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CRISTO RAUL CONTRA EL ANTICRISTO

LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 
 

LA SAGRADA BIBLIA - ANTIGUO TESTAMENTO

JEREMIAS

 

PRIMERA PARTE
VOCACIÓN DEL PROFETA Y ORÁCULOS SOBRE LA REPROBACIÓN DE JUDÁ
Capítulo 11
 
Exhortación a la guarda del pacto de Yavé.
   
1
Palabra que dirigió Yavé a Jeremías, diciendo:
2
Oíd las palabras de esta alianza, y comunicádselas a los varones de Judá y a los moradores de Jerusalén.
3
Decidles: Así habla Yavé, Dios de Israel: Maldito el varón que desoiga las palabras de esta alianza,
4
que di a vuestros padres al tiempo de sacarlos de la tierra de Egipto, del horno de hierro, diciendo: Oíd mi voz, y obrad según todo lo que os mando, y seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios;
5
para que yo cumpla mi juramento a vuestros padres, de darles una tierra que mana leche y miel, como es el día de hoy. Yo respondí, diciendo: Así sea, Señor.
6
Y me dijo Yavé: Anuncia todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, diciendo: Escuchad las palabras de esta alianza y cumplidlas.
7
Pues con insistencia he amonestado a vuestros padres, desde cuando salieron de la tierra de Egipto hasta hoy, y con toda diligencia los amonesté: Escuchad mi voz.
8
Pero ellos no me escucharon, no me dieron oídos, y se fueron todos en pos de los malos deseos de su corazón; y les recordé todas las palabras de esta alianza que les mandé cumplir, pero no las cumplieron.
9
Y me dijo Yavé: Se han confabulado los varones de Judá y los moradores de Jerusalén.
10
Han vuelto a las iniquidades de sus primeros padres, que rehusaron cumplir mis mandatos, y se han ido tras dioses ajenos para servirles. La casa de Israel y la de Judá han roto el pacto que hice con sus padres.
11
Por eso así dice Yavé: Yo traeré sobre ellos males de que no podrán librarse, y clamarán a mí, y no los oiré;
12
y clamarán a los dioses a quienes ellos sacrifican, y no podrán salvarlos en el tiempo de la tribulación.
13
Cuantas son tus ciudades, tantos fueron tus dioses, Judá; y cuantas son las calles de Jerusalén, tantos fueron los altares de ignominia, alzados para ofrecer incienso a Baal.
14
Y tú, no me supliques por este pueblo y no hagas por él oración, porque no oiré cuando ellos clamen a mí, al tiempo de la aflicción.
15
¿Qué tienes que hacer en mi casa tú, cubierto de iniquidad? ¿Crees por ventura que los sacrificios y las carnes santificadas de las víctimas pueden evitarte el castigo? ¿Crees que te servirán de protección, cuando venga sobre ti la gran tribulación, cuando con gran estrépito se acerque la angustia?
16
Olivo siempre verde y hermoso te quiso Yavé, pero ha pegado a tu copa fuego, que abrasó tu ramaje.
17
Yavé de los ejércitos, que te plantó, ha decretado la desgracia contra ti, por los crímenes de la casa de Israel y de la casa de Judá, que han cometido para irritarme, ofreciendo incienso a Baal
   
 
Conjuración de los de Anatot contra el profeta.
18
Y Yavé me lo ha dado a conocer y yo lo he entendido. Entonces me hiciste ver sus acciones.
19
Estaba como manso cordero, que sin saberlo era llevado a degollar, pues habían tramado una conjura contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con s vigor y extirpémosle de la tierra de los vivos, y no se hará más memoria de su nombre.
20
Mas ¡oh Yavé de los ejércitos, juez justo, que escudriñas los riñones y el corazón. Que vea yo en ellos tu venganza, pues a ti te he confiado mi alma.
21
Por eso, así dice Yavé de los hombres de Anatot, que buscan tu vida, diciendo: No profetices en nombre de Yavé, si no quieres morir a nuestras manos.
22
Por eso así dice Yavé de los ejércitos: He aquí que les voy a pedir cuenta. Los jóvenes morirán al filo de la espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre.
23
No quedará superviviente, porque yo traeré la desdicha sobre los hombres de Anatot en el año de su castigo.
   
Capítulo12
 

Quejas del profeta.

   
1
Justo eres tú, Yavé, para que yo vaya a contender contigo; pero voy a proponerte algunas demandas: ¿Por qué es próspero el camino de los impíos, y son afortunados los perdidos y los malvados?
2
Tú los plantas y ellos echan raíces, crecen y fructifican; te tienen a ti en la boca, pero está muy lejos de ti su corazón.
3
Y tú, Señor, me conoces; tu me ves; tú has probado mi corazón en lo referente a tí. Sepáralos como rebaño destinado a la matanza, conságralos para el dia de la mortandad.
4
¿Hasta cuándo estará la tierra en duelo, se secarán las hierbas del campo? Por la maldad de los que habitan en ella, perecieron bestias y aves, pues dijeron: Dios no verá nuestro fin.
5
Si corriendo con los de a pie te has fatigado, ¿cómo competirás con los caballos? Y si en tierra de paz no te sientes seguro ¿qué harás en los boscajes del Jordan?
6
Pues incluso tus hermanos, los de la casa de tu padre, esos mismos te son aún traidores y a espaldas tuya gritan. No te fies de ellos cuando te dicen bellas palabras.
   
 
Los impíos serán castigados
   
7
He desamparado mi casa, he abandonado mi heredad. He entregado lo que más amaba, en manos de sus enemigos.
8
Fue mi heredad para mí león en la selva, lanza contra mí sus rugidos; por eso la aborrecí.
9
¿Ha venido a ser mi heredad abigarrada ave de rapiña, para que las aves rapaces ronden en torno suyo? una fiera rapaz, en torno a la cual rondan otras fieras. Venid, juntaos, fieras todas del campo. Venid a devorarla.
10
Muchos pastores han entrado a saco en mi viña, y pisotearon mi heredad, han convertido mi deleitosa posesión en desolado desierto.
11
Hicieron de ella una desolación, y está ante mí triste y asolada, toda la tierra es desolación, por no haber quien recapacite en su corazón
12
Por las colinas peladas del desierto irrumpieron los invasores, pues la espada de Yavé devora la tierra de un extremo al otro, sin dar paz a ser viviente.
13
embraron trigo, y han recogido cardos; se fatigaron trabajando sin provecho; quedaron confusos de su cosecha por la cólera encendida de Yavé.
14
Así dice Yavé acerca de mis malos vecinos, que asaltan la heredad que yo di en herencia a mi pueblo, Israel: He aquí que yo los arrojaré de sus tierras, y arrancaré a la casa de Judá de de en medio de ellos;
15
y sucederá que después de haberlos arrancado, volvereá a tener misericordia de ellos, y los haré volver cada uno a su propiedad, cada uno a su tierra;
16
y cuando ellos hayan aprendido los caminos de mi pueblo y juren en mi nombre, «Vive Yavé», como ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, serán establecidos en medio de mi pueblo.
17
Pero si no escucharen, arrancaré esa nación de raíz, y perecerán, oráculo de Yavé.
   
Capítulo13
 
La faja podrida.
   
1
Así me hablo Yavé: Ve y cómprate una faja de lino y ponla sobre tus lomos, y no la metas en el agua.
2
Y adquirí la faja, como me mandó Yavé, y me la puse sobre los lomos;
3
y me habló Yavé por segunda vez, diciéndome:
4
Toma la faja que adquiriste, que está sobre tus lomos, levántate y vete al Ferat, y escóndela en una hendidura de la piedra.
5
Fui, pues, y la escondí junto al Ferat, según me mandó Yavé.
6
Y al cabo de muchos días me dijo Yavé: Anda, vete al Ferat, y recoge la faja que te mandé esconder allí.
7
Fui, pues, al Ferat, y busqué la faja, y la saqué del lugar en que la había escondido, pero estaba podrida, no servía ya para nada.
8
Y me habló Yavé, diciendo:
9
Así dice Yavé: Así haré yo que se pudra la mucha soberbia de Judá, el gran orgullo de Jerusalén.
10
Este pueblo malvado, que rehúsa escuchar mis palabras, y en la depravación de su corazón se va tras dioses ajenos para servirles y ofrecerles incienso, será como esa faja podrida, que no sirve ya para nada.
11
pues como se adhiere la faja a los lomos del hombre, así hice yo que se adhiriese a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, oráculo de Yavé, para que ellos fuesen mi pueblo, mi renombre, mi alabanza y mi ornato; pero ellos no me escucharon.
 
Las tinajas rotas.
   
12
Y les dirás estas palabras: Así dice Yavé, Dios de Israel: Las tinajas se llenan de vino. Y te dirán: ¿Acaso no sabemos muy bien que las tinajas se llenan de vino?
13
Pero tú les dirás: Así dice Yavé: Pues así llenaré yo de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los moradores de Jerusalén;
14
y se romperán, chocando unos contra otros, padres contra hijos a la vez, oráculo de Yavé. No tendré compasión, ni clemencia, ni misericordia para no destruirlos.
15
Escuchad, dadme oídos, no os envanezcáis, que es Yavé quien os habla.
16
Dad gloria a Yavé, vuestro Dios, antes de que se haga oscuro, y tropiecen vuestros pies por los montes en tinieblas, y en vez de la luz que esperáis vosotros, nos dé sombras de muerte y densas tinieblas.
17
Y si no escucháis, lloraré en secreto tu soberbia, lloraré sin consuelo, y mis ojos derramarán abundantes lágrimas, por la dispersión del rebaño de Yavé.
18
Di al rey y a la reina: Humillaos, sentaos en el suelo, porque está para caer de vuestras cabezas la corona de vuestra gloria
19
Las ciudades del sur están cercadas, y nadie escapará. Todo Judá será apresado, todos sin excepción.
20
Alza tus ojos y mira, Jerusalén. Vienen del septentrión. ¿Dónde está la grey que te fue dada, tu espléndido rebaño?
21
¿Qué dirás cuando te golpeen la cabeza tus amantes, aquellos que acostumbrabas a tratar como muy queridos amigos? ¿No te dolerás con dolores como de parto?
22
Y si te preguntas en tu corazón: ¿Por qué me sucede todo eso? Por la muchedumbre de tus maldades alzaron tus faldas, y maltrataron tus talones.
23
¿Mudará por ventura su tez el etíope, o el tigre su rayada piel? Así ¿podréis vosotros obrar el bien tan avezados como estais al mal?
24
Yo los dispersaré como paja que vueal al viento del desierto.
25
Tal es tu parte, tu porción asignada de mi arte, oráculo de Yavé, por haberme olvidado, haber puesto tu confianza en la mentira.
26
También yo descubriré tus velos en la parte anterior y se verán tus verguenzas.
27
tus adulterios y tus gritos de lujuria, tus execrables fornicaciones. Sobre los collados del campo he visto tus torpezas. ¡Ay de ti, Jerusalén, que no te limpias! ¿Hasta cuándo aún?
   
Capítulo14
 

La gran sequía.

   
1
Llegó la palabra de Yavé a Jeremías a propósito de la sequía. Jeremías, con ocasión de la sequía.
2
Judá está de duelo, y sus puertas languidecen, se inclinan hacia la tierra, y se alza el grito de Jerusalén.
3
Sus magnates mandaron a sus subordinados por agua; fueron éstos a los pozos, y se volvieron con loscántaros vacíos. Están avergonzados, confundidos, con las cabezas cubiertas,
4
pues el suelo está consternado, porque no hay lluvia en la tierra. Los labradores están consternados, se cubren sus cabezas.
5
Aun las ciervas en el campo paren y abandonan la cría, por la falta de pastos.
6
Los asnos salvajes están sobre las colinas peladas, aspirando el aire como chacales, con los ojos consumidos, por falta de hierba.
7
Aunque nuestras maldades claman contra nosotros, hazlo, obra Yavé, por la gloria de tu nombre. Porque muchas son nuestras rebeldías. Hemos pecado contra ti.
8
¡Oh esperanza de Israel, su salvador en el tiempo de la angustia.
9
¿Por qué has de ser cual peregrino en el país, como viajero que se detiene para pernoctar? ¿Por qué has de ser como hombre azorado, como guerrero incapaz de salvar? Pues tú, Yavé, habitas en medio de nosotros, y tu nombre es por nosotros invocado, no nos desampares.
10
Esto habla Yavé de este pueblo: Gustan de andar errantes de un lado para otro, no se contienen sus pies. Pero Yavé no se complace en ellos; ahora se acordará de sus maldades y les pedirá cuenta de sus pecados.
11
Y me dijo Yavé: No ruegues por este pueblo, para que le socorra.
12
Cuando ayunen, no escucharé sus clamores, y cuando ofrezcan holocaustos y oblaciones, no los aceptaré, sino que los consumiré por la espada, con el hambre y con la peste.
13
Y yo dije: ¡Ah, Señor, Yavé! Mira que los profetas les dicen: No vereis la espada ni tendréis hambre, pues paz auéntica os daré en este lugar.
14
Pero Yavé me dijo: Mentidamente profetizan los profetas en mi nombre; yo no los he enviado, no los he mandado, no les he hablado.
15
Falsas visiones, agüeros, vanidades y engaños de su corazón, es lo que os profetizan en mi nombre, sin haberlos yo enviado, diciendo: “No habrá en esta tierra espada ni hambre”. A la espada y por hambre perecerán esos profetas.
16
Y las gentes ante quienes ellos profetizaron, serán arrojadas a las calles de Jerusalén, muertos por hambre y por espada, y no habrá quien les dé sepultura, ellos, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, y haré caer sobre ellos su maldad
17
Y les dirás estas palabrasí: Derramen mis ojos lágrimas de noche y de día sin cesar, pues la hija de mi pueblo ha sido quebrantada con gran quebranto, herida de gravísima plaga.
18
Si salgo al campo, he aquí muertos por la espada; si entro en la ciudad, sufrimientos por el hambre, pues hasta los profetas y sacerdotes andan errantes por un campo que no conocen os campos.
19
¿Acaso has desechado del todo a Judá? ¿Ha destetado tu alma a Sión? ¿Por qué nos heriste sin que hubiera curación? Esperábamos paz, y no hay bonanza, y a tiempo del alivio sólo se solo hay turbación.
20

Reconocemos, ¡oh Yavé!, nuestra maldad, y las de nuestros padres. Hemos pecado contra ti.

21
Por la gloria de tu nombre, no nos rechaces, no desprecies el trono de tu grandeza. Acuérdate, no rompas tu alianza con nosotros.
22
.
¿Hay por ventura entre los ídolos de las gentes quien pueda hacer llover? ¿O pueden de sí los cielos dar la lluvia? ¿No eres sólo tú? ¡Oh Yavé, Dios nuestro! En ti esperamos, porque has hecho todo esto.
   
Capítulo15
   
1
Y Yavé me dijo: Aunque se me pusieran delante Moisés y Samuel, no los escucharía. Quita este pueblo de mi presencia, que se vayan.
2
Y si te preguntan: ¿A dónde hemos de ir? Respóndeles: Así dice Yavé: El que a la mortandad, a la mortandad; el que a la espada, a la espada; el que al hambre, al hambre; el que al cautiverio, al cautiverio.
3
Yo les daré por regidores cuatro deudos, oráculo de Yavé. La espada para matar; los perros para arrastrarlos; las aves del cielo y las fieras del campo, para devorarlos y consumirlos.
4
Y los haré el asombro de todas las regiones de la tierra, a causa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén.
 
Los horrores de la guerra.
   
5
¿Quién, pues, va a compadecerse de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se dolerá de ti? ¿Quién se saldrá del camino para preguntar por ti, y saludarte?
6
Tú me abandonaste a mí, oráculo de Yavé, me volviste la espalda; y yo voy a extender contra ti mi mano, y te abatiré sin duelo.
7
Y los aventaré con el bieldo a todas las puertas de la tierra; y sus restos los entregaré a la espada de sus enemigos.Dejaré sin hijos a mi pueblo, y le destruiré por su impenitencia.
8
Serán más numerosas sus viudas que las arenas del mar. Lanzaré contra su juventud el ladrón diurno, y haré que caiga de repente sobre ellos el terror y la angustia.
9
Ajóse la madre de siete hijos, ajóse la que dio luz a siete; su alma desfalleció; púsose para ella el sol, cuando aún era de día, quedó abatida y confusa. Sus restos los entregaré a la espada en presencia de sus enemigos, oráculo de Yavé
 
Lamentos del profeta.
   
10
¡Ay de mí, madre mía, pues me engendraste, soy objeto de querella y de contienda para toda la ¡tierra! A nadie presté, nadie me prestó, y, sin embargo, todos me maldicen.
11
¿En verdad, ¡oh Yavé!, soy culpable? En el tiempo del infortunio y de la angustia, ¿no te rogaba por el bien rompí el hierro y el bronce.
13
Tus bienes y tus tesoros yo entregaré al pillaje, y sin precio, por todos tus pecados, y sobre todo tu territorio.
14
Yo te haré esclavo de tus enemigos en tierrra que no conoces, porque se ha encendido el fuego de mi colera y arderá contra vosotros.
15
Tú lo sabes, Yavé: Acuérdate de mí y mira por mí, y véngame de mis perseguidores. No contengas tu ira; mira que por ti soporto oprobios, de parte de los que desprecian tu palabra.
16
Cuando llegaban a mí tus palabras, eran mi manjar: el gozo y la alegría de mi corazón, el ser tenido por cosa tuya, ¡oh Yavé, Dios de los ejércitos!
17
Nunca me senté entre los que se divertían, para gozarme con ellos La acción de tu mano sobre mí me obligaba a sentarme en soledad, pues llenaba mi alma de tu ira.
18
¿Ha de ser perpetua mi aflicción, incurable mi herida? ¡Ay! ¿Vas a ser para mí arroyo falaz, con cuyas aguas no son seguras ?
19
Por eso, así dice Yavé: Si tú vuelves, yo te volveré y permanecerás en mí. Si tú sabes distinguir lo precioso de lo vil, seguirás siendo mi boca; todos se volverán a ti, no serás tú quien te vuelvas a ellos,
20
y te haré para este pueblo inconmovible muro de bronce. Ellos combatirán contra ti; pero no podrán vencerte, porque yo estaré contigo para salvarte y liberarte, oráculo de Yavé.
21
te libraré de las manos de los malvados y te rescataré de la garra de los violentos.
   
Capítulo15
 
Jeremías, figura de la caída del pueblo.
   
1
Llegóme la palabra de Yavé, diciéndome:
2
No has de tomar mujer, y no tendrás hijos ni hijas en esta tierra;
3
porque así dice Yavé de los hijos y las hijas nacidas en esta tierra, de las madres que los paren y de los padres que los engendran aquí:
4
Morirán de epidemias, y nadie los llorará ni los sepultará; servirán de estiércol sobre la haz de la tierra; serán devorados por la espada y por el hambre, y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra.
5
Así, pues, dice Yavé: No entres en una casa de duelo, ni vayas a plañir, ni te lamentes por ellos, pues he quitado a este pueblo mi paz, oráculo de Yavé, la benignidad y la misericordia
6
Y morirán grandes y pequeños en esta tierra; no se les sepultará ni se los llorará, ni nadie se hará incisiones ni se rasurará por ellos;
7
y nadie les partirá el pan del duelo para consolar a uno por el muerto, ni se dará a nadie la copa para consolarle por la muerte del padre o de la madre.
8
No entres tampoco en casa donde haya banquete, para sentarte a comer y a beber con ellos;
9
pues así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que voy a hacer cesar en este lugar, a vuestros ojos y en vuestros días, el canto del gozo y de la alegría, y el canto del esposo y de la esposa
10
Y sucederá que cuando anuncies a este pueblo todo esto, y te digan: ¿Por qué nos anuncia Yavé todos esos males tan grandes? ¿Cuáles son nuestras maldades, y cuáles los pecados que hemos cometido contra Yavé, nuestro Dios?
11
Les responderás: Porque ya vuestros padres me abandonaron, oráculo de Yavé, para irse tras los dioses ajenos, para servirles y adorarlos, dejándome a mí y quebrantando mi ley;
12
pero vosotros habéis obrado peor todavía que vuestros padres, y os vais cada cual tras los malos deseos de vuestro mal corazón, sin escucharme a mí.
13
Por eso os arrojaré fuera de esta tierra, a una tierra que no conocéis ni conocieron vuestros padres, y allí serviréis día y noche a dioses extraños, y no tendré compasión de vosotros.
14
Por eso he aquí que vienen días, oráculo de Yavé, en que no se dirá ya: «Vive Yavé, que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto»;
15
sino: «Vive Yavé, que sacó a los hijos de Israel de la tierra del aquilón y de las otras en que los dispersó», cuando yo los haga volver a su tierra, a la que di a sus padres.
16
He aquí que voy a mandar muchos pescadores, oráculo de Yavé, que los pescarán; y después muchos cazadores, que los cazarán por los montes todos, por todos los collados y por las cavernas de las rocas,
17
porque están a mi vista todos sus malos caminos, no se me esconden, y sus maldades no están ocultas a mis ojos.
18
Yo les pagaré al doble sus iniquidades y pecados, por haber profanado mi tierra con la carroña de sus ídolos y haber llenado mi heredad de abominaciones.
 
La salud, por la confianza de Yavé.
   
19
¡Yavé, mi fuerza, mi fortaleza, mi refugio al tiempo de la tribulación! A ti vendrán los pueblos, desde los confines de la tierra, y dirán: Sólo mentira fue la herencia de nuestros padres, vanidad sin provecho alguno
20
Si es el hombre el que se hace los dioses, entonces no son dioses.
21
Por eso, esta vez les voy a dar a conocer, les voy a hacer ver la fuerza de mi brazo, y sabrán que mi nombre es Yavé.
   
Capítulo17
 

La culpa de Judá.

   
1
El pecado de Judá está escrito con estilete de hierro, a punta de diamante se ha grabado en la tabla de su corazón
2
y en los cuernos de sus altares, en sus aseras, en sus cipos, en los montes, en los collados del llano.
3
Tus riquezas, todos tus tesoros, los daré al pillaje en tus confines; te obligaré a abandonar la heredad que te di,
4
y te haré esclava de tus enemigos en tierra para ti desconocida, pues habéis encendido el fuego de mi ira, que arderá por siempre.
5
Así dice Yavé: Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza, y de la carne hace su apoyo, y aleja su corazón de Yavé.
6
Será como desnudo arbusto en el desierto; que aunque le venga algún bien, no lo siente, y vive en las arideces del desierto, en tierra salitrosa e inhabitable.
7
Bienaventurado el varón que confía en Yavé y en él pone su confianza.
8
Es como árbol plantado a la vera de las aguas, que echa sus raíces hacia la corriente y no teme la venida del calor, conserva su follaje verde, en año de sequía no la siente, y no deja de dar fruto.
9
Tortuoso es el corazón, impenetrable para el hombre. ¿Quién puede conocerle?
10
Yo, Yavé, que penetro los corazones y pruebo los riñones, para retribuir a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.
11
Perdiz que empolla huevos ajenos, es el que injustamente allega riquezas; a la mitad de sus días tendrá que dejarlas, y su fin será el de un necio.
12
Trono de gloria es desde el principio nuestro santo templo.
13
Yavé es la esperanza de Israel; todos los que le abandonan serán confundidos. Los que te dejan se cubrirán de vergüenza, porque dejaron a la fuente de aguas vivas, a Yavé.
14
Sáname, ¡oh Yavé!, y seré sanado; sálvame y seré salvo, pues tú eres mi gloria.
15
Ellos me dicen:
¿Dónde está la palabra de Yavé? Que se cumpla.
16
Pero yo no he ido tras de ti a incitarte a su castigo; nunca he deseado el día de la calamidad. Tú sabes que lo que ha salido de mis labios fue lo que tú quisiste.
17
No me hagas temblar. Protégeme el día de la tribulación.
18
Sean confundidos mis perseguidores, no yo. Sean ellos los que tiemblen, no yo. Haz reunir sobre ellos el día de la desgracia, quebrántalos con doble quebranto.
 
El camino de salvación
   
19
Así me dijo Yavé: Ve a ponerte junto a la puerta de los hijos del pueblo, por la que entran y salen los reyes de Judá, y ante todas las otras puertas de Jerusalén;
20
y diles: Oíd la palabra de Yavé, vosotros, reyes de Judá, y todo Judá y todos los habitantes de Jerusalén, que pasáis por estas puertas:
21
Así dice Yavé: Guardaos, por vuestra vida, de llevar cargas en día de sábado y de introducirlas por las puertas de Jerusalén.
22
No saquéis tampoco cargas de vuestras casas en día de sábado, ni hagáis labor alguna; santificad así el día del sábado, como se lo mandé a vuestros padres.
23
Ellos, sin embargo, no me oyeron, no me dieron oídos, sino que endurecieron su cerviz, sin obedecerme y sin corregirse.
24
Si me obedecéis vosotros, oráculo de Yavé, y dejáis de introducir cargas por las puertas de esta ciudad en día de sábado, y santificáis ese día no haciendo en él labor alguna,
25
Seguirán entrando por las puertas de esta ciudad los reyes, los que se sientan sobre el trono de David, montados en sus carros y caballos ellos, sus grandes, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, y esta ciudad estará siempre habitada.
26
Y de las ciudades de Judá y de los contornos de Jerusalén, de la tierra de Benjamín, del llano, de la montaña y del mediodía, vendrán con holocaustos, víctimas, oblaciones, incienso y sacrificios eucarísticos, y los ofrecerán en el templo de Yavé.
27
Pero si no me obedecéis en santificar el día del sábado, y en no llevar cargas en él y no introducirlas por las puertas de Jerusalén, entonces encenderé yo en sus puertas un fuego que devorará los palacios de Jerusalén, y que no se apagará.
   
Capítulo16
 
En casa del alfarero
   
1
Palabra que de Yavé llegó a Jeremías:
2
Levántate, y baja a la casa de un alfarero, y allí te haré oír mis palabras.
3
Bajé, pues, a la casa del alfarero, y hallé a éste trabajando a la rueda.
4
Cuando se le estropeaba entre las manos la vasija que estaba haciendo, iba, y con el mismo barro hacía otra cualquiera, la que se le antojaba.
5
Y me vino palabra de Yavé, diciendo:
6
¿Acaso no puedo yo hacer de vosotros, casa de Israel, como hace el alfarero?, oráculo de Yavé. Como está el barro en la mano del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel.
7
De pronto decido yo arrancar, destruir y hacer perecer a un pueblo o un reino;
8
pero si este pueblo se convierte, arrepentido de las maldades por las que yo le amenazaba, también yo me arrepiento del mal que había determinado hacerle.
9
Igualmente resuelvo yo de pronto edificar y plantar a un pueblo o un reino;
10
pero si este pueblo obra mal ante mis ojos y no escucha mi voz, me arrepiento del bien que había determinado hacerle.
 
La contumacia traerá el supremo castigo.
   
11
Di ahora a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: Así habla Yavé: Yo estoy trazando y planeando planes contra vosotros. Convertíos cada uno de vuestros malos caminos, mejoradlos y mejorad vuestras obras.
12
Pero ellos dicen: Es en vano, seguiremos haciendo nuestra gana, y cada cual hará el mal que maquine su mal corazón.
13
Por eso, así dice Yavé: Preguntad a los pueblos. ¿Quién oyó cosas semejantes? Muy horrible crimen es el que ha cometido la virgen de Jerusalén.
14
¿Por ventura se aleja de las rocas la tierra, o del Líbano la nieve, o se agotan las aguas del Sijor, frescas y corrientes?
15
Pues mi pueblo se ha alejado de mí, se salió del camino antiguo. Por eso han adorado a la vanidad, y los haré yo ir de tropiezo en tropiezo por sus senderos, no por camino llano;
16
y haré de su tierra un lugar de horror, objeto de eterna burla. Cuantos pasen por ella se asombrarán y moverán su cabeza.
17
Como viento solano, los dispersaré ante los enemigos. La espalda les mostraré, no el rostro, el día de su infortunio.
 
Imprecación del profeta.
   
18
Ellos dijeron: Venid, vamos a tomar una resolución contra Jeremías, pues tienen todavía la Ley los sacerdotes, el consejo los sabios y la visión los profetas. Venid, vamos a hacerle morir por la lengua, vamos a acecharle en todas sus palabras
19
Atiéndeme, ¡oh Yavé!, oye la voz de mi querella.
20
¿Se paga por ventura bien con mal, para que traten de cogerme en una trampa? Acuérdate de que te he hablado en favor suyo para apartar de ellos tu indignación.
21
Da, pues, sus hijos al hambre, y entrégalos al poder de la espada; quédense sus mujeres sin hijos y viudas, y mueran sus maridos de peste, y sus mancebos traspasados por la espada de la guerra.
22
Salgan gritos de sus casas, cuando de repente hagas venir sobre ellos el salteador; pues han cavado una trampa donde cogerme, y tendieron a mis pies lazos ocultos.
23
Pero tú, ¡oh Yavé!, conoces todas sus maquinaciones, para llevarme a la muerte. No les perdones su iniquidad, no borres su pecado de ante tus ojos; caigan ante ti en el día de tu ira, castígalos.

 

Capítulo 19
 
Rotura simbólica
 
1
Así dice Yavé: Ve y cómprate una orza de barro y lleva contigo algunos de los ancianos del pueblo y de los sacerdotes,
2
y sal al valle de Ben-Hinón, delante de la puerta de la Alfarería, y pronuncia allí las palabras que yo te diré.
3
Dirás, pues: Oíd la palabra de Yavé, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que traeré sobre este lugar males que a cuantos los oigan les retiñirán los oídos,
4
por haberme dejado a mí y haber enajenado este lugar, ofreciendo incienso en él a dioses ajenos, que no conocían ni ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá, llenando este lugar de sangre de inocentes,
5
y edificando los altos lugares a Baal, para quemar sus propios hijos como holocausto a Baal, lo que yo no había mandado ni me había venido a la mente.
6
Por eso, he aquí que vendrán días — oráculo de Yavé — en que no se llamará ya a este lugar “Tofet” y “Valle de Ben-Hinón,” sino “Valle de la mortandad.”
7
En este lugar frustraré yo los designios de Judá y de Jerusalén, y los haré caer a espada ante el enemigo y a mano de cuantos buscan sus vidas, y daré sus cadáveres en pasto a las aves del cielo y a las fieras de la tierra.
8
Y haré de esta ciudad la desolación y la burla, de modo que cuantos pasen por ella se asombren y silben irónicamente sobre todas sus heridas.
9
Y les haré comer la carne de sus hijos y de sus hijas, y se comerán unos a otros en las angustias y apreturas con que les estrecharán sus enemigos, que buscan sus vidas.
10
Y romperás la orza a la vista de los que te acompañan,
11
y les dirás: Así dice Yavé de los ejércitos: Así romperé yo a este pueblo y a esta ciudad, como se rompe un cacharro de alfarero, sin que pueda volver a componerse.
12
Así haré yo con este lugar y con sus habitantes — oráculo de Yahvé — , con virtiendo a esta ciudad en un “Tofet”.
13
Las casas de Jerusalén y las de los reyes de Judá quedarán inmundas como el lugar del “Tofet,” todas las casas en cuyos terrados quemaron incienso a toda la milicia celeste y libaron a dioses extraños.
14
Y se volvió Jeremías del “Tofet,” donde le había enviado Yavé para que profetizara, y se detuvo en el atrio del templo, y dijo a todo el pueblo:
15
Así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que traeré contra esta ciudad y contra todas las ciudades que de ella dependen todos los males con que les he amenazado, porque han endurecido su cerviz y por no haber escuchado mis palabras.

 

Capítulo 20
 
Martirio del profeta
 
1
Y Pasjur, sacerdote, hijo de Immer, que era inspector jefe de la casa de Yavé, oyó a Jeremías vaticinando estas cosas,
2
e hizo azotar a Jeremías, profeta, y ponerle en el cepo que hay en la puerta superior de Benjamín, junto a la casa de Yavé.
3
Y cuando a la mañana siguiente sacó Pasjur a Jeremías del cepo, le dijo éste: No te llama Yavé “Pasjur,” sino “Magormisabib.”
4
Pues así dice Yavé: He aquí que te traeré el terror a ti y a todos tus amigos. Y caerán a la espada de sus enemigos a tus propios ojos, y entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, adonde los llevará cautivos y los hará morir a espada.
5
Y daré todos los bienes de esta ciudad, todas sus ganancias, todas sus preciosidades y todos los tesoros de los reyes de Judá en mano de sus enemigos, que los saquearán y se apoderarán de ellos y se los llevarán a Babilonia.
6
Y tú, Pasjur, con todos cuantos habitan en tu casa, iréis a la cautividad a Babilonia, y allí moriréis y seréis sepultados tú y todos tus amigos, a quienes profetizaste mentiras.
 
 
Estado del ánimo del profeta
 
7
Tú me sedujiste, ¡oh Yavé!, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte, y fui vencido. Ahora soy todo el día la irrisión, la burla de todo el mundo.
8
Pues siempre que hablo tengo que gritar, tengo que clamar: “¡Ruina y devastación!”. Y todo el día la palabra de Yavé es oprobio y vergüenza para mí.
9
Y aunque me dije: “No me acordaré de él, no volveré a hablar en su nombre,” es dentro de mí como fuego abrasador, encerrado dentro de mis huesos, y me he fatigado por soportarlo, pero no puedo.
10
Pues he oído calumnias de muchos: “¡Terror por doquier!” “Delatadle, delatémosle”. Todos mis amigos acechan mi traspié: “¡Quizá se deje seducir! y podamos con él, ¡y nos vengaremos de él!”
11
Pero Yavé está conmigo como fuerte guerrero; por eso mis perseguidores tropezarán y no triunfarán, serán enteramente confundidos, porque no prosperaron, con perpetua ignominia, que nunca se olvidará.
12
Mas, ¡oh Yavé de los ejércitos!, tú que pruebas al justo y penetras los ríñones y el corazón, que vea yo tu venganza contra ellos, pues a ti te he encomendado mi causa.
13
Cantad a Yavé, alabad a Yavé, pues libra el alma del pobre de la mano de los malvados.
14
Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me parió no sea bendito.
15
Maldito el hombre que alegre anunció a mi padre: “Te ha nacido un hijo varón,” llenándole de gozo.
16
Sea ese hombre como las ciudades que Yavé destruyó sin compasión, donde por la mañana se oyen gritos, y al mediodía alaridos.
17
¿Por qué no me mató en el seno materno, y hubiera sido mi madre mi sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas?
18
¿Por qué salí del seno materno para no ver sino trabajo y dolor y acabar mis días en la afrenta ?