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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

PARALIPÓMENOS O CRÓNICAS

PRIMERA PARTE - HISTORIA DEL REINADO DE SALOMÓN
Capítulo 1 Salomón pide y obtiene la sabiduría
1
Salomón, hijo de David, se afirmó en su reino; Yavé, su Dios, estaba con él y le engrandeció sobremanera.
2
Y dijo Salomón a todo Israel, a los jefes de millares y centenas, a los jueces, a los príncipes de todo Israel, a los jefes de las casas paternas;
3
y fue Salomón con toda la asamblea al alto de Gabaón, donde estaba la tienda de la reunión de Dios, que Moisés, siervo de Yavé, había fabricado en el desierto.
4
El arca de Dios había sido ya trasladada por David, de Quiriat-Yearim al lugar que él le había preparado, pues había alzado para ella una tienda en Jerusalén.
5
Allí estaba también ante el tabernáculo de Yavé el altar de bronce que había hecho Besabel, hijo de Uri, hijo de Jur.
6
Subió, pues, Salomón allí, al altar de bronce, que estaba ante la tienda de la reunión, y la asamblea adoraron a Yahvé, y ofreció en sobre el altar mil holocaustos.
7
Durante la noche aparecióse Dios a Salomón y le dijo: “Pide lo que quieres que te dé”;
8
y Salomón respondió a Dios: “Tú hiciste con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has hecho reinar en su lugar.
9
Ahora, pues, ¡oh Yavé!, cumple tu palabra a David, mi padre, ya que me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra.
10
Dame la sabiduría y el entendimiento, para que pueda conducir a este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu gran pueblo?”.
11
Dios dijo a Salomón: “Pues que esto es lo que más deseas, y no me has pedido riquezas, hacienda o gloria, ni la vida de tus enemigos, ni muchedumbre de días, sino que me has pedido la sabiduría y el entendimiento para gobernar a mi pueblo, cuyo rey te he hecho,
12
la sabiduría y el entendimiento te doy; pero te daré también riquezas, hacienda y gloria tales como no las tuvieron nunca los reyes que te han precedido, ni las tendrán los que te sucedan.”
13
Tornóse Salomón a Jerusalén desde lo alto de Gabaón, de junto a la tienda de la reunión, y reinó sobre Israel.
Carros y caballos de Salomón
14
Salomón juntó carros y caballería; tuvo mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que distribuyó entre las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey.
15
Hizo la plata y el oro en Jerusalén tan comunes como las piedras, y los cedros tan numerosos como los sicómoros, que se dan con abundancia en los campos.
16
De Musri traía Salomón los caballos. Iban a buscarlos a Musri y a Coa mercaderes del rey, que los compraban allí a un precio determinado.
17
Un tiro de cuatro caballos costaba seiscientos siclos de plata, y un caballo, ciento cincuenta, y los compraban también para todos los reyes de los jeteos y para los de Siria.
18
Resolvió, pues, Salomón edificar una casa al nombre de Yavé y un palacio real para sí.
Capítulo 2 Concierto de Salomón con Hiram
   
1
Destinó setenta mil hombres para transportar las cargas, ochenta mil para los trabajos de las canteras en los montes y tres mil seiscientos capataces para ello.
2
Mandó también decir a Hiram, rey de Tiro: “Lo que hiciste con David, mi padre, mandándole madera de cedro para edificar el palacio en que habitara,
3
hazlo también conmigo, para que pueda yo edificar un templo al nombre de Yavé, mi Dios, y consagrarlo, para quemar incienso y aromas delante de El, tener siempre ante El los panes de la proposición y ofrecerle holocaustos mañana y tarde, así como también los sábados, los novilunios y las otras solemnidades de Yavé, nuestro Dios, por siempre, como El se lo ha mandado a Israel;
4
pues el templo que quiero edificar ha de ser grande, ya que grande es nuestro Dios, más que todos los dioses;
5
¿quién se creerá capaz de edificar una casa digna de El? Si los cielos y los cielos de los cielos no bastan a contenerle, ¿quién soy yo para de edificarle una casa, si no es para quemar incienso ante El?
6
Envíame, pues, un hombre hábil que sepa trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura, la escarlata y el jacinto; que sepa hacer toda suerte de cincelados, para que dirija a los maestros que tengo yo en Judá y en Jerusalén, los cuales previno ya David, mi padre.
7
Envíame también maderas de cedro, de ciprés y de sándalo del Líbano, pues yo sé que tus siervos entienden de cortar los árboles del Líbano; y los míos estarán con los tuyos
8
para preparar gran cantidad de madera, pues la casa que yo deseo construir ha de ser grande y magnífica.
9
Yo daré a los siervos tuyos que se ocupen de cortar y derribar los árboles veinte mil coros de trigo y otro tanto de cebada, veinte mil batos de vino y veinte mil de aceite".
10
Hiram, rey de Tiro, respondió en un escrito que dirigió a Salomón: “Porque ama Yavé a su pueblo, te ha hecho rey de él”.
11
Y decía también: “Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho los cielos y la tierra y ha dado al rey David un hijo sabio, entendido, cuerdo y prudente, que edifique casa a Yavé y casa real.
12
Yo, pues, te envío un hombre hábil y entendido, a Hiram-Abi,
13
hijo de una mujer de las hijas de Dan, pero cuyo padre era de Tiro, que sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra, la madera, la púrpura, el jacinto, el lino y la escarlata, y grabar toda suerte de figuras; y es ingenioso en inventar cuanto se necesita para toda clase de obras. El trabajará con tus obreros y con los de David, mi señor, tu padre.
14
Manda tú, pues, mi señor, a tus siervos el trigo y la cebada, el aceite y el vino que has ofrecido.
15
Nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites y la pondremos en balsas, para llevarla por mar hasta Jope, y tú la harás llevar de allí a Jerusalén.”
16
Salomón hizo el censo de todos los extranjeros que había en la tierra de Israel, después del hecho por David, su padre, y fueron hallados ciento cincuenta y tres mil seiscientos.
17
Destinó de ellos setenta mil para los transportes, y ochenta mil para las canteras en los montes, y tres mil seiscientos capataces para vigilar a los obreros.
Capítulo 3 Construcción del templo
   
1
Comenzó, pues, Salomón a edificar la casa en Jerusalén, en el monte Moria, que había sido mostrado a David, su padre; en el lugar que David había dispuesto en la era de Ornán, jebuseo.
2
Comenzó la edificación a dos días del mes segundo del año cuarto de su reinado.
3
He aquí el plano seguido por Salomón para la construcción de la casa de Yavé: el largo era de sesenta codos, según la medida antigua; el ancho, de veinte codos.
4
El vestíbulo (ulam), que iba delante, tenía un largo correspondiente al ancho de la casa de veinte codos, y su anchura era de diez codos y ciento veinte de alto; lo recubrió interiormente de oro puro.
5
Revistió la parte mayor de la casa (hecal) de madera de ciprés y la recubrió de oro puro, haciendo grabar en ella palmas y cadenetas que se enlazaban unas con otras.
6
Recubrió, además, la casa con piedras preciosas de adorno; y el oro era de Paravaim.
7
Igualmente revistió de oro la casa, alas vigas, los dinteles, las paredes y las puertas; esculpió querubines sobre las paredes.
8
Hizo también la casa del santísimo (debir), cuyo largo, que correspondía a la anchura de la casa, era de veinte codos, y su ancho, igualmente de veinte codos; y lo recubrió todo de oro, que venía a pesar seiscientos talentos.
9
Los clavos pesaban cicuenta siclos de oro. Revistió también de oro las cámaras superiores.
10
Hizo también para la casa del santísimo dos querubines tallados, que cubrió de oro.
11
El largo de las alas de los querubines era de veinte codos, pues era cada uno de cinco codos, y la una toca ba al muro de la casa y la otra llegaba hasta el ala del otro querubín;
12
y de igual modo las del otro querubín, de cinco codos de largo, tocaba la una al muro, y la otra a la del otro querubín.
13
Las alas de ambos querubines estaban desplegadas y tenían en todo veinte codos de largo. Estaban en pie y con los rostros vueltos a la entrada de la casa.
14
Hizo también el velo, de jacinto, de púrpura, de escarlata y de lino, en el cual hizo dibujar querubines.
15
Hizo, además, ante la puerta del templo, dos columnas de treinta y cinco codos de altura, con sus capiteles, cada uno de los cuales tenía cinco codos de alto.
16
Hizo también en ellos cadenetas, como las del santuario (debir), y las puso en los capiteles, y con ellas se enlazaron cien granadas.
17
Alzó las columnas en el vestíbulo del templo, la una a la derecha y la otra a la izquierda. A la que estaba a la derecha la llamó Jaquín, y a la de la izquierda, Boaz.
Capítulo 4 El altar de bronce, el mar de bronce y otros utensilios
1
Hizo, además, el altar de bronce, de veinte codos de largo, y veinte de ancho, y diez de alto.
2
También hizo un mar de fundición, que tenía diez codos del uno al otro borde, enteramente redondo; su altura era de cinco codos, y un cordón de treinta codos lo ceñía en derredor.
3
Había debajo de él figuras de toros, y estaba todo en derredor adornado de dos filas de figuras de toros, diez por cada codo, todo en torno, y todo de la misma fundición.
4
El mar descansaba sobre doce toros, de los cuales tres miraban al norte, tres al occidente, tres al mediodía y tres al oriente, el mar estaba encima de ellos, y todas sus partes traseras estaban hacia adentro.
 
El grueso de este vaso era de un palmo y su borde era como el de una copa o como el de un lirio abierto; hacía tres mil batos.
5
Hizo igualmente diez fuentes y puso cinco de ellas a la derecha y cinco a la izquierda, para lavar allí lo que había de ser ofrecido en holocausto. Los sacerdotes se lavaban en el mar.
6
Hizo diez candeleros de oro de la forma que se le había ordenado, y los puso en el templo (hecal), cinco a un lado y cinco al otro.
7
Igualmente diez mesas, y las puso en el templo (hecal), cinco a la derecha y cinco a la izquierda, y cien tazas de oro.
8
Hizo a más el atrio de los sacerdotes, y el gran atrio, y las puertas del mismo, que cubrió de bronce.
9
Asentó el mar al lado derecho, al sudeste.
10
Hizo también Hiram las calderas, las palas y las tazas, y acabó toda la obra que había emprendido para el rey Salomón en la casa de Dios, es decir,
11
las dos columnas, los entrelazados, los dos capiteles que la coronaban y entrelazados con las granadas que los cubrían.
12
Hizo cuatrocientas granadas y dos retículas, de modo que había dos filas de granadas unidas a cada una de estas retículas, que cubrían los capiteles de las columnas.
13
Hizo también basas, sobre las que asentó las fuentes,
14
y el mar; los doce toros sobre los que se asentaban,
15
las calderas, las palas, los tenedores; todos los enseres se los hizo Hiram-Abi al rey Salomón para la casa de Yavé del bronce mejor.
16
Hízolos fundir el rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Sereda.
17
La muchedumbre de estos utensilios era grande y no pudo saberse su peso en bronce.
18
Hizo, pues, Salomón de oro todos los utensilios del templo de Yavé, con el altar y las mesas de los panes de la proposición.
19
Hizo también de un oro purísimo los candeleros con sus lámparas, para que ardieran delante del oráculo (debir) según costumbre;
20
las flores, las lamparillas y las despabiladeras, todo de oro purísimo.
21
Igualmente las jofainas, las cucharillas y los incensarios, de oro puro. Las puertas del templo interior, del santísimo, así como las del templo exterior (hecal), eran de oro.
Capítulo 5 Traslado del arca al santuario
   
1
Así terminó Salomón todo lo que había determinado hacer para la casa de Yavé. Salomón hizo traer al templo todo cuanto su padre había consagrado, y puso la plata, el oro y todos los vasos en el tesoro de la casa de Dios.
2
Después convocó a Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los príncipes de las tribus y a los jefes de familias de los hijos de Israel; para trasladar el arca de la alianza de Yavé de la ciudad de David, que es Sión.
3
Así se reunió todo Israel en torno del rey el día de la solemnidad del séptimo mes;
4
y cuando hubieron venido todos los ancianos de Israel, tomaron los levitas el arca
5
y la llevaron al templo, con el tabernáculo de la reunión y todos los utensilios del tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas llevaron todos los vasos del santuario que había en el tabernáculo.
6
El rey Salomón y todo el pueblo, cuantos se habían reunido, iban delante del arca, e inmolaron carneros y bueyes sin número; tanta fue la muchedumbre de las víctimas.
7
Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yavé en el lugar para ella destinado; es decir, en el oráculo (debir) del templo, en el santísimo, bajo las alas de los querubines;
8
de modo que los querubines cubrían con sus alas el lugar en que había sido puesta, así como las barras;
9
y como las barras con que había sido trasladada eran un poco largas, salían las cabezas de ellas un poco fuera del santuario, pero no se veían desde fuera. Allí ha estado siempre el arca hasta hoy.
10
No había en el arca más que las dos tablas que en ella fueron puestas por Moisés en Horeb cuando Yavé dio su ley a los hijos de Israel a su salida de Egipto.
11
Cuando los sacerdotes salieron del santuario, pues todos los sacerdotes que allí se encontraban fueron santificados, sin observar la distribución de los servicios,
12
los levitas cantores, los de Asaf, de Hernán y Jedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, hacían resonar los címbalos, los salterios y las cítaras, puestas al oriente del altar, con ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas.
13
Todos al mismo tiempo cantaban a una, entre el sonar de las trompetas, los címbalos y los otros instrumentos músicos, y alababan y confesaban a Yavé: “Porque es bueno, porque su misericordia es eterna.” La casa de Yavé se llenó de una nube;
14
y no pudieron ya estar allí los sacerdotes para ministrar por causa de la nube, porque la gloria de Yavé llenaba la casa de Dios.
 
Capítulo 6 Plegaria de Salomón en la dedicación del templo
1
Entonces dijo Salomón: “Yavé ha dicho que habitaría en la oscuridad,
2
y yo he edificado una casa de morada para que El la habite para siempre”.
3
Luego el rey, volviéndose a toda la asamblea, la bendijo, estando toda en pie;
4
y prosiguió:“Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha cumplido lo que por su boca prometió a David, mi padre, diciendo:
5
Desde que saqué de Egipto a mi pueblo, ninguna ciudad elegí de las tribus de Israel para edificar casa donde estuviese mi nombre, ni elegí varón que fuese príncipe de mi pueblo, Israel;
6
pero elegí a Jerusalén para que en ella esté mi nombre, y elegí a David para que esté a la cabeza de mi pueblo Israel.
7
David, mi padre, tuvo el propósito de edificar casa al nombre de Yavé, Dios de Israel;
8
pero Yavé dijo a David, mi padre: Bien has hecho en querer edificar casa a mi nombre; bueno ha sido este propósito,
9
pero no serás tú quien edifique la casa, sino tu hijo, salido de tus entrañas; ése será quien edificará casa a mi nombre.
10
Yavé ha cumplido lo que dijo, pues me levanté yo en lugar de David, mi padre, y me he sentado en el trono de Israel, como Yavé había dicho, y he edificado casa al nombre de Yavé, Dios de Israel,
11
y he puesto en ella el arca, en la cual está el pacto de Yavé concertado con los hijos de Israel.”
12
Púsose luego Salomón delante del altar de Yavé, en presencia de toda la asamblea de Israel; y tendiendo sus manos
13
pues había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, otro tanto de ancho y tres de alto, que había mandado poner en medio del templo — y puesto en pie, arrodillándose luego, vuelto a toda la muchedumbre y alzando las manos al cielo, dijo:
14
“Yavé, Dios de Israel, no hay Dios semej ante a ti ni en el cielo ni en la tierra; tú guardas la alianza y la misericordia a tus siervos que andan delante de ti con todo su corazón;
15
otorgaste a David, mi padre, todo cuanto le prometiste, y has puesto por obra cuanto de palabra dijiste, como lo vemos hoy.
16
Cumple, pues, ahora, Yavé, Dios de Israel, todo cuanto a David, mi padre, tu siervo, prometiste, diciendo: No faltará de ti varón delante de mí que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos guarden sus caminos, andando en mi Ley, como has andado tú delante de mí.
17
Ahora, pues, ¡oh Yavé, Dios de Israel!, que se cumpla la palabra dada a tu siervo David.
18
Pero ¿en verdad habitará Dios con el hombre en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que yo he edificado!
19
Pero atiende, ¡oh Yavé, mi Dios!, a la oración de tu siervo y a su súplica; oye el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti,
20
y que tus ojos estén siempre abiertos sobre esta casa día y noche, sobre este lugar de que has dicho: Allí estará mi nombre;
21
y que oigas la oración que en este lugar ora tu siervo. Oye asimismo el ruego de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar; oye tú desde lo alto de los cielos, desde el lugar de tu morada; oye y perdona.
22
Si alguno pecare contra su prójimo, y él le pidiere que jure con juramento, y vinieren a jurar ante tu altar en esta casa,
23
óyele desde los cielos, y obra y juzga a tus siervos, dando su merecido al impío, haciendo recaer su impiedad sobre su cabeza, y justifica al justo, retribuyéndole según su justicia.
24
Cuando tu pueblo Israel cayere delante de sus enemigos por haber prevaricado contra ti, y, convirtiéndose, confesaren tu nombre y rogaren delante de ti en esta casa,
25
óyelos desde los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos a la tierra que a ellos y a sus padres diste.
26
Si se cerraren los cielos y no hubiere lluvias, por haber pecado contra ti, y oraren a ti en este lugar, y confesaren tu nombre, convirtiéndose de sus pecados al afligirlos tú,
27
oye en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, y enséñales el buen camino, para que anden por él, y dales la lluvia sobre tu tierra, la que por heredad diste a tu pueblo.
28
Si hubiera hambre en la tierra, o pestilencia, o tizón, o añublo, o langosta, o pulgón, o el enemigo los cercare en su tierra, en sus ciudades, o hubiere otra cualquiera plaga o enfermedad;
29
si un hombre, o todo Israel, hace oraciones y súplicas y, reconociendo su llaga y su dolor, tendiere sus manos hacia esta casa,
30
óyele desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona y da a cada uno conforme a sus caminos, según su corazón; pues sólo tú conoces el corazón de los hijos de los hombres,
31
para que te teman y anden por tus caminos todos los días de su vida en la tierra que diste a nuestros padres.
32
Cuando el extranjero, que no es de tu pueblo Israel, venido de lejanas tierras por la fama de tu nombre y de tu fuerte mano y tu tendido brazo, viniere a orar en esa casa,
33
óyele tú desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y haz lo que con clamores te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo te he edificado.
34
Si saliere tu pueblo a la guerra contra sus enemigos, por el camino que les señales, y oraren a ti, hacia esta ciudad que tú has elegido, hacia la casa que a tu nombre he edificado,
35
oye tú desde los cielos su oración, su ruego, y ampara su derecho.
36
Si pecaren contra ti - pues no hay hombre que no peque-, y, airado contra ellos, los entregares a sus enemigos, que los lleven cautivos a tierra enemiga, lejana o cercana
37
y ellos, volviendo en sí en la tierra adonde fueren llevados cautivos, se convirtieren y oraren a ti en la tierra de su cautividad y dijeren: Hemos pecado, hemos obrado inicua e impíamente;
38
si se convirtieren a ti de todo corazón y con toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia su tierra, la que diste a sus padres, hacia la ciudad que tú has elegido y hacia esta casa que yo he edificado a tu nombre,
39
oye tú desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y perdona a tu pueblo, que pecó contra ti.
40
Ten, pues, ¡oh Dios mío!, abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración hecha en este lugar.
41
¡Oh Yavé, Dios! Levántate y ven a tu lugar de reposo, tú y el arca de tu majestad. Que tus sacerdotes, Yavé, Dios, se revistan de salud, y tus santosgocen de tus bienes.
42
¡Yavé Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate de tu misericordia con David, tu siervo!”
 
Capítulo 7
1
Cuando Salomón acabó de orar, descendió del cielo fuego, que consumió los holocaustos y las víctimas, y la gloria de Yavé llenó la casa.
2
No podían los sacerdotes estar en la casa de Yavé, porque la gloria de Yavé llenaba la casa de Yavé.
3
Al ver los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Yavé sobre la casa, cayeron a tierra sobre sus rostros en el pavimento y adoraron y confesaron a Yavé: “Porque es bueno, porque es eterna su misericordia.”
4
Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron víctimas delante de Yavé,
5
y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas, y así fue dedicada la casa de Dios por el rey y todo el pueblo.
6
Los sacerdotes asistían en su ministerio, y los levitas, con los instrumentos de música de Yavé, que había hecho el rey David para alabar a Yavé, “cuya misericordia es eterna,” y con los que le alababa también David. Asimismo, los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, y todo el pueblo estaba en pie.
7
También santificó Salomón el atrio que estaba delante de la casa de Yavé, ofreciendo allí los holocaustos y el sebo de las víctimas, por ser el altar de bronce que Salomón había hecho insuficiente para tantos holocaustos, la ofrenda y el sebo.
8
Hizo Salomón fiesta con todo Israel por siete días, reuniéndose una gran muchedumbre desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto.
9
Al octavo día celebraron asamblea santa, pues habían hecho la dedicación del altar durante siete días y celebrado por siete días la solemnidad.
10
A veintitrés del séptimo mes envió al pueblo a sus estancias, alegres y gozosos en su corazón por los beneficios que Yavé había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
Respuesta de Yavé a la plegaria de Salomón
11
Acabó, pues, Salomón la casa de Yavé y la casa del rey; y todo cuanto se había propuesto hacer en la casa de Yavé y en su casa lo consiguió.
12
Entonces se le apareció Yavé durante la noche y le dijo: “He oído tu plegaria y he elegido este lugar como la casa en que se me habrán de ofrecer sacrificios.
13
Cuando yo cierre el cielo y no haya lluvia, cuando mande a la langosta devorar la tierra, cuando mande la peste entre mi pueblo,
14
si mi pueblo, sobre el que se invoca mi nombre, se humilla, ruega y me busca la cara, si se aparta de sus malos caminos, yo oiré desde los cielos y le perdonaré su pecado y curaré a la tierra.
15
Mis ojos estarán siempre abiertos, y atentos mis oídos a su plegaria hecha en este lugar.
16
Yo elijo y santifico esta casa para que en ella sea invocado mi nombre y para morar en ella por siempre, y la tendré siempre ante mis ojos y en mi corazón.
17
Y tú, si andas en mi presencia como anduvo David, tu padre, haciendo todo cuanto yo he mandado, y guardas mis leyes y mis preceptos,
18
yo afirmaré el trono de tu reino, como se lo prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará jamás un hijo tuyo que reine en Israel.
19
Pero si os volvéis y dejáis los mandamientos y preceptos que yo os he prescrito y os vais a servir a dioses ajenos, adorándolos,
20
yo os arrancaré de mi tierra, que os he dado; y esta casa que a mi nombre he santificado, la rechazaré de ante mí y será la burla y el escarnio de todas las gentes;
21
y por ilustre que haya sido, será el espanto de cuantos cerca de ella pasen, que dirán: ¿Por qué ha hecho Yavé así con esta tierra y esta casa?
22
Y se responderán: Porque dejaron a Yavé, Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se adhirieron a dioses ajenos y los adoraron y los sirvieron; por eso ha traído El sobre ellos todos estos males.”
 
Capítulo 8 Otras construcciones de Salomón
1 Al cabo de veinte años, en los que edificó Salomón la casa de Yavé y su propia casa,
2
reconstruyó las ciudades que le había dado Hiram, y estableció en ellas a los hijos de Israel.
3 Después marchó Salomón contra Jamat de Soba y la tomó.
4 Edificó a Tadmor, en el desierto, y todas las ciudades de municiones en Jamat.
5 Edificó Bethorón, el alto y el bajo, ciudades fuertes, amuralladas, con puertas y barras;
6 Balat y todas las ciudades de munición que le pertenecían, y las ciudades de los carros y de la caballería, y todo lo que quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.
7 Todo el pueblo que había quedado de los jeteos, amorreos, fereceos jeveos y jebuseos, que no era parte de Israel;
8 sus descendientes, que habían quedado con ellos en la tierra y no habían exterminado los hijos de Israel, los hizo servir en los trabajos, y así se sigue haciendo hasta hoy.
9
No empleó Salomón como esclavos para sus trabajos a ningún hijo de Israel, pues éstos eran hombres de guerra, jefes, oficiales, comandantes de los carros y de la caballería.
10
Los jefes puestos por Salomón a la cabeza del pueblo y encargados de la vigilancia eran doscientos cincuenta.
11
Salomón subió a la hija del Faraón, de la ciudad de David, a la casa que para ella había edificado, pues dijo: “Mi mujer no ha de habitar en la casa de David, rey de Israel, porque los lugares en que ha estado el arca de Yavé son sagrados.”
12 Entonces ofreció Salomón a Yavé holocaustos en el altar de Yavé que había alzado delante del pórtico,
13 ofreciendo lo que para cada día prescribió Moisés, para los sábados, los novilunios y las tres solemnidades del año: la de los ácimos, la de las semanas y la de los tabernáculos.
14 Estableció en sus funciones, como las había determinado David, su padre, a los sacerdotes según su oficio, a los levitas según su cargo de alabar a Yavé y servir cada día a los sacerdotes en el ministerio, e igualmente a los porteros asignados a cada puerta, según sus clases, como lo había ordenado David, hombre de Dios.
15 Nada escapó a la ordenación del rey en cuanto a los sacerdotes y levitas ni en cuanto a cosa alguna tocante a los tesoros.
16
Así fue dirigida toda la obra de Salomón desde el día en que se pusieron los cimientos de la casa de Yavé hasta el día en que fue terminada. Acabóse, pues, la casa de Yavé.
17 Entonces partió Salomón para Asióngaeber y Elat, a orillas del mar, en tierra de Edom,
18
pues Hiram, por medio de sus siervos, le había enviado navíos y marineros diestros, conocedores del mar. Fueron éstos con los siervos de Salomón a Ofir, y trajeron de allí cuatrocientos cincuenta talentos de oro, que entregaron a Salomón.
 
Capítulo 9 La reina de Saba en Jerusalén
1 Llegó a la reina de Saba la fama de Salomón; y vino a Jerusalén para probarle con enigmas, acompañada de muy gran séquito de camellos, cargados de aromas y oro en abundancia y piedras preciosas. Vino a Salomón y le dijo cuanto se le ocurrió,
2 y Salomón respondió a todas sus preguntas, sin que hubiera nada que él no pudiera explicarle.
3 La reina de Saba, viendo la sabiduría de Salomón, la casa que había construido,
4 los manjares de su mesa, el asiento de sus servidores, el porte y los vestidos de la servidumbre y la subida a la casa de Yavé,
5 fuera de sí dijo al rey: “Verdad es cuanto de tu estado y tu sabiduría había oído en mi tierra.
6 No lo creía hasta que he venido y lo he visto con mis ojos; y hallo ahora que no me habían dicho ni la mitad de tu grandeza, de tu sabiduría, pues sobrepujas la fama que a mí había llegado.
7 Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores, que continuamente están delante de ti y oyen tu sabiduría.
8
Bendito Yavé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte sobre su trono, por rey para Yavé, tu Dios. Por amor de Yavé a su pueblo y por querer que por siempre subsista, te ha hecho rey de él para que le hagas derecho y justicia.”
9
Dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de aromas y de piedras preciosas, y no hubo nunca aromas como los que la reina de Saba dio a Salomón.
10
También los siervos de Hiram y los de Salomón, que habían traído el oro de Ofir, trajeron madera de sándalo y piedras preciosas.
11 Con la madera de sándalo hizo el rey las gradas de la casa de Yavé y las de la casa del rey, e hizo también de ella arpas y salterios para los cantores. Nunca en tierra de Judá se había visto semejante.
12
El rey Salomón dio a la reina de Saba cuanto ella quiso y pidió, más que lo que ella había traído al rey. Después volvióse ella a su tierra con sus siervos.
Riquezas, magnificencia y gloria de Salomón
13
El peso del oro que cada año llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
14
fuera del que recibía de negociantes y comerciantes, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores de la tierra, que recaudaban oro y plata para Salomón.
15
Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido, para cada uno de los cuales empleó seiscientos siclos de oro;
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y otros trescientos escudos de oro batido, para cada uno de los cuales empleó trescientos siclos de oro, y los puso en la casa “Bosque del Líbano.”
17
Hizo un gran trono de marfil, que recubrió de oro puro.
18
Tenía el trono seis gradas y un escabel de oro. Tenía brazos a uno y otro lado de la silla, y cerca de los brazos dos leones,
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y otros doce leones sobre las seis gradas, de una y otra parte. Para ningún rey se hizo cosa semejante.
20
Todos los vasos del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa “Bosque del Líbano” era de oro puro. Nada de plata. No se hacía de ella estima alguna en tiempo de Salomón,
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pues tenía el rey naves de Tarsis que navegaban con las de los siervos de Hiram; y llegaban cada tres años las naves de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
22
Fue el rey Salomón más grande que todos los reyes de la tierra por riquezas y por sabiduría.
23
Todos los reyes de la tierra buscaban ver a Salomón, para oír la sabiduría que había puesto Dios en su corazón,
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y cada uno le traía su presente, objetos de plata, de oro, vestidos, armas aromas, caballos y mulos. Y así cada año.
25
Tenía Salomón cuatro mil troncos de caballos, y los carros y doce mil jinetes que puso en las ciudades de los carros y cerca de sí en Jerusalén.
26
Se extendió su dominio sobre todos los reyes desde el río hasta la tierra de los filisteos y hasta las fronteras de Egipto.
27
Hizo que la plata fuera en Jerusalén tan común como las piedras y que los cedros fuesen tantos como los sicómoros, que se dan en el llano.
28
Traíanle los caballos de Musur y de todas partes.
29
El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no está escrito en los libros de Natán, profeta; en el de Ajías, silonita, y en las profecías de Ido, vidente, contra Jeroboam, hijo de Nabat?
30
Reinó Salomón en Jerusalén, sobre todo Israel, cuarenta años.
31
Se durmió con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Roboam, su hijo.