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Pablo deseó mucho
venir a Roma
Ante todo doy gracias a mi Dios por Jesucristo, por
todos vosotros, de que vuestra fe es celebrada en todo el mundo.
A finales de los
años 50, fecha aproximada de composición y primera lectura de
esta Carta, la comunidad cristiano romana era conocida en todo
el orbe y su fe era celebrada por todos los demás cristianos.
Tenemos una confirmación de la existencia de una comunidad cristiana
en el decreto de finales de los 40 por el que los cristianos de
la capital fueron obligados a abandonarla o a perder sus bienes.
En otra Carta Pablo habla de algunos de los que siguieron el decreto
y entre darles a los hermanos lo que les pertenecía o al César
prefirieron la primera opción. Esta otra Carta es importante porque
nos da noticias sobre la naturaleza social en la que el cristianismo
empezó a hacerse sitio en la capital, razón de la que le venía
la fama a los romanos. Si los que tenían poco se cacheaban los
bolsillos para ayudar a los hermanos que tenían menos, los que
tenían mucho, los romanos de la capital, cuando se metían las
manos en los bolsillos sacaban en abundancia para calmar las necesidades
de los hermanos que les rodeaban y hasta para socorrer las necesidades
de otras comunidades cristianas más alejadas. ¿De qué otra parte
podía venirles la fama a los cristianos romanos, esa fama reconocida
en todo el mundo? Fama que harían excelente al demostrar con el
martirio lo que ya habían demostrado largamente con los hechos
de una generosidad admirada y celebrada por todas las comunidades
cristianas de la época.
Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu mediante
la predicación del Evangelio de su Hijo, que sin cesar hago memoria
de vosotros
Hay muchas formas,
como vemos, de servir a Dios. Sobre esto hay un episodio hermosísimo
que lo dice todo. Me refiero al de las dos hermanas, Marta y María,
en cuya casa parara un día Jesús, y, mientras la Marta no paraba
la pobre de moverse y atender a todo el mundo, viendo que la María
no se movía de los pies de Jesús se quejó la Marta pidiéndole
a Jesús que le ordenara a la María que se levantara y le ayudara
a hacer algo.
.“Marta, Marta,
tú te inquietas y te turbas por muchas cosas- le respondió Jesús-;
pero pocas cosas son necesarias, o más bien una sola. María ha
escogido la mejor parte, que no le será arrebatada”.
De las maneras
de servir a Dios, como la María, los romanos habían elegido la
mejor. Y Pablo la más dura. ¿Cuál de todos los apóstoles fue entonces
el primero que pisó Roma y sembró en la capital la semilla de
la fe? ¿Cómo se formó la primera comunidad cristiano-romana? No
nos queda sino componer la imagen del puzle mediante las fotos
sueltas. ¿La conjugación de las persecuciones judías anticristianas
y el decreto de expulsión de la capital romana de judíos y cristianos,
especialmente de éstos, no nos permite ver el nacimiento de la
comunidad cristiano-romana como la consecuencia final de la emigración
de los primeros cristianos hacia la capital del Imperio? Perseguidos
a muerte por el fundamentalismo judío, de cuyas filas saliera
el Saulo que fuera enviado a Damasco para comprar el decreto de
extinción de todos los cristianos, ¿adónde mejor que a la propia
capital podían ir y en qué otra ciudad mejor que en la propia
Roma podrían encontrar refugio contra la tormenta de las persecuciones
judías? La ley de tolerancia religiosa que los Césares ejercían
sobre el imperio rota por el fundamentalismo integrista judío,
el destino natural de los cristianos no podía ser otro que Roma.
Estas emigraciones
de cristianos huyendo del terror integrista judío estuvieron sin
ninguna duda en el origen de esa “fe celebrada en todo el mundo”.
Fama que nos da cuenta de la importancia numérica que había alcanzado
la comunidad cristiana en la capital, y explica la naturaleza
de los disturbios en el origen del decreto de expulsión del César
contra todos los judíos y cristianos de la capital.
Suplicándole siempre en mis oraciones que por fin
algún día, por voluntad de Dios, se me allane el camino para ir
hacia vosotros.
Hay un episodio
en la Vida de Jesús, “la madre de los hijos de Zebedeo”, absolutamente
revelador de lo que Jesús entendía y entiende sobre la Primacía
y el Primado. El más grande que sirva a los demás, el primero
que sea el último. Pero no de palabra, no conformándose con monopolizar
el título siervo de los siervos, para luego alzar la voz y decir:
“Un legado suyo, aún de grado inferior, en un Concilio está por
encima de todos los obispos, y puede pronunciar contra estos la
sentencia de deposición”. ¿Estas son palabras de uno que sirve
o de uno que aplasta? ¿Y si aplasta como puede ser el que sirve?
Difícilmente el Pablo que le suplicaba a Dios en sus oraciones
llegar a tiempo a Roma, para estar con los Romanos cuando la Hora
de la Verdad les llegase, podía imaginarse que la iglesia romana
pudiese en el futuro caer en tales abismos de demencia.
Porque a la verdad, deseo veros, para comunicaros
algún don espiritual, para confirmaros,
Las persecuciones
judías habidas hasta la fecha habían sido un juego de niños. La
destrucción de Jerusalén una crónica anunciada el testigo del
anticristianismo sólo podía ser recogido por el César. La locura
de los últimos Césares un escándalo incesante en continuo grado
ascendente de violencia no había que ser profeta para adivinar
de qué mar iba a salir el monstruo que devoraría una generación
entera de cristianos, las primicias europeas, lo más exquisito
de la Viña del Señor en el Nuevo Mundo del momento.
A él, Pablo, menos
que a nadie podía cogerle por sorpresa la capacidad humana para
lanzarse sobre sus congéneres y, anteponiendo el amor a la patria
al amor a la Humanidad, devorar mujeres y niños, padres e hijos,
jóvenes y ancianos. A otros podría parecerles imposible que la
tolerancia religiosa clásica de los romanos pudiera dar un giro
tan brusco contra las leyes del Derecho Imperial. A Pablo, no.
La expulsión de los cristianos de Roma le daba la razón. Esta
vez había sido sólo eso. La próxima vez no sería sólo eso. ¿Quién
iría a Roma a confirmar en la fe al rebaño que caminaba había
el matadero?
Es decir, para consolarme con vosotros en la mutua
comunicación de nuestra fe.
En breve la demencia
del César dejaría libre a la Bestia y convocando a las fuerzas
del Infierno las lanzaría contra las fuerzas del Cielo en la Tierra.
La apariencia de relajación política, producto del regreso del
exilio a Roma de los cristianos, no podía confundir al espíritu
profético que se movía en la comunidad romana. Muy pronto los
romanos iban a tener necesidad de la fuerza de los Apóstoles,
esa fuerza innata al alma hebrea que tantas veces se expusiera
al martirio antes que negar a Dios, su Señor. Como quien cultiva
una propiedad y la implanta en el árbol, de la Vida en este caso,
lo más bello del alma hebrea, su fidelidad a Dios, por obra y
gracia de ese Dios había sido trasplantada a la naturaleza humana,
que se había hecho cristiana para gloria de Abraham y maravilla
de todas las naciones.
No quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces
me he propuesto ir hacia vosotros, pero he sido impedido hasta
el presente, para recoger algún fruto también entre vosotros,
como entre las demás gentes.
La apostolicidad
de un cuerpo sacerdotal implica, como se ve, movimiento. Desgraciadamente,
andando el tiempo, que no perdona a nadie, los jerarcas prohibieron
cualquier movimiento del cuerpo eclesiástico a instancias del
Espíritu Santo, anatematizando y excomulgando a cualquiera que
antepusiera la obediencia a Dios a la obediencia a los patriarcas
... de Roma, Constantinopla, o de Jerusalén, Alejandría o ...
Tiranía contra la libertad sacerdotal que el papado, como el que
más, legitimó mediante los cánones que los cardenales romanos
se sacaron de la manga. Afortunadamente los Apóstoles vivieron
antes que naciera el colegio supremo de los obispos y pudieron
obedecer al Espíritu Santo que movía sus personas para la gloria
de su Señor y Rey nuestro sin caer en la desgracia de la jerarquía.
Se dirá que la prohibición de movimiento vino como reacción a
la vacancia de las sedes. La justificación no nos interesa. Las
medidas que aprovechando esos defectos se tomaron, edificando
sobre esas debilidades un monumento a la opresión, sí nos interesa.
¿De cuándo le prohibió San Pedro a los Obispos el movimiento?
¿O los puso bajo excomunión de obedecer antes a Dios que a su
santa palabra? ¿Cómo sembrarán para recoger fruto si los sembradores
no se mueven libremente por el campo?
Me debo tanto a los griegos como a los bárbaros, tanto
a los sabios como a los ignorantes.
Estaba hablando
a lo humano. O tal vez neciamente. San Pablo propone la fe como
un campo que se siembra, se ara, se vuelve a trabajar y siempre
se está sobre él, para evitar que la cizaña tire, para impedir
que la mala hierba crezca, cortar las ramas secas, curar, injertar.
En fin, el trabajo que le encomendara Dios a Adán, cultivar el
Edén. Trabajo que volvió a encomendarles a los Apóstoles y puesto
que los obispos son sus sucesores, a los obispos.
Cuándo los sucesores
de los Apóstoles les prohibieron a los demás obispos entregarse
al apostolado y les ordenó dedicarse a recaudar dinero en nombre
de Cristo, transformando el cultivo de la fe en un negocio y los
palacios obispales en oficinas de recaudación del dinero extraído
de las naciones cristianas, este cuándo es un misterio.
Así que en cuanto a mí está, pronto estoy a evangelizaros
también a vosotros los de Roma.
Primero dice el Apóstol que va al encuentro de cristianos
para consolarse en la mutua fe. Cristianos cuya fe es celebrada
en todo el mundo, y ahora dice que está presto a evangelizarlos
a ellos también. ¡Qué inteligencia más sutil y fina la del Apóstol
número trece! Confiesa sin prejuicio, declara sin complejos: va
a evangelizar a cristianos ya nacidos. Oh rubor, oh cielos crueles,
la cristianización no acaba en el bautismo, empieza el día después
de las aguas. La fe es el fruto de la Palabra, engendra para formar,
da la vida y la mantiene. ¿Dónde está el malvado que convirtió
el bautismo en el principio de un negocio? Mientras más bautizados
más dinero se recoge. Se predica la palabra, se convierte, y el
bautizado paga por la fe en metálico. Hay muchas formas de sacarles
los billetes. Después de todo la fe es el fruto de la Palabra,
de manera que quien la administra tiene derecho a poner tasas.
Oh cielos, oh cruel rubor, por qué se me enrojecen los huesos.
Convertir a Dios para transformar al hombre en una mina de plata.
¿De qué te escandalizas, alma mía? Es lo que hizo la Humanidad
desde el día que cayó Adán. ¿Qué malo tiene que las iglesias edificaran
a imagen y semejanza del modelo pagano al uso en todas las épocas?
¿Existía alguna prohibición en contra?
Argumento de la Epístola
Pues
no me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud
de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego
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