|
REYES
LIBRO
PRIMERO
PRIMERA
PARTE
HISTORIA
DEL REINADO DE SALOMON
Capítulo
1 Abisag (1-53)
Era ya viejo el rey David, entrado en años, y, por más que
le cubrían con ropas, no podía entrar en calor. Dijéronle entonces sus servidores: “Que busquen para mi señor,
el rey, una joven virgen que le cuide y le sirva; durmiendo en su seno,
el rey, mi señor entrará en calor.” Buscaron por toda la tierra de Israel una joven hermosa, y
hallaron a Abisag, sunamita,
y la trajeron al rey. Era esta joven muy hermosa, y cuidaba al rey y le servía, pero
el rey no la conoció.
Pretensiones
de Adonías al trono
Adonías, hijo de Jaguit, había levantado
sus pensamientos y decía: “Yo reinaré”. Se había hecho con carros y
caballos y cincuenta hombres que corrieran delante de él;
y su
padre nunca se lo había reprochado, diciéndole: “¿Por qué haces eso?”
Era, además, Adonías de hermosa presencia
y había nacido después de Absalón. Se entendía con Joab, hijo de Sarvia,
y con Abiatar, sacerdote, que se hicieron
partidarios suyos; pero
el sacerdote Sadoc, Banayas,
hijo de Joyada; Natán, profeta; Semeí,
amigo de David; Reí y los valientes de David no le seguían.
Inmoló Adonías ovejas, bueyes y becerros
cebados junto a la piedra de Zojelet, que
está al lado de En-Roguel, e invitó a todos
sus hermanos y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del
rey; pero
no invitó a Natán, profeta; ni a Banayas,
ni a los valientes, ni a Salomón, su hermano. Entonces dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: “¿No sabes
que Adonías, hijo de Jaguit,
pretende reinar sin que nuestro señor David lo sepa? Ven, pues, y sigue ahora mi consejo, para que salves tu vida
y la de tu hijo Salomón. Ve y entra al rey David y dile: ¡Oh rey, mi señor! ¿No has
jurado tú a tu sierva, diciendo: Salomón,
tu hijo, reinará después de mí, él se sentará sobre mi trono?
¿Cómo, pues, reina Adonías? Y mientras tú hablas con el rey, entraré yo detrás y confirmaré
tus palabras.”
Betsabé
fue a la cámara del rey. Estaba ya muy viejo y le servía Abisag,
la sunamita. Inclinóse y prosternóse ante el
rey, que le preguntó: “¿Qué quieres?” Ella le respondió: “¡Oh señor! Tú has jurado a tu sierva por
Yavé, diciendo: “Salomón, tu hijo, reinará después de mí; él se sentará
sobre mi trono; y he
aquí que Adonías se ha hecho rey sin que tú,
mi señor, el rey, sepas nada. Ha inmolado bueyes, becerros cebados y ovejas en gran número,
y ha invitado a todos los hijos del rey, a Abiatar,
sacerdote; a Joab, jefe del ejército; pero no ha invitado a Salomón,
tu siervo. En tanto, los ojos de todo Israel están puestos en ti, ¡oh
rey!, mi señor, esperando que tú declares quién es el que se ha de sentar
sobre el trono del rey, mi señor, después de él; pues
de lo contrario, cuando el rey mi señor se duerma con sus padres, mi
hijo Salomón y yo seremos detenidos por culpables.”
Mientras todavía estaba ella hablando con el rey, llegó Natán,
profeta. Anunciáronselo a David, diciendo: “Natán, profeta, está ahí”.
Entró a la presencia del rey y se prosternó ante él, rostro a tierra,
y dijo: “Oh rey, mi señor! ¿Has dicho tú: Adonías reinará después de mí y se sentará sobre mi trono?
Porque hoy ha bajado y ha inmolado bueyes, becerros cebados
y ovejas en gran número, y ha invitado a todos los hijos del rey, y
a Joab, general del ejército, y al sacerdote Abiatar,
que están comiendo y bebiendo con él y han dicho: ¡Viva Adonías
rey! Pero ni me ha invitado a mí, tu siervo; ni al sacerdote Sadoc, ni a Banayas, hijo de Joyada; ni a Salomón, tu siervo. ¿Se ha hecho esto
por voluntad del rey mi señor, sin dar a saber a tus siervos quién es
el que se ha de sentar en el trono del rey, mi señor, después de él?”
El rey David respondió: “Que venga Betsabé.” Entró ella y se
puso ante el rey, y el
rey hizo este juramento: “Vive Yavé, que libró mi alma de toda angustia,
que así como he jurado por Yavé, Dios de Israel, diciendo:
Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono en
lugar mío, ahora mismo lo haré.”
Betsabé
se inclinó rostro a tierra, prosternándose ante el rey, y dijo: “Viva
por siempre mi señor, el rey David.”
Luego dijo el rey: “Que vengan Sadoc,
sacerdote; Natán, profeta, y Banayas, hijo
de Joyada”. Cuando estuvieron éstos en presencia del rey,
el rey les dijo: “Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor,
montad a mi hijo Salomón sobre mi mula y bajadle a Guijón. Allí el sacerdote Sadoc y Natán,
profeta, le ungirán rey de Israel, y tocaréis las trompetas, gritando:
¡Viva el rey Salomón! Después volveréis a subir tras él y se sentará en mi trono
para que reine en mi lugar, pues a él le instituyo jefe de Israel y
de Judá.”
Banayas, hijo de Joyada, respondió
al rey: “Amén. Hágalo así Yavé, el Dios de mi señor, el rey, y como
estuvo Yavé con el rey mi señor, esté igualmente con Salomón y alce
su trono sobre el trono de mi señor, el rey David”.
Unción
de Salomón
Bajó el sacerdote Sadoc con Natán,
profeta; Banayas, hijo de Joyada;
los cereteos los peleteos,
y, montando a Salomón sobre la mula de David, le llevaron a Guijón;
y tomando
Sadoc, sacerdote, el cuerno de óleo del tabernáculo,
ungió a Salomón al son de las trompetas, y gritó todo el pueblo: “¡Viva
Salomón rey!”
Después subió con él todo el pueblo, tocando las flautas y
haciendo gran fiesta, y parecía retemblar la tierra con sus aclamaciones.
Oyólo Adonías, así como sus invitados,
cuando terminaba su banquete; y Joab, al oír el sonido de las trompetas,
dijo: “¿Por qué con tanto estrépito se alborota la ciudad?”. Todavía estaba él hablando, cuando llegó Jonatán, hijo del
sacerdote Abiatar. Díjole
Adonías: “Acércate, que tú eres un valiente, y de seguro traerás
buenas nuevas.”
Respondió Jonatán a Adonías: “De
cierto que nuestro señor, el rey David, ha hecho rey a Salomón. Ha enviado
con él a Sadoc, sacerdote; Natán, profeta;
Banayas, hijo de Joyada; los cereteos y peleteos; y le han hecho
montar sobre la muía del rey; y Sadoc, sacerdote, y Natán, profeta, le han ungido rey en Guijón,
y de allí han subido con grandes muestras de júbilo, y toda la ciudad
está en conmoción; ése es el alboroto que habéis oído. Además, Salomón se ha sentado en el trono real,
y los
servidores del rey han ido a felicitar al rey David, diciendo: “Que
haga tu Dios el nombre de Salomón más grande que el tuyo y eleve su
trono sobre tu trono”. El rey mismo se prosternó en su lecho y habló así: “Bendito
Yavé, Dios de Israel, que ha hecho sentarse a uno hoy sobre mi trono,
viéndolo mis ojos.”
Todos los convidados de Adonías se
llenaron de miedo y, levantándose, fuéronse
cada uno por su lado. Adonías, temiendo de Salomón, se levantó y fue al tabernáculo
de Yavé a agarrarse de los cuernos del altar. Vinieron a decir a Salomón: “Adonías
tiene miedo del rey Salomón y ha ido a agarrarse de los cuernos del
altar, diciendo: “Que el rey Salomón me jure hoy que no hará morir por
la espada a su siervo.” Salomón
respondió: “Si él se porta lealmente, ni uno de sus cabellos caerá a
tierra; pero si algo malo trama, morirá.”Mandó, pues, Salomón gentes que le hicieron bajar del altar,
y Adonías vino a postrarse ante el rey Salomón,
que le dijo: “Vete a tu casa.”
Capítulo 2 Últimas instrucciones de David a Salomón (1-46)
Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones
a Salomón, su hijo, diciéndole: “Yo
me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre.
Sé fiel a Yavé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando
sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la
ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera
que vayas; de
manera que cumpla Yavé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo:
Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón
y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de
Israel. Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de
Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del
ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y
Amasa, hijo de Jeter, que los mató, vengando la sangre de guerra durante
la paz, con lo que echó sangre de la guerra en el cinturón de sus lomos
y los zapatos y en las sandalias sus pies. Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que
sus canas bajen en paz a la morada de los muertos. Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai,
el galadita, y sean de los invitados a tu
mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absalón,
tu hermano. Ahí tienes también a Semeí, hijo
de Guera, benjaminita,
de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día
que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió
al encuentro al Jordán, yo le juré por Yavé, diciendo: No te haré morir
a espada. Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes
cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro”.
Durmióse David con sus padres y fue sepultado en la ciudad
de David. El tiempo que reinó David
sobre Israel fue de cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta
y tres en Jerusalén. Sentóse Salomón en el trono de David, su padre, y su reino
quedó muy firme.
Primeros
actos de Salomón
Adonías, hijo de Jaguit, fue en
busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: “¿Vienes de paz?”
Y él respondió: “De paz”.El añadió: “Quisiera decirte una palabra”. “Habla”, le dijo
ella. Y él dijo: “Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel
había puesto en mí los ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido
traspasado y dado a mi hermano, porque Yavé se lo había destinado.
Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues”. Ella respondió:
“Di”. Y él prosiguió: “Te pido que digas a Salomón, porque él no
te lo negará, que me dé por mujer a Abisag,
la sunamita”. Betsabé
dijo: “Bien; yo hablaré por ti al rey”.
Betsabé
fue a hablar a Salomón en favor de Adonías,
y el rey se levantó para salir a su encuentro, y después de prosternarse
ante ella, se sentó sobre su trono, poniendo otro para la madre del
rey, que se sentó a su derecha. Ella le dijo entonces: “Tengo una cosita que pedirte; no me
la niegues”. Y el rey la dijo: “Pide, madre mía, que yo no te negaré
nada”. Ella le dijo: “Que le des por mujer a Adonías,
tu hermano, Abisag, la sunamita”.
El rey Salomón preguntó a su madre: “¿Para qué pides tú para
Adonías a Abisag,
la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano
mayor y tiene con él a Abiatar, sacerdote,
y a Joab, hijo de Sarvia”. Y juró por Yavé, diciendo: “Así me haga Yavé y así me añada
si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías.
Ahora, pues, vive Yavé, que me ha confirmado y me ha establecido
sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado mi casa, según
su promesa, que hoy mismo morirá Adonías”.
El rey Salomón mandó a Banayas, hijo
de Joyada, que le hirió, y Adonías
murió.
Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar:
“Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero
hacerte morir ahora, por haber llevado el arca de Yavé delante de David,
mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre”.
Echó, pues, Salomón a Abiatar para
que no fuese sacerdote de Yavé, cumpliéndose así la palabra que había
pronunciado Yavé contra la casa de Helí en Silo.
Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido
de Adonías, aunque no había seguido el de
Absalón, y se refugió en el tabernáculo de Yavé, agarrándose a los cuernos
del altar. Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo
de Yavé y estaba agarrado a los cuernos del altar; y Salomón mandó decir
a Joab: "¿Qué sucedió para que huyeses al altar?” Y contestó Joab:
“Es que he temido de ti y me he refugiado cerca del Señor”. Y Salomón
mandó a Banayas, hijo de Joyada, diciendo:
“Ve y hiérele.” Llegado al tabernáculo de Yavé, Banayas
dijo a Joab: “Así habla el rey: Sal”. Pero él respondió: “No; quiero
morir aquí”. Banayas llevó al rey esta respuesta,
diciendo: “Esto he dicho a Joab y esto me ha contestado”.
El rey dijo a Banayas: “Haz como
él dice: Hiérele y sepúltale, y quita hoy de sobre mí y de sobre la
casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado. Haga caer Yavé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos
hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada,
sin que nada supiera mi padre, David: a Abner, hijo de Ner,
jefe del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter,
jefe del ejército de Judá. Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes
por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa
y su trono, dará siempre Yavé su paz”. Subió entonces Banayas, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fue sepultado en su
sepulcro en el desierto. Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banayas, hijo de Joyada, y al sacerdote
Sadoe en el lugar de Abiatar.
Hizo el rey llamar a Semeí y le dijo:
“Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir de ella de
un lado para otro. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón,
sabe
que con toda certeza morirás; será tu sangre sobre tu cabeza.”
Semeí respondió al rey: “La orden es buena. Como lo dice mi
señor el rey, así hará tu siervo.” Semeí estuvo
mucho tiempo en Jerusalén; pero,
al cabo de tres años, dos siervos de Semeí
huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de
Maaca, rey de Gat.
Le dijeron a Semeí: “Tus siervos están en
Gat”; y levantándose,
aparejó su asno y se fue a Gat, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo
con él. Informaron a Salomón de que Semeí
había ido de Jerusalén a Gat y estaba ya de
vuelta; y mandando
llamar a Semeí, le dijo: “¿No te conjuré yo
por Yavé y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería
el de tu muerte? Y tú me dijiste: Buena es la orden; me doy por enterado.¿Por
qué, pues, no has guardado el juramento de Yavé y la orden que yo te
di ?”
Y siguió el rey diciendo a Semeí:
“Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste
a David, mi padre. Yavé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza, mientras
que el rey Salomón será bendecido y el trono de David afirmado por siempre
ante Yavé”. Dio el rey orden a Banayas, hijo
de Joyada, que salió e hirió a Semeí,
y Semeí murió. El reino se afirmó en las manos
de Salomón.
Capítulo 3 Sacrificios de Salomón en Gabaón (1-28)
Emparentó Salomón con el faraón, rey de Egipto, tomando a una
hija del faraón por mujer. Trájola a la ciudad
de David, hasta acabar de edificar su casa, la casa de Yavé, y las murallas
de Jerusalén en derredor.
El pueblo sacrificaba en los altos, porque no había sido hasta
entonces edificada casa a Yavé. Salomón
amaba a Yavé y marchaba según las órdenes de David, su padre, pero sacrificaba
y quemaba perfumes en los altos.
Fue el rey a sacrificar a Gabaón, que era uno de los principales
altos. Mil holocaustos ofreció Salomón en aquel
altar. Yavé
se le apareció en Gabaón durante la noche, en sueños, y le dijo: “Pídeme
lo que quieras que te dé.” Salomón
respondió: “Tú has tenido gran piedad con tu siervo David, mi padre,
que anduvo en tu presencia con fidelidad, justicia y rectitud de corazón;
tú le guardaste la gran benevolencia, al darle un hijo que se siente
sobre su trono, como ocurre hoy. Ahora, pues, ¡oh Yavé!, mi Dios, me has hecho reinar, a tu
siervo, en el lugar de David, mi padre, no siendo yo más que un mocito,
que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir, y que
está tu siervo en medio del pueblo que tú te elegiste, un pueblo grande,
que por su muchedumbre no puede contarse ni numerarse, da
a tu siervo un corazón prudente para juzgar a tu pueblo y poder discernir
entre lo bueno y malo; porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo
tan grande?”
Agradó al Señor que Salomón le hiciera esta petición;
y Dios
le dijo: “Por haberme pedido esto y no haber pedido para ti ni vida
larga, ni muchas riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino haberme
pedido entendimiento para hacer justicia, yo
te concedo lo que me has pedido, y te doy un corazón sabio e inteligente,
tal como antes de ti no ha habido otro ni lo habrá en adelante después
de ti. Y aún te añado lo que no has pedido: riquezas y gloria tales,
que no habrá en tus días rey alguno como tú; y si
andas por mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos, como
lo hizo David, tu padre, prolongaré tus días.”
Despertóse Salomón de su sueño, y, de vuelta a Jerusalén,
se presentó ante el arca de la alianza de Yavé y ofreció holocaustos
y sacrificios eucarísticos y dio un banquete a todos sus servidores.
Sabiduría
de Salomón
Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres
de mala vida. Dijo una de ellas: “Escucha, mi señor: Yo moraba con esta mujer
en la misma casa y allí di a luz a un niño. A los tres días dio también ella a luz un niño. Habitábamos
juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más
que las dos. El hijo de esta mujer murió una noche por haberse ella acostado
sobre él; y ella,
levantándose en medio de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras
tu sierva dormía, y púsolo a su lado, dejando al mío a su hijo muerto.
Cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo,
hállele muerto; mas mirándole atentamente
a la mañana, vi que no era mi hijo, el que yo había parido.”
La otra mujer dijo: “No; mi hijo es el que vive; es el tuyo
el que ha muerto.” Y la primera replicaba: “No; tu hijo es el muerto,
y el mío el vivo.” Y así disputaban en presencia del rey.
Tomó entonces el rey la palabra: “La una dice: Mi hijo es el
que vive, el tuyo ha muerto; y la otra dice: No; es el tuyo el que ha
muerto, y el mío vive”; y añadió:
“Traedme una espada.” Trajeron al rey la espada, y él
dijo: “Partid por el medio al niño vivo, y dad la mitad de él a la una
y la otra mitad a la otra.”
Entonces la mujer cuyo era el niño vivo dijo al rey, pues se
le conmovían todas las entrañas por su hijo: “¡Oh señor rey, dale a
ésa el niño, pero vivo; que no le maten.” Mientras que la otra decía:
“Ni para mí ni para ti: que le partan.”
Entonces dijo el rey: “Dad a la primera el niño vivo, sin matarle;
ella es su madre.”
Todo Israel supo la sentencia que el rey había pronunciado,
y todos temieron al rey, viendo que había en él una sabiduría divina
para hacer justicia.
Capítulo 4 Altos funcionarios de Salomón (1-34)
Reinaba Salomón sobre todo Israel. Los jefes que tenía a su servicio eran: Azarías, hijo de Sadoc, sacerdote; Elijoret y Ajías, hijos de Sisa,
secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, cronista;
Banayas, hijo de Joyada, mandaba
el ejército; Azarías, hijo de Natán, superintendente; Zabud,
hijo de Natán, era el consejero del rey. Ajisar, mayordomo del palacio; Adoniram,
hijo de Abdar, el prefecto de los tributos.
Tenía Salomón sobre todo Israel doce intendentes, que proveían
al rey y a su casa, cada uno durante un mes del año. Sus nombres eran: Ben Hur, en la montaña de Efraím; Ben
Decar, en Maques, en Salebín,
en Betsames, y Elón
hasta Betanán; Ben
Jesed, en Arubot;
éste tenía también Soco y toda la región de Jefer;
Ben
Abinadad, que tenía todas las alturas de Dor, estaba casado con Tafat, hija
de Salomón; Baña, hijo de Ajilud, tenía Tanac y Megiddo y todo Betsán, que está cerca de Sartana,
por debajo de Jezrael, desde Betsán
hasta Abelmejolá y más allá de Jocmeán; Ben
Gaber, en Ramot
Galaad, tenía los burgos de Jair, hijo de Manases, en Galaad, sesenta
grandes ciudades muradas y con cerrojos de bronce; Ajinadab, hijo de Ido, en Majanaím;
Ajimas, en Neftalí, también casado con una hija de Salomón,
de nombre Basemat;Baña, hijo de Jusi, en Aser Alot;
Josafat,
hijo de Farua, en Isacar; Semeí, hijo de Ela, en Benjamín;
Guebar, hijo de Urí, en la región
de Galaad, la tierra de Seón, rey de los amorreos,
y de Og, rey de Basán; para esta región había
un solo intendente.
Judá
e Israel eran numerosos como las arenas que hay en la orilla del mar,
y comían, bebían y se alegraban. Salomón
señoreaba sobre todos los reinos desde el río hasta la tierra de los
filisteos y hasta la frontera de Egipto; todos le pagaban tributo y
le estuvieron sometidos todo el tiempo de su vida.
Consumía Salomón cada día treinta coros de flor de harina y
sesenta coros de harina común, diez bueyes cebados; veinte
bueyes de pasto y cien carneros, sin contar los ciervos, gacelas, antílopes
y aves cebadas. Señoreaba toda la tierra del lado de acá del río, desde Tifsaj hasta Gaza, y tuvo paz por todos lados en derredor
suyo. Judá
e Israel habitaban seguros, cada uno debajo de su parra y de su higuera,
desde Dan hasta Berseba, durante toda la vida
de Salomón.
Tenía Salomón en sus caballerizas cuatro mil pesebres para
los caballos de sus carros y doce mil caballos de silla. Los intendentes proveían al rey Salomón y a cuantos se sentaban
a su mesa, cada uno un mes, sin dejar que nada faltara. Hacían llegar también la cebada y la paja para los caballos
de tiro y de carrera allí donde se hallaran, cada uno según las órdenes
recibidas.
Dio Yavé a Salomón sabiduría y un gran entendimiento y anchura
de corazón, como la arena que está a orillas del mar. La sabiduría de Salomón sobrepasaba la de todos los hijos de
Oriente y la sabiduría toda del Egipto. Fue más sabio que hombre alguno; más que Etán
el ezraíta; más que Ernán,
Calcol y Dorda, hijos de Majol, y su fama se extendió por todos los pueblos en derredor.
Profirió tres mil parábolas, y sus cantos fueron mil cinco; disertó
acerca de los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que
nace en el muro, y acerca de los animales, de las aves, de los reptiles
y los peces. De todos los pueblos venían para oír la sabiduría de Salomón,
de parte de todo los reyes de la tierra, a los que había llegado la
fama de su sabiduría.
Capítulo 5 Alianza de Salomón con Hiram, rey de Tiro (1-18)
Hiram,
rey de Tiro, mandó sus embajadores a Salomón cuando supo que había sido
ungido rey en lugar de su padre, pues siempre había sido amigo de David.
Salomón
dijo a Hiram: “Tú
sabes que David, mi padre, no pudo hacer casa para Yavé, su Dios, por
las guerras que tuvo en torno, hasta que Yavé los puso bajo las plantas
de sus pies. Ahora Yavé, mi Dios, me ha dado la paz por todas partes; no
tengo enemigos ni querellas, y quiero
edificar a Yavé, mi Dios, una casa, como se lo manifestó Yavé a mi padre,
diciendo: “Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar sobre tu trono, edificará
casa a mi nombre”. Manda, pues, cortar para mí cedros en el Líbano; mis siervos
se unirán a los tuyos y yo te daré lo que tú me pidas para el salario
de los tuyos, pues bien sabes que no hay entre nosotros quien sepa labrar
la madera como los sidonios.”
Alegróse mucho Hiram cuando oyó las palabras de Salomón y
dijo: “Bendito Yavé, que ha dado a David un hijo sabio sobre ese gran
pueblo”. Y mandó a Salomón esta respuesta: “He oído lo que me has mandado
a decir. Haré lo que me pides en cuanto a la madera de cedros y cipreses.
Mis siervos los bajarán del Líbano al mar y yo los haré llegar
en balsas hasta el lugar que tú me digas. Allí se desatarán, y tú los
tomarás, y cumplirás mi deseo proveyendo de víveres a mi casa”. Hiram
facilitó a Salomón cuanta madera de cedro y de ciprés quiso éste; y Salomón
daba a Hiram veinte mil coros de trigo para el mantenimiento de su casa
y veinte mil batos de aceite de olivas molidas. Esto es lo que cada
año entregaba Salomón a Hiram. Yavé
dio a Salomón la sabiduría, como se lo había prometido, y hubo entre
Hiram y Salomón paz e hicieron una alianza.
Salomón
hizo en todo Israel una leva de treinta mil hombres para el trabajo,
que
enviaba al Líbano. Diez mil por mes, alternativamente, estando un mes
en el Líbano y dos en sus casas. El prefecto de estos trabajadores obligados
era Adoniram. Tenía, además, Salomón setenta mil hombres dedicados al transporte
y ochenta mil cortadores en el monte, sin
contar los principales jefes que había puesto Salomón al frente de las
obras en número de tres mil trescientos, que mandaban a los grupos de
trabajadores.
Mandó el rey traer grandes piedras escogidas para los cimientos
de la casa, piedras labradas. Los canteros de Salomón y los de Hiram, así como los guiblitas, cortaban y labraban la madera y las piedras para
la construcción de la casa.
Capítulo 6 Edificación del templo(1-38)
El año cuatrocientos ochenta después de la salida de los hijos
de Israel de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel,
el mes de Ziv, que es el segundo mes, comenzó
a edificar la casa de Yavé.
Tenía la casa que Salomón edificó a Yavé sesenta codos de largo,
veinte de ancho y treinta de alto. El vestíbulo (ulam), delante
del templo (hecal) de la casa, era
de veinte codos de largo, el ancho de la casa, y diez de fondo por delante
de la casa.Hizo en la casa ventanas enrejadas. Levantó un edificio lateral en torno del hecal
y del debir haciendo cámaras laterales
todo en derredor. El piso inferior era de cinco codos de ancho; el de en medio,
de seis codos de ancho, y el tercero, de siete codos, pues había hecho
retallos en el muro por fuera para no tener que empotrar en los muros.
Cuando se construyó la casa hízose de piedras ya labradas,
de modo que durante la edificación no se oyó allí el golpe del martillo,
ni el del pico, ni de ningún otro instrumento de hierro.La puerta de entrada a las habitaciones del piso inferior estaba
al costado derecho de la casa, y por una escalera de caracol se subía
al del medio y de éste al tercero. Cuando hubo acabado de edificar la casa, la cubrió con artesonado
de cedro.A cada uno de los pisos de habitaciones que rodeaban la casa
les dio cinco codos de altura y los unió a la casa con vigas de cedro.
Entonces dirigió la palabra Yavé a Salomón, diciendo: “Tú
estás edificando esta casa. Si guardas mis leyes y pones por obra mis
mandamientos, y guardas y observas todos mis preceptos, yo cumpliré
contigo mi palabra, la promesa que hice a David, tu padre, y habitaré
en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo, Israel.”
Así, pues, edificó Salomón la casa y la terminó. Revistió Salomón los muros de la casa en el interior con planchas
de cedro, desde el suelo hasta el techo, recubriendo así de madera todo
el interior; y el suelo lo revistió de planchas de ciprés.
Revistió también de planchas de cedro los veinte codos del
fondo de la casa, desde el suelo, todo lo alto de los muros, reservando
este espacio para el debir.
Los cuarenta codos de delante constituían el hecal delante del debir.
El revestimiento del interior del cedro iba tallado por entalladuras
de flores abiertas y en botón, y todo era cedro, sin que se viera nada
de piedra. Dispuso dentro, en lo más interior de la casa, el debir para el arca de la alianza de Yavé.
El debir tenía veinte codos
de largo, veinte codos de ancho y veinte de alto, y lo revistió de oro
purísimo. Hizo un altar de madera de cedro para
delante del santuario, y lo recubrió de oro puro. Toda la casa la recubrió de oro puro de arriba abajo, y recubrió
también de oro todo el altar que estaba ante el santuario (debir).
Hizo en el santuario dos querubines de madera de olivo, de
diez codos de altura cada uno. Cinco codos era el largo de una de las alas del querubín y
cinco el de la otra, haciendo en todo diez codos, desde la punta de
una ala hasta la punta de la otra. El segundo querubín tenía también diez codos. La medida y la forma eran las mismas para ambos querubines.
Puso los querubines en medio de la casa, en el espacio interior.
Tenían las alas desplegadas, y la punta del ala del primero tocaba a
uno de los muros, y la punta del ala del segundo al otro muro, tocándose
una a otra las otras dos alas en el medio de la casa. También cubrió de oro los querubines.
Hizo esculpir todo en torno de la casa, en los muros, por dentro
y por fuera, querubines, palmas y guirnaldas de flores. También recubrió de oro el piso de la casa, lo mismo en el
espacio interior que en el exterior.
A la entrada del santuario (debir)
hizo una puerta de dos hojas, de madera de olivo, y el dintel y las
jambas eran de cinco esquinas. Las dos hojas eran de madera de olivo y talladas con entalladuras
de querubines, palmas y botones de flores; y todo, querubines, palmas
y botones de flores, cubierto de oro.
Hizo igualmente para las puertas de entrada del templo (hecal) postes de madera de olivo cuadrados. Ambas puertas eran de madera de ciprés, de dos hojas giratorias
la una y de dos hojas giratorias la otra. Hizo esculpir en ellas querubines, palmas y botones de flor,
recubriéndolo todo de oro, ajustado a la escultura. Hizo también el atrio interior, de tres órdenes de piedras
labradas, y uno de vigas de cedro.
El año cuarto, el mes de Ziv, quedaron
puestos los cimientos de la casa de Yavé; y el
año undécimo, el mes de Bul, que es el octavo mes, estaba terminada
en todas sus aspectos y en todo conforme a su diseño. La construyó
en el espacio de siete años.
Capítulo 7 Construcción del palacio de Salomón (1-51)
También edificó Salomón su casa, durando trece años la edificación
hasta que estuvo completamente terminada. Construyó la casa “Bosque del Líbano,” de cien codos de largo,
cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto, sobre tres filas de
columnas de cedro y capiteles de cedro sobre las columnas.
Estaba cubierta de tablones de cedro, arriba, sobre arquitrabes
que se apoyaban en las cuarenta y cinco columnas, quince columnas en
cada hilera; pues
había tres naves, y en cada una de ellas ventanas, que se correspondían
unas enfrente de otras. Todas las puertas y ventanas eran cuadradas, y en las tres
naves se correspondían unas a otras. Hizo además un pórtico de columnas de cincuenta codos de largo
y treinta de ancho, y delante de éste, otro pórtico con columnas y gradas
delante de él.
Hizo asimismo el salón del trono, donde juzgaba; el pórtico
de la justicia, cubriéndolo de cedro desde el suelo hasta el techo.
Del mismo modo fue construida la casa donde había de habitar,
en otro patio, detrás del pórtico. Hizo también otra casa habitación,
de obra semejante a la del pórtico, para la hija del faraón, que había
tomado por mujer.
Para todas estas construcciones se emplearon piedras selectas
talladas a medida y cortadas con sierras por el lado de dentro y el
de fuera, y esto desde los cimientos hasta las cornisas, y asimismo
en el exterior, hasta el gran atrio.
Los cimientos eran de excelentes y muy grandes piedras de diez
y de ocho codos,De ahí arriba se emplearon también excelentes piedras cortadas
a la medida y madera de cedro. En el gran atrio había todo en torno tres órdenes de piedras
labradas y uno de vigas de cedro. Lo mismo que en el atrio interior
de la casa de Yavé, así también en el atrio de la casa real.
Utensilios
para el templo
Trajo Salomón de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu
de Neftalí y de padre natural de Tiro, que trabajaba el bronce. Estaba Hiram lleno de sabiduría, de entendimiento y de conocimiento
para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al rey Salomón, y
fue quien hizo para él toda la obra. Fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho codos
de alto, y un hilo de doce codos era el que podía rodear a cada una
de las columnas. No eran macizas, sino huecas; el grueso de sus paredes era
de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para encima de las columnas,
de cinco codos de alto el uno y cinco codos de alto el otro.
Hizo para los capiteles de encima de las columnas reticulados
y trenzados, de trenzas a modo de cadenas, uno para cada capitel.
Hizo granadas todo en derredor del reticulado y el trenzado
en dos filas. Los capiteles que había en el extremo de las columnas del pórtico
estaban moldeados en forma de lirios y eran de cuatro codos.
Había en cada capitel sobre las columnas doscientas granadas,
alrededor de dos órdenes en lo alto de cada capitel, junto al trenzado.
Alzó la primera al lado de la derecha, y la llamó Jaquín; luego la del lado de la izquierda, y la llamó Boaz. Así terminó la obra de las columnas.
Hizo asimismo un mar de fundición, de diez codos del uno al
otro lado, redondo, y de cinco codos de alto, y ceñíalo
en derredor un cordón de treinta codos. Por debajo del borde llevaba todo en derredor coloquíntidas,
diez por cada codo, dispuestas en dos órdenes y fundidas al mismo tiempo
que el mar. Estaba asentado sobre doce toros, de los cuales tres miraban
al norte, tres al poniente, tres al mediodía y tres al naciente. Sobre
éstos se apoyaba el mar, y la parte posterior de sus cuerpos quedaba
por dentro. Tenía un palmo de grueso y su labio estaba en forma de cáliz,
como una flor de lis. Hacía dos mil batos.
Hizo también diez basas de bronce, cada una de cuatro codos
de largo, cuatro codos de ancho y tres de alto. He aquí cómo eran: estaban hechas de tableros, encerrados dentro
de sus marcos y unidos. En los tableros, dentro de los marcos, había leones, toros
y querubines, y en los marcos, lo mismo por encima que por debajo de
los leones y toros, había adornos en relieve. Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce con sus ejes de bronce,
y en las cuatro esquinas había repisas de fundición, sobre las cuales
iba la fuente, y que sobresalían de los festones. El coronamiento de las basas tenía
en lo interior un hueco con una prolongación de un codo hacia arriba;
este hueco era redondo, de la misma hechura del remate y de medio codo
de altura, y también esculpido; pero los tableros eran cuadrados, no
redondos. Las cuatro ruedas estaban debajo de los tableros, y los ejes
de las ruedas, fijos en la basa. Tenía cada rueda codo y medio de altura,
y estaban
hechas como las de un carro; sus ejes, llantas, radios y cubos, todo
era fundido; y en
las cuatro esquinas de cada basa había cuatro repisas, que hacían un
mismo cuerpo con la basa. La parte superior de la basa terminaba en un cilindro de medio
codo de altura, cuyos apoyos y entables eran una sola pieza.
Hizo en los tableros y en los marcos querubines, leones y palmas
en todos los espacios vacíos y molduras en derredor. Así fue como hizo las diez basas; la fundición, la medida y
la forma eran las mismas para todas.
Hizo también diez fuentes de bronce, cada una de cuarenta batos
de cabida y de cuatro codos cada una, para asentarlas en las diez basas; y puso
cinco basas al lado derecho de la casa y cinco al lado izquierdo, y
el mar de bronce lo puso al lado derecho, al sudeste.
Hizo también Hiram los calderos, las tenazas y las copas. Así
terminó Hiram toda la obra de bronce que Salomón le encargó para la
casa de Yavé; dos
columnas con sus capiteles para encima de las columnas; sus reticulados
y trenzados para los capiteles; las
cuatrocientas granadas para los reticulados y trenzados; dos filas de
granadas para cada una en derredor de los capiteles; las
diez basas y las diez fuentes para poner sobre estas basas; el
mar y los doce toros que iban debajo de él; los
calderos, las tenazas y las copas. Todos estos utensilios que el rey
Salomón mandó hacer a Hiram para la casa de Yavé eran de bronce bruñido.
Hízolos
fundir el rey en las llanuras del Jordán en moldes de arcilla, entre
Sucot y Sartán. Salomón
no inquirió el peso de bronce de estos utensilios por su gran cantidad.
Salomón
hizo, además, todos los otros utensilios para la casa de Yavé: el altar
de oro, la mesa de oro, sobre la cual se ponían los panes de la proposición;
los
candelabros de oro macizo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda
delante del santuario (debir), con
sus flores, sus lámparas y sus despabiladeras de oro; las
fuentes, los cuchillos, las copas, las tazas y los braseros de oro macizo;
los goznes de oro para la puerta del interior de la casa, a la entrada
del santísimo, y para la puerta de entrada del templo (hecal).
Así se acabó toda la obra que hizo el rey Salomón para la casa
de Yavé. Luego transportó a ella los objetos que había consagrado David,
su padre, la plata, oro y vasos, y los entregó al tesoro del templo
de Yavé.
Capítulo 8 Dedicación del templo (1-66)
Entonces convocó Salomón a los ancianos de Israel, a todos
los cabezas de las tribus y a los príncipes de lasl familias de los
hijos de Israel, para trasladar el arca de la alianza de Yavé
de la ciudad de David, que es Sión. Reuniéronse con el rey Salomón todos los varones de Israel
en el mes de Etanim, que es el séptimo mes,
en el día solemne de la fiesta; y,
llegados todos los ancianos de Israel, llevaron los sacerdotes el arca.
Llevaban el arca de Yavé, el tabernáculo de la reunión y todos
los utensilios sagrados del tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas
los llevaban.
El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, convocada por
él, iban delante del arca. Sacrificaron ovejas y bueyes en número incontable
por su muchedumbre. Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yavé en su
sitio, en el santuario (debir) de la
casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines,
pues
los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca y
la cubrían por encima, el arca y sus barras. Se había dado a las barras una longitud suficiente para que
sus extremidades se viesen desde el lugar santo, que está delante del
santuario (debir), pero sin que pudiesen
verse desde fuera, y así quedaron hasta el día de hoy. No había en el arca ninguna otra cosa más que las dos tablas
de piedra que Moisés depositó en ella en Horeb, cuando hizo Yavé alianza
con los hijos de Israel a su salida de Egipto.
En cuanto salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó
la casa de Yavé, sin
que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio por causa
de la nube, pues la gloria de Yavé llenaba la casa. Entonces dijo Salomón: “Yavé, has dicho que habitarías en la
oscuridad.Yo he edificado una casa para que sea tu casa, el lugar de
tu habitación para siempre.”
Volvióse el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras
toda la asamblea de Israel se tenía en pie, y dijo:
“Bendito Yavé, Dios de Israel, que con su misma boca habló a David,
mi padre, y ha cumplido con su mano lo que había prometido, diciendo:
“Desde
el día en que yo saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no he elegido
ciudad de entre todas las tribus de Israel para que en ella se me edificase
una casa consagrada a mi nombre, aunque elegí a David para que reinase
sobre mi pueblo, Israel.” David,
mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yavé, Dios
de Israel; pero
Yavé dijo a David, mi padre: “Tú tenías en tu corazón el deseo de edificar
una casa a mi nombre; has hecho bien en tener esta voluntad, pero
no edificarás tú la casa; tu hijo, salido de tus entrañas, edificará
casa a mi nombre”. Yavé
ha cumplido la palabra que dio. Yo me he levantado en el lugar de David,
mi padre, y me siento sobre el trono de Israel, como se lo había anunciado
Yavé, y he edificado la casa al nombre de Yavé, Dios de Israel.
He dispuesto un lugar para el arca de la alianza de Yavé, de
la alianza que hizo con nuestros padres al sacarlos de la tierra de
Egipto.”
Púsose Salomón ante el altar de Yavé en presencia de toda
la asamblea de Israel, y, tendiendo sus manos al cielo, dijo:
“Yavé, Dios de Israel: No hay Dios semejante a ti ni en lo alto de los
cielos ni abajo sobre la tierra. Tú guardas la alianza y la misericordia
con tus siervos, los que de todo corazón andan en tu presencia. Así has mantenido tu palabra a tu siervo David, mi padre, y
lo que por tu boca dijiste, lo has cumplido hoy con tu mano.Ahora, pues, ¡oh Yavé, Dios de Israel! guarda la promesa que
a David, mi padre, hiciste diciendo: No faltará de ti varón delante
de mí que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos sigan
mis caminos y anden delante de mí como has andado tú. Cúmplase ahora, ¡oh Yavé, Dios de Israel!, la palabra que a
David, tu siervo, mi padre, dijiste.Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos y
los cielos de los cielos no son capaces de contenerte. ¡Cuánto menos
esta casa que yo he edificado! Mas,
con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, ¡oh Yavé, Dios mío!, y
oye la oración que ante ti hace hoy tu siervo. Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre este lugar, del
que has dicho: “En él estará mi nombre”, y oye toda oración que tu siervo
haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo y la de tu pueblo, Israel;
cuando oren en este lugar, óyela tú también desde el lugar de tu morada
de los cielos, y, oyendo, perdona.
Cuando pecare alguno contra su prójimo y, haciéndolo jurar,
le tomen juramento delante de tu altar en esta casa, oye
tú desde los cielos, y obra juzgando a tus siervos, condenando al impío,
haciendo recaer su maldad sobre su cabeza y justificando al justo para
retribuirle según su justicia.
Cuando tu pueblo, Israel, cayere ante sus enemigos por haber
pecado contra ti, y, vueltos a ti, confiesen tu nombre y oren, y te
rueguen, y te supliquen en esta casa, óyelos
tú en los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo Israel y restitúyelos
a la tierra que diste a sus padres.
Cuando se cierre el cielo y no llueva por haber ellos pecado
contra ti, y te rueguen en este lugar, invocando tu nombre, convertidos
del pecado por haberlos tú afligido, oye
tú en los cielos, y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo
Israel, enseñándoles el recto camino por donde han de ir y dando las
lluvias a su tierra, la que por heredad diste a tu pueblo.
Cuando haya en la tierra hambre o pestilencia, o tizón, añublo,
langosta o pulgón invadan la tierra; y cuando el enemigo asedie a tu
pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas
de cualquier clase; si
cada uno, si todo tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón
y alzando las manos hacia este lugar, te hiciere oraciones y súplicas,
óyelas
desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona. Obra con cada
uno según sus caminos, y según ellos retribúyelos tú, que escudriñas
el corazón de todos los hijos de los hombres, y ellos
te temerán durante todo el tiempo que habiten en la tierra que diste
a nuestros padres.
Cuando el extranjero, el que no es de tu pueblo Israel, venga
de tierra lejana por la fama de tu nombre, porque
se sabrá que tu nombre es grande, fuerte tu mano y tendido tu brazo;
cuando venga a orar a ti en esta casa, óyele
desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y otorga a ese extranjero
lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre
para temerte como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado
en esta casa que yo he edificado.
Cuando salga el pueblo para combatir a sus enemigos por el
camino que tú les señalares, si dirigen a Yavé sus plegarias, vueltos
sus ojos a la ciudad que tú has elegido y a la casa que yo he edificado
a tu nombre, oye
desde los cielos sus oraciones y hazles justicia. Si hubieren pecado contra ti, pues no hay hombre que no peque,
y estuvieres tú airado contra ellos, y los entregares al enemigo para
que los cautive y los lleve a tierra enemiga, lejana o cercana; si
ellos vuelven en sí en la tierra de su cautividad y, convertidos a ti,
te suplican en la tierra adonde los llevaren y dicen: Hemos pecado,
hemos hecho el mal, hemos cometido impiedad, y se
convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de
los enemigos que los cautivaron, y oran a ti, hacia su tierra, la que
diste a sus padres, y hacia la ciudad que elegiste y la casa que yo
he edificado a tu nombre, oye
en los cielos, en la habitación de tu morada, su oración y su súplica
y hazles justicia.
Perdona, pues, a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas
las infracciones con que contra ti se rebelaron, y haz que hagan con
ellos misericordia los que los hubieran llevado cautivos; porque
son tu pueblo y tu heredad, que tú sacaste de Egipto, de en medio del
horno de hierro.
Que estén abiertos tus ojos a las oraciones de tu siervo y
a la plegaria de tu pueblo, Israel, para oírlos en todo aquello en que
te invoquen, pues
que tú los separaste para ti, por heredad tuya, de entre todos los pueblos
de la tierra, corno lo dijiste por medio de Moisés, tu siervo, cuando
sacaste de Egipto a nuestros padres, ¡oh Señor,
Yavé!”
Cuando hubo acabado Salomón de hacer esta oración y súplica,
levantóse de delante del altar de Yavé, donde
estaba arrodillado, y con las manos tendidas al cielo, puesto
en pie, bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo: “Bendito
Yavé, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que él había
dicho ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo,
ha fallado. Que Yavé, nuestro Dios, sea con nosotros, como lo fue con nuestros
padres; que no nos deje ni nos abandone, sino
que incline nuestros corazones hacia El, para
que marchemos por todos sus caminos y sigamos sus mandamientos, y sus
leyes, y sus mandatos, los que El prescribió a nuestros padres. Que estas mis palabras y el objeto de mis súplicas estén delante
de ti, día y noche presentes a Yavé, nuestro Dios, para que defienda
la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, en todo tiempo; para
que todos los pueblos de la tierra sepan que Yavé es Dios y no hay otro.Que vuestro corazón sea todo para Yavé, nuestro Dios, como
lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos.
El rey y todo Israel ofrecieron sacrificios a Yavé. Salomón
inmoló veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas en sacrificios
eucarísticos que ofreció a Yavé. Así hizo el rey, y con él todos los
hijos de Israel, la dedicación del templo. Aquel día consagró el rey el atrio que está delante de la casa
de Yavé, pues ofreció allí holocaustos y ofrendas y los sebos de los
sacrificios eucarísticos, porque el altar de bronce que hay delante
de Yavé era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas
y los sebos de los sacrificios eucarísticos.
Celebró entonces la fiesta, y todo Israel con él. Una gran
muchedumbre venida de todas partes, desde Jamat
hasta el torrente de Egipto, se reunió ante Yavé, nuestro Dios, durante
siete días.
El día octavo despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey
yéndose cada uno a su morada, alegre y lleno de gozo el corazón por
todos los beneficios que Yavé había hecho a David, su siervo, y a su
pueblo, Israel.
Capítulo 9 Segunda aparición de Yavé (1-28)
Cuando hubo acabado Salomón la casa de Yavé, la casa real y
todo cuanto se había propuesto hacer, se
apareció Yavé por segunda vez a Salomón, como se le había aparecido
en Gabaón, y le
dijo: “He oído tu oración, el ruego que has hecho ante mí. He santificado
esa casa que has edificado, para poner en ella mi nombre para siempre,
y en ella estarán siempre mis ojos y mi corazón. Si andas en mi presencia, como anduvo David, tu padre, en integridad
de corazón y en equidad, haciendo cuanto yo te he mandado y guardando
mis leyes y mandamientos, yo
afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como se lo
prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará de ti varón en el trono
de Israel.Pero si os apartáis de mí vosotros y vuestros hijos, si no
guardáis mis mandamientos, mis leyes, las que yo os he prescrito, y
os vais tras dioses ajenos para servirlos y prosternaros ante ellos,
yo
exterminaré a Israel de la tierra que le he dado y echaré lejos de delante
de mí esta casa, que he consagrado a mi nombre, e Israel será el sarcasmo
y la burla de todos los pueblos.Y esta casa será una ruina, y cuantos pasen cerca de ella se
quedarán pasmados y silbarán. Se dirá: ¿Por qué ha tratado así Yavé
a esta tierra y esta casa? Y responderán: Porque abandonaron a Yavé, su Dios, que sacó
de la tierra de Egipto a sus padres, y se ligaron a otros dioses, prosternándose
ante ellos y sirviéndolos. Por eso ha hecho venir Yavé sobre ellos todo
este mal.”
Ciudades
edificadas por Salomón
Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón las dos casas,
la casa de Yavé y la casa real, para
las cuales Hiram, rey de Tiro, había mandado a Salomón madera de cedro
y de ciprés y cuanto oro quiso, dio Salomón a Hiram veinte ciudades
en tierra de Galilea. Salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que le daba Salomón;
y, no gustándole, dijo:
“¿Qué ciudades me has dado, hermano?” Y las llamó tierras de Cabul, nombre que tienen todavía hoy. Había mandado Hiram a Salomón ciento veinte talentos de oro.
He aquí cómo se reguló el servicio personal impuesto por el
rey Salomón a los hombres cuya leva hizo para edificar la casa de Yavé
y su propia casa, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y, además,
Jasor, Megiddo y Guezer.Había subido el Faraón, rey de Egipto, y, apoderándose de Guezer, la había incendiado, matando a los cananeos que habitaban
la ciudad. Después se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón;
y Salomón
edificó a Guezer, Bet-Horón
de abajo,Balaat y Tamar, en el desierto del mediodía; todas
las ciudades de almacenes, que le pertenecían, y las destinadas a los
carros y a la caballería, y todo cuanto quiso Salomón edificar en Jerusalén,
en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.
Toda la gente que había quedado de los amorreos, de los jeteos, de los fereceos, de los
jeveos y de los jebuseos, que no pertenecían al pueblo de
Israel; sus
descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, y que
los hijos de Israel no habían podido dar al anatema, los obligó Salomón
a prestación personal como lo están hoy;no empleó
Salomón corno tales a los hijos de Israel, que eran sus hombres de guerra,
sus servidores, sus jefes, sus oficiales y los comandantes de sus carros
y su caballería. Los jefes que Salomón puso al frente de las obras eran quinientos
cincuenta, encargados de vigilar a los trabajadores.
La hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que
Salomón le había edificado. Entonces fue cuando se hizo el terraplén.
Tres veces cada año ofrecía Salomón holocaustos y sacrificios
pacíficos sobre el altar que él edificó a Yavé, y quemaba perfumes sobre
el que estaba delante de Yavé. El acabó toda la casa.
Construyó también Salomón naves en Asiongaber,
que está junto a Elat, en la costa del mar
Rojo, en la tierra de Edom; y mandó
Hiram para estas construcciones a sus siervos, diestros marineros, con
los siervos de Salomón, y fueron
hasta Ofir, y trajeron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, que
llevaron al rey Salomón.
Capítulo
10 La reina de Saba visita a Salomón (1-29)
Llegó a la reina de Saba la
fama que para gloria de Yavé tenía Salomón, y vino para probarle con
enigmas. Llegó a Jerusalén con muy
numeroso séquito y con camellos cargados de aromas, de oro en gran cantidad
y de piedras preciosas. Vino a Salomón y le propuso cuanto quiso proponerle;
y a todas sus preguntas respondió Salomón, sin que hubiera nada que
el rey no pudiera explicarle. La
reina de Saba, al ver la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado,
los manjares de su mesa y las habitaciones de sus servidores,
sus cometidos y los vestidos que vestían, los de los coperos, y los
holocaustos que se ofrecían en la casa de Yavé, fuera de sí, dijo al rey: “Verdad es cuanto
en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduría. Yo no lo creía antes de venir
y haberlo visto con mis propios ojos. Pero cuanto me dijeron no es ni
la mitad. Tienes más sabiduría y prosperidad que la fama que a mí me
había llegado. Dichosas tus gentes, dichosos
tus servidores, que están siempre ante ti y oyen tu sabiduría. Bendito Yavé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte
sobre el trono de Israel. Por el amor que Yavé tiene siempre a Israel,
te ha hecho su rey para que hagas derecho y justicia.”
Dio al rey ciento veinte talentos
de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas. No se vieron
nunca después tantos aromas como los que la
reina de Saba dio al rey Salomón. Las flotas de Hiram que traían
el oro de Ofir trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo
y de piedras preciosas. Con la madera
de sándalo hizo el rey las balaustradas de la casa de Yavé y de la casa
del rey y arpas y salterios para los cantores. No vino después nunca
más madera de ésta y no se ha vuelto a ver hasta hoy. El
rey Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella deseó y le pidió,
haciéndole, además, presentes dignos de un rey como Salomón. Después
se volvió ella a su tierra con sus servidores.
Riquezas y fama de Salomón
El peso de oro que cada año
llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
además del que como tributo recibía de los grandes y
pequeños mercaderes, de los príncipes de los beduinos y de los intendentes
de la tierra.
Hizo también el rey Salomón
doscientos grandes escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales
empleó seiscientos siclos de oro, y otros trescientos escudos de oro macizo, para cada
uno de los cuales empleó tres minas de oro, y los puso en la casa “Bosque
del Líbano.”
Hizo también el rey un gran
trono de marfil, que cubrió con láminas de oro purísimo. Seis gradas tenía el trono,
y el respaldo era arqueado, y tenía dos brazos, uno a cada lado del
asiento, y junto a los brazos dos leones, y doce leones en las gradas, uno a cada lado de cada
una de ellas. No se ha hecho nada semejante para rey alguno.
Todas las copas del rey Salomón
eran de oro y toda la vajilla de la casa “Bosque del Líbano” era de
oro macizo. No había nada de plata; no se hacía caso alguno de ésta
en tiempos de Salomón, porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las
de Hiram, y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro,
plata, marfil, monos y pavones.
Fue el rey Salomón más grande
que todos los reyes de la tierra por las riquezas y la sabiduría. Todo el mundo buscaba ver a
Salomón para oír la sabiduría que había puesto Yahvé en su corazón;
y todos le llevaban presentes, objetos de plata, de oro;
vestidos, aromas, caballos y mulos, y todos los años era lo mismo.
Salomón comercia
en caballos y en carros
Reunió carros y caballos. Tenía
mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que puso en las ciudades
donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey. El rey hizo que en Jerusalén
abundara la plata como las piedras, y los cedros fueron tan numerosos
como los sicómoros que crecen en el llano. Los caballos los traía de Musri y de Coa; una caravana de comerciantes del rey los compraba
a un precio determinado; un tiro de carro venía a costar, al salir de Musri, seiscientos siclos de plata, y un caballo, ciento cincuenta
siclos. Traíanlos también al mismo tiempo
para los reyes de los jeteos y los de Siria
Capítulo
11 Las mujeres extranjeras (1-43)
El rey Salomón, además de la
hija del Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas,
edomitas, sidonias y jeteas, de las naciones de que había dicho Yavé a los hijos
de Israel: “No entréis a ellas, ni entren ellas a vosotros, porque de
seguro arrastrarán vuestros corazones tras sus dioses”. A éstas, pues,
se unió Salomón con amor.Tuvo setecientas mujeres de
sangre real y trescientas concubinas, y las mujeres torcieron su corazón.
Cuando envejeció Salomón, sus
mujeres arrastraron su corazón hacia los dioses ajenos; y no era su
corazón enteramente de Yavé, su Dios, como lo había sido el de David,
su padre; y se fue Salomón tras de Astarté, diosa de los sidonios,
y tras de Milcom, abominación de los amonitas;
e hizo Salomón el mal a los ojos de Yavé, y no siguió
enteramente a Yavé, como David, su padre.
Entonces edificó Salomón, en
la montaña que está frente a Jerusalén, un excelso a Camos,
abominación de Moab, y a Milcom,
abominación de los hijos de Amón; y de modo semejante hizo para todas sus mujeres extranjeras,
que allí quemaban perfumes y sacrificaban a sus dioses.
Irritóse Yavé contra Salomón
porque había apartado su corazón de Yavé, Dios de Israel, que se le
había aparecido dos vecesy le había mandado, cuanto a
esto, que no se fuese tras los dioses ajenos; pero él no siguió lo que
Yavé le había mandado. Yavé dijo a Salomón:
“Pues que así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te
había prescrito, yo romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a
un siervo tuyo.No lo haré, sin embargo, en
tus días, por amor de David, tu padre; lo arrancaré de las manos de
tu hijo.Ni le arrancaré tampoco todo
el reino, sino que dejaré a tu hijo una tribu por amor de David, mi
siervo, y por amor de Jerusalén, que yo he elegido.”
Enemigos de Salomón
Suscitó Yavé a Salomón un enemigo,
Hadad, idumeo, de la sangre real de Edom.Cuando David batió a Edom, Joab,
jefe del ejército, subió para enterrar a los muertos y mató a todos
los varones de Edom, quedándose con todo Israel durante seis meses en Edom,
hasta exterminar a todos los varones. Entonces Hadad, con algunos
edomitas, siervos de su padre, huyó para refugiarse en Egipto, siendo
todavía muchacho. Partiendo de Madián, se fueron
a Parán, y, uniéndose allí algunos de Paran, llegaron a Egipto, junto
al Faraón, rey de Egipto. El Faraón dio a Hadad una casa, proveyó a
su subsistencia y le dio tierras. Fue Hadad muy grato al Faraón,
que le dio por mujer a Ano, hermana mayor de su mujer, hermana de la
reina Tafnes. La hermana de Tafnes le dio su hijo Guenubat,
a quien Tafnes educó en la casa del Faraón,
estando en ella Guenubat como un hijo del
Faraón. Cuando supo Hadad, en Egipto,
que David se había dormido con sus padres y que Joab, jefe del ejército,
había muerto, dijo al Faraón: “Déjame ir a mi tierra”; y el Faraón le respondió: “¿Qué te falta cerca de mí,
para que quieras irte a tu tierra?” Y él contestó: “Nada me falta, pero
déjame ir.” Hadad se volvió a su casa. Este fue el mal que hizo Hadad,
que odiaba a Israel y se alzó rey de Edom.
Suscitó Dios a Salomón otro
enemigo, Rezón, hijo de Eliada, que había
huido de su señor Hadadezer, rey de Soba.
Reunió gente y se hizo jefe
de banda cuando David derrotó a las tropas arameas. Fuese entonces a
Damasco y la conquistó y reinó en Damasco, siendo enemigo de Israel todo el tiempo de la vida de
Salomón. Al mismo tiempo que Hadad, le hacía el mal que podía, porque
aborrecía a Israel y reinaba en Siria.
También Jeroboam, siervo de
Salomón, se alzó contra el rey. Era hijo de Nabat, efrateo, de Sereda,
siervo de Salomón, y tenía por madre a una viuda llamada Sarva.
He aquí la ocasión de alzarse
contra el rey: estaba Salomón construyendo el terraplén para rellenar
la depresión que había en la ciudad de David, su padre.Jeroboam era hombre muy capaz y fuerte, y, habiéndole
visto Salomón a la obra, dio al joven el mando de todas las gentes de
trabajo de la casa de José.
Ajías predice a Jeroboam que reinará sobre
Israel
Por aquel tiempo salió Jeroboam
de Jerusalén y le encontró el profeta Ajías,
de Silo. Iba éste cubierto con un manto nuevo,
y estaban los dos solos en el campo. Ajías cogió el manto nuevo
que llevaba sobre sí, lo partió en doce pedazos y dijo a Jeroboam: “Toma diez trozos, porque así habla
Yavé, Dios de Israel: Voy a rasgar el reino en manos de Salomón y a
darte a ti diez tribus. El tendrá una tribu, por amor
de David, mi siervo, y de Jerusalén, que yo he elegido entre todas las
tribus de Israel. Porque me han abandonado y se
han prosternado ante Astarté, diosa de los sidonios; ante Camos, dios de Moab, y ante Milcom, dios de los hijos de Ammón. No han marchado por mis
caminos, haciendo lo que es bueno a mis ojos y guardando mis leyes y
mandamientos, como lo hizo David, su padre. No quitaré de sus manos el reino,
pues mantendré su reinado todos los días de su vida por amor a David,
mi siervo, a quien elegí yo y que guardó mis mandamientos y mis leyes.
Pero quitaré el reino de las
manos de su hijo y te daré a ti diez tribus, dejando a su hijo una tribu, para que David, mi siervo,
tenga siempre una lámpara ante mí en Jerusalén, la ciudad que yo he
elegido para poner allí mi nombre.A ti te tomaré yo; dominarás
sobre cuanto tu corazón desea y serás rey de Israel. Si me obedeces en cuanto yo te mande y sigues mis caminos,
mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, mi siervo, yo seré contigo
y te edificaré casa estable, como se la edifiqué a David, y te daré
Israel.Humillaré a la descendencia
de David, mas no por siempre.”
Salomón procuró dar muerte a Jeroboam; pero Jeroboam
huyó, refugiándose en Egipto, cerca de Sesac,
rey de Egipto, hasta la muerte de Salomón. Lo demás de los hechos de Salomón,
de lo que hizo y de su sabiduría, ¿no está escrito en el libro de los
hechos de Salomón?Reinó Salomón en Jerusalén cuarenta
años sobre todo Israel, y luego se durmió con sus padres y fue sepultado en
la ciudad de David, su padre. Le sucedió Roboam, su hijo.
|
|