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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

 

ANTIGUO TESTAMENTO

LIBRO DE TOBÍAS

Capítulo 1
1
Historia de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo de Aduel, hijo de Gabael, de la familia de Asiel, de la tribu de Neftalí,
2
que fue llevado cautivo en tiempo de Enemesar, rey de los asirios, y era natural de Tisbe, que está a la derecha de Cades de Neftalí, en Galilea, por encima de Hasor.
 
 
Piedad de Tobit en su patria
 
3
Yo, Tobit, caminé por las sendas de la verdad y de la justicia todos los días de mi vida, haciendo muchas limosnas a mis hermanos los de mi nación, que conmigo habían sido llevados a tierra de los asirios, a Nínive.
4
Siendo yo joven, vivía en mi patria, en la tierra de Israel, y toda la tribu de Neftalí, mi padre, se había apartado del templo de Jerusalén, de la ciudad elegida entre todas las tribus de Israel para ofrecer sacrificios y ser morada del Altísimo, santificada por todas las generaciones.
5
Todas las tribus, que a una habían apostatado, sacrificaban a Baal, al becerro, y asimismo la casa de Neftalí, mi padre.
6
Yo iba, las más veces solo, a Jerusalén durante las fiestas, según está mandado a todo Israel por precepto eterno, y llevaba las primicias y los diezmos de las cosechas y las primicias del esquileo,
7
y los entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, en el altar. El diezmo de todas las cosas se lo entregaba yo a los hijos de Leví que sirven en Jerusalén; el segundo diezmo lo vendía e iba y lo gastaba en Jerusalén cada año;
8
y el tercero lo daba a quienes correspondía, según que me había recomendado la madre de mi padre, Débora, pues yo era huérfano de padre.
9
Hombre ya, tomé por mujer a Ana, del linaje de nuestro padre, y de ella tuve a Tobías.
 
 
En el cautiverio
 
10
Cuando fuimos llevados cautivos a Nínive, todos mis hermanos y los de mi linaje comían de los manjares de los gentiles;
11
pero yo me abstenía de comerlos,
12
porque con toda mi alma me acordaba de Dios.
13
Dióme el Altísimo favor y gracia ante Enemesar, que me hizo su proveedor,
14
y, viajando por la Media, presté a Gabael, hermano de Gabrías, en Ragues de Media, diez talentos de plata.
15
Muerto Enemesar, le sucedió Senaquerib, su hijo. Los caminos se hicieron inseguros y ya no pude volver a la Media.
16
En los días de Enemesar hacía yo muchas limosnas a mis hermanos,
17
dando pan a los hambrientos y vistiendo a los desnudos; y si veía muerto a alguno de mi linaje, arrojado junto a los muros de Nínive, le daba sepultura.
18
Si el rey Senaquerib mataba a alguno, luego que volvió huido de Judea, yo en secreto lo enterraba. En su furor mató a muchos, cuyos cadáveres buscaba luego él, y no los hallaba.
19
Pero un ninivita hizo saber al rey que era yo el que los enterraba, y entonces tuve que ocultarme; y sabiendo que me buscaba para darme muerte, temeroso, huí.
20
Fui despojado de todos mis bienes, no dejándome nada sino a Ana, mi mujer, y a Tobías, mi hijo.
21
No eran pasados cincuenta días, y le mataron dos de sus hijos, que huyeron a los montes de Ararat, y le sucedió Saquerdón, su hijo, el cual puso a Ahikar, el hijo de mi hermano Anael, al frente de toda la contabilidad administrativa del reino.
22
Ahikar me alcanzó el perdón y pude volver a Nínive. Era Ahikar, mi sobrino, copero, guardasellos, administrador y contador, y Saquerdón le había hecho su primer ministro.
 
Capítulo 2
1
Al volver a mi casa me fueron devueltos Ana, mi mujer, y Tobías, mi hijo. Era por la fiesta de Pentecostés, la fiesta santa de las siete semanas; y habiéndome sido preparado un banquete, me recosté para comer.
2
Al ver tantos manjares, dije a mi hijo: “Vete y trae al primer necesitado que encuentres de nuestros hermanos, que me recuerde al Señor; yo espero por ti.”
3
Cuando volvió, dijo: “Padre, uno de nuestro linaje yace en la plaza estrangulado.”
4
En seguida, sin probar bocado, me lancé a la calle, le tomé y le metí en una habitación hasta que se puso el sol.
5
Vuelto a casa, me lavé y comí con tristeza,
6
porque me vino a la memoria la profecía de Amós: “Vuestras fiestas se convertirán en duelo, y vuestras alegrías, en lamentaciones.”
7
Lloré, y en poniéndose el sol, fui a cavar una hoya en que sepultar el cadáver.
8
Los vecinos se reían de mí, diciendo: “Aún no ha escarmentado; ya tuvo que huir por eso, y ahora vuelve a enterrar a los muertos.”
 
 
La prueba
 
9
Aquella misma noche, cuando acabé de darle sepultura, aun antes de purificarme, me dormí en el atrio junto al muro, quedando con el rostro descubierto.
10
No sabía yo que había pájaros en el muro; y teniendo los ojos abiertos, los pájaros dejaron caer en mis ojos su estiércol caliente, que me produjo en ellos unas manchas blancas que los médicos no fueron capaces de curar. Por este tiempo, Ahikar proveía a mi sustento, hasta que partió para Elimaida.
11
Entonces Ana, mi mujer, se ocupaba de su casa en trabajos femeniles
12
y llevaba su labor a los amos. Estos, al pagarle una vez su salario, le regalaron un cabrito.
13
Cuando volvió a casa comenzó el cabrito a balar. Y yo le dije: “¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado? Devuélvelo a los amos, que no es lícito comer cosa robada”.
14

Ella me contestó: “Es un regalo que han agregado a mi salario.” Pero yo no la creía, y la instaba a que lo devolviese a los amos, enojado contra ella. Mas me replicó: “¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? Ya lo ves ahora.”

 
Capítulo 3
1
Yo me entristecí y lloré, y con dolor me puse a orar, diciendo:
2
“Justo eres, Señor, y justas todas tus obras; todos tus caminos son misericordia y verdad; juzgas siempre según verdad y justicia.
3
Muéstrate a mí y para en mí tus ojos. No me castigues por mis pecados, ni por mis ignorancias, ni por las que mis padres cometieron contra tí.
4
Porque ellos desoyeron tus preceptos, tú nos has entregado en botín al cautiverio y a la muerte, objeto de escarnio para todas las naciones entre las que hemos sido dispersados.
5
Muchos son tus juicios y verdaderos, para que vayas a tomar venganza por mis pecados y los de mis padres; porque ni cumplimos tus preceptos ni caminamos sinceramente delante de ti.
6
Ea, pues, haz conmigo según tu beneplácito. Quítame el aliento de vida, para que muera y me convierta en polvo; porque más prefiero morir que vivir, pues he oído ultrajes mentirosos y una gran tristeza se apodera de mí. Haz que sea yo libertado de esta angustia para ir al eterno lugar. No apartes tu rostro de mí.”
 
 
La prueba de Sara
 
7
Aquel mismo día aconteció en Ecbatana de Media que Sara, hija de Ragüel, fue insultada por las esclavas de su padre,
8
porque, habiendo sido dada en matrimonio a siete maridos, el maligno demonio Asmodeo les había dado muerte antes que con ella hubieran tenido vida conyugal, y le decían: “¿No estás loca tú, que ahogas a tus maridos? Siete has tenido ya, y de ninguno de ellos has llevado el nombre.”
9
“¿Por qué nos azotas? Ya que ellos murieron, vete tú con ellos y que no veamos jamás hijo o hija tuya.”
10
Oyéndolas, se entristeció sobremanera, tanto que quería ahorcarse. Pero decía: “Soy la hija única de mi padre; si tal hiciera, el oprobio vendría sobre él y de dolor conduciría su ancianidad al sepulcro.”
11
Y oraba puesta a la ventana, y decía: “Bendito eres, Señor Dios mío, y bendito tu nombre, santo y excelso por los siglos. Bendígante todas tus obras para siempre.
12
Y ahora, Señor, en ti pongo mis ojos y mi rostro.
13
Llévame de la tierra y que no oiga ya más ultrajes.
14
Tú sabes, Señor, que yo estoy limpia de todo pecado con hombre
15
y que no he manchado mi nombre ni el nombre de mi padre en esta tierra de mi cautiverio. Hija única soy de mi padre, el cual no tiene hijo que pueda heredarle, ni pariente próximo con un hijo para quien yo deba guardarme por mujer; ya se me han muerto siete maridos; ¿de qué me sirve la vida? Y si no te parece bien quitármela, mírame y ten piedad de mí y que no escuche ya más estos ultrajes.”
16
Fue escuchada la oración del uno y de la otra en la presencia de la gloria de Dios.
17

Rafael fue enviado para remediarlos a los dos, para batir las cataratas de Tobit y para casar a Sara, la hija de Ragüel, con Tobías, el hijo de Tobit, y paralizar a Asmodeo, el maligno demonio, por cuanto a Tobías tocaba heredarla. Al mismo tiempo en que se volvía Tobit y entraba en su casa, bajaba Sara, la de Ragüel, del piso alto de la suya.

 
Capítulo 4
Consejos del padre al hijo
   
1
En aquel día se acordó Tobit de la suma que tenía en poder de Gabael, en Ragues de Media;
2
y se dijo: “Yo me he pedido la muerte; ¿por qué, pues, no llamar a Tobías, mi hijo, y comunicárselo antes de morir?”
3
Llamóle y le dijo: “Si muero, hijo mío, me darás sepultura y te guardarás de menospreciar a tu madre; hónrala siempre todos los días de tu vida, obra según su beneplácito y no le causes tristeza.
4
Acuérdate, hijo, de los muchos trabajos que ella pasó por ti cuanto te llevaba en su seno; cuando muera, dale sepultura a mi lado, en el mismo sepulcro.
5
Acuérdate, hijo, siempre del Señor, nuestro Dios, y guárdate de pecar; observa sus preceptos. Practica la justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la iniquidad,
6
porque, siguiendo la verdad, serás feliz en todas tus obras, como todos los que practican la justicia.
7
Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti.
8
Si abundares en bienes, haz de ello limosna, y si éstos fueren escasos, según sea tu escasez, no temas hacerla.
9
Con esto atesoras un depósito para el día de la necesidad,
10
pues la limosna libra de la muerte y preserva de caer en las tinieblas,
11
y es un buen regalo la limosna en la presencia del Altísimo para todos los que la hacen.
12
Guárdate, hijo, de toda fornicación, y ante todo toma esposa del linaje de tus padres; no tomes mujer extranjera que no sea del linaje de tu padre, que hijos somos de profetas, Noé Abraham, Isaac y Jacob, nuestros antiguos padres. Recuerda, hijo, que éstos tomaron mujeres de entre sus hermanos, y fueron bendecidos en hijos, y heredó su descendencia la tierra.
13
Y ahora, hijo mío, ama a tus hermanos
14
y no te ensoberbezcas en tu corazón ni desprecies a los hijos e hijas de tu pueblo, rehusando tomar de ellas mujer, porque en el orgullo está la perdición y el desorden, y en la ruindad, la penuria y el hambre, pues la madre del hambre es la ruindad. No retengas una noche el salario de un obrero que trabajare para ti; entrégaselo luego. Si sirvieres a Dios, El te recompensará. Atiende, hijo, a todas tus obras y muéstrate prudente en tu conversación.
15
Lo que no quieras para ti no lo hagas a nadie. No bebas vino hasta embriagarte, no vaya contigo la embriaguez.
16
Da de tu pan al hambriento y de tus vestiduras al desnudo. Todo cuanto te sobrare dalo en limosnas, y no se te vayan los ojos tras lo que dieres.
17
Pon tu pan y tu vino en los funerales de los justos y no comas ni bebas con los pecadores.
18
Sigue el consejo de los prudentes y no desprecies ningún buen consejo.
19
En todo tiempo bendice al Señor Dios y pídele que tus caminos sean rectos y todas tus sendas y consejos vayan bien encaminados; porque no es del hombre el consejo; sólo el Señor es quien da todos los bienes, y a quien quiere le humilla según su voluntad. Acuérdate, pues, hijo mío, de mis preceptos, y no se borren de tu corazón.
20
Has de saber también que tengo diez talentos en poder de Gabael, hijo de Gabrías, en Ragues de Media.
21
No temas, hijo; somos pobres, pero rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato.”
 
Capítulo 5
Preparativos de viaje a Media
   
1
Respondió Tobías, diciéndole: “Padre, cuanto me has mandado lo cumpliré.
2
Pero ¿cómo voy a poder recobrar el dinero de Gabael, si no le conozco?”
3
Dióle su padre el recibo y le dijo: “Busca quien te acompañe, que yo le daré su recompensa, y ponte en camino para cobrar el dinero antes que yo muera.”
4
Fuese en busca de uno, y se encontró con Rafael, que era un ángel.
5
No conociéndole, le dijo: “¿Podrías acompañarme a Ragues de Media, si es que conoces el camino?”
6
El ángel le contestó: “Yo iré contigo, que conozco bien el camino y hasta he sido huésped de Gabael, nuestro hermano.”
7
Tobías le contestó: “Espera un poco, que voy a decírselo a mi padre.”
8
El le respondió: “Vete y no tardes.” Se fue y dijo a su padre: “Ya hallé quien pueda acompañarme.” El le dijo: “Llámale, que quiero saber de qué tribu es y si es de confianza para acompañarte.”
9
Llamóle, entró y se saludaron.
10
Díjole Tobit: “Dime, hermano, ¿de qué tribu y familia eres tú?”
11
Y le contestó: “¿Quieres conocer la tribu y la familia e informarte de la persona que va a acompañar a tu hijo?” Replicóle Tobit: “Quiero, hermano, conocer tu linaje y tu persona.”
12
“Pues yo soy hijo de Azarías, hijo de Ananías, grande entre tus hermanos.”
13
Respondióle él: “Seas, hermano, bien venido; pero no te enojes de que haya querido saber tu tribu y tu familia. Por suerte eres hermano mío, de una buena y noble ascendencia, pues yo conocía a Ananías y a Jonatán, hijos de Semeí el grande, de cuando juntos íbamos a Jerusalén para adorar, llevando las primicias y los diezmos de las cosechas; que no se descarriaron ellos como nuestros hermanos. De buena raíz eres, hermano.
14
Pero dime: ¿cuál será el salario que habré de darte? ¿Bastaría un dracma por día y el sustento para ti y para mi hijo?
15
Y cuando felizmente volváis, te añadiré algo.”
16
Convinieron en ello, y dijo a Tobías: “Prepárate para el camino, y que tengáis feliz viaje.” Una vez que el hijo preparó lo necesario para el camino, díjole su padre: “Parte con éste, y Dios, que mora en los cielos, os dé feliz viaje y un ángel os acompañe.” Y se pusieron en camino, yendo con ellos el perro del mozo.
17
Su madre, Ana, se puso a llorar, diciendo a Tobit: “¿Por qué habrás enviado a nuestro hijo? ¿No era nuestro báculo, viviendo con nosotros?
18
No tuviéramos nunca ese dinero, si había de costamos nuestro hijo.
19
Hasta el presente, el Señor nos dio de qué vivir, y vivíamos contentos.”
20
Pero Tobit le dijo: “No digas eso, mujer. Volverá sano y tus ojos lo verán.
21
Porque un ángel bueno le acompaña, tendrá un viaje feliz y volverá sano.”
22
Y ella dejó de llorar.
 
Capítulo 6
En viaje hacia Media
   
1
Siguieron los caminantes su viaje y llegaron al atardecer a las orillas del río Tigris, donde pasaron la noche.
2
Bajó el muchacho a bañarse y salió del río un pez que quería devorarle.
3
Pero el ángel le dijo: “Tomalo.” Lo tomó el joven y lo sacó a tierra.”
4
Díjole el ángel: “Descuartiza el pez y separa el corazón, el hígado con la hiél, y ponlos aparte.”
5
Hizo el muchacho lo que el ángel le decía, y, asando el pez, comieron. Continuaron su camino y llegaron cerca de Ecbatana.
6
Dijo el joven al ángel: “Hermano Azarías, ¿para qué sirven el corazón y el hígado con la hiel del pez?”
7
El le respondió: “Sirven para que, si un demonio o espíritu le atormenta a uno, quemándolos ante él ya no vuelva a molestarle.
8
Cuanto a la hiel, sirve para ungir a quien tuviese cataratas, pues con ella quedará curado.”
9
Así que llegaron a Ecbatana,
10
dijo el ángel al joven: “Hoy, hermano, habremos de pernoctar en casa de Ragüel, tu pariente, que tiene una hija llamada Sara. Yo le hablaré para que te la dé por mujer,
11
pues a ti te toca su herencia, pues tú eres ya el único de su linaje; la joven es bella y discreta.
12
Oye, pues, lo que voy a hacer: Yo hablaré a su padre, y cuando volvamos de Ragues, celebraremos la boda; pues yo sé que Ragüel no puede darla a ningún otro marido, según la Ley de Moisés, o sería reo de muerte, porque antes que a ningún otro te pertenece a ti la herencia.”
13
Replicó entonces el joven al ángel: “Hermano Azarías, he oído que la doncella fue dada a siete maridos y que todos perecieron en la cámara nupcial;
14
yo soy hijo único de mi padre, y temo que, si me acerco a ella, voy a morir como los anteriores, porque la ama un demonio y a ella no le hace ningún daño, pero sí a los que se le acercan. Temo ahora que, si muero, llevaré al sepulcro a mi padre y a mi madre de dolor por mí, pues no tienen otro hijo que les dé sepultura.”
15
Contestóle el ángel: “¿No te acuerdas de las palabras que tu padre te inculcó sobre tomar mujer de tu propio linaje? Escúchame, pues, hermano: Esa será tu mujer, y del demonio no te preocupes, que esta misma noche te será dada por mujer.
16
Cuando entres en la cámara nupcial, toma un perfumado: y pon en él trozos del corazón y del hígado del pez, que hagan humo;
17
que en cuanto lo huela el demonio, huirá y no volverá por los siglos de los siglos.
18
Pero, cuando a ella te acerques, levantaos ambos e invocad al Dios misericordioso, que os salvará y tendrá piedad de vosotros. No temáis, que para ti está destinada desde la eternidad, y tú la salvarás e irá contigo, y estoy seguro de que tendrás de ella hijos.”
19
Así que oyó Tobías estas palabras, sintió grande amor por ella y se le apegó su corazón. En esto llegaron a Ecbatana.
 
Capítulo 7
El casamiento de Tobías y Sara
   
1
Llegados a casa de Ragüel, les salió al encuentro Sara, que los saludó, y ellos a ella, y los introdujo.
2
Dijo Ragüel a Edna, su mujer: “¡Cómo se parece este joven a Tobit, mi primo!”
3
Entonces Ragüel les preguntó: “¿De dónde sois, hermanos?” A lo que ellos contestaron: “De los hijos de Neftalí, de los cautivos de Nínive.”
4
”¿Conocéis a Tobit, nuestro hermano?” Respondiéronle: “Sí que le conocemos.” “¿Está bien?”
5
“Vive y está bien,” contestaron ellos. Y Tobías añadió: “Es mi padre.”
6
Ragüel, saltando, se echó a su cuello y le besó, derramando lágrimas.
7
Y le bendijo, diciendo: “Eres hijo de un varón honrado y bueno.” Pero al saber que Tobit había perdido la vista, se entristeció hasta derramar lágrimas.
8
Edna, su mujer, y Sara, su hija, lloraron también; los recibieron cordialmente, sacrificaron un carnero y les ofrecieron un suntuoso banquete.
9
Dijo luego Tobías a Rafael: “Hermano Azarías, habla de aquel asunto de que en el camino tratamos, y que se acabe este negocio.”
10
Expuso Azarías el asunto a Ragüel, que dijo a Tobías: “Come, bebe y alégrate; en efecto, a ti te toca recibir a mi hija; pero antes tengo que advertirte una cosa:
11
He dado ya mi hija a siete maridos; pero, al acercarse a ella, en la misma noche murieron. Tú ahora huélgate.” Mas Tobías contestó: “No gustaré bocado hasta que no resolváis este negocio y me lo confirméis”
12
Dijo Ragüel: “Tómala desde ahora, según la Ley, pues tú eres su hermano y a ti se te debe. Que Dios misericordioso os colme de felicidades.”
13
Llamó a Sara, su hija, y tomándola de la mano, la entregó a Tobías por mujer, diciendo: “Anda, según la Ley de Moisés, tómala y llévala a tu padre.” Y los bendijo.
14
Llamó a Edna, su mujer; tomó un rollo, escribió el contrato matrimonial, lo selló,
15
y luego comenzaron a comer.
16
Llamó después Ragüel a Edna, su mujer, y le dijo: “Prepara, hermana, otra alcoba y llévala a ella.” Hizo Edna lo que le mandaba, y llevó a su hija a la cámara. Lloraba Sara, y, enjugando la madre las lágrimas de su hija, le decía:
17
“Ten buen ánimo, hija; el Señor del cielo te dará gracia en vez de esta tristeza; ten valor, hija mía.”
 
Capítulo 8
1
Cuando hubieron terminado de comer, llevaron a la alcoba a Tobías.
2
El, recordando las palabras de Rafael, tomó un brasero y, poniendo encima de las brasas el corazón y el hígado del pez, hizo humo.
3
El demonio, en cuanto olió aquel humo, huyó al Egipto superior, donde el ángel le ató.
4
Una vez que quedaron los dos solos, se levantó Tobías del estrado y dijo: “Levántate, hermana; vamos a orar para que el Señor tenga misericordia de nosotros.”
5
Y comenzó Tobías, diciendo: “Bendito eres, Dios de nuestros padres, y bendito por los siglos tu nombre, santo, glorioso. Bendígante los cielos y todas las criaturas.
6
Tú hiciste a Adán y le diste por ayuda y auxilio a Eva, su mujer; de ellos nació todo el linaje humano. Tú dijiste: No es bueno que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él.
7
Ahora, pues, Señor, no llevado de la pasión sexual, sino del amor de tu ley, recibo a esta mi hermana por mujer. Ten misericordia de mí y de ella y concédenos a ambos larga vida.”
8
Ella respondió: “Amén.”
9
Y pasaron ambos dormidos aquella noche. Cuando Ragüel se levantó, se fue a cavar una sepultura,
10
diciendo: “Seguro que ha muerto éste también.”
11
Vuelto Ragüel a casa,
12
dijo a Edna, su mujer: “Manda a una de las siervas que vea si está vivo, para enterrarle si no y que nadie se entere.”
13
Abrió la sierva la puerta y vio que ambos dormían.
14
Salió luego y les comunicó que estaba vivo.
15
Entonces bendijo Ragüel a Dios, diciendo: “Bendito seas tú, Dios, con toda bendición pura y santa, y bendígante tus santos, y todas tus criaturas, y todos tus ángeles, y todos los elegidos; bendígante por los siglos.
16
Bendito tú, que me has alegrado, no sucediendo lo que yo me temía, sino que has obrado con nosotros según tu gran misericordia.
17
Bendito seas tú, Señor, que tuviste misericordia de estos dos hijos únicos; ten de ellos piedad y concédeles acabar en bien su vida con alegría y misericordia.”
18
Y mandó a sus siervos rellenar la sepultura.
19
Hízoles l fiesta de bodas por espacio de catorce días,
20
pues antes ya le había instado a que no partieran hasta terminar los catorce días de la boda.
21
Pasados, le daría la mitad de su hacienda y le dejaría irse en paz a su padre, y el resto lo recibiría cuando muriese él y su mujer.
 
Capítulo 9
1
Llamó entonces Tobías a Rafael y le dijo:
2
“Hermano Azarías, toma contigo un siervo y dos camellos y vete a Ragues de Media, a casa de Gabael, y cóbrame el dinero y tráele a él a la boda,
3
pues Ragüel me ha pedido con instancia que no me vaya,
4
y mi padre estará contando los días, y si ve que tardo mucho, se morirá de pena.”
5
Partió Rafael y se hospedó en casa de Gabael, a quien dio el recibo. Trajo Gabael los talegos sellados y se los entregó.
6
Madrugaron y juntos vinieron a la boda, bendiciendo Gabael a Tobías y a su mujer.
 
Capítulo 10
Ansiedades de los padres de Tobías
   
1
Entre tanto, Tobit, su padre, estaba contando los días que podía durar el viaje, y cuando éstos se pasaron y vio que su hijo no volvía,
2
comenzó a decir: “Tal vez están retenidos por la cobranza del dinero, o acaso ha muerto Gabael y no hay nadie que se lo entregue.”
3
Y se entristecía sobremanera.
4
Su mujer le decía: “Sin duda que ha perecido nuestro hijo, porque tarda mucho.” Y comenzaba a llorarle, diciendo:
5
“Ay de mí, hijo mío! ¿Por qué te dejé ir, luz de mis ojos?”
6
Tobit le decía: “Calla, no te apures; seguro que está bien.”
7
Pero ella replicaba: “Calla, no pretendas engañarme; seguro que ha muerto.” Y todos los días iba al camino por donde se fue, pasando el día sin tomar bocado, y la noche llorando sin cesar a Tobías, su hijo.
   
 
La vuelta a sus padres
   
8
Cumplidos los catorce días de la boda, que Ragüel le había rogado que pasase con ellos, dijo Tobías a Ragüel: “Déjame partir que mis padres habrán perdido ya la esperanza de volver a verme.”
9
Pero su suegro le respondió: “Quédate aquí y yo enviaré un mensajero a tu padre para darle noticias de ti.”
10
Mas Tobías insistió: “Déjame ir a mi padre”
11
Entrególe luego Ragüel su mujer, Sara, y la mitad de la hacienda, siervos, ganados y dinero;
12
y, al despedirlos, los bendijo, diciendo: “Que el Dios del cielo os dé feliz viaje, hijos míos, y que vea yo vuestros hijos antes de morir.”
13
Y a su hija le dijo: “Honra a tus suegros, que ellos son ahora tus padres, y tenga yo buenas noticias de ti.” Y la besó. Edna dijo a Tobías: “Hijo mío, que el Señor del cielo te dé una vida feliz, y a mí ver a los hijos de Sara, mi hija, para que me alegre en presencia del Señor. Yo te la doy como en depósito; es mi hija, no le des tristeza.”
 
Capítulo 11
1
Al punto se puso Tobías en camino, bendiciendo a Dios, que le había dado tan feliz viaje, y bendiciendo también a Ragüel y a Edna, su mujer. Así caminaron hasta llegar cerca de Nínive.
2
Entonces dijo Rafael a Tobías: “Bien te acordarás, hermano, de cómo hemos dejado a tu padre.
3
Vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer para preparar la casa.
4
Lleva contigo la hiel del pez.” Partieron ellos, siguiéndoles el perro.
5
Entre tanto, Ana, sentada, miraba hacia el camino para ver si descubría a su hijo.
6
Cuando creyó verle venir, dijo al padre: “Mira, viene nuestro hijo, y con él su compañero.”
7
Rafael dijo a Tobías: “Estoy seguro de que tu padre recobrará la vista.
8
Úntale los ojos con la hiel; al escocerle se frotará, se desprenderán las cataratas y verá.”
9
Ana, corriendo, se arrojó al cuello de su hijo, diciéndole: “¡Te veo, hijo mío! ¡Ahora ya puedo morir!” Y ambos lloraban.
10
Salió Tobit a la puerta, y tropezó; pero el hijo corrió a él,
11
y, tomándole, derramó la hiel sobre sus ojos, diciendo: “¡Animo, padre!”
12
En cuanto le escocieron los ojos, se frotó,
13
y se desprendieron las escamas. Al ver a su hijo, se arrojó a su cuello
14
y, llorando, dijo: “Bendito tú, ¡oh Dios!, y bendito sea tu nombre por los siglos, y benditos también todos tus santos ángeles,
15
porque después de azotarme has tenido misericordia de mí, y veo a Tobías, mi hijo!” Entró su hijo contento, y refirió a su padre todas las maravillas que le habían sucedido en Media.
16
Salió Tobit a las puertas de Nínive al encuentro de su nuera, contento y bendiciendo a Dios. Y cuantos le veían se maravillaban de verle andar sin lazarillo.
17
Tobías alababa delante de ellos a Dios, porque había tenido misericordia de él. Así que llegó Tobit a Sara, su nuera, la bendijo, diciendo: “Bien venida seas, hija mía. Bendito sea Dios, que te ha traído entre nosotros, y benditos sean tus padres.” Fue todo esto motivo de alegría para sus hermanos en Nínive.
18
Llegaron Ahikar y Nadab, su sobrino,
19
y durante siete días se celebraron con regocijo las bodas de Tobías.
 
Capítulo 12
La revelación del ángel
   
1
Llamó Tobit a Tobías y le dijo: “Mira, hijo mío, el salario que has de dar a ese hombre que ha ido contigo y lo que conviene añadirle.”
2
“Padre — contestó él —, no me parece mucho darle la mitad de lo que he traído,
3
pues me ha vuelto sano, curó a mi mujer, cobró el dinero, y a ti también te ha curado.”
4
Respondió el anciano: “Todo se lo merece.”
5
Y, llamando al ángel, le dijo: “Toma la mitad de todo lo que habéis traído y vete en paz.”
6
Entonces el ángel, llamando a los dos aparte, les dijo: “Bendecid a Dios y glorificadle, ensalzadle, pregonad a todos los vivientes lo que ha hecho con vosotros,
7
pues bueno es bendecir a Dios y ensalzar su nombre, pregonando sus obras. No os canséis de confesarle. Bueno es guardar el secreto del rey, pero glorioso pregonar las obras de Dios. Habéis hecho el bien y nada malo os pasará.
8
Buena es la oración con el ayuno, y la limosna con la justicia. Mejor es poco en justicia que mucho en iniquidad. Mejor es dar limosna que acumular tesoros,
9
pues la limosna libra de la muerte y limpia de todo pecado. Los que practican la misericordia y la justicia serán colmados de felicidad,
10
mientras que los pecadores son enemigos de su propia dicha.
11
Nada os quiero ocultar. Ya os lo he dicho: bueno es guardar los secretos del rey, pero es glorioso revelar las obras de Dios.
12
Cuando orabais tú y tu nuera, Sara, yo presentaba ante el Santo vuestras oraciones. Cuando enterrabas a los muertos, también yo te asistía.
13
Cuando sin pereza te levantabas y dejabas de comer para ir a sepultarlos, no se me ocultaba esa buena obra, antes contigo estaba yo.
14
Por eso me envió Dios a curarte a ti y a Sara, tu nuera.
15
Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo.”
16
Los dos se quedaron turbados, y cayeron sobre su rostro, llenos de temor.
17
El les dijo: “No temáis; la paz sea con vosotros. Bendecid a Dios siempre, pues no he venido por mi voluntad, sino por la de Dios, por lo que a El debéis bendecir siempre.
18
Todos los días me hacía ver de vosotros; no comía ni bebía; lo que vosotros veíais era una apariencia.
19
Ahora alabad a Dios, que yo me subo al que me envió, y poned por escrito todo lo sucedido.”
20
Se levantaron, pero no le volvieron a ver.
21
Y confesaron las grandezas y maravillas de Dios y cómo el ángel del Señor se les había aparecido.
 
Capítulo 13
Cántico de alabanza
   
1
Y Tobit, en un transporte de júbilo, escribió una oración y dijo: “Bendito sea Dios, que vive por los siglos, por todos los siglos permanece su reino.
2
Porque El azota y se compadece, lleva al sepulcro y saca de él; nadie hay que escape de su mano.
3
Confesadle, hijos de Israel, ante las naciones, pues El nos dispersó entre ellas.
4
Pregonad aquí su majestad, ensalzadle ante todos los vivientes, que El es nuestro Señor y nuestro Dios, El nuestro Padre por los siglos de los siglos.
5
Nos azota por nuestras iniquidades, y luego se compadece y nos reunirá de las naciones en que nos ha dispersado.
6
Si os convertís a él de todo corazón y con toda vuestra alma para practicar la verdad en su presencia, entonces se volverá a vosotros y no os ocultará su rostro.
7
Contemplad ahora lo que ha hecho con vosotros, dadle gracias a boca plena, bendecid al Señor de la justicia y ensalzad al Rey de los siglos.
8
Yo le confesaré en la tierra de mi cautiverio y pregonaré su poder y su majestad al pueblo pecador. Convertíos, pecadores, y practicad la justicia delante de El; quizá tenga misericordia de nosotros.
9
Yo ensalzo a mi Dios, Rey de los cielos; mi alma se regocijará en su grandeza.
10
Hablen todos y confiésenle en Jerusalén.
11
Jerusalén, la ciudad del Santo. Por las obras de tus hijos te azotará, pero de nuevo se compadecerá de los hijos de los justos.
12
Confiesa dignamente al Señor y bendice al Rey de los siglos para que de nuevo sea en ti edificado su tabernáculo con alegría, para que alegre en ti a los cautivos y muestre en ti su amor hacia los desdichados por todas las generaciones y generaciones.
13
Pueblos numerosos vendrán de lejos, al nombre del Señor, nuestro Dios, trayendo ofrendas en sus manos, ofrendas para el Rey del cielo. Las generaciones de las generaciones exultarán en ti.
14
Malditos todos los que te aborrecen y benditos para siempre todos los que te aman.
15
Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos, que serán congregados, y al Señor de los justos bendecirán.
16
Dichosos los que te aman; en tu paz se alegrarán. Dichosos cuantos se entristecieron por tus azotes, pues en ti se alegrarán, contemplando toda tu gloria, y se regocijarán para siempre.
17
Bendice, alma mía, a Dios, Rey grande, porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas será reedificada, con piedras preciosas sus muros y con oro puro sus torres y sus almenas.
18
Y las plazas de Jerusalén serán pavimentadas de berilo y rubí y piedra de Ofir, y todas sus calles dirán: ¡Aleluya, bendito sea Dios, que te ensalzó, por todos los siglos!”
 
Capítulo 14
Conclusión de la historia
   
1
Terminó Tobit su canto de alabanza.
2
Era de cincuenta y ocho años cuando perdió la vista, que recobró al cabo de ocho años.Haciendo limosnas, proseguía en temer al Señor Dios y en darle gracias.
3
Siendo ya muy viejo, llamó a su hijo y a los hijos de éste, y les habló así: “Hijo, yo estoy ya muy viejo y para partir de esta vida. Toma a tus hijos
4
y vete a la Media, pues estoy persuadido de que cuanto dijo el profeta Jonás sobre Nínive se cumplirá y será destruida. En la Media habrá más paz hasta un determinado tiempo. Pasado éste, nuestros hermanos que moran en la tierra feliz serán dispersados. Jerusalén quedará desolada, y la casa de Dios entregada a las llamas, durando la desolación hasta cierto tiempo;
5
pero otra vez Dios se compadecerá de ellos y los volverá a su tierra y edificará la casa, aunque no como la primera, hasta que se cumplan los tiempos del mundo. Después de esto volverán de la cautividad y edificarán a Jerusalén magníficamente, y en ella la casa de Dios, gloriosa, como de ella han dicho los profetas.
6
Todas las naciones se convertirán de veras al temor del Señor Dios y enterrarán sus ídolos.
7
Bendecirán todas las naciones al Señor, y su pueblo le dará gracias, y el Señor ensalzará a su pueblo, y se alegrarán todos los que aman al Señor Dios en verdad y en justicia, practicando la misericordia hacia nuestros hermanos.
8
Vete, pues, hijo mío, de Nínive, porque enteramente se cumplirá lo que dijo el profeta Jonás.
9
Pero tú guarda la Ley y los preceptos, sé misericordioso y justo, y serás feliz.
10
Dame digna sepultura, y a tu madre después conmigo, y no te quedes más en Nínive. Hijo mío, mira lo que hizo Nadab a Ahikar, que le había criado; cómo le llevó de la luz a las tinieblas, y cuán mal le pagó. Pero Dios salvó a Ahikar, y aquél recibió su merecido bajando a las tinieblas. Por haber practicado la limosna, fue sacado del lazo de muerte que le había puesto, mientras que Nadab cayó en la trampa y pereció.
11
Ved, hijos, lo que hace la limosna, y cómo la justicia es salud.” Diciendo esto, dio su alma en el lecho. Tenía ciento cincuenta y ocho años, y le dieron honrosa sepultura.
12
Cuando murió Ana, la sepultó con su padre; y partió Tobías con su mujer y todos sus hijos a Ecbatana, a casa de Ragüel, su suegro.
13
Tuvo Tobías una buena ancianidad y sepultó a sus suegros honrosamente, heredando su hacienda y la de Tobit, su padre.
14
Murió en Ecbatana de Media, a la edad de ciento veintisiete años.
15
Antes de morir tuvo noticia de la ruina de Nínive, cuyos habitantes llevaron cautivos Nabucodonosor y Asuero, y se alegró de la suerte de Nínive antes de morir.