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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS |
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO |
REYES LIBRO
SEGUNDO PRIMERA
PARTE SIGUE
LA HISTORIA SINCRÓNICA HASTA EL FIN Capítulo 1( 1-18) Después
de la muerte de Acab, Moab
se rebeló contra Israel. Ocozías se cayó por una ventana del piso superior
de su casa en Samaria y se hirió, y envió mensajeros, diciéndoles: “Id
a consultar a Baalzebub, dios de Acarón, si
curaré de estas mis heridas”; pero el ángel de Yavé dijo a Elías tesbita:
“Levántate y sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaria
y diles: ¿No hay Dios en Israel, para que vayáis a consultar a Baalzebub,
dios de Acarón? Por eso así dice Yavé: No bajarás del lecho en que has
subido, pues morirás”. Y Elías se fue. Volvieron
los mensajeros a Ocozías y él les preguntó: “¿Cómo os habéis vuelto?”.
Y ellos respondieron: “Ha salido a nuestro encuentro un hombre
y nos ha dicho: Id y volveos al rey que os ha mandado y decidle: Así
habla Yavé: ¿No hay Dios en Israel, para que mandes tú a consultar a
Baalzebub, dios de Acarón? Por eso no bajarás tú del lecho
a que has subido, pues morirás.” Ocozías
les preguntó: “¿Qué trazas tenía el hombre que ha salido a vuestro encuentro
y ha dicho eso?.” Ellos
le respondieron: “Era un hombre vestido de pieles y con un cinturón
de cuero a la cintura.” Ocozías dijo: “Es Elías, tesbita.” Mandó
a él un quincuagenario con sus cincuenta hombres. Subió el jefe a Elías,
que estaba sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: “Hombre de
Dios, el rey dice: Baja”. Elías respondió al jefe de los cincuenta:
“Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te abrase a ti y
a tus cincuenta hombres.” Y bajó fuego del cielo y le devoró con sus
cincuenta hombres. Ocozías mandó a él a otro quincuagenario con sus
cincuenta hombres. El quincuagenario habló a Elías y le dijo: “Hombre
de Dios, he aquí lo que dice el rey: Baja en seguida”. Elías le respondió:
“Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y
a tus cincuenta hombres.” Y bajó fuego del cielo y le devoró a él y
a sus cincuenta hombres. Mandó de nuevo Ocozías, por tercera vez, a
un quincuagenario con sus cincuenta hombres. Este tercero subió, y a
su llegada se prosternó ante Elías suplicándole, y le dijo: “Hombre
de Dios, sea preciosa a tus ojos mi vida y la vida de tus siervos.Fuego
del cielo ha bajado y ha devorado a los dos primeros quincuagenarios
y a sus cincuenta hombres; pero ahora sea a tus ojos preciosa mi vida.”
El ángel
de Yavé dijo a Elías: “Baja con él. Nada temas de él.” Elías se levantó
y bajó con él para dirigirse al rey; y dijo a éste: “Así habla Yavé:
Por haber mandado mensajeros para consultar a Baalzebub,
dios de Acarón, como si no hubiera en Israel Dios a quien poder consultar,
no bajarás del lecho a que has subido, pues morirás.” Ocozías
murió, según la palabra de Yavé por medio de Elías, y le sucedió su
hermano Joram, el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá,
pues aquél no tenía hijos. El resto de los hechos de Ocozías, lo que
hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Capítulo 2 Elías, Arrebatado al Cielo (1-25) Aconteció
que, cuando quiso Yavé arrebatar al cielo a Elías en un torbellino,
salió Elías de Gálgala con Eliseo, y dijo
a Eliseo: “Quédate aquí, te ruego, pues Yavé me manda ir a Betel.” Eliseo
respondió: “Vive Yavé, y vives tú, que no te dejaré.” Y bajaron ambos
a Betel. Los hijos de los profetas que había en Betel salieron al encuentro
de Eliseo y le dijeron: “¿Sabes tú que Yavé alzará hoy a tu señor sobre
tu cabeza?” El respondió: “Sí, lo sé; callad.” Elías
le dijo: “Eliseo, quédate aquí, te lo ruego, pues Yavé me manda ir a
Jericó.” El le respondió: “Por la vida de Yavé y por tu vida que no
te dejaré.” Y llegaron a Jericó. Los
hijos de los profetas que había en Jericó se acercaron a Eliseo y le
dijeron: “¿Sabes tú que hoy va a tomar Yavé a tu señor elevándolo sobre
tu cabeza?” Y él les respondió: “También lo sé; callad.” Elías
le dijo: “Quédate aquí, te lo ruego, pues Yavé me manda ir al Jordán.”
Y él le respondió: “Por la vida de Yavé y por tu vida, que no te dejaré.”
Y siguieron ambos su camino. Vinieron
cincuenta hombres de los profetas y se pararon enfrente, a distancia,
y ellos dos siguieron, parándose a la orilla del Jordán. Tomo entonces
Elías su manto, lo dobló y golpeó con él las aguas, que se partieron
de un lado y de otro, pasando los dos a pie enjuto.Cuando
hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: “Pídeme lo que quieras que haga
por ti antes que sea apartado de ti.” Y Eliseo le dijo: “Que tenga yo
dos partes en tu espíritu.” Elías
le dijo: “Difícil cosa has pedido. Si cuando yo sea arrebatado de ti
me vieres, así será; si no, no.” Siguieron
andando y hablando, y he aquí que un carro de fuego con caballos de
fuego separó a uno de otro, y Elías subía al cielo en el torbellino. Eliseo
miraba y clamaba: “¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y auriga
suyo!” Y no le volvió a ver; tomando entonces sus vestidos, los rasgó
en dos trozos,recogiendo además el manto
de Elías, que éste había dejado caer. Volvióse
después y, parándose a la orilla del Jordán, tomó el manto de Elías,
que éste había dejado caer, y, golpeando con él las aguas, dijo: “¿Dónde
está ahora Yavé, el Dios de Elías?” Y en cuanto golpeó las aguas, se
partieron éstas de un lado y del otro, pasando así Eliseo. Los
hijos de los profetas que había en Jericó, frente por frente, habiéndole
visto, dijeron: “El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.” Y le salieron
al encuentro y se prosternaron ante él rostro a tierra, diciendo: “Hay
entre tus siervos cincuenta hombres fuertes que, si quieres, irán en
busca de tu señor; quizá el espíritu de Yavé le ha llevado y le ha echado
contra algún monte o algún valle.” El les
respondió: “No, no los mandéis”. Pero ellos le importunaron, hasta que
por fin dijo: “Mandadlos.” Mandaron ellos a los cincuenta, que estuvieron
durante tres días buscando a Elías, pero no lo hallaron. Cuando
estuvieron de vuelta, Eliseo, que continuaba en Jericó, les dijo: “¿No
os decía yo que no fuerais?” Las
gentes de la ciudad dijeron a Eliseo: “El sitio de la ciudad es bueno,
como lo ve mi señor, pero las aguas son malas, y la tierra, estéril”.
El les dijo: “Traedme un plato nuevo y poned sal en él.” Trajéronselo ellos, y yendo a la fuente de las aguas, echó
en ella la sal, diciendo: “Así dice Yavé: Yo saneo estas aguas y no
saldrá de ellas en adelante ni muerte ni esterilidad”; y las aguas quedaron
saneadas hasta el día de hoy, como lo había dicho Eliseo. De allí
subió a Betel, y, según iba por la pendiente, salieron de la ciudad
unos muchachos y se burlaban de él, diciéndole: “¡Sube, calvo! ¡Sube,
calvo!” Volvióse él
a mirarlos y los maldijo en nombre de Yavé, y saliendo del bosque dos
osos, destrozaron a cuarenta y dos de los muchachos. De allí subió al
monte Carmel, desde donde se volvió a Samaria. Capítulo 3 Joram, rey de Israel (1-27) Joram,
hijo de Acab, comenzó a reinar sobre Israel,
en Samaria, el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, y
reinó doce años. Hizo el mal a los ojos de Yavé, no tanto, sin embargo,
como su padre y su madre. Derribó los cipos de Baal que había hecho
su padre, pero se dio a los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat,
había hzcho pecar a Israel, y no se apartó
de ellos. Mesa,
rey de Moab, se dedicaba a la ganadería y
pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros de lana.
A la
muerte de Acab, el rey de Moab
se rebeló contra el rey de Israel. Entonces el rey Joram salió de Samaria
y revistó a Israel y se puso en marcha; mandando decir a Josafat, rey
de Judá: “El rey de Moab se ha rebelado contra
mí” ¿Quieres venir conmigo para atacar a Moab?”
Josafat respondió: “Iré yo como tú, mi pueblo como tu pueblo, y mis
caballos como tus caballos”. Y preguntó: “¿Por qué camino subiremos?”
Y Joram dijo: “Por el camino del desierto de Edom.” Partieron
el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; y después de siete
días de marcha faltó el agua para el ejército y para el ganado que le
seguía. Entonces el rey de Israel dijo: “¡Ay! Yavé ha reunido a tres
reyes para entregarlos en manos de Moab”.
Pero Josafat dijo: “¿No hay aquí ningún profeta
de Yavé por quien podamos consultar a Yavé?” Uno de los servidores del
rey de Israel dijo: “Sí, aquí está Eliseo, hijo de Safat, que es el que daba aguamanos a Elías.” El rey
de Judá dijo: “La palabra de Yavé es con él.” El rey de Israel y el
rey de Judá y el rey de Edom bajaron en busca suya. Eliseo
dijo al rey de Israel: “¿Qué tengo yo que ver contigo? Ve a los profetas
de tu padre.” El rey de Israel le dijo: “No, es que ha reunido Yavé
tres reyes para entregarlos en manos de Moab.” Eliseo
dijo: “Vive Yavé Sebaot, a quien sirvo, que,
si no fuera por respeto al rey de Judá, a ti ni te atendería ni te miraría
siquiera. Traedme, pues, un tañedor de arpa.” Mientras el arpista tocaba
el arpa, fue sobre Eliseo la mano de Yavé, y dijo: “Así habla Yavé:
Id y haced en el valle muchas zanjas. Porque así dice Yavé: No veréis
viento ni veréis lluvia, y el valle se llenará de agua, y beberéis vosotros,
vuestro ejército y vuestro ganado. Pero todo esto es poca cosa a los
ojos de Yavé. Yahvé entregará a Moab en vuestras
manos; tomaréis todas las plazas fuertes, talaréis todos los árboles
frutales y cegaréis todos los manantiales de agua, y destruiréis, cubriéndola
de piedras, toda la tierra fértil.” Por
la mañana, a la hora de la presentación de la ofrenda, vino el agua
del camino del desierto de Sur por la parte de Edom, y la tierra toda
se llenó de agua.Entre tanto, los moabitas, sabiendo
que subían los reyes a atacarlos, reunieron a cuantos estaban en edad
de empuñar las armas y se pusieron en la frontera. Al levantarse por
la mañana y ver brillar el sol sobre las aguas, a los de Moab
les parecieron las aguas desde lejos como si fueran sangre; y se dijeron:
“Es sangre; los reyes se han vuelto uno contra otro, y unos a otros
se han matado. ¡Hala, pues, Moab, a la presa!”.
Mas cuando llegaron al campo de Israel, alzáronse
los israelitas y destrozaron a los de Moab,
que se pusieron en huida delante de ellos. Siguieron en la fuga hiriendo
a los de Moab, y asolaron sus ciudades, y en todas las tierras fértiles
echó cada uno su piedra, llenándolas de ellas; cegaron los manantiales
de aguas y talaron los árboles frutales. Sólo quedó Quir
Jareset, que rodearon los honderos, arrojando
sobre ella sus tiros. Viendo
el rey de Moab que llevaba lo peor en la batalla,
hizo una salida con setecientos hombres de guerra para ver de desbaratar
al rey de Edom. No pudo conseguirlo; y entonces, tomando a su primogénito,
al que había de reinar después de él, le ofreció en holocausto sobre
la muralla. Se desató entonces gran cólera contra Israel, que, retirándose
de allí, se volvió a su tierra. Capítulo 4 Los prodigios de Eliseo (1-44) Una
mujer de las de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo:
“Tu siervo, mi marido, ha muerto, y bien sabes tú que mi marido era
temeroso de Yavé; ahora un acreedor ha venido para tomar a mis dos hijos
y hacerlos esclavos”. Eliseo le dijo: “¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime:
¿Qué tienes en tu casa?” Ella le respondió: “Tu sierva no tiene en casa
absolutamente nada más que una vasija de aceite”. El
le dijo: “Vete a pedir fuera a todos los vecinos vasijas vacías, y no
pidas pocas. Cuando vuelvas a casa, cierra la puerta tras de ti y tras
de tus hijos y echa en todas esas vasijas el aceite, poniéndolas aparte
conforme vayan llenándose.” Entonces
ella se alejó, cerró la puerta tras de sí y de sus hijos, y éstos fueron
presentándole las vasijas, mientras ella vertía el aceite. Cuando estuvieron
llenas todas las vasijas, dijo a su hijo: “Dame otra vasija”; pero él
le respondió: “Ya no hay más.” Estacionóse
entonces el aceite, y ella fue a dar cuenta al hombre de Dios, que le
dijo: “Vete a vender el aceite y paga la deuda, y de lo que te quede
vive tú y tus hijos.” Pasaba
un día Eliseo por Sunam. Había allí una mujer
distinguida, que insistentemente le invitó a comer, y siempre que por
allí pasaba iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: “Yo sé que
este hombre, que pasa siempre por nuestra casa, es un santo hombre de
Dios. Vamos a prepararle en lo alto una pequeña habitación y a ponerle
allí una cama, una mesa, una silla y un candelero, para que él pueda
retirarse a ella cuando venga a nuestra casa.” Habiendo
vuelto un día Eliseo a Sunam, se retiró a
la habitación alta y se acostó. Dijo a su siervo Guejazi:
“Llama a esa sunamita.” Llamóla
Guejazi, y ella se presentó a él. Eliseo dijo
a Guejazi: “Dile: Tú nos has mostrado toda esa solicitud por
nosotros y este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que
hable por ti al rey o al jefe del ejército?” Y ella respondió: “Yo habito
en medio de mi pueblo”. Y él dijo: “¿Qué haremos, pues, por ella?” Y
Guejazi respondió: “Mira, no tiene hijos y
su marido es viejo.” Entonces dijo Eliseo: “Llámala.” La llamó y ella
se paró a la puerta. El le dijo: “El año que
viene, por este tiempo, abrazarás a tu hijo.” “No, por favor, mi señor;
no engañes a tu sierva.” La mujer quedó encinta, y al año siguiente,
como se lo anunciara Eliseo, por aquel mismo tiempo dio a luz un hijo.
Creció el niño, y un día fue a donde estaba su padre con los segadores
y dijo a su padre: “¡Ay mi cabeza, ay mi cabeza!” El padre dijo a un
criado: “Llévalo a su madre.” El criado lo cogió y se lo llevó a su
madre. El niño estuvo sobre las rodillas de su madre hasta el mediodía
y luego murió. Ella subió, le acostó en el lecho del hombre de Dios,
cerró la puerta y se fue. Llamó a su marido
y le dijo: “Mándame, te ruego, un criado y una asna, que quiero ir en
seguida al hombre de Dios y luego volveré.” El
le dijo: “¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado.”
Ella respondió: “Estate tranquilo.” Hizo aparejar la borrica y dijo
al criado: “Haz de guía y anda, y no me detengas más que cuando yo te
lo diga.” Partió,
pues, y llegó al hombre de Dios en el monte Carmel. Cuando el hombre
de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi:
“Ahí está la sunamita. Vete corriendo a recibirla y pregúntale si está
bien ella y su marido y su hijo.” Y ella contestó: “Sí, bien.” Llegó
luego al hombre de Dios en el monte, y se agarró a sus pies; acercóse
entonces Guejazi para retirarla; pero el hombre
de Dios le dijo: “Déjala, pues está amargada de alma y Yavé me lo ha
ocultado y no me lo ha revelado.” Ella le dijo: “¿Pedí yo a mi señor
un hijo? ¿No te dije ya que no me engañaras?”. Entonces
dijo él a Guejazi: “Cíñete los lomos, toma en tu mano mi bordón, y si
a alguno encuentras, no le saludes siquiera, y si alguno te saluda,
no le respondas, y pon mi bordón sobre la cara del niño.” La madre
del niño le dijo: “Por la vida de Yavé y la tuya que no te dejaré.”
Levantóse entonces y la siguió. Guejazi
había llegado antes que ellos y había puesto el bordón sobre el rostro
del niño; pero éste no tenía ni voz ni sentido; así que se había vuelto
para decírselo a Eliseo y se lo manifestó, diciendo: “El niño no despierta,”
Llegado
Eliseo a la casa, el niño estaba tendido, muerto en la cama. Entró entonces
él, cerró la puerta tras los dos y oró a Yavé. Subió a la cama y se
acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos
sobre los del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió
sobre él. La carne del niño se recalentó y Eliseo se alejó, yendo y
viniendo por la habitación, y luego volvió a subirse en la cama y se
tendió sobre el niño. El niño estornudó siete veces y abrió los ojos.
Llamó entonces Eliseo a Guejazi y le dijo:
“Llama a esa sunamita.” Llamóla
Guejazi, y ella vino a Eliseo, que le dijo:
“Toma a tu hijo”. Ella se echó a sus pies y se prosternó ante él rostro
a tierra; cogió a su hijo y salió. Eliseo
volvió a Gálgala. Había gran hambre en la
región, y estando los hijos de los profetas sentados ante él, dijo a
su criado: “Toma la olla grande y pon a cocer un potaje para los hijos
de los profetas.” Salió uno de ellos al campo para coger hierbas, y
encontrando una vid silvestre, y cogió de
ella coloquíntidas hasta llenar su vestido. Cuando estuvo de vuelta,
las cortó en pedazos en la olla donde estaba el potaje, pues él no las
conocía. Sirvióse la comida a aquellos hombres;
pero en cuanto hubieron probado el potaje, se pusieron a gritar: “La
muerte está en la olla, hombre de Dios,” y no pudieron comerlo. Eliseo
dijo: “Traed harina.” El la echó en la olla, y dijo: “Servid a esas
gentes; que coman.” Y ya no había en la olla nada de malo. Llegó
de Baalsalisa un hombre a traer al hombre
de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada, y espigas nuevas
en su saco. Eliseo dijo: “Da a esas gentes; que coman.” Su criado le
contestó: “¿Cómo voy a poder dar a cien personas?” Pero Eliseo le repitió:
“Da a esas gentes; que coman. Así dice Yavé: Comerán y sobrará.” Puso
entonces los panes ante ellos, comieron y quedaron sobras, según la
palabra de Yavé. Capítulo 5 (1-27) Namán, jefe
del ejército del rey de Siria, gozaba del favor de su señor y era tenido
en mucha estima, pues por medio de él había salvado Yavé a Siria. Pero
este hombre -robusto y valiente- era leproso. Habían salido los sirios
por escuadras y habían cautivado a una jovencita de tierra de Israel,
que estaba al servicio de la mujer de Namán;
y dijo un día a su señora: “¡Oh!, si mi señor estuviese cerca de un
profeta que hay en Samaria, el profeta le curaría su lepra.” Fue él
a su señor y le dijo: “Esto y esto ha dicho una jovencita de tierra
de Israel”; y el rey de Siria dijo: “Pues anda, vete a la tierra de
Israel, y yo mandaré una carta al rey de Israel.” Partió él, llevando
diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevosy una carta para el rey de Israel, en que se decía:
“Cuando recibas esta carta sabrás que te mando a mi servidor Namán para que le cures de la lepra.” Leída
la carta, el rey de Israel rasgó sus vestiduras y dijo: “¿Soy yo acaso
Dios para dar la vida o la muerte, que así se dirige a mí para que yo
cure a un hombre de su lepra? Sabed, pues, y ved que me busca querella.”
Cuando
supo Eliseo que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó
a decir al rey: “¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Hazle venir a
mí, y sabrá que hay en Israel un profeta.” Vino
Namán con sus caballos y su carro, y se detuvo a la puerta
de la casa de Eliseo. Eliseo le mandó a decir por un mensajero: “Ve
y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne sanará y quedarás puro.”
Enojóse Namán y se fue, diciendo: “Yo me decía: Saldrá ciertamente,
se detendrá, invocará el nombre de Yavé, su Dios; agitará su mano sobre
el lugar enfermo y curará la lepra. Los ríos de Damasco, el Abana y
el Parpar, ¿no son mucho mejores que todas las aguas de Israel? ¿No
podía yo lavarme allí y quedar limpio ?” Y
se iba muy enojado. Pero sus siervos se acercaron a él para hablarle
y le dijeron: “Padre mío: Si el profeta te hubiera mandado algo muy
difícil, ¿no lo hubieras hecho? ¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate
y quedarás limpio!”. Bajó él entonces y se bañó siete veces en
el Jordán, según la orden del hombre de Dios; y su carne quedó como
la carne de un niño, quedó limpio.Volvió Namán al hombre
de Dios con todo su séquito, y cuando llegó se presentó a él, diciendo:
“Ahora conozco que no hay en toda la tierra Dios sino en Israel. Dígnate
aceptar un presente de parte de tu siervo.” Eliseo
respondió: “Vive Yavé, a quien sirvo, que no aceptaré.” Namán
insistió, pero él se negó. Entonces Namán
le dijo: “Pues te niegas, permite que den a tu siervo tierra de ésta,
la carga de dos mulos, pues en adelante no ofrecerá tu siervo sacrificio
ni holocausto a otros dioses sino a Yavé. Yavé perdonará a tu siervo
que, cuando mi señor entre en el templo de Rimón
para adorar y se apoye en mi mano, me prosterne yo también en el templo
de Rimón. Perdone Yavé a tu siervo si me prosterno
en el templo de Rimón.” Eliseo
le dijo: “Vete en paz.” Cuando Namán hubo
dejado a Eliseo y estaba ya a cierta distancia, Guejazi,
el criado de Eliseo, dijo para sí: “Mi señor
ha tratado demasiado bien a Namán, ese sirio,
no queriendo aceptar de él lo que traía. Vive Yavé que voy a correr
tras él a ver si me da algo.” Y Guejazi echó a correr tras Namán.
Viéndole Namán correr tras él, bajó de su
carro para ir a su encuentro, y le preguntó: “¿Hay novedad?”; y él respondió:
“No, todo está bien; pero me manda mi señor para decirte: Acaban de
llegar a mi casa dos jóvenes de la montaña de Efraím, de los hijos de
los profetas; haz el favor de darme para ellos un talento de plata y
dos vestidos nuevos.” Namán dijo:
“Dígnate tomar dos talentos.” Le instó, le ató dos talentos de plata
en dos sacos, y dos mudas de vestidos, y se los entrgó
a sus criados para que los llevaran a Guejazi.
Llegado a la altura, tomólos Guejazi
de sus manos y los metió en casa, despidiendo a aquellas gentes, que
se fueron. Luego fue a presentarse a su señor, que le dijo: “¿De dónde
vienes, Guejazi?” El le respondió: “Tu siervo
no ha ido a ninguna parte.” Pero Eliseo le dijo: “¿Estaba yo ausente
en espíritu cuando el hombre se bajó de su carro para salirte al encuentro?
Ya tienes dinero y vestidos, y luego podrás tener olivares, viñas, ovejas
y bueyes, siervos y siervas, pero la lepra de Namán
se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre.” Y Guejazi
salió de la presencia de Eliseo blanco de lepra como la nieve. Capítulo 6 (1-33) Los
hijos de los profetas dijeron a Eliseo: “El lugar en que moramos contigo
nos es demasiado estrecho. Vamos a ir al Jordán,
y tomaremos de allí una viga cada uno para hacernos una habitación.”
Eliseo les respondió: “Id”. Uno de ellos le dijo: “Ven tú también con
nosotros.” El dijo: “Iré”; y partió con ellos.
Llegados al Jordán, cortaron los árboles, y mientras uno estaba cortándolos,
el hierro fue a caer en las aguas. Se puso a clamar: “¡Ah, mi señor!
Era prestado.” Y el hombre de Dios le preguntó:
“¿Dónde ha caído?” El le indicó el lugar,
y Eliseo, cortando un trozo de madera, lo arrojó al mismo lugar, y el
hierro sobrenadó. Entonces le dijo: “Tómalo”; y él alargó la mano y
lo tomó. El rey
de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que tuvo con sus
servidores, dijo: “En tal y en cual lugar acamparemos.” El hombre de
Dios mandó a decir al rey de Israel: “Guárdate de ir a tal lugar, porque
los sirios bajarán allá.” El rey de Israel mandó gentes al lugar que
el hombre de Dios había señalado y donde le había prevenido que se guardara,
no una ni dos veces solamente. El
rey de Siria se inquietó con esto, y preguntó a sus servidores: “¿No
me diréis vosotros quién nos traiciona ante el rey de Israel?”. Uno
de los servidores le dijo: “Nadie. ¡Oh rey, mi señor! Es Eliseo, el
profeta que hay en Israel, que lleva al rey de Israel las palabras que
tú pronuncias en tu misma alcoba.” El rey le dijo: “Id y ved dónde está,
y yo le haré prender.” Vinieron, pues, a decirle: “Está en Dotán.”
Mandó
él entonces caballos y carros, una gran tropa, que llegaron de noche
y cercaron la ciudad. El siervo del hombre
de Dios se levantó muy de mañana, y vio que la ciudad estaba cercada
por una tropa con caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: “¡Ah,
mi señor! ¿qué haremos?”. El le respondió: “Nada temas, que los que están con nosotros
son más que los que están con ellos.” Eliseo
oró y dijo: “¡Oh Yavé! Ábrele los ojos para que vea.” Y Yavé abrió los
ojos del siervo, y vio éste la montaña llena de caballos y carros de
fuego que rodeaban a Eliseo. Los
sirios bajaron al valle en busca de Eliseo, y éste dirigió entonces
a Yavé esta súplica: “Dígnate herir de ceguera a esta gente”. Y Yavé
los hirió de ceguera, conforme a la súplica de Eliseo. Eliseo les dijo:
“No es éste el camino ni ésta la ciudad. Seguidme y yo os llevaré a
donde está el hombre a quien buscáis”; y los condujo a Samaria. Entrados
en Samaria, dijo Eliseo: “¡Oh Yavé! Abre los ojos de esta gente para
que vea”; y Yavé les abrió los ojos, y vieron que estaban en medio de
Samaria. El rey
de Israel, viéndolos, preguntó a Eliseo: “¿Los hiero, padre mío?” Y Eliseo
respondió: “No los hieras, que no los has hecho tú prisioneros con tu
espada y tu arco. Dales pan y agua, para que coman y beban, y que se
vayan a su señor.” El rey
de Israel hizo que les sirvieran una gran comida, y ellos comieron y
bebieron; luego los despidió para que fueran a su señor. Las tropas
sirias no volvieron más a la tierra de Israel. Después
de esto, Ben Adad, rey de Siria, reunió todo
su ejército y, subiendo, puso cerco a Samaria. Hubo en Samaria mucha
hambre, y de tal modo la apretaron, que una cabeza de asno llegó a valer
ochenta siclos de plata, y el cuarto de un qab
de palomina, cinco siclos de plata. Pasando el rey por la muralla, le
gritó una mujer: “¡Sálvame, oh rey, mi señor!”. Y
el rey respondió: “Si Yavé no te salva, ¿cómo voy a salvarte yo? ¿Con
algo de la era o con algo del lagar?”. Preguntóle
luego el rey: “¿Qué te pasa?” Y ella respondió: “Esta mujer me dijo:
Trae a tu hijo y lo comeremos hoy, y mañana comeremos el mío.Cocimos,
pues, mi hijo y lo comimos, y al día siguiente yo le dije: Trae a tu
hijo para que lo comamos, pero ella ha escondido a su hijo.” Cuando
oyó el rey las palabras de esta mujer, rasgó sus vestiduras mientras
iba por la muralla, y la gente vio que por dentro estaba vestido de
saco.El rey dijo: “Que esto me haga Yavé y esto me añada
si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, quedare
hoy sobre sus hombros.” Estando,
pues, Eliseo sentado en casa rodeado de los ancianos que se sentaban
con él, mandó el rey a uno delante de él, y antes que el mensajero llegara
dijo Eliseo a los ancianos: “¿No veis cómo ese hijo de asesino manda
a que me quiten la cabeza? Estad atentos; cuando llegue el mensajero,
cerrad y rechazadle con la puerta; ¿no se oye ya tras él el ruido de
los pasos de su amo?” Todavía
estaba hablándoles, cuando ya el rey llegó a él y le dijo: “De Yavé
ciertamente nos ha venido este mal. ¿Tendré yo todavía que esperar más
de Yavé?” Capítulo 7 (1-20) Entonces
dijo Eliseo: “Oíd la palabra de Yavé: Así dice Yavé: Mañana a estas
horas estará en las puertas de Samaria el
sea de flor de harina a un siclo, y dos seas de harina de cebada, a
un siclo”. El oficial sobre cuyo brazo se apoyaba el rey respondió al
hombre de Dios: “Cuando Yavé abra ventanas en los cielos, sucederá eso.”
Y él le dijo: “Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.” Había
en la entrada de la puerta cuatro leprosos, que se decían unos a otros:
“¿Por qué nos vamos a estar aquí hasta morirnos? Si nos decidimos a
entrar en la ciudad, moriremos por el hambre que en ella hay, y si nos
quedarnos aquí, moriremos igualmente. Vamos a pasarnos al campamento
de los sirios, y si nos dejan vivir, viviremos, y si nos matan, moriremos”.
Partieron, pues, al anochecer para el campamento de los sirios, y cuando
llegaron a la entrada del campamento, no había en él nadie. El Señor
había hecho oír en el campamento de los sirios estrépito de carros y
estrépito de caballos, el estrépito de un gran ejército, y se habían
dicho unos a otros: “Es el rey de Israel, que ha tomado a sueldo contra
nosotros a los reyes de los jeteos y a los
reyes de los egipcios y viene a atacarnos”. Y se levantaron, y al anochecer
se pusieron en fuga, abandonando sus tiendas, sus caballos y sus asnos,
el campamento tal cual estaba, y huyeron para salvar la vida. Los
leprosos, llegados al campamento, penetraron en una tienda, comieron
y bebieron, y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, que fueron
a esconder. Volvieron y penetraron en otra tienda y se llevaron cosas,
que fueron a esconder. Después se dijeron uno a otro: “No está bien
lo que hacemos. Este día es un día de buena nueva, y si nosotros nos
estamos callados y esperamos la luz del día, nos sucederá mal. Venid,
pues, y vayamos a dar cuenta a la casa del rey”. Partieron, dieron voces
a los centinelas de la ciudad e hicieron este relato: “Hemos entrado
en el campamento de los sirios, y allí no había nadie ni se oye voz
alguna de hombre; no hay más que caballos atados, asnos atados y las
tiendas intactas”. Los centinelas de la puerta dieron voces y transmitieron
esta noticia a la casa del rey. El rey
se levantó de noche y dijo a sus servidores: “Voy a deciros lo que pretenden
los sirios: como saben que estamos hambrientos, se han salido del campamento
para esconderse en los campos, diciéndose: Cuando salgan de la ciudad,
los cogeremos vivos y entraremos en la ciudad.” Uno
de los servidores del rey dijo: “Que cojan cinco de los caballos que
todavía quedan en la ciudad — porque también a ellos les sucede lo que
a la muchedumbre que ha perecido — y mandemos a ver.” Tomaron,
pues, dos carros con sus caballos, y el rey mandó gente que siguiera
tras los sirios, diciendo: “Id y ved.” Fueron
tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba sembrado de vestidos
y objetos que en su precipitación habían tirado los sirios. Volvieron
los mensajeros y dieron cuenta al rey. Salió
el pueblo y saqueó el campamento de los sirios, y se puso el
sea de flor de harina a un siclo, y a un siclo los dos seas de harina
de cebada, según lo que había dicho Yavé. El rey
había entregado custodia de la puerta al oficial sobre cuyo brazo se
apoyaba el día antes, pero éste fue atropellado por el pueblo a la puerta,
y murió, según la palabra que había pronunciado el hombre de Dios cuando
el rey bajó a él. El hombre
de Dios había dicho al rey: “Mañana a estas horas estarán a siclo los
dos seas de harina de cebada, y a siclo el
sea de flor de harina”; y el oficial había respondido al hombre
de Dios: “Cuando Yavé abra ventanas en los cielos, veremos eso.” Y Eliseo
le había dicho: “Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.” Fue en
verdad lo que sucedió, pues el pueblo le atropelló a la puerta y murió. Capítulo 8 (1-29) Eliseo
dijo a la mujer a cuyo hijo había resucitado: “Levántate y vete, tú
y tu casa, y mora donde puedas, porque Yavé llama al hambre y vendrá
sobre la tierra por siete años”. Levantóse
la mujer e hizo lo que le decía el hombre de Dios, y se fue ella y su
casa, y habitó siete años en tierra de filisteos. Al cabo
de siete años volvió la mujer de la tierra de los filisteos y fue a
implorar al rey por su casa y su campo. Estaba el rey hablando con Guejazi, servidor del hombre de Dios, y le decía: “Anda y
cuéntame todas esas grandes cosas que ha hecho Eliseo”; y mientras estaba
contando al rey cómo Eliseo había vuelto a la vida a un muerto, llegó
la mujer cuyo hijo había resucitado Eliseo para implorar al rey por
su casa y su campo, y dijo Guejazi: “¡Oh mi
señor, rey!, ésa es la mujer y ése es su hijo, que Elíseo resucitó”.
Preguntó el rey a la mujer, y ella le hizo el relato; el rey le dio
un eunuco, a quien dijo: “Haz que le sea devuelto a esta mujer todo
lo que le pertenece, con todos los frutos de su campo, desde el día
en que dejó la tierra hasta hoy.” Fue
Eliseo a Damasco. Estaba enfermo Ben Adad,
rey de Siria, y le avisaron, diciendo: “Está aquí el hombre de Dios”.
El rey dijo a Jazael: “Toma contigo un presente y vete a ver al hombre de
Dios, y consulta por mí a Yavé si curaré de esta enfermedad”. Fue Jazael a su encuentro, llevando consigo un presente, todo
lo mejor que había en Damasco, la carga de cuarenta camellos. Llegado,
se presentó a él y le dijo: “Tu hijo Ben Adad,
rey de Siria, me manda a ti para preguntarte: ¿Curaré de esta enfermedad?” Eliseo
le respondió: “Ve y dile: Tú curarás, pero Yavé me ha revelado que morirás.”
El hombre
de Dios puso sus ojos sobre Jazael y los fijó
en él hasta hacerle enrojecer; luego se puso a llorar. El
le preguntó: “¿Por qué llora mi señor?” Y Eliseo le respondió: “Porque
sé el mal que vas a hacer a los hijos de Israel: incendiarás sus ciudades
fuertes, pasarás a cuchillo a sus mancebos, estrellarás a sus niños
y abrirás el seno a sus preñadas.” Y Jazael dijo: “Pues ¿qué es tu siervo, este perro, para hacer
tan grandes cosas?” Y Eliseo respondió: “Yavé me ha revelado que serás
rey de Siria.” Jazael dejó
a Eliseo y volvió a su señor, que le preguntó: “¿Qué te ha dicho Eliseo?”
Y él respondió: “Me ha dicho: Curarás.” Al día
siguiente cogió Jazael una manta, la empapó
en agua y la puso sobre el rostro del rey, que murió. Jazael
le sucedió. Joram
y Ocozías, reyes de Judá El año
quinto de Joram, hijo de Acab, rey de Israel,
comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá. Treinta y dos
años tenía cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén.
Marchó por los caminos de los reyes de Israel, como había hecho la casa
de Acab, pues tuvo por mujer a una hija de
Acab, e hizo el mal a los ojos de Yavé. Pero
Yavé no quiso destruir a Judá por amor a David, su siervo, según la
promesa que le había hecho de darle siempre una lámpara perpetuamente.
En su
tiempo se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y se dio un rey. Joram
marchó a Seir con todos sus carros. Una noche arriesgó combate con los
edomitas, que le tenían cercado, y le derrotaron juntamente con los
jefes de los carros, y el pueblo huyó a sus tiendas. La
rebelión de Edom contra el dominio de Judá dura hasta hoy. Entonces
se rebeló también Libna. El resto
de los hechos de Joram, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de
las Crónicas de los reyes de Judá? Joram se durmió con sus padres y
fue sepultado con ellos en la ciudad de David. Le sucedió su hijo Ocozías. El año
doce de Joram, hijo de Acab, rey de Israel,
comenzó a reinar Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.Tenía
Ocozías veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén.
Su madre se llamaba Atalía, hija de Omri,
rey de Israel. Marchó por los caminos de la casa de Acab
e hizo el mal a los ojos de Yavé, como la casa de Acab,
con la que estaba emparentado. Acompañó
a Joram, hijo de Acab, en la guerra contra
Jazael, rey de Siria, a Ramot Galaad.
Los sirio hirieron a Joram, y el rey Joram
se volvió para hacerse curar en Jezrael de
las heridas que los sirios le habían hecho en Ramot
cuando combatía contra Jazael, rey de Siria.
Ocozías, hiio de Joram, rey de Judá, bajó a Jezrael
para ver a Joram, hijo de Acab, que estaba
allí herido. Capítulo 9 Los reyes de Israel y Judá, asesinados por Jehú (1-37) Eliseo,
profeta, llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: “Cíñete
los lomos, toma esta redoma de óleo y vete a Ramot
Galaad. Cuando llegues, busca a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi.
Le haces que se levante de entre sus compañeros y le llevas aparte,
a una cámara retirada, y, tomando la redoma de óleo, lo derramas sobre
su cabeza, diciéndole: “Así habla Yavé: Yo te unjo por rey de Israel.
Abres luego la puerta y huyes sin detenerte.” El joven
servidor del profeta partió para Ramot Galaad;
y cuando llegó, estaban los jefes del ejército reunidos, y dijo: “Jefe, tengo que decirte una cosa.” Jehú le preguntó: “¿A quién
de nosotros?” El respondió: “A ti, ¡oh jefe!” Levantóse Jehú
y entró en casa, y el joven derramó sobre su cabeza la redoma de óleo,
diciéndole: “Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo te unjo rey de Israel,
del pueblo de Yavé. Tú herirás a la casa de Acab,
tu señor, y vengarás en Jezabel la sangre de mis siervos, los profetas,
y la sangre de todos los siervos de Yavé. Toda la casa de Acab
perecerá; yo exterminaré a todos cuantos pertenecen a Acab,
al esclavo y al libre en Israel, y haré la casa de Acab
semejante a la casa de Jeroboam, hijo de Nabat, y a la casa de Basa,
hijo de Ajiya. Los perros comerán a Jezabel en el campo de Jezrael, y no habrá nadie que le dé sepultura.” Después, el
hombre abrió la puerta y huyó. Cuando
salió Jehú para reunirse con los servidores de su señor, le dijeron
éstos: “¿Va todo bien? ¿Por qué ha venido a ti ese loco?” Jehú respondió:
“Seguramente conocéis a este hombre y su cantinela.” Ellos respondieron:
“No es verdad. Explícanos lo que ha dicho.” El entonces dijo: “Esto
y esto es lo que ha dicho: Así habla Yavé: Yo te unjo por rey de Israel.”
En seguida tomaron todos sus mantos y los pusieron debajo de él en las
gradas, y, haciendo sonar las trompetas, gritaron: “¡Jehú, rey!” Así
conspiró Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi,
contra Joram. Joram defendía con todo Israel a Ramot
Galaad contra Jazael, rey de Siria; pero el
rey Joram había tenido que volverse para curarse en Jezrael
de las heridas que los sirios le habían hecho cuando combatía centra
Jazael, rey de Siria. Jehú dijo: “Pues que lo queréis, sea;
pero que no salga de la ciudad nadie que pueda llevar la noticia a Jezrael.” Jehú
subió a su carro y partió para Jezrael, pues
Joram estaba allí en cama, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a verle.El centinela que estaba en la torre de Jezrael vio venir a la tropa de Jehú y dio la noticia: “Veo
venir una tropa.” Joram dijo: “Manda que salga a su encuentro uno de
a caballo para saber si es de paz.” Salió
el jinete, se presentó a Jehú y preguntó: “Así habla el rey: ¿Es la
paz?” Jehú respondió: “¿Qué te importa a ti la paz? Vuélvete detrás
de mí.” El centinela dio luego el aviso, diciendo: “El mensajero ha
llegado hasta ellos, pero no vuelve.” Entonces
se mandó otro a caballo, que llegado a ellos preguntó: “Así habla el
rey: ¿Hay paz?” Y Jehú respondió: “¿Qué te importa a ti la paz? Vuélvete
detrás de mí.” El centinela
volvió a decir: “También éste ha llegado a ellos y no vuelve; pero el
modo de conducir parece el de Jehú, hijo de Nimsi,
pues conduce impetuosamente.” Entonces
Joram dijo: “Engancha”; y enganchado que fue su carro, salió Joram,
rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro. Salieron
al encuentro de Jehú, a quien hallaron en la heredad de Nabot,
de Jezrael. En cuanto vio Joram a Jehú le preguntó: “¿Hay paz,
Jehú?” Y éste respondió: “¿Qué paz mientras duren las prostituciones
de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías?” Entonces
Joram, volviendo grupas, huyó y dijo a Ocozías; “¡Traición, Ocozías!”.
Pero Jehú tendió su arco e hirió a Joram entre las espaldas,
saliéndole la flecha por el corazón, y Joram cayó en su carro. Jehú
dijo a su oficial Bidcar: “Aprésalo y tíralo
en el campo de Nabot de Jezrael,
pues me acuerdo de que, cuando yo y tú íbamos juntos a caballo detrás
de Acab, su padre, Yavé pronunció contra él la sentencia, diciendo:
Yo he visto ayer la sangre de Nabot y de sus
hijos, dice Yavé, y yo te daré su merecido en esta misma heredad. Cógele,
pues, y tírale a ese campo, según la palabra de Yavé.” Ocozías,
rey de Judá, que vio esto, huyó por el camino de Bet-ha-Gam; pero Jehú salió en su persecución, diciendo: “Heridlo
también a él.” Y le hirieron sobre el carro en la cuesta de Gur,
cerca de Jibleam; él siguió hasta Megiddo,
pero allí murió. Sus servidores le trasladaron en un carro a Jerusalén
y le sepultaron en una sepultura de sus padres, en la ciudad de David.
Ocozías
había comenzado a reinar el año once de Joram, hijo de Acab. Jehú
entró en Jezrael. Sabiéndolo Jezabel, se pintó
los ojos, se peinó y se puso a mirar a una ventana. Al pasar Jehú por
la puerta, le gritó: “¿Le salió bien la cosa a Zimri,
asesino de su señor?”. El levantó su rostro
hacia la ventana y preguntó: “¿Quién está conmigo? ¿Quién?” Miraron
entonces hacia él dos o tres eunucos, y él mandó: “Echadla abajo”; y
ellos la echaron, y su sangre salpicó los muros y los caballos; Jehú
la pisoteó con sus pies, y después entró, comió, bebió y dijo: “Id a
ver a esa maldita y enterradla, que al fin es hija de rey.” Fueron
para enterrarla; pero no hallaron de ella más que el cráneo, los pies
y las palmas de las manos. Volvieron
a dar cuenta a Jehú, que dijo: “Es la amenaza que había hecho Yavé por
su siervo Elías tesbita, diciendo: Los perros
comerán la carne de Jezabel en el campo de Jezrael,
y el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del
campo, en el campo de Jezrael, de modo que nadie podrá decir: Esta es Jezabel.” Capítulo 10 Jehú, rey de Israel (1-36) Jehú
escribió cartas, que mandó a Samaria, a los príncipes de la ciudad.
En ellas decía: “En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con
vosotros a los hijos de vuestro señor y, además carros y caballos, ciudades
fortificadas y armas, ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis
mejor y os conviene poner en el trono de su padre, y combatid por la
casa de vuestro señor.” Ellos
se llenaron de miedo, y se dijeron: “Dos reyes no han podido resistirle,
¿cómo vamos a resistirle nosotros?” Y el
jefe de la ciudad, los ancianos y los ayos de los niños mandaron a decir
a Jehú: “Nosotros somos servidores tuyos y haremos cuanto tú nos digas.
No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca.” Entonces
les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: “Si estáis por
mí y dispuestos a obedecerme, tomad las cabezas de esos hombres, hijos
de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael.”
Ahora bien, los hijos del rey, en número de setenta, estaban con los
magnates de la ciudad, sus educadores. Cuando
recibieron la carta, prendieron a los hijos del rey, setenta hombres;
los degollaron y poniendo sus cabezas en canastillas, se las mandaron
a Jehú a Jezrael. Vino uno a informarle, diciendo: “Han traído las
cabezas de los hijos del rey”; y él dijo: “Ponedlas en dos montones
a la entrada de la puerta hasta mañana.” Por
la mañana salió, y, presentándose ante el pueblo todo, dijo: “Vosotros
sois justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he dado muerte. Pero
¿quién ha matado a todos éstos? Sabed, pues, que no caerá por tierra
ni una de las palabras que Yavé ha pronunciado contra la casa de Acab.
Yavé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías.” Y Jehú
mató a todos cuantos de la casa de Acab quedaban
en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias
y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo. Después se levantó
para ir a Samaria; y llegado a un albergue de pastores que había en
el camino, encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó:
“¿Quiénes sois vosotros?” Y ellos le dijeron: “Somos los hermanos de
Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos
de la reina”. Jehú dijo: “Prendedlos vivos.” Los apresaron vivos y los
degollaron, en número de cuarenta y dos, en la cisterna de Bet-Equed,
sin dejar ni uno de ellos. Partido
de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro; le saludó y le dijo: “¿Es
sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo?” Y Jonadab
le respondió: “Sincero.” “Si es así —replicó Jehú —, dame la mano.”
Jonadab le dio la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto
a él, y dijo: “Ven conmigo, y verás mi celo por Yavé.” Llevólo, pues, en su carro; y cuando llegó a Samaria, mató
a cuantos de Acab quedaban en Samaria, exterminándolos
del todo, según la palabra que Yavé había dicho a Elías. Después
reunió a todo el pueblo y le dijo: “Acab sirvió
poco a Baal; Jehú le servirá más. Llamad, pues, a mí a todos los profetas
de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero
ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá.” Jehú obraba
arteramente para exterminar a los servidores de Baal. Dijo, pues: “Promulgad
una fiesta en honor de Baal.” Promulgáronla,
enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores
de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la casa de Baal,
que se llenó de bote en bote. Jehú
dijo al que estaba al cuidado del vestuario: “Saca vestiduras para todos
los siervos de Baal.” El las sacó, y fue Jehú con Jonadab
a la casa de Baal y dijo a los servidores de Baal: “Mirad y ved si por
acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yavé o si están sólo
los servidores de Baal.” Y entró
Jehú para ofrecer sacrificios y holocaustos. Había apostado fuera a
ochenta hombres, diciéndoles: “Cualquiera que dejare escapar a alguno
de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con
la suya.” Cuando
hubo acabado de preparar los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a
los de su guardia y a los oficiales: “Entrad y matadlos, sin que salga
alguno.” Los de la guardia y los oficiales pasáronlos
a todos a cuchillo y los arrojaron fuera, y se fueron del debir
del templo de Baal. Sacaron luego las estelas del templo de Baal y las
quemaron. Destrozaron los cipos de Baal y, derribando el templo, hicieron
de él una cloaca, que todavía subsiste hoy. Así exterminó Jehú a Baal
de en medio de Israel.Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que
Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros
de oro que había en Betel y Dan. Yavé
dijo a Jehú: “Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer
a la casa de Acab, conforme a mi voluntad,
tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación”.
Pero
Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la Ley de Yavé, Dios
de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho
pecar a Israel. En aquellos
días comenzó Yavé a cercenar el territorio de Israel, y los hirió Jazael en toda la frontera de Israel, desde el Jordán, a oriente,
toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manasés, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón,
hasta Galaad y Basán. El resto
de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en
el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Jehú se durmió con
sus padres, y fue sepultado en Samaria. Le sucedió Joacaz,
su hijo. Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaria. Capítulo 11 Atalía, reina de Judá (1-20) Atalía,
madre de Ocozías, viendo que había muerto su hijo, levantóse
y exterminó a toda la descendencia real. Pero Josaba,
hija del rey Joram y hermana de Ocozías, cogió a Joás, hijo de su hermano,
y le sacó furtivamente de entre los hijos del rey cuando los estaban
asesinando, ocultándole de Atalía, a él y a su nodriza, en la alcoba,
y así pudo aquél escapar a la muerte. Seis años estuvo oculto con Josaba
en la casa de Yavé, y entre tanto reinó Atalía en la tierra. El año
séptimo, Joyada mandó a llamar a los centuriones
de los cereteos y la guardia y los introdujo
en la casa de Yavé. Hizo pacto con ellos, juramentándolos en la casa
de Yavé, y les mostró el hijo del rey,dándoles
esta orden: “He aquí lo que habéis de hacer: un tercio de vosotros,
que entre de servicio el sábado y monte la guardia real; habrá un tercio
en la puerta que está detrás de los alabarderos, hará la guardia en
palacio por turno,más las otras dos partes
de vosotros, que montan la guardia en el templo de Yavé, con las armas
en la mano, formaréis en torno del rey y mataréis a cualquiera que pretenda
penetrar en las filas. Estaréis junto al rey dondequiera que vaya.”
Cumplieron
les capitanes las órdenes que les había dado el sacerdote Joyada.
Tomó cada uno sus gentes, las que hacían el servicio el sábado, y se
fueron al sacerdote Joyada. Este les entregó
las lanzas y los escudos del rey David, que se hallaban en la casa de
Yavé, y cuando los soldados de la guardia, todos con las armas en la
mano, desplegaron desde el lado sur al lado norte, entre el altar y
el templo, sacó al rey, púsole la diadema y los brazaletes y le ungió. Todos entonces
palmotearon y gritaron: “¡Viva el rey!” Cuando
oyó Atalía el estrépito del pueblo, se vino a donde estaba la gente
reunida en la casa de Yavé y miró; y estaba el rey sobre el estrado,
según costumbre, y cerca de él los jefes y las trompetas, y todo el
pueblo daba muestras de gran júbilo, mientras sonaban las trompetas;
entonces Atalía rasgó sus vestiduras y clamó: “¡Traición! ¡Traición!” Entonces
el sacerdote Joyada dio orden a los capitanes,
que estaban a la cabeza de las tropas: “Sacadla de las filas y matad
a quienquiera que la siga”. Pues el sacerdote había dicho: “Que no la
maten en la casa de Yavé.” Hiciéronla sitio,
y cuando llegó al palacio real, por la puerta de los Caballos, allí
la mataron. Joyada firmó
un pacto entre Yavé y el pueblo, obligándose a ser el pueblo de Yavé.
Todo el pueblo penetró en el templo de Baal y lo demolió, destruyendo
del todo su altar y sus estatuas; y al sacerdote de Baal, Matán,
diéronle muerte delante del altar.Después, dejando una guardia en el templo de Yavé,
tomó a los jefes de los cereteos y a los guardias
y a todo el pueblo, y llevaron al rey desde el templo de Yavé al palacio
real, donde entró por la puerta de la guardia. Sentóse
allí sobre el trono real, y todo el pueblo estaba lleno de alegría,
y la ciudad se quedó tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio
real. Capítulo 12 Reinado de Joás (1-22) Tenía
Joás siete años cuando comenzó a reinar.Comenzó
a reinar Joás el séptimo año de Jehú, y reinó cuarenta años en Jerusalén.
Su madre se llamaba Sibia, de Berseba.
Hizo Joás lo que era recto a los ojos de Yavé todo el tiempo que le
dirigió el sacerdote Joyada; pero no desaparecieron
los altos, y seguía el pueblo sacrificando y quemando perfumes en ellos.
Joás dijo a los sacerdotes: “Todo el dinero que como ofrenda sagrada
ha entrado en el templo de Yavé, el dinero corriente d cada hombre,
el dinero de las tasas personales, todo el dinero que espontáneamente
entregue alguno al templo de Yavé, tómenlo los sacerdotes -cada uno
de su conocido-, y se obligarán a hacer las reparaciones del templo,
donde se halle algo que reparar.” Pero
sucedió que, el año veintitrés del reinado de Joás, los sacerdotes no
habían hecho las reparaciones del templo. Llamó entonces el rey al sacerdote
Joyada y a los otros sacerdotes y les dijo: “¿Por qué no habéis
reparado lo que había que reparar en la casa? En adelante no seréis
vosotros los que dispongáis del dinero del pueblo, sino que lo entregaréis
para que se haga la reparación de la casa.” Los
sacerdotes asintieron a no ser ellos los que recogieran el dinero del
pueblo para hacer las reparaciones de la casa”. Entonces
el sacerdote Joyada tomó un cofre, hizo en
su tapa un agujero y le puso al lado del altar, a la derecha, en el
paso para la entrada en la casa de Yahvé. Los sacerdotes de guardia
metían allí todo el dinero que se traía a la casa de Yavé. Los sacerdotes
de guardia metían allí todo el dinero que se traía a la casa de Yavé;
y cuando se veía que en el cofre había bastante dinero, subía el secretario
del rey con el gran sacerdote y contaban el dinero que había en la casa
de Yavé. Iban entregando a los encargados de las obras de reparación
lo necesario para pagar a los carpinteros y demás obreros que trabajaban
en la casa de Yavé, a los albañiles y a los canteros, para el pago de
las maderas y el tallado de las piedras necesarias para las reparaciones.
Pero con todo lo que entraba en la casa de Yavé no hubo para hacer ni
fuentes de plata, ni cuchillos, ni copas, ni trompetas; en suma, nada
de oro ni de plata, sino que hubo que emplearlo todo en la reparación
de la casa. No se tomaban cuentas a los que recibían el dinero para
entregarlo a los que hacían las obras, porque obraban con fidelidad.
El dinero por el delito y el dinero por los pecados no entraba en la
casa de Yavé, porque era de los sacerdotes. Entonces
subió Jazael, rey de Siria, y atacó a Gat y la tomó. Jazael tenía el designio
de subir contra Jerusalén. Joás,
rey de Judá, tomó todas las cosas consagradas, lo que habían consagrado
Josafat, Joram y Ocozías, sus padres, reyes de Judá, y lo que él mismo
había consagrado, y todo el oro que había en el tesoro de la casa de
Yavé y en el del real palacio, y enviólo todo
a Jazael, rey de Siria, que desistió de subir
contra Jerusalén. El resto
de los hechos de Joás, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de
las crónicas de los reyes de Judá?Sus
servidores conspiraron contra él, y, rebelándose, le mataron cuando
bajaba a la casa del terraplén. Jozabad, hijo
de Simat, y Jehozabad, hijo de Somer, sus siervos, le hirieron, y murió. Fue sepultado con
sus padres en la ciudad de David, sucediéndole Amasias, su hijo. Capítulo 13 Joacaz y Joás, reyes de Israel
(1-25) El año
veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz, hijo de Jehú, en Samaria, y reinó diecisiete años.
Hizo el mal a los ojos de Yavé y siguió los pecados de Jeroboam, hijo
de Nabat, con que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos. Encendióse
el furor de Yavé contra Israel, y los entregó en manos de Jazael,
rey de Siria, y en manos de Ben Adad, hijo
de Jazael, todo el tiempo que estos reyes vivieron. Joacaz imploró a Yavé, y Yavé le oyó, pues vio la opresión
en que los reyes de Siria tenían a Israel. Deparó
a Israel un libertador, que les sacó de las manos de los sirios, y habitaron
en sus tiendas como antes; pero no se apartaron de los pecados de la
casa de Jeroboam, que había hecho pecar a Israel, sino que se dieron
a ellos, y aún una asera quedaba erigida
en medio de Samaria. De todo
el ejército que tenía Joacaz no le dejó Yavé
más que cincuenta caballeros, diez carros y diez mil infantes, porque
el rey de Siria los había aniquilado, como si los redujera a polvo. El resto
de los hechos de Joacaz, cuanto hizo, sus
hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de
Israel? Joacaz se durmió con sus padres y fue sepultado en Samaria.
Le sucedió Joás, su hijo. El año
treinta y siete de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de
Joacaz, en Israel, en Samaria, y reinó dieciséis años.Hizo el mal a los ojos de Yavé, y no se apartó de ninguno
de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel,
sino que se dio a éstos como él.El resto de
los hechos de Joás, cuanto hizo, sus hazañas, y la guerra contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las
crónicas de los reyes de Israel? Joás
se durmió con sus padres, y le sucedió Jeroboam. Joás fue sepultado
en Samaria con los reyes de Israel. Enfermó
Eliseo de la enfermedad de que murió; y Joás, rey de Israel, bajó a
verle, lloró sobre él, y dijo: “¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel
y su auriga!” Eliseo
le dijo: “Toma tu arco y unas flechas.” Tomó, pues, el arco y las flechas.
Luego
dijo Eliseo al rey de Israel: “Pon tus manos en el arco.” Y él las puso,
y puso Eliseo las suyas sobre las del rey. Luego
añadió: “Abre la ventana que da al oriente.” Abrióla,
y Eliseo le dijo: “Dispara”; y disparó. Eliseo exclamó: “Es una flecha
de liberación de Yavé; es una flecha de liberación contra Siria. Tú
batirás a los sirios en Afec hasta exterminarlos.”
Eliseo
le dijo nuevamente: “Coge las flechas.” El
las tomó, y Eliseo le mandó: “Hiere la tierra”; y el rey la hirió tres
veces, y se detuvo.El hombre de Dios se irritó
contra él y le dijo: “Debieras haber herido cinco o seis veces, y entonces
hubieras llegado a batir a los sirios hasta exterminarlos; ahora sólo
tres veces los batirás.” Eliseo
murió y fue sepultado. Por entonces hacían incursión en la tierra, un
año y otro, las tropas de Moab; y sucedió
que, mientras estaban unos sepultando a un muerto, vieron de pronto
venir una de estas tropas, y arrojaron al muerto en el sepulcro de Eliseo
y se fueron; y en cuanto el muerto llegó a tocar los huesos de
Elíseo, resucitó y se puso en pie. Jazael, rey
de Siria, afligió a Israel todo el tiempo de la vida de Joacaz,
pero Yavé tuvo misericordia de ellos y los miró por amor de su alianza
con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos del todo, y no los
arrojó de ante sí. Murió
Jazael, rey de Siria, y le sucedió su hijo
Ben Adad. Joás,
hijo de Joacaz, reconquistó de manos de Ben
Adad, hijo de Jazael, las ciudades
conquistadas por Jazael a Joacaz, su padre, durante la guerra. Joás batió tres veces
a los sirios y recobró las ciudades de Israel. Capítulo 14 Amasías, rey de Judá. Jeroboam,
rey de Israel (1-29) El año
segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel,
comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey
de Judá.Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Joadán,
de Jerusalén. Hizo lo recto a los ojos de Yavé, no, sin embargo, como
David, su padre. Obró enteramente como había obrado Joás, su padre.
No desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios
y perfumes en ellos. Cuando
hubo afirmado en sus manos el reino, castigó a los servidores que habían
matado al rey, su padre; pero no hizo morir a los hijos de los asesinos,
según lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, donde manda
Yavé: “No se hará morir a los padres por los hijos ni se hará morir
a los hijos por los padres, sino que se hará morir a cada uno por su
pecado.” Batió
a diez mil edomitas en el valle de la Sal. Conquistó en la guerra Sela, y la llamó Joctel, nombre
que conserva hoy todavía. Entonces
mandó Amasías mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: “Ven que
nos veamos las caras.” Joás,
rey de Israel, hizo decir a Amasías: “El cardo
del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija por mujer
para mi hijo. Las fieras del Líbano pasaron y pisotearon el cardo. Tú
has batido a los edomitas y tu corazón se ha envanecido. Goza tu gloria
y quédate en casa. ¿Para qué meterte en una empresa desafortunada, que
será tu ruina y la de Judá?” Pero
Amasías no le escuchó, y Joás, rey de Israel, subió y se vieron
las caras él y Amasías, rey de Judá, en Betsames, que está en Judá. Judá
fue batido por Israel, y cada uno huyó a su tienda. Joás,
rey de Israel, cogió prisionero en Betsames
a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y vino
a Jerusalén e hizo una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de
Jerusalén, desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Ángulo. Se apoderó
de todo el oro y plata y los enseres que se encontraba en el templo
de Yavé y en el tesoro del palacio real, y tomando rehenes, regresó
a Samaria. El resto
de los hechos de Joás, cuanto hizo, sus hazañas y la guerra que hizo
a Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las
crónicas de los reyes de Israel? Joás se durmió con sus padres, y fue
sepultado en Samaria con los reyes de Israel. Le sucedió Jeroboam, su
hijo. Amasías, hijo
de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás,
hijo de Joacaz, rey de Israel.El
resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito
en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?Se
tramó contra él una conjuración en Jerusalén, y huyó a Laquis, pero
le persiguieron hasta Laquis, y allí le dieron muerte. Le trajeron en
caballo, y fue sepultado en Jerusalén con sus padres, en la ciudad de
David. Todo
el pueblo de Judá tomó a Azarías, hijo de Amasías,
y le puso sobre el trono, a la edad de dieciséis años, en lugar de Amasías, su padre. Azarías
reedificó a Elat y la restituyó al dominio
de Judá después de dormirse el rey con sus padres. El año
quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá,
comenzó a reinar sobre Israel en Samaria Jeroboam, hijo de Joás, rey
de Israel, y reinó cuarenta y un años. Hizo el mal a los ojos de Yavé.
No se apartó de ninguno de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que
había hecho pecar a Israel. Recobró
el territorio de Israel, desde la entrada de Jamat
hasta el mar del Arabá, según la palabra que había dicho Yavé, Dios
de Israel, por medio de su siervo Jonás, profeta, hijo de Amitai,
de Gat Jefer. Porque
había visto Yavé la aflicción de Israel, amarga sobremanera, porque
no quedaba esclavo ni libre ni había quien pudiera ayudar a Israel.
No había resuelto Yavé todavía raer el nombre de Israel de debajo del
cielo, y le libró por medio de Jeroboam, hijo de Joás. El resto
de los hechos de Jeroboam, cuanto hizo, sus hazañas en la guerra y cómo
restituyó al dominio de Israel Damasco y Jamat,
¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?Jeroboam se durmió con sus padres los reyes de
Israel, y le sucedió Zacarías, Capítulo 15 Azarías, rey de Judá (1-38) El año
veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Azarías, hijo
de Amasías, rey de Judá.Tenía dieciséis
años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén.
Su madre se llamaba Jolía, de Jerusalén. Hizo
lo que es recto a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho
Amasías, su padre; pero los altos no desaparecieron, y el
pueblo seguía ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos.Yavé hirió de lepra al rey, y leproso estuvo hasta
el día de su muerte, y moraba en su casa aislada. Jotam,
su hijo, estaba a la cabeza del palacio y juzgaba al pueblo. El resto
de los hechos de Azarías, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro
de las crónicas de los reyes de Judá?Azarías
se durmió con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de
David. Le sucedió Jotam, su hijo. Zacarías,
Selum, Menajem,
Pecajya y Pecaj, reyes de Israel El año
treinta y ocho de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar sobre Israel,
en Samaria, Zacarías, hijo de Jeroboam, y reinó seis meses. Hizo lo
que era malo a los ojos de Yavé, como lo habían hecho sus padres, y
no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho
pecar a Israel. Selum, hijo de Jabes, conspiró contra él, y le hirió en Jiblaam, dándole muerte. El le sucedió.
El resto
de los hechos de Zacarías escrito está en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel. Así
se cumplió lo que Yavé había declarado a Jehú, diciendo: “Tus hijos
se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.” Selum, hijo
de Jabes, comenzó a reinar el año treinta y nueve de Ozías (Azarías),
rey de Judá, y reinó un mes en Samaria. Menajem, hijo
de Gadí, subió de Tirsa a Samaria; hirió a
Selum, hijo de Jabes, matándole, y le sucedió. El resto
de los hechos de Selum y la conspiración que
tramó está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Entonces
Menajem castigó a Tapuaj
y cuanto en ella había, con su territorio, desde Tirsa, porque no había
querido abrirle sus puertas, y abrió el vientre de todas las mujeres
encinta. El año
treinta y nueve de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel
Menajem, hijo de Gadí, y reinó diez
años en Samaria. Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y no se apartó, mientras
vivió, de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar
a Israel. Pul,
rey de Asiria, vino a Israel, y Menajem le
dio a Pul mil talentos de plata para que le ayudase a consolidar el
reino en sus manos. Menajem sacó
el dinero a costa de Israel, de todos los acaudalados, para entregarlo
al rey de Asiria, a base de cincuenta sicos
de plata a cada uno. Regresó entonces el rey de Asiria, y no se detuvo
en el país. El resto
de los hechos de Menajem, cuanto hizo, ¿no
está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?Menajem se durmió con sus padres, y le sucedió
Pecajya, su hijo. El año
cincuenta de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel, en Samaria,
Pecajya, hijo de Menajem, y reinó
dos años.Hizo lo malo a los ojos de Yavé,
y no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar
a Israel.Pecaj, hijo de Romelía, su
oficial, conspiró contra él, y le hirió en Samaria, en la torre del
palacio del rey, en unión de Argob y Arie
y de cincuenta hombres de entre los hijos de Galaad que le seguían.
Así dio muerte a Pecajya, y le sucedió.El resto de los hechos de Pecajya,
cuanto hizo, escrito está en el libro de las crónicas de los reyes de
Israel. El año
cincuenta y dos de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel,
en Samaria, Pecaj, hijo de Romelía,
y reinó veinte años. Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y no se apartó
de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel.
En tiempo de Pecaj, rey de Israel, Teglatfalasar,
rey de Asiria, vino y tomó Ayón, Abel Bet
Maca, Janoaj, Quedes, Jasor, Galaad y la Galilea, todo el territorio
de Neftalí, y llevó a sus habitantes cautivos a Asiria. Oseas,
hijo de Ela, conspiró contra Pecaj,
hijo de Romelía, y le hirió, dándole muerte
y sucediéndole el año veinte de Jotam, hijo
de Ozías (Azarías). El resto
de los hechos de Pecaj, cuanto hizo, escrito
está en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. El año
segundo de Pecaj, hijo de Romelía,
rey de Israel, comenzó a reinar Jotam, hijo
de Ozías (Azarías), rey de Judá. Tenía veinticinco años cuando comenzó
a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jerusá,
hija de Sadoc. Hizo lo recto a los ojos de
Yavé, enteramente como lo había hecho Ozías (Azarías), su padre; pero
no desaparecieron los altos, y el pueblo seguía ofreciendo sacrificios
y perfumes en ellos. Jotam edificó la puerta
superior de la casa de Yavé. El resto de los hechos de Jotam,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes
de Judá? En este
tiempo comenzó a mandar Yavé contra Judá a Rasín,
rey de Siria, y a Pecaj, hijo de Romelía. Jotam se
durmió con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David,
su padre. Le sucedió Ajaz, su hijo. Capítulo 16 Ajaz, rey de Judá (1-20) El año
diecisiete de Pecaj, hijo de Romelía,
comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam,
rey de Judá; tenía Ajaz veinte años cuando
comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto
a los ojos de Yavé, su Dios, como lo había hecho David, su padre. Marchó
por el camino de los reyes de Israel, y hasta hizo pasar a su hijo por
el fuego, según las abominaciones de las gentes que Yavé había expulsado
ante los hijos de Israel. Ofrecía sacrificios y perfumes en los altos,
en los collados y bajo cualquier árbol frondoso. Entonces
Rasín, rey de Siria, y Pecaj,
hijo de Romelía, rey de Israel, subieron contra
Jerusalén para atacarla, y sitiaron a Ajaz,
pero no pudieron vencerle. En el
mismo tiempo, el rey de Edom sometió a Elat
al dominio de Edom, expulsando de ella a los judíos, y los edomitas
se establecieron en Elat, y allí habitan hasta
el día de hoy. Ajaz mandó
mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria,
para decirle: “Tu siervo soy y tu hijo. Sube y líbrame de las manos
del rey de Siria y de las del rey de Israel, que se alzan contra mí.” El rey
tomó la plata y el oro que había en la casa de Yavé y en el tesoro del
palacio del rey y se lo mandó como presente al rey de Asiria. El rey
de Asiria le dio oídos, y subió contra Damasco, la tomó y llevó a sus
habitantes cautivos a Quir, y dio muerte a
Rasín. El rey
Ajaz fue a Damasco para ver a Teglatfalasar,
rey de Asiria, y, habiendo visto el altar que había en Damasco, mandó
luego al sacerdote Urías el modelo y la forma exacta del altar. El sacerdote
Urías construyó uno ajustándose al modelo enviado de Damasco por el
rey Ajaz, acabándole antes de que Ajaz
volviese de Damasco. Llegado de Damasco, vio el rey el altar, y, acercándose,
subió a él; hizo quemar en él su ofrenda y su holocausto, y libó en
el sus libaciones y derramó en él la sangre de sus sacrificios
eucarísticos. Quitó de ante la casa el altar de bronce que había ante
Yavé, para que no estuviese entre el nuevo altar y la casa de Yavé,
y le puso cerca del nuevo altar, hacia el norte. El rey
Ajaz dio al sacerdote Urías esta orden: “Quema
en el gran altar el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde,
el holocausto del rey y su ofrenda, el holocausto de todo el pueblo
y sus ofrendas; derrama en él sus libaciones y la sangre de todos los
holocaustos y todos los sacrificios. Del altar de bronce ya dispondré
yo.” El sacerdote
Urías hizo en todo conforme a lo que el rey Ajaz
le había mandado. El rey
Ajaz destruyó los paneles de las basas, quitó de ellas el aguamanil, bajó el mar de bronces
de encima de los toros que estaban debajo de él, poniéndolo sobre el
pavimento de piedra, y para agradar al rey de Asiria mudó de la casa
de Yavé el pórtico del sábado, que se había construido en ella, y la
entrada exterior del rey. El resto
de los hechos de Ajaz, cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Ajaz
se durmió con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de
David. Le sucedió Ezequías, su hijo. Capítulo 17 Oseas, último rey de Israel (1-41) El año
doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar
en Israel, en Samaria, Oseas, hijo de Ela,
y reinó nueve años. Hizo lo malo a los ojos de Yavé, aunque no tanto
como los reyes de Israel que le precedieron. Subió contra él Salmanasar,
rey de Asiria, y Oseas se le sometió y le pagó tributo, pero el rey
de Asiria descubrió luego una conspiración que tramaba Oseas, que había
mandado embajadores a So, rey de Egipto, y había dejado de pagar el
tributo anual al rey de Asiria, y el rey de Asiria le hizo encarcelar
y encadenar en una prisión. Recorrió
el rey de Asiria todo el territorio y subió contra Samaria, que tuvo
asediada durante tres años.El
año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó a Samaria y llevó cautivos
a sus habitantes a Asiria, haciéndolos habitar en JalaJ
y Jabor, junto al río Gozán, y en
las ciudades de la Media. Los hijos de Israel habían pecado contra Yavé,
su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, de bajo el dominio
de Faraón, rey de Egipto, venerando a los dioses ajenos. Siguieron las
costumbres de las gentes que Yavé había expulsado ante los hijos de
Israel y las que habían introducido los reyes de Israel. Los
hijos de Israel hicieron contra Yavé ocultamente cosas detestables,
edificaron altos en todas sus ciudades, desde la torre de atalaya hasta
la ciudad murada. Se alzaron cipos y aseras
en todo collado alto y bajo todo árbol frondoso, y quemaron perfumes
en todos los altos, como las gentes que Yavé había expulsado ante ellos,
e hicieron maldades, con las que irritaron a Yavé. Sirvieron a los ídolos,
de quienes había dicho Yavé: “No haréis tal.” Yavé
advertía a Israel y a Judá por todos sus profetas, y les decía: “Convertíos
de vuestros perversos caminos y guardad mis leyes y mis mandamientos,
siguiendo fielmente la Ley que yo prescribí a vuestros padres y os he
inculcado por medio de mis siervos los profetas.” Pero ellos no le escucharon
y endurecieron su cerviz, como lo habían hecho sus padres, que no creyeron
en Yavé, su Dios. Rechazaron sus leyes y la alianza que había hecho
con sus padres, y las amonestaciones que les había hecho. Se fueron
tras las vanidades, y cayeron así ellos mismos en la vanidad, como los
pueblos que los rodeaban, y a quienes Yavé les había prohibido imitar.Traspasaron
todos los mandamientos de Yavé, su Dios, y se hicieron imágenes fundidas,
dos becerros, aseras, y se postraron ante
todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal. Hicieron pasar por
el fuego a sus hijos y a sus hijas, se dieron a la adivinación y a los
encantamientos y se entregaron a cuanto era malo a los ojos de Yavé,
para irritarle. Por eso Yavé se irritó fuertemente contra Israel, y
le arrojó de su presencia, y no quedó más que la tribu de Judá. Pero
tampoco Judá guardó los mandamientos de Yavé, su Dios, y ha imitado
las costumbres de Israel.Por eso arrojó Yavé
de sí a toda la descendencia de Israel, la humilló y la entregó en manos
de salteadores, hasta arrojarla de su presencia. Israel se separó de
la casa de David y se dio por rey a Jeroboam, hijo de Nabat, que los
apartó de Yavé e hizo cometer a Israel un gran pecado. Los hijos de
Israel se dieron a todos los pecados de Jeroboam, que él comenzó, y
no se apartaron de ellos hasta que Yavé arrojó a Israel lejos de su
presencia, como lo había anunciado por todos sus siervos los profetas.
E Israel ha sido llevado cautivo lejos de su tierra, a Asiria, donde
está hasta el día de hoy. El rey
de Asiria mandó gentes de Babilonia, de Cuta, de Ava,
de Jamat y de Sefarvaím,
y las estableció en las ciudades de Samaria en lugar de los hijos de
Israel. Se posesionaron de Samaria y habitaron en sus ciudades. Cuando
comenzaron a habitar allí, no temían a Yavé, y Yavé mandó contra ellos
leones, que les traían la muerte. Dijeron entonces al rey de Asiria:
“Las gentes que tú has trasladado para establecerlas en las ciudades
de Samaria no conocen los ritos del dios del país.” El rey
de Asiria dio esta orden: “Mandad que vaya allá uno de los sacerdotes
que de allí habéis traído en cautividad, que vaya a establecerse allí
y les enseñe el modo de servir al dios de aquella tierra.” Vino,
pues, a establecerse en Betel un sacerdote de los que habían sido deportados
a Samaria, el cual les enseñó el modo de venerar a Yavé. Pero las gentes
aquellas se hicieron cada una sus dioses en las ciudades que habitaban,
y los pusieron en los altos edificados por los de Samaria. Las
gentes de Babilonia se hicieron su Sucot Benot; las de Cuta, su Nergal; las de Jamat, su Asima; las de Ava, su Nibján y Tartac, y las de Sefarvaím pasaban a sus hijos por el fuego en honor de Adramelec y Anamelec, dioses de
Sefarvaím.También servían a Yavé, y se dieron sacerdotes de
los altos de entre todo el pueblo; estos sacerdotes ofrecían por ellos
sacrificios en los templos de los altos. Así que temían a Yavé y le
servían al mismo tiempo que a sus dioses, según la costumbre de las
gentes de que provenían. Todavía hoy siguen haciendo como hicieron al
principio. Ni temen a Yavé ni se conforman con sus leyes y mandamientos,
dados por Yavé a los hijos de Jacob, a quien dio el nombre de Israel. Yavé
había hecho alianza con ellos y les había dado este mandato: “No temeréis
a otros dioses, ni os prosternaréis ante ellos, ni les serviréis, ni
les ofreceréis sacrificios. Temeréis a Yavé, que os ha sacado de la
tierra de Egipto con gran poder y brazo tendido. Sólo a El temeréis,
sólo ante El os prosternaréis y sólo a El ofreceréis sacrificios. Guardaréis
y pondréis por obra las leyes y mandamientos, los estatutos y decretos
que El ha escrito para vosotros, y no serviréis a otros dioses.
No olvidaréis la alianza que yo he hecho con vosotros, y no temeréis
a otros dioses, sino que temeréis a Yavé, vuestro Dios, y El
os librará de las manos de todos vuestros enemigos.” Ellos
no le han obedecido y siguen sus antiguas costumbres; estas gentes temen
a Yavé y sirven a sus ídolos, y sus hijos y los hijos de sus hijos han
seguido haciendo siempre hasta hoy como hicieron sus padres.
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