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CAPÍTULO 65

CHAPAPRIETA SUSTITUYE A LERROUX EN LA JEFATURA DEL GOBIERNO

 

Al justificar ante las Cortes la prórroga de los estados de guerra, alarma y prevención, el ministro de la Gobernación, Portela, dice: (26 de julio): «Por cada mitin que celebran los partidos del Gobierno, éste permite diez, veinte, cuarenta o cincuenta de los partidos adversos. ¿Cómo se puede decir que solicita el Gobierno esta autorización para su provecho particular?» La campaña de agitación revolucionaria avanza, puños en alto y a los acordes de La Internacional y de himnos importados de la U. R. S. S. De nuevo Azaña aparece ante las muchedumbres. Esta vez la concentración (15 de julio) es en el estadio de Lasearre (Baracaldo) y el organizador Prieto, que desde París moviliza las masas de socialistas y comunistas vizcaínos. El aspecto del campo, con su bosque de banderas rojas, es imponente. La presencia del líder republicano levanta un huracán de aclamaciones. Continuamos —dice al comenzar— el movimiento demostrativo para enseñar al que no sabe, u obligarle a aprender al que no quiere saber cuál es el estado verdadero de la opinión pública en España, y para solicitar de los Poderes públicos que el pueblo español sea llamado a decir prontamente en las urnas sobre su inmediato destino. La iniciativa en la contienda política ha pasado ya a nuestras manos, condición indispensa­ble para vencer en cualquier lucha. Lo que nosotros proponemos es sensato y prudente: encauzar las masas encrespadas del pueblo por las vías del sufragio, último y más importante servicio que podemos prestar a la causa del orden dentro de la Constitución. Para esta ocasión hemos propuesto la única táctica posible: la coalición electoral, con un punto de coincidencia común, que es nuestra repulsa al proyecto de revisión constitucional. De estas propagandas ha de salir el plan político en bien de la República, que no es el fin de una evolución, sino el comienzo de otra.

Asistimos al espectáculo extraordinario de que parte de las fuerzas políticas que contribuyeron a dar al Gobierno provisional y a su obra un carácter moderado, transaccional, se entretienen en destruir lo que entonces realizamos, olvidándose de que nuestro Gobierno no presentó al Parlamento ni una sola ley de reforma social que no hubiere sido aprobada por el Gobierno provisional entero. La reforma agraria está siendo demolida en sus obras y en sus textos legales. El moderantismo del Gobierno se manifiesta en dos propósitos: uno el proyecto de reforma constitucional; otro el proyecto de reforma electoral. El primero se parece como una gota de agua a otra gota de agua al mensaje de la Corona que los Gobiernos monárquicos ponían en labios del Rey cuando se inauguraban las sesiones de Cortes. Hay en su contenido cosas graves. Se empieza por dar en el pie un hachazo al régimen de las autonomías. Se pretenden reformar los artículos relativos al régimen familiar y a las relaciones del Estado con la Iglesia. Se dice que hay que poner trabas a la frecuencia en la concesión de la amnistía. El texto de la Constitución fue transaccional, conseguido en buena parte y en ocasión memorable por mi propio y personal esfuerzo en contra de pasiones y corrientes políticas que no había manera de soldar sin gran quebranto para la República, y digo que si se empeñan ahora contra toda esta razón en llevar adelante el proyecto, nosotros no tendremos argumentos ni autoridad para volver a aconsejar moderación y prudencia. Si quieren jugar a ese juego, juguemos. Y si ellos ganan las elecciones, nos pondrán la argolla de una Constitución monárquica. Pero si nosotros ganamos, entonces nosotros reformaremos la Constitución, para hacer efectiva y permanente, tenaz e indestructible, la presencia de la voluntad de la democracia en el régimen.

Siendo grave el proyecto de reforma constitucional, lo es más por su urgencia el proyecto de reforma electoral. Nosotros hicimos una ley mayoritaria: otros podrán hacer una ley proporcionalista. Según las noticias publicadas, lo que se pretende es un monstruoso fraude urdido por viejos caciques, corrompiendo las fuentes mismas de la República en su origen y en su hecho electoral mediante la división de los ciudadanos en dos categorías: unos que tengan votos mayoritarios y otros, votos proporcionalistas, según las fuerzas que ellos calculan tener en unas comarcas u otras. Para esa engañifa con nosotros no hay que contar. Se pretende restaurar en sus formas más abyectas la política de componendas y de compadrazgos que costó la existencia a la Monarquía.

Contra todo eso no hay más que un procedimiento: la coalición electoral. Se nos dice: «Hacer la coalición para libertar a los presos.» Yo contesto «Eso no basta». Lo que hace falta es poner las cosas políticas en tal condición que la exasperación popular no vuelva a reproducirse, y que las masas españolas no se vean en el trance que se han visto durante el año 1934. Hay que centrar la República en la democracia. Si algunos de vosotros creéis que el exceso de persecuciones, el hambre, la miseria van a suscitar una protesta airada que un día va a dar el triunfo a un movimiento revolucionario, estáis equivocados. El exceso de males no engendra más que nuevos males. Cuando nosotros nos indisciplinamos y nos vamos cada uno por nuestro lado, quien gobierna es la C. E. D. A. El Estado no puede pensarse más que en función del Derecho. En la coalición electoral veo la única salida de la situación presente. Algunos pensarán: «Pero eso que usted propone es la restauración del bienio.» De ninguna manera. A mí también me va a llegar el turno de hablar del bienio, y las cosas que yo diré ese día puede que hagan hablar a las piedras. ¡Cuántos que se horrorizan del bienio lo van a echar de menos! De lo que hice y dirigí personalmente y aconsejé y realicé no rectifico ni una línea. Las circunstancias han cambiado. Cuando la democracia republicana lleve a las urnas su victoria, tendrá que crearse sus instrumentos propios de gobierno. Azaña termina su discurso enviándole un saludo al «compañero y republicano ausente» —se refiere a Indalecio Prieto— y espera que no tardando «esté con nosotros para rendirle el testimonio de nuestra amistad».

Para los periódicos de izquierda, el acto de Baracaldo es otra demostración contundente del avance de la marea revolucionaria. Destacan del discurso sus sombrías amenazas y sus anticipaciones para el día del triunfo. «La lucha vuelve más enconada que nunca —comenta el diario azañista Política—, pero nadie podrá decir que la cosa no está clara.» Anuncian que la próxima concentración se celebrará en Madrid y suponen que el Gobierno no podrá resistir tan recios embates. Unión, amnistía y un nuevo octubre se pide con gritos iracundos en un ambiente de guerra. La excitación es tan grande que en cualquier momento puede producirse el desbordamiento. «Desgraciadamente —declara el Gobierno en una nota (23 de julio) los promotores y cooperadores del movimiento revolucionario del 6 de octubre no ceden en su espíritu de rebeldía y cada día su actitud es más retadora y audaz, llegando ya a límites que ningún Gobierno que de verdad quiera serlo puede tolerar. Acompañan a esta actitud de las masas y organizaciones extremistas atentados criminales que aunque aparentemente aislados, no muy numerosos, no son sino una manifestación de aquel espíritu en el terreno de los hechos. Este ambiente se concreta cada día más en una titulada campaña pro amnistía, en la cual buscan amparo todas las aspiraciones y agitaciones revolucionarias. Ante estos hechos, el Gobierno se ve en la necesidad de declarar que no se puede consentir ni consentirá que se hable de amnistía ni que se organicen campañas en su favor, mientras quede un revolucionario de Octubre por juzgar. Este acuerdo se ha tomado por absoluta unanimidad.»

La advertencia no produce ningún efecto. La campaña de agitación prosigue. La oratoria de la mayoría de los oradores izquierdistas es truculenta y amenazadora. Martínez Barrio en Valencia (17 de septiembre) anuncia que pronto se hará público el manifiesto de las fuerzas coaligadas que devolverá a la opinión republicana entusiasmo y confianza. Casares Quiroga dice en Vigo: «Cuando vuelvan las izquierdas al poder no emplearán los procedimientos anteriores, pues sería idiota. Harán sentir a sus enemigos políticos el peso de los agravios y persecuciones.» La recomendación o consigna repetida en todos los discursos es la unión electoral de las izquierdas en un bloque irreductible.

Si el estado de guerra ha frenado en Barcelona los excesos criminales, en cambio en otras provincias siguen los atentados sociales. En Madrid son muertos a tiros los jefes de tranvías Felipe de Pablo y Carlos Gutiérrez. Los criminales son detenidos, juzgados y condenados a muerte e indultados.

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A los avisos altaneros de nuevas concentraciones revolucionarias responden las Juventudes de la C. E. D. A. con otros no menos bizarros. La J. A. P. prepara para finales de octubre una concentración en Madrid de «medio millón de hombres». «En la imposibilidad —se dice en una proclama (30 de julio) — de poder celebrar el acto en dos plazas de toros o estadios, se están estudiando grandes extensiones abiertas». «Antes de octubre agrega— se celebrarán en todos los pueblos concentraciones preparatorias, como la que tendrá lugar el 1.° de septiembre en la plaza del Obradoiro, frente a la catedral de Santiago.» Los lemas de todas las propagandas son: «¡Otra Constitución! ¡Todo el poder para el Jefe! Para conquistar este objetivo, la J. A. P. preconiza la obtención de una mayoría absoluta, que acate la disciplina del señor Gil Robles. Por eso ha lanzado rente a las próximas elecciones un grito, que dentro de la incorrección gramatical, revista un afán de proselitismo: ¡A por los trescientos!»

El 1.° de agosto, elegido por los comunistas como «día rojo» para u movilización con demostraciones terroríficas, transcurre sin graves incidentes. Hace calor y la actividad política se traslada a las regiones norteñas. En Santander, Vizcaya y Guipúzcoa los monárquicos celebran mítines, en los que participan Calvo Sotelo, Goicoechea, Sáinz Rodríguez, Comín, Pradera, Maeztu, Fuentes Pila, Valiente y Zamanillo. En la capital montañesa llenan tres salas de espectáculos. El tema principal de los discursos es la censura a la C. E. D. A. y a la debilidad del Gobierno frente a los desafíos de la revolución. Gil Robles llega a Santander (25 de agosto) y congrega a sus correligionarios en cinco salas para responder a sus impugnadores. «Aquí se me han hecho tales reproches —exclama—, que parece que el único enemigo de España soy yo. No quiero polemizar con los que me quieren llevar a latigazos a una unión de derechas. Existe el espíritu revolucionario; pero de ahí a que triunfe, hay mucha diferencia. Mientras estemos en el poder, y sospecho que es para largo plazo, no lo conseguirán.» Insiste, como ya lo dijo en Valencia, en que para triunfar le basta con las urnas electorales. Quienes afirman que «yo solicité la cartera de Guerra para dar un golpe de Estado, no me conocen.» La quería «para inculcar en el Ejercito un espíritu nacional, elevar su moral y hacerlo eficiente».

Los planes y ambiciones de la C. E. D. A. los expone el presidente de la J. A. P., José María Pérez Laborda, ante veinticinco mil correligionarios congregados en Santiago de Compostela bajo una lluvia torrencial (1° de septiembre).

Las juventudes gallegas de Acción Popular congregadas en el campo de Santa Isabel de Santiago de Compostela

«En las primeras elecciones —afirma— tendremos mayoría absoluta. Tenemos a España en pie de guerra. ¿Qué son los monárquicos sin nosotros? No somos parlamentarios, ni creemos en el sufragio universal. Las concentraciones culminarán en Madrid, donde vamos a reunir medio millón de personas. No hace falta más que el gesto y la decisión; que Gil Robles escoja el momento de decir: ¡Españoles, conmigo! El fascismo en España no tiene razón de ser. Primo de Rivera no es un jefe. ¿Dónde están las concentraciones fascistas? Las Cortes que revisen la Constitución no se detendrán en los cuarenta y un artículos señalados. Queremos otra Constitución. No somos monárquicos ni republicanos, sino imperialistas.» Gil Robles rubrica las manifestaciones del Presidente de la J. A. P. con otras afirmaciones no menos rotundas: «Yo ratifico ante España entera la petición de las Juventudes de Acción Popular, que desean una nueva Constitución. Una Constitución útil, no agresiva y sectaria como la actual, que desune a los españoles. Y si las Cortes actuales no quisieran ir a la revisión, nosotros haríamos imposible su vida, para que fuesen disueltas. Cortes que no pueden reformar la Constitución son Cortes muertas, que deben desaparecer. Y esto lo dice un partido que tiene el control del Parlamento y que está dispuesto a morir en su puesto.»

Homenaje a Lerroux. Le tributan los radicales cacereños en Baños de Montemayor (25 de agosto). El jefe les dice: «Deseo que el partido radical se organice, deje de ser lerrouxismo, y que a nuestra derecha se forme un partido conservador poderoso y a la izquierda otro en condiciones de gobernar.» Otro homenaje con aspectos grandiosos le rinde Barcelona. La jornada (8 de septiembre), abrumada de cortesías y enaltecimientos, se denomina «Día de Lerroux en Barcelona». Paseo en coche descubierto hasta la Generalidad, banquete de seis mil comensales en el pabellón de exposiciones de Montjuich, desfile de banderas republicanas, y por la noche comida en el Ayuntamiento. Dos ministros le acompañan: Rocha y Pórtela, y el exministro Marraco. Los restantes ministros se adhieren.

En el brindis del banquete popular, Lerroux saluda a los presos políticos por lo del 6 de octubre, evoca los lejanos días de lucha en la Barcelona de sus años de arrogancia y recapitula: «Hemos logrado incorporar a la República un partido al que he dado la participación en el Poder que le corresponde. El destino ha señalado al partido radical como fuerza centro.» La jornada termina con una fiesta en el Pueblo Español. El homenaje se prolonga al día siguiente con una recepción en la Generalidad. Para acompañar al jefe radical en sus horas felices llegan de Madrid los ministros cedistas Aizpún, Casanueva y el agrario Velayos. No falta la cordial adhesión de Gil Robles «a su persona y leal colaboración para la obra nacional». El telegrama del ministro de Comunicaciones es el más expresivo: «Saludos y abrazos en el día grande al que es modelo de corazones y patriotas. Barcelona no hace más que anticiparle la justicia que toda España le debe.»

Lerroux está a punto de desfallecer, abrumado por tanta efusión afectuosa, por tantas pleitesías y lisonjas. El homenaje de las entidades económicas en la Lonja del Mar congrega a seiscientos cincuenta comensales. El entusiasmo y la adhesión de gentes tan diversas han hecho revivir horas triunfales que Lerroux creía esfumadas para siempre.

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«España será —proclama Gil Robles en Valencia— lo que digan las papeletas electorales. ¿Y si vuelven a decir ferocidades y blasfemias, como tantas veces han dicho? ¿Y si vuelven a dar el triunfo a los que preconizan el suicidio de España? ¿Aceptará Gil Robles el triunfo como legítimo?» (4 de julio). La autoridad suspende de nuevo a Arriba y José Antonio traslada sus escritos a Haz. Con el título «Sentido heroico de la Milicia», escribe: «La milicia es una exigencia, una necesidad ineludible de los hombres y de los pueblos que quieren salvarse, un dictado irresistible para quienes sienten que su patria y la continuidad de su destino histórico piden en chorros desangrados de gritos, en oleadas de voces imperiales e imperiosas su encuadramiento en una fuerza jerárquica y disciplinaria bajo el mando de un jefe, con la obediencia a una doctrina, en la acción de una sola táctica generosa y heroica» (15 de julio). «Mientras España duerme la siesta...») son más necesarias que nunca «las consignas de nuestra fe». «Sea cada uno de vosotros un aguijón contra la somnolencia de los que os circundan. Esta común tarea de aguafiestas iluminados nos mantendrá unidos hasta que el otoño otra vez nos congregue junto a las hogueras conocidas. El otoño, que acaso traiga, entre sus dulzuras, la dulzura magnífica de combatir y morir por España» (19 de julio).

José Antonio preside un mitin, con escasa concurrencia, en el Teatro Cervantes de Málaga (21 de julio), y al día siguiente habla en la plaza de toros de Madridejos y en Puertollano. Si la propaganda decae, en contraste continúa viva la lucha en las calles. En colisiones con los marxistas de Alicante, tres falangistas resultan heridos. En Sevilla es asesinado el falangista Antonio Corpas, y, en represalia, son heridos, a la puerta del centro comunista, varios afiliados de éste. Pocos días después son gravísimamente heridos un falangista en Jerez de la Frontera y dos en Sevilla. El gobernador encarcela a veinte falangistas; entre ellos, al jefe provincial, Sancho Dávila; impone once multas de 5.000 pesetas, que no serán pagadas, y cierra todos los centros de Falange de la provincia.

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No hay día sin Consejo de guerra y sin descubrimiento de depósitos de armas. La causa por el asesinato del periodista Luis Sirval se celebra ante el Tribunal de Urgencia de Oviedo (6 de agosto), presidido por el teniente coronel Cayetano Álvarez Ossorio. Los tenientes de la Legión Dimitri Ivanof (búlgaro de nacimiento), Pando Caballero y Florit de Togores son acusados de haber dado muerte a Sirval en un patio del Gobierno Civil, en cuyo calabozo estaba encerrado, acusado de haber escrito varios reportajes en los que denunciaba excesos cometidos por las fuerzas de la Legión en Asturias. Los oficiales ordenaron al sargento encargado de la guardia de los presos que lo sacase, y una vez ante los legionarios, éstos le pidieron explicaciones. Alterados los ánimos, se entabló una discusión muy violenta, y como Sirval, según la declaración de los oficiales, tratase de huir, el teniente Ivanof le amenazó con la pistola, «escapándose la corredera del arma». Según la versión del acusador privado, Sirval fue obligado a ponerse de cara a la pared, y en esta situación Dimitri hizo seis disparos contra él. Dimitri Ivanof, que había intervenido en 255 hechos de armas, fue condenado por homicidio por imprudencia a seis meses y un día de reclusión y 15.000 pesetas de indemnización a la familia. Consejos de guerra: En Gijón el vicepresidente de la Diputación de Oviedo Valentín Álvarez, es condenado a ocho años de prisión, por su participación en los sucesos de octubre. En León, contra un jefe, un sargento, ocho cabos y ocho soldados, que servían en el aeródromo Virgen del Camino; el fiscal solicita seis penas de muerte y varias de reclusión perpetua. En Oviedo, contra veinticuatro procesados —de ellos, dos maestros nacionales—, por su intervención en los sucesos de Quirós. En Boñar (León), once penas de reclusión perpetua. En Avilés, contra los autores de los delitos cometidos durante la ocupación roja: ocho penas de reclusión perpetua; en León, contra los sediciosos de Cistierna y Fabero: seis penas de muerte. En Sevilla, el marxista Jerónimo Misa, es condenado a muerte por asesinato. En Oviedo (21 de septiembre), contra el director de Avance, Javier Bueno, al que el fiscal le hace responsable de la preparación de la insurrección minera. Es condenado a treinta años de reclusión y a una indemnización de setenta millones de pesetas por los daños causados por los revolucionarios en Asturias. Y más Consejos de guerra, innumerables, en Asturias, Vizcaya, Cataluña, Alicante y en otras provincias.

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Notas destacadas de estos meses de verano son el regreso del aviador santanderino Juan Antonio Pombo después de atravesar el Atlántico en avioneta; la designación de Rico Avello para regentar la Comisaría Superior de España en Marruecos, y del general Mola como Jefe de la Circunscripción Oriental de Marruecos; la muerte de la reina Astrid de Bélgica (29 de agosto) en un accidente de automóvil cerca de Lausanna; el vuelco del coche en el que viajaba el general Franco acompañado de su esposa, al pasar por Cabezuelas (Salamanca), después de atropellar a dos ciclistas, uno de los cuales resultó muerto. El general salió ileso, y su esposa, con heridas leves.

Juan Antonio Rombo aterriza en Barajas, después de cruzar el Atlántico en avioneta

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Indiferente a las tentaciones del reposo veraniego, Chapaprieta se aplica a ultimar sus planes de nivelación del presupuesto, meta anhelada de todo ministro de Hacienda. Las conversiones de la Deuda amortizable al 5 por 100, de 1900, en otra Deuda que rentaba sólo el 4, sin impuesto, han constituido un éxito, con ganancia apenas perceptible para el Erario. Los ministros aceptan los grandes proyectos, más resignados que convencidos de su bondad. No faltan los signos de desconfianza, el temor a que tantos y tan enrevesados planes no acaben en un embrollo sin salida; pero Chapaprieta, poseído de una fe ciega en el triunfo, sabe disipar dudas y al final ganarse la adhesión de sus compañeros de Consejo.

Una ponencia firmada por Lerroux, Gil Robles y Chapaprieta estudia la reorganización administrativa. El Gobierno está pendiente de la magna obra que va a transformar la vida económica de España, cuando, de pronto, surge lo inesperado. El ministro de Marina, a la salida de un Consejo de ministros (17 de septiembre), anuncia su disconformidad con el traspaso de los servicios de Obras Públicas a la Generalidad. «Soy consecuente y mantendré mi actitud. El traspaso es contrario a la ley del 2 de enero. No discuto cifras, sino principios. Estaré al lado del Gobierno; pero dejaré libre mi puesto.» Y al día siguiente, 18 de septiembre, la cuestión se plantea en términos categóricos. El ministro de Agricultura, Velayos, se solidariza con Royo Villanova. El Presidente de la República llama a todos a la reflexión e invoca la necesidad patriótica de sacrificarse. Apelaciones que no encuentran eco. Chapaprieta, impaciente por coronar su obra, adelanta que tiene preparados los presupuestos para 1936, con 400 millones de economía. Los ingresos se incrementan en igual cifra, con lo cual la mejora efectiva es de 800 millones. Ha redactado diecisiete decretos para aplicación de la ley de Restricciones, y están dispuestos para su publicación en la Gaceta otros más, en virtud de los cuales «los actuales Ministerios de Trabajo, Sanidad y Previsión y el de Justicia se refunden en uno sólo, que se denominará de Trabajo y Justicia». «Se refunden en un solo Departamento, que se denominará de Obras Públicas y Comunicaciones, los actuales de Obras Públicas y Comunicaciones.» «Los actuales Departamentos de Agricultura y de Industria y Comercio constituirán uno sólo, con la denominación de Ministerio de Agricultura y de Industria y Comercio.» Desaparecerán Subsecretarías, Direcciones Generales, y se hará un riguroso desmoche de Consejos y Comisiones. Todo queda supeditado a la crisis, que es ya insoslayable.

Ésta se produce el 20 de septiembre: Lerroux visita al Presidente de la República para informarle de la imposibilidad de avenencia entre los ministros discrepantes y, en su consecuencia, le presenta la dimisión del Gobierno. Lerroux considera que ha llegado la ocasión «de poner a prueba la confianza del Presidente», y en el trance de tener que ratificarme la confianza o declararse clara y abiertamente contra la mayoría ministerial, cada vez más compacta». Aceptada la dimisión, dos horas después comienzan las consultas. Alcalá Zamora llama a personajes situados a diestra y siniestra: Alba, Besteiro, Samper, Gil Robles, Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, Barcia, Jiménez de Asúa, Cirilo del Rio, Marraco, Calderón, Ortega y Gasset (J.), Marañón, Unamuno, Hurtado... Algunos de los llamados se hallan lejos de Madrid. A Ortega y Gasset no se le encuentra. En los dos primeros días son veintisiete los consultados. Alcalá Zamora, infatigable, continúa los llamamientos: Martínez Barrio, Cambó, Maura, Horn, Santaló, Chapaprieta, Sánchez Román, González Posada... Las consultas, en conjunto, levantan un guirigay desorientador. Unos piden la continuación del Bloque; otros, un cambio radical de política; éste, un Gobierno de izquierdas, y aquél, la disolución del Parlamento. «He aconsejado explica Cambó— que España no dé un espectáculo de discordias vivas e irreconciliables.» Los comentarios a la crisis acusan la asfixiante polvareda que ensucia la atmósfera política. «Crisis, ¿por qué? —pregunta El Debate— (20 de septiembre—, Pocas veces como ahora, en toda esta etapa, puede parecer más inoportuna y perniciosa una crisis ministerial.» Opina A B C (21 de septiembre) que no pudiéndose disolver las Cortes, por las contingencias a que expondría una lucha electoral, «es tiempo perdido el que tan desenfadadamente se emplea en esta maniobra». «Debe formarse —recomienda El Liberal (21 de septiembre) — un Gobierno de auténticos republicanos, en el que queden Portela y Chapaprieta. Y, desde luego, con decreto de disolución.» El agrario independiente Abilio Calderón comenta: «Del decreto del 8 del actual quedaron excluidos los puertos de Barcelona y Tarragona y no ha habido traspaso de Obras Públicas a la Generalidad. Por lo tanto, no hay razón para la crisis.» «Estamos en un manicomio», subraya el radical Guerra del Río. Cada día son en mayor número los que se preguntan la razón de la crisis, que ha sorprendido a todos menos al Presidente de la República, Que hace su juego con cartas marcadas, según se descubrirá. Al tercer día de consultas (23 de septiembre), Alba recibe el encargo de formar Gobierno. A la vez, Alcalá Zamora publica una de sus historiadas notas para guía y alivio del elegido y orientación de las gentes. «He creído —dice la nota— que debe intentarse con afán que se constituya un Gobierno de tregua limitada y concentración amplia, el cual siga la obra de reconstitución financiera y restablezca la convivencia social y en colaboración con las Cortes actuales, con apoyo y base de su mayoría extendida, recabe las más, mejores, distintas, competentes y preparadas colaboraciones.» Con rebuscadas frases y circunloquios, habla de las medidas de esta colaboración y en su amplitud máxima «se fija por el respeto y amparo al derecho de todos los españoles, sin distinción ni límite y por la consideración de que para cualquier empeño útil o momento crítico estén dentro del régimen, desde la minoría vasco-navarra y el señor Calderón, por un lado, a los socialistas, que sin renuncia a su ideario, hayan desenvuelto su actividad conforme a los métodos y cauce de la norma constitucional.»

Alba visita a los jefes del Bloque y a Maura, Martínez Barrio, Cambó, Barcia, del Río, Besteiro y otros. Los primeros mantienen su criterio de no participar en Gobierno que no presida alguno de los jefes coaligados o en el que intervengan personajes de los partidos comprometidos en la revolución de octubre. La colaboración que le ofrecen se reduce a figuras secundarias. Alba da por cancelada su misión y declina el encargo. «No he podido lograr el Gobierno republicano que me satisficiera, en correspondencia a la alta confianza en mí depositada.»

Esperan muchos que el encargo pase a Martínez de Velasco, Cambó o Melquíades Álvarez, y si fracasan éstos, le llegue el turno a Gil Robles. No sucede nada de esto. Alcalá Zamora sorprende con una salida inesperada. Confiere la misión al solitario Chapaprieta (24 de septiembre). Tampoco en esta ocasión falta la consabida nota presidencial, en la que dice «haberse enterado con dolor profundo de las causas y sus circunstancias, que han imposibilitado la formación de un Ministerio que respondiese a la que éstas aconsejaban y en rigor imponían». «En circunstancias tales, aparece como imposible obtener en las condiciones anheladas que cada momento presenta como más imperiosa, la solicitada y amplia colaboración de los grupos, y ha creído por ello el Presidente de la República que debe intentarse, no el encargo con igual fin y con la misma amplitud, a otra persona, porque no podría superar la autoridad y el celo que en la gestión puso el señor Alba, y aconseja, en cambio, la constitución de un Gobierno menos amplio, que desde su composición a su obra, y con el apoyo de las Cortes, ya que no mejore, de ningún modo agrave la infortunada tirantez de la vida española.»

Chapaprieta consigue la cooperación de los jefes del Bloque, que previamente renuncian a su compromiso de no apoyar a Gobiernos no presididos por alguno de ellos. Gil Robles logra la participación de Lerroux. Refiere éste: «A mí me esperaba otra sorpresa. Gil Robles fue a ofrecerme, en nombre del nuevo presidente, la cartera de Estado. Mis amigos invadieron en avalancha el despacho para pedirme y aconsejarme que no prestásemos nuestros votos a Chapaprieta, o, por lo menos, que yo no figurase en el Gabinete». Tres razones le impidieron complacerles: los ruegos de Gil Robles, el deseo de ofrecer un ejemplo de disciplina democrática y para que la gente no relacionase la crisis con el rumor muy propalado sobre una denuncia presentada al Presidente de la República por un extranjero, que afectaba a la honorabilidad de significados personajes del partido radical.

Además, consigue Chapaprieta la colaboración de la Lliga Catalana, y por la tarde (25 de septiembre) se presenta en el Palacio Nacional con la lista del nuevo Gobierno, que hace el número trece desde el advenimiento de la República. La fusión de Ministerios impone la disminución carteras: Presidencia y Hacienda, Chapaprieta; Estado, Lerroux; Gobernación, De Pablo Blanco; Guerra, Gil Robles; Marina, Pedro Rahola; Justicia y Trabajo, Salmón; Instrucción Pública, Rocha; Obras Públicas y Comunicaciones, Lucia; Agricultura, Industria y Comercio, Martínez de Velasco. Tres cedistas, un agrario, uno de la Lliga y tres radicales, aunque la verdadera filiación de De Pablo Blanco era la de amigo de Alcalá Zamora.

Bien ha demostrado el Presidente de la República su negativa a dar una solución parlamentaria a la crisis. El poder político ha salido de la esfera de los partidos gobernantes para desplazarse al círculo personal de Alcalá Zamora y de aquí por derivación o reflejo a Chapaprieta que con sus proyectos hacendísticos en vías de realización se ha convertido en hombre clave de la política. Todas las otras, que hasta entonces, fueron preocupaciones del Gobierno han sido abandonadas por inútiles. Cedistas, agrarios, radicales y regionalistas catalanes, en calidad de segundones, colaborarán para sacar adelante los complicados y discutidos planes financieros, único programa inmediato, urgente e imprescindible, razón de ser del Gobierno. «Mantenimiento firme e inquebrantable de la neutralidad y en etapa no muy lejana la reforma de la Constitución», comenta El Debate. A esto han quedado reducidas por el momento las aspiraciones de la C. E. D. A., convencida de que muy poco más puede esperar. Es creencia unánime que el desenlace se producirá tan pronto como se aprueben los presupuestos por cuanto que muy pocos a mejor, nadie cree en la efectividad de las leyes sobre restricciones. Los compañeros de gobierno de Chapaprieta, saben que el camino a realizar es muy corto y que a su final esperan el desánimo y la decepción.

 

CAPÍTULO 66

DIECISIETE DECRETOS DE HACIENDA SOBRE RESTRICCIÓN Y SERVICIOS DE LA ADMINISTRACIÓN

 

EN EL NUEVO MINISTERIO PARTICIPA LA LLIGA CATALANA. — SUPRESIÓN DE SUBSECRETARÍAS, DIRECCIONES GENERALES Y REDUCCIÓN DE UN DIEZ POR CIENTO EN LAS PLANTILLAS DE FUNCIONARIOS. — RESTRICCIÓN EN EL USO DE AUTOMÓVILES Y SUPRESIÓN DE TRESCIENTOS COCHES OFICIALES. — PLANTILLAS TIPO PARA TODOS LOS CUERPOS DE LA ADMINISTRACIÓN. — CLASIFICACIÓN Y REGLAS PARA EL FUNCIONAMIENTO DE CAJAS ESPECIALES. — EXTENSOS DEBATES EN LA CÁMARA SOBRE LA ÚLTIMA CRISIS Y SU EXTRAÑA SOLUCIÓN. — «LAS NOTAS PRESIDENCIALES ACUSAN LA EXISTENCIA DE UN PODER PRESIDENCIAL POR EL TÍTULO Y SU ORIGEN LEGAL, PERO QUE HA DEGENERADO EN PERSONAL» (CALVO SOTELO). — MARTÍNEZ BARRIO SE HACE ECO DE UN RUMOR MUY DIFUNDIDO DE UN PRÓXIMO GOLPE DE FUERZA. — «NOSOTROS NO NECESITAMOS DE GOLPES MILITARES», RESPONDE GIL ROBLES. — SALVADOR DE MADARIAGA DIRIGE LA POLÍTICA INTERNACIONAL DE ESPAÑA EN EL CONFLICTO ÍTALO-ETÍOPE.