cristoraul.org |
CAPÍTULO
65
CHAPAPRIETA
SUSTITUYE A LERROUX EN LA JEFATURA DEL GOBIERNO
Al
justificar ante las Cortes la prórroga de los estados de guerra, alarma y
prevención, el ministro de la Gobernación, Portela, dice: (26 de julio): «Por
cada mitin que celebran los partidos del Gobierno, éste permite diez, veinte,
cuarenta o cincuenta de los partidos adversos. ¿Cómo se puede decir que
solicita el Gobierno esta autorización para su provecho particular?» La campaña
de agitación revolucionaria avanza, puños en alto y a los acordes de La
Internacional y de himnos importados de la U. R. S. S. De nuevo Azaña aparece
ante las muchedumbres. Esta vez la concentración (15 de julio) es en el
estadio de Lasearre (Baracaldo) y el organizador
Prieto, que desde París moviliza las masas de socialistas y comunistas
vizcaínos. El aspecto del campo, con su bosque de banderas rojas, es
imponente. La presencia del líder republicano levanta un huracán de
aclamaciones. Continuamos —dice al comenzar— el movimiento demostrativo para
enseñar al que no sabe, u obligarle a aprender al que no quiere saber cuál es
el estado verdadero de la opinión pública en España, y para solicitar de los
Poderes públicos que el pueblo español sea llamado a decir prontamente en las
urnas sobre su inmediato destino. La iniciativa en la contienda política ha
pasado ya a nuestras manos, condición indispensable para vencer en cualquier
lucha. Lo que nosotros proponemos es sensato y prudente: encauzar las masas
encrespadas del pueblo por las vías del sufragio,
último y más importante servicio que podemos prestar a la causa del orden
dentro de la Constitución. Para esta ocasión hemos propuesto la única táctica
posible: la coalición electoral, con un punto de coincidencia común, que es
nuestra repulsa al proyecto de revisión constitucional. De estas propagandas ha
de salir el plan político en bien de la República, que no es el fin de una
evolución, sino el comienzo de otra.
Asistimos al
espectáculo extraordinario de que parte de las fuerzas políticas que
contribuyeron a dar al Gobierno provisional y a su obra un carácter moderado,
transaccional, se entretienen en destruir lo que entonces realizamos,
olvidándose de que nuestro Gobierno no presentó al Parlamento ni una sola ley
de reforma social que no hubiere sido aprobada por el Gobierno provisional
entero. La reforma agraria está siendo demolida en sus obras y en sus textos
legales. El moderantismo del Gobierno se manifiesta en dos propósitos: uno el
proyecto de reforma constitucional; otro el proyecto de reforma electoral. El
primero se parece como una gota de agua a otra gota de agua al mensaje de la
Corona que los Gobiernos monárquicos ponían en labios del Rey cuando se inauguraban
las sesiones de Cortes. Hay en su contenido cosas graves. Se empieza por dar en
el pie un hachazo al régimen de las autonomías. Se pretenden reformar los
artículos relativos al régimen familiar y a las relaciones del Estado con la
Iglesia. Se dice que hay que poner trabas a la frecuencia en la concesión de la
amnistía. El texto de la Constitución fue transaccional, conseguido en buena
parte y en ocasión memorable por mi propio y personal esfuerzo en
Siendo grave
el proyecto de reforma constitucional, lo es más por su urgencia el proyecto de
reforma electoral. Nosotros hicimos una ley mayoritaria: otros podrán hacer una
ley proporcionalista. Según las noticias publicadas,
lo que se pretende es un monstruoso fraude urdido por viejos caciques,
corrompiendo las fuentes mismas de la República en su origen y en su hecho
electoral mediante la división de los ciudadanos en dos categorías: unos que
tengan votos mayoritarios y otros, votos proporcionalistas,
según las fuerzas que ellos calculan tener en unas comarcas u otras. Para esa
engañifa con nosotros no hay que contar. Se pretende restaurar en sus formas
más abyectas la política de componendas y de compadrazgos que costó la
existencia a la Monarquía.
Contra todo
eso no hay más que un procedimiento: la coalición electoral. Se nos dice:
«Hacer la coalición para libertar a los presos.» Yo contesto «Eso no basta». Lo
que hace falta es poner las cosas políticas en tal condición que la
exasperación popular no vuelva a reproducirse, y que las masas españolas no se
vean en el trance que se han visto durante el año 1934. Hay que centrar la
República en la democracia. Si algunos de vosotros creéis que el exceso de
persecuciones, el hambre, la miseria van a suscitar una protesta airada que un
día va a dar el triunfo a un movimiento revolucionario, estáis equivocados. El
exceso de males no engendra más que nuevos males. Cuando nosotros nos
indisciplinamos y nos vamos cada uno por nuestro lado, quien gobierna es la C.
E. D. A. El Estado no puede pensarse más que en función del Derecho. En la
coalición electoral veo la única salida de la situación presente. Algunos
pensarán: «Pero eso que usted propone es la restauración del bienio.» De
ninguna manera. A mí también me va a llegar el turno de hablar del bienio, y
las cosas que yo diré ese día puede que hagan hablar a las piedras. ¡Cuántos
que se horrorizan del bienio lo van a echar de menos! De lo que hice y dirigí
personalmente y aconsejé y realicé no rectifico ni una línea. Las
circunstancias han cambiado. Cuando la democracia republicana lleve a las urnas
su victoria, tendrá que crearse sus
instrumentos propios de gobierno. Azaña termina su discurso enviándole un
saludo al «compañero y republicano ausente» —se refiere a Indalecio Prieto— y
espera que no tardando «esté con nosotros para rendirle el testimonio de nuestra
amistad».
Para los
periódicos de izquierda, el acto de Baracaldo es otra demostración contundente
del avance de la marea revolucionaria. Destacan del discurso sus sombrías
amenazas y sus anticipaciones para el día del triunfo. «La lucha vuelve más
enconada que nunca —comenta el diario azañista Política—, pero nadie podrá decir que la cosa no está clara.» Anuncian que la
próxima concentración se celebrará en Madrid y suponen que el Gobierno no podrá
resistir tan recios embates. Unión, amnistía y un nuevo octubre se pide con
gritos iracundos en un ambiente de guerra. La excitación es tan grande que en
cualquier momento puede producirse el desbordamiento. «Desgraciadamente
—declara el Gobierno en una nota (23 de julio) los promotores y cooperadores
del movimiento revolucionario del 6 de octubre no ceden en su espíritu de
rebeldía y cada día su actitud es más retadora y audaz, llegando ya a límites
que ningún Gobierno que de verdad quiera serlo puede tolerar. Acompañan a esta
actitud de las masas y organizaciones extremistas atentados criminales que
aunque aparentemente aislados, no muy numerosos, no son sino una manifestación
de aquel espíritu en el terreno de los hechos. Este ambiente se concreta cada
día más en una titulada campaña pro amnistía, en la cual buscan amparo todas
las aspiraciones y agitaciones revolucionarias. Ante estos hechos, el Gobierno
se ve en la necesidad de declarar que no se puede consentir ni consentirá que
se hable de amnistía ni que se organicen campañas en su favor, mientras quede
un revolucionario de Octubre por juzgar. Este acuerdo se ha tomado por
absoluta unanimidad.»
La
advertencia no produce ningún efecto. La campaña de agitación prosigue. La
oratoria de la mayoría de los oradores izquierdistas es truculenta y
amenazadora. Martínez Barrio en Valencia (17 de septiembre) anuncia que pronto
se hará público el manifiesto de las fuerzas coaligadas que devolverá a la
opinión republicana entusiasmo y confianza. Casares Quiroga dice en Vigo:
«Cuando vuelvan las izquierdas al poder no emplearán los procedimientos
anteriores, pues sería idiota. Harán sentir a sus enemigos políticos el peso de
los agravios y persecuciones.» La recomendación o consigna repetida en todos
los discursos es la unión electoral de las izquierdas en un bloque
irreductible.
Si el estado
de guerra ha frenado en Barcelona los excesos criminales, en cambio en otras
provincias siguen los atentados sociales. En Madrid son
muertos a tiros los jefes de tranvías Felipe de Pablo y Carlos Gutiérrez. Los
criminales son detenidos, juzgados y condenados a muerte e indultados.
* * *
A los avisos
altaneros de nuevas concentraciones revolucionarias responden las Juventudes
de la C. E. D. A. con otros no menos bizarros. La J. A. P. prepara para finales
de octubre una concentración en Madrid de «medio millón de hombres». «En la
imposibilidad —se dice en una proclama (30 de julio) — de poder celebrar el
acto en dos plazas de toros o estadios, se están estudiando grandes extensiones
abiertas». «Antes de octubre agrega— se celebrarán en todos los pueblos
concentraciones preparatorias, como la que tendrá lugar el 1.° de septiembre en
la plaza del Obradoiro, frente a la catedral de Santiago.» Los lemas de todas
las propagandas son: «¡Otra Constitución! ¡Todo el poder para el Jefe! Para
conquistar este objetivo, la J. A. P. preconiza la obtención de una mayoría
absoluta, que acate la disciplina del señor Gil Robles. Por eso ha lanzado
rente a las próximas elecciones un grito, que dentro de la incorrección
gramatical, revista un afán de proselitismo: ¡A por los trescientos!»
El 1.° de
agosto, elegido por los comunistas como «día rojo» para u movilización con
demostraciones terroríficas, transcurre sin graves incidentes. Hace calor y la
actividad política se traslada a las regiones norteñas. En Santander, Vizcaya y
Guipúzcoa los monárquicos celebran mítines, en los que participan Calvo Sotelo,
Goicoechea, Sáinz Rodríguez, Comín, Pradera, Maeztu, Fuentes Pila, Valiente y
Zamanillo. En la capital montañesa llenan tres salas de espectáculos. El tema
principal de los discursos es la censura a la C. E. D. A. y a la debilidad del
Gobierno frente a los desafíos de la revolución. Gil Robles llega a Santander
(25 de agosto) y congrega a sus correligionarios en cinco salas para responder
a sus impugnadores. «Aquí se me han hecho tales reproches —exclama—, que parece
que el único enemigo de España soy yo. No quiero polemizar con los que me
quieren llevar a latigazos a una unión de derechas. Existe el espíritu
revolucionario; pero de ahí a que triunfe, hay mucha diferencia. Mientras
estemos en el poder, y sospecho que es para largo plazo, no lo conseguirán.»
Insiste, como ya lo dijo en Valencia, en que para triunfar le basta con las
urnas electorales. Quienes afirman que «yo solicité la cartera de Guerra para
dar un golpe de Estado, no me conocen.» La quería «para
Los planes y
ambiciones de la C. E. D. A. los expone el presidente de la J. A. P., José
María Pérez Laborda, ante veinticinco mil correligionarios congregados en
Santiago de Compostela bajo una lluvia torrencial (1° de septiembre).
Las
juventudes gallegas de Acción Popular congregadas en el campo de Santa Isabel
de Santiago de Compostela
«En las
primeras elecciones —afirma— tendremos mayoría absoluta. Tenemos a España en
pie de guerra. ¿Qué son los monárquicos sin nosotros? No somos parlamentarios,
ni creemos en el sufragio universal. Las concentraciones culminarán en Madrid,
donde vamos a reunir medio millón de personas. No hace falta más que el gesto y
la decisión; que Gil Robles escoja el momento de decir: ¡Españoles, conmigo! El
fascismo en España no tiene razón de ser. Primo de Rivera no es un jefe. ¿Dónde
están las concentraciones fascistas? Las Cortes que revisen la Constitución no
se detendrán en los cuarenta y un artículos señalados. Queremos otra
Constitución. No somos monárquicos ni republicanos, sino imperialistas.» Gil
Robles rubrica las manifestaciones del Presidente de la J. A. P. con otras
afirmaciones no menos rotundas: «Yo ratifico ante España entera la petición de
las Juventudes de Acción Popular, que desean una nueva Constitución. Una
Constitución útil, no agresiva y sectaria como la actual, que desune a los
españoles. Y si las Cortes actuales no quisieran ir a la revisión, nosotros
haríamos imposible su vida, para que fuesen disueltas. Cortes que no pueden
reformar la Constitución son Cortes muertas, que
Homenaje a
Lerroux. Le tributan los radicales cacereños en Baños de Montemayor (25 de
agosto). El jefe les dice: «Deseo que el partido radical se organice, deje de
ser lerrouxismo, y que a nuestra derecha se forme un
partido conservador poderoso y a la izquierda otro en condiciones de gobernar.»
Otro homenaje con aspectos grandiosos le rinde Barcelona. La jornada (8 de
septiembre), abrumada de cortesías y enaltecimientos, se denomina «Día de
Lerroux en Barcelona». Paseo en coche descubierto
En el
brindis del banquete popular, Lerroux saluda a los presos políticos por lo del
6 de octubre, evoca los lejanos días de lucha en la Barcelona de sus años de
arrogancia y recapitula: «Hemos logrado incorporar a la República un partido
al que he dado la participación en el Poder que le corresponde. El destino ha
señalado al partido radical como fuerza centro.» La jornada termina con una
fiesta en el Pueblo Español. El homenaje se prolonga al día siguiente con una
recepción en la Generalidad. Para acompañar al jefe radical en sus horas
felices llegan de Madrid los ministros cedistas Aizpún, Casanueva y el agrario Velayos.
No falta la cordial adhesión de Gil Robles «a su persona y leal colaboración
para la obra nacional». El telegrama del ministro de Comunicaciones es el más
expresivo: «Saludos y abrazos en el día grande al que es modelo de
Lerroux está
a punto de desfallecer, abrumado por tanta efusión afectuosa, por tantas
pleitesías y lisonjas. El homenaje de las entidades económicas en la Lonja del
Mar congrega a seiscientos cincuenta comensales. El entusiasmo y la adhesión de
gentes tan diversas han hecho revivir horas triunfales que Lerroux creía
esfumadas para siempre.
* * *
José Antonio
preside un mitin, con escasa concurrencia, en el Teatro Cervantes de Málaga (21
de julio), y al día siguiente habla en la plaza de toros de Madridejos y en
Puertollano. Si la propaganda decae, en contraste continúa viva la lucha en las
calles. En colisiones con los marxistas de Alicante, tres falangistas resultan
heridos. En Sevilla es asesinado el falangista Antonio Corpas, y, en
represalia, son heridos, a la puerta del centro comunista, varios afiliados de
éste. Pocos días después son gravísimamente heridos un falangista en Jerez de
la Frontera y dos en Sevilla. El gobernador encarcela a veinte falangistas;
entre ellos, al jefe provincial, Sancho Dávila; impone once multas de 5.000
pesetas, que no serán pagadas, y cierra todos los centros de Falange de la
provincia.
* * *
No hay día
sin Consejo de guerra y sin descubrimiento de depósitos de armas. La causa por
el asesinato del periodista Luis Sirval se celebra ante el Tribunal de Urgencia
de Oviedo (6 de agosto), presidido por el teniente coronel Cayetano Álvarez
Ossorio. Los tenientes de la Legión Dimitri Ivanof (búlgaro de nacimiento), Pando Caballero y Florit de
Togores son acusados de haber dado muerte a Sirval en un patio del Gobierno
Civil, en cuyo calabozo estaba encerrado, acusado de haber escrito varios
reportajes en los que denunciaba excesos cometidos por las fuerzas de la Legión
en Asturias. Los oficiales ordenaron al sargento encargado de la guardia de los
presos que lo sacase, y una vez ante los legionarios, éstos le pidieron
explicaciones. Alterados los ánimos, se entabló una discusión muy violenta, y
como Sirval, según la declaración de los oficiales, tratase de huir, el
teniente Ivanof le amenazó con la pistola,
«escapándose la corredera del arma». Según la versión del acusador privado,
Sirval fue obligado a ponerse de cara a la pared, y en esta situación Dimitri
hizo seis disparos contra él. Dimitri Ivanof, que
había intervenido en 255 hechos de
* * *
Notas
destacadas de estos meses de verano son el regreso del aviador santanderino
Juan Antonio Pombo después de atravesar el Atlántico en avioneta; la
designación de Rico Avello para regentar la Comisaría Superior de España en
Marruecos, y del general Mola como Jefe de la Circunscripción Oriental de
Marruecos; la muerte de la reina Astrid de Bélgica (29 de agosto) en un
accidente de automóvil cerca de Lausanna; el vuelco
del coche en el que viajaba el general Franco acompañado de su esposa, al pasar
por Cabezuelas (Salamanca), después de atropellar a dos ciclistas, uno de los
cuales resultó muerto. El general salió ileso, y su esposa, con heridas leves.
Juan Antonio
Rombo aterriza en Barajas, después de cruzar el Atlántico en avioneta
Indiferente
a las tentaciones del reposo veraniego, Chapaprieta se aplica a ultimar sus planes de nivelación del presupuesto, meta anhelada de
todo ministro de Hacienda. Las conversiones de la Deuda amortizable al 5 por
100, de 1900, en otra Deuda que rentaba sólo el 4, sin impuesto, han
constituido un éxito, con ganancia apenas perceptible para el Erario. Los
ministros aceptan los grandes proyectos, más resignados que convencidos de su
bondad. No faltan los signos de desconfianza, el temor a que tantos y tan
enrevesados planes no acaben en un embrollo sin salida; pero Chapaprieta, poseído de una fe ciega en el triunfo, sabe
disipar dudas y al final ganarse la adhesión de sus compañeros de Consejo.
Una ponencia
firmada por Lerroux, Gil Robles y Chapaprieta estudia
la reorganización administrativa. El Gobierno está pendiente de la magna obra
que va a transformar la vida económica de España, cuando, de pronto, surge lo
inesperado. El ministro de Marina, a la salida de un Consejo de ministros (17
de septiembre), anuncia su disconformidad con el traspaso de los servicios de
Obras Públicas a la Generalidad. «Soy consecuente y mantendré mi actitud. El
traspaso es contrario a la ley del 2 de enero. No discuto cifras, sino
principios. Estaré al lado del Gobierno; pero dejaré libre mi puesto.» Y al día
siguiente, 18 de septiembre, la cuestión se plantea en
términos categóricos. El ministro de Agricultura, Velayos,
se solidariza con Royo Villanova. El Presidente de la República llama a todos a
la reflexión e invoca la necesidad patriótica de sacrificarse. Apelaciones que
no encuentran eco. Chapaprieta, impaciente por
coronar su obra, adelanta que tiene preparados los presupuestos para 1936, con
400 millones de economía. Los ingresos se incrementan en igual cifra, con lo
cual la mejora efectiva es de 800 millones. Ha redactado diecisiete decretos
para aplicación de la ley de Restricciones, y están dispuestos para su
publicación en la Gaceta otros más, en virtud de los cuales «los actuales
Ministerios de Trabajo, Sanidad y Previsión y el de Justicia se refunden en uno
sólo, que se denominará de Trabajo y Justicia». «Se refunden en un solo
Departamento, que se denominará de Obras Públicas y Comunicaciones, los
actuales de Obras Públicas y Comunicaciones.» «Los actuales Departamentos de
Agricultura y de Industria y Comercio constituirán uno sólo, con la denominación
de Ministerio de Agricultura y de Industria y Comercio.» Desaparecerán
Subsecretarías, Direcciones Generales, y se hará un riguroso desmoche de
Consejos y Comisiones. Todo queda supeditado a la crisis, que es ya
insoslayable.
Ésta se
produce el 20 de septiembre: Lerroux visita al Presidente de la República para
informarle de la imposibilidad de avenencia entre los ministros discrepantes y,
en su consecuencia, le presenta la dimisión del Gobierno. Lerroux considera que
ha llegado la ocasión «de poner a prueba la confianza del Presidente», y en el
trance de tener que ratificarme la confianza o declararse clara y abiertamente
contra la mayoría ministerial, cada vez más compacta». Aceptada la
dimisión, dos horas después comienzan las consultas. Alcalá Zamora llama a
personajes situados a diestra y siniestra: Alba, Besteiro, Samper, Gil Robles,
Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, Barcia, Jiménez de Asúa, Cirilo del
Rio, Marraco, Calderón, Ortega y Gasset (J.),
Marañón, Unamuno, Hurtado... Algunos de los llamados se hallan lejos de Madrid.
A Ortega y Gasset no se le encuentra. En los dos primeros días son veintisiete
los consultados. Alcalá Zamora, infatigable, continúa los llamamientos:
Martínez Barrio, Cambó, Maura, Horn, Santaló, Chapaprieta, Sánchez
Román, González Posada... Las consultas, en conjunto, levantan un guirigay
desorientador. Unos piden la continuación del Bloque; otros, un cambio radical
de política; éste, un Gobierno de izquierdas, y aquél, la disolución del
Parlamento. «He aconsejado explica Cambó— que España no dé un espectáculo de
discordias vivas e irreconciliables.» Los comentarios a la
Alba visita
a los jefes del Bloque y a Maura, Martínez Barrio, Cambó, Barcia, del Río,
Besteiro y otros. Los primeros mantienen su criterio de no participar en
Gobierno que no presida alguno de los jefes coaligados o en el que intervengan
personajes de los partidos comprometidos en la revolución de octubre. La
colaboración que le ofrecen se reduce a figuras secundarias. Alba da por
cancelada su misión y declina el encargo. «No he podido lograr el Gobierno
republicano que me satisficiera, en correspondencia a la alta confianza en mí
depositada.»
Esperan
muchos que el encargo pase a Martínez de Velasco, Cambó o Melquíades Álvarez, y
si fracasan éstos, le llegue el turno a Gil Robles. No sucede nada de esto.
Alcalá Zamora sorprende con una salida inesperada. Confiere la misión al
solitario Chapaprieta (24 de septiembre). Tampoco en
esta ocasión falta la consabida nota presidencial, en la que dice «haberse
enterado con dolor profundo de las causas y sus circunstancias, que han
imposibilitado la formación de un Ministerio que respondiese a la que éstas
aconsejaban y en rigor imponían». «En circunstancias tales, aparece como
imposible obtener en las condiciones anheladas que cada momento presenta como
más imperiosa, la solicitada y amplia colaboración de los grupos, y ha creído
por ello el Presidente de la República que debe intentarse, no el encargo con
igual fin y con la misma amplitud, a otra persona, porque no podría superar la
autoridad y el celo que en la gestión puso el señor Alba, y aconseja, en
cambio, la constitución de un Gobierno menos amplio, que desde su composición a
su obra, y con el apoyo de las Cortes, ya que no mejore, de ningún modo agrave
la infortunada tirantez de la vida española.»
Chapaprieta consigue la cooperación
de los jefes del Bloque, que previamente renuncian a su compromiso de no apoyar
a Gobiernos no presididos por alguno de ellos. Gil Robles logra la
participación de Lerroux. Refiere éste: «A mí me esperaba otra sorpresa. Gil
Robles fue a ofrecerme, en nombre del nuevo presidente, la cartera de Estado.
Mis amigos invadieron en avalancha el despacho para pedirme y aconsejarme que
no prestásemos nuestros votos a Chapaprieta, o, por
lo menos, que yo no figurase en el
Gabinete». Tres razones le impidieron complacerles: los ruegos de Gil
Robles, el deseo de ofrecer un ejemplo de disciplina democrática y para que la
gente no relacionase la crisis con el rumor muy propalado sobre una denuncia
presentada al Presidente de la República por un extranjero, que afectaba a la
honorabilidad de significados personajes del partido radical.
Además,
consigue Chapaprieta la colaboración de la Lliga Catalana, y por la tarde (25 de septiembre) se
presenta en el Palacio Nacional con la lista del nuevo Gobierno, que hace el
número trece desde el advenimiento de la República. La fusión de Ministerios
impone la disminución carteras: Presidencia y Hacienda, Chapaprieta;
Estado, Lerroux; Gobernación, De Pablo Blanco; Guerra, Gil Robles; Marina,
Pedro Rahola; Justicia y Trabajo, Salmón; Instrucción Pública, Rocha; Obras
Públicas y Comunicaciones, Lucia; Agricultura, Industria y Comercio, Martínez
de Velasco. Tres cedistas, un agrario, uno de la Lliga y tres radicales, aunque la verdadera filiación de De Pablo Blanco era la de amigo de Alcalá Zamora.
Bien ha
demostrado el Presidente de la República su negativa a dar una solución
parlamentaria a la crisis. El poder político ha salido de la esfera de los
partidos gobernantes para desplazarse al círculo personal de Alcalá Zamora y de
aquí por derivación o reflejo a Chapaprieta que con
sus proyectos hacendísticos en vías de realización se ha convertido en hombre
clave de la política. Todas las otras, que hasta entonces, fueron
preocupaciones del Gobierno han sido abandonadas por inútiles. Cedistas, agrarios, radicales y regionalistas catalanes, en
calidad de segundones, colaborarán para sacar adelante los complicados y
discutidos planes financieros, único programa inmediato, urgente e
imprescindible, razón de ser del Gobierno. «Mantenimiento firme e inquebrantable
de la neutralidad y en etapa no muy lejana la reforma de la Constitución»,
comenta El Debate. A esto han quedado reducidas por el momento las aspiraciones
de la C. E. D. A., convencida de que muy poco más puede esperar. Es creencia
unánime que el desenlace se producirá tan pronto como se aprueben los
presupuestos por cuanto que muy pocos a mejor, nadie cree en la efectividad de
las leyes sobre restricciones. Los compañeros de gobierno de Chapaprieta, saben que el camino a realizar es muy corto y
que a su final esperan el desánimo y la decepción.
CAPÍTULO 66DIECISIETE
DECRETOS DE HACIENDA SOBRE RESTRICCIÓN Y SERVICIOS DE LA ADMINISTRACIÓN
|