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EL EVANGELIO DE CRISTO
14 La Vida
del espíritu
Seguramente este capítulo y
la clásica lucha del catecismo cristiano contra el mundo, el demonio
y la carne están en íntima relación. Que el mundo se halle en
batalla constante contra el cristianismo no hace falta probarlo;
el número de veces que el mundo se ha lanzado contra el cristianismo
desde los tiempos romanos hasta los comunistas y los momentos
islámicos que estamos viviendo, cuando por ser cristianos son
asesinados millones de personas, los últimos dos millones en Sudán
ante la impunidad internacional absoluta, la alegría del comunismo
chino, la complicidad del Islam y la pasividad total de la ONU;
el número de veces que el mundo se ha lanzado contra el cristianismo
para destruirlo y erradicarlo de la faz de la Tierra, empezando
por la destrucción del propio Cristo Jesús, es una cuenta que
se pierde en las páginas de la Historia. La causa del por qué
de esta tendencia asesina por parte del mundo contra el Hombre
que Dios creara y rescatara de las manos del Infierno para hacer
suyo el Universo, es bien conocida. En tanto que cristianos quien
más quien menos todos conocemos el Episodio de la Caída. Lo que
nos diferencia a unos y a otros es la toma de posición a la hora
de determinar el por qué siendo Dios Omnisciente y Todopoderoso,
como se ve de la Creación del Universo, tuvo lugar el Acontecimiento
de la Traición de Judas. La respuesta del hombre carnal -y así
entramos en materia- se reduce a la visión del Hombre en tanto
que bestia sin voluntad cuyos movimientos se producen al compás
de la Fuerza Divina. Es la posición del Protestantismo Original,
especialmente fuerte en el pensamiento pronazi calvinista. El
hombre espiritual contempla el acontecimiento desde la Libertad
que en su Sabiduría Dios despliega sobre su Creación, en la que
imponer su Fuerza contra la voluntad de la Criatura sería dar
pie a una Dictadura, final esencialmente opuesto al sentido íntimo
de la propia Libertad Divina. Es sobre este hombre espiritual,
realzado en sí mismo, que dice el Apóstol:
No hay , pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús,
Y no la hay porque Cristo Jesús
y la Libertad devienen una sola cosa, como se ve del episodio
de Judas. Donde vimos cómo siendo Jesús omnisciente y todopoderoso
a imagen y semejanza de su Dios dejó a la voluntad de Judas tomar
la decisión final sobre el uso de su Libertad en cuanto criatura
de ese mismo Dios a cuya imagen y semejanza hemos sido llamados
todos. En el uso de esta Libertad podemos tanto alzarnos contra
nuestro Creador como participar de su Vida. La respuesta de Cristo
Jesús ante esta cuestión, que la propia Libertad trae consigo,
fue la participación sin límites en la vida divina, a la que Dios
respondió con una apertura sin medida de su propio Ser. La de
Judas fue prototipo de la respuesta de quienes rechazaron libremente
a Dios y en consecuencia le declararon la Guerra. Prototipo, digo,
porque la misma Ignorancia que gobernó el comportamiento del Judío
y del Gentil, Ignorancia que nos hizo a todos acreedores de la
Justicia Redentora de la Fe, y que fuera recogida por Jesús desde
su Cruz, diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”,
esa misma Ignorancia fue el núcleo duro desde el que Judas procesó
su decisión final. Lejos nosotros de esta Ignorancia, y aún cuando,
como hemos visto, en el propio cristianismo la lucha entre el
hombre carnal y el espiritual no haya cesado completamente, procediendo
a profundas divisiones con efectos de guerra civil, cual se ve
en la Historia; libres de esa Ignorancia, nuestra respuesta a
la cuestión básica implícita en el Hecho de la Creación es firme,
sólida y inequívoca: Participación sin límites en la Vida de Dios
según el Modelo que Este nos puso delante de los ojos: Cristo
Jesús.
porque la ley de vida en el espíritu de Cristo Jesús me libró de la ley del
pecado y de la muerte.
Pues la garantía de la Libertad
es el Conocimiento y el caballo de batalla del Mal es la Ignorancia,
de la que somos liberados por el espíritu de Cristo Jesús, tierra
en la que nuestro Pensamiento echa sus raíces, se alimenta, se
hace árbol y crece. De aquí que podamos decir con plenitud de
conocimiento: Tenemos el Pensamiento de Cristo. Y si su Pensamiento,
su Espíritu. Y si su Espíritu la ley de la herencia a la que se
sujeta el hombre salvaje, abandonado a sus propias fuerzas, en
quien lo animal priva sobre la inteligencia, no tiene dominio
sobre nuestra voluntad, gracias a cuya libertad nuestra voluntad
es más fuerte que las tendencias temporales del mundo y nuestro
pensamiento más profundo que el de los sabios de este siglo.
Pues lo que a la Ley le era imposible, por ser débil a causa de la carne,
Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado
y por el pecado, condenó al pecado en la carne,
No podía ser de otra forma.
El hombre animal, acorde a la declaración de sus sabios: El hombre
es un animal político, se mueve desde impulsos bestiales en los
que priva el instinto salvaje de supervivencia y dominio del hábitat,
en este caso extendido a su propia especie; su Razón es un arma
de dominio que al chocar con la voluntad de sus congéneres se
transforma en un instrumento de terror. El Bien Universal deviene
la consecución del Poder Personal, y el medio para conseguirlo
no tiene límites ni se ajusta a Ley alguna excepto a la del propio
bien que se quiere, el Poder, y Poder absoluto. No es algo que
haya nacido hoy día, ni porque asistamos a la observación de una
especie animal política bajo cuyas pasiones el hábitat terrestre
esté siendo destruido, como no podía ser de otra forma cuando
se habla del dominio de las fuerzas de la naturaleza por una bestia
racional; este comportamiento geocida y homicida viene de lejos,
y se computa sus orígenes, es decir, la transformación involutiva
de la especie humana desde la condición de los hijos de Dios a
la condición de una bestia racional salvaje, en los primeros días
de las Ciudades Estados Mesopotámicas, justamente donde tuvo lugar
la Caída. Siguiendo la misma ley del comportamiento heredado,
con el paso de los siglos y los milenios a la altura del Nacimiento
de Cristo Jesús el legado de las naciones a su descendencia fue
un testamento de tradiciones religiosas y pasiones nacionalistas
totalmente opuestas a la vida del espíritu de inteligencia en
razón del cual fuera el Hombre creado. El ser humano, ciertamente,
y dándole la razón a los sabios de la época, no era más que un
animal, si político en sustancia o esencia no entra en el saco
de las consideraciones que condujera a aquél mundo a su Caída.
Aunque nosotros desde nuestra posición privilegiada de observadores
del Pasado, actores del Presente y creadores del Futuro, sí podemos
corregir al sabio y convenir que más que político lo que le convenía
al hombre animal aquél era la naturaleza filosófica, es decir,
pensante, algo, el pensamiento, que dista mucho de ser la esencia
y sustancia del animal político. Contra aquella Caída del Hombre
en la jungla de la selva de la naturaleza animal, que no le convenía,
como no le conviene al animal el Derecho Humano, se levantó Cristo
Jesús, en quien nos descubrió Dios la Idea del Hombre que El se
hizo en su Sabiduría el día antes del Principio y acorde a la
cual procediera a abrir la cuenta de la Creación del Género Humano.
Así que, pretender seguir comparando al Hombre con una bestia,
sea política o científica, es una doctrina homicida, suicida,
y esquizoide que dista mucho de hacer de quienes se dicen o son
llamados sabios dignos de la Sabiduría.
para que la justicia se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la
carne, sino según el espíritu.
Justicia, entonces, abierta
y sin medida para todos los hombres, porque todos fueron condenados
por el pecado de uno solo, como hemos visto anteriormente. Justicia
sin acepción, volvemos a las disensiones entre los propios cristianos,
que le es negada a las naciones por quienes, desde el protestantismo,
limitan la Gracia Todopoderosa y Omnisciente de Dios a los elegidos
de la providencia. Con lo cual, limitando la Gracia Divina a esos
elegidos las ramas protestantes caen en el terrible error de enmendarle
la plana a Dios y a su Hijo. Se puede demostrar con la Biblia
en la mano que semejante limitación fue una zancadilla del diablo
a Lutero y Calvino. Es de creer que el catolicismo jamás manipuló
el Texto hasta el punto de donde el Evangelista puso que “Dios
amó tanto al mundo que envió a su propio Hijo para que todo el
que crea en El viva para siempre”, este Amor no comprenda a todos
los hombres y sí y sólo y exclusivamente a la raza humana de ojitos
azules, pelito dorado y una altura de seis pies la mínima. Basta
el pensamiento más superficial para tirar al fuego semejantes
papeles escritos por mentes atrapadas en las redes de su propio
orgullo carnal, demostrando en esta declaración fatal la involución
del hombre espiritual al animal que el protestantismo a la postre
puso en marcha. Y no precisamente porque el catolicismo, exceptuando
nombres, hubiese realizado en sí el hombre espiritual. La meta
en el horizonte era la realización de este Hombre, hacia la cual
puso Dios en movimiento el cristianismo y el cristianismo en cuanto
camino hacia este Futuro Perfecto. Fue en el camino que por obra
y gracia de Calvino el protestantismo cayó en el terrible error
de enmendarles a Dios y a su Hijo la plana mediante la limitación
extensiva de la Redención y su Gracia al círculo selecto de los
elegidos. Con Calvino, en efecto, el Protestantismo devino una
secta.
Los que son según la carne sienten las cosas carnales; los que son según el
espíritu sienten las cosas espirituales.
Qué sean las cosas carnales
basta echarle un ojo a la Historia, por no condenar al Presente,
para ver qué sean las cosas de la carne. El Poder, las Riquezas
y el Placer son las tres grandes tendencias típicas del animal
racional. Nada ni nadie detiene estos instintos cuando están desatados.
El Crimen, el Delito y la Guerra son simples instrumentos para
su consecución. Y el impulso de satisfacción de tales instintos
se descubre como fuerza superior a la propia bestia humana, que
escapa a su control y al hilo de cuyas corrientes se mueve su
voluntad, de la que es esclava su libertad y en tanto que esclava
es puesta al servicio de la satisfacción de tales tendencias patológicas.
Por supuesto en absoluto delictivas ni criminales en tanto que
el bien supremo del animal devenido en bestia se justifica en
la consecución del propio fin obtenido o por obtener. Sea, pues,
el Poder, las Riquezas o el simple Placer referido al uso del
semejante como simple medio de satisfacción sexual, o de los bienes
naturales y sociales como medios de elevación del orgullo individual
y grupal, privando al ser humano manipulado de toda su componente
natural humana y a los bienes naturales y sociales de su sustancia
benefactora, estas tres tendencias representan una involución
del ser humano en la dirección contraria a la que por su Naturaleza
tiende el Hombre desde sus Orígenes. Las doctrinas que en su representación
postula y viste de ciencia, religión o ideología no son más que
instrumentos de crimen y delito.
Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida
y paz.
Vida eterna y Paz Universal,
he aquí las dos grandes aspiraciones motrices propias del Hombre.
Aspiraciones porque vienen implícitas en su Inteligencia, y motrices
porque siendo metas son puntos de partida y camino hacia su consecución.
Aspiraciones compartidas por la ciencia, por ejemplo, pero de
la que nos separa la Fe al usar el animal científico la guerra
como instrumento y la manipulación de la Naturaleza, incluido
el hombre, como camino. Andando por el cual se llega, como estamos
viendo, a la destrucción del mundo. Punto que no le molesta, según
se observa, sino que en lugar de detener al animal científico
lo arrastra más y más en la dirección emprendida.
Por lo cual el apetito de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni
puede sujetarse a la Ley de Dios.
Evidente, pues si la Ciencia
conduce a la destrucción del Hombre y la Naturaleza al proclamar
la Ciencia la animalidad de la Inteligencia, reduciéndola a la
simple Razón de las bestias, y la Voluntad de Dios es que el dominio
de la Naturaleza por el Hombre no sea utilizado para el Dominio
sobre y contra el Hombre, al hacer la Ciencia que este dominio
natural sea propiedad de un grupo de animales humanos, sean políticos
o no importa qué clase, y poner en estos grupos las leyes de la
Naturaleza para imponer esa Fuerza sobre los demás grupos humanos,
la Ciencia no puede aceptar ni sujetarse a la Ley de Dios, a quien
tienen que repudiar y desterrar de la conciencia mediante la disolución
de toda Moral genética, a fin de alcanzar el fin patológico que
le es natural a la ciencia de las bestias, a saber, la transformación
de los elegidos de la evolución, los Fuertes, en el superhombre,
y de las masas, todos nosotros, en simples bestias sin más derechos
que los acordados para su control por el grupo dominante, con
el que la clase científica se hace un solo hombre. Imposible,
por tanto, que desde la mente animal de la ciencia pueda darse
Paz Universal, -pues la Paz Universal repugna las leyes de la
propia mentalidad animal científica-, y menos aún Vida eterna
15. Los
que caminan según la carne
Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios;
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