web counter

cristoraul.org

CRISTO RAUL CONTRA EL ANTICRISTO

LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 
 

LA SAGRADA BIBLIA - ANTIGUO TESTAMENTO

JEREMIAS

 

PRIMERA PARTE
VOCACIÓN DEL PROFETA Y ORÁCULOS SOBRE LA REPROBACIÓN DE JUDÁ
Capítulo 1
 
1
Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, del linaje de los sacerdotes que habitaban en Ananot, tierra de Benjamín,
2
a quien llegó la palabra de Yavé en los días de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado,
3
y después en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto.
 
Vocación y misión del profeta
4
  Llegóme la palabra de Yavé, que decía:
5
Antes que te formara en el vientre te conocí, antes de que tú salieses del seno materno te consagré y te designé para profeta de pueblos.
6
Y dije: ¡Ah Señor, Yavé! He aquí que no sé hablar, pues soy un niño.
7
Y me dijo Yavé: No digas: Soy un niño, pues irás a donde te envíe yo y dirás lo que yo te mande.
8
No tengas temor ante ellos, que yo estaré contigo para salvarte, dice Yavé.
9
Tendió Yavé su mano, y, tocando mi boca, me dijo: He aquí que pongo en tu boca mis palabras.
10
Mira que te constituyo hoy sobre naciones y reinos para arrancar y destruir, para arruinar y asolar, para edificar y plantar.
   
 
Dos visiones
   
11
Y me llegó palabra de Yavé, que me decía: ¿Qué ves, Jeremías? Yo le contesté: Veo una vara de almendro.
12
Y me dijo: Bien ves, Jeremías; pues yo velaré sobre mis palabras para cumplirlas.
13
De nuevo me llegó la palabra de Yavé, que me decía: ¿Qué ves, Jeremías? Yo contesté: Veo una olla hirviendo y de cara al septentrión.
14
Y me dijo Yavé: Del septentrión se desencadenará el mal sobre todos los moradores de la tierra;
15
pues he aquí que voy a convocar a todos los reinos del septentrión, dice Yavé, para que vengan y extiendan cada uno su trono a la entrada de las puertas de Jerusalén, y sobre todos sus muros, y sobre todas las ciudades de Judá.
16
Y pronunciaré contra ellos mis sentencias por todas sus maldades, pues me abandonaron para incensar a dioses extraños y adorar la obra de sus manos.
   
 
Confirmación en la misión
   
17
Tú, pues, ciñe tus lomos, yérguete y diles todo cuanto yo te mandare. No tiembles ante ellos, no sea que yo te haga temblar ante ellos.
18
Y he aquí que te pongo desde hoy como ciudad fortificada, como férrea columna y muro de bronce, frente a la tierra toda, para los reyes de Judá y sus príncipes, los sacerdotes y el pueblo del país.
19
Y te combatirán, pero no te podrán, porque yo estaré contigo para salvarte, dice Yavé.

 

Capítulo 2
 
La apostasía de Israel
 
1
Vínome la palabra de Yavé, diciéndome:
2
Anda y clama a los oídos de Jerusalén: Así habla Yavé: Me acuerdo en favor tuyo del afecto de tu adolescencia, del amor de tus desposorios, de tu seguirme en el desierto, tierra donde no se siembra,
3
(Era) Israel lo santo de Yavé, la primicia de sus frutos. Quien de ella comía, pecaba, y caía sobre él la desgracia, oráculo de Yavé.
4
Oíd la palabra de Yavé, casa de Jacob y todas las familias de la casa de Israel.
5
Así dice Yavé: ¿Qué injusticia hallaron en mí vuestros padres para alejarse de mí e irse en pos de la vanidad de los ídolos, para hacerse vanos?
6
Y no dijeron: ¿Dónde está Yavé, el que nos subió de la tierra de Egipto, el que nos condujo a través del desierto, tierra de estepas y de barrancos, tierra árida y tenebrosa, tierra por donde no transita nadie y donde nadie habita?
7
Yo os introduje en tierra fértil para que comierais sus frutos y sus bienes, y en cuanto en ella entrasteis, contaminasteis mi tierra e hicisteis abominable mi heredad.
8
Tampoco los sacerdotes preguntaron: ¿Dónde está Yavé?; los depositarios de la Ley me desconocieron y los pastores se insurreccionaron contra mí. También los profetas se hicieron profetas de Baal y se fueron tras de los que nada valen.
9
Por eso todavía he de entrar en juicio con vosotros, oráculo de Yavé, y con los hijos de vuestros hijos contenderé.
10
Pasad, pues, hasta las islas de Kittim y ved, mandad a Cedar e informaos bien, a ver si jamás sucedió cosa como ésta.
11
¿Hubo jamás pueblo alguno que cambiase de dios, con no ser dioses ésos? Pues mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que nada vale.
12
Pasmaos, cielos, de esto y horrorizaos, estupefactos sobremanera, oráculo de Yavé.
13
Pues un doble mal ha cometido mi pueblo: dejarme a mí, la fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua.
14
¿Es por ventura Israel un siervo, un siervo nacido en casa? ¿Cómo, pues, ha venido a ser presa? Cachorros de león rugieron sobre él, dieron su rugido.
15
Han hecho de su tierra un desierto, han quemado y despoblado sus ciudades.
16
Hasta los habitantes de Menfis y de Tafnis te quebrantaron la coronilla.
17
¿Todo esto no lo ha traído sobre ti el haberte apartado de Yavé, tu Dios?
18
Y ahora, ¿qué es lo que buscas camino de Egipto? ¿Beber las aguas del Sijor? ¿Y qué es lo que buscas camino de Asiria? ¿Beber las aguas del río?
19
Sírvante de castigo tus perversidades, y de escarmiento tus apostasías. Reconoce y advierte cuán malo y amargo es apartarte de Yavé, tu Dios, y no poseer mi temor, oráculo del Señor, Yavé de los ejércitos.
   
 
En busca de ídolos
   
20
Porque desde antiguo quebrantaste tu yugo, rompiste tus coyundas y dijiste: No serviré; pues sobre todo collado alto y bajo todo árbol frondoso te acostaste y prostituíste.
21
Y yo te planté de vid generosa, toda ella de legítimos plantones. ¿Cómo, pues, te me has convertido en sarmientos degenerados de vid ajena?.
22
Pues aunque te laves con nitro, por mucha lejía que emplees, permanecerá marcada tu iniquidad ante mí, oráculo del Señor, Yavé.
23
¿Cómo dices: No estoy manchada, no me he ido en pos de los baales? Repara en tu conducta en el valle, reconoce lo que hiciste, camella joven, ligera, titubeante en sus caminos.
24
Asna salvaje, habituada al desierto, en el ardor de su pasión olfatea el viento; su celo, ¿quién lo reducirá? El que la busque no tendrá que fatigarse, la hallará en su mes (de celos).
25
Evita que tus pies estén descalzos, que tus fauces estén sedientas. Pero tú dices: Es en vano, no; pues amo los extranjeros y tras ellos me voy.
   
 
Profunda degradación
   
26
Como queda confundido el ladrón al ser sorprendido, así será confundida la casa de Israel. Ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas,
27
que dicen a un leño: “Tú eres mi padre,” y a una piedra: “Tú me engendraste.” Pues vuelven hacia mí la espalda, y no su rostro, pero al tiempo de su desgracia dicen: Álzate y sálvanos.
28
¿Dónde están tus dioses que te hiciste? ¡Que se alcen ellos si pueden salvarte al tiempo de tu desventura! Pues tantos son tus dioses cuantas tus ciudades, ¡oh Judá!, y cuantas son las calles de Jerusalén, tantos son los altares a Baal.
29
¿Por qué pretendéis litigar conmigo? Todos os habéis rebelado contra mí, oráculo de Yavé.
30
En vano os he castigado; vuestros hijos no aceptaron la corrección. La espada ha devorado a vuestros profetas como león devastador.
31
Oíd los de esta generación la palabra de Yavé: ¿Por ventura soy yo para Israel un desierto o una tierra tenebrosa ? ¿Por qué dice mi pueblo: Somos libres, no iremos más en pos de ti?
32
¿Se olvida por ventura la doncella de sus galas, y de su ceñidor la esposa? Pues mi pueblo se ha olvidado de mí ya desde días sin cuento.
33
¡Qué bien amañas tus caminos para buscar el amor! También a las maldades avezaste tus caminos.
34
Hasta en tus palmas de la mano se descubre sangre de vidas de pobres inocentes, no de sorprendidos en conatos de robo.
35
Y dices: “Soy inocente, su cólera se ha apartado ya de mí.” Heme aquí para juzgarte por decir: “No he pecado.”
36
¿Cómo te apresuras sobremanera a cambiar tus caminos? También de Egipto serás avergonzada, como lo fuiste de Asiria.
37
También de ahí saldrás con las manos en la cabeza, porque Yavé ha rechazado aquellos en quien confías, y no tendrás éxito con ellos.

 

Capítulo 3
 
1
Si un hombre despide a su mujer y ella se aparta de él, si viniere a ser de otro hombre, ¿volverá aquél a ella de nuevo? ¿No será del todo profanada esta mujer? Tú, pues, que con tantos amantes fornicaste, ¿podrás volver a mí? Oráculo de Yavé.
2
Alza tus ojos hacia los collados y mira dónde no has sido profanada. Junto a los caminos te asentabas en acecho a ellos, como el árabe en el desierto. Contaminaste la tierra con tus fornicaciones y perversidades.
3
Y fueron retenidos los aguaceros y no hubo lluvia de primavera. Y tú tenías frente de prostituta, no querías avergonzarte.
4
¿Por ventura no me invocas desde ahora: “Padre mío, tú eres el esposo de mi juventud”?
5
¿Va a durar por siempre su cólera? ¿La mantendrá hasta el fin? Mas, mientras (esto) dices, sigues cometiendo las maldades que puedes.
6
Y me dijo el Señor en tiempo del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho Israel? Se fue por todo monte alto, y bajo todo árbol frondoso para fornicar allí.
7
Yo dije: Después de haber hecho todas estas cosas, vuelve a mí. Pero no se volvió. Vio esto su pérfida hermana Judá.
8
Vio que por todo cuanto había adulterado la rebelde Israel habíala despedido y dado el libelo de repudio, pero no temió la pérfida Judá, su hermana, sino que fue y fornicó ella también.
9
Y sucedió que, por la ligereza de su prostitución, contaminó la tierra y adulteró con la piedra y con el leño;
10
y tampoco con todo esto su pérfida hermana Judá se volvió a mí de corazón, sino mentidamente, oráculo de Yavé.
11
Y me dijo Yavé: La apóstata Israel se ha justificado al lado de la pérfida Judá.
12
Anda y grita estas palabras hacia el septentrión y di: Vuélvete, apóstata Israel, oráculo de Yavé; no apartaré mi rostro de vosotros, porque soy misericordioso, oráculo de Yavé; no es eterna mi cólera.
13
Reconoce, pues, tu maldad, pues contra Yavé, tu Dios, has pecado, dispersando tus caminos hacia los extraños, bajo todo árbol frondoso, y desoyendo mi voz, oráculo de Yavé.
14
Volved, hijos rebeldes, oráculo de Yavé, porque yo soy vuestro dueño, y os tomaré uno de una ciudad y dos de una familia, y os introduciré de nuevo en Sión.
15
Yo os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán sabiamente.
16
Y sucederá que, cuando os multipliquéis y fructifiquéis sobre la tierra, en aquellos días — oráculo de Yavé — no dirán ya: “Ah, el arca de la alianza de Yavé!”. No se acordarán ya de ella, se les irá de la memoria, ni la echarán de menos ni harán otra.
17
En aquel tiempo será llamada Jerusalén trono de Yavé, y se congregarán en torno a ella todas las gentes en el nombre de Yavé, a Jerusalén, y no seguirá más la obstinación de su corazón malo.
18
En aquellos días vendrán juntamente la casa de Judá y la casa de Israel, juntos vendrán de la tierra del septentrión a la tierra que di en heredad a vuestros padres.
19
Y yo me pregunté: ¿Cómo voy a contarte entre los hijos y darte una tierra deliciosa, la heredad más preciosa entre las naciones? Y me contestaba: Me llamarás “mi padre” y no te separarás de mí.
20
Sin embargo, como la mujer infiel a su marido, así has sido tú infiel a mí, casa de Israel, oráculo de Yavé.
21
Una voz se deja oír sobre las peladas alturas, llantos y súplicas de los hijos de Israel por haber pervertido su camino y haberse olvidado de Yavé, su Dios.
22
Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeldías. Henos aquí, venimos a ti, pues tú eres Yavé, nuestro Dios.
23
Ciertamente sólo mentira (nos ha venido) de los altos, ruido de los montes. Verdaderamente en Yavé, nuestro Dios, está la salvación de Israel.
24
La vergüenza (de los ídolos) ha devorado el trabajo de nuestros padres desde nuestra juventud: sus rebaños, sus vacadas, sus hijos y sus hijas.
25
¡Yacemos en nuestro oprobio y nos cubre nuestra vergüenza! Porque hemos pecado contra Yavé, nuestro Dios, nosotros y nuestros padres desde nuestra juventud y hasta el día de hoy, y hemos desoído la palabra de Yavé, nuestro Dios.

 

Capítulo 4
 
1
Si te conviertes, Israel — oráculo de Yavé — , volverás a mí. Si quitas de delante de mí tus abominaciones, no andarás errante.
2
Si juras por la vida de Yavé con verdad, con derecho y con justicia, serán en ti bendecidos los pueblos y en ti se gloriarán.
3
Pues así dice Yavé a los hombres de Judá y de Jerusalén: Roturaos un erial y no sembréis en cardizales.
4
Circuncidaos para Yavé y quitad los prepucios de vuestros corazones, varones de Judá y habitantes de Jerusalén. No sea que salga como fuego mi ira y se encienda, sin que haya quien lo apague, por la maldad de vuestras obras.
   
 
Inminente castigo
   
5
Anunciad en Judá y proclamad en Jerusalén, clamad y tocad las trompetas por la tierra, gritad con toda fuerza y decid: ¡Congregaos y vayamos a las ciudades amuralladas!
6
Levantad bandera hacia Sión, salvaos, no os detengáis, porque voy a hacer venir la desgracia del septentrión, una gran catástrofe.
7
El león ha subido de su espesura, el devastador de pueblos está en marcha, ha salido de su lugar para devastar tu tierra y asolar tus ciudades hasta no dejar en ellas morador.
8
Vestíos, pues, de saco, llorad y lamentaos, porque no se ha apartado de nosotros la ira encendida de Yavé.
9
Y sucederá en aquel día — oráculo de Yavé — que desfallecerá el corazón del rey y el de los magnates, se consternarán los sacerdotes, se pasmarán los profetas
10
y exclamarán: ¡Ah Señor, Yavé! Ciertamente has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: “Tendréis paz,” y la espada ha llegado hasta el alma.
11
En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento cálido sopla de las dunas del desierto sobre los caminos de la hija de mi pueblo; viento no de limpia ni de abaleo;
12
un viento impetuoso me llega. Ahora voy también yo a pronunciar castigos contra ellos.
13
He aquí que sube como denso nublado; sus carros son como el torbellino; sus caballos, más veloces que las águilas. ¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos!
14
Limpia de maldades tu corazón, Jerusalén, para que puedas ser salva. ¿Hasta cuándo se albergarán en tu interior tus perversos pensamientos?
15
¡Se anuncia una voz desde Dan y se hace oír la desventura desde el monte de Efraím!
16
Recordadlo a las naciones, proclamadlo en Jerusalén: Vienen los asaltantes de lejanas tierras, lanzan sus gritos contra las ciudades de Judá,
17
la rodean como guardias rurales por haberse rebelado ella contra mí, oráculo de Yavé.
18
Esto es lo que te han traído tu conducta y tus acciones. He aquí que tu maldad es amarga, pues hiere tu corazón.
19
¡Ay mis entrañas, ay mis entrañas! ¡Desfallezco! ¡Paredes de mi corazón! ¡Mi corazón se agita! ¡No puedo callarme! Ya oigo el sonido de la trompeta, el estrépito de la batalla.
20
Ya se anuncia desastre sobre desastre, pues toda la tierra ha sido devastada. De repente invadieron mis tiendas, en un instante mis territorios.
21
¿Hasta cuándo he de ver banderas y oír el sonar de los clarines?
22
Porque mi pueblo está loco, me ha desconocido. Son hijos necios y no son inteligentes: sabios para el mal, ignorantes para el bien.
23
Miré a la tierra, y he aquí que era vacío y confusión; y a los cielos, y no había luz.
24
Miré los montes, y he aquí que temblaban, todos los collados se conmovían.
25
Miré, y no se veía un hombre, y las aves del cielo habían huido todas.
26
Miré, y he aquí que el vergel era un desierto, y todas sus ciudades eran ruinas ante Yavé, ante el furor de su cólera.
27
Pues así dice Yavé: Toda la tierra será un desierto, pero no consumaré la destrucción.
28
Llorará la tierra y se entenebrecerán los cielos arriba, porque yo lo anuncié, y no me arrepentiré; yo lo he resuelto, y no desistiré de ello.
29
Al vocerío de la caballería y de los saeteros, todas las ciudades emprenden la huida, penetraron en las selvas y escalaron las rocas; todas las ciudades fueron abandonadas, sin que en ellas quedara un morador.
30
Y tú la desolada, ¿qué harás? Si te vistes de púrpura, te adornas con joyas de oro, te rasgas los ojos con los afeites, en vano te acicalarás: tus amantes te desprecian, buscan tu vida.
31
Ciertamente oigo gritos como de mujer en parto, angustias como de primeriza. Es la voz de la hija de Sión, que gime y extiende sus manos. ¡Ay de mí! pues desfallece mi alma ante los asesinos.

 

Capítulo 5
 
Maldad imperdonable
 
1
Recorred las calles de Jerusalén, ved e informaos; buscad por sus plazas a ver si halláis un varón, uno solo, que obre justicia, que busque fidelidad, y le perdonaré.
2
Pero cuando dicen: ¡Viva Yavé! juran en falso.
3
¿No es la fidelidad, ¡oh Yavé!, lo que buscan tus ojos? Los has castigado, no se han dolido; los destruíste, pero rehusaron aceptar la corrección; tienen la cara más dura que una piedra, no quieren convertirse.
4
Yo me decía: Sólo la gente baja es insensata y desconoce los caminos de Yavé, el derecho de su Dios.
5
Voy a dirigirme a los grandes, y les hablaré, porque éstos conocerán los caminos de Yavé, el derecho de su Dios, pero todos a una han quebrado el yugo, han roto las coyundas.
6
Por eso los herirá el león en la selva, los devastará el lobo del desierto, y el tigre rondará sus ciudades. Cuantos salgan de ellos serán despedazados, porque se han multiplicado sus crímenes y se aumentaron sus apostasías.
7
¿Cómo podré perdonarte? Tus hijos se han apartado de mí y juran por aquello que no es dios.
8
Yo los harté, y se dieron a adulterar y se fueron en tropel a la casa de la prostituta. Sementales bien gordos y lascivos, relinchan ante la mujer de su prójimo.
9
¿No habré de pedirles cuenta de todo esto? Oráculo de Yavé. De un pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza?
10
Escalad sus bancales y arrasadlos, sin destruirlos totalmente; arrancad sus sarmientos, pues no son de Yavé.
11
Porque se ha rebelado contra mí la casa de Israel y la casa de Judá, oráculo de Yavé.
12
Renegaron de Yavé, y dijeron: No es El, ni vendrá sobre nosotros ningún mal, no veremos guerra ni hambre.
13
Los profetas son puro flato y no han tenido oráculo de Yavé. Así les resultaron a ellos.
14
Por eso así habla Yavé, Dios de los ejércitos: Porque habéis dicho todo esto, mis palabras serán en tu boca fuego, y este pueblo, cual montón de leña, que los abrasará.
15
Contra vosotros voy a traer un pueblo, de lejos un pueblo, ¡oh casa de Israel! — oráculo de Yavé —; un pueblo fuerte, un pueblo de antiguo abolengo, un pueblo cuya lengua desconoces, del que no comprenderás lo que hable.
16
Su aljaba es como sepulcro abierto; todos ellos valerosos,
17
y devorará tus cosechas y tu pan, a tus hijos y a tus hijas. Devorará tus rebaños y tus vacadas, tus viñas y tus higueras; demolerá tus ciudades amuralladas, en las que confías.
18
Pero tampoco en aquellos días — oráculo de Yavé — os consumiré del todo.
19
Y cuando te pregunten: ¿Por qué ha hecho Yavé, nuestro Dios, todo esto con nosotros? les dirás: Como os apartasteis de mí y servísteis a dioses extraños en vuestra propia tierra, así habréis de estar sometidos a los extranjeros en tierra no vuestra.
20
Predicad esto en la casa de Jacob, pregonadlo en Judá, diciendo:
21
Oíd esto, pueblo necio e insensato, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye.
22
¿No me temeréis a mí? — oráculo de Yavé — . ¿No temblaréis ante mí, que de arenas he hecho muro para el mar, barrera perpetua que no podrá traspasar; que, aunque se conmueva, no lo logrará, y, aunque se embravezcan sus olas, no podrá atravesarla?
23
Pero este pueblo tiene un corazón rebelde y contumaz; se apartaron y desertaron
24
y no se dijeron en su corazón: Temamos a Yavé, nuestro Dios, que da las lluvias tempranas y las tardías a su tiempo, semanas fijas para la siega guarda para nosotros.
25
Vuestras maldades han trastornado todo esto, vuestros pecados os han robado el bienestar.
 
 
Los ricos
 
26
Hay en mi pueblo malvados que acechan como cazadores en emboscada y tienden sus redes para cazar hombres.
27
Como se llena de pájaros la jaula, así está llena su casa de rapiñas. Así se han engrandecido, así se han enriquecido,
28
así engordaron y se pusieron lustrosos, y traspasaron mis palabras malvadamente; no juzgaron el derecho del huérfano, y prosperan; no hacen justicia a la causa de los pobres.
29
¿No habré de pedirles yo cuenta de esto? — oráculo de Yavé — . De un pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza?
 
 
Profetas y sacerdotes
 
30
Una cosa horrenda y abominable ha acontecido en la tierra:
31
los profetas profetizaron mentira, los enseñan por su propia cuenta, y mi pueblo gustaba de esto. ¿Qué cosas, pues, habrán de acontecer al fin?

 

Capítulo 6
 
La guerra contra Jerusalén
 
1
¡Huid, hijos de Benjamín, de en medio de Jerusalén! Tocad las trompetas en Tecua y alzad bandera sobre Bet-Akerem, porque es del septentrión de donde amenaza el infortunio y la gran ruina.
2
¿Es que ha venido a ser semejante a un prado delicioso la hija de Sión?
3
Acuden a ella pastores con sus rebaños, clavan en derredor suyo las tiendas, cada uno apacienta su porción.
4
Moved guerra contra ella. ¡Arriba, la asaltaremos al mediodía! ¡Ay de nosotros, que ya cae el día, que ya se tienden las sombras de la noche!
5
¡Arriba, vamos a asaltarla por la noche, asolemos sus palacios!
6
Porque así dice Yavé de los ejércitos: Cortad sus árboles y haced de ellos empalizadas contra Jerusalén; es la ciudad castigada. Dentro de ella todo es injusticia.
7
Como mana el agua en los pozos, así mana en ella la iniquidad; no se oye en ella sino injusticia y violencia; a mi vista hay siempre dolencias y heridas.
8
Déjate amonestar, Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti y te convierta en desierto, en tierra inhabitada.
 
 
Amenazas del profeta
 
9
Así dice Yavé de los ejércitos: Haz cuidadoso rebusco, como en las viñas, de los restos de Israel; vuelve tu mano, como vendimiador, entre los sarmientos,
10
¿A quién hablaré? ¿A quién amonestaré que me oiga? He aquí que tienen oídos incircuncisos, no pueden oír nada. La palabra de Yavé es para ellos objeto de escarnio, no gustan de ella.
11
¡Yo estoy lleno de la cólera de Yavé, estoy cansado de contenerla! Derrámala sobre los niños de la calle y sobre los jóvenes congregados a un tiempo. Porque serán tomados marido y mujer, viejos y adultos.
12
Sus casas pasarán a manos de extraños, los campos y también las mujeres, pues extenderé mi mano sobre los moradores de la tierra, oráculo de Yavé.
13
Porque, desde el pequeño al grande, todos están ávidos de rapiña; desde el profeta al sacerdote, todos cometen fraude.
14
Pretenden curar la desgracia de mi pueblo como cosa leve, diciendo: ¡Paz, paz! cuando no hay paz.
15
Serán confundidos por haber obrado abominablemente. Y no se avergüenzan. Por eso caerán entre los que caigan. Al tiempo de la cuenta resbalarán, oráculo de Yavé.
16
Así dice Yavé: Haced alto en los camino y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla y hallaréis reposo para vuestras almas. Pero dijeron: “No la seguiremos.”
17
Yo os había dado atalayadores: ¡Atención a la voz de la trompeta! Pero ellos dijeron: ¡No queremos oírla!
18
Por eso oíd, pueblos; entiende, congregación, lo que les acaecerá.
19
Oye tú, tierra: He aquí que yo traeré una desventura sobre este pueblo; éste es el fruto de sus malos designios, porque no atendieron a mis palabras y despreciaron mi ley.
20
¿A mí qué el incienso de Saba y las cañas aromáticas de tierras lejanas? Vuestros holocaustos no me son gratos, vuestros sacrificios no me deleitan.
21
Por eso así dice Yavé: He aquí que yo pondré tropiezos a este pueblo, y en ellos tropezarán padres e hijos; vecinos y prójimos perecerán juntamente.
 
 
El enemigo
 
22
Así dice Yavé: Mira, viene de la tierra del septentrión un pueblo, una gran nación surge de los confines de la tierra.
23
Empuña el arco y el venablo, es cruel y despiadado. Su estrépito es como el del mar enfurecido, y cabalga sobre caballos; está aparejado como hombre de guerra contra ti, hija de Sión.
24
Ya oímos su noticia; desfallecieron nuestros brazos, nos oprime la angustia, dolores como mujer de parto.
25
No salgáis al campo, no andéis por los caminos, porque la espada del enemigo, el terror, nos rodea.
26
Vístete de saco, hija de mi pueblo; revuélcate en la ceniza. Llora como se llora por el primogénito, llora amargamente, porque de repente vendrá sobre nosotros el invasor.
 
 
Jeremías, fiel contraste
 
27
Te he puesto por explorador de mi pueblo, cual fortaleza, para conocer y examinar su conducta.
28
Todos son sumamente rebeldes, andan sembrando calumnias, son bronce y hierro, todos ellos son corrompidos.
29
Se infla el fuelle, por el fuego es consumido el plomo. En vano fundió el orífice, pues las escorias no se desprendieron.
30
Serán llamados plata de desecho, porque Yavé los ha desechado.

 

Capítulo 7
 
1
Palabra de Yavé que llegó a Jeremías, diciéndole:
2
Ponte a la puerta del templo y pronuncia estas palabras y di: Oíd la palabra de Yavé todos los de Judá que entráis por estas puertas para adorar a Yavé.
3
Así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y yo moraré con vosotros en este lugar.
4
No pongáis vuestra confianza en palabras engañosas, diciendo: ¡Oh el templo de Yavé, el templo de Yavé! ¡Éste es el templo de Yavé!
5
Pues si mejoráis vuestros caminos y acciones, si hacéis justicia entre unos y otros,
6
si no oprimís al peregrino, al huérfano y a la viuda; si no vertéis en este lugar sangre inocente, si no os vais tras de dioses extraños para vuestro mal,
7
entonces yo permaneceré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres por los siglos de los siglos.
8
He aquí que confiabais en palabras engañosas, que de nada sirven.
9
Pues ¿qué? ¡Robar, matar, adulterar, perjurar, quemar incienso a Baal e irse tras dioses ajenos que no conocíais,
10
y venir luego a mi presencia en esta casa, en que se invoca mi nombre, diciendo: Ya estamos salvos,
11
para luego hacer todas estas abominaciones! ¿Es acaso a vuestros ojos esta casa, donde se invoca mi nombre, una cueva de bandidos? Mirad, también yo lo veo, oráculo de Yavé.
12
Id, pues, a mi lugar de Silo, donde al principio establecí mi nombre, y ved lo que hice con él por las impiedades de mi pueblo Israel.
13
Pues ahora, por haber hecho estas cosas — oráculo de Yavé — y porque os amonesté a tiempo repetidas veces y no me escuchasteis, os llamé y no respondisteis,
14
haré de esta casa en que se invoca mi nombre, en que confiáis vosotros, y de este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, lo que hice de Silo;
15
y os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, a toda la progenie de Éfraím.
16
Y tú no me ruegues por este pueblo ni eleves por ellos clamor y súplica, no me porfíes, porque no te oiré.
17
Porque ¿no ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén?
18
Los hijos recogen la leña, los padres prenden el fuego, y las mujeres amasan la harina para hacer tortas a la reina del cielo y libar a los dioses extraños para ofenderme.
19
Pero ¿me ofenden a mí, oráculo de Yavé? ¿No es más bien a ellos, para su vergüenza?
20
Por tanto, así dice el Señor Yavé: He aquí que mi ira y furor se derramarán sobre este lugar, sobre hombres y animales, sobre arboledas y campos y sobre los frutos de la tierra, y arderán y no se extinguirán.
 
 
Obediencia, no sacrificios
 
21
Así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos a los sacrificios y comed la carne.
22
Cuando yo saqué de Egipto a vuestros padres, no fue de holocaustos y sacrificios de lo que les hablé y ordené,
23
sino que les di este mandato: Oíd mi voz y seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguid los caminos que yo os mando, y os irá bien.
24
Pero ellos no (me) escucharon, no (me) dieron oídos, y siguieron sus consejos en la dureza de su mal corazón, y se pusieron detrás, no delante de mí.
25
Desde el día que vuestros padres salieron de Egipto hasta hoy, os he enviado a mis siervos, los profetas, día tras día sin cesar,
26
pero no me escucharon, no me prestaron oído, y endurecieron su cerviz y obraron peor que sus padres.
27
Dirás todo esto, y no escucharán; los llamarás, y no te reprenderán.
28
Diles, pues: Es una nación que no oye la voz de Yavé, su Dios; que no acepta corrección; ha perecido la fidelidad y ha desaparecido de su boca.
29
Córtate tu larga cabellera y tírala, y entona por las desoladas alturas una lamentación, pues ha echado Yavé de sí y repudiado a la generación que provocó su ira.
30
Pues hicieron los hijos de Judá la maldad ante mis ojos, oráculo de Yavé. Han instalado sus abominaciones en la casa en que se invoca mi nombre, profanándola.
31
Y edificaron los altos de Tofet, que está en el valle de Ben-Hinón, para quemar allí a sus hijos y sus hijas, cosa que ni yo les mandé ni pasó siquiera por mi pensamiento.
32
Por eso he aquí que vienen días — oráculo de Yavé — en que no se le llamará más Tofet y valle de Ben-Hinón, sino valle de la mortandad, y se enterrará en Tofet por falta de lugar,
33
y los cadáveres de este pueblo serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra, sin que haya quien las espante.
34
Y haré que deje de oírse en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén el son de los cantos de alegría y de regocijo, los cantos del esposo y de la esposa, porque no habrá más que desolación en esta tierra.

 

Capítulo 8
 
Ruina y desolación
 
1
En aquel tiempo — oráculo de Yavé — sacarán de sus sepulcros los huesos de los reyes de Judá, los de sus príncipes y sacerdotes, los de los profetas y los de los habitantes de Jerusalén,
2
y los esparcirán al sol, a la luna y a toda la milicia celestial, que ellos amaron, y a la que sirvieron, tras de la cual se fueron, y que consultaron y adoraron; nadie los recogerá ni sepultará; serán como estiércol sobre la superficie de la tierra.
3
Cuantos restos de esta mala generación sobrevivan preferirán la muerte a la vida en todos los lugares a que los arrojé, oráculo de Yavé de los ejércitos.
 
 
Contumacia
 
4
Y les dirás: Así dice Yavé: ¿Por ventura quien cae no hace por levantarse? ¿Quién se desvía no vuelve?
5
¿Por qué, pues, la rebeldía de este pueblo, Jerusalén, y su aversión? Se ha aferrado a la mentira y rehúsa convertirse.
6
Yo estoy atento y escucho; no hay quien hable rectamente, nadie que se arrepienta de su maldad, diciendo: ¿Qué es lo que he hecho? Todos corren desenfrenadamente su carrera, como caballo lanzado impetuosamente a la batalla,
7
La cigüeña en el cielo conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla guardan los tiempos de sus migraciones, ¡pero mi pueblo no conoce el derecho de Yavé!
   
 

Falsa confianza en la Ley

   
8
¿Cómo os decís: Somos sabios y la Ley de Yavé está con nosotros? Ciertamente la convirtieron en mentira las mentirosas plumas de los escribas.
9
Han sido confundidos los sabios, avergonzados, descubiertos. He aquí que desecharon la palabra de Yavé; ¿qué sabiduría les queda?
10
Por eso daré sus mujeres a extraños, sus campos a otros propietarios, porque, desde el pequeño al grande, todos se llenaron de rapiñas; desde el profeta al sacerdote, todos se dieron al fraude,
11
y curaban las llagas de mi pueblo a la ligera, diciendo: “Paz, paz,” cuando no había paz.
12
Serán confundidos, porque hicieron abominaciones y no se avergonzaron, no conocen siquiera la vergüenza; por eso caerán con los caídos, al tiempo de la cuenta tropezarán, dice Yavé.
13
Los aniquilaré — oráculo de Yavé — ; no quedará racimo en la viña ni higo en la higuera, y se marchitarán las hojas, y les daré (gentes) que los trasladen.
 
 
Ruina sin esperanza
 
14
¿Por qué nos estamos sentados? Reuníos, vayamos a las ciudades amuralladas y perezcamos allí, pues Yavé, nuestro Dios, nos va a aniquilar, nos ha dado a beber agua de adormideras por haber pecado contra El.
15
¡Esperábamos la paz, y no ha habido bien alguno; el tiempo de curación, y he aquí el pavor!
16
Ya se oye desde Dan el relinchar de los caballos. Al estruendo de los relinchos de sus corceles tiembla la tierra toda. Ya vienen a devorar la tierra y cuanto hay en ella, la ciudad y cuantos la habitan.
17
Pues he aquí que voy a enviar contra vosotros serpientes, víboras, contra las que no hay conjuro posible, y os morderán, oráculo de Yavé.
18
Mi mal es sin remedio, mi corazón desfallece.
19
He aquí el grito de angustia de la hija de mi pueblo desde lejana tierra. ¿No estaba por ventura en Sión Yavé? ¿No estaba en ella su rey? ¿Por qué, pues, provocaron mi ira con sus ídolos, con dioses extraños?
20
Pasó la siega, se concluyó el otoño, y no hemos sido salvados.
21
Estoy quebrantado por el quebranto de la hija de mi pueblo, estoy cubierto de luto, se ha apoderado de mí el espanto.
22
¿Por ventura no había bálsamo en Galaad ni había médicos allí? ¿Cómo, pues, no surgió la curación de la hija de mi pueblo?
23
¡Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, y mis ojos fuentes de lágrimas, para llorar día y noche las llagas de la hija de mi pueblo!

 

Capítulo 9
 
Dolor del profeta por la ruina de su pueblo
 
1
¡Ojalá tuviera en el desierto un albergue de caminantes! Y dejaría a mi pueblo y me iría lejos de ellos, pues todos son adúlteros, gavilla de ladrones.
2
Tensan su lengua como un arco; la mentira y no la fidelidad predominan en la tierra. Pues caminan de iniquidad en iniquidad, y a mí no me conocen — oráculo de Yavé — .
3
Guárdese cada uno de su prójimo y nadie confíe en su hermano, pues todos los hermanos engañan siempre, todos los amigos calumnian.
4
Cada uno se burla de su prójimo, no habla verdad. Se han avezado sus lenguas a mentir, se han cansado de obrar mal.
5
Fraude sobre fraude, engaño sobre engaño, rehúsan conocerme, oráculo de Yavé.
6
Por eso así dice Yavé de los ejércitos: He aquí que los fundiré en el crisol y los probaré, ¿pues que otra cosa voy hacer ante la hija de mi pueblo ?
7
Sus lenguas son saetas mortíferas, las palabras de su boca son dolo. “Paz,” dicen a su prójimo, y tienden la insidia en su corazón.
8
¿No habré de pediros cuentas de todo esto?, oráculo de Yavé. ¿De un pueblo como éste no he de tomar yo venganza?
9
Llorad y gemid sobre los montes, lamentaos por los pastizales del desierto, porque están desolados, no hay quien pase por ellos ni se oye el balar de los rebaños. Desde las aves del cielo hasta las bestias, todos huyeron y se fueron.
10
Y de Jerusalén haré un montón de ruinas, cubil de chacales; y de las ciudades de Judá, desolación, donde no habitará nadie.
11
¿Quién será el hombre sabio que entienda esto, al cual pueda dirigirse la palabra de la boca de Yavé, y haga saber la causa por que pereció la tierra, que ha sido asolada como desierto, sin que nadie pase (por ella)?
12
Y dijo Yavé: Porque han abandonado la ley que les di y no han escuchado mi voz ni procedieron según ella,
13
sino que, según la pertinacia de su corazón, se fueron tras los baales, como les enseñaron sus padres,
14
por eso, así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que daré de comer a este pueblo ajenjo, y le daré a beber agua de adormideras,
15
y los dispersaré por entre las gentes que no conocieron ni ellos ni sus padres, y haré que los persiga la espada hasta consumirlos.
   
 
De la ruina a la conversión
   
16
Así dice Yavé de los ejércitos: Atended, llamad a las plañideras, que vengan; enviad por las hábiles y vengan,
17
que se apresuren y eleven sobre nosotros lamentaciones,y descienda de nuestros ojos el llanto, y manen agua nuestros párpados,
18
porque de Sión se oyen voces y lamentos. ¡Cómo hemos sido destruidos y avergonzados sobremanera! Porque nos echan de la tierra, nos arrojan de nuestras moradas.
19
Porque oíd, mujeres, la palabra de Yavé, y perciban vuestros oídos la palabra de su boca, para que enseñéis a vuestras hijas a lamentarse y enseñen unas a otras endechas.
20
Pues la muerte ha subido por nuestras ventanas y penetró en nuestras moradas, acabó con los niños en las calles, con los mancebos en las plazas.
21
Habla así: Oráculo de Yavé: Los cadáveres de los hombres yacen como estiércol sobre el campo, como queda tras el segador el manojo, sin haber quien lo recoja.
22
Así dice Yavé: Que no se gloríe el sabio en su sabiduría, que no se gloríe el fuerte de su fortaleza, que no se gloríe el rico de su riqueza.
23
El que se gloríe, gloríese en esto: en ser inteligente y conocerme a mí, pues yo soy Yavé, que hago misericordia, derecho y justicia sobre la tierra, pues en esto es en lo que yo me complazco, oráculo de Yavé.
24
He aquí que vienen días — oráculo de Yavé — en que yo pediré cuenta a todos, circuncisos e incircuncisos.
25
A Egipto, a Judá, a Edom, a los hijos de Ammón, a Moab, a los que se rapan las sienes y habitan el desierto, pues todos estos pueblos son incircuncisos; pero todo Israel es incircunciso de corazón.

 

Capítulo 10
 
Consejos a los desterrados
 
1
Oíd, casa de Israel, lo que os dice Yavé.
2
Así dice Yavé: No os acostumbréis a los caminos de las gentes, no temáis los signos celestes,pues son los gentiles los que temen de ellos,
3
pues los estatutos de esos pueblos son vanidad; leños cortados en el bosque, obra de las manos del artífice con la azuela,
4
se decoran con plata y oro, y los sujetan a martillazos con clavos para que no se muevan.
5
Son como espantajos de melonar, y no hablan; hay que llevarlos, porque no andan; no les tengáis miedo, pues no pueden haceros mal, ni tampoco bien.
6
No hay semejante a ti, ¡oh Yavé!; tú eres grande, y grande y poderoso es tu nombre.
7
¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Pues a ti se te debe el temor, y no hay entre todos los sabios y en todos sus reinos nadie como tú.
8
Todos a uno son estúpidos y necios, doctrina de vanidades, (son) un leño;
9
plata laminada venida de Tarsis, oro de Ofir, obra de escultor y de orfebre, vestida de púrpura y jacinto; obra de diestros (artífices) son ellos.
10
Pero Yavé es verdadero Dios, el Dios vivo y Rey eterno. Si El se aira, tiembla la tierra, y todas las naciones son impotentes ante su cólera.
11
Así, pues, habéis de decirles: Dioses que no han hecho ni los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos.
12
El con su poder ha hecho la tierra, con su sabiduría cimentó el orbe y con su inteligencia tendió los cielos.
13
A su voz se congregan las aguas en el cielo; El hace subir las nubes desde los confines de la tierra, convierte los rayos en lluvia y saca los vientos de sus escondrijos.
14
Embrutecióse el hombre sin conocimiento; todo orífice se avergüenza de su ídolo, porque es mentira su estatua fundida y no hay aliento en ellos,
15
son nada, obra ridícula. En el tiempo de su castigo perecerán.
16
No es ésta la herencia de Jacob, pues El es el Hacedor de todo, e Israel es su tribu hereditaria; su nombre es Yavé de los ejércitos.
17
Recoge de la tierra tu hato, moradora de la ciudad asediada,
18
pues así dice Yavé: He aquí que voy a lanzar a los habitantes del país esta vez para ponerlos en angustia y que me encuentren.
19
¡Ay de mí por mi quebranto! ¡Doloroso es mi golpe! Pero yo digo: Ciertamente es mi dolencia, debo soportarlo.
20
Mi tienda está devastada, y todas mis cuerdas rotas; mis hijos me han abandonado, no existen ya; hay quien despliegue mi tienda y levante mis lonas.
21
Pues fueron unos insensatos los pastores, y no buscaron a Yavé; por eso no prosperaron, y todos sus rebaños han sido dispersados.
22
He aquí que llega el rumor de una noticia, viene gran alboroto de la tierra del septentrión para reducir las ciudades de Judá a desolación, a guarida de chacales.
23
Bien sé, Yavé, que no está en mano del hombre trazarse su camino, no es dueño el hombre de caminar ni de dirigir sus pasos.
24
Corrígeme, Yavé, pero conforme a juicio, no con ira, no sea que me aniquiles.
25
Derrama tu furor sobre las gentes que te desconocen y sobre los pueblos que no invocan tu nombre, que han devorado a Jacob, le han consumido y han devastado su morada.