cristoraul.org |
CRISTO RAUL CONTRA EL ANTICRISTO |
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO | CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS |
JEREMIAS
Jeremías aparece en la introducción histórica a sus oráculos como “hijo de Helcías, del linaje de los sacerdotes que habitaban en Anatot,” la actual Anata, a unos cuatro kilómetros al nordeste de Jerusalén, camino del desierto, que era también la patria del sumo sacerdote Abiatar, a cuya familia sacerdotal podía pertenecer el profeta. Cuando era aún muy joven,
en el año 13 del reinado de Josías (627 a.C.), fue llamado al ministerio
profético, que ejerció durante los reinados de este rey y de sus sucesores Joacaz
(609), Joaquim (609-598), Joaquín o Jeconías (598) y Sedecías (598-586); y aún
sobrevivió a la catástrofe nacional del 586 a.C. Su vida fue muy agitada, ya
que tuvo que sufrir en los vaivenes de la política después de la muerte del
piadoso rey Josías (609). Durante el reinado de éste, colaboró
extraordinariamente en la reforma religiosa emprendida en 622-621, cuando fue
hallado el libro de la Ley en los cimientos del templo. Su vida, en este
sentido, es paralela a la de Isaías, que un siglo antes había prestado auxilio
moral en la reforma religiosa emprendida por el también piadoso rey Ezequías
(727-698).
Bajo el rey Joaquim (609-598), el profeta de Anatot tuvo que sufrir mucho, en primer lugar de sus propios conciudadanos de Anatot; y en Jerusalén, por recriminar la impía conducta del pueblo, fue encarcelado; y por anunciar la ruina de la ciudad, los sacerdotes quisieron atentar contra su vida, siendo librado de la muerte por algunos príncipes que recordaron la profecía de Miqueas sobre la destrucción de Jerusalén. En el año 604 (año cuarto del reinado de Joaquim) dictó sus oráculos a su amanuense Baruc, y los leyó al año siguiente públicamente en el templo. Por orden del rey Joaquim — indignado porque Jeremías le echaba en cara su impiedad y tiranía — fueron quemados; pero Jeremías los volvió a dictar a Baruc. Más tarde fue encarcelado, como traidor, por orden del rey Sedecías (597-587). Fue libertado después de la toma de Jerusalén por los babilonios (586), quedando por algún tiempo dedicado a la consolación de los vencidos y a la reconstrucción religiosa y nacional del país en colaboración con el gobernador Godolías, nombrado por Nabucodonosor. Pero la facción ultranacionalista asesinó al gobernador, huyendo a Egipto, llevándose por la fuerza al profeta, el cual continuó allí su obra de exhortación a la penitencia. Según la tradición judaica, Jeremías fue lapidado en Egipto por sus compatriotas, a los que recriminaba su pésima conducta. Según una tradición menos fundada, Jeremías fue llevado por Nabucodonosor a Babilonia después de haber conquistado Egipto en el 566 a.C.
Ambiente histórico
A Jeremías le tocó asistir a la mayor tragedia de su pueblo, la catástrofe del 586, en que tuvo lugar el colapso nacional de Judá como consecuencia de una equivocada política nacionalista contra el invasor babilonio. Por ello, los últimos años de la vida del profeta no pudieron ser más agitados, ya que tuvo que hacer frente a la facción egiptófila, que postulaba una resistencia a ultranza contra el coloso caldeo. En 625 había
muerto Asurbanipal (668-625), el monarca más grande de Asiria, que había
logrado llegar con sus tropas hasta Tebas, en el Alto Egipto. Después de él, el
general caldeo Nabopolasar logró liberar a Babilonia del yugo asirio,
inaugurando así su reinado (625-605). Los viejos sueños de Merodac-baladán
contra Senaquerib se van a cumplir ahora, cuando el imperio asirio, gastado,
entra en su ocaso. Los Medos, por su parte, caen sobre el nordeste del imperio
asirio a las órdenes de Ciaxares, y, al no poder tomar la ciudad de Asur, se
alían con el rebelde Nabopolasar de Babilonia en el sur. El pacto fue sellado
por el matrimonio del hijo de Nabopolasar, llamado Nabucodonosor, con la hija
del medo. Después de infructuosos ataques aislados contra Asur y Nínive,
lograron por fin tomar esta ciudad en el 612 a.C. El rey asirio Asuruballit se
trasladó a Jarrán con ánimo de organizar la resistencia, pero también esta
ciudad cayó en poder de la coalición medo-babilonia. El faraón egipcio Necao II
acudió en auxilio del rey asirio en 609, pero fue derrotado a las puertas de
Jarrán por Nabopolasar.
En el reino de Judá sucedían también cambios importantes
durante este tiempo. En 640 moría el impío rey Manasés. Este se había dedicado
a deshacer la reforma religiosa que su padre, el piadoso rey Ezequías, con la
aprobación y auxilio moral de Isaías llevara cabo. Contra el ejemplo, el hijo
malvado deshonró a su padre, y se dio a la persecución contra los fieles
judíos, introduciendo, como su abuelo Acaz, los cultos asirios en el templo de
Jerusalén. Su hijo Amón seguió la misma conducta, pero fue asesinado en el 640
a.C., subiendo al trono su hijo, de ocho años, Josías (640-609), el cual,
educado religiosamente bajo la égida de los sacerdotes, empezó de nuevo la
reforma religiosa. En el 621 tuvo lugar un acontecimiento notable: el hallazgo
del “libro de la Ley” en los cimientos del templo, al parecer el Deuteronomio.
Inmediatamente mandó Josías poner por obra sus preceptos relativos a la
centralización del culto y la supresión de todos los santuarios sincretistas
que pululaban en el país. Incluso extendió su reforma religiosa al antiguo
reino de Samaria, que desde el 721 era una provincia asiria.
El piadoso rey se consideraba dueño de aquellos territorios, y por eso en el 609 salió al paso del faraón Necao II, con el que trabó batalla desigual en Megiddo, cerca del monte Carmelo, y allí murió trágicamente (609 a.C.). Con esta pérdida se comprometió toda su obra de reforma religiosa y se terminó el ciclo de paz relativa que desde hacía veinte años disfrutaba el reino de Judá. Su hijo Joacaz fue su sucesor, aclamado por el “pueblo de la tierra,” o clase humilde del país; pero Necao II le depuso, y entronizó en su lugar a su hermano Eliaquim, al que puso el nombre de Joaquim (609-598) en señal de dominio. El nuevo rey era de carácter despótico y no favoreció el desarrollo de la vida religiosa en el país, cometiendo torpezas políticas que le llevaron a la ruina. Es bajo su reinado cuando comenzó el calvario de Jeremías, el cual había sido muy bien considerado por el piadoso Josías. En el 605, Nabucodonosor hizo una incursión por la tierra
siro-fenicia-palestina después de haber derrotado al faraón Necao II en
Carquemis, persiguiéndolo hasta la frontera egipcia. El rey Joaquim le ofreció
tributo, y así se liberó de la invasión caldea. Nabucodonosor se volvió a
Babilonia para recoger las riendas del imperio al morir su padre en 605 a.C.
Poco tiempo después, el rey Joaquim de Judá se atrevió a
rebelarse contra el babilonio. Al principio Nabucodonosor no tomó en serio esta
actitud, enviando sólo unas partidas de soldados caldeos, arameos, moabitas y
amonitas para que hostigaran el país de Judá. Pero, una vez que se vio
desembarazado de sus preocupaciones en Babilonia, Nabucodonosor emprendió una
expedición punitiva contra Jerusalén en el 598 a.C. Joaquim murió durante el
asedio, y le sucedió su hijo Joaquín o Jeconías, el cual capituló a los tres
meses de subir al trono, siendo llevado en cautividad, con su familia y lo más
selecto de la nación, a Babilonia. Nabucodonosor puso en su lugar en el trono a
su tío Matanías (hermano de Joaquim y de Joacaz), cambiándole el nombre en
Sedecías (597-587). Al principio éste se mantuvo dócil al rey caldeo, mas en el
594 entró en relaciones con los pueblos vecinos para insurreccionarse contra
Babilonia; pero, por la intervención de Jeremías, la coalición antibabilónica
no tuvo realización formal.
Egipto, por su parte, fomentaba la insurrección de los
reyezuelos de Palestina contra el coloso babilonio. En el 589 subió al trono
egipcio Hofra, el cual al punto orientó su política contra Nabucodonosor. Este
decidió jugar la carta definitiva, y así se vino al occidente, estableciendo su
cuartel general en Ribla, junto al Orontes (Alta Siria), seguramente para
dirigir las operaciones contra Tiro, que continuaba resistiendo. Contra Judá
envió a uno de sus generales, Nabuzardán, el cual se apoderó de las pequeñas
ciudades hasta lograr aislar a Jerusalén (589 a.C.). Ante el ataque del faraón
Hofra, el ejército caldeo se vio obligado a levantar el sitio de Jerusalén para
atacar al ejército egipcio, al que venció, llegando hasta las fronteras de
Egipto. Después el general babilonio se entretuvo en asediar a Laquis y Azeca
antes de volver al asedio de Jerusalén. Esta tardanza hizo nacer el optimismo
entre los jerosolimitanos, los cuales llegaron a apropiarse de nuevo los esclavos
que habían manumitido. Pero no tardó en comenzar de nuevo el asedio, y las
condiciones de resistencia se hicieron imposibles. Jeremías predicaba la
capitulación para evitar el desastre completo. Sedecías no supo imponerse a la
facción nacionalista fanática, y en un momento de confusión huyó por una
brecha, siendo alcanzado por los soldados caldeos en la llanura de Jericó,
donde fue apresado y llevado a presencia de Nabucodonosor en Ribla. Más tarde
fue llevado al exilio, sin que se sepan más noticias de él. Mientras tanto,
Jerusalén caía en poder de los babilonios en julio del 586 a.C.; la parte
cualificada de la población fue llevada en cautiverio hacia Babilonia, y Judá
fue convertida en provincia babilónica. El vencedor nombró gobernador de dicha
provincia arruinada al nativo Godolías, amigo de Jeremías. El nuevo gobernador
procuró rehacer la vida política, económica y social de la nación; pero la
facción ultranacionalista le asesinó, y los judíos, temiendo la represión,
huyeron a Egipto, llevándose con ellos al profeta Jeremías, el cual se oponía a
esta huida. Así terminó la vida de Judá como nación.
En este ambiente de inseguridad y de tragedia personal
debemos estudiar los oráculos de Jeremías. No es fácil establecer una
cronología de la mayor parte de sus oráculos, pero conocemos perfectamente el
ambiente histórico en que se desarrolló su trágica vida, y esto nos sirve para
comprender la actividad profética y literaria del profeta de Anatot, que merece
el nombre de mártir.
|
|||||||||||||||