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LA BIBLIA

NUEVO TESTAMENTO

ANTIGUO TESTAMENTO

EPÍSTOLAS DE SAN PABLO

Carta a los Romanos

Capítulo 1
INTRODUCCIÓN
Saludo a los fieles de Roma
   
1
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el evangelio de Dios,
2
que por sus profetas había prometido en las Santas Escrituras,
3
acerca de su Hijo, nacido de la descendencia de David, según la carne,
4
constituido Hijo de Dios, poderoso según el espíritu de Santidad a partir de la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor,
5
Por el cual hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe, para gloria de su nombre en todas las naciones,
6
entre los cuales os contáis también vosotros, los llamados de Jesucristo;
7
a todos los amados de Dios, llamados santos, que estáis en Roma, la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
   
 
Pablo deseó mucho venir a Roma
 
8
Ante todo doy gracias a mi Dios por Jesucristo, por todos vosotros, de que vuestra fe es celebrada en todo el mundo.
9
Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu mediante la predicación del Evangelio de su Hijo, que sin cesar hago memoria de vosotros,
10
suplicándole siempre en mis oraciones que por fin algún día, por voluntad de Dios, se me allane el camino para ir hacia vosotros.
11
Porque a la verdad, deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, para confirmaros,
12
es decir, para consolarme con vosotros en la mutua comunicación de nuestra fe.
13
No quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir hacia vosotros -pero he sido impedido hasta el presente-, para recoger algún fruto también entre vosotros, como entre las demás gentes.
14
Me debo tanto a los griegos como a los bárbaros, tanto a los sabios como a los ignorantes.
15
Así que en cuanto a mí está, pronto estoy a evangelizaros también a vosotros los de Roma.
 
 
Argumento de la Epístola
 
16
Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego
17
Porque en él se revela la justicia de Dios, pasando de una fe a la otra, según está escrito: “El justo vive de la fe”.
Capítulo 1
La gentilidad desconoció a Dios
 
18

Pues la ira de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres, de los que en su justicia a aprisionan la verdad con la injusticia.

19
en efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó;
20
porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras. De manera que son inexcusables,
21
por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón;
22
y alardeando de sabios, se hicieron necios,
23
y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos y reptiles.
 
 
El castigo de la gentilidad
 
24
Por esto los entregó Dios a los deseos de su corazón, a la impureza con la que deshonran sus propios cuerpos,
25
pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron a la criatura en lugar del Criador, que es bendito por los siglos. Amén
26
Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra naturaleza;
27
E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en la concupiscencia de unos por otros, los varones de los varones, cometiendo torpezas y recibiendo en sí mismos el pago debido a su extravío.
28
Y como no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir. Que los lleva a cometer torpezas,
29
Y a llenarse de toda injusticia, malicia, avaricia, maldad; llenos de envidia, dados al homicidio, a contiendas, a engaños, a malignidad; chismosos
30
o calumniadores de Dios, ultrajadores, orgullosos, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a los padres,
31
Insensatos, desleales, desamorados, despiadados;
32
los cuales, conociendo la sentencia de Dios, que quienes tales cosas hacen son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que aplauden a quienes las hacen.
Capítulo 2
Tampoco los judíos están camino de la salvación
1
Por lo cual eres inexcusable, ¡oh hombre!, quienquiera que seas, tú que juzgas; pues en lo mismo en que juzgas a otro, a tí mismo te condenas, ya que haces eso mismo que condenas.
2
Pues sabemos que el juicio de Dios es, conforme a verdad, contra todos los que cometen tales cosas.
3
¡Oh hombre ¡ ¿Y piensas tú, que condenas a los que eso hacen, y con todo lo haces tú, que escaparás al juicio de Dios?
4
¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te trae a penitencia?
5
Pues conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazón, vas atesorando ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6
que dará a cada uno según sus obras;
7
A los que con perseverancia en el bien obrar buscan la gloria, el honor y la incorrupción, la vida eterna:
8
pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedecen a la injusticia, ira e indignación.
9
Tribulación y angustia sobre todo el que hace el mal, primero sobre el judío, luego sobre el gentil
10
Pero gloria, honor y paz para todo el que hace el bien, primero para el judío, luego para el gentil,
11
pues en Dios no hay acepción de personas.
 
 
La ley de los gentiles
 
12
Cuantos hubiesen pecado sin Ley, sin Ley también perecerán; y los que pecaron en la Ley, por la Ley serán juzgados;
13
Porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley; ésos serán declarados justos,
14
En verdad, cuando los gentiles, guiados por la razón natural, sin Ley, cumplen los preceptos de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para sí mismos Ley.
15
Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigos su conciencia y las sentencias con que entre unos y otros se acusan o se excusan.
16
Así se verá el día que Dios por Jesucristo, según mi evangelio, juzgará las acciones secretas de los hombres.
 
 
El judío violador de la Ley es más culpable
 
17
Pero si tú, que presumes de llamarte judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios,
18
conoces su voluntad, e instruido en la Ley, sabes estimar lo mejor,
19
y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que viven en las tinieblas,
20
Preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad;
21
tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas?
22
Tú, que dices que no se debe adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿te apropias de los despojos de los templos?
23
Tú, que te glorías en la Ley ¿deshonras a Dios traspasando la Ley?
24
Pues escrito está: “Por vuestra causa es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios”
 
 
La Verdadera Circuncisión
 
25
Cierto que la circuncisión es provechosa si guardas la Ley; pero si la traspasas, tu circuncisión se hace prepucio.
26
Mientras que si el incircunciso guarda los preceptos de la Ley, ¿no será tenido por circuncidado?
27
Por tanto, el incircunciso natural que cumple la Ley te juzgará a tí, que, a pesar de tener la letra y la circuncisión, traspasas la Ley
28
Porque no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la circuncisión exterior de la carne;
29
Sino que es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del corazón, según el espíritu, no según la letra. La alabanza de éste no es de los hombres, sino de Dios.
Capítulo 3
Los judíos reos ante el tribunal de Dios
1
¿En qué, pues, aventaja el judío o de qué aprovecha la circuncisión?
2
Mucho en todos los aspectos, porque primeramente les ha sido confiada la palabra de Dios.
3
¡Pues qué! Si algunos han sido incrédulos, ¿acaso va a anular su infidelidad la fidelidad de Dios?
4
No ciertamente. Quede asentado que Dios es veraz, y todo hombre falaz, según está escrito: "Para que seas reconocido justo en tus palabras y triunfes cuando fueres juzgado".
5
Pero si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿No es Dios injusto en desfogar su ira? (hablando a la humano).
6
De ninguna manera. Si así fuese, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo?
7
Pero si la veracidad de Dios resalta más por mi mendacidad, para gloria suya, ¿por qué voy a ser juzgado yo pecador?
8
¿Y por qué no decir lo que algunos calumniosamente nos atribuyen: Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de ésos es justa.
9
¿Qué, pues, diremos? ¿Los aventajamos? No en todo. Pues ya hemos probado que judíos y gentiles nos hallamos todos bajo el pecado,
10
según está escrito: "No hay justo, ni siquiera uno,
11
no hay uno sabio, no hay quien busque a Dios.
12
Todos se han extraviado, todos están corrompidos;no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno".
13
"Sepulcro abierto es su garganta, con sus lenguas urden engaños; veneno de áspides hay bajo sus labios,
14
su boca rebosa maldicion y amargura,
15
veloces son sus pies para derramar sangre,
16
calamidad y miseria abundan en sus caminos,
17
y la senda de la paz no la conocieron;
18
no hay temor de Dios ante sus ojos".
19
Ahora bien, sabemos que cuanto dice la Ley lo dice a los que viven bajo la Ley, para tapar toda boca y que todo el mundo se confiese reo ante Dios.
20
De aquí que por las obras de la Ley nadie será reconocido justo ante El, pues de la Ley sólo nos viene el conocimiento del pecado.
 
 
Dios ha otorgado a la humanidad la salud por Cristo
 
21
Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas;
22
la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, sin distinción;
23
pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios;
24
siendo justificados donosamente por su gracia mediante la Redención que se realizó en Cristo Jesús,
25
a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tolerancia de los pecados pasados,
26
en la paciencia de Dios para manifestar su justicia en el tiempo presente y para probar que es justo y que justifica a todo el que cree en Jesús.
 
 
Toda gloria humana queda excluída
 
27
¿Dónde está, pues, tu jactancia? Ha quedado excluida. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe,
28
pues sostenemos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley
29
¿O acaso Dios es sólo Dios de los Judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también lo es de los gentiles,
30
puesto que no hay más que un sólo Dios, que justifica a la circuncisión por la fe, y al prepucio por la fe.
31
¿Anulamos, pues, la Ley con la fe? No ciertamente, antes la confirmamos.
Capítulo 3
Los judíos reos ante el tribunal de Dios
1
¿En qué, pues, aventaja el judío o de qué aprovecha la circuncisión?
2
Mucho en todos los aspectos, porque primeramente les ha sido confiada la palabra de Dios.
3
¡Pues qué! Si algunos han sido incrédulos, ¿acaso va a anular su infidelidad la fidelidad de Dios?
4
No ciertamente. Quede asentado que Dios es veraz, y todo hombre falaz, según está escrito: "Para que seas reconocido justo en tus palabras y triunfes cuando fueres juzgado".
5
Pero si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿No es Dios injusto en desfogar su ira? (hablando a la humano).
6
De ninguna manera. Si así fuese, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo?
7
Pero si la veracidad de Dios resalta más por mi mendacidad, para gloria suya, ¿por qué voy a ser juzgado yo pecador?
8
¿Y por qué no decir lo que algunos calumniosamente nos atribuyen: Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de ésos es justa.
9
¿Qué, pues, diremos? ¿Los aventajamos? No en todo. Pues ya hemos probado que judíos y gentiles nos hallamos todos bajo el pecado,
10
según está escrito: "No hay justo, ni siquiera uno,
11
no hay uno sabio, no hay quien busque a Dios.
12
Todos se han extraviado, todos están corrompidos;no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno".
13
"Sepulcro abierto es su garganta, con sus lenguas urden engaños; veneno de áspides hay bajo sus labios,
14
su boca rebosa maldicion y amargura,
15
veloces son sus pies para derramar sangre,
16
calamidad y miseria abundan en sus caminos,
17
y la senda de la paz no la conocieron;
18
no hay temor de Dios ante sus ojos".
19
Ahora bien, sabemos que cuanto dice la Ley lo dice a los que viven bajo la Ley, para tapar toda boca y que todo el mundo se confiese reo ante Dios.
20
De aquí que por las obras de la Ley nadie será reconocido justo ante El, pues de la Ley sólo nos viene el conocimiento del pecado.
 
 
Dios ha otorgado a la humanidad la salud por Cristo
 
21
Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas;
22
la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, sin distinción;
23
pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios;
24
siendo justificados donosamente por su gracia mediante la Redención que se realizó en Cristo Jesús,
25
a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tolerancia de los pecados pasados,
26
en la paciencia de Dios para manifestar su justicia en el tiempo presente y para probar que es justo y que justifica a todo el que cree en Jesús.
 
 
Toda gloria humana queda excluída
 
27
¿Dónde está, pues, tu jactancia? Ha quedado excluida. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe,
28
pues sostenemos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley
29
¿O acaso Dios es sólo Dios de los Judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también lo es de los gentiles,
30
puesto que no hay más que un sólo Dios, que justifica a la circuncisión por la fe, y al prepucio por la fe.
31
¿Anulamos, pues, la Ley con la fe? No ciertamente, antes la confirmamos.
Capítulo 4
La justificación de Abraham
1
¿Qué diremos, pues, haber obtenido de Abraham, nuestro padre según la carne?
2
Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no delante de Dios
3
Pero ¿qué dice la Escritura? "Abraham Creyó en Dios, y le fue computado a justicia".
4
Ahora bien, al que trabaja no se le computa el salario como gracia, sino como deuda.
5
Mas al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al impío, la fe le es computada por justicia.
6
Así es como David proclama bienaventurado al hombre a quien Dios imputa la justicia sin las obras:
7
"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido velados.
8
Venturoso el varón a quien no tomó el Señor cuenta de su pecado".
9
Ahora bien, esta bienaventuranza ¿es sólo de los circuncidados o también de los Incircuncisos? Porque decimos que a Abraham le fue contada su fe por justicia.
10
¿Pero cuándo le fue computada? ¿Cuando ya se había circuncidado o antes? No después de la Circuncisión, sino antes.
11
Y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe, que obtuvo aún siendo incircunciso, para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, de forma que también a ellos les fuera atribuída la justicia;
12
y padre de los circuncidados, pero no de los que son solamente de la circuncisión, sino de los que siguen también las pasos de la fe de nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
 
 
La promesa de Abraham
 
13
Pues a Abraham y a su posteridad no le vino por la Ley la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.
14
Pues si los hijos de la Ley son los herederos, quedó anulada la fe y abrogada la promesa;
15
porque la Ley trae consigo la ira, ya que donde no hay ley no hay transgresión.
16
Por consigueinte, la promesa viene de la fe, para que en virtud de la gracia sea firme la promesa hecha a toda la descendencia, no sólo a los hijos de la Ley, sino a los hijos de la fe de Abraham, padre de todos nosotros,
17
según está escrito: Te he puesto por padre de muchas naciones, ante aquél en quien creyó, Dios, que da vida a ls muertos y llama a lo que es lo mismo que a lo que no es.
18
Abraham, contra toda esperanza, creyó que había de ser padre de muchas naciones, según el dicho: Así será tu descendencia,
19
y no flaqueó en la fe al considerar su cuerpo medio muerto, pues ya era casi centenario y estaba ya amortiguada la matriz de Sara;
20
sino que ante la promesa de Dios no vaciló, dejándose llevar de la imcredulidad; antes, fortalecido por la fe dio gloria a Dios,
21
convencido de que Dios era poderoso para cumplir lo que había prometido;
22
y por esto le fue computado a justicia.
23
Y no sólo por él está escrito que le fue computado, sino también por nosotros, a quienes debe computarse; a los que creemos en el que resucitó de entre los muertos, nuestro Señor Jesús,
24
que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuesra justificación.
Capítulo 5
La justificación, prenda de la salud eterna
1
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por mediación de nuestro Señor Jesucristo,
2
por quien en virtud de la fe hemos obtenido también el acceso a esta gracia en que nos mantenemos y nos gloriamos, en la esperanza y la gloria de Dios.
3
Y no sólo eso, sino que nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia;
4
la paciencia, una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza.
5
Y la esperanza no quedará confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
6
Porque cuando todavía éramos débiles, Cristo, a su tiempo, murió por los impíos.
7
En verdad apenas habrá quien muera por un justo; sin embargo, pudiera ser que muriera alguno por uno bueno;
8
pero Dios probó su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, murió Cristo por nosotros.
9
Con mayor razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por El salvos de la ira;
10
porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, seremos salvos en su vida.
11
Y no sólo reconciliados, sino que nos gloriamos en Dos por nuestro Señor Jesucristo, por quien recibimos ahora la reconciliación.
 
 
La obra de Adán y la de Jesucristo
 
12
Así pues, como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado...
13
Porque antes de la Ley había ya pecado en el mundo, pero el pecado no es imputable si no existe la Ley.
14
Pero la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aún sobre aquellos que no habían pecado, a semejanza de la transgresión de Adán, que es el tipo del que había de venir.
15
Mas no es el don como fue la transgresión. Pues si por la transgresión de uno mueren muchos, cuanto más la gracia de Dios y el don gratuito conferidos por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, ha abundado en beneficio de muchos.
16
Y no fue el don como la transgresión de un solo pecador, pues el juicio proveniente de uno solo llevó a la condenación, mas el otro, después de muchas transgresiones, acabó en la justificación.
17
Pues como por la transgresión de uno, esto es, por obra de uno solo reinó la muerte, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia reinarán en la vida por medio de uno solo, Jesucristo.
18
Por consiguiente como por la transgresión de uno solo llegó la condenación a todos, así también por la justicia de uno solo llega a todos la justificación de la vida.
19
Pues como por la desobediencia de un solo hombre muchos se constituyeron en pecadores, así tambien por la obediencia de uno muchos se constituyeron en justos.
20
Se introdujo la Ley para que abundase el pecado; pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia,
21
para que, como reinó el pecado por la muerte, así también reine la gracia por la justicia para la vida eterna por nuestro Señor Jesucristo.
Capítulo 6
El cristiano, unido a Cristo por el bautismo
1
¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?
2
De ningún modo. Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vivir todavía en él?
3
¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte?
4
Con El hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
5
Porque si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también los seremos por la de su resurrección.
6
Pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado.
7
En efecto, el que muere queda absuelto de su pecado.
8
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos en El;
9
Pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muerte no tiene ya dominio sobre El.
10
Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios.
11
Así, pues, haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
 
 
El servicio del pecado y el de Dios
 
12
Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, obedeciendo a sus concupiscencias;
13
ni deis vuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofrecéos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14
Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.
15
¡Pues qué! ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? De ningún modo.
16
¿No sabéis que, ofreciéndoos a uno para obedecerle, os hacéis esclavo de aquél a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la justicia?
17
Pero gracias sean dadas a Dios, porque, siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a la norma de doctrina que os disteis,y, libres ya del pecado, habeis venido a ser siervos de la justicia.
18
Os hablo al modo humano en atención a la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad, así entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santificación.
19
Pues cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto a la justicia.
20
¿Y qué fruto obtuvisteis entonces? Aquellos de que ahora os avergonzáis, porque su fruto es la muerte.
21
Pero ahora, libres del pecado y siervos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna.
22
Pues la soldada del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.
Capítulo 7
Los cristianos, libres de la Ley
 
1
¿O ignoráis, hermanos, -hablo a los que saben de leyes-, que la Ley domina al hombre todo el tiempo que éste vive?
2
Por tanto, la mujer casada está ligada al hombre mientras éste vive; pero, muerto el marido, queda desligada de la ley del marido.
3
Por consiguiente, viviendo el marido será tenida por adúltera si se uniere a otro marido; pero si el marido muere queda libre de la Ley, y no será adúltera si se une a otro marido.
4
Asi que, hermanos míos, vosotros habéis muerto también a la Ley por el cuerpo de Cristo, para ser de otro que resucitó de entre los muertos, a fin de que deis frutos para Dios.
5
Pues cuando estábamos en la carne, las pasiones, vigorizadas por la Ley, obraban en nuestros miembros y daban frutos de muerte;
6
mas ahora, desligados de la Ley, estamos muertos a lo que nos sujetaba, de manera que sirvamos en espíritu nuevo, no en la letra vieja.
 
 
La Ley y el Pecado
 
7
¿Qué diremos entonces? ¿Que la Ley es pecado? De ningún modo. Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley. Pues yo no conocería la codicia si la Ley no dijera: "No codiciarás".
8
Mas tomando ocasión el pecado por medio del precepto, activó en mí toda concupiscencia, porque sin la Ley el pecado está muerto.
9
Y yo viví algún tiempo sin Ley; pero sobreviniendo el precepto, revivió el pecado
10
y yo quedé muerto, y hallé que el precepto que era para vida, fue para muerte.
11
Pues el pecado, con ocasión del precepto, me sedujo y por él me mató.
12
En suma que la Ley es santa, y el precepto santo, y justo y bueno.
 
 
La potencia maligna del pecado
 
13
Luego ¿lo bueno me ha sido muerte? Nada de eso; pero el pecado, para mostrar toda su malicia, por lo bueno me dio la muerte, haciéndose por el precepto sobremanera pecaminoso.
14
Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido por esclavo al pecado.
15
Porque no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que no quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
16
Si, pues hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena.
17
Pero entonces ya no soy yo quien obra esto, sino el pecado, que mora en mí.
18
Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne, cosa buena. Porque el querer hacer el bien está en mí, pero el hacerlo, no.
19
En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
20
Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí.
21
Por consiguiente tengo en mí esta ley: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega;
22
porque me deleito en la Ley de Dios según el hombre interior,
23
pero siento otra ley en mis miembros que repugna la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros.
24
¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
25
Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor.Así, pues, yo mismo, que con la mente sirvo a la Ley de Dios, sirvo con la carne a la ley del pecado.
Capítulo 8
La Vida del espíritu
 
1
No hay , pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús,
2
porque la ley de vida en el espíritu de Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte.
3
Pues lo que a la Ley le era imposible, por ser débil a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado y por el pecado, condenó al pecado en la carne,
4
para que la justicia se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu.
5
Los que son según la carne sienten las cosas carnales; los que son según el espíritu sienten las cosas espirituales.
6
Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida y paz.
7
Por lo cual el apetito de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la Ley de Dios.
 
 
Los que caminan según la carne
 
8
Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios;
9
pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que de verdad el espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo.
10
Mas si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto para el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.
11
Y si el espíritu de aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu, que habita en vosotros.
12
Así pues, hermanos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne,
13
que si vivís según la carne, moriréis; mas, si con el espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis.
 
El cristiano, hijo de Dios
 
14
Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15
Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espíritu de adopción, por el que clamamos: ¡Abba! ¡Padre!
16
El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,
17
y si hijos, también herederos; herederos de Dios, coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con El para ser con El glorificados.
 
 
Los sufrimientos presentes comparados con la gloria futura
 
18
Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros;
19
porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios,
20
pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las sujeta
21
con la esperanza de que también ellas serán liberadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
22
Pues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto,
23
y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo.
24
Porque en esperanza estamos salvos; que la esperanza que se ve, ya no es esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo?;
25
pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos.
 
 
El Espíritu ora en nosotros
 
26
Y asímismo, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inenarrables,
27
y el que escudriña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios
 
 
El plan de Dios sobre los elegidos
 
28
Ahora bien: sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados.
29
Porque a los que de antes conoció, a ésos los predestinó a ser conforme a la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos;
30
y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos los jutificó; y a los que justificó, a ésos también los glorificó.
31
¿Qué diremos, pues, a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32
El que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no ha de darnos con El todas las cosas?
33
¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿quién condenará?
34
Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros.
35
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?
36
Según está escrito: Por tu causa somos entregados a la muerte todo el día, somos mirados como ovejas de degüello.
37
Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó.
38
Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades,
39
ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Capítulo 9
Sentimientos del Apóstol por los judíos
 
1
Os digo la verdad en Cristo, no miento y conmigo da testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo,
2
que siento una gran tristeza y un dolor continuo en mi corazón
3
porque desearía ser yo mismo anatema de Cristo por mis hermanos, mis deudos según la carne,
4
los israelitas, cuya es la adopción, y la gloria, y las alianzas, y la legislación, y el culto, y las promesas;
5
cuyos son los patriarcas y de quienes según la carne procede Cristo, que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
6
Y no es que la palabra de Dios haya caído vacía, pues no todos los de Israel son de Israel,
7
ni todos los descendientes de Abraham son hijos de Abraham, sino que por Isaac será nombrada tu descendencia.
8
Esto es, no los hijos de la carne son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son tenidos por descendencia.
9
Los términos de la promesa son estos: Por este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo.
10
Ni es sólo esto: también Rebeca concibió de un sólo varón, nuestro padre Isaac. Pues bien,
11
cuando aún no había nacido ni había hecho aún bien ni mal, para que el propósito de Dios, conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese,
12
le fue a ella dicho: el mayor servirá al menor
13
según lo que está escrito: "Amé a Jacob y odié a Esaú".
 
 
La justicia de Dios para con los gentiles y los judíos
 
14
¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injusticia en Dios? No,
15
pues a Moisés le dijo: “Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y tendré compasión de quien tenga compasión”.
16
Por consiguiente, no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, de quien tiene misericordia.
17
Porque dice la escritura al faraón: “Precisamente para esto te he levantado, para mostrar en tí mi poder y para dar a conocer mi nombre en toda la tierra”.
18
Así que tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere le endurece.
19
Pero me dirás: Entonces, ¿por qué reprende? Porque ¿quién puede resistir su voluntad?
20
¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el alfarero: Porqué me has hecho así?
21
¿O es que no puede el alfarero hacer del mismo barro un vaso para usos honorables y otros para usos viles?
22
Pues si para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha longanimidad a los vasos de ira, maduros para la perdición,
23
Y al contrario, quiso hacer ostentación de la riqueza de su Gloria sobre los vasos de su misericordia, que El preparó para la Gloria,
24
Es decir, sobre nosotros, los que El llamó no solo de los judíos, sino también de los gentiles…
25
Como dice en Oseas:”Al que no es mi pueblo llamaré mi pueblo, y a lo que no es mi amada, mi amada”.
26
Y donde fue dicho: “No sois mi pueblo”, allí serán llamados hijos de Dios vivo.
27
E Isaías clama de Israel: “Aunque fuera el número de los hijos de Israel como las arenas del mar, sólo un resto sera salvo,
28
Porque el Señor realizará sobre la tierra su palabra cumplidamente y pronto”.
29
Y según predijo Isaías: “Si el Señor de los ejércitos no nos dejara un renuevo como Sodoma hubiéramos venido a ser y a Gomorra nos asemejaríamos”
 
 
Por qué los judíos no admitieron la fe
 
30
Pues ¿qué diremos? Que los gentiles, que no perseguían la justicia, alcanzaron la justicia, es decir la justicia por la fe,
31
mientras que Israel, siguiendo la ley de la justicia no alcanzó la Ley.
32
¿Y por qué? Porque no fue por el camino de la fe, sino por el de las obras. Tropezaron con la piedra de escándalo,
33
según está escrito: "He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo, una piedra de escándalo, y el que creyere en El no será confundido".
Capítulo 10
1
Hermanos, a ellos va el afecto de mi corazón y por ellos se dirigen mis súplicas, para que sean salvos.
2
Yo declaro en favor suyo que tienen celo por Dios, pero no según la ciencia;
3
porque ignorando la justicia de Dios y buscando afirmar la propia no se sometieron a la justicia de Dios,
4
porque el fin de la Ley es Cristo, para la justificación de todo el que cree.
 
 
Las dos justicias
 
5
Pues Moisés escribe que el hombre que cumpliere la justicia de la Ley vivirá en ella.
6
Pero la justicia que viene de la fe dice así: No digas en tu corazón: "¿Quién subirá al cielo?", esto es, para bajar a Cristo;
7
o: "¿Quién bajará al abismo?", esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.
8
Pero ¿qué dice? "Cerca de tí está la palabra, en tu boca, en tu corazón", esto es, la palabra de la fe que predicamos.
9
Porque si confesares con tu boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.
10
Porque con el corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para la salud.
11
Pues la Escritura dice: "Todo el que creyere en El no será confundido".
12
No hay distinción entre el judío y el gentil. Uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan,
13
pues todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.
 
 
El Evangelio, predicado a los judíos y desechado por ellos
 
14
Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo creerán sin haber oído?
15
Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Según está escrito: "¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!".
16
Pero no todos obedecen al Evangelio. Porque Isaías dice: "Señor, ¿quién creyó nuestro mensaje?"
17
Luego la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra de Cristo.
18
Pero digo yo: ¿Es que no han oído? Cierto que sí. "Por toda la tierra se difundió su voz, y hasta los confines del orbe habitado sus palabras".
19
Pero ¿acaso Israel no conoció? Es Moisés el primero que dice: "Yo os provocaré a celos de uno que no es pueblo, os provocaré a cólera por un pueblo insensato".
20
E Isaías se atreve a decir: "Fuí hallado de los que no me buscaban, me dejé ver de los que no preguntaban por mí".
21
Pero a Israel le dice: "Todo el día extendí mis manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde".
Capítulo 11
La reprobación de los judíos no es total
1
Según esto, pregunto yo: ¿es que Dios ha rechazado a su pueblo? No, cierto. Que yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2
No ha rechazado Dios a su pueblo, a quien de antemano conoció. ¿O es que no sabéis lo que en Elías dice la Escritura, cómo ante Dios acusa a Israel?
3
"Señor, han dado muerte a tus profetas, han arrasado tus altares, he quedado yo solo, y aun atentan contra mi vida".
4
Pero ¿qué le contesta el oráculo: "Me he reservado siete mil varones que no han doblado la rodilla ante Baal"
5
Pues así también en el Presente tiempo ha quedado un resto en virtud de una elección graciosa
6
Pero si por gracia, ya no es por las obras, que entonces la gracia ya no sería gracia.
7
¿Qué, pues? Que Israel no logró lo que buscaba, pero los elegidos lo lograron. Cuanto a los demás, se han encallecido.
8
Según está escrito: "Dióles Dios un espíritu de aturdimiento, ojos para no ver y oídos para no oir, hasta el día de hoy".
9
Y David dice: "Vuélvase su mesa un lazo, y una trampa, y un tropiezo, en su justa paga;
10
oscurézcanse sus ojos para que no vean y doblegue siempre su cerviz"
 
 
La reprobación de Israel
 
11
Pero digo yo: ¿Han tropezado para que cayesen? No ciertamente. Pues gracias a su transgresión obtuvieron la salvación los gentiles para excitarlos a emulación.
12
Y si su caída es la riqueza del mundo, y su menoscabo la riqueza de los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud!
13
Y a vosotros los gentiles os digo que mientras sea apóstol de los gentiles haré honor a mi ministerio,
14
por ver si despierto la emulación de los de mi linaje y salvo a alguno de ellos.
15
Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino una resurrrección de entre los muertos?
16
Que si las primicias son santas, también la masa; si la raiz es santa, también las ramas.
17
Y si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo acebuche, fuiste injertado en ella y hecho partícipe de la raiz, es decir, de la pinguosidad del olivo, no te engrías contras las ramas.
18
Y si te engríes, ten en cuenta que no sustentas tú a la raiz.sino la raiz a tí.
19
Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
20
Bien, por su incredulidad fueron desgajadas, y tú por la fe estás en pie. No te engrías, antes teme.
21
Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a tí te perdonará.
22
Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad para con los caídos, para contigo la bondad, si permaneces en la bondad, que de otro modo también tú serás desgajado.
23
Mas ellos, de no perseverar en su incredulidad, serán injertados, que poderoso es Dios para injertaros de nuevo.
24
Porque si tú fuiste cortado de un olivo silvestre y contra naturaleza injertado en un olivo legítimo, ¡cuánto más éstos, los naturales, podrán ser injertados en el propio olivo!
25
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no presumáis de vosotros mismos: que el endurecimiento vino a una parte de Israel hasta que entrase la plenitud de las naciones;
26
y entonces todo Israel será salvo, según está escrito: "Vendrá de Sión el libertador para alejar de Jacob las impiedades.
27
Y ésta será mi alianza con ellos cuando borre sus pecados".
28
Por lo que toca al Evangelio, son enemigos a causa de vosotros; mas según la elección, son amados a causa de los padres,
29
pues los dones y la vocación de Dios son sin arrepentimiento.
30
Pues así como vosotros algún tiempo fuisteis desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por su desobediencia,
31
así también ellos, que ahora se niegan a obedecer para dar lugar a la misericordia a vosotros concedida, alcanzarán a su vez misericordia.
32
Pues Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener de todos misericordia.
33
¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!
34
Porque "¿quién conoció el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero?
35
o ¿quién le dio primero para tener derecho a retribución?
36
Porque de El, y por El, y para El son todas las cosas. A El la gloria por los siglos. Amén.
Capítulo 12
La vida nueva
1
Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; éste es vuestro culto racional.
2
Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernr cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta.
 
 
Sentimientos de modestia
 
3
Por la gracia que me ha sido dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os sobreestiméis más de lo que conviene estimaros, sino estimaos moderadamente, cada uno según Dios le repartió la medida de la fe.
4
Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función,
5
así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros.
6
Así todo tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada; ya sea la profecía, según la medida de la fe;
7
ya sea el ministerio para servir; en que enseña en la enseñanza;
8
el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría.
9
Vuestra caridad sea sincera, aborreciendo el mal, adhiriéndoos al bien,
10
amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos a otros.
11
Sed diligentes sin flojedad, fervorosos de espíritu, como quienes sirven al Señor.
12
Vivid alegres con la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración;
13
subvenid a las necesidades de los santos, sed solícitos en la hospitalidad.
14
Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis.
15
Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran.
16
Procurad tener unanimidad de sentimientos unos para con otros; no seáis altivos, mas allanaos a los humildes. No seáis prudentes en vuestra apreciación.
17
No volváis mal por mal; procurad el bien a los ojos de todos los hombres.
18
A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos.
19
No os tomeis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira de Dios; pues escrito está: "A mí la venganza, yo haré justicia, dice el Señor".
20
Por lo contrario, "si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo así amontonáis carbones encendidos sobre su cabeza".
21
No te dejes vencer del mal, antes vence al mal con el bien.
Capítulo 13
Obediencia a los poderes públicos
1
Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores, pues no hay autoridad sino bajo Dios; y las que hay, por Dios han sido establecidas,
2
de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación.
3
Porque los magistrados no son de temer para los que obra bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación,
4
porque es ministro de Dios para el bien, pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal.
5
Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia.
6
Por tanto, pagadles los tributos, que son ministros de Dios ocupados en eso.
7
Pagad a todos lo que debáis; a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.
 
 
La perfección del amor
 
8
No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley.
9
Pues "no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás", o cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: "Amarás al prójimo como a tí mismo"
10
El amor no obra el mal del prójimo, pues el amor es la plenitud de la ley.
El día de la salud está próximo
11
Y ya conocéis el tiempo y que ya es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está más cercana que cuando creimos.
12
La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz.
13
Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y en libertinajes, no en querellas y envidias,
14
Antes vestíos del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Capítulo 14
Los fuertes y los débiles en la fe
1
Acoged al flaco en la fe, sin entrar en disputas de opiniones.
2
Hay quien cree poder comer de todo; otro, flaco, tiene que contentarse con verduras.
3
El que come no deprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios le acogió.
4
¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su amo está en pie o cae, pero se mantendrá en pie, que poderoso es el Señor para sostenerle.
5
Hay quien distingue un día de otro y hay quien juzga iguales todos los días; cada uno proceda según su sentir.
6
El que distingue los días, por el Señor los distingue; y el que come, por el Señor come, dando gracias a Dios; y el que no come, por el Señor no come, dando gracias a Dios.
7
Porque ninguno de nosotros para sí mismo vive y ninguno para sí mismo muere;
8
Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos. En fin, sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos.
9
Que por esto murió Cristo y resucitó, para dominar sobre vivos y muertos.
10
¿Y tú, cómo juzgas a tu hermano?, o ¿por qué desprecias a tu hermano? Pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios.
11
Porque escrito está: "Vivo yo, dice el Señor, que a mí se doblará toda rodilla, y toda lengua rendirá homenaje a Dios".
12
Por consiguiente, cada uno dará cuentas a Dios de sí.
13
No nos juzguemos, pues, ya más los unos a los otros y mirad sobre todo que no pongáis tropiezo o escándalo al hermano.
14
Yo sé y confío en el Señor Jesús que nada hay de suyo impuro; mas para el que juzga que algo es impuro, para ése lo es.
15
Si por tu comida tu hermano se entristece, ya no andas en caridad. Que no se pierda por tu comida aquél por quien Cristo murió.
16
No sea, pues, vuestra buena obra materia de maledicencia
17
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo.
18
Pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres.
19
Por tanto trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.
20
No destruyas por amor de la comida la obra de Dios. Todas las cosas son puras, pero es malo para el hombre comer escandalizando.
21
Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada que en que tu hermano tropiece, o se escandalize o flaquee.
22
La convicción que tú tienes guárdala para ti y para Dios. Dichoso el que a si mismo no tenga que reprocharse lo que siente.
23
El que, dudando, come, se condena, porque no obra según la fe; y todo lo que no viene de la fe es pecado.
Capítulo 15
1
Los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos en nosotros mismos.
2
Que cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, buscando su edificación;
3
que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: "Sobre mí cayeron los ultrajes de quienes me ultrajaban".
4
Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza.
5
Que el Dios paciente y consolador os dé unanime sentir de unos para con otros en Cristo Jesús,
6
para que unánimes, a una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
7
Por lo cual acogeos mutuamente, según como Cristo nos acogió a nosotros para gloria de Dios.
8
Os digo que Cristo fue ministro de la circuncisión en honor de la veracidad de Dios para mantener firmes las promesas hechas a los padres,
9
y mientras que los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, según está escrito: " Por eso te alabaré entre los gentes y salmodiaré a tu nombre".
10
Y otra vez dice: "Regocijaos gentes con su pueblo";
11
y de nuevo: " Alabad al Señor todas las gentes y ensalzadle los pueblos todos".
12
Y otra vez dice Isaías: " Aparecerá la raiz de Jesé y el que se levanta para mandar a las naciones; en El esperarán las naciones".
13
Que el Dios de la esperanza os llene de cumplida alegría y paz en la fe para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo.
Capítulo 15
EPÍLOGO
1
Bien persuadido estoy yo mismo, hermanos míos, de que vosotros estáis llenos de toda ciencia, para poder amonestaros unos a otros;
2
sin embargo, os he escrito con más atrevimiento, en parte para despertar vuestra memoria, en virtud de la gracia, que por Dios me fue dada,
3
de ser ministro de Jesucristo entre los gentiles, encargado de un ministerio sagrado en el evangelio de Dios, para procurar que la oblación de los gentiles sea acepta, santificada por el espíritu Santo.
4
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús por lo que respecta a Dios;
5
porque no me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado en mí para la obediencia de los gentiles, de obra o de palabra, mediante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu Santo.
6
De suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria y en todas direcciones lo he llenado todo del Evangelio de Cristo.
7
Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos,
8
sino según lo que está escrito: "Le verán aquellos a quienes no fue anunciado, y los que no han oído entenderán".
9
Por lo cual me he visto me he visto impedido muchas veces de llegar hasta vosotros;
10
pero ahora no teniendo ya campo en estas regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años,
11
Espero veros al pasar, cuando vaya a España, y ser allá encaminado por vosotros después de haberme llenado primero un poco de vosotros.
12
Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos,
13
porque Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta en beneficio de los pobres de entre los santos de Jerusalén.
14
Y lo han querido así considerándose deudores suyos, ya que, si los gentiles comunican en los bienes espirituales de ellos, deben ellos servirles con los bienes materiales.
15
Una vez cumplido esto, cuando les entregue este fruto, pasando por vosotros, me encaminaré a España,
16
y sé que yendo a vosotros iré con la plenitud de la bendición de Cristo.
17
Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí,
18
para que me libre de los incrédulos en Judea y que el servicio que me lleva a Jerusalén sea bien recibido de los santos,
19
para que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree en vuestra compañía.
20
El Dios de la paz sea con vosotros. Amén.
Capítulo 16
Recomendaciones
1
Os recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencres,
2
para que la recibáis en el Señor de manera digna de los santos y la asistáis en todo lo que necesitare de vosotros, pues ella ha favorecido a muchos y a mí mismo.
3
Saludad a Prisca y a Aquila, mis cooperadores en Cristo Jesús,
4
los cuales, por salvar mi vida, expusieron su cabeza; a quienes no sólo estoy agradecido yo, sino todas las iglesias de la gentilidad.
5
Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a mi amado Epéneto, las primicias de Cristo en Asia.
6
Saludad a María, que soportó muchas penas por vosotros.
7
Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de cautiverio, que son muy estimados entre los apóstoles y fueron en Cristo antes que yo.
8
Saludad a Ampliato, a quien amo en el Señor.
9
Saludad a Urbano, nuestro cooperador en Cristo, y a Estaquis, mi amado.
10
Saludad a Apeles, que ha dado buenas ruebas de sí en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.
11
Saludad a Herodiano, mi pariente. Saludad a los de Narciso, los que son del Señor.
12
Saludad a Trifena y a Trifosa, que han pasado muchas penas en el Señor. Saludad a Pérsida, muy amada, que sufrió muchas penas en el Señor.
13
Saludad a Rufo, el elegido del Señor, y a su madre, que lo es también mía.
14
Saludad a Asíncrito y Flegón, Hermes, Patroba, Hermas y a los hermanos que viven con ellos.
15
Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpia y a todos los hermanos que viven con ellos.
16
Saludaos unos a otros con el ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.
17
Os recomiendo, hermanos, que estéis atentos a los que producen divisiones y escándalos al margen de la doctrina que habéis aprendido y que os apartéis de ellos,
18
porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con discursos y lisonjas seducen los corazones de los incautos.
19
Vuestra conversión ha llegado a noticia de todos; me alegro, pues, en vosotros, y quiero que seáis sabios para el bien y cándidos para el mal,
20
y el Dios de la paz aplastará pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
21
Os saluda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, y Jasón, y Sosípatro, mis parientes.
22
Os saludo yo, Tercio, que escribo esta epístola, en el Señor.
23
Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la iglesia.
24
Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
 
 
Doxología
 
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Al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo -según la revelación del misterio, tenido secreto en los tiempos eternos,
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pero manifestado ahora mediante los escritos proféticas, conforme a la disposición de Dios eterno, que se dio a conocer a las gentes para que obedezcan a la fe-,
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al Dios sólo sabio, sea por Jesucristo la gloria por los siglos de los siglos Amén.

 

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