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LA JHISTORIA DE LOS PAPAS

CAPÍTULO UNO

PRIMERA NEGACION DE CRISTO

I

León III (795-816) Anales de un Hechicero

En el año 800 un crimen contra el Cielo fue cometido en la Tierra. Acortando el resumen lo más breve: el obispo romano le dio al mundo occidental cristiano un rey distinto al Rey que le diera Dios.

Es casi imposible entender la ejecución de un acontecimiento del todo tan innecesario para la existencia de la Iglesia como la Coronación de Carlomagno sin acudir a factores tanto humanos como no humanos. Por el lado humano comprender que quien debe glorificar a su Señor sobre todas las cosas, antes y después de todas las cosas, ayer, hoy y siempre, fuera ése precisamente quien, despreciando la Corona Universal de Jesucristo, por obra y gracia de Dios devinido el Mesías, es decir, Rey Universal y Único de la Creación entera, ése mismo, siendo obispo romano, despreciara la Elección de Dios, en virtud de la cual fuimos todos los seres liberados de la Obediencia a cualquier criatura, sea quien sea, llámese como se llame, provenga de donde provenga, y sujetos exclusivamente y particularmente al Señor y Rey de todos los Pueblos de la Creación de Dios ante nadie, ni ayer, ni hoy ni nunca, los hijos de Dios doblemos nuestras rodillas, excepto ante el Trono de Dios, y precisamente porque fuera ése quien utilizando la espada de Carlomagno, en lo material, y las Llaves del reino de los cielos, en lo espiritual, bendijera la rebelión contra la Corona del Mesías sempiterno, bajo pena de muerte, de un sitio, por la espada material, y de condenación al infierno, en lo espiritual, del otro sitio, obligase al pueblo cristiano a doblar sus rodillas ante una criatura de barro, polvo que se desvanece al sol del Tiempo, y porque ése que se rebeló contra la Corona Universal de su Señor reclamaba para sí los Títulos de "santo padre", "divinidad", etcétera, títulos por los que el Diablo se lanzara en rebelión abierta contra Dios Padre, y porque fue el obispo de Roma quen cometió tal ofensa contra el Cielo y la Tierra: la Coronación de Carlomagno supuso un escándalo de tal magnitud que se hace imposible pasar de largo volviendo la cara para otro sitio.

Se nos objetará que esa Rebelión fue el pan de cada día desde que Constantino hizo las paces con el cristianismo, y que esta rebelión de los sucesores de los apóstoles contra el Mesías Universal era por aquel entonces un hecho consumado en la iglesia bizantina, y nadie se escandalizaba por el invento bizantino de "servir a dos señores" sin causar en la Sabiduría de Dios un agujero negro. Le responderemos a estos objetores que por el fin se descubre la naturaleza de los hechos, y habiendo predeterminado Dios la Caída del Imperio Romano, en su totalidad, cuando su Juicio entró en escena la ejecución aplastó entre sus escombros a esa misma iglesia bizantina, demostrando Dios que el pecador triunfa por el tiempo que dura su paciencia, pero una vez que se colma el vaso y se derrama, la Sabiduría sigue su camino y, como la Naturaleza embravecida no conoce más ley que la propia, y sería de locos llevar a los tribunales a la atmósfera, acusada de delito contra la humanidad, por enterrar bajo sus aguas poblaciones enteras, siguiendo esta verdad omnipotente la Sabiduría borró del mapa a los inventores del servicio a dos señores.

Observamos que la Iglesia Europea Occidental se mantuvo firme en el Designio Apocalíptico Divino contra el Imperio Romano, y, si estudiamos detenidamente el movimiento desde Nerón a Constantino y desde Constantino al último emperador de Occidente, observamos cómo, aún andando con el Emperador, la Iglesia Católica se mantuvo al margen del Imperio y se dedicaba a lo único que procedía: poner las bases sobre las que "el día despúes" comenzaría el Reino de Dios su andadura hasta alzarse a los dos lados de las aguas de la Tierra, entendiendo el Pacífico por estas aguas, como actualmente vemos y así consta en los anales de la Historia Universal desde el mismo día que naciera la Edad Moderna.

¡Cómo pudo perder la Fe en el Todopoder del Rey del Universo aquel obispo romano ante el peligro del Islam batiendo costas italianas!, y, ¡en qué se basaba su confianza para babear de aquella manera ante la idea de devenir el Amo y Señor de Italia!, y, ¡cómo pudo el obispo romano consumar un acontecimiento que le significaba nada a la existencia de la Iglesia en tanto que Esposa del Señor y rey del Cielo, excepto haber encontrado la forma de hacer pasar el elefante por el ojo de la aguja!

Recordemos los hechos.

En el año 33 de la misma Era el Dios de la Eternidad le dio a todas las naciones cristianas del futuro un Rey, su Hijo Jesucristo, de manera que nadie en el Cielo o en la Tierra, nadie, tuviera nunca que llamar rey y señor mío a un semejante. Pero en el 800 de la Primera Era de Cristo, tentado por la Muerte con el fruto dorado del poder teocrático, el obispo de Roma liberó a todas las naciones cristianas de la obediencia al Rey de la Eternidad y puso a la Cristiandad a los pies de su nuevo señor y amo, el rey de los Francos, Carlo Magno, un bárbaro, un animal sin el menor conocimiento de las cosas divinas, pues de haberlas tenido jamás hubiera aceptado la rebelión contra la voluntad de Dios que le ofrecía el obispo romano. Este era el milagro: La Resurrección del Imperio Romano de Occidente por obra y gracia del obispo romano.

Y éste su Pecado, pues contra la Ley de Dios : "Nadie puede servir a dos señores, a dos reyes", la Iglesia Romana puso a los cristianos bajo el reinado de Carlo Magno, despreciando así la Ley de Dios, el Único Señor y Rey de toda la Cristiandad. Se me dirá, sí, pero los Cristianos habían estado sujeto a coronas desde el principio. Desde Constantino el Grande hasta Clodoveo, sin dejar atrás la corona de los Visigodos Españoles ni de los Ostrogodos Italianos, todos, sin excepción, los mismo Españoles que Franceses, Alemanes, Ingleses e Italianos, todos habían estado bajo la ley de una monarquía u otra. ¿Qué tenía de anticristiano la Coronaciónde Carlomagno?

La respuesta no puede ser más directa. Por supuesto que el cristianismo nació bajo condiciones imperiales y la destrucci´n del Imperio Romano de Occidente trajo en sustitución del cetro romano diostintoas coronas bárbaras. pero impuesta a la fuerzas en Obediencia al Mandato Divino, que ordenada la Separación de la Iglesia del Estado, y la sujetaba a su Señor con el Vinculo de la Cabeza al erpo, siendo Jesucristo el Rey de las iglesias la Iglesia se abstuvo en la participaci´n de la permanencia o cambio de aristocracia durante los siglos que fuueron desde Constantino a Carlo Magno, dejando en las manos de Dios el Futuro de la Libertad de las Naciones Cristianas y su Obediencia a la Corona del Rey Universal Sempiterno, Dios Hijo Unigénito. En Obediencia a su Rey y Señor la Iglesia Católica Cristiana, en unión con el Jefe del Magisterio de los Obispos, se abstuvo de implicarse en la sucesión de las coronas, dejando en las manos de Dios la abolición de todas ellas y la sujeción de todas las Naciones a la Corona del rey Divino.

Regresando a la Escritura, Dios había dado a conocer su sentencia de muerte contra el Imperio de los Césares en el célebre pasaje del Apocalipsis que habla de la Gran Ramera, la Gran Babilonia, etcétera. Y es que, que un padre deje de pedir justicia sobre los cadáveres de sus hijos, tomando esta relación padre-hijos como la existente entre Dios y los Primeros Cristianos, es, de todas todas, una perversión, primero, del Derecho y, segundo, de la concepción de la Ley. Y acorde a la Veracidad de dicha Paternidad, Dios juró por su cabeza, dejando escrita su Palabra en su Libro, que la Gran Ramera, la Roma de los Césares, se hundiría sin salvación posible. De manera que a las iglesias lo que les tocaba era poner los ojos en el "día después".

Conociendo "la Parusía", es decir, el apertura de la Edad de las Persecuciones contra el Cristianismo, los hijos de Dios de nuestra Raza levantaron sobre el fundamento puesto por el propio Jesucristo en vistas "al dia después de la parusía". La Parusía consumada, y en el dolor inmenso de ver la sangre de sus hijos regando las arenas de los circos, Dios juró por su gloria y nombre que ese Asesino, ésa Gran Ramera, Roma Imperial, se hundiría hasta el mismo infierno. Y, mirando a ésa ejecución irrevocable escribió a sus iglesias pidiéndoles que se apartaran de "la Gran Ramera" no sea que, siendo el designio de Dios irrevocable, hallándose aún bajo su techo perecieran entre las ruinas del Imperio.

Pero como la locura no es una patente exclusiva del Diablo la iglesia de Oriente creyó haber encontrado la piedra filosofal con la que hacer desistir a Dios de su Designio, y haciendo del emperador de Bizancio su amo y señor, burlando de camino la Palabra de su Hijo, la que dice que nadie puede servir a dos señores, creyeron los Ortodoxos poder borrar del Libro de las Profecías la Sentencia contra el Imperio Romano.

Y locura la de la iglesia Ortodoxa Bizantina, por muchas razones. Primero porque pedirle a un padre que no pida justicia sobre el asesino de sus hijos es, la verdad, ser cómplice del crimen. Y segundo, porque siendo Dios quien había hablado, era locura total, no ya permanecer bajo el mismo techo del emperador de oriente sino, meterse en su propia cama. El Juicio de Dios contra la iglesia Orotodoxa Bizantina demostró con su severidad lo que reflejan estas palabras.

Pero la Iglesia Católica se mantuvo al margen del Imperio, aún habiendo sido seducida por Teodosio el Grande con la Idea de una Teocracia compartida, y mantuvo la Fidelidad al Juicio Divino, que le pedía no inmiscuirse entre la Justicia Divina y el Imperio. Y observamos que Dios cumplió su Palabra, el Imperio de los Romanos fue demolido, y el Día Después se hizo. Y habiendo vivido para enfrentarse a este "día después" la Civilización le debe su Resurrección única y exclusivamente a la Iglesia Católica, y de aquí que la Civilización sea Cristiana, y el día que deje de serlo dejará de ser Civilización. Lo cual nos lleva, evidentemente, a la Idea de lo que sea la Civilización, si un prostíbulo en el que el Dinero es Dios y regula la paz y la guerra, o un Reino en el que la Verdad es el Fundamento y la Raiz de la Ley. Algunos abogan por el revival de la civilización como un prostíbulo donde todos se acuestan con todos y el dios de todos es el Dinero, y lo llaman Alianza de las Civilizaciones. Otros abogamos por una Alianza Cristiana regulada por la Verdad como Fundamento de la Justicia. Esta tensión, sin embargo, existe desde que los Bárbaros quisieron, contra Dios, y porque fuimos bestias, resucitar la Idea de la Civilización acorde al Imperio que ellos mismos echaron abajo.

Esta presión, yendo en aumento, fue la que determinó la naturaleza del juego de fuerzas que arrastró al obispado romano a aceptar como buena la idea que sus predecesores despreciaron por contraria a la Sabiduría de su Señor, no otra que la Idea de la Teocracia Compartida que le pusiera en las manos a la Iglesia de Occidente aquel Teodosio el Grande.

El hecho es que la Roma de los Césares se había hundido bajo el peso de sus crímenes contra los Primeros Cristianos, según lo anunciara el Señor Jesús en el Libro de sus Profecías. Y de repente, cuando nadie se lo esperaba, porque nadie podía creer que aquel que a sí mismo se llamaba Sucesor de San Pedro se atreviera a hacerlo: ¡coger las llaves que abren las puertas del Cielo y convertirlas en espada del Infierno!, el santísimo León León León -porque no uno sino hasta tres leones llevaba dentro- desenterró lo que Dios enterró, ¡el Imperio!, demostrando contra Dios que el Sucesor de San Pedro era más que Dios. Dios resucitó a un hombre, pero el Papa, ¡el Papa resucitó un Imperio!

Bajo la protección de su nuevo rey y señor aquel Santo Padre vivió otros dieciséis años. Y pues que todo el mundo conoce la letanía de crímenes que expió aquel siervo de la Muerte, al quitarle a Jesucristo lo que le diera su Padre, no voy a elevar del Infierno la memoria que en el infierno duerme. Su nombre era León, su número el 3 de su especie. He aquí una biografía romana sobre tan santo varón.

San León III

Notas de C.R.: Según avanzemos hasta donde el estómago nos permita el aguante de las náuseas iremos notando cómo la ignorancia de los historiadores oficiales de la iglesia romana brilla desde el principio, de manera que a sus santos criminales no les asigna a ninguno de ellos fecha de nacimiento. Es más, para encubrir los divinos delitos de sus amos esta ignorancia se hace más manifiesta en correspondencia al número y la gravedad de sus crímenes, como si dijéramos que existe una ley de correspondencia entre la necesidad de silencio y el imperio de la ignorancia, cuya igualdad hubiera de dar lugar a la lobotomización de las masas católicas, justificando de esta manera odiosa el obispo romano lo que Dios no excusó en el propio Diablo.

También, y todo es bueno decirlo, sujeto el mundo cristiano entero a la ignorancia, el hecho de salir a luz la historia de los crímenes de aquellos que debieron ser imagen viva de Cristo entre nosotros no implica más que el efecto debido al conocimiento, sin el cual es imposible que pueda haber un criterio justo y preciso sobre la naturaleza de las fuerzas puestas en marcha contra la Unidad de las Iglesias. Basta abrir la Enciclopedia Católica para contemplar con los ojos de la cara cómo el delito fundamental en la base de la transformación del obispado romano en rebelión abierta contra el Rey del Cielo -aunque en la ignorancia del delito cometido- es el punto de arranque de la justificación de unos hechos delictivos que, si en cualquier persona humana bastaran para mil cadenas perpetuas, en el obispo romano son perdonados, absueltos y, por consiguiente, expuestos como modelo de conducta para sus sucesores, algo que se demostrará en los siguientes capítulos sin necesidad de recorrer todo el espectro.

Aquéllos que debieran conocer más que nadie estas cosas, abren la bío de este rebelde contra la Elección del Rey Universal, diciendo:

“Fecha de ancimiento desconocida. Muerte: el 816”.

Es decir, conscientes de estar comulgando con una rueda de molino pasan lo más rápidamente posible por el tema buscando no contagiarse con las memorias de alguien sobre el que pesara delito de hechicería y asesinato en serie de todos sus rivales, cuya muerte, sin embargo, justifican, demostrando con esta justificación que la justicia no es ... pero entremos en detalles.

El 26 de diciembre del 795, el mismo día en que fue sepultado Adriano I, elegía Roma por unanimidad a su sucesor. León III fue coronado a la mañana siguiente; e inmediatamente el nuevo Papa envió a Carlomagno, junto con la noticia de su elección, las llaves de la tumba de San Pedro y la enseña de Roma, dando a entender así, inequívocamente, que reconocía su título de Patricio de los Romanos y su supremacía real. (En cristiano, para entendernos, que se bajó los pantalones y puso su culito al servicio de su majestad. ¿Temió el Papa que ciertos rumores malévolos hubieran indispuesto al rey de los francos contra su elección llena de gracia?) Supuestos sobreentendidos desde la respuesta del monarca podrían hacerlo pensar: «Mantened con firmeza los santos cánones de los concilios -les recomendaba el rey a los mismísimos cardenales y obispos,- es decir, ¡a Cristo!- y poned todo vuestro empeño en permanecer fiel a las reglas de Vuestros Padres, a fin de que brille vuestra luz entre los hombres». (¡Qué sabio el bárbaro, ni el propio Salomón!). Aquella prisa que se dio León por asegurarle al rey su deferencia le indispuso gravemente con los amigos de su predecesor, que tan susceptible se había mostrado en lo tocante a las prerrogativas sobre los Estados de la Iglesia. Interpretaron dicho gesto como una provocación, justificando así una hostilidad cada vez más enconada. Hasta el extremo de que, en el año 799, durante una procesión, se arrojaron sobre el Papa, intentaron arrancarle los ojos y cerca estuvieron de asesinarle. Aunque seriamente maltrecho, consiguió León escapar y refugiarse en Paderborn, poniéndose allí bajo la protección de Carlomagno. Éste le facilitó su regreso a Roma con una gran escolta, y no tardó en seguirle en noviembre del año 800 para restablecer el orden y castigar a los culpables. (Cómo no. París bien merece una misa, dijo uno. Y Roma la violación de la madre de Dios, dijo otro. ¡Ay ay cuando el Hijo de esa Señora venga y comience a juzgar por las palabras, los pensamientos y las obras a cada uno de sus siervos! Mejor no verlo. Por nada del universo me quisiera ver ese día bajo la sotana del obispo de Roma).

Y bueno: Comenzaba el invierno. Carlitos estaba en Roma disfrutando de la bondad relativa de su clima, cuando a León tercero le llegaron rumores, procedentes de Bizancio, que él entendió en el sentido de que el trono imperial había quedado vacante. Persuadido de que volvía a corresponderle al Papa la facultad de disponer de la corona -y quizá contento en su fuero interno por poder engallarse frente a Bizancio- León III preparó con toda resolución un gesto espectacular. El día de Navidad, cuando Carlomagno y todo el pueblo se hallaban en la catedral, el Papa -inesperadamente- puso una corona sobre la cabeza del monarca, se prosternó ante él e invitó a la multitud a que aclamara al nuevo emperador. (Lo de inesperadamente viene tan inesperadamente como el fraude de la Donación de Constantino. ¿Pero quién es el demonio que se escandaliza de las diabluras del diablo?). El Santo Imperio Romano acababa de nacer como una resurrección -en el ánimo del Papa- de aquel Imperio desaparecido en el 476. Sin embargo, el gesto del pontífice era ambiguo. León se atribuía el derecho de consagrar al emperador, lo que le situaba por encima de él. Carlomagno no se dejó confundir y, aunque en aquellos momentos no lo exteriorizara, no le gustó lo que hizo el papa. (¡Pobrecito, un pañuelo para el Salomón de los Francos! ¿No habéis leído jamás la historia de los Carlitos Ripuarios? Eran unos angelitos. Un día que me encuentre a gustito en mi sofá sin respaldo os voy a traducir las gestas de los Carolingios. Aunque si se mira para atrás y se saca billete para la película de los Merovingios la de los Carolingios ya no resulta tan divertida. Es una pena que en un mundo regido por editores a cual más piiiiiiiiiiii... los Césares se lleven los gritos y los Bárbaros el silencio). Pasado el tiempo Carlos diría que de haber podido prever lo que iba a pasar no hubiera puesto aquel día sus pies en la Iglesia. (¡A otro circo con ese chiste, payasos!). Muchos historiadores afirman, por el contrario, que la coronación estaba perfectamente convenida y que lo único anómalo, fue que el Papa precipitó el momento de realizarla... (¿Tenía prisa por evitar que Carlitos se echara atrás si comprendía que al investirse rey de los cristianos destronaba a Jesucristo? Además, a un bárbaro lo que le convenía era matar, matar, matar, no pensar. Pensando llegaría al "Pienso, luego existo" y se armaría la guerra mundial).

El Papa había ido demasiado rápido. (Así dice el histortiador mercenario lamiéndole el culito a su “divinidad el santo padre”. Leed:) Si se hubiera informado mejor habría sabido que Bizancio seguía teniendo su emperador. Carlomagno tendría que darse por satisfecho con ser solamente emperador de Occidente. (¿Quién es el tonto?).

Todo el episodio viene a demostrar que el Papado no se resignaba a renunciar a la vieja idea de una Iglesia imperial. Quiso León recrearla en el instante en que sus relaciones con Bizancio eran más débiles que nunca y lo que hizo fue provocar un problema dramático: el establecimiento de unos lazos funestos que contenían el riesgo de atar a la misma Iglesia. Y una vez trabada tardaría siglos en soltarse. (¿Un problema dramático? Puaf, una rebelión contra Dios y su Rey un problemilla entre cagada y meada. Esos cronistas vaticanos...).

León III vivió dieciseis años más desde la Navidad del 800. (Así cualquiera). En el año 804 León III franqueó de nuevo los Alpes para entrevistarse con Carlomagno en Francia, en Aix-la-Chapelle. (Je t´aime Charles, je t´aime, mon amour, ne me quitte pas, je suis á toi, ne me quitte pas... Qué malo que soy. Os dejo con los amigos más fieles -¡quién dijo que el perro es el amigo más fiel del hombre!- de aquel Papa). También reforzó las relaciones con los cristianísimos reyes de Inglaterra. Y… blablablblablablabla… no hubo templo que no se beneficiara de su inclinación por las restauraciones… blablablablabla... León falleció en la Ciudad Eterna - moriturum te salutam... el 12 de junio del 816, y la Iglesia dedicó este día para honrarle como santo.

 

No habéis caído en una trampa. Sólo que esto, llamarse "el primero de los cristianos, el único que por derecho es verdaderamente católico y arrodillarse ante un hombre de carne y hueso", la verdad, me revuelve las entrañas. Tal vez el padre y la madre de un monstruo no vean a la criatura con los mismos ojos que los familiares a los que ese monstruo les devora sus hijos. Tal vez desde el punto de vista de los familiares de esos padres se deba disculpar al monstruo en razón de sus padres. Queda muy bonita la misericordia para el diablo. Pero Dios, y aunque el mismísimo Satán era hijo suyo, ante la enormidad de su crimen no dudó en firmar contra la Serpiente que Satán llevaba dentro sentencia de destierro eterno de su Reino. Así que no enfrentemos el amor a Dios con la Verdad.

En la brevísima bío del santo padre León III que acabáis de leer sus crímenes y matanzas no han sido tocados. Cuando lleguen no penséis que las víctimas fueron todos unos malvados que se merecían que los masacraran. Fue la Iglesia Católica Italiana la que se levantó en rebelión para deshacer lo que el duetto León-Carlos fabricara. En breve tocaremos este asunto. ¿O no os rebelareis vosotros contra la Unción de un rey sobre vosotros una vez que Dios os ha dado a todos su Hijo por Rey Universal y Sempiterno? Si tenéis agallas para conocer la verdad, seguidme. Si preferís lo malo conocido a lo bueno por conocer, el infierno os pertenece, no seré yo quien os lo arrebate.

Nuestra querida E.C., modelo de deontología profesional para la Historia, nos dice que:

"Empujados por los celos, por la ambición o por sentimientos de odio y venganza, un cierto número de parientes del Papa Adriano I urdieron un plan para hacer a León indigno de ejercer su sagrado oficio".

Dignos criados de su amo romano, estos cronistas al por mayor y a sueldo del Vaticano pasan por alto el detalle básico, primordial, trascendente alrededor del cual girarían los crímenes de este Papa y de sus inmediatos sucesores contra sus propios hermanos en Cristo, los Obispos, o se supone que debían serlo.

La iglesia romana, espina dorsal de la Iglesia Católica, Cuerpo de Cristo, había sido liberada de cualquier sumisión a un poder imperial humano gracias a la Caída del Imperio de los Césares. La sumisión de este Papa, elegido por los propios Francos para sacralizar su Imperio, no podía sino causar entre los obispos católicos italianos un escándalo de inmensas proporciones. La historia de la sucesión leonina pone de relieve la guerra civil entre el obispo latino-romano contra una iglesia católica italiana que, obedeciendo a su Cabeza, Cristo, no podía permitir que donde Dios puso Rey el obispo romano quitara y pusiera emperador.

Sobre este detalle básico ningún historiador oficial entra ni a saco ni sin saco, siendo empero esta contienda obispo latino-romano versus iglesia católica italiana la clave de todo el proceso. Comulgando con el diablo, pues, los historiadores vaticanistas justifican la masacre ordenada por el “Santo Pontífice” tras la muerte de su rey y Amo, diciendo: "Una nueva conspiración se formó contra él, pero en esta ocasión el Papa fue informado de ella antes de que llegara a un punto crítico. Ordenó que los cabecillas de la conspiración fueran detenidos y ejecutados".

La primera conspiración acabó con el exilio de todos los conspiradores gracias al freno que el emperador puso a la cólera de su todopoderoso siervo. Muerto el señor su criado se encontró con las manos libres para despachar al infierno tantos cuantos obispos, cardenales y demás simiente maldita -según su manual de entendimiento divino le impuso a su conducta- quiso. Matanza que no acabó con la ejecución de tan divinas cabezas. La conspiración era italiana en su conjunto. Y porque la Independencia robada por el obispo romano en unión a que los ejecutados eran sus familiares, la nobleza se alzó en guerra. Que perdió bajo los cascos del Defensor y Protector del Rebelde a la Corona de Jesucristo, cuya Universalidad había sido perdida en favor de la de su Siervio Rebelde: el Obispo de Roma.

Dicen los jueces misericordiosos de semejante “papa” homicida, hechicero también según cuentan otros, que la generosidad de la que hizo gala León antes de morirse, se debió a los tesoros que Carlomagno puso en sus manos como recompensa a la legitimación de su delito contra el Cielo. Muy generosos son los historiadores oficiales del obispado romano. Hacen de la memoria olvido y ocultan bajo su misericordioso juicio que el exilio, a que condenara el “Santo Padre León III” a cardenales y obispos italianos rebeldes a la Coronación del Franco, fue seguida de la lógica privatización a su favor de todos sus bienes y riquezas, que no debían ser pocas dada la indisoluble unidad entre la nobleza y la iglesia italiana. Expropiación contra los obispos y nobles de esta segunda revuelta que, aunque tuviera por beneficiario al vencedor directo, en ningún caso podía dejar fuera del despojo y repartición al “santo padre”. Un santo en toda la regla, como se ve. Razón por la que fuera canonizado en el 1673 por un admirador, el Papa Clemente X.

Este Clemente, según su bío, fue un viejo medio chocho que, más santo que el Juez Todopoderoso, se limitó a bendecir y santificar a diestro y siniestro, de esta manera cerrando cualquier crítica contra sus predecesores. Una vez santificado aquel Hechicero al servicio del rey de los Francos, y el delito de crítica puesto bajo pena de Infierno, a ver quién era el gracioso que se atrevería en el futuro a denunciar el Complot criminal por el que el obispo de Roma se alzó sobre toda la Iglesia Católica, después de acabar con la iglesia italiana, deviniendo de esta forma Cabeza Espiritual del Mundo Cristiano, ejercicio que sólo le corresponde al Unigénito Hijo de Dios. Ya veremos en el futuro inmediato cómo excusa este Delito su sucesor vivo. Será interesante ver al obispo romano justificar ante el Tribunal de los hijos de Dios el haberle sustraído a Jesucristo la Obediencia sempiterna de todos los cristianos, para ponerla a los pies de un humano. Esta Sustracción y ninguna otra causa fue el origen de la guerra civil entre la iglesia romana y la iglesia italiana, que acabara ganando la primera mediante la conversión de su jefatura sacerdotal en un arma asesina de la mejor escuela pagana. Sus sucesores, sin embargo debieron seguir aplastando obispos y cardenales rebeldes a la legalización de la Sustracción Romana.

Y es que, negándose a sí mismos los Cronistas del Papado, si al principio dijeron que León III fue elegido por unanimidad, enseguida ante el escándalo de sus crímenes, quedando sus culos al descubierto, la verdadera puerta por la que se entraba en la Escuela de Historiadores del Vaticano, y no sabiendo cómo ocultar la muchedumbre de sus crímenes y la guerra civil por la Independencia de Italia y la Corona de Jesucristo, por parte de nobles y obispos italianos, los perros vaticanistas pasaron, y siguen pasando, de largo lo más rapido posible por un acontecimiento cuya naturaleza se les escapa y cuyas consecuencias no eran su asunto.

Ahora bien, nadie interprete este juicio por sentencia. Que el crimen le cause náuseas a quien, a pesar de sus defectos, ama al Espíritu de la Verdad sobre todas las cosas, tal cual al Cristiano Verdadero la Obra del Diablo le causa, sin necesidad de Deber, mediando únicamente la Naturaleza de la Fe, por sí solo sufiendo antela Obra del Diablo, una repugnancia indescriptible, es sólo natural. Lo que no es natural es que el criminal pida para sus crímenes complacencia, porque fueron hechos en nombre de la Iglesia, lo cual es decir que Jesucristo impuso por obra de su Doctrina la pena de Muerte contra todo el que se alzara contra las obras de sus Discípulos, fueran éstas o no fueran hechas acorde al espíritu de Dios y sí o no a imagen de las obras del Diablo.

Existen distintos modos, pues, de entrar en el tema de la Historia de la iglesia romana. Una es, como ya he dicho, con el culo al aire y dispuesto a todo con tal de vivir como perro comiendo la miseria que se le cae de la mesa de la gloria de su amo, los Cardenales y Papas romanos, y la otra es la de quien amando la Verdad sobre todas las cosas y sabiendo que Dios es Verdad, en ejercicio del Espíritu de la Inteligencia de quien es engendrado en la Fe para la Gloria de su Creador, se atiene exclusivamente a la Sabiduría en desprecio, tota y absoluto, de toda Teología de Justificación del Crimen.

Es desde esta perspectiva que, con el Libro de la Historia en una Mano, y con el Libro de Dios, en la otra, se sobreentiende, sin espacio a la Duda ni a la Discusión, que el Argumento en la Base de la Bío Criminal de León III tuvo como Tema la Independencia de Italia, de un sitio, por parte de la Nobleza Italiana, que se perdía con la Coronación del Francés, y de la Libertad de la Iglesia al Servicio de su Rey y Señor, Jesucristo, puesta a venta por el Papa al rey de los Francos, con la cual el Obispo Romano cometia un Delito contra la Ley De dios expuesta, a saber : "Nadie puede servir a dos señores", es decir, a dos reyes.

Sin darle orejas a este Argumento, en orden a lo cual la estructura vaticana le cortó las orejas a todos los católicos, es imposible entender la perversion en la que cayera el obispado romano, hasta entonces recorriendo la línea enre el bien y el mal como el que hace equilibrio en la cuerda floja pero siempre manteniendo la Obediencia a la Ley de Dios de un Único Señor, un Único Rey, como norte de su conducta.

Italia era soberana desde el nacimiento de Roma. La Caída del Imperio de los Césares sucedida, en cumplimiento a la profecía Apocalíptica, no había cambiado en absoluto el status quo de soberania del Italian sobre su prpia tierra, si bien ñésdta habia quedao a merced de las hordas invasoras que de cuando en cuando asolaban su territorio. A la postre los Ostrogodos se quedaron, y más tarde los Lombardos y los Bizantinos se repartieron la Península, si bien en estado de Invasión y jamás en estado de Integración como sucediera en Francia con los Francos y en España con los Visigodos. Los Italianos se mantuviern en estado de Guerra de Reconquista desde que cayera el último de los Césares, el Obispado Romano, quien no lo diga no es justo con la Verdad, a la cabeza del movimiento de la Libertad de Italia. La Italianeidad del Papado desde León I hasta Gregorio I es harto famosa y lo dice todo sobre la relacion entre los poderes italianos y el obispado romano.

Frente a Ostrogodos, Bizantinos y Lombardos el Papado fue el garante de la identidad Italiana. Tanto es así que la identificación es nacional, deviniendo el Obispado Romano propiedad de la Nueva Nación de los Romanos. Una Nación que buscaba su Nuevo Status Quo en el Futuro después de la Caida y mirada su Futuro desde la Posición Central que le daba la Condición Espiritual del Obispado Romano en el seno de un Obispado Católico Internacional en continuo Crecimiento. La relación Pueblo Italiano-Obispado Romano se había reflejado en la Lucha por la Independencia Romano-Italiana desde las Invasiones hasta los días de los Merovingios. Con la Caída de los Bizantinos y el Declive de los Lombardos el pueblo italiano y la iglesia romana veía delante de sí grandes días de libertad y proghreso. Aunque el obispado romano había bendecido el traspaso de la Corona de los Francos de los merovingios a los Carolingios, esta bendición no había atentado jamás contra la Independencia italiana, al contrario, le había buscado un protector, por así decirlo. De todos modos la nobleza secular y laica ítalo-romana se mantenía a la guardia ante la potencia en aumento del reino de los Francos. La lucha de los Francos contra los Lombardos había sido realizada bajo la bandera de la libertad eclesiástica. Los Francos entraban en Italia, reestablecían el orden en defensa del Papado contra los Lombardos, y regresaban a sus cuarteles. El peligro de una Invasión permanente estaba en el aire, y ahi se podia quedar siempre mientras el Papado y la Nobleza Italiana actuasen como un sólo hombre. Pero ¿qué pasaría si una facción itaiana buscase su apoyo en la corona de los Francos con el objeto de alzarse absoluta sobre los poderes de Italia? ¿Y si el que lo hiciese fuese un poder eclesiástico?

Estamos hablando de Guerrra Civil. Italia no se sometió jamás a los pueblos que asentaron sus ejércitos en su territorio No se casó con el Ostrogodo, no se casó con el Bizantino, y se mantenía en reconquista contra el Lombardo. El único apoyo de Italia había sido el Papado, con el que Italia se habia hecho una sola cosa. La influencia material y espiritual del Papado habia hecho del Obispoado Romano un Poder entre los poderes de Italia, pero un Poder tan íntimamente ligado al Interés Nacional Ítalo-Romano que ni en el más malo de los sueños se le ocurrió a la Nobleza, secular y laica, que el Papa pudiese vender la recién estrenada Libertad Italiana, una vez los Lombardos vencidos, a cambio de un Poder Absoluto.

En el orden de la política carolingia, la sujeción de la Península Itálica a la Corona Franco-Germana, vista la naturaleza republicana de las Ciudades-Estados Italianas, enemigas todas de la Monarquía y amantes apasionadas del Estado Republicano, representado en el Papado Romano, que a sí mismo se consideraba "una República", la Adhesión de Italia a la Corona Carolingia únicamente se le presentaba posible a Carlo Magno bajo la ley de una Teocracia Pontificia cuyo brazo armado sería el Emperador. Lo cual implicaba, por necesidad, la Coronación Imperial. Y como efecto colateral, la masacre de la Nobleza Italiana, secular y laica, que habria de levantarse contra la Adhesión de Italia al Imperio.

Lo que Carlo Magno concebía era un golpe de Estado. Su realización exigía la elevación al obispado romano, cabeza material y espiritual de la Nobleza Italiana, de un Papa títere dispuesto a venderse al Diablo por el Poder Teocrático Absoluto que recibiría como Treinta Monedas de Plata en pago. La elección, ciertamente, tenía que recaer en un sujeto sin escrúpulos, un "italiano" que no le temiese para nada a los actos criminales que en defensa de su Corona Pontificia habría de ejecutar contra Obispos y Nobles de Italia. Tal había de ser el hombre elegido por el Carlos de los Francos para suceder al último de los Obispos Ítalo-Italianos "republicanos". Ahora bien ¿encontraría Carlo Magno entre la Nobleza Romana un italiano vero dispuesto a hacer de Judas?

El nombre del padre de su elegido, Atyuppius, de un sitio, y del otro el silencio del Libro de los Papas sobre la raiz italiana del futuro Papa, dejan en claro que conociendo Carlo Magno que ningún italiano vero se aprestaría a vender Italia a los Francos a cambio de una Teocracia Imperial Títere buscó entre la miseria al gusano que habría de transformarse en la Mariposa del Siglo, el tal Atyuppius, un santurrón beato, sacerdote, a sueldo del Obispado Romano, sin futuro en la Curia, y en consecuencia, libre del peso de la historia, se dedicaba al oficio espiritual cristiano, repartir limosnas, curar almas, etcétera etcétera. Un santo, el títere perfecto al que apoyar desde el anonimato, vestirlo de popularidad con los tesoros reales, todo bajo la mesa, hasta hacer posible lo imposible, que un inmigrante, un don nadie, se alzara como Papa.

Cuando, pues, el Italiano vero, secular y laico, descubre la traición del Nuevo Papa, es ya demasiado tarde. La Coronación del rey de los Francos como Emperador significaba la Adhesión de Italia al Imperio de los Carolingios. La Independencia durante siglos mantenida a sangre y fuego contra todo tipo de invasores y conquistadores del momento, es en un segundo volada por los aires. El pago del Emperador al Papa era la "corona material de Italia". No es extraño, en consecuencia, que antes de que el Pacto de este Judas se firmase con la Coronación Imperial, la Nobleza, secular y laica, se alzase contra el Papa Títere del Franco y alzándose contra él le sacasen los ojos, la lengua y hasta el corazón. El Delito era de Traición contra la Independencia de Italia y Rebelión contra la Corona de Jesucristo. El Papado pasaba a servir a dos señores.

Que León III era un Judas se ve de la absurda historia de su milagrosa recuperación de sus ojos y su lengua tras el asesinato frustrado del que fuera objeto. Que un homre de Dios hiciera correr semejante absurdo da cuenta de la opinión que se merecía a sus ojos el Cristiano y la Fe. Ni el cristiano ni la fe eran nada para León III; para León III sólo una cosa tenía valor : El Poder y las Riquezas que le vendrían de la Teocracia Imperial que compraría vendiéndole Italia a Francia. No ya sólo porque gracias al Brazo Armado del papado, el Imperio, los Estados Pontificios quedarían firmemente defendidos e incrementados incluso con donaciones imperiales, sino que además mediante la masacre de la nobleza, secular y laica, el tesoro del Papado se subiría por las nubes. ¿A quién le extraña que descubriendo la identidad del Padrino del Nuevo Papa la nobleza italiana se alzara para deshacer la Venta de su Independencia ya firmada?

¿Su Coronación Imperial le cogía por sorpresa a Carlo Magno? Hay que ser un verdadero bobo en las cosas de la Historia y la Politica, es decir, un Católico, para no ver que la elevación de un inmigrante.plebeyo desde la base sacerdotal al Papado, directamente, implicaba la consumaciónde un trabajo arduo durante años promovido con un sólo fin : La Resurrección del Imperio Romano de Occidente.

Y, en fin, sobre este tema podríamos estar soltando tinta hasta el día del Juicio Final. Nada justifica el Crimen, es la conclusión. La Vida de Carlo Magno, de un sitio, y la del Papa León III sirven de referencia al tema; pero todo hijo de la verdad debe guiarse por la Inteligencia del Espíritu y jamás por las crónicas de los historiadores, ya oficiales como rivales; los unos y los otros sirven a sus años y si unos buscan ocultar sus delitos, crímenes y defectos, los otros buscan enterrar sus virtudes y sus talentos. Hay que sopesar ambos extremos y desde la posición del que observa sumergirse en el origen de los hechos, a la búsqueda de la causa de la que ésos hechos son su efecto. En este orden, olvidar la parte que en León III y en el Obispado Romano posterior tuvo la Lucha contra el Naciente Imperio del Islam, que ya por las fechas amenazaba con sustituir el poder de los Lombardos, frente a cuya suerte la elección entre los Carolingios Cristianos y los Musulmanes Africanos se decidió por los primeros, este olvido sería un acto incongruente con el espíritu de la verdad.

Veamos:

611. Mahoma comienza su prédica.

635. Los árabes ocupan Damasco.

637. Ocupan Jerusalén

647. Expulsan a los bizantinos del norte de África. Y conquistan Tripolitania y Cirenaica.

649. Ocupan Chipre.

654. Conquistan Rodas.

655. Derrotan a la poderosa escuadra bizantina en la batalla naval de Licia.

669. Invaden Sicilia

697. Toman Cartago.

711. Invaden la península ibérica.

712. Conquistan Sevilla y asedian Mérida.

724. Llegan al sur de Francia.

732. Carlos Martel vence en Poitiers a un ejército musulmán.

734. Ocupan Pamplona.737. Carlos Martel los derrota en Arlés y Narbona.

739. León III el Isáurico los vence en Akroinón.

794. Alfonso II de España los vence en Lutos.

795. Carlomagno conquista Gerona.

Entre los años básicos dibujados las flotas musulmanes ya han invadido las costas italianas y han visitado la misma Roma a fuego y hierro. ¿La propia naturaleza republicana de la nacionalidad italiana no exponía a la Península Itálica, de no proceder a su defensa un Poder Superior, a la suerte de la Península Ibérica? ¿Qué otro Poder podia ser ése sino el Poder de la estrella del Momento?