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EL VENCEDOR EDICIONES

Evangelio según San Mateo

     

TERCERA PARTE

MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

Capitulo 21

Entrada triunfal en Jerusalén

1

Cuando, próximos ya a Jerusalén, llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos discípulos,

2

diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente, y luego encontraréis una borrica atada, y con ella el pollino; soltadlos y traédmelos,

3

y si algo os dijeren, diréis: El Señor los necesita; y al instante los dejarán.

4

Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta:

5

“Decid a la Hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga.”

6

Fueron los discípulos e hicieron como les había mandado Jesús;

7

y trajeron la borrica y el pollino, y pusieron sobre ellos los mantos, y encima de ellos montó Jesús.

8

Los más de entre la turba desplegaban sus mantos por el camino, mientras que otros, cortando ramos de árboles, los extendían por la calzada.

9

La multitud que le precedía y la que le seguía gritaba, diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

10

Y cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió y decía: ¿Quién es éste?

11

Y la muchedumbre respondía: Este es Jesús el profeta, el de Nazaret de Galilea.

La purificación del Templo

12

Entró Jesús en el templo de Dios y arrojó de allí a cuantos vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas,

13

diciéndoles: Escrito está: “Mi casa será llamada casa de oración”; pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.

14

Llegáronse a él ciegos y cojos en el templo y los sanó.

15

Viendo los príncipes de los sacerdotes y los escribas las maravillas que hacía y a los niños que gritaban en el templo y decían: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,

16

y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Respondióles Jesús: Sí. ¿No habéis oído jamás: “De la boca de los niños y de los que maman has hecho brotar la alabanza”?

17

Y dejándolos, salió de la ciudad a Betania, donde pasó la noche.

La maldición de la higuera

18

Volviendo a la ciudad muy de mañana, sintió hambre,

19

y viendo una higuera cerca del camino, se fue a ella; pero no halló en ella más que hojas, y dijo: Qué jamás nazca fruto de ti. Y la higuera se secó al instante.

20

Viendo esto los discípulos, se maravillaron y dijeron: ¡Cómo de repente se ha secado la higuera!

21

Respondióles Jesús y les dijo: En verdad os digo que, si tuviereis fe y no dudareis, no sólo hareis lo de la higuera, sino que si dijereis a este monte: “Quítate y échate en el mar,” se haría,

22

y todo cuanto pidierais en la oración lo recibiríais.

Los poderes de Jesús

23

Entrando en el templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué poder haces tales cosas? ¿Quién te ha dado tal poder?

24

Respondió Jesús y les dijo: Voy a haceros yo también una pregunta, y si me contestáis, os diré con qué poder hago tales cosas.

25

El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos comenzaron a pensar entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá: ¿Pues por qué no habéis creído en él?

26

Si decimos que de los hombres, tememos a la muchedumbre, pues todos tienen a Juan por profeta.

27

Y respondieron a Jesús: No sabemos. Díjoles El a su vez: Pues tampoco os digo yo con qué poder hago estas cosas.

La parábola de los dos hijos

28

¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y, llegándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.

29

El respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue.

30

Y llegándose al segundo, le habló del mismo modo, y él respondió: Voy, señor; pero no fue.

31

¿Cual de los dos hizo la voluntad del padre? Respondiéronle: El primero. Díceles Jesús: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios.

32

Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia, y no habéis creído en él, mientras que los publicanos y las meretrices creyeron en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis arrepentido creyendo en él.

Parábola de los viñadores infieles

33

Oíd otra parábola: Un padre de familia plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y la arrendó a unos viñadores, partiéndose luego a tierras extrañas.

34

Cuando se acercaba el tiempo de los frutos, envió a sus criados a los viñadores para percibir su parte.

35

Pero los viñadores, cogiendo a los siervos, a uno le atormentaron, a otro lo mataron y a otro le apedrearon.

36

De nuevo les envió otros siervos en mayor número que los primeros, e hicieron con ellos lo mismo.

37

Finalmente les envió a su hijo, diciendo: Respetarán a mi hijo.

38

Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, se dijeron: Es el heredero; vamos a matarle, y tendremos su herencia.

39

Y, agarrándole, le sacaron fuera de la viña y le mataron.

40

Cuando venga, pues, el amo de la viña, ¿qué hará con estos viñadores?

41

Le respondieron: Hará perecer de mala muerte a los malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo.

42

Jesús les respondió: ¿No habéis leído alguna vez en las Escrituras: “La piedra que los edificadores habían rechazado, ésa fue hecha cabeza de esquina; del Señor viene esto, y es admirable a nuestros ojos”?

43

Por eso os digo que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos.

44

Y el que cayere sobre esta piedra se hará trizas, y aquel sobre quien cayere será triturado.

45

Oyendo los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas entendieron que de ellos hablaba,

46

y, queriendo apoderarse de El, temieron a la muchedumbre, que le tenía por profeta.

 

Capitulo 22

Parábola de los invitados a la boda

1

Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas, diciendo:

2

El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó el banquete de bodas a su hijo.

3

Envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas, pero éstos no quisieron venir.

4

De nuevo envió a otros siervos, ordenándoles: Decid a los invitados: Mi comida está preparada; los becerros y cebones, muertos; todo está pronto; venid a las bodas.

5

Pero ellos, desdeñosos, se fueron, quién a su campo, quién a su negocio.

6

Otros, agarrando a los siervos, los ultrajaron y les dieron muerte.

7

El rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas.

8

Después dijo a sus siervos: El banquete está dispuesto, pero los invitados no eran dignos.

9

Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas.

10

Salieron a los caminos los siervos y reunieron a cuantos encontraron, buenos y malos, y la sala de bodas quedó llena de convidados.

11

Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda,

12

y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? El enmudeció.

13

Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes.

14

Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos.

La cuestión del tributo al César

15

Entonces se retiraron los fariseos y celebraron consejo para ver el modo de sorprenderlo en alguna declaración.

16

Enviáronle discípulos suyos con herodianos para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero y que con verdad enseñas el camino de Dios sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepción de personas.

17

Dinos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar tributo al César o no?

18

Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?

19

Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario.

20

El les preguntó: ¿De quién es esa imagen y esa inscripción?

21

Le contestaron: Del César. Díjoles entonces: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

22

Y al oírle se quedaron maravillados y, dejándole, se fueron.

La resurrección de los muertos

23

Aquel día se acercaron a El saduceos, que niegan la resurrección, y le interrogaron:

24

Maestro, Moisés dice: “Si uno muere sin tener hijos, el hermano tomará a su mujer para dar descendencia a su hermano.”

25

Pues había entre nosotros siete hermanos; y casado el primero, murió sin descendencia y dejó la mujer a su hermano;

26

igualmente el segundo y el tercero, hasta los siete.

27

Después de todos murió la mujer.

28

Pues en la resurrección, ¿de cuál de los siete será la mujer? porque los siete la tuvieron.

29

Y respondiendo Jesús, les dijo: Estáis en un error y ni conocéis las Escrituras ni el poder de Dios.

30

Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como ángeles en el cielo.

31

Y cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que Dios ha dicho:

32

Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

33

Y la muchedumbre, oyéndole, se maravillaba de su doctrina.

El primer mandamiento de la Ley

34

Los fariseos, oyendo que había hecho enmudecer a los saduceos, se juntaron en torno de El,

35

y le preguntó uno de ellos, doctor, tentándole:

36

Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?

37

El le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

38

Este es el más grande y el primer mandamiento.

39

El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo.

40

De estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas.

La cuestión del origen del Mesías

41

Reunidos los fariseos, les preguntó Jesús:

42

¿Qué os parece de Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle ellos: De David.

43

Les replicó: Pues ¿cómo David, en espíritu, le llama Señor, diciendo:

44

“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra mientras pongo a tus enemigos bajo tus pies”?

45

Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?

46

Y nadie podía responderle palabra, ni se atrevió nadie desde entonces a preguntarle más.

 

Capitulo 23

Los escribas y fariseos puestos al desnudo

1

Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos,

2

diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

3

Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen.

4

Atan pesadas cargas y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas.

5

Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos;

6

gustan de los primeros asientos en los banquetes y de las primeras sillas en las sinagogas,

7

y de los saludos en las plazas, y de ser llamados por los hombres “rabí.”

8

Pero vosotros no os hagáis llamar “rabí,” porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos.

9

Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos.

10

Ni os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, el Mesías.

11

El más grande de vosotros sea vuestro servidor.

12

El que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado.

Recriminaciones a los escribas y fariseos

13

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querían entrar.

14

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito

15

y luego de hecho lo hacéis hijo de la gehenna dos veces más que vosotros!

16

¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el templo, eso no es nada; pero si jura por el oro del templo, queda obligado!

17

¡Insensatos y ciegos! ¿Qué vale más, el oro o el templo que santifica el oro?

18

Y si alguno jura por el altar, eso no es nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre él, ése queda obligado.

19

Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?

20

Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él.

21

Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita.

22

Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta.

23

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto.

24

Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.

25

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por defuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias.

26

Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, para que también su exterior quede limpio.

27

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros encalados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicias!

28

Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

29

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos,

30

y decís: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempos de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas.

31

Ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas.

32

Colmad, pues, la medida de vuestros padres.

33

Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna?

El juicio divino

34

Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,

35

para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar.

36

En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

37

Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos a la manera que la gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no quisiste!

38

Vuestra casa quedará desierta,

39

porque en verdad os digo que no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

 

Capitulo 24

Profecía sobre la destrucción del templo

1

Saliendo Jesús del templo, se le acercaron sus discípulos y le mostraban las construcciones del templo.

2

El les dijo: ¿No veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea demolida.

3

Y sentándose en el monte de los Olivos, llegáronse a El aparte los discípulos, diciendo: Dinos cuándo será todo esto y cuál la señal de tu venida y de la consumación del mundo.

Tiempos de angustia

4

Jesús les respondió: Cuidad que nadie os engañe,

5

porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos.

6

Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras; pero no os turbéis, porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin.

7

Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares;

8

pero todo esto es el comienzo de los dolores.

La persecución contra el Evangelio

9

Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre.

10

Entonces se escandalizarán muchos y unos a otros se harán traición y se aborrecerán;

11

y se levantarán muchos falsos profetas que engañarán a muchos,

12

y por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos;

13

mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo.

14

Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, como testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin.

La desolación de Judea

15

Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel en el lugar santo!

16

(el que leyere entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;

17

el que esté en el terrado no baje a tomar nada a su casa,

18

y el que esté en el campo no vuelva atrás en busca del manto.

19

¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!

20

Orad para que vuestra huida no tenga lugar en invierno ni en sábado.

La tribulación suprema

21

Porque habrá entonces una gran tribulación cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá,

22

y, si no se acortasen aquellos días, nadie se salvaría; mas por amor de los elegidos se acortarán los días aquellos.

23

Entonces, si alguno dijere: Aquí está el Mesías, no le creáis,

24

porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si posible fuera, aun a los mismos elegidos.

25

Mirad que os lo digo de antemano.

26

Si os dicen, pues: Aquí está, en el desierto, no salgáis; aquí está, en un escondite, no lo creáis,

27

porque como el relámpago, que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.

28

Donde esté el cadáver, allí se reúnen los buitres.

La Venida del Hijo del hombre

29

Luego, en seguida, después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y las columnas del cielo se conmoverán.

30

Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hombre, y se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande.

31

Y enviará sus ángeles con resonante trompeta y reunirá de los cuatro vientos a los elegidos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

La parábola de la higuera

32

Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca;

33

así vosotros también, cuando veáis todo esto, entended que está próximo, a las puertas.

34

En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo esto suceda.

35

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Incertidumbre del juicio

36

De aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

37

Porque como en los días de Noé, así será la aparición del Hijo del hombre.

38

En los días que precedieron al diluvio comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca;

39

y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrebató a todos; así será a la venida del Hijo del hombre.

40

Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y otro será dejado.

41

Dos molerán en la muela: una será tomada y otra será dejada.

Necesidad de velar

42

Velad, pues, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor.

43

Pensad bien que si el padre de familia supiera en qué vigilia vendría el ladrón, velaría y no permitiría horadar su casa.

44

Por eso vosotros habéis de estar preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre.

45

¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente a quien constituyó su amo sobre la servidumbre para darle provisiones a su tiempo?

46

Dichoso del siervo aquel a quien, al venir su amo, hallare que hace así.

47

En verdad os digo que le pondrá sobre toda su hacienda.

48

Pero si el mal siervo dijera para sus adentros: Mi amo tardará,

49

y comenzare a golpear a sus compañeros y a comer y beber con borrachos,

50

vendrá el amo de ese siervo el día en que menos lo espera y a la hora que no sabe,

51

y le hará azotar y le echará con los hipócritas; allí habrá llanto y crujir de dientes.

 

Capitulo 25

Parábola de las diez vírgenes

1

Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo.

2

Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes;

3

las necias, al tomar las lámparas, no tomaron consigo aceite,

4

mientras que las prudentes tomaron aceite en las alcuzas juntamente con sus lámparas.

5

Como el esposo tardaba, se adormilaron y durmieron.

6

A la medianoche se oyó un clamoreo: Ahí está el esposo; salid a su encuentro.

7

Se despertaron entonces todas las vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.

8

Las necias dijeron a las prudentes: Dadnos aceite del vuestro, porque se nos apagan las lámparas.

9

Pero las prudentes respondieron: No, porque podría ser que no bastase para nosotras y vosotras; id más bien a la tienda y compradlo;

10

Pero mientras fueron a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban prontas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta.

11

Llegaron más tarde las otras vírgenes, diciendo: Señor, señor, ábrenos.

12

Pero él respondió: En verdad os digo que no os conozco.

13

Velad, pues que no sabéis el día ni la hora.

Parábola de los talentos

14

Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda,

15

dando a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad, y se va.

16

Luego, el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco.

17

Asimismo el de los dos ganó otros dos.

18

Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo.

19

Pasado mucho tiempo, vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas,

20

y llegando el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, tú me has dado cinco talentos; mira, pues, otros cinco que he ganado.

21

Y su amo le dice: Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor.

22

Llegó el de los dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me has dado; mira otros dos que he ganado.

23

Díjole su señor: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor.

24

Se acercó también el que había recibido un solo talento y dijo: Señor, tuve cuenta que eres hombre duro, que quieres cosechar donde no sembraste y recoger donde no esparciste,

25

y temiendo, me fui y escondí tu talento en la tierra; aquí lo tienes.”

26

Respondióle su amo: Siervo malo y haragán, ¿conque sabías que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger donde no esparcí?

27

Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, para que a mi vuelta recibiese lo mío con los intereses.

28

Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez,

29

porque al que tiene se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará,

30

y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes.

El juicio final

31

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los ángeles con El, se sentará sobre su trono de gloria.

32

Y se reunirán en su presencia todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos,

33

y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

34

Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

35

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis;

36

estaba desnudo, y me vestísteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme.

37

Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber?

38

¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos?

39

¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

40

Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.

41

Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles.

42

Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

43

fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo y no me vestísteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.

44

Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos?

45

El les contestará diciendo: En verdad os digo que, cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo.

46

E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna.

 

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