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CAPÍTULO 69 .

CHAPAPRIETA REFORMA EL GOBIERNO

 

En el Consejo de ministros (29 de octubre) que sigue a la liquidación del straperlo en las Cortes, dimiten Lerroux y Rocha y, como consecuencia, el Gobierno se declara en crisis. El Presidente de la República renueva su confianza a Chapaprieta y a las seis de la tarde queda constituido el siguiente Ministerio: presidente y ministro de Hacienda, Joaquín Chapaprieta; ministro de Estado, José Martínez de Velasco; Guerra, José María Gil Robles; Marina, Pedro Rahola; Gobernación, Joaquín de Pablo Blanco; Instrucción Pública, Luis Bardají López; Obras Públicas y Comunicaciones, Luis Lucia y Lucia; Trabajo, Justicia y Sanidad, Federico Salmón Amorín; y Agricultura, Industria y Comercio, José Usabiaga Lasquíbar.

Los dos nuevos ministros son afiliados al partido radical. Usabiaga, donostiarra, ingeniero industrial, profesor de la Escuela Central, ha desempeñado la dirección de la Casa de Moneda y Timbre y de la Enseñanza Profesional y Técnica. Tertuliano pintoresco y ocurrente, no se caracteriza por una excesiva afición política. Bardají, nacido en Tarragona en 1880, es abogado del Estado. Diputado a Cortes por Extremadura, ha sido director general de Agricultura.

Extravagancias de esta crisis: el jefe del partido agrario, en el momento álgido de discutirse la modificación de la reforma agraria, deja el Ministerio de Agricultura para regentar el de Estado, con el problema internacional en pleno hervor; Bardají, especializado en cuestiones agrarias y presidente de la Comisión de Hacienda en las Cortes, es nombrado ministro de Instrucción Pública; Usabiaga, ingeniero y profesor industrial, es designado para solventar los pavorosos conflictos del campo, en los que es lego. A la mayoría de los diputados radicales no les convence la solución y hacen público su disgusto por verse representados en el Gobierno por tres ministros de escasa significación y carentes de historial en el partido. A punto de exteriorizarse de manera concreta la indignación de los diputados, Lerroux impone su autoridad. «Los ministros —declara — cuentan con mi fuerza y con la del partido.» Y de momento contiene la rebeldía.

El jefe del Gobierno explica a las Cortes en breves palabras la crisis (30 de octubre). El estado pasional producido por el último debate parlamentario «nos obligaba a presentar al Jefe del Estado la cuestión de confianza». Ratificada ésta, «he formado un Ministerio que responde a las necesidades de momento». Nuestro programa es el mismo del Gobierno anterior, de carácter económico y financiero.

El diputado radical Pérez Madrigal, por «espontáneo impulso» y arriesgándose a dejar la minoría a que pertenece, califica a las Cortes de «inválidas y cobardes», puesto que «han claudicado ante la revolución y sólo se han mostrado valerosas cuando Strauss desde Holanda denuncia a unos hombres que le habían estafado». «Estas Cortes serán disueltas en seguida.» «Si la República ha de ser esto; la maniobra y la difamación, el antifaz y el engaño, este cargo para mí y ese otro para mi cliente, esta República no me interesa.» «No os dais cuenta de que la revolución está en la calle y de que la guerra civil es una cosa efectiva, mientras nosotros nos escindimos.» «La minoría radical —afirma el ex ministro Samper— no puede amparar las palabras de Pérez Madrigal; antes las rechaza. Nosotros prestaremos la asistencia necesaria al nuevo Ministerio.»

El izquierdista Barcia pregunta al jefe del Gobierno qué día tuvo conocimiento de los documentos que determinaron el suceso político que se está liquidando. Chapaprieta elude la respuesta, mas como Barcia insiste, y el interpelado «tiene el deber inexcusable de contestarle», el jefe del Gobierno lo hace: «Yo tomé posesión de la Presidencia del Consejo el 25 ó 26 de septiembre; dos o tres días después el Presidente de la República me informó de que en la primera quincena de septiembre había recibido, procedente de Holanda, la denuncia.» «Ordené al ministro de la Gobernación una investigación sobre la personalidad del denunciante. Entre el 8 y el 9 de octubre volví a hablar con el Presidente del asunto, y poco después se recibía carta de un abogado de Holanda en la que pedía la devolución de los papeles si no interesaban.» Barcia recuerda entonces que el 3 de octubre, o sea poco después de la salida de Lerroux de la jefatura del Gobierno, dijo en las Cortes: «Sostengo que la crisis actual tiene una importancia excepcional para el presente y para el futuro. ¿Por qué el cambio? Si el Gobierno va a continuar la política del anterior, ¿el señor Lerroux no podía, no sabía, o no quería realizarla? ¿No eran las mismas sus cualidades? Entonces, ¿por qué el señor Lerroux no está a la cabecera del banco azul? La contestación nos la han dado en la sesión del último día. «Nos encontramos con una nueva crisis, y en ella el jefe del Gobierno ha sido quien ha elegido los representantes del partido radical, lo cual supone un vejamen para éste.» Barcia trata de envolver en sus censuras a la C. E. D. A., por su identificación con los radicales, proclamada en los discursos de Salamanca y en los brindis del Hotel Ritz, lo cual mezcla y une hombres y situaciones, «y no puede ser que un buen día, porque sí, limpiándose las sandalias, se olvide de que se ha marchado por un camino». «¿Qué hubiera ocurrido si durante el bienio a los hombres que estuvieron en el Gobierno les hubiera acontecido algo análogo? En cuanto a que la denuncia del straperlo haya sido urdida con fines políticos, recuerda que en septiembre de 1934, El Socialista la hizo pública, y el fiscal impidió que se continuase hablando del asunto. «El señor Gil Robles encontrará medios retóricos para desvirtuar mis razonamientos, pero no podrá destruir un estado de opinión que le está imponiendo la sanción moral necesaria por haber mantenido constantemente una determinada dirección política.»

«Aun en la hipótesis de una existencia de irregularidades que el señor Barcia tiene obligación de demostrar si cree que existen —responde Gil Robles—, lo que nunca se establece simultáneamente con la solidaridad política es la solidaridad administrativa. Clara es nuestra solidaridad en una actuación de Gobierno y cada cual carga con su responsabilidad en el desarrollo de una gestión administrativa. España sabe cómo actuamos y nos movemos. En cambio, al señor Barcia le falla la memoria y no se acuerda, por ejemplo, de las irregularidades en la importación de trigo y del asunto de los tabacos, de junio de 1933, que aquel Gobierno no se atrevió a discutir, acusación que mantengo con la misma firmeza que entonces. ¿Tampoco se acuerda del lamentable acontecimiento de Casas Viejas, que Azaña se negó a que fuese investigado por una Comisión parlamentaria?»

El izquierdista Just interrumpe: «Vamos a hablar de Asturias.» Gil Robles replica: «El Gobierno está a disposición de la Cámara para que el tema de los sucesos de octubre se plantee con toda la amplitud necesaria. Este Gobierno da el primer ejemplo en la política española y abre con toda amplitud los cauces a una investigación judicial y parlamentaria. De haber seguido ese camino, no estarían en sombra una porción de asuntos que habrán de ser esclarecidos y que han perjudicado a la política que representa el señor Barcia.»

* * *

El debate hubiese terminado aquí de no producirse la intervención detonante del izquierdista Gordón Ordás, reintegrado a la Cámara tras un año de ausencia. Explica el fracaso de sus diversos intentos por interpelar al Gobierno sobre Asturias. Esto le impulsó a abandonar el Parlamento. Unas veces la censura, otras el ministro de la Gobernación, le han impedido escribir en los periódicos o hablar en público. En su discurso salta de un lema a otro sin ilación ni lógica: de aludir a los horrores ocurridos en pueblos de León pasa a denunciar inmoralidades administrativas, y de aquí, a censurar el traspaso de la Cría Caballar al Ministerio de Agricultura. El ministro de la Guerra le responde: «Frente a las manifestaciones de Su señoría, sin aportar una sola prueba, hay una investigación que demuestra la falsedad fundamental de sus denuncias; por ello tengo derecho a decir que Su señoría ha levantado una bandera de ca­lumnias.» Una proposición de ley suscrita por cedistas y radicales, que solicita un voto de confianza al Gobierno, es aprobada por 103 votos contra 17.

Un ambiente de decepción domina a la Cámara. En pocos días se han marchitado ilusiones que apuntaban risueñas. El bloque empieza a agrietarse. Se discute, con escaños poco poblados, un proyecto de ley para restringir la producción de materias sacarinas y otro sobre la producción de azúcar. Se clasifica a España como una de las naciones del mundo en que más caro se vende el azúcar, y siendo artículo de primera necesidad las clases pobres apenas pueden probarlo. Más proyectos en debate: el de aplicación de la ley de alcoholes, el de comunicaciones marítimas, el dictamen sobre movilización militar y uno modificando algunos preceptos relativos a la contribución general sobre la renta. Una proposición no de ley, para que se levante la censura de prensa, presentada por las oposiciones (6 de noviembre) es rechazada por 148 votos contra 22. «Este es uno de tantos males —explica el ministro de la Gobernación— de que los Gobiernos tienen que echar mano para alcanzar un beneficio y un bien para el común de las gentes.» «Es un arma que se usa únicamente en defensa de aquellas altas instituciones del Estado y de los intereses de la patria, que deben estar muy por encima de la libertad de la prensa, de los ciudadanos y aun de cualquier corporación.»

* * *

El dictamen de la Comisión de Guerra sobre reorganización de la movilización militar es combatido por las izquierdas, que consideran el proyecto como arma forjada por el ministro de la Guerra para imponerse con ella en su día y momento. «Se trata —dice Gil Robles— de un proyecto absolutamente técnico elaborado por militares, que no tiene ni puede tener significación política alguna, sobre trabajos hechos por el organismo al que la nación tiene confiada la preparación de las operaciones militares y la dirección de ellas en caso de una guerra.» Mas como una de las bases del proyecto determina que la movilización «puede también decretarse por alteración de orden público o circunstancias de índole interior», al izquierdista Lara le parece el concepto tan ambiguo que despierta la alarma, máxime cuando el dictamen «atribuye al ministro de la Guerra la facultad de ordenar esta movilización por motivos de índole interior, por sí, sin conocimiento y sin consentimiento del Gobierno». «Los grupos de izquierda emplearán todos los medios a su alcance a fin de evitar que prospere el proyecto.» «La pasión ciega a las minorías de oposición — replica Gil Robles—, puesto que el proyecto se limita a reproducir principios consignados en la legislación en vigor, obligatoria para todos, y conforme a lo dispuesto por la Constitución, según la cual estas materias tienen que ser reguladas en la Ley de Bases.» El ministro no convence a los irreductibles objetores. El esquerrista Trabal llega, en su alarma, a expresiones como estas; «Movilizar un Ejército puede significar iniciar la guerra.» «Su señoría pretende tener en la mano la movilización de toda la población, por motivos y móviles que Su señoría sabrá. Será, sin duda, para cuando haya logrado concentrar en su persona todo el Poder, como piden sus adláteres.» «Nosotros mantenemos nuestra ideología pacifista.» «Nos levantaremos contra las maniobras torpes de Su señoría, que pretende apoderarse de las palancas y resortes del Poder para tratar de instaurar un Estado nuevo, mediante una dictadura de tipo vaticanista.» El progresista Fernández Castillejo reprueba el proyecto, porque «no responde a las necesidades de una movilización moderna, como la requieren los ejércitos de la hora actual». «Se está aquí jugando demasiado —contesta Gil Robles— con que el ministro de la Guerra quiere arrogarse facultades para con ellas perturbar de alguna manera la vida del país, apoyándoos en ciertos rumores que vosotros os encargáis de esparcir en determinados momentos. Eso no lo puedo admitir. Lo menos que tiene derecho a pedir este Gobierno y este ministro es que se les dé el trato de igualdad con relación al que se ha dado a todos los demás Gobiernos y a todos los ministros de la República.»

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Por fin, al cabo de dos años de anuncios y preparación, se plantea debate (7 de noviembre) sobre el dictamen de la Comisión especial designada para investigar las anormalidades producidas en las importaciones de trigo decretadas durante el año 1932 por el entonces ministro de Agricultura, Marcelino Domingo. El asunto iniciado en su día con caracteres escandalosos ha perdido con el tiempo color y aristas. Se pretende presentarlo como una réplica al «estraperlo», pero le falta la picaresca y enjundia que ofrecía éste. El izquierdista Barcia, en un informe de tipo jurídico, desmenuza una tras otra las acusaciones del dictamen de la Comisión, que, aunque formada por veintiún diputados, en realidad fue elaborado por cuatro miembros, pues los restantes no asistieron a las sesiones. No le bastan las dos horas y media invertidas en la defensa, y continúa su discurso en la sesión siguiente. Los miembros de la Comisión Hueso, Carrascal y Alarcón enumeran tos fundamentos del dictamen, en demostración de que las importaciones que tan graves y prolongadas perturbaciones han ocasionado se hicieron con desconocimiento de la realidad triguera de España, por cuanto que existía trigo suficiente para abastecer el mercado. La importación de 3.061.000 quintales métricos fue, en todo caso, excesiva; tos abastecedores debían conocer o sospechar que se preparaban las importaciones. Éstas se hicieron en forma libre, con desprecio de las normas señaladas por la Sección Central de Abastos. Finalmente, a las importaciones se las aplicó un arancel fijado por arbitrio ministerial y el precio resultó a un promedio de 6,52 pesetas más por cada cien kilos sobre el precio pagado en Europa. El debate se prolonga el resto de la sesión y todavía se habilita otra, nocturna (13 de noviembre). Durante cinco horas una docena de diputados litigan sobre si fueron necesarias o no las importaciones y si el precio que se pagó fue el normal o excesivo. Acaba la sesión a las cuatro de la madrugada, sin votación, por no haber diputados en número reglamentario. El dictamen será aprobado días después (20 de noviembre), por 178 votos contra 30.

El escándalo de las importaciones de trigo, en las cuales se esfumaron 30 millones de pesetas, tiene escasa resonancia. «En otro ambiente —dice un editorial de A B C (9 de noviembre) — que no fuera el de esta Cámara, que aparece diariamente fatigada e insensible, los discursos pronunciados por los señores Carrascal y Alarcón hubieran causado impresión profunda.» Lo que sucede en la calle y las escenas que adivina en lontananza preocupan y obsesionan a José Antonio cuando denuncia en la Cámara (8 de noviembre) que en Sevilla han sido asesinados dos muchachos de Falange: Eduardo Rivas y Jerónimo de la Rosa, estudiante uno, empleado de ferrocarriles el otro, cuando pegaban en los muros anuncios de un periódico permitido. «En las calles de Sevilla se están sustanciando a tiros las cuestiones entre los bandos políticos desde hace más de un año La Falange tiene el orgullo de decir que ni una sola vez ha iniciado las agresiones.» No se cierran los centros comunistas, y sí, en cambio, los de Falange, y son detenidos y multados sus dirigentes. «Dejación irritante de autoridad, cuando no de complicidad criminal con uno de los bandos.» «En España —afirma José Antonio— se está agitando, cada vez más violento, un estado revolucionario terriblemente amenazador para los tradicionalistas y para vosotros los liberales burgueses y los republicanos de izquierda.» Lee unas páginas del libro Octubre, con las conclusiones de la Federación de Juventudes Socialistas, en las que se propugna la unificación del proletariado para instaurar la dictadura de clase. «Esto es lo que se está preparando en España, lo que ruge bajo la indiferencia de España, en muchas de cuyas provincias se publican periódicos comunistas y casi todos los domingos se celebran mítines de propaganda comunista con puños en alto.» Para los dos caídos en Sevilla «redamo vuestra gratitud y admiración, porque en medio de la distracción criminal de casi todos, esos hombres mueren por defender esta España que acaso no merece su sacrificio.»

El ministro de la Gobernación, De Pablo Blanco, corrobora: «Los dos muchachos han sido vilmente, cobardemente asesinados en Sevilla. Lleva en esta ocasión toda la razón el señor Primo de Rivera.» «El gobernador de Sevilla —anuncia el ministro— ha sido destituido.»

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No es únicamente el avance de la marea revolucionaria lo que descu­bren en el horizonte cuantos profetizan sobre el futuro, sino la escisión de la patria, el próximo choque terrible de las dos Españas. «La revolución — escribe El Debate (6 de noviembre) — se dispone a emprender una nueva marcha hacia el mismo fin.» «A las izquierdas —declara Gil Robles a El Debate (5 de noviembre) — les interesa hablar de golpes de Estado ajenos para que la gente no piense en el que ellos meditan para el caso imposible de todo punto de su advenimiento al Poder. En esta hipótesis, que sólo a los efectos de la argumentación puedo admitir no habría para ellos ni Constitución, ni Jefe de Estado, ni Parlamento, ni garantías ciudadanas de ningún género. Bien claramente lo proclaman algunos de los prohombres de izquierda y. sin rebozo, los rebeldes huidos al extranjero. Mas yo tengo la seguridad absoluta de que no lo lograrán, porque frente a todo intento de dictadura de izquierda se elevará invencible un movimiento sanamente nacional, que no está dispuesto a dejarse vencer.» El propio Gil Robles, dirigiéndose en la Casa de Acción Popular, de Madrid, a las Juventudes (9 de noviembre), les dice: «Es una realidad la existencia en España de un espíritu revolucionario, cuya intensidad y extensión sería necio desconocer y suicida menospreciar. A los doce meses de haber dominado la revolución, subsiste ese espíritu.» «Vencida la revolución en la calle, tenía nuestro partido que tomar posiciones para la batalla definitiva. La sociedad estaba deshecha. Había que poner las bases de un elemental sentido social y una urgente reconstrucción económica para una acción futura. En las elecciones que se avecinan tenemos que ir a conquistar la mayoría absoluta para obtener la integridad del Poder. Para ese momento os convoco y llamo, a ver si España comienza a cicatrizar las heridas de la perenne guerra civil. El movimiento ha de ser nacional y la batalla un éxito completo. Para esa lucha no necesitáis uniformes ni extender el brazo, porque bajo la indumentaria variada estáis uniformados por el ideal. Las Juventudes de Acción Popular deben ir en vanguardia para la batalla electoral, que ha de ser definitiva».

Los tradicionalistas prueban la fuerza de su organización en concentraciones al aire libre. La más espectacular, en Montserrat (3 de noviembre), con treinta mil asistentes y cientos de jóvenes en uniforme de campaña, con banda de trompetas y tambores. «Hay que desterrar la discusión y el libre examen», aconseja Fal Conde, secretario general de la Comunión, a los reunidos. «El que obedece es el que no se equivoca nunca. Si la revolución quiere llevarnos a la guerra, habrá guerra.» En carta de don Alfonso Carlos, leída en el acto, se afirma: «Llega a mis oídos el grito de «¡A Montserrat!», que lanzan mis queridos catalanes, y al que no puedo mostrarme indiferente. Tiene Montserrat para nosotros un especial recuerdo, porque durante nuestra campaña de 1873 pedimos siempre protección a la Virgen, que sin duda fue la que nos salvó. Y durante la persecución por las columnas enemigas, subí a ese santuario con el solo batallón de zuavos, habiendo hecho consagrar allí por el capellán de zuavos nuestras personas y el Ejército de Cataluña al Sagrado Corazón de Jesús, que nos acompañó durante toda la guerra y nos alcanzó importantes victorias.» «Espero que no esté lejano el día del triunfo de nuestros santos ideales, lo que hará libre a España de satánicas extrañas influencias que no pararían hasta verla sumida en la incredulidad y en la miseria.» Otra concentración en Villava (Navarra) reúne (10 de noviembre) ocho mil carlistas, en su mayoría jóvenes, a los que arenga Esteban Bilbao.

Ante una muchedumbre que llena el Frontón Urumea, en San Sebastián (10 de noviembre), Calvo Sotelo afirma: «Vencida la revolución materialmente, está en pie, aguerrida, desafiante, lanzando maldiciones y amenazas. ¿Por qué? Porque es una revolución amnistiada en la impunidad de sus dirigentes.» «El Presidente de la República llama a consulta a los gerifaltes de las fuerzas revolucionarias, aunque éstas no hayan mostrado, al contrario, el menor arrepentimiento, dándose así la paradoja de que a ciertas estancias no tienen acceso los portavoces de partidos de orden que en octubre estuvieron al lado del régimen para salvar a España, y sí, en cambio, los de aquellos partidos que estuvieron contra España y el régimen, con lo que se demuestra que para ciertos elementos primero es la República, aunque España se hunda.» «Yo soy antiseparatista y antinacionalista, pero no antifuerista ni antivasquista. El nacionalista vasco es antieuropeo, antiespañol y antivasco.» «Yo digo: entre una España roja y una España rota, prefiero la primera, que sería una fase pasajera, mientras que la segunda seguiría rota a perpetuidad. Se pierden y recobran la fortuna, la salud. Las coronas ruedan y reaparecen, como ahora en Grecia. La familia puede eclipsarse, para rehacerse. Las patrias no se reconstruyen después de partirse. Portugal se nos fue en 1640 y no volverá. Si Cataluña se nos hubiese ido entonces, no sería nuestra. El mayor de los crímenes que podríamos cometer sería legar a nuestros hijos una España fraccionada, habiéndola recibido intacta.»

* * *

La Falange clausura (17 de noviembre) su II Consejo Nacional después de discutir durante dos días los temas sometidos a estudio. Uno de ellos se refería a «posibilidades de creación de un Frente Nacional español y actitud de la Falange ante tal supuesto». Otro, proponía el examen de los métodos tácticos que debía seguir la Falange. Finalizaron las sesiones con un mitin en el cine Madrid, lleno de público, en su mayoría jóvenes, muchos con camisa azul. Hablaron Roberto Bassas y Raimundo Fernández Cuesta. El público saludó brazo en alto cuando José Antonio se levantó para dirigirle la palabra. «Felices, dijo, los que gozamos juntos de esta alta temperatura espiritual. Felices los que tenemos este refugio contra la dispersión y contra la melancolía del ambiente. Fuera de aquí, en esa especie de gran cinematógrafo nacional en vísperas de clausura que se llama Congreso de los Diputados, está ya el ambiente tan muerto que se cae a pedazos». «¿No notáis que se respira una atmósfera semejante a la de aquellos días últimos de 1930, en que ya preveíamos todos la posibilidad de una sima». Recuerda las predicciones hechas en el mitin de la Comedia: «Ya veis después de dos años que no me equivoqué». «Si ahora viniera Azaña sería sobre los lomos de otras masas harto distintas a las del 14 de abril, ingenuas y alegres. Las nuevas serían rencorosas y envenenadas por los agentes españoles del bolcheviquismo ruso. Y contra esas masas, que ya no serían dócil instrumento en las manos de su rector, sino torrente que lo desbordase y le sometiera a su arbitrio, el esteticismo elegante y estéril de Azaña no podrá ni poco ni mucho».

José Antonio pronuncia un discurso en el mitin de Falange en el Cine Madrid de la capital de España:

«En esta hora solemne me atrevo a formular un vaticinio: la próxima lucha, que acaso no sea electoral, que acaso sea más dramática, no se planteará alrededor de los valores caducos que se llaman derecha o izquierda: se planteará entre el frente asiático, torvo, amenazador de la revolución rusa en su traducción española y el frente nacional de la generación nuestra en línea de combate. Ahora bien, bajo esta bandera del Frente Nacional no se podrá meter mercancía de contrabando. Habrá centinelas a la puerta, a la entrada, para que registren a los que quieran penetrar, para ver si de veras dejaron fuera del campamento todos los intereses de grupo y de clase».

José Antonio veía en el horizonte dos rivales disputándose el dominio de los pueblos: la anarquía disgregadora y los Estados absolutos y absorbentes. Ninguna de las dos soluciones valdrá como definitiva, sino una tercera, «aquella que hermane el individuo portador de un alma, con sus contornos, la familia, el sindicato, el municipio, unidades naturales de convivencia». Esta última misión «ha sido reservada a España y a nuestra generación», integrada «por los que percibimos el sentido trágico de la época que vivimos» y «que recaba para sí la responsabilidad del desenlace».

Esta conciencia está en todos nosotros y, sin embargo, andamos ahora divididos en dos bandos: izquierda y derecha. La juventud de izquierda creyó en el 14 de abril de 1931, pero pronto se declaró defraudada. La juventud de noviembre de 1933 también siente en el alma el desaliento. «Muchachos de izquierda y de derecha que yo conozco han vibrado juntos siempre que se ha puesto en juego algún ansia profunda y nacional.» «En derechas e izquierdas juveniles arde oculto el afán por encontrar en los espacios eternos los trozos ausentes de sus almas partidas; por hallar la visión armoniosa y entera de una España que no se ve del todo si se mira de un lado, que sólo se entiende mirando cara a cara, con el alma y los ojos abiertos».

«Hay que proponerse, positivamente, una tarea, la de dar a España estas dos cosas perdidas; primero, una base material de existencia que eleve a los españoles al nivel de seres humanos; segundo, la fe en un destino nacional colectivo y la voluntad resuelta de resurgimiento». «Dos cosas positivas habrán, pues, de declarar quienes vengan a alistarse en los campamentos de nuestra generación: primera, la decisión de ir, progresiva pero activamente, a la nacionalización del servicio de Bancas; segundo, el propósito resuelto de llevar a cabo, a fondo, una verdadera ley de reforma agraria. Esta reforma agraria tendrá también dos capítulos: primero, la reforma económica; segundo, la reforma social».

«Ahora, todo esto no es más que una parte; esto es volver a levantar sobre una base material humana la existencia de nuestro pueblo; pero también hay que unirle por arriba; hay que darle una fe colectiva, hay que volver a la supremacía de lo espiritual. La Patria no es nuestro centro espiritual por ser la nuestra, por ser físicamente la nuestra, sino porque hemos tenido la suerte incomparable de nacer en una Patria que se llama precisamente España, que ha cumplido un gran destino en lo universal y puede seguir cumpliéndolo».

«Queremos el puesto de vanguardia, el primer puesto para el servicio y el sacrificio. Aquí estamos, en este lugar de cita, esperándoos a todos: si no queréis venir, si os hacéis sordos a nuestro llamamiento, peor para nosotros, pero peor para vosotros también; peor para España».

Con palabras tan serias y exigentes inflamó José Antonio a la concurrencia. El consejero Bravo se lamentó que en actos de ardiente entusiasmo como el celebrado no vibrara la voz unánime de los congregados en un himno. Bullía en el cerebro de José Antonio esta idea y prometió su pronta realización. Pocos días después (3 de diciembre) convocó en los sótanos del restaurante «Or-Kompon», en la calle de Miguel Moya, en Madrid a los poetas José María Alfaro, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas, Pedro Mourlane Michelena y marqués de Bolarque, junto con el maestro Juan Tellería, que en una hora de inspiración febril había compuesto una partitura a la que era preciso adaptarle una letra. Los poetas aportaban sus rimas y José Antonio las ajustaba a la música. El marqués de Bolarque asegura, «porque es de justicia», «que el himno que se titularía «Cara al sol» es exclusivamente obra de José Antonio». «Si bien es verdad que todos en él pusimos nuestras manos, no es menos cierto que la mayor parte de los versos son de José Antonio y que los que no son suyos fueron incorporados por él al himno después de rechazar otros muchos. Hasta aquí impuso su autoridad de Jefe y su cuidado por la Falange». A partir de aquel momento la Falange tenía su himno, una canción de amor y de guerra.

La letra del Himno de la Falange decía así:

«Cara al sol, con la camisa nueva,

que tú bordaste en rojo ayer,

me hallará la muerte si me lleva

y no te vuelvo a ver.

Formaré junto a los compañeros

que hacen guardia sobre los luceros,

impasible el ademán,

y están presentes en nuestro afán.

Si te dicen que caí, me fui

al puesto que tengo allí.

Volverán banderas victoriosas

al paso alegre de la paz

y traerán prendidas cinco rosas

las flechas de mi haz.

Volverá a reír la primavera,

que por cielo, tierra y mar se espera.

¡Arriba, escuadras, a vencer,

que en España empieza a amanecer!»

A partir de la concentración de Comillas, la oratoria y la prosa izquierdista se hace más fiera, maldiciente y amenazadora. Surgen tribunos, hasta entonces callados o escondidos, para anunciar los días rojos y terribles que se aproximan. «La acción de los partidos de izquierda — aconseja Heraldo de Madrid— se ha de encaminar al exterminio de las fuerzas de derechas.» En algunos actos hacen su aparición milicias uniformadas. Casares Quiroga en San Sebastián, Llopis en Valladolid, Álvarez del Vayo en La Coruña, Pestaña en Zaragoza, Augusto Barcia en Cuenca, alertan a las masas, porque se acerca la hora de la venganza «La unión de las izquierdas — dice Martínez Barrio en Jaén (3 de noviembre) — está a punto de concluirse y en ella participarán fuerzas que sin ser específicamente republicanas (socialistas, sindicalistas y comunistas) tendrán derecho a fijar a los partidos republicanos unos compromisos que éstos se verán obligados a cumplir desde el Poder.»

El Gobierno, al solicitar, una vez más (12 de noviembre) la prórroga del estado de alarma en unas provincias y de prevención en otras, es de nuevo calificado en las Cortes por las oposiciones de dictatorial y fascista. El ex ministro radical-socialista Gordón Ordás afirma que siendo Pórtela ministro de la Gobernación le prohibió durante cuatro meses intervenir en actos públicos. Su discurso es una diatriba contra Gil Robles, «gran peligro para la República, por su talento, audacia y acometividad», «inadmisible como gobernante mientras no refrende su republicanismo en unas elecciones». «Declarándose —añade— enemigo del fascismo, actúa dentro de fórmulas fascistas; lo mismo visita al rey en Fontainebleau, que al Presidente de la República en el Palacio Nacional.» El presidente de las Cortes recuerda al orador que es noble tradición de la Casa respetar a los ausentes, y el ministro de la Guerra no está en el banco azul a causa de enfermedad. La advertencia no produce efecto. Gordón Ordás continúa su ofensiva: «Gil Robles repudia la Constitución y, sin embargo, gobierna con ella. Habla contra la masonería y forma consorcio con masones para gobernar. Ni Gil Robles ni la C. E. D. A. pueden ser considerados republicanos, puesto que no votaron la Constitución. He dicho en los mítines y repito ahora que en la República se necesita un Colbert que haga lo que se llamó en Francia la caza de ladrones; se impone una labor depuradora y la revisión de fortunas, no solamente en los políticos y en los administradores de rentas públicas, sino también en las gentes que viven a su alrededor.» Los monárquicos aplauden. El cedista Calzada interrumpe: «Entrarán en revisión los catorce millones robados en octubre en el Banco de España.» El tradicionalista Comín exclama: «¡Pocos aplausos en los alrededores!», dando a entender que a los amigos de Gordón Ordás no les agrada lo que éste ha dicho. El izquierdista González y Fernández de la Bandera grita: «¡Los ladrones, ahí!», indicando los escaños monárquicos. Se origina un tumulto, que se propaga a toda la Cámara. Durante diez minutos el griterío es ensordecedor

«¡Este es un espectáculo vergonzoso!», grita el presidente de las Cortes. «¡Vamos a dar la sensación de una Cámara de posesos!», exclama el ministro de la Gobernación. Gordón Ordás reanuda el discurso y los ataques a Gil Robles, que pretende un Estado nuevo «que no es ni monarquía ni república».

El ministro de la Gobernación justifica las prohibiciones impuestas por su antecesor a Gordón Ordás cuando éste desarrollaba una campaña de agitación en pueblos donde los sucesos de octubre tuvieron más virulenta repercusión. La ley de Orden Público faculta el estado excepcional en virtud del cual se conceden o niegan los necesarios permisos para celebrar actos públicos. Trozos de la oratoria inflamada del diputado, leídos por el ministro, prueban las demasías de Gordón Ordás, que ha enviado al Jefe del Estado un extenso relato de horrores de la represión en las cuencas mineras de León y Asturias, denigrantes para la fuerza pública. Mas he aquí que el ministro demuestra a continuación cómo el diputado, en circunstancias críticas de su propaganda en Villafranca del Bierzo, llamó en auxilio a esa misma fuerza pública que vilipendia «para que le protegiera de las turbas enfurecidas y las ahuyentaran a tiros».

El diputado niega la acusación; pero el ministro da crédito al comandante del puesto de la Guardia Civil. «No es lícito ir por los pueblos difamando a las autoridades y a los institutos armados con denuncias innominadas en bloque. Las denuncias las ha debido hacer su señoría desde su escaño.» Tampoco tiene derecho a dudar sistemáticamente de la buena fe y honestidad del ministro de la Guerra, que en alguna ocasión ha salvado la vida de la República de grave peligro.

Gordón Ordás insiste en protestar contra la persecución de que es víctima y amplía sus acusaciones con otra relativa a un suceso ocurrido en Sama de Langreo, el 25 de octubre de 1934. En la madrugada de este día —dice— fueron sacados de la cárcel dieciséis detenidos, cuyos cadáveres fueron encontrados días después enterrados en una escombrera entre Tuilla y Carbayín. ¿Quién los mató? ¿Obedeciendo a qué órdenes? «Gracias a mí se inició proceso y se ha nombrado juez para intervenir en el.» «Yo amo a mi Patria y a la República como e' que más, y por eso preferiría que todos los hechos denunciados fueran falsos, para que no fuera verdad eso que dolorosamente ha sucedido.»

* * *

Por disposiciones del ministro de la Guerra, el general Emilio Mola es designado jefe superior de las Fuerzas Militares de Marruecos; el coronel Muñoz Grande, delegado de Asuntos Indígenas en la Alta Comisaría y Manuel Rico Ávello, Comisario Superior de España en Marruecos.

Acordada en Consejo de ministros la creación de la Comisaría del Trigo, es nombrado para el cargo (15 de noviembre) el economista José Larraz. Nacido en Zaragoza, en 1905 fue número 1 en la oposición a abogados del Estado. Se distinguió por su labor en la subsecretaría de la Presidencia en la época de la Dictadura de Primo de Rivera. Vicepresidente del Consejo de Economía, planea la reorganización del Consejo; es uno de los promotores del Patrimonio Forestal del Estado (1934) y del ordenamiento del mercado triguero en España, que dará origen a la Comisaría del trigo (93).

Para sustituir a Pich y Pon en el Gobierno General de Cataluña es designado (19 de noviembre) el diputado de la C. E. D. A. Ignacio Villalonga. Nacido en Valencia en 1895, se especializó en estudios económicos y financieros. Villalonga obtiene en Barcelona una gran acogida. En su discurso de toma de posesión en el Palacio de la Generalidad (25 de noviembre) explica su nombramiento como «un gesto de cordialidad del Gobierno hacia Cataluña, que no ha visto en mí un hombre de partido, y seré por ello bien acogido por la opinión catalanista». «Mi mandato durará poco, pero aspiro a que al abandonarlo me suceda un Presidente designado por elección». «Para salir de este régimen transitorio quisiera hallar un área común en que, amparados por la ley, pudieran desarrollarse vuestros derechos ciudadanos. Hace veinte años que conozco perfectamente las aspiraciones de Cataluña y estoy enterado de la importancia y significación de vuestro idioma. Lo contrario habría sido hacer traición a mi cultura y a toda mi historia política. Procuraré la íntima colaboración de las culturas castellana y catalana.»

El nuevo Gobierno de la Generalidad queda constituido de este modo: Presidencia y Justicia y Derecho, Villalonga; Cultura, Luis Durán y Ventosa; Obras Públicas, Juan Valles y Pujáis; Hacienda, Félix Escalas; Agricultura y Economía, Alfredo Sedó Peris Mencheta; Sanidad y Asistencia Social, Ramón Barbat Miracle. La preferencia con que distingue Villalonga a la Lliga disgusta e irrita a los hombres de Acción Popular Catalana, que se niegan a participar en el Gobierno. «Yo —dice el gobernador— no me considero mandatario de ningún partido.»

El órgano de la Lliga «La Veu de Catalunya» (28 de noviembre) escribe: «El señor Villalonga es en realidad un catalán más, buen conocedor de los problemas y aspiraciones de Cataluña, que merece la confianza del Gobierno y la nuestra y creemos que hará lo posible por justificarla.»

 

CAPÍTULO 70

LOS PROYECTOS DE HACIENDA TROPIEZAN CON GRANDES DIFICULTADES

 

LOS DIPUTADOS DE LOS GRUPOS QUE COMPONEN LA MAYORÍA DESERTAN DE LA CÁMARA. «HAY PROYECTOS SIN LOS CUALES NO PUEDO CONTINUAR EN EL PODER», AFIRMA CHAPAPRIETA. — DEBATE EN LAS CORTES SOBRE EL PRO­BLEMA MONETARIO. — «CALVO SOTELO —DICE CAMBÓ— SERÁ UNO DE LOS HOMBRES MÁS ÚTILES PARA GOBERNAR A ESPAÑA». — ANTE EL TRIBUNAL SUPREMO SE VE LA CAUSA CONTRA LARGO CABALLERO, COMO PRINCIPAL ORGANIZADOR DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE. — LA PRUEBA DOCUMENTAL ES ABRUMADORA PARA EL PROCESADO. — LOS TESTIGOS SE DESDICEN Y FINGEN IGNORARLO TODO. — EL TRIBUNAL DICTA SENTENCIA ABSOLUTORIA FUNDÁNDOSE EN QUE LOS DELITOS FUERON COMETIDOS ANTES DE LA LEY DE AMNISTÍA DE ABRIL DE 1934. — LOS FALLOS DE LOS TRIBUNALES MILITARES SON ACOGIDOS SIN RESPETO, COMO RESOLUCIONES FORMULARIAS. — DEBATE EN LAS CORTES SOBRE DEMASÍAS DE LOS SEPARATISTAS VASCOS EN UN MITIN CELEBRADO EN SAN SEBASTIÁN. — «PROCLAMO LA NACIONALIDAD VASCA, EUZKADI, CON SOBERANÍA SOBRE SUS PROPIOS DESTINOS» (AGUIRRE). — «SE ACERCAN MOMENTOS DIFÍCILES, QUIZÁS MÁS QUE NUNCA LO FUERON», ANUNCIA «EL DEBATE». — LEDESMA RAMOS PUBLICA SU «DISCURSO A LAS JUVENTUDES DE ESPAÑA».