiesto (30 de mayo) del Consejo Nacional de
Izquierda Republicana, con las firmas del presidente, Marcelino Domingo, y del
secretario, José Salmerón García, que enjuiciaba la situación creada por los
sucesos ocurridos desde el 16 de febrero con estas palabras: «Todos estos
hechos son lo suficiente para poder afirmar respecto de ellos que no han
contribuido en lo más mínimo al buen nombre de España, al afianzamiento de la
República y al buen crédito de las izquierdas en el poder. Todo lo contrario.
España ha sido juzgada en el exterior como un país en permanente guerra civil,
incapaz para la convivencia y la categoría democrática. La República ha sido
vista como un régimen interino e inestable, al que los propios republicanos
dificultan la base de su afianzamiento; las izquierdas en el Poder han sido conceptuadas
de impotencia para mantener vigente la autoridad. No hay duda de que este
juicio es injusto por lo desmedido, insidioso y falso. Pero es un juicio que
fuera y dentro de España ha adquirido sobrada circulación para que no sintamos
el afán, no sólo de desmentirlo, sino un afán mayor: el de conducirnos de forma
que haya de rectificarse o no pueda repetirse.» En el manifiesto se hace un
llamamiento a los partidos integrantes del Frente Popular para que se muestren
disciplinados, sin ningún resultado, como se demostrará pocos días después, en
la reunión (11 de junio) del grupo parlamentario de izquierdas celebrado en las
Cortes, bajo la presidencia de Marcelino Domingo. Los diputados de varias
regiones exponen la situación en cada una de ellas. Son pinturas desoladoras y
catastróficas. Miñana cuenta lo que sucede en
Valencia, cuya economía se resquebraja por los abusos y excesos de las
organizaciones proletarias. Vicente Sol describe a la provincia de Badajoz
dominada por la anarquía. Moreno Galvache habla de
Murcia, «escenario de luchas violentas, expoliada por el Socorro Rojo, dueño de
las carreteras». Las cantidades de la Junta Nacional contra el Paro se las
reparten los socialistas y comunistas dueños de los Ayuntamientos. Otros
diputados cuentan cosas parecidas de sus regiones, y el presidente, para
resumir, promete que sin perder tiempo se dirigirá al Gobierno para pedirle que
ponga fin a los desafueros.
¿Qué
podía hacer el Gobierno? «A estas horas —escribe Ossorio y Gallardo en La
Vanguardia (21 de junio) —, hablemos claro, aunque nos duela. Ni el Gobierno,
ni el Parlamento, ni el Frente Popular, significan en España nada. No mandan
ellos. Mandan los inspiradores de huelgas inconcebibles, los asesinos a sueldo
y los que pagan el sueldo a los asesinos; los mozallones que saquean
automóviles en las carreteras, los que tienen la pistola como razonamiento.
¿Hay alguien contento o siquiera conforme con tal estado de cosas? Nadie.
Ninguno sabe lo que va a pasar aquí, ni presume quién sacará el fruto de la
anárquica siembra.» Afirma también Ossorio y Gallardo: «Estamos presenciando
cosas que sólo en la patología mental puede tener explicación.»
Un
clamor, ahogado por la mordaza de la censura, se eleva de todo el país,
náufrago en el desorden y que no sabe dónde poner su esperanza. ¿Cuál es la
situación de Cataluña? «La agitación social —se afirma en un manifiesto del
Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona— ha sumido en la ruina a cientos de
empresas. Muchas han desaparecido, por suspensión de pagos o declaración de
quiebra, y las que subsisten tienen agotado su capital, paralizados sus
créditos y abarrotado de existencias sus depósitos.» Hechos que confirma Cambó
en su discurso en el Centro de Juventudes de la Lliga Catalana (15 de junio):
«Los notarios me dicen que ya ni se compran fincas, ni se aumentan los
capitales de las sociedades, ni se realizan otras operaciones que las
hipotecarias. No se construye. Existe una terrible crisis en la agricultura, en
la industria textil y algodonera. Los que tienen ahorros los retiran, porque
creen que así tienen más seguros sus caudales.»
* * *
El
proyecto de un Gobierno Prieto se malogró en los primeros días de junio, pero
sobrevive y sigue latiendo en el rumor público y en el ambiente porque la
confusión es grande y como la gente no sabe dónde refugiarse pone su vista en
Prieto «que representa, escribe Aznar (Heraldo de Aragón, 29 de junio), las
esperanzas de todos los espantados por la posibilidad de una España
catastrófica». «Todo el mundo, cuenta «Alcíbar» seudónimo de Rafael Picavea,
director de El Pueblo Vasco de San Sebastián (12 de junio) pide que venga don
Inda cuanto antes. Y se va formalmente a la dictadura destapada y sin disimulos
de Prieto.» Claridad procura desengañar a todos los ilusionados con este
espejismo. «Sólo un Congreso del partido socialista, escribe, (29 de junio),
puede resolver sobre la colaboración.»
«Lo que
tiene más cuerpo —en el ámbito parlamentario, añade Claridad es aquello que más
graves consecuencias podría acarrear en el Frente Popular: un Gabinete Prieto.»
El Socialista se limita a desmentir la veracidad de los rumores. «No
consideramos necesarias ni convenientes las crisis.»
«No creo
que haya nadie —responde Prieto desde El Liberal de Bilbao (26 de junio) — tan
insensato como para desear el ejercicio del poder público en España en las
circunstancias presentes, harto difíciles. Puedo tranquilizar a los envidiosos
que se crisparían al verme ascender a él. Llevo conmigo la triple tragedia de
no tener fe religiosa, ni vanidad, ni ambición. Falto de estímulos tan
poderosos, los incentivos que me ofrecería el poder son demasiado puros para
que lleguen a agitar pasionalmente mi espíritu.»
No
obstante esta negativa, la cotización de un Gobierno Prieto para los que no
están en el secreto de los asuntos políticos sigue en auge y a ello contribuye
la insistencia con que piden esta solución periódicos y políticos de izquierda.
Se recuerdan las frases de Prieto en el Coliseo Albia de Bilbao: «Estamos ya viviendo una intensísima guerra civil. Me asusta la
barbarie, la deploro y me entristece, y además la condeno por contraproducente,
porque no lleva en sí designios francamente revolucionarios». Y las frases de
Besteiro en la Sociedad «El Sitio», de la capital vizcaína (23 de mayo). «En el
partido socialista hay hombres eminentes que tienen extraordinarias dotes de
gobernantes. Si posee el partido esos hombres, ¿los puede monopolizar en nombre
de un egoísmo sin sentido? ¿Hay alguna razón para que se les cierre el paso en
el cumplimiento de sus funciones de gobierno? Yo digo desde ahora que no».
«No es
posible —escribe La Libertad (10 de junio) — demorar la formación de un
Gobierno que realice por decreto, para dar cuenta a las Cortes, el programa del
bloque izquierdista, ante la magnitud creciente de los problemas económicos, de
orden público y social. Todas las fuerzas del Frente Popular deben apoyar un
régimen de fuerza para la salvación de la República.» Y pocos días después
insiste: «Prieto es, a nuestro juicio el valor bajo cuyo signo izquierdista,
con hombres capaces, estén donde estén, puede formar un Gobierno
republicano-socialista que encauce y resuelva los problemas nacionales.
Esperamos que la perspicacia y el amor al pueblo y a la República del señor
Azaña encauce en este sentido la solución de la próxima crisis.»
El
Socialista (3 de julio) reconoce que se ha producido en la calle «un estado de
ánimo que para entendernos fácilmente llamaremos de mesianismo histérico,
porque ha disminuido la confianza en el Gobierno».
Nadie
está satisfecho. «La preocupación es la musa inspiradora de los que gobiernan
—escribe Ahora (11 de julio) —. No puede estar satisfecho el Parlamento, pues
toda la legislación que ha votado tiene un carácter adjetivo y negativo: la
alegría del Frente Popular se ha evaporado; los socialistas riñen entre sí; la
C. N. T. choca con la U. G. T.; las divisiones de los republicanos son
patentes. En cuanto a la opinión en general, vive inquieta y en constante
nerviosismo ante el cúmulo de conflictos.»
Hay que
buscar el remedio. Y el «mesianismo histérico» ha puesto su esperanza en
Prieto. El cabo ardiendo a que se agarran los náufragos de la República
española.
CAPÍTULO 90.DEBATE EN LAS CORTES SOBRE LA DESASTROSA SITUACIÓN DEL CAMPO
«AL
AGRICULTOR SE LE ARRUINA, SE LE DESPOJA DE SUS BIENES Y SE LE LLEVA A LA
DESESPERACIÓN (CID). — ESPAÑA NO PODRÁ RENACER -DICE EL MINISTRO DE Trabajo- mientras diez millones de ciudadanos
tengan salarios de HAMBRE. — NO PUEDE HABER UNA BUENA POLÍTICA AGRARIA
—AFIRMA CALVO SoTELo— CoN EL MAREMÁGNUM DE LEYES Y CoNTRALEYES Y EL INCESANTE
DESFILE DE MINISTRoS PoR LA
CARTERA DE AGRICULTURA. — GALARZA PRoCLAMA «LA
LEGITIMIDAD DE LA VIoLENCIA CoNTRA QUIEN PRETENDE ERIGIRSE -CALVo SoTELo-
EN JEFE DEL FASCISMo». — PRoCESo Y CoNDENA DE JoSÉ ANToNIo PoR TENENCIA ILÍCITA DE
ARMAS. — EL JEFE DE FALANGE Y SU HERMANo MIGUEL TRASLADADoS A LA PRISIÓN DE ALICANTE. — CIRCULAR DE JoSÉ ANToNIo A LoS JEFES DE FALANGE, oRDENÁNDoLES QUE No SE CoMPRoMETAN EN CoNFUSoS MoVIMIENToS SUBVERSIVoS.
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