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EL EVANGELIO DE CRISTO
PARTE MORAL
Obediencia a los poderes públicos
Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores, pues no hay autoridad
sino bajo Dios; y las que hay, por Dios han sido establecidas,
Aquí entra lo que entra por
donde entra y la verdad se alza para que la disposición contra
la autoridad injusta no choque en absoluto contra la justicia
de la autoridad que pone en su estado ideal el Apóstol. La manipulación
del texto se presta tránsfuga a cometer la desvirtuación del sentido
apostólico en esta postura de obediencia sin falta a la Ley que
procede de una Autoridad en Justicia. De manera que tenemos que
diseccionar esta Obediencia desde dos posiciones firmes, estratégicas
y de valor universal en tanto que hablamos de la Autoridad que
procede de Dios y no de la Muerte. De un lado tenemos la Doctrina
de la NO Violencia que emana de Cristo, se materializa en su Cruz
y procede a la renuncia de cualquier Acto de Violencia, aún en
defensa Legítima, en razón de la legalidad de las leyes del mundo
al que se acerca para predicarle la luz de la Verdad Eterna. Del
otro tenemos que la Obediencia a la Autoridad se entiende en cuanto
Justicia Divina, a cuya Ley toda criatura le debe Obediencia sempiterna
en razón de la imperecedera perfección que la justifica y se establece
en Derecho sobre todas las naciones de la Creación. Es decir,
no podemos ir a predicarle el Evangelio a una nación pagana empleando
no la Palabra sola y sí la Fuerza. La obediencia debida a las
leyes de esa sociedad, la mejor a su estado en razón de su situación
en el tiempo, impone la necesidad de la legalidad de la actuación
dentro del orden establecido para esa sociedad concreta. Pero
esto que vale para la predicación y se mantiene como comportamiento
dentro de la sociedad cristiana no destierra la Legítima Defensa
de la Sociedad Cristiana cuando un poder, externo o interno, la
ataca para destruirla. Porque si la Legítima Defensa para proteger
la Vida del cristiano y su Sociedad fuera un acto contra Cristo
la existencia del cristianismo quedaría al desnudo frente a unas
fuerzas no cristianas que desde dentro o desde fuera tienen por
objetivo la destrucción del reino de Dios. Y si el propio Dios
se alzó contra el enemigo de su Casa no sé cómo podría su Casa
mantenerse desnuda frente a quien busca la destrucción de Dios.
De donde se ve que la No Violencia es connatural al espíritu de
Cristo, que su Obediencia a la Justicia se entiende respecto a
Dios y que la Desobediencia se da en la NO Violencia contra la
Autoridad impuesta a la Sociedad no por Dios sino por la Muerte.
Pues tan legítimo, mirando a la Historia, fue la Revolución de
Gandhi como la Revolución Americana, a pesar de haber optado ambas
por camino actitudes en apariencia contrarias. La desobediencia
dentro de la NO violencia contra quien pretende echar abajo nuestra
Sociedad se torna en respuesta bajo Legítima Defensa cuando quien
pretende destruir nuestra Sociedad está dispuesto a destruirnos
para perpetuar el estado de crimen en el origen de la Desobediencia
Cristiana hacia la justicia humana. Y esto que, en apariencia,
podría estar contra las palabras del Apóstol, es una oposición,
como digo, en apariencia. Es decir, dentro de la Sociedad conformada
al espíritu cristiano la obediencia a la autoridad es sagrada,
sin por ello anular la conducta contraria a la perversión de la
ley por intereses privados no sujetos a la justicia divina; lo
que se traduce en una desobediencia NO violenta pero sí activa
a fin de perfeccionar lo humano en virtud de la necesidad de asemejar
nuestra Sociedad a la Sociedad eterna. Lo otro, permanecer pasivos
ante la perversión de la sociedad cristiana en base a una obediencia
ilimitada a las autoridades, esto sí que es una perversión del
espíritu cristiano y sumisión al infierno de los intereses privados
por sectores alzados sobre el interés universal en la raiz de la justicia divina. Cualquiera que desatiende la complejidad
de la doctrina apostólica y pretende sacralizar la obediencia
a la autoridad, aun establecida por el diablo, sea desde un trono,
desde un púlpito o desde un senado, este es un enemigo del reino
de Dios, y no olvidemos que el primero en alzarse en desobediencia
contra la Idea de la perversión de la Justicia mediante la sujeción
del derecho Universal al derecho privado fue el propio Dios.
de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios,
y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación.
No es una rebelión, por consiguiente,
alzarse en desobediencia contra la ley infernal de un grupo privado
que impone o busca imponer su ley individual sobre y contra el
derecho universal, derecho al que debe sujetarse, en efecto, toda
ley y legalidad social. La medida de la desobediencia, sin embargo,
será una reacción acorde a la fuerza del que causa la desobediencia
con la criminalidad de su legalidad impuesta. Y si tan legítimas
fueron las revoluciones india y americana, no menos lo fueron
la rusa, la china y la cubana, variando entre unas y otras únicamente
la necesidad de intensidad en la lucha por la libertad. Ahora
bien, esta legalidad se torna en delincuencia cuando se usa esta
legalidad para llevar la Violencia revolucionaria en motor de
actuación fuera de las fronteras. Conquistar el mundo con las
armas de la Guerra y no de la Paz fue la Desobediencia que le
causó a Adán y su mundo la ruina y condenó al Género Humano a
vivir una a Historia escrita con la sangre de generaciones sin
número. Dios, contra Pablo, pero totalmente con él, no ha dispuesto
todas las autoridades de este mundo, a no ser que neguemos que
tras Adán le entregara el mundo a su asesino. Pero en verdad Dios
hace avanzar las leyes de toda sociedad a fin de que la mente
de los tiempos y los pueblos se encuentren lo más cercana posible
del Evangelio de su Reino, gracias a lo cual el Imperio Romano
se encontraba perfectamente para asimilar el cristianismo, aunque
nada ni nadie pudiera impedir el primer choque. Así legalizado
el Imperio designado por Dios para albergar su Reino, y expuesta
la Necesidad de la Muerte de Cristo, la doctrina de la No Violencia
pero la actividad desobediente implícita en la postura social
del cristiano frente a un derecho limitado y sin embargo estacionado
en el tiempo era la Obediencia Cristiana que, puesta en práctica,
hizo posible la Victoria del Cristianismo, cuya Gesta no fue igualada
jamás ni lo sería jamás. Pues si la revolución india de Gandhi
se cobró su vida propia, la revolución cristiana de Jesús se cobró
la de decenas de miles, demostrándose con esta diferencia que
Gandhi era posible en la India pero su revolución frente a un
imperio como el romano, de cuya ley distaba mucho el británico,
hubiera fracasado antes de nacer siquiera. La obediencia a la
autoridad que viene de Dios, pues, siempre; frente a la que procede
del hombre y en el hombre ha plantado el Infierno: Revolución
permanente.
Porque los magistrados no son de temer para los que obra bien, sino para los
que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el
bien y tendrás su aprobación,
Palabras de las que vemos que
San Pablo tiene en mente una Sociedad Ideal, es decir, el reino
de Dios, regido por una Ley Perfecta, Incorruptible, a la luz
de cuya magnificencia y bondad todas las naciones de la Creación
andan felices, disfrutando sempiternamente de la Libertad y la
Paz de las que la propia Justicia es garante y las autoridades
su reflejo para atajar el crecimiento del Mal apenas cae su semilla
en el campo de la conciencia. En una Sociedad regida por la Justicia
Divina, ciertamente ¡quién será el que le tema a la Autoridad
por Dios establecida para mantener el Árbol de la Paz siempre
en flor, siempre vivo! Y al contrario, en una sociedad establecida
sobre una ley animal que tiene por ciencia el cultivo del Árbol
de la Guerra ¡quién será el que no se proclame en desobediencia
perpetua! La aprobación de Dios no fue para quienes se estacionaron
en el tiempo y le dieron la espalda a la Justicia Eterna, sino
que aprobó la Desobediencia de Cristo y rechazó a quienes vivían
en temor a la autoridad, una autoridad que El mismo levantó. De
manera que basar la Obediencia ilimitada del que cree hacia el
que predica, por atenernos a nuestros pastores, en estas palabras
del Apóstol es un error tremendo porque saca de contexto la Verdad
y abandona en el tintero el Hecho de la Necesidad de la Muerte
de Cristo, hecho pasado y que, consumado, inunda el ser de todos
los hijos de Dios con la Luz que procede de la libertad. La Obediencia
de todo hombre es, pues, para Dios y la Autoridad que El ha elevado
sobre todo Pueblo y Nación, su Hijo, nuestro Rey sempiterno. Cualquier
otra Obediencia de naturaleza ilimitada es un acto de rebelión
contra la Voluntad de Dios Eterno. Toda autoridad, aún establecida
por Dios en el tiempo, es sólo un puente conducente a esta Autoridad
Universal a cuyos pies toda criatura ponemos esa Obediencia Ilimitada
que algunos pretenden desviar hacia sus pies. Dios, elevando a
su Hijo a su trono, anuló la Obediencia Debida de toda criatura
a cualquier otra Autoridad que no sea la de su Hijo. Y es esta
Obediencia la Vara que mide el valor universal de toda autoridad
humana. Si es según esta Ley, entonces ciertamente se da el temor
debido:
porque es ministro de Dios para el bien, pero si haces el mal, teme, que no
en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo
del que obra el mal.
Y cualquier pero es una incitación
al mal. Pero siempre entendiendo que el espíritu de Cristo es
el Bien en sí mismo y este temor ha sido superado por el Amor
a la propia Justicia Divina, de manera que sin anular el Temor
su existencia se transfigure en Amor por virtud del conocimiento
del verdadero Dios, Padre de Jesucristo, en quien vimos la Naturaleza
de su perfección, que rechaza el interés privado sobre el universal
y sujeta todo lo individual a lo general, haciendo así que la
Sociedad sea gobernada por una Razón externa a todos que sin embargo
está en todos, los fundamentos de cuya Razón son la Verdad, la
Justicia y la Paz; Árbol de la Vida el fruto del cual es la Libertad.
No arrodillarse ante esta Ley Eterna es rebelión contra la Autoridad
de Dios. La Desobediencia a esta Ley fue la que le causó a Adán
la ruina y a su mundo la condenación. Y la Salvación le vino al
mundo cuando la desobediencia a la autoridad impuesta por los
rebeldes a dicha Ley se hizo, estableciendo así Dios y su Hijo
a perpetuidad la Revolución No violenta contra la Injusticia como
camino de Crecimiento del ser. A esta Ley debiera temerle todo
el que se rebela contra ella, como se ha visto en tantos casos
en nuestra Historia, pues el espíritu cristiano arrastrado a su
extremo se revuelve invencible contra quienes creyéndose superior
a Cristo intentan aplastar su Sociedad en nombre de falsos conceptos,
entre los que la autoridad que viene de Dios y la obediencia ilimitada
en función de esta razón es, sin ser el único, uno de ellos.
Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia.
A nadie, pues, le debe el cristiano
obediencia ilimitada, a nadie en absoluto, ni en el Cielo ni en
la Tierra, excepto a la Autoridad que Dios ha alzado sobre todas
las naciones de su Reino. El es el rey, el es el Hijo de Dios,
y no hay criatura, en el Cielo o en la Tierra que pueda reclamar
para sí esta obediencia sin alzarse en Rebelión contra su Corona
y su Cetro. En el mundo nos toca formar la Sociedad a imagen y
semejanza de la Sociedad sempiterna entre el Creador y sus criaturas,
Sociedad fundada libremente por Dios y basada en el Derecho que
le asiste sobre su Creación. Y cualquier desviación de la justicia
que nace de la Verdad en razón de imponer un modelo de sociedad
no sujeto a la Paz que procede de la Justicia Divina: es un acto
de rebelión contra la Sociedad en su conjunto, que se resuelve
en su destrucción por socavamiento de los cimientos sobre los
que se alzan sus columnas. La Autoridad de la Ley para impedir
que esto suceda no puede ser sino a semejanza de aquél del que
procede toda Autoridad, es decir, todopoderosa. Si la conciencia
de ser sólo barro no detiene al rebelde la perpetuación de la
acción destructiva sólo puede ser anulada mediante el castigo
que procede de un Poder sin límites para hacer que el castigo
caiga sobre el rebelde, sea quien sea el individuo. Este es el
tipo de Autoridad Divina que tiene su antítesis en los regímenes
que bajo el concepto infernal de obediencia debida e ilimitada
hace justamente lo contrario, es decir, gobernar con una ley sujeta
al interés individual privado de una casa, o un partido político
-por no cubrir todo el espectro de asociaciones criminales que
se hacen ley para desde su justicia imponer su régimen de terror
sobre un pueblo indefenso y abandonado a su suerte por el derecho
internacional no Universal- pensando en Darfour.
Por tanto, pagadles los tributos, que son ministros de Dios ocupados en eso.
Lógicamente el crecimiento social
implica nuevos problemas que requieren nuevas soluciones y, con
independencia de los choques de intereses, deben resolverse desde
la legalidad desobediente de la obediencia natural a las leyes.
Lo contrario, que la ley temporal exija una legalidad estacionaria
es un delito que convierte dicha legalidad en delincuencia organizada
y arrastra a las generaciones a la guerra civil revolucionaria
como única salida hacia el desbloqueo de la situación ilegal creada
desde la legalidad aplastada por la autoridad. La Carta Magna
Americana recoje esta Legalidad Revolucionaria
como parte del cuerpo de un sistema social en continuo crecimiento.
Lo contrario, como se ve del sistema zarista, no podía conducir
sino a una amplificación de las consecuencias en razón de la continuidad
en el tiempo que la delincuencia organizada se mantuvo en el Poder
bajo el execrable horror conceptual de una Obediencia Ilimitada
Obligatoria, que la iglesia ortodoxa estimuló contra la Ley de
Dios, que derrumbó todo Poder para glorificar a su Hijo levantándolo
como Rey Universal, desprendiéndose de esta Glorificación que
Dios liberó a toda su creación de la Obediencia Debida a las autoridades
establecidas sobre los pueblos antes de la Fundación del Reino
de su Hijo. Una vez fundado este Reino ninguna Corona tiene su
origen en Dios sino, como hemos dicho, la de su Hijo, nuestro
Rey por la eternidad.
Pagad a todos lo que debáis; a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.
Lo cual nos lleva a diferenciar
entre Imperio y Corona Divina. De tal manera que el Poder pasó
de imperio a imperio a fin de preparar a la Civilización y conducirla
de Derecho en Derecho hasta las puertas del Derecho Divino. Inútil
mirar, pues, para atrás y juzgar a las naciones en cuyas manos
Dios puso la Vara del Imperio que al final del proceso habría
de volver a las manos de su Hijo, de donde no volverá a salir
jamás por la eternidad de las eternidades. Establecida, entonces,
la sociedad cristiana sobre el Principio Universal del Bien Común,
el Deber se une al Derecho para establecer el Bien de todos sobre
la base del bien del individuo. Si el Todo está bien y la parte
está mal, hay un error de principio. Y viceversa si el individuo
está bien y el género humano anda mal, se da un tremendo error
de fin. El fin de la justicia es el bien de todos para enriquecer
el bien del individuo, repercutiendo el bien del individuo sobre
el bien de todos, proceso de enriquecimiento que Dios alimenta
mediante el gobierno de las Naciones de su reino por el Consejo
de su Sabiduría Infinita
30. La perfección de la caridad
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