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CAPÍTULO 56.

SE CONSTITUYE EL BLOQUE NACIONAL BAJO LA JEFATURA DE CALVO SOTELO

 

Cuanto más se unen cedistas y radicales, más pugnan los monárquicos por romper todo compromiso con los grupos derechistas integrados en la República y recabar plena libertad de acción. La idea de coaligar las fuerzas monárquicas con cuantos no aceptan la Constitución vigente en un Bloque llamado Nacional fue del catedrático y diputado Sáinz Rodríguez, el cual creía que de ese modo ganarían los monárquicos autoridad y eficacia en el Parlamento y fuera de él. Por otra parte, Calvo Sotelo, hasta entonces simple diputado de minoría, podría ostentar la jefatura de una considerable conjunción de elementos. Calvo Sotelo patrocina el proyecto y se aplica a desarrollarlo. «El Bloque —declara al A B C (14 de junio de 1934), cuando el proyecto está todavía en embrión— fijará los objetivos inmediatos susceptibles de prestar eficiencia próxima a grandes núcleos de opinión cuyo monarquismo, mal interpretado o mal dirigido, implica, a juicio de muchos, perenne esterilidad. La República no está consolidada todavía. ¿Es admisible que a una Monarquía desordenada por unos monárquicos imprudentes suceda una República consolidada por unos monárquicos impacientes? La Monarquía no es cuestión previa o actual, pero tampoco es nimia o accidental. El Bloque Hispano Nacional tendría como misión primordial sembrar la mística de la reforma estatal totalitaria.»

La gestión para incorporar al Bloque personas significadas y grupos políticos neutros o ajenos a la República, tiene éxito. Se negocia también la adhesión de Falange, esta vez sin resultado. Primo de Rivera hace constar (A B C, 28 de noviembre) «sin mengua de todas las consideraciones afectivas que le unen al señor Calvo Sotelo, como eminente colaborador que fue de su padre, que la Falange Española de las J. O. N. S. no piensa fundirse con ningún otro partido de los existentes ni de los que se preparan, por entender que la tarea de infundir el sentido nacional en las masas más numerosas y enérgicas del país exige precisamente el desembarazo, el ritmo y el estilo de la Falange Española de las J. O. N. S.». Esta se felicita «de que los grupos conservadores tiendan a nutrir sus programas de contenido nacional, en lugar de caracterizarse, como era frecuente hasta ahora, por el propósito de defender intereses de clase».

El manifiesto del Bloque Nacional (8 de diciembre), con más de un centenar de firmas, no puede hacerse público por prohibirlo la censura.

El documento se debe a la pluma de Sáinz Rodríguez, y en él se recogen ideas expuestas por Calvo Sotelo sobre el Estado nuevo, fundado en los principios de unidad, continuidad, jerarquía, corporación y espiritualidad.

* * *

 

El manifiesto-programa del Bloque Nacional dice lo siguiente:

«La revolución de octubre ha sacudido nuestras fibras más sensibles con el ramalazo de la barbarie. No debemos resignamos a considerarla como episodio fugaz, ya cancelado, ni a encuadrar su origen en responsabilidades solidarias. No. La revolución no está vencida todavía, porque ha sido el fruto natural de causas políticas que persisten y cuya extirpación necesaria es empeño inaccesible a los actuales gobernantes.

Nos encontramos, por tanto, ante una doble crisis: la crisis de un Estado decrépito apenas nacido, y la crisis moral de una sociedad que ha contemplado con impasibilidad suicida la organización metódica de su propio aniquilamiento y el ataque traidor contra nuestra gran unidad histórica. Hay, pues, que reformar el Estado y la sociedad. Porque sin la infusión previa de un espíritu nacional, reformas, instituciones, normas atrevidas de un Estado futuro, pueden convertirse en retórica a la moda.

Pero la experiencia nos enseña que ese espíritu no florece en igual medida en toda clase de instituciones políticas, pues las hay que con su sola presencia corrompen y dilapidan en discordia y confusión las virtudes sustantivas de un pueblo, y otras, en cambio, que elevan a grado heroico las energías colectivas necesarias para el cumplimiento de una misión histórica.

El Gobierno actual ha desaprovechado ya su hora: una hora de magnífico resurgimiento, una hora histórica y acaso decisiva en la lucha contra la revolución violenta. Ha fallado el Gobierno, y con él los partidos republicanos, veteranos y bisoños, reos por igual de miopía e indecisión. Puesto que el clamor popular exige, y no consigue, justicia, que no es crueldad, pero tampoco impunismo; puesto que la paz aparece lejana por la rebeldía embravecida de muchos espíritus; puesto que las esencias sagradas de Unidad y Autoridad sufren todavía apretado cerco; puesto que en el Estado nacido en 1931 no quedan ya ni partidos que no estén fracasados, ni reservas que utilizar, ni fórmulas eficaces que ofrecer, ni resquicio para la esperanza, nos adelantamos ante el país, libres de responsabilidad en su trágica situación, con probado desinterés y firme voluntad, para hablarle netamente en lenguaje decidido, cordial y patriótico.

Persuadidos de la trascendencia histórica de la revolución del 6 de octubre, momentáneamente frustrada, los firmantes de este escrito, sin abandonar la disciplina política de las organizaciones a que en su mayoría pertenecen, han acordado coincidir en una actuación política delimitada por estos dos principios: la afirmación de España unida y en orden, según frase inmoral de don Femando el Católico, y la negación del existente Estado constitucional. España, pues, ante todo y sobre todo. Una España auténtica, fiel a su Historia y a su propia imagen: una e indivisible. De aquí la primera línea de nuestro programa de acción: defensa a vida o muerte y exaltación frenética de la unidad española, que la Monarquía y el pueblo labraron juntos a lo largo de quince siglos. Y con ella, la soberanía política única del Estado, que las especialidades forales tradicionales han de vigorizar y fortalecer, lejos de menoscabarla. Y si queremos una España auténtica, debemos proclamarla católica, mediante la concordia moral del Estado con la Iglesia, ya que, aparte de otras razones, el hecho católico fue factor decisivo y determinante de nuestra nacionalidad...

Queremos un Estado integrador, que, a diferencia del Estado anárquico actual, imponga su peculiar autoridad sobre todas las clases, sean sociales o económicas. La era ruinosa de la lucha de clases está tocando a su fin. El Estado, árbitro de toda contienda —sea civil, administrativa o criminal— , debe serlo también en las de índole social. No más huelgas, no más lock-outs como instrumento de lucha económica y mucho menos de lucha política. El Estado ha de presidir la vida del trabajo imponiendo una justicia social distributiva, otorgando, por añadidura, al débil una compensación de justicia y estimulando, donde ésta no llegue, la caridad cristiana. Frente a un Estado inhibido, cruzado de brazos, tuvo razón de ser el fenómeno sindical combativo. Frente a un Estado dispuesto a realizar coactivamente la justicia social, el anti-Estado sindical es un crimen. Hay que encuadrar la vida económica en corporaciones profesionales; facilitar el acceso del proletariado a la propiedad, imbuir en patronos, obreros y técnicos la conciencia de que sirven un supremo interés nacional que integra los parciales de clase. Esto se logrará cuando la vida del trabajo sea dirigida por un Estado con UNIDAD MORAL, UNIDAD POLÍTICA Y UNIDAD ECONÓMICA.

Evidentemente, hoy por hoy, el sentimiento nacional genuino está secuestrado por una Constitución antiespañola en espíritu y en letra, y la reforma de la Constitución por los trámites en ella previstos, que el sectarismo deliberadamente amañó, en una sarcástica utopía. Apremia abrir un cauce a la expresión del sentimiento nacional aherrojado, para salir de este punto muerto; y nosotros, aun a sabiendas de que la Constitución, traicionando un supuesto espíritu democrático, lo prohíbe, decimos que el régimen actual no tiene más que uno: el referéndum, que no puede rehusar una democracia. Le emplazamos, por tanto, para que compruebe la auténtica opinión nacional preguntando directamente al país:

»¿ACEPTA O RECHAZA ESPAÑA EL LAICISMO? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA RESTAURACIÓN DE LA GLORIOSA BANDERA BICOLOR COMO ENSEÑA PATRIA? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA SUPRESIÓN DE LA LUCHA DE CLASES? ¿QUIERE O NO ESPAÑA LA SUPERVIVENCIA DEL ACTUAL ESTADO DE CATALUÑA?

La respuesta que los españoles, pronunciándose sobre ideas y no sobre personas, diesen en auténtica fórmula de sinceridad ciudadana a estas preguntas,  mostraría seguramente la razón que nos asiste. Y abriría una ruta clara para que el Gobierno patriota y fuerte que España necesita, marcando con paso firme y marcial, lograse en plazo brevísimo el completo desarme moral y material del país, y emprendiese sin más dilaciones la ya inaplazable de construcción económico nacional, que ha de tener en la agricultura su más profunda raíz. Unas semanas de actuación implacable dentro del derecho, devolverían el sosiego a España, el prestigio a la toga y la fuerza de intimidación al Estado, que nosotros queremos robusto en sus prestigios militares. El Ejército, escuela de ciudadanía, depurado por sus Tribunales de honor, difundirá las disciplinas y las virtudes cívicas, forjando en sus cuarteles una juventud henchida de espíritu patriótico e inaccesible a toda ponzoña marxista y separatista. EL EJÉRCITO NO ES SÓLO EL BRAZO, SINO LA COLUMNA VERTEBRAL DE LA PATRIA.

Os proponemos, por tanto, españoles, la constitución de un BLOQUE NACIONAL, que tenga por objetivo, LA CONQUISTA DEL ESTADO, conquista plena, sin condiciones ni comanditas; por designio, la formación de un Estado nuevo, con las características ya descritas, más las dos esenciales de UNIDAD DE MANDO Y CONTINUIDAD HISTÓRICA TRADICIONAL; por medio y convergencia de todos los ciudadanos que compartan nuestras ideas, cualquiera que sea su actual filiación partidista, respetada y compatible, y de aquellas asociaciones de tipo económico y social que quieran cooperar a esta grande empresa; y como campo de acción, la tribuna, la prensa y la calle, o sea la actividad política extraparlamentaria.

Monárquicos por reflexión y tradición la inmensa mayoría de los firmantes de este documento —republicanos indiferentes otros—, no planteamos ahora, aún no considerándolo sustantivo, el problema de la forma de Gobierno. Lo que urgen en estas horas trágicas es un Estado; pero el peligro no es solamente para ese Estado, sino que acecha también —y ¡cuán vivamente!— a España. »Si, amparados por la protección divina y al conjuro de la voluntad nacional, llegamos a la meta soñada, nos dispondremos —sépalo bien España— a instaurar en la cima y en las entrañas del Estado los principios de UNIDAD, CONTINUIDAD, JERARQUÍA, CORPORACIÓN Y ESPIRITUALIDAD, que hemos diseñado.

* * *

La aparición del Bloque Nacional disgusta a la C. E. D. A. Merece críticas aceradas de Gil Robles por considerarlo como un intento disgregador de las derechas y alfilerazos del semanario J. A. P. (Juventud de Acción Popular), que aparece en la palestra periodística en noviembre de 1934.

En carta dirigida a Gil Robles y publicada en A B C (24 de diciembre) con las firmas de Calvo Sotelo, Pradera, Sáinz Rodríguez, Lamamié de Clairac y Ansaldo (José Antonio), del Comité Ejecutivo de Bloque, dicen éstos que «ni los partidos a que pertenecemos ni el Bloque, tienen la más remota responsabilidad de que se rompiese la coalición de derechas españolas que obtuvo el triunfo electoral del 19 de noviembre, cuyos resultados han sido hasta ahora tan desproporcionados a las posibilidades que entonces parecían ofrecerse». «Hoy nos encontramos con que también forma parte de su táctica el ataque a organismos que únicamente propugnan la desinteresada unión en bien de la patria de cuantos españoles profesan un mínimum de ideales comunes de carácter nacional. La actitud del Gobierno con respecto a la propaganda del Bloque, aprovechando los días excepcionales que vivimos y el criterio tendencioso con que se aplica la censura, circunstancias todas sobradamente conocidas de usted y a las que difícilmente podría mostrarse ajeno, nos impiden contestar públicamente a cuanto se dice o escribe sobre el Bloque, limitándonos ahora a hacer constar de quién parte la iniciativa de la polémica.» Gil Robles en su respuesta (26 de diciembre) alude a la susceptibilidad de los firmantes, al dolerse del examen crítico y correcto de su iniciativa. «Parecen olvidarse de que en el manifiesto se ataca a la C. E. D. A., como también lo hace casi diariamente la Prensa en que los del Bloque tienen alguna influencia.» En vista de sus lamentaciones, «hoy mismo indico a los ministros de la C. E. D. A. la conveniencia de que en el Consejo de mañana reiteren la petición de que esas trabas se levanten y personalmente me pongo a disposición para acompañarles a visitar al presidente del Consejo y apoyar ante él la reclamación que formulen, a fin de que puedan obtener una total libertad para atacarme, con lo que no harán otra cosa que proseguir la campaña iniciada hace tanto tiempo y que a juicio de ustedes se compagina con los fervorosos llamamientos a la unión de derechas, que en realidad sólo se buscó para la destrucción de la C. E. D. A»

Nueva réplica de los directivos del Bloque (27 de diciembre). Agradecen los ofrecimientos de Gil Robles. Las frases del jefe de la C. E. D. A. «implican un repudio solemne de futuras coincidencias electorales entre los que fueron unidos a las elecciones de noviembre y, a la par, lógicamente la reafirmación del pacto radical-cedista, hoy en privanza». Los del Bloque se sienten curiosos por conocer «qué misteriosa fórmula permitirá cohonestar esa renovada alianza cedo-radical —la espiritualidad católica y el positivismo radical— con la intransigencia que la C. E. D. A. anuncia para la revisión constitucional en su parte dogmática». La actuación del Bloque será impersonal, y su única finalidad «la defensa ardorosa de los principios que triunfaron el 19 de noviembre, lamentablemente olvidados por los que más obligados estaban a reverenciarlos». Gil Robles pone fin a la polémica epistolar con otra carta (28 de diciembre). Los ataques a la C. E. D. A. en los periódicos del Bloque «comenzaron tan pronto como elegidas las Cortes actuales no era ya necesaria la unión de las derechas ni los votos ni la organización de la C. E. D. A.» Respecto «a la eficacia de nuestra táctica, es un buen testimonio la amnistía de la primavera última que le permitió a usted (Calvo Sotelo) ver concluido su injusto destierro en París e iniciar ahora la labor impersonal de la fundación del Bloque, en el cual su fuerte personalidad se destaca con caracteres inconfundibles».

Las críticas más fuertes contra el Bloque Nacional proceden del sector falangista, y concretamente de la pluma de José Antonio. «El Bloque Nacional —escribe (Arriba, 21 de marzo de 1935) — luce suntuosamente. Éste ya trae palabras nuevas para que no se diga: ¡habla de unidad de mando, de Estado corporativo y de otras cosas fascistas! ¡En seguida le van a creer! Un orden nuevo traído por las ultraderechas, es decir, por los partidos privilegiados del orden antiguo. ¡En seguida le van a creer los obreros, los estudiantes y todos los añejamente descontentos contra el caduco tinglado español!» Insiste en el siguiente número (25 de abril), y centra el ataque en Calvo Sotelo, «el impaciente ex desterrado de París», que ha ideado el Bloque para «desplazar de las jefaturas de sus respectivos partidos a los señores Goicoechea y Rodezno».

Al aviador laureado Juan Antonio Ansaldo, de la Comisión Ejecutiva del «Bloque Nacional», se le encomienda la organización de unas milicias uniformadas, denominadas «Guerrillas de España», «porque en aquel período de agresividad política en la vía pública, no se concebía movimiento alguno que no fuese precedido, protegido y amparado por sus propias formaciones armadas».

Después de una visita a Asturias para conocer sobre el terreno los estragos producidos por la revolución, preside José Antonio un funeral por los caídos de Falange. Se celebra en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid (29 de octubre), y a la salida es saludado por una muchedumbre formada en su mayoría por jóvenes, brazo en alto. Designa los componentes de la Junta Política y se consagra a sintetizar en un programa la nueva política proyectada para la conquista del Estado, acordada en el I Consejo Nacional de Falange y discutida en las publicaciones afines. Como la censura prohíbe la publicación del programa, resumido en veintisiete puntos, José Antonio lo da a conocer a sus correligionarios en sesiones privadas en los últimos días de noviembre. El programa exalta el nacionalismo y la unidad de la patria, y concibe el Estado como instrumento totalitario al servicio de la integridad de España, «con voluntad de imperio» y a la nación como un gigantesco sindicato de productores .

* * *

 Los veintisiete puntos que constituyen el programa de Falange son los siguientes:

1. Creemos en la suprema realidad de España. Fortalecerla, elevarla y engrandecerla es la apremiante tarea colectiva de todos los españoles. A la realización de esta tarca habrán de plegarse inexorablemente los intereses de los individuos, de los grupos y de las clases.

2. España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos.

La Constitución vigente, en cuanto incita a las disgregaciones, atenta contra la unidad de destino de España. Por eso exigimos su anulación fulminante.

3. Tenemos voluntad de imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el imperio. Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. No soportamos ni el aislamiento internacional ni la mediatización extranjera.

Respecto a los países de Hispanoamérica, tendemos a la unificación de cultura, de intereses económicos y de poder. España alegra su condición de eje espiritual del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales.

4. Nuestras fuerzas armadas —en la tierra, en el mar y en el aire— habrán de ser tan capaces y numerosas como sea preciso para asegurar a España en todo instante la completa independencia y la jerarquía mundial que le corresponde. Devolveremos al ejército de tierra, mar y aire, toda la dignidad que merece y haremos, a su imagen, que un sentido militar de la vida informe todas las existencias españolas.

5. España volverá a buscar su gloria y su riqueza por las rutas del mar. España ha de aspirar a ser una potencia marítima, para el peligro y para el comercio.

Exigimos para la Patria igual jerarquía en la flota y en los rumbos del aire.

6. Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él, al través de su función familiar, municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se abolirá implacablemente el sistema de los partidos políticos, con todas sus consecuencias:  sufragio inorgánico, representación por bandos en la lucha y Parlamento del tipo conocido.

7. La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles. Pero sólo es de veras libre quien forma parte de una nación fuerte y libre.

A nadie le será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria.

8. El Estado nacional-sindicalista permitirá toda iniciativa privada compatible con el interés colectivo y aun protegerá y estimulará las beneficiosas.

9. Concebimos a España, en lo económico, como un gigantesco sindicato de productores. Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un sistema de sindicatos verticales por ramas de la producción, al servicio de la integridad económica nacional.

10. Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas disformes, propicias a la miseria y a la desesperación. Nuestro sentido espiritual y nacional repudia también el marxismo. Orientaremos el espíritu de las clases laboriosas, hoy descarriadas por el marxismo, en el sentido de exigir su participación directa en la gran tarea del Estado nacional.

11. El Estado Nacional-sindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas entre los hombres, ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil por la más fuerte. Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad orgánica.

Reprobamos e impediremos a toda costa los abusos de un interés parcial sobre otros y la anarquía en el régimen del trabajo.

12. La riqueza tiene como primer destino —y así lo afirmará nuestro Estado— mejorar las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que enormes masas vivan miserablemente, mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos.

13. El Estado reconocerá la propiedad privada como medio lícito para el cumplimiento de los fines individuales, familiares y sociales, y la protegerá contra los abusos del gran capital financiero, de los especuladores y de los prestamistas.

14. Defendemos la tendencia a la nacionalización del servicio de la Banca y, mediante las corporaciones, a la de los grandes servicios públicos.

15. Todos los españoles tienen derecho al trabajo; las entidades públicas sostendrán necesariamente a quienes se hallen en paro forzoso.

Mientras se llega a la nueva estructura total, mantendremos e intensificaremos todas las ventajas proporcionadas al obrero por las vigentes leyes sociales.

16. Todos los españoles no impedidos tienen el deber del trabajo. El Estado Nacional-sindicalista no tributará la menor consideración a los que no cumplan función alguna y aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás.

17. Hay que elevar a todo trance el nivel de vida del campo, vivero permanente de España. Para ello adquiriremos el compromiso de llevar a cabo sin contemplaciones la reforma económica y la reforma social de la agricultura.

18. Enriqueceremos la producción agrícola (Reforma económica) por los medios siguientes: «Asegurando a todos los productos de la tierra un precio mínimo remunerador.

Exigiendo que se devuelva al campo, para dotarlo suficientemente, gran parte de lo que hoy absorbe la ciudad en pago de sus servicios intelectuales y comerciales.

Organizando un verdadero crédito nacional que, al prestar dinero al labrador bajo interés, con la garantía de sus bienes y sus cosechas, le redima de la usura y del caciquismo.

Difundiendo la enseñanza agrícola y pecuaria.

Ordenando la dedicación de las tierras por razón de sus condiciones y de la posible colocación de los productos.

Orientando la política arancelaria en sentido protector de la agricultura y de la ganadería.

Acelerando las obras hidráulicas.

Racionalizando las unidades de cultivo, para suprimir tanto los latifundios desperdiciados, como los minifundios antieconómicos por su exiguo rendimiento.

19. Organizaremos socialmente la agricultura por los medios siguientes:

Distribuyendo de nuevo la tierra cultivable para instituir la propiedad familiar y estimular enérgicamente la sindicación de labradores.

Redimiendo de la miseria en que viven a las masas humanas que hoy se extenúan en arañar suelos estériles, y que serán trasladados a las tierras cultivables.

20. Emprenderemos una campaña infatigable de repoblación ganadera y forestal, sancionando con severas medidas a quienes la entorpezcan e incluso  acudiendo a la forzosa movilización temporal de toda la juventud española para esta histórica tarea de reconstruir la riqueza patria»

21. El Estado podrá expropiar sin indemnización las tierras cuya propiedad haya sido adquirida o disfrutada ilegítimamente.

22. Será designio preferente del Estado Nacional-sindicalista la reconstrucción de los patrimonios comunales de los pueblos.

23. Es misión esencial del Estado, mediante una disciplina rigurosa de la educación, conseguir un espíritu nacional fuerte y unido e instalar en el alma de las futuras generaciones la alegría y el orgullo de la Patria.

Todos los hombres recibirán una educación premilitar que los prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España.

24. La cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los estudios superiores.

25. Nuestro movimiento incorporará el sentido católico —de gloriosa tradición y predominante en España— a la reconstrucción nacional.

La Iglesia y el Estado concordarán con facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional.

26. Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. quiere un orden nuevo, enunciado en los anteriores principios. Para implantarlo, en pugna con las resistencias del orden vigente, aspira a la revolución nacional.

Su estilo preferirá lo directo, ardiente y combativo. La vida es milicia y ha de vivirse con espíritu acendrado de servicio y de sacrificio.

27. Nos afanamos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco, sólo en el empuje final por la conquista del Poder; gestionará el mando la colaboración necesaria siempre que esté asegurado nuestro predominio».

* * *

Apenas divulgado el programa, surgen algunos discrepantes. Francisco Moreno y de la Herrera, marqués de la Eliseda, diputado y miembro del Consejo Nacional de F. E. y de las J. O. N. S., a cuyo nombre está arrendado el edificio sede social de la Falange, hace público (30 de noviembre), «con grandísima pesadumbre», que el Movimiento nacional sindicalista «adopta una actitud laica ante el hecho religioso y de subordinación de los intereses de la Iglesia a los del Estado». Y «llega al colmo» su tristeza «cuando ve el espíritu que informa el artículo 25 del

El marqués de la Eliseda —dice José Antonio en breve nota— «buscaba hace tiempo pretexto para apartarse de Falange, cuyos rigores compartió bien poco». Y añade: «La declaración sobre el problema religioso contenida en el punto 25 del programa coincide exactamente con la manera de entender el problema religioso que tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes: la Iglesia tiene sus doctores para calificar el acierto de cada cual en materia religiosa; desde luego, entre esos doctores no figura hasta ahora el marqués de la Eliseda.»

* * *

Coincide con la separación de Eliseda la del teniente coronel Rada, incorporado al tradicionalismo como Inspector Nacional de Requetés, y del comandante Arredondo, primer jefe de los grupos de acción de Falange. Además en el seno del movimiento fermenta una disidencia fomentada por Ledesma Ramos y algunos jonsistas de la primera hora, que nunca aceptaron de buena gana la absorción de las J. O. N. S. por Falange, disconformidad acentuada desde la proclamación de José Antonio como jefe único. «¿De veras tomas en serio al que llamas jefe? Nosotros vamos a ser los depuradores», escribe Ledesma Ramos a Francisco Bravo.

Ledesma Ramos, que considera a los Sindicatos de Falange como creación suya, trata de sublevar a los afiliados contra José Antonio, a quien «por señorito y aristócrata» juzga incapacitado para la jefatura de un movimiento con vehemencia revolucionaria. Avisado José Antonio de lo que se prepara, aplasta la rebeldía (15 de enero, 1935) en el momento de iniciarse, con la expulsión de Falange de los disidentes. Ledesma Ramos, con Nicasio Álvarez Sotomayor y Mateo, directivos sindicales, prosiguen desde el campo periodístico su ofensiva, y para ello fundan un periódico, Patria libre, en el que menudean las frases despectivas y a veces injuriosas para el jefe de Falange. Contados falangistas secundan la escisión, que a poco de producirse comienza a declinar sin que las razones de índole programática, con las que los disidentes justificaban su actitud, hagan mella en los afiliados al Movimiento. Ni la rebeldía ni los ataques periodísticos quebrantan el ánimo de José Antonio, pero le entristece la separación de camaradas que después de hacer juntos caminos difíciles se alejan entre agresiones e insultos. Falange, siempre escasa de medios, atraviesa ahora una situación muy precaria, que le imposibilita para desarrollar los proyectos de expansión. Suspendido el semanario F. E., entiende José Antonio que es indispensable y urgente reemplazarlo por otra publicación que fuese bandera para las lides proselitistas, portavoz, ariete y tribuna de Falange. Después de no pocas reflexiones, decide que el periódico se llame Arriba. Aparece el 21 de marzo de 1935 y en el primer número publica José Antonio un artículo con este título: «Aviso a los navegantes. Arte de identificar revolucionarios», en el que sin citarles se refiere a los provocadores de la disidencia. En el mismo número, bajo el título «España estancada», hace una crítica «del bienio terrible y del bienio estúpido». «Ni reforma agraria ni transformación económica, ni remedio al paro obrero, ni aliento nacional en la política.» «La tarea nacional está intacta.» Anuncia la próxima glorificación de Azaña, «con el fangoso proceso por el alijo de armas».

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A la escasez de medios económicos de la Falange se unen las restricciones a la propaganda, impuestas por el estado de excepción. José Antonia planea y dirige la formación del S. E. U. en Valladolid (21 de enero, 1935). «Seamos buenos estudiantes, dice, pero seamos también partícipes en la tragedia de nuestro pueblo.» Con Sánchez Mazas y Mateo interviene en el mitin celebrado en el teatro Bretón de Salamanca (10 de febrero), al que asiste desde una platea Miguel de Unamuno. Sánchez Mazas afirma que asciende a 50.000 el número de falangistas en toda España. «Hay que nacionalizar el Estado —dice José Antonio—, dotarlo de prestigio y fuerza. Una minoría disciplinada y creyente será la que se transforme en eje implacable sobre el que montar el resurgimiento español». Habla en Toledo en el Cine Moderno (24 de febrero). «España se siente huérfana de fe en sus destinos históricos y no organizada sobre una verdadera justicia social.» Despide a Eugenio Montes, nombrado corresponsal de A B C en Roma, con un brindis, en el banquete celebrado en el café de San Isidro de Madrid (24 de febrero). Exalta la gracia y grandeza del estilo: «Entraña y estilo; he aquí lo que compone a España.»

Viaja por el Sur y pronuncia discursos en Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Villamartín, Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera. Pronuncia una conferencia en el Ateneo de Zaragoza sobre el «Orden nuevo» y otra en el teatro Calderón de Valladolid (3 de marzo), para conmemorar la fusión de Falange y las J. O. N. S. «La propiedad, tal como la concebimos hasta ahora, toca a su fin; van a acabar con ella, por las buenas o por las malas, unas masas que en gran parte tienen razón y que, además, tienen la fuerza. No hay quien salve lo material; lo importante es que la catástrofe de lo material no arruine también los valores del espíritu.» Recorre Zamora y Galicia y habla en Villagarcía (Pontevedra) el 17 de marzo, para hacer la proclamación de la Falange ante una muchedumbre de gallegos de las cuatro provincias. «Propaganda fascista», rotulan los periódicos, denominación que José Antonio no acepta, por inadecuada. Ya en otra ocasión y al circular la noticia de que se propone asistir al Congreso Internacional Fascista de Montreux, el Jefe de Falange hace público (19 diciembre, 1934) que, requerido para asistir, rehusó la invitación «por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por otra parte, la Falange Española de las J. O. N. S. no es un movimiento fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal, pero va perfilándose cada día con caracteres más peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas».

El S. E. U. ha arraigado en casi todas las Universidades y tiene su órgano en la Prensa. Se titula Haz. En su primer número (26 de marzo), José Antonio publica un artículo bajo el título «España incómoda». «Vuestra manera de servir a España —escribe— tendrá que ser también rigurosa. Tendremos que hendir muchas veces la carne física de España —sus gustos, su pereza, sus malos hábitos— para librar a su alma metafísica. España nos tiene que ser incómoda. ¡Dios nos libre de encontrarnos como el pez en el agua en esta España de hoy! Tenemos que sentir cólera y asco contra tanta vegetación confusa. Y sajar sin contemplaciones.»

* * *

Se despide el año 1934 con rebullicio, derroches y cara de fiesta. Sin embargo, innumerables hogares españoles están enlutados, vacíos o entristecidos por recientes desgracias, ausencias o angustiados por la miseria. El recuerdo de los muertos o heridos en la revolución de Octubre se reaviva en los días memorables de Navidad. Las cárceles están llenas, los Consejos de guerra actúan con laboriosidad infatigable, el número de parados crece. La estadística del Ministerio de Trabajo eleva la cifra a 711.184 contra 625.097 en enero de 1934.

El 14 de enero de 1935 sale en Madrid un nuevo periódico, Ya, diario de la noche de la Editorial Católica. En la línea ideológica y política de su hermano El Debate, se diferencia de éste por su superioridad gráfica y por la atención que dedica a los deportes, a los toros y espectáculos. Es un periódico risueño y ameno. Lo dirige Vicente Gallego, muy experimentado en la técnica periodística, formado en la escuela de Ángel Herrera.

Las esperanzas de cedistas y radicales están puestas en el nuevo año, que ha de ser, como dice El Debate, el de la revisión, porque de la reforma del Código fundamental depende la transformación social y política de España. «La revisión constitucional, escribe (1 de enero, 1935), es un im­perativo de la opinión pública española. Nos toca, y más aún que a nosotros a los partidos políticos, abordar esta realidad ineludible. Y lo primero que quisiéramos ver formarse es un espíritu de la revisión. Más bien una conciencia. Hace un año contemplábamos las perspectivas del 34, como ahora las del 35, y ya divisábamos en el futuro la reforma del Código constitucional. Es necesario señalar concretamente el artículo o artículos que deban ser objeto de revisión. Nos parece que la experiencia de estos años facilita esa labor en gran parte. Los puntos verdaderamente fundamentales del ideario derechista coinciden con lo que la práctica ha señalado como eje de la revisión. Son los ataques a la religión y a la familia, los atentados a la patria y a un recto sentido de la propiedad los que han sublevado al pueblo de España contra una legislación arbitraria y artificiosa.»

Los partidarios de la revisión cuentan con un aliado de calidad: el Presidente de la República, que en octubre de 1931 siendo jefe del Gobierno salió de éste como abanderado del revisionismo, si bien a poco las veleidades de la política le obligaron a abjurar de sus propósitos. El hecho es que en los primeros Consejos de ministros del nuevo año (2, 3 y 4 de enero) Alcalá Zamora plantea el problema porque se aproxima la fecha en que por cumplirse cuatro años de vida constitucional, desaparecerá el obstáculo más importante para la reforma, o sea, la exigencia de los dos tercios de votos en la Cámara, siquiera quedase el otro obstáculo, mucho más grave, el de la autodisolución exigido por el artículo 125 (35). Los tres Consejos de ministros los anega Alcalá Zamora con su elocuencia de jurisconsulto. En total, nueve horas de disertación. El Presidente de la República ha estudiado y reflexionado mucho sobre el asunto. Al cabo de leer la Constitución tantas veces, «aun después de aprendida de memoria, la piel de la encuadernación lleva roces y casi desgarrones». Con lo dicho en los tres Consejos, compuso Alcalá Zamora un libro.

Del examen de la Constitución y de las experiencias de sus aplicaciones «comprobé sus daños o su inadaptación para el bien de España». «Se dictó o se planeó sin mirar a la realidad nacional, que era la que imponía.» «Se procuró legislar obedeciendo a teorías, sentimientos o intereses de partido, sin pensar en esa realidad de convivencia patria, sin cuidarse apenas de que se legislaba para España, como si ésta surgiese de nuevo o la Constitución fuese a regir en otro país, o sea, indiferente la condición de aquél que se la dé o vaya a practicarla». Dividía a los españoles y hacía de la República «más que una sociedad abierta a la adhesión de todos los españoles, una sociedad estrecha con número limitado de accionistas y hasta con bonos privilegiados de fundador». «La inspiró un espíritu sectario que quiso consolidar soluciones tendenciosas, imponiendo una fuerza parlamentaria pasajera y no representativa de la verdadera y total voluntad nacional». «Se elevaron a la categoría, a la fortificación, al artillado de la Constitución, de la superlegalidad que ésta representa, cuantos problemas extraños al área de aquélla dividían a los partidos, excluyéndose, por el contrario, aquellos en que hubiera una coincidencia extendida, signos o presunción de ser normas muy principales. Esto se parecía mucho a tararear la música más funesta y repulsiva de nuestras malas costumbres políticas, el trágala mortificante, agresivo, injurioso, cantado esta vez a los mismos que habían ayudado a la victoria»). «Se hizo una Constitución que invita a la guerra civil, desde lo dogmático, en que impera la pasión sobre la serenidad justiciera, a lo orgánico, en que la improvisación, el equilibrio inestable, sustituyen a la experiencia y a la construcción sólida de los poderes».

La revisión que propone Alcalá Zamora se refiere especialmente a los artículos 12, 14, 15 y 20, concernientes a los Estatutos regionales. «De generalizarse los Estatutos, con el solo ya votado, si no se pone remedio, la injusticia llegará a ser insoportable. El privilegio tributario de cuatro provincias, las catalanas, pequeñas tres de ellas, ha sido soportable para cuarenta y seis; el de ocho no podrían resistirlo cuarenta y dos; el de doce, no cabría ni intentarlo para treinta y ocho, y así sucesivamente se acentuaría, con el absurdo y la injusticia, la imposibilidad.» Se imponía también la revisión de los artículos (26 y 27), que afectaban a los problemas político-religiosos; el que se refería a los tratados de extradición; los temas del capítulo II del título III, sobre familia, economía y cultura, cuyo contenido sobraba casi entero; el que trataba de la Cámara única (51), «amenaza constante para las instituciones republicanas», con la propuesta de una segunda Cámara; los que se referían a iniciativa de las leyes (60 y 66), a la Diputación Permanente y a la legislación de urgencia (62 y 80), al régimen parlamentario (64 y 75), al poder presidencial y al Gobierno (76, 79 y 90), a la suspensión dé sesiones de Cortes (81), a la reunión auto­mática de las mismas (58) y a su disolución (81); al veto y refrendo (83, 84, 110); a los tribunales de honor (95) y amnistías (102); al presupuesto anual (107); al Tribunal de Garantías y sus conexiones (121 a 129); al procedimiento para la reforma de la Constitución (125).

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Son tantos los defectos e insuficiencias que Alcalá Zamora advierte en el Código fundamental, y en tan gran número las modificaciones que necesita, que en realidad propugna una nueva Constitución. Los ministros se percatan de los propósitos del Presidente de la República, que en buena parte coincide con los de aquéllos, y designan al ministro de Instrucción Pública, Dualde, buen jurista, para que recoja en un proyecto las sugerencias revisionistas de Alcalá Zamora.

De lo tratado en los tres famosos Consejos sólo supo la opinión por vagas referencias.

Por estos días aparece un libro de Salvador de Madariaga, Jerarquía o Anarquía, confesión de un demócrata decepcionado que desea un cambio radical en el rumbo que sigue el régimen. Le Temps de París (20 de abril) apostilla su nota bibliográfica con estas palabras: «¿Por qué una tercera República? Porque la obra de las Constituyentes no corresponde a la realidad íntima de España ni a una concepción razonable de la vida colectiva de cualquier tiempo y lugar.» La revista socialista Leviatan y con la firma de Carmona Nenclares, dice que el libro de Madariaga quiere ser un ideario de la Tercera República Española, y añade: «Nosotros no tenemos nada que hacer en una República en que, según la conclusión de Madariaga, la cuestión obrera tiene que resolverse fuera del marxismo y respetando la libertad individual aún en lo económico. Lucharemos por hundirla. Ese será nuestro quehacer.»

La Prensa de derechas pide la divulgación de los discursos del Presidente. La izquierdista se muestra contraria a todo intento revisionista, porque el Gobierno «enemigo de la República» está interesado en desnaturalizar el espíritu democrático y laico que alienta en la Constitución.

«Con ser tan vehementes en apariencia los deseos revisionistas, muy pronto, escribe Alcalá Zamora, comenzó la táctica dilatoria. Retardábase por diferentes motivos, que eran variados pretextos, la deliberación de los grupos; cada uno de éstos decía que por él no había dificultad, pero faltaban detalles, trámites de régimen interior; surgía la dificultad de alguna ausencia destacada; hubo la desventura de que a veces se traspapelaban los ejemplares. De este modo, sin que nadie se opusiera a la reforma y haciendo todos protestas de desearla, estimándola indispensable, se perdieron el mes de enero, el de febrero y el de marzo.»

 

CAPÍTULO 57.

GONZÁLEZ PEÑA CONDENADO A MUERTE POR CONSEJO DE GUERRA