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EL VENCEDOR EDICIONES

NUEVO TESTAMENTO

 

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

 

PRIMERA PARTE

LA INFANCIA DE JESÚS

SEGUNDA PARTE

PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA

TERCERA PARTE

MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

CUARTA PARTE

PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

 

INTRODUCION AL EVANGELIO DE SAN MATEO

 

I

 

“Mateo era hijo de Alfeo y “publicano”, recaudador de las contribuciones que Roma imponía al pueblo judío. Cuando está ejerciendo su oficio, Cristo lo llama al apostolado y fue hecho apóstol. Su “telonio” lo tenía en Cafarnaúm. Allí debió de conocer a Cristo, y probablemente había presenciado algún milagro. En el primer evangelio se le llama Leví...”

Dicho esto, una vez se abre su Evangelio se le localiza a Mateo, a primer golpe de vista, al lado de la Fuente de la que él bebe su Relato de la Infancia de Jesús. La Genealogía de Jesús que el Evangelista nos presenta es la Genealogía de María: “hija de Jacob de Nazaret, hijo de Abiud, hijo de Zorobabel, hijo de Salomón, rey, hijo de David, rey”, genealogía de la que se desprende el Derecho de Jesús a la Corona de David, y de aquí que la Introducción Oficial a este Evangelio concluya diciendo que la intención del Evangelista es demostrar que Jesús fue el Mesías. Esta Genealogía no estuvo jamás en las manos de los Sumos Sacerdotes de Jerusalén por las razones presentadas en La Historia Divina de Jesucristo, Libro Primero, El Corazón de María.

No quiso Dios que el Conocimiento de las Genealogías del Mesías fuese conocido sino hasta después de la Preparación Consumada de aquellos Primeros Cristianos sobre los que se cumplió la Palabra de su Maestro: “Me persiguieron a mí, os perseguirán a vosotros”. Tanto más grande y profunda la riqueza de la Sabiduría Divina cuando ya Judíos y Romanos dejaron ver cuál hubiese sido su reacción al Anuncio de la Encarnación de JESÚS en el seno de la Virgen de Nazaret. Únicamente en un Pueblo nacido de las Obras Divinas de los Apóstoles, manifestadas en Cristo, hechas a la imagen y semejanza de las de Jesucristo, la Noticia de la Encarnación podía encontrar, y encontró, Templo y Fortaleza contra las que se tendrían que estrellar, y se estrellaron, la olas de los siglos.

La Apertura de San Mateo se produce dentro de este contexto:

“Quien cree, es de Dios:

quien no cree en la Encarnación del Hijo de Dios

no es de Dios”.

No hay medias tintas.

Desde este contexto el propietario de los Rollos Genealógicos del hijo de David en las Manos de su Madre, la Madre de Cristo fue la fuente del Evangelio de San Mateo.

Recordemos que firmada la Guerra entre el Judeocristianismo y la Iglesia Católica Romana los jefes de aquel movimiento independentista, que quiso jugar a los Macabeos, entraron en el Templo y quemaron sus archivos. No mucho más tarde, Nerón hizo lo mismo con los archivos imperiales romanos, de tal forma que la Vida de Jesús de Nazaret quedó sepultada en el fuego; su memoria, incinerada en la esperanza de borrar del Libro de la Historia Judía y Universal la existencia de aquel Profeta que en su locura se creyó “Dios Verdadero de Dios Verdadero,” declaración que la Creación entera proclama,  y por la que iodos los primeros cristianos fueron acusados de locos, y, tratados como tales por Judíos y Romanos, fueron arrojados al fuego del hambre de los leones. No se trata aquí tanto de reescribir la Historia cuanto de entender que el Autor  usó por tinta su propia sangre. Es verdad, no miento, que el valor de la sangre como Testimonio de la Veracidad de la Apología del Condenado a muerte hace algún tiempo que dejó de tener sentido; antes de esta pérdida sobre la Incorruptibilidad de la Justicia no se conoció mayor Testimonio que el de la propia vida. De aquí que Dios llamase a sus Apóstoles, Discípulos y Evangelistas “Sus Testigos”. Pues sabemos que ninguno de nosotros vio en vivo a Aquel que con su Todopoderosa Verbo dijo: “Haya Luz”; ni tampoco  podemos llamarnos Testigos de Dios:  “porque creemos sin ver”; a no ser que en su perversión la justicia de los hombres eleve el testimonio de los ciegos como prueba visual irrefutable ante, durante y después del juicio. En este orden de cosas podemos llamar a los Evangelios “la Apología de Dios ante los hombres”, y como tal  entendemos que fueron escritos no para pedir la suspensión de la condena a muerte sino para fortalecer a los ACUSADOS DELANTE SUS VERDUGOS. La responsabilidad sobre la vida y la muerte de los Primeros Cristianos  tuvo en los Apóstoles su morada; de hecho Ellos fueron los primeros en presentarse delante del Verdugo. Dos esferas se abren, pues,  a los ojos de nuestra Inteligencia: El Carácter Apologético de los Evangelios, de un sitio; y del otro su naturaleza de Testimonio Incorruptible  sobre lo que sus ojos vieron, sus manos tocaron y sus oídos oyeron.  En lo que respecta a nosotros, que no vimos, ni tocamos, ni estuvimos allí para escuchar de la boca de nuestro Dios y Rey, JESUCRISTO, su Palabra, acogiéndonos a su Gracia: “Bendito el que sin ve, cree”, en nosotros su naturaleza de Apología delante de los verdugos, para que al menos sepan de que nos acusan y porqué  nos condenan a muerte, se la Fuente de nuestra Fortaleza y Camino a la vida eterna.

Ahora bien, el que no quiera creer, que no crea; quien no quiera la vida eterna como Herencia del Creador a su Creación, que haga lo que quiera. San Mateo escribe su Historia del Mesías, hijo de Dios, para que se cumpliese la Ley: “Por el testimonio de dos testigos validarás su declaración”. Fue San Mateo el primero que abrió la marcha en este contexto divino.  El Evangelio de San Marcos fue escrito para que se cumpliese la Ley. San Lucas se levantó para  darle fuerza a la Ley. Y San Juan para apabullar a los jueces mientras  le abría las puertas del Cielo a  todos los Obispos.

Fue con la sangre de sus venas que los Evangelistas llenaron el Tintero del que saldría el río de la vida eterna que actualmente extiende sus  ramas por toda la Tierra. Las persecuciones a las que siguen estando sometidos los Cristianos en África, Asia y las Américas, e incluso en Europa, donde se sigue la política anticristiana de Juliano el Apóstata:  hacer como si  nunca hubiese existido “el Galileo”.

Efectivamente al Testimonio de la Sangre se sucede el Testimonio del Espíritu, el nuestro, el Testimonio del que sin ver, cree. Creemos no por la sangre, no somos hijos de Abraham, sino por el Espíritu de Inteligencia que se nos ha dado, y nos hace nacer de nuevo  como hijos de Cristo, hijos del Rey de los Cielos.

Esto dicho, saltando de las cosas del Cielo a la las de la Tierra, San Pablo habló claro sobre la inminencia de la Primera Persecución Imperial. Los Apóstoles debían devenir historiadores; y no precisamente siguiendo las reglas de las ciencias históricas, ¿porque cómo sujetar la Vida de Jesucristo a las leyes de los hombres?

La conclusión del Concilio del 49 fue definitiva: No podía haber pacto entre Judíos y Cristianos en orden a crear un Judeocristianismo militante en guerra contra Roma. Profetas ellos mismos, entendieron que  el NO al Judeocristianismo, liderado entre otros por Flavio Josefo, significaría que esos jefes intentarían por todos los medios  borrar de la Historia Universal la existencia de Jesús de Nazaret.

San Mateo y San Lucas fueron los encargados de poner por escrito los Acontecimientos:  

“cumplidos entre nosotros según nos han transmitido los que, desde el principio, fueron testigos oculares, convertidos después en ministros de la palabra, me ha parecido a mí también, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente, óptimo Teófilo para que conozcas la firmeza de las enseñanzas que tú has recibido de viva voz”. (San Lucas)

Se ve que ante la Parusía, es decir, la Gran Persecución Romana, los Apóstoles comprendieron que o dejaban por escrito las Obras y Enseñanzas del Maestro o bien morirían con ellos una vez fuesen entregados todos a las autoridades romanas para morir en los circos.

Cuando el Evangelistas escribe: informarme exactamente de todo desde los orígenes, se comprende que “los orígenes” es MARÍA. De aquí la Adoración de la Iglesia Católica hacia la Madre de su Señor. La Lectura de los Evangelios impresiona por el Valor de quienes creyeron, por las Obras, en su Maestro, y respondieron a los que sus sentidos vivieron con lo más preciado y grande que tiene un hombre: Su vida.

Unos buscan el Paraíso derramando sangre ajena; otros derraman la suya propia en Testimonio de la Veracidad Irrefutable, incluso para ellos mismos, de lo que vieron, tocaron y oyeron. Si somos benditos por creer sin ver, ¡ qué bendición podía llover sobre ellos su Dios que superase la que recibieron: Ser Coherederos del Reino de Dios, Hermanos del Rey Universal Sempiterno: JESUCRISTO, DIOS HIJO UNIGÉNITO, el Primogénito entre Ellos: hijos de Dios.

San Mateo abre la marcha en la plenitud de la Consciencia de la Herencia que sus Hermanos los Apóstoles han recibido. La opinión de quienes no creen no formó parte de la pluma que comenzó su Vuelo a través de los Siglos, venció los Milenios, y al presente reside en nuestras manos para callar toda boca y sembrar en todos los hombres la Verdad del Espíritu, la única Fuerza que puede alejarlos del Abismo y  traerlos de regreso al Paraíso de Dios: el Fin de nuestro Viaje, la Estación Termini que nos regala una Libertad sin límites: LA Gloria de la Libertad de los hijos de Dios, hijos de Cristo, hijos del Rey de los Cielos.

 

II

 

La publicación de libros una de las propiedades de la Civilización Romana y Judía de la época, que los Evangelios saliesen a luz después del Incendio de Roma y no antes, aun habiendo sido escritos antes, se ajusta a las palabras de San Pablo:

“Hablamos en privado entre los perfectos una sabiduría  que no han conocido los príncipes de este mundo”.

Fuera como fuese, la Madre estaba viva cuando San Mateo y San Lucas dirigieron sus investigaciones genealógicas, de manera que mientras más ulterior se feche sus publicaciones más años debemos darle a la Vida de la Madre, rechazando la opinión de quienes la pintaron en su lecho de muerte, a la par que nos acogemos a la Palabra de Dios:

“NO permitirás que mi carne conozca la corrupción”

¿Acaso la carne y la sangre de su HIJO conoció la corrupción de la Muerte? ¡Cómo iba a permitir el SEÑOR YAVÉ DIOS PADRE que la Madre de su Hijo la conociese? La  limpieza inmaculada de las aguas del río de la Vida ¿no es Testimonio infinito sobre la Belleza Eterna de la Fuente de la que emanaron la sangre y la carne de Cristo? Belleza Infinita de la Mujer amada por DIOS PADRE como se ama a una Esposa Inmaculada, amada por su Hijo con el Celo que  leemos en su Respuesta a quienes le acusaron de ser un bastardo, hijo de  adulterio. “Vuestro padre es el Diablo” les dijo. Amada sin límites por Dios Padre y Dios Hijo, San Mateo se acercan a Ella con la Veneración incorruptible que el querubín que le diera a su Madre desde la Cruz su Hijo: “Mujer he ahí tu hijo.” Nadie, absolutamente nadie, después de la Resurrección, se acercó a la Madre. De hecho, Ella desaparece de la Historia de la Edad Apostólica, su rastro se pierde bajo tierra como ese río Guadiana que se hunde en los hipogeos castellanos para regresar a la superficie; en este caso, España. Perseguida la Casa de María de Nazaret, asesinados sus miembros en su cólera por no haber podido dar con la MADRE, profetas Ellos, según leemos:

“El Espíritu de Jesús es el espíritu de la Profecía”,

San Juan apartó a la Madre de los ojos del mundo, primero renaciendo como San Marcos, o simplemente Marcos, autor de su Evangelio, y secretario de un San Pedro para quien la protección de ambos, “Madre e hijo”, devino un Deber Sagrado. La Parusía a la vuelta de la esquina, si de la cólera de los Judíos salvò San Juan a la Madre llevñandosela a Alejandrìa, de la Colera de los Romanos la salvó llevándosela consigo a España, donde la Tradición la descubre en Zaragoza, desde donde subió al Cielo, porque si por amor a Elías fue arrebatado por Dios al Cielo en un carro de fuego, sin deseo de ofender al profeta: ¿Qué fuerza en el Cielo o en la Tierra podía impedir que se cumpliese la Profecía?: “Mi carne no conocerá la Corrupción”. Inmaculada desde su Nacimiento, Inmaculada fue elevada al Mundo de su HIJO JESÚS.

Los historiadores de las cosas de los reyes y sus guerras vinieron a negar esta Ascensión de la Mujer que devino la Eva Eterna: Incorruptible, Madre en el Espíritu de todos los Apóstoles, y por extensión de todos los Cristianos. Y aludieron a la contradicción de haber sido Santiago y no Juan quien vino a España, cuando Santiago ya había sido martirizado. Argumento tan falaz y perverso como ellos mismos. El Deseo de San Pablo de venir a España se debe emparentar con su Deseo de apoyar a Juan en su Misión Sagrada de proteger a la MADRE; Viaje del que el propio San Pedro hubo de disuadirle; pues en razón de lo conocido que el Apóstol de los gentiles era ese Viaje hubiese delatado el paradero de la MADRE, a la que no hubiesen dudado en asesinar, como ya hicieron con los hijos de Cleofás, su hermano pequeño, entre los cuales vemos a Santiago, primer obispo de Jerusalén, arrojado desde las murallas de Jerusalén.

Es, en definitiva, con la Veneración y la Adoración debidas a la Madre del Rey de los Cielos infinitos que San Mateo se acerca a MARÍA para de sus labios escuchar el Misterio de la Anunciación.

Misterio porque entendemos que la MADRE descubre la Naturaleza de su Hijo, la ENCARNACIÓN DE DIOS HIJO UNIGÉNITO, única y exclusivamente de la boca de su NIÑO. Porque la Profecía hablaba del “Nacimiento de un hijo que tendría sobre sus hombres la Soberanía correspondiente a la Corona de su padre el rey David”, Nacimiento por Obra y Gracia del Poder Infinito de YAVÉ DIOS, de aquí que llamase a su Mesías: “Dios con Nosotros”. Mas en cuanto a la Encarnación del HIJO UNIGÉNITO DE YAVÉ DIOS, tal cual la conocemos hoy por obra y gracia de la Iglesia Católica, nada podía saber su MADRE porque nada había sido escrito  directamente, aunque sí indirectamente cuando hablando sobre su CRISTO, dijo Dios:

“Lloraréis como se llora por el unigénito, os lamentareis como se lamenta por el primogénito”.

Por otra parte, si la fecha de la publicación del Primer Evangelio debiéramos desplazarla a los años setentas, después de la Persecución Neroniana, una vez entendido que la Fuente de San Mateo es la propia Madre, la serie de contradicciones en la que los historiadores se pierden hunde toda la Verdad en el limbo. Unos 13 o 14 años después de la Resurrección los Apóstoles  se dispersaron por todo el mundo para evangelizar a todas las naciones. Esto nos conduce a las puertas del Primer Concilio Apostólico Universal, en el año 49.

El Concilio del 49 se hizo famoso por la respuesta de Pablo a Pedro sobre la conveniencia o no de unirse a los judeocristianos.  Nosotros comprendemos que en Ellos vivía, y vive, el Espíritu de JESÚS, de manera que siendo profetas por lógica mayor vieron el estallido de la Persecución Imperial a un par de décadas en la distancia. Era el momento de poner por escrito lo que vieron y oyeron, antes de que su Testimonio fuese borrado de los archivos del mundo.

San Juan estaba allí presente; la MADRE iba con Juan a todos sitios.  ¡Allí y entonces tenían la FUENTE!

San Juan, llamado Marcos, que regresó a Jerusalén desde Alejandría, donde fundó su iglesia episcopal, inmediatamente cerrado el Concilio pasó a España, donde la MADRE viviría su Ascensión, lejos de la Masacre Genocida que, en respuesta al fracaso de los judíos para fundar el Judeo-Cristianismo Universal,  en breve se lanzarían contra la Casa de los padres de María de Nazaret.

La MADRE les cuenta lo que vivió. Los Apóstoles lo pusieron por escrito tal cual ELLA les contó. La Fidelidad de los Hermanos de Armas de JESUCRISTO al Relato es infinita. ELLOS tuvieron a ese Hijo entre Ellos; convivieron con el Hijo de María, hijo de Dios, en persona.

 

III

 

María era ya una mujer madura cuando su Hijo fue subido a la Cruz.  Ya lo era cuando lo tuvo. La Respuesta de María de Nazaret a la Anunciación nos descubre una mujer para nada en su adolescencia. María debía estar sobre sus sesenta años cuando su Hijo fue crucificado. Si la crono oficial nos da para los Evangelios de Mateo y Lucas una fecha posterior a la Gran Persecución Neroniana, estamos hablando de  una mujer que cuenta ya con más de 120 años. Lo lógico es  lo natural. Presentes ambos, Mateo y Lucas en el Concilio del 49, fue durante esas fechas que  bebieron de la Fuente las letras que luego  escribieron. La Parusía, o Gran Persecución Neroniana a la vuelta de la esquina, lo absolutamente trascendental y no había nada que discutir, era sacar a la Madre de Italia y llevarla a España, donde la Persecución, porque el Cristianismo aun no había entrado con la fuerza invencible que más tarde lo haría, no se dejaría notar.  Por otra parte el Dolor de la Madre ante  el hecho consumado de ver a sus “hijos” los Apóstoles masacrados, y con Ellos todo el Rebaño sagrado, hubiese sido de una crueldad sin límites. Y allí se fue San Juan. Y allí, antes de la Gran Persecución la elevó Dios a su Casa Eterna.

 

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