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CAPÍTULO
56.
SE
CONSTITUYE EL BLOQUE NACIONAL BAJO LA JEFATURA DE CALVO SOTELO
Cuanto más
se unen cedistas y radicales, más pugnan los
monárquicos por romper todo compromiso con los grupos derechistas integrados en
la República y recabar plena libertad de acción. La idea de coaligar las
fuerzas monárquicas con cuantos no aceptan la Constitución vigente en un Bloque
llamado Nacional fue del catedrático y diputado Sáinz Rodríguez, el cual creía
que de ese modo ganarían los monárquicos autoridad y eficacia en el Parlamento
y fuera de él. Por otra parte, Calvo Sotelo, hasta entonces simple diputado de
minoría, podría ostentar la jefatura de una considerable conjunción de
elementos. Calvo Sotelo patrocina el proyecto y se aplica a desarrollarlo. «El
Bloque —declara al A B C (14 de junio de 1934), cuando el proyecto está todavía
en embrión— fijará los objetivos inmediatos susceptibles de prestar eficiencia
próxima a grandes núcleos de opinión cuyo monarquismo, mal interpretado o mal
dirigido, implica, a juicio de muchos, perenne esterilidad. La República no
está consolidada todavía. ¿Es admisible que a una Monarquía desordenada por
unos monárquicos imprudentes suceda una República consolidada por unos
monárquicos impacientes? La Monarquía no es cuestión previa o actual, pero
tampoco es nimia o accidental. El Bloque Hispano Nacional tendría como misión
primordial sembrar la mística de la reforma estatal totalitaria.»
La gestión
para incorporar al Bloque personas significadas y grupos políticos neutros o
ajenos a la República, tiene éxito. Se negocia también la adhesión de Falange,
esta vez sin resultado. Primo de Rivera hace constar (A B C, 28 de noviembre)
«sin mengua de todas las consideraciones afectivas que le unen al señor Calvo
Sotelo, como eminente colaborador que fue de su padre, que la Falange Española
de las J. O. N. S. no piensa fundirse con ningún otro partido de los existentes
ni de los que se preparan, por entender que la tarea de infundir el sentido
nacional en las masas más numerosas y enérgicas del país exige precisamente el
desembarazo, el ritmo y el estilo de la Falange Española de las J. O. N. S.».
Esta se felicita «de que los grupos conservadores tiendan a nutrir sus
programas de contenido nacional, en lugar de caracterizarse, como era frecuente
hasta ahora, por el propósito de defender intereses de clase».
El
manifiesto del Bloque Nacional (8 de diciembre), con más de un centenar de
firmas, no puede hacerse público por prohibirlo la censura.
El documento
se debe a la pluma de Sáinz Rodríguez, y en él se recogen ideas expuestas por
Calvo Sotelo sobre el Estado nuevo, fundado en los principios de unidad,
continuidad, jerarquía, corporación y espiritualidad.
* * *
El
manifiesto-programa del Bloque Nacional dice lo siguiente:
«La
revolución de octubre ha sacudido nuestras fibras más sensibles con el ramalazo
de la barbarie. No debemos resignamos a considerarla como episodio fugaz, ya
cancelado, ni a encuadrar su origen en responsabilidades solidarias. No. La
revolución no está vencida todavía, porque ha sido el fruto natural de causas
políticas que persisten y cuya extirpación necesaria es empeño inaccesible a
los actuales gobernantes.
Nos
encontramos, por tanto, ante una doble crisis: la crisis de un Estado decrépito
apenas nacido, y la crisis moral de una sociedad que ha contemplado con
impasibilidad suicida la organización metódica de su propio aniquilamiento y el
ataque traidor contra nuestra gran unidad histórica. Hay, pues, que reformar el
Estado y la sociedad. Porque sin la infusión previa de un espíritu nacional,
reformas, instituciones, normas atrevidas de un Estado futuro, pueden
convertirse en retórica a la moda.
Pero la
experiencia nos enseña que ese espíritu no florece en igual medida en toda
clase de instituciones políticas, pues las hay que con su sola presencia
corrompen y dilapidan en discordia y confusión las virtudes sustantivas de un
pueblo, y otras, en cambio, que elevan a grado heroico las energías colectivas
necesarias para el cumplimiento de una misión histórica.
El Gobierno
actual ha desaprovechado ya su hora: una hora de magnífico resurgimiento, una
hora histórica y acaso decisiva en la lucha contra la revolución violenta. Ha
fallado el Gobierno, y con él los partidos republicanos, veteranos y bisoños,
reos por igual de miopía e indecisión. Puesto que el clamor popular exige, y no
consigue, justicia, que no es crueldad, pero tampoco impunismo;
puesto que la paz aparece lejana por la rebeldía embravecida de muchos
espíritus; puesto que las esencias sagradas de Unidad y Autoridad sufren
todavía apretado cerco; puesto que en el Estado nacido en 1931 no quedan ya ni
partidos que no estén fracasados, ni reservas que utilizar, ni fórmulas
eficaces que ofrecer, ni resquicio para la esperanza, nos adelantamos ante el
país, libres de responsabilidad en su trágica situación, con probado desinterés
y firme voluntad, para hablarle netamente en lenguaje decidido, cordial y
patriótico.
Persuadidos
de la trascendencia histórica de la revolución del 6 de octubre,
momentáneamente frustrada, los firmantes de este escrito, sin abandonar la
disciplina política de las organizaciones a que en su mayoría pertenecen, han
acordado coincidir en una actuación política delimitada por estos dos
principios: la afirmación de España unida y en orden, según frase inmoral de
don Femando el Católico, y la negación del existente Estado constitucional.
España, pues, ante todo y sobre todo. Una España auténtica, fiel a su Historia
y a su propia imagen: una e indivisible. De aquí la primera línea de nuestro
programa de acción: defensa a vida o muerte y exaltación frenética de la unidad
española, que la Monarquía y el pueblo labraron juntos a lo largo de quince siglos.
Y con ella, la soberanía política única del Estado, que las especialidades
forales tradicionales han de vigorizar y fortalecer, lejos de menoscabarla. Y
si queremos una España auténtica, debemos proclamarla católica, mediante la
concordia moral del Estado con la Iglesia, ya que, aparte de otras razones, el
hecho católico fue factor decisivo y determinante de nuestra nacionalidad...
Queremos un
Estado integrador, que, a diferencia del Estado anárquico actual, imponga su
peculiar autoridad sobre todas las clases, sean sociales o económicas. La era
ruinosa de la lucha de clases está tocando a su fin. El Estado, árbitro de toda
contienda —sea civil, administrativa o criminal— , debe serlo también en las de
índole social. No más huelgas, no más lock-outs como
instrumento de lucha económica y mucho menos de lucha política. El Estado ha de
presidir la vida del trabajo imponiendo una justicia social distributiva,
otorgando, por añadidura, al débil una compensación de justicia y estimulando,
donde ésta no llegue, la caridad cristiana. Frente a un Estado inhibido,
cruzado de brazos, tuvo razón de ser el fenómeno sindical combativo. Frente a
un Estado dispuesto a realizar coactivamente la justicia social, el anti-Estado
sindical es un crimen. Hay que encuadrar la vida económica en corporaciones
profesionales; facilitar el acceso del proletariado a la propiedad, imbuir en
patronos, obreros y técnicos la conciencia de que sirven un supremo interés
nacional que integra los parciales de clase. Esto se logrará cuando la vida del
trabajo sea dirigida por un Estado con UNIDAD MORAL, UNIDAD POLÍTICA Y UNIDAD
ECONÓMICA.
Evidentemente,
hoy por hoy, el sentimiento nacional genuino está secuestrado por una
Constitución antiespañola en espíritu y en letra, y la reforma de la
Constitución por los trámites en ella previstos, que el sectarismo
deliberadamente amañó, en una sarcástica utopía. Apremia abrir un cauce a la
expresión del sentimiento nacional aherrojado, para salir de este punto muerto;
y nosotros, aun a sabiendas de que la Constitución, traicionando un supuesto
espíritu democrático, lo prohíbe, decimos que el régimen actual no tiene más
que uno: el referéndum, que no puede rehusar una democracia. Le emplazamos, por
tanto, para que compruebe la auténtica opinión nacional preguntando
directamente al país:
»¿ACEPTA O
RECHAZA ESPAÑA EL LAICISMO? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA RESTAURACIÓN DE LA GLORIOSA
BANDERA BICOLOR COMO ENSEÑA PATRIA? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA SUPRESIÓN DE LA
LUCHA DE CLASES? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA SUPERVIVENCIA DEL ACTUAL ESTADO DE
CATALUÑA?
La respuesta
que los españoles, pronunciándose sobre ideas y no sobre personas, diesen en
auténtica fórmula de sinceridad ciudadana a estas preguntas, mostraría seguramente la razón que nos asiste.
Y abriría una ruta clara para que el Gobierno patriota y fuerte que España
necesita, marcando con paso firme y marcial, lograse en plazo brevísimo el
completo desarme moral y material del país, y emprendiese sin más dilaciones la
ya inaplazable de construcción económico nacional, que ha de tener en la
agricultura su más profunda raíz. Unas semanas de actuación implacable dentro
del derecho, devolverían el sosiego a España, el prestigio a la toga y la
fuerza de intimidación al Estado, que nosotros queremos robusto en sus
prestigios militares. El Ejército, escuela de ciudadanía, depurado por sus
Tribunales de honor, difundirá las disciplinas y las virtudes cívicas, forjando
en sus cuarteles una juventud henchida de espíritu patriótico e inaccesible a
toda ponzoña marxista y separatista. EL EJÉRCITO NO ES SÓLO EL BRAZO, SINO LA
COLUMNA VERTEBRAL DE LA PATRIA.
Os
proponemos, por tanto, españoles, la constitución de un BLOQUE NACIONAL, que
tenga por objetivo, LA CONQUISTA DEL ESTADO, conquista plena, sin condiciones
ni comanditas; por designio, la formación de un Estado nuevo, con las
características ya descritas, más las dos esenciales de UNIDAD DE MANDO Y
CONTINUIDAD HISTÓRICA TRADICIONAL; por medio y convergencia de todos los
ciudadanos que compartan nuestras ideas, cualquiera que sea su actual filiación
partidista, respetada y compatible, y de aquellas asociaciones de tipo
económico y social que quieran cooperar a esta grande empresa; y como campo de
acción, la tribuna, la prensa y la calle, o sea la actividad política
extraparlamentaria.
Monárquicos
por reflexión y tradición la inmensa mayoría de los firmantes de este documento
—republicanos indiferentes otros—, no planteamos ahora, aún no considerándolo
sustantivo, el problema de la forma de Gobierno. Lo que urgen en estas horas
trágicas es un Estado; pero el peligro no es solamente para ese Estado, sino
que acecha también —y ¡cuán vivamente!— a España. »Si, amparados por la
protección divina y al conjuro de la voluntad nacional, llegamos a la meta
soñada, nos dispondremos —sépalo bien España— a instaurar en la cima y en las
entrañas del Estado los principios de UNIDAD, CONTINUIDAD, JERARQUÍA,
CORPORACIÓN Y ESPIRITUALIDAD, que hemos diseñado.
* * *
La aparición
del Bloque Nacional disgusta a la C. E. D. A. Merece críticas aceradas de Gil
Robles por considerarlo como un intento disgregador de las derechas y
alfilerazos del semanario J. A. P. (Juventud de Acción Popular), que aparece en
la palestra periodística en noviembre de 1934.
En carta
dirigida a Gil Robles y publicada en A B C (24 de diciembre) con las firmas de
Calvo Sotelo, Pradera, Sáinz Rodríguez, Lamamié de Clairac y Ansaldo (José Antonio), del Comité Ejecutivo de Bloque,
dicen éstos que «ni los partidos a que pertenecemos ni el Bloque, tienen la más
remota responsabilidad de que se rompiese la coalición de derechas españolas
que obtuvo el triunfo electoral del 19 de noviembre, cuyos resultados han sido
hasta ahora tan desproporcionados a las posibilidades que entonces parecían
ofrecerse». «Hoy nos encontramos con que también forma parte de su táctica el
ataque a organismos que únicamente propugnan la desinteresada unión en bien de
la patria de cuantos españoles profesan un mínimum de ideales comunes de
carácter nacional. La actitud del Gobierno con respecto a la propaganda del
Bloque, aprovechando los días excepcionales que vivimos y el criterio
tendencioso con que se aplica la censura, circunstancias todas sobradamente
conocidas de usted y a las que difícilmente podría mostrarse ajeno, nos impiden
contestar públicamente a cuanto se dice o escribe sobre el Bloque, limitándonos
ahora a hacer constar de quién parte la iniciativa de la polémica.» Gil Robles
en su respuesta (26 de diciembre) alude a la susceptibilidad de los firmantes,
al dolerse del examen crítico y correcto de su iniciativa. «Parecen olvidarse
de que en el manifiesto se ataca a la C. E. D. A., como también lo hace casi
diariamente la Prensa en que los del Bloque tienen alguna influencia.» En vista
de sus lamentaciones, «hoy mismo indico a los ministros de la C. E. D. A. la
conveniencia de que en el Consejo de mañana reiteren la petición de que esas
trabas se levanten y personalmente me pongo a disposición para acompañarles a
visitar al presidente del Consejo y apoyar ante él la reclamación que formulen,
a fin de que puedan obtener una total libertad para atacarme, con lo que no
harán otra cosa que proseguir la campaña iniciada hace tanto tiempo y que a
juicio de ustedes se compagina con los fervorosos llamamientos a la unión de
derechas, que en realidad sólo se buscó para la destrucción de la C. E. D. A»
Nueva
réplica de los directivos del Bloque (27 de diciembre). Agradecen los
ofrecimientos de Gil Robles. Las frases del jefe de la C. E. D. A. «implican un
repudio solemne de futuras coincidencias electorales entre los que fueron
unidos a las elecciones de noviembre y, a la par, lógicamente la reafirmación
del pacto radical-cedista, hoy en privanza». Los del
Bloque se sienten curiosos por conocer «qué misteriosa fórmula permitirá
cohonestar esa renovada alianza cedo-radical —la espiritualidad católica y el positivismo
radical— con la intransigencia que la C. E. D. A. anuncia para la revisión
constitucional en su parte dogmática». La actuación del Bloque será impersonal,
y su única finalidad «la defensa ardorosa de los principios que triunfaron el
19 de noviembre, lamentablemente olvidados por los que más obligados estaban a
reverenciarlos». Gil Robles pone fin a la polémica epistolar con otra carta (28
de diciembre). Los ataques a la C. E. D. A. en los periódicos del Bloque
«comenzaron tan pronto como elegidas las Cortes actuales no era ya necesaria la
unión de las derechas ni los votos ni la organización de la C. E. D. A.»
Respecto «a la eficacia de nuestra táctica, es un buen testimonio la amnistía
de la primavera última que le permitió a usted (Calvo Sotelo) ver concluido su
injusto destierro en París e iniciar ahora la labor impersonal de la fundación
del Bloque, en el cual su fuerte personalidad se destaca con caracteres
inconfundibles».
Las críticas
más fuertes contra el Bloque Nacional proceden del sector falangista, y
concretamente de la pluma de José Antonio. «El Bloque Nacional —escribe
(Arriba, 21 de marzo de 1935) — luce suntuosamente. Éste ya trae palabras
nuevas para que no se diga: ¡habla de unidad de mando, de Estado corporativo y
de otras cosas fascistas! ¡En seguida le van a creer! Un orden nuevo traído por
las ultraderechas, es decir, por los partidos privilegiados del orden antiguo.
¡En seguida le van a creer los obreros, los estudiantes y todos los añejamente
descontentos contra el caduco tinglado español!» Insiste en el siguiente número
(25 de abril), y centra el ataque en Calvo Sotelo, «el impaciente ex desterrado
de París», que ha ideado el Bloque para «desplazar de las jefaturas de sus
respectivos partidos a los señores Goicoechea y Rodezno».
Al aviador
laureado Juan Antonio Ansaldo, de la Comisión Ejecutiva del «Bloque Nacional»,
se le encomienda la organización de unas milicias uniformadas, denominadas «Guerrillas
de España», «porque en aquel período de agresividad política en la vía pública,
no se concebía movimiento alguno que no fuese precedido, protegido y amparado
por sus propias formaciones armadas».
Después de
una visita a Asturias para conocer sobre el terreno los estragos producidos por
la revolución, preside José Antonio un funeral por los caídos de Falange. Se
celebra en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid (29 de octubre), y a la salida
es saludado por una muchedumbre formada en su mayoría por jóvenes, brazo en
alto. Designa los componentes de la Junta Política y se consagra a sintetizar
en un programa la nueva política proyectada para la conquista del Estado,
acordada en el I Consejo Nacional de Falange y discutida en las publicaciones
afines. Como la censura prohíbe la publicación del programa, resumido en
veintisiete puntos, José Antonio lo da a conocer a sus correligionarios en
sesiones privadas en los últimos días de noviembre. El programa exalta el
nacionalismo y la unidad de la patria, y concibe el Estado como instrumento
totalitario al servicio de la integridad de España, «con voluntad de imperio» y
a la nación como un gigantesco sindicato de productores .
* * *
Los
veintisiete puntos que constituyen el programa de Falange son los siguientes:
1. Creemos
en la suprema realidad de España. Fortalecerla, elevarla y engrandecerla es la
apremiante tarea colectiva de todos los españoles. A la realización de esta
tarca habrán de plegarse inexorablemente los intereses de los individuos, de
los grupos y de las clases.
2. España es
una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es
repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos.
La
Constitución vigente, en cuanto incita a las disgregaciones, atenta contra la
unidad de destino de España. Por eso exigimos su anulación fulminante.
3. Tenemos
voluntad de imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el
imperio. Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. No soportamos
ni el aislamiento internacional ni la mediatización extranjera.
Respecto a
los países de Hispanoamérica, tendemos a la unificación de cultura, de
intereses económicos y de poder. España alegra su condición de eje espiritual
del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales.
4. Nuestras
fuerzas armadas —en la tierra, en el mar y en el aire— habrán de ser tan
capaces y numerosas como sea preciso para asegurar a España en todo instante la
completa independencia y la jerarquía mundial que le corresponde. Devolveremos
al ejército de tierra, mar y aire, toda la dignidad que merece y haremos, a su
imagen, que un sentido militar de la vida informe todas las existencias
españolas.
5. España
volverá a buscar su gloria y su riqueza por las rutas del mar. España ha de
aspirar a ser una potencia marítima, para el peligro y para el comercio.
Exigimos
para la Patria igual jerarquía en la flota y en los rumbos del aire.
6. Nuestro
Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria.
Todos los españoles participarán en él, al través de su función familiar,
municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se
abolirá implacablemente el sistema de los partidos políticos, con todas sus
consecuencias: sufragio inorgánico,
representación por bandos en la lucha y Parlamento del tipo conocido.
7. La
dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e
intangibles. Pero sólo es de veras libre quien forma parte de una nación fuerte
y libre.
A nadie le
será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la
Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a
desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria.
8. El Estado
nacional-sindicalista permitirá toda iniciativa privada compatible con el
interés colectivo y aun protegerá y estimulará las beneficiosas.
9.
Concebimos a España, en lo económico, como un gigantesco sindicato de
productores. Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un
sistema de sindicatos verticales por ramas de la producción, al servicio de la
integridad económica nacional.
10.
Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades
populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en
masas disformes, propicias a la miseria y a la desesperación. Nuestro sentido
espiritual y nacional repudia también el marxismo. Orientaremos el espíritu de
las clases laboriosas, hoy descarriadas por el marxismo, en el sentido de
exigir su participación directa en la gran tarea del Estado nacional.
11. El
Estado Nacional-sindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas
entre los hombres, ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil
por la más fuerte. Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de
clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una
totalidad orgánica.
Reprobamos e
impediremos a toda costa los abusos de un interés parcial sobre otros y la
anarquía en el régimen del trabajo.
12. La
riqueza tiene como primer destino —y así lo afirmará nuestro Estado— mejorar
las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que
enormes masas vivan miserablemente, mientras unos cuantos disfrutan de todos
los lujos.
13. El
Estado reconocerá la propiedad privada como medio lícito para el cumplimiento
de los fines individuales, familiares y sociales, y la protegerá contra los
abusos del gran capital financiero, de los especuladores y de los prestamistas.
14.
Defendemos la tendencia a la nacionalización del servicio de la Banca y,
mediante las corporaciones, a la de los grandes servicios públicos.
15. Todos
los españoles tienen derecho al trabajo; las entidades públicas sostendrán
necesariamente a quienes se hallen en paro forzoso.
Mientras se
llega a la nueva estructura total, mantendremos e intensificaremos todas las
ventajas proporcionadas al obrero por las vigentes leyes sociales.
16. Todos
los españoles no impedidos tienen el deber del trabajo. El Estado
Nacional-sindicalista no tributará la menor consideración a los que no cumplan
función alguna y aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los
demás.
17. Hay que
elevar a todo trance el nivel de vida del campo, vivero permanente de España.
Para ello adquiriremos el compromiso de llevar a cabo sin contemplaciones la
reforma económica y la reforma social de la agricultura.
18.
Enriqueceremos la producción agrícola (Reforma económica) por los medios
siguientes: «Asegurando a todos los productos de la tierra un precio mínimo
remunerador.
Exigiendo
que se devuelva al campo, para dotarlo suficientemente, gran parte de lo que
hoy absorbe la ciudad en pago de sus servicios intelectuales y comerciales.
Organizando
un verdadero crédito nacional que, al prestar dinero al labrador bajo interés,
con la garantía de sus bienes y sus cosechas, le redima de la usura y del
caciquismo.
Difundiendo
la enseñanza agrícola y pecuaria.
Ordenando la
dedicación de las tierras por razón de sus condiciones y de la posible
colocación de los productos.
Orientando
la política arancelaria en sentido protector de la agricultura y de la
ganadería.
Acelerando
las obras hidráulicas.
Racionalizando
las unidades de cultivo, para suprimir tanto los latifundios desperdiciados,
como los minifundios antieconómicos por su exiguo rendimiento.
19.
Organizaremos socialmente la agricultura por los medios siguientes:
Distribuyendo
de nuevo la tierra cultivable para instituir la propiedad familiar y estimular
enérgicamente la sindicación de labradores.
Redimiendo
de la miseria en que viven a las masas humanas que hoy se extenúan en arañar
suelos estériles, y que serán trasladados a las tierras cultivables.
20.
Emprenderemos una campaña infatigable de repoblación ganadera y forestal,
sancionando con severas medidas a quienes la entorpezcan e incluso acudiendo a la forzosa movilización temporal
de toda la juventud española para esta histórica tarea de reconstruir la
riqueza patria»
21. El
Estado podrá expropiar sin indemnización las tierras cuya propiedad haya sido
adquirida o disfrutada ilegítimamente.
22. Será
designio preferente del Estado Nacional-sindicalista la reconstrucción de los
patrimonios comunales de los pueblos.
23. Es
misión esencial del Estado, mediante una disciplina rigurosa de la educación,
conseguir un espíritu nacional fuerte y unido e instalar en el alma de las
futuras generaciones la alegría y el orgullo de la Patria.
Todos los
hombres recibirán una educación premilitar que los prepare para el honor de
incorporarse al Ejército nacional y popular de España.
24. La
cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de
medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los
estudios superiores.
25. Nuestro
movimiento incorporará el sentido católico —de gloriosa tradición y
predominante en España— a la reconstrucción nacional.
La Iglesia y
el Estado concordarán con facultades respectivas, sin que se admita intromisión
o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad
nacional.
26. Falange
Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. quiere un orden nuevo, enunciado
en los anteriores principios. Para implantarlo, en pugna con las resistencias
del orden vigente, aspira a la revolución nacional.
Su estilo
preferirá lo directo, ardiente y combativo. La vida es milicia y ha de vivirse
con espíritu acendrado de servicio y de sacrificio.
27. Nos
afanamos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra
disciplina. Pactaremos muy poco, sólo en el empuje final por la conquista del
Poder; gestionará el mando la colaboración necesaria siempre que esté asegurado
nuestro predominio».
* * *
Apenas
divulgado el programa, surgen algunos discrepantes. Francisco Moreno y de la
Herrera, marqués de la Eliseda, diputado y miembro del Consejo Nacional de F.
E. y de las J. O. N. S., a cuyo nombre está arrendado el edificio sede social
de la Falange, hace público (30 de noviembre), «con grandísima pesadumbre», que
el Movimiento nacional sindicalista «adopta una actitud laica ante el hecho
religioso y de subordinación de los intereses de la Iglesia a los del Estado».
Y «llega al colmo» su tristeza «cuando ve el espíritu que informa el artículo
25 del
El marqués
de la Eliseda —dice José Antonio en breve nota— «buscaba hace tiempo pretexto
para apartarse de Falange, cuyos rigores compartió bien poco». Y añade: «La
declaración sobre el problema religioso contenida en el punto 25 del programa
coincide exactamente con la manera de entender el problema religioso que
tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes: la Iglesia tiene sus
doctores para calificar el acierto de cada cual en materia religiosa; desde
luego, entre esos doctores no figura hasta ahora el marqués de la Eliseda.»
* * *
Coincide con
la separación de Eliseda la del teniente coronel Rada, incorporado al
tradicionalismo como Inspector Nacional de Requetés, y del comandante
Arredondo, primer jefe de los grupos de acción de Falange. Además en el seno
del movimiento fermenta una disidencia fomentada por Ledesma Ramos y algunos jonsistas de la primera hora, que nunca aceptaron de buena
gana la absorción de las J. O. N. S. por Falange, disconformidad acentuada
desde la proclamación de José Antonio como jefe único. «¿De veras tomas en
serio al que llamas jefe? Nosotros vamos a ser los depuradores», escribe
Ledesma Ramos a Francisco Bravo.
Ledesma
Ramos, que considera a los Sindicatos de Falange como creación suya, trata de
sublevar a los afiliados contra José Antonio, a quien «por señorito y
aristócrata» juzga incapacitado para la jefatura de un movimiento con
vehemencia revolucionaria. Avisado José Antonio de lo que se prepara, aplasta
la rebeldía (15 de enero, 1935) en el momento de iniciarse, con la expulsión de
Falange de los disidentes. Ledesma Ramos, con Nicasio Álvarez Sotomayor y
Mateo, directivos sindicales, prosiguen desde el campo periodístico su
ofensiva, y para ello fundan un periódico, Patria libre, en el que menudean las
frases despectivas y a veces injuriosas para el jefe de Falange. Contados
falangistas secundan la escisión, que a poco de producirse comienza a declinar
sin que las razones de índole programática, con las que los disidentes
justificaban su actitud, hagan mella en los afiliados al Movimiento. Ni la
rebeldía ni los ataques periodísticos quebrantan el ánimo de José Antonio, pero
le entristece la separación de camaradas que después de hacer juntos caminos
difíciles se alejan entre agresiones e insultos. Falange, siempre escasa de
medios, atraviesa ahora una situación muy precaria, que le imposibilita para
desarrollar los proyectos de expansión. Suspendido el semanario F. E., entiende
José Antonio que es indispensable y urgente reemplazarlo por otra publicación
que fuese bandera para las lides proselitistas, portavoz, ariete y tribuna de
Falange. Después de no pocas reflexiones, decide que el periódico se llame
Arriba. Aparece el 21 de marzo de 1935 y en el primer número publica José
Antonio un artículo con este título: «Aviso a los navegantes. Arte de
identificar revolucionarios», en el que sin citarles se refiere a los
provocadores de la disidencia. En el mismo número, bajo el título «España
estancada», hace una crítica «del bienio terrible y del bienio estúpido». «Ni
reforma agraria ni transformación económica, ni remedio al paro obrero, ni
aliento nacional en la política.» «La tarea nacional está intacta.» Anuncia la
próxima glorificación de Azaña, «con el fangoso proceso por el alijo de armas».
* * *
A la escasez
de medios económicos de la Falange se unen las restricciones a la propaganda,
impuestas por el estado de excepción. José Antonia planea y dirige la formación
del S. E. U. en Valladolid (21 de enero, 1935). «Seamos buenos estudiantes,
dice, pero seamos también partícipes en la tragedia de nuestro pueblo.» Con
Sánchez Mazas y Mateo interviene en el mitin celebrado en el teatro Bretón de
Salamanca (10 de febrero), al que asiste desde una platea Miguel de Unamuno.
Sánchez Mazas afirma que asciende a 50.000 el número de falangistas en toda
España. «Hay que nacionalizar el Estado —dice José Antonio—, dotarlo de
prestigio y fuerza. Una minoría disciplinada y creyente será la que se
transforme en eje implacable sobre el que montar el resurgimiento español».
Habla en Toledo en el Cine Moderno (24 de febrero). «España se siente huérfana
de fe en sus destinos históricos y no organizada sobre una verdadera justicia
social.» Despide a Eugenio Montes, nombrado corresponsal de A B C en Roma, con
un brindis, en el banquete celebrado en el café de San Isidro de Madrid (24 de
febrero). Exalta la gracia y grandeza del estilo: «Entraña y estilo; he aquí lo
que compone a España.»
Viaja por el
Sur y pronuncia discursos en Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Villamartín,
Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera. Pronuncia una conferencia en el
Ateneo de Zaragoza sobre el «Orden nuevo» y otra en el teatro Calderón de
Valladolid (3 de marzo), para conmemorar la fusión de Falange y las J. O. N. S.
«La propiedad, tal como la concebimos hasta ahora, toca a su fin; van a acabar
con ella, por las buenas o por las malas, unas masas que en gran parte tienen
razón y que, además, tienen la fuerza. No hay quien salve lo material; lo
importante es que la catástrofe de lo material no arruine también los valores
del espíritu.» Recorre Zamora y Galicia y habla en Villagarcía (Pontevedra) el
17 de marzo, para hacer la proclamación de la Falange ante una muchedumbre de
gallegos de las cuatro provincias. «Propaganda fascista», rotulan los
periódicos, denominación que José Antonio no acepta, por inadecuada. Ya en otra
ocasión y al circular la noticia de que se propone asistir al Congreso
Internacional Fascista de Montreux, el Jefe de
Falange hace público (19 diciembre, 1934) que, requerido para asistir, rehusó
la invitación «por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que
acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por
otra parte, la Falange Española de las J. O. N. S. no es un movimiento
fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de
valor universal, pero va perfilándose cada día con caracteres más peculiares y
está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más
fecundas».
El S. E. U.
ha arraigado en casi todas las Universidades y tiene su órgano en la Prensa. Se
titula Haz. En su primer número (26 de marzo), José Antonio publica un
artículo bajo el título «España incómoda». «Vuestra manera de servir a España
—escribe— tendrá que ser también rigurosa. Tendremos que hendir muchas veces la
carne física de España —sus gustos, su pereza, sus malos hábitos— para librar a
su alma metafísica. España nos tiene que ser incómoda. ¡Dios nos libre de
encontrarnos como el pez en el agua en esta España de hoy! Tenemos que sentir
cólera y asco contra tanta vegetación confusa. Y sajar sin contemplaciones.»
* * *
Se despide
el año 1934 con rebullicio, derroches y cara de fiesta. Sin embargo,
innumerables hogares españoles están enlutados, vacíos o entristecidos por
recientes desgracias, ausencias o angustiados por la miseria. El recuerdo de
los muertos o heridos en la revolución de Octubre se reaviva en los días
memorables de Navidad. Las cárceles están llenas, los Consejos de guerra actúan
con laboriosidad infatigable, el número de parados crece. La estadística del
Ministerio de Trabajo eleva la cifra a 711.184 contra 625.097 en enero de 1934.
El 14 de
enero de 1935 sale en Madrid un nuevo periódico, Ya, diario de la noche
de la Editorial Católica. En la línea ideológica y política de su hermano El
Debate, se diferencia de éste por su superioridad gráfica y por la atención
que dedica a los deportes, a los toros y espectáculos. Es un periódico risueño
y ameno. Lo dirige Vicente Gallego, muy experimentado en la técnica
periodística, formado en la escuela de Ángel Herrera.
Las
esperanzas de cedistas y radicales están puestas en
el nuevo año, que ha de ser, como dice El Debate, el de la revisión,
porque de la reforma del Código fundamental depende la transformación social y
política de España. «La revisión constitucional, escribe (1 de enero, 1935), es
un imperativo de la opinión pública española. Nos toca, y más aún que a nosotros
a los partidos políticos, abordar esta realidad ineludible. Y lo primero que
quisiéramos ver formarse es un espíritu de la revisión. Más bien una conciencia.
Hace un año contemplábamos las perspectivas del 34, como ahora las del 35, y ya
divisábamos en el futuro la reforma del Código constitucional. Es necesario
señalar concretamente el artículo o artículos que deban ser objeto de revisión.
Nos parece que la experiencia de estos años facilita esa labor en gran parte.
Los puntos verdaderamente fundamentales del ideario derechista coinciden con lo
que la práctica ha señalado como eje de la revisión. Son los ataques a la
religión y a la familia, los atentados a la patria y a un recto sentido de la
propiedad los que han sublevado al pueblo de España contra una legislación
arbitraria y artificiosa.»
Los
partidarios de la revisión cuentan con un aliado de calidad: el Presidente de
la República, que en octubre de 1931 siendo jefe del Gobierno salió de éste
como abanderado del revisionismo, si bien a poco las veleidades de la política
le obligaron a abjurar de sus propósitos. El hecho es que en los primeros
Consejos de ministros del nuevo año (2, 3 y 4 de enero) Alcalá Zamora plantea
el problema porque se aproxima la fecha en que por cumplirse cuatro años de
vida constitucional, desaparecerá el obstáculo más importante para la reforma,
o sea, la exigencia de los dos tercios de votos en la Cámara, siquiera quedase
el otro obstáculo, mucho más grave, el de la autodisolución exigido por el
artículo 125 (35). Los tres Consejos de ministros los anega Alcalá Zamora con
su elocuencia de jurisconsulto. En total, nueve horas de disertación. El
Presidente de la República ha estudiado y reflexionado mucho sobre el asunto.
Al cabo de leer la Constitución tantas veces, «aun después de aprendida de
memoria, la piel de la encuadernación lleva roces y casi desgarrones». Con lo
dicho en los tres Consejos, compuso Alcalá Zamora un libro.
Del examen
de la Constitución y de las experiencias de sus aplicaciones «comprobé sus
daños o su inadaptación para el bien de España». «Se dictó o se planeó sin
mirar a la realidad nacional, que era la que imponía.» «Se procuró legislar
obedeciendo a teorías, sentimientos o intereses de partido, sin pensar en esa
realidad de convivencia patria, sin cuidarse apenas de que se legislaba para
España, como si ésta surgiese de nuevo o la Constitución fuese a regir en otro
país, o sea, indiferente la condición de aquél que se la dé o vaya a
practicarla». Dividía a los españoles y hacía de la República «más que una
sociedad abierta a la adhesión de todos los españoles, una sociedad estrecha
con número limitado de accionistas y hasta con bonos privilegiados de
fundador». «La inspiró un espíritu sectario que quiso consolidar soluciones
tendenciosas, imponiendo una fuerza parlamentaria pasajera y no representativa
de la verdadera y total voluntad nacional». «Se elevaron a la categoría, a la
fortificación, al artillado de la Constitución, de la superlegalidad que ésta representa, cuantos problemas extraños al área de aquélla dividían a
los partidos, excluyéndose, por el contrario, aquellos en que hubiera una
coincidencia extendida, signos o presunción de ser normas muy principales. Esto
se parecía mucho a tararear la música más funesta y repulsiva de nuestras malas
costumbres políticas, el trágala mortificante, agresivo, injurioso, cantado
esta vez a los mismos que habían ayudado a la victoria»). «Se hizo una
Constitución que invita a la guerra civil, desde lo dogmático, en que impera la
pasión sobre la serenidad justiciera, a lo orgánico, en que la improvisación,
el equilibrio inestable, sustituyen a la experiencia y a la construcción sólida
de los poderes».
La revisión
que propone Alcalá Zamora se refiere especialmente a los artículos 12, 14, 15 y
20, concernientes a los Estatutos regionales. «De generalizarse los Estatutos,
con el solo ya votado, si no se pone remedio, la injusticia llegará a ser
insoportable. El privilegio tributario de cuatro provincias, las catalanas,
pequeñas tres de ellas, ha sido soportable para cuarenta y seis; el de ocho no
podrían resistirlo cuarenta y dos; el de doce, no cabría ni intentarlo para
treinta y ocho, y así sucesivamente se acentuaría, con el absurdo y la
injusticia, la imposibilidad.» Se imponía también la revisión de los artículos
(26 y 27), que afectaban a los problemas político-religiosos; el que se refería
a los tratados de extradición; los temas del capítulo II del título III, sobre
familia, economía y cultura, cuyo contenido sobraba casi entero; el que trataba
de la Cámara única (51), «amenaza constante para las instituciones
republicanas», con la propuesta de una segunda Cámara; los que se referían a
iniciativa de las leyes (60 y 66), a la Diputación Permanente y a la
legislación de urgencia (62 y 80), al régimen parlamentario (64 y 75), al poder
presidencial y al Gobierno (76, 79 y 90), a la suspensión dé sesiones de Cortes
(81), a la reunión automática de las mismas (58) y a su disolución (81); al
veto y refrendo (83, 84, 110); a los tribunales de honor (95) y amnistías
(102); al presupuesto anual (107); al Tribunal de Garantías y sus conexiones
(121 a 129); al procedimiento para la reforma de la Constitución (125).
* * *
Son tantos
los defectos e insuficiencias que Alcalá Zamora advierte en el Código
fundamental, y en tan gran número las modificaciones que necesita, que en
realidad propugna una nueva Constitución. Los ministros se percatan de los
propósitos del Presidente de la República, que en buena parte coincide con los
de aquéllos, y designan al ministro de Instrucción Pública, Dualde,
buen jurista, para que recoja en un proyecto las sugerencias revisionistas de
Alcalá Zamora.
De lo
tratado en los tres famosos Consejos sólo supo la opinión por vagas
referencias.
Por estos
días aparece un libro de Salvador de Madariaga, Jerarquía o Anarquía,
confesión de un demócrata decepcionado que desea un cambio radical en el rumbo
que sigue el régimen. Le Temps de París (20 de
abril) apostilla su nota bibliográfica con estas palabras: «¿Por qué una
tercera República? Porque la obra de las Constituyentes no corresponde a la
realidad íntima de España ni a una concepción razonable de la vida colectiva de
cualquier tiempo y lugar.» La revista socialista Leviatan y con la firma de Carmona Nenclares, dice que el
libro de Madariaga quiere ser un ideario de la Tercera República Española, y
añade: «Nosotros no tenemos nada que hacer en una República en que, según la
conclusión de Madariaga, la cuestión obrera tiene que resolverse fuera del
marxismo y respetando la libertad individual aún en lo económico. Lucharemos
por hundirla. Ese será nuestro quehacer.»
La Prensa de
derechas pide la divulgación de los discursos del Presidente. La izquierdista
se muestra contraria a todo intento revisionista, porque el Gobierno «enemigo
de la República» está interesado en desnaturalizar el espíritu democrático y
laico que alienta en la Constitución.
«Con ser tan
vehementes en apariencia los deseos revisionistas, muy pronto, escribe Alcalá
Zamora, comenzó la táctica dilatoria. Retardábase por
diferentes motivos, que eran variados pretextos, la deliberación de los grupos;
cada uno de éstos decía que por él no había dificultad, pero faltaban detalles,
trámites de régimen interior; surgía la dificultad de alguna ausencia
destacada; hubo la desventura de que a veces se traspapelaban los ejemplares.
De este modo, sin que nadie se opusiera a la reforma y haciendo todos protestas
de desearla, estimándola indispensable, se perdieron el mes de enero, el de
febrero y el de marzo.»
CAPÍTULO
57.
GONZÁLEZ
PEÑA CONDENADO A MUERTE POR CONSEJO DE GUERRA
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