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EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIA
INTRODUCCIÓN A LOS EVANGELIOS
I SAN MATEO
ORIGEN DE LA
DOCTRINA DE CRISTO
Mateo era hijo de Alfeo y “publicano”,
recaudador de las contribuciones que Roma imponía al pueblo judío. Cuando está
ejerciendo su oficio, Cristo lo llama al apostolado y fue hecho apóstol. Su
“telonio” lo tenía en Cafarnaúm. Allí debió de conocer a Cristo, y
probablemente había presenciado algún milagro. En el primer evangelio se le
llama Leví.
Dicho esto, una vez se abre su Evangelio
se le localiza a Mateo, a primer golpe de vista, al lado de la Fuente de la que
él bebe su Relato de la Infancia de Jesús. La Genealogía de Jesús que el
Evangelista nos presenta es la Genealogía de María, hija de Jacob de Nazaret,
hijo de Abiud, hijo de Zorobabel,
hijo de Salomón, rey, hijo de David, rey, genealogía de la que se desprende el
Derecho de Jesús a la Corona de David, y de aquí que la Introducción Oficial a
este Evangelio concluya diciendo que la intención del Evangelista era demostrar
que Jesús fue el Mesías.
Esta Genealogía no estuvo jamás en las
manos de los Sumos Sacerdotes de Jerusalén por las razones presentadas en La
Historia Divina de Jesucristo, Libro Primero, El Corazón de María.
La Sabiduría del Creador del Universo en
relación al Futuro de su Reino selló una Estrategia de Batalla Final frente al
Enemigo de su Creación a cuyas líneas maestras nadie, excepto sus Siervos los
Profetas, tuvieron acceso. El Silencio de Dios sobre las Razones que elevaron
la Necesidad de la Muerte de Cristo sobre el sufrimiento pasajero del Género
Humano siguió persistiendo tras la Resurrección. Los Apóstoles, aunque viviendo
en pleno conocimiento de esas Razones, debían limitarse a un TOTUS TUU sin condiciones
ni discusiones. Les pertenecían en cuerpo y alma a su Señor y debían vivir como
Discípulos de su Maestro, limitándose a la Doctrina de la Palabra que habían
recibido de la Boca de Jesús. Se les pedía un TOTUS TUU absoluto, perfecto.
Debían seguir siendo en cuerpo y alma la Voz del Mesías entre los hombres. Por
esta razón los detalles humanos sobre la Familia de Jesús, ya durante su
Infancia como durante su Juventud, no eran del asunto de los historiadores de
las cosas de los hombres. Sí era del interés de todos el Conocimiento de la
Genealogía de la Madre por la que su hijo recibía la Herencia de David, su
padre bíblico. La Fuente de la que bebe el Evangelista es la propia Madre, de
cuya Mano recibe el Rollo Genealógico que Zorobabel trajo de la Cautividad Babilónica y su hijo Abiud pasó
a su heredero, este al suyo, hasta llegar a Jacob, padre de María, que a su vez
debería pasarle la Herencia a su Primogénito, y así hasta que llegase el día
del Mesías. El Mesías vino a ser Jesús, el hijo de María.
Es un hecho que el fracaso de los
historiadores para penetrar en la Estructura de los Acontecimientos narrados en
los Evangelios viene de querer aplicarle a la Historia Divina los principios
científicos debidos a las ciencias históricas que tratan sobre las cosas de los
hombres. Al hacerlo se olvidaron que la Estrella de la Historia del
Cristianismo no es un Napoleón ni un Alejandro; fue el Hijo de Dios, Dios Hijo
Unigénito, quien se hizo hombre. No es un hombre nacido de varón quien asume el
papel estelar del hijo de Eva que había de enfrentarse a duelo a muerte con el
asesino de su esposo Adán. Para nada, el Papel de la Estrella del Duelo a
Muerte entre Cristo y el Diablo, encuentro profetizado desde el mismo día de la
Caída de Adán, le fue entregado a Dios Hijo Unigénito, quien, en tanto en
cuanto Primogénito de la Casa de los hijos de Dios estaba en su Derecho de
asumir dicho Papel Estelar. Ni tampoco el Director y Productor de la Historia
de ese Duelo a Muerte fue un Banquero, o una Corte de príncipes del Dinero.
Para nada. Fue Dios, el Señor del Infinito y de la Eternidad, el Creador del
Reino de las Galaxias en Persona quien Escribió el Guión que
se Elegido había de Vivir. No era un Guión para
un hijo de varón. El Enemigo al que tenía que enfrentarse al hijo de Eva era el
mismo Satán, una criatura creada antes de la Creación de nuestro Mundo, una
criatura de otro mundo cuya existencia se contaba por miles de millones de
años, y que siendo hijo de Dios formó parte de la monarquía de dioses que al
principio de los tiempos tutelaron el viaje del Homo Sapiens desde sus lugares
de origen hasta Mesopotamia de las Cuatro Regiones donde tuvo su fundación el
Reino del Primer Hombre. La Batalla que se iba a celebrar entre Cristo y el
Diablo era un Duelo a Muerte entre dioses; y el campo de Batalla elegido era
Israel.
¿A qué, pues, perderse en esos detalles en
los que los historiadores de las cosas de los hombres gustan perderse, y
enzarzarse en discusiones para necios? Los historiadores británicos, al
servicio de sus majestades satánicas, siempre de rodillas, gustaban ligar al
trono a un príncipe por su aspecto físico, y en opinión de tales vasallos la
nobleza viene con la belleza y el porte. Como si por tener un grano en la oreja
… Napoleón dejase de ser tan Napoleón. El absurdo elevado a su
enésima potencia. Si Jesucristo fue más o menos chato, o más o menos bajito,
¿qué? ¿La Grandeza del espíritu se mide por la estatura del cuerpo? En opinión
de los historiadores oficiales de las cosas de los reyes, de la lectura de sus
biografías, la respuesta es un sí. ¿Y que si Santiago y los hermanos de Jesús
fueron más o menos tontos y menos o más guapos? ¿Qué tenía que ver tales
detalles con el Acontecimiento para la Eternidad del Nacimiento del Dia de Yavé, “día de venganza y cólera,
día de justicia”: y de victoria”, el Día en el que el hijo del Hombre, hijo de
María, hijo de Sara, hijo de Eva, levantaría su Brazo, “el Brazo de Yavé”, y dejándolo caer contra la Serpiente Antigua, le
aplastaría la Cabeza al Diablo?
La Revelación de la Concepción de Jesús
fue un secreto que su Madre guardó en su Corazón todos los días de su vida; ya
conté en El Corazón de María que la Madre abre su Corazón a los Discípulos
durante la Noche que precede a la Mañana de la Resurrección. Pentecostés ya vivido,
el Relato de la Encarnación del Hijo de Dios es asumido con toda naturalidad
por el Evangelista. El Evangelista cuenta la Historia Divina tratada en su
Evangelio sin pararse a considerar la Opinión o la Necesidad que tendrán los
lectores de que se les explique por qué Dios tenía que enviar a su Hijo Amado,
nada más ni nada menos que a su Amadísimo Hijo, el Hijo de sus entrañas
increadas, para que lo crucificasen, y precisamente para que lo crucificasen.
El Silencio es de Ley. La Fe es lo que procede. Si el Señor guardó Silencio,
¿quiénes eran sus siervos para romperlo? ¿O iban a cometer el mismo Delito de
Desobediencia que Adán, su padre en la carne por Abraham? Obediencia sin
límites. Sumisión ante la Sabiduría del Señor Dios Creador del Cosmos y de todo
lo que existe sin mover un músculo. ¿Qué es el hombre para atreverse a corregir
a su Creador? ¿Quién se cree que es el hombre, llame como se llame, para
quitarle o añadirle una simple coma a una línea escrita por el Padre de la
Creación?
El Texto del Evangelio sigue el mismo
Principio Divino que vemos en el Génesis: Dios dice, Dios hace. La Palabra de
Dios es Dios. Dios, en la Persona del Hijo, se ha encarnado por obra y gracia
del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, la Virgen de las Profecías,
Madre del Mesías, Madre de Cristo, el Emmanuel de las Escrituras. Y punto.
¿Quién es el ignorante que le discutirá a Dios su Poder para realizar esa Obra
Maravillosa? Poner en Duda el Poder Infinito de Dios es Negar la Existencia de
la Veracidad Divina. La Virgen de la Profecía está más allá de la Duda: “Hágase
en mí según tu Palabra”, y así lo estará desde entonces y para siempre todo el
que se confiesa Cristiano. Y quien no lo confiesa, no es Cristiano. Quien no
cree en este Poder de Dios para Obrar la Encarnación de su Hijo sólo encontrará
en el Evangelio una Moral Cristiana, Modelo de Ley Moral insuperable y
prototipo de todos los códigos morales modernos en los que las leyes beben para
fundar sus Códigos. El Evangelista antepone el Poder y la Sabiduría de Dios a
cualquier Principio Moral a fin de dejar claro y patente que la Ley no es un
invento del hombre sino la expresión humana de la Ley que gobierna la Creación
y es sostenida por el Creador a fin de mantener su Reino por la Eternidad sobre
la Roca de la Verdad. Sin Verdad no hay Justicia, sin Justicia no hay Paz, y
sin Paz ¿dónde está la Libertad? Y esta Verdad es superior a la concepción de
la existencia de Dios por el hombre en cuanto una necesidad moral. La
Existencia de Dios en cuanto Idea y la Vida de Dios en cuanto Ser Creador
investido de Poder Infinito para producir las Obras que en su Sabiduría se
plantea, son dos realidades que pueden acabar enfrentándose en un duelo a
muerte, tal como vemos en este Evangelio. Dios no sólo existe, Dios reina. La
Aceptación del Poder Infinito de Dios como Realidad que supera el Entendimiento
de la Criatura, sea humana o de cualquier otra Creación, es Vital. Por esto el
Evangelio abre su Puerta con esta Declaración de Fe sin límites que en la
Respuesta de la Madre cobra Vida.
La Intención del Evangelista fue mostrar
que Jesús es el Mesías de las Escrituras, cierto. Pero más allá de su puño y
letra estaba quien movía su pluma para ponernos a todos delante de la Puerta de
la Fe: Creer o no creer en Su Poder Infinito es nuestra Llave a la Ciudadanía
de su Reino, por la cual y en la cual todo hombre recibe el Derecho a la Vida
en su Mundo por la eternidad de las eternidades que la Creación tiene por
delante.
II
SAN MARCOS
Origen del Poder de Los Apóstoles
El Derecho de Dios a
dirigir la Historia de su Creación no es negociable, ni se sujeta a discusión.
En tanto que Creador este Derecho es natural. Sólo faltara eso, que a un
Picasso, por poner un ejemplo, se atreviese alguien a dictarle cuándo y cómo
puede crear, y cómo debe y no debe cambiar alguna cualidad o detalle de su
obra.
Afortunadamente la
estupidez está reñida con el Derecho. Desgraciadamente la estupidez hace
Derecho y ha desplazado el Derecho Natural al cubo de la basura.
Con todo, el Derecho
Divino prima. El Todopoder lo defiende. Y
la Omnisciencia lo pone en acto.
Que Dios en cuanto
Creador disponga de su Creación acorde a su Omnisciencia es una Realidad que el
Antiguo Testamento les sirvió a todos los hijos de Abraham desde los días de
Moisés. No que dejase de hacerlo con el mismo Abraham y el propio Noé. Pero
hasta entonces ese Derecho nunca había elevado la condición de la Criatura
humana tan cerca de la de su Creador. Le bastaba a Moisés mover su Vara para
que se hiciese acorde a su Voluntad.
Aun así, aunque Dios
había preparado a su Pueblo para que alzase sus ojos a su Creador y entendiese
que, hablando de Concepción de lo que el Poder es, entre Creador y Criatura hay
un Puente sobre el Abismo, lo que vivieron los Apóstoles no encontraba en los
diccionarios de las Lenguas Humanas palabras con las que narrar aquella
Experiencia tan única, tan irrepetible, tan ...en una palabra... Divina. A
aquel hijo de Dios le bastaba abrir la boca para que al instante su Palabra se
hiciese Realidad.
“Dios dijo; y así se
hizo”; con estas Palabras comienza el Antiguo Testamento. Es el Poder de Dios.
Creado el Hombre a Imagen y Semejanza de Dios, ¿es antinatural que el Hombre
gozase de este Poder? Es lo que habían vivido. ¡Punto! Es lo que estaban
viviendo. ¡Y aparte!
En la Introducción al
Evangelio de San Mateo vimos cómo ante semejante despliegue de Poder los Judíos
concluyeron que el Poder de Dios había vuelto loco al Hombre. En lugar de
conducir a Jerusalén al Pináculo de la Gloria desde cuya cumbre todos los
reinos del mundo mirasen a la Ciudad Santa tal cual si fuera el Monte de Dios
en la Tierra, el Hombre al que Dios le había dado la Gloria de Gozar del Poder
del Omnipotente estaba conduciendo a Jerusalén a su Destrucción, y al Pueblo
Judío a su extinción bajo el Martillo del César en la Palestina.
¿Pero, y si una vez
enterrado el Muerto se enterrase su Memoria en el Cementerio de las
Curiosidades de la Historia del Mundo? ¿Quién se acordaría del Cristo una vez
que los siglos se tragasen la Memoria de su Existencia en las profundidades del
Abismo del Olvido?
La Batalla de los Judíos
por extirpar la Memoria de la Existencia del Hombre creado a la Imagen y
Semejanza de su Creador de los Anales de la Historia de Jerusalén y de Roma
comenzó apenas los Apóstoles clamaron Victoria a raíz del Acontecimiento de
Pentecostés. Era una Batalla que los Apóstoles no estaban dispuestos a perder;
con Mateo comenzó la Proyección de la Vida de Cristo a los Milenios.
San Mateo expuso el Origen
Divino de la Doctrina de los Apóstoles. Ellos no se estaban inventando nada.
Ellos no eran filósofos, no eran historiadores, no eran escritores. Los más
eran pescadores; otros, como él, Mateo, eran funcionarios. No había entre ellos
ningún sabio, ningún genio, ningún poeta de salmos, ningún creador de cuentos y
novelas. La Vida que proclamaban a los cuatro vientos, y San Mateo pasaba al
papel, no era un invento literario engendrado por la mano de un artista
consumado en crear mitos y leyendas. La grandeza del Evangelista estaba en su
total desconocimiento de las Artes Literarias. Los Apóstoles no eran hombres de
Letras. Lo que habían visto y oído, lo que habían vivido, tocado, amado,
sentido, llorado, esa era su Historia, su Verdad. Y esta Verdad viajaría por
los siglos para ser Raíz de Revoluciones Sociales, el fruto final de cuyo Árbol
sería la Integración de la Plenitud de las Naciones en el Reino de Dios. Nada
ni nadie podía detener este Proceso Histórico. Dios lo había puesto en
movimiento.
Dios había lanzado el
Evangelio al Firmamento de los Milenios y, aunque muchos tratasen, con todos y
por todos los medios a su alcance de derribar su Mensaje, la Palabra de Dios
tiene el Poder de Dios de vencer en esa carrera de obstáculos que son los
siglos.
Así de simple, así de
sencillo. Era la Fe. Ayer como Hoy.
Pero volviendo al Ayer,
la mentalidad del pueblo hebreo, formada por el espíritu de Justicia en Moisés,
a fin de asentar la Veracidad del Testimonio expuesto delante del Tribunal de
la Historia, exigía dos Testigos.
Es en este Contexto
Histórico que aparece el Evangelio de San Marcos. San Marcos no le añade nada
ni le quita nada al Evangelio de su San Mateo; se limita a afirmar el
Testimonio de San Mateo presentando el suyo.
Pero si San Mateo se
centra en la Doctrina, abriendo su Origen para que se vea en Dios su Fuente;
San Marcos se ciñe al Poder del Salvador, cuyo Origen Divino es la Fuente del
Origen del Poder de los Apóstoles. No hay espacio para la Duda, no hay espacio
para la Discusión, no la hay para la Objeción, no cabe ni siquiera la
posibilidad de un discurso de Demostración. Quien escribe este Evangelio está
gozando del Poder de su Héroe. Quien escribe este Evangelio, amén de afirmar el
de su Colega, lo avanza un paso más al Encuentro de una Verdad Infinita: La
Palabra de Dios se ha realizado. Dijo Dios: “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen
y a nuestra Semejanza”. Y ese Hombre estaba vivo, ese Hombre estaba en Ellos.
Más, mucho más, la
Gloria de esta Imagen y Semejanza había sido elevada al mismísimo Trono de
Dios.
En efecto, al Principio
distribuyó Dios entre sus hijos la Formación de las primeras familias humanas.
La Tierra como Paraíso de vida en su etapa de Evolución Filogenética fue
abierta a los hijos de Dios desde el Principio de su Creación. De qué rama del
árbol de las especies vendría el Hombre fue en Enigma hasta que el Ántropos, en imitación de los hijos de Dios que se movían
por los valles sobre sus dos piernas, abandonó el Bosque y comenzó a moverse a
dos piernas en tierra firme. El Temor de las bestias a los hijos de Dios que
bajando de las alturas se movían entre ellas sobre dos piernas, y regresaban a
los cielos llevándose consigo ejemplares de las especies de todos los tiempos y
lugares, ese Temor fue proyectado hacia aquel Ántropos que salió del Bosque: y gracias a este Temor el Ántropos impuso su dominio sobre todas las especies.
Luego, cuando el Ántropos dio paso al Homo Sapiens, en el que la
Inteligencia suplió a la Fuerza como Vara de Poder entre las bestias y especies
de la Tierra, y la comunicación entre las Familias del Homo Sapiens y “los
dioses” fue bendecida por el Creador de todos, cada Familia Humana fue formada
en la Civilización acorde al carácter y la personalidad de cada uno de los
dioses tutelares de la aquella Humanidad. Proceso original que aún perdura en
la lógica y forma de ver el mundo en los pueblos madres según las regiones del
Planeta. El Fruto Final de aquel Movimiento que Dios puso en marcha se había de
cerrar con la Unificación de aquellas Culturas humanas con Origen en las
Culturas de otros Pueblos de los Cielos: en una Cultura Universal Integradora
en la que los mismos hijos de Dios descubrirían un Puente de Unión entre sus
propios Mundos.
El Hecho es que la
Imagen del Creador en su Creación Humana sería una proyección de sus hijos en
el Hombre.
Ya sabemos cómo acabó
aquel Proceso. No hay necesidad de repetirse hasta el infinito.
El Caso que a nosotros
nos toca es que gracias a la Promesa de Redención, Dios volvería a retomar el
proceso no Consumado de la Creación del Género Humano a la Imagen y Semejanza
de los Pueblos de los Cielos, creados para compartir su Existencia en el Mundo
Eterno del Propio Dios Creador de todos y todas las cosas. Y esta Promesa se
cumplió.
No podía ser de otra
forma.
Conociendo a Dios en
verdad no podía serlo.
Quien es Eterno no vive
los siglos a la manera de quienes sujetos a la ley de la muerte contamos
nuestras vidas por décadas. Si Mil años es un día para el Eterno, ¿qué son para
Él cuatro décadas?
Y sin embargo para
nosotros cuatro décadas es una vida entera.
Fin de discusión: Dios
dijo, Dios hizo.
Dios prometió Redención,
la Restauración del Proceso de Formación del Género Humano a la condición de
los pueblos de la Creación, y nada ni nadie tenía el Poder, ni en el Cielo ni en
la Tierra, para detener esta Restauración. Esta fue la Fe de Noé y de Abraham,
esta fue la Fe de Moisés y de David. Era eso, sólo eso, cuestión de tiempo.
Y el tiempo llegó.
Entonces vino a suceder algo increíble. Algo que no estuvo en el Plan Original
anterior a la Caída. La Imagen que Dios vino a ponerle delante al Hombre no fue
la de uno cualquiera de sus hijos. Para nada. Ni esa Imagen se nos presentó en
su forma natural no de esta creación; para nada. Esa Imagen se hizo Hombre.
Y quien se hizo Hombre
fue el mismísimo Hijo Primogénito de Dios. Y era acorde a este Modelo que el
Hombre comenzó a hacer su Camino al Reino de Dios.
Más, mucho más. Como se
prepara una vasija para recibir el oro fundido, y se funde el oro para que
llene esa vasija, Dios hizo carne el Espíritu de su Hijo Unigénito para que el
descender sobre la carne el hombre se llenase de su Espíritu y el hombre que
caminase lo hiciese lleno del Espíritu del Hijo de Dios, es decir, donde hubo
un Cristo Jesús, una vez regresado a su Mundo, fuesen hallados Doce aquí en la
Tierra. Pero... sujetos todos a la misma Ley de Silencio y Servicio a la que
voluntaria y libremente el Maestro de esos Doce dioses se
sujetó.
No muchas, como al
Principio, sino sólo una Imagen Divina le fue dado al Ser Humano para encontrar
en el Ser de su Creador su vida. De aquí, que dijera el Apóstol: Nuestra Vida,
que está en Cristo.
Así pues, a la vez que
San Marcos afirma a San Mateo, para que se cumpla la Ley, que sobre el
Testimonio de dos Testigos recibirá el Tribunal la Veracidad de lo testificado;
San Marcos abre el Evangelio al Origen Divino del Poder de los Apóstoles; algo
que afirma con la naturalidad de quien está gozando del pleno ejercicio de ese
Poder Natural al Hijo de Dios.
Un Poder que recibieron
los Apóstoles en Pentecostés como quien reciben en Herencia lo que pudieron
disfrutar mientras el Hijo de Dios estuvo con ellos, y les fue retirado desde
la Pasión.
Poder sin el cual es
imposible entender la Victoria de los Apóstoles contra una Persecución Judía
que contó con el respaldo del Imperio Romano, y respaldo hasta serle concedida
a Jerusalén un Decreto de Solución Final contra los cristianos.
Poder sin cuyo ejercicio
y disfrute es imposible comprender la apertura del Movimiento Apostólico hasta
acabar asentando en Roma su base principal desde la que proyectar las raíces
del Cristianismo a las naciones componentes del Imperio.
Poder ejercido sin
alborotos, sin atraer a las muchedumbres al terreno peligroso de creerse ante
la presencia de dioses bajados a la Tierra; Poder Divino para sanar todas las
enfermedades; Poder peligroso que despertaba en los hombres la visión una
fuente de riquezas y “poder”; Poder tan real y cierto como que ellos estaban
vivos.
Curados estaban los
hombres de los días del Imperio de los Césares de todo tipo de doctrinas y
religiones. Aquel era un mundo en el que el hierro hacía la Ley; la tinta con
la que se escribía la Historia era la sangre de los vencidos. No había en aquel
mundo espacio para un Amor Divino reinando en el corazón del infierno en que se
había convertido aquella Humanidad que un día soñó con ser un paraíso de
libertad, paz y justicia. Si Dios quería hacer de la Cruz el signo sagrado
final, Dios tenía que darles a los hombres algo más que “amad a vuestros
enemigos”. La Doctrina Cristiana tenía que ir acompañada de un Poder sin medida
para hacer lo que Dios en persona haría de estar entre los hombres, que fue
precisamente lo que hizo su Hijo: sanar todas las enfermedades.
Tomando esta Base como
Roca Fundacional de la Revolución Cristiana ¡qué ciego, mudo, cojo, paralítico,
sordo, manco, endemoniado.... faltó a su cita con el Circo Romano? ¿Sin este
Pan que bajó del Cielo y le fue suministrado a los pueblos por el Maestro en
primera instancia, y por sus Discípulos después, qué futuro hubiese tenido la
Doctrina del Reino de los cielos? Sin este Pan, Cristo hubiese pasado sin pena
ni gloria, y hubiese sido recordado por el Futuro a la manera de Flavio Josefo,
dedicándole una línea perdida en sus Guerras Judías. ¿De dónde salió aquel
ejército que vino de todas las regiones de la Palestina Romana a informarse de
lo que no podían creer, habían Crucificado al Hijo de David? Dios es, en
verdad, Señor del Tiempo. La Noticia reuniría en Jerusalén a todos los que el
Hijo de David liberó de las garras de la enfermedad, el pecado y la muerte. En
Cuarenta días y Jerusalén sería un mar de hombres y mujeres, ancianos y niños
sanados, los miles y miles de hombres y mujeres, ancianos y niños que
recibieron el mayor don que puede recibir el ser humano: La Libertad que viene
de la Salud en el Nombre de un Dios que es Amor y se descubre Padre de todos
los hombres. Para aquellos miles de criaturas el Evangelio de Marcos no fueron
sólo palabras; sus líneas les pertenecían; ellos eran testigos vivos de cada
Palabra.
Una cuestión viene al
caso: ¿De no haber tenido lugar Pentecostés en esos días en que la Noticia se
confirmó: El Templo había entregado al Hijo de David al Gobernador Romano para
que lo crucificase, qué hubiera sucedido en Jerusalén? ¿De no haber salido San
Pedro a calmar los ánimos de aquellos miles de seres humanos que habían comido
el Pan que bajó del Cielo y se sentían en la plenitud de la Fuerza que viene
del Amor por Dios; de no haber saltado San Pedro para demostrarles que así
había sucedido porque así lo había dispuesto Dios Padre en favor de la
Redención de la Humanidad entera, a fin de que en la Sangre de su Cordero
Expiatorio quedase demostrada ante el Cielo la Ignorancia del Primer Hombre; de
no haber Cristo puesto en su boca el Discurso de Pentecostés, cuál hubiese sido
la reacción de aquella muchedumbre de hombres y mujeres en respuesta al Delito
del Homicidio contra el Hijo de David cometido por el Templo de Jerusalén?
¿La Omnisciencia
Creadora, de verdad no implica el Señorío del Tiempo? Las línea del tiempo
corre lejos del control de los poderes del mundo, pero Aquel que desde su
Omnisciencia ve su camino por los siglos, por los milenios ¿no verá sus pasos
en los días que tiene un mes? ¿Quien ha puesto
las estrellas en los Cielos y pintado con ellas en el Firmamento un Mapa de
Navegación se asustará de las consecuencias de los actos de criaturas separadas
de las bestias irracionales por la Fe?
A San Marcos no le
tiembla el pulso. Corrobora todo lo escrito por San Mateo. Le ha dado Dios la
vida para que testifique y se cumpla la Ley. Quien disfruta de la Paternidad
Divina no necesita dar explicaciones; no se detiene a explicar sus movimientos.
Dios es Dios y el hombre es el hombre; que el hombre, sin la Imagen de Dios en
su ser, pueda comprender a Dios es pedirle a las bestias que sigan el Discurso
de Sócrates.
Pero basta, ¿quién era
este Marcos? A lo largo de los siglos la polémica sobre la Identidad de este
Evangelista ha dejado sus huellas en el pensamiento de las iglesias. La conclusión
oficial admitida dice que este Marcos fue el discípulo de San Pedro, quien le
redactó este Evangelio, sin que el mismo San Marcos hubiese conocido al Héroe
sobre el que escribe. Ahora bien, esto es desconocer la relación de Dios con la
Ley.
Un discípulo de San
Pedro en ningún caso hubiera satisfecho el espíritu de aquella Justicia Divina
que exige basar el Juicio sobre el Testimonio de dos Testigos Veraces, es
decir, dos testigos que hayan vivido en sus carnes y huesos el relato que
defienden.
Puesto que Dios es
Veraz, Dios no admite dobleces. Este Evangelista, supuestamente identificado
como discípulo de Pedro, si este San Marcos no hubiese sido uno de los
Apóstoles, no hubiese podido presentar su Relato ante el mundo más que como
Evangelio Apócrifo ... Pues que esta conclusión es elevar el absurdo a su
máxima potencia de locura, ergo, este San Marcos fue uno de los Apóstoles.
Doce fueron los
Testigos:
Pedro y Andrés
Santiago y Juan
Bartolomé
Santiago, el Menor
Judas Iscariote
Judas Tadeo
Mateo
Felipe
Simón
¿De los Doce quién pudo
ser este Marcos?
¿Quién de los Doce
desaparece de la escena y se diluye en el horizonte del Movimiento Apostólico
sin aparentemente tener influencia de ninguna clase en su desarrollo
internacional?
En efecto, es Juan,
aquél jovencito a quien le dice Jesús desde la Cruz: “He ahí a tu Madre”, y a
la Madre le dice: “He ahí a tu hijo”.
La vida de Juan quedó
desde ese momento ligada a la Madre de Cristo. En el Libro Quinto de la
Historia Divina de Jesucristo, tratando el Misterio del Rostro de la Madre de
Cristo, toqué con la amplitud requerida este tema. Al Libro os envío para que
esta Identificación quede sellada y fuera de discusión.
SAN JUAN
EL
EVANGELIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El Evangelio de San Juan marcó, marca y marcará por la Eternidad la
Visión que el Ser Humano y la Creación entera tiene del Hijo de
Dios. San Juan se ciñe a los Hechos de Jesús en cuanto el hijo del Hombre, de
los que él fue Testigo Personal Vivo. Pero inmediatamente, desde el mismo
Prólogo de su Evangelio deja en claro que va a hablar del Hijo de
Dios, del Verbo hecho carne.
San Mateo y San Lucas centraron sus Evangelios en el Hijo de David e hijo
del Hombre. San Juan delimita desde el Principio el campo revolucionario sobre
el que el Pensamiento Cristiano se elevaría al Misterio y Dogma de la Santísima
Trinidad. Tanto en San Mateo como en San Lucas Jesús permanece en la órbita del
Mesías, hijo de David. Desde ellos se ve al Hijo de Dios pero no al Dios Hijo
Unigénito, “Increado, no creado, engendrado de la misma Naturaleza del Padre,
Dios Verdadero de Dios Verdadero”.
No que los Apóstoles no lo conocieran o que San Juan se inventase este
Misterio. En absoluto. San Pablo fue muy claro en este terreno cuando dijo que
entre ellos se hablaba una sabiduría apta sólo para los Perfectos, aquéllos
Testigos que Dios se había elegido para dar Testimonio de la Encarnación y
Resurrección de su Hijo.
En el seno de esa Sabiduría para los perfectos habiendo sido llamados por
Dios para dar Testimonio de lo que habían visto, tocado y oído, de cara al
exterior los Apóstoles se ciñeron a ser Testigos Fieles del Cumplimiento de las
Profecías que habían tenido en Jesucristo su Consumación. Entre Ellos y en
Ellos vivía el Conocimiento Verdadero y perfecto del Hijo de Dios,
que sólo más tarde en el Concilio de Nicea, se haría Universal en el Dogma de
la Santísima Trinidad.
Los Discursos de este Dios Hijo que descubre San Juan una vez
que todos sus Hermanos en Dios se habían ido revolucionaron toda la Imagen que
hasta entonces la Iglesia había recibido.
La Roca de los Primeros Cristianos tuvo en la Resurrección de Jesús
su Templo, su Castillo, su Fortaleza Imbatible. Ninguna Persecución, ningún
horror fue suficiente para robarles ese Testimonio que los Apóstoles les
transmitieron: “Al que cree en Jesús le nace en el Alma una fuente de vida
eterna”.
El Deseo de ser Inmortal fue superado por la Fuerza de esta Vida Eterna,
Vida Indestructible, que no conoce la Muerte de los que duermen, sino que
cerrando los ojos a este Mundo lo abrimos al Mundo de nuestro Rey y Dios.
“Locura” decían los Romanos. Pero una locura establecida sobre unos Hechos
Invencibles, en Confirmación de cuya Veracidad los Apóstoles y todos los que
vivieron el Acontecimiento de la Vida del Hijo de Dios en la Tierra rindieron
sus vidas.
Esto nos llega a decir que de no haber escrito San Juan su Evangelio los
fundamentos de la Santísima Trinidad no hubiesen podido ser alzados y, a falta
de estos Discurso, con toda garantía el Arrianismo hubiese triunfado y la
Historia del Jesús de los Evangelios de San Mateo y San Lucas hubiese quedado
reducido a la de un Hombre que, amado como ninguno por Dios, fue alzado hasta
la gloria más alta a que criatura alguna podía llegar, sentarse a Su Diestra
como Rey y Señor de su Creación, imagen literaria arriana que
recogería Mahoma.
Los Evangelistas y los Apóstoles ya habían pasado cuando San Juan se
sienta y escribe su Evangelio. Juan ya no es el muchacho adolescente al que
desde la Cruz le dice el Hijo de Dios, “hijo, he ahí a tu Madre”. El Juan que
se sienta a escribir el Evangelio es ya un Hombre criado y formado a la imagen
y semejanza de Aquel quien, llamando a sus Hermanos, no de esta Creación, como
dijera San Pablo, desde su Divinidad dijera: “Hagamos al Hombre a nuestra
Imagen y a nuestra Semejanza”. Pasado lo que pasó, Él mismo se hizo hombre para
decirnos a todos : “He aquí al Hombre”.
Y este Hombre a Imagen y Semejanza del Hijo de Dios es quien se sienta, y
siendo profeta, y Hermano de este Jesús, Primogénito de Dios, expone al Público
de los Siglos el Dogma de aquella Sabiduría hablada entre los perfectos, que
ninguno de los príncipes de aquel siglo conoció, porque de haberla conocido no
hubiesen tocado jamás al Hijo de Dios.
Hasta entonces la Voluntad de Dios había sido que sus hijos, de la Casa
de Abraham, se ciñesen a los Hechos determinados por los Profetas de Israel.
Cuando el tiempo llegase en su Sabiduría Él mismo cogería la pluma y escribiría
los Discursos que puso en palabras de su Hijo para ser escritos y sellados en
Testamento. Ese tiempo había llegado.
Este Juan había visto morir a todos sus Hermanos en Dios. Él era el
Último. A él le tocaba revelar el Dogma de la Santísima Trinidad contenido en
los Discursos de Jesucristo.
En lo que se refiere a los Hechos de Juan ya los he tocado en el Misterio
del Rostro de la Madre de Jesús. Resumiendo:
Desde el momento en que Juan fue designado por Jesús como Querubín con
espada de fuego con la misión de impedir que nadie se acercase a su Madre, Juan
desaparece de la escena pública. Esa es su Misión Sagrada. Dios ya había
elegido a Juan para ser ese Querubín todopoderoso protector de la
Madre cuando Jesús le dijo a Pedro: “Si yo quiero que éste permanezca, ¿a ti,
qué?”
Ya conocemos todos la Persecución que contra la Casa de la Madre tuvo
lugar al poco. No menos conocido es el Celo que Jesús sentía por la Madre. Bien
sabía Él que los Judíos buscarían a la Madre para matarla. Lapidándola por
adúltera mancharían su Virginidad y probarían ser el Mesías un Bastardo, por
esa adúltera tenido de alguien que no fue el José que estuvo a punto de
despedirla pero acabó casándose con su prometida María de Nazaret.
Dios no podía permitir ni permitió que un solo cabello de esa
Mujer fuese tocado por los enemigos de su Hijo.
Para protegerla de todo Mal, Dios le eligió a la Madre por
Protector alguien a quien Ella quería como a un hijo, y quien la amaba a Ella
como a una madre. Ése era Juan.
Juan, cual se ve en la Primera Misa, la Divina, es un adolescente
cruzando la línea de los Adultos. Es un hombre en flor. Tanto más fogoso por su
juventud, ese regalo del Cielo que en su Inocencia alberga la Fuerza más
colosal del Universo.
Juan es el Menor de los dos hijos del Trueno. Para acceder a
la Madre había que pegar en la Puerta, y esa Puerta era él. Para
tocarla había que pasar antes sobre su cadáver. Desde su nacimiento estaba
predestinado, creación de Dios personal, para mandar sobre
cielo y tierra en la protección de la Madre, ahora su propia Madre .
En la Última Cena, la Primera Misa, la
Divina, vemos a un chaval dejando atrás la línea de la adolescencia,
queridísimo por su primo Jesús, que lo ama como se ama a un hermano pequeño, a
quien conocía desde su nacimiento. La diferencia entre ambos no es tan enorme
por la Edad cuanto por el Espíritu de este Jesús quien siendo aquel Dios que
con su Palabra creó la Luz y todo lo que existe en la Tierra, recibía como
Creador un Amor de la parte de su Creación que supera a la Muerte y tan puro como
la Pureza de su Verbo.
Juan era joven, pero amadísimo. La Madre se quedaba sola en el mundo. ¿En
quién si no en alguien a quien ella amaba como a un hijo, de su sangre, podría
esa Mujer encontrar Consuelo y sentir su Corazón vivir como si su Hijo no se hubiese
ido nunca? ¿En quién dejaría Dios la Protección de esa Mujer sino en la Mano de
alguien que la amaba como a una Madre y por Ella sería capaz de ordenarle a la
tierra que abriese su boca y se tragase a cualquiera que se acercase a Ella?
El Hecho de poner bajo la protección de este Joven, hijo del trueno, a
una Mujer que siendo su Hijo de 33 años, Ella debería estar en sus 60s, nos
revela firmemente el Misterio de su Rostro. Viéndola junto a Jesús nadie,
excepto quien conoció a la Virgen de Nazaret, la relacionó nunca con la Madre
del Nazareno. Viendo a aquella Mujer caminando junto a aquel muchacho nadie
podía poner en duda, por el Rostro de Ella y el de él, que eran madre e hijo.
Así pues, Desde Pentecostés, ambos, la Madre y el Discípulo Amado, desaparecen
de la Escena. Juan se hace llamar Marcos. Su Misión en este mundo era proteger
a la Madre. Los Judíos podían buscar a Juan, pero ¿quién lo relacionaría con
este Marcos?
En los Hechos vemos incluso a Marcos como secretario de Pedro. Pedro
camina con la Madre y Juan durante algún tiempo, pero la atención sobre Ella no
debe jamás superar un límite crítico, y Juan se va a Alejandría, donde la Madre
criara a su hijo Jesús y a los hijos de su hermano Cleofás. Hechos que ya he
relatado en la el Primer libro de la Historia Divina de Jesús. Santiago el
Justo, el Primer Obispo de Jerusalén, fue el mayor de esos hermanos
de Jesús, hijos de María de Cleofás, siendo este Cleofás el hermano pequeño de
la Madre.
Publicado el Evangelio de Mateo, Juan escribe, bajo el nombre de Marcos,
el suyo, a fin de que se cumpliera la Escritura, “sobre dos Testigos harás
juicio”. En su primer evangelio Juan “Marcos” se limita a afirmar como
verdadero todo lo que Mateo escribe. El hijo del Trueno mantiene un
perfil invisible. No quiere ni debe sobresalir. Tampoco puede ni
quiere mantenerse al margen. Lucas aún no había escrito el suyo. La necesidad
de alzarse como Testigo Ocular de todo lo que escribe San Mateo impulsa al
Joven Juan a escribir su Evangelio, posiblemente durante su estancia con Pedro.
Tengamos en cuenta que los enemigos de los Apóstoles hubiesen estados
encantados con un Judas que les delatase el paradero de la Madre del
“Resucitado”. La muerte del hermano de Juan, Santiago, y las persecuciones
judías pusieron en movimiento tanto a Pedro como a Juan. La Adoración de los
Apóstoles por la Madre era compartida al mil por ciento por todos Ellos. La
protegen rodeando su Existencia del más absoluto de los silencios. Tener acceso
a la Madre significaba para Ellos tanto como tener acceso al Altar de los
altares donde se adora al mismísimo Dios. Ya conocían Ellos el odio de aquéllos
judíos contra la Casa de Jesús, y siendo profetas sabían que tarde o temprano
se lanzarían, como Herodes lo hiciera al principio contra la casa de David de
Belén, contra la casa de David de Nazaret.
No se equivocaron. Dios nunca se equivoca. La matanza de los hijos de
David de Nazaret se hizo.
El Amor y el Deber quiso que el mejor lugar para ser mantenida la
Madre al margen de los acontecimientos fuese Alejandría del Nilo.
La Leyenda dice que protegiendo a la Madre la gravedad de las
circunstancias impulsó a Juan a traerse con él a la Madre a España. El deseo de
San Pablo de conectar sus viajes con una Venida a España y su no hacerlo puede
situarse en este contexto. No era conveniente que el Paradero de la Madre, tal
como estaban las cosas en la Galilea, fuese descubierto por un Apóstol que
perseguido a muerte, y cuyos pasos estaban seguidos muy de cerca por sus
enemigos, condujese a éstos a la Presa más codiciada por el Diablo. No
olvidemos que si para Nosotros los Cristianos Pablo es un Santo,
para los judíos Saulo era un traidor.
La Leyenda de la Ascensión de la Madre tienen su Origen en la Palabra
Divina. “No permitiré que tu carne vea la corrupción”, le dijo Dios
a su Hijo. No la conoció el Hijo, no la conocería la Madre.
Independientemente de Hechos que derivamos del Amor, tenemos que decir
que Aquel Siglo Primero, el Siglo de Cristo, ha sido historiado muy pobremente
por los historiadores del Cristianismo. Como quien no quiere recordar un trauma
sufrido, cuyas heridas las tienen delante de los ojos, los historiadores
cristianos parecen haber buscado más excusar a los Romanos de Genocidio contra
los Cristianos que glorificar a aquella Generación de Héroes que no vacilaron
en prestar Testimonio cuando el precio fue el de los tormentos más horribles.
Ciencia de las Torturas en la que el Pueblo Romano era experto. Nosotros
podemos imaginar cómo aquel Genocidio hubo de Afectarle a Juan, EL
ÚLTIMO HOMBRE en quien el Discurso de la Santísima Trinidad estaba vivo.
No es menos curioso que sus Discípulos no escribiesen su Vida, la de este
Juan. Desde el Conocimiento del Espíritu de Cristo lo entendemos sin embargo.
Quien era Importante y en quien se debía centrar todo era en Jesús. No era en
el Nombre de Ellos que la Salvación había sido Fundada. Todo el
sentido de la Existencia de los Apóstoles tenía por norte la Estrella del Hijo
de Dios. Jesús es el Héroe de los Evangelios, la estrella de su Historia, el
Rey de la Salvación, el Verbo hecho carne, Dios con Nosotros. ¿Ante esta Obra
Divina qué importancia tiene el hombre, sea Pablo, Pedro, o Juan? Toda Gloria,
todo Honor, todo Poder y todo Amor es debido al Hijo de Dios.
Y desde este Espíritu, Juan, ya hecho Hombre, que ha sido Testigo Vivo de
la Ascensión de la Madre, en la que la Encarnación se le manifiesta en toda su
Divinidad, abre su Evangelio diciendo:
Al Principio era Jesús,
y Jesús era Dios,
y Dios se hizo Hombre.
Todas las cosas fueron hechas por Jesús
Y sin Jesús no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En Jesús está la Vida, en Jesús tiene la Vida el Hombre.
Este Hombre se dio a conocer al mundo, pero el mundo no lo amó.
Vino un hombre, enviado por Dios, de nombre Juan,
Vino a dar Testimonio de Jesús, para testificar, y todos creyeran en
Jesús,
Juan no era Jesús, sino que vino a dar Testimonio de Jesús,
Jesús es la Imagen Divina del Hombre que vino a este mundo para la
salvación de todos los hombres
Estuvo en el mundo, que por Jesús fue hecho, pero el mundo no lo creyó.
Vino a Israel, pero Israel tampoco creyó.
Pero a cuantos le ama les da el Poder de ser hijos de Dios, por la Fe en
su Nombre.
Porque no por la sangre y la carne son contados los hijos de Dios, sino
por Jesús.
Jesús “vivió con Nosotros”, y hemos visto su Gloria, la Gloria del
Unigénito de Dios, lleno de Amor y Sabiduría.
Juan dijo, “Este Jesús es de quien os dije : el que viene en pos de mí es
mayor que yo, porque estaba al principio de todas las cosas”
De Su Plenitud Divina recibimos todos dones sobre dones.
La Ley fue dada por Moisés, pero la Verdad y la Salvación vienen de
Jesús.
A Dios Padre nadie le ha visto jamás. Dios Hijo Unigénito nos lo ha dado
a conocer, porque en Jesús vive el Padre.
Esta es la Semilla que creció contra vientos y terremotos, persecuciones
y diluvios y haciéndose un árbol que en Promesa Divina ya extendía
sus ramas hasta los confines del mundo, entregó su Fruto Maravilloso en el
Concilio de Nicea, el 20 de Mayo del Año 325 de nuestra Era.
Como se recoge del Árbol de la Vida eterna el Divino Fruto y se reparte
gratuitamente a todas los hombres que quieren vivir eternamente, porque creen
que Dios es Amor, según hemos visto en su Hijo, la Fe Cristiana se ha expandido
por las Cinco Regiones de la Tierra.
Contra la Caída de la Estrella del Evangelio en la fosa natural a la
que Arrio la descendió escribió Juan su
Evangelio de la Santísima Trinidad.
Difícil de lectura, y por difícil su interpretación abierto al error de
los ignorantes y brutos que queriendo corregir al Jesús que en Nicea reunió a
su Cuerpo en la Tierra, y como Moisés recibió en Piedra el Decálogo, le dio a
su Iglesia esta Ley Divina de la Unidad en Dios escrita en una
Piedra que jamás se rompe porque ha sido extraída de la Cantera del Ser del propio
Dios Eterno e Indestructible.
Pues sabemos que la Piedra en la que se escribió el Diálogo siendo rota
por el propio Moisés, anunciaba en esa ruptura el fin de aquella Alianza
Temporal, a la vez que anunciaba una Nueva firmada por el propio Dios Hijo Unigénito
para ser eterna e Inviolable, que en el Concilio de Nicea
fue hablada en voz alta para que los siglos repitan por la Eternidad
el Dogma de la Unidad en Dios.
Pero ignorantes como aquel Arrio que
quiso corregir a Dios, y que saldrían del propio cristianismo, como Arrio vino, no habrían de faltarle a las iglesias. Con
el paso de los siglos se levantarían a resucitar de la tumba a Arrio, su maestro. Atreverse a corregir a Dios, poniendo en
Duda la Palabra del Evangelio de la Santísima Trinidad recibido por la Iglesia
Católica Romana en Nicea, Unidad Divina reflejada para la Salvación de la
Plenitud las naciones en la Unidad de las iglesias cristianas esparcidas por
todo el mundo, fue el Delito de Rebelión cometido por la Reforma del
Protestantismo Europeo. El Muro que levantaron entre los Cristianos es Enemigo
de la Salvación de la Plenitud de las naciones del Género Humano. El enemigo de
esta Salvación en la Unidad de las iglesias, reflejo vivo de la Unidad en Dios,
es enemigo de Jesús.
Habiendo recibido de Dios su espíritu de inteligencia
para responderle a los discípulos de aquellos ignorantes y brutos
que se atrevieron a corregir a Dios y se alzaron contra sus sacerdotes en
Concilio Universal, me es grato abriros los ojos a este Evangelio de la santísima
Trinidad para desde la Palabra de Dios rebatáis por vosotros mismos los
argumentos que por su Interpretación Irracional se han transformado en un mal
para la Salvación del Género Humano, y levantando muros entre cristianos y
cristianos han neutralizado por su división el Poder Salvador del Señor, Rey y
Dios de todos los hombres, Jesucristo.
Pues todo lo que existe, existe por Él, y sin Él no se existiría nada de
cuanto existe, de manera que siendo su Padre Dios, ha querido este Padre que su
Hijo lo sea todo para todos los hombres: “nuestro Padre que está en los Cielos,
Rey y Señor de la Plenitud de las naciones, ante quien toda rodilla debe
doblarse y reconocer por Cabeza Suprema Universal de todo Poder Humano, quien
con su Espíritu de Sabiduría gobierna todas las cosas para el Bien de todos los
hombres”.
Cegados por quienes en su orgullo de brutos irracionales, emborrachados
por la sangre de sus hermanos, y enloquecidos por los
privilegios del Poder, interpretaron la Palabra de este Evangelio para hacer,
como aquellos judíos que mediante sus palabras anulaban la Palabra de Moisés,
anular la Palabra de Jesús, “Dios con Nosotros”, abrid este Evangelio desde el
Pensamiento de Cristo, que en Juan vivía.
Engañados por los Arrios de la Edad
Moderna sin quererlo pero haciéndolo os atrevéis a
negar la Presencia de Dios en la Iglesia de Nicea, en la cual vive
Jesús, su Señor, desde el Principio y por la Eternidad. Volved a leer este
Evangelio poniendo Jesús donde está escrito el Verbo.
Juan está hablando de Jesús, el Dios que dijo “Haya Luz”, “Haya
Firmamento en medio de las aguas que separen unas de otras”, “Brillen en los
Cielos estrellas para separar la luz de las tinieblas”, y luego “Hagamos al
Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza”, y por esto dice Juan : “El
verbo se ha hecho carne, Dios se ha hecho hombre”, y “en Jesús está la Vida del
Hombre”, porque el Hombre vivía en Dios y su Ser estaba en su Corazón y Mente
antes de ser creado. Por eso se hizo Hombre para decirnos “no sois
el hombre que Dios llamó a la Vida. He aquí al Hombre”. Pero los hombres
atrapados en las leyes de la Ciencia del bien y del Mal habían aprendido a
sobrevivir en el infierno, ya no podían creer en el Paraíso. Habían
sido cuatro largos milenios arrastrándose por los campos de la Guerra, sujetos
al imperio de la Muerte, entregados como corderos para engordar el banquete de
los reyes y sus dioses malignos, cuyas imágenes monstruosas y demoníacas habían
desplazado del corazón de las naciones el Dios que su Hijo vino a mostrarnos.
No fue fenómeno extraño que aquel Pueblo Europeo Latino en cuyo corazón
la imagen de un Dios era la de un hombre Divino, encontrase abierta la puerta,
y aunque hizo falta forzarla mediante el Martirio una vez abierta la Imagen de
Dios en Jesús encontró en el Pueblo Latino un Alma rendida a su Adoración.
No es tampoco un fenómeno extraño que en los pueblos en los que la imagen
de Dios es la de un monstruo de muchas cabezas, piernas, incluso la de dragones
inmundos, serpientes horrorosas, el Dios de Jesús, Ser en el que el Hombre
tiene su Seno Eterno, no encontrase, sino muy limitadamente la entrada.
En el caso del pueblo de Israel la Historia de su relación con ese Dios,
Padre de Jesús, aunque no tuviese imagen predefinida, sí que estaba
psicológicamente establecida. El Dios de
Jerusalén era un Juez que no perdonaba sino después de
masacrar al transgresor. En ese Juez el Dios Amor que Jesús llevaba dentro era
el producto de un loco. ¡Cómo creer que ese Dios es Padre y es Amor cuando por
una manzana, teniendo el Poder de sanar cuerpo y alma, condenó a todo el mundo
a vivir en el infierno! Después de cuatro mil años en este infierno
¡qué más natural que tener el corazón duro como una piedra! Si él era el Hijo
de David, el llamado desde el seno de Abraham para aplastarle la cabeza al
Diablo y recoger la corona universal de su padre Adán, ¿a qué
venía tanto “todo lo que necesitamos es Amor”? “Pues si Dios es Amor
y tú eres el Hijo de Adán, declárate Rey y en lugar de ser salvador de mendigos
y prostitutas vístete de Tal y danos el Imperio del Mundo”.
La Verdad estaba lejos de todos los hombres. De Judíos y Gentiles. La
Creación entera estaba en pie de Guerra. La Tierra era el campo de batalla.
Fuerzas que venían de la Eternidad y del Infinito libraban su Batalla Final; el
Hombre había sido atrapado en el campo de batalla. Pero hasta que no fuese
proclamado un Vencedor, o Dios o la Muerte, Cristo o el Diablo, el mundo
seguiría siendo ese cero a la izquierda que cae bajo las ruedas y nada ni nadie
podía evitar que esas fuerzas siguiesen su Lucha sin prestarle atención al
mundo de los hombres. Ya lo decía el propio Cristo “Si hablándoos de las cosas
terrenas no entendéis ¡cómo comprenderéis las cosas de los cielos!”.
Muchos siglos habrían de pasar hasta que los hombres pudiésemos
comprender las cosas de esta Batalla Final cuya Guerra remonta su Origen a la
Eternidad.
Sin Este Evangelio de la Santísima Trinidad la Luz que
nos conduce a esta Comprensión no sería posible. Y esta
Luz es la declaración del Nicea en la que Dios declaró a su Hijo de su Misma
Naturaleza, Dios Verdadero de Dios Verdadero, su Igual, su Familia: Tú-Dios,
Jesús, su Hijo Amado. Quien ama a este Hijo, ama a Dios; quien no lo ama, no
ama a Dios. Quien no dobla sus rodillas ante la Corona del Hijo de Dios, no
entrará en el Reino de Dios. Quien cree, tiene las Puertas de la Vida Eterna
abiertas. Al que no cree, le espera el Juicio.
En su Hijo tiene la vida su Padre. Y la Vida es Amor, Alegría, Felicidad,
Libertad, Creación.
Y en este Hijo tienen su vida todos los hijos de Dios, los de nuestro
Mundo como los de los demás Mundos creados antes del nuestro, y los que serán
creador durante la Eternidad de los Cielos.
Nada pide Dios de nadie excepto esta Verdad. No quiere teologías ni
quiere ciencias, ni razones ni obras. La Obra Divina que abre la Puerta del
Corazón de Dios es el Amor a esta Verdad. Jesús es Dios Verdadero de Dios
Verdadero. Delante de Dios todo lo demás es un absurdo. El Amor a su Hijo es su
Vida.
Tal es el espíritu del Evangelio de la Santísima Trinidad de este Juan.
En este simple resumen está contenida toda la esencia de las Palabras de Dios
que recoge Juan en su Evangelio. “Sed niños, amad como los niños. ¿Acaso se
preguntan los niños por qué aman a sus padres, o en lugar de amar y vivir se
dedican a radiografiar qué es ese amor, de donde viene, qué sentido tiene?”
Ni las grandes obras, ni las grandes razones, el Amor es la
Llave. Ni feo ni pequeño, el amor de un padre es incondicional, natural, no
necesita detenerse qué amor es ese, o por qué ama.
La locura, para los sabios y los genios. “Dios no se piensa, Dios se
ama”. Es el Grito de Victoria de Juan. Ese Amor se ha encarnado. Lo vemos, lo
tocamos, lo sentimos. Los sabios se pierden persiguiendo una sabiduría que les
da la espalda; los genios se hunden en la destrucción buscando la creación. La
criatura corre a los brazos de su padre, y su padre es Dios.
No hay División en Dios. Padre e Hijo tienen el mismo Espíritu. Son un
mismo Espíritu. Dos Personas, un único Espíritu Eterno. Este Espíritu se hizo
Hombre por Obra y Gracia de Dios en el seno de una Virgen para que pudiésemos
tocarlo, vivirlo, sentirlo, comprender por qué el Amor es Dios.
Dios es Amor, pero Dios es también Ley. “No tendrás más Rey que Dios, mi
Hijo. No le declararás la Guerra a tus hermanos. Cuidarás de tus
padres y los protegerás en su ancianidad como ellos te cuidaron y te
protegieron durante tu niñez. La verdad será la ley de tu alma y la amarás con
todas las fuerzas de tu ser. La Libertad es sagrada, no se la robarás a ningún
Ciudadano del Reino de Dios. Todo el oro y toda la plata, todos los recursos de
la Creación le pertenecen al Señor, tu Rey, y las distribuiréis entre vosotros
acorde a las necesidades de todos. No levantarás falso testimonio ni
corromperás a la Justicia levantándote contra la Ley de la Creación. En la
Palabra está el Hombre, el que ama la Mentira se declara enemigo del Hombre. No
busques el Poder por el Poder, porque la corrupción será tu aliado y la Muerte
tu recompensa. Sed santos, porque Dios, vuestro Creador, es Santo. Ama a tu
prójimo como a ti mismo, porque aquí vive la Santidad de Dios, a cuya Imagen y
semejanza habéis sido creados”.
Difícil lenguaje de entender para quien tiene un corazón de piedra y un
alma corrompida por el Poder que viene de la espada y del Oro. Pero este es
Dios y este es su Evangelio
C.R.Y&S
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