LIBRO DEL APOCALIPSISSEGUNDA PARTE.EL TRIBUNAL DE DIOS Y EL DESPLIEGUE DE LAS FUERZAS PARA LUCHAR CONTRA EL MUNDO4-7Capítulo
4
El
juez supremo y su corte
1-11
Después
de estas cosas tuve una visión, y vi una puerta abierta en el cielo, y la voz
aquella primera que había oído como de trompeta me hablaba y decía: Sube acá y
te mostraré las cosas que han de acaecer después de éstas. Al instante fui
arrebatado en espíritu, y vi un trono colocado en medio del cielo, y sobre el
trono, uno sentado. El que estaba sentado parecía semejante a la piedra de
jaspe y a la sardónica, y el arco iris que rodeaba el trono parecía semejante a
una esmeralda. Alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, y sobre los
tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos de vestiduras blancas y
con coronas de oro sobre sus cabezas. Salían del trono relámpagos, y voces, y
truenos, y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, que eran los siete
espíritus de Dios. Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al
cristal, y en medio del trono y en rededor de él, cuatro vivientes, llenos de
ojos por delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un león; el
segundo viviente, semejante a un toro; el tercero tenía semblante como de
hombre, y el cuarto era semejante a un águila voladora. Los cuatro vivientes
tenían cada uno de ellos seis alas, y todos en torno y dentro estaban llenos de
ojos, y no se daban reposo día y noche, diciendo: Santo, Santo, Santo es el
Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que viene. Siempre que los vivientes daban gloria, honor
y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de
los siglos, los veinticuatro ancianos caían delante del que está sentado en el
trono, y se postraban ante el que vive por los siglos de los siglos, y
arrojaban sus coronas delante del trono, diciendo:
Digno
eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú
creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Capítulo
5
El
Cordero
1-14
Vi a la
derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por
fuera, sellado con siete sellos. Vi un ángel poderoso, que pregonaba a grandes
voces: ¿Quién será digno de abrir el libro y soltar sus sellos? Y nadie podía,
ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro ni
verlo. Yo lloraba mucho, porque ninguno era hallado digno de abrirlo y verlo. Pero
uno de los ancianos me dijo: No llores, mira que ha vencido el león de la tribu
de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos.
Vi en
medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, un
Cordero, que estaba en pie como degollado, que tenía siete cuernos y siete
ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Vino y
tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono. Y cuando lo
hubo tomado, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron delante
del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que
son las oraciones de los santos. Cantaron un cántico nuevo, que decía: Digno eres
de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre
has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios reino y
sacerdotes, y reinan sobre la tierra.
Vi y oí
la voz de muchos ángeles en rededor del trono, y de los vivientes, y de los
ancianos; y era su número de miríadas de miríadas, y de millares de millares, que
decían a grandes voces: Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir
el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la
bendición. Y todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y
debajo de la tierra, y en el mar, y en todo cuanto hay en ellos oí que decían:
Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria
y el imperio por los siglos de los siglos.
Y los
cuatro vivientes respondieron: Amén. Y los ancianos cayeron de hinojos y
adoraron.
Capítulo
6
La
apertura de los siete sellos descubre los misterios de la justicia divinas
1-17
Así que
el Cordero abrió el primero de los siete sellos, vi y oí a uno de los cuatro
vivientes que decía con voz como de trueno: Ven.
Miré y vi
un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una
corona, y salió vencedor, y para vencer aún. Cuando abrió el segundo sello, oí
al segundo viviente que decía: Ven.
Salió
otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar
la paz de la tierra, y que se degollasen unos a otros, y le fue dada una gran
espada.
Cuando
abrió el sello tercero oí al tercer viviente, que decía: Ven.
Miré y vi
un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí como
una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: Dos libras de trigo por un
denario y seis libras de cebada por un denario; pero el aceite y el vino. ni
tocarlos.
Cuando
abrió el sello cuarto oí la voz del cuarto viviente, que decía: Ven.
Miré y vi
un caballo bayo, y el que cabalgaba sobre él tenía por nombre Mortandad, y el
infierno le acompañaba. Fueles dado poder sobre la cuarta parte de la tierra,
para matar por la espada, y con el hambre, y con la peste, y con las fieras de
la tierra.
Cuando
abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido
degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban. Clamaban a
grandes voces, diciendo: “¿Hasta cuándo, Señor, Santo, Verdadero, no juzgarás y
vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la tierra?” Y a cada uno le fue
dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de
tiempo aún, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos, que también
habían de ser muertos como ellos.
Cuando
abrió el sexto sello, oí y hubo un gran terremoto, y el sol se volvió negro
como un saco de pelo de cabra, y la luna se tornó toda como sangre, y las
estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos
sacudida por un viento fuerte, y el cielo se enrolló como un libro que se
enrolla, y todos los montes e islas se movieron en sus lugares. Los reyes de la
tierra, y los magnates, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todo
siervo, y todo libre se ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. Decían
a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y ocultadnos de la cara del que
está sentado en el trono y de la cólera del Cordero,porque ha llegado el día grande de su ira, y ¿quién podrá tenerse en pie?
Capítulo
7
La
muchedumbre de los marcados
1-17
Después
de esto vi cuatro ángeles que estaban en pie sobre los cuatro ángulos de la
tierra, y retenían los cuatro vientos de ella para que no soplase viento alguno
sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Vi otro ángel que
subía del naciente del sol, y tenía el sello de Dios vivo, y gritó con voz
fuerte a los cuatro ángeles, a quienes había sido encomendado dañar a la tierra
y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles,
hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes.
Oí que el
número de los sellados era de ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de todas
las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá, doce mil sellados; de
la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; de la tribu de Aser,
doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manases, doce mil; de
la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Le vi, doce mil; de la tribu de
Isacar, doce mil; de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce
mil; de la tribu de Benjamín, doce mil.
Después
de esto miré y vi una muchedumbre grande, que nadie podía contar, de toda
nación, tribu, pueblo y lengua, que estaba delante del trono y del Cordero,
vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos. Clamaban con grande voz,
diciendo: Salud a nuestro Dios, al que está sentado en el trono, y al Cordero.
Y todos
los ángeles estaban en pie alrededor del trono y de los ancianos y de los
cuatro vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a
Dios, diciendo: Amén. Bendición, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor,
poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Tomó la
palabra uno de los ancianos y me dijo: Estos vestidos de túnicas blancas,
¿quiénes son y de dónde vinieron?
Le
respondí: Señor mío, eso tú lo sabes. Y me replicó: Estos son los que vienen de
la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del
Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su
templo, y el que está sentado en el trono extiende sobre ellos su tabernáculo. Ya
no tendrán hambre, ni tendrán ya sed, ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor
alguno, porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los
guiará a las fuentes de aguas de vida, y Dios enjuagará toda lágrima de sus
ojos.
|