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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

PARTE MORAL

29

Obediencia a los poderes públicos

 

Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores, pues no hay autoridad sino bajo Dios; y las que hay, por Dios han sido establecidas,

 

Aquí entra lo que entra por donde entra y la verdad se alza para que la disposición contra la autoridad injusta no choque en absoluto contra la justicia de la autoridad que pone en su estado ideal el Apóstol. La manipulación del texto se presta tránsfuga a cometer la desvirtuación del sentido apostólico en esta postura de obediencia sin falta a la Ley que procede de una Autoridad en Justicia. De manera que tenemos que diseccionar esta Obediencia desde dos posiciones firmes, estratégicas y de valor universal en tanto que hablamos de la Autoridad que procede de Dios y no de la Muerte. De un lado tenemos la Doctrina de la NO Violencia que emana de Cristo, se materializa en su Cruz y procede a la renuncia de cualquier Acto de Violencia, aún en defensa Legítima, en razón de la legalidad de las leyes del mundo al que se acerca para predicarle la luz de la Verdad Eterna. Del otro tenemos que la Obediencia a la Autoridad se entiende en cuanto Justicia Divina, a cuya Ley toda criatura le debe Obediencia sempiterna en razón de la imperecedera perfección que la justifica y se establece en Derecho sobre todas las naciones de la Creación. Es decir, no podemos ir a predicarle el Evangelio a una nación pagana empleando no la Palabra sola y sí la Fuerza. La obediencia debida a las leyes de esa sociedad, la mejor a su estado en razón de su situación en el tiempo, impone la necesidad de la legalidad de la actuación dentro del orden establecido para esa sociedad concreta. Pero esto que vale para la predicación y se mantiene como comportamiento dentro de la sociedad cristiana no destierra la Legítima Defensa de la Sociedad Cristiana cuando un poder, externo o interno, la ataca para destruirla. Porque si la Legítima Defensa para proteger la Vida del cristiano y su Sociedad fuera un acto contra Cristo la existencia del cristianismo quedaría al desnudo frente a unas fuerzas no cristianas que desde dentro o desde fuera tienen por objetivo la destrucción del reino de Dios. Y si el propio Dios se alzó contra el enemigo de su Casa no sé cómo podría su Casa mantenerse desnuda frente a quien busca la destrucción de Dios. De donde se ve que la No Violencia es connatural al espíritu de Cristo, que su Obediencia a la Justicia se entiende respecto a Dios y que la Desobediencia se da en la NO Violencia contra la Autoridad impuesta a la Sociedad no por Dios sino por la Muerte. Pues tan legítimo, mirando a la Historia, fue la Revolución de Gandhi como la Revolución Americana, a pesar de haber optado ambas por camino actitudes en apariencia contrarias. La desobediencia dentro de la NO violencia contra quien pretende echar abajo nuestra Sociedad se torna en respuesta bajo Legítima Defensa cuando quien pretende destruir nuestra Sociedad está dispuesto a destruirnos para perpetuar el estado de crimen en el origen de la Desobediencia Cristiana hacia la justicia humana. Y esto que, en apariencia, podría estar contra las palabras del Apóstol, es una oposición, como digo, en apariencia. Es decir, dentro de la Sociedad conformada al espíritu cristiano la obediencia a la autoridad es sagrada, sin por ello anular la conducta contraria a la perversión de la ley por intereses privados no sujetos a la justicia divina; lo que se traduce en una desobediencia NO violenta pero sí activa a fin de perfeccionar lo humano en virtud de la necesidad de asemejar nuestra Sociedad a la Sociedad eterna. Lo otro, permanecer pasivos ante la perversión de la sociedad cristiana en base a una obediencia ilimitada a las autoridades, esto sí que es una perversión del espíritu cristiano y sumisión al infierno de los intereses privados por sectores alzados sobre el interés universal en la raiz de la justicia divina. Cualquiera que desatiende la complejidad de la doctrina apostólica y pretende sacralizar la obediencia a la autoridad, aun establecida por el diablo, sea desde un trono, desde un púlpito o desde un senado, este es un enemigo del reino de Dios, y no olvidemos que el primero en alzarse en desobediencia contra la Idea de la perversión de la Justicia mediante la sujeción del derecho Universal al derecho privado fue el propio Dios.

 

de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación.

 

No es una rebelión, por consiguiente, alzarse en desobediencia contra la ley infernal de un grupo privado que impone o busca imponer su ley individual sobre y contra el derecho universal, derecho al que debe sujetarse, en efecto, toda ley y legalidad social. La medida de la desobediencia, sin embargo, será una reacción acorde a la fuerza del que causa la desobediencia con la criminalidad de su legalidad impuesta. Y si tan legítimas fueron las revoluciones india y americana, no menos lo fueron la rusa, la china y la cubana, variando entre unas y otras únicamente la necesidad de intensidad en la lucha por la libertad. Ahora bien, esta legalidad se torna en delincuencia cuando se usa esta legalidad para llevar la Violencia revolucionaria en motor de actuación fuera de las fronteras. Conquistar el mundo con las armas de la Guerra y no de la Paz fue la Desobediencia que le causó a Adán y su mundo la ruina y condenó al Género Humano a vivir una a Historia escrita con la sangre de generaciones sin número. Dios, contra Pablo, pero totalmente con él, no ha dispuesto todas las autoridades de este mundo, a no ser que neguemos que tras Adán le entregara el mundo a su asesino. Pero en verdad Dios hace avanzar las leyes de toda sociedad a fin de que la mente de los tiempos y los pueblos se encuentren lo más cercana posible del Evangelio de su Reino, gracias a lo cual el Imperio Romano se encontraba perfectamente para asimilar el cristianismo, aunque nada ni nadie pudiera impedir el primer choque. Así legalizado el Imperio designado por Dios para albergar su Reino, y expuesta la Necesidad de la Muerte de Cristo, la doctrina de la No Violencia pero la actividad desobediente implícita en la postura social del cristiano frente a un derecho limitado y sin embargo estacionado en el tiempo era la Obediencia Cristiana que, puesta en práctica, hizo posible la Victoria del Cristianismo, cuya Gesta no fue igualada jamás ni lo sería jamás. Pues si la revolución india de Gandhi se cobró su vida propia, la revolución cristiana de Jesús se cobró la de decenas de miles, demostrándose con esta diferencia que Gandhi era posible en la India pero su revolución frente a un imperio como el romano, de cuya ley distaba mucho el británico, hubiera fracasado antes de nacer siquiera. La obediencia a la autoridad que viene de Dios, pues, siempre; frente a la que procede del hombre y en el hombre ha plantado el Infierno: Revolución permanente.

 

Porque los magistrados no son de temer para los que obra bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación,

 

Palabras de las que vemos que San Pablo tiene en mente una Sociedad Ideal, es decir, el reino de Dios, regido por una Ley Perfecta, Incorruptible, a la luz de cuya magnificencia y bondad todas las naciones de la Creación andan felices, disfrutando sempiternamente de la Libertad y la Paz de las que la propia Justicia es garante y las autoridades su reflejo para atajar el crecimiento del Mal apenas cae su semilla en el campo de la conciencia. En una Sociedad regida por la Justicia Divina, ciertamente ¡quién será el que le tema a la Autoridad por Dios establecida para mantener el Árbol de la Paz siempre en flor, siempre vivo! Y al contrario, en una sociedad establecida sobre una ley animal que tiene por ciencia el cultivo del Árbol de la Guerra ¡quién será el que no se proclame en desobediencia perpetua! La aprobación de Dios no fue para quienes se estacionaron en el tiempo y le dieron la espalda a la Justicia Eterna, sino que aprobó la Desobediencia de Cristo y rechazó a quienes vivían en temor a la autoridad, una autoridad que El mismo levantó. De manera que basar la Obediencia ilimitada del que cree hacia el que predica, por atenernos a nuestros pastores, en estas palabras del Apóstol es un error tremendo porque saca de contexto la Verdad y abandona en el tintero el Hecho de la Necesidad de la Muerte de Cristo, hecho pasado y que, consumado, inunda el ser de todos los hijos de Dios con la Luz que procede de la libertad. La Obediencia de todo hombre es, pues, para Dios y la Autoridad que El ha elevado sobre todo Pueblo y Nación, su Hijo, nuestro Rey sempiterno. Cualquier otra Obediencia de naturaleza ilimitada es un acto de rebelión contra la Voluntad de Dios Eterno. Toda autoridad, aún establecida por Dios en el tiempo, es sólo un puente conducente a esta Autoridad Universal a cuyos pies toda criatura ponemos esa Obediencia Ilimitada que algunos pretenden desviar hacia sus pies. Dios, elevando a su Hijo a su trono, anuló la Obediencia Debida de toda criatura a cualquier otra Autoridad que no sea la de su Hijo. Y es esta Obediencia la Vara que mide el valor universal de toda autoridad humana. Si es según esta Ley, entonces ciertamente se da el temor debido:

 

porque es ministro de Dios para el bien, pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal.

 

Y cualquier pero es una incitación al mal. Pero siempre entendiendo que el espíritu de Cristo es el Bien en sí mismo y este temor ha sido superado por el Amor a la propia Justicia Divina, de manera que sin anular el Temor su existencia se transfigure en Amor por virtud del conocimiento del verdadero Dios, Padre de Jesucristo, en quien vimos la Naturaleza de su perfección, que rechaza el interés privado sobre el universal y sujeta todo lo individual a lo general, haciendo así que la Sociedad sea gobernada por una Razón externa a todos que sin embargo está en todos, los fundamentos de cuya Razón son la Verdad, la Justicia y la Paz; Árbol de la Vida el fruto del cual es la Libertad. No arrodillarse ante esta Ley Eterna es rebelión contra la Autoridad de Dios. La Desobediencia a esta Ley fue la que le causó a Adán la ruina y a su mundo la condenación. Y la Salvación le vino al mundo cuando la desobediencia a la autoridad impuesta por los rebeldes a dicha Ley se hizo, estableciendo así Dios y su Hijo a perpetuidad la Revolución No violenta contra la Injusticia como camino de Crecimiento del ser. A esta Ley debiera temerle todo el que se rebela contra ella, como se ha visto en tantos casos en nuestra Historia, pues el espíritu cristiano arrastrado a su extremo se revuelve invencible contra quienes creyéndose superior a Cristo intentan aplastar su Sociedad en nombre de falsos conceptos, entre los que la autoridad que viene de Dios y la obediencia ilimitada en función de esta razón es, sin ser el único, uno de ellos.

 

Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia.

A nadie, pues, le debe el cristiano obediencia ilimitada, a nadie en absoluto, ni en el Cielo ni en la Tierra, excepto a la Autoridad que Dios ha alzado sobre todas las naciones de su Reino. El es el rey, el es el Hijo de Dios, y no hay criatura, en el Cielo o en la Tierra que pueda reclamar para sí esta obediencia sin alzarse en Rebelión contra su Corona y su Cetro. En el mundo nos toca formar la Sociedad a imagen y semejanza de la Sociedad sempiterna entre el Creador y sus criaturas, Sociedad fundada libremente por Dios y basada en el Derecho que le asiste sobre su Creación. Y cualquier desviación de la justicia que nace de la Verdad en razón de imponer un modelo de sociedad no sujeto a la Paz que procede de la Justicia Divina: es un acto de rebelión contra la Sociedad en su conjunto, que se resuelve en su destrucción por socavamiento de los cimientos sobre los que se alzan sus columnas. La Autoridad de la Ley para impedir que esto suceda no puede ser sino a semejanza de aquél del que procede toda Autoridad, es decir, todopoderosa. Si la conciencia de ser sólo barro no detiene al rebelde la perpetuación de la acción destructiva sólo puede ser anulada mediante el castigo que procede de un Poder sin límites para hacer que el castigo caiga sobre el rebelde, sea quien sea el individuo. Este es el tipo de Autoridad Divina que tiene su antítesis en los regímenes que bajo el concepto infernal de obediencia debida e ilimitada hace justamente lo contrario, es decir, gobernar con una ley sujeta al interés individual privado de una casa, o un partido político -por no cubrir todo el espectro de asociaciones criminales que se hacen ley para desde su justicia imponer su régimen de terror sobre un pueblo indefenso y abandonado a su suerte por el derecho internacional no Universal- pensando en Darfour.

 

Por tanto, pagadles los tributos, que son ministros de Dios ocupados en eso.

 

Lógicamente el crecimiento social implica nuevos problemas que requieren nuevas soluciones y, con independencia de los choques de intereses, deben resolverse desde la legalidad desobediente de la obediencia natural a las leyes. Lo contrario, que la ley temporal exija una legalidad estacionaria es un delito que convierte dicha legalidad en delincuencia organizada y arrastra a las generaciones a la guerra civil revolucionaria como única salida hacia el desbloqueo de la situación ilegal creada desde la legalidad aplastada por la autoridad. La Carta Magna Americana recoje esta Legalidad Revolucionaria como parte del cuerpo de un sistema social en continuo crecimiento. Lo contrario, como se ve del sistema zarista, no podía conducir sino a una amplificación de las consecuencias en razón de la continuidad en el tiempo que la delincuencia organizada se mantuvo en el Poder bajo el execrable horror conceptual de una Obediencia Ilimitada Obligatoria, que la iglesia ortodoxa estimuló contra la Ley de Dios, que derrumbó todo Poder para glorificar a su Hijo levantándolo como Rey Universal, desprendiéndose de esta Glorificación que Dios liberó a toda su creación de la Obediencia Debida a las autoridades establecidas sobre los pueblos antes de la Fundación del Reino de su Hijo. Una vez fundado este Reino ninguna Corona tiene su origen en Dios sino, como hemos dicho, la de su Hijo, nuestro Rey por la eternidad.

 

Pagad a todos lo que debáis; a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.

Lo cual nos lleva a diferenciar entre Imperio y Corona Divina. De tal manera que el Poder pasó de imperio a imperio a fin de preparar a la Civilización y conducirla de Derecho en Derecho hasta las puertas del Derecho Divino. Inútil mirar, pues, para atrás y juzgar a las naciones en cuyas manos Dios puso la Vara del Imperio que al final del proceso habría de volver a las manos de su Hijo, de donde no volverá a salir jamás por la eternidad de las eternidades. Establecida, entonces, la sociedad cristiana sobre el Principio Universal del Bien Común, el Deber se une al Derecho para establecer el Bien de todos sobre la base del bien del individuo. Si el Todo está bien y la parte está mal, hay un error de principio. Y viceversa si el individuo está bien y el género humano anda mal, se da un tremendo error de fin. El fin de la justicia es el bien de todos para enriquecer el bien del individuo, repercutiendo el bien del individuo sobre el bien de todos, proceso de enriquecimiento que Dios alimenta mediante el gobierno de las Naciones de su reino por el Consejo de su Sabiduría Infinita

 

30. La perfección de la caridad

No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley.