CAPÍTULO 69
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CHAPAPRIETA
REFORMA EL GOBIERNO
En el
Consejo de ministros (29 de octubre) que sigue a la liquidación del straperlo en las Cortes, dimiten Lerroux y Rocha y, como
consecuencia, el Gobierno se declara en crisis. El Presidente de la República
renueva su confianza a Chapaprieta y a las seis de la
tarde queda constituido el siguiente Ministerio: presidente y ministro de
Hacienda, Joaquín Chapaprieta; ministro de Estado,
José Martínez de Velasco; Guerra, José María Gil Robles; Marina, Pedro Rahola;
Gobernación, Joaquín de Pablo Blanco; Instrucción Pública, Luis Bardají López;
Obras Públicas y Comunicaciones, Luis Lucia y Lucia; Trabajo, Justicia y
Sanidad, Federico Salmón Amorín; y Agricultura, Industria y Comercio, José
Usabiaga Lasquíbar.
Los dos
nuevos ministros son afiliados al partido radical. Usabiaga, donostiarra,
ingeniero industrial, profesor de la Escuela Central, ha desempeñado la
dirección de la Casa de Moneda y Timbre y de la Enseñanza Profesional y
Técnica. Tertuliano pintoresco y ocurrente, no se caracteriza por una excesiva
afición política. Bardají, nacido en Tarragona en 1880, es abogado del Estado.
Diputado a Cortes por Extremadura, ha sido director general de Agricultura.
Extravagancias
de esta crisis: el jefe del partido agrario, en el momento álgido de discutirse
la modificación de la reforma agraria, deja el Ministerio de Agricultura para
regentar el de Estado, con el problema internacional en pleno hervor; Bardají,
especializado en cuestiones agrarias y presidente de la Comisión de Hacienda en
las Cortes, es nombrado ministro de Instrucción Pública; Usabiaga, ingeniero y
profesor industrial, es designado para solventar los pavorosos conflictos del
campo, en los que es lego. A la mayoría de los diputados radicales no les
convence la solución y hacen público su disgusto por verse representados en el
Gobierno por tres ministros de escasa significación y carentes de historial en
el partido. A punto de exteriorizarse de manera concreta la indignación de los
diputados, Lerroux impone su autoridad. «Los ministros —declara — cuentan con mi
fuerza y con la del partido.» Y de momento contiene la rebeldía.
El jefe del
Gobierno explica a las Cortes en breves palabras la crisis (30 de octubre). El
estado pasional producido por el último debate parlamentario «nos obligaba a
presentar al Jefe del Estado la cuestión de confianza». Ratificada ésta, «he
formado un Ministerio que responde a las necesidades de momento». Nuestro
programa es el mismo del Gobierno anterior, de carácter económico y financiero.
El diputado
radical Pérez Madrigal, por «espontáneo impulso» y arriesgándose a dejar la
minoría a que pertenece, califica a las Cortes de «inválidas y cobardes»,
puesto que «han claudicado ante la revolución y sólo se han mostrado valerosas
cuando Strauss desde Holanda denuncia a unos hombres que le habían estafado».
«Estas Cortes serán disueltas en seguida.» «Si la República ha de ser esto; la
maniobra y la difamación, el antifaz y el engaño, este cargo para mí y ese otro
para mi cliente, esta República no me interesa.» «No os dais cuenta de que la
revolución está en la calle y de que la guerra civil es una cosa efectiva,
mientras nosotros nos escindimos.» «La minoría radical —afirma el ex ministro
Samper— no puede amparar las palabras de Pérez Madrigal; antes las rechaza.
Nosotros prestaremos la asistencia necesaria al nuevo Ministerio.»
El
izquierdista Barcia pregunta al jefe del Gobierno qué día tuvo conocimiento de
los documentos que determinaron el suceso político que se está liquidando. Chapaprieta elude la respuesta, mas como Barcia insiste, y
el interpelado «tiene el deber inexcusable de contestarle», el jefe del
Gobierno lo hace: «Yo tomé posesión de la Presidencia del Consejo el 25 ó 26 de septiembre; dos o tres días después el Presidente
de la República me informó de que en la primera quincena de septiembre había
recibido, procedente de Holanda, la denuncia.» «Ordené al ministro de la
Gobernación una investigación sobre la personalidad del denunciante. Entre el 8
y el 9 de octubre volví a hablar con el Presidente del asunto, y poco después
se recibía carta de un abogado de Holanda en la que pedía la devolución de los
papeles si no interesaban.» Barcia recuerda entonces que el 3 de octubre, o sea
poco después de la salida de Lerroux de la jefatura del Gobierno, dijo en las
Cortes: «Sostengo que la crisis actual tiene una importancia excepcional para
el presente y para el futuro. ¿Por qué el cambio? Si el Gobierno va a continuar
la política del anterior, ¿el señor Lerroux no podía, no sabía, o no quería
realizarla? ¿No eran las mismas sus cualidades? Entonces, ¿por qué el señor
Lerroux no está a la cabecera del banco azul? La contestación nos la han dado
en la sesión del último día. «Nos encontramos con una nueva crisis, y en ella
el jefe del Gobierno ha sido quien ha elegido los representantes del partido
radical, lo cual supone un vejamen para éste.» Barcia trata de envolver en sus
censuras a la C. E. D. A., por su identificación con los radicales, proclamada
en los discursos de Salamanca y en los brindis del Hotel Ritz, lo cual mezcla y
une hombres y situaciones, «y no puede ser que un buen día, porque sí,
limpiándose las sandalias, se olvide de que se ha marchado por un camino».
«¿Qué hubiera ocurrido si durante el bienio a los hombres que estuvieron en el
Gobierno les hubiera acontecido algo análogo? En cuanto a que la denuncia del straperlo haya sido urdida con fines políticos,
recuerda que en septiembre de 1934, El Socialista la hizo pública, y el fiscal
impidió que se continuase hablando del asunto. «El señor Gil Robles encontrará
medios retóricos para desvirtuar mis razonamientos, pero no podrá destruir un
estado de opinión que le está imponiendo la sanción moral necesaria por haber
mantenido constantemente una determinada dirección política.»
«Aun en la
hipótesis de una existencia de irregularidades que el señor Barcia tiene
obligación de demostrar si cree que existen —responde Gil Robles—, lo que nunca
se establece simultáneamente con la solidaridad política es la solidaridad
administrativa. Clara es nuestra solidaridad en una actuación de Gobierno y
cada cual carga con su responsabilidad en el desarrollo de una gestión
administrativa. España sabe cómo actuamos y nos movemos. En cambio, al señor
Barcia le falla la memoria y no se acuerda, por ejemplo, de las irregularidades
en la importación de trigo y del asunto de los tabacos, de junio de 1933, que
aquel Gobierno no se atrevió a discutir, acusación que mantengo con la misma
firmeza que entonces. ¿Tampoco se acuerda del lamentable acontecimiento de
Casas Viejas, que Azaña se negó a que fuese investigado por una Comisión
parlamentaria?»
El
izquierdista Just interrumpe: «Vamos a hablar de Asturias.» Gil Robles replica:
«El Gobierno está a disposición de la Cámara para que el tema de los sucesos de
octubre se plantee con toda la amplitud necesaria. Este Gobierno da el primer
ejemplo en la política española y abre con toda amplitud los cauces a una
investigación judicial y parlamentaria. De haber seguido ese camino, no
estarían en sombra una porción de asuntos que habrán de ser esclarecidos y que
han perjudicado a la política que representa el señor Barcia.»
* * *
El debate
hubiese terminado aquí de no producirse la intervención detonante del
izquierdista Gordón Ordás, reintegrado a la Cámara tras un año de ausencia.
Explica el fracaso de sus diversos intentos por interpelar al Gobierno sobre
Asturias. Esto le impulsó a abandonar el Parlamento. Unas veces la censura,
otras el ministro de la Gobernación, le han impedido escribir en los periódicos
o hablar en público. En su discurso salta de un lema a otro sin ilación ni
lógica: de aludir a los horrores ocurridos en pueblos de León pasa a denunciar
inmoralidades administrativas, y de aquí, a censurar el traspaso de la Cría
Caballar al Ministerio de Agricultura. El ministro de la Guerra le responde:
«Frente a las manifestaciones de Su señoría, sin aportar una sola prueba, hay
una investigación que demuestra la falsedad fundamental de sus denuncias; por
ello tengo derecho a decir que Su señoría ha levantado una bandera de
calumnias.» Una proposición de ley suscrita por cedistas y radicales, que solicita un voto de confianza al Gobierno, es aprobada por 103
votos contra 17.
Un ambiente
de decepción domina a la Cámara. En pocos días se han marchitado ilusiones que
apuntaban risueñas. El bloque empieza a agrietarse. Se discute, con escaños
poco poblados, un proyecto de ley para restringir la producción de materias
sacarinas y otro sobre la producción de azúcar. Se clasifica a España como una
de las naciones del mundo en que más caro se vende el azúcar, y siendo artículo
de primera necesidad las clases pobres apenas pueden probarlo. Más proyectos en
debate: el de aplicación de la ley de alcoholes, el de comunicaciones
marítimas, el dictamen sobre movilización militar y uno modificando algunos
preceptos relativos a la contribución general sobre la renta. Una proposición
no de ley, para que se levante la censura de prensa, presentada por las
oposiciones (6 de noviembre) es rechazada por 148 votos contra 22. «Este es uno
de tantos males —explica el ministro de la Gobernación— de que los Gobiernos
tienen que echar mano para alcanzar un beneficio y un bien para el común de las
gentes.» «Es un arma que se usa únicamente en defensa de aquellas altas
instituciones del Estado y de los intereses de la patria, que deben estar muy
por encima de la libertad de la prensa, de los ciudadanos y aun de cualquier
corporación.»
* * *
El dictamen
de la Comisión de Guerra sobre reorganización de la movilización militar es
combatido por las izquierdas, que consideran el proyecto como arma forjada por
el ministro de la Guerra para imponerse con ella en su día y momento. «Se trata
—dice Gil Robles— de un proyecto absolutamente técnico elaborado por militares,
que no tiene ni puede tener significación política alguna, sobre trabajos
hechos por el organismo al que la nación tiene confiada la preparación de las
operaciones militares y la dirección de ellas en caso de una guerra.» Mas como
una de las bases del proyecto determina que la movilización «puede también
decretarse por alteración de orden público o circunstancias de índole
interior», al izquierdista Lara le parece el concepto tan ambiguo que despierta
la alarma, máxime cuando el dictamen «atribuye al ministro de la Guerra la
facultad de ordenar esta movilización por motivos de índole interior, por sí,
sin conocimiento y sin consentimiento del Gobierno». «Los grupos de izquierda
emplearán todos los medios a su alcance a fin de evitar que prospere el
proyecto.» «La pasión ciega a las minorías de oposición — replica Gil Robles—,
puesto que el proyecto se limita a reproducir principios consignados en la
legislación en vigor, obligatoria para todos, y conforme a lo dispuesto por la
Constitución, según la cual estas materias tienen que ser reguladas en la Ley
de Bases.» El ministro no convence a los irreductibles objetores. El esquerrista Trabal llega, en su alarma, a expresiones como
estas; «Movilizar un Ejército puede significar iniciar la guerra.» «Su señoría
pretende tener en la mano la movilización de toda la población, por motivos y
móviles que Su señoría sabrá. Será, sin duda, para cuando haya logrado
concentrar en su persona todo el Poder, como piden sus adláteres.» «Nosotros
mantenemos nuestra ideología pacifista.» «Nos levantaremos contra las maniobras
torpes de Su señoría, que pretende apoderarse de las palancas y resortes del
Poder para tratar de instaurar un Estado nuevo, mediante una dictadura de tipo
vaticanista.» El progresista Fernández Castillejo reprueba el proyecto, porque
«no responde a las necesidades de una movilización moderna, como la requieren
los ejércitos de la hora actual». «Se está aquí jugando demasiado —contesta Gil
Robles— con que el ministro de la Guerra quiere arrogarse facultades para con
ellas perturbar de alguna manera la vida del país, apoyándoos en ciertos
rumores que vosotros os encargáis de esparcir en determinados momentos. Eso no
lo puedo admitir. Lo menos que tiene derecho a pedir este Gobierno y este
ministro es que se les dé el trato de igualdad con relación al que se ha dado a
todos los demás Gobiernos y a todos los ministros de la República.»
* * *
Por fin, al
cabo de dos años de anuncios y preparación, se plantea debate (7 de noviembre)
sobre el dictamen de la Comisión especial designada para investigar las
anormalidades producidas en las importaciones de trigo decretadas durante el
año 1932 por el entonces ministro de Agricultura, Marcelino Domingo. El asunto
iniciado en su día con caracteres escandalosos ha perdido con el tiempo color y
aristas. Se pretende presentarlo como una réplica al «estraperlo», pero le
falta la picaresca y enjundia que ofrecía éste. El izquierdista Barcia, en un
informe de tipo jurídico, desmenuza una tras otra las acusaciones del dictamen
de la Comisión, que, aunque formada por veintiún diputados, en realidad fue
elaborado por cuatro miembros, pues los restantes no asistieron a las
sesiones. No le bastan las dos horas y media invertidas en la defensa, y
continúa su discurso en la sesión siguiente. Los miembros de la Comisión Hueso,
Carrascal y Alarcón enumeran tos fundamentos del dictamen, en demostración de
que las importaciones que tan graves y prolongadas perturbaciones han
ocasionado se hicieron con desconocimiento de la realidad triguera de España,
por cuanto que existía trigo suficiente para abastecer el mercado. La
importación de 3.061.000 quintales métricos fue, en todo caso, excesiva; tos
abastecedores debían conocer o sospechar que se preparaban las importaciones.
Éstas se hicieron en forma libre, con desprecio de las normas señaladas por la
Sección Central de Abastos. Finalmente, a las importaciones se las aplicó un
arancel fijado por arbitrio ministerial y el precio resultó a un promedio de
6,52 pesetas más por cada cien kilos sobre el precio pagado en Europa. El
debate se prolonga el resto de la sesión y todavía se habilita otra, nocturna
(13 de noviembre). Durante cinco horas una docena de diputados litigan sobre si
fueron necesarias o no las importaciones y si el precio que se pagó fue el
normal o excesivo. Acaba la sesión a las cuatro de la madrugada, sin votación,
por no haber diputados en número reglamentario. El dictamen será aprobado días
después (20 de noviembre), por 178 votos contra 30.
El escándalo
de las importaciones de trigo, en las cuales se esfumaron 30 millones de
pesetas, tiene escasa resonancia. «En otro ambiente —dice un editorial de A B C
(9 de noviembre) — que no fuera el de esta Cámara, que aparece diariamente
fatigada e insensible, los discursos pronunciados por los señores Carrascal y
Alarcón hubieran causado impresión profunda.» Lo que sucede en la calle y las
escenas que adivina en lontananza preocupan y obsesionan a José Antonio cuando denuncia
en la Cámara (8 de noviembre) que en Sevilla han sido asesinados dos muchachos
de Falange: Eduardo Rivas y Jerónimo de la Rosa, estudiante uno, empleado de
ferrocarriles el otro, cuando pegaban en los muros anuncios de un periódico
permitido. «En las calles de Sevilla se están sustanciando a tiros las
cuestiones entre los bandos políticos desde hace más de un año La Falange tiene
el orgullo de decir que ni una sola vez ha iniciado las agresiones.» No se
cierran los centros comunistas, y sí, en cambio, los de Falange, y son
detenidos y multados sus dirigentes. «Dejación irritante de autoridad, cuando
no de complicidad criminal con uno de los bandos.» «En España —afirma José
Antonio— se está agitando, cada vez más violento, un estado revolucionario terriblemente
amenazador para los tradicionalistas y para vosotros los liberales burgueses y
los republicanos de izquierda.» Lee unas páginas del libro Octubre, con las
conclusiones de la Federación de Juventudes Socialistas, en las que se propugna
la unificación del proletariado para instaurar la dictadura de clase. «Esto es
lo que se está preparando en España, lo que ruge bajo la indiferencia de
España, en muchas de cuyas provincias se publican periódicos comunistas y casi
todos los domingos se celebran mítines de propaganda comunista con puños en
alto.» Para los dos caídos en Sevilla «redamo vuestra gratitud y admiración,
porque en medio de la distracción criminal de casi todos, esos hombres mueren
por defender esta España que acaso no merece su sacrificio.»
El ministro
de la Gobernación, De Pablo Blanco, corrobora: «Los dos muchachos han sido
vilmente, cobardemente asesinados en Sevilla. Lleva en esta ocasión toda la
razón el señor Primo de Rivera.» «El gobernador de Sevilla —anuncia el
ministro— ha sido destituido.»
* * *
No es
únicamente el avance de la marea revolucionaria lo que descubren en el
horizonte cuantos profetizan sobre el futuro, sino la escisión de la patria, el
próximo choque terrible de las dos Españas. «La revolución — escribe El
Debate (6 de noviembre) — se dispone a emprender una nueva marcha hacia el
mismo fin.» «A las izquierdas —declara Gil Robles a El Debate (5 de
noviembre) — les interesa hablar de golpes de Estado ajenos para que la gente
no piense en el que ellos meditan para el caso imposible de todo punto de su
advenimiento al Poder. En esta hipótesis, que sólo a los efectos de la
argumentación puedo admitir no habría para ellos ni Constitución, ni Jefe de
Estado, ni Parlamento, ni garantías ciudadanas de ningún género. Bien
claramente lo proclaman algunos de los prohombres de izquierda y. sin rebozo,
los rebeldes huidos al extranjero. Mas yo tengo la seguridad absoluta de que no
lo lograrán, porque frente a todo intento de dictadura de izquierda se elevará
invencible un movimiento sanamente nacional, que no está dispuesto a dejarse
vencer.» El propio Gil Robles, dirigiéndose en la Casa de Acción Popular, de
Madrid, a las Juventudes (9 de noviembre), les dice: «Es una realidad la
existencia en España de un espíritu revolucionario, cuya intensidad y extensión
sería necio desconocer y suicida menospreciar. A los doce meses de haber
dominado la revolución, subsiste ese espíritu.» «Vencida la revolución en la
calle, tenía nuestro partido que tomar posiciones para la batalla definitiva.
La sociedad estaba deshecha. Había que poner las bases de un elemental sentido
social y una urgente reconstrucción económica para una acción futura. En las
elecciones que se avecinan tenemos que ir a conquistar la mayoría absoluta para
obtener la integridad del Poder. Para ese momento os convoco y llamo, a ver si
España comienza a cicatrizar las heridas de la perenne guerra civil. El
movimiento ha de ser nacional y la batalla un éxito completo. Para esa lucha no
necesitáis uniformes ni extender el brazo, porque bajo la indumentaria variada
estáis uniformados por el ideal. Las Juventudes de Acción Popular deben ir en
vanguardia para la batalla electoral, que ha de ser definitiva».
Los
tradicionalistas prueban la fuerza de su organización en concentraciones al
aire libre. La más espectacular, en Montserrat (3 de noviembre), con treinta
mil asistentes y cientos de jóvenes en uniforme de campaña, con banda de
trompetas y tambores. «Hay que desterrar la discusión y el libre examen»,
aconseja Fal Conde, secretario general de la
Comunión, a los reunidos. «El que obedece es el que no se equivoca nunca. Si la
revolución quiere llevarnos a la guerra, habrá guerra.» En carta de don Alfonso
Carlos, leída en el acto, se afirma: «Llega a mis oídos el grito de «¡A
Montserrat!», que lanzan mis queridos catalanes, y al que no puedo mostrarme
indiferente. Tiene Montserrat para nosotros un especial recuerdo, porque
durante nuestra campaña de 1873 pedimos siempre protección a la Virgen, que sin
duda fue la que nos salvó. Y durante la persecución por las columnas enemigas,
subí a ese santuario con el solo batallón de zuavos, habiendo hecho consagrar
allí por el capellán de zuavos nuestras personas y el Ejército de Cataluña al
Sagrado Corazón de Jesús, que nos acompañó durante toda la guerra y nos alcanzó
importantes victorias.» «Espero que no esté lejano el día del triunfo de
nuestros santos ideales, lo que hará libre a España de satánicas extrañas
influencias que no pararían hasta verla sumida en la incredulidad y en la
miseria.» Otra concentración en Villava (Navarra) reúne (10 de noviembre) ocho
mil carlistas, en su mayoría jóvenes, a los que arenga Esteban Bilbao.
Ante una
muchedumbre que llena el Frontón Urumea, en San Sebastián (10 de noviembre),
Calvo Sotelo afirma: «Vencida la revolución materialmente, está en pie,
aguerrida, desafiante, lanzando maldiciones y amenazas. ¿Por qué? Porque es una
revolución amnistiada en la impunidad de sus dirigentes.» «El Presidente de la
República llama a consulta a los gerifaltes de las fuerzas revolucionarias,
aunque éstas no hayan mostrado, al contrario, el menor arrepentimiento, dándose
así la paradoja de que a ciertas estancias no tienen acceso los portavoces de
partidos de orden que en octubre estuvieron al lado del régimen para salvar a
España, y sí, en cambio, los de aquellos partidos que estuvieron contra España
y el régimen, con lo que se demuestra que para ciertos elementos primero es la
República, aunque España se hunda.» «Yo soy antiseparatista y antinacionalista,
pero no antifuerista ni antivasquista.
El nacionalista vasco es antieuropeo, antiespañol y antivasco.»
«Yo digo: entre una España roja y una España rota, prefiero la primera, que
sería una fase pasajera, mientras que la segunda seguiría rota a perpetuidad.
Se pierden y recobran la fortuna, la salud. Las coronas ruedan y reaparecen,
como ahora en Grecia. La familia puede eclipsarse, para rehacerse. Las patrias
no se reconstruyen después de partirse. Portugal se nos fue en 1640 y no
volverá. Si Cataluña se nos hubiese ido entonces, no sería nuestra. El mayor de
los crímenes que podríamos cometer sería legar a nuestros hijos una España
fraccionada, habiéndola recibido intacta.»
* * *
La Falange
clausura (17 de noviembre) su II Consejo Nacional después de discutir durante
dos días los temas sometidos a estudio. Uno de ellos se refería a
«posibilidades de creación de un Frente Nacional español y actitud de la
Falange ante tal supuesto». Otro, proponía el examen de los métodos tácticos
que debía seguir la Falange. Finalizaron las sesiones con un mitin en el cine
Madrid, lleno de público, en su mayoría jóvenes, muchos con camisa azul.
Hablaron Roberto Bassas y Raimundo Fernández Cuesta. El público saludó brazo en
alto cuando José Antonio se levantó para dirigirle la palabra. «Felices, dijo,
los que gozamos juntos de esta alta temperatura espiritual. Felices los que
tenemos este refugio contra la dispersión y contra la melancolía del ambiente.
Fuera de aquí, en esa especie de gran cinematógrafo nacional en vísperas de
clausura que se llama Congreso de los Diputados, está ya el ambiente tan muerto
que se cae a pedazos». «¿No notáis que se respira una atmósfera semejante a la
de aquellos días últimos de 1930, en que ya preveíamos todos la posibilidad de
una sima». Recuerda las predicciones hechas en el mitin de la Comedia: «Ya veis
después de dos años que no me equivoqué». «Si ahora viniera Azaña sería sobre
los lomos de otras masas harto distintas a las del 14 de abril, ingenuas y
alegres. Las nuevas serían rencorosas y envenenadas por los agentes españoles
del bolcheviquismo ruso. Y contra esas masas, que ya no serían dócil
instrumento en las manos de su rector, sino torrente que lo desbordase y le
sometiera a su arbitrio, el esteticismo elegante y estéril de Azaña no podrá ni
poco ni mucho».
José Antonio
pronuncia un discurso en el mitin de Falange en el Cine Madrid de la capital de
España:
«En esta
hora solemne me atrevo a formular un vaticinio: la próxima lucha, que acaso no
sea electoral, que acaso sea más dramática, no se planteará alrededor de los
valores caducos que se llaman derecha o izquierda: se planteará entre el frente
asiático, torvo, amenazador de la revolución rusa en su traducción española y
el frente nacional de la generación nuestra en línea de combate. Ahora bien,
bajo esta bandera del Frente Nacional no se podrá meter mercancía de
contrabando. Habrá centinelas a la puerta, a la entrada, para que registren a
los que quieran penetrar, para ver si de veras dejaron fuera del campamento
todos los intereses de grupo y de clase».
José Antonio
veía en el horizonte dos rivales disputándose el dominio de los pueblos: la
anarquía disgregadora y los Estados absolutos y absorbentes. Ninguna de las dos
soluciones valdrá como definitiva, sino una tercera, «aquella que hermane el
individuo portador de un alma, con sus contornos, la familia, el sindicato, el
municipio, unidades naturales de convivencia». Esta última misión «ha sido
reservada a España y a nuestra generación», integrada «por los que percibimos
el sentido trágico de la época que vivimos» y «que recaba para sí la
responsabilidad del desenlace».
Esta
conciencia está en todos nosotros y, sin embargo, andamos ahora divididos en
dos bandos: izquierda y derecha. La juventud de izquierda creyó en el 14 de
abril de 1931, pero pronto se declaró defraudada. La juventud de noviembre de
1933 también siente en el alma el desaliento. «Muchachos de izquierda y de
derecha que yo conozco han vibrado juntos siempre que se ha puesto en juego
algún ansia profunda y nacional.» «En derechas e izquierdas juveniles arde
oculto el afán por encontrar en los espacios eternos los trozos ausentes de sus
almas partidas; por hallar la visión armoniosa y entera de una España que no se
ve del todo si se mira de un lado, que sólo se entiende mirando cara a cara,
con el alma y los ojos abiertos».
«Hay que
proponerse, positivamente, una tarea, la de dar a España estas dos cosas
perdidas; primero, una base material de existencia que eleve a los españoles al
nivel de seres humanos; segundo, la fe en un destino nacional colectivo y la
voluntad resuelta de resurgimiento». «Dos cosas positivas habrán, pues, de
declarar quienes vengan a alistarse en los campamentos de nuestra generación:
primera, la decisión de ir, progresiva pero activamente, a la nacionalización
del servicio de Bancas; segundo, el propósito resuelto de llevar a cabo, a
fondo, una verdadera ley de reforma agraria. Esta reforma agraria tendrá
también dos capítulos: primero, la reforma económica; segundo, la reforma
social».
«Ahora, todo
esto no es más que una parte; esto es volver a levantar sobre una base material
humana la existencia de nuestro pueblo; pero también hay que unirle por
arriba; hay que darle una fe colectiva, hay que volver a la supremacía de lo
espiritual. La Patria no es nuestro centro espiritual por ser la nuestra, por
ser físicamente la nuestra, sino porque hemos tenido la suerte incomparable de
nacer en una Patria que se llama precisamente España, que ha cumplido un gran
destino en lo universal y puede seguir cumpliéndolo».
«Queremos el
puesto de vanguardia, el primer puesto para el servicio y el sacrificio. Aquí
estamos, en este lugar de cita, esperándoos a todos: si no queréis venir, si os
hacéis sordos a nuestro llamamiento, peor para nosotros, pero peor para
vosotros también; peor para España».
Con palabras
tan serias y exigentes inflamó José Antonio a la concurrencia. El consejero
Bravo se lamentó que en actos de ardiente entusiasmo como el celebrado no
vibrara la voz unánime de los congregados en un himno. Bullía en el cerebro de
José Antonio esta idea y prometió su pronta realización. Pocos días después (3 de
diciembre) convocó en los sótanos del restaurante «Or-Kompon»,
en la calle de Miguel Moya, en Madrid a los poetas José María Alfaro, Agustín
de Foxá, Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas,
Pedro Mourlane Michelena y marqués de Bolarque, junto con el maestro Juan Tellería, que en una
hora de inspiración febril había compuesto una partitura a la que era preciso
adaptarle una letra. Los poetas aportaban sus rimas y José Antonio las ajustaba
a la música. El marqués de Bolarque asegura, «porque
es de justicia», «que el himno que se titularía «Cara al sol» es exclusivamente
obra de José Antonio». «Si bien es verdad que todos en él pusimos nuestras
manos, no es menos cierto que la mayor parte de los versos son de José Antonio
y que los que no son suyos fueron incorporados por él al himno después de
rechazar otros muchos. Hasta aquí impuso su autoridad de Jefe y su cuidado por
la Falange». A partir de aquel momento la Falange tenía su himno, una canción
de amor y de guerra.
La letra del
Himno de la Falange decía así:
«Cara al
sol, con la camisa nueva,
que tú
bordaste en rojo ayer,
me hallará
la muerte si me lleva
y no te
vuelvo a ver.
Formaré
junto a los compañeros
que hacen
guardia sobre los luceros,
impasible el
ademán,
y están
presentes en nuestro afán.
Si te dicen
que caí, me fui
al puesto
que tengo allí.
Volverán
banderas victoriosas
al paso
alegre de la paz
y traerán
prendidas cinco rosas
las flechas
de mi haz.
Volverá a
reír la primavera,
que por
cielo, tierra y mar se espera.
¡Arriba,
escuadras, a vencer,
que en
España empieza a amanecer!»
A partir de
la concentración de Comillas, la oratoria y la prosa izquierdista se hace más
fiera, maldiciente y amenazadora. Surgen tribunos, hasta entonces callados o
escondidos, para anunciar los días rojos y terribles que se aproximan. «La
acción de los partidos de izquierda — aconseja Heraldo de Madrid— se ha de
encaminar al exterminio de las fuerzas de derechas.» En algunos actos hacen su
aparición milicias uniformadas. Casares Quiroga en San Sebastián, Llopis en
Valladolid, Álvarez del Vayo en La Coruña, Pestaña en Zaragoza, Augusto Barcia
en Cuenca, alertan a las masas, porque se acerca la hora de la venganza «La
unión de las izquierdas — dice Martínez Barrio en Jaén (3 de noviembre) — está
a punto de concluirse y en ella participarán fuerzas que sin ser
específicamente republicanas (socialistas, sindicalistas y comunistas) tendrán
derecho a fijar a los partidos republicanos unos compromisos que éstos se verán
obligados a cumplir desde el Poder.»
El Gobierno,
al solicitar, una vez más (12 de noviembre) la prórroga del estado de alarma en
unas provincias y de prevención en otras, es de nuevo calificado en las Cortes
por las oposiciones de dictatorial y fascista. El ex ministro
radical-socialista Gordón Ordás afirma que siendo Pórtela ministro de la
Gobernación le prohibió durante cuatro meses intervenir en actos públicos. Su
discurso es una diatriba contra Gil Robles, «gran peligro para la República,
por su talento, audacia y acometividad», «inadmisible como gobernante mientras
no refrende su republicanismo en unas elecciones». «Declarándose —añade—
enemigo del fascismo, actúa dentro de fórmulas fascistas; lo mismo visita al
rey en Fontainebleau, que al Presidente de la República en el Palacio Nacional.»
El presidente de las Cortes recuerda al orador que es noble tradición de la
Casa respetar a los ausentes, y el ministro de la Guerra no está en el banco
azul a causa de enfermedad. La advertencia no produce efecto. Gordón Ordás
continúa su ofensiva: «Gil Robles repudia la Constitución y, sin embargo,
gobierna con ella. Habla contra la masonería y forma consorcio con masones para
gobernar. Ni Gil Robles ni la C. E. D. A. pueden ser considerados republicanos,
puesto que no votaron la Constitución. He dicho en los mítines y repito ahora
que en la República se necesita un Colbert que haga lo que se llamó en Francia
la caza de ladrones; se impone una labor depuradora y la revisión de fortunas,
no solamente en los políticos y en los administradores de rentas públicas, sino
también en las gentes que viven a su alrededor.» Los monárquicos aplauden. El cedista Calzada interrumpe: «Entrarán en revisión los
catorce millones robados en octubre en el Banco de España.» El tradicionalista
Comín exclama: «¡Pocos aplausos en los alrededores!», dando a entender que a
los amigos de Gordón Ordás no les agrada lo que éste ha dicho. El izquierdista
González y Fernández de la Bandera grita: «¡Los ladrones, ahí!», indicando los
escaños monárquicos. Se origina un tumulto, que se propaga a toda la Cámara.
Durante diez minutos el griterío es ensordecedor
«¡Este es un
espectáculo vergonzoso!», grita el presidente de las Cortes. «¡Vamos a dar la
sensación de una Cámara de posesos!», exclama el ministro de la Gobernación.
Gordón Ordás reanuda el discurso y los ataques a Gil Robles, que pretende un
Estado nuevo «que no es ni monarquía ni república».
El ministro
de la Gobernación justifica las prohibiciones impuestas por su antecesor a
Gordón Ordás cuando éste desarrollaba una campaña de agitación en pueblos donde
los sucesos de octubre tuvieron más virulenta repercusión. La ley de Orden
Público faculta el estado excepcional en virtud del cual se conceden o niegan
los necesarios permisos para celebrar actos públicos. Trozos de la oratoria
inflamada del diputado, leídos por el ministro, prueban las demasías de Gordón
Ordás, que ha enviado al Jefe del Estado un extenso relato de horrores de la
represión en las cuencas mineras de León y Asturias, denigrantes para la fuerza
pública. Mas he aquí que el ministro demuestra a continuación cómo el diputado,
en circunstancias críticas de su propaganda en Villafranca del Bierzo, llamó en
auxilio a esa misma fuerza pública que vilipendia «para que le protegiera de
las turbas enfurecidas y las ahuyentaran a tiros».
El diputado
niega la acusación; pero el ministro da crédito al comandante del puesto de la
Guardia Civil. «No es lícito ir por los pueblos difamando a las autoridades y a
los institutos armados con denuncias innominadas en bloque. Las denuncias las
ha debido hacer su señoría desde su escaño.» Tampoco tiene derecho a dudar
sistemáticamente de la buena fe y honestidad del ministro de la Guerra, que en
alguna ocasión ha salvado la vida de la República de grave peligro.
Gordón Ordás
insiste en protestar contra la persecución de que es víctima y amplía sus
acusaciones con otra relativa a un suceso ocurrido en Sama de Langreo, el 25 de
octubre de 1934. En la madrugada de este día —dice— fueron sacados de la cárcel
dieciséis detenidos, cuyos cadáveres fueron encontrados días después enterrados
en una escombrera entre Tuilla y Carbayín.
¿Quién los mató? ¿Obedeciendo a qué órdenes? «Gracias a mí se inició proceso y
se ha nombrado juez para intervenir en el.» «Yo amo a mi Patria y a la
República como e' que más, y por eso preferiría que todos los hechos
denunciados fueran falsos, para que no fuera verdad eso que dolorosamente ha
sucedido.»
* * *
Por
disposiciones del ministro de la Guerra, el general Emilio Mola es designado
jefe superior de las Fuerzas Militares de Marruecos; el coronel Muñoz Grande,
delegado de Asuntos Indígenas en la Alta Comisaría y Manuel Rico Ávello, Comisario Superior de España en Marruecos.
Acordada en
Consejo de ministros la creación de la Comisaría del Trigo, es nombrado para el
cargo (15 de noviembre) el economista José Larraz. Nacido en Zaragoza, en 1905
fue número 1 en la oposición a abogados del Estado. Se distinguió por su labor
en la subsecretaría de la Presidencia en la época de la Dictadura de Primo de
Rivera. Vicepresidente del Consejo de Economía, planea la reorganización del
Consejo; es uno de los promotores del Patrimonio Forestal del Estado (1934) y
del ordenamiento del mercado triguero en España, que dará origen a la Comisaría
del trigo (93).
Para
sustituir a Pich y Pon en el Gobierno General de Cataluña es designado (19 de
noviembre) el diputado de la C. E. D. A. Ignacio Villalonga. Nacido en Valencia
en 1895, se especializó en estudios económicos y financieros. Villalonga
obtiene en Barcelona una gran acogida. En su discurso de toma de posesión en el
Palacio de la Generalidad (25 de noviembre) explica su nombramiento como «un
gesto de cordialidad del Gobierno hacia Cataluña, que no ha visto en mí un
hombre de partido, y seré por ello bien acogido por la opinión catalanista».
«Mi mandato durará poco, pero aspiro a que al abandonarlo me suceda un Presidente
designado por elección». «Para salir de este régimen transitorio quisiera
hallar un área común en que, amparados por la ley, pudieran desarrollarse
vuestros derechos ciudadanos. Hace veinte años que conozco perfectamente las
aspiraciones de Cataluña y estoy enterado de la importancia y significación de
vuestro idioma. Lo contrario habría sido hacer traición a mi cultura y a toda
mi historia política. Procuraré la íntima colaboración de las culturas
castellana y catalana.»
El nuevo
Gobierno de la Generalidad queda constituido de este modo: Presidencia y
Justicia y Derecho, Villalonga; Cultura, Luis Durán y Ventosa; Obras Públicas,
Juan Valles y Pujáis; Hacienda, Félix Escalas; Agricultura y Economía, Alfredo
Sedó Peris Mencheta; Sanidad y Asistencia Social,
Ramón Barbat Miracle. La
preferencia con que distingue Villalonga a la Lliga disgusta e irrita a los
hombres de Acción Popular Catalana, que se niegan a participar en el Gobierno.
«Yo —dice el gobernador— no me considero mandatario de ningún partido.»
El órgano de
la Lliga «La Veu de Catalunya» (28 de noviembre)
escribe: «El señor Villalonga es en realidad un catalán más, buen conocedor de
los problemas y aspiraciones de Cataluña, que merece la confianza del Gobierno
y la nuestra y creemos que hará lo posible por justificarla.»
CAPÍTULO
70
LOS
PROYECTOS DE HACIENDA TROPIEZAN CON GRANDES DIFICULTADES
LOS
DIPUTADOS DE LOS GRUPOS QUE COMPONEN LA MAYORÍA DESERTAN DE LA CÁMARA. «HAY
PROYECTOS SIN LOS CUALES NO PUEDO CONTINUAR EN EL PODER», AFIRMA CHAPAPRIETA. —
DEBATE EN LAS CORTES SOBRE EL PROBLEMA MONETARIO. — «CALVO SOTELO —DICE CAMBÓ—
SERÁ UNO DE LOS HOMBRES MÁS ÚTILES PARA GOBERNAR A ESPAÑA». — ANTE EL TRIBUNAL
SUPREMO SE VE LA CAUSA CONTRA LARGO CABALLERO, COMO PRINCIPAL ORGANIZADOR DE LA
REVOLUCIÓN DE OCTUBRE. — LA PRUEBA DOCUMENTAL ES ABRUMADORA PARA EL PROCESADO.
— LOS TESTIGOS SE DESDICEN Y FINGEN IGNORARLO TODO. — EL TRIBUNAL DICTA
SENTENCIA ABSOLUTORIA FUNDÁNDOSE EN QUE LOS DELITOS FUERON COMETIDOS ANTES DE
LA LEY DE AMNISTÍA DE ABRIL DE 1934. — LOS FALLOS DE LOS TRIBUNALES MILITARES
SON ACOGIDOS SIN RESPETO, COMO RESOLUCIONES FORMULARIAS. — DEBATE EN LAS CORTES
SOBRE DEMASÍAS DE LOS SEPARATISTAS VASCOS EN UN MITIN CELEBRADO EN SAN
SEBASTIÁN. — «PROCLAMO LA NACIONALIDAD VASCA, EUZKADI, CON SOBERANÍA SOBRE SUS
PROPIOS DESTINOS» (AGUIRRE). — «SE ACERCAN MOMENTOS DIFÍCILES, QUIZÁS MÁS QUE
NUNCA LO FUERON», ANUNCIA «EL DEBATE». — LEDESMA RAMOS PUBLICA SU «DISCURSO A
LAS JUVENTUDES DE ESPAÑA».
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