Evangelio según San Mateo

SEGUNDA PARTE

PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA

Capitulo 3
 
Predicación de Juan en el desierto
 
1
En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2
diciendo: Arrepentios, porque el reino de los cielos está cerca.
3
Este es aquel de quien habló el profeta Isaías cuando dijo: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas.”
4
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de langostas y miel silvestre.
5
Salían entonces hacia él Jerusalén y Judea en pleno y toda la región del Jordán,
6
y eran por él bautizados en el río Jordán y confesaban sus pecados.
7
Como viera a muchos fariseos y saduceos venir a su bautismo, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que está a punto de llegar?
8
Haced frutos dignos de penitencia,
9
y no os gloriéis diciéndoos: Tenemos a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer de estas piedras hijos de Abraham.
10
Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego.
11
Yo, cierto, os bautizo en agua con vistas a la penitencia; pero en pos de mí viene otro más fuerte que yo, cuyas sandalias no soy digno de llevar; él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.
12
Tiene ya el bieldo en su mano, y limpiará su era y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.
 
 
Bautismo de Jesús
 
13
Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
14
Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí?
15
Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.
16
Bautizado Jesús, salió luego del agua; y he aquí que se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él,
17
mientras una voz del cielo decía: “Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias.”
 
Capitulo 4
 
La tentación de Jesús
 
1
Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
2
Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.
3
Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4
Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
5
Llevóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del Templo,
6
le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.”
7
Díjole Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.”
8
De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
9
le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorares.
10
Díjole entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.”
11
Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.
 
Jesús en Galilea
 
12
Habiendo oído que Juan había sido preso, se retiró a Galilea.
13
Dejando a Nazaret, se fue a morar en Cafarnaúm, ciudad situada a orillas del mar, en los términos de Zabulón y Neftalí,
14
para que se cumpliese lo que anunció el profeta Isaías, que dice:
15
“¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles!
16
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz y para los que habitaban en la región de mortales sombras, una luz se levantó.”
17
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque se acerca el reino de Dios.
 
 
Llamamiento de los primeros discípulos
 
18
Caminando, pues, junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, que se llama Pedro, y Andrés, su hermano, los cuales echaban la red en el mar, pues eran pescadores;
19
y les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.
20
Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron.
21
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos: Santiago el de Zebedeo y Juan, su hermano, que en la barca, con Zebedeo, su padre, componían las redes, y los llamó.
22
Ellos, dejando luego la barca y a su padre, le siguieron.
 
 
Predicación de Jesús en Galilea
 
23
Recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia.
24
Extendiéndose su fama por toda la Siria, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos, paralíticos, y los curaba.
25
Grandes muchedumbres le seguían de Galilea y de la Decápolis, y de Jerusalén y de Judea, y del otro lado del Jordán.
Capitulo 5
 
Las bienaventuranzas
 
1
Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acercaron sus discípulos;
2
y abriendo El su boca, los enseñaba, diciendo.
3
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.
5
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
6
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.
7
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos.
11
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí.
12
Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros.
 
Misión de los discípulos en la tierra
 

13
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.
14
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte,
15
ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa.
16
Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.
 


 
Jesús ante la Ley antigua
 
17
No penséis que he venido a abrogar la Ley y los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla.
18
Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde pasará desapercibida de la Ley hasta que todo se cumpla.
19
Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, éste será tenido por grande en el reino de los cielos.
20
Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
 
 
Declaración del quinto precepto
 
21
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás; el que matare será reo de juicio.
22
Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio, el que le dijere “raca” será reo ante el sanedrín y el que le dijere “loco” será reo de la gehenna de fuego.
23
Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,
24
deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda.
25
Muéstrate, conciliador con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión.
26
Que en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.
 
 
Declaración del sexto precepto
 
27
Habéis oído que fue dicho: No adulterarás.
28
Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.
29
Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.
30
Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna.
31
También se ha dicho: El que repudiare a su mujer déle libelo de repudio.
32
Pero yo os digo que quien repudia a su mujer — excepto el caso de fornicación — la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
 
 
Declaración del segundo precepto
 
33
También habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos.
34
Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera: ni por el cielo, pues es el trono de Dios;
35
ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es la ciudad del gran Rey.
36
Ni por tu cabeza jures tampoco, porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro.
37
Sea vuestra palabra: Sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede.
 
 
Declaración de la pena del talión
 
38
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
30
Pero yo os digo: No me hagaís frente al malvado; al contrario, si alguno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
40
y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto;
41
y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos.
42
Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado.
 
 
El amor a los enemigos
 
43
Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
44
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
45
para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos.
46
Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publicanos?
47
Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles?
48
Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial.
Capitulo 6
 
Rectitud de intención
 
1
Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos.
 
 
Método de practicar la limosna
 
2
Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.
3
Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha,
4
para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que ve en lo oculto, te premiará.
 
 
Método de hacer oración
 
5
Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar de pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.
6
Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
7
Y orando, no seáis habladores como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar.
8
No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis.
9
Así, pues, habéis de orar vosotros: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre,
10
tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra.
11
El pan nuestro de cada día dánosle hoy,
12
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores,
13
y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.
 
 
El perdón de las ofensas
 
14
Porque si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.
15
Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras faltas.
 
 
Modo de ayunar
 
16
Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa.
17
Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara,
18
para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
 
 
De la solicitud de las cosas temporales
 
19
No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban.
20
Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban.
21
Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
22
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
23
pero, si tu ojo estuviere enfermo, todo tu cuerpo será tenebroso; pues si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué tales serán las tinieblas!
 
 
Dios y las riquezas
 
24
Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
 
 
Abandono en manos de la Providencia
 
25
Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26
Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
27
¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo codo?
28
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan.
29
Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.
30
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
31
No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos?
32
Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad.
33
Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura.
34
No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán.
Capitulo 7
 
El juicio sobre los otros
 
1
No juzguéis y no seréis juzgados,
2
porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá.
3
¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?
4
¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo?
5
Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano.
6

No deis las cosas santas a perros ni arrojéis vuestras perlas a los puercos, no seaque las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen.

 
 
Eficacia de la oración
 
7
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8
Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre.
9
Pues ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra,
10
o, si le pide un pez, le da una serpiente?
11

Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!

 
 
La ley de la caridad
 

12
Por eso, cuanto quisieres que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
 
 
Los dos sendas
 
13
Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran.
14
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!
 

 
Los falsos profetas
 
15
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
16
Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos?
17
Todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos.
18
No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos.
19
El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego.
20

20 Por los frutos, pues, los conoceréis.

 
 
La verdadera sabiduría
 
21
No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
22
Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
23
Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad.
24
Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca.
25
Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca.
26
Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena.
27
Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, que se derrumbó estrepitosamente.
 
 
Conclusión
 
28

Cuando acabó Jesús estos discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina,

29
porque les enseñaba como quien tiene poder, y no como sus doctores.
Capitulo 8
 
La curación de un leproso
 
1
Al bajar del monte, le siguió una gran muchedumbre,
2
y, acercándosele un leproso, se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3
El, extendiendo la mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.
4

Jesús le advirtió: Mira, no lo digas a nadie, sino ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda que Moisés mandó, para que les sirva de testimonio.

 
 
El siervo del centurión
 
5
Entrado en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole
6
y diciéndole: Señor, mi siervo yace en casa paralítico, gravemente atormentado.
7
El le dijo: Yo iré y le curaré.
8
Y respondiendo el centurión, dijo: Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi siervo será curado.
9
Porque yo soy un subordinado, pero bajo mi tengo soldados, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace.
10
Viéndole Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe.
11
Os digo, pues, que del oriente y del occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos,
12

mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crujir de dientes.

13
Y dijo Jesús al centurión: Ve, hágase contigo según has creído. Y en aquella hora quedó curado el siervo.
 
 
Curación de la suegra de Pedro
 
14
Entrando Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama con fiebre.
15
Le tocó la mano, y la fiebre la dejó, y ella, levantándose, se puso a servirle.
 
 
Curación de muchos
 
16
Ya atardecido, le presentaron muchos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espíritus, y a todos los que se sentían mal los curaba,
17
para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dice: “El tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias.”
 
 
Condiciones de los seguidores de Jesús
 
18
Viendo Jesús grandes muchedumbres en torno suyo, dispuso partir a la otra ribera.
19
Le salió al encuentro un escriba, que le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
20
Díjole Jesús: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
21
Otro discípulo le dijo: Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre;
22
pero Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos.
 
La tempestad calmada
 
23
Cuando hubo subido a la nave, le siguieron sus discípulos.
24
Se produjo en el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero El, entre tanto, dormía,
25
y acercándose le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos.
26
El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma.
27
Los hombres se maravillaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
 
 
Curación de dos endemoniados
 
28
Llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le vinieron al encuentro, saliendo de los sepulcros, dos endemoniados, tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino.
29
Y le gritaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos?
30
Había no lejos de ellos una numerosa piara de puercos paciendo,
31
y los demonios le rogaban, diciendo: Si has de echarnos, échanos a la piara de puercos.
32
Les dijo: Id. Ellos salieron y se fueron a los puercos, y toda la piara se lanzó por un precipicio al mar, muriendo en las aguas.
33
Los porqueros huyeron, y, yendo a la ciudad, contaron lo que había pasado con los endemoniados.
34
Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y, viéndole, le rogaron que se retirase de sus términos.
Capitulo 9
 
Curación del paralítico
 
1
Subieron a una barca, y, haciendo la travesía, llegó a su ciudad.
2
Le presentaron a un paralítico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.
3
Algunos escribas dijeron dentro de sí: Este blasfema.
4
Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5
¿Qué es más fácil, decir “Tus pecados te son perdonados” o decir “Levántate y anda”?
6
Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder sobre la tierra de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a casa.
7
El, levantándose, fuese a su casa.
8

Viendo esto, las muchedumbres quedaron sobrecogidas de temor y glorificaban a Dios de haber dado tal poder a los hombres.

 
 
Vocación de Mateo
 
9
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, de nombre Mateo, y le dijo: Sigúeme. Y él, levantándose, le siguió.
10
Y sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa de aquél, vinieron muchos publícanos y pecadores a sentarse con Jesús y sus discípulos.
11
Viendo esto, los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
12
El, que los oyó, dijo: No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos.
13
Id y aprended qué significa “Misericordia quiero y no sacrificio.” Porque no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores.
14
Entonces se llegaron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Cómo es que, ayunando nosotros y los fariseos, tus discípulos no ayunan?
15
Y Jesús les contestó: ¿Por ventura pueden los compañeros del novio llorar mientras está el novio con ellos? Pero vendrán días en que les será arrebatado el esposo, y entonces ayunarán.
16
Nadie echa una pieza de paño no abatanado a un vestido viejo, porque el remiendo se llevará algo del vestido y el roto se hará mayor.
17

Ni se echa el vino nuevo en cueros viejos; de otro modo, se romperían los cueros, el vino se derramaría y los cueros se perderían; sino que se echa el vino nuevo en cueros nuevos, y así el uno y el otro se preservan.

 
 
Curación de la hemorroísa y resurrección de una niña
 
18
Mientras les hablaba, llegó un jefe, y, acercándosele, se postró ante El, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá.
19
Y, levantándose Jesús, le siguió con sus discípulos.
20
Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó la orla del vestido,
21
diciendo para sí misma: Con sólo que toque su vestido seré sana.
22
Jesús se volvió y, viéndola, dijo: Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer en aquel momento.
23
Cuando llegó Jesús a la casa del jefe, al ver a los flautistas y a la turba de plañideras,
24
dijo: Retiraos, que la niña no está muerta; duerme. Y se reían de El.
25
Una vez que la muchedumbre fue echada fuera, entró, tomó de la mano a la niña y ésta se levantó
26

La nueva se divulgó por toda aquella tierra.

 
 
Curación de dos ciegos
 
27
Partido Jesús de allí, le seguían dos ciegos dando voces y diciendo: Ten piedad de nosotros, Hijo de David.
28
Entrando en casa, se le acercaron los ciegos y les dijo Jesús: ¿Creéis que puedo yo hacer esto? Respondiéronle: Sí, Señor.
29
Entonces tocó sus ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe.
30
Y se abrieron sus ojos. Con tono severo les advirtió: Mirad que nadie lo sepa;
31
pero ellos, una vez fuera, divulgaron la cosa por todo aquel país.
 
 
Curación de un mudo
 
32
Salidos aquéllos, le presentaron un hombre mudo endemoniado,
33
y, arrojado el demonio, habló el mudo, y se maravillaron las turbas, diciendo: Jamás se vio tal en Israel.
34
Pero los fariseos replicaban: Por medio del príncipe de los demonios expulsa a los demonios.
 
 
Actividad misional
 
35
Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
36
Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor.
37
Entonces dijo a los discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.
38
Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Capitulo 10
 
Confiere a los doce el poder de hacer milagros
 
1
Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia.
2
Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan, su hermano;
3
Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo;
4
Simón, el celador, y Judas Iscariote, el que le traicionó.
 
 
Instrucción a los doce
 
5
A estos doce los envió Jesús, haciéndoles las siguientes recomendaciones: No vayáis a los gentiles ni penetréis en ciudad de samaritanos;
6
id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel,
7

y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca.

8
Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad los demonios; gratis lo recibís, dadlo gratis.
9
No os procuréis oro, ni plata, ni cobre para vuestros cintos,
10
ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el obrero es acreedor a su sustento.
11
En cualquiera ciudad o aldea en que entréis, informaos de quién hay en ella digno y quedaos allí hasta que partáis,
12
y entrando en la casa, saludadla.
13
Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuere, vuestra paz vuelva a vosotros.
14
Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.
15

En verdad os digo que más tolerable suerte tendrán la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad.

 
 
Nueva instrucción a los apóstoles
 
16
Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
17
Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán.
18
Seréis llevados a los gobernadores y reyes por amor de mí, para dar testimonio ante ellos y los gentiles.
19
Cuando os entreguen, no os preocupéis cómo o qué hablaréis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir.
20
No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.
21
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte.
22
Seréis aborrecidos de todos por mi nombre; el que persevere hasta el fin, ése será salvo.
23
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; y si en ésta os persiguen, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre.
24
No está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su amo;
25
bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo le llamaron Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!
26
No los temáis, pues, porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse.
27
Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, predicadlo sobre los terrados.
28
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la Gehenna.
29
¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin la voluntad de vuestro Padre.
30
Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados.
31
No temáis, pues valéis más que muchos pajarillos.
32
Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos;
33
pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos.
34
No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada.
35
Porque he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra,
36
y los enemigos de los hombres serán los de su casa.
37
El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí;
38
y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39
El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor de mí, la hallará.
40
El que os recibe a vosotros, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que a mí me envió.
41
El que recibe al profeta como profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe al justo como justo, tendrá recompensa de justo;
42

y el que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

Capitulo 11
 
La misión del Bautista
 
1
Cuando hubo acabado Jesús de dar sus consignas a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
2
Habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió por sus discípulos
3
a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?
4
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto:
5
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados;
6

y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí.

 
 
Elogio de Juan
 
7
Cuando éstos se hubieron ido, comenzó Jesús a hablar de Juan a la muchedumbre: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
8
¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre vestido muellamente? Mas los que visten con molicie están en las moradas de los reyes.
9
Pues ¿a qué habéis ido? ¿A ver un profeta? Sí, yo os digo que más que a un profeta.
10
Este es de quien está escrito: “He aquí que yo envío a mi mensajero delante de tu faz, que preparará tus caminos delante de ti.”
11
En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.
12
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos está en tensión, y los esforzados lo arrebatan.
13
Porque todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan.
14
Y si queréis oírlo, él es Elias, que ha de venir.
15

El que tiene oídos, que oiga.

 
 
Juicios sobre la generación presente
 
16
¿A quién compararé yo esta generación? Es semejante a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros,
17
diciendo: “Os tocamos la flauta, y no habéis danzado; hemos entonado canto de duelo, y no os habéis golpeado el pecho”.
18
Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio.
19

Vino el Hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: Es un comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Y la Sabidurìa se justifica por sus obras.

 
 
Amenaza a las ciudades infieles
 
20
Comenzó entonces a increpar a las ciudades en que había hecho muchos milagros, porque no habían hecho penitencia:
21
¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! porque, si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia.
22
Así, pues, os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en el día del juicio.
23
Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás precipitada. Porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistiría.
24
Así, pues, os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio.
 
 
Acción de gracias al Padre
 
25
Por aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos.
26
Sí, Padre, porque así te plugo.
27
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo.
28
Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré.
29
Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas,
30

pues mi yugo es blando y mi carga ligera.

Capitulo 12
 
Sobre la observancia del sábado. Primera cuestión
 
1
Por aquel tiempo iba Jesús un día de sábado por los sembrados; sus discípulos tenían hambre y comenzaron a arrancar espigas y comérselas.
2
Los fariseos, que lo vieron, dijéronle: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.
3
Pero El les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que le acompañaban?
4
¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposición, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los sacerdotes?
5
¿Ni habéis leído en la Ley que el sábado los sacerdotes en el templo violan el sábado sin hacerse culpables?
6
Pues yo os digo que lo que aquí hay es más grande que el templo.
7
Si entendierais qué significa “Misericordia quiero y no sacrificio,” no condenaríais a los inocentes.
8

Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.

 
 
Segunda cuestión sobre el sábado
 
9
Pasando de allí, vino a su sinagoga,
10
donde había un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron para poder acusarle: ¿Es lícito curar en sábado?
11
El les dijo: ¿Quién de vosotros, teniendo una oveja que cae en un pozo en día de sábado, no la toma y la saca?
12
Pues ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Lícito es, por tanto, hacer bien en sábado.
13
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano, y la extendió sana como la otra.
14
Los fariseos, saliendo, se reunieron en consejo contra El para ver cómo perderle.
 

 
La mansedumbre del Mesías, predicha por el profeta
 
15
Jesús, noticioso de esto, se alejó de allí. Muchos le siguieron, y los curaba a todos,
16
encargándoles que no le descubrieran,
17
para que se cumpliera el anuncio del profeta Isaías, que dice:
18
“He aquí a mi siervo, a quien elegí; mi amado, en quien mi alma se complace. Haré descansar mi espíritu sobre él y anunciará el derecho a las gentes.
19
No disputará ni gritará; nadie oirá su voz en las plazas.
20
La caña cascada no la quebrará y no apagará la mecha humeante hasta hacer triunfar el derecho;
21

y en su nombre pondrán las naciones su esperanza.”

 
 
La calumnia de los fariseos
 
22
Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y le curó, de suerte que el mudo hablaba y veía.
23
Se maravillaron todas las muchedumbres, y decían: ¿No será éste el Hijo de David?
24
Pero los fariseos que esto oyeron, dijeron: Este no echa a los demonios sino por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios.
25
Penetrando sus pensamientos, les dijo: Todo reino en sí dividido será desolado, y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá.
26
Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí; ¿cómo, pues, subsistirá su reino?
27
Y si yo arrojo a los demonios con el poder de Beelzebul, ¿con qué poder los arrojan vuestros hijos? Por eso serán ellos vuestros jueces.
28
Mas si yo arrojo a los demonios con el espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios.
29
Pues ¿cómo podrá entrar uno en casa de un fuerte y arrebatarle sus enseres si no logra primero sujetar al fuerte? Ya entonces podrá saquear su casa.
30

El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama.

 
 
La blasfemia contra el Espíritu Santo
 
31
Por eso os digo: Cualquier pecado o blasfemia les será perdonado a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
32
Quien hablare contra el Hijo del hombre será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero.
33
Si plantáis un árbol bueno, su fruto será bueno; pero si plantáis un árbol malo, su fruto será malo, porque el árbol por los frutos se conoce.
34
¡Raza de víboras! ¿Cómo podéis decir vosotros cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
35
El hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; pero el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas.
36
Y yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres habrán de dar cuenta el día del juicio.
37
Pues por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado.
 
 
Amenaza contra la generación actual
 
38
Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos, y le dijeron: Maestro, quisiéramos ver una señal tuya.
39
El, respondiendo, les dijo: La generación mala y adúltera busca una señal, pero no le será dada más señal que la de Jonás el profeta.
40
Porque, como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.
41
Los ninivitas se levantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonas, y aquí hay algo más que Jonás.
42
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.
43
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, discurre por lugares áridos, buscando reposo, y no lo halla.
44
Entonces se dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y va y la encuentra vacía, barrida y compuesta.
45
Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él y, entrando, habitan allí, viniendo a ser las postrimerías de aquel hombre peores que sus principios. Así será de esta generación mala.
 
 
Los parientes de Jesús
 
46
Mientras El hablaba a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle.
47
Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte.
48
El, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49
Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
50
Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
 
Capitulo 13
 
La parábola del sembrador
 
1
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar.
2
Se le acercaron numerosas muchedumbres. El, subiendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa,
3
y El les dijo muchas cosas en parábolas: Salió un sembrador a sembrar,
4
y de la simiente, parte cayó junto al camino, y, viniendo las aves, la comieron.
5
Otra cayó en un pedregal, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda;
6
pero, levantándose el sol, la agostó, y, como no tenía raíz, se secó.
7
Otra cayó entre espinas, las cuales crecieron y la ahogaron.
8
Otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta.
9

El que tenga oídos, que oiga.

 
 
Razón de la parábola
 
10
Acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas?
11
Y les respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a ésos no.
12
Porque al que tiene, se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado.
13
Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden;
14
y se cumple con ellos la profecía de Isaías, que dice: “Cierto oiréis y no entenderéis, veréis y no conoceréis.
15
Porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender en su corazón y convertirse, que yo los curaría.”
16
¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!
17

Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

 
 
Explicación de la parábola
 
18
Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador.
19
A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su corazón; esto es lo sembrado junto al camino.
20
Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y desde luego la recibe con alegría;
21
pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble y, en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza.
22
Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra, pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto.
23

Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.

 
 
La parábola de la Cizaña
 
24
Les propuso otra parábola, diciendo: Es semejante el reino de los cielos a uno que sembró en su campo semilla buena.
25
Pero, mientras su gente dormía, vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo y se fue.
26
Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña.
27
Acercándose los criados al amo, le dijeron: Señor, ¿no has sembrado semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene, pues, que haya cizaña?
28
Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo. Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos?
29
Y él les dijo: No, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo.
30

Dejad que ambos crezcan hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Tomad primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, y el trigo recogedlo para encerrarlo en el granero.

 
 
El grano de mostaza
 
31
Otra parábola les propuso, diciendo: Es semejante el Reino de los cielos a un grano de mostaza que toma uno y lo siembra en su campo;
32
y con ser la más pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las hortalizas y llega a hacerse un árbol, de suerte que las aves del cielo vienen a anidarse en sus ramas.
 
 
El fermento
 
33
Otra parábola les dijo: Es semejante el reino de los cielos al fermento que una mujer toma y lo pone en tres medidas de harina hast que todo fermenta.
34
Todas estas cosas dijo Jesús en parábolas a las muchedumbres, y no les hablaba nada sin parábolas,
35
para que se cumpliera el anuncio del profeta, que dice: “Abriré en parábolas mi boca, declararé las cosas ocultas desde la fundación del mundo.”
36
Entonces, dejando a la muchedumbre, se vino a casa, y sus discípulos se le acercaron, diciéndole: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37
El, respondiendo, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
38
el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del maligno;
39
el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es la consumación del mundo; los segadores son los ángeles;
40
a la manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en la consumación del mundo.
41
Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y recogerán de su reino todos los escándalos y a todos los obradores de iniquidad,
42
y los arrojarán en el horno del fuego, donde habrá llanto y crujir de dientes.
43

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.

 
 
El tesoro y la perla
 
44
Es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo.
45
Es también semejante el Reino de los cielos a un mercader que busca perlas preciosas,
46
y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra.
 
 
La red
 
47
Es también semejante el reino de los cielos a una red barredera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte,
48
y, llena, la sacan sobre la playa, y sentándose, recogen los peces buenos en canastos, y los malos los tiran.
49
Así será a la consumación del mundo; saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos,
50
y los arrojarán al horno de fuego; allí habrá llanto y crujir de dientes.
51
¿Habéis entendido todo esto? Respondiéronle: Sí.
52
Y les dijo: Así, todo escriba instruido en la doctrina del Reino de los cielos es como el amo de casa, que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo.
 
 
Jesús en Nazaret
 
53
Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó de allí,
54
y, viniendo a su patria, enseñaba en la sinagoga, de manera que, admirados, se decían: ¿De dónde le vienen a éste tal sabiduría y tales poderes?
55
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas?
56
Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?
57
Y se escandalizaban en El. Jesús les dijo: Sólo en su patria y en su casa es menospreciado el profeta.
58

Y no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.

 
Capitulo 14
 
Juicio de Herodes sobre Jesús y muerte del Bautista
 
1
Por aquel tiempo llegaron a Herodes el tetrarca noticias acerca de Jesús,
2
y dijo a sus servidores: Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso obra en él un poder milagroso.
3
Es de saber que Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano;
4
pues Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5
Quiso matarle, pero tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta.
6
Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos,
7
y tanto le gustó a Herodes, que con juramento le prometió darle cuanto le pidiera;
8
y ella, inducida por su madre: Dame — le dijo —, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
9
El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dársela,
10
y mandó degollar en la cárcel a Juan el Bautista,
11
cuya cabeza fue traída en una bandeja y dada a la joven, que se la llevó a su madre.
12

Vinieron sus discípulos, tomaron el cadáver y lo sepultaron, yendo luego a anunciárselo a Jesús.

 
 
Primera multiplicación de los panes
 
13
A esta noticia Jesús se alejó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado, y, habiéndolo oído las muchedumbres, le siguieron a pie desde las ciudades.
14
Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ella, y curó a todos sus enfermos.
15
Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos diciéndole: Despide, pues, a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y se compren alimentos.
16
Jesús les dijo: No hay por qué se vayan; dadles vosotros de comer.
17
Pero ellos le respondieron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
18
El les dijo: Traédmelos acá.
19
Y mandando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre.
20
Y comieron todos y se saciaron, y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos,
21

siendo los que habían comido unos cinco mil, sin contar las mujeres y los niños.

 
 
Jesús anda sobre las aguas del lago
 
22
Obligó luego a los discípulos a subir en la barca y precederle a la otra orilla, mientras El despedía a la muchedumbre.
23
Una vez que la despidió, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche, estaba allí solo.
24
La barca se había alejado de la tierra muchos estadios, azotada por las olas, pues el viento le era contrario.
25
En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar.
26
Al verle ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar.
27
Pero al instante les habló Jesús, diciendo: Tened confianza, soy yo; no temáis.
28
Tomando Pedro la palabra, dijo: Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas.
29
El dijo: Ven. Bajando de la barca, anduvo Pedro sobre las aguas y vino hacia Jesús.
30
Pero, viendo el viento fuerte, temió, y, comenzando a hundirse, gritó: Señor, sálvame.
31
Al instante Jesús le tendió la mano, le agarró, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?
32
Y subiendo a la barca, se calmó el viento.
33
Los que en ella estaban se postraron ante El, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios.
 
 
Curaciones de Jesús en Genesaret
 
34

Terminada la travesía vinieron a la región de Genesaret,

35
y reconociéndole los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos,

36

suplicándoles que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Capitulo 15
 
Enseñanza sobre la pureza exterior y la interior
 
1
Entonces se acercaron a Jesús fariseos y escribas venidos de Jerusalén, diciendo:
2
¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos, pues no se lavan las manos cuando comen?
3
El respondió y les dijo: ¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios por vuestras tradiciones?
4
Pues Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldijere a su padre o a su madre sea muerto.
5
Pero vosotros decís: Si alguno dijere a su padre o a su madre: “Cuanto de mí pudiere aprovecharte, sea ofrenda,”
6
ése no tiene que honrar a su padre; y habéis anulado la palabra de Dios por vuestra tradición.
7
¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo:
8
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí;
9
en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos.”
10
Y llamando a sí a la muchedumbre, les dijo: Oíd y entended:
11
No es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre; mas lo que sale de la boca, eso es lo que al hombre le hace impuro.
12
Entonces se le acercaron los discípulos y dijeron: ¿Sabes que los fariseos al oírte se han escandalizado?
13
Respondióles y dijo: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será arrancada.
14
Dejadlos, son guías ciegos; si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya.
15
Tomando Pedro la palabra, le dijo: Explícanos esa parábola.
16
Dijo El: ¿Tampoco vosotros entendéis?
17
¿No comprendéis que lo que entra por la boca va al vientre y s expele en la letrina?
18
Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso hace impuro al hombre.
19
Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias.
20

Esto es lo que contamina al hombre; pero comer sin lavarse las manos, eso no contamina al hombre.

 
La mujer cananea
 
21
Saliendo de allí Jesús, se retiró a los términos de Tiro y de Sidón.
22
Una mujer cananea de aquellos contornos comenzó a gritar, diciendo: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es malamente atormentada del demonio.
23
Pero El no le contestaba palabra. Los discípulos se le acercaron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.
24
El respondió y dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25
Mas ella, acercándose, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme!
26
Contestó El y dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos.
27
Mas ella dijo: Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
28

Entonces Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres. Y desde aquella hora quedó curada su hija.

 
 
Curaciones junto al mar de Galilea
 
29
Partiendo de allí, vino Jesús cerca del mar de Galilea, y, subiendo a una montaña se sentó allí.
30
Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros, y se echaron a sus pies y los curó.
31
La muchedumbre se maravillaba viendo que hablaban los mudos, los mancos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
 
 
Segunda multiplicación de los panes
 
32
Jesús llamó a sí a sus discípulos y dijo: Tengo compasión de la muchedumbre, porque ha ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; no quiero despedirlos ayunos, no sea que desfallezcan en el camino.
33
Los discípulos le contestaron: ¿De dónde vamos a sacar en el desierto tantos panes para saciar a tanta muchedumbre?
34
Díjoles Jesús: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete y algunos pececillos.
35
Y mandó a la muchedumbre que se recostara en tierra,
36
tomó los siete panes y los peces, y, dando gracias, los partió y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre.
37
Y comieron todos y se saciaron, y se recogieron de los pedazos que quedaron siete espuertas llenas.
38
Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39

Y, despidiendo a la muchedumbre, subió a la barca y vino a los confines de Magadán.

Capitulo 16
 
La petición de una señal del cielo
 
1
Se le acercaron fariseos y saduceos para tentarle, y le rogaron que les mostrara una señal del cielo.
2
El, respondiendo, les dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, si el cielo está arrebolado.
3
Y a la mañana: Hoy habrá tempestad, si en el cielo hay arreboles oscuros. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las señales de los tiempos.
4

Esta generación mala y adúltera busca una señal, mas no se le dará sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fue.

 
 
La levadura de los fariseos
 
5
Yendo los discípulos a la otra ribera, se olvidaron de tomar pan.
6
Jesús les dijo: Ved bien de guardaros del fermento de los fariseos y saduceos.
7
Ellos pensaban entre sí y se decían: Es porque no hemos traído pan.
8
Conociéndolo Jesús, dijo: ¿Que pensamientos son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan?
9
¿Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántos canastos recogisteis?
10
¿Ni de los siete panes para los cuatro mil hombres, y cuántos canastos recogisteis?
11
¿Cómo no habéis entendido que no hablaba del pan? Guardaos, os digo, del fermento de los fariseos y saduceos.
12

Entonces cayeron en la cuenta de que no les había dicho que se guardasen del fermento del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

 
 
La confesión de Pedro
 
13
Viniendo Jesús a los términos de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
14
Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elias; otros, que Jeremías u otro de los profetas.
15
Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy?
16
Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
17
Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos.
18
Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19
Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos.
20

Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Mesías.

 
Primer anuncio de la pasión
 
21
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar.
22
Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto suceda.
23

Pero El, volviéndose, dijo a Pedro: Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

 
 
Condiciones para seguir a Jesús
 
24
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
25
Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará.
26
Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma?
27
Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.
28
En verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no gustarán la muerte antes de haber visto al Hijo del hombre venir en su reino.
Capitulo 17
 
La transfiguración
 
1
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto.
2
Y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
3
Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El.
4
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.
5
Aún estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle.
6
Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor.
7
Jesús se acercó, y, tocándolos dijo: Levantaos, no temáis.
8
Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie sino sólo a Jesús.
9
Al bajar del monte les mandó Jesús, diciendo: No deis a conocer a nadie esa visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
10
Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?
11
Él respondió: Elías, en verdad, está para llegar, y restablecerá todo.
12
Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron; de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos.
13
Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
 
 
La curación del niño endemoniado
 
14
Al llegar ellos a la muchedumbre, se le acercó un hombre, y, doblando la rodilla,
15
le dijo: Señor, ten piedad de mi hijo, que está lunático y padece mucho; porque con frecuencia cae en el fuego y muchas veces en el agua;
16
le presenté a tus discípulos, mas no han podido curarle.
17

Jesús respondió: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? Traédmelo acá.

18
E increpó al demonio, que salió, quedando curado el niño desde aquella hora.
19
Entonces se acercaron los discípulos a Jesús y aparte le preguntaron: ¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle?
20
Díjoles: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible.
21
Esta raza de demonios no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno.
 
 
Segundo anuncio de la Pasión
 
22
Estando reunidos en Galilea, díjoles Jesús: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres,
23
que le matarán, y al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes.
 
 
El tributo del templo
 
24
Entrando en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los perceptores de la didracma y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga la didracma?
25
Y él respondió: Cierto que sí. Cuando iba a entrar en casa, le salió Jesús al paso y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran censos y tributos? ¿De sus hijos o de los extraños?
26
Contestó él: De los extraños. Y le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos.
27

Mas, para no escandalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo y agarra el primer pez que pique, ábrele la boca, y en ella hallarás un estater; tómalo y dalo por mí y por ti.

 
Capitulo 18
 
El más grande en el reino de los cielos
 
1
En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús diciendo: ¿Quién será el más grande en el reino de los cielos?
2
El, llamando a sí a un niño, le puso en medio de ellos
3
y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4
Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos,
5
y el que por mí recibiere a un niño como éste, a mí me recibe;
6
y al que escandalizase a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que creen en mí, más le valiera que le colgasen del cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar.
7

¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no puede menos de haber escándalos; pero ¡ay de aquél por quien viniera el escándalo!

 
 
Sacrificio que impone el deber de evitar el escándalo
 
8
Si tu mano o tu pie te escandaliza, cortátelo y échalo de ti; que mejor te es entrar en la vida cojo o manco que con manos o pies ser arrojado al fuego eterno.
9

Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y échalo de ti: que más te vale entrar con un solo ojo en la vida que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna de fuego.

 
 
Dignidad de los niños
 
10
Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos.
11

Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido.

 
 
La oveja descarriada
 
12
¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada.
13
Y si logra hallarla, cierto que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
14

Así no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos.

 
 
La corrección fraterna
 
15
Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16
Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio.
17
Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano.
18
En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo.
19
Aún más: os digo en verdad que si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre, que está en los cielos.
20

Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 
 
El perdón de las ofensas
 
21
Entonces se le acercó Pedro y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces?
22
Dícele Jesús: No digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
23
Por eso se asemeja el reino de los cielos a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos.
24
Al comenzar a tomarlas se le presentó uno que le debía diez mil talentos.
25
Como no tenía con qué pagar, mandó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y saldar la deuda.
26
Entonces el siervo, cayendo de hinojos, dijo: Señor, dame espera y te lo pagaré todo.
27
Compadecido el señor del siervo aquel, le despidió, condonándole la deuda.
28
En saliendo de allí, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándole, intentaba ahogarlo al tiempo que le decía: Paga lo que debes.
29
De hinojos le suplicaba a su compañero, diciendo: Concédeme un plazo y te pagaré.
30
Pero él se negó, y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara la deuda.
31
Viendo esto sus compañeros, les desagradó mucho y fueron a contar a su señor todo lo que pasaba.
32
Entonces hízole llamar el señor, y le dijo: Mal siervo, te condoné yo toda tu deuda porque me lo suplicaste.
33
¿No convenía, pues, que tuvieras tú piedad de tu compañero, como la tuve yo de ti?
34
E irritado, le entregó a los torturadores hasta que pagase toda la deuda.
35

Así hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonare cada uno a su hermano de todo corazón.

 
Capitulo 19
 
Camino de Judea
 
1
Acabados estos discursos, se alejó Jesús de Galilea y vino a los confines de Judea, al otro lado del Jordán.
2

Le siguió una numerosa muchedumbre, y allí los curaba.

 
 
El repudio
 
3
Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle, y le preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa?
4
El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra?
5
Dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne.”
6
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre.
7
Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar?
8
Díjoles El: Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así.
9

Y yo digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de fornicación) y se casa con otra, adultera.

 
 
La guarda de la continencia
 
10
Dijéronle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse.
11
El les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado.
12

Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda.

 
 
Imposición de las manos a los niños
 
13
Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; y como los reprendieron los discípulos,
14
díjoles Jesús: Dejad a los niños y no les impidáis acercarse a mí, porque de tales es el reino de los cielos.
15

Y, habiéndoles impuesto las manos, se fue de allí.

 
 
La respuesta al joven rico
 
16
Acércosele uno y le dijo: Maestro, ¿qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?
17
El le dijo: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es bueno; si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18
Díjole él: ¿Cuáles? Jesús respondió: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio;
19
honra a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como a ti mismo.
20
Díjole el joven: Todo esto lo he guardado. ¿Qué me queda aún?
21
Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme.
22
Al oír esto el joven, se fue triste, porque tenía muchos bienes.
23
Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo: ¡qué difícilmente entra un rico en el reino de los cielos!
24
De nuevo os digo: es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos.
25
Oyendo esto, los discípulos se quedaron estupefactos y dijeron: ¿Quién, pues, podrá salvarse?
26

Mirándolos, Jesús les dijo: Para los hombres, imposible; mas para Dios todo es posible.

 
 
La renuncia de los apóstoles y su premio
 
27
Entonces, tomando Pedro la palabra, le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué tendremos?
28
Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloría, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
29
Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna.
30

Y muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

Capitulo 20
 
Los obreros enviados a la viña
 
1
Porque el reino de los cielos es semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña.
2
Convenido con ellos en un denario al día, los envió a su viña.
3
Salió también a la hora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza.
4
Díjoles: Id también vosotros a mi viña y os daré lo justo.
5
Y se fueron. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo,
6
y saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que estaban allí, y les dijo: ¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día?
7
Dijéronle ellos: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a mi viña.
8
Llegada la tarde, dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales su salario, desde los últimos hasta los primeros.
9
Viniendo los de la hora undécima, recibieron un denario.
10
Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario.
11
Al tomarlo murmuraban contra el amo,
12
diciendo: Estos postreros han trabajado sólo una hora y los has igualado con los que hemos llevado el peso del día y el calor.
13
Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: Amigo, no te hago agravio: ¿no has convenido conmigo en un denario?
14
Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti:
15
¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo porque yo sea bueno?
16

Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos.

 
 
Tercer anuncio de la pasión
 
17
Subía Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos y les dijo por el camino:
18
Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte,
19
y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten y le crucifiquen, pero al tercer día resucitará.
 
 
La madre de los hijos de Zebedeo
 
20
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose para pedirle algo.
21

Díjole El: ¿Qué quieres? Ella le contestó: Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino.

22
Respondiendo Jesús, le dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo que beber? Dijéronle: Podemos.
23
El les respondió: Beberéis mi cáliz, pero sentarse a mi diestra o a mi siniestra no me toca a mí otorgarlo; es para aquellos para quienes está dispuesto por mi Padre.
24
Oyéndolo, los diez se enojaron contra los dos hermanos.
25
Pero Jesús, llamándolos a sí, les dijo: Vosotros sabéis que los príncipes de las naciones las subyugan y que los grandes imperan sobre ellas.
26
No ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor,
27
y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo,
28

así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

 
 
Curación de dos ciegos
 
29
Al salir de Jericó les seguía una muchedumbre numerosa.
30
Dos ciegos que estaban sentados junto al camino oyeron que pasaba Jesús y comenzaron a gritar, diciendo: ¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David!
31
La multitud los reprendía para hacerles callar, pero ellos gritaban con más fuerza diciendo: ¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David!
32
Se paró Jesús, y llamándolos, les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
33

Dijéronle: Señor, que se abran nuestros ojos.

34
Compadecido Jesús, tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista, y seguían en pos de El.

 

BREUGHEL EL VIEJO. Predicación de Juan Bautista en el desierto. (1600)

RUBENS-IMPOSICION DE MANO A LOS NIÑOS

 

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