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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

 

PARALIPÓMENOS O CRÓNICAS

Capítulo 28
Ajaz, rey de Judá
   
1
Veinte años tenía Ajaz cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yavé, como lo hizo David, su padre.
2
Marchó por los caminos de los reyes de Israel, y aun se hizo imágenes fundidas de Baal,
3
y quemó perfumes en el valle de los hijos de Hinón, y pasó a sus hijos por el fuego, según las abominaciones de las gentes que Yavé había arrojado ante los hijos de Israel.
4
Ofrecía sacrificios y perfumes en los altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso.
5
Yavé, su Dios, le entregó en manos del rey de Siria, y los sirios le derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que se llevaron a Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le hizo experimentar una gran derrota.
6
Pecaj, hijo de Romelía, mató en un solo día en Judá a ciento veinte mil hombres, todos valientes, porque habían dejado a Yavé, Dios de sus padres.
7
Zicri, guerrero de Efraím, mató a Maseya, hijo del rey; a Azricam, jefe de la casa del rey, y a Elcana, segundo después del rey.
8
Los hijos de Israel hicieron entre sus hermanos doscientos mil prisioneros, mujeres, hijos e hijas, y les hicieron mucho botín, que se llevaron a Samaria.
9
Había un profeta de Yavé llamado Oded, que fue al encuentro del ejército que volvía a Samaria y les dijo: “Yavé, Dios de vuestros padres, en su cólera contra Judá, los ha entregado en vuestras manos, y vosotros los habéis matado con furor, que ha subido hasta el cielo.
10
Ahora queréis hacer de los hijos de Judá y de Jerusalén vuestros esclavos y vuestras esclavas. Pero vosotros, ¿no sois culpables contra Yavé, vuestro Dios?
11
Oídme, pues, y devolved esos cautivos que habéis hecho entre vuestros hermanos, porque os amenaza la cólera encendida de Yavé”.
12
Algunos de entre los jefes de Efraím: Azarías, hijo de Jojanán; Berequías, hijo de Meselimot; Ezequías, hijo de Salum, y Amasa, hijo de Jadlaí, se opusieron a los que venían en el ejército,
13
y les dijeron: “No entréis con esos cautivos, porque sería añadir pecados sobre pecados a los que nosotros hemos cometido contra Yavé. Demasiado culpables somos ya y la cólera encendida de Yavé está sobre Israel”.
14
Los soldados abandonaron los cautivos y el botín ante los jefes y ante toda la asamblea,
15
y los hombres de que se ha hecho mención tomaron los cautivos, empleando el botín en vestir a los desnudos; les dieron vestidos y calzado, les dieron de comer y de beber, los ungieron; y montando en asnos a los que estaban fatigados, los condujeron a Jericó, la ciudad de las palmas, a sus hermanos, y luego se volvieron a Samaria.
16
En aquel tiempo, el rey Ajaz mandó a pedir socorros al rey de Asiria.
17
Los edomitas volvieron otra vez y derrotaron a Judá, llevándose cautivos.
18
Los filisteos invadieron las ciudades del llano y del mediodía de Judá, tomaron a Betsames, Ayalón, Guederot, Soco y las ciudades de su dependencia, Timna y las ciudades de su dependencia, y se establecieron en ellas.
19
Así humillaba Yavé a Judá por causa de Ajaz, rey de Judá, que había arrojado la disolución en Judá y pecado contra Yavé.
20
Teglatfalasar, rey de Asiria, vino contra él y le estrechó sin darle respiro.
21
Ajaz despojó la casa de Yavé, la del rey y las de los príncipes, para hacer un presente al rey de Asiria; pero no le sirvió de nada.
22
A pesar de verse en gran aprieto, el rey Ajaz seguía pecando contra Yavé;
23
sacrificaba a los dioses de Damasco, que le habían herido, diciéndose: “Puesto que los dioses de los reyes de Siria los ayudan, voy a sacrificarles para que me socorran a mí.” Pero fueron la ocasión de su ruina y de la de todo Israel.
24
Ajaz reunió los utensilios de la casa de Dios y los hizo pedazos; cerró las puertas de la casa de Yavé, se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén,
25
y levantó altos en todas las ciudades de Judá, para ofrecer allí perfumes a otros dioses, irritando así a Yavé, Dios de sus padres.
26
El resto de sus hechos, todos sus caminos, los primeros y los postreros, está escrito en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
27
Ajaz se durmió con sus padres y fue sepultado en la ciudad de Jerusalén, pues no se le sepultó en los sepulcros de los reyes de Judá. Le sucedió Ezequías, su hijo.
Capítulo 29 Ezequías, rey de Judá
   
1
Veinticinco años tenía Ezequías cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abiyá, hija de Zacarías.
2
Hizo lo recto a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho David, su padre.
3
En el primer año de su reinado, el mes primero, abrió las puertas de la casa de Yavé y las reparó.
4
Hizo venir a los sacerdotes y levitas, que reunió en el atrio oriental,
5
y les dijo: “Oídme, levitas: santifícaos y santificad la casa de Yavé, el Dios de vuestros padres, y echad la impureza del santuario.
6
Porque han pecado nuestros padres y han hecho el mal a los ojos de Yavé, nuestro Dios; le han abandonado, han apartado sus ojos del tabernáculo de Yavé y le han vuelto las espaldas.
7
Hasta cerraron las puertas del pórtico, apagaron las lámparas y dejaron de ofrecer a Yavé, Dios de Israel, perfumes y holocaustos en el santuario.
8
Por eso la cólera de Yavé pesa sobre Judá y sobre Jerusalén, y los ha entregado a la confusión, a la desolación y a la burla, como lo estáis viendo con vuestros ojos.
9
Ya veis que por eso han caído nuestros padres por la espada, y nuestros hijos y nuestras hijas están en cautividad.
10
Yo quiero que hagamos alianza con Yavé, Dios de Israel, para que se aparte de nosotros su encendida cólera.
11
Ahora, pues, hijos míos, basta de negligencias, pues habéis sido elegidos por Yavé para ministrar ante El en su servicio, para ser sus servidores y ofrecerle perfumes.”
Reforma religiosa
12
Levantáronse los levitas: Macat, hijo de Amasaí; Joel, hijo de Azarías, de los hijos de Caat; y de los de Merarí, Quis, hijo de Abdí; Azarías, hijo de Jelaleel; y de los gersonitas, Joaj, hijo de Simma; Edén, hijo de Joaj;
13
y de los hijos de Elisafán, Simrí y Jehiel; y de los hijos de Asaf, Zacarías y Matanías;
14
y de los hijos de Hemán, Jejiel y Simeí; y de los hijos de Jedetún, Semeyas y Uziel.
15
Reunieron a sus hermanos y después de santificarse ellos, vinieron a purificar la casa de Yavé, según las órdenes del rey y según las palabras de Yavé.
16
Entraron los sacerdotes en el interior de la casa de Yavé para purificarla; sacaron todas las impurezas que hallaron en el templo de Yavé y las arrojaron al atrio de la casa de Yavé, donde las recibieron los levitas para llevarlas fuera, al valle del Cedrón”.
17
Comenzaron las purificaciones el día primero del primer mes; el octavo día del mismo mes entraron en el pórtico del templo de Yavé, y emplearon ocho días en purificar el templo de Yavé; el día dieciséis del mismo mes acabaron lo que habían comenzado.
18
Fueron luego al rey Ezequías y le dijeron: “Hemos purificado toda la casa de Yavé, el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, y la mesa de los panes de la proposición.
19
Y todos sus utensilios, que el rey Ajaz profanó durante su reinado con sus transgresiones, están ya reparados y purificados y ante el altar de Yavé.”
20
El rey Ezequías se levantó bien de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la casa de Yavé.
21
Ofrecieron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos en sacrificio expiatorio por el reino, por el santuario y por Judá. El rey mandó a los sacerdotes hijos de Arón que los ofreciesen en el altar de Yavé.
22
Los sacerdotes inmolaron los novillos, recibieron su sangre y la derramaron en torno al altar; inmolaron los carneros y derramaron su sangre en el altar.
23
Presentaron luego los machos cabríos expiatorios ante el rey y ante la asamblea, que pusieron sus manos sobre ellos,
24
y los sacerdotes los inmolaron y derramaron la sangre al pie del altar, en expiación por los pecados de todo Israel, pues por todo Israel había ordenado el rey el holocausto y el sacrificio expiatorio.
25
Hizo que los levitas se pusieran en la casa de Yavé con címbalos, salterios y arpas, según la ordenación de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta, porque tal era la orden de Yavé, transmitida por medio de sus profetas.
26
Los levitas ocuparon su sitio con los instrumentos de David, y los sacerdotes el suyo con las trompetas.
27
Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar; y en cuanto comenzó el holocausto, comenzó también el canto de Yavé al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel.
28
Prosternóse toda la asamblea, se cantó el canto y se tocaron las trompetas, todo hasta que el holocausto se terminó.
29
Cuando se hubo acabado de ofrecer el holocausto, el rey con toda la asamblea doblaron las rodillas y se prosternaron.
30
Después el rey Ezequías y los jefes dijeron a los levitas que alabasen a Dios con palabras de David y de Asaf, vidente, y ellos lo hicieron con gran júbilo, e inclinándose, adoraron.
31
Luego dijo Ezequías: “Vosotros habéis llenado seguramente vuestras manos para Yavé. Llegaos, pues, a ofrecer víctimas y sacrificios eucarísticos en la casa de Yavé.” Y así toda aquella muchedumbre ofreció hostias, sacrificios eucarísticos y holocaustos con gran piedad y liberalidad.
32
Los holocaustos que ofreció la asamblea fueron setenta novillos, cien carneros y doscientos corderos, todo en holocausto a Yavé.
33
Consagraron también a Yavé seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
34
Como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar las víctimas destinadas al holocausto, ayudáronlos sus hermanos los levitas hasta acabar y hasta que se hubieron purificado los sacerdotes, pues los levitas se mostraban con corazón dispuestos a purificarse más que los sacerdotes.
35
Ofreciéronse, pues, muchos holocaustos, muchos sebos de sacrificios eucarísticos, quedando enteramente restablecido el culto de la casa de Yavé.
36
Ezequías, lo mismo que todo el pueblo, dieron muestras de gran júbilo por haber Yavé dispuesto al pueblo al restablecimiento, pues la resolución de hacerlo había sido tomada de pronto.
 
Capítulo 30 Solemne celebración de la pascua
1
Mandó el rey Ezequías por todo Israel y Judá, y escribió cartas a Efraím y Manasés para que viniesen a la casa de Yavé a celebrar la pascua de Yavé, Dios de Israel.
2
Habíase aconsejado el rey de los príncipes y de toda la asamblea en Jerusalén para celebrar solemnemente la pascua en el mes segundo,
3
pues no había podido celebrarla antes la otra vez por no haberse santificado muchos sacerdotes y no haberse reunido el pueblo en Jerusalén.
4
Agradó esto al rey y a toda la asamblea,
5
y determinaron hacer publicar por todo Israel, desde Berseba hasta Dan, que viniesen a Jerusalén a celebrar la pascua de Yavé, porque en mucho tiempo no lo habían celebrado al modo prescrito.
6
Fueron, pues, emisarios con letras de mano del rey y de los príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, en que se decía: “¡Hijos de Israel.” volveos a Yavé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y El se volverá a las reliquias que os han quedado de la mano de los reyes de Asiria.
7
No seáis como vuestros padres y corno vuestros hermanos, que se rebelaron contra Yavé, Dios de sus padres, por lo que los entregó El a la desolación, como estái viendo.
8
No endurezcáis, pues, ahora vuestra cerviz, como vuestros padres. Dad vuestras manos a Yavé y venid a su santuario, que El ha santificado para siempre, y servid a Yavé, vuestro Dios, y la ira de su furor se apartará de vosotros.
9
Porque, si os volvéis a Yavé, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia ante los que los tienen cautivos y volverán a esta tierra; pues Yavé, vuestro Dios, es clemente y misericordioso y no apartará de vosotros su rostro si vosotros os volvéis a El.”
10
Fueron, pues, los emisarios de ciudad en ciudad por tierra de Efraím y de Manasés, hasta Zabulón; pero las gentes se reían y se burlaban de ellos.
11
Con todo, muchos de Aser, de Manasés y de Zabulón se humillaron y vinieron a Jerusalén.
12
También en Judá la mano de Dios se dejó sentir sobre ellos, dándoles corazón pronto y dispuesto a cumplir el mensaje del rey y de los príncipes, conforme a la palabra de Yavé.
13
Juntóse mucha gente en Jerusalén para celebrar la solemnidad de los ácimos en el segundo mes: una gran muchedumbre.
14
Levantáronse y quitaron los altares que había en Jerusalén, también los altares de perfumes, y los echaron al torrente de Cedrón.
15
Sacrificaron la pascua el día catorce del mes segundo; y los sacerdotes y levitas, que, llenos de confusión, se santificaron por fin, ofrecieron holocaustos en la casa de Yavé
16
y se dispusieron por sus clases, según la ordenación y la Ley de Moisés, hombre de Dios. Los sacerdotes recibían de manos de los levitas la sangre que había de derramarse;
17
y como muchos del pueblo no se habían santificado todavía, los levitas inmolaron la pascua por los que no habían tenido el cuidado de santificarse para Yavé.
18
Una gran parte del pueblo de Efraím, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, que no se había purificado, comió la pascua sin ajustarse a lo prescrito; pero Ezequías rogó por ellos, diciendo: “Quiera Yavé, que es bueno, perdonar a todos aquellos que de todo corazón
19
buscan a Yavé, Dios de sus padres; no les impute el no estar suficientemente purificados”.
20
Escuchó Yavé a Ezequías y perdonó al pueblo.
21
Así celebraron los hijos de Israel que se hallaron en Jerusalén la solemnidad de los ácimos durante siete días, con gran gozo, cantando todos los días las alabanzas de Yavé y tocando los levitas y los sacerdotes los instrumentos con toda fuerza a Yavé.
22
Ezequías habló con bondad a los levitas que conocían mejor el culto de Yavé, y éstos comieron las víctimas durante los siete días que duró la solemnidad, inmolando hostias pacíficas y alabando a Yavé, Dios de sus padres.
23
También la muchedumbre decidió alegremente celebrar la fiesta otros siete días, haciéndolo con gran regocijo,
24
pues había regalado Ezequías al pueblo mil toros y siete mil ovejas; y también los príncipes, por su parte, dieron al pueblo mil bueyes y diez mil ovejas. Hubo, pues, gran número de sacerdotes que se habían santificado.
25
Todo el pueblo de Judá estaba rebosando de alegría, lo mismo sacerdotes y levitas, que la muchedumbre venida de Israel, que los extranjeros que habían venido de la tierra de Israel o habitaban en Judá.
26
Fue grande la solemnidad celebrada en Jerusalén, tal cual nunca la hubo desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel.
27
Levantáronse después los sacerdotes y levitas y bendijeron al pueblo, y fue oída su voz, y llegó su oración al santuario de los cielos.
 

 

Capítulo 31 Ordenación del culto
1
Después de todo esto, los de Israel que habían venido fueron por las ciudades de Judá y destrozaron los cipos, abatieron las aseras y derribaron del todo los altos y los altares de todo Judá y Benjamín y en Efraím y Manasés. Luego todos los hijos de Israel se volvieron a sus ciudades, cada uno a su posesión.
2
Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas, según sus divisiones, cada uno según sus funciones, sacerdotes y levitas, para los holocaustos y los sacrificios eucarísticos, para el servicio, para los cantos y alabanzas, y las puertas de la casa de Yavé.
3
El rey dio una parte de sus bienes para los holocaustos; para los holocaustos de la mañana y de la tarde, para los holocaustos de los sábados, de los novilunios y de las fiestas, como están prescritos en la Ley de Yavé.
4
Mandó al pueblo y a los habitantes de Jerusalén que dieran su porción a los sacerdotes y a los levitas, para que éstos observasen fielmente la Ley de Yavé.
5
Cuando esta disposición se divulgó, los israelitas fueron aumentando las primicias del trigo, del mosto, del aceite, de la miel y de todos los productos del campo, y trajeron también en abundancia el diezmo de todo.
6
Igualmente, los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá dieron el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas santas que eran consagradas a Yavé, su Dios, y de que se hicieron muchos montones.
7
Comenzó a hacerse el cúmulo el tercer mes y se acabó el mes séptimo.
8
Ezequías y los jefes vinieron a ver los montones y bendijeron a Yavé y a su pueblo, Israel.
9
Preguntó Ezequías a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones,
10
y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le respondió: “Desde que se ha comenzado a traer ofrendas a la casa de Yavé hemos comido, nos hemos saciado y hemos dejado mucho de sobra, porque Yavé ha bendecido a su pueblo, y he aquí la gran cantidad que todavía queda”.
11
Ezequías dio orden de preparar las cámaras de la casa de Yavé, y se prepararon.
12
Lleváronse a ellas fielmente las ofrendas, el diezmo y las cosas consagradas. El levita Cananías tuvo la intendencia de ellas, y su hermano Simeí era su segundo.
13
Jejiel, Azarías, Najat, Asael, Jerimot, Jozabal, Eliel, Jismaquía, Majat y Benaya estaban empleados bajo la dirección de Gañanías y de su hermano Simeí, según las órdenes del rey Ezequías y las de Azarías, jefe de la casa de Dios.
14
El levita Coré, hijo de Jimna, portero de la puerta de oriente, tenía la intendencia de las donaciones voluntarias hechas a Dios, para distribuir lo que se presentaba a Yavé por elevación y las cosas santísimas.
15
En las ciudades sacerdotales, Eden, Minyamín, Jesúa, Semeyas, Amarías y Secamías estaban a sus órdenes para hacer fielmente las distribuciones a sus hermanos, grandes o pequeños, según lo que les correspondía;
16
a los varones registrados de tres años arriba, y a todos los que diariamente entraban en la casa de Yavé para hacer su servicio según sus funciones y según sus divisiones,
17
y a los sacerdotes registrados según sus casas paternas, y a los levitas de veinte años arriba, según sus funciones y según sus divisiones;
18
y a los de toda la congregación registrados con todos sus niños, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, porque se consagraban fielmente al servicio del santuario.
19
Y para los hijos de Arón, los sacerdotes, que habitaban en los campos, en los suburbios de sus ciudades, había en cada ciudad hombres nominalmente designados para distribuirles sus porciones a todos los varones de los sacerdotes y a todos los levitas registrados.
20
Esto hizo Ezequías en todo Judá; hizo lo bueno y lo recto y lo verdadero ante Yavé, su Dios. Obraba con toda la rectitud de su corazón,
21
y prosperó en cuanto emprendió, buscando a su Dios, para el servicio de la casa de Dios, por la Ley y los mandamientos.
 
Capítulo 32 Invasión de Senaquerib, rey de Asiria
1
Después de estas cosas y de estos actos de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria, que invadió Judá y puso sitio a las ciudades fuertes para apoderarse de ellas.
2
Ezequías, viendo que había venido Senaquerib y que se proponía atacar Jerusalén,
3
tuvo consejo con los príncipes y los más valerosos de los oficiales, proponiendo si se cegarían las fuentes de aguas que había fuera de la ciudad, y ellos le apoyaron.
4
Una gran muchedumbre se reunió, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por el medio del territorio, diciendo: “¿Por qué habrán de hallar los reyes de Asiria, cuando vengan, provisión de agua?”
5
Ezequías cobró ánimo y reparó también con gran cuidado todas las murallas que habían sido derribadas, alzó en ellas torres y una antemuralla; reparó el terraplén de la ciudad de David e hizo armas de toda suerte y escudos.
6
Nombró jefes para mandar el ejército y, reuniendo luego atodo el mundo en la plaza de la puerta de la ciudad, les habló al corazón, diciendo:
7
“Esforzaos y confortaos; no temáis; no os dé miedo el rey de Asiria y toda esa muchedumbre que trae, porque más son los que con nosotros están que los que están con él.
8
El tiene el brazo de carne; pero con nosotros está Yavé, nuestro Dios, para ayudarnos y combatir nuestros combates.” El pueblo cobró valor con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9
Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que combatía a Laquis con todo su poder, mandó emisarios a Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:
10
“Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En quién confiáis vosotros para estaros quietos, cercados en Jerusalén?
11
¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte, al hambre, a la sed, diciendo: Yavé, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria?
12
¿No es Ezequías el que ha hecho desaparecer sus altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: Sólo ante este altar adoraréis y quemaréis perfumes?
13
¿No sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de la tierra? ¿Pudieron acaso los dioses de esas gentes librar sus tierras de mis manos?
14
¿Qué dios de entre los dioses de esas gentes que destruyeron mis padres pudo salvar a su pueblo de mis manos? ¿Cómo, pues, va a poder vuestro Dios libraros de mi mano?
15
Que no os engañe, pues, Ezequías; cuando tal cosa quiera persuadiros, no le creáis; que si ningún dios de los de todas esas naciones y reinos pudo librar a sus pueblos de mis manos y de las manos de mis padres, ¡cuánto menos podrá vuestro Dios libraros de mis manos!”.
16
Otras cosas más añadieron los emisarios de Senaquerib contra Yavé y contra Ezequías, su siervo.
17
Escribió, además, cartas en que blasfemaba de Yavé, Dios de Israel, y hablaba contra El, diciendo: “Lo mismo que los dioses de las gentes de las tierras no pudieron librar a sus pueblos de mis manos, tampoco el Dios de Ezequías librará al suyo de mis manos”.
18
Y hablaban en voz muy alta, en judío, al pueblo de Jerusalén que se hallaba en las murallas, para asustarlos y hacerlos entrar en temor, para apoderarse de la ciudad.
19
Hablaron contra el Dios de Jerusalén, lo mismo que contra los dioses de las gentes de la tierra, obra de manos de hombres.
20
Pero el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, opusieron sus oraciones a estas blasfemias y clamaron al cielo;
21
y Yavé envió un ángel, que mató a cuantos fuertes y valerosos había en el ejército del rey de los asirios y al jefe que los mandaba; y Senaquerib se volvió con afrenta a su tierra, y allí, entrando en el templo de su dios, hijos suyos, que de él habían salido, le mataron a espada.
22
Así libró Yavé a Ezequías y a los moradores de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de los asirios, y de las manos de todos, y les dio la paz con todos sus reinos.
23
Muchos de éstos aún trajeron a Jerusalén víctimas para ofrecer allí sacrificios a Yavé y presentes a Ezequías, rey de Judá, cuya fama fue luego muy grande entre todas las naciones.
24
Por aquel entonces cayó enfermo de muerte Ezequías y rogó a Yavé, que le escuchó, dándole una señal de su curación.
25
Pero no correspondió Ezequías al bien que le había sido hecho; antes se ensoberbeció su corazón, y se encendió la ira de Yavé contra él y contra Judá y Jerusalén.
26
Pero Ezequías, después de haberse engreído su corazón, se humilló, y se humillaron con él los moradores de Jerusalén, y no vino sobre ellos la ira de Yavé en los días de Ezequías.
27
Tuvo Ezequías riquezas y gloria sobremanera, y reunió tesoros de plata y oro, de piedras preciosas, de aromas, de escudos y de cuantas alhajas son de desear.
28
Asimismo tuvo depósitos para almacenar las rentas de trigo, vino y aceite, y establos para las bestias y apriscos para sus ganados.
29
Hízose también ciudades para él, pues tenía una gran muchedumbre de rebaños, de ovejas y de toda suerte de ganado mayor, por haberle dado Dios mucha hacienda.
30
Este mismo Ezequías fue el que cubrió los manantiales de las aguas de Guijón de Arriba, y condujo las aguas bajo tierra a occidente de la ciudad de David, y salió con cuanto emprendió.
31
Dios, sin embargo, para probarle y para que descubriese lo que tenía en su corazón, le dejó en lo de los embajadores de los príncipes de Babilonia, que vinieron a él para informarse del prodigio que había acaecido en la tierra.
32
El resto de los hechos de Ezequías, de todas sus buenas obras, escrito está en las profecías de Isaías, profeta, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
33
Durmióse Ezequías con sus padres, y fue sepultado en un lugar más eminente que los sepulcros de los reyes, hijos de David, y todo Judá y Jerusalén celebraron sus funerales. Le sucedió Manasés, su hijo.