LIBRO DEL APOCALIPSISSEXTA PARTE.EL MILENIO SEGUIDO DE LA POSTRERA LUCHA20-22Capítulo
20
El
milenio
1-15
Vi un
ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena
en su mano. Cogió al Dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y
le encadenó por mil años. Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él puso un
sello para que no extraviase más a las naciones hasta terminados los mil años,
después de los cuales será soltado por poco tiempo.
Vi
tronos, y sentáronse en ellos, y fueles dado el poder
de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio
de Jesús y por la palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia, ni
a su imagen y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano; y
vivieron y reinaron con Cristo mil años. Los restantes muertos no vivieron
hasta terminados los mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado
y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá
poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y
reinarán con El por mil años.
La
batalla final y el juicio final universal
Cuando se
hubieren acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión y saldrá a
extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y
a Magog, y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del
mar. Subirán sobre la anchura de la tierra, y cercarán el campamento de los
santos y la ciudad amada. Pero descenderá fuego del cielo y los devorará.
El
diablo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre,
donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos.
Vi un
trono alto y blanco, y al que en Él se sentaba, de cuya presencia huyeron el
cielo y la tierra, y no dejaron rastro de sí.
Vi a los
muertos, grandes y pequeños, que estaban delante del trono; y fueron abiertos
los libros, y fue abierto otro libro, que es el Libro de la Vida. Fueron
juzgados los muertos según sus obras, según las obras que estaban escritas en
los libros.
Entregó
el mar los muertos que tenía en su seno, y asimismo la muerte y el infierno
entregaron los que tenían, y fueron juzgados cada uno según sus obras.
La muerte
y el infierno fueron arrojados al estanque de fuego; ésta es la segunda muerte,
el estanque de fuego, y todo el que no
fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de
fuego.
Capítulo
21
LA
NUEVA JERUSALÉN
1-27
Vi un
cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido; y el mar no existía ya.
Y vi la
ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada
como una esposa que se engalana para su esposo.
Oí una
voz grande que del trono decía: He aquí el tabernáculo de Dios entre los
hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el
mismo Dios será con ellos, y enjuagará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no
existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya
pasado.
Y dijo el
que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y
dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas.
Díjome : está. Yo soy el alfa
y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis del agua de
la fuente de la vida.El que venciere heredará estas
cosas, y seré su Dios, y él será mi hijo.
Los
cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los
hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el
estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
Vino uno
de los siete ángeles que tenían las siete copas, llenas de las siete últimas
plagas, y habló conmigo y me dijo: Ven y te mostraré la novia, la esposa del
Cordero.
Me llevó
en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén,
que descendía del cielo, de parte de Dios, que tenía la gloria de Dios. Su
brillo era semejante a la piedra más preciosa, como la piedra de jaspe
pulimentado. Tenía un muro grande y alto y doce puertas, y sobre las doce
puertas doce ángeles y nombres escritos, que son los nombres de las doce tribus
de los hijos de Israel: de la parte de oriente, tres puertas; de la parte del
norte, tres puertas; de la parte del mediodía, tres puertas, y de la parte del
poniente, tres puertas. El muro de la ciudad tenía doce hiladas, y sobre ellas
los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que
hablaba conmigo tenía una medida, una caña de oro, para medir la ciudad, sus
puertas y su muro.
La ciudad
estaba asentada sobre una base cuadrangular y su longitud era tanta como su
anchura. Midió con la caña la ciudad, y tenía doce mil estadios, siendo iguales
su longitud, su latitud y su altura.
Midió su
muro, que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana, que era la del
ángel. Su muro era de jaspe, y la ciudad oro puro, semejante al vidrio puro; y
las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la
primera, de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta,
de esmeralda; la quinta, de sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de
crisólito; la octava, de berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa;
la undécima, de jacinto, y la duodécima, de amatista.
Las doce
puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era una perla, y la plaza de
la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente.
Pero
templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cordero, era su
templo.
La ciudad
no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios
la iluminaba y su lumbrera era el Cordero.
A su luz
caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria.
Sus
puertas no se cerrarán de día, pues noche allí no habrá, y llevarán a ella la
gloria y el honor de las naciones.
En ella
no entrará cosa impura ni quien cometa abominación y mentira, sino los que
están escritos en el libro de la vida del Cordero.
Capítulo
22
1-21
Y me
mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de
Dios y del Cordero. En medio de la calle y a un lado y otro del río había un
árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol
eran saludables para las naciones. No habrá ya maldición alguna, y el trono de
Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su
rostro, y llevarán su nombre sobre la frente.
No habrá
ya noche, ni tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el
Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos.
EPÍLOGO
Y me
dijo: Estas son las palabras fieles y verdaderas, y el Señor, Dios de los
espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos las cosas
que están para suceder pronto.
He aquí
que vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de
este libro.
Y yo,
Juan, oí y vi estas cosas. Cuando las oí y ví, caí de
hinojos para postrarme a los pies del ángel que me las mostraba.
Pero me
dijo: No hagas eso, pues soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y
de los que guardan las palabras de este libro; adora a Dios.
Y me
dijo: No selles los discursos de la profecía de este libro, porque el tiempo
está cercano. El que es injusto continúe aún en sus injusticias, el torpe
prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia y el santo
santifíquese más. He aquí que vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a
cada uno según sus obras.
Yo soy el
alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.
Bienaventurados
los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por
las puertas que dan acceso a la ciudad. Fuera perros, hechiceros, fornicarios,
homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira.
Yo,
Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo
soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana.
Y el
Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga
sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida.
Yo
atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía de este libro que,
si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en
este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía,
quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que están
escritos en este libro.
Dice el
que testifica estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia
del Señor Jesús sea con todos. Amén.
LIBRO DEL APOCALIPSIS
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