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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

EL LIBRO DEL ECLESIASTICO

 

PRIMERA PARTE

NATURALEZA Y PRECEPTOS DE LA SABIDURÍA

SEGUNDA PARTE

LA SABIDURÍA EN LA NATURALEZA Y EN LA HISTORIA DE ISRAEL

 

Prólogo del traductor griego
...Grandes y ricos tesoros de instrucción y sabiduría nos han sido transmitidos en la Ley, en los Profetas y en los otros libros que les siguieron, por los cuales merece Israel grandes alabanzas. Pues no solamente los que pueden leerlos en la lengua original vendrán a ser doctos; pero aun los extraños, deseosos de aprender, saldrán aprovechados para hablar o escribir.
...Mi abuelo Jesús, habiéndose dado mucho a la lección de la Ley, de los Profetas y de los otros libros patrios, y habiendo adquirido en ellos gran competencia, se propuso escribir alguna cosa de instrucción y doctrina para quienes desearan aprenderla y, siguiéndola, aprovechar mucho más, llevando una vida ajustada a la Ley. Os exhorto, pues, a leer esto con benevolencia y aplicación y a tener indulgencia por aquello en que, a pesar del esfuerzo puesto en la traducción, no hemos logrado dar la debida expresión a las palabras, pues las cosas dichas en hebreo no tienen la misma fuerza cuando se traducen a otra lengua.
...No sólo este libro, sino aun la misma Ley y los Profetas y los restantes libros traducidos, difieren no poco comparados con el original.
...Llegado a Egipto el año treinta y ocho del reinado de Evergetes, y habiendo permanecido allí mucho tiempo, hallé una diferencia no pequeña en la doctrina. Y así juzgué necesario poner alguna diligencia y trabajo en traducir este libro. En este intervalo de tiempo trabajé y velé mucho y puse toda mi suficiencia en llevar a buen término la traducción del libro, para utilidad de los que en el destierro quieren aprender y estén dispuestos a ajustar a la Ley sus costumbres.

 

 
PRIMERA PARTE
NATURALEZA Y PRECEPTOS DE LA SABIDURÍA
Capítulo 1
Elogio de la Sabiduría
1
Toda sabiduría viene del Señor, y con Él está siempre.
2
Las arenas del mar, las gotas de la lluvia y los días del pasado, ¿quién podrá contarlos?
3
La altura de los cielos, la anchura de la tierra, la profundidad del abismo y la sabiduría, ¿quién podrá explorarlos?
4
Antes de todo fue creada la sabiduría, y la luz de la inteligencia existe desde la eternidad.
5
La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas, y sus caminos, los mandatos eternos.
6
¿A quién fue dada a conocer la raíz de la sabiduría y quién conoció sus artificios?
7
¿A quién le fue manifestada la ciencia de la sabiduría y quién entendió sus planes?
8
Sólo uno es el sabio y el grandemente terrible, que se sienta sobre su trono.
9
Es el Señor quien la creó y la vio y la distribuyó.
10
La derramó sobre todas sus obras y sobre toda carne, según la medida de su liberalidad, y la otorgó a los que le aman.
 
 
El temor de Dios, principio de la sabiduría
 
11
El temor del Señor es gloria y honor, prudencia y corona de gozo.
12
El temor del Señor regocija el corazón, da prudencia, alegría y longevidad.
13
Al que teme al Señor le irá bien en sus postrimerías, y el día de su fin hallará gracia.
14
El amor del Señor es gloriosa sabiduría; a quienes se presenta les da parte en ella para su contemplación.
15
El principio de la sabiduría es temer a Dios, y se les comunica a los fieles en el seno materno.
16
Y entre los hombres puso fundamento eterno, y será confiada a la progenie de ellos
17
La plenitud de la sabiduría es temer al Señor; embriaga con sus frutos a quien la tiene
18
Llena sus casas de bienes, y de sus frutos hinche sus graneros.
19
El temor del Señor es la corona de la sabiduría y hace florecer la paz y la salud.
20
La una y la otra son don de Dios y el Señor las ve y las distribuye.
21
Como lluvia derrama El la ciencia, el conocimiento y la inteligencia, y levanta la gloria de los que la poseen.
22
La raíz de la sabiduría es temer al Señor; y sus ramas, la longevidad.
23
El temor del Señor aleja los pecados, y quien no teme no podrá justificarse.
24
El violento arrebato no tiene disculpa, la cólera furiosa lleva a la ruina.
25
El hombre magnánimo espera su tiempo, pero al fin se le reparte alegría.
26
Retiene la palabra hasta que llega su tiempo, y los labios de los fieles celebran su prudencia.
27
En los tesoros de la sabiduría hay sabias sentencias, pero la piedad para con Dios es execrable al pecador.
28
¿Deseas la sabiduría? Guarda los mandamientos y el Señor te la otorgará,
29
pues la sabiduría y la disciplina son el temor de Dios; y su complacencia, la fe y la mansedumbre.
30
No seas rebelde al temor de Dios, y no te llegues a El con corazón doble.
31
No seas hipócrita delante de los hombres y pon atención a tus labios.
32
No te engrías, pues caerás y echarás sobre ti la infamia;
33
y el Señor descubrirá tus secretos y te derribará en medio de la asamblea
34
por no haberte dado al temor del Señor y estar tu corazón lleno de engaño.
 


Capítulo 2
Perseverancia en medio de la tentación
1
Hijo mío, si te das al servicio de Dios, prepara tu ánimo a la tentación.
2
Ten recto corazón y muéstrate firme, y no te dejes arrastrar al tiempo de la adversidad.
3
Adhiérete a El y no te separes, para que tengas buen éxito en tus postrimerías.
4
Recibe todo lo que te sobrevenga, y ten buen ánimo en las vicisitudes de tu humillación.
5
Pues el oro se prueba en el fuego, y los hombres gratos a Dios, en el crisol de la humillación.
6
Confíate a El y te acogerá, endereza tus caminos y espera en El.
 
 
Confianza en el Señor
 
7
Los que teméis al Señor esperad en su misericordia y no os descarriéis, pues vendríais a caer.
8
Los que teméis al Señor confiad en El y no quedaréis defraudados de vuestra recompensa.
9
Los que teméis al Señor esperad la dicha, el gozo eterno y la misericordia.
10
Considerad las generaciones antiguas y ved: ¿Quién confió en el Señor que fuese confundido,
11
o quién perseveró en su temor y fue abandonado, o quién le invocó y se sintió defraudado?
12
Porque piadoso y compasivo es el Señor, perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación.
 
 
¡Ay de los cobardes!
 
13
¡Ay de los corazones tímidos y de las manos flojas, y del pecador que va por doble camino!
14
¡Ay del corazón cobarde! Porque no tiene fe, por eso no hallará defensa.
15
¡Ay de vosotros los impacientes!
16
Pues ¿qué haréis cuando el Señor os visite?
17
Los que temen al Señor no desconfiéis de sus palabras; los que le amáis, seguid sus caminos.
18
Los que teméis al Señor procuran agradarle; los que le amáis, complaceos en su Ley.
19
Los que teméis al Señor tienen preparad el corazón y humillaos ante El.
20
Caigamos en las manos del Señor y no en las manos de los hombres;
21
pues cuanta es su grandeza, tanta es su misericordia.
 


Capítulo 3
Deberes para con los padres
1
Escuchad, hijos míos, que soy vuestro padre,
2
y obrad de modo que alcancéis la salud.
3
Pues Dios honra al padre en los hijos y confirma en ellos el juicio de la madre.
4
El que honra al padre expía sus pecados.
5
Y como el que atesora es el que honra a su madre.
6
El que honra a su padre se regocijará en sus hijos y será escuchado en el día de su oración.
7
El que honra a su padre tendrá larga vida. Y el que obedece al Señor es consuelo de su madre.
8
El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a señores a los que le engendraron.
9
De obra y de palabra honra a tu padre,
10
para que venga sobre ti su bendición;
11
porque bendición de padre afianza la casa del hijo, y maldición de madre la destruye desde sus cimientos.
12
No te gloríes con la deshonra de tu padre, que no es gloria tuya su deshonra;
13
porque la gloria del hombre procede de la honra de su padre, y es infamia de los hijos la madre deshonrada.
14
Hijo, acoge a tu padre en su ancianidad y no le des pesares en su vida.
15
Si llega a perder la razón, muéstrate con él indulgente y no le afrentes porque estés tú en la plenitud de tu fuerza; que la piedad con el padre no será echada en olvido.
16
Y en vez del castigo por los pecados tendrás prosperidad.
17
En el día de la tribulación, el Señor se acordará de tí, y como se derrite el hielo en día templado, así se derretirán tus pecados.
18
Como un blasfemo es quien abandona a su padre, y será maldito del Señor quien irrita a su madre.
 
 
Modestia y misericordia
 
19
Hijo mío, pórtate con modestia, y serás amado más que el dadivoso.
20
Cuanto más grande seas, humíllate más, y hallarás gracia ante el Señor;
21
porque grande es el poder del Señor, y es glorificado en los humildes.
22
Lo que está sobre tí no lo busques y lo que está sobre tus fuerzas no lo procures.
23
Ejerce tu espíritu en lo que te ha sido asignado, pues no necesitas de las cosas ocultas.
24
No te obstines en hacer lo que no puedes,
25
pues mucho es ya lo que ante tí está que podrás entender.
26
A muchos extravió su temeridad, y la presunción pervirtió su pensamiento.
27
El que ama el peligro caerá en él, y el corazón duro parará al fin en la desgracia.
28
El corazón duro se verá aplanado, y el obstinado añadirá pecados a pecados.
29
La desgracia del soberbio no tiene remedio, porque arraigó en él la maldad.
30
El corazón del discreto medita sentencias y un oído que escucha es el deseo del sabio.
31
El agua apaga la ardiente llama, y la limosna expía los pecados.
32
El que agradece los beneficios se prepara otros nuevos y en el día de la caída hallará apoyo.
 


Capítulo 4
Deberes para con los pobres
1
Hijo mío, no rehúses el sostén del pobre ni hagas languidecer los ojos necesitados.
2
No causes tristeza al alma hambrienta ni exasperes al hombre en su indigencia.
3
No irrites al corazón ya irritado y no difieras socorrer al menesteroso.
4
No desdeñes al suplicante atribulado y no vuelvas el rostro al pobre.
5
No apartes los ojos del necesitado y no des al hombre ocasión de maldecirte:
6
pues si te maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su oración.
7
Muéstrate afable con la congregación y humilla tu cabeza al potentado.
8
Inclina al pobre tu oído y con mansedumbre respóndele palabras amables.
9
Arranca al oprimido del poder de su opresor y no te acobardes al hacer justicia.
10
Muéstrate padre para los huérfanos, cual marido para la madre de éstos.
11
Y serás como hijo del Altísimo y te amará más que tu madre.
 
 
Las ventajas de la Sabiduría
12
La sabiduría exalta a sus hijos y acoge a los que la buscan.
13
El que la ama, ama la vida, y los que madrugan para salir a su encuentro, serán llenos de alegría.
14
El que la abraza heredará la gloria, y por donde vaya le bendecirá el Señor.
15
Los que la sirven, sirven al Santo, y el Señor ama a los que la aman.
16
El que la escucha juzgará a las naciones, y el que se allega a ella habitará confiado.
17
Si te confías a ella, la tendrás por heredad, y tus descendientes la poseerán;
18
pues caminará con él de través y estará con él entre los primeros
19
Traerá sobre él el miedo y el temor, en su infancia le azotará hasta que se le confíe y le pruebe en sus preceptos.
20
Pero de nuevo se volverá a él y le alegrará.
21
Y le revelará sus secretos.
22
Mas si se extraviase, le abandonará y le entregará a la ruina.
 
 
La buena y la mala confusión
 
23
Espera tu tiempo y guárdate del mal.
24
Y no tendrás que avergonzarte de tí mismo.
25
Pues hay una vergüenza que eleva al pecado y una vergüenza que es gloria y gracia.
26
No tengas respetos que sean en perjuicio de tu alma.
27
Y no te avergüences en perjuicio tuyo.
28
No retengas la palabra salvadora y no ocultes tu sabiduría;
29
pues en el hablar se da a conocer la sabiduría, y la doctrina en las palabras de la lengua.
30
No contradigas a la verdad, pero avergüénzate en tu falta de instrucción.
31
No te avergüences de confesar tus pecados, y no nades contra la corriente.
32
No te sometas al hombre necio y no tengas acepción por la persona del poderoso.
33
Lucha por la verdad hasta la muerte, y el Señor Dios combatirá por tí.
34
No seas áspero en tu lengua ni remiso ni perezoso en tus obras.
35
No seas como león en tu casa ni te muestres caprichoso con tus servidores.
36
No sea tu mano abierta para recibir ni cerrada para dar.
 


Capítulo 5
La falsa seguridad
1
No te apoyes sobre las riquezas y no digas: “Me basto a mí mismo.”
2
No te apoyes en tí mismo y en tu fuerza para vivir según los deseos de tu corazón.
3
No digas: “¿Quién me dominará?”. Porque sin duda te castigará el Señor.
4
No digas: “He pecado, ¿y qué me ha sucedido?”. Porque el Señor es paciente.
5
Aun del pecado expiado no vivas sin temor, y no añadas pecados a pecados.
6
Y no digas: “Grande es su misericordia; El perdonará mis muchos pecados.”
7
Porque en El hay misericordia y cólera y sobre los pecadores desahogará su furor.
8
No difieras convertirte al Señor y no lo dejes de un día para otro;
9
porque de repente se desfoga su ira, y en el día de la venganza perecerás.
10
No te apoyes en las riquezas mal adquiridas, porque nada te aprovecharán en el día de la ira.
 
 
Moderación de la lengua
 
11
No te dejes llevar de todo viento y no camines por una senda cualquiera, que así es como obra el pecador de doble corazón.
12
Sé firme en tus juicios y no tengas más que una palabra.
13
Sé pronto para oír y lento para responder.
14
Si tienes que responder, responde; si no, pon la mano a la boca.
15
En el hablar está la gloria o la deshonra, y la lengua del hombre es su ruina.
16
Que nadie te llame chismoso y no tiendas lazos con tu lengua,
17
porque sobre el ladrón vendrá la confusión, y la condenación sobre el de corazón doble.
18
No ofendas a nadie ni en mucho ni en poco.
 


Capítulo 6
1
Y no te hagas enemigo para con el amigo, porque mala fama trae como herencia vergüenza y oprobio; tal es lo que le espera al pecador de doble lengua.
 
 
El orgullo
 
2
No te engrías en en el consejo de tu alma, no sea que te destroce como toro.
3
Si devores las hojas para echar a perder tus frutos, pues te quedarás como leño seco.
4
El alma perversa se pierde a sí misma y será el ludibrio de sus enemigos.
5

La palabra suave multiplica los amigos, la lengua bien hablada es rica en afabilidad.

 
 
Los amigos
 
6
Si tuvieres muchos amigos, uno entre mil sea tu consejero.
7
Si tienes un amigo, pónle a prueba y no te confíes a él tan fácilmente;
8
porque hay amigos de ocasión, que no son fieles en el día de la tribulación.
9
Hay amigo que se torna en enemigo y que descubrirá tu querella ignomisiosa.
10
Hay amigos que sólo son compañeros de mesa, y no te serán fieles en el día de la tribulación.
11
En tus días felices será otro tú y hablará afablemente de los tuyos;
12
pero si te viere humillado, se volverá contra tí y te ocultará su rostro.
13
Apártate de tus enemigos y guárdate de tus amigos.
14
Un amigo fiel es poderoso protector; el que le encuentra halla un tesoro.
15
Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable.
16
Un amigo fiel es remedio saludable; los que temen al Señor lo encontrarán.
17

El que teme al Señor es fiel a la amistad, y como fiel es él, así lo será su amigo.

 
 
Ventajas de la sabiduría
 
18
Hijo mío, desde tu mocedad date a la doctrina, y hasta tu ancianidad hallarás sabiduría.
19
Allégate a ella como ara y siembra el labrador, y espera buenos frutos;
20
porque el trabajo te fatigará un poco, pero pronto comerás de sus frutos.
21
Es muy duro para los indisciplinados, y el insensato no permanecerá en él.
22
Pesará sobre él como pesada piedra de prueba, y no tardará en arrojarla de sí.
23
Porque la sabiduría es conforme a su nombre y no se manifiesta a muchos.
24
Escucha, hijo mío, y recibe mis avisos y no rehúyas mis consejos.
25
Da tus pies a sus cepos, y tu cuello a su argolla;
26
Dale tu hombro y no te molesten sus ataduras.
27
Allégate a ella con toda tu alma, y con todas tus fuerzas sigue sus caminos.
28
Sigue su rastro, búscala y se te dará a conocer, y una vez apresada no la sueltes;
29
porque al fin hallarás en ella tu descanso y gozo.
30
Y serán para tí sus cepos defensa poderosa, y su argolla túnica de gloria.
31
Su yugo es ornamento de oro, y sus ataduras son cordón de jacinto.
32
Te la vestirás como túnica de gloria y te la ceñirás como corona de exaltación.
33
Si quisieres, hijo mío, adquirir la doctrina, y si te entregas a ella, serás avisado.
34
Si con gusto la oyes, la tendrás; si inclinas a ella tu oído, serás sabio.
35
Busca la compañía de los ancianos, y si hallas algún sabio, allégate a él. Toda conversación acerca de Dios escúchala con gusto y no rehúyas las sentencias de la sabiduría.
36
Si ves hombre discreto, apresúrate a unirte a él, y frecuenten tus pies la escalera de su puerta.
37
Medita en los preceptos del Señor y ejercítate siempre en sus mandatos; El confirmará tu corazón y te dará la sabiduría a tu deseo.
 


Capítulo 7
Sentencias varias
1
No hagas el mal y no te alcanzará lo malo
2
Apártate del injusto y se alejará de tí.
3
Hijo, no siembres en surcos de injusticia y no la cosecharás al séptuplo.
4
No pidas al Señor un puesto de gobierno, ni al rey una silla de honor.
5
No te justifiques ante el Señor y no alardees de sabio ante el rey.
6
No busques ser hecho juez, no sea que no tengas fuerzas para reprimir la iniquidad, no sea que te acobardes en presencia del poderoso y tropiece en él tu rectitud.
7
No te hagas culpable frente a la muchedumbre de la ciudad ni te degrades ante el pueblo.
8
No te ates dos veces con el pecado, porque ya de la primera vez no saldrás impune.
9
No seas impaciente en tu oración
10
ni tardo en hacer limosna.
11
No digas: “Dios mirará mis muchas ofrendas, y cuando yo ofrezca sacrificios al Dios altísimo, El los aceptará.”
12
No te burles del afligido, porque hay uno que humilla y ensalza.
13
No levantes falso testimonio a tu hermano, ni lo hagas tampoco a tu amigo.
14
Guárdate de mentir y de añadir mentiras a mentiras, que eso no acaba en bien,
15
No seas hablador en asamblea de ancianos ni multipliques en tu oración las palabras.
16
No aborrezcas la labor por trabajosa ni la agricultura, que es cosa del Altísimo.
17
No te juntes con pecadores.
18
Acuérdate de que la cólera no tarda.
19
Humilla mucho tu alma, porque el castigo del impío será el fuego y el gusano.
 
 
La vida familiar
 
20
No cambies un amigo por dinero, ni un hermano querido por el oro de Ofir.
21
No te apartes de la mujer discreta y buena, porque vale su gracia más que el oro.
22
No maltrates al criado que trabaja de verdad ni al jornalero que se entrega servicialmente.
23
Ama al siervo inteligente, no le niegues la libertad.
24
¿Tienes rebaños? Cuida de ellos. Pues te son útiles, guárdalos.
25
¿Tienes hijos? Instrúyelos, doblega desde la juventud su cuello.
26
¿Tienes hijas? Vela por sus cuerpos y no les muestres un rostro demasiado jovial.
27
Casa a tu hija y habrás hecho un gran bien dándole un marido sensato.
28
¿Tienes mujer según tu corazón? No la repudies dándote a una odiosa rival.
29
De todo corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre.
30
Acuérdate de que les debes la vida. ¿Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti?
 
 
Honor al sacerdote
 
31
Con toda tu alma honra al Señor y reverencia a los sacerdotes.
32
Con todas tus fuerzas ama a tu Hacedor y no abandones a sus ministros.
33
Teme al Señor y honra al sacerdote.
34
Y dale la porción que te está mandada; las primicias y la ofrenda por el pecado.
35
La espalda reservada, el sacrificio expiatorio y las primicias consagradas.
36
Alarga al pobre tu mano, para que seas cumplidamente bendecido.
37
Haz gracia ante todo viviente, y al muerto no le niegues tu benevolencia.
38
No te muestres remiso con los que lloran, sino que haz duelo con los afligidos.
39
No seas perezoso en visitar a los enfermos, pues serás amado de ellos.
40
En todas tus obras acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás.
 


Capítulo 8
Normas de buena sociedad
1
No disputes con poderoso, no vayas a caer en sus manos.
2
No contiendas con rico, no eche sobre tí todo su peso;
3
que el oro perdió a muchos y pervirtió el corazón de los reyes.
4
No disputes con hombre lenguaraz, que sería amontonar leña sobre el fuego.
5
No bromees con indisciplinado, no maldiga a tus progenitores.
6
No ultrajes a quien se aparta del pecado; ten en cuenta que todos somos reos de castigo.
7
No deshonres al hombre en su senectud, porque también nosotros nos haremos viejos.
8
No te alegres de la muerte de uno; acuérdate de que todos moriremos.
9
No desprecies los discursos de los sabios y sigue sus máximas,
10
porque de ellos aprenderás la doctrina y a servir bien a los grandes.
11
No desprecies las sentencias de los ancianos, que de sus antepasados las aprendieron ellos;
12
porque así aprenderás doctrina y sabrás responder al tiempo oportuno.
13
No atices los carbones del pecador, no sea que te abrases en el fuego de su lengua.
14
No te enfrentes con el insolente, para que no se te ponga como una emboscada en tu boca.
15
No prestes a quien puede más que tú, y si le prestas, dalo por perdido.
16
No prestes fianzas sobre tus facultades, y si diste fianza, piensa cómo pagar.
17
No tengas litigios con el juez, porque por su dignidad juzgará a favor suyo.
18
No vayas de camino con el temerario, no pesen sus temeridades sobre tí, pues él hará según su capricho, y por su imprudencia perecerías con él.
19
No te pelees con el iracundo y no atravieses con él el desierto, porque nada es la sangre a sus ojos y te derribará donde no tengas quién te socorra.
20
Con el necio no tengas consejo, porque no podrá callar lo que hayas dicho.
21
Ante un extraño no hagas cosa que quieras secreta, porque no sabes lo que dará de sí.
22
No descubras a cualquiera tu corazón, no te arrebate tu bien.
 


Capítulo 9
El trato con las mujeres
1
No seas celoso de tu mujer, no la vayas a maliciar en daño tuyo,
2
No te dejes dominar de tu mujer, no se alce sobre tí.
3
Huye de la cortesana, no caigas en sus lazos.
4
No te entretengas con la cantadora, no sea que te enrede en sus artimañas.
5
No fijes tu atención en doncella, no vayas a incurrir en castigo por su menoscabo.
6
No te entregues a las meretrices, no vengan a perder tu hacienda.
7
No pasees tus ojos por las calles de la ciudad ni andes rondando por sitios solitarios.
8
Aparta tus ojos de la mujer muy compuesta y no fijes la vista en la hermosura ajena.
9
Por la hermosura de la mujer muchos se extraviaron, y con eso se enciende como fuego la pasión.
10
No te sientes nunca junto a mujer casada ni te recuestes con ella a la mesa.
11
Ni bebas con ella vino en los banquetes, no se incline hacia ella tu corazón y seas arrastrado a la perdición.
 
 
El trato con los hombres
 
12
No abandones al amigo antiguo, que el nuevo no valdrá lo que él.
13
Vino nuevo el amigo nuevo; cuando envejece es cuando se bebe con placer.
14
No envidies la gloria del pecador, porque no sabes cuál será su suerte.
15
No te complazcas en el aplauso de los impíos; acuérdate que ya antes del hades no quedarán impunes.
16
Aléjate del hombre que tiene poder para matar, y no tendrás que temer la muerte.
17
Si te acercas a él, no cometas falta alguna, no vaya a quitarte la vida.
18
Considera que caminas en medio de lazos y que te paseas en medio de redes.
19
Trata de conocer a tus prójimos cuanto te sea posible y aconséjate de los sabios
20
Los justos sean tus comensales y no te gloríes sino en el temor del Señor.
21
Sea con los discretos tu trato, tu conversación toda según la ley del Altísimo.
22
La mano del artífice se alaba por su obra, y la sabiduría del príncipe del pueblo por su palabra.
23
Terrible es en la ciudad el hombre lenguaraz, y el precipitado en hablar se hará aborrecer.
 


Capítulo 10
Los gobernantes
1
El juez sabio instruye a su pueblo, y el gobierno del discreto es ordenado.
2
Según el juez del pueblo, así son sus ministros, y según el que regidor de la ciudad, así sus moradores.
3
El rey ignorante pierde a su pueblo, y la ciudad prospera por la sensatez de sus príncipes.
4
En manos del Señor está el señorío de la tierra, y a su tiempo hace surgir al que le conviene.
5
En la mano del Señor está la fortuna del hombre; es El quien hace brillar el rostro del escriba.
 
 
El orgullo
 
6
No guardes rencor al prójimo por injusticia alguna, ni hagas nada con orgullo.
7
La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, y contra ambos peca quien comete injusticia.
8
El imperio pasa de unas naciones a otras por las injusticias, la ambición y la avaricia.
9
¿De qué te ensoberbeces, polvo y ceniza? Ya en vida vomitas las entrañas.
10
Nada más inicuo que el ávaro, pues es capaz de venderse a sí mismo.
11
Una ligera enfermedad, el médico sonríe;
12
pero hoy rey, mañana muerto.
13
Al morir el hombre, su herencia serán las sabandijas, las fieras y los gusanos.
14
El principio de la soberbia es apartarse de Dios y alejar de su Hacedor su corazón.
15
Porque el pecado es el principio de la soberbia, y el que se entrega a ella esparce abominación.
16
Por esto el Señor manda tremendos castigos y los extermina de raíz.
17
Los tronos de los príncipes derriba el Señor, y en su lugar asienta a los mansos.
18
El Señor arranca de raíz a los soberbios, y planta en su lugar a los humildes.
19
Las tierras de las naciones destruye el Señor y las arrasa hasta los cimientos.
20
Ya ha destruido y desarraigado algunas y borró de la tierra su memoria.
21
No es propio de hombres la soberbia,
22
ni la cólera furiosa de los nacidos de mujer.
 
 
La verdadera gloria
 
23
¿Cuál es la progenie honrada? La progenie humana. ¿Cuál es la progenie honrada? La de los que temen al Señor. ¿Cuál es la progenie infame? La progenie humana. ¿Cuál es la progenie infame? La de los que quebrantan los preceptos.
24
Entre sus hermanos es honrado el jefe, pero los que temen al Señor son más que él.
25
Rico, noble o pobre, su gloria estará en el temor del Señor.
26
No es justo afrentar al pobre discreto ni conviene honrar al hombre pecador.
27
El grande, el juez y el poderoso son glorificados, pero ninguno de éstos es mayor que el que teme al Señor.
28
Al siervo sabio le servirán los libres, y el varón docto no se queja.
29
No alardees de sabio al hacer tus obras y no te gloríes al tiempo de la angustia.
30
Mejor es quien trabaja y abunda en bienes que el pretencioso que carece de pan.
31
Hijo mío, honra tu alma con la modestia y dale el honor de que es digna.
32
¿Quién justificará al que peca contra su alma y quién honrará al que a sí mismo se deshonra?
33
Hay pobres que son honrados por su prudencia y hay quien sólo es honrado por su riqueza.
34
Y quien es honrado en la pobreza, ¡cuánto más lo será en la riqueza! Y el que es deshonrado en la riqueza, ¡cuánto más lo será en la pobreza!
 


 

 

C.R.Y&S