![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
El Evangelio según San Juan
INTRODUCCIÓN AL
EVANGELIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
“Si
hablándoos de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeréis si os hablase de cosas
celestiales?”
Nadie debe sentirse avergonzado por ser un ignorante delante de Dios. Todo aquel que se cree que puede quitarle o añadirle una coma o una tilde al Libro de Dios, arrancarle libros a la Biblia del Espíritu Santo, cerrada y sellada con la sangre de los Santos Apóstoles y sus Discípulos en el Concilio Constantiniano de Nicea, juzgar a su Autor por efectos de causas que Dios ha mantenido en el Silencio mirando a nuestra Salvación Universal hasta nuestro Día, creer a quienes niegan la Existencia de Nuestro Creador para alzar la Ignorancia de su Negación a la categoría de Ciencia Creadora, ésos sí deben avergonzarse de hacerse pasar por sabios delante de Dios, pues aunque ellos estén ciegos y se hayan arrancado los ojos a fin de estarlo de verdad y no parecerlo, el Día en que mi Padre, el Rey y Señor de la Tierra que está en los Cielos, los lleve ante la presencia de su Dios: ese Día será demasiado tarde para pedir perdón. Cada persona es responsable de sus palabras. El hombre que ignora las consecuencias de sus palabras, conociendo el Poder de la Palabra en la Historia, origen de todas las revoluciones que hemos vivido, y aun pretende hacerse el loco desentendiéndose de la naturaleza de los efectos que con sus palabras pone en movimiento, ese hombre ¿cómo podrá abogar por su inocencia sobre un cementerio de cadáveres hundidos en el polvo por sus palabras, escritas y manifiestas? ¿No fueron las palabras el origen de todas las guerras? ¿No es la Palabra la diferencia universal divina que marca la distancia entre la vida del Hombre y la existencia de las bestias? ¿Y pretenden hacer los hombres de la Lengua un arma de Odio y Guerra? ¿Qué le responderán ésos a Nuestro Padre que está en los Cielos cuando les pida cuentas delante de su Dios por cada una de sus palabras de Odio hacia su prójimo, hermano de Historia y de Sangre? ¿Acaso el Dios de mi Padre no juzgó al Mundo Antiguo mostrándole a su Hijo Naturaleza de la verdadera Justicia? ¿No fueron hijos de Dios quienes oyeron contra ellos la Sentencia de Destierro Eterno de la Vida? ¿Acaso puede permitir un padre que un hijo mate a sus hermanos y transforme su casa en un mausoleo de almas en las tinieblas? Por esto también serán juzgados por crimen de terror quienes no se levantaron contra esos demonios en carne humana, les dieron refugio desde donde regresar a aterrorizar al mundo, deviniendo ellos los padres del Terror. ¿No ha sido hecho el Hombre a la imagen y semejanza de Dios? ¿Acaso se creen esos padres ser mejores padres que quien se alzó contra un hijo criminal sin remisión y lo ha estrelló por la eternidad arrojándolo al Abismo cubierto por las Tinieblas? Yo adoro al Dios de mi Padre por su Justicia Incorruptible, Roca Indestructible sobre la que Él le ha levantado a la Justicia Universal un Palacio Inviolable, en el que no entra ningún asesino, y del que sale el homicida, el terrorista, el ladrón y el corrupto, enemigos de la Ley de la Vida, para ser ejecutada sobre su cabeza la Sentencia del Juez Sempiterno Divino, Rey y Señor Jesucristo. Es Este Rey y Señor Jesucristo la Fuente del Cuarto Evangelio, fuera de cuyos Cuatro no fue escrito ningún otro por la mano del Espíritu Santo. Ay de aquéllos que llaman “verdaderos” a los cuentos para analfabetos escritos por los enemigos de la Iglesia, y despreciando la Palabra Divina edifican sobre la Historia Divina de Jesucristo novelas sin ningún valor científico, excepto el del beneficio que aporta el escándalo. Escrito está: “escándalos los ha habido siempre, pero ay de aquel por el que viene el escándalo”. El Siglo XX tomó la deriva del escándalo; su moral fue simple, todo lo que da dinero es bueno, el escándalo aporta mucho dinero, hagamos del escándalo nuestra sabiduría. Verdad es, a nadie le deseamos el Infierno del Destierro de la Vida por la eternidad; el Hijo de Dios en persona bajó del Cielo para que no únicamente cerrásemos nuestra inteligencia a la Mentira y al Escándalo de quienes se creen superiores a Dios y lo suficientemente poderosos para desterrarlo de su Creación, sino también los combatamos con todas las armas de la Sabiduría, como escribe el Espíritu Santo: revestida nuestra mente de la Armadura de Cristo Jesús, cuya Imagen se refleja en el espejo de nuestra Alma, vivificándola y edificando en nosotros hijos para su Padre. Naturalmente nadie ignora que la Libertad que hereda de Dios el Hombre por ser creado a la Imagen y Semejanza de su Hijo pone a los pies de todos un Camino, y aquel que quiera no seguirlo es libre para irse al Infierno, pero el Camino que conduce al Paraíso lo conocemos: “YO SOY el Camino”. Cada cual elige libremente qué camino escoger, el que lleva al Árbol de la Vida o el que conduce directamente al Árbol de la ciencia de bien y del mal, cuyo fruto es el Odio y la Guerra. Toda la casa de los hijos de Dios quisiéramos que todo el Género Humano fuese absuelto por las guerras sin número cometidas en la Ignorancia de la Causa que hizo que el Infierno cayera sobre la Tierra en lugar de la Tierra subir al Cielo. Mas sobre los labios del Juez Divino reposa la Paz y la Salud de todos los Pueblos de su Reino. Y en su Sabiduría y Misericordia, el hijo del Hombre hará lo que deba hacer y considere Bueno para la Creación de su Dios. Este Espíritu es la Fuente de la que manaron las aguas de los Evangelios. Queremos el Bien para
todos, pero no todos aman más la Vida de su prójimo que los frutos del Árbol
del Infierno: sentirse un dios, inmunidad e inviolabilidad ante la Ley, más
allá del brazo de la Justicia, conducir a las naciones a la miseria y a la
ruina, levantarse como un dios de la guerra y amenazar al mundo entero con destrucción
de no hincar las rodillas delante de su presencia. Ésos hombres eligieron, a la
imagen de Jesús, reflejar en el espejo de sus almas la imagen de Satán. Es lo
que sabemos, y lo sabemos porque lo vemos; la pasión por las riquezas y el poder derrumba los muros de la Moral, de
la Ética, de la humanidad, y admirados por gentes sin conciencia conquistan el mundo que quieren para ellos: La
dictadura, la tiranía, la teocracia, la autocracia. De donde se ve que la Ignorancia
conduce a la demencia, contra la que Dios envió a su Hijo a la Tierra para proteger
a los pueblos de quienes tienen en el derrumbe del Derecho y la Ley su universo,
su paraíso; quien no tiene Fe está desnudo frente a tales hombres-bestias; por
esto quienes le robaron la Fe a los pueblos
que la Iglesia, Nuestra Madre, le conquistó
a su Señor, Nuestro Padre, serán juzgados acorde a los efectos de quien cerró el Camino que conduce al Árbol de la
Vidas y los puso en la dirección del Árbol de la Muerte.
La Ignorancia
no es excusa ni argumento para quienes habiendo conocido el Espíritu de la
Justicia en el Dios de Jesucristo se rebelaron contra la Sabiduría de la Fe. Es
del todo evidente que quienes no conocieron a Cristo pudieron acogerse a esta Ignorancia. Verdad es, la Ignorancia
fue la Causa de la Redención, de manera que no de no haber existido y haberse
dado Conocimiento pleno sobre las causas de la Caída no habría habido lugar para
el Sacrificio Expiatorio del Cordero de Dios, en cuya Sangre se descubrió la Ignorancia de todos los pueblos anteriores al Nacimiento de
Cristo “sobre las cosas celestiales”, es decir, la Historia del Mundo del que
bajó al nuestro el Hijo de Dios. De aquí
que creemos firmemente que Su Padre juzgó el Mundo Antiguo acorde a la
Misericordia debida a quienes, sin conocer la verdadera causa de su Destierro
de la Vida de Dios, fueron arrojados del Paraíso de la Paz y la Salud al infierno
de las Enfermedades y la Guerra, por el Delito de un hijo de Dios.
Dios se encerró en sí mismo; ante el hecho consumado de la Rebelión de su hijo Satán y la muerte de su hijo Adán, YAVÉ DIOS blindó su Pensamiento. Miles de años habrían de pasar hasta que su Espíritu de Inteligencia volviese a llenar la Tierra. Hasta este Día le dio Dios a nuestros pueblos la Fe en su Hijo JESÚS, el Testador que con su Sangre selló el Testamento de Dios a la Casa de Cristo, Testamento que no ha sido abierto sino hasta el nacimiento del Vencedor: hijo de Cristo, hijo de Dios. Descendencia heredera del Espíritu de Inteligencia a la Imagen y Semejanza de su Padre, Dios, Rey y Señor, sobre cuya Herencia dispuso el Dios de Nuestro Padre un Regalo Divino: La Invencibilidad sobre todos nuestros enemigos. No fue un héroe mitológico el
Héroe del Evangelio; era necesario que todos los pueblos de la Creación viesen
con sus ojos el Espíritu que vive en el Padre y en el Hijo: Dos Personas
Eternas, un Único Espíritu. Por Obra y Gracia de este Espíritu se hizo Hombre el Verbo, Aquel que abriendo su boca dijo: “HAYA
LUZ”. Aquél es de quien dice Dios Padre: DIJO DIOS, Y ASÍ SE HIZO. Sobre este Hijo
escribió el Espíritu Santo:
“Al
principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. El
estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no
se hizo nada de cuanto ha sido hecho”.
Palabras que
engtendemos una vez abierto el Testamento de Cristo, abierta la Puerta de la Creación de Universo,
Luz del Génesis. Creador de Creador, Dios y su Hijo obran juntos, pues el Padre le
muestra al Hijo todo lo que hace, y todo lo que hace Dios lo hace por su Hijo,
de manera que sin Él no existiría nada de lo que existe.
“En Él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Verdad
incuestionable, criminal la Duda, pues el Hombre fue creado a la Imagen y Semejanza
del Hijo de Dios, en quien tenemos la Vida. Como el Padre vive en el Hijo, el Hijo
vive en el Hombre, y esta Vida es la que nos hace ser hijos de Dios, nacidos para
disfrutar de la Paz, la Justicia, la gloria de la Libertad de quien es hijo del
Señor y vive en la Casa de su Padre por Derecho de Nacimiento. El Espíritu que
vive en el Padre y en el Hijo vive en el Hombre, y por Él todos somos hijos de Dios.
Y no hay en la Creación quien siendo hijo de Dios no viva en el Espíritu Santo de
su Creador.
“La luz
luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron”.
Es lo que sucedió
en el Cielo. El espíritu del Creador fue rechazado por una parte de su Creación.
Una parte de la casa de los hijos de Dios, ésos mismos que viendo hermosas a
las hijas de los hombres se acostaron con ellas y tuvieron una descendencia
atormentada por su mortalidad, los héroes de las mitologías antiguas, ésos
mismos entre quienes distribuyó Dios las familias humanas para formarlas en la Civilización,
quedando en la Historia su presencia en registros firmes, ésos mismos se conjuraron contra la Ley
del Creador y queriendo vivir en un mundo sin ley, únicamente regido por la Ley
de la Absoluta Inmunidad de los reyes y sus ministros, levantaron una idea del Imperio
acorde a la cual Dios se había hecho Viejo y debía dejar paso a la Ley
de la Voluntad de sus hijos. ¡La Demencia se hizo! Quisieron transformar un Reino
edificado sobre el Derecho y la Paz en un olimpo de dioses sin ley absueltos de
los crímenes de guerra entre cuyas tinieblas desearon vivir, al precio incluso
de declararle la Guerra al mismísimo Creador del Cosmos, Señor del Infinito y la
Eternidad, YAVÉ DIOS.
No es de extrañar
que atrapados en una Guerra entre hijos de Dios, no de nuestro Mundo, abierta la
puerta de nuestro Mundo a la Muerte, la Tierra comenzase a convertirse en un
Cementerio de naturaleza Apocalíptica cuyo Poder había de enterrar a todas las
naciones en el polvo del olvido. Tal es
la Naturaleza de la Muerte; donde entra lo reduce todo a cenizas. Únicamente una
Fuerza la detiene: la Ley de Dios, Creador del Universo y de todo lo que existe
en el Cosmos; “y sin Él no existiría nada de lo que existe” dice el Espíritu
Santo en Juan, de donde se ve que el Espíritu que en forma de lenguas de fuego descendió
en Pentecostés sobre los Apóstoles les abrió los ojos a la HISTORIA DE YAVÉ
DIOS narrada en la Tercera Parte del Libro Primero de la Historia Divina de
Jesucristo: EL CORAZÓN DE MARÍA. Este “ÉL” es Aquel de quien se afirma: “y sin Él no se hizo nada de cuanto
ha sido hecho”, descubriéndonos así la Revolución Ontológica que el Señor Dios YAVÉ vivió al hacerse PADRE; revolución
que en nuestro ser conocemos cuando devenimos padres. Como en nosotros el
nacimiento de nuestro hijo se trasforma en la fuerza que nos hace vivir en plenitud,
la creación entera renació en la Vida del Hijo de YAVÉ, en quien la Vida de Dios
se hizo plena.
Extrañó mucho a los hombres que en únicamente Treinta Años una Doctrina Religiosa que hubiera debido morir enterrada en la Cueva donde arrojaron el cuerpo del Mesías Rey, únicamente en Treinta Años esa Doctrina hubiese conquistado el Imperio Romano, hasta el punto de ordenarse por Decreto Ley la muerte de todos los Cristianos, para la fecha esparcidos por todo el orbe romano. Extrañó, pero no maravilló. Crucificaron al Cristo, de la noche a la mañana nacieron Doce “Cristos” en el que el Espíritu del Maestro se hizo carne y sangre. ¿Qué valen las palabras sin las obras? Si por las Palabras solas el Caso de Jesús de Nazaret no hubiese pasado de un secta nueva que con la muerte del fundador habría desaparecido, como desaparecieron tantas y tantas sectas y religiones en la nada antes de su NACIMIENTO, ¡cómo creer que donde, con las palabras solas, habría fracasado el Hijo de Dios en Persona: hubiesen podido triunfar por las palabras solas sus Discípulos! Doce Hombres engendrados por Acto Divino a la Imagen y Semejanza de Cristo se repartieron el mundo romano. En esto volvemos a recordar las palabras de Moisés sobre el principio de la civilización en el mundo: “Distribuyó Dios las familias de la Tierra entre sus hijos”. Los Discípulos recibieron de su Maestro, en vida, el Poder propio que le vieron ejercer, que ellos ejercieron limitadamente. En Pentecostés recibieron el Poder sin límites que su Maestro ejerció, y lo más importante: heredaron la Plenitud del Pensamiento del Hijo de Dios. De aquí que inmediatamente Pedro se dirija a todas las naciones con el Poder sin límites de quien lo ejerce para la Gloria de Dios en la Salvación de todos los hombres. Doce Hombres con el Poder de sanar todas las enfermedades se dirigen a las distintas partes del Imperio que su Señor Dios les abrió. Es el Poder de la Salud la llave que les abre las puertas de las familias, primero judías, después gentiles, semilla que habiendo sido enterrada en la tierra, siendo sus raíces divinas, comienza a hacerse un Árbol, el Árbol de la Vida, cuyo Fruto es la Fe, del que quien come no muere para siempre sino que resucitará para vivir eternamente. La vivencia de esta Obra Creadora de nuestra Civilización fue tan poderosa que incluso los niños preferían morir antes que perder la vida eterna. Esos niños habían visto sanar a sus padres, condenados a muerte por enfermedades incurables; habían visto a familias enteras comer de una sola torta de pan. ¡JESÚS VIVE. Crucificaron al Primero, y nacieron Doce. Y de estos Doce nacieron aquellas Ramas que dieron fruto al mil por uno, todos santos, todos puros, todos inocentes, todos el reflejo en sus almas de la Imagen del Jesús que sus Discípulos alumbraron. Esta Obra Divina los historiadores modernos la pasaron por alto. Unos
porque no quisieron verla, otros porque se levantaron en enemistad perpetua
contra la Iglesia Católica Romana, es decir, contra Dios; los unos y los otros
acabaron describiendo el Nacimiento del Cristianismo como un fenómeno incomprensible,
fruto de una neurosis antisocial contra
la que el Imperio hizo bien en levantarse. La cuestión es: ¿Cómo una Neurosis
Antisocial pudo ser el caldo de cultivo donde vino a renacer el Derecho y la
Ley?
Así pues, El
Evangelio de San Juan marcó, marca y marcará por la Eternidad la Visión
que el Ser Humano y la Creación entera tiene del Hijo de Dios. San Juan se
ciñe a los Hechos de Jesús en cuanto el hijo del Hombre, de los que él fue
Testigo Personal Vivo. Pero inmediatamente, desde el mismo Prólogo de su
Evangelio deja en claro que va a hablar del Hijo de Dios, del Verbo hecho
carne.
San Mateo y
San Lucas centraron sus Evangelios en el Hijo de David e hijo del Hombre. San
Juan delimita desde el Principio el campo revolucionario sobre el que el
Pensamiento Cristiano se elevaría al Misterio y Dogma de la Santísima Trinidad.
Tanto en San Mateo como en San Lucas Jesús permanece en la órbita del Mesías,
hijo de David. Desde ellos se ve al Hijo de Dios pero no al Dios Hijo
Unigénito, “Increado, no creado, engendrado de la misma Naturaleza Increada del
Padre, Dios Verdadero de Dios Verdadero”.
No que los
Apóstoles no lo conocieran, o que San Juan se inventase este Misterio. En
absoluto. San Pablo fue muy claro en este terreno cuando dijo que entre ellos
se hablaba una sabiduría apta sólo para los Perfectos, aquéllos Testigos que
Dios se había elegido para dar Testimonio de la Encarnación y Resurrección de
su Hijo.
En el seno
de esa Sabiduría para los perfectos habiendo sido llamados por Dios para dar
Testimonio de lo que habían visto, tocado y oído, de cara al exterior los
Apóstoles se ciñeron a ser Testigos Fieles del Cumplimiento de las Profecías
que habían tenido en Jesucristo su Consumación. Entre Ellos y en Ellos vivió el
Conocimiento Verdadero y perfecto del Hijo de Dios, que sólo más tarde en el
Concilio de Nicea, se haría Universal en el Dogma de la Santísima Trinidad.
Los
Discursos de este Dios Hijo que descubre San Juan una vez que todos sus
Hermanos en Dios se habían ido revolucionaron toda la Imagen que hasta
entonces la Iglesia había recibido.
La Roca de
los Primeros Cristianos tuvo en la Resurrección de Jesús su Templo, su
Castillo, su Fortaleza Imbatible. Ninguna Persecución, ningún horror fue
suficiente para robarles ese Testimonio que los Apóstoles les transmitieron:
“Al que cree en Jesús le nace en el Alma una fuente de vida eterna”.
El Deseo de
ser Inmortal fue superado por la Fuerza de esta Vida Eterna, Vida
Indestructible, que no conoce la Muerte de los que duermen, sino que cerrando
los ojos a este Mundo lo abren al Mundo de nuestro Rey y Dios.
“Locura”
decían los Romanos. Pero una locura establecida sobre unos Hechos Invencibles,
en Confirmación de cuya Veracidad los Apóstoles y todos los que vivieron el
Acontecimiento de la Vida del Hijo de Dios en la Tierra rindieron sus vidas.
Esto nos
llega a decir que de no haber escrito San Juan su Evangelio los fundamentos de
la Santísima Trinidad no hubiesen podido ser alzados y, a falta de estos
Discurso, con toda garantía el Arrianismo hubiese triunfado y la Historia del
Jesús de los Evangelios de San Mateo y San Lucas hubiese quedado reducido a la
de un Hombre que, amado como ninguno por Dios, fue alzado hasta la gloria más
alta a que criatura alguna podía llegar, sentarse a Su Diestra como Rey y Señor
de su Creación.
Los
Evangelistas y los Apóstoles ya habían pasado cuando San Juan se sienta y
escribe su Evangelio. Juan ya no es el muchacho adolescente al que desde la
Cruz le dice el Hijo de Dios, “hijo, he ahí a tu Madre”. El Juan que se sienta
a escribir el Evangelio es ya un Hombre criado y formado a la imagen y
semejanza de Aquel quien dijera: “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a
nuestra Semejanza”. Pasado lo que pasó, Él mismo se hizo hombre para decirnos a
todos : “He aquí al Hombre que yo creé”.
Y este
Hombre, Juan, Imagen y Semejanza del Hijo de Dios, es quien se sienta, y siendo
profeta y Hermano de este Jesús, el Primogénito de Dios, expone al Público de
los Siglos el Dogma de aquella Sabiduría hablada entre los perfectos, que
ninguno de los príncipes de aquel siglo conoció, porque de haberla conocido no
hubiesen tocado jamás al Hijo de Dios.
Hasta
entonces la Voluntad de Dios había sido que sus hijos, de la Casa de Abraham,
se ciñesen a los Hechos determinados por los Profetas de Israel. Cuando el
tiempo llegase en su Sabiduría Él mismo cogería la pluma y escribiría los
Discursos que puso en palabras de su Hijo para ser escritos y sellados en
Testamento. Ese tiempo había llegado.
Este Juan
había visto morir a todos sus Hermanos en Dios. Él era el Último. A él le
tocaba revelar el Dogma de la Santísima Trinidad contenido en los Discursos de
Jesucristo.
En lo que se
refiere a los Hechos de Juan ya los he tocado en el Misterio del Rostro de la
Madre de Jesús.
Resumiendo: Desde
el momento en que Juan fue designado por Jesús como Querubín con espada de
fuego con la misión de impedir que nadie se acercase a su Madre, Juan
desaparece de la escena pública. Esa es su Misión Sagrada. Dios ya había
elegido a Juan para ser ese Querubín todopoderoso protector de la Madre
cuando Jesús le dijo a Pedro: “Si yo quiero que éste permanezca, ¿a ti, qué?”
Ya conocemos
todos la Persecución que contra la Casa de la Madre tuvo lugar al poco. No
menos conocido es el Celo que Jesús sentía por la Madre. Bien sabía Él que los
Judíos buscarían a la Madre para matarla. Lapidándola por adúltera mancharían
su Virginidad y probarían ser el Mesías un Bastardo, por esa adúltera tenido de
alguien que no fue el José que estuvo a punto de despedirla pero acabó
casándose con su prometida María de Nazaret.
Dios no
podía permitir ni permitió que un solo cabello de esa Mujer fuese tocado por
los enemigos de su Hijo.
Para
protegerla de todo Mal, Dios le eligió a la Madre por Protector alguien a
quien Ella quería como a un hijo, y quien la amaba a Ella como a una madre. Ése
era Juan.
Juan, cual
se ve en la Primera Misa, la Divina, es un adolescente cruzando la línea de los
Adultos. Es un hombre en flor. Tanto más fogoso por su juventud, ese regalo del
Cielo que en su Inocencia alberga la Fuerza más colosal del Universo.
Juan es el
Menor de los dos hijos del Trueno. Para acceder a la Madre había que pegar
en la Puerta, y esa Puerta era él. Para tocarla había que pasar antes
sobre su cadáver. Desde su nacimiento estaba predestinado, creación de Dios
personal, para la protección de la Madre, ahora su propia Madre.
En la
Última Cena, la Primera Misa, la Divina, vemos a un chaval dejando atrás
la línea de la adolescencia, queridísimo por su primo Jesús, que lo ama como se
ama a un hermano pequeño, a quien conocía desde su nacimiento. La diferencia
entre ambos no es tan enorme por la Edad cuanto por el Espíritu de este Jesús
quien siendo aquel Dios que con su Palabra creó la Luz y todo lo que existe en
la Tierra, recibía como Creador un Amor de la parte de su Creación que supera a
la Muerte y tan puro como la Pureza de su Verbo.
Juan era
joven, pero amadísimo. La Madre se quedaba sola en el mundo. ¿En quién si no en
alguien a quien ella amaba como a un hijo, de su sangre, podría esa Mujer
encontrar Consuelo y sentir su Corazón vivir como si su Hijo no se hubiese ido
nunca? ¿En quién dejaría Dios la Protección de esa Mujer sino en la Mano de
alguien que la amaba como a una Madre y por Ella sería capaz de ordenarle a la
tierra que abriese su boca y se tragase a cualquiera que se acercase a Ella?
El Hecho de
poner bajo la protección de este Joven, hijo del trueno, a una Mujer que siendo
su Hijo de 33 años, Ella debería estar en sus 60s, nos revela firmemente el
Misterio de su Rostro. Viéndola junto a Jesús nadie, excepto quien conoció a la
Virgen de Nazaret, la relacionó nunca con la Madre del Nazareno. Viendo a
aquella Mujer caminando junto a aquel muchacho nadie podía poner en duda, por
el Rostro de Ella y el de él, que eran madre e hijo.
Así pues, desde
Pentecostés, ambos, la Madre y el Discípulo Amado, desaparecen de la Escena.
Juan se hace llamar Marcos. Su Misión en este mundo era proteger a la Madre.
Los Judíos podían buscar a Juan, pero ¿quién lo relacionaría con este Marcos?
En los
Hechos vemos incluso a Marcos como secretario de Pedro. Pedro camina con la
Madre y Juan durante algún tiempo, pero la atención sobre Ella no debe jamás
superar un límite crítico, y Juan se va a Alejandría, donde la Madre crió a su hijo Jesús y a los hijos de su hermano Cleofás.
Hechos que ya he relatado en la el Primer libro de la Historia Divina de Jesús.
Santiago el Justo, el Primer Obispo de Jerusalén, fue el mayor de esos hermanos
de Jesús, hijos de María la de Cleofás, siendo este Cleofás el hermano pequeño
de la Madre.
Publicado el
Evangelio de Mateo, Juan escribe, bajo el nombre de Marcos, el suyo, a fin de
que se cumpliera la Escritura, “sobre dos Testigos harás juicio”. En su primer
evangelio Juan, “Marcos”, se limita a afirmar como verdadero todo lo que Mateo
escribe. El hijo del Trueno mantiene un perfil invisible. No quiere ni debe
sobresalir. Tampoco puede ni quiere mantenerse al margen. Lucas aún no había
escrito el suyo. La necesidad de alzarse como Testigo Ocular de todo lo que
escribe San Mateo impulsa al Joven Juan a escribir su Evangelio, posiblemente
durante su estancia con Pedro.
Tengamos en
cuenta que los enemigos de los Apóstoles hubiesen estados encantados con un
Judas que les delatase el paradero de la Madre del “Resucitado”. La muerte del
hermano de Juan, Santiago, y las persecuciones judías pusieron en movimiento
tanto a Pedro como a Juan. La Adoración de los Apóstoles por la Madre era
compartida al mil por ciento por todos Ellos. La protegen rodeando su
Existencia del más absoluto de los silencios. Tener acceso a la Madre
significaba para Ellos tanto como tener acceso al Altar de los altares donde se
adora al mismísimo Dios. Ya conocían Ellos el odio de aquéllos judíos contra la
Casa de Jesús, y siendo profetas sabían que tarde o temprano se lanzarían, como
Herodes lo hiciera al principio contra la casa de David en Belén, contra la
casa de David en Nazaret.
No se
equivocaron. Dios nunca se equivoca. La matanza de los hijos de David de
Nazaret se hizo.
El Amor y el
Deber quiso que el mejor lugar para ser mantenida la Madre al margen de los
acontecimientos fuese Alejandría del Nilo.
La Leyenda
dice que protegiendo a la Madre la gravedad de las circunstancias impulsó a
Juan a traerse con él a la Madre a España. El deseo de San Pablo de conectar
sus viajes con una Venida a España y su no hacerlo puede situarse en este
contexto. No era conveniente que el Paradero de la Madre, tal como estaban las
cosas en la Galilea, fuese descubierto por un Apóstol que perseguido a muerte,
y cuyos pasos estaban seguidos muy de cerca por sus enemigos, condujese a éstos
a la Presa más codiciada por el Diablo. No olvidemos que si para
Nosotros los Cristianos Pablo es un Santo, para los judíos Saulo era un
traidor.
La Leyenda
de la Ascensión de la Madre tienen su Origen en la Palabra Divina. “No
permitiré que tu carne vea la corrupción”, le dijo Dios a su Hijo. No la
conoció el Hijo, no la conocería la Madre.
Independientemente
de Hechos que derivamos del Amor, tenemos que decir que Aquel Siglo Primero, el
Siglo de Cristo, ha sido historiado muy pobremente por los historiadores del
Cristianismo. Como quien no quiere recordar un trauma sufrido, cuyas heridas las
tienen delante de los ojos, los historiadores cristianos parecen haber buscado
más excusar a los Romanos de Genocidio contra los Cristianos que glorificar a
aquella Generación de Héroes que no vacilaron en prestar Testimonio cuando el
precio fue el de los tormentos más horribles. Ciencia de las Torturas en la que
el Pueblo Romano fue experto. Nosotros podemos imaginar cómo aquel Genocidio
hubo de Afectarle a Juan, el HOMBRE en quien el Discurso de la Santísima
Trinidad estuvo vivo.
No es menos
curioso que sus Discípulos no escribiesen su Vida, la de este Juan. Desde el
Conocimiento del Espíritu de Cristo lo entendemos sin embargo. Quién era
Importante y en quién se debía centrar todo era en JESÚS, DIOS HIJO UNIGÉNITO.
No era en el Nombre de Ellos que la Salvación había sido Fundada. Todo el
sentido de la Existencia de los Apóstoles tenía por norte la Estrella del Hijo
de Dios. Jesús es el Héroe de los Evangelios, la estrella de su Historia, el
Rey de la Salvación, el Verbo hecho carne, Dios con Nosotros. ¿Ante esta Obra
Divina qué importancia tiene el hombre, sea Pablo, Pedro, o Juan? Toda Gloria,
todo Honor, todo Poder y todo Amor es debido al Hijo de Dios.
Y desde este
Espíritu, Juan, ya hecho Hombre, Testigo Vivo de la Ascensión de la Madre, en
la que la Encarnación se le manifiesta en toda su Divinidad, abre su Evangelio
diciendo:
Al Principio
era Jesús,
y Jesús era
Dios,
y Dios se
hizo Hombre.
Todas las
cosas fueron hechas por Jesús
Y sin Jesús
no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En Jesús
está la Vida, en Jesús tiene la Vida el Hombre.
A Dios Padre
nadie le ha visto jamás. Dios Hijo Unigénito nos lo ha dado a conocer, porque
en Jesús vive el Padre.
Esta es la
Semilla que creció contra vientos y terremotos, persecuciones y diluvios ,y
haciéndose un árbol que en Promesa Divina ya extendía sus ramas hasta los
confines del mundo, entregó su Fruto Maravilloso en el Concilio de Nicea, el 20
de Mayo del Año 325 de nuestra Era.
Como se
recoge del Árbol de la Vida eterna el Divino Fruto y se reparte gratuitamente a
todas los hombres que quieren vivir eternamente, porque creen que Dios es Amor,
según hemos visto en su Hijo, la Fe Cristiana se ha expandido por las Cinco
Regiones de la Tierra.
Contra la
Caída de la Estrella del Evangelio en la fosa natural a la que Arrio la
descendió escribió Juan su Evangelio de la Santísima Trinidad.
Difícil de
lectura, y por difícil su interpretación abierto al error de los ignorantes y
brutos que queriendo corregir al Espíritu de Jesús que en Nicea reunió a su
Cuerpo en la Tierra, cual Moisés recibió en Piedra el Decálogo, le dio a su
Iglesia esta Ley Divina de la Unidad en Dios escrita en una Piedra que jamás se
rompe, porque ha sido extraída de la Cantera del Ser del propio Dios.
Pues sabemos
que la Piedra en la que se escribió el Diálogo siendo rota por el propio
Moisés, anunciaba en esa ruptura el fin de aquella Alianza Temporal, a la vez
que anunciaba una Nueva firmada por el propio Dios Hijo Unigénito para ser
eterna e Inviolable, que en el Concilio de Nicea fue hablada en voz alta
para que los siglos repitan por la Eternidad el Dogma de la Unidad en Dios.
Ignorantes
como aquel Arrio que quiso corregir a Dios, y que saldrían del propio
cristianismo, no habrían de faltarle a la Santa Madre Iglesia. Con el paso de
los siglos se levantarían a resucitar de la tumba a Arrio, su maestro.
Atreverse a
corregir a Dios, poniendo en Duda la Palabra del Evangelio de la Santísima
Trinidad recibido por la Iglesia Católica Romana en Nicea, Unidad Divina
reflejada para la Salvación de la Plenitud las naciones en la Unidad de las
iglesias cristianas esparcidas por todo el mundo, fue el Delito de Rebelión
cometido por la Reforma del Protestantismo Europeo. El Muro que levantaron
entre los Cristianos es Enemigo de la Salvación de la Plenitud de las naciones
del Género Humano. El enemigo de esta Salvación en la Unidad de las iglesias,
reflejo vivo de la Unidad en Dios, es enemigo de Jesús.
Habiendo
recibido de Dios su espíritu de inteligencia para responderle a los
discípulos de aquellos ignorantes y brutos que se atrevieron a corregir a Dios
y se alzaron contra sus sacerdotes en Concilio Universal, me es grato abrir los
ojos a este Evangelio de la santísima Trinidad para que rebatáis por vosotros
mismos los argumentos que por su Interpretación Irracional se han transformado
en un mal para la Salvación del Género Humano, y levantando muros entre
cristianos y cristianos han neutralizado por su división el Poder Salvador del
Señor, Rey y Dios de todos los hombres, Jesucristo.
Pues todo lo
que existe, existe por Él, y sin Él no se existiría nada de cuanto existe, de
manera que siendo su Padre Dios, ha querido este Padre que su Hijo lo sea todo
para todos los hombres: “nuestro Padre que está en los Cielos, Rey y Señor de
la Plenitud de las naciones, ante quien toda rodilla debe doblarse y reconocer
por Cabeza Suprema Universal de todo Poder Humano, quien con su Espíritu de
Sabiduría gobierna todas las cosas para el Bien de todos los hombres”.
Cegados por
quienes emborrachados de la sangre de sus hermanos, y enloquecidos
por los privilegios del Poder, interpretaron la Palabra de este Evangelio para
hacer, como aquellos judíos que mediante sus palabras anulaban la Palabra de
Moisés, anular la Palabra de Jesús, “Dios con Nosotros”, abrid este Evangelio
desde el Pensamiento de Cristo, que en Juan vive.
Engañados
por los Arrios de la Edad Moderna, sin quererlo
pero haciéndolo, se atrevieron a negar la Presencia de Dios en el Concilio
Constantiniano de Nicea. Volved a leer este Evangelio poniendo Jesús donde está
escrito el Verbo.
Juan está
hablando de Jesús, el Dios que dijo “Haya Luz”, “Haya Firmamento en medio de
las aguas que separen unas de otras”, “Brillen en los Cielos estrellas para
separar la luz de las tinieblas”, y “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a
nuestra Semejanza”, y por esto dice Juan : “El verbo se ha hecho carne, Dios se
ha hecho hombre”, y “en Jesús está la Vida del Hombre”, porque el Hombre vive
en Dios y su Ser estuvo en su Corazón y Mente antes de ser creado.
Por eso Dios
se hizo Hombre para decirnos “no sois el hombre que llamé a la Vida. He aquí al
Hombre”. Pero los hombres atrapados en las leyes de la Ciencia del bien y del
Mal han aprendido a sobrevivir en el infierno. Han sido cuatro largos
milenios arrastrándose por los campos de la Guerra, sujetos al imperio de la
Muerte, entregados como corderos para engordar el banquete de los reyes y sus
dioses, cuyas imágenes monstruosas y demoníacas habían desplazado del corazón
de las naciones el Dios que su Hijo vino a mostrarnos.
No fue
fenómeno extraño que aquel Pueblo Europeo Latino en cuyo corazón la imagen de
un Dios era la de un hombre Divino, encontrase abierta la puerta, y aunque hizo
falta forzarla mediante el Martirio, una vez abierta la Imagen de Dios en Jesús
encontró en el Pueblo Latino un Alma rendida a su Adoración.
No es
tampoco un fenómeno extraño que en los pueblos en los que la imagen de Dios es
la de un monstruo de muchas cabezas, piernas, incluso la de dragones inmundos,
serpientes horrorosas, el Dios de Jesús, Ser en el que el Hombre tiene su Seno
Eterno, no encontrase, sino muy limitadamente la entrada.
En el caso
del pueblo de Israel la Historia de su relación con ese Dios, Padre de Jesús,
aunque no tuviese imagen predefinida, sí que estaba psicológicamente
establecida. El Dios de Jerusalén era un Juez que no perdonaba sino
después de masacrar al transgresor. En ese Juez el Dios Amor que Jesús lleva
dentro es el producto de un loco.
¡Cómo creer
que ese Dios es Padre y es Amor cuando por una manzana, teniendo el Poder de
sanar cuerpo y alma, condenó a todo el mundo a vivir en el infierno!
Después de
cuatro mil años en este infierno ¡qué más natural que tener el corazón duro
como una piedra! Si él era el Hijo de David, el llamado desde el seno de
Abraham para aplastarle la cabeza al Diablo y recoger la corona universal de su
padre Adán, ¿a qué vino tanto “todo lo que necesitamos es Amor”? “Pues si
Dios es Amor y tú eres el Hijo de Adán, declárate Rey y en lugar de ser
salvador de mendigos y prostitutas vístete de Tal y danos el Imperio del
Mundo”.
La Verdad
estaba lejos de todos los hombres. De Judíos y Gentiles. La Creación entera
estaba en pie de Guerra. La Tierra es el campo de batalla. Fuerzas que vinieron
de la Eternidad libran su Batalla Final; el Hombre ha sido atrapado en el campo
de batalla. Pero hasta que no fuese proclamado un Vencedor, Cristo o el Diablo,
el mundo seguiría siendo ese cero a la izquierda que cae bajo las ruedas. Ya lo
dijo el propio Jesucristo: “Si hablándoos de las cosas terrenas no entendéis
¡cómo comprenderéis las cosas de los cielos!”.
Muchos
siglos habrían de pasar hasta que los hombres pudiésemos comprender las cosas
de esta Batalla Final cuya Guerra remonta su Origen a la Eternidad.
Sin Este
Evangelio de la Santísima Trinidad la Luz que nos conduce a esta
Comprensión no sería posible. Y esta Luz es la declaración del Nicea en la
que Dios declaró a su Hijo de su Misma Naturaleza, Dios Verdadero de Dios
Verdadero, su Igual, su Familia: Tú-Dios, Jesús, su Hijo Amado. Quien ama a
este Hijo, ama a Dios; quien no lo ama, no ama a Dios. Quien no dobla sus
rodillas ante la Corona del Hijo de Dios, no entrará en el Reino de Dios. Quien
cree, tiene la Puertas de la Vida Eterna abierta. Al que no cree, le espera el
Juicio.
Tal es el
espíritu del Evangelio de la Santísima Trinidad de Juan. En este simple resumen
está contenida toda la esencia de las Palabras de Dios que recoge Juan en su
Evangelio. “Sed niños, amad como los niños. ¿Acaso se preguntan los niños por
qué aman a sus padres, o en lugar de amar y vivir se dedican a radiografiar qué
es ese amor, de donde viene, qué sentido tiene?”
Ni las
grandes obras, ni las grandes razones, el Amor es la Llave. Ni feo ni pequeño,
el amor de un padre es incondicional, natural, no necesita detenerse qué amor
es ese, o por qué ama.
“Dios no se
piensa, Dios se ama”. Es el Grito de Victoria de Juan. Ese Amor se ha
encarnado. Lo vemos, lo tocamos, lo sentimos. Los sabios se pierden
persiguiendo una sabiduría que les da la espalda; los genios se hunden en la
destrucción buscando la creación. La criatura corre a los brazos de su padre, y
su padre es Dios.
Dios es
Amor, pero es también Ley. “No tendrás más Rey que Dios, mi Hijo. No le
declararás la Guerra a tus hermanos. Cuidarás de tus padres y los
protegerás en su ancianidad como ellos te cuidaron y te protegieron durante tu
niñez. La Verdad será la ley de tu alma y la amarás con todas las fuerzas de tu
ser. La Libertad es sagrada, no se la robarás a ningún Ciudadano del Reino de
Dios. Todo el oro y toda la plata, todos los recursos de la Creación le
pertenecen al Señor, tu Rey, y los distribuiréis entre vosotros acorde a las
necesidades de todos. No levantarás falso testimonio ni corromperás a la
Justicia levantándote contra la Ley. En la Palabra está el Hombre, el que ama
la Mentira se declara enemigo del Hombre. No busques el Poder por el Poder,
porque la corrupción será tu aliado y la Muerte tu recompensa. Sed santos,
porque Dios, vuestro Creador, es Santo. Ama a tu prójimo como a ti mismo,
porque aquí vive la Santidad de Dios, a cuya Imagen y semejanza habéis sido
creados”.
Difícil
lenguaje de entender para quien tiene un corazón de piedra y un alma corrompida
por el Poder que viene de la espada y del Oro. Pero este es Dios y este es su
Evangelio
C.R.Y&S
| ![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |