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CAPÍTULO 88.

EL PARTIDO SOCIALISTA DESGARRADO POR LUCHAS INTERNAS

«La circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil dentro del partido socialista», afirma Salvador de Madariaga. Dice también que la polémica entre Claridad, portavoz de Largo Caballero dirigido por Araquistáin y El Socialista, órgano oficial del partido que seguía las orientaciones de Prieto y dirigía el ex-seminarista vasco Julián Zugazagoitia, «fueron uno de los rasgos típicos de la política de aquellos días». La polémica se hace enconada y procaz. Con motivo de la elección de Presidente de la República, el acometimiento de las dos fracciones adquiere caracteres furiosos. «La fobia odiosa —escribe El Socialista (29 de abril) — ha sustituido en el partido socialista a aquella magnífica camaradería que antes nos unía a cuantos militábamos en él.»

La clave de estas disputas es la colaboración en el Gobierno. «Se piden ministros socialistas —afirma Claridad (3 de mayo) — en calidad de apagafuegos. Los piden los republicanos y los secundan algunos socialistas, escudándose en el supuesto de que tal es la significación del Frente Popular. Nos parece que es mucho pedir... Una cosa está clara: el fracaso rotundo de la táctica política que han impuesto ciertos manipuladores del Frente Popular.» El partido socialista decidirá lo que conviene hacer «sin oficiosidades de sirenas harto desacreditadas». Influida la Asociación Socialista Madrileña de animosidad contra el grupo centrista acuerda (6 de mayo), a instancias de Largo Caballero, «formar expediente y si fuera necesario proponer la expulsión de todos los afiliados que al margen de la Agrupación están actuando en forma incompatible con la disciplina del partido». Acuerdo parecido adopta la U. G. T. (7 de mayo), a fin de impedir un posible encargo a Prieto para que forme Gobierno. «El hecho significaría la ruptura del Frente Popular y la U. G. T. se considerará en libertad para actuar de acuerdo con la orientación que reclamen los intereses de la clase trabajadora.» Claridad, —que de semanario se ha convertido en diario desde el 6 de abril—, sin citarlo señala a Prieto como autor de estas maniobras: «Cierto personaje extraviado de la disciplina y normas del partido —escribe (8 de mayo) — y entregado a una serie de maquinaciones personales que si no dan al traste con el Frente Popular será por la elevación de juicio y la serenidad de las personas que en este, como en otros casos, tienen al final que actuar de desfacedores de entuertos.» Insistente en sus ataques, Claridad acusa a Prieto de preparar a espaldas del partido una colaboración ministerial. «No creemos dice, en la hipótesis de que el encargo que se le encomendó de formar Gobierno haya sido un gesto de independencia presidencial. A nadie le agrada ni le enaltece dar pasos en falso.»

La discusión arrecia y se agria. Claridad (11 de mayo) escribe insul­tante: «El Socialista, se llama así nadie sabe con qué derecho; escribe para chinos y el sonrojo que acredita delicadeza no está a su alcance.» Y al día siguiente insiste: «De todos los organismos del partido el más desautorizado es, sin duda, El Socialista. Los lectores lo abandonan en masa. Ha dejado de ser un periódico socialista para convertirse en una agonizante gaceta republicana. Es el más equivocado de los periódicos que se mueve en la más espantosa de las soledades...» El Socialista replica (13 de mayo): «Claridad se sirve del insulto y de la injuria como arma polémica. No tiene otro propósito que el de escalar los puestos de mando a espaldas del partido.» «La antigua fraternidad, agrega, despierta la mofa de los impacientes camaradas que brillan por sus denuestos y pedantería. ¿Con qué crédito vamos a solicitar alianzas obreras cuando vemos despegarse del partido, apenados, viejos luchadores a quienes los neófitos les niegan el pan y el agua y en cuya historia hay veteranos que sacrifican a los allegadizos? Se reclama la revolución inmediatamente y se está forjando la autoridad universal del futuro dictador. Únicamente falta que el partido se convierta en la redacción de Claridad.» El ataque más recio va directo contra Largo Caballero, cuyos repetidos errores son consecuencia de «una incapacidad congénita, suplida por consejos que el resentimiento afila...» «Por lo visto —replica Claridad (14 de mayo) —, las grandes capacidades congénitas residen sólo en el grupito centrista que se mueve en torno a la edición de El Liberal de Bilbao  que aquí aparece con el título de El Socialista. Los negocios de El Socialista son malos, pero «puede consolarse pensando que en Bilbao son mejores». Acusada Claridad de que se complace en airear oleadas de basura, pregunta: «¿Es que hay medio de dar palos en ciertos lugares sin que salgan?» Nuevo ataque de El Socialista (15 de mayo), esta vez al arma blanca: «En el partido socialista ha señalado su presencia el orgullo satánico. El partido es descuartizado un día y otro desde un periódico de fundación oscura, cuyas baterías no tienen más blanco que la fuerte y vieja unidad del partido so­cialista, garantía del proletariado español.» «El cinismo y la deslealtad están en su casa. Y aquí no hay más trama a descubrir que la de sus propias componendas.» Simultanéa este ataque al periódico de Largo Caballero con otro dirigido a los que «ante un grupo de correligionarios fanáticos saben explicar cómo se hace una revolución, pero ignoran después cómo responder a un juez y comprometen concienzudamente a un grupo de camaradas». «Tales errores —añade— los pagan a precio de sangre y miseria los trabajadores, sitiados unas veces por las bocas de fuego de las autoridades y otras por la hostilidad implacable de los patronos. Ese dolor es demasiado serio y trágico para que especulen con él quienes por haber nacido sin fe viven sin ella y se prueban cada mañana lo que mejor conviene a su apretado rencor.» «Si Pablo Iglesias alzara la cabeza exigiría su inmediato retorno a la tumba para no ver, por ejemplo, a los directivos de la U.G.T. alentando alianzas con los anarco-sindicalistas para la «revolución provisional» dejando para después del triunfo los acuerdos fundamentales sobre el programa, convencidos por otra parte de la imposibilidad de conciliar dos concepciones antitéticas del Estado.»

La alusión a su origen oscuro la califica Claridad (16 de mayo) de «ataque canallesco». «El periódico es consecuencia de una serie interminable de sacrificios. Los obreros han reducido sus haberes en los talleres al mínimo legal posible: en la Administración a un 50 por 100 de lo que percibían en la Empresa cuando la controlaban capitalistas; en la Redacción y alta dirección supeditándose a una modestísima escala que va desde los mínimos legales y humanos a los sueldos máximos de 750 pesetas percibidos por la gerencia y la dirección, realizando, en suma, economías que suponen unas 450.000 pesetas al año en nóminas con respecto a la organización de los anteriores diarios editados en Gráfica Socialista.» «Bueno es que se hagan economías, pero no hasta el punto de hacerlas con trampas para de la noche a la mañana, caso insólito, pasar de no haber podido pagar a la Gráfica Socialista 11.000 pesetas a ser dueños de una instalación gráfica extraordinaria», contesta El Socialista. «No somos nosotros quienes sentimos curiosidad por los orígenes de nadie — añade—; es una inmensa porción del partido y de sus simpatizantes la que se pregunta, sin que nadie se cuide de responder: ¿De dónde diablos ha salido el dinero para hacer, de un semanario entrampado, un diario que tiene la mejor Redacción, la mejor Dirección, el mejor equipo gráfico, la mejor Administración y el mejor W. C.?» Aparta su mirada El Socialista de estos embrollos del portavoz de Largo Caballero para fijarse en las maquinaciones del líder con comunistas y sindicalistas. «¿Qué sería —se pregunta— una revolución triunfante, promovida por masas asociadas accidentalmente para la lucha, cuando al día siguiente proclamaran aquéllas el poder y el programa para instalar unos la democracia socialista, otros la dictadura soviética y los terceros el comunismo libertario? Nosotros no lo queremos pensar, pero tampoco muestran interés en saberlo los que se encogen de hombros y dicen: ¡Ah! No nos preocupemos a destiempo. Demos la batalla y después... Después la guerra civil entre los trabajadores.»

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No es necesario esperar, porque la guerra ya está declarada. Y no se circunscribe a los periódicos y a los jefes, sino que desciende a la plaza pública. El estallido se produce en Ejea de los Caballeros (17 de mayo) con ocasión de un mitin organizado en la Casa del Pueblo por la Federación Provincial de la U. G. T. Los oradores son González Peña y Prieto. Se inicia el acto con un desfile de las juventudes socialistas y comunistas con banderas rojas y puños en alto. González Peña habla de lo que sabe: de revolución. Para hacerla no sirven de nada los desfiles espectaculares: «Tenemos que enfrentarnos con un enemigo fuerte y hemos de procurar hallarnos en posesión de iguales medios de combate.» Tampoco sirven «aquellos jefes que en el momento de comparecer ante los Tribunales dicen que la insurrección se ha producido por generación espontánea.» «No aceptamos caudillajes ni admitimos más autoridad que la del partido.» Prieto es recibido con vivas a Largo Caballero y gritos pidiéndole que se vaya. Se suceden los alborotos. La gritería la califica el orador de «revolucionarismo infantil», para «encubrir la falta de valor que sintieron a la hora de actuar», y que no significa en quienes los producen «mayor ímpetu revolucionario». Y como el escándalo aumenta y se repiten los insultos de traidor y las peticiones de que se marche, Prieto, esforzándose, logra decir: «Quienes pretendan eliminarme de cargos directivos no tendrán que pugnar conmigo, porque no encontrarán en mí la más liviana resistencia.» «Bien está comenta El Socialista (20 de mayo) — la independencia juvenil, mas no hasta el punto de que se haya acabado en beneficio de ella la independencia del partido para regir su vida. En la Casa del Pueblo de Ejea de los Caballeros se encaramaron a la tribuna, por sorpresa, unos jóvenes comunistas para demandar que el partido socialista expulse a militantes que llevan en él treinta años de vida ejemplar. Lo grave es que pueda llegarse a semejantes atrevimientos.»

En Claridad (21 de mayo) Santiago Carrillo expone sin rebozo los planes de unificación que se fraguan: «Los intereses auténticos del partido socialista, que son los de la clase obrera, reclaman en la hora presente la unidad de proletarios y campesinos a través de un órgano, las Alianzas, consagradas por las últimas experiencias revolucionarias. Reclaman la creación del partido único bolchevique surgido de la fusión del partido socialista depurado y del partido comunista, que sea por su política y composición la auténtica salvaguardia de clase. Ese partido y no otro debe ser el que puede dirigir plenamente las Alianzas, el único que puede dirigir la dictadura del proletariado en nuestro país.» A lo cual El Socialista responde (23 mayo): «Nos hallamos ante una política facciosa, más claro aún, ante una enorme traición. ¿Con qué títulos unos neófitos socialistas proponen licenciar de la vida española a nuestro fuerte y glorioso partido?... ¿Queremos o no que el partido socialista se suicide para que otra entidad herede nuestro patrimonio? A contestar con la voz clara.»

La explicación de esta rebeldía la dio Margarita Nelken en Badajoz (17 de mayo). Al mitin precedió un desfile de milicias rojas uniformadas de toda la provincia, durante una hora. «En Rusia, dijo la Nelken, se siente por Largo Caballero la más viva estima y adhesión. Yo no sabré expresaros la emoción que me causó ver en una de aquellas fiestas magníficas en la Plaza Roja de Moscú, que es el corazón vivo de la U. R. S. S. distribuir entre la muchedumbre el retrato de Largo Caballero. Porque allí, en Rusia, se sabe quién es Largo Caballero como lo saben todos los trabajadores de España y que por lo tanto la línea que sigue es la verdadera. Por eso, yo estoy más cerca de un anarquista que de un reformista con carnet de mi mismo partido.»

Indigna a El Socialista (22 de mayo) esta indisciplina de los afiliados, «que hacen lo que les viene en gana y cultivan su teoría personal de la revolución a la sombra de un mito dictatorial, en el que nadie, ni los propios innovadores, creen» y añora los tiempos heroicos del socialismo «cuando éste mostraba al enemigo sus heridas, no sus corbatas rojas, ni sus correajes marciales. Ni siquiera puños cerrados hacían falta».

Pero era evidente que la popularidad de Largo Caballero crecía y la adhesión de las masas alcanzaba la fiebre del fanatismo. Cierto es que el líder no guiaba y conducía a las muchedumbres, sino que iba arrastrado por ellas. En la plaza de toros de Cádiz (24 de mayo), llena de trabajadores, y ocupado el redondel por las milicias juveniles uniformadas, Largo Caballero anuncia la próxima desaparición del Estado burgués, «para ser substituido por la dictadura del proletariado, que no será opresor de la clase obrera, sino de la capitalista». Para conseguir este fin, «hay que perfeccionar la táctica de octubre y una disciplina férrea dentro de la alianza obrera». Ese mismo día el Prado Grande de Tolosa se transforma en campamento de milicias socialistas y comunistas de las Provincias Vascongadas y Navarra, cosa nunca vista hasta entonces.

Una hora dura el desfile, «modelo de orden, disciplina y organización militar», afirma Claridad. Uniformados y con correaje, armados de pistolas no pocos, incluso con servicios de la Cruz Roja, a los acordes de los himnos revolucionarios y flameando banderas rojas. En la presidencia, los diputados Rubiera, Santiago Carrillo, Enrique de Francisco y Carro. «No olvidéis, camaradas —dice este último—, que el proletariado mundial tiene fija su mirada en este rincón de Europa, que será el segundo país que instaure el régimen soviético. Debemos apresurar la formación del ejército revolucionario para que cuando llegue otro octubre nos encuentre preparados. No hay que ir a movimientos impensados, sino que tenemos que instruir a las masas para la revolución. El momento que vive España es el más adecuado para poner en pie de guerra al ejército revolucionario.»

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La Comisión Ejecutiva del partido socialista intenta imponer su auto­ridad. Convoca al Comité Nacional (25 de mayo), al que asisten 47 dipu­tados, que implícitamente reconocen la jefatura de Prieto, y «teniendo en cuenta las consecuencias perniciosas para la situación político-social de España, en extremo delicada, que puede tener una agitación intensa como la que producirá el Congreso del partido», propone que éste se celebre en el mes de octubre; a este acuerdo precede una larga y violenta polémica. «Forzado por la gravedad de las circunstancias internas del partido», el Comité Nacional publica un manifiesto (26 de mayo) dirigido a las Secciones, exigiéndolas una «participación inmediata y urgente en la empresa de restaurar la unidad y la disciplina, virtudes tradicionales del partido». El Comité considera insoslayables «el mantenimiento de la unidad y el apoyo ferviente a la política del Frente Popular, cuyo propulsor más considerable es el partido socialista»... «Cualquiera que sea la capacidad del partido para asumir los peores destinos no depende menos la suerte de la República de esta capacidad que de la fuerza conjugada de sus poderosos enemigos.» «La opción no es entre capitalismo y socialismo, sino como ha definido Dimitrof, entre fascismo y democracia.» «En este momento histórico Europa nos mira con esperanza.» «La quiebra de la unidad socialista atraería el desbaratamiento del Frente Popular y con él un quebranto de la lucha antifascista internacional.» «Es evidente que un poder revolucionario triunfante ha de actuar dictatorialmente. Pero esto no implica que la dictadura del partido sea al mismo tiempo dictadura sobre el partido. En pura doctrina socialista, la democracia interna lo es todo y cualquier desviación o menosprecio de este precepto merece ser considerado como ilícito.» «La autonomía excesiva que se han reservado las Juventudes puede obrar como corrosivo de la unidad y por eso cumple a las Secciones examinar la situación y referirla a la totalidad del problema táctico.» El Comité Nacional preconiza una política exterior más activa «y dentro de nuestra posición en la II Internacional buscar el acercamiento de ésta a la Tercera». En nueva reunión el Comité Nacional (27 de mayo) decide declarar disueltas las agrupaciones que incumplan los acuerdos de dicho Comité, y por considerar al periódico Claridad como pernicioso para la unidad de la organización, propone se estudie la conveniencia de publicar un diario socialista de la tarde. El órgano de Largo Caballero califica los acuerdos de «golpe de Estado» de los centristas y en réplica a la iniciativa de fundar un diario de la tarde anuncia la publicación de un diario de la mañana, «pues el partido carece de un auténtico órgano de Prensa matinal».

La Agrupación Socialista madrileña se apresura a declarar su disgusto por los acuerdos del Comité Nacional puesto que el aplazamiento sólo servirá para llevar más confusión al partido. Por su parte Claridad (27 de mayo) acusa a los que han votado tales acuerdos de dictadores «que gobiernan sin representación legítima y contra los Estatutos». «En toda la historia del socialismo internacional —añade— no conocemos un caso semejante de dictadura dentro del partido y contra el propio partido.» Hay que acabar con ella «antes de que pueda revestirse de un poder extraño que acabe con el partido».

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La indisciplina de las masas trabajadoras es tan grande, fermenta con tan fuerte virulencia y la confusión y el desorden anárquico se propaga con tanta rapidez que El Socialista, ante el fracaso previsto e irremediable que se avecina, llama a la responsabilidad a los dirigentes del Frente Popular con graves y sentenciosas palabras en un editorial (30 de mayo), que es pieza histórica en este proceso de la descomposición del partido: «Tocamos de cerca —dice— las consecuencias de cuantas campañas demagógicas, puerilmente revolucionarias, han hecho los que, por unas u otras causas no es éste el momento de diferenciarlas, supusieron que del caos podía resultar cosa distinta que la confusión y la oscuridad...

«Paulatinamente se le van cerrando al Frente Popular todos los caminos practicables. El racimo de noticias que no pueden ser ofrecidas al lector (por impedirlo la censura) nos reclama el ejercicio de nuestra responsabilidad. Es lo menos que podemos hacer, no para eludir el dictamen adverso de la historia; sí para contribuir, en la medida de nuestra fuerza, a mantener transitables los caminos que se nos cierran. Más que a los republicanos, a socialistas y comunistas. Aquéllos podrán curarse del fracaso de su política observando cómo se afirman y solidifican los conceptos económicos de que no han abdicado; pero, ¿cuál será nuestro caso cuando eso ocurra?

¿En qué sima profunda se habrán despeñado nuestras ilusiones más caras? Tendrán los republicanos, para restañar las heridas de su fracaso, la convicción moral de haber cumplido con su deber. ¿Y nosotros? ¿A qué prodigios dialécticos necesitaremos recurrir para embozar de alguna manera nuestra responsabilidad? Antes de que eso suceda, bien estará que mancomunemos el esfuerzo y regresen quienes la olvidaron a la tradición socialista, para ganar el tiempo perdido.

¿Qué impide a la U. G. T. seguir siendo lo que fue siempre? ¿Quién se lo prohíbe? Atendiendo a los conflictos en curso, los sindicalistas, la C. N. T., que, desacatada en Barcelona, concentra sobre Madrid todos sus efectivos, con el designio de imponer a estos Sindicatos una táctica que jamás le fue grata, pero hacia la que les supone inclinados, juzgando por palabras faltas de medida y discreción. El litigio es doble: afecta, de una parte, a la seguridad política de la victoria del Frente Popular, y de otra, a la autoridad, hasta ahora indiscutible, entre las masas obreras de la U. G. T. La aminoración de esa autoridad se hace visible a través de los propios conflictos obreros, que, en general, no responden ni en su planteamiento, ni mucho menos en sus derivaciones, a lo que fue norma inmutable de nuestra central sindical. Ese apartamiento de la trayectoria clásica repercute de modo sensible en la actualidad política. Se amontonan las dificultades y toda actividad fecunda queda paralizada por preocupaciones de orden público.

Reclamamos responsabilidad. De modo particular a quienes, por su historia, por su educación, por su mayor autoridad y experiencia, saben que la confusión engendra el caos y que éste no es valor cotizable en las legítimas ambiciones del socialismo científico, que en ningún caso se ha propuesto ni negar el Estado ni socializar miseria.»

De nada van a servir estas llamadas a la civilidad. Socialistas y comunistas partidarios de la violencia, congregados en número de 30.000 en la plaza de toros de Zaragoza (31 de mayo) con fragor bélico de milicias, escuchan las arengas inflamadas del secretario de las Juventudes Unificadas, Santiago Carrillo, del secretario del partido comunista José Díaz y de Largo Caballero. Los más fieros ataques son contra los centristas, «héroes de barraca —dice Carrillo— que recorren el país haciendo el ridículo». El diputado comunista pide al Gobierno que arrase a la reacción y al fascismo y llene las cárceles con enemigos de los trabajadores, mientras Largo Caballero desprecia las invitaciones a la reflexión y a la prudencia, llama a la unión a los sindicalistas y admite los actos de violencia «cuando son necesarios». «Toda la violencia que queráis contra el capitalismo y contra el fascismo. Se impone agrega la amnistía para los presos comunes que han delinquido como consecuencia de un régimen social que no les permite comer.» Las interrupciones a los oradores son constantes. Aquí los disidentes son sindicalistas y anarquistas, que vociferan indignados cada vez que se hacen alusiones a la U. R. S. S. o a la dictadura proletaria. Y las pendencias a que sus interrupciones dan lugar, producen más de doscientos lesionados o heridos.

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El mismo día Indalecio Prieto, acompañado de González Peña y Belarmino Tomás, «monstruos sagrados» del viejo socialismo, vive una peligrosa aventura en un mitin organizado por la Agrupación local de Écija. Ni González Peña ni Belarmino Tomás pudieron hacerse oír, arrollados por un huracán de insultos, vítores a Largo Caballero, a Claridad y estrofas de La Internacional. Los más excitados son los jóvenes de ambos sexos uniformados. Con gran esfuerzo Tomás puede decir: «Yo me he jugado la vida con un fusil en las manos en Asturias... ¿Podéis discutir mi significación revolucionaria? ¿Tenéis derecho a hacer esto con nosotros? Mi misión es daros cuenta de lo que fue la revolución de Octubre.» Imposible. A la tribuna llegan las primeras piedras, y de las afueras el ruido de disparos. La policía y los guardias de Asalto rodean a los oradores. En este momento se hace más intensa la lluvia de piedras y botellas. La salida de la plaza es arriesgada, porque milicianos exaltados cierran el paso. Más pedradas, disparos y heridos. «De Écija fuimos expulsados a tiros por nuestros propios correligionarios, refiere Prieto en un relato escrito. Sólo por un milagro salimos con bien de aquella brutal agresión. Los cascos de una botella de gaseosa me dieron en la frente». El jefe de la Brigada Social de Sevilla y el jefe de la Guardia Municipal de Carmona, de pie en los estribos del coche, revólver en mano, lograron abrir paso al automóvil donde viajaba Prieto, hacia la carretera de Córdoba, mientras muchachos de la «motorizada» (alabarderos de Prieto pertenecientes a la Juventud Socialista madrileña), respaldados en los muros de la plaza protegían la retirada con sus pistolas. El taquígrafo de Prieto, llamado Víctor Salazar, es apresado por las turbas. «Providencialmente —cuenta Prieto— la Guardia Civil, tras duro forcejeo pudo salvarle la vida.» La protección de los diputados socialistas de las iras de sus correligionarios costó seis bajas de policías y guardias. El diputado socialista Negrín es apaleado y también debe su salvación a la intervención de una pareja de la Guardia Civil.

Lo de Écija había sido una emboscada urdida por las Juventudes Uni­ficadas de Sevilla, comprometidas ante el Gobernador a ser ellas las que garantizasen el orden. «En días de vergüenza» titula su editorial El Socialista (2 de junio), dedicado a lo de Écija. «La fraternidad socialista ha sido ensangrentada por una nueva prole de cainitas, mediante consignas dadas desde Madrid. Es tarde ya para invocar unos respetos que Claridad ha venido escarneciendo durante seis meses. Claridad podrá injuriar, mentir desvengonzadamente, soliviantar unos ánimos contra otros. Todo eso es lo suyo. Dolerse de infamias como las de Écija, no.» «Es cobardía envenenar los ánimos y amartillar las pistolas de mozalbetes contra unos camaradas que acudían indefensos y confiados a empeñar batallas discursivas.» Esta y otras agresiones ponen a El Socialista en tal indignación que amenaza con sacar a la luz páginas inéditas de un cómico subido de los que ahora se burlan de los jefes revolucionarios de Asturias «sin que puedan mostrar sus cicatrices. Además, pasaron aquella prueba con bastante comodidad». A Claridad le resulta imposible el diálogo, «pues necesitaríamos emplear es­tilos que nos espantan o descender a una polémica de groserías y bajezas como las que hoy publica ese diario para baldón no sólo de la Prensa socialista, sino de cualquier Prensa medianamente culta». Consecuencia del motín de Écija es la resolución de González Peña, expuesta en una nota (3 de junio) de no participar en más actos públicos de propaganda. «Para mí constituiría grave remordimiento tener que enfrentarme con camaradas esgrimiendo armas que tienen uso más adecuado desde la barricada.» No quiero asistir —añade— a más actos que degradan a quienes los producen, desacreditan al partido socialista y dejan ver las enormes grietas que lo dividen.

Lo ocurrido en Écija es motivo de graves meditaciones para los parti­darios de Prieto: «Aquí no nos entendemos nadie —escribe T. Mendive en El Liberal de Bilbao (4 de junio) —. Vivimos en medio de un mar encrespado cuyo fragor apaga todas las voces que inútilmente dan la sensatez, la cordura y la inteligencia que nos va quedando, y que, a decir verdad, no es mucha. No parece sino que todos a una, como los de Fuenteovejuna, nos hubiéramos propuesto destruir el país. Damos la sensación de un inmenso manicomio suelto, donde todos gritan, todos hacen gestos, todos protestan, todos riñen y no pocos se matan.»

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Indiferente a las llamadas a la concordia, Largo Caballero intensifica su propaganda guerrera. «El actual régimen, dice en el Cinema Europa (7 de junio), no puede subsistir sin el apoyo de los socialistas y en cambio la dictadura del proletariado la podemos instaurar sin el concurso de los republicanos. ¿Por qué, entonces, se ha de malgastar en una colaboración inútil las energías que necesitará el marxismo cuando le toque actuar en su día?» La atención preferente de los que preparan la revolución está puesta en el reclutamiento e instrucción de las milicias juveniles, núcleo del anhelado ejército rojo. No hay ciudad ni localidad importante sin su tropa revolucionaria. Las exhibiciones son espectaculares, para dar la sensación de que todo está a punto. Valencia (7 de junio) es testigo de una concen­tración de milicias antifascistas, en el paseo de la Alameda, con profusión de enseñas rojas, bandas de tambores y trompetas y jefes con pistola al cinto. También Segovia, Córdoba, León, Huelva y otras capitales son escenarios de parecidos alardes y desfiles. En Badajoz González Peña, que esta vez prescinde de la compañía de Prieto, asiste (11 de junio) al homenaje que se le tributa «por su heroísmo». La calle de Calatravas llevará el nombre del minero asturiano. Éste comunica a los marxistas extremeños la buena nueva: «Asturias está preparada para la segunda vuelta de la revolución, en cuanto suene la hora.» A las milicias uniformadas las recomienda: «No pidáis armas al Gobierno; buscadlas vosotros mismos, pese al Gobierno o contra el Gobierno si hace falta. Esto urge, pues el día de actuar puede estar muy próximo.» «Llegado el caso no debe haber entre vosotros nadie a quien le duela la barriga o padezca del corazón, y, si los hubiera, que sepan que pueden servir para hacer con ellos barricadas.»

Consejo parecido es el que da Largo Caballero a las milicias congre­gadas en el Campo de Maniobras de Oviedo, en un acto organizado por la Federación Provincial de Juventudes Socialistas (14 de junio). «No me cansaré de recomendar a todos la necesidad de unirse, porque ¡camaradas!, el movimiento viene a pasos agigantados.» «Es necesario y muy urgente acelerar la organización del Ejército rojo. Las finalidades concretas de este ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de éste por el ex­terminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios, no por patriotería, como la clase burguesa. Porque no hay que olvidar que el acto de fuerza por el cual se puede conquistar el poder es el procedimiento, el paso indispensable para hacer la revolución social.» «Hay quienes proponen — continúa— la concesión de plenos poderes al Gobierno: con eso lo que ha venido a confirmarse es que teníamos razón cuando hablábamos de que el programa del Frente Popular no era suficiente para resolver los problemas de España y que era preciso que la clase trabajadora tuviera el poder en sus manos para implantar la dictadura. A ella hay que ir sin colaboración sospechosa, con la que algunos tienden a favorecer indirectamente el sostenimiento de la burguesía.» Quince mil jóvenes uniformados del «ejército rojo» desfilan ante Largo Caballero, nombrado por aclamación a propuesta del Secretario general de las Juventudes marxistas de la provincia «Comisario de honor de Asturias», en un banquete al que asisten trescientos delegados, que aclaman con frenesí al «Lenin español».

«No hay palabras, comenta Claridad (15 de junio), para describir la tensión espiritual de la Asturias revolucionaria... La moral revolucionaria se ha elevado a un punto más alto que el que alcanzó el año 1934, antes de Octubre y en el mismo Octubre.»

Asturias irá en vanguardia, vaticina Largo Caballero, fundándose en que sus mineros, veteranos en la lucha, están más preparados y fogueados que ningún otro presunto combatiente. Quedan muchas armas de las ocultadas en octubre de 1934. Avance, el periódico que engendró ideológicamente aquella revolución, destruido por las bombas de la aviación, salta otra vez a la brecha. Reaparece el 25 de junio. Las máquinas las ha adquirido, según dicen sus empresarios, con parte del dinero robado en el Banco de España. Además, según denuncia Calvo Sotelo en las Cortes (1 de julio), «el Estado le ha otorgado un subsidio de cerca de un millón de pesetas, abonado por la Junta de Socorros creada en la provincia de Oviedo». En el artículo de presentación, Avance define con autoridad categórica e indiscutible la insurrección de Octubre: «El proletariado asturiano se alzó en octubre de 1934 para derribar, en unión de sus hermanos de clase de toda España, el Gobierno capitalista, para sustituirlo por el poder de los trabajadores. No para sustituir un Gobierno republicano por otro Gobierno republicano. Y quien diga lo contrario no dice la verdad...» «Las gentes colaboradoras de la democracia presentan el octubre asturiano como una arrebatada declaración de amor a las izquierdas de la República. Es muy natural que ellas lo digan: pero también lo es que nosotros les contestemos que mienten. Lo que afirmamos es que la sacudida revolucionaria no se produjo porque el caciquillo andaluz que presidía la República hubiese llamado a Gil Robles en vez de llamar a Azaña, sino en la creencia de que era posible en aquella coyuntura dar el asalto al Poder, sin el cual no es posible el paso de un régimen a otro. Hubo error en el cálculo, repetimos, pero con haber abortado el octubre en su fin último, tal es su hondura social que de él se nutre hoy la vida civil de España. Su condición es tan evidente que no es de temer que lo desnaturalicen tergiversadores democratoides. Aquí hacen reír. Quien cogió un fusil sabía a dónde iba y con quién. A dar el golpe definitivo. Nada más. De una vez diremos que quien afirma otra cosa falta a la verdad.»

La revolución de octubre ha sido enjuiciada de manera contradictoria. La interpretación de Azaña, Companys y de los republicanos de izquierda difiere esencialmente de la de Prieto y la de éste se contradice con la de Largo Caballero. Avance da la versión estricta de los que la hicieron y explica por qué la hicieron. Y su razonamiento no tiene nada que ver con «una heroica defensa de la república democrática», argucia mantenida por quienes llamándose demócratas no sabían cómo justificar su complicidad con quienes preparaban la instauración de la dictadura proletaria o en otro caso el engaño de que fueron víctimas,

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La rivalidad entre las dos fracciones del socialismo degenera en la segunda quincena de junio en una riña personal vitriólica y de navajeo. Unos y otros se echan en cara su ambición, su cobardía, sus perversos instintos, a la vez que se descubren o insinúan suciedades, enredos y bribonerías al amparo del partido. La polémica exhala una agria pestilencia de cloaca. «Hombres de espíritu flaco —llama El Socialista a los de Claridad— que utilizan la algarabía para encubrir el miedo propio.» «Casi todos los sofistas del grupo de Claridad —añade— tuvieron que abandonar, cuando se dio por terminada la colaboración socialista en el Gobierno, un alto cargo, en el que estaban, claro es, por puro sacrificio y a despecho de sus atroces impulsos revolucionarios.» De Araquistáin dice que no obstante «las instrucciones tajantes del partido para que dimitiera el cargo (la embajada en Berlín), pretextó gestiones infructuosas» para seguir instalado en su puesto. Y al recuerdo exhumado por El Socialista de francachelas y brindis con champán por una «revolución reparadora como la de Rusia», en presencia de un enviado de los Soviets, Claridad al responder menciona a ciertos dirigentes socialistas que «juegan con la angustia del pueblo y poseen automóviles —alguno tiene tres— y entre humos de habanos se entregan a orgías». «El lenguaje escatológico que emplea El Socialista añade— (1 de junio) es un padrón de ignominia que afrenta al partido. No es extraño que sus lectores lo vayan arrojando con asco como una inmundicia al estercolero. Por eso y por la indigencia mental, por la ignorancia enciclopédica, por la tozudez zoológica, por la plebeyez infinita que expelen sus escritos.» Como en esta pelea al órgano de Izquierda Republicana, Política, le han alcanzado algunos mandobles de Claridad, se cree obligado a descubrir a los agresores: uno de ellos —alude a Carlos Baraibra—, «servidor sumiso y azacanado de plutócratas bilbaínos que fundaron El Sol», y otro Araquistáin, «que derrama con igual desenfado ditirambos y diatribas, frecuentemente sobre la misma persona y que todo lo supedita a contratar espléndidamente su pluma». En represalia Claridad hace la semblanza de Isaac Abeytúa, director de Política, «mercenario y agente provocador que lo mismo escribe en un periódico ultraburgués de Bilbao, aunque el propietario (Prieto) sea un socialista, que en un periódico de San Sebastián inspirado por un lerrouxista». A lo cual Abeytúa replica que Araquistáin «padece de miseria moral y de impotente cólera». Añade: «No frecuento cabarets, ni las ventanillas de los Bancos, ni las Embajadas, y, por tanto, mi vida es la antítesis de la del explotador máximo de Claridad» (Araquistáin). El Socialista sentencia: «Claridad, el gran periódico panfletario, es además del periódico mejor escrito, mejor impreso, mejor informado y mejor vendido —vendido, ¿a quién?... Una encarnación del quijotismo en busca de entuertos que desfacer.»

Tercia Política (11 de junio) para aclarar que su redactor-jefe no ha sido seminarista, como Claridad afirma, «y en cambio el gerente del diario marxista (Baraibar) ha sido monárquico, maurista testaferro de plutócratas bilbaínos, socialista cuando el socialista estaba en el poder». «Durante veinte años la pluma de Araquistáin, manejada como estaca, estilete y trabuco, ha sembrado el terror en el periodismo español.»

«Política hace causa de honor denunciar las taras morales de los editores y aprendices de «businessmen», que se han travestido de neobolcheviques para romper, si pueden el Frente Popular, emboscados en la nave pirata de su libelo desvergonzado e incongruente.»

Claridad desprecia a «todos los tartufos que le asaltan» para descubrir al verdadero inspirador de la ofensiva, que es Prieto, y por eso titula su artículo «La mano que aprieta y manda y sus testaferros» (13 de junio), que recuerda el título de un «film» terrorífico y de episodios. «Desde El Liberal de Bilbao, periódico burgués, se dirige la política del país y la del partido socialista.» «Hay responsabilidades más altas y menos visibles y apartando a los testaferros a sueldo, cuya servidumbre comprendemos, las buscaremos donde se encuentren.» A esto ha precedido una granizada de soeces insultos contra Abeytúa, autor material de los artículos publicados en Política, «para dejarle en cueros.»

El Socialista se limita a recomendar a su enemigo: «Pague su deuda, explique su origen y muérase, único servicio que puede hacer al socialismo.»

Claridad invita descaradamente a El Liberal de Bilbao y «a su edición que se publica en Madrid» a que hable del «Turquesa» —el barco que transportó armas para la revolución de Octubre, desde Cádiz a Asturias, pagado con dinero socialista— y «de la limpieza de sus fondos». Estamos dispuestos a hablar ahora mismo del barco y de sus fondos — contesta El Socialista—. «Los testaferros y agentes provocadores —replica Claridad—, además de malvados, o acaso por serlo, son necios, o por ser necios son malvados, como se quiera. Necio es el que no sabe nada de nada. No saben ni siquiera quiénes son los más calificados protagonistas del suceso. Sólo así se explica su imprudencia temeraria y su irresponsabilidad patológica.» Enredados en esta disputa sobre si se habla o no del «Turquesa» y de su «limpieza de fondos», pasan los días. Claridad dictamina que los organismos obreros serán los que digan la última palabra sobre el alijo de armas, y del barco que ha dejado una estela sucia.

La contienda de los periódicos socialistas es reflejo y testimonio de la escisión que desgarra al partido. La Agrupación Socialista madrileña que no aceptó el acuerdo del Comité Nacional de aplazar el Congreso del partido hasta octubre, lo organizará por su cuenta el 27 de julio. «El Congreso de la escisión», lo denomina El Socialista. El Congreso de los auténticos, lo llama Claridad, al margen del hombre «que está en todo para corromperlo todo».

Prieto comenta al hilo de los días la situación en El Liberal de Bilbao y sus artículos acusan la depresión y pesimismo de su ánimo, abrumado por el balance de cada jornada: Al redactor jefe de La Petite Gironde de Burdeos (15 de junio) le declara: «Es injusto considerar a todas las derechas como fascistas. El peligro fascista no existe, a no ser que las izquierdas lo alimenten. En el próximo Congreso socialista se producirá la escisión del partido, que ya existe de hecho.» En El Liberal (17 de junio) escribe: «Pensemos viendo la ruta peligrosa por donde van las cosas que alguna razón pueden tener nuestros impugnadores». Una petición de Jiménez de Asúa en las Cortes para que se cree una prisión especial destinada a presos políticos inspira a Prieto el siguiente comentario (21 de junio): «Que nos preparen el presidio con todo confort posible, por si no tenemos de nuevo la fortuna de atravesar la frontera. Que el porvenir nos depare de nuevo la expatriación o el presidio nos estará bien merecido. Por insensatos.»

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Es lógico que los marxistas partidarios del asalto al poder, anunciado tan sin paliativos ni veladuras en asambleas, mítines, declaraciones y pro­paganda escrita, para instaurar la dictadura del proletariado, se ocupasen de los planes de ejecución de su proyecto, y acordaran la distribución de trabajos para el día siguiente al del triunfo, que tenían por cierto. Así lo hicieron también antes de la revolución de Octubre, según lo atestiguan los documentos de las causas instruidas en Madrid contra los promotores de la insurrección tanto en la capital de España como en Barcelona. Con posterioridad al 18 de julio se encontraron en Casas del Pueblo y centros comunistas ocupados por las tropas nacionales en pueblos de Sevilla, Cádiz, Badajoz y en Mallorca, entre los papeles abandonados por el Cuartel General del comandante Bayo, unos documentos referentes a la insurrección que preparaban los partidos proletarios. En su redacción debieron de participar Comités de diversos partidos, por cuanto que no se advierte coordinación ni en el tiempo ni en el desarrollo de los planes. Uno de los documentos contiene instrucciones de carácter general sobre la acción de las milicias en los cuarteles una vez promovido el movimiento subversivo. Las instrucciones son las siguientes :

«Reforzar los grupos de choque y vigilancia de cuarteles, dotándolos de pistolas ametralladoras a los que aún no las tengan. Enlazados con éstos, han de estar los grupos de incursión en los cuarteles, los cuales serán el enlace con el Comité de cada cuartel, y vestirán de soldados y los mandará el personal efectivo militar de que se disponga actualmente como incondicional.

Los Comités interiores de los cuarteles renovarán cada dos días sus relaciones de personal, clasificando a los individuos mediante los signos y los colores convenidos, en enemigos, neutros, simpatizantes y adictos, Puesta en ejecución la rebelión, el personal del Comité interior, bajo la estricta responsabilidad personal, eliminará rápidamente y sin vacilación alguna a todos los que figuren en la clasificación de enemigos, no olvidando que esta eliminación es igualmente importante sea cualquiera la categoría del enemigo; es decir, que la eliminación alcanzará a jefes, oficiales, suboficiales, clases y aun a los soldados. Cada miembro del Comité interior tomará sus medidas para llevar consigo, y sin posibilidad de que un extravío le descubra, la relación de los individuos de cuya eliminación sea ejecutor personal.

Los Comités interiores de los cuarteles cuidarán de que los grupos exteriores de vigilancia entren en los locales con el pretexto de auxiliar a las fuerzas para contener la rebelión. Al frente de cada unidad de grupos reunidos se fijará el jefe del grupo de entrada, al que todos acatarán sin discutir su calidad ni jerarquía. Cualquier discusión sobre este punto será sancionada, sobre el mismo lugar, por los dos miembros de ejecución de que dispondrá el jefe de grupo.

Han de considerarse modificados los grupos de ataque y despeje de generales de cualquier matiz con mando o sin mando, jefes de Cuerpos y coroneles sin mando, con mando y también de cualquier matiz. Los de ataque a los primeros estarán constituidos por diez hombres; dos, por lo menos, provistos de pistolas ametralladoras. Se advierte que estos generales tienen dos ayudantes y secretario, y, por lo tanto, ha de procurarse que el ataque sea iniciado dentro del domicilio de cada uno. La eliminación la llevarán a cabo los tres hombres del grupo que sean mis decididos y afectará solamente al general, pero sin reparar ante el menor obstáculo en actuar sobre cuantas personas se opongan, cualquiera que sea su edad o sexo. El resto del grupo atacante actuará según aconsejen las circunstancias y siempre obrando con los ayudantes conforme a los datos que se tenga de cada uno.

Los grupos de ataque o los sin mando, pero con residencia en las plazas, estarán compuestos de tres hombres, uno de ellos con pistola ametralladora, y llevarán un retén de dos hombres para que la eficacia del ataque sea factible rápidamente.

Los grupos de ataque a los oficiales que vayan a incorporarse a los cuarteles quedarán igual; pero se advierte que como las fuerzas militares fascistas tienen dispuesto el recoger a esos oficiales en automóviles con protección, los grupos de nuestras milicias habrán de situarse en lugares estratégicos, armados, en automóviles, para atacar lateralmente desde las esquinas a los vehículos de los militares. El ataque se abrirá con fuego de ametralladora. El arma corta no se usará más que a corta distancia y para defensa personal.

Iniciada la rebelión, grupos de milites marxistas con uniformes de Guardia Civil y de Asalto detendrán a todos los jefes de partidos políticos antimarxistas, con el pretexto de su defensa personal, pero con ellos habrá de obrarse con arreglo a las instrucciones dadas para el trato de generales sin mando. Igualmente grupos uniformados y con el pretexto de protección procederán a detener a los grandes capitalistas que figuran en el apéndice B) de la circular número 32.

Las milicias encargadas de defender las poblaciones se situarán en las inmediaciones de los lugares de salida, para evitar que, desarrollado el ataque, el Ejército pueda replegarse al exterior. Se situarán los nidos metálicos de ametralladoras mirando a las poblaciones y al intentar salir las fuerzas se abrirá fuego con toda intensidad, apoyado con fuego de fusilería, y si a pesar de ello intentase avanzar, se hará uso de las bombas de mano ofensivas.

Otras milicias se situarán a un kilómetro de las poblaciones principales con los mismos elementos que los citados anteriormente, así como con camiones blindados y tanques con que contamos, armados con ametralladoras y con la misión de impedir por todos los medios la entrada de las fuerzas dentro de las poblaciones.

Durante la primera semana, y mientras la situación no se haya normalizado, está prohibido todo suministro a la clase burguesa y absolutamente prohibido al Ejército, pues se tienen noticias perfectamente exactas de que todos los burgueses están ya provistos en sus casas de toda dase de alimentos, y en los casos en que estuvieran enfermos, podrán utilizar los hospitales o sanatorios, de que se cuidará nuestro servicio sanitario, ya que no es posible aceptar diferente régimen para estas clases hasta ahora privilegiadas, en un régimen de igualdad. Los almacenes que existan en los Cuerpos de Ejército serán inutilizados rápidamente, adicionándolos a las susancias alimenticias petróleo u otra sustancia análoga.»

En realidad las instrucciones son de carácter muy parecido a las que figuran en la causa instruida contra las Milicias socialistas a raíz de la revolución de octubre de 1934 y a las publicadas en el libro de Dencás sobre la insurrección en Barcelona. El documento que se refiere a la composición del «Soviet Nacional» cita a los jefes provinciales y el número aproximado de fuerzas comprometidas. Parece elaborado por un Comité conjunto de comunistas y correligionarios de Largo Caballero.

Un tercer documento contiene las contraseñas para el movimiento de Madrid, la situación de los cuarteles o depósitos y el plan a seguir. Otro documento es un informe secreto sobre una reunión celebrada el 16 de mayo en la Casa del Pueblo de Valencia, a la que concurrieron dos de­legados de la Komintern y representantes del partido comunista español, llegados de entrevistarse en Francia con Carpius, Thorez y Freycinet para estudiar un movimiento revolucionario conjunto en los dos países, que deberá realizarse a mediados de junio, pues para tal fecha ya el Frente Popular se habrá hecho cargo del Poder en París y Madrid.

Estos documentos figuran en muchos libros extranjeros dedicados a la guerra civil de España. Los publicó Jacques Bardoux en el semanario Gringoire de París (9 octubre 1936) y se refirió a ellos en sucesivos trabajos en la Revue de París (enero de 1937) y en la Revue de Deux Mondes (octubre 1937) y en su libro Le chaos espagnol. Eviterons-nous la contangion? (París, 1937). El corresponsal del Daily Maily Cecil Gerahty los incluye en su obra The Road to Madrid (Londres, 1937) y la Oficina Anti-Komintern de Berlín los divulgó en el folleto Rotbuch ber Spanien. El presidente de la Cámara de Comercio Británica en España Arthur F. Loveday los inserta en World War in Spain (Londres, 1939). También los recogen en sus libros o los admiten como auténticos Madariaga, el escritor norteamericano Merwin K. Hart, en su obra America, Look at Spain (Nueva York, 1939), el inglés Hugh Thomas en La guerra civil española (París, 1962) y otros autores. El Gobierno portugués en una nota (22 de octubre) y el Episcopado español en su Carta Colectiva (octubre de 1936) hacen referencia a los mismos. Que el diario Claridad publique dos de los documentos y los califique de apócrifos (30 de mayo de 1936) no dice nada en contra de la autenticidad de aquéllos, pues los directores del periódico marxista y su jefe político, Largo Caballero, eran los más complicados en la conspiración y la actitud natural en todo delincuente descubierto es negar los hechos.

Frente a la numerosa asamblea de autores que aceptan como buenos los documentos se alza el norteamericano Herbert Rutlenge Soutworth, quien en un libro despiadado de crítica bibliográfica, El mito de la Cruzada de Franco no concede a sus adversarios, los partidarios de la Causa nacional de España, ni la más leve brizna de razón, ni les reconoce un átomo de derecho en su defensa, pues «toda la trama de la sociedad intelectual franquista —dice— está tejida con estos hilos endebles de mentiras y verdades a medias sobre la guerra civil». El autor y su obra se descalifican por su feroz sectarismo, que sistemáticamente niega cualquier hecho o detalle, por pequeño que sea, favorable a sus acérrimos enemigos. «El libro —ha dicho Le Figaro Litteraire (11 de noviembre de 1964) — resulta más bien un panfleto que un estudio histórico.»

Rutlenge Soutworth analiza minuciosamente los documentos, para dededucir su falsedad. Los supervalora al concederlos importancia como prueba capital y definitiva utilizada por los alzados en armas contra el Frente Popular, es decir, «contra la democracia española». No hay tal cosa.

Apócrifos o legítimos los documentos, resultan siempre insignificantes ante el cúmulo de pruebas sobre preparativos y propósitos revolucionarios, aireados con insolencia a partir de la campaña electoral. Un resumen de tales pruebas encuentra el lector en estas páginas, pero inútilmente las buscará en tantísimos libros escritos especialmente por extranjeros sobre la república y la guerra civil española, con un espíritu sectario que sistemáticamente oculta esos antecedentes cuyo conocimiento desmorona el artificioso argumento de que el régimen republicano fue víctima inocente de la perfidia militarista.

* * *

Lo que preparan marxistas de toda laya queda expuesto de manera categórica en los discursos de jefes y tribunos, por la pluma de sus escritores en diarios, semanarios y libros. Una y cien veces repiten que su bandera es la de Octubre, su propósito repetir con mayor experiencia el asalto al poder, perfeccionada su estrategia, y reforzadas sus legiones y elementos de ataque. No se puede ir a la dictadura del proletariado, objetivo primordial de sus esfuerzos, sin pasar por la lucha violenta, ni desencadenar ésta sin una organización premilitar basada en las milicias rojas que pululan y se instruyen por toda España.

La ocultación interesada de los antecedentes del Alzamiento permite presentar a éste como una agresión brutal y solapada contra un régimen democrático que discurre por los normales cauces constitucionales. Fraude explicable en quienes alientan la deliberada intención de adulterar o esconder la verdad de los hechos. En el Epílogo para los ingleses de la edición especial de La rebelión de las masas, Ortega y Gasset dice: «Tendrá el inglés o el americano todo el derecho que quiera a opinar sobre lo que ha pasado y debe pasar en España, pero ese derecho es una injuria si no acepta una obligación correspondiente: la de estar bien informado sobre la realidad de la guerra civil española, cuyo primero y más substancial capítulo es su origen, las causas que la han producido.» El consejo es válido también para los españoles.

 

«Información Confidencial Núm. 2.:

«Se confirman las fechas 11 de mayo o 29 de junio para la iniciativa del movimiento subversivo, según sea el resultado de las elecciones de Presidente de la República, según se indicaba en el informe anterior. »

Soviet Nacional. Presidente, Largo Caballero.

Comisario del Interior, Hernández Zancajo, socialista.

Comisario del Exterior, Luis Araquistáin, socialista.

Comisario de Trabajo, Pascual Tomás, socialista.

Comisario de Instrucción, Eduardo Ortega y Gasset, del Socorro Rojo Internacional.

Comisario de Agricultura, Zabalza, socialista.

Comisario de Hacienda, Julio Álvarez del Vayo, socialista.

Comisario de Guerra, teniente coronel Mangada.

Comisario de Alarma, Jerónimo Bujeda, socialista.

Comisario de Industria, Baráibar, socialista.

Comisario de Comercio, Vega, del Socorro Rojo Internacional.

Comisario de Obras Públicas, José Díaz, comunista.

Comisario de Propaganda y Prensa, Javier Bueno, socialista.

Asesor de la Presidencia, Ventura Delgado, de la III Internacional. »

La Plana Mayor del Movimiento estará constituida por Largo Caballero, Hernández Zancajo y francisco Galán. Los enlaces, en la forma siguiente:

Jefe superior: Ventura, de la U. R. S. S., de la III Internacional.

Cataluña: Pedro Aznar, del Partido Catalán Proletario.

Levante: Escandell, socialista.

Baleares: Exarone, socialista.

Canarias, Mitjc, socialista.

Andalucía: Bolívar, comunista.

Castilla: José Luis y Andrés Manso, comunistas: Aragón: Pabón, de la C. N. T.

Galicia: Romero Robledano, comunista.

Asturias: Belarmino Tomás, socialista.

Extremadura: Margarita Nelken, socialista.

Milicias. Se dividen en tres clases, según la misión que tienen asignada. Las de asalto, cuya misión es ofensiva. Las de resistencia, cuyas misiones son los servicios complementarios. Las sindicales, cuyo motivo principal es lo huelga general.

El número aproximado de estas fuerzas en toda España es: las de asalto, 150.000 hombres; las de resistencia, 100.000 hombres; las sindicales, no se conoce el número.

El número aproximado de armas que tienen son: armas largas de todas clases, 25.000; pistolas ametralladoras, 30.000; ametralladoras, 250. Dinamita para surtir a unos 20.000 hombres. La organización de resistencia tiene solamente arma corta.

Mando general de las Milicias. —

Jefe superior, Santiago Carrillo.

Jefe de Euzkadi, Fulgencio Mateos, de Bilbao.

Jefes de las Castillas, Luis Azcazaga y Bruno Alonso.

Jefe de Extremadura, Nicolás de Pablo.

Jefe de Andalucía, Femando Bolaños.

Jefe de Asturias, Graciano Antuña.

Jefe de Cataluña, Miguel Valles.

Jefe de Levante, Sapia.

Jefe de Galicia, Femando Ossorio.

Jefe de Aragón, Casillos.

De Baleares y Canarias no han sido designados jefes.

Radios y Células. — Los radios son de 1.000 hombres, y las células de 10 y el jefe.

Zonas de asalto son: Madrid, Asturias, Extremadura, Cataluña, Andalucía, Galicia, Alicante, Santander, zona minera y fabril de Vitoria; Pasajes y Mondragón, en Guipúzcoa; Murcia, Barruelo, Reinosa y Logroño. El resto de España es zona de resistencia.

Organización armada.—Número aproximados de cada organización:

Madrid: asalto, 25.000; resistencia, 25.000; sindical, 25.000.

Extremadura: asalto, 15.000; resistencia, 10.000; sindical, 20.000.

Cataluña: asalto, 30.000; resistencia, 20.000; sindical, 40.000.

Galicia: asalto, 15.000; resistencia, 10.000; sindical, 20.000.

Información Confidencial número 3:

Con objeto de controlar debidamente los últimos detalles del movimiento, desde el 3 de mayo se podrán cursar órdenes, por los agentes de enlace, que se entenderán entre sí por medio del cifrad de «E. M. M. 22».

Los jefes locales deberán dar las órdenes verbalmente al Comité. La contraseña general es: »1-2 en 1: Orden de comenzar la movilización.

2-1 en 2: Orden de comenzar el movimiento.

2-2 en 1: Orden de comenzar el asalto a los puntos determinados.

2-3 en 5: Apresamiento general de antirrevolucionarios.

2-4 en 3: Movilización sindical.

2-5 en 4: Huelga general.

2-6 en 5: Actos de sabotaje, voladuras de líneas férreas.

1-3 en 2: Aplazamiento del movimiento.

Del 1 al 10: Orden de aprovisionamiento.

10-0: La organización está a punto.

10-0: Cierre de fronteras y puertos.

1-1: Ejecución de los que figuran en las listas negras.

Todas estas órdenes se darán en día víspera del movimiento, 10 de mayo, o (fecha ilegible), a las doce de la noche, desde la estación emisora instalada en la Casa del Pueblo de Madrid, cuya longitud de onda es igual a la de Unión Radio de Madrid.

Organización de Madrid.— Se divide en los siguientes radios:

A y B. —Chamartín de la Rosa: Depósito, en la Casa del Pueblo de este punto.

C y D. —Cuatro Caminos: Depósito, en el Círculo Socialista de la barriada.

E y F. —Distrito de Palacio: Depósito, en la imprenta de Mundo Obrero.

G y H. —Distrito de la Universidad: Depósito, en la Redacción de El Socialista.

I y J. —Distrito de La Latina: Depósito, en el Círculo Socialista del distrito.

K y L. —Distrito del Hospicio: Depósito, en la Casa del Pueblo, secretarías 1, 2, 5 y 7

M y N. —Distrito de la Inclusa: Depósito, en la Agrupación Socialista.

Ñ y O. —Distrito de Pardiñas: Depósito, en Castelló, número 19, garaje.

P y Q. —Distrito del Sur: Depósito, en Asociación Socialista de Vallecas.

R y S. —Carabancheles: Depósitos, en los Círculos Socialistas.

T, U, V, X, Y y Z. —Centro de Madrid: Depósitos, en la Casa del Pueblo, secretarías números 2, 4, 6 y 8, y del 10 al 20, y el salón de terraza.

Plan a seguir en Madrid. — El comienzo del movimiento lo señalarán cinco petardos que estallarán simultáneamente al anochecer. Inmediatamente se simulará una agresión fascista al centro de la C. N. T., declarándose la huelga general y sublevándose dentro de los cuarteles los soldados comprometidos. Los radios comenzarán a actuar, encargándose los T, U y V de la toma del Palacio de Comunicaciones, Presidencia y Guerra. Los distritos asaltarán las Comisarías. Los X, Y y Z, la Dirección General de Seguridad.

Un radio especial, compuesto exclusivamente de ametralladoras y bombas de mano, ira al Ministerio de la Gobernación, atacándole por los itinerarios siguientes: Carretas, Montera, Mayor, Correos, Paz, Alcalá, Arenal, Preciados, Carmen y San Jerónimo. Los radios actuarán con 50 células de 10 hombres cada una, en las calles de segundo y tercer orden, y con dos solamente en las calles de primer orden y paseos.

Las órdenes son de ejecución inmediata de todos los detenidos antirrevolucionarios. Los revolucionarios del F. P. serán invitados a secundar el movimiento, y en caso de negarse a ello, serán expulsados de España.

Los puntos adoptados fueron estos:

I.Trasladar la organización central de propaganda a Marsella: 85, rué de Montpellier, local denominado Oficina de Estudios Internacionales.

II. Realizar el mismo día del citado movimiento una agitación de carácter mundial, llamada antifascista, para expresar de una manera inequívoca la unión de toda la masa proletaria del movimiento.

III. Nombrar un Comité de enlace a estos efectos, formado por el citado Ventura y Combin Magne, Lupovine, Baternier y Aznar, al cual Comité habrán de agregarse los antes citados Lumovieff y Turuchoff.

IV. Plantear de una manera sistemática, en todas las ciudades de España, huelgas de carácter económico-social, para ver cómo se halla la preparación revolucionaria sindical y grado de asistencia de las organizaciones. De estas huelgas ya hay algunas planteadas en Madrid y provincias.

V. Separar del Poder a Casares Quiroga, bien por medio de una votación adversa en el Parlamento o por cualquier otro procedimiento; pero parece descartado el de atentado, por lo mucho que se guarda dicho señor.

VI. Desautorizar a los elementos directores del Partido Socialista tachados de reformistas o centristas: Prieto, Besteiro, etc. Esto se habrá de hacer de un modo público y notorio. Si el Congreso del Partido se aplaza, como lo desea la fracción «prietista», provocar el rompimiento de la U. G. T. con el partido a primero de junio, dando estado oficial a la disidencia.

VII. Provocar huelgas parciales o generales en Asturias, Huelva y Bilbao, especialmente por ser los puntos en que tienen influencia social dichos señores, así como González Peña.

VIII. Celebrar en Madrid una reunión el próximo día 10 de junio, en el local de la Biblioteca Internacional de Chamartín de la Rosa, a la que estarán invitados Thorez, Cachin, Auriol, Fouchans, Ventura, Dimitroff, Largo Caballero, Díaz, Carrillo, Guillermo Antón, Pestaña, García Oliver y Aznar.

IX. Encargar a uno de los radios de Madrid, el designado con el número 25, integrado por agentes de Policía gubernativa en activo, la eliminación de personajes políticos y militares destinados a jugar un papel de interés en la contrarrevolución.

X. Nombrar los siguientes enlaces: Eguidazu y Mateos, de Vizcaya, con Rafael Pérez, de Navarra, para Irún, Hendaya y Aranda de Duero; Azcoaga y Sertucha, de Madrid, para Madrid-Aranda; Valdés, Frojosa y Carballido, de Barcelona, para Marsella y Barcelona; Rodríguez Vera y Jaume, para Barcelona y Madrid.»

 

 

CAPÍTULO 89.

INTENTOS PARA CONSTITUIR UN GOBIERNO AUTORITARIO CON PRIETO

 

CÓMO SE DESENVOLVIÓ LA INTRIGA PARA SITUAR A PRIETO EN LA JEFATURA DEL PODER. — LA MAYORÍA PARLAMENTARIA SE FORMARÍA CON DIPUTADOS DISIDENTES SOCIALISTAS Y DE LA C. E. D. A. — GIL ROBLES DESAUTORIZA LAS NEGOCIACIONES Y SE MALOGRA EL PROPÓSITO. — MIGUEL MAURA PROPUGNA UNA DICTADURA NACIONAL REPUBLICANA, DEJANDO EN SUSPENSO LA CONSTITUCIÓN Y EL PARLAMENTO. — LA SITUACIÓN LA DESCRIBE ASÍ: «DESGOBIERNO ABSOLUTO ARRIBA, ANARQUÍA DESATADA ABAJO Y AMENAZA DE RUINA EN TODAS PARTES». — «SOMOS LOS REPUBLICANOS Y SOCIALISTAS NO CONTAMINADOS DE LA LOCURA REVOLUCIONARIA QUIENES HEMOS DE ASUMIR LA TAREA DE RECTIFICAR EL RUMBO DE LA REPÚBLICA, SO PENA DE ASISTIR AL BARRIDO DE LAS INSTITUCIONES REPUBLICANAS». — «LAS CÁRCELES —AFIRMA MAURA— ESTÁN LLENAS DE REPUBLICANOS LLAMADOS FASCISTAS: LOS REPUBLICANOS QUE MÁS COLABORAMOS SOMOS FASCISTAS ». — «ESPAÑA ES JUZGADA DESDE EL EXTERIOR COMO UN PAÍS EN PERMANENTE GUERRA CIVIL E INCAPAZ PARA LA CONVIVENCIA» (MANIFIESTO DEL CONSEJO NACIONAL DE IZQUIERDA REPUBLICANA). — «NI EL GOBIERNO, NI EL PARLAMENTO, NI EL FRENTE POPULAR SIGNIFICAN NADA; EN ESPAÑA MANDAN LOS INSPIRADORES DE HUELGAS, LOS ASESINOS A SUELDO Y LOS QUE PAGAN A LOS ASESINOS» (OSORIO Y GALLARDO).