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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

 

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La Vida del espíritu

 

Seguramente este capítulo y la clásica lucha del catecismo cristiano contra el mundo, el demonio y la carne están en íntima relación. Que el mundo se halle en batalla constante contra el cristianismo no hace falta probarlo; el número de veces que el mundo se ha lanzado contra el cristianismo desde los tiempos romanos hasta los comunistas y los momentos islámicos que estamos viviendo, cuando por ser cristianos son asesinados millones de personas, los últimos dos millones en Sudán ante la impunidad internacional absoluta, la alegría del comunismo chino, la complicidad del Islam y la pasividad total de la ONU; el número de veces que el mundo se ha lanzado contra el cristianismo para destruirlo y erradicarlo de la faz de la Tierra, empezando por la destrucción del propio Cristo Jesús, es una cuenta que se pierde en las páginas de la Historia. La causa del por qué de esta tendencia asesina por parte del mundo contra el Hombre que Dios creara y rescatara de las manos del Infierno para hacer suyo el Universo, es bien conocida. En tanto que cristianos quien más quien menos todos conocemos el Episodio de la Caída. Lo que nos diferencia a unos y a otros es la toma de posición a la hora de determinar el por qué siendo Dios Omnisciente y Todopoderoso, como se ve de la Creación del Universo, tuvo lugar el Acontecimiento de la Traición de Judas. La respuesta del hombre carnal -y así entramos en materia- se reduce a la visión del Hombre en tanto que bestia sin voluntad cuyos movimientos se producen al compás de la Fuerza Divina. Es la posición del Protestantismo Original, especialmente fuerte en el pensamiento pronazi calvinista. El hombre espiritual contempla el acontecimiento desde la Libertad que en su Sabiduría Dios despliega sobre su Creación, en la que imponer su Fuerza contra la voluntad de la Criatura sería dar pie a una Dictadura, final esencialmente opuesto al sentido íntimo de la propia Libertad Divina. Es sobre este hombre espiritual, realzado en sí mismo, que dice el Apóstol:

 

No hay , pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús,

Y no la hay porque Cristo Jesús y la Libertad devienen una sola cosa, como se ve del episodio de Judas. Donde vimos cómo siendo Jesús omnisciente y todopoderoso a imagen y semejanza de su Dios dejó a la voluntad de Judas tomar la decisión final sobre el uso de su Libertad en cuanto criatura de ese mismo Dios a cuya imagen y semejanza hemos sido llamados todos. En el uso de esta Libertad podemos tanto alzarnos contra nuestro Creador como participar de su Vida. La respuesta de Cristo Jesús ante esta cuestión, que la propia Libertad trae consigo, fue la participación sin límites en la vida divina, a la que Dios respondió con una apertura sin medida de su propio Ser. La de Judas fue prototipo de la respuesta de quienes rechazaron libremente a Dios y en consecuencia le declararon la Guerra. Prototipo, digo, porque la misma Ignorancia que gobernó el comportamiento del Judío y del Gentil, Ignorancia que nos hizo a todos acreedores de la Justicia Redentora de la Fe, y que fuera recogida por Jesús desde su Cruz, diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, esa misma Ignorancia fue el núcleo duro desde el que Judas procesó su decisión final. Lejos nosotros de esta Ignorancia, y aún cuando, como hemos visto, en el propio cristianismo la lucha entre el hombre carnal y el espiritual no haya cesado completamente, procediendo a profundas divisiones con efectos de guerra civil, cual se ve en la Historia; libres de esa Ignorancia, nuestra respuesta a la cuestión básica implícita en el Hecho de la Creación es firme, sólida y inequívoca: Participación sin límites en la Vida de Dios según el Modelo que Este nos puso delante de los ojos: Cristo Jesús.

 

porque la ley de vida en el espíritu de Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte.

 

Pues la garantía de la Libertad es el Conocimiento y el caballo de batalla del Mal es la Ignorancia, de la que somos liberados por el espíritu de Cristo Jesús, tierra en la que nuestro Pensamiento echa sus raíces, se alimenta, se hace árbol y crece. De aquí que podamos decir con plenitud de conocimiento: Tenemos el Pensamiento de Cristo. Y si su Pensamiento, su Espíritu. Y si su Espíritu la ley de la herencia a la que se sujeta el hombre salvaje, abandonado a sus propias fuerzas, en quien lo animal priva sobre la inteligencia, no tiene dominio sobre nuestra voluntad, gracias a cuya libertad nuestra voluntad es más fuerte que las tendencias temporales del mundo y nuestro pensamiento más profundo que el de los sabios de este siglo.

 

Pues lo que a la Ley le era imposible, por ser débil a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado y por el pecado, condenó al pecado en la carne,

 

No podía ser de otra forma. El hombre animal, acorde a la declaración de sus sabios: El hombre es un animal político, se mueve desde impulsos bestiales en los que priva el instinto salvaje de supervivencia y dominio del hábitat, en este caso extendido a su propia especie; su Razón es un arma de dominio que al chocar con la voluntad de sus congéneres se transforma en un instrumento de terror. El Bien Universal deviene la consecución del Poder Personal, y el medio para conseguirlo no tiene límites ni se ajusta a Ley alguna excepto a la del propio bien que se quiere, el Poder, y Poder absoluto. No es algo que haya nacido hoy día, ni porque asistamos a la observación de una especie animal política bajo cuyas pasiones el hábitat terrestre esté siendo destruido, como no podía ser de otra forma cuando se habla del dominio de las fuerzas de la naturaleza por una bestia racional; este comportamiento geocida y homicida viene de lejos, y se computa sus orígenes, es decir, la transformación involutiva de la especie humana desde la condición de los hijos de Dios a la condición de una bestia racional salvaje, en los primeros días de las Ciudades Estados Mesopotámicas, justamente donde tuvo lugar la Caída. Siguiendo la misma ley del comportamiento heredado, con el paso de los siglos y los milenios a la altura del Nacimiento de Cristo Jesús el legado de las naciones a su descendencia fue un testamento de tradiciones religiosas y pasiones nacionalistas totalmente opuestas a la vida del espíritu de inteligencia en razón del cual fuera el Hombre creado. El ser humano, ciertamente, y dándole la razón a los sabios de la época, no era más que un animal, si político en sustancia o esencia no entra en el saco de las consideraciones que condujera a aquél mundo a su Caída. Aunque nosotros desde nuestra posición privilegiada de observadores del Pasado, actores del Presente y creadores del Futuro, sí podemos corregir al sabio y convenir que más que político lo que le convenía al hombre animal aquél era la naturaleza filosófica, es decir, pensante, algo, el pensamiento, que dista mucho de ser la esencia y sustancia del animal político. Contra aquella Caída del Hombre en la jungla de la selva de la naturaleza animal, que no le convenía, como no le conviene al animal el Derecho Humano, se levantó Cristo Jesús, en quien nos descubrió Dios la Idea del Hombre que El se hizo en su Sabiduría el día antes del Principio y acorde a la cual procediera a abrir la cuenta de la Creación del Género Humano. Así que, pretender seguir comparando al Hombre con una bestia, sea política o científica, es una doctrina homicida, suicida, y esquizoide que dista mucho de hacer de quienes se dicen o son llamados sabios dignos de la Sabiduría.

 

para que la justicia se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu.

 

Justicia, entonces, abierta y sin medida para todos los hombres, porque todos fueron condenados por el pecado de uno solo, como hemos visto anteriormente. Justicia sin acepción, volvemos a las disensiones entre los propios cristianos, que le es negada a las naciones por quienes, desde el protestantismo, limitan la Gracia Todopoderosa y Omnisciente de Dios a los elegidos de la providencia. Con lo cual, limitando la Gracia Divina a esos elegidos las ramas protestantes caen en el terrible error de enmendarle la plana a Dios y a su Hijo. Se puede demostrar con la Biblia en la mano que semejante limitación fue una zancadilla del diablo a Lutero y Calvino. Es de creer que el catolicismo jamás manipuló el Texto hasta el punto de donde el Evangelista puso que “Dios amó tanto al mundo que envió a su propio Hijo para que todo el que crea en El viva para siempre”, este Amor no comprenda a todos los hombres y sí y sólo y exclusivamente a la raza humana de ojitos azules, pelito dorado y una altura de seis pies la mínima. Basta el pensamiento más superficial para tirar al fuego semejantes papeles escritos por mentes atrapadas en las redes de su propio orgullo carnal, demostrando en esta declaración fatal la involución del hombre espiritual al animal que el protestantismo a la postre puso en marcha. Y no precisamente porque el catolicismo, exceptuando nombres, hubiese realizado en sí el hombre espiritual. La meta en el horizonte era la realización de este Hombre, hacia la cual puso Dios en movimiento el cristianismo y el cristianismo en cuanto camino hacia este Futuro Perfecto. Fue en el camino que por obra y gracia de Calvino el protestantismo cayó en el terrible error de enmendarles a Dios y a su Hijo la plana mediante la limitación extensiva de la Redención y su Gracia al círculo selecto de los elegidos. Con Calvino, en efecto, el Protestantismo devino una secta.

 

Los que son según la carne sienten las cosas carnales; los que son según el espíritu sienten las cosas espirituales.

 

Qué sean las cosas carnales basta echarle un ojo a la Historia, por no condenar al Presente, para ver qué sean las cosas de la carne. El Poder, las Riquezas y el Placer son las tres grandes tendencias típicas del animal racional. Nada ni nadie detiene estos instintos cuando están desatados. El Crimen, el Delito y la Guerra son simples instrumentos para su consecución. Y el impulso de satisfacción de tales instintos se descubre como fuerza superior a la propia bestia humana, que escapa a su control y al hilo de cuyas corrientes se mueve su voluntad, de la que es esclava su libertad y en tanto que esclava es puesta al servicio de la satisfacción de tales tendencias patológicas. Por supuesto en absoluto delictivas ni criminales en tanto que el bien supremo del animal devenido en bestia se justifica en la consecución del propio fin obtenido o por obtener. Sea, pues, el Poder, las Riquezas o el simple Placer referido al uso del semejante como simple medio de satisfacción sexual, o de los bienes naturales y sociales como medios de elevación del orgullo individual y grupal, privando al ser humano manipulado de toda su componente natural humana y a los bienes naturales y sociales de su sustancia benefactora, estas tres tendencias representan una involución del ser humano en la dirección contraria a la que por su Naturaleza tiende el Hombre desde sus Orígenes. Las doctrinas que en su representación postula y viste de ciencia, religión o ideología no son más que instrumentos de crimen y delito.

 

Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida y paz.

 

Vida eterna y Paz Universal, he aquí las dos grandes aspiraciones motrices propias del Hombre. Aspiraciones porque vienen implícitas en su Inteligencia, y motrices porque siendo metas son puntos de partida y camino hacia su consecución. Aspiraciones compartidas por la ciencia, por ejemplo, pero de la que nos separa la Fe al usar el animal científico la guerra como instrumento y la manipulación de la Naturaleza, incluido el hombre, como camino. Andando por el cual se llega, como estamos viendo, a la destrucción del mundo. Punto que no le molesta, según se observa, sino que en lugar de detener al animal científico lo arrastra más y más en la dirección emprendida.

 

Por lo cual el apetito de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la Ley de Dios.

 

Evidente, pues si la Ciencia conduce a la destrucción del Hombre y la Naturaleza al proclamar la Ciencia la animalidad de la Inteligencia, reduciéndola a la simple Razón de las bestias, y la Voluntad de Dios es que el dominio de la Naturaleza por el Hombre no sea utilizado para el Dominio sobre y contra el Hombre, al hacer la Ciencia que este dominio natural sea propiedad de un grupo de animales humanos, sean políticos o no importa qué clase, y poner en estos grupos las leyes de la Naturaleza para imponer esa Fuerza sobre los demás grupos humanos, la Ciencia no puede aceptar ni sujetarse a la Ley de Dios, a quien tienen que repudiar y desterrar de la conciencia mediante la disolución de toda Moral genética, a fin de alcanzar el fin patológico que le es natural a la ciencia de las bestias, a saber, la transformación de los elegidos de la evolución, los Fuertes, en el superhombre, y de las masas, todos nosotros, en simples bestias sin más derechos que los acordados para su control por el grupo dominante, con el que la clase científica se hace un solo hombre. Imposible, por tanto, que desde la mente animal de la ciencia pueda darse Paz Universal, -pues la Paz Universal repugna las leyes de la propia mentalidad animal científica-, y menos aún Vida eterna

 

15. Los que caminan según la carne

Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios;