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EL EVANGELIO DE CRISTO
PARTE MORAL
La perfección de la caridad
No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros, porque quien
ama al prójimo ha cumplido la ley.
La infinita superioridad de
la Moral sobre la Ética procede de este precepto eterno. Mientras
la Ética es el recurso de seres que han renunciado a superarse
a sí mismos y se niegan a seguir evolucionando al final del término
donde la Naturaleza le abre la puerta al Espíritu y pone en manos
de su Creador la Criatura que le pariera su Creación, en función
de cuya renuncia a abandonar la ley de la selva la ley ética sustituye
la inteligencia del Espíritu por una Razón Animal que establece
decretos entre los miembros de la propia especie, resultando de
esta imposición a punta de hierro que la obediencia a la ley sólo
procede respecto a la inferioridad del sujeto pero no precede
jamás a quien ordena la ley y se sitúa sobre ella, invirtiendo
el valor de la Ética, que rebaja a la condición del Crimen cuando
traduce su precepto máximo supremo en aquella alta razón que subordina
al Fin la Naturaleza de los Medios. Así, mientras la Ética se
ordena en función de los tiempos y obedece a la razón de los legisladores,
la Moral es eterna y establece el camino entre Fin y el Principio
sin alternancia recursiva derivada de la capacidad o la incapacidad
del sujeto. La Ética ordena matar cuando el fin es superior al
medio por el que se alcanza ese fin, cuyas repercusiones hacen
del individuo un mero objeto abstracto a los pies del bien político,
resultando que la Ética arrastra al Género Humano a los dorados
tiempos del sacrificio humano, ahora no ritual, sino jurídico.
Efectuado el sacrificio, en efecto, la justicia legaliza el delito,
deviniendo en su comportamiento un apéndice asesino del poder
ético que, desplazando los valores eternos de la inteligencia,
los sustituye por los intereses temporales de un grupo específico.
Bajo la ley de la Ética, por consiguiente, el amor al prójimo
es volatizado, reventado y en el núcleo donde la identidad entre
los seres humanos procede de la propia Naturaleza establece la
convivencia mediante decreto, y este decreto arbitrario suspendido
sobre la cabeza del hombre en función de la perversión del derecho
Natural y Divino que Poder Político establece contra la Sociedad
en su conjunto. De donde se ve que la Ética es la moral del Poder
por en cuanto es el Poder el que destruye la Ley para imponerle
por Decreto a la Naturaleza su ley. No cabe el amor entre los
seres humanos y sí, y sólo la convivencia que procede del decreto.
Ahora bien, hasta hoy el universo entero ha reconocido en mil
formas y ocasiones que el amor no se engendra por decreto y nadie
puede amar al prójimo en función de la voluntad de otro. Verdad
apasionante y irrefutable que convierte en fracaso el éxito pasajero
de quien legitima el sacrificio del individuo al bien del universo,
tras cuya retórica no se esconde más que la dialéctica criminal
del Poder Ético. Que cada cual le ponga ahora el nombre que quiera
a quien por decreto vuela la Moral y pone en su lugar la ley de
las bestias, entre las cuales, sí es cierto, la fuerza es la madre
de la razón social. ¿Y qué es el Gobierno por decreto sino la
fuerza a punta de pistola del Poder? Se entiende, en consecuencia,
que no teniendo valor moral su imperio el Poder deba inventarse
una justificación social que excuse su sacrificio; a esta justicia
se le llama Ética.
Pues “no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás”, o cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: “Amarás al prójimo como a ti mismo”
La ley de la Verdad, la ley
moral, o sea, la ley del Amor, es más fuerte e infinitamente más
poderosa para fundar la estabilidad de la Sociedad en el Espacio
y el Tiempo, que cualquier relación basada en el imperio del decreto.
Desde la Ética yo no robo ni mato mientras no se me cruce por
el camino una causa superior de altura política e histórica infinitamente
más grande que la vida del individuo, a cuya consecución el sacrificio
del individuo no es sólo aconsejable sino un deber ético que el
Grupo de interesados se tiene que imponer si quiere llegar a alcanzar
dicho fin específico. Nada hay pues que diferencie la Ética del
Poder de la Ideología del Terrorismo, excepto que el Poder tiene
la legalidad para el sacrificio y el terror sacrifica fuera de
ley de la Ética Política. No estableciéndose la relación entre
el individuo, entre el hombre y la Sociedad desde una Fuerza Natural
que procede a la identificación de todos con todos en el Origen
Universal de todos en un mismo Núcleo, el parche que el Poder,
tras destruir este Núcleo, pone sobre la Historia, quitando la
Moral, el fruto de ese Origen, y sustituyéndola por la Ley Ética,
es decir, por el Imperio de la Fuerza, no es más que un parche
en el muro, un dique circunstancial creado a la ligera para contener
las aguas de la destrucción de una sociedad atacada desde su interior
por fuerzas aniquiladoras que, bajo el disfraz del Derecho, no
hacen sino causar la ruina de la Sociedad sobre la que impera
mediante Decreto. Por amor a la humanidad se hacen maravillosas
locuras, pero por ley no hay en este mundo quien ponga la otra
mejilla o le dé sus sobras al pobre que se muere de hambre en
la esquina. La ley que viene de la Ética antes la da las sobras
a su perro que a ese moribundo, rastrero y asqueroso inmundo piojoso
vagabundo. Sólo la ley que procede de la Moral enciende la conciencia,
contra el interés propio incluso, y se quita de lo propio - como
pudiera ser la felicidad que viene de la comodidad- para compartir
con el prójimo el pan, y, ya lo hemos visto muchas veces, hasta
la propia vida. El decreto ético es inoperante para engendrar
este comportamiento, y desde que es inoperante su ley es inhumana
porque mata una de las partes naturales más importantes de la
inteligencia, la Conciencia. No vamos a condenar la Ley de la
Naturaleza, que es Moral, en razón del comportamiento de unos
pocos. No todos los que están, son, como dice el proverbio popular
El amor no obra el mal del prójimo, pues el amor es la plenitud de la ley.
Y no porque lo diga un Apóstol.
Basta abrir cualquier libro de Platón para ver a Sócrates poniendo
el Amor por las cosas, incluyendo lo humano, como superior a la
simple manifestación de las consecuencias a que conducen esta
fuerza divina desde una postura interesada o no fundada en una
razón ética. Sócrates es sencillamente ero y sólo esto: La superioridad
del Pensamiento que procede del Amor al Hombre sobre el Pensamiento
que procede de la Pasión por alcanzar una posición cada vez más
alta en la Sociedad. Esta Ética del Poder no sólo no puede cumplir
la plenitud de la Ley porque en su desarrollo sacrifica a su fin
al hombre que se le cruza en su camino y convierte a la propia
Sociedad en un mero objeto sobre el que apoyarse para alcanzar
su objetivo. La Ética no sólo no puede desatarle la correa del
zapato de los pies con el que el cuerpo Moral Cristiano, expresión
eterna de la Moral Natural, se mueve, sino que además, estableciendo
el sacrificio humano en tanto en cuanto acto legal para alcanzar
el Poder, la Ética deviene una ideología criminal que justifica
el Medio para alcanzar el Fin. Sin embargo parece que las verdades
son menos verdades depende de quien las diga, de aquí que firmándola
San Pablo esta Verdad no sea una declaración filosófica con origen
en la experiencia más desarrollada adquirida por los sentidos
racionales del ser humano. Y al contrario, parece que depende
de quien la firme una mentira es más verdad en la oreja de quien
la escucha.
31.El día de la salud está próximo
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