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CAPÍTULO 88.EL PARTIDO SOCIALISTA DESGARRADO POR LUCHAS INTERNAS
«La
circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil
dentro del partido socialista», afirma Salvador de Madariaga. Dice también que
la polémica entre Claridad, portavoz de Largo Caballero dirigido por Araquistáin y El Socialista, órgano oficial del
partido que seguía las orientaciones de Prieto y dirigía el ex-seminarista vasco Julián Zugazagoitia, «fueron uno de los rasgos típicos de la política de
aquellos días». La polémica se hace enconada y procaz. Con motivo de la
elección de Presidente de la República, el acometimiento de las dos fracciones
adquiere caracteres furiosos. «La fobia odiosa —escribe El Socialista (29 de
abril) — ha sustituido en el partido socialista a aquella magnífica camaradería
que antes nos unía a cuantos militábamos en él.»
La clave
de estas disputas es la colaboración en el Gobierno. «Se piden ministros
socialistas —afirma Claridad (3 de mayo) — en calidad de apagafuegos.
Los piden los republicanos y los secundan algunos socialistas, escudándose en
el supuesto de que tal es la significación del Frente Popular. Nos parece que
es mucho pedir... Una cosa está clara: el fracaso rotundo de la táctica
política que han impuesto ciertos manipuladores del Frente Popular.» El partido
socialista decidirá lo que conviene hacer «sin oficiosidades de sirenas harto
desacreditadas». Influida la Asociación Socialista Madrileña de animosidad
contra el grupo centrista acuerda (6 de mayo), a instancias de Largo Caballero,
«formar expediente y si fuera necesario proponer la expulsión de todos los
afiliados que al margen de la Agrupación están actuando en forma incompatible
con la disciplina del partido». Acuerdo parecido adopta la U. G. T. (7 de
mayo), a fin de impedir un posible encargo a Prieto para que forme Gobierno.
«El hecho significaría la ruptura del Frente Popular y la U. G. T. se
considerará en libertad para actuar de acuerdo con la orientación que reclamen
los intereses de la clase trabajadora.» Claridad, —que de semanario se
ha convertido en diario desde el 6 de abril—, sin citarlo señala a Prieto como
autor de estas maniobras: «Cierto personaje extraviado de la disciplina y
normas del partido —escribe (8 de mayo) — y entregado a una serie de
maquinaciones personales que si no dan al traste con el Frente Popular será por
la elevación de juicio y la serenidad de las personas que en este, como en
otros casos, tienen al final que actuar de desfacedores de entuertos.»
Insistente en sus ataques, Claridad acusa a Prieto de preparar a espaldas del
partido una colaboración ministerial. «No creemos dice, en la hipótesis de que
el encargo que se le encomendó de formar Gobierno haya sido un gesto de
independencia presidencial. A nadie le agrada ni le enaltece dar pasos en
falso.»
La
discusión arrecia y se agria. Claridad (11 de mayo) escribe insultante:
«El Socialista, se llama así nadie sabe con qué derecho; escribe para chinos y
el sonrojo que acredita delicadeza no está a su alcance.» Y al día siguiente
insiste: «De todos los organismos del partido el más desautorizado es, sin
duda, El Socialista. Los lectores lo abandonan en masa. Ha dejado de ser
un periódico socialista para convertirse en una agonizante gaceta republicana.
Es el más equivocado de los periódicos que se mueve en la más espantosa de las
soledades...» El Socialista replica (13 de mayo): «Claridad se sirve del
insulto y de la injuria como arma polémica. No tiene otro propósito que el de
escalar los puestos de mando a espaldas del partido.» «La antigua fraternidad,
agrega, despierta la mofa de los impacientes camaradas que brillan por sus
denuestos y pedantería. ¿Con qué crédito vamos a solicitar alianzas obreras
cuando vemos despegarse del partido, apenados, viejos luchadores a quienes los
neófitos les niegan el pan y el agua y en cuya historia hay veteranos que sacrifican
a los allegadizos? Se reclama la revolución inmediatamente y se está forjando
la autoridad universal del futuro dictador. Únicamente falta que el partido se
convierta en la redacción de Claridad.» El ataque más recio va directo contra
Largo Caballero, cuyos repetidos errores son consecuencia de «una incapacidad
congénita, suplida por consejos que el resentimiento afila...» «Por lo visto
—replica Claridad (14 de mayo) —, las grandes capacidades congénitas residen
sólo en el grupito centrista que se mueve en torno a la edición de El Liberal
de Bilbao que aquí aparece con el título
de El Socialista. Los negocios de El Socialista son malos, pero «puede
consolarse pensando que en Bilbao son mejores». Acusada Claridad de que
se complace en airear oleadas de basura, pregunta: «¿Es que hay medio de dar
palos en ciertos lugares sin que salgan?» Nuevo ataque de El Socialista (15 de mayo), esta vez al arma blanca: «En el partido socialista ha señalado su
presencia el orgullo satánico. El partido es descuartizado un día y otro desde
un periódico de fundación oscura, cuyas baterías no tienen más blanco que la
fuerte y vieja unidad del partido socialista, garantía del proletariado
español.» «El cinismo y la deslealtad están en su casa. Y aquí no hay más trama
a descubrir que la de sus propias componendas.» Simultanéa este ataque al periódico de Largo Caballero con otro dirigido a los que «ante
un grupo de correligionarios fanáticos saben explicar cómo se hace una
revolución, pero ignoran después cómo responder a un juez y comprometen
concienzudamente a un grupo de camaradas». «Tales errores —añade— los pagan a
precio de sangre y miseria los trabajadores, sitiados unas veces por las bocas
de fuego de las autoridades y otras por la hostilidad implacable de los
patronos. Ese dolor es demasiado serio y trágico para que especulen con él
quienes por haber nacido sin fe viven sin ella y se prueban cada mañana lo que
mejor conviene a su apretado rencor.» «Si Pablo Iglesias alzara la cabeza
exigiría su inmediato retorno a la tumba para no ver, por ejemplo, a los
directivos de la U.G.T. alentando alianzas con los anarco-sindicalistas para la
«revolución provisional» dejando para después del triunfo los acuerdos
fundamentales sobre el programa, convencidos por otra parte de la imposibilidad
de conciliar dos concepciones antitéticas del Estado.»
La
alusión a su origen oscuro la califica Claridad (16 de mayo) de «ataque
canallesco». «El periódico es consecuencia de una serie interminable de
sacrificios. Los obreros han reducido sus haberes en los talleres al mínimo
legal posible: en la Administración a un 50 por 100 de lo que percibían en la
Empresa cuando la controlaban capitalistas; en la Redacción y alta dirección
supeditándose a una modestísima escala que va desde los mínimos legales y
humanos a los sueldos máximos de 750 pesetas percibidos por la gerencia y la
dirección, realizando, en suma, economías que suponen unas 450.000 pesetas al
año en nóminas con respecto a la organización de los anteriores diarios
editados en Gráfica Socialista.» «Bueno es que se hagan economías, pero no
hasta el punto de hacerlas con trampas para de la noche a la mañana, caso
insólito, pasar de no haber podido pagar a la Gráfica Socialista 11.000 pesetas
a ser dueños de una instalación gráfica extraordinaria», contesta El
Socialista. «No somos nosotros quienes sentimos curiosidad por los orígenes
de nadie — añade—; es una inmensa porción del partido y de sus simpatizantes la
que se pregunta, sin que nadie se cuide de responder: ¿De dónde diablos ha
salido el dinero para hacer, de un semanario entrampado, un diario que tiene la
mejor Redacción, la mejor Dirección, el mejor equipo gráfico, la mejor
Administración y el mejor W. C.?» Aparta su mirada El Socialista de
estos embrollos del portavoz de Largo Caballero para fijarse en las
maquinaciones del líder con comunistas y sindicalistas. «¿Qué sería —se
pregunta— una revolución triunfante, promovida por masas asociadas
accidentalmente para la lucha, cuando al día siguiente proclamaran aquéllas el
poder y el programa para instalar unos la democracia socialista, otros la
dictadura soviética y los terceros el comunismo libertario? Nosotros no lo
queremos pensar, pero tampoco muestran interés en saberlo los que se encogen de
hombros y dicen: ¡Ah! No nos preocupemos a destiempo. Demos la batalla y
después... Después la guerra civil entre los trabajadores.»
* * *
No es
necesario esperar, porque la guerra ya está declarada. Y no se circunscribe a
los periódicos y a los jefes, sino que desciende a la plaza pública. El
estallido se produce en Ejea de los Caballeros (17 de mayo) con ocasión de un
mitin organizado en la Casa del Pueblo por la Federación Provincial de la U. G.
T. Los oradores son González Peña y Prieto. Se inicia el acto con un desfile de
las juventudes socialistas y comunistas con banderas rojas y puños en alto.
González Peña habla de lo que sabe: de revolución. Para hacerla no sirven de
nada los desfiles espectaculares: «Tenemos que enfrentarnos con un enemigo
fuerte y hemos de procurar hallarnos en posesión de iguales medios de combate.»
Tampoco sirven «aquellos jefes que en el momento de comparecer ante los
Tribunales dicen que la insurrección se ha producido por generación
espontánea.» «No aceptamos caudillajes ni admitimos más autoridad que la del
partido.» Prieto es recibido con vivas a Largo Caballero y gritos pidiéndole
que se vaya. Se suceden los alborotos. La gritería la califica el orador de «revolucionarismo infantil», para «encubrir la falta de
valor que sintieron a la hora de actuar», y que no significa en quienes los
producen «mayor ímpetu revolucionario». Y como el escándalo aumenta y se
repiten los insultos de traidor y las peticiones de que se marche, Prieto,
esforzándose, logra decir: «Quienes pretendan eliminarme de cargos directivos
no tendrán que pugnar conmigo, porque no encontrarán en mí la más liviana
resistencia.» «Bien está comenta El Socialista (20 de mayo) — la independencia
juvenil, mas no hasta el punto de que se haya acabado en beneficio de ella la
independencia del partido para regir su vida. En la Casa del Pueblo de Ejea de
los Caballeros se encaramaron a la tribuna, por sorpresa, unos jóvenes
comunistas para demandar que el partido socialista expulse a militantes que
llevan en él treinta años de vida ejemplar. Lo grave es que pueda llegarse a
semejantes atrevimientos.»
En Claridad (21 de mayo) Santiago Carrillo expone sin rebozo los planes de unificación que
se fraguan: «Los intereses auténticos del partido socialista, que son los de la
clase obrera, reclaman en la hora presente la unidad de proletarios y
campesinos a través de un órgano, las Alianzas, consagradas por las últimas
experiencias revolucionarias. Reclaman la creación del partido único
bolchevique surgido de la fusión del partido socialista depurado y del partido
comunista, que sea por su política y composición la auténtica salvaguardia de
clase. Ese partido y no otro debe ser el que puede dirigir plenamente las
Alianzas, el único que puede dirigir la dictadura del proletariado en nuestro
país.» A lo cual El Socialista responde (23 mayo): «Nos hallamos ante una
política facciosa, más claro aún, ante una enorme traición. ¿Con qué títulos
unos neófitos socialistas proponen licenciar de la vida española a nuestro
fuerte y glorioso partido?... ¿Queremos o no que el partido socialista se
suicide para que otra entidad herede nuestro patrimonio? A contestar con la voz
clara.»
La
explicación de esta rebeldía la dio Margarita Nelken en Badajoz (17 de mayo).
Al mitin precedió un desfile de milicias rojas uniformadas de toda la
provincia, durante una hora. «En Rusia, dijo la Nelken, se siente por Largo
Caballero la más viva estima y adhesión. Yo no sabré expresaros la emoción que
me causó ver en una de aquellas fiestas magníficas en la Plaza Roja de Moscú,
que es el corazón vivo de la U. R. S. S. distribuir entre la muchedumbre el
retrato de Largo Caballero. Porque allí, en Rusia, se sabe quién es Largo
Caballero como lo saben todos los trabajadores de España y que por lo tanto la
línea que sigue es la verdadera. Por eso, yo estoy más cerca de un anarquista
que de un reformista con carnet de mi mismo partido.»
Indigna a
El Socialista (22 de mayo) esta indisciplina de los afiliados, «que hacen
lo que les viene en gana y cultivan su teoría personal de la revolución a la
sombra de un mito dictatorial, en el que nadie, ni los propios innovadores,
creen» y añora los tiempos heroicos del socialismo «cuando éste mostraba al
enemigo sus heridas, no sus corbatas rojas, ni sus correajes marciales. Ni
siquiera puños cerrados hacían falta».
Pero era
evidente que la popularidad de Largo Caballero crecía y la adhesión de las
masas alcanzaba la fiebre del fanatismo. Cierto es que el líder no guiaba y
conducía a las muchedumbres, sino que iba arrastrado por ellas. En la plaza de
toros de Cádiz (24 de mayo), llena de trabajadores, y ocupado el redondel por
las milicias juveniles uniformadas, Largo Caballero anuncia la próxima
desaparición del Estado burgués, «para ser substituido por la dictadura del
proletariado, que no será opresor de la clase obrera, sino de la capitalista».
Para conseguir este fin, «hay que perfeccionar la táctica de octubre y una
disciplina férrea dentro de la alianza obrera». Ese mismo día el Prado Grande
de Tolosa se transforma en campamento de milicias socialistas y comunistas de
las Provincias Vascongadas y Navarra, cosa nunca vista hasta entonces.
Una hora
dura el desfile, «modelo de orden, disciplina y organización militar», afirma Claridad.
Uniformados y con correaje, armados de pistolas no pocos, incluso con servicios
de la Cruz Roja, a los acordes de los himnos revolucionarios y flameando
banderas rojas. En la presidencia, los diputados Rubiera, Santiago Carrillo,
Enrique de Francisco y Carro. «No olvidéis, camaradas —dice este último—, que
el proletariado mundial tiene fija su mirada en este rincón de Europa, que será
el segundo país que instaure el régimen soviético. Debemos apresurar la
formación del ejército revolucionario para que cuando llegue otro octubre nos
encuentre preparados. No hay que ir a movimientos impensados, sino que tenemos
que instruir a las masas para la revolución. El momento que vive España es el
más adecuado para poner en pie de guerra al ejército revolucionario.»
* * *
La
Comisión Ejecutiva del partido socialista intenta imponer su autoridad.
Convoca al Comité Nacional (25 de mayo), al que asisten 47 diputados, que
implícitamente reconocen la jefatura de Prieto, y «teniendo en cuenta las
consecuencias perniciosas para la situación político-social de España, en
extremo delicada, que puede tener una agitación intensa como la que producirá
el Congreso del partido», propone que éste se celebre en el mes de octubre; a
este acuerdo precede una larga y violenta polémica. «Forzado por la gravedad de
las circunstancias internas del partido», el Comité Nacional publica un
manifiesto (26 de mayo) dirigido a las Secciones, exigiéndolas una
«participación inmediata y urgente en la empresa de restaurar la unidad y la
disciplina, virtudes tradicionales del partido». El Comité considera
insoslayables «el mantenimiento de la unidad y el apoyo ferviente a la política
del Frente Popular, cuyo propulsor más considerable es el partido
socialista»... «Cualquiera que sea la capacidad del partido para asumir los
peores destinos no depende menos la suerte de la República de esta capacidad
que de la fuerza conjugada de sus poderosos enemigos.» «La opción no es entre
capitalismo y socialismo, sino como ha definido Dimitrof,
entre fascismo y democracia.» «En este momento histórico Europa nos mira con
esperanza.» «La quiebra de la unidad socialista atraería el desbaratamiento del
Frente Popular y con él un quebranto de la lucha antifascista internacional.»
«Es evidente que un poder revolucionario triunfante ha de actuar
dictatorialmente. Pero esto no implica que la dictadura del partido sea al
mismo tiempo dictadura sobre el partido. En pura doctrina socialista, la
democracia interna lo es todo y cualquier desviación o menosprecio de este
precepto merece ser considerado como ilícito.» «La autonomía excesiva que se
han reservado las Juventudes puede obrar como corrosivo de la unidad y por eso
cumple a las Secciones examinar la situación y referirla a la totalidad del
problema táctico.» El Comité Nacional preconiza una política exterior más
activa «y dentro de nuestra posición en la II Internacional buscar el
acercamiento de ésta a la Tercera». En nueva reunión el Comité Nacional (27 de
mayo) decide declarar disueltas las agrupaciones que incumplan los acuerdos de
dicho Comité, y por considerar al periódico Claridad como pernicioso para la
unidad de la organización, propone se estudie la conveniencia de publicar un
diario socialista de la tarde. El órgano de Largo Caballero califica los
acuerdos de «golpe de Estado» de los centristas y en réplica a la iniciativa de
fundar un diario de la tarde anuncia la publicación de un diario de la mañana,
«pues el partido carece de un auténtico órgano de Prensa matinal».
La
Agrupación Socialista madrileña se apresura a declarar su disgusto por los
acuerdos del Comité Nacional puesto que el aplazamiento sólo servirá para
llevar más confusión al partido. Por su parte Claridad (27 de mayo)
acusa a los que han votado tales acuerdos de dictadores «que gobiernan sin
representación legítima y contra los Estatutos». «En toda la historia del
socialismo internacional —añade— no conocemos un caso semejante de dictadura
dentro del partido y contra el propio partido.» Hay que acabar con ella «antes
de que pueda revestirse de un poder extraño que acabe con el partido».
* * *
La
indisciplina de las masas trabajadoras es tan grande, fermenta con tan fuerte
virulencia y la confusión y el desorden anárquico se propaga con tanta rapidez
que El Socialista, ante el fracaso previsto e irremediable que se avecina,
llama a la responsabilidad a los dirigentes del Frente Popular con graves y
sentenciosas palabras en un editorial (30 de mayo), que es pieza histórica en
este proceso de la descomposición del partido: «Tocamos de cerca —dice— las
consecuencias de cuantas campañas demagógicas, puerilmente revolucionarias, han
hecho los que, por unas u otras causas no es éste el momento de diferenciarlas,
supusieron que del caos podía resultar cosa distinta que la confusión y la
oscuridad...
«Paulatinamente
se le van cerrando al Frente Popular todos los caminos practicables. El racimo
de noticias que no pueden ser ofrecidas al lector (por impedirlo la censura)
nos reclama el ejercicio de nuestra responsabilidad. Es lo menos que podemos
hacer, no para eludir el dictamen adverso de la historia; sí para contribuir,
en la medida de nuestra fuerza, a mantener transitables los caminos que se nos
cierran. Más que a los republicanos, a socialistas y comunistas. Aquéllos
podrán curarse del fracaso de su política observando cómo se afirman y
solidifican los conceptos económicos de que no han abdicado; pero, ¿cuál será
nuestro caso cuando eso ocurra?
¿En qué
sima profunda se habrán despeñado nuestras ilusiones más caras? Tendrán los
republicanos, para restañar las heridas de su fracaso, la convicción moral de
haber cumplido con su deber. ¿Y nosotros? ¿A qué prodigios dialécticos
necesitaremos recurrir para embozar de alguna manera nuestra responsabilidad?
Antes de que eso suceda, bien estará que mancomunemos el esfuerzo y regresen
quienes la olvidaron a la tradición socialista, para ganar el tiempo perdido.
¿Qué
impide a la U. G. T. seguir siendo lo que fue siempre? ¿Quién se lo prohíbe?
Atendiendo a los conflictos en curso, los sindicalistas, la C. N. T., que,
desacatada en Barcelona, concentra sobre Madrid todos sus efectivos, con el
designio de imponer a estos Sindicatos una táctica que jamás le fue grata,
pero hacia la que les supone inclinados, juzgando por palabras faltas de
medida y discreción. El litigio es doble: afecta, de una parte, a la seguridad
política de la victoria del Frente Popular, y de otra, a la autoridad, hasta
ahora indiscutible, entre las masas obreras de la U. G. T. La aminoración de
esa autoridad se hace visible a través de los propios conflictos obreros, que,
en general, no responden ni en su planteamiento, ni mucho menos en sus derivaciones,
a lo que fue norma inmutable de nuestra central sindical. Ese apartamiento de
la trayectoria clásica repercute de modo sensible en la actualidad política. Se
amontonan las dificultades y toda actividad fecunda queda paralizada por
preocupaciones de orden público.
Reclamamos
responsabilidad. De modo particular a quienes, por su historia, por su
educación, por su mayor autoridad y experiencia, saben que la confusión
engendra el caos y que éste no es valor cotizable en las legítimas ambiciones
del socialismo científico, que en ningún caso se ha propuesto ni negar el
Estado ni socializar miseria.»
De nada
van a servir estas llamadas a la civilidad. Socialistas y comunistas
partidarios de la violencia, congregados en número de 30.000 en la plaza de
toros de Zaragoza (31 de mayo) con fragor bélico de milicias, escuchan las
arengas inflamadas del secretario de las Juventudes Unificadas, Santiago
Carrillo, del secretario del partido comunista José Díaz y de Largo Caballero.
Los más fieros ataques son contra los centristas, «héroes de barraca —dice
Carrillo— que recorren el país haciendo el ridículo». El diputado comunista
pide al Gobierno que arrase a la reacción y al fascismo y llene las cárceles
con enemigos de los trabajadores, mientras Largo Caballero desprecia las
invitaciones a la reflexión y a la prudencia, llama a la unión a los
sindicalistas y admite los actos de violencia «cuando son necesarios». «Toda la
violencia que queráis contra el capitalismo y contra el fascismo. Se impone
agrega la amnistía para los presos comunes que han delinquido como consecuencia
de un régimen social que no les permite comer.» Las interrupciones a los
oradores son constantes. Aquí los disidentes son sindicalistas y anarquistas,
que vociferan indignados cada vez que se hacen alusiones a la U. R. S. S. o a
la dictadura proletaria. Y las pendencias a que sus interrupciones dan lugar,
producen más de doscientos lesionados o heridos.
* * *
El mismo
día Indalecio Prieto, acompañado de González Peña y Belarmino Tomás, «monstruos
sagrados» del viejo socialismo, vive una peligrosa aventura en un mitin
organizado por la Agrupación local de Écija. Ni González Peña ni Belarmino
Tomás pudieron hacerse oír, arrollados por un huracán de insultos, vítores a
Largo Caballero, a Claridad y estrofas de La Internacional. Los más
excitados son los jóvenes de ambos sexos uniformados. Con gran esfuerzo Tomás
puede decir: «Yo me he jugado la vida con un fusil en las manos en Asturias...
¿Podéis discutir mi significación revolucionaria? ¿Tenéis derecho a hacer esto
con nosotros? Mi misión es daros cuenta de lo que fue la revolución de
Octubre.» Imposible. A la tribuna llegan las primeras piedras, y de las afueras
el ruido de disparos. La policía y los guardias de Asalto rodean a los
oradores. En este momento se hace más intensa la lluvia de piedras y botellas.
La salida de la plaza es arriesgada, porque milicianos exaltados cierran el
paso. Más pedradas, disparos y heridos. «De Écija fuimos expulsados a tiros por
nuestros propios correligionarios, refiere Prieto en un relato escrito. Sólo
por un milagro salimos con bien de aquella brutal agresión. Los cascos de una
botella de gaseosa me dieron en la frente». El jefe de la Brigada Social de
Sevilla y el jefe de la Guardia Municipal de Carmona, de pie en los estribos
del coche, revólver en mano, lograron abrir paso al automóvil donde viajaba
Prieto, hacia la carretera de Córdoba, mientras muchachos de la «motorizada»
(alabarderos de Prieto pertenecientes a la Juventud Socialista madrileña),
respaldados en los muros de la plaza protegían la retirada con sus pistolas. El
taquígrafo de Prieto, llamado Víctor Salazar, es apresado por las turbas.
«Providencialmente —cuenta Prieto— la Guardia Civil, tras duro forcejeo pudo
salvarle la vida.» La protección de los diputados socialistas de las iras de
sus correligionarios costó seis bajas de policías y guardias. El diputado
socialista Negrín es apaleado y también debe su salvación a la intervención de
una pareja de la Guardia Civil.
Lo de
Écija había sido una emboscada urdida por las Juventudes Unificadas de
Sevilla, comprometidas ante el Gobernador a ser ellas las que garantizasen el
orden. «En días de vergüenza» titula su editorial El Socialista (2 de
junio), dedicado a lo de Écija. «La fraternidad socialista ha sido
ensangrentada por una nueva prole de cainitas, mediante consignas dadas desde
Madrid. Es tarde ya para invocar unos respetos que Claridad ha venido
escarneciendo durante seis meses. Claridad podrá injuriar, mentir desvengonzadamente, soliviantar unos ánimos contra otros.
Todo eso es lo suyo. Dolerse de infamias como las de Écija, no.» «Es cobardía
envenenar los ánimos y amartillar las pistolas de mozalbetes contra unos
camaradas que acudían indefensos y confiados a empeñar batallas discursivas.»
Esta y otras agresiones ponen a El Socialista en tal indignación que
amenaza con sacar a la luz páginas inéditas de un cómico subido de los que
ahora se burlan de los jefes revolucionarios de Asturias «sin que puedan
mostrar sus cicatrices. Además, pasaron aquella prueba con bastante comodidad».
A Claridad le resulta imposible el diálogo, «pues necesitaríamos emplear
estilos que nos espantan o descender a una polémica de groserías y bajezas
como las que hoy publica ese diario para baldón no sólo de la Prensa socialista,
sino de cualquier Prensa medianamente culta». Consecuencia del motín de Écija
es la resolución de González Peña, expuesta en una nota (3 de junio) de no
participar en más actos públicos de propaganda. «Para mí constituiría grave
remordimiento tener que enfrentarme con camaradas esgrimiendo armas que tienen
uso más adecuado desde la barricada.» No quiero asistir —añade— a más actos que
degradan a quienes los producen, desacreditan al partido socialista y dejan ver
las enormes grietas que lo dividen.
Lo
ocurrido en Écija es motivo de graves meditaciones para los partidarios de
Prieto: «Aquí no nos entendemos nadie —escribe T. Mendive en El Liberal de
Bilbao (4 de junio) —. Vivimos en medio de un mar encrespado cuyo fragor
apaga todas las voces que inútilmente dan la sensatez, la cordura y la
inteligencia que nos va quedando, y que, a decir verdad, no es mucha. No parece
sino que todos a una, como los de Fuenteovejuna, nos hubiéramos propuesto
destruir el país. Damos la sensación de un inmenso manicomio suelto, donde
todos gritan, todos hacen gestos, todos protestan, todos riñen y no pocos se
matan.»
* * *
Indiferente
a las llamadas a la concordia, Largo Caballero intensifica su propaganda
guerrera. «El actual régimen, dice en el Cinema Europa (7 de junio), no puede
subsistir sin el apoyo de los socialistas y en cambio la dictadura del
proletariado la podemos instaurar sin el concurso de los republicanos. ¿Por
qué, entonces, se ha de malgastar en una colaboración inútil las energías que
necesitará el marxismo cuando le toque actuar en su día?» La atención
preferente de los que preparan la revolución está puesta en el reclutamiento e
instrucción de las milicias juveniles, núcleo del anhelado ejército rojo. No
hay ciudad ni localidad importante sin su tropa revolucionaria. Las
exhibiciones son espectaculares, para dar la sensación de que todo está a
punto. Valencia (7 de junio) es testigo de una concentración de milicias
antifascistas, en el paseo de la Alameda, con profusión de enseñas rojas,
bandas de tambores y trompetas y jefes con pistola al cinto. También Segovia,
Córdoba, León, Huelva y otras capitales son escenarios de parecidos alardes y
desfiles. En Badajoz González Peña, que esta vez prescinde de la compañía de
Prieto, asiste (11 de junio) al homenaje que se le tributa «por su heroísmo».
La calle de Calatravas llevará el nombre del minero asturiano. Éste comunica a
los marxistas extremeños la buena nueva: «Asturias está preparada para la
segunda vuelta de la revolución, en cuanto suene la hora.» A las milicias
uniformadas las recomienda: «No pidáis armas al Gobierno; buscadlas vosotros
mismos, pese al Gobierno o contra el Gobierno si hace falta. Esto urge, pues el
día de actuar puede estar muy próximo.» «Llegado el caso no debe haber entre
vosotros nadie a quien le duela la barriga o padezca del corazón, y, si los hubiera,
que sepan que pueden servir para hacer con ellos barricadas.»
Consejo
parecido es el que da Largo Caballero a las milicias congregadas en el Campo
de Maniobras de Oviedo, en un acto organizado por la Federación Provincial de
Juventudes Socialistas (14 de junio). «No me cansaré de recomendar a todos la
necesidad de unirse, porque ¡camaradas!, el movimiento viene a pasos
agigantados.» «Es necesario y muy urgente acelerar la organización del Ejército
rojo. Las finalidades concretas de este ejército serán: sostener la guerra
civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado,
realizar la unificación de éste por el exterminio de los núcleos obreros que
se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros
principios, no por patriotería, como la clase burguesa. Porque no hay que
olvidar que el acto de fuerza por el cual se puede conquistar el poder es el
procedimiento, el paso indispensable para hacer la revolución social.» «Hay
quienes proponen — continúa— la concesión de plenos poderes al Gobierno: con
eso lo que ha venido a confirmarse es que teníamos razón cuando hablábamos de
que el programa del Frente Popular no era suficiente para resolver los
problemas de España y que era preciso que la clase trabajadora tuviera el poder
en sus manos para implantar la dictadura. A ella hay que ir sin colaboración
sospechosa, con la que algunos tienden a favorecer indirectamente el sostenimiento
de la burguesía.» Quince mil jóvenes uniformados del «ejército rojo» desfilan
ante Largo Caballero, nombrado por aclamación a propuesta del Secretario
general de las Juventudes marxistas de la provincia «Comisario de honor de
Asturias», en un banquete al que asisten trescientos delegados, que aclaman con
frenesí al «Lenin español».
«No hay
palabras, comenta Claridad (15 de junio), para describir la tensión
espiritual de la Asturias revolucionaria... La moral revolucionaria se ha
elevado a un punto más alto que el que alcanzó el año 1934, antes de Octubre y
en el mismo Octubre.»
Asturias
irá en vanguardia, vaticina Largo Caballero, fundándose en que sus mineros,
veteranos en la lucha, están más preparados y fogueados que ningún otro
presunto combatiente. Quedan muchas armas de las ocultadas en octubre de 1934.
Avance, el periódico que engendró ideológicamente aquella revolución,
destruido por las bombas de la aviación, salta otra vez a la brecha. Reaparece
el 25 de junio. Las máquinas las ha adquirido, según dicen sus empresarios,
con parte del dinero robado en el Banco de España. Además, según denuncia Calvo
Sotelo en las Cortes (1 de julio), «el Estado le ha otorgado un subsidio de
cerca de un millón de pesetas, abonado por la Junta de Socorros creada en la
provincia de Oviedo». En el artículo de presentación, Avance define con
autoridad categórica e indiscutible la insurrección de Octubre: «El
proletariado asturiano se alzó en octubre de 1934 para derribar, en unión de
sus hermanos de clase de toda España, el Gobierno capitalista, para sustituirlo
por el poder de los trabajadores. No para sustituir un Gobierno republicano por
otro Gobierno republicano. Y quien diga lo contrario no dice la verdad...» «Las
gentes colaboradoras de la democracia presentan el octubre asturiano como una
arrebatada declaración de amor a las izquierdas de la República. Es muy natural
que ellas lo digan: pero también lo es que nosotros les contestemos que
mienten. Lo que afirmamos es que la sacudida revolucionaria no se produjo
porque el caciquillo andaluz que presidía la República hubiese llamado a Gil
Robles en vez de llamar a Azaña, sino en la creencia de que era posible en
aquella coyuntura dar el asalto al Poder, sin el cual no es posible el paso de
un régimen a otro. Hubo error en el cálculo, repetimos, pero con haber abortado
el octubre en su fin último, tal es su hondura social que de él se nutre hoy la
vida civil de España. Su condición es tan evidente que no es de temer que lo
desnaturalicen tergiversadores democratoides. Aquí
hacen reír. Quien cogió un fusil sabía a dónde iba y con quién. A dar el golpe
definitivo. Nada más. De una vez diremos que quien afirma otra cosa falta a la
verdad.»
La
revolución de octubre ha sido enjuiciada de manera contradictoria. La
interpretación de Azaña, Companys y de los republicanos de izquierda difiere
esencialmente de la de Prieto y la de éste se contradice con la de Largo
Caballero. Avance da la versión estricta de los que la hicieron y explica por
qué la hicieron. Y su razonamiento no tiene nada que ver con «una heroica
defensa de la república democrática», argucia mantenida por quienes llamándose
demócratas no sabían cómo justificar su complicidad con quienes preparaban la
instauración de la dictadura proletaria o en otro caso el engaño de que fueron
víctimas,
* * *
La
rivalidad entre las dos fracciones del socialismo degenera en la segunda
quincena de junio en una riña personal vitriólica y de navajeo. Unos y otros se
echan en cara su ambición, su cobardía, sus perversos instintos, a la vez que
se descubren o insinúan suciedades, enredos y bribonerías al amparo del
partido. La polémica exhala una agria pestilencia de cloaca. «Hombres de
espíritu flaco —llama El Socialista a los de Claridad— que
utilizan la algarabía para encubrir el miedo propio.» «Casi todos los sofistas
del grupo de Claridad —añade— tuvieron que abandonar, cuando se dio por
terminada la colaboración socialista en el Gobierno, un alto cargo, en el que
estaban, claro es, por puro sacrificio y a despecho de sus atroces impulsos
revolucionarios.» De Araquistáin dice que no obstante
«las instrucciones tajantes del partido para que dimitiera el cargo (la
embajada en Berlín), pretextó gestiones infructuosas» para seguir instalado en
su puesto. Y al recuerdo exhumado por El Socialista de francachelas y brindis
con champán por una «revolución reparadora como la de Rusia», en presencia de
un enviado de los Soviets, Claridad al responder menciona a ciertos dirigentes
socialistas que «juegan con la angustia del pueblo y poseen automóviles —alguno
tiene tres— y entre humos de habanos se entregan a orgías». «El lenguaje
escatológico que emplea El Socialista añade— (1 de junio) es un padrón de
ignominia que afrenta al partido. No es extraño que sus lectores lo vayan
arrojando con asco como una inmundicia al estercolero. Por eso y por la
indigencia mental, por la ignorancia enciclopédica, por la tozudez zoológica,
por la plebeyez infinita que expelen sus escritos.» Como en esta pelea al
órgano de Izquierda Republicana, Política, le han alcanzado algunos mandobles
de Claridad, se cree obligado a descubrir a los agresores: uno de ellos —alude
a Carlos Baraibra—, «servidor sumiso y azacanado de
plutócratas bilbaínos que fundaron El Sol», y otro Araquistáin,
«que derrama con igual desenfado ditirambos y diatribas, frecuentemente sobre
la misma persona y que todo lo supedita a contratar espléndidamente su pluma».
En represalia Claridad hace la semblanza de Isaac Abeytúa,
director de Política, «mercenario y agente provocador que lo mismo escribe en
un periódico ultraburgués de Bilbao, aunque el
propietario (Prieto) sea un socialista, que en un periódico de San Sebastián
inspirado por un lerrouxista». A lo cual Abeytúa replica que Araquistáin «padece de miseria moral y de impotente cólera». Añade: «No frecuento cabarets,
ni las ventanillas de los Bancos, ni las Embajadas, y, por tanto, mi vida es
la antítesis de la del explotador máximo de Claridad» (Araquistáin).
El Socialista sentencia: «Claridad, el gran periódico panfletario, es además
del periódico mejor escrito, mejor impreso, mejor informado y mejor vendido
—vendido, ¿a quién?... Una encarnación del quijotismo en busca de entuertos que
desfacer.»
Tercia Política (11 de junio) para aclarar que su redactor-jefe no ha sido seminarista, como
Claridad afirma, «y en cambio el gerente del diario marxista (Baraibar) ha sido
monárquico, maurista testaferro de plutócratas bilbaínos, socialista cuando el
socialista estaba en el poder». «Durante veinte años la pluma de Araquistáin, manejada como estaca, estilete y trabuco, ha
sembrado el terror en el periodismo español.»
«Política hace causa de honor denunciar las taras morales de los editores y aprendices de
«businessmen», que se han travestido de neobolcheviques para romper, si pueden el Frente Popular,
emboscados en la nave pirata de su libelo desvergonzado e incongruente.»
Claridad desprecia a «todos los tartufos que le asaltan» para descubrir al verdadero
inspirador de la ofensiva, que es Prieto, y por eso titula su artículo «La mano
que aprieta y manda y sus testaferros» (13 de junio), que recuerda el título de
un «film» terrorífico y de episodios. «Desde El Liberal de Bilbao,
periódico burgués, se dirige la política del país y la del partido socialista.»
«Hay responsabilidades más altas y menos visibles y apartando a los testaferros
a sueldo, cuya servidumbre comprendemos, las buscaremos donde se encuentren.»
A esto ha precedido una granizada de soeces insultos contra Abeytúa,
autor material de los artículos publicados en Política, «para dejarle en
cueros.»
El
Socialista se limita a recomendar a su enemigo: «Pague su deuda,
explique su origen y muérase, único servicio que puede hacer al socialismo.»
Claridad invita
descaradamente a El Liberal de Bilbao y «a su edición que se publica en
Madrid» a que hable del «Turquesa» —el barco que transportó armas para la
revolución de Octubre, desde Cádiz a Asturias, pagado con dinero socialista— y
«de la limpieza de sus fondos». Estamos dispuestos a hablar ahora mismo del
barco y de sus fondos — contesta El Socialista—. «Los testaferros y
agentes provocadores —replica Claridad—, además de malvados, o acaso por serlo,
son necios, o por ser necios son malvados, como se quiera. Necio es el que no
sabe nada de nada. No saben ni siquiera quiénes son los más calificados protagonistas
del suceso. Sólo así se explica su imprudencia temeraria y su irresponsabilidad
patológica.» Enredados en esta disputa sobre si se habla o no del «Turquesa» y
de su «limpieza de fondos», pasan los días. Claridad dictamina que los
organismos obreros serán los que digan la última palabra sobre el alijo de
armas, y del barco que ha dejado una estela sucia.
La
contienda de los periódicos socialistas es reflejo y testimonio de la escisión
que desgarra al partido. La Agrupación Socialista madrileña que no aceptó el
acuerdo del Comité Nacional de aplazar el Congreso del partido hasta octubre,
lo organizará por su cuenta el 27 de julio. «El Congreso de la escisión», lo
denomina El Socialista. El Congreso de los auténticos, lo llama Claridad,
al margen del hombre «que está en todo para corromperlo todo».
Prieto
comenta al hilo de los días la situación en El Liberal de Bilbao y sus
artículos acusan la depresión y pesimismo de su ánimo, abrumado por el balance
de cada jornada: Al redactor jefe de La Petite Gironde de Burdeos (15 de junio) le declara: «Es
injusto considerar a todas las derechas como fascistas. El peligro fascista no
existe, a no ser que las izquierdas lo alimenten. En el próximo Congreso
socialista se producirá la escisión del partido, que ya existe de hecho.» En El
Liberal (17 de junio) escribe: «Pensemos viendo la ruta peligrosa por donde van
las cosas que alguna razón pueden tener nuestros impugnadores». Una petición de
Jiménez de Asúa en las Cortes para que se cree una prisión especial destinada a
presos políticos inspira a Prieto el siguiente comentario (21 de junio): «Que
nos preparen el presidio con todo confort posible, por si no tenemos de nuevo
la fortuna de atravesar la frontera. Que el porvenir nos depare de nuevo la
expatriación o el presidio nos estará bien merecido. Por insensatos.»
* * *
Es lógico
que los marxistas partidarios del asalto al poder, anunciado tan sin paliativos
ni veladuras en asambleas, mítines, declaraciones y propaganda escrita, para
instaurar la dictadura del proletariado, se ocupasen de los planes de ejecución
de su proyecto, y acordaran la distribución de trabajos para el día siguiente
al del triunfo, que tenían por cierto. Así lo hicieron también antes de la
revolución de Octubre, según lo atestiguan los documentos de las causas
instruidas en Madrid contra los promotores de la insurrección tanto en la
capital de España como en Barcelona. Con posterioridad al 18 de julio se
encontraron en Casas del Pueblo y centros comunistas ocupados por las tropas
nacionales en pueblos de Sevilla, Cádiz, Badajoz y en Mallorca, entre los
papeles abandonados por el Cuartel General del comandante Bayo, unos documentos
referentes a la insurrección que preparaban los partidos proletarios. En su
redacción debieron de participar Comités de diversos partidos, por cuanto que
no se advierte coordinación ni en el tiempo ni en el desarrollo de los planes.
Uno de los documentos contiene instrucciones de carácter general sobre la
acción de las milicias en los cuarteles una vez promovido el movimiento
subversivo. Las instrucciones son las siguientes :
«Reforzar
los grupos de choque y vigilancia de cuarteles, dotándolos de pistolas
ametralladoras a los que aún no las tengan. Enlazados con éstos, han de estar
los grupos de incursión en los cuarteles, los cuales serán el enlace con el
Comité de cada cuartel, y vestirán de soldados y los mandará el personal
efectivo militar de que se disponga actualmente como incondicional.
Los
Comités interiores de los cuarteles renovarán cada dos días sus relaciones de
personal, clasificando a los individuos mediante los signos y los colores
convenidos, en enemigos, neutros, simpatizantes y adictos, Puesta en ejecución
la rebelión, el personal del Comité interior, bajo la estricta responsabilidad
personal, eliminará rápidamente y sin vacilación alguna a todos los que figuren
en la clasificación de enemigos, no olvidando que esta eliminación es
igualmente importante sea cualquiera la categoría del enemigo; es decir, que la
eliminación alcanzará a jefes, oficiales, suboficiales, clases y aun a los
soldados. Cada miembro del Comité interior tomará sus medidas para llevar
consigo, y sin posibilidad de que un extravío le descubra, la relación de los
individuos de cuya eliminación sea ejecutor personal.
Los
Comités interiores de los cuarteles cuidarán de que los grupos exteriores de
vigilancia entren en los locales con el pretexto de auxiliar a las fuerzas para
contener la rebelión. Al frente de cada unidad de grupos reunidos se fijará el
jefe del grupo de entrada, al que todos acatarán sin discutir su calidad ni
jerarquía. Cualquier discusión sobre este punto será sancionada, sobre el mismo
lugar, por los dos miembros de ejecución de que dispondrá el jefe de grupo.
Han de
considerarse modificados los grupos de ataque y despeje de generales de
cualquier matiz con mando o sin mando, jefes de Cuerpos y coroneles sin mando,
con mando y también de cualquier matiz. Los de ataque a los primeros estarán
constituidos por diez hombres; dos, por lo menos, provistos de pistolas
ametralladoras. Se advierte que estos generales tienen dos ayudantes y
secretario, y, por lo tanto, ha de procurarse que el ataque sea iniciado dentro
del domicilio de cada uno. La eliminación la llevarán a cabo los tres hombres
del grupo que sean mis decididos y afectará solamente al general, pero sin
reparar ante el menor obstáculo en actuar sobre cuantas personas se opongan,
cualquiera que sea su edad o sexo. El resto del grupo atacante actuará según aconsejen
las circunstancias y siempre obrando con los ayudantes conforme a los datos que
se tenga de cada uno.
Los
grupos de ataque o los sin mando, pero con residencia en las plazas, estarán
compuestos de tres hombres, uno de ellos con pistola ametralladora, y llevarán
un retén de dos hombres para que la eficacia del ataque sea factible
rápidamente.
Los
grupos de ataque a los oficiales que vayan a incorporarse a los cuarteles
quedarán igual; pero se advierte que como las fuerzas militares fascistas
tienen dispuesto el recoger a esos oficiales en automóviles con protección, los
grupos de nuestras milicias habrán de situarse en lugares estratégicos,
armados, en automóviles, para atacar lateralmente desde las esquinas a los
vehículos de los militares. El ataque se abrirá con fuego de ametralladora. El
arma corta no se usará más que a corta distancia y para defensa personal.
Iniciada
la rebelión, grupos de milites marxistas con uniformes de Guardia Civil y de
Asalto detendrán a todos los jefes de partidos políticos antimarxistas, con el
pretexto de su defensa personal, pero con ellos habrá de obrarse con arreglo a
las instrucciones dadas para el trato de generales sin mando. Igualmente grupos
uniformados y con el pretexto de protección procederán a detener a los grandes
capitalistas que figuran en el apéndice B) de la circular número 32.
Las
milicias encargadas de defender las poblaciones se situarán en las
inmediaciones de los lugares de salida, para evitar que, desarrollado el
ataque, el Ejército pueda replegarse al exterior. Se situarán los nidos
metálicos de ametralladoras mirando a las poblaciones y al intentar salir las
fuerzas se abrirá fuego con toda intensidad, apoyado con fuego de fusilería, y
si a pesar de ello intentase avanzar, se hará uso de las bombas de mano
ofensivas.
Otras
milicias se situarán a un kilómetro de las poblaciones principales con los
mismos elementos que los citados anteriormente, así como con camiones blindados
y tanques con que contamos, armados con ametralladoras y con la misión de
impedir por todos los medios la entrada de las fuerzas dentro de las
poblaciones.
Durante
la primera semana, y mientras la situación no se haya normalizado, está
prohibido todo suministro a la clase burguesa y absolutamente prohibido al
Ejército, pues se tienen noticias perfectamente exactas de que todos los
burgueses están ya provistos en sus casas de toda dase de alimentos, y en los
casos en que estuvieran enfermos, podrán utilizar los hospitales o sanatorios,
de que se cuidará nuestro servicio sanitario, ya que no es posible aceptar
diferente régimen para estas clases hasta ahora privilegiadas, en un régimen de
igualdad. Los almacenes que existan en los Cuerpos de Ejército serán
inutilizados rápidamente, adicionándolos a las susancias
alimenticias petróleo u otra sustancia análoga.»
En
realidad las instrucciones son de carácter muy parecido a las que figuran en la
causa instruida contra las Milicias socialistas a raíz de la revolución de
octubre de 1934 y a las publicadas en el libro de Dencás sobre la insurrección en Barcelona. El documento que se refiere a la
composición del «Soviet Nacional» cita a los jefes provinciales y el número
aproximado de fuerzas comprometidas. Parece elaborado por un Comité conjunto de
comunistas y correligionarios de Largo Caballero.
Un tercer
documento contiene las contraseñas para el movimiento de Madrid, la situación
de los cuarteles o depósitos y el plan a seguir. Otro documento es un informe
secreto sobre una reunión celebrada el 16 de mayo en la Casa del Pueblo de
Valencia, a la que concurrieron dos delegados de la Komintern y representantes
del partido comunista español, llegados de entrevistarse en Francia con Carpius, Thorez y Freycinet para
estudiar un movimiento revolucionario conjunto en los dos países, que deberá
realizarse a mediados de junio, pues para tal fecha ya el Frente Popular se
habrá hecho cargo del Poder en París y Madrid.
Estos
documentos figuran en muchos libros extranjeros dedicados a la guerra civil de
España. Los publicó Jacques Bardoux en el semanario Gringoire de París (9 octubre 1936) y se refirió a
ellos en sucesivos trabajos en la Revue de París (enero de 1937) y en la Revue de Deux Mondes (octubre 1937) y en su libro Le chaos espagnol. Eviterons-nous la contangion? (París, 1937). El corresponsal del Daily Maily Cecil Gerahty los incluye en su obra The Road to Madrid (Londres, 1937) y la Oficina
Anti-Komintern de Berlín los divulgó en el folleto Rotbuch ber Spanien. El
presidente de la Cámara de Comercio Británica en España Arthur F. Loveday los inserta en World War in Spain (Londres,
1939). También los recogen en sus libros o los admiten como auténticos
Madariaga, el escritor norteamericano Merwin K. Hart,
en su obra America, Look at Spain (Nueva York, 1939), el inglés Hugh Thomas en La guerra civil española (París, 1962) y otros autores. El Gobierno portugués en una nota (22 de
octubre) y el Episcopado español en su Carta Colectiva (octubre de 1936) hacen
referencia a los mismos. Que el diario Claridad publique dos de los documentos
y los califique de apócrifos (30 de mayo de 1936) no dice nada en contra de la
autenticidad de aquéllos, pues los directores del periódico marxista y su jefe
político, Largo Caballero, eran los más complicados en la conspiración y la
actitud natural en todo delincuente descubierto es negar los hechos.
Frente a
la numerosa asamblea de autores que aceptan como buenos los documentos se alza
el norteamericano Herbert Rutlenge Soutworth, quien en un libro despiadado de crítica
bibliográfica, El mito de la Cruzada de Franco no concede a sus
adversarios, los partidarios de la Causa nacional de España, ni la más leve
brizna de razón, ni les reconoce un átomo de derecho en su defensa, pues «toda
la trama de la sociedad intelectual franquista —dice— está tejida con estos
hilos endebles de mentiras y verdades a medias sobre la guerra civil». El autor
y su obra se descalifican por su feroz sectarismo, que sistemáticamente niega
cualquier hecho o detalle, por pequeño que sea, favorable a sus acérrimos
enemigos. «El libro —ha dicho Le Figaro Litteraire (11 de noviembre de 1964) — resulta más bien
un panfleto que un estudio histórico.»
Rutlenge Soutworth analiza minuciosamente los documentos, para dededucir su falsedad. Los supervalora al concederlos importancia como prueba capital y
definitiva utilizada por los alzados en armas contra el Frente Popular, es
decir, «contra la democracia española». No hay tal cosa.
Apócrifos
o legítimos los documentos, resultan siempre insignificantes ante el cúmulo de
pruebas sobre preparativos y propósitos revolucionarios, aireados con
insolencia a partir de la campaña electoral. Un resumen de tales pruebas
encuentra el lector en estas páginas, pero inútilmente las buscará en
tantísimos libros escritos especialmente por extranjeros sobre la república y
la guerra civil española, con un espíritu sectario que sistemáticamente oculta
esos antecedentes cuyo conocimiento desmorona el artificioso argumento de que
el régimen republicano fue víctima inocente de la perfidia militarista.
* * *
Lo que
preparan marxistas de toda laya queda expuesto de manera categórica en los
discursos de jefes y tribunos, por la pluma de sus escritores en diarios,
semanarios y libros. Una y cien veces repiten que su bandera es la de Octubre,
su propósito repetir con mayor experiencia el asalto al poder, perfeccionada su
estrategia, y reforzadas sus legiones y elementos de ataque. No se puede ir a
la dictadura del proletariado, objetivo primordial de sus esfuerzos, sin pasar
por la lucha violenta, ni desencadenar ésta sin una organización premilitar
basada en las milicias rojas que pululan y se instruyen por toda España.
La
ocultación interesada de los antecedentes del Alzamiento permite presentar a
éste como una agresión brutal y solapada contra un régimen democrático que
discurre por los normales cauces constitucionales. Fraude explicable en quienes
alientan la deliberada intención de adulterar o esconder la verdad de los
hechos. En el Epílogo para los ingleses de la edición especial de La rebelión
de las masas, Ortega y Gasset dice: «Tendrá el inglés o el americano todo el
derecho que quiera a opinar sobre lo que ha pasado y debe pasar en España, pero
ese derecho es una injuria si no acepta una obligación correspondiente: la de
estar bien informado sobre la realidad de la guerra civil española, cuyo
primero y más substancial capítulo es su origen, las causas que la han
producido.» El consejo es válido también para los españoles.
«Información
Confidencial Núm. 2.:
«Se
confirman las fechas 11 de mayo o 29 de junio para la iniciativa del movimiento
subversivo, según sea el resultado de las elecciones de Presidente de la
República, según se indicaba en el informe anterior. »
Soviet
Nacional. Presidente, Largo Caballero.
Comisario
del Interior, Hernández Zancajo, socialista.
Comisario
del Exterior, Luis Araquistáin, socialista.
Comisario
de Trabajo, Pascual Tomás, socialista.
Comisario
de Instrucción, Eduardo Ortega y Gasset, del Socorro Rojo Internacional.
Comisario
de Agricultura, Zabalza, socialista.
Comisario
de Hacienda, Julio Álvarez del Vayo, socialista.
Comisario
de Guerra, teniente coronel Mangada.
Comisario
de Alarma, Jerónimo Bujeda, socialista.
Comisario
de Industria, Baráibar, socialista.
Comisario
de Comercio, Vega, del Socorro Rojo Internacional.
Comisario de Obras Públicas, José Díaz, comunista.
Comisario
de Propaganda y Prensa, Javier Bueno, socialista.
Asesor de
la Presidencia, Ventura Delgado, de la III Internacional. »
La Plana
Mayor del Movimiento estará constituida por Largo Caballero, Hernández Zancajo
y francisco Galán. Los enlaces, en la forma siguiente:
Jefe
superior: Ventura, de la U. R. S. S., de la III Internacional.
Cataluña:
Pedro Aznar, del Partido Catalán Proletario.
Levante:
Escandell, socialista.
Baleares: Exarone, socialista.
Canarias, Mitjc, socialista.
Andalucía:
Bolívar, comunista.
Castilla:
José Luis y Andrés Manso, comunistas: Aragón: Pabón, de la C. N. T.
Galicia:
Romero Robledano, comunista.
Asturias:
Belarmino Tomás, socialista.
Extremadura:
Margarita Nelken, socialista.
Milicias.
Se dividen en tres clases, según la misión que tienen asignada. Las de asalto,
cuya misión es ofensiva. Las de resistencia, cuyas misiones son los servicios
complementarios. Las sindicales, cuyo motivo principal es lo huelga general.
El número
aproximado de estas fuerzas en toda España es: las de asalto, 150.000 hombres;
las de resistencia, 100.000 hombres; las sindicales, no se conoce el número.
El número
aproximado de armas que tienen son: armas largas de todas clases, 25.000;
pistolas ametralladoras, 30.000; ametralladoras, 250. Dinamita para surtir a
unos 20.000 hombres. La organización de resistencia tiene solamente arma corta.
Mando
general de las Milicias. —
Jefe
superior, Santiago Carrillo.
Jefe de
Euzkadi, Fulgencio Mateos, de Bilbao.
Jefes de
las Castillas, Luis Azcazaga y Bruno Alonso.
Jefe de
Extremadura, Nicolás de Pablo.
Jefe de
Andalucía, Femando Bolaños.
Jefe de
Asturias, Graciano Antuña.
Jefe de
Cataluña, Miguel Valles.
Jefe de
Levante, Sapia.
Jefe de
Galicia, Femando Ossorio.
Jefe de
Aragón, Casillos.
De
Baleares y Canarias no han sido designados jefes.
Radios y
Células. — Los radios son de 1.000 hombres, y las células de 10 y el jefe.
Zonas de
asalto son: Madrid, Asturias, Extremadura, Cataluña, Andalucía, Galicia,
Alicante, Santander, zona minera y fabril de Vitoria; Pasajes y Mondragón, en
Guipúzcoa; Murcia, Barruelo, Reinosa y Logroño. El resto de España es zona de
resistencia.
Organización
armada.—Número aproximados de cada organización:
Madrid:
asalto, 25.000; resistencia, 25.000; sindical, 25.000.
Extremadura:
asalto, 15.000; resistencia, 10.000; sindical, 20.000.
Cataluña:
asalto, 30.000; resistencia, 20.000; sindical, 40.000.
Galicia:
asalto, 15.000; resistencia, 10.000; sindical, 20.000.
Información
Confidencial número 3:
Con
objeto de controlar debidamente los últimos detalles del movimiento, desde el 3
de mayo se podrán cursar órdenes, por los agentes de enlace, que se entenderán
entre sí por medio del cifrad de «E. M. M. 22».
Los jefes
locales deberán dar las órdenes verbalmente al Comité. La contraseña general
es: »1-2 en 1: Orden de comenzar la movilización.
2-1 en 2:
Orden de comenzar el movimiento.
2-2 en 1:
Orden de comenzar el asalto a los puntos determinados.
2-3 en 5:
Apresamiento general de antirrevolucionarios.
2-4 en 3:
Movilización sindical.
2-5 en 4:
Huelga general.
2-6 en 5:
Actos de sabotaje, voladuras de líneas férreas.
1-3 en 2:
Aplazamiento del movimiento.
Del 1 al
10: Orden de aprovisionamiento.
10-0: La
organización está a punto.
10-0:
Cierre de fronteras y puertos.
1-1:
Ejecución de los que figuran en las listas negras.
Todas
estas órdenes se darán en día víspera del movimiento, 10 de mayo, o (fecha
ilegible), a las doce de la noche, desde la estación emisora instalada en la
Casa del Pueblo de Madrid, cuya longitud de onda es igual a la de Unión Radio
de Madrid.
Organización
de Madrid.— Se divide en los siguientes radios:
A y B.
—Chamartín de la Rosa: Depósito, en la Casa del Pueblo de este punto.
C y D.
—Cuatro Caminos: Depósito, en el Círculo Socialista de la barriada.
E y F.
—Distrito de Palacio: Depósito, en la imprenta de Mundo Obrero.
G y H.
—Distrito de la Universidad: Depósito, en la Redacción de El Socialista.
I y J.
—Distrito de La Latina: Depósito, en el Círculo Socialista del distrito.
K y L.
—Distrito del Hospicio: Depósito, en la Casa del Pueblo, secretarías 1, 2, 5 y
7
M y N.
—Distrito de la Inclusa: Depósito, en la Agrupación Socialista.
Ñ y O.
—Distrito de Pardiñas: Depósito, en Castelló, número
19, garaje.
P y Q.
—Distrito del Sur: Depósito, en Asociación Socialista de Vallecas.
R y S. —Carabancheles: Depósitos, en los Círculos Socialistas.
T, U, V,
X, Y y Z. —Centro de Madrid: Depósitos, en la Casa
del Pueblo, secretarías números 2, 4, 6 y 8, y del 10 al 20, y el salón de
terraza.
Plan a
seguir en Madrid. — El comienzo del movimiento lo señalarán cinco petardos que
estallarán simultáneamente al anochecer. Inmediatamente se simulará una
agresión fascista al centro de la C. N. T., declarándose la huelga general y
sublevándose dentro de los cuarteles los soldados comprometidos. Los radios
comenzarán a actuar, encargándose los T, U y V de la toma del Palacio de
Comunicaciones, Presidencia y Guerra. Los distritos asaltarán las Comisarías.
Los X, Y y Z, la Dirección General de Seguridad.
Un radio
especial, compuesto exclusivamente de ametralladoras y bombas de mano, ira al
Ministerio de la Gobernación, atacándole por los itinerarios siguientes:
Carretas, Montera, Mayor, Correos, Paz, Alcalá, Arenal, Preciados, Carmen y San
Jerónimo. Los radios actuarán con 50 células de 10 hombres cada una, en las
calles de segundo y tercer orden, y con dos solamente en las calles de primer
orden y paseos.
Las
órdenes son de ejecución inmediata de todos los detenidos antirrevolucionarios.
Los revolucionarios del F. P. serán invitados a secundar el movimiento, y en
caso de negarse a ello, serán expulsados de España.
Los
puntos adoptados fueron estos:
I.Trasladar la organización central de
propaganda a Marsella: 85, rué de Montpellier, local
denominado Oficina de Estudios Internacionales.
II.
Realizar el mismo día del citado movimiento una agitación de carácter mundial,
llamada antifascista, para expresar de una manera inequívoca la unión de toda
la masa proletaria del movimiento.
III.
Nombrar un Comité de enlace a estos efectos, formado por el citado Ventura y Combin Magne, Lupovine, Baternier y Aznar, al cual Comité habrán de agregarse los
antes citados Lumovieff y Turuchoff.
IV.
Plantear de una manera sistemática, en todas las ciudades de España, huelgas de
carácter económico-social, para ver cómo se halla la preparación revolucionaria
sindical y grado de asistencia de las organizaciones. De estas huelgas ya hay
algunas planteadas en Madrid y provincias.
V.
Separar del Poder a Casares Quiroga, bien por medio de una votación adversa en
el Parlamento o por cualquier otro procedimiento; pero parece descartado el de
atentado, por lo mucho que se guarda dicho señor.
VI.
Desautorizar a los elementos directores del Partido Socialista tachados de
reformistas o centristas: Prieto, Besteiro, etc. Esto se habrá de hacer de un
modo público y notorio. Si el Congreso del Partido se aplaza, como lo desea la
fracción «prietista», provocar el rompimiento de la
U. G. T. con el partido a primero de junio, dando estado oficial a la
disidencia.
VII.
Provocar huelgas parciales o generales en Asturias, Huelva y Bilbao,
especialmente por ser los puntos en que tienen influencia social dichos
señores, así como González Peña.
VIII.
Celebrar en Madrid una reunión el próximo día 10 de junio, en el local de la
Biblioteca Internacional de Chamartín de la Rosa, a la que estarán invitados
Thorez, Cachin, Auriol, Fouchans,
Ventura, Dimitroff, Largo Caballero, Díaz, Carrillo,
Guillermo Antón, Pestaña, García Oliver y Aznar.
IX.
Encargar a uno de los radios de Madrid, el designado con el número 25,
integrado por agentes de Policía gubernativa en activo, la eliminación de
personajes políticos y militares destinados a jugar un papel de interés en la
contrarrevolución.
X.
Nombrar los siguientes enlaces: Eguidazu y Mateos, de Vizcaya, con Rafael
Pérez, de Navarra, para Irún, Hendaya y Aranda de Duero; Azcoaga y Sertucha, de
Madrid, para Madrid-Aranda; Valdés, Frojosa y
Carballido, de Barcelona, para Marsella y Barcelona; Rodríguez Vera y Jaume,
para Barcelona y Madrid.»
CAPÍTULO 89.INTENTOS PARA CONSTITUIR UN GOBIERNO AUTORITARIO CON PRIETO
CÓMO SE
DESENVOLVIÓ LA INTRIGA PARA SITUAR A PRIETO EN LA JEFATURA DEL PODER. — LA
MAYORÍA PARLAMENTARIA SE FORMARÍA CON DIPUTADOS DISIDENTES SOCIALISTAS Y DE LA
C. E. D. A. — GIL ROBLES DESAUTORIZA LAS NEGOCIACIONES Y SE MALOGRA EL
PROPÓSITO. — MIGUEL MAURA PROPUGNA UNA DICTADURA NACIONAL REPUBLICANA, DEJANDO
EN SUSPENSO LA CONSTITUCIÓN Y EL PARLAMENTO. — LA SITUACIÓN LA DESCRIBE ASÍ:
«DESGOBIERNO ABSOLUTO ARRIBA, ANARQUÍA DESATADA ABAJO Y AMENAZA DE RUINA EN
TODAS PARTES». — «SOMOS LOS REPUBLICANOS Y SOCIALISTAS NO CONTAMINADOS DE LA
LOCURA REVOLUCIONARIA QUIENES HEMOS DE ASUMIR LA TAREA DE RECTIFICAR EL RUMBO
DE LA REPÚBLICA, SO PENA DE ASISTIR AL BARRIDO DE LAS INSTITUCIONES
REPUBLICANAS». — «LAS CÁRCELES —AFIRMA MAURA— ESTÁN LLENAS DE REPUBLICANOS LLAMADOS
FASCISTAS: LOS REPUBLICANOS QUE MÁS COLABORAMOS SOMOS FASCISTAS ». — «ESPAÑA ES
JUZGADA DESDE EL EXTERIOR COMO UN PAÍS EN PERMANENTE GUERRA CIVIL E INCAPAZ
PARA LA CONVIVENCIA» (MANIFIESTO DEL CONSEJO NACIONAL DE IZQUIERDA
REPUBLICANA). — «NI EL GOBIERNO, NI EL PARLAMENTO, NI EL FRENTE POPULAR
SIGNIFICAN NADA; EN ESPAÑA MANDAN LOS INSPIRADORES DE HUELGAS, LOS ASESINOS A
SUELDO Y LOS QUE PAGAN A LOS ASESINOS» (OSORIO Y GALLARDO).
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