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CAPÍTULO 55.LOS MONÁRQUICOS PIDEN LA DEROGACIÓN DEL ESTATUTO CATALÁN
Los suplicatorios para
procesar a Azaña y a Luis Bello son aprobados en la Cámara (28 de noviembre)
por 170 votos contra 20 el primero y por 147 contra 20 el segundo. El diputado
de la Esquerra, Trabal, proclama la inocencia de Azaña: «Desde Cánovas acá, no
ha habido un estadista tan grande.» Monárquicos, tradicionalistas y cedistas abandonan sus escaños para hacer patente su
incompatibilidad con el orador.
¿Qué pensaba el Gobierno
respecto a Cataluña? ¿Cuál iba a ser el destino del Estatuto? Una comisión de
cuatro ministros, Martínez de Velasco, Aizpún,
Hidalgo y Anguera de Sojo, de la cual es ponente este último, dictamina:
«Artículo primero. Quedan en suspenso las funciones que el Estatuto de Cataluña atribuye al Parlamento de la Generalidad hasta que por el régimen electoral que oportunamente se determine y dentro de un plazo que no podrá exceder de tres meses, a partir del restablecimiento de las garantías constitucionales, sea íntegramente el que se eligió en noviembre de 1932.— Artículo segundo. En el período transitorio de que se habla en el artículo anterior asumirá todas las funciones que corresponden al presidente de la Generalidad y su Consejo ejecutivo, un gobernador general que nombrará el Gobierno, con facultad de delegar en todo o en parte las funciones atribuidas a dicho Consejo. — Artículo tercero. El
Gobierno nombrará una Comisión que en el término de quince días estudie los servicios
traspasados y valorados y proponga los que durante este régimen provisional
deban subsistir, los que deban rectificarse y los que deban revertir al Estado,
señalando en cada caso las normas a que deberá sujetarse la ejecución de los
acuerdos adoptados.»
Contra este dictamen el
monárquico Maura (Honorio), solicita (29 de noviembre) en un voto particular la
derogación del Estatuto de Cataluña y de todas las leyes y reglamentos que de
él dimanan. «El Gobierno en el momento oportuno someterá a las Cortes el debido
proyecto de ley que reglamente el régimen por el que ha de regirse en su día la
región catalana».
Concedido el Estatuto y
amparándose en sus privilegios, afirma Maura (H.), se inició desde el primer
día, pública y cínicamente una labor contra España. El Estatuto no lo quería
España ni la mejor y mayor parte de Cataluña. El proyecto presentado por el Gobierno
es tan inconstitucional como nuestro voto particular. Si el Estatuto vuelve
caerá otra vez en manos de la Esquerra o de la Lliga.
El Estatuto debe ser derogado. Después se le consultará al país sobre lo que
procede. «Voy a leer dice— un texto de don Antonio Maura, en la discusión de la
autonomía de 1907, que tiene un mandato personal para mí. Decía: «¿Queréis la
personalidad para jurisdicción, para materia propiamente local? Sin tasa se os
reconoce. Vuestra boca es medida. Cuanto más, mejor. ¿Está claro? ¿Queréis
personalidad para hacer jirones la inconsútil soberanía de la patria? Nunca;
nada. Mientras yo aliente y pueda, jamás logrará un Gobierno sacar una ley que
mutile eso. Si yo tengo la fortuna de tener a mis hijos al lado de mi lecho de
muerte, yo les diré que servirán más a su patria combatiendo eso que derramando
su sangre en la frontera». Y a eso he venido esta tarde: a cumplir con mi
obligación.»
A pesar de todo — dice el
diputado Armasa, presidente de la Comisión de
Estatutos— hay que restablecer la normalidad jurídica en la región catalana. El
tradicionalista Bilbao y Eguía afirma que Cataluña por la Constitución tiene
derecho al Estatuto y a una autarquía para el cumplimiento de sus fines
regionales, siempre que no constituya peligro para la unidad nacional.
Para el monárquico
Goicoechea no cabe otra solución que la derogación del Estatuto, «hijo del
Pacto de San Sebastián». «Siempre se ha dicho que no era la concesión máxima de
la autonomía, sino la parte mínima del separatismo.» Las Cortes conservan
facultades para derogar el Estatuto, pero no para decretar una simultaneidad de
vigencia de la Constitución del Estatuto y del régimen que establece el
proyecto.
* * *
La discusión sobre el
régimen provisional de Cataluña, mientras dure la suspensión del Estatuto, es
muy viva y en ella participan representantes de todos los grupos políticos.
Cataluña —expone Primo de Rivera— «es un problema dificilísimo de sentimientos».
«Si nos obstinamos en negar que Cataluña y otras regiones tienen
características propias, es porque tácitamente reconocemos que en esas
características se justifica la nacionalidad.» «Soy de los que creen que
España se justifica por una vocación imperial para unir lenguas, razas, pueblos
y costumbres en un destino universal.» «Entiendo que cuando una región
solicita la autonomía, en vez de inquirir si tiene características propias más
o menos marcadas, lo que debemos inquirir es hasta qué punto está arraigada en
su espíritu la conciencia de unidad de destino.» «Nosotros, legisladores
españoles, lo que tenemos que mantener por encima de todo es la seguridad de
que España no se nos va ir entre los dedos: no podemos mantener vivo el
Estatuto de Cataluña. Por eso, modestamente pienso votar el voto particular de
don Honorio Maura, que preconiza su derogación.» «El Estatuto, una vez aprobado,
formaba parte del ordenamiento jurídico nacional: no puede haber artículo del
Estatuto capaz de convertirse en un ordenamiento constitucional diferente.» Es
una equivocación —afirma Cambó— hablar de la rebelión de Cataluña. «Por fortuna
para España, el día 6 de octubre hubo la rebelión del presidente y del Gobierno
de la Generalidad, secundados por hombres del partido de la Esquerra de
Cataluña y de otros que estaban coaligados con ellos, pero no participó en el
movimiento la gran masa del pueblo catalán, pues, de ser así, no hubiese
quedado resuelto el conflicto con media docena de cañonazos.» «Una subversión,
por haber sido esencialmente criminal, síntesis de todas las deslealtades,
puede echarse sobre la conciencia y la responsabilidad de sus hombres, pero no
puede jamás echarse sobre un pueblo, sobre Cataluña.» «El grito de la Esquerra,
más que un grito afirmativo, fue siempre un grito de muera, y este grito de
muera iba asociado a mi nombre; en las listas de los que debían ser ejecutados
al día siguiente del triunfo, figuraban principalmente mis amigos, y en
Barcelona, en la lista, cuyo original conservo, que se encontró en la mesa del
señor Dencás, de los veintiocho que debían ser
fusilados, cuatro eran amigos del señor Goicoechea y veinte eran individuos de
la Lliga, y entre ellos, naturalmente, figuraba yo.»
«La inmensa mayoría del pueblo catalán mantiene su fe y su adhesión a la
institución autonómica.» «Todo el problema, es saber si aceptamos que hay o no
una realidad catalana, con sus características especiales y compatible, no ya
con la realidad española, sino con la mayor grandeza de España. Yo os digo que
no solamente es compatible, sino que es consubstancial; que yo no comprendo la
grandeza de España sin la acentuación de una realidad catalana que aporte al
pensamiento general español el esfuerzo de nuestra individualidad.» «La máxima
garantía de que no se produzcan jamás hechos como los del 6 de octubre es que
en España, después de haber resuelto nuestros problemas interiores —los
problemas del santo pan de cada día—, resolvamos los problemas del ideal,
porque si no sólo de pan vive el hombre, no sólo de prosperidad material viven
los pueblos. Y España ha sido el ejemplo más admirable de esta verdad. La
España de las grandes proezas; la España que infundió su espíritu a los
continentes; la España que dominó a Europa, que fue la primera potencia
continental de Europa era una España miserable, de menos de ocho millones de
habitantes, que estaban muriendo de hambre; pero aquella era gente con un ideal
que superaba todas las deficiencias de la situación y lo salvaba todo. Si el
país no piensa más que en sus problemas domésticos vivirá siempre en plena
discordia.
Únicamente volando más
allá de lo que está al alcance de las manos podemos llegar a las compensaciones
fecundas que evitan el peligro de todas las actitudes extremas.»
El debate se prolonga (6
de diciembre) con la intervención del republicano Izquierdo Jiménez, de
Albiñana, monárquico independiente. De nuevo Goicoechea insiste que en la Lliga están los apóstoles y en la Esquerra los discípulos.
Textos de nombres tan notorios como Durán y Ventosa y Prat de la Riba lo
demuestran. En su libro La nacionalidad catalana, Prat de la Riba decía:
«España no es nuestra patria, sino una asociación de varias patrias... El
Estado es una entidad artificial que se hace y deshace por voluntad de los
hombres.» Consecuente con este principio, Durán y Ventosa deducía: «A toda
nacionalidad corresponde un Estado y Cataluña es una nacionalidad; ni siquiera
admitimos como posible el estado federal, porque la federación es un sistema
hasta ahora imaginado para unir diferentes Estados bajo una nacionalidad, pero
no para unir diferentes nacionalidades bajo un solo Estado.» Lo más que llegaba
a admitir era una confederación de Estados; es decir, el mismo ideal de
confederación de los pueblos ibéricos expuesto por Maciá. En su trayectoria
política Cambó ha sido regionalista primero, nacionalista en 1916. Si se reúne
una Conferencia Internacional —declaró en una ocasión —, España enviará sus
representantes y Cataluña los suyos. Palabras suyas son también estas,
pronunciadas en 1930: «Trabajaré siempre por la Monarquía, y si ésta faltase
por su restauración.» Con ese contraste entre una nacionalidad sojuzgada y una
nacionalidad sojuzgadora, ¿qué ideales comunes queréis que se elaboren y forjen
en España? Con la suposición de que el Estado, es decir, España, no es más que
una entidad artificial, ¿cómo es posible inspirar hacia ella sentimientos de
adhesión y cariño? No; España ha de ser, para que tenga ideales, lo primero una
nacionalidad, una asociación libre de hombres que marchen a la realización de
un designio, no una galera en que remen juntos unos forzados, sin otro lazo de
unión que el castigo recibido en común.» «No se trata de que deje de
reconocerse la indudable responsabilidad histórica de Cataluña; pero las
vergüenzas, las desobediencias, las burlas de que España y la unidad nacional
han sido objeto desde que el Estatuto de Cataluña se promulgó, esas no pueden
volver a repetirse.»
«Yo no tengo nada que
rectificar al señor Prat de la Riba —responde Cambó—; la rectificación suprema
de sus ideas está en un documento que escribió pocas semanas antes de morir, el
Manifiesto por la España grande, que conocen muchos de los que me escuchan».
«Es cierto que he gobernado con el Rey —prosigue—, pero siempre le dije que no
tenía sentimientos monárquicos.» «Mientras una necesidad inexorable no impusiera
un cambio de régimen, entendía yo que servirle era servir a España. No he
variado de criterio, porque no hipoteco a un régimen la vida y el porvenir de
España.» «En el programa del partido centrista, que fundamos en 1931, no se
hacía declaración de fe monárquica, no obstante lo cual, se sumó el señor
Goicoechea. En el mundo han terminado las revoluciones políticas; las
revoluciones son mucho más hondas. Nadie puede decir, ni calcular siquiera, lo
que significaría hoy un nuevo cambio de régimen en España.» «Es preciso que
nadie pretenda acaparar el patriotismo español, y cuando venga alguien que con
sus actos haya servido a España en el exterior y en el interior, como la he
servido yo, entonces le permitiré que me formule una pregunta, previa
presentación del certificado de los servicios que efectivamente haya prestado a
España.» «El Estatuto aún puede sernos útil, aunque tenga que ser objeto de
modificaciones, cosa que he sido el primero en proclamar en Cataluña.»
«Naciones o regiones, si han de vivir subordinadas a un conjunto más amplio,
más grande, ¿qué más da? Siempre que las relaciones fueran incondicionales,
intensas, deberíamos bendecirlas y darnos por satisfechos de que existieran.»
Interviene Gil Robles: «Si
todas las regiones españolas —dice— tienen una personalidad característica
definida, quizás ninguna como la región catalana.» «Pero cuando el nacionalismo
se abroga personalidad de Estado soberano, entonces tengo que establecer un
valladar entre regionalismo —perfectamente admisible— y nacionalismo, para mí,
desde un punto de vista español, absolutamente inaceptable.»
«El Estatuto Catalán,
otorgado por las Cortes en un momento de pasión, parece concebido por los
peores enemigos de la autonomía de Cataluña. Conceder una ley autonómica sin
dejar a salvo las conveniencias y las necesidades del Estado nacional, como no
las dejó el Estatuto, y entregar todas esas facultades de golpe y sin ensayo,
en un momento de exaltación pasional, a una región que no había disfrutado del
beneficio de esa autonomía, era ponerla en las manos de los más audaces, que
harían de esa autonomía un elemento de destrucción de la propia Cataluña y de
la patria española.» «El Estatuto de Cataluña es un acto unilateral de la
soberanía del Estado.» «Cuando de esas facultades se ha hecho transitoriamente
un mal uso, el Estado puede retirar esas facultades que dejó en manos de la
región autónoma y ejercitarlas por sus propios órganos y fijar el día y momento
en que las devolverá a la región autónoma.» «Por eso nos limitamos hoy a pedir
que la autonomía quede en suspenso hasta que el Parlamento español vea de qué
modo y en qué proporciones puede devolverla a Cataluña».
La discusión prosigue (7
de diciembre). Trabal, de la Esquerra, afirma: «El Estatuto es una ley que
está en la plenitud de vigencia y en suspenso por hechos fatales, pero
corresponde al Gobierno ponerlo con la máxima urgencia en ejercicio, a fin de
normalizar la situación, pues en Cataluña, según el orador, hay más de siete
mil detenidos, si bien el ministro de Estado reduce esa cifra a dos mil.»
Insiste Royo Villanova en pedir la revisión. Lerroux expone el criterio del
Gobierno (11 de diciembre) en un discurso vacilante, dubitativo, propio de
quien no puede discrepar de sus aliados y que por otro lado teme disgustar a
los amigos de ayer y adversarios de hoy. «Para mí —dice— no puede haber mayor
satisfacción que la de coincidir con aquellos hombres que, con otra visión del
problema, mantienen como yo la necesidad de la autonomía para Cataluña.» Caben
fórmulas de armonía; pero en una cosa el Gobierno no podrá ceder sus derechos;
en nombrar el representante que haya de sustituir al presidente de la Generalidad
y en elegir el momento en que vuelva a regir el Estatuto. «Yo mantengo la
necesidad de que se cree en Cataluña un órgano supletorio del que ha
desaparecido por la subversión, en los términos que el artículo 2.° del
proyecto de ley establece, y que en cuanto a lo demás se reconozca potestad al
Gobierno para convocar al cuerpo electoral de Cataluña, para que elija su nuevo
Parlamento. Resucitará en Cataluña el sentimiento español, y en esa esperanza
de convivencia debemos huir de medidas de hostilidad.»
Todo lo que no sea derogar
el Estatuto y empezar a edificarlo de nuevo, manifiesta Maura (H.), será un
crimen de lesa patria. El Gobierno no da un paso efectivo en contra de la
rebelión que sigue latente en toda España. La propuesta de Maura es rechazada
por 134 votos contra 32.
Quiero que conste —afirma
Primo de Rivera— una reprobación terminante de lo que acaba de hacer la
Cámara. «Ni el más recalcitrante puede sostener que con arreglo a la
Constitución no podemos derogar el Estatuto. La Constitución nos confiere sin
límites la facultad de legislar y las leyes alcanzan su justificación de normas
superiores en el orden jerárquico del derecho. Nosotros no pedimos castigo,
mortificación o vejación para Cataluña, sino que reputamos elemental prudencia
política no entregar un arma tan fuerte como el Estatuto a una región en que no
sabemos suficientemente arraigado el sentido de unidad nacional. El pueblo
catalán presenta una faz de melancolía de vencido, que no promete, ni mucho menos,
una adhesión a la unidad hispana. No crea el presidente del Consejo que el
pueblo catalán va a cambiar de representantes cuando de nuevo los elija. El
Gobierno sigue la táctica, que ya va siendo en él habitual, de demorar los
problemas hasta que se pudren, hasta que son reemplazados por la angustia de
otros problemas nuevos que se nos imponen con la realidad de su presencia. Esto
no es más que una dilación; dentro de algún tiempo tendremos otra vez
resucitado el Estatuto. Habéis votado contra la petición de que el Estatuto se
derogue. Os habéis retorcido el corazón una vez más; pero habrá un día en que
España, defraudada y exasperada, entre en este salón a retorcernos a todos el
pescuezo.»
Desechada la propuesta de
Maura (H.), el debate sobre Cataluña, lejos de decrecer o extinguirse, se
reanima con vivas polémicas entre Gil Robles, Cambó, Goicoechea, Trías de Bes, Trabal, Calderón, Royo Villanova. Mediante la
presentación de enmiendas tratan algunos diputados de buscar una fórmula que
obtenga el favor de la mayoría. El radical Guerra del Río en unión de Gil
Robles defiende cuatro enmiendas con leves modificaciones al primitivo proyecto
de la Comisión ministerial. La fórmula prevé no sólo la suspensión del Estatuto
hasta que el Gobierno y las Cortes lo acuerden, sino también la manera gradual
del restablecimiento, según lo aconsejen las circunstancias políticas. Con el
nombramiento de un delegado para el ejercicio total o parcial en Cataluña de
las funciones no atribuidas a la Generalidad, se trata de corregir el error del
Estatuto de poner en una sola mano la presidencia de la Generalidad y la
representación del Estado en Cataluña.
Defiende la enmienda
Guerra del Río (13 de diciembre) y Cambó, por su parte, se muestra partidario
del dictamen primitivo. El líder regionalista no emplea el tono amistoso y
conciliador de sus intervenciones anteriores: ahora su oratoria es áspera y
agresiva. «Se nos propone —dice— restablecer el imperio de lo arbitrario. Para
ir a la revisión del Estatuto habría que ir antes a un referéndum, y la mayoría
en esta votación sería aplastante. Con la nueva fórmula se plantea otra vez el
problema de Cataluña. Caerán regímenes, desaparecerán partidos y el problema
catalán subsistirá.»
Gil Robles cree que Cambó
pone exceso de pasión en sus palabras, lo cual lo atribuye al deseo de atraerse
a las masas desviadas hacia otros partidos. «Sea S. S. fiel al destino español
de su catalanismo nacional y nos hallará con los brazos abiertos.» Goicoechea
exclama: «Yo he traducido las palabras pronunciadas por el señor Cambó en este
sentido: Caerán Gobiernos y regímenes y nosotros seguiremos explotando el
problema de Cataluña ante el poder central.» El monárquico Sáinz Rodríguez (14
de diciembre) entiende que la disciplina de los partidos obligó a que se
aceptase un Estatuto contrario a la conciencia de la mayoría de los diputados.
«En este problema admitimos que las determinaciones del pueblo catalán se
adopten mediante plebiscito y, en cambio, las respuestas del resto de España
sean tomadas por determinaciones de los partidos.»
«Catalanismo y
nacionalismo no son términos sinónimos, como no lo son tampoco catalanismo y
autonomismo. Alguien ha dicho con razón que el catalanismo no es una forma,
sino una substancia. El autonomismo, en cambio, es un programa, un sistema de
organización, cosa, por lo tanto, variable y sujeta a las conveniencias del
momento y a las mudanzas de los tiempos.» «Me atrevo a pedir que para resolver
de una vez el problema catalán, no se haga de él problema de partido ni de
régimen y que los hombres que lo han utilizado como bandera rompan de una
manera definitiva con el equívoco, porque somos muchos los que conocemos y
amamos la cultura catalana, incorporada a la gran historia internacional de
España.»
La enmienda de Gil Robles
y Guerra del Río queda aprobada, con disgusto de los catalanes, incluso de los
moderados. Hallar una fórmula que los complaciera era imposible, máxime cuando
sentían recobradas sus energías y el Gobierno se mostraba cada vez más inseguro
de su victoria y más dispuesto a capitular que a resistir.
El Consejo de ministros
designa (27 de diciembre) gobernador general de Cataluña a Manuel Pórtela
Valladares, conocedor de la región por haber sido gobernador de Barcelona en
tiempos de Canalejas (1910) y de García Prieto (1923). Supo entonces barajar la
suerte y alternar el ejercicio de la autoridad con habilidades y astucias.
Pórtela nació en
Fonsagrada (Lugo) en 1866; diputado en varias legislaturas, fue designado
ministro de Fomento (y no llegó a tomar posesión) del Gobierno García Prieto
que derribó el golpe de Estado de Primo de Rivera. Vizconde de Brías por su matrimonio con una dama catalana de gran
fortuna. Masón de graduación superior. Alto, flaco, pálido y espectral, con una
cabellera, tan abundante, plateada y ondulada que le daba aspecto de mago o de
faquir. «El error, la culpa y la responsabilidad del nombramiento de Pórtela
—dice Lerroux— fueron exclusivamente míos.» Lo consideraba «hábil, enérgico,
activo, conocedor de los problemas sociales y de los especiales de Cataluña». Lerroux
lo calla, pero alguien situado en las alturas se acordaba de Pórtela y preveía
su destino: el presidente de la República. Pórtela toma posesión de su cargo
(10 de enero de 1935) en el palacio de la Generalidad, en presencia del general
Batet.
* * *
Entre tantos asuntos
graves que acaparan la actividad del Gobierno, la cuestión económica había sido
preterida. El ministro de Hacienda, Marraco, presenta
los presupuestos a las Cortes (23 de noviembre). Reconoce su imperfección, pues
se han confeccionado sin los necesarios estudios previos. El déficit inicial
será de unos 300 millones. En los ocho primeros meses del año acusan baja:
Aduanas, azúcares, alcoholes, timbre, tabacos, utilidades, industrial,
participación del Estado en los beneficios del Banco de España, petróleos,
cuotas militares, loterías, etc.
«Yo no puedo —dice el
ministro— asegurarme contra las revoluciones.» Combaten los presupuestos Chapaprieta y Vidal y Guardiola, que calculan el déficit en
mil millones, y Amado, que recuerda «la petición hecha en una de sus primeras
intervenciones por Calvo Sotelo, de una concesión de plenos poderes para poner
en orden la economía». Esto es lo que también pide Gil Robles: «La experiencia
demuestra que el Parlamento no hace economías. Hay que arrancar
transitoriamente al poder legislativo esta facultad de hacer los presupuestos.
En la Constitución hay un artículo, el 61, que autoriza al Gobierno a dictar
decretos-leyes siempre que no impliquen aumento de gastos. Estos plenos poderes
son necesarios para acometer a fondo una reforma de las instituciones económicas.»
Se aplaza la discusión para que el Gobierno y las minorías estudien la
propuesta, que ha sorprendido a todos. Gil Robles explica a la Prensa su
proyecto: se encomendará a una comisión de técnicos, muy reducida, para que en
el plazo de tres meses presente unos auténticos presupuestos.
En el Gobierno la
iniciativa produce divergencias; los periódicos izquierdistas la califican de
tentativa de golpe de Estado y Chapaprieta pide que
antes de la concesión de plenos poderes se haga una rigurosa revisión de
gastos. El ministro de Hacienda propone que la Comisión en lugar de técnicos
sea integrada por cuatro diputados, uno de ellos el presidente de la Comisión
de Presupuestos. La oposición al proyecto aumenta. Y en la discusión queda al
descubierto el desbarajuste económico reinante. El ministro de Hacienda afirma
que el verdadero déficit será de 564.880.527 pesetas. Chapaprieta,
lo asciende a 742 millones. El presupuesto — argumenta Calvo Sotelo— «tendrá
como mínimo un déficit de setecientos millones de pesetas, sin que se advierta
el menor propósito de enmienda de los males pasados.» En realidad —agrega—,
«los plenos poderes se piden para el Gobierno que ocupe el banco azul en el
primer trimestre de 1935, sin que nadie pueda prever quién será el gobernante
que tendrá que hacerse cargo de ellos». Lo que nosotros queremos —afirma Gil
Robles— es que se haga una reorganización a fondo de toda la máquina del
Estado, reforma que producirá una baja que se reflejará en el Presupuesto. Para
ello, yo le brindo al ministro de Hacienda todas las facilidades. Y añade: «La
coalición de partidos que representa el Gobierno es absoluta y totalmente
inconmovible, y de ella se han de esperar días de paz y de prosperidad para la
patria.» «¿Qué Gobierno hará uso de los plenos poderes? A mí no me importa: a
lo que aspiro es a darle al Gobierno, sea cual fuere, los medios necesarios
para llegar a una nivelación.»
La propuesta de Gil Robles
se considera como proposición de ley, pero a fin de dar tiempo a la Comisión
para su trabajo, el ministro de Hacienda lee a la Cámara (14 de diciembre) un
proyecto de ley sobre prórroga trimestral del presupuesto. Pero son tantos y
tan fuertes los ataques a la concesión de plenos poderes que Gil Robles retira
el proyecto, «que no era mío, sino del Gobierno» (22 de diciembre).
La unión de cedistas y radicales es cada día más estrecha, y de ello
hacen gala sus jefes. El acercamiento espiritual de los radicales a los elementos
de la C. E. D. A. es un hecho digno de atención, comenta el Conde de Romanones
en un artículo en A B C (28 de noviembre). «Digno de atención el fenómeno
curioso de ver cómo los radicales aplaudían los discursos que pronunciaban los
agrarios populares, que no recataban su pensamiento y que desarrollaban sus
teorías, que tienen como base los principios de la democracia cristiana. Así,
pues, no son los cedistas los que se compenetran con
los radicales, sino viceversa»... «No he conocido un parlamento más sometido a
la voluntad de un solo hombre como lo está el actual; es este el mayor elogio
que se puede hacer de un político. ¿Quién es éste? No es necesario nombrarlo.
No puede confundirse con ningún otro.» En efecto, en la memoria de todos estaba
un nombre: Gil Robles. Si la vieja guardia republicana, como dice Guerra del
Río, comienza a rendirse también la C. E. D. A. se ve obligada a hacer
concesiones.
El diputado de Unión
Republicana, Alonso Rodríguez, exalta en la Cámara (14 de diciembre) la memoria
de los capitanes Galán y García Hernández, «mártires de la revolución», con
motivo de cumplirse el cuarto aniversario de su fusilamiento. Solicita que se
suspenda la sesión durante cinco minutos. Diputados de las minorías
republicanas se adhieren al homenaje. Lamamié de Clairac, tradicionalista, expresa su respeto por los
oficiales que dieron la vida por un ideal, pero no se suma, porque significaría
congraciarse con la rebeldía. Va adelante la sesión, cuando penetra el cedista Salmón. Justifica la ausencia de su minoría,
reunida en asamblea de estudio. «Galán y García Hernández —exclama—, simbolizan
a la República, según lo entienden los republicanos y por ello la minoría de
la C. E. D. A., sin olvidar sus diferencias ideológicas, se adhiere al homenaje
a estos dos españoles ilustres, porque su deseo es servir al régimen republicano
y de esta manera a España.» «No nos quedaba otra cosa que ver — comenta A B C
(15 de diciembre) —. La C. E. D. A. y los agrarios sumándose al tributo, no de
respeto, sino de loa y exaltación a la memoria de los capitanes sublevados en
Jaca. Dura era la prueba, pero la C. E. D. A. no dudó en aceptarla.» Gil Robles
contesta al comentario con una carta al director de A B C (16 de diciembre).
«La C. E. D. A. —dice— ha tenido, tiene y tendrá una ideología radicalmente
incompatible con la ideología y actuación revolucionaria de los capitanes
fusilados en Jaca.» Repudia la violencia en unos y en otros. Propugna la
política de actuación legal, «que pronto dará sus resultados prácticos.»
Gil Robles está convencido
del triunfo de su táctica, mientras los monárquicos desconfían en absoluto de
ella. Creo, declara el jefe de la C.E.D.A. a La Vanguardia (21 de noviembre)
«que están maduras las cosas para iniciar una evolución política cuyo alcance
limitará la realidad». Sus contradictores le reprochan que para conseguir
mezquinos resultados se ve obligado a sacrificar cosas fundamentales, borrar su
historial monárquico, mutilar su significación y sucumbir a componendas. «No
comparto —manifiesta Calvo Sotelo en A B C (11 de noviembre) — la teoría del
«retorcimiento del corazón». Creo que se puede ir a todas partes, a la meta
máxima desde luego, y nosotros llegaremos, sin necesidad de ocultar y menos de
amputar una convicción profunda.» «Creo —añade— que España necesita una larga
dieta parlamentaria precedida de una o dos apelaciones al plebiscito, para que
resuelva en régimen de democracia directa algunos problemas previos que tienen
enfrentado al país. Después, mando único, parlamento corporativo y referéndum
periódico para ratificar o no los poderes estatales.»
No hay otro camino que el
elegido por la C. E. D. A., insiste Gil Robles. A los agentes electorales de
la organización, reunidos en asamblea (15 de diciembre) les dice: «Se nos acusa
de que actuamos con masones. Para realizar la obra que necesita España no
desprecio a nadie. La caída de la C. E. D. A. sería la de todas las derechas.»
Algunos días después (22 de diciembre), en una conferencia en el domicilio de
Acción Popular, concreta: «Las finalidades del bloque ministerial son: hacer
imposible la revolución social, acometer los problemas de reorganización
nacional y reforma de la Constitución.» A estas palabras ha precedido una
explicación de por qué no exigió el poder en noviembre, a raíz del triunfo
electoral. Sólo había dos caminos, el legal o el de la fuerza. «Carecíamos de
mayoría suficiente para constituir un Gobierno estable. Por el camino de la violencia
no podíamos ir. Nosotros queremos un Ejército fuerte, vigoroso, pero apartado
de la política. Su reconstrucción debe ser obra de coalición de los partidos.
No es que haya que reorganizar el Ejército, es que hay que hacerlo. He
adquirido el convencimiento de que somos la única fuerza capaz de salvar a
España.»
* * *
El jefe del Gobierno
realiza un viaje por Andalucía. Coincide su llegada a Sevilla con el
aterrizaje en dicha ciudad del dirigible alemán «Graf Zeppelín», y acompañado
por el doctor Eckener, promotor de estos viajes,
vuela durante dos horas sobre la capital andaluza. Sus correligionarios le
obsequian con un banquete de 1.800 cubiertos en el «Hotel Andalucía Palace» (16
de diciembre). Su brindis lo dedica por entero a las relaciones del partido
radical con la C. E. D. A., «partido digno y honrado que no hará traición a la
República». Del ministro de Agricultura afirma que sus postulados figuran en el
programa del partido radical. «Queremos —añade — convivir con nuestros aliados:
si gobiernan les prestaremos colaboración leal. Nunca será motivo de ruptura la
diferencia religiosa. Lo que nos interesa es la legalidad republicana.»
* * *
La cordialidad y
entendimiento entre los integrantes del Gobierno es sólo aparente, y motivo
para efusiones oratorias. La alianza no reposa en cimientos firmes, ni es
sincera. Se resquebraja a cada paso. Muchos incidentes lo prueban.
Inesperadamente el diputado cedista y catedrático
Jesús Pabón, al discutir el presupuesto de Instrucción Pública (21 de
diciembre) censura violentamente la obra del titular. «Su labor es un desastre
—afirma —, sobre todo en lo que se refiere a creación de Institutos para sustituir
la enseñanza religiosa. El ministro no ha cumplido ninguna de las promesas que
hizo a los grupos de derechas.» Los ataques se suceden: el tradicionalista
Toledo y la cedista Bohigas acumulan cargos contra Villalobos.
«He cumplido —responde el acusado— estrictamente el deber constitucional. Se
quiere boicotear a los ministros que defienden lealmente a la República. Si
Acción Popular ha entrado en el régimen para hacer esto, más hubiera valido que
permaneciera fuera.» Le aplauden no sólo los republicanos de izquierda, sino
también muchos radicales. Momento difícil para la C. E. D. A. Gil Robles lejos
de mediar para buscar una solución de arreglo, se suma a los detractores de la
labor del ministro, negándole su confianza, «porque no ha sabido cumplir sus
compromisos y, en cambio, ha ido a buscar el aplauso de las minorías que
cooperaron en la revolución». La réplica de Villalobos es inmediata y
contundente: «Yo no soy de los que se aferran a los cargos. Me basta una
indicación para saber lo que tengo que hacer.» La intervención apaciguadora de
Lerroux es inútil: «Los rozamientos en Gobiernos de coalición no tienen
importancia.» Para Villalobos, que se considera ofendido y postergado, sí la
tiene. Y al día siguiente abandona el Ministerio y se marcha a Salamanca. Le
sustituye (27 de diciembre) otro correligionario de Melquíades Álvarez,
valenciano, catedrático de Derecho Civil y jurisconsulto, Joaquín Dualde, de sesenta años.
Las Cortes aprueban
suplicatorios para procesar a varios diputados socialistas, prorrogan otro mes
el estado de guerra y eligen a Fernando Gasset, presidente del Tribunal de
Garantías Constitucionales por 190 votos. El tradicionalista Víctor Pradera
obtiene 37. Aprueban la concesión de un crédito de sesenta millones de pesetas
para reconstrucción y reparación de daños en Asturias y el ascenso a tenientes
generales de los generales Batet y López Ochoa por méritos contraídos en las
jornadas de Octubre.
Los diputados monárquicos
promueven debate sobre los abusos en la aplicación de la censura, que se excede
en suprimir incluso calificativos de elogio a los jefes militares que se
distinguieron en la lucha contra la revolución. En torno a la situación de Asturias,
sorprende la dimisión del comandante Doval (7 de diciembre) en pleno desarrollo
de sus planes para desarmar a los mineros. La dimisión obedece a discrepancias
con el director de Seguridad y con el gobernador general de Asturias. Doval
vuelve a África, a disposición del Alto Comisario. El hecho más importante en
relación con los sucesos de Octubre es la puesta en libertad (28 de diciembre)
de Azaña y Luis Bello, al declarar la Sala Según da del Tribunal Supremo no
haber lugar al procesamiento, por disipación de indicios por los que se les
acusaba. Azaña sale del buque «Sánchez Barcaíztegui»
y se traslada a casa de la actriz Margarita Xirgu, en Badalona. Bello se dirige
a Madrid. El ministro de Justicia, Aizpún, explica la
resolución de la Sala, como consecuencia «de la lentitud con que se ha llevado
el trámite para la aprobación del proyecto de ley de reforma del Tribunal
Supremo», a lo que no es ajeno el Presidente de la República, por su
preponderancia sobre cuatro de los magistrados de aquella Sala. «El país
advierte que, dominada la revolución —comenta Giménez Fernández —, sin embargo,
los revolucionarios aparecen como vencedores.»
CAPÍTULO
56.
SE
CONSTITUYE EL BLOQUE NACIONAL BAJO LA JEFATURA DE CALVO SOTELO
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