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CRISTO RAUL CONTRA EL ANTICRISTO

LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 
 

LA SAGRADA BIBLIA - ANTIGUO TESTAMENTO

JEREMIAS

 

LAMENTACIONES DE JEREMÍAS
LAMENTACIÓN PRIMERA
   
 
Jerusalén desolada
   
1
Alef. — ¡Cómo se sienta en soledad la ciudad populosa! Es como viuda la grande entre las naciones; ¡la señora de provincias ha sido hecha tributaria!
2
Beth. — Llora copiosamente en la noche y corre el llanto por sus mejillas; no tiene quien le consuele entre todos sus amantes; le fallaron todos sus amigos y se volvieron enemigos.
3
Guímel. — Emigró Judá a causa de la aflicción y de la gran servidumbre; está sentada entre las gentes sin hallar reposo; todos sus perseguidores le dieron alcance y la estrecharon.
4
Dálet. — Los caminos de Sión están en luto por no haber quien venga a las solemnidades. Todas sus puertas están desoladas, sus sacerdotes gimiendo, sus vírgenes escuálidas, y ella llena de amargura.
5
He. — Prevalecieron sus enemigos y prosperaron los que la aborrecían, pues la afligió Yavé por la muchedumbre de sus rebeldías; sus niños fueron a la cautividad delante del enemigo.
6
Wau. — Ha desaparecido de la hija de Sión toda su gloria; sus príncipes han venido a ser como ciervos que no hallan pastos, y huyeron sin fuerzas ante el perseguidor.
7
Zain. — Acordóse Jerusalén, en los días de su aflicción y de su vivir errante, de todos los bienes que de antiguo tuvo. Cuando cayó su pueblo en manos del enemigo, sin que nadie le ayudase, miráronla sus enemigos y se burlaron de su perdición.
8
Jet. — Muchos son los pecados de Jerusalén; por eso fue objeto de aversión; cuantos antes la honraron la desprecian viendo su desnudez, y ella misma suspira y vuelve su rostro.
9
Tet. — Su inmundicia manchaba sus vestiduras, y no se cuidaba de su fin, y cayó de modo sorprendente, sin que nadie la consolara. Mira, ¡oh Yahvé!, mi aflicción, mira la arrogancia del enemigo.
10
Yod. — Echó mano el enemigo de todos sus tesoros, vio penetrar en su santuario a las gentes, a quienes prohibiste penetraran en tu congregación.
11
Kaf. — Todo su pueblo va suspirando en busca de pan; han dado cuanto tenían de precioso para mantener la vida. Mira, oh Yavé!, y contempla cuán abatida estoy.
12
Lamed. — ¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino,! mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que yo soy atormentada! Afligióme Yavé el día de su ardiente cólera.
13
Mem. — Mandó desde lo alto un fuego que consume mis huesos, tendió a mis pies una red, y me hizo caer hacia atrás y me arrojó en la desolación, consumida todo el día.
14
Nun. — El yugo de mis iniquidades pesa sobre mí entretejidas por su mano. Su yugo es sobre mi cuello y ha quebrantado mis fuerzas. Me entregó Yavé en sus manos, no puedo levantarme.
15
Sámec. — Rechazó a todos mis guerreros en medio de mí, convocó contra mí una asamblea para quebrantar a mis mancebos. Como en lagar ha pisado Yavé a la virgen hija de Judá.
16
Ayin. — Por eso lloro, y manan lágrimas mis ojos, y se alejó de mí todo consuelo que aliviase mi alma; mis hijos están desolados al triunfar el enemigo.
17
Pe. — Tiende Sión sus manos, pero nadie la consuela. Dio Yavé contra Jacob órdenes a los enemigos que la rodeaban, y Jerusalén fue para ellos objeto de abominación.
18
Sade. — Justo es Yavé, pues yo fui rebelde a sus mandatos. ¡Oíd, pueblos todos, y contemplad mi dolor!: mis doncellas y mis mancebos han ido al cautiverio.
19
Qof. — Llamé a voces a mis amigos, pero me engañaron. Mis sacerdotes y mis ancianos perecieron en la ciudad,buscando comida con qué sostener sus vidas.
20
Res. — Mira, ¡oh Yavé!, mi angustia. Mis entrañas rugen, mi corazón se revuelve dentro de mí por haber sido muy rebelde. Fuera hizo estragos la espada, dentro la mortandad.
21
Sin. — Oyen mis gemidos, y nadie me consuela; todos mis enemigos han sabido mi desgracia, y se alegran de lo que has hecho. ¡Haz venir el anunciado día, y que sean como yo!
22
Tau. — ¡Que se ponga a tus ojos toda su maldad, y trátalos como me has tratado por mis rebeldías, porque son muchos mis suspiros y está muy dolorido mi corazón!

 

LAMENTACIÓN SEGUNDA
   
 
Jerusalén destruida
   
1
Alef. — ¡Cómo oscureció en su ira el Señor a la hija de Sión! Precipitó del cielo a la tierra la magnificencia de Israel y no se acordó del escabel de sus pies el día de su ira.
2
Bet. — Destruyó el Señor sin piedad todos los pastizales de Jacob, derribó en su furor las fortalezas de la hija de Judá, echólas por tierra, y humilló a su rey y a sus príncipes.
3
Guímel— Abatió en el furor de su ira toda la potencia de Israel, retiró su diestra frente al enemigo, y encendió en Jacob ardorosas llamas, que de todos lados le devoran.
4
Dálet. — Tendió su arco cual enemigo, afirmó hostilmente su diestra, destruyó cuanto era agradable a la vista, derramó como fuego su ira sobre la tienda de la hija de Sión.
5
He. — Ha obrado el Señor como enemigo, ha devorado a Israel; destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas, y llenó a la hija de Judá de llantos y de gemidos.
6
Wau. — Derribó su tienda como cabana de viña, destruyó su santuario. Yavé ha hecho cesar en Sión las festividades y los sábados, y, en el ardor de su cólera, rechazó al rey y al sacerdote.
7
Zain. — Repudió el Señor su altar, menospreció su santuario y entregó a manos del enemigo los muros de sus palacios. Resonaron los gritos en la casa de Yavé como en día de fiesta.
8
Jet. — Resolvió Yavé destruir los muros de la hija de Sión, echó cuerdas, y no retiró su mano destructora, sumergiendo en el luto antemurales y muros, que a la vez se han debilitado.
9
Tet. — Sus puertas han sido echadas a tierra; destruyó, quebrantó sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las gentes, no hay ley, y tampoco sus profetas reciben de Yavé visión.
10
Yod. — Los ancianos de la hija de Sión se sientan en tierra mudos, cubierta de polvo la cabeza, vestidos de saco, y las vírgenes de Jerusalén inclinan a tierra sus cabezas.
11
Kaf. — Mis ojos están consumidos por las lágrimas, mis entrañas hierven, derrámase en tierra mi hígado ante el desastre de la hija de mi pueblo, al ver desfallecer a los niños, aun los de pecho, en las calles de la ciudad.
12
Lamed. — Dicen a sus madres: ¿Dónde hay pan y vino?, al caer desfallecidos en las plazas de la ciudad, dando el alma en el regazo de sus madres.
13
Mem. — ¿A quién te compararé y asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaría yo para consolarte, virgen hija de Sión? Tu quebranto es grande como el mar. ¿Quién podrá curarte?
14
Nun. — Tus profetas te anunciaron visiones vanas y mentirosas, no pusieron al desnudo tus iniquidades para hacer cambiar tu suerte, sino que te anunciaron oráculos vanos y falaces.
15
Sámec. — Cuantos pasan por el camino baten palmas por mí, silban y menean, burlones, su cabeza contra la hija de Jerusalén: ¿Es ésta la ciudad que decían del todo hermosa, la delicia de toda la tierra?
16
Pe. — Todos tus enemigos abren su boca contra ti, silban y dentellean, diciendo: ¡La hemos devorado! Es el día que esperábannos, lo hemos alcanzado, lo hemos visto.
17
Ayin. — Ha realizado Yavé en ti lo que había decretado, ha cumplido la palabra que de antiguo dio: ha destruido sin piedad, te ha hecho el gozo de tus enemigos, ha robustecido a los que te aborrecían.
18
Sade. — Clama al Señor desde tu corazón, ¡virgen hija de Sión!; derrama lágrimas a torrentes día y noche, no te des reposo, no descansen la niñas de tus ojos.
19
Qof. — Levántate y gime de noche, al comienzo de las vigilias; derrama como agua tu corazón en la presencia del Señor, alza a El las palmas por las vidas de tus pequeñuelos.
20
Res. — Mira, ¡oh Yavé!, y considera a quién has tratado así. ¿Habrán de comer las madres su fruto, a los niños que amamantan? ¿Habrán de ser muertos en el santuario del Señor sacerdotes y profetas?
21
Sin. — Niños y viejos yacen por tierra en las calles. Mis doncellas y mis mancebos cayeron al filo de la espada. Has matado en el día de tu ira, has degollado sin piedad.
22

Tau. — Convocaste como a solemnidad al terror en torno a mí, y no hubo en el día de la cólera de Yavé evadido ni fugitivo. Aquellos que yo crié y mantuve, los acabó el enemigo.

 

LAMENTACIÓN SEGUNDA
   
 
Jerusalén asolada
   
1
Alef. — Yo soy el varón que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Llevóme y me metió en tinieblas sin luz alguna. Todo el día vuelve y revuelve su mano contra mí.
2
Bet. — Ha consumido mi carne y mi piel, ha quebrantado mis huesos. Ha levantado contra mí un muro, me ha cercado de veneno y de dolor. Me hace habitar en tinieblas, como los ya de mucho tiempo muertos.
3
Guímel. — Me cercó por todos los lados, sin dejarme salida; me puso pesadas cadenas. Y aunque clamo y voceo, no se hace accesible a mi oración. Cerró mis caminos con sillares de piedra, torció todos mis senderos.
4
Dálet. — Fue para mí como oso en acecho, como león en escondrijo. Me ha complicado mis caminos y me despedazó, me ha asolado por completo. Tendió su arco y me puso por blanco de sus saetas.
5
He. — Clavó en mis lomos las flechas de su aljaba. Soy el escarnio de los pueblos todos, su cantinela de todo el día. Me hartó de amarguras, me embriagó de ajenjo.
6
Wau. — Rompióme los dientes con un casquijo, cubrióme de ceniza. Fue privada mi alma de paz, ya no gozo de bien alguno. Y me he dicho: se acabó mi porvenir, y mi esperanza de parte de Yavé.
7
Zain. — El recuerdo de mi miseria y abandono es ajenjo y veneno. Cuando me acuerdo, se abate mi alma dentro de mí. Quiero traer a la memoria lo que pueda darme esperanza.
8
et. — No se ha agotado la misericordia de Yavé, no ha llegado al límite su compasión. Se renuevan todas las mañanas. Grande es tu fidelidad. Mi porción es Yavé, dice mi alma; por eso quiero esperar en El.
9
Tet. — Bueno es Yavé para los que en El esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar callando el socorro de Yavé. Bueno es al hombre soportar el yugo desde su mocedad.
10
Yod. — Sentarse en soledad y en silencio, porque es Yavé quien lo dispone. Poner su boca en el polvo y no perder toda esperanza. Dar la mejilla al que le hiere, hartarse de oprobios.
11
Kaf. — Porque el Señor no desecha para siempre. Sino que, después de afligir, se compadece según su gran misericordia. Porque no aflige por gusto, ni de grado acongoja a los hijos de los hombres.
12
Lamed. — Aplastar con los pies a los cautivos todos de la tierra. — Violar la justicia de un hombre a los ojos del Altísimo. Hacer entuerto a uno en su pleito, ¿no ha de verlo el Señor?
13
37 Mem. — ¿Quién podrá decir una cosa sin que la disponga el Señor? ¿No proceden de la boca del Altísimo los males y los bienes? ¿Por qué, pues, ha de lamentarse el viviente, el hombre, de su pecado?
14
40 Nun. — Escudriñemos nuestros caminos y examinémoslos, y convirtámonos a Yavé. Alcemos nuestro corazón y nuestras manos a Dios, que está en los cielos. Hemos pecado, hemos sido rebeldes, y no nos perdonaste.
15
Sámec. — Desencadenaste tu ira y nos perseguiste, mataste sin piedad. Te has cubierto de una nube para que no llegue a ti la plegaria. Y nos hiciste oprobio y escarnio en medio de los pueblos.
16
Ayin. — Abren contra nosotros su boca todos cuantos nos odian. Nuestra parte es el terror y la fosa, el exterminio y la ruina. Corren de mis ojos ríos de agua por la ruina de la hija de mi pueblo.
17
Pe. — Mis ojos derraman lágrimas sin descanso y sin cesar, hasta que Yavé mire y vea desde lo alto de los cielos. Mis ojos contristan mi alma por todas las hijas de mi ciudad.
18
Sade. — Me dieron caza como a un ave los que sin causa me aborrecen. Han hundido mi vida en una fosa, arrojando piedras sobre mí. Subieron las aguas por encima de mi cabeza, y me dije: “Muerto soy.”
19
Qof. — Invoqué tu nombre, ¡oh Yavé!, desde lo hondo de la fosa, y oíste mi voz: “No cierres tus oídos a mis suspiros.” Cuando te invoqué, te acercaste y dijiste: “No temas.”
20
Res. — Tú, Señor, defendiste la causa de mi alma, has rescatado mi vida. Tú ves, Yavé, mi opresión; ¡hazme justicia! Tú ves todos sus rencores, todas sus maquinaciones contra mí.
21
Sin. — Tú, ¡oh Yavé!, has oído sus ultrajes, todas sus tramas contra mí, las palabras de mis enemigos y los proyectos que para mí trazan todo el día. Tú ves cuándo se sientan, cuándo se levantan y cómo soy objeto de su satírica cantinela.
22
Tau. — Tú les darás, ¡oh Yavé!, su merecido según las obras de sus manos. Tú les darás la ceguera de corazón, tu maldición contra ellos. Tú los perseguirás en tu ira y los exterminarás de debajo de los cielos, ¡oh Yavé!

 

LAMENTACIÓN CUARTA
   
 
Jerusalén asediada
   
1
Alef. — ¡Cómo se ennegreció el oro, cómo el oro fino ha degenerado! Están las piedras sagradas esparcidas por los rincones de todas las calles.
2
Bet. — Los hijos de Sión, preciados y estimados como oro puro, ¡cómo son tenidos por vasijas de barro, obras de las manos del alfarero!
3
Guímel. — Aun los chacales dan la teta y amamantan a sus crías. Pero la hija de mi pueblo se ha hecho tan cruel como los avestruces del desierto.
4
Dálet. — La lengua de los niños de teta se ha pegado de sed al paladar. Los pequeñuelos piden pan, y no hay quien se lo parta.
5
He. — Los que se nutrían de manjares delicados perecen por las calles. Los que se criaron vistiendo púrpura se abrazan a los estercoleros.
6
Wau. — Mayor ha sido la culpa de la hija de mi pueblo que la de la misma Sodoma, que fue destruida en un instante, sin que nadie pusiera en ella la mano.
7
Zain. — Eran sus nazareos más resplandecientes que la nieve, más blancos que la leche, más rubicundos sus huesos que el coral, y un zafiro era su cuerpo.
8
Jet. — Y están más negros que la negrura; no hay quien los conozca por las calles. Está su piel pegada a los huesos, seca como un leño.
9
Tet. — Los muertos a espada fueron más dichosos que los caídos de hambre, que se consumen famélicos, faltos de los frutos de la tierra.
10
Yod. — Manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos, sirviéronles de alimento en el quebranto de la hija de mi pueblo.
11
Kaf. — Apuró Yavé su saña, derramó su abrasada ira y encendió un fuego en Sión que ha consumido sus cimientos.
12
Lamed. — Nunca creyeron los reyes de la tierra, ni cuantos habitan en el mundo, que entraría el enemigo y adversario por las puertas de Jerusalén.
13
Mem. — Por los pecados de sus profetas, por las iniquidades de sus sacerdotes, que derramaban en ella sangre de justos.
14
Nun. — Erraban como ciegos por las calles manchados de sangre; no podían tocarse sus vestiduras.
15
Sámec. — ¡Apartaos! ¡Un inmundo!, les gritaban. ¡Apartaos, apartaos! ¡No toquéis! Cuando huyeron y anduvieron errantes, decíase entre las naciones: ¡No pueden quedarse!
16
Ayin. — Yavé mismo los dispersó y no volverá a ellos su mirada. No hubo respeto para el sacerdote, ni piedad para el anciano.
17
Pe. — Se consumían aun nuestros ojos esperando nuestra ayuda. Iban esperanzadas nuestras miradas hacia un pueblo que no pudo librarnos.
18
Sade. — Espiaban nuestros pasos para impedirnos pasar por nuestras calles. Nuestro fin se acercaba, se cumplían nuestros días y ciertamente llegó nuestro fin.
19
Qof. — Eran nuestros enemigos más veloces que las águilas del cielo, y nos perseguían por los montes y nos ponían celadas en el desierto.
20
Res. — El que era el aliento de nuestra boca, el ungido de Yavé, fue cogido en su trampa, aquel de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones.
21
Sin. — ¡Alégrate y tripudia, hija de Edom, que habitas la tierra de Us! También a ti te llegará el cáliz, y te emborracharás y quedarás desnuda,
22
Tau. — Hija de Sión, tu iniquidad está expiada; ya no volverá (Yavé) a arrojarte al cautiverio. Hija de Edom, El castigará tu iniquidad y pondrá al desnudo tus pecados.

 

LAMENTACIÓN QUINTA
   
 
Oración del profeta
   
1
Acuérdate, ¡oh Yavé!, de lo que nos ha sobrevenido; mira y contempla nuestro oprobio.
2
Nuestra heredad ha pasado a manos extrañas, nuestras casas a poder de desconocidos.
3
Somos como huérfanos, sin padre, y nuestras madres son como viudas.
4
Bebemos de nuestra agua a precio de dinero y tenemos que comprar nuestra leña.
5
Somos perseguidos, llevamos yugo sobre la cerviz, estamos agotados, no hay para nosotros descanso.
6
Tendimos la mano a Egipto y a Asiria para saciarnos de pan.
7
Pecaron nuestros padres, y ya no existen; mas nosotros cargamos con sus iniquidades.
8
Esclavos señorean sobre nosotros, sin que haya quien nos libre de sus manos.
9
Con riesgo de nuestra vida vamos en busca de nuestro pan, afrontando la espada del desierto.
10
Nuestra piel abrasa como un horno por la fiebre del hambre.
11
Violaron a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12
Colgaron de las manos a los príncipes y no respetaron la faz de los ancianos.
13
Los mancebos han sido puestos a la muela, y los niños se tambalean bajo la carga de leña.
14
Ya no van los ancianos a la puerta, ya no cantan los jóvenes.
15
Huyó de nuestros corazones la alegría, nuestras danzas se han tornado en luto.
16
Cayó de nuestra cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado!
17
Por eso se angustia nuestro corazón, se nublan nuestros ojos,
18
porque el monte de Sión está asolado y por él se pasean las raposas.
19
Mas tú, ¡oh Yavé!, reinas por siempre, y tu trono permanece por generaciones y generaciones.
20
¿Por qué nos has de olvidar para siempre, nos has de abandonar por largo tiempo ?
21
Conviértenos a ti, ¡oh Yavé!, y nos convertiremos. Danos todavía días como los antiguos.
22
¿Por qué nos has rechazado enteramente, te has irritado contra nosotros hasta el extremo?