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CAPÍTULO 82.

SE AHONDAN LAS DIFERENCIAS EN EL PARTIDO SOCIALISTA

 

LARGO CABALLERO, CANDIDATO SOCIALISTA DEL KREMLIN PARA LÍDER DEL MARXISMO ESPAÑOL. — PROGRESOS DEL PARTIDO COMUNISTA. — POR PRIMERA VEZ APARECEN JUNTOS EN UN ACTO PÚBLICO SOCIALISTAS Y COMUNISTAS. — «LA CLASE TRABAJADORA —AFIRMA LARGO CABALLERO— TIENE QUE MARCHAR HACIA LA DICTADURA, QUE ES LA VERDADERA DEMOCRACIA». — «QUIERAN O NO, VOLUNTARIAMENTE O A LA FUERZA, TENDRÁN QUE ABRIR EL CAMINO AL PROLETARIADO». — VIAJE A RUSIA DE UNAS DELEGACIONES DE LAS JUVENTUDES SOCIALISTA Y COMUNISTA. — «LO IMPORTANTE PARA LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA —DICE MANUILSKY— ES QUE LA TENDENCIA QUE ENCARNA LARGO CABALLERO TRIUNFE EN EL SENO DEL PARTIDO SOCIALISTA». — GESTIONES PARA INCORPORAR A LA C. N. T. Y A LA F. A. I. AL PARTIDO ÚNICO. — EN UN PROYECTO DE PROGRAMA DEL PARTIDO SOCIALISTA, DE INSPIRACIÓN COMUNISTA, SE PIDE LA CONQUISTA DEL PODER POR CUALQUIER MEDIO QUE SEA POSIBLE.

 

Las divergencias entre los grupos socialistas de Prieto y Largo Caballero, que ya eran hondas antes de constituirse el Frente Popular, pues ambos aspiraban a regir y orientar al partido, se hacían por momentos más profundas. Prieto, evolucionista o reformista, defendía la coalición con los republicanos, en contra de Largo Caballero, impaciente por instaurar el estado socialista con la dictadura del proletariado. Esta divergencia suponía dos maneras de concebir el Estado diametralmente opuestas: la dictadura del proletariado frente al Estado demolibera, hasta entonces fundamental para el socialismo. «Con la teoría de Prieto —escribe Largo Caballero—al partido socialista en la vida política española no le quedaba otro papel que desempeñar que el de mozo de estoques de Azaña...» Además, «para mí, Indalecio Prieto, nunca ha sido socialista, hablando con toda propiedad, ni por sus ideas ni por sus actos. Prieto ha sido envidioso, soberbio, orgulloso. Se creyó superior a todos: no ha tolerado a nadie que le hiciera la más pequeña sombra. Le gustaba estar siempre en primera fila, mimado, alabado y admirado.»

La discusión desciende del terreno oratorio para plantearse en el de los hechos, al elegirse los cargos directivos para los Comités y Juntas del Partido y de la Unión General de Trabajadores.

La lucha se reñía bajo la misma bandera, «Octubre», tremolada por los dos grupos rivales para acreditar su pureza revolucionaria. Desde que González Peña salió del Penal de Burgos, Prieto, que durante sus meses en París había mantenido comunicación con el «héroe máximo de la insurrección asturiana», le retuvo a su lado, pues con su adhesión consideraba garantizada su integridad política, con el mejor aval. Por otra parte, González Peña, se había declarado responsable de la insurrección ante los jueces, por lo que fue condenado a muerte, en tanto que Largo Caballero, confesándose ignorante de todo lo sucedido y ajeno a los hechos, había sido absuelto. Prieto, sagaz y hábil, secundado por Lamoneda, secretario de la Agrupación madrileña, propuso a González Peña para la presidencia del partido socialista, vacante desde antes de los sucesos de octubre, por dimisión de Largo Caballero. Con éste se solidarizan los compañeros del Comité Ejecutivo que están en la cárcel, con lo cual están vacantes los cargos de todos ellos.

Al restablecerse las garantías se eligió nueva Ejecutiva y también en esta ocasión la habilidad electorera de Prieto, secundado por El Socialista, dio resultado, pues triunfó González Peña como presidente y salió derro­tado Largo Caballero.

A partir de aquí, la pugna se hace más violenta. El semanario Claridad, que orienta Luis Araquistáin y patrocina la jefatura de Largo Caballero, es una trinchera desde la que se combaten con saña los planes reformistas de Prieto, y se pide con insistencia la celebración en Madrid del próximo Congreso del partido para depurar conductas, en contra de la propuesta de El Socialista, partidario de que el Congreso se reúna en Oviedo, zona de la máxima influencia de González Peña. «Deseamos — escribe Claridad (6 de marzo) — ver a los héroes de Asturias sin empresarios capaces de convertir la magnífica epopeya asturiana y su glorioso ejército en decoración escénica y en instrumento de una pequeña intriga de partido para mantenerse histriónicamente en unos mandos, que la masa obrera ha conferido a otros hombres.» Para ello es necesario la elección previa de una nueva Comisión Ejecutiva. Largo Caballero se dirige a las Agrupaciones Socialistas, diciéndoles que no podía admitirse «que el Congreso se convirtiese en un homenaje exclusivo a los trabajadores asturianos», sino a todos aquellos que por su comportamiento lo mereciesen. Se impone, no obstante, el criterio de Prieto y el Comité Nacional decide proponer inmediatamente (9 de marzo) la celebración del XIV Congreso Nacional del partido Socialista Obrero Español en Sama de Langreo, «para esclarecer lo acontecido durante la insurrección de octubre del 34, que quienes estábamos al frente del partido no podemos diferir bajo ningún pretexto». «El Congreso y sólo el Congreso —afirma El Socialista (8 de marzo) — es quien puede liquidar nuestros pleitos y restablecer una disciplina que, cualesquiera sean los rumbos que el partido siga, unas u otras sus resoluciones son indispensables para su vida.»

No obstante estas apariencias de predominio, el poder de Prieto se resquebraja y disminuye a ojos vistas, pues las masas y en especial la juventud patentiza su preferencia por Largo Caballero y sus ideas en favor de la integración de los trabajadores en un solo partido de clase para ir a la conquista total del Estado. En la elección del nuevo Comité de la Agrupación Socialista Madrileña (8 de marzo) triunfa por 1554 votos la candidatura de Largo Caballero, encabezada por éste, mientras que la de González Peña obtiene 478. La nueva Junta, en su primera reunión (10 de marzo), propone que el Congreso del Partido se celebre en Madrid, y acuerda «redactar un proyecto de bases para la unificación política del proletariado en un solo partido de clase».

Por su parte, el Comité Central del partido comunista se ha dirigido a la Comisión Ejecutiva del partido socialista (4 de marzo), proponiéndole «fortalecer las relaciones orgánicas entre los dos partidos a través de Comités permanentes; la constitución de un partido único del proletariado, el partido «marxista leninista» dirigente de la revolución; el reconocimiento de la necesidad del derrocamiento de la dominación de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado en la forma de Soviets».

El Comité Central esboza un programa de Gobierno dentro de las si­guientes líneas: «Expropiación de tierras sin indemnización; nacionalización de las grandes industrias, Bancos y ferrocarriles; liberación de los pueblos oprimidos —Cataluña, Vasconia, Galicia y Marruecos—, Supresión de la Guardia Civil y de Asalto. Armamento general de obreros y campesinos. Creación del Ejército rojo. Alianza fraternal con la Unión Soviética.» «Nuestra opinión sobre lo que debe constituir nuestra acción común, la lucha conjunta de los partidos socialista y comunista es: ejecución rápida del pacto del Bloque Popular y lucha por nuestro propio programa del Gobierno obrero y campesino.»

A la buena disposición de Largo Caballero hacia los comunistas correspondían éstos, presentándole como el jefe socialista español estimado y preferido del Kremlin. La diputada Margarita Nelken, a su regreso de la U. R. S. S., cuenta en un mitin en el Cinema Europa de Madrid (25 de marzo) cuán enaltecido es Largo Caballero en Rusia. «Allí se exhibe y prodiga su retrato y se admira su labor. Allí se han traducido los discursos de nuestro camarada. Basta este solo hecho para que todo trabajador revolucionario y marxista sienta absoluta confianza hacia este camarada. Cuando tal cosa sucede es porque en Rusia se sabe que Largo Caballero está en la verdadera línea revolucionaria. Y todo aquel que se oponga a ella es contrarrevolucionario.» Dice también: «El sentimentalismo en la hora de la lucha es imperdonable. ¡Jóvenes!, no permitáis que ningún viejo se os oponga, alegando su antigüedad de militante. No tengáis respeto. Sed demoledores, inflexibles en vuestra crítica. Cada vez que un líder se levante, no os acordéis de lo que ha hecho, sino de lo que debe hacer.»

La ofensiva contra los socialistas reformistas adquiere caracteres de guerra sin cuartel. El intento de la Comisión Ejecutiva «de la que es Prieto verbo, pluma y motor» por republicanizar el socialismo, lo califica Claridad (27 de marzo) de «monstruosa regresión». Llama a los componentes de la Comisión «puñado de traidores, horros de toda preparación marxista y carentes de fe en los destinos de su clase». Recomienda: «El proletariado tiene que ser cada día más avaro de su sangre y guardar íntegramente sus fuerzas para aquellas tareas en que no es probable que ningún republicano le acompañe.» Si grande es la distancia que aleja a los socialistas moderados Besteiro y Saborit— de los centristas —Prieto, Jiménez de Asúa y González Peña—, verdaderos abismos separa a éstos de los violentos —Largo Caballero, Araquistáin, Álvarez del Vayo—, de «ortodoxia químicamente pura», como ellos se definen.

Los gananciosos con estas disensiones, que obligan a los dos grupos a acentuar su radicalismo, son los comunistas cuyo partido crece en número y en arrogancia, viéndose tratado como poderoso aliado, cuando todavía ayer era insignificante y casi invisible. El Comité Central del partido comunista, reunido en Madrid del 28 al 30 de marzo en sesión plenaria, se abroga «la tarea urgente de organizar la revolución bajo la dirección de las Alianzas y Milicias obreras y campesinas, que habrán de crearse hasta en la última aldea. Los delegados de provincias informan de los progresos del partido. En las últimas seis semanas después de las elecciones —según afirma el Secretario general, Díaz Ramos— «pasan de 30.000 los nuevos afiliados». El Pleno del Comité Central acuerda que «las Alianzas Obreras y Campesinas deben ser el eje de toda actividad de los bloques populares para el cumplimiento del programa de acción anti-fascista y de lucha contra la reacción». Acuerda también «apoyar la lucha del ala izquierda del partido socialista para la depuración de todos los elementos enemigos de la revolución existentes en su partido, creando las condiciones para llegar rápidamente a la formación del único partido político revolucionario del proletariado». En cuanto a la posición frente al Gobierno, se reconoce que el pacto electoral «es insuficiente y carece de los medios necesarios para aplastar por completo al fascismo». Esta tarea «la podrá cumplir únicamente el Frente Popular bajo la dirección y con el predominio del proletariado». Mundo Obrero, al comentar estos acuerdos, escribe (1 de abril): «Debe existir un pueblo armado y firme. De aquí la necesidad de constituir sobre la marcha milicias obreras y campesinas.» Como reparos al programa que la Agrupación Socialista Madrileña prepara para su presentación al Congreso del partido, censura el silencio que en dicho programa se guarda respecto a la U. R. S. S., pues entiende «que no será posible un verdadero movimiento revolucionario proletario si se prescinde del apoyo y de la experiencia soviética». «Todo el poder añade — deberá ser para las Alianzas Obreras y Campesinas, que con carácter nacional serán los órganos encargados de ejercer la dictadura de la clase proletaria, superando la etapa democrática burguesa rápidamente, transformándola en la revolución socialista.»

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El grupo de Largo Caballero considera llegada la hora de hacer pú­blica declaración de su marxismo a ultranza y de su disposición a unirse con los otros partidos proletarios y concretamente con el comunista. Para ello organiza una concentración de Juventudes marxistas — «mitin monstruo de la unificación» lo denominan—, que tiene por escenario la Plaza de Toros de Madrid (5 de abril). Es una explosión de desenfrenado entusiasmo soviético. En el redondel forman las milicias juveniles. Es la primera vez, descontadas las ocasiones, justificadas por la propaganda electoral del Frente Popular, que socialistas y comunistas aparecen juntos en un acto público. Santiago Carrillo dice: «Hoy se cierra un paréntesis abierto en el movimiento revolucionario obrero el año 1921. Es preciso que este acto sea el prólogo de la unidad de los partidos. A las concentraciones debe seguir la actuación revolucionaria.» Largo Caballero, aclamado frenéticamente a los gritos de «¡Viva el Lenin español!», habla de este modo: «Vengo como notario a tomar fe de vuestros propósitos, a confirmar por mí mismo el deseo de la juventud de unirse, de prepararse para el momento definitivo, que sospecho no tardará mucho en llegar. Ese momento en que el proletariado ha de cumplir su misión histórica se aproxima a pasos de gigante. Es necesario, entonces, que todos, absolutamente todos, estemos unidos para una finalidad común y nos agrupemos para que en ese momento ninguna de las fuerzas coercitivas del Estado burgués sea suficiente a contrarrestar la pujanza de la masa trabajadora, que es la que tiene que apoderarse del poder político para dominar a la burguesía.»

«La clase trabajadora tiene que marchar hacia la dictadura del proletariado, que es la verdadera democracia. Queremos colocarnos en situación de que cuando llegue el momento que señalaremos nosotros, la clase obrera conquiste el poder por los medios a que tiene derecho. Pacíficamente, pero si es preciso por circunstancias especiales saltaremos por encima de los obstáculos. Los nuevos regímenes son como los nuevos seres, cuyo alumbramiento es siempre doloroso.»

El discurso de Largo Caballero, ensombrecido de amenazas, culmina en este anuncio del próximo incontenible asalto de la revolución: «El jefe del Gobierno en su último discurso ha declarado paladinamente que esta es la última coyuntura que tiene la clase capitalista para salvar el régimen. Pues bien; yo digo aquí: efectivamente, la prueba que está haciendo es la última. Si esta prueba fracasa, no queda más solución que el proletariado. Y yo tengo la seguridad, tengo la convicción de que esta situación no podrá resolver los problemas económicos y políticos de España, y como no los podrá resolver, quieran o no, voluntariamente o a la fuerza, tendrán que abrir el camino al proletariado. Y si no abren el camino por voluntad, será por fuerza (grandes aplausos)..., porque el nuevo régimen no se puede contener ni con cañones, ni con discursos líricos. La evolución del régimen capitalista ha llegado ya a su cúspide. Habiendo llegado a ella, está en su descenso, y en este descenso es en el que la clase trabajadora tendrá que cumplir su deber.»

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La creencia de que España asiste al definitivo experimento de consolidación de una república democrática es casi unánime en derechas e izquierdas. «Creo, —declara el político catalán de la Esquerra, Amadeo Hurtado Heraldo de Madrid, (6 de abril) — que estamos asistiendo al último ensayo de una república democrática.» «La experiencia —escribe El Socialista (30 de marzo) — nos ha ido alejando cada vez más del mito parlamentario. Hoy, aun los más empecinados partidarios acogen con escepticismo la pretendida majestad de las Cortes, cuya enfermedad consiste en tejer y destejer al socaire de la realidad económica y social del país, con arreglo al vaivén adjetivo de los partidos burgueses.» Y el periódico órgano de Azaña, Política, al comentar los discursos de la concentración marxista en la Plaza de Toros, afirma (6 de abril): «Lo que interesa al pueblo español es llevar a cabo la transformación democrática del Estado. Si se lleva a cabo, puede garantizarse que las derechas no retornarán al Poder, porque al desmoronarse las oligarquías político- económicas, les faltarán los medios para actuar sobre el país y su política carecerá de los apoyos más elementales».

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Se ha producido un hecho revelador del contagio comunista en las Juventudes socialistas. Delegaciones de las Juventudes de los dos partidos han visitado Rusia. Al informar de este viaje, escribe Mundo Obrero (25 de marzo): «Han celebrado entrevistas con el Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil Comunista. Se han entrevistado también con el secretario de la Internacional Comunista, Jorge Dimitroff. Los resultados son plenamente satisfactorios.» El delegado de las Juventudes Socialistas, Santiago Carrillo, declara en Claridad (9 de abril): «Como nos decía Manuilsky, el viejo bolchevique, en la conversación que la delegación española sostuvo con él y con Dimitroff en Moscú, lo importante ahora para el movimiento de unidad y para todo el curso de la revolución española, es que la tendencia que encarna Largo Caballero triunfe en el seno del partido socialista. Si no se produjera el triunfo, la unidad y el porvenir mismo de la revolución —sigo repitiendo las palabras de Manuilsky— quedarían comprometidos. La Federación de Juventudes Socialistas juega en toda esta batalla un papel y la unidad se hace sobre la base de ella, mientras el Congreso nacional no se celebre, para no entorpecer el proceso unificador en estos momentos definitivos.»

Las operaciones preparatorias para dicha fusión dice Araquistáin, se desarrollaron en el domicilio de Álvarez del Vayo. «Yo vivía en Madrid en el piso superior al ocupado por él y presencié las visitas diarias que le hacían a dicho domicilio los jóvenes de las Juventudes Socialistas, con el propósito de entrevistarse con el agente de la Komintern, por entonces muy influyente en España, un cierto Codovila, que utilizaba el falso apellido de Medina y hablaba español con acento suramericano. Fue allí donde se organizó el viaje a la Meca moscovita: y allí donde quedó convenido entregar al comunismo a la juventud socialista, la nueva generación trabajadora de España.» Codovila, argentino, fue durante muchos meses el verdadero jefe del partido comunista. Las asociaciones juveniles comunistas reunían 3.000 afiliados, mientras las socialistas sumaban unos 40.000.

Las gestiones en favor de la unificación juvenil son orientadas por una Comisión Nacional integrada por Santiago Carrillo, secretario de la Comisión Ejecutiva de la Federación de Juventudes Socialistas, Trifón Medrano, secretario de la Unión de Juventudes Comunistas y otros dos miembros de ambas directivas juveniles. Acuerdan (4 de abril) las bases generales a que debe ajustarse la unión, la publicación de un órgano único de las Juventudes, las características del uniforme, consistente en camisa azul pálido y corbata roja, intensa instrucción militar de los afiliados, más el estudio a fondo de una estrategia revolucionaria con la colaboración de porteros, carteros y repartidores de pan y leche, como auxiliares para la elaboración de un censo de enemigos o posibles aliados entre el vecindario.

Las Juventudes Socialistas unificadas a partir del primero de mayo tienen su órgano en la Prensa: Juventud Roja, frente a Renovación, porta­voz de las juventudes socialistas. Distinguir los matices que las diferencian en cuanto a táctica y propósitos, resulta difícil. Los dos periódicos -que acabaron fusionándose— pugnan por demostrar que se hallan en la línea revolucionaria más inflamada. Renovación publica (9 de mayo) los acuerdos del Comité Nacional de la Federación de Juventudes Socialistas, que se resumen de este modo: «La creación del partido bolchevique con la fusión del partido socialista depurado y el partido comunista; la creación de una sola central sindical, mediante la fusión de la C. N. T. y U. G. T.; el incremento de las Alianzas Obreras y Campesinas, en su primera etapa, órganos de impulsión de la revolución democrática con los Bloques Populares, y en su segunda etapa como órganos de la revolución socialista a través de las cuales dirige el partido proletario esta revolución.»

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No habrá unificación del proletariado efectiva sin la adhesión de los sindicalistas y anarquistas. Atraerse a la C. N. T. y a la F. A. I. es anhelo de Largo Caballero. Pretensión difícil, si no imposible, porque para ello los anarcosindicalistas deben renunciar previamente a los postulados esenciales de su programa, que constituyen su personalidad. Ni el aliciente de participar en un gobierno de dictadura de clase les ilusiona, y menos sabiendo que la dictadura estará cortada con patrón soviético. «La suprema expresión de la autoridad del hombre sobre el hombre —escribe el teórico anarquista Abad de Santillán  — es el instrumento más poderoso para esclavizar al pueblo.» Repiten, con Bakunin, que «el Gobierno del pueblo propuesto por Marx sería simplemente el mando de una minoría privilegiada sobre las masas trabajadoras». Sin embargo, los llamamientos de Largo Caballero son insistentes. «Mi satisfacción no será completa — declara desde Claridad (13 de abril) — mientras todo el proletariado no se agrupe en una sola sindical. Muy pronto se va a llegar a situaciones definitivamente críticas. Deberemos empuñar las riendas del poder para ofrecer al país soluciones vitales. Pero la división que escinde a la clase resta una parte de las titánicas energías que se precisan para acelerar el proceso. ¿Llegará a agarrotarla en el momento supremo? ¡Qué terrible responsabilidad si esto sucediese!»

A los sindicalistas les parecen muy confusas las invitaciones a una unidad «que nunca se sabe cómo será estructurada y que frecuentemente se orienta por el camino de la absorción», replica Solidaridad Obrera (15 de abril). Y añade: «Mientras en lugar de Largo Caballero no hable la U. G. T. exponiendo claramente su pensamiento, nada de lo que digan los personajes socialistas tendrá importancia para la Confederación Nacional del Trabajo.»

«Largo Caballero —explica días después Solidaridad Obrera (24 de abril) — es un dictador en embrión que favorecería la hegemonía absoluta del partido socialista en el caso de una insurrección triunfante de la clase obrera.» Y respecto a la afirmación de Lenin muy repetida de que España sería la segunda nación europea donde se implantarla la dictadura del proletariado, el diario sindicalista decía: «Lenin no conocía ni el estado temperamental de España, ni siquiera el complejo de racialidad que influye sobre el individuo de una manera fatal y directa. Aquí no se admite dictadura roja, ni azul, ni negra. El imperio de la fuerza bruta podrá en cierto modo hacer callar la protesta individual y colectiva: pero de repente sur­girá la rebeldía que lleva en su pecho. No es necesario que España pase por la experiencia rusa. La revolución de España será de tipo libertario; lo afirmamos resueltamente.»

La responsabilidad de que la unidad proletaria no pueda realizarse hay que endosarla, según Mundo Obrero (22 de abril) «al sectarismo, a ese viejo sectarismo que tantas heridas ha abierto en la clase obrera». Persiste «la vieja barrera que creíamos que los acontecimientos vividos por el proletariado español, si no la había anulado del todo, la habría debilitado en forma que no fuese un gran obstáculo».

No obstante la resistencia de los sindicalistas a penetrar en el redil de la unificación, Largo Caballero y sus partidarios continúan el estudio de las bases de un partido único. La Agrupación Socialista Madrileña, en asamblea prolongada durante varios días (18 de abril) discute el programa sobre la conquista del poder político por la clase trabajadora. Besteiro exclama en la primera sesión: «¿Estamos en las condiciones en que se encontraba Rusia en 1917? Creo que no. Se puede decir que caminamos sin rumbo y sin norte.» Largo Caballero responde: «La inmensa mayoría de los trabajadores se han convencido de que en una república burguesa no podrán encontrar salida a sus problemas. No hay otra solución que la dictadura del proletariado. Nosotros entendemos que el nuevo régimen no puede implantarse pacíficamente, sino que ha de hacerse con el esfuerzo enérgico y violento de la clase trabajadora.» La asamblea aprueba el proyecto de programa del partido para ser sometido al próximo Congreso. Las bases son las siguientes:

«Primero. La conquista del poder político por la clase trabajadora y por cualesquiera medios que sean posibles.

«Segundo.—La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo, en propiedad colectiva social y común. En el período de transición de la sociedad capitalista a la socialista, la forma de Gobierno será la dictadura del proletariado, organizada como democracia obrera. Entendemos por instrumentos de trabajo la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, las maquinarias, el capital moneda, los Bancos, las grandes organizaciones capitalistas (sindicatos, trust, cartels, etc.)

«Tercero. —La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros la satisfacción de sus necesidades en relación con los medios de que la sociedad disponga, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno y otro sexo. En suma: el ideal del partido socialista obrero es la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres, iguales, cultos y útiles a la sociedad.»

Como complemento a estas bases en el programa presentado a la Agrupación Socialista Madrileña se reclamaban las siguientes medidas políticas y económicas:

«Para realizar su aspiración, el partido socialista considera necesario entre otras medidas políticas y económicas las siguientes: Libertad de Prensa; Confederación de las Nacionalidades ibéricas» incluido el Protectorado de Marruecos; reconocimiento del derecho a la autodeterminación política en todo instante, incluso a la independencia; supresión de la lengua oficial obligatoria del Estado; sufragio universal para ambos sexos a los veintiún años; supresión de las Diputaciones Provinciales; supresión de los Ejércitos permanentes y armamento general del pueblo; supresión del presupuesto al Clero y confiscación de todos sus bienes; disolución de todas las Órdenes religiosas; Justicia gratuita; Jurado para toda clase de delitos; Revisión del Código de Justicia Militar; responsabilidad criminal efectiva de los patronos por incumplimiento de la legislación social; enseñanza gratuita, técnica y laica en todos sus grados.

«Jomada legal máxima de cuarenta horas semanales de trabajo para los adultos; descanso de dos días por semana y vacaciones anuales pagadas de tres semanas; establecimiento del seguro obligatorio contra los accidentes del trabajo, enfermedades, invalidez, vejez y paro forzoso; control obrero en todos los establecimientos de la industria y del comercio; nacionalización de toda la Banca, abolición de todos los impuestos indirectos; tributación de las tierras y de los solares no por lo que produzcan, sino por lo que deben producir; abolición de la Deuda pública; nacionalización de las minas, aguas, arsenales, medios de transporte y tierra, salvo la que los pequeños propietarios cultivan por sí o por su familia; reversión de todos los monopolios al Estado; municipalización de los servicios.» (Claridad, 19 de marzo de 1936).

«En la historia del socialismo español —comenta Claridad (19 de abril) — pocas reuniones habrá habido tan transcendentales como la celebrada por la Agrupación madrileña. Por ella el partido socialista se aparta definitivamente de la quimera reformista y declara que tiene por aspiración inmediata la conquista del Poder político para la clase trabajadora, por cualesquiera medios que sean posibles. La reforma de la sociedad será la dictadura del proletariado, para destruir toda la infraestructura y superestructura de la actual organización social.»

 

CAPÍTULO 83.

FORMIDABLE ALARDE MARXISTA EL PRIMERO DE MAYO

 

LA NOTA RELEVANTE DEL DESFILE DE LA FIESTA DEL TRABAJO FUERON LAS MILICIAS UNIFORMADAS. — PRIETO DICE EN CUENCA: «FRANCO, POR SU JU­VENTUD, SUS DOTES Y SUS RELACIONES, PUEDE ACAUDILLAR CON EL MÁXIMO DE POSIBILIDADES, UN MOVIMIENTO MILITAR.» — «NO HAY HIPÉRBOLE AL AFIRMAR QUE LOS ESPAÑOLES NO HEMOS SIDO TESTIGOS JAMÁS DE UN PANORAMA TAN TRÁGICO, DE UN DESQUICIAMIENTO COMO EL QUE ESPAÑA OFRECE EN ESTOS MOMENTOS». — EL CONGRESO DE LA C. N. T., EN ZARAGOZA, APRUEBA EL PROGRAMA PARA LA INSTAURACIÓN DEL COMUNISMO LIBERTARIO. — LARGO CABALLERO ABOGA POR LA UNIFICACIÓN SINDICAL CON LOS COMUNISTAS. — SUCESIÓN DE PROCESOS CONTRA JOSÉ ANTONIO. — EL TRIBUNAL DE URGENCIA DECLARA A LA FALANGE ASOCIACIÓN LÍCITA. — LA C. E. D. A. ACUERDA NO PARTICIPAR EN LAS ELECCIONES DE GRANADA. — JOSÉ ANTONIO, SE PRESENTA CANDIDATO POR CUENCA APOYADO POR TODAS LAS DERECHAS. — DIPUTADOS DE TODOS LOS SECTORES DE DERECHA DEFIENDEN EL ACTA DEL JEFE DE FALANGE EN EL PARLAMENTO. — NO OBSTANTE HABER OBTENIDO EL MAYOR NÚMERO DE SUFRAGIOS, LA CÁMARA LE DESPOSEE DEL ACTA. — CARTA DE JOSÉ ANTONIO A LOS MILITARES.