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El judío violador
de la Ley es más culpable
Pero si tú, que presumes de llamarte judío y descansas
en la Ley y te glorías en Dios
Hemos distinguido
dos conceptos: delito y pecado. El delito se refiere a las normas
de los tiempos y evoluciona de acuerdo a la inteligencia de los
pueblos. El Pecado se refiere a una conducta eterna, el alejamiento
de la cual conduce a la Muerte. Dos tipos de leyes se dan pues.
Una es la circunstancial, y la otra es la Divina. La ley circunstancial
tiene por objeto la convivencia social entre individuos de un
mismo Género. La Ley Divina abarca la relación de la Sociedad
entre el Creador y su Creación. Las dos son vitales para las naciones
del Reino de Dios. Por la ley circunstancial articulamos el sistema
de relaciones dentro de nuestro mundo; por la Ley Divina se articula
la relación de nuestro mundo con los demás de la Creación. Lo
que el Apóstol dice del judío podemos referirlo ahora al cristiano:
Conoces su voluntad, e instruido en la Ley, sabes
estimar lo mejor
Y donde pone “Ley”
ponemos Evangelio, es decir, la Ley de Cristo, la Nueva Ley por
la que el espíritu de la Justicia del que procede la Ley se abre
el pecho y descubre su Corazón a los ojos de toda su Creación,
a fin de que todos los Pueblos del Universo vean con los ojos
y entiendan que no la Ley que procede de la Fuerza sino la Justicia
que procede de la Sabiduría es el alma de la que el Creador extrae
el material con el que articula su Reino y lo dota de vida eterna...
El judío, en efecto,
sólo se relaciona con la Ley y cae cuerpo a tierra ante su cuerpo
como quien es amenazado por un criminal armado hasta los dientes
con el hacha del terrorismo; pero el cristiano va más lejos, entra
en el ser de esa Ley y ve la fuente de la que mana, bebe de ese
Agua y descubre en su propio ser la bondad, la misericordia, la
magnificencia, la inteligencia, en una palabra, que Dios es Amor,
y este Amor es la Roca de la que Cristo Jesús, nuestro Rey y Salvador,
extrajo el manantial que nos salvó cuando ya nos devoraba el desierto.
Dios, en suma, no crea para vanagloriarse haciendo gala de su
Poder delante de sus propias criaturas; Dios es Creador, o lo
que es lo mismo, ama la Creación, ama la Vida con la fuerza y
pasión que el artista ama su arte y el fruto de su espíritu creativo.
El judío, ignorante
del espíritu de Dios, en quien sólo veía el Poder y la Fuerza,
se relacionaba con la Ley en base al terror que le inspiraba ese
Poder y esa Fuerza, pero el cristiano, adorador de ese Dios Creador,
se lanza a sus brazos corriendo, con los labios clamando “Padre
Nuestro”, porque no el terror sino el Amor es la fuente de esa
Ley contra la que se estrelló el judío. Y con todo la Ley es la
misma: No robarás, no matarás, no adulterarás...De manera que
no porque Dios se declare Padre y sobre toda su Creación extienda
sus Brazos tenemos su bendición para cometer toda clase de delitos
contra la Tierra, y pecados contra el Cielo. ¿Quién entonces se
atreverá a presumir de ser lo que dice el Apóstol del judío:
Y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que viven
en las tinieblas
¿Quién y dónde
está el hombre libre de todo pecado y delito? ¿Quién sino sólo
Dios puede alzarse como luz en nuestras tinieblas y guiarnos a
los que estamos ciegos? Y sin embargo los judíos primero y los
cristianos luego olvidándose de que sólo Dios tiene la Primera
y la última Palabra declararon infalibles sus palabras y sus pensamientos.
Así que ¿qué diremos? ¿de qué podrán presumir quienes teniendo
el ejemplo de aquéllos a quienes su presunción los condujo a la
ruina presumen de ser luz de los ciegos? ¿Se corresponden las
obras de los cristianos al conocimiento de Dios de quienes tuvieron
en la Teología un circo y en la Verdad un campo de batalla? ¿Si
el fruto del Conocimiento son las obras se puede medir por la
calidad de las obras la luminosidad de ese Conocimiento? El Protestantismo,
la Ortodoxia, el Papado... el que esté limpio de pecado que tire
la primera piedra... Conociéndose por las obras la naturaleza
de la doctrina y por el fruto al maestro ¿cómo puede la luz inmaculada
del Conocimiento Verdadero de Dios engendrar el fruto de la Muerte,
que es el Pecado? Pero si el Protestantismo, la Ortodoxia y el
papado están limpios de pecado... entonces...
Preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en
la Ley la norma de la ciencia y de la verdad
Eso era en verdad
el judío al que hacía referencia el Apóstol, y de eso precisamente
se jactaba y presumía el judío ante los suyos y delante de los
gentiles. Obviamente el judío de nuestros días ni es preceptor
de rudos, ni es maestro de niños, ni tiene en la Ley la norma
de la ciencia y de la verdad. La Historia le ha enseñado cuál
es su sitio en el mundo y bastante tiene con defenderlo. Al cristiano,
más que al judío, debemos aplicarle el cuento:
Tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas
a ti mismo? Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas?
El espejo ha sido
hecho para reflejar la verdadera imagen del original. ¿Se mira
el cristiano en el espejo de la Verdad o en su presunción se mantiene
lejos para no ver cuál es la imagen que se refleja en su rostro:
la de Cristo o la del mundo? ¿Puede ser cristiano quien hace lo
contrario que predica? ¿Ser cristiano no consiste en agradar a
Dios, según lo dicho: “En Ti tengo mi complacencia”? ¿Por qué desjarretó Dios el carro de
la Antigua Alianza, por capricho o porque entre la doctrina y
los hechos del judío se había levantado un abismo? ¿Si el cristiano
opera la misma obra renunciará Dios a su espíritu por amor a quienes
amó un día? ¿Pero Satán no fue hijo suyo antes de adherirse al
Infierno y preferir la Corona del Imperio de la Muerte a la de
un Príncipe sin Corona en el Reino de Dios? ¿No cayeron los judíos
es esta trampa: Creerse que por amor a Abraham les iba a perdonar
lo que no le perdonara Dios a un hijo? ¿Porque el cristiano sea
de Dios tiene un cheque en blanco para transformar su Reino en
un infierno mediante obras hechas en el espíritu del Diablo?
Tú, que dices que no se debe adulterar, ¿adulteras?
Tú que abominas de los ídolos, ¿te apropias de los despojos de
los templos?
Luego la ley humana
mira al delito y la Divina al Pecado. Por el delito no nos hacemos
odiosos a los ojos de Dios, o su Hijo no hubiera bendecido a los
que son perseguidos por la justicia. Pero por el pecado sí nos
hacemos odiosos a nuestro Creador. El delito procede de la necesidad
causada por la injusticia humana; pero el Pecado es una violación
consciente de un sistema social contra el que se siembra la semilla
maligna de la guerra. El delito es una rebelión instintiva contra
un sistema social fundado en la injusticia de unos pocos contra
la voluntad de la mayoría; el Pecado es la rebelión contra un
sistema social que defiende a la mayoría contra esos pocos. Por
esto Dios condena el Pecado y bendice el delito que procede de
la lucha contra la injusticia. Por esto condenó al judío y bendijo
a Cristo. Y en fin
Tú, que te glorías en la Ley ¿deshonras a Dios traspasando
la Ley?
Buena pregunta.
¿Se la preguntamos al Papado? ¿Se la hacemos al Consejo Mundial
de las iglesias Reformadas? ¿Se la enviamos al Patriarcado Ortodoxo?
Cuando con sus obras negaron al Señor al que juraban servir ¿deshonraron
a Dios? Pero pudiera ser que la gloria de Dios y el volumen de
pecado de sus siervos no se encuentren bajo ninguna ley de relación...
En este caso los pecados del Catolicismo, del Protestantismo y
de la Ortodoxia no tiene por qué imputársele a cargo y cuenta
de quienes despreciaron al Señor por sus siervos y siguiendo el
ejemplo de esos siervos no hicieron sino imitar al Señor que vieron
en sus siervos. Pudiera ser también que el Apóstol, en su celo,
se pasase una legua infinita y condenase a la honra de Dios y
al pecado del cristiano a mantener una relación de correspondencia,
relación sin vigor delante del tribunal Divino. ¡Allá cada cual
con su conciencia! Y con todo Dios no perdonó al pueblo judío
en razón del pecado de sus preceptores y maestros; y aún más,
le imputó con infinita más severidad eterna a sus príncipes los
pecados del pueblo, como se ve por los hechos, ya que el pueblo
ha sobrevivido una vez pagado su crimen, pero de sus príncipes
aaronitas no se sabe que exista sólo uno.
Pues escrito está: “Por vuestra causa es blasfemado
entre los gentiles el nombre de Dios”
Dios no puede
mentir. Ni puede permitir que su gloria sea pisada por quienes
se dicen sus siervos. A los pecados de las iglesias se les debe
imputar los de aquéllos que fueron apartados de la Salvación por
esos pecados cometidos por quienes se vistieron las ropas de los
siervos de Dios para cometer sus crímenes y evitar pagarlos ante
la justicia. Así se verá el Día del Juicio. Ay de aquélla iglesia
que no corra a hacer la Voluntad Presente de su Señor sumándole
a sus pecados el Pecado de los pecados: Rebelión contra la Voluntad
de Dios.
El cristiano,
unido a Cristo
¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?
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