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El castigo de
la gentilidad
Por esto los entregó Dios a los deseos de su corazón,
a la impureza con la que deshonran sus propios cuerpos
Las puntualizaciones
conducen a los extremos. El extremismo desata la violencia. Y
la violencia es el recurso de la ignorancia a la hora de imponer
su locura asesina. Hay, en efecto, muchos grados de ignorancia.
Y muchas formas de travestirla. El evangelio de la justificación
de la violencia como consecuencia natural de la evolución de las
especies según el ateísmo científico demuestra, a no ser que sea
mentira lo dicho anteriormente, que la violencia es el fruto de
la ignorancia, demuestra -decía- que el ateísmo científico es
una locura. A diferencia de las patologías de la mente, la de
la inteligencia es la más sutil por cuanto sabe vestirse de omnisciencia,
y la más letal pues que arrastra en su caída a toda la especie.
Y sin embargo el derecho a la libertad es connatural a la Creación;
es decir, la Creación a imagen y semejanza del Creador implica
el Derecho a la libertad por el que la Criatura puede rechazar
a su Creador. Y viceversa, el derecho implica el deber por el
que el Creador acepta las consecuencias de la libertad de su Creación.
Dios no obliga pero tampoco puede ser obligado. Si el deseo del
corazón de la Criatura, conociendo el deseo del corazón de su
Creador, es volverle la cara y comportarse acorde al modelo contrario
de conducta que para sí y por sí tiene por natural la Creación...
Pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron
a la criatura en lugar del Criador, que es bendito por los siglos.
Amén
La Verdad de Dios
es la verdad Universal y Eterna en cuya tierra las galaxias y
los mundos tienen bien alimentadas sus raíces. Es el reflejo puro
de una Realidad Cósmica que despliega su Sabiduría por el Infinito
y establece un Modelo de Pensamiento imperecedero e indestructible.
Y volvemos a lo mismo. La Creación de vida inteligente a imagen
y semejanza de esta Verdad implica la libertad de elección que
procede de una Voluntad, reflejo de la Voluntad del Creador. El
hombre, como cualquier criatura inteligente, es libre para darle
la espalda a la Verdad de Dios y crearse, aunque esa verdad hunda
sus raíces en el infierno de una locura autodestructiva, una verdad
propia. Pero lo que ni el hombre ni ninguna criatura pueden es
borrar del Infinito y la Eternidad su Verdad, que es la Verdad
de Dios. Y es que la inteligencia, en tanto que órgano, está sujeta
a su patología característica, de la misma manera que cualquier
otro órgano del cuerpo humano. La Ciencia, por contra, aún estudiando
el cerebro humano y habiendo localizado el soporte material de
la inteligencia en el cerebro, jamás ha sujetado el cerebro intelectual
a la naturaleza general. Jamás se la oído hablar de una sujeción
del cerebro intelectual a cualquier patología. Muy al contrario
la Ciencia ha divinizado el cerebro intelectual, mediante esta
locura divinizando su pensamiento, por el que la locura de la
violencia que procede de la ignorancia del ateísmo científico
impuso su evangelio criminal sobre las naciones de la Tierra.
Enferma la mente, enferma el cerebro físico, enferma el cerebro
genético, pero ¿quién jamás de los jamases le ha oído hablar a
los sabios de la Academia de los Nobeles de una patología del
cerebro intelectual? Y con todo y a pesar de ellos la inteligencia
cerebral: existe.
Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas,
pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra naturaleza
El cerebro intelectual
implica, pues, una estructura orgánica y como tal está sujeta
a las leyes generales a las que se sujeta el resto del cuerpo
humano. La negación de esta realidad universal es la cuna donde
el ateísmo científico conoció sus primeros días. La cuestión es
¿de quién era la mano que mecía la cuna? Pero nosotros nos contentaremos
con determinar que la negación de este principio implica la degeneración
del sistema natural y su transformación en un virus maligno con
capacidad para destruir la estructura lógica del cerebro intelectual,
por esta negación de la Realidad estableciendo un sistema de comportamiento
contrario al establecido por la propia Naturaleza. Fenomenología
patológica que opera sus nefastos efectos en todo espacio y tiempo
donde la reacción haya procedido a desencadenar sus síntomas.
Aquí, entonces, en la enfermedad del cerebro intelectual tenemos
que ver la génesis de la tendencia suicida de una especie que
queriendo vivir sólo se produce a sí misma la muerte.
E igualmente los varones, dejando el uso natural de
la mujer, se abrasaron en la concupiscencia de unos por otros,
los varones de los varones, cometiendo torpezas y recibiendo en
sí mismos el pago debido a su extravío
La Naturaleza
sólo reconoce una Verdad y sólo tiene una Ley. A saber, un organismo
sujeto a la Muerte lo está en todas sus partes. Aquella teoría
patológica del nacimiento de las ideas en un mundo exterior al
ser humano es la afirmación de una locura por la que el cerebro
intelectual no existe y el pensamiento humano procede, como decía
Descartes, del Ser en cuanto ser, y no del cerebro. Alucinada
la Ciencia por semejante Método de locura gracias al cual la Razón
se hizo infalible y el Ateísmo devino una Religión Omnisciente,
los sabios de la Academia se elevaron a la condición de los dioses,
todos más allá del bien y del mal, y en consecuencia, como los
locos, ajenos a la responsabilidad que procede y le conviene a
los pensamientos, las palabras y las actos de todos los seres
en tanto que seres. Es cierto, cómo no, que a un loco no se le
puede pedir responsabilidad por sus actos, y es natural que se
le conceda este beneficio a todo enfermo mental, pero que una
persona cuerda quiera hacer privativo y extenso a su ser este
derecho de la locura es un delito contra natura que, obviamente,
debe hacer sufrir sus efectos sobre la sociedad obligada a vivir
bajo el pensamiento y las obras de semejantes sabios enloquecidos
por sus pensamientos, entontecidos por sus razonamientos a la
manera que un mono que hablase y se sorprendiese a sí mismo ante
el espejo admirándose del milagro: soy un mono que habla. Y hablando
se creyese todopoderoso y omnipotente para imponerle a la Naturaleza
nuevas leyes.
Y como no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó
a su réprobo sentir. Que los lleva a cometer torpezas
La lógica de la
Naturaleza habla con una sabiduría que a un cerebro intelectual
en plena ebullición patológica no le puede resultar lógica. Queriendo
conocerse a sí misma en tanto que inteligencia divina esclavizada
en un cuerpo mortal en su ateísmo demente la Ciencia abandonó
la búsqueda de la Verdad en beneficio del conocimiento de su propia
estructura ontológica. Pero como su principio era la negación
de estas dos realidades la única salida que le quedaba era la
Duda. Y es que después de haberse maravillado contemplándose a
sí misma en el espejo se impuso por objetivo obligar a todas las
demás bestias de su selva a admirar el objeto de su admiración,
o sea, ella misma, empleando para alcanzar esta meta no importaba
qué sistema de manipulación de la verdad universal.
Y a llenarse de toda injusticia, malicia, avaricia,
maldad; llenos de envidia, dados al homicidio, a contiendas, a
engaños, a malignidad; chismosos.
La manipulación
de la Verdad de la que se nutre el cerebro intelectual le afecta,
como es de comprender, al Ser que depende de esa información para
establecer su comportamiento en y dentro de la Naturaleza, la
Obediencia a cuya Ley determina la extinción o evolución de su
especie. Rota la existencia del Pensamiento como fruto del cerebro
humano, pues en virtud de la religión de la Ciencia fue transformado
en un cuerpo inmune a la Muerte, la Ciencia devino la Ley. Y dado
que la Ciencia no existe independientemente de la realidad creada,
siendo esclava la Ciencia de la Ley, la Ciencia devenida en Ley
implica la elección por la cual la Criatura determina la elección
de la Naturaleza sobre su evolución o extinción. Es decir, negando
a Dios, ignorando su Existencia, la Ciencia se estableció como
Ley para bendecir la extinción de la especie humana en nombre
de su victoria sobre Dios. ¡Si judíos y romanos mataron al Hijo
¿por qué no iba la Ciencia a matar al Padre?!
...calumniadores de Dios, ultrajadores, orgullosos,
fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a los padres...
Las consecuencias
de la rebelión están escritas, la génesis de la misma también,
lo que aquí nos interesa determinar es en qué medida existe el
cerebro intelectual y en qué medida aquélla divina ciencia, cuyas
ideas procedían de un ignoto lugar llamado Duda, se veía afectada
por la naturaleza material de ese cerebro sin cuya existencia
no podía darse ciencia en el ser humano. Obviamente este discurso
tiene su razón de ser en la necesidad de establecer un diálogo
con un enfermo, las particularidades de cuya enfermedad lo convierten
en el demente más peligroso que existe, como se ve en sus ejemplares
del siglo XX. Dentro de esas particularidades de la enfermedad
conocida por ateísmo científico la más temible y peligrosa es
aquella por la cual el sabio ateo se creía infalible y a salvo
de cualquier pensamiento objetivo externo que pudiera activar
los recursos de la naturaleza para vencer la enfermedad que le
afectaba; el loco en el genio estaba tan bien instalado en su
patología que no veía el sabio por qué había de renunciar al loco
que llevaba dentro.
Insensatos, desleales, desamorados, despiadados
Ninguno de estos
síntomas, efecto de su enfermedad sobre la sociedad y sí mismo,
podía convencer a los obispos de la Academia de los Nobeles de
la necesidad de desprenderse del loco connatural al genio...
Los cuales, conociendo la sentencia de Dios, que quienes
tales cosas hacen son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino
que aplauden a quienes las hacen.
Determinar el
grado de enfermedad es siempre el primer paso hacia la recuperación
de la salud. Hacia ese punto caminaremos sin desviarnos ni a la
izquierda ni a la derecha.
Tampoco los judíos
están camino de la salvación
Por lo cual eres inexcusable, ¡oh! hombre, quienquiera
que seas, tú que juzgas; pues en lo mismo en que juzgas a otro,
a ti mismo te condenas, ya que haces eso mismo que condenas.
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