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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

Sapienciales

EL LIBRO DEL ECLESIASTICO

11-20

 

Capítulo 11
1
La sabiduría yergue la cabeza del humilde y le da asiento en medio de los magnates.
 
 
El juicio según las apariencias
 
2
No alabes al hermoso por su hermosura ni afrentes al feo por su fealdad.
3
Pequeña entre los volátiles es la abeja, pero el fruto de su labor es riquísimo.
4
No escarnezcas al que está vestido de harapos ni afrentes al que pasa un día desgraciado, porque las obras del Señor son admirables y secreto su modo de actuar con los hombres.
5
Muchos príncipes acabaron por sentarse en el suelo, y quien menos se pensaba se ciñó la corona.
6
Muchos potentados fueron muy afrentados, y asimismo gentes ilustres fueron entregados en manos de otros.
7
Antes de informarte no reprendas; explora primero y luego corrige. Antes de oír no respondas, y no interrumpas el discurso ajeno.
 
 
Moderación de los negocios
 
8 No contiendas en lo que no te importa ni te mezcles en pleito de pecadores.
9
Hijo mío, no te metas en muchos asuntos, pues si los multiplicas no quedarás impune.
10
Y si los persigues, no les darás alcance, y, aunque huyeres, no escaparás.
11
Hay quien trabaja, se fatiga y se apresura, y, con todo, queda más atrás.
12
Hay quien es débil y sin salud, que está falto de fuerzas y abunda en pobreza.
13
Pero los ojos del Señor lo contemplan para bien, y lo levanta de su humillación.
 
 
De Dios viene la riqueza y la pobreza
 
14
Los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza, vienen del Señor.
15
Del Señor vienen la sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley; el amor y los caminos de bien obrar vienen de El.
16
El error y las tinieblas son obras de los pecadores; los que en el mal se complacen, en el mal envejecen.
17
El don de Dios a los piadosos es permanente, y su benevolencia asegura para siempre su prosperidad.
18
Hay quien se enriquece a fuerza de afán y de ahorro, y con esto ya se cree recompensado;
19
y se dice: “Hallé el reposo, ahora voy a comerme lo mío.”
20
Pero no sabe qué tiempo le queda y si morirá dejando a otros lo suyo.
21
Sé constante en tu oficio y vive en él y envejece en tu profesión.
22
No admires las obras del pecador; confía en el Señor y persevera en tu trabajo.
23
Porque fácil cosa es al Señor enriquecer al pobre en un instante.
24
La bendición del Señor es la recompensa del piadoso; en un instante hace florecer su bendición.
25
No digas: ¿Qué necesito y qué necesidad tengo ya de nada?
26
No digas: Tengo bastante, y ¿qué calamidad podrá venir sobre mí?
27
La dicha presente hace olvidar la desdicha, y la presente desventura hace olvidar la ventura.
28
Porque es fácil al Señor, en el día de la muerte, retribuir al hombre según sus caminos.
29
La aflicción de una hora hace olvidar el placer, y el fin del hombre descubre lo que él es.
30
Antes de la muerte no alabes a nadie, que sólo al fin se conoce quién es cada uno.
 
 
La hospitalidad
 
31
No introduzcas a cualquiera en tu casa, porque son muchas las intrigas del astuto.
32
Como reclamo de perdiz en su jaula es el corazón del soberbio, y como lobo que acecha la presa;
33
pues pagando el bien con mal, pone asechanzas, y a las cosas mejores les pone tacha.
34
Una chispa enciende las brasas, y el malvado acecha la sangre.
35
Guárdate del malvado, porque maquina maldades, no sea que te eche una mancha imborrable.
36
Mete en tu casa al forastero y te descompondrá con tumultos, y te enajenará el ánimo de los tuyos.
 


Capítulo 12
Beneficencia hacia el bueno
1
Si obras el bien, mira a quién lo haces, y tendrás recompensa en tus bienes.
2
Haz bien al piadoso y encontrarás correspondencia; si no de él, a lo menos del Altísimo.
3
No será dichoso el que alienta al impío, y no hace con ello cosa buena.
4
Da al piadoso y no socorras al pecador.
5
Haz bien al humilde y no des el impío.
6
Porque el Altísimo aborrece a los pecadores, y a los impíos les hará experimentar su venganza.
7
No des armas al impío, no te haga con ellas la guerra; hallarás al tiempo de tu necesidad males duplicados por los bienes que le hubieres hecho.
 
 
Desconfianza del enemigo
 
8
No es en la prosperidad cuando se conoce al amigo, ni en la desgracia cuando se oculta el enemigo.
9
En la dicha, hasta el enemigo es amigo; en la desgracia, hasta el amigo se retira.
10
No te fíes jamás de tu enemigo, pues como el ácido que destruye el hierro, así es su maldad.
11
Aunque se humille y ande cabizcajo, ponte sobre aviso y guárdate de él. Haz con él como quien pule un espejo, y que la herrumbre no resiste hasta el fin.
12
No le pongas junto a ti, no te derribe y ocupe tu puesto. No le sientes a tu derecha, no sea que te quite tu silla y al fin reconozcas la verdad de mis palabras y te compunjas al recordar mis advertencias,
13
¿Quién se compadecerá del encantador a quien muerde la serpiente y del que anda con fieras? Así del que busca la compañía del pecador y se mezcla en sus pecados.
14
Mientras estés en pie, no se descubre; pero si titubeas no se contiene.
15
El enemigo no tiene más que dulzura en sus labios, pero en su corazón medita cómo echarte en la fosa.
16
Derramarán lágrimas sus ojos, pero, si hallare oportunidad, no se hartará de sangre.
17
Si la desgracia te alcanza, lo encontrarás delante de ti.
18
Y fingiendo socorrerte, te echará la zancadilla
19
Moverá la cabeza y batirá palmas, y murmurando mudará muchas veces el semblante.
 


Capítulo 13
Elección de las amistades
1
El que con pez anda se mancha, y el que trata con soberbios se hace semejante a ellos.
2
No tomes sobre ti peso superior a tus fuerzas ni trates con los que son más poderosos y ricos que tú.
3
¿Qué le dará el caldero a la olla? Chocar con ella y quebrarla.
4
El rico hace injusticias y se gloría de ello; el pobre recibe una injusticia y pide excusa.
5
Mientras le seas útil se servirá de tí; cuando no valgas nada, te abandonará.
6
Si tienes bienes, vivirá contigo, pero te empobrecerá sin dolerse.
7
Si le eres necesario, te adulará, te sonreirá y te dará esperanzas, te hablará bellas palabras y te dirá: “¿Qué quieres?”
8
Te confundirá con sus festines hasta despojarte por dos y tres veces, y al fin se burlará de tí. Después de esto, al verte, pasará de largo, moviendo la cabeza sobre tí.
9
Mira no te engañen y te derribe tu necedad.
10
Si un poderoso te llama a sí, aléjate, y con mayor insistencia serás llamado.
11
No te acerques tú, no seas rechazado; pero no estés demasiado lejos, para no ser olvidado.
12
No te aventures a intimar con él y no des fé a sus muchas palabras, porque con su mucha charla te pondrá a prueba y sonriendo te sonsacará.
13
Es un infame quien falta a su palabra y sin miramientos forja enredos.
14
Estáte atento y guárdate mucho, porque la desgracia te ronda.
15
Todo animal ama a su semejante, y el hombre a su prójimo.
16
Toda carne se une a los de su especie, y el hombre a su semejante.
17
¿Para qué unir el lobo con el cordero? Pues lo mismo es unir al pecador con el piadoso.
¿Qué paz puede haber entre hiena y perro? Pues así entre el rico y el pobre.
18
El asno salvaje es presa del león en el desierto; así también los pobres son pasto de los ricos.
19
Abominable es para el soberbio la humildad, lo mismo que el pobre para el rico.
20
El rico, si vacila, es sostenido por los amigos; pero el pobre, si cae, es rechazado aun por los amigos.
21
Si tropieza el rico muchos le reciben, y aunque diga despropósitos, lo justifican
22
Pero si resbala el pobre, se le reprocha, y si proclama cosas razonables, no hay lugar para él.
23
Habla el rico, y todos callan y ponen por las nubes su discreción.
24
Pero habla el pobre y dicen: ¿Quién es éste? Y si se propasa, todos se le echan encima.
 
Uso de la riqueza
 
25
Buena es la riqueza en la que no hay pecado, y mala es la pobreza en las bocas de los impíos.
26
El corazón del hombre se refleja en su rostro, ya para bien, ya para mal.
27
Rostro alegre es señal de corazón satisfecho; rostro triste, de preocupación y afán.
 


Capítulo 14
1
Dichoso el varón que no peca con su boca y no siente el remordimiento del pecado.
2
Dichoso aquel a quien no condena su corazón; no verá defraudada su esperanza.
3
El hombre tacaño, ¿para qué quiere la riqueza? y al avaro, ¿de qué le sirve el oro?
4
El que se impone privaciones amontona para otros, y con sus bienes otros se darán buena vida.
5
El que para sí mismo es malo, ¿para quién será bueno? Ni él disfruta de sus tesoros.
6
No hay peor hombre que el que se denigra a sí mismo, y éste es el salario de su iniquidad.
7
Si hace algún bien, es sin darse cuenta, y al fin viene a descubrir su maldad.
8
Es malo el de ojos envidiosos, el que vuelve su rostro y desprecia a las personas.
9
El ojo del codicioso no se sacia con su parte, y la iniquidad deseca el alma.
10
El ojo malvado es envidioso de pan, y hay penuria en su mesa.
11
Hijo mío, según tus facultades, hazte bien a tí mismo y ofrece al Señor ofrendas dignas.
12
Acuérdate de que la muerte no tarda y que la decisión del hades no se te ha manifestado.
13
Antes de tu muerte haz bien al enemigo, y según tus posibilidades extiende tu mano y dale.
14
No te prives del bien del día y no dejes pasar la parte de goce que te toca.
15
¿No vas a dejar a otro tu fortuna y tu hacienda no va a ser distribuida a suerte?
16
Da y toma, y satisface tus deseos,
17
que en el hades no hay que buscar placer.
18
Como vestido se envejece toda carne porque ésta es la ley desde el principio: que has de morir.
19
Como las hojas verdes de un árbol frondoso, que unas caen y otras brotan, así es la generación de la carne y de la sangre: unos mueren y otros nacen,
20
Toda obra corruptible perece, y el que la realiza se va tras ella.
 
 
Ventajas de la sabiduría
 
21
Dichoso el hombre que medita la sabiduría y atiende a la inteligencia.
22
Que estudia en su corazón sus caminos e investiga sus secretos. Sal en pos de ella como siguiéndole los pasos y ponte al acecho en sus caminos.
23
Mira por sus ventanas y escucha a sus puertas;
24
vigila cerca de su casa, y en sus muros fija las cuerdas de su tienda; planta su tabernáculo junto a ella y habita en su buena morada;
25
pone sus hijuelos entre su follaje y mora bajo sus ramas.
26
Se protege allí, a su sombra, del calor y termina en su gloria.
 


Capítulo 15
1
Así hará quien teme al Señor, y quien se adhiere a la Ley logrará la sabiduría.
2
Como madre le saldrá al encuentro y como esposa virginal le acogerá.
3
Le alimentará con el pan de la inteligencia y le dará a beber el agua de la sabiduría.
4
En ella se apoyará y no vacilará, a ella se adherirá y no será confundido.
5
Le levantará por encima de sus compañeros, en la asamblea le abrirá la boca.
6
Hallará en ella gozo y corona de alegría, recibirá en herencia nombre eterno.
7
Los insensatos no la logran, ni la verán los pecadores.
8
Se aleja de la soberbia y los mendaces no se acuerdan de ella.
9
No puede alabarla el malvado, porque Dios no le dio parte en ella;
10
porque la alabanza ha de estar en la boca del sabio, y el que la posee será maestro en ella.
 
 
El pecado no viene de Dios
 
11
No digas: “Mi pecado viene de Dios,” que no hace El lo que detesta.
12
No digas que El te ha seducido, pues no necesita de hombres malos.
13
El Señor aborrece toda abominación y evita que en ella incurran los que le temen.
14
Dios hizo al hombre desde el principio y le dejó en manos de su albedrío.
15
Si tú quieres, puedes guardar sus mandamientos, y es de sabios hacer su voluntad.
16
Ante tí puso el fuego y el agua; a lo que tú quieras tenderás la mano.
17
Ante el nombre están la vida y la muerte; lo que cada uno quiere le será dado.
18
Porque grande es la sabiduría del Señor; es fuerte, poderoso y todo lo ve.
19
Sus ojos se posan sobre los que le temen y conoce todas las obras del hombre.
20
Pues a nadie ha mandado ser impío ni le ha dado permiso para pecar.
 


Capítulo 16
Dios es justo
1
No desees tener muchos hijos inútiles, ni te complazcas en hijos impíos. Por muchos que tengas, no te alegres de ellos si no tienen el temor del Señor.
2
No confíes en la vida de ellos ni tengas esperanza en su destino.
3
Porque más vale uno que mil.
4
Y más morir sin hijos que tenerlos impíos.
5
Porque por un solo sensato prospera una ciudad, y una tribu de inicuos la devasta.
6
Mucho de esto he visto con mis ojos, y aun cosas más graves oyeron mis oídos.
7
En la asamblea de los pecadores se encenderá el fuego y en la nación rebelde se inflama la ira.
8
No perdonó a los antiguos gigantes, que, confiados en su fuerza, se rebelaron;
9
ni perdonó a los vecinos de Lot, quienes se hicieron abominables por su orgullo.
10
No se compadeció del pueblo destinado a la ruina, de los que por sus pecados fueron exterminados.
11
Ni de los seiscientos mil infantes que se dejaron llevar de su corazón rebelde. Uno solo que endurezca su cerviz, será maravilla si queda impune;
12
porque hay en El misericordia y cólera; es poderoso en perdonar y derramar su ira.
13
Como es grande su misericordia, así es severo su castigo; juzgará al hombre según sus obras.
14
No escapará el pecador con sus rapiñas, ni se frustrará la paciencia del piadoso.
15
Recompensa a todos los misericordiosos, y cada uno recibirá según sus obras.
 
 
De Dios nadie se esconde
 
16
No digas: “Me esconderé del Señor; allá en las alturas, ¿quién se acordará de mí?
17
En muchedumbre no seré reconocido; ¿qué soy en la creación inmensa?
18
He aquí que el cielo y los cielos de los cielos es de Dios; el abismo y la tierra se agitan ante su visita.
19
Igualmente los montes y los fundamentos de la tierra se estremecen cuando los mira.
20
Y en ellos no se para mientes.
21
¿Quién se interesa en sus caminos? Y la tempestad ninguno la ve.
22
La mayor parte de sus obras están ocultas. Las obras de justicia ¿quién las anunciará? ¿Quién aguantará? Porque la decisión está lejos.
23
Esto piensa el falto de cordura, porque el insensato y el exctraviado piensan locuras.
 
 
Dios, creador de todo
 
24
Óyeme, hijo mío, y aprende sabiduría, y pon dentro de tu corazón mis palabras.
25
Con comedimiento expondré la instrucción, y con cuidado proclamaré la doctrina.
26
Cuando al principio el Señor creó sus obras, las distribuyó por partes desde el comienzo.
27
Las ordenó para siempre y les asignó su oficio según su naturaleza. No pasan hambre ni se fatigan y no interrumpen su trabajo.
28
Ninguno molesta al otro
29
Y jamás desobedecerán sus mandatos.
30
Después de esto miró el Señor a la tierra y la llenó de sus bienes.
31
Cubrió la superficie de la tierra de animales de toda especie, que a ella han de volver.
 


Capítulo 17
Dios, Creador del Hombre
1
El Señor formó al hombre de la tierra.
2
Y de nuevo le hará volver a ella.
3
Le señaló un número contado de días y le dio el dominio sobre ella. Le vistió de la fortaleza a él conveniente y le hizo según su propia imagen.
4
Infundió el temor de él en toda carne y sometió a su imperio las bestias y las aves.
5
Le dio capacidad de elección, lengua, ojos y oídos y un corazón para entender.
6
Llenóle de ciencia e inteligencia y le dio a conocer el bien y el mal.
7
Iluminó sus corazones para mostrarles la grandeza de sus obras,
8
Para que alabara su nombre santo y pregonara la grandeza de sus obras.
9
Y añadióle ciencia, dándole en posesión una Ley de vida.
10
Estableció con ellos un pacto eterno y les enseñó sus juicios.
11
Contemplaron sus ojos la grandeza de su gloria, y sus oídos oyeron su gloria de su voz, y les dijo: “Guardaos de toda iniquidad.”
12
Y les dio mandatos acerca de su prójimo.
13
El mira siempre sus caminos y nada se esconde a sus ojos.
14
Dio a cada nación su jefe;
15
pero Israel es la porción del Señor.
16
Todas sus obras están ante El como está el sol, y sus ojos están de continuo sobre sus caminos
17
Sus injusticias no se le ocultan, y todos sus pecados están delante del Señor.
18
La limosna del hombre es como sello ante El, y tiene cuenta del beneficio hecho al hombre como de la propia pupila.
19
Luego se alzará para darle su recompensa, y echará sobre la cabeza de cada uno el pago de sus obras.
20
Sin embargo, perdona a los que se arrepienten y consuela a los que pierden la esperanza.
21
Vuélvete al Señor y deja los pecados.
22
Suplícale y enmienda las ofensas.
23
Conviértete al Altísimo y apártate de la iniquidad, y aborrece de corazón todo lo abominable. En el hades, ¿quién alabará al Altísimo
24
por los vivos que le tributan alabanzas?
25
El muerto, como el que no existe, ya no alaba;
26
el vivo y el sano, ése alabará al Señor.
27
¡Cuán grande es la misericordia del Señor y su piedad para los que se vuelven a El!
28
Pues no es posible que todas las cosas estén en los hombres, porque el hijo del hombre no es inmortal.
29
¿Qué más refulgente que el sol? Con todo, se eclipsa. La carne y la sangra sólo traman lo malo.
30
El sol preside al ejército de los altos cielos, pero el hombre es polvo y ceniza.
 


Capítulo 18
1
El que vive eternamente creó juntamente todas las cosas. Sólo el Señor es justo.
2
A nadie le es dado anunciar sus obras.
3
¿Quién investigará sus grandezas?
4
El poder de su majestad, ¿quién podrá calcular? ¿Y quién podrá narrar sus misericordias?
5
Nada hay que quitar a su obra, nada que añadir, y nadie es capaz de investigar las maravillas del Señor.
6
Cuando el hombre cree acabar, entonces comienza, y cuando se detiene se ve perplejo.
7
¿Qué es el hombre y de qué sirve? ¿Qué tiene de bueno y qué de malo?
8
El número de los días del hombre, a más tirar, son cien años; como una gota de agua en el mar, como un grano de arena, así son sus pocos años a la luz del día de la eternidad.
9
Por eso el Señor es magnánimo con ellos y derrama sobre ellos su misericordia.
10
Ve y conoce que su fin es desventurado.
11
y por eso multiplica sus piedades.
12
La misericordia del hombre es para con su prójimo; la del Señor, para con toda carne.
13
Arguye, instruye y enseña, y reduce como pastor a su rebaño.
14
Tiene piedad de quien recibe su enseñanza, de quien es diligente en cumplir sus preceptos.
 
 
La buena conversación
 
15
Hijo mío, tus beneficios no los acompañes de reproches, ni tus obsequios de palabras amargas.
16
El rocío refresca los ardores del sol, y así la buena palabra es mejor que el don.
17
Una buena palabra es mejor que un obsequio, pero el hombre benéfico une la una al otro.
18
El necio hace groseros reproches, y el don del envidioso hace mal a los ojos.
19
Antes de hablar, aprende, y antes de la enfermedad, cuídate.
20
Antes del juicio examínate a tí mismo, y en la hora de la visitación hallarás piedad.
21
Antes de enfermar, humíllate, y si pecas, conviértete.
22
No dejes de cumplir a su tiempo tus votos, no aguardes a la muerte para ello.
23
Antes de hacer un voto, míralo bien, no seas como quien tienta al Señor.
24
Acuérdate de la cólera del día postrero, del día de la venganza, cuando Dios aparta su rostro
25
Al tiempo de la abundancia acuérdate del hambre, de la pobreza y de la necesidad en los días de la riqueza.
26
Como cambia el tiempo desde el amanecer hasta la tarde, así todo pasa rápidamente ante el Señor.
27
El hombre sabio en todas las cosas está prevenido, y en los días de pecado se guarda de las faltas.
28
Del sensato es aprender sabiduría y alabar a quien la halla.
29
Los prudentes en palabras se hacen sabios y derraman como lluvia los proverbios oportunos.
 
 
Moderación
 
30
No te dejes llevar de tus codicias y cohíbete tus deseos.
31
Si das a tu alma la satisfacción de tus apetitos, te harás la burla de tus enemigos.
32
No te goces en la abundancia de delicias ni te entregues a tal sociedad.
33
No te empobrezcas festejando con dinero prestado, sin tener nada en la bolsa.
 


Capítulo 20
La discreción en el hablar
1
¡Más hermoso es amonestar que irritarse! Y quien confiesa la culpa evitará la falta.
2
Como eunuco que pretende desflorar a una doncella
3
es el que a la fuerza hace la justicia.
4
Bueno es que el corregido manifieste arrepentimiento; así huirá del pecado voluntario.
5
Hay quien callando se muestra sabio, y quien se hace odioso por su mucho hablar.
6
Hay quien calla porque no tiene qué responder, y hay quien calla esperando su vez.
7
El sabio se calla hasta el momento oportuno; el necio no sabe aguardar su tiempo.
8
El que mucho habla se hace aborrecible, y el que pretende imponerse se hace odioso.
9
Hay éxito para un hombre en los males, y hay hallazgos que son para pérdida.
10
Hay dones que de nada sirven, y hay otros cuyo provecho es doble.
11
Hay humillaciones a causa de la gloria, y hay quien de la humillación levanta la cabeza.
12
Hay quien compra muchas cosas por poco, y hay quien las paga siete veces.
13
El discreto en hablar se hace amable, pero las gracias del necio se desprecian.
14
Don de necio no te aprovechará, porque sus ojos son muchos en vez de uno.
15
Da poco y echa en cara mucho, y lo pregona a boca llena.
16
Hoy presta y mañana exigirá; semejante hombre es aborrecible.
17
Dice el necio: “Yo no tengo amigos, no hay gratitud para mis buenas obras.
18
Los que comen mi pan son malas lenguas.” ¡Cuántos y cuántas veces se burlarán de él!
19
Mejor es caer en el suelo que caer por la lengua.
20
La caída de los malos llega apresuradamente.
21
Hombre sin gracia, cuento a destiempo; está continuamente en boca de los ineducados.
22
De la boca del necio se rechaza la sentencia, porque no la dice a su tiempo.
 
 
Sentencias varias
 
23
Hay quien de pobre no puede ni pecar, y no es perturbado en su reposo.
24
Hay quien por respetos humanos pierde su alma, y se da por perdido ante la mirada de un necio.
25
Hay quien por respeto humano promete al amigo, y por una nonada se le hace enemigo.
26
Es infamia en el hombre la mentira, que se halla siempre en los labios de los insensatos.
27
Es preferible el ladrón al mentiroso; uno y otro tendrán por heredad la perdición.
28
La costumbre del embustero es deshonrosa, y lleva siempre con él su deshonor.
 
 
Parábolas
 
29
El sabio en palabras se acredita a sí mismo, y el hombre prudente agradará a los magnates.
30
El que cultiva la tierra aumentará sus parvas, y el que agrada a los grandes se hará perdonar la iniquidad.
31
Regalos y dones ciegan los ojos de los sabios y son como bozal en la boca para la reprensión.
32
Sabiduría oculta y tesoro escondido, ¿de qué sirven la una y el otro?
33
Mejor hombre el que esconde su necedad que el que oculta su sabiduría.
 


 

C.R.Y&S