CRISTO RAUL DE YAVÉ Y SIÓN |
LA BIBLIA SOLARespuesta de un hijo de Dios a la Declaración de Guerra de Westminster contra la Unidad de la Plenitud de las Naciones Cristianas
TERCERA PARTE
DIOS ES EL
VENCEDOR
1
EL ARGUMENTO DE LA
DEFENSA DEL DIABLO
Dios Venció. Él
fue el Vencedor del Dilema en el que por su Amor por la Vida puso contra la
pared a la Muerte. El Deseo de ver a la Vida elevarse a la Inmortalidad, de la
que por Naturaleza no gozaba ninguna criatura en el Cosmos, marcó un Antes y un
Después en la Historia de la Eternidad.
El Reto de ver a
todos los seres Vivientes Vida gozar de la Inmortalidad propia a su Ser fue
asumido por Dios como Batalla propia.
¡Dios venció!
La elevación de la
Vida en el Cosmos a la Inmortalidad, se hizo. Fue una Batalla muy larga y muy
dura en cuyo transcurso Dios fue siendo formado en la Ciencia de la Creación
-según Él mismo confiesa cuando dice: “YO soy Dios, YO solo he sido formado y
no habrá después de Mí otro” (Isaías). Confesión que lejos de Negar la Divinidad
Verdadera de su Hijo pone en claro y en alto que su Hijo no vivirá ese Camino
que Él vivió y sufrió hasta ser el que Hoy Él es : el Creador del Campo donde
el Nuevo Árbol de la Vida Inmortal echa sus Raíces. Su Hijo tiene en Él lo que
a Dios le costó hacer suyo una eternidad. La Afirmación sobre su Formación se
refiere al Árbol de la Ciencia de la Creación, una Ciencia que su Hijo no debe
descubrir porque la tiene en su Padre. Y todo lo del Padre es suyo. Pero en
fin, esto es la Papilla de la Fe. El que nace a Dios es alimentado de esta
Doctrina. Preparar papilla para alimentar a adultos ya criados es un insulto.
La Cristiandad ha alcanzado su Madurez. Y es entre Hombres de verdad que
hablamos de lo que cuando siendo Niños sólo veíamos en el Futuro, la fe puesta
entonces en que una vez hecho Hombres hablaríamos como Adultos. Que es
precisamente lo que estoy haciendo.
Así pues, desde
aquel Día de Victoria en que Dios superó la Naturaleza del Cosmos Increado
trayendo a luz uno Nuevo en el que la Vida es creada a su Imagen y Semejanza,
se entiende por Lógica la aspiración del Ser a la Inmortalidad.
No hay pues proceso esquizoide en el Ser de la Creación. Dios ha vencido a la Muerte. Una Victoria que se nos da a conocer y se celebra en la Resurrección. Dios no es hombre
que guste de largos discursos. Su Palabra es la Acción. “Dame hechos y déjate
de palabras” es el Método del Discurso Divino. En este contexto la Resurrección
es el Libro más claro que se pueda escribir sobre la Victoria de Dios en pro de
la elevación de la Vida de la Mortalidad a la Inmortalidad.
La Inmortalidad no
surge en la Creación como efecto de un deseo patológico nuestro, contra natura, de
querer seguir viviendo. Es una Aspiración que surge espontáneamente en todas
las culturas de todos los tiempos. La forma que se le dé a esta Aspiración no
le roba nada a su existencia. Su Negación no es un contraargumento: en todo es
caso la respuesta del hombre a una situación de confusión derivada de la
estructura racional al dilema de Ser y no ser, de Querer y no poder.
La Resurrección
como Discurso Divino es el Acto al que le dio vida Jesucristo. La Inmortalidad
del Alma como cuestión filosófica estuvo en el aire antes de su Nacimiento.
Desde el Egipto de los Faraones a la India de los Vedas, desde Grecia a España,
todos los pueblos aspiraban a una Vida eterna al otro lado de la Muerte. La
diversidad en los fundamentos teológicos y mitológicos de las religiones no le
sustrae nada al hecho de la existencia de esta Aspiración que en forma de
Instinto se transforma en Fuerza y sigue evolucionando hasta devenir
Inteligencia. La Fuente de esta Impronta es el Amor del Ser Divino por la Vida,
a la que le comunica su Fuerza Vital, que se manifiesta en el Deseo de vivir
eternamente a la Imagen y Semejanza de Dios.
En la contienda
contra la Imposible, Dios venció. El Reto que su Amor por la Vida puso sobre la
mesa implicó una revolución Cosmológica. Esa Victoria implicó levantar el
Cosmos sobre un Fundamento Nuevo. Y aquí es donde comenzó la Formación de la
que Dios habló antes. Proceder a darle al Cosmos unos Fundamentos Nuevos exigía
algo más que Fuerza. Había que cruzar la Puerta de la Ciencia de la Creación.
El Tiempo no era importante. Lo importante era la Inteligencia.
Dios conquistó lo que de entrada parecía inconquistable. Su Amor por la Vida devino Amor por la Ciencia. Más conocía, más poderoso su Brazo se hacía. La Fuerza sin la
Inteligencia no puede transformar la Realidad, pero la Fuerza crece al ritmo de
la Inteligencia y se transforma en Poder. Una Ciencia Infinita significa
Omnipotencia y Todopoder. El Tiempo que pasó desde
que el Brazo de Dios comenzó a ser Formado hasta que devino el Brazo del
Creador está más allá de nuestros cálculos. La Eternidad no entra en nuestro
campo de experiencia sino en cuanto ente abstracto.
Así pues, dadas
las circunstancias Dios tenía Necesidad de mostrarnos a nosotros, los hombres,
que la Inmortalidad a la que el Ser aspira no es una fantasía religiosa.
Nuestra Lógica es el fruto de Su Victoria. Él es el Vencedor. Él venció a la Muerte.
El Reedificó el Cosmos sobre Fundamentos Nuevos. La Creación engendra Vida a
Imagen y Semejanza de su Creador.
La Inmortalidad a
la que aspiraron las Familias del Primer Reino Mesopotámico del Edén no estuvo
basada en la Mentira de un Ser Psicópata que levantó en el Animal humano una
quimera, para inmediatamente hundirlo en la Negación. Dios no se sacó de la
manga la Caída para disfrutar de, produciendo y dirigiendo, la Historia de la Vida y
Muerte del Género Humano.
Había que
demostrarle al Hombre nacido de la Caída que Dios venció
a la Muerte y le conquistó a la Vida el Futuro a su Imagen y Semejanza : Vida
Eterna.
El Hijo de Dios entiende a su Padre, y se expone como Hombre a la Muerte para con su Resurrección ser el Discurso Vivo que de Dios estaba pidiendo la Inteligencia Humana. El Hijo de Dios asume como propia dicha Necesidad y dándole vida al hijo del Hombre con su Resurrección afirma que el Hombre en cuanto Ser ha sido creado para vivir eternamente. La Muerte entró en
la Tierra accidentalmente, pero su imperio es una sombra que oscurece la luz y
pasa con el tiempo. Aun estando sujeta nuestro cuerpo a su ley, por el
Espíritu debemos vivir y comportarnos como Ciudadanos del Reino Divino. El
viaje de la vida eterna no comienza después, empieza aquí. Caminamos en la
Eternidad desde que nacemos.
Tal es la lección
filosófica que descarga el Hijo de Dios en sus Discípulos a raíz de la
Resurrección.
Pero ahora había
que llamar a los Testigos de Su resurrección a dar Testimonio.
Después de su
Resurrección el hijo del Hombre no se paseó por Jerusalén ni se fue a Roma a
cantar la Victoria de Dios delante del César. El Acontecimiento del Discurso
Divino se produce a los ojos de unos pocos Testigos. Éstos no esconden lo que
vieron, y pusieron por escrito lo que vivieron.
Todo muy bonito.
Una Religión Nueva ha nacido. La Idea del Alma Inmortal se hace Carne y
demuestra su Indestructibilidad exponiéndose a la Cruz y venciendo con la
Resurrección a la Muerte. ¡Genial!
Jerusalén se
escandaliza. El Imperio se ríe. ¿Eso es todo? Los filósofos preguntan: Pero...
¿seríais capaces de perder vuestras cabezas en Defensa de vuestro Testimonio?
Filosóficamente
hablando la postura del Imperio era clara. Si los Edificadores de esta Nueva
Religión eran unos impostores que predicaban la Doctrina de la Resurrección de
su Líder por Obra y Gracia del Zeus Júpiter de los Judíos, expuestos ante la
Muerte se echarían para atrás. Nadie es tan perfectamente inteligente y al
mismo tiempo tan intelectualmente discapacitado como para defender lo que
afirma y negar lo que defiende delante del tribunal de la Muerte.
Dios venció, y
vuelve a vencer. Engendra a Doce Héroes nacidos para ser Testigos de su
Victoria delante del Mundo. Lo que Ellos vivieron, ellos no podían negarlo. “El
hijo del Hombre resucitó”. Y ponen sus cabezas como testimonio.
El Discurso de los
Testigos de Dios es firme: Dios no es un Psicópata engañando a su Creación con
la Idea de tener Vida a su Imagen y Semejanza, y una vez convencida de esta
Esperanza se revuelve contra ella, la hunde en el Abismo de la Ciencia del Bien
y del Mal para disfrutar, como productor y Autor Intelectual, dirigiendo el Espectáculo del Infierno
de la Guerra del Fin del Mundo desde el Fratricidio a la Guerra Apocalíptica que
reduciría a Polvo todo lo que del polvo fue creado.
¡Para nada!
Filosóficamente hablando, (y sentada esta base regreso a la Confesión de Westminster contra la Unidad de las iglesias en Jesucristo), el Pensamiento Modernista de la escuela de Oxford representada por Ockham, u Occam, al decir que la Libertad de Dios es contingente y lo mismo pudo haber hecho esto como hacer lo contrario, sin por ello dejar de ser Dios, vino a decir contra la Teología Patrística, que la Idea de la Libertad de Dios para hacer o dejar de hacer es un acto en potencia que en cuanto filósofo el ser humano no puede negar. Tanto puede decir hoy Dios que sí cuanto mañana que no. Ahora bien, esto es negar a Jesucristo. Dios no afirmar mañana lo que niega hoy: “Sea vuestro Sí, sí, y vuestro No, no, todo lo que pase de esto procede del Mal”. La fe obliga, pero la razón manda. Y es de
mandato que siendo indemostrable la existencia de Dios desde la razón, todo lo
que existe es contingente, nada existe por necesidad. Pues para que existiera
la necesidad en los acontecimientos divinos tendría que suponerse que Dios
tiene necesidades, algo imposible de creer desde el concepto de Dios en cuando
objeto de estudio de la Razón. Etcétera, etcétera.
Desde el momento
en que la Filosofía separó la Fe de
la Razón el filósofo comenzó a alejarse más y más del Método del Discurso
Divino y se fue acercando más al Argumento de la la Defensa del Diablo, a quien acaba defendiendo al decir:
“Nuestros primeros
padres, seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron al comer del
fruto prohibido. Quiso Dios, conforme a su sabio y santo propósito, permitir
este pecado habiendo propuesto ordenarlo para su propia gloria.
La Filosofía
Jesucristiana, es decir, el Pensamiento de Cristo, negó la existencia de un
“acto en Potencia” por el que Dios puede o no puede hacer lo que hace. Contra
este pensamiento irracional, la elevación Jesucristiana de la Santidad Divina a
la Naturaleza del Acto Creador, en el que la Mentira y el Engaño no existen
como Potencia, ni Filosófica, ni Metafísica, ni Teológica, ni Política, ni de
ninguna de las maneras que la psicopatología intelectual de los Filósofos
Ingleses y Franceses de los Siglos XIV y XV defendieron e imaginaron
La Confesión
Jesucristiana que el hijo del Hombre tradujo en Discurso con su Obediencia
hasta la Cruz levantó entre el Creador Divino y el Traidor Maligno un Muro
Indestructible contra el que lanzarse era, y es, alzarse como Abogado del
Diablo, es decir, el Anticristo.
Este espíritu
anticristiano que el imperio británico impuso mediante la Ley del Terror en su
Isla es el que viajó en forma de Doctrina Presbiteriana al Nuevo Mundo, y permanece
aún vivo, declarando contra Jesucristo que “Quiso Dios, conforme a su sabio y
santo propósito, permitir este pecado habiendo propuesto ordenarlo para su
propia gloria”.
De donde se deduce
que siendo Dios el Autor Intelectual y el Productor Material de la Caída : el
Diablo es Inocente de todo crimen, y Adán no cometió ninguna Transgresión que
no estuviese ya predestinada a ejecutar acorde al Guión del Dios Oculto. La Creación del Hombre a Imagen y Semejanza de Dios, dice el
Confesor, es una quimera.
La conclusión de
este artículo anticristiano es que el Hombre no existe, el Libre Albedrío es
una fantasía. El hombre no es más que una marioneta en las manos de un gran
titiritero ante el que hay que arrodillarse en razón del Terror a su Todopoder.
El Dios de esta
Confesión Presbiteriana es un Dios de Terror. El Confesor se declara
anticristiano, defiende a Satanás y proclama ser el Crimen un Bien, justo y
necesario, que el Dios Oculto de la Reforma, ahora visible, le ha concedido a
una parte sobre la otra para satisfacer su sed de Gloria.
Ahora bien, todos
sabemos que Dios es Amor, y que la Redención fue un Acto de Defensa
Jesucristiana de la Inocencia de Dios en el Acontecimiento de una Caída que
nunca planeó, ni pensó, ni artículo, ni vio venir Dios por en cuanto Creador
del Cosmos no podía concebir ni creer que una criatura que El levantó del polvo
para gozar de vida eterna se atreviera a soñar con imponerle a su Ser Increado,
ante cuya Voz el Cosmos se espanta y tiembla, su propia visión del Gobierno de
su Reino.
Porque en efecto,
¿dónde está la locura, en el elefante que aplasta a la hormiga o en la hormiga
que se atreve a declararle la guerra al elefante?
El Edificio
Filosófico de la Redención Jesucristiana estuvo basado en la Inocencia de Dios,
por activa y por pasiva, en el Acto de la Adhesión del Hombre a la Filosofía
Satánica de la necesidad de dejarle el Gobierno de la Creación a los
Esta Confesión de
Westminster se adhiere a la Filosofía Satánica y rechaza los Fundamentos
Filosóficos y Teológicos de la Redención Jesucristiana. Sin
“Por este pecado
de la Caída cayeron de su rectitud original y perdieron la comunión con Dios, y
por tanto quedaron muertos en el pecado, y totalmente corrompidos en todas las
facultades y partes del alma y del cuerpo”.
La astucia
anticristiana de esta Confesor reproduce en todo la astucia de aquel hijo de
Dios que en su malignidad diabólica se vistió de Mensajero del Dios de los
dioses, y contando con la Desnudez Intelectual del que no está formado en la
Universidad de la Guerra, manipuló su Alma con la Mentira más grotesca. El
tentador sabía que tenía delante un hijo de Dios cuyo conocimiento de la Maldad
era nulo. Muy diferente el caso con el acontecimiento de su enfrentamiento con
Jesucristo, quien nada más verlo lo mira como a la Serpiente que llevaba dentro
y le escupe al rostro “Vade retro, Satanás”.
Adán, padre de
Jesús, por la Casa de María de Nazaret, no conoció la Maldad.
En esta Confesión
de Westminster, por los Presbiterianos Americanos recogida como propia, vemos
cómo al principio, en los primeros artículos, el Dios Oculto que mueve los
hilos de la Asamblea de los Divinos se declara más Cristiano que el Papa de Roma.
Se mete en el traje de un ángel de luz más devoto de la Confesión de Nicea que
el propio Osio de Córdoba, el hombre que expuso la Igualdad en la Naturaleza
entre el Padre y el Hijo. Engañado el lector, si bien al día de hoy quien lo
lee no puede llamar en su beneficio el terror que la espada de Cromwell contra
su cuello obligaba a confesar lo inconfesable para el Espíritu Apostólico:
“¡que Dios dispuso la Caída”, y lo más demencial y satánico de todo “para su
Gloria”; la Mentira asumida, enseguida el Confesor se quita la máscara y se
declara el Abogado del Diablo, enemigo de la Humanidad y de Dios, y sin
complejos grita “Yo soy el Anticristo”.
Pero el Confesor
aún quiere mantener la ficción de ser un ángel de luz repitiendo lo que de
todos era sabido, que la Caída levantó entre un muro entre Hombre y Dios, entre
el Creador y su Creación, efecto del cual fue la carretera cuesta abajo y sin
freno hacia el Diluvio que el Mundo de Adán emprendió.
“Siendo ellos el
tronco de la raza humana, la culpa de este pecado les fue imputada, y la misma
muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se transmitieron a la posteridad
que desciende de ellos según la generación ordinaria”.
Corrupción y pena
de muerte de la que el Hombre fue Liberado por la Redención Jesucristiana, de
manera que donde hubo Maldición vino a establecerse la Bendición.
Conclusión que
Dios en los Apóstoles dejó bien clara y está escrita para todo el que la quiera
leer la lea, y si no se tiene ganas de buscar el texto y quiere alguien
ahorrarse mover el dedo hasta dar con el texto, basta acudir a la Iglesia Católioca y
pedirle a los sacerdotes de Cristo hablar sobre esto, que para eso están, para
aclarar todas las dudas y ser la Voz Viva de la Biblia. Y nadie se atribuye
esta Voz si no es contra Jesucristo. Este Jesucristo de cuya Boca jamás salió
la sentencia que viene, y sí todo lo contrario, como se verá de su lectura:
“De esta
corrupción original, por la cual estamos completamente impedidos, incapaces y
opuestos a todo bien, y enteramente inclinados a todo mal, proceden todas
nuestras transgresiones actuales”.
Falso de la A a la Z.
La Redención trajo
la Bendición en virtud de la cual la Desnudez del Hombre ante la Muerte fue
vestida de la Armadura de la Fe, como dice el espíritu de la Biblia, de manera
que muertos al Pecado el Nuevo Hombre nace a la Invencibilidad de quien se ha
hecho heredero del Juramento que Dios hizo sobre su Honor y Gloria : a saber.
“Tu descendencia se apoderará de las puertas de sus enemigos”. Invencibilidad
que pasa de padres a hijos, y por el Espíritu: de la Casa de Yavé a la Casa de
Cristo, en razón de cuyo Espíritu la respuesta a la Tentación, por quienes somos engendrados para
vivir la gloria de la libertad de los hijos de Dios, es la de Nuestro
Padre que está en los cielos: “Vade retro Satanás”.
El Confesor de
Westminster niega que la Redención haya tenido efecto alguno en el Hombre, deja
a Dios por impotente y lo declara patético por subir a la Cruz a su Hijo para
obtener la misma nada que existía ya antes de su Resurrección.
Si al Principio la Imagen y Semejanza que Dios le dio al Hombre fue la de sus hijos, al Final nos dio Dios a su propio Unigénito. Dios apartó a todos sus hijos como Modelo de la Imagen Divina que llevamos dentro. No referimos a ningún dios o a este o aquel
otro hijo de Dios la Imagen del Ser Divino que vive en nosotros y mueve nuestro
pensamiento. Dios colocó el listín de la Gloria, por decirlo así, hablando
entre hombres, en el punto más alto al que nos llama a subir, y en este orden
nos viste para alcanzar la cumbre, que no está lejos de nosotros, porque está
en nosotros. El Amor al Hijo de Dios hace el Milagro.
De este Espíritu
el Confesor de estos artículos en pro de la defensa del Diablo no sabe nada.
Excepto insistir en la Ineficacia Absoluta de la Redención, afirmando:
“Esta corrupción
de naturaleza permanece durante esta vida en aquellos que son regenerados; y,
aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en Cristo, sin
embargo, ella, y todos los efectos de ella, son verdadera y propiamente
pecado”.
El Confesor demuestra una vez y otra que es un psicópata. Niega a Dios y sabe que defiende al Diablo pero tiene en su mano la Espada de Cromwell. Está rodeado de una Asamblea de Genocidas y Criminales que no dudaron en arrasar Irlanda y sembrar de cadáveres la Isla que los vio nacer. En el calor de estas líneas nadie debe
olvidar que la Guerra de los 30 Años aún arrasaba en Europa y seguía sumando
cientos de miles de muertos a los Millones de vidas que segara la Reforma a la
salud y gloria de los reyes protestantes. En el seno de aquella Primera Guerra
Mundial Europea surgió la Revolución Inglesa de los Elegidos del Dios Oculto de
la Reforma para acometer el Genocidio contra Irlanda y la Gran persecución
Final contra los Católicos de Escocia e Inglaterra. Los Firmantes de
Westminster tienen los vestidos cubiertos de sangre. Las manos las tienen
callosas de todos los crímenes que cometieron en defensa de esta Doctrina
Anticristiana o, en virtud de la cual se declaraba Inocente al Diablo y se
proclamaba a Dios, en cuanto Autor de la Tragedia de la Caída, único y
verdadero Culpable. Tales fueron los hombres que se atrevieron a mantener a
viva voz lo que escribieron y seguían negando a Dios, diciendo:
“Todo pecado, ya
sea original o actual, siendo una transgresión de la justa ley de Dios y
contrario a ella, por su propia naturaleza trae culpabilidad sobre el pecador
por lo que este queda bajo la ira de Dios, y de la maldición de la ley, y por
lo tanto sujeto a la muerte, con todas las miserias espirituales, temporales y
eternas”.
La Asamblea de
Divinos se limpió las manos y declaró que el Genocidio Irlandés y la Gran
persecución Anticatólica fueron la respuesta de Dios a sus pecados, siendo sus
brazos la espada de la que Dios se servía para proceder al asesinato en masa de
la población pecadora, predestinada desde la Eternidad al Infierno.
Amén, amén.
2
EL DIOS OCULTO SE
DESCUBRE EL ROSTRO
Parece más que
evidente ser realmente cierto que Dios en Jesucristo no buscaba ni busca ni
buscará la condenación de quienes en su ignorancia y arrastrados por las
circunstancias se alejan de su Corazón, y enganchados a las pasiones del mundo
se olvidan que la única relación posible entre el Creador y la Creación a la
Imagen y Semejanza de su Hijo se realiza en el Amor de Dios en cuanto Padre de
su Creación.
La Victoria de
Dios sobre la Muerte no se produce exclusivamente en el terreno de la
Inmortalidad para la Vida. Dios llevó su Victoria hasta la cima más alta que se
puede concebir, disfrutar de la Plenitud de su Naturaleza Eterna en el hecho de
su Paternidad verdadera.
Su Victoria transformó la realidad de la Creación cuanto la del propio Creador. La Creación deja de ser una simple criatura disfrutando de la Inmortalidad Indestructible Natural al ser Increado Divino, para vivir esta Vida como hijo de Dios. YAVÉ DIOS no sólo nos da la Vida sino que nos abre la Puerta de su Casa, y extiende sobre nosotros, su Creación, su Amor de Padre. En resumen, esta es la Doctrina que Jesucristo vino a
revelarnos.
Transformando la
Naturaleza de la Creación el mismo Creador se transformó. El Creador asume su
realidad de Padre sobre su Creación, y hace partícipe de su Bienaventuranza a
todos sus hijos, hijos por adopción pero hijos verdaderos en razón de ser Dios
su Origen. Y como tales son llamados Hermanos de Aquel Hijo del que se dice
“engendrado de la misma Naturaleza Increada del Padre”. Veracidad Filial que
este Hijo Todopoderoso asume como propia y movido por el Fuego del Amor hacia
sus hermanos se levanta, se hace hombre y le aplasta la cabeza a la Serpiente,
cumpliendo así la venganza que Dios le jurara a Satán sobre el cadáver de su
hijo Adán.
En fin, estas son
cosas que la Esposa del Señor, la Santa Madre Iglesia Católica lleva repitiendo
dos mil años. Los Apóstoles se las comunicaron a Ella, y Ella ha sido Fiel a la
Doctrina de su Esposo, transmitida por sus Hermanos y Apóstoles, que los siglos
han conservado, y aunque en el transcurso de ellos fueron muchos
quienes buscaron cambiarla y adaptarla a las necesidades de sus imperios, la
Verdad ha vencido. ¡Dios siempre vence!
La Doctrina que
los Apóstoles no se cansaron de repetir, y la Iglesia que Edificaron repite
siglo tras siglo, es que Dios es Amor, y es desde este Amor que deben recrearse
los Acontecimientos expuestos en la Biblia.
La Historia nos
dice que la Razón Humana de por sí sola era, es y será siempre impotente a la
hora de elevarse y entrar en la Mente de Dios con la naturalidad que un hijo
entra en la casa de su padre. Fracasó la Razón Hebrea, fracasó la Razón Helena,
fracasó la Razón Romana. Y donde fracasó la Razón, triunfó el Amor. No es por
la inteligencia que se gana a Dios, sino por el Corazón. Y este Camino es el
que su Hijo nos descubrió a todos, en unos tiempos, cierto, en que los hombres,
judíos y gentiles, tenían por corazón una piedra.
Este es el corazón
que la Asamblea de los Divinos tenía. Expertos en asesinatos, genocidios y
guerras, eran incapaces de comprender este Camino que acomete el Milagro de
levantar un puente en el abismo entre las dos naturalezas, la del Creador y la
de la Creación, y uniéndolos a ambos en una Familia cierra la Victoria de Dios
contra la Muerte.
Ignorar este
Camino y cegar el acceso a esta Puerta no es propio de quien tiene el espíritu
de hijo. Quien la cierra, ¿de qué espíritu será hijo?
Habrá que descubrirlo. Dicen los Divinos:
“La distancia
entre Dios y la criatura es tan grande, que aún cuando las criaturas racionales le deben obediencia como a su Creador, sin
embargo, ellas no podrán nunca tener plenitud con El como su bienaventuranza o galardón, si no es por alguna condescendencia voluntaria
por parte de Dios, habiéndole placido a Este expresarla por medio de su pacto”.
¿Y qué significa
ser hijos de Dios sino tener la plenitud de dicha bienaventuranza o galardón?
No por alguna
condescendencia voluntaria sobre un individuo concreto, como si la Filiación
fuera un artículo exclusivo de una raza de elegidos. La Paternidad Divina se
extiende a toda su Creación y todos somos dados a vivir esta Plenitud de un
hijo que es amado por su Padre y tiene en su Padre absolutamente todo :
alegría y gloria.
Independientemente
de que la revolución Jesucristiana abriera el Camino y dejase al Futuro lo que
le pertenecía al Futuro, nosotros, nuestro Día, que se abre a la Gloria de la
Libertad de los hijos de Dios, la Vida a Imagen y Semejanza del Creador implica
esa Alegría de quien teniendo su Origen en el
Evidentemente
cuando ese padre tiene por corazón una piedra.
Que las piedras
den agua, lo sabemos, pero que hablen sólo un aterrorizado o un discapacitado
de espíritu puede creer que:
“El primer pacto
hecho con el hombre fue un pacto de obras, en el que se prometía la vida a
Adán, y en éste a su posteridad, bajo la condición de una obediencia personal
perfecta”.
¿Puede hablar la
piedra ... de Amor? ¿Esta Asamblea de Divinos conocía la Biblia, o estaba creando
una nueva?
Dios es claro en
su Libro : Adán, hijo de Dios, padre de Abraham, padre de David, padre de
Jesús, hijo de María.
¿Con quién pactó
Dios para tener a su hijo Adán, con el Diablo?
Eres mi hijo si cumples
esto, y si no lo cumples ¿no lo eres?
¿Puede ser
establecida la Paternidad sobre un pacto?
Una adopción por
vía testamentaria sí se puede ajustar a un pacto. Pero en el caso de Adán esto
implicaría que Dios puede morir.
Pero Dios no puede
morir. El Hombre no es adoptado por un Pacto. Primero es creado a la Imagen y
Semejanza de Dios. Adán es hijo de Dios. Y luego más tarde, a la hora de
elevarlo al Trono, le da una Ley por la que le prohíbe abandonar el Amor como
Camino de Crecimiento de su Reino.
La Paternidad Divina no es un Pacto, es el Fruto que el Creador le ofrece a su Creación. Sin buscarlo ni proponérselo, el Hombre es elevado a la condición de los hijos de Dios. Ese abismo que separa a la Criatura de su Creador desaparece por obra y gracia de Dios. Lo que era Imposible de ser concebido por el Diablo, la
Encarnación del Hijo de Dios en la Naturaleza de la Creación, se hace realidad.
El Hijo de Dios deviene la Puerta, el Puente sobre el Abismo, el Camino a la Restauración de
todos los Derechos Divinos que el Hombre perdió al ser arrojado de la Presencia
de su Creador y abandonado a la Muerte como si Dios no fuera el Vencedor, y su
Victoria fuera una farsa.
No hay Pacto entre
el Hombre y Dios antes de la Vieja Alianza firmada por Moisés. La Paternidad no
es pactada. El Confesor está desheredando al Pueblo
Reescribir el
Evangelio desde esta base de la Paternidad por Pacto es Negar a Cristo y
preferir por padre el Diablo.
Consecuente con
esta elección, la Asamblea de los Divinos, escribe:
“El hombre, por su
caída, se hizo incapaz para la vida que tenía mediante aquel pacto, por lo que
agradó a Dios hacer un segundo pacto, llamado comúnmente el Pacto de gracia,
según el cual Dios ofrece libremente a los pecadores vida y salvación por
Cristo, exigiéndoles la fe en EL para que puedan ser salvos, y prometiendo dar
su Espíritu Santo a todos aquellos que ha ordenado para vida, dándoles así
voluntad y capacidad para creer”.
¡Mentira! Este
Confesor habla con la voz del Anticristo.
No hubo Pacto con
el Pueblo a nacer. Hubo una Nueva Alianza, que el Hijo de Dios nos conquistó
para todo el Género Humano, en razón de la cual el Pueblo Cristiano no sería
destruido jamás.
En la primera
Alianza la existencia del Pueblo hebreo quedaba condicionada a su Obediencia y
Fidelidad a la Ley, efecto de la cual quedaba Dos en libertad para darla por
concluida.
En la Nueva
Alianza que nos conquistó Jesucristo la Vida del cristiano no queda expuesta a
ruina, sino que Dios se hace el Aliado Natural del Pueblo de su Hijo sin
condiciones ni límites.
Hay una gran diferencia
entre ambas Alianzas. La Primera fue firmada entre Moisés y un hijo de Dios,
que llevaba el Nombre de la Casa de Dios, con quien Moisés hablaba cara a cara.
La Segunda Alianza fue firmada entre el Padre y el Hijo, Alianza que nos ganaba
a todos Vida Eterna y Subsistencia sin límites.
El Confesor, se
ve, le tenía repugnancia a la Biblia, y la interpretaba sin conocimiento del
Espíritu de su Autor, con el que se relacionaba, como hemos visto, en la esfera
del Dios que es Terror, delante de quien no cabe otra postura que la del
esclavo predispuesto a vivir arrastrándosed por los suelos, de por vida.
Pero la Redención
nos levantó del suelo, nos elevó la cabeza, y nos abrió los ojos a Dios como
“Padre Nuestro que estás en los Cielos....”
¿Dónde está este
Padre en esta Confesión Anticristiana?
Busquemos:
“Este pacto de
gracia se propone con frecuencia en las Escrituras con el nombre de un
testamento, con referencia a la muerte de Jesucristo el testador, y a la
herencia eterna con todas las cosas que a ésta pertenecen y están legadas en
este pacto”.
Muy bruto de
entendimiento tenía que creer el Confesor de Westminster y debe seguir creyendo
el Pastor Presbiteriano a sus lectores cuando dice que con frecuencia se le
conoce “AL NUEVO TESTAMENTO” ... “como testamento”.
Efectivamente, el
Confesor, siguiendo con su técnica de lavado de cerebro debía reducir este
Nuevo Testamento a un simple pacto, de manera que la Alianza firmada entre Dios
y su Hijo, a la salud del Hombre, cegase y ciegue al bruto presbiteriano, y
haciéndole incapaz de ver con los ojos de su cara al Beneficiario Real y
Directo de este Testamento, el Pueblo Cristiano, se instalase en su cerebro
animal la idea de que su Destructibilidad era posible. Y así como la Vieja
Alianza dio paso a una Nueva, ahora Dios abandonase a su Aliado Católico y
pasase su Alianza al Imperio de Westminster.
La sangre católica
derramada, el genocidio contra el pueblo irlandés y las persecuciones incluso
contra la oposición a esta locura de Westminster hablan por sí sola:
“Este pacto era ministrado
de un modo diferente en el tiempo de la ley y en el del Evangelio. Bajo la ley
se ministraba por promesas, profecías, sacrificios, la circuncisión, el cordero
pascal y otros tipos y ordenanzas entregados al pueblo judío; y todos señalaban
al Cristo que había de venir, y eran suficientes y eficaces en aquel tiempo por
la operación del Espíritu Santo, para instruir y edificar a los elegidos en fe
en el Mesías prometido, por quien tenían plena remisión de pecado y salvación
eterna. A este pacto se le llama el Antiguo Testamento”.
Vuelve a mentir y
demuestra la irracionalidad de su discurso cuando dice que en la Antigua
Alianza y por ella tenían la plena remisión de sus pecados y la salvación
eterna. El hecho es que el pacto del Sinaí entregaba al pueblo hebreo al Juicio
sobre su Nación, en el que deberían responder todos de sus obras delante del
tribunal de Dios. Nadie tenía garantía de salvación sino dentro de la
El sólo hecho de
comparar la naturaleza de una Alianza con la otra es vergonzoso, y reducir el
Testamento a una Alianza es indignante y demuestra que el conocimiento de Dios
estaba lejos del Confesor. Y si alguien no conoce a Dios, ¿cómo podrá tener su
Espíritu?
El resto de este
Artículo sigue la misma pauta de repugnancia contra la Biblia y de ignorancia
sobre Cristo:
“Bajo el
Evangelio, cuando Cristo la sustancia fue manifestado, las ordenanzas por las
cuales se ministra este pacto son: la predicación de la Palabra, la
administración de los sacramentos del Bautismo y de la Cena del Señor; y aún cuando son menos en número y ministradas con más
sencillez y menos gloria exterior, sin embargo, en ellas el pacto se muestra a
todas las naciones, así a los judíos como a los gentiles, con más plenitud,
evidencia y eficacia espiritual, y se le llama el Nuevo Testamento. Con todo,
no hay dos pactos de gracia diferentes en sustancia, sino uno y el mismo bajo
diversas dispensaciones”.
¿NO hay dos pactos
de gracia diferentes en sustancia?
¿Es lo mismo
cerrar los ojos en este mundo y abrirlos en el Paraíso de Dios, disfrutando de
la plenitud de la Ciudadanía del Reino de Dios, que ser sometido a un juicio en
el que hasta tu última palabra, pensamiento y acción serán puestos sobre la
mesa?
Muy limpio de todo
pecado debía sentirse esta Asamblea de Divinos que después de haber regado de
sangre las islas Británicas se sentada a hacer de dioses en la Tierra.
La primera frase
de la sentencia, vista la repugnancia que exhala la última contra Cristo, no
merece ni la pena discutírsela al Diablo.
3 EL DIABLO ESCONDE
SU ROSTRO
Independientemente
de nuestro conocimiento de las crónicas de la Revolución Inglesa hay un hecho
en su causa que no debemos pasar por alto y fue el germen en el que creció esta
Confesión de Westminster, es decir, esta evolución desde una postura meramente
crítica y contra la Pornocracia del Papado del Siglo
XV a una Rebelión Abierta contra la Iglesia fundada por Dios y Vencedora de
todas las fuerzas que hasta entonces la Muerte desató contra sus Murallas.
Victoria ya cantada desde antes de las guerras del mundo contra el cristianismo
en la Promesa de Dios de investir con su Invencibilidad a su Descendencia en la
Tierra. Hablando siempre del Espíritu.
Así pues, desde
una posición meramente humana contra la conducta de un Papado que se había
echado a dormir y abandonado la Vigilancia a la que se veía obligado por su
Señor, Inglaterra se pasó al Enemigo y acogió en su reino al Abogado del Diablo
parido en Suiza.
La elevación de
Enrique VIII a la Cabeza de la Iglesia elevó el trono del Tudor a la condición
que sólo el Hijo de Dios ostenta. Enrique VIII transfirió los Poderes legados
por el Pueblo de Inglaterra de la Monarquía Constitucional a la Teocracia
Absolutista que confería al rey dios inglés poderes absolutos sobre la vida y
la muerte de todos sus súbditos.
El hecho de que
las grandes escuelas británicas de intelectuales de la ciencia y la filosofía
se sacaran los ojos y mantuvieran la ficción de la Monarquía Constitucional
cuando el Reino Unido se erigió en Teocracia, y como Teocracia escribió su
Historia la Época de los Tudores, nos descubre la categoría moral e intelectual
de los Confesores que escribieron con la punta de sus espadas ensangrentadas, sobre
la piel de generaciones sujetas al terror, estos Artículos que, para su desgracia, encontró
en la América Presbiteriana su continuación, y expandiera sobre la Población
Nativa Norteamericana el terror que extendiera en las Islas los reyes de los
que escaparon los fundadores de la Nación Americana.
La Estructura
Espiritual del Cristianismo se basó desde su origen en la Unidad de Dios con el
Hombre, en virtud de la cual Dios dio luz y vida a un Cuerpo de Sacerdotes y
Pastores unidos al Hijo de Dios como el Cuerpo lo está a la Cabeza. La Obra de
Dios era y es clara. Siendo la Cabeza del Cuerpo de Cristo, es decir, la
Iglesia, el propio Dios Hijo Unigénito, la Iglesia quedó y queda investida de
la Invencibilidad de su Cabeza.
Lógicamente siendo
la Cabeza Divina y el Cuerpo humano se entiende que la tensión del crecimiento
de este Organismo en el seno de un mundo sujeto a
Pero mejor que
abrir la lectura a la Historia de esta Corrupción, ya descrita en las
Negaciones de Pedro y la Noche de los Obispos, es más conveniente recordar que
la División de las iglesias fue profetizada por el propio Jesucristo hablando
de la Siembra que el Diablo se encargaría de llevar a cabo una vez Liberado de
su prisión.
Este es un
Acontecimiento que ÉL conocía antes de su revelación Apocalíptica. Su Padre no
le ocultaba nada y la doctrina del reino de los cielos le fue dada a Él para
darle a conocer mediante Parábolas los Acontecimientos por los que su Reino en
el Mundo habría de pasar hasta el fin de los tiempos de la Vida sobre la
Tierra.
Si en una primera
instancia se nos revela que el Diablo fue apresado inmediatamente tras la
Resurrección, a renglón seguido se nos dice que Dios ordena su Liberación tras
Mil años de encierro, para ser liberado por otros Mil años, en los que, se
comprende, tendría lugar esa Siembra del Maligno de la que se habla en la Parábola.
La Revolución Gregoriana despertó a un Colegio de Obispos que hacía poco había interpretado un episodio de
corrupción tan bajo y miserable como para justificar a los ojos de Bizancio el
desprecio que los obispos ortodoxos bendijeron, y los condujo a legitimar el
darle la espalda a la Unidad Universal de las iglesias que les pidió el Hijo de
Dios.
Aun sí la Bizancio ortodoxa no cometió el terrible error de declarar al emperador cabeza de la iglesia ortodoxa. La Autocracia Bizantina es hoy día leyenda. La teocracia
Inglesa, hipócritamente ocultada bajo una Monarquía Constitucional Británica
que jamás existió, fue el error que condujo a los Tudores a su destrucción.
Desde el momento
en que el rey de Inglaterra fue proclamado Cabeza de la Iglesia Británica el
Tudor se alzó como Anticristo. El Horror que el reinado del primer Tudor desató
contra la población inglesa ha sido igualmente ocultado por los grandes genios
de las universidades británicas. Enterradas en el Terror a su rey dios tanto
Oxford como Cambridge pusieron en activo el silencio hipócrita que habría de
conducir al último de los Tudores a poner su cuello a los pies del hacha
homicida.
La evolución de la Teocracia Inglesa creció durante el reinado de la Diosa Reina de Inglaterra, y no dejó de crecer durante el de sus sucesores; de manera que cuando sube Carlos I éste se cree verdadero dios y gobierna como si fuera dios verdadero. La
demencia criminal de un asesino en serie de mujeres y santos; de un genocida
que condenó a la miseria a una nación ya empobrecida que sobrevivía de la
piedad de los monasterios; de una banda de ladrones que se repartieron las
propiedades legitimas de la Iglesia de Inglaterra; dio paso a la demencia final
de un idiota integral que cegado por los poderes teocráticos recibidos, creyó
poder gobernar como Dios y exigió ser respetado como el Dios de
Inglaterra.
La revolución
inglesa estaba legitimada. Pero su Delito contra el rey del Cielo no fue
corregido. Los vencedores de la Revolución Gloriosa la llevaron al extremo
final del que ya no hay regreso: Declararse el Abogado del Diablo. Reunidos en
una Asamblea de Divinos, de manera que donde hubo un dios ahora hubo muchos,
escribieron la Confesión que llamaron de Westminster, en la que, como hemos
visto, Absolvieron a Satanás de todos sus delitos en el Argumento de haber
tenido la Caída en Dios su Autor Intelectual y productor Material.
Pero ser Malo ni
implica ser Tonto. De hecho es todo lo contrario, el Tonto es el Bueno. Así que
si primero el Confesor abrió su Argumento adhiriéndose al Concilio de Nicea, y
enseguida pasó a Acusar a Dios de ser el único y verdadero autor de la Caída,
“quien la ordenó desde la eternidad para su propia gloria”, ahora la Asamblea
de los Divinos vuelve a ponerse la Máscara y poniendo cara de beato supersantísimo a cuyo lado los San Agustines y los Santo Tomases fueron unos cretinos, en su hipocresía sin límites los
padres del Presbiterianismo Americano se declaran más papistas que el Papa, e
imitando a su príncipe, el Diablo, engañan a todos sus rebaños, diciendo:
“Agradó a Dios en
su propósito eterno, escoger y ordenar al Señor Jesús, su unigénito Hijo, para
que fuera el Mediador entre Dios y el hombre; Profeta, Sacerdote y Rey; el
Salvador y Cabeza de su Iglesia; el Heredero de todas las cosas, y Juez de todo
el mundo; desde la eternidad le dio Dios un pueblo que fuera su simiente y para
que, a debido tiempo, lo redimiera, llamara, justificara, santificara y
glorificara”.
¿Dónde está aquí
la hipocresía y dónde el error? me diréis. ¿Acaso no es esta la enseñanza y
doctrina de los Padres de la Iglesia desde la Edad Apostólica a nuestros
tiempos?
Mi palabra es
firme, “NO”. Esta no fue nunca la Doctrina de Cristo. La Doctrina de Dios es la
opuesta. Y es tan contraria a este Artículo como lo son el Cielo y el Infierno.
¿Desde cuándo le
agrada a un padre enviar a su hijo a que se lo maten? Entendemos que en la
Inglaterra de estos Confesores condenar a sus hijos a muerte era el pan de cada
día, y desde esta crueldad sin límites nada había de verse sospechoso en
declarar que le agradó a Dios enviar a su Hijo a la Cruz.
¿No acabó en la
Cruz entonces?, en vuestra ignorancia os preguntareis.
Sí, por supuesto,
para Resucitar hay que Morir.
Pero esta
Resurrección no fue por agrado de Dios, sino que le vino dictada por la
Necesidad que tuvo Dios de salvar a su Creación, y no sólo ya al Hombre, sino a
toda su Creación, la del Cielo como la de la Tierra, la del Pasado como la del
Presente y del Futuro.
Dios es claro y
firme en su Libro : La Muerte de Cristo no fue capricho. Por esto escribe : LA
NECESIDAD DE LA MUERTE DE CRISTO.
Fue por esa Cruz
que se operó la reconfiguración Final de la Creación.
La Revolución que
se operó al Principio abriendo Dios la Puerta de su Creación a todos sus hijos
había sufrido una Caída, el resultado de la cual puso a Dios frente a su
Verdadero Enemigo, la Muerte.
Dios había
conquistado la Inmortalidad para la Vida. Mas en cuanto Científico y Padre de
todas las Ciencias su Guerra Personal por la Inmortalidad de la Vida había
tratado el Tema de la Muerte desde la Razón Científica. Invistiendo a la
Creación de Inmortalidad se acababa el problema.
La Alegría de la
Victoria, la Concentración natural al proceso de conquista HABÍA APARTADO DE SU
PENSAMIENTO el Hecho de la existencia de estas dos Fuerzas Cósmicas Increadas,
la Vida y la Muerte, como entidades reales, tan reales en su existencia como lo
es su propia Existencia.
Aun sufriendo su
Creación las Guerras que arrastraron su Paraíso al Infierno, Dios creyó ver en
su origen la consecuencia directa de su propia Victoria. Creados a su Imagen y
Semejanza, los hijos de Dios necesitaban participar de la Vida de su Padre en
cuanto Creador.
Dios responde a
este Nuevo Reto con la Apertura de la Creación a sus hijos. Y comienza la
Creación de nuestros Cielos y de nuestra Tierra según he relatado en la
Creación del Universo según el Génesis.
La Creación del
Hombre entra dentro de esta Revolución Universal con la que Dios confió
ponerle fin a las guerras entre sus hijos. Pero no era la única medida. Las dos
medidas anteriores, apertura a la Participación en el Acto Creador y Formación
del Hombre, la cierra Dios con un decreto de Destierro Eterno contra quien ose
abrir ese Capítulo cerrado de la Historia de su Creación.
Dios sabía que
“aquella bestia”, Satanás, “había acorneado antes”. Era su responsabilidad
evitar que se volviera a producir un ataque de esa Bestia. Mediante el Decreto
de Destierro Eterno de su Creación, que le da a conocer a su hijo Adán, y que
comprende a todos los hijos de Dios, sin excepción de ninguna clase y
justificación en ninguna circunstancia, Dios, en su Amor por la Vida de sus
hijos, creyó que aquel episodio de las Guerras entre sus hijos quedaba cerrado.
No fue así. “La bestia que había acornado antes” volvió a acornear. Dios, el Amo de esa bestia,
se queda perplejo. No es un hijo al que tiene enfrente, es una Bestia que Él no
ha creado ni formado ni alentado ni alimentado. ¿De dónde le viene a esta
bestia su locura, su demencia, su creencia en poder poner de rodillas al Dios
de la Eternidad y del Infinito? Dios ve cara a cara al Enemigo de su Creación,
la Muerte. La Muerte es la Madre de esta Bestia, la Serpiente Antigua el
Dragón, el Diablo, cuya Cabeza es Satanás.
La Batalla Final
entre el Dios que soñó un Cosmos en el que el Árbol de la Vida da fruto
Inmortal, y la Fuerza Increada que desde el principio de la Increación fue una
sola cosa con la Vida, y ambas las dos caras de la misma moneda; esta Batalla
Final que Dios, en el uso de la Razón Científica que lo condujo al
Descubrimiento de las infinitas ciencias que componen el Árbol de la Ciencia de
la Creación de universos, Dios no vio: acababa de empezar.
La Muerte seguía
activa. La Muerte seguía actuando en la Creación. Como antes lo hiciera en la
Increación. La Muerte es una Fuerza Increada que actúa según su Naturaleza.
Hizo su trabajo en el Cielo y ahora lo hacía en la Tierra.
Dios tenía una
disyuntiva. Se encontró ante un dilema. Inmunizar a su Creación frente a esta
Fuerza que busca ser parte del Nuevo Cosmos como lo fuera del Antiguo, en su
forma de Guerra aportando al Reino de Dios un sistema de gobierno basado en la
Divinización de todos los hijos de Dios, que pasarían a disfrutar del status de
Inmunidad Absoluta para sus actos, status natural que vimos en el rey dios
inglés.
Esto, o proceder a
aceptar la Declaración de Guerra de la Muerte, vencerla y liberar a su Casa de
su Presencia por la Eternidad.
Dios aceptó la
Declaración de Guerra, una Guerra que llevaba en vigor desde que El soñó este
Nuevo Cosmos en el que la Muerte no tiene parte, y ahora entró en su Batalla
Final.
Acorde a esta
Necesidad, dicta Sentencia contra todas las partes envueltas en la Caída. A la
Bestia “que había acorneado antes” la sentencia a su Destierro Eterno una vez
la sangre de su víctima sea vengada por un hijo de la mujer del muerto.
Nace en ese
Momento la Necesidad. Toda la existencia de la Creación está basada sobre un
Pilar, el Amor de Dios por su Hijo Unigénito, a quien Él ha
Dios debe abrirle
los ojos a su Hijo para que vea al Enemigo Verdadero de su Creación. No es el
Diablo, ese Satanás, criatura sacada del polvo: Satanás un simple peón en el
juego de una Fuerza, la Muerte, que viene desde la Increación y comparte con el
propio Dios su Origen Increado.
Es esta Necesidad
la que ordena todos los acontecimientos desde la Caída a la Resurrección. El
Hijo que baja del Cielo y encarna al Vengador de la sangre de Adán es el mismo
que regresa a su Mundo, pero en su Ser se ha operado una Transfiguración
Eterna.
Su Padre ha
vencido, su Victoria es Él, su Hijo.
El reino de Dios
se inclina ante este Rey Universal, a los pies de cuyo trono todos los
Príncipes del Cielo depositan sus coronas. Queda abolido el Imperio, todas las
coronas quedan abrogadas. El Reino de Dios es puesto en las manos de su Hijo,
quien es Glorificado como Rey Universal Sempiterno, Juez Universal y Sumo
Pontífice Universal, Señor de toda la Casa de su Padre.
¿Agradó a Dios
enviar a su hijo a la Cruz?
¿Quién es este
necio que habla así?
“El Hijo de Dios,
la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de
una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomó sobre
si la naturaleza humana con todas sus propiedades esenciales y con sus
debilidades comunes, pero sin pecado. Fue concebido por el poder del Espíritu
Santo en el vientre de la virgen María, de la sustancia de ella. Así que, dos
naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron
inseparablemente en una persona, pero sin conversión composición o confusión
alguna. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un solo Cristo, el
único mediador entre Dios y el hombre”.
El Abogado del
Diablo oculta su verdadero rostro tras la máscara de las declaraciones
conciliares católicas. Pretende hacer suyo, como buen político el Confesor
Divino, la victoria de la Iglesia Católica, contra la que sin embargo lanza a
sus hordas asesinas.
Y lo entendemos.
Nadie puede robarle a otro lo que le pertenece si antes no lo asesina.
En su demencia
victoriosa, la sangre de cientos de miles de hombres en sus manos, la Asamblea
de los Divinos olvida que la Iglesia Católica había vencido siglo tras siglo
sobre enemigos infinitamente más poderosos que la corona anticristiana de
Inglaterra. La Guerra del Turco Otomano contra el Reino de Dios en la Tierra
que gana para el Rey del Cielo Carlos I de España y su hijo Felipe II no le
dice nada a un ciego que reclama para sí la divinidad natural a los dioses.
Tiene que ocultarle al pueblo que ha sobrevivido a la masacre de la revolución
gloriosa su verdadero rostro, y se pone la máscara de los Padres de la iglesia.
Pero el lobo es
lobo aunque se ponga la pelliza del cordero.
Sin cortarse las
uñas de las patas viene y tira la Gloria de Jesucristo con estas palabras:
“El Señor Jesús,
en su naturaleza humana unida así a la divina, fue ungido y santificado con el
Espíritu Santo sobre toda medida, y posee todos los tesoros de la sabiduría y
del conocimiento, pues agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, a fin
de que siendo santo, inocente, inmaculado, lleno de gracia y de verdad, fuese
del todo apto para desempeñar el oficio de un mediador y fiador. Cristo no tomó
por sí mismo este oficio, sino que fue llamado para ello por su Padre, quien
puso en sus manos todo juicio y poder, y le mandó que desempeñara tal oficio”
Al pan envenenado
le echa la serpiente la miel de los príncipes de las tinieblas a fin de que los
ciegos que siguen al ciego caigan con agrado en la misma olla de cuya carne se
servirá el Diablo.
Incapaz, quien
venía de devorar la carne humana de miles de cuerpos, borracho de sangre de las
cubas del genocidio aun fresco, de entender el Amor de Dios a su Hijo, el
Confesor arroja la Gloria del Hijo de Dios al barro y convierte ese Amor “en la
obediencia debida del siervo a su señor, de la víctima a su depredador, del
súbdito aterrorizado a su rey y señor, a quien obedece bajo la ley del terror
que el monstruo de su rey le inspira”.
Entendemos que a
este monstruo homicida, que se viste de Divino en Asamblea, recién venido de
las guerras de exterminio que la Revolución Inglesa, esta Palabra : “Amor”, le
sonara a herejía. Incapaz de entender esta Verdad: “Dios es Amor”, el Confesor
expulsa de su lado la Vida Bíblica, se arranca los ojos y cierra los oídos a la
Palabra de Dios, que escrita, dice: “El Celo por tu Casa me consume” .
Y en otra parte le
dice Dios a su Hijo: “No seas como el caballo salvaje al que hay que ponerle la
brida”.
Y en última
instancia lo vemos entrando en la Tierra montado en su Caballo de Guerra, con
el Manto del Rey cubierto de a sangre que iba a derramar en su Batalla de
Venganza contra el Traidor que se atrevió a declararle la Guerra a su Padre.
El Hijo de Dios no
entra en esta Batalla Final como quien es arrojado del Cielo, al estilo que lo
fuera el Traidor Maligno. Y una vez obligado a hacerse hombre acaba aceptando
la Voluntad de Dios por Terror a su Poder, que es lo que dice el Confesor.
¡Para nada!
Es su Padre quien
tiene que contener su Celo, es su Hijo quien le pide ocuparse de aplastarle la
Cabeza a la Serpiente, el fuego que lo consume contra “la Bestia que haba
acorneado antes” y con su traición acusaba a Dios de ser el responsable de su
traición, ¿o acaso no era Dios su Amo, y conociendo que era una Bestia no la
dejó suelta exponiendo a su Creación a ser acorneada una vez más?
El Hijo de Dios
arde en Fuego. Su Padre tiene que contenerlo. Su Hijo no ha visto aún al verdadero
Enemigo de su Reino. Sus ojos están centrados en el peón de su Verdadero
Enemigo. La Necesidad de descubrirle a su Hijo el Verdadero rostro tras la
Caída y las Guerras del Cielo era trascendental.
Sin esta Visión
todo sería para nada.
Exponiéndole a la
Cruz le descubriría a su Hijo, en el shock que le produciría este Designio de
su Padre, el Verdadero Rostro de su Enemigo. No era ese pobre diablo, Satanás,
al que con solo decirle “Vade Retro” le bastaba para enviarlo al Infierno. El
Verdadero Enemigo de Dios era la Muerte, esa Fuerza Increada que seguía activa
en la Creación y debía ser arrojada de sus términos para siempre.
Todo lo demás, el
Hombre, los hijos de Dios, el Universo, el Cosmos, eran nada. Esta Batalla
Final era entre Dios y la Muerte. Dios necesitaba a su Hijo. La Victoria era
cosa de los Dos. De nada le valdría a Dios vencer a la Muerte en la Tierra,
como ya antes la vencieran en el Cielo en su Nombre los hijos de Dios y los
Hermanos de Yavé Dios, los Ancianos del Apocalipsis, si su Hijo no veía la
Causa que producía estos movimientos particulares de destrucción encaminados a
provocar en Dios la Necesidad de una Destrucción Universal a imagen de la que
realizara antes de esta Creación.
¿Destruirlo todo y
volver a empezar?
Bien conocía Dios
a su Hijo. Jesús nunca consentiría semejante Final. Sus Hermanos eran su Casa.
Los Dioses del Cielo eran su Familia. No cabía en ese Corazón ni una partícula
de Mal. A la luz del sol de ese Amor no podía vivir ni la más infinitesimal
pequeña nube.
Y nos vienen los
Divinos, con sus manos llenas de sangre inocente y sus almas ahogadas en muerte
y destrucción, a decirnos, bajo pena de muerte, que el Hijo de Dios aceptó “ese
Oficio”:
“El Señor Jesús,
con la mayor voluntad tomó para si este oficio, y para desempeñarlo, fue puesto
bajo la ley, la que cumplió perfectamente; padeció los más crueles tormentos
directamente en su alma y los más dolorosos sufrimientos en su cuerpo; fue
crucificado y murió, fue sepultado y permaneció bajo el poder de la muerte, aun
cuando no vio corrupción. Al tercer día se levantó de entre los muertos con el
mismo cuerpo que tenía cuando sufrió, con el cual también ascendió al cielo y
allí está sentado a la diestra del padre, intercediendo, y cuando sea el fin
del mundo volverá para juzgar a los hombres y a los ángeles”.
¿Qué está diciendo
este necio? ¿Esta Asamblea de ignorantes en las cosas del Cielo nos está
diciendo que el Hijo de Dios era un ignorante integral a imagen y semejanza de
ellos?
Quieren los
Divinos hacerse el beato ultrasantísimo repartiendo
las papilla católica servida por la Santa Madre Iglesia desde los tiempos postapostólicos, pero como lo que se trataba era de
levantar una iglesia sobre fundamentos nuevos, aunque usando ladrillos viejos,
reviste el edificio con terminaciones propias. Ocultan en un parafernalia
bastarda el robo que de la propiedad doctrinal hace.
Pero lo que es más
grave de todo su error es su afirmación “y allí está sentado a la diestra del
padre”.
“Y allí se quede,
que aquí reina nuestra espada” es la coletilla que se priva de escribir el
Confesor. Era mostrar la pata por debajo de la puerta.
La Maldad y el
tonto no van juntos, ya lo sabemos. Lo hemos aprendido a base de palos, que el
tonto y la Bondad van de la mano. La cuestión es, dejar de ser bueno y no ser
tontos, o seguir siendo buenos pero vestidos de guerra hasta los dientes.
La respuesta está
escrita. Meterse en la armadura de la fe Fe y que el
diablo venga cuando quiera. Y cuando vuelva a repetirnos...
“ El Señor
Jesucristo, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de sí mismo que
ofreció una sola vez por el Espíritu eterno de Dios, ha satisfecho plenamente a
la justicia de su Padre, y compro para aquellos que éste le había
Le responderemos:
la papilla para los neonatos, aquí hay hijos de Dios curtidos en la ley de la
ciencia del bien y del mal. Coge el biberón con el que quieres reducirnos a la
infancia que ya pasamos, y ofréceselo a tu señor, el Diablo, al que tan bien
serviste Abogando por su Absolución. Anda y vete con tu palabra a predicar en
el infierno; tal vez allí conviertas a algún demonio. Conocemos tu Discurso
contra Dios y su Cristo:
“Aún cuando la obra de la redención no fue consumada por
Cristo sino hasta después de su encarnación, sin embargo, la virtud, la
eficacia y los beneficios de ella, fueron comunicados a los elegidos en todas
las épocas transcurridas desde el principio del mundo en y por medio de las
promesas, tipos y sacrificios, en los cuales Cristo fue revelado y señalado
como la simiente de la mujer que heriría a la serpiente en la cabeza, y como el
cordero inmolado desde el principio del mundo, siendo él, el mismo ayer, hoy y
siempre”.
Doctrina inmunda,
propia de demonios la que este artículo manifiesta. Niega la Redención en
Cristo, por Cristo y sólo en Cristo, y la extrapola a todos los tiempos,
haciendo innecesario el Sacrificio que el Amo de la Bestia inmoló en
cumplimiento de la Ley, a la Salud de la Ignorancia del Hombre.
Es cierto que
siendo Dios el Amo de la Bestia le correspondía sacrificarla en demostración
visible de su Inocencia en su Acorneamiento tras
haberla atado en corto.
El enigma de cómo
esa Bestia fue liberada sin Su consentimiento, por qué y por quién fue liberada
marcó a Dios, a su Hijo, y a toda su Casa. ¿Quién inmolaría ese Sacrificio en
el que Dios quedaría reivindicado en su Inocencia?
Y lo más vital:
¿de la mano de quién ese Sacrificio sería aceptado firmemente delante de la
propia Creación?
Porque si por la
mano de una criatura, el Miedo y el Terror a quien es Todopoderoso invalidaría
ese Acto Expiatorio de toda Culpa de Dios en la Caída. Únicamente de la mano de
quien es Dios como el propio Dios, y por consiguiente no puede ser destruido por
el propio Dios, podía esa Inocencia ser asumida como Veraz y Eterna.
Esto en lo que
toca a Dios.
En lo que toca al
Hombre. Obviamente un hombre justifica a otro hombre. ¿No habrá corrupción en
la justificación?
Únicamente quien
Inmoló a la Bestia en Declaración de la Inocencia de Dios, ofreciéndose como
Cordero de Dios en expiación del pecado de su hermano Adán, podía causar la
Redención Inmaculada del Hombre, es decir, libre de toda sospecha. Pues ¿de qué
hubiera valido una Redención realizada sobre un amor natural, creando pan para
hoy y hambre para mañana?
Poner esta
Realidad Sobrenatural en discusión es un ejercicio satánico que se entiende
desde la posición de quien está levantando una religión nueva, que utiliza los
principios teológicos católicos como fundamentos ideológicos y desplazando la
Teología Cristiana por la Filosofía Racional Política separa el Reino del Cielo
del de la Tierra. “Dios está allí” y nosotros aquí. ¿Qué tiene que ver Dios con
nosotros?
Leámoslo:
“Cristo en la obra
de mediación, actúa conforme a ambas naturalezas, haciendo por medio de cada
naturaleza lo que es propio de ella; aunque por razón de la unidad de la
persona, lo que es propio de una naturaleza, algunas veces se atribuye en la
Escritura a la persona dominada por la otra naturaleza”.
El discurso de los
herejes de los primeros siglos sobre las dos naturalezas regresa de la tumba.
Mas ahora lo hace con el nuevo ropaje de quien tiene la espada en el cuello del
lector y pregunta: ¿Qué, algo que objetar?
Nosotros, ¿vamos a
entrar en discusión con el Diablo?
A quienes no
discuten su doctrina maligna sino que la aplauden, sobre ellos dispensa la
nueva religión sus gracias, diciendo:
“A todos aquellos
para quienes Cristo compro redención, les aplica y comunica cierta y
eficazmente la misma; intercediendo por ellos revelándolos en la palabra y por
medio de ella los misterios de la salvación; persuadiéndoles eficazmente por su
Espíritu a creer y a obedecer; y gobernando sus corazones por su palabra y Espíritu,
venciendo a todos sus enemigos por su gran poder y sabiduría, de tal manera y
forma que sea más de acuerdo con su maravillosa e inescrutable dispensación”.
En el Día del
Juicio que caerá sobre las cabezas de esta Asamblea de Divinos se verá la verdad
de lo que digo cuando tengan que responder por su Acusación contra Dios como
Autor Intelectual de la Caída del Hombre.
Entre tanto, a
todos los que caísteis en este error, huid, corred, venid, la Puerta está
abierta, el tiempo esta de vuestro lado, la Voluntad de Perdón de Dios está
anunciada, entrad en la Iglesia Católica, bautizaos, Convertíos. Vuestro
Bautismo es falso, Vuestra religión es falsa, vuestra iglesia es la puerta de
la perdición. Sois malos, pero no seáis tontos.
Las espada no está
ya sobre vuestros cuellos. Sois libres para pensar, y distinguir entre la
Verdad y la Mentira. Mis palabras son verdad, las de esta Asamblea de Divinos y
sus discípulos presbiterianos, aunque se vistan de santos, son Mentira.
Cada cual es hijo
de su padre. Quien es hijo de Dios, habla la Verdad, quien es hijo del Diablo
habla la Mentira, y su fruto es la Guerra, el Genocidio y el Crimen. Estos
fueron los frutos de la Confesión madre de esta segunda Confesión de
Westminster. No os equivoquéis. Esta Confesión de la Asamblea de Divinos fue la
que se dieran los Tudores, reeditada con la tinta que viene de la Sangre
derramada durante esos reinados. El fruto de esta Nueva Confesión ¿no sería el
exterminio de todos los seres humanos allá donde esta nueva religión se estableciese?
La Historia está ahí para demostrarlo. Y yo aquí para desenmascarar al Dios
Oculto que puso en pie la Reforma.
CUARTA PARTELA LIBERTAD DE LOS PREDESTINADOS A LA RAZA SUPERIOR DE LOS ELEGIDOSCRYS5/6/20
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