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EL EVANGELIO DE CRISTO
18 El Espíritu
ora en nosotros
Dos dimensiones y una sola realidad
vienen a confluir en el Nacimiento del Cristianismo para la Edificación
del Proyecto de Formación del Hombre a imagen y semejanza de Dios.
De un lado tenemos que la criatura sola no puede romper la frontera
de la Muerte y poner su pie en el terreno de la Inmortalidad.
Del otro tenemos un Ser Creador que echó abajo ese Muro. Pero
no sólo por el mero placer de la conquista sobre un horizonte
imposible de alcanzar por la materia sola. Sino que alcanzada
esa meta transformó la propia estructura de la vida elevando su
evolución de la materia: al Espíritu, haciendo así que la criatura
sienta y viva en su ser la fuerza arrolladora de la propia vida
Divina, no como algo ajeno sino como realidad propia. De hecho
basta enfocar el pensamiento en los tiempos inmediatamente posteriores
a la Caída de la Primera Civilización para descubrir en la pérdida
de esta Conquista el origen de la esquizofrenia violenta de aquéllos
Héroes de la Antigüedad, inventores del sacrificio humano ritual
como medio de alcanzar por el favor de los dioses lo que por la
sangre sola les era imposible. En la enfermedad descubrimos la
impronta consumada de la revolución cósmica por Dios efectuada,
desde cuyo Principio fuera el Género Humano creado para disfrutar,
a Imagen y Semejanza de los dioses, de la Inmortalidad. Mas sería
superfluo encerrar la dimensión del Proyecto Divino exclusivamente
dentro del hecho ontológico de la ruptura de los límites de la
evolución natural. El Proyecto llevaba en su seno un ente, el
Hombre, concebido en la Mente Creadora para ser su Semejante en
el Espíritu. La vida eterna dada por sentado, la cuestión era
qué haría la criatura con esa vida. Y La Respuesta de Dios fue
darle por Razón Natural al Espíritu del Hombre el YO de quien
dijera: YO soy el que soy.
Este Yo, reflejo puro del YO de su Creador, abandonado a sus fuerzas
naturales por la Caída, privado de su Sobrenaturaleza, será el
que entre en aquella esquizofrenia aguda y violenta, origen del
Fratricidio, que extendiéndose por el cuerpo de la Humanidad hundiría
a las naciones en la irracionalidad de la que somos testigos al
presente y se alzó contra su propio Salvador al ritmo de los impulsos
malignos que ya se habían asentado en los estratos de la estructura
sub e inconsciente del ser humano. Enfermedad de la que el Hombre
es sanado mediante la promesa de Vida Eterna que el Espíritu Cristiano
mantiene viva contra los golpes de viento de los siglos, cual
se ve por los hechos desde un confín al otro de la Tierra.
Y asimismo, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque
nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu
aboga por nosotros con gemidos inenarrables,
Esto sentado, San Pablo, lo
mismo que los demás Apóstoles, da un paso adelante y pone al Cristiano
delante de Dios con un deseo, es decir: “Pedid y se os dará”.
Ahora bien, pedir ¿qué? La propia estructura del YO de quien dijera YO soy el que soy pone
sobre la mesa una Personalidad consumada en su Consciencia ante
el que poner el deseo de nuestro corazón. Y siendo su YO una realidad
perfecta el Deseo del Hombre se encuentra delante de dos puertas.
Una se llama el Bien y otra el Mal. Y Dios, en cuanto YO ontológicamente
perfecto, no puede ir contra sí mismo en base al amor. Usar, manipular,
utilizar el amor para usar, manipular y utilizar a la persona
que ama es el talón de Aquiles contra el que la flecha del mal,
desde la forma más simple a la más compleja, dirige su dardo.
Vemos en el Caso Adán cómo este dardo fue utilizado por Satán
contra Dios a fin de por el amor obtener de El lo que de Su YO
no se podía obtener por la Razón. Superado este trauma y volcados
totalmente en la Fe nuestro dilema está en el enfrentamiento entre
nuestros deseos y un Ser Divino las leyes de cuya Mente son inviolables
e incorruptibles y nada ni nadie puede hacer que El vaya contra
Su YO. Imposible, por consiguiente, saber cuáles son las leyes
de su Mente sin antes habernos descubierto El su Espíritu. Que
tenemos en palabras que llenan el Libro más voluminoso de la Historia
de la Humanidad, por su profundidad y extensión, la Biblia. Donde
las raíces de ese YO, a cuya Imagen y Semejanza el Hombre fue
creado y Restaurado en Cristo, se nos descubren cuando se escribe:
“El Espíritu de Yavé, el Espíritu de Dios, es espíritu de sabiduría
e inteligencia, entendimiento y fortaleza, consejo y temor de
Dios”. Nada puede complacerle más a nuestro Creador que, faltos
de esas cualidades naturales a su Ser, nuestro corazón se vuelque
en sus manos pidiéndole Inteligencia sin medida para penetrar
en el misterio de todas las cosas, descubriendo al amparo de Su
luz las respuestas a todos los problemas que azotan nuestro mundo.
La implicación es Fe, pero como estamos tratando entre cristianos
ponerla sobre la mesa es innecesario. Lo mismo sobre la Imposibilidad
o Posibilidad del Poder de Dios para abrirnos la Puerta de su
Omnisciencia. No hay nada que pueda derretir el Ser de ese YO
Divino con más garantía de éxito que pedirle aquello para lo que
El creara al Hombre.
y el que escudriña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios
Es decir, si del Hombre es pedir
lo que no tiene y por lo que su ser suspira, de Dios es dar, porque
lo tiene, aquello a lo que su criatura aspira; y como el Hombre
pide lo que quiere, Dios concede descubriendo en el que pide el
fin al que su deseo tiende. Ahora bien, cristianos, de la Descendencia
espiritual de Cristo, la inmaculada raíz del que nos hace nacer
para su Gloria ante todas las naciones, esa raíz incorruptible
imprime su sello a nuestro deseo y con su impronta obtiene de
quien tiene el Poder aquello que en el Deseo con su Gloria El
mismo firma. Al infierno, pues, con la Duda. El mismo que suscita
es quien concede. El que pide como el que da ambos son el mismo,
una sola cosa, Dios en Cristo, Cristo en Dios, el mismo Espíritu
de la eternidad que se derrama en toda la creación para vestir
todas las cosas de Inmortalidad sempiterna. “Inteligencia sin
medida”, nada hay en la Tierra que pueda pedir el Hombre que más
pronto obtenga de Dios su respuesta, y su respuesta es un Sí,
un Sí bello como una mirada de padre a hijo, alucinante como el
beso del alba a la aurora, un Sí todopoderoso y omnisciente que
perfila mentes y escribe la Historia de los Siglos desde la punta
de los dedos del hombre. El Espíritu que sostiene es el que susurra
palabras de sabiduría. Adelante entonces. ¿O acaso siendo malos
vuestros padres si le pedís pan os da una piedra? Si Ayer la Duda
fue cosa de “valientes”, Hoy la Duda es razón de cobardes. En
Dios está todo el Poder, sí, pero también toda Ciencia. Su Omnisciencia
extiende sus fronteras sobre las costas del Cosmos y penetra en
los abismos fundamentales de la materia. Nada hay que la Inteligencia
del Creador no conozca. No hay problema cuya respuesta El no haya
descubierto ya. Ni ley universal que exista sin su conocimiento.
El hombre, cual chiquillo prodigio que abre sus ojos al universo
y desde su genialidad precoz, confundido por la visión del infierno,
dibujó en la arena de la playa su idea del mundo. Pero Hoy la
Infancia del Hombre es ya un recuerdo y su Adolescencia un pasado
pretérito. Y en su crisis de Adulto está devorando su propio mundo.
Como Ayer sólo Cristo podía impedir que la Civilización se hundiera
para no volver a renacer; Hoy es el cristianismo la fuerza histórica
en cuyas manos descansa el Futuro de la Plenitud de las Naciones.
Pero no en la fuerza de las armas sino por la Libertad de una
Inteligencia sin medida que hace de la Omnisciencia Creadora su
Fuente de acción tiene ese Futuro su Mañana. “Pedid, el Espíritu
de Yavé, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Dios: sabiduría
e inteligencia, entendimiento y fortaleza, consejo y temor de
Dios, y Dios os dará lo que desde el Principio de la Creación
legó al Ser Humano, Herencia de la que fuimos privados por la
Traición, y recogiera en testamento su Hijo para su Descendencia,
la que habría de nacer y cuya venida la creación entera ha estado
esperando ansiosa, Descendencia nacida para gozar de la libertad
de la gloria de los hijos de Dios”
El plan de Dios sobre los elegidos
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