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CAPÍTULO 81.LA OLA DE DESMANES CRECE Y SE PROPAGA
La ola de
vandalismo que se levantó al atardecer del 16 de febrero, se propagó encrespada
en los días siguientes de un pueblo a otro, de una región a otra y ganaba a
toda España. Por otra parte, la inhibición de la autoridad y en muchos casos la
complacencia de ésta con los revoltosos estimulaba los instintos criminales de
los promotores de desórdenes. Días son estos marcados por la sangre, el luto y
las llamas. La referencia, aun sucinta, de todos los sucesos sería labor
interminable.
Ya
dijimos en un capítulo anterior lo ocurrido en las dos primeras semanas de
marzo: la historia de la segunda quincena se ennegrece más y la hacen
monstruosa espantables hechos. La destrucción de iglesias y conventos por las
llamas se produce en Bollullos (Sevilla), Torrevieja (Alicante), Marbella
(Málaga), Valdecuna (Oviedo), Saracho (Alava), Nájera, Navarrete y Landero (Logroño), Santa Cruz
de Múdela (Ciudad Real), Silla (Valencia), Monte Agudo, Torreaguero,
Puente Tocinos, Cehegín y Alcázares (Murcia), Lezama (Álava), Antequera,
Almansa, Polanco (Santander), Encinas (Alicante), Vélez Málaga, Galaroza (Huelva), Tabernes de Valldigna (Valencia) y Alcoy
(Alicante). Y en otros muchos sitios: Cudón, Taños y
Liérganes (Santander), Aldea de Castro (Pontevedra), Fuente de la Higuera
(Valencia), Braños, Laviana y San Martín de Lorio (Oviedo). Estos incendios ocurren entre los días 14
de marzo y 16 de abril. En algunas de las poblaciones citadas todos los templos
de la localidad quedan destruidos.
Ciudades
hay que sufren durante largas horas y a veces días al azote de un huracán
anárquico. En Logroño (14 de marzo) grupos de revoltosos acosan a unos
oficiales de Artillería e intentan asaltar el cuartel donde aquéllos se
refugian. La fuerza dispara y ocasiona un muerto y varios heridos. Las turbas
incendian la parroquia de Santiago y los conventos de la Enseñanza,
Adoratrices, Agustinos, Descalzas, Carmelitas y Maristas, asaltan los centros
políticos de derechas, una farmacia y el Diario de la Rioja.
En
Albacete (17 de marzo) los revoltosos incendian él antiguo Casino saquean el
Centro de Estudiantes Católicos, el Club Cinegético, cuyos muebles arden en las
calles, asaltan el centro de Acción Popular y queman las parroquias de San Juan
y de San José e intentan incendiar la de la Purísima. Yecla conoce tres días de
ignominia, durante los cuales arden catorce templos y desaparecen 375 imágenes.
Entre las iglesias destruidas figuran la Arciprestal de la Concepción, con doce
altares y soberbias tallas; la del Salvador, del siglo XIII, reedificada en
1734; la parroquia del Niño Jesús, donde se veneraba el Cristo de la Salud,
atribuido a Berruguete; la de los Dolores, antigua del Hospital, gravemente
dañada, así como los «pasos» de la Semana Santa de Yecla; las de San Cayetano,
Santa Bárbara, San Juan, San Francisco, el santuario de la Virgen del Castillo
con su camarín de oro. En la de San Francisco se pudo salvar la imagen de la
Virgen de las Angustias, de Salzillo. Más de mil quinientas familias abandonan
Yecla, presas de pánico. Los asaltantes del convento de las monjas Concepcionistas
desentierran los restos del popularmente llamado «Cura Obispo» y los queman en
la carretera en sacrílega orgía. El alcalde prohíbe a los sacerdotes el
ejercicio de su ministerio.
En Jerez
de la Frontera (16 de abril) socialistas y comunistas se hacen los amos de la
ciudad; agreden a la Guardia Civil, sacan de su casa al jefe de la Falange,
Bernal, al que hieren de gravedad; asaltan e incendian los periódicos El
Guadalete y Diario de Jerez, y los conventos de San Francisco, Santo Domingo,
de las Mínimas y de las Reparadoras. El Gobernador de Sevilla ordena a la
Guardia Civil que no salga de su cuartel. Los jóvenes de las milicias marxistas
practican cien detenciones de personas «enemigas del régimen», veintidós de las
cuales resultan heridas.
En
Jumilla (Murcia) los socialistas para vengar el asesinato de dos
correligionarios detienen a las personas más significadas de derechas: de
madrugada sacan a dos de ellas de la cárcel y las matan a puñaladas. La Guardia
Civil, que pretende intervenir, es acometida por los amotinados. Uno de éstos
resulta muerto y dos heridos, al repeler aquélla la agresión.
Los
desmanes adquieren distintas formas, según la idiosincrasia, filiación o furor
de quienes los provocan: asaltos de tiendas, registros y saqueos domiciliarios,
atracos, explosiones de bombas, huelgas, hechos sangrientos... Un grupo de
marxistas penetra en la cárcel de Lora del Río (14 de marzo) y da muerte a dos
oficiales de prisiones. El exalcalde de Acción Popular de Muía (Murcia), José
Martínez Fernández, y un cabo de la Guardia Civil en Bonete (Albacete) son
asesinados. Unos desconocidos disparan contra la casa de Largo Caballero en
Madrid. El exministro de Trabajo, Alfredo Martínez, liberal demócrata, es
herido en Oviedo por unos guardias de Seguridad, antiguos pistoleros catalanes
(22 de marzo). Fallece en su domicilio perdonando a los asesinos. «Pido a Dios
— exclamó— ser la última víctima de la guerra civil que destroza a España».
«Los criminales no fueron hallados. El servicio para su captura fue encomendado a dos agentes de Policía, a los que el juez de instrucción Luis Colubí coaccionó con las siguientes palabras: «No quiero que se detenga a nadie que no sea el autor material y directo del hecho. El semanario ovetense El Lunes aseguró que el atentado se había urdido en casa del diputado de Izquierda Republicana y también médico, Luis Laredo. Parece que tampoco fue ajeno a él el diputado comunista Manso y que los autores materiales fueron dos guardias de Seguridad, antiguos pistoleros catalanes, que se hallaban destinados en Oviedo y que al día siguiente del asesinato salieron hacia Barcelona con permiso indefinido.» (Historia de la Cruzada Española, tomo IX) Seis
muertos y diez heridos fue el balance de unos choques de invasores de fincas
con la Guardia Civil en Málaga y Sevilla (1 de abril). El magistrado del
Tribunal Supremo Manuel Pedregal, ponente en la causa instruida por el atentado
contra Jiménez de Asúa, cae asesinado en una calle de Madrid (13 de abril). En
la puerta del domicilio de Eduardo Ortega y Gasset, abogado del Socorro Rojo
Internacional, estalla una bomba. En Siles (Jaén) el jefe de la Guardia
Municipal y dos guardias acometen y hieren al jefe de la Guardia Civil. En un
solo día (11 de abril) estallan seis bombas en Barcelona. Es asaltada y
saqueada la casa del novelista José María Pereda en Polanco (14 de abril). El
decano del Colegio de Abogados de Ceuta, Las Heras, es asesinado. El presidente
de la Sala de la Audiencia de Sevilla, Eizaguirre, resulta gravemente herido en
un atentado.
De casi
ninguno de estos sucesos y de otros muchos similares dan noticia la Prensa ni
la Radio sometidas a estrechísima censura. «Comprenderán nuestros lectores
—escribe Ya (17 de marzo) — que no tenemos la culpa de que muchas cosas
aparezcan truncadas o que hechos notorios presenciados por miles de personas no
logren eco en nuestras columnas. Jamás ha estado la Prensa española tan desconexionada de la realidad nacional como en esta hora.
Desde hace un mes se están produciendo hechos históricos que requerirían gran
espacio en los periódicos y que exigirán en el futuro volúmenes bien ilustrados
y muchos pliegos de papel de oficio.» Lo cual no impide al diario El Liberal
amanecer un día (3 de marzo) con unos titulares a toda plana que dicen: «Se
atribuye al señor Azaña la declaración de que amparado por la confianza
popular, llevará a la República a términos que ningún ideal de humanidad pueda
superar.»
* * *
Se atenta
contra la propiedad en todas partes y de mil maneras. Las invasiones de fincas
en Andalucía, Extremadura y la Mancha se conceptúa calamidad cotidiana. El
gobernador de Badajoz se enfrenta con los gestores municipales del Frente
Popular, porque se niega a respaldar los atropellos que cometen. Las
atrocidades realizadas por los gestores en Granada inspiran al gobernador una
circular redactada en términos como éstos: «Sólo una ciega pasión represálica, corolario y secuela de un censurable fanatismo
político, puede marginar en los Municipios restaurados por imperio de la ley el
que ésta sea vulnerada en su esencia con cesantías inauditas... Es inhumano,
francamente inhumano.» Contrariados por los desafueros de los directivos del
Frente Popular, dimiten los gobernadores de Albacete, Granada, Jaén, Logroño y
Murcia (19 de marzo).
Los
obreros de la Compañía Madrileña de Urbanización, constituidos en Consejo de
Empresa, se incautan (17 de marzo) de los tranvías que hacen el servicio entre
Cuatro Caminos y Fuencarral. Las iniciales de la Compañía en los coches son
sustituidas por la clásica sigla marxista: «U. H. P.» El alcalde de Fuencarral
ordena engalanar el pueblo para recibir a los tranvías proletarizados. «La
gente —escribe El Socialista— no se cansa de contemplar las banderas rojas que
ondean en la estación y que flamean en los tranvías.» El Consejo de Empresa
visita al subsecretario de Obras Públicas para pedir que el Gobierno legalice
la situación y subvencione a la nueva Empresa. El subsecretario contesta que no
puede atender semejantes exigencias. En Peñarroya, tres ingenieros obligados a
abandonar las minas, atacados y perseguidos por los obreros se refugian en el
Ayuntamiento, donde permanecen ocho horas. En Olloniego (Asturias) los mineros detienen a los ingenieros y los encierran en las
oficinas.
En
algunos lugares los marxistas optan por la incautación de los templos para
convertirlos en Casas de Pueblo, salones de fiestas o centros del partido. Los
comunistas ocupan el convento de la Merced, de Algeciras, y en el camarín de la
iglesia sustituyen la imagen de la Virgen por un retrato de Aida Lafuente, la
rebelde ovetense. El Comité socialista de Puente de Segovia convierte un
convento de la calle de Antillon en escuelas para los
hijos de los socios. «Los partidos reaccionarios —escribe Mundo Obrero—
tienen mucho dinero y amplios locales. ¿Por qué van a tener también las
iglesias? Además, iglesias hay muchas... Está, pues, justificado plenamente que
los trabajadores faltos de recursos, sin medios para alquilar un local
colectivo, domicilio social, instalen sus secretariados y sus oficinas en un
local apropiado.» Y Javier Bueno, reconocido y aclamado como oráculo de las
masas marxistas, dice en Barcelona: «Aun cuando algunas fábricas se cierren,
los obreros han de acudir a las mismas como si estuviesen abiertas, reanudando
su actividad, y aun cuando algunos barcos sean amarrados por los armadores, los
marinos han de pensar que son ellos solos quienes los pueden hacer navegar, no
los que ordenan su amarre. Esto no representa la consumación de una revolución
social, pero significa que se camina muy cerca de ella.»
El odio
persecutorio adquiere a veces ribetes dignos de Calígula. La Dirección General
de Seguridad multa con 5.000 pesetas (5 de marzo) a una hija política del
general Milans del Bosch, «por haberse permitido — así dice la nota— sacar la
lengua cuando pasaba el coche donde iba el Presidente del Consejo». Los
elementos del Frente Popular de Arévalo piden en manifestación al alcalde (15
de marzo) que se construya un urinario público frente a la entrada de la
iglesia de Santo Domingo y el nombramiento de delegados de la Alcaldía
encargados de vigilar las funciones religiosas para denunciar a los sacerdotes
que hablen contra el Régimen.
* * *
Los actos
conmemorativos del V aniversario de la República (14 de abril) son deslucidos
por el frío y la lluvia. El programa de festejos es vulgar. La fecha resulta
igualmente aborrecible para los partidarios del Frente Popular que para sus
adversarios, pues ni a unos ni a otros les recuerda nada grato. El número más
importante en Madrid y provincias es el desfile militar, que irrita hasta
soliviantarlos a los partidarios del Ejército popular y de las milicias.
Socialistas y comunistas dueños de la calle, no se avienen a conceder
preponderancia a unas fuerzas despreciadas por reaccionarias, al servicio del
enemigo, como lo demostraron en la revolución de Octubre. En Madrid el desfile
celebrado en el paseo de la Castellana es presenciado desde una tribuna de
honor por el Presidente interino de la República, Gobierno en pleno y Cuerpo
diplomático. Los silbidos, mueras y denuestos con que son acogidas algunas
fuerzas los contrarrestan vítores y aplausos. Al desfilar el regimiento de
Infantería número se producen una serie de explosiones de una traca «colocada
en la parte posterior de la tribuna presidencial por unos jóvenes monárquicos»,
según afirma la Dirección General de Seguridad. Las detonaciones ponen en
alarma a las fuerzas de protección y de policía, rompen la marcialidad del
desfile y siembra el pánico en el público. Tarda mucho en restablecerse el
orden y compostura de los participantes cuando de nuevo se ve perturbada la
fiesta por la gritería propagada a lo largo del público congregado para presenciar
el espectáculo. Esta vez la causa de los alborotos es la presencia de la
Guardia Civil, que encoleriza a los jóvenes socialistas y comunistas agrupados
en las inmediaciones de la tribuna presidencial, los cuales prorrumpen en
silbidos, denuestos y vítores a Rusia, mientras otros espectadores aplauden.
Arrecian las disputas, sobrevienen las colisiones, suenan disparos y la gente
huye alocada en todas direcciones. En el suelo quedan varios heridos, una
mujer, un niño y un joven, éste el más grave, fallece al ser trasladado a la
Casa de Socorro: es un alférez de la Benemérita, Anastasio de los Reyes. Se
había enfrentado valerosamente con los agresores del Instituto a que
pertenecía. El desfile es abreviado, pero las manifestaciones agresivas
continúan.
En varias
provincias los marxistas perturban los actos conmemorativos: en Oviedo, la
Juventudes Libertarias, uniformadas, pretenden incorporarse al cortejo y ser
una fuerza más en el desfile: en Palma de Mallorca y Zaragoza menudean los
incidentes y las colisiones entre los que ultrajan al Ejército y los patriotas.
Poco
después de producirse unas explosiones, las autoridades driles y militares desde
la tribuna presidencial aconsejen serenidad.
En Madrid
los sucesos de la Castellana tienen unas consecuencias tan graves como
inesperadas. La alevosa muerte del alférez de los Reyes indignó tanto, que más
de tres mil jefes y oficiales y ciudadanos se congregaron (16 de abril) en el
Cuartel de la Guardia Civil del Hipódromo, para asistir al entierro, a pesar de
haber prohibido la censura que se publicase la noticia y la hora. Concurren
también los diputados monárquicos y los de la C. E. D. A. con Gil Robles al
frente; el Director general de Seguridad y el Inspector general de la Guardia
Civil, Pozas. Estos dos últimos hacen acto de presencia y desaparecen
enseguida. El féretro es llevado durante todo el trayecto a hombros de
oficiales de la Guardia Civil.
Apenas se
puso en marcha el cortejo, en la Castellana, para seguir un largo recorrido que
no se ajustaba al señalado por la Dirección de Seguridad, unos obreros
agredieron desde unos andamios a ladrillazos y disparos a la comitiva. Las
provocaciones se repitieron para degenerar en colisiones a tiros. El entierro
testimonia la resolución de muchas gentes, dispuestas a reñir el combate contra
la revolución, donde se plantee, incluso en las calles, feudo de las turbas. En
uno de los tiroteos, cerca de la plaza de Castelar, cae muerto el joven Andrés
Sáenz Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera. Varios contendientes
resultan heridos y tres de los agresores fallecen pocas horas después.
El
singular entierro continua entre alborotos y disparos hacia la plaza de la
Cibeles, y desde aquí por la calle de Alcalá hasta la plaza de Manuel Becerra,
donde una compañía de guardias de Asalto obliga con violencia a disolverse al
cortejo, que ya constituía una gran manifestación. Mandaba a los guardias el
oficial José Castillo, instructor de las milicias marxistas. Como un joven
tradicionalista, Luis Llaguno, le increpara por su brutal comportamiento, el
oficial dispara contra él, hiriéndole mortalmente.
Tanta
vejación y atropello excita a los manifestantes hasta el paroxismo: de pronto
se oye un grito, enseguida repetido a coro: «¡Al Congreso! ¡Al Congreso!» Y por
la calle de Alcalá abajo se encaminan los grupos, a los cuales contienen
algunos jefes militares y de la Guardia Civil, disuadiéndolos de sus
propósitos.
En el
Parlamento se supo al instante lo que sucedía, produciéndose alarma y pánico al
propagarse la voz de que venían los fascistas. Faltó tiempo para avisar al
Ministerio de la Gobernación, a la Casa del Pueblo y a los centros comunistas,
que en el acto movilizaron sus fuerzas.
Los
desórdenes del acto fúnebre costaron cinco muertos y quince heridos. El
entierro tuvo otras repercusiones sorprendentes. Las organizaciones de la C. N.
T. acordaron la huelga general para el día siguiente (18 de abril), como
protesta contra las provocaciones fascistas. En vano el Presidente del Consejo,
que sustituía al ministro de la Gobernación, ausente de su despacho por
enfermo, y el de la Guerra, dieron a los obreros las máximas garantías de que
los autores de los sucesos serían castigados; en vano, no sólo en Madrid, sino
también en provincias, la Policía había extremado su diligencia en la detención
de personas de derechas consideradas peligrosas. La C. N. T. no estaba
satisfecha y quería dar relieve a su disgusto y a la vez demostrar que tenía la
iniciativa y el control sobre las masas trabajadoras. Reunidos en la Casa del
Pueblo (17 de abril) representantes de la Agrupación Socialista, del partido
comunista y de las Juventudes marxistas unificadas, acordaron «después de
minucioso examen del problema, que no procedía declarar movimiento de protesta
ninguno». El Socialista publicaba el siguiente aviso: «No habrá hoy, contra lo
que se rumoreaba, huelga general de protesta por los sucesos de ayer.» A la
misma hora en que se hace esta promesa, Madrid está paralizado. Ni pan, ni
comercios, ni tranvías, ni «Metro». Delegados de la C. N. T. se presentan en
los lugares de trabajo y obligan a los obreros a secundar el paro. Todos
obedecen. La C. N. T. acredita su fuerza y su inexorable dictadura. «Por el lado
obrero — comenta Prieto en El Liberal, de Bilbao (19 de abril) — ha menguado
considerablemente la disciplina. Antes el acuerdo de un Comité era orden
terminante, en cuyo cumplimiento nadie vacilaba. Ahora su desacato suele ser
frecuente fricción de los irresponsables. Mientras la retórica entabla
denodadas batallas para obtener unidad de acción, la realidad nos dice que cada
cual hace lo que le da la gana.»
* * *
Sindicalistas
y sus congéneres los anarquistas de la F. A. I. gozan de libertad absoluta, al
igual que los afiliados al socialismo y al comunismo.
«Ya están
abiertos los Sindicatos —dice Solidaridad Obrera, de Barcelona —. La C. N. T.
tiene las manos libres. Se encuentra en un período de franco resurgimiento. Los
obreros afluyen hacia los Sindicatos. En la voluntad de obrar de la masa
militante, en la inteligencia con que se aprovechen estos momentos y se
encaren los problemas de la revolución reside la posibilidad de que la C. N. T.
sea la organización de las multitudes y la fuerza transformadora por
excelencia. La consigna de hoy es reconstruir la organización para que sea
capaz de cumplir con su misión histórica.»
Barcelona
otra vez, como en lejana siniestra época, está bajo la terrible garra de las
bombas y pistolas sindicalistas. Tanto en el terreno social como en el
político, para la exigencia y la venganza. Los hermanos Miguel y José Badía son
asesinados en el momento de transitar por la calle de Muntaner (28 de abril).
Miguel desempeñó la jefatura de la policía de la Generalidad los años 1933 y
34, a las órdenes de Dencás, y persiguió con crueldad
a la C. N. T. José era secretario de los somatenes. Al entierro asisten
uniformadas las milicias del Estat Catalá con más de
sesenta banderas: las coronas de flores llenan ocho coches.
* * *
La enorme
concurrencia de jefes y oficiales al entierro del alférez de la Guardia Civil,
la interpretó Azaña como un brote de rebeldía de los militares retirados, y en
el acto concibió la idea de aplastarlo mediante un proyecto de ley que presenta
a las Cortes (17 de abril), en virtud del cual «los generales, jefes y
oficiales del Ejército y de la Armada y sus asimilados que disfrutan de los
beneficios de las leyes del retiro extraordinario, perderán su derecho al
percibo de los haberes pasivos, al uso del uniforme y a las demás ventajas que
les concedan aquellas leyes cuando pertenezcan a ligas, asociaciones u
organizaciones ilegales o contribuyan a su sostenimiento; cuando tomen parte en
actos de los que resulte perturbación de orden público o se dirijan a
perturbarlo o cuando favorezcan con actos personales, públicos o clandestinos,
las propagandas o manejos contrarios al régimen republicano». Corresponde al
ministro de la Gobernación dejar incurso en la caducidad de derechos al militar
transgresor de aquellos preceptos.
Las
minorías de derechas, mediante votos particulares y enmiendas se esforzaron en
vano por modificar el proyecto. Resumió la discusión Azaña: este proyecto,
dijo, es reproducción de otra ley votada por las Constituyentes en marzo de
1932, para poner coto a cierta extralimitación en la actividad política de
determinada clase o grupo de españoles. «Nos parece intolerable y escandaloso
que unos exfuncionarios, que unos exmilitares se valgan de su situación de
privilegio para trabajar contra el régimen al que deben su subsistencia
actual.» Queda aprobado en una sola sesión por 212 votos. A partir de este
momento se intensifica la purga de militares denunciados como sospechosos por
los organismos de izquierdas y aumentan las destituciones y traslados de jefes y
oficiales del Ejército, de la Guardia Civil y de Asalto, que el ministro de la
Guerra decreta a diario por docenas. Al Frente Popular le interesa desintegrar
las fuerzas armadas la más peligrosa resistencia que teme encontrar en su
camino.
A esta
finalidad se enderezaban también los decretos (24 de marzo) sobre nombramiento
por libre designación del ministro; su complementario del 8 de junio; los
relativos al reingreso de oficiales licenciados por complicidad con los sucesos
de octubre de 1934 (circulares de 22 de febrero y 3 de marzo) y los
referentes al licenciamiento de tropas para reducir al mínimo los efectivos en
servicio en los cuarteles.
En la
misma sesión se aprueba un crédito extraordinario de 1.780.626 pesetas, con
destino a sufragar los gastos que origine la elección de compromisarios para
elegir Presidente de la República.
Las
Cortes se adjudican una semana de vacación, que coincide con la Feria de
Sevilla. Martínez Barrio no pierde la oportunidad de visitar la capital, donde
se inició en la política, y a sus amigos, luciendo la interinidad de Presidente
de la República. Invitado para compartir tan grandes satisfacciones, acude el
Presidente de la Generalidad, Companys, con un cortejo de consejeros,
parlamentarios y una «cobla». Se hospedan en el «Hotel Madrid», pues Martínez
Barrio se ha negado a alojarse en el Alcázar, donde vive su cuñado Ángel Barcet, barbero y empleado en la que fue residencia de
reyes. Son unos
días de plenitud, demasiado breves para disfrutar de tantos homenajes como se
organizan en su honor.
En cuanto
se sale del círculo iluminado donde se mueven los personajes festejados se
penetra en la zona sombría y turbulenta que se extiende hasta el último rincón
de España. La marea de desmanes persiste y asciende durante todo el mes de
abril. Es la guerra civil, iniciada tan pronto como el Frente Popular se
proclamó vencedor. Sigue la quema de iglesias: arden las de Escucha (Teruel),
la ermita de Nuestra Señora de Piedras Albas de Almendro (Sevilla), tres
templos en Grazalema (Cádiz), las de Almeira (Coruña), Pueblo del Príncipe (Ciudad Real), cinco iglesias en Ronda, las de Somahoz, Mata, Lamontaña y Cartes
(Santander), la de Catral (Alicante). En Ubrique, el alcalde, al frente de las
turbas, asalta la iglesia parroquial y el colegio de San Agustín. En San Juan
de Aznalfarache los socialistas instalan en la iglesia la Casa del Pueblo. En Jaraco (Valencia) y en Arrieta (Málaga) son quemadas las
imágenes. En Gelves (Sevilla) los comunistas irrumpen en la iglesia, obligan al
cura a suspender la misa y pretenden que vitoree a Rusia. Estallan bombas en
Barcelona, Santander, Valencia, Sagunto, Loyola, La Coruña, Madrid y Cóbreces. Se registran huelgas generales en Almería,
Zamora, Córdoba y parciales en incontables poblaciones de España. Los mineros
de Castillo de las Guardas (Sevilla) destrozan las instalaciones. Centenares de
centros públicos y de Acción Católica son asaltados.
Mueren
asesinados guardias civiles en Viana (Navarra), en Grajal de Campos (León), en
Gijón; un agente de policía en Castellón, un carabinero en Gijón, el profesor
de la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla Pedro Sanz, un guardia de Asalto en
Almería, un contratista de obras en Zaragoza, el secretario del Sindicato
Católico Obrero en Yecla, el teniente de la Guardia Civil, Francisco López
Cepero, en Lebrija, más un cupo de falangistas y cedistas que pagan con su vida la euforia frente populista que impera en el país. En
colisiones de revoltosos con la fuerza pública resultan cuatro muertos en
Cartaya (Huelva), un muerto y cinco heridos graves en Madrid, catorce heridos
en Titulcia (Madrid), un muerto y seis heridos en
Bilbao... Añádase a lo dicho las huelgas estudiantiles en la mayoría de la
Universidades, la invasión de fincas y de pisos desalquilados, la expulsión de
propietarios de sus tierras, para obtener una impresión de la vida española.
El
gobernador de Oviedo, Fernando Bosque, que procede del radicalsocialismo,
declara a Mundo Obrero (20 de abril): «He nombrado delegados del Frente Popular
en toda Asturias, los cuales realizan batidas antifascistas con buen resultado:
meten en la cárcel a curas, médicos, secretarios de Ayuntamiento y al que sea.
Cumplen admirablemente su cometido. Algunos de los delegados son comunistas, e
incluso como Fermín López, de Irún, condenados a muerte por su intervención en
los sucesos de Octubre. Estoy sorprendido y admirado por el celo y mesura con
que cumplen su papel y vigilan las maniobras del fascismo... y de la Guardia
Civil. Con un sentido intachable, moderno y al mismo tiempo utilitario de la
justicia. El de Taverga tiene en la cárcel al
telegrafista y al secretario judicial; al primero le hace atender por el día el
servicio telegráfico y por la noche lo encarcela. Entre los detenidos figuraban
dos canónigos de Covadonga.»
La
llegada a Madrid (24 de abril) de 121 exiliados, en su mayoría mineros
asturianos, procedentes de Rusia, a donde huyeron a raíz del fracaso de
Octubre, sirve de motivo para una descomunal apoteosis comunista. Regresan
todos los que fueron: ni uno solo quedó retenido por los privilegios del
paraíso bolchevique. Vuelven, además, andrajosos y remendados, con las mismas
ropas con que salieron de España diecinueve meses antes. El viaje había sido
organizado por el Socorro Rojo. El tren flameaba banderas rojas con la hoz y el
martillo y en la estación estaba la Banda Municipal y representaciones del
Ayuntamiento y Diputación, que habían contribuido a los gastos de retorno.
Se
organizó una manifestación por las calles céntricas, donde se apiñaba el
gentío. Iniciaba aquélla un automóvil con un abanderado portador de una gran
enseña roja, que traían los emigrantes de Rusia. En el Ayuntamiento les recibió
el alcalde, Pedro Rico. «¿Por qué no os habéis quedado allí?», preguntó un
redactor de Mundo Obrero a varios mineros. «Nos tiraba el terruño, la familia,
los amigos, la casa...», respondían. Fueron paseados como seres míticos, a los
acordes de La Internacional, coreada por un griterío ensordecedor.
CAPÍTULO 82.SE AHONDAN LAS DIFERENCIAS EN EL PARTIDO SOCIALISTA
LARGO
CABALLERO, CANDIDATO SOCIALISTA DEL KREMLIN PARA LÍDER DEL MARXISMO ESPAÑOL. —
PROGRESOS DEL PARTIDO COMUNISTA. — POR PRIMERA VEZ APARECEN JUNTOS EN UN ACTO
PÚBLICO SOCIALISTAS Y COMUNISTAS. — «LA CLASE TRABAJADORA —AFIRMA LARGO
CABALLERO— TIENE QUE MARCHAR HACIA LA DICTADURA, QUE ES LA VERDADERA
DEMOCRACIA». — «QUIERAN O NO, VOLUNTARIAMENTE O A LA FUERZA, TENDRÁN QUE ABRIR
EL CAMINO AL PROLETARIADO». — VIAJE A RUSIA DE UNAS DELEGACIONES DE LAS JUVENTUDES
SOCIALISTA Y COMUNISTA. — «LO IMPORTANTE PARA LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA —DICE
MANUILSKY— ES QUE LA TENDENCIA QUE ENCARNA LARGO CABALLERO TRIUNFE EN EL SENO
DEL PARTIDO SOCIALISTA». — GESTIONES PARA INCORPORAR A LA C. N. T. Y A LA F. A.
I. AL PARTIDO ÚNICO. — EN UN PROYECTO DE PROGRAMA DEL PARTIDO SOCIALISTA, DE
INSPIRACIÓN COMUNISTA, SE PIDE LA CONQUISTA DEL PODER POR CUALQUIER MEDIO QUE
SEA POSIBLE.
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