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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

 

ANTIGUO TESTAMENTO

 

LIRO PRIMERO DE SAMUEL

 

Ana.

1 Había entre las gantes de Rama, en los montes de Efraím, un hombre llamado Elcana, hijo de Yerojam, hijo de Eliú, hijo de Tojú, hijo de Suf, efraimita. 2 Tenía dos mujeres, de nombre una Ana y otra Penena. Esta tenía hijos, pero Ana era estéril. 3 Subía de su ciudad este hombre de año en año, para adorar a Yavé Sebaot, y ofrecerle sacrificios en Silo. Estaban allí los dos hijos de Helí, Ofni y Fines, sacerdotes de Yavé. 4 El día en que ofrecía Elcana su sacrificio, daba a Penena, su mujer, su porción y la de sus hijos e hijas. 6 A Ana le daba solamente una porción; pues aunque amaba mucho a Ana, Yavé había cerrado su útero. 6 Irritábala su rival y la exasperaba, por haberla Yavé hecho, estéril. 7 Así hacía cada año cuando subían a la casa de Yavé, y siempre la mortificaba del mismo modo. Ana lloraba y no comía. 8 Elcana, su marido, le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? No soy yo para ti mejor que diez hijos?»

El voto de Ana.

En cierta ocasión, después que hubieron comido y bebido en Silo, se levantó Ana. Helí, el sacerdote, estaba sentado en una silla ante la puerta del tabernáculo de Yavé. 10 Ella, amargada el alma, oraba a Yavé, llorando muchas lágrimas, 11 e hizo un voto diciendo: «¡Oh Yavé Sebaot!, si te dignas reparar en la angustia de tu esclava, y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu esclava, y das a tu esclava hijo varón, yo lo consagraré a Yavé por todos los días de su vida y no tocará la navaja a su cabeza.» 12 Mientras así oraba reiteradamente a Yavé, Helí la estaba mirando la cara. 13 Ana hablaba para sí, moviendo los labios, pero sin que se oyera su voz, y Helí la tomó por ebria 14 y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a durar la embriaguez?; anda a que se te pase el vino.» 15 Ana contestó: «No, mi señor, soy una mujer que tiene el corazón afligido. No he bebido vino ni otro ningún licor inebriante; es que estaba derramando mi alma ante Yavé. 14 No tomes a tu sierva por una mujer cualquiera. Lo grande de mi dolor y mi aflicción, exponía yo de ese modo.» 17 Dljole entonces Helí: «Vete en paz, y que el Dios de Israel te otorgue lo que tanto le has pedido.» 18 Ella le dijo: «Que halle gracia a tus ojos tu sierva.» Fuése y comió, y no hizo ya la cara de antes. 19 Levantáronse de mañana, y después de postrarse ante Yavé se marcharon, volviendo a su casa, a Rama.

Nacimiento de Samuel.

Elcana conoció a Ana, su mujer, y Yavé se acordó de ella. 20 Al volver del tiempo, había concebido y parido Ana un hijo, al que puso por nombre Samuel, porque a Dios se lo había pedido; 21 y subió Elcana con toda su casa a sacrificar a Yavé el sacrificio anual y cumplir sus votos. 22 Ana no subió, sino que dijo a su marido: «Cuando el niño se haya destetado yo le llevaré, para presentárselo a Yavé y para que se quede ya allí para siempre». 23 Elcana, su marido, le dijo: «Haz lo que mejor te parezca. Quédate hasta que le destetes; en verdad que Yavé ha cumplido su promesa». Quedóse la mujer en casa, amamantando a su hijo hasta que le destetó. 24 Destetado, le subió consigo, llevando un toro de tres años, un efá de harina y un ánfora de vino, y le condujo a la casa de Yavé en Silo. El niño era todavía pequeñito. 25 Inmolaron el toro, y llevaron el niño a Helí. 26 Ana le dijo: «Óyeme por tu vida, mi señor: Yo soy aquella mujer que estuve aquí cerca de ti, orando a Yavé. 27 Este niño le pedía yo, y Yavé me ha concedido lo que pedí; 28 también ahora quiero yo dárselo a Yavé, por todos los días de su vida, para que sea siempre donado a Yavé». Y adoraron allí a Yavé.

2

Cántico de Ana.

1 Mi corazón exulta jubilante en Yavé;

Mi poder se exalta en Yavé:

mi boca se ha dilatado contra mis enemigos,

pues me he regocijado con tu salvación.

2 No hay santo como Yavé,

Ciertamente no hay otro fuera de ti.

No hay Roca comparable a nuestro Dios

3 No multipliquéis vuestras palabras altaneras,

no salga la arrogancias de vuestra boca

pues Dios sapientísimo es Yavé,

a El le toca pesar las acciones.

4 Rompióse el arco de los valientes,

mientras que los débiles se ciñeron de fortaleza

Ciñéronse los débiles la fuerza,

5 Los que estaban saciados se vendieron por un puñado de pan,

mientras los hambrientos cesaron de trabajar

Parió la estéril siete hijos,

Y se marchitó la que muchos tenía,

6 Que Yavé da la muerte y da la vida,

Hace bajar al sepulcro y subir de él.

A uno empobrece o enriquece,

7 humilla o exalta,

8 Levanta del polvo al pobre,

De la basura saca al indigente,

Para hacer que se siente entre los príncipes,

Y darle parte en un trono de gloria;

Pues suyos son los fundamentos de la tierra,

Y El sobre ellos puso el orbe.

9 El atiende a los pasos de los piadosos,

Y los malvados perecerán en las tinieblas,

No vence el hombre por su fuerza.

10 Aterrados serán los enemigos de Yavé;

Desde los cielos tronará contra ellos.

Yavé juzga los confines de la tierra.

Robustecerá a su rey,

Y erguirá la frente de su Ungido»

Los hijos de Heli.

11 Volvióse Ana a Rama, a su casa, y el niño quedó sirviendo en el ministerio de Yavé, en presencia de Helí, sacerdote.

12 Los hijos de Helí eran hombres perversos, que desconocían a Yavé y las obligaciones de los sacerdotes para con el pueblo. 13 Cuando alguno ofrecía sacrificios, venía un criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con un tenedor en la mano; 14 lo metía en la caldera, caldero, olla o puchero, y cuanto sacaba con el tenedor era para el sacerdote. 15 Así hacían con cuantos de Israel venían allí a Silo. Aun antes de que se quemara el sebo, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame la carne para asársela al sacerdote; no recibirá de ti carne cocida, sino cruda.» 16 Y si el hombre le decía: «Espera a que se queme el sebo, como siempre, y luego cogerás lo que tú quieras»; le respondía el criado: «No, tienes que dármela ahora mismo, y si no, la cojo yo por fuerza.» 17 Muy grande era el pecado de aquellos jóvenes ante Yavé, pues hacían odioso a los hombres el ofrecer ante Yavé. 18 Samuel servía como muchacho ante Yavé, ceñido de un efod de lino. 19 Hacíale su madre un mantito y se lo traía de año en año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. 20 Helí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: «Que te dé Yavé hijos de esta mujer por el que le pediste.» Volviéronse ellos a su casa; 21 y Yavé visitó a Ana, que concibió y parió tres hijos y dos hijas.

El joven Samuel iba creciendo en la presencia de Yavé. 22 Helí era ya muy viejo, y supo lo que sus hijos nacían a todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de la congregación; 23 y les dijo: «¿Por qué hacéis cosas tales y tan malas como las que de vosotros he oído a todo este pueblo? 24 No, hijos míos, que no es bueno lo que de vosotros oigo. Estáis haciendo que el pueblo de Yavé se aparte de él. 26 Si un hombre ofende a otro, Dios está de por medio como intercesor; pero si el hombre ofende a Yavé, ¿quién podrá interceder por él?» Pero no hicieron caso de lo que les decía su padre, pues estaba de Yavé que habían de morir. 26 Mientras tanto el niño Samuel iba creciendo, siendo grato, a Yavé y a los hombres.

Predicción de la ruina de la casa de Helí.

27 Vino a Helí un hombre de Dios y le dijo: “Así habla Yavé: Yo me revelé manifiestamente a la casa de tu padre cuando estaba al servicio de la casa del Faraón. 28 Yo me le elegí de entre todas las tribus de Israel para sacerdote, para que subiese al altar a quemar el incienso y para que llevase ante mí el efod. Yo di a la casa de tu padre todas las combustiones de los hijos de Israel. 29 ¿Por qué, pues, envidias mis víctimas y mis ofrendas, las que yo mandé se ofreciesen en mi casa, y tienes en más a tus hijos que a mí, engordándoos de lo mejor de todas las oblaciones de Israel, mi pueblo? 30 Por eso, he aquí lo que dice Yavé, Dios de Israel: Yo había dicho y repetido a tu casa y a la casa de tu padre que oficiaríais ante mí por siempre; pero ahora dice Yavé: Lejos de mí eso, porque yo honro a los que me honran y desprecio a los que me desprecian. 31 Tiempo vendrá en que yo amputaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que ya no haya nunca ancianos en tu casa 32 y siempre veas ante ti un rival. Aun en las prosperidades de Israel, no habrá nunca ancianos en tu casa. 33 No haré desaparecer de mi altar a todos tus descendientes, de modo que se consuman tus ojos y desfallezca tu alma; pero todos los de tu casa morirán en edad viril; 34 te servirá de señal lo que sucederá a tus hijos Ofni y Fines; ambos morirán en el mismo día. 36 Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según mi corazón y según mi alma; le edificaré una casa estable, y él andará siempre en presencia de mi Ungido; 36 y cuantos de tu casa queden vendrán a prosternase ante él, pidiéndole una moneda de plata y un pedazo de pan; y le dirán: Haz el favor de colocarme en alguna de tus funciones sacerdotales, para que tenga un pedazo de pan que comer.

3

Primera visión de Samuel

1 El joven Samuel servía a Yavé en presencia de Helí. Era por entonces rara la palabra de Yavé, y no era frecuente la visión. 2 Un día, estando acostado en su lugar Heli, cuyos ojos se habían oscurecido y no podían ver, cuando todavía no se había apagado la lámpara de Dios en el santuario, 3 Samuel, que dormía en el santuario de Yavé, donde estaba el arca de Dios, 4 oyó la voz de Yavé que le llamaba: «¡Samuel!»; él contestó: «Heme aquí»; 6 y corrió a Helí, y le dijo: «Aquí estoy; me has llamado» Helí contestó: «No te he llamado, vuelve a acostarte.» Y fué a acostarse. 6 Yavé llamó otra vez a Samuel; y éste se levantó, y yendo a donde estaba Helí, le dijo: «Heme aquí, pues me has llamado» Helí repuso: «No te he llamado, hijo mío: vuélvete y acuéstate» 7 Samuel no conocía todavía a Yavé, pues todavía no se le había revelado la palabra de Yavé. 8 Yavé volvió a llamar a Samuel, por tercera vez; y éste se levantó y fue a Helí, y le dijo: «Heme aquí, pues que me has llamado». Comprendió entonces Helí que era Yavé quien llamaba al joven, y le dijo: «Anda, acuéstate, y si vuelven a llamarte, di: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su lugar. 10 Vino Yavé, se paró y llamó como las otras veces: «¡Samuel!, ¡Samuel!» Samuel contestó: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha»; 11 y dijo Yavé a Samuel: «Voy a hacer en Israel una cosa, que a cuantos la oigan les retiñirán ambos oídos. 12 Entonces cumpliré cuanto a Helé le he dicho, todo lo que de su casa le he dicho; comenzaré y acabaré. 13 Yo le he dicho que iba a castigar a su casa para siempre, por el crimen que sabía cometían sus hijos, de hacer odiosos los sacrificios, sin corregirlos. 14 Por eso he jurado a la casa de Helí que su crimen no será expiado, ni con sacrificios ni con oblaciones». 15 Samuel siguió acostado hasta la mañana, y después abrió las puertas de la casa de Yavé. No se atrevía a contar a Helí su visión; 16 pero éste llamó a Samuel, diciendo: «Samuel, hijo mío»; y éste contestó: «Heme aquí.» 17 Helí le preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho Yavé? Te ruego que no me ocultes nada. Que Yavé te castigue si me ocultas algo de cuanto te ha dicho. » 18 Samuel se lo contó todo, sin ocultarle nada; y Helí dijo: «El es Yavé, haga lo que parezca bien a sus ojos.»

19 Samuel llegó a ser grande, y Yavé estaba con él y no dejó que cayera por tierra nada de cuanto él decía. 20 Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, reconoció que era Samuel un verdadero profeta de Yavé. 21 Yavé siguió apareciéndosele en Silo, pues ya se le había manifestado allí mediante su palabra.

4

Derrota de Israel, cautiverio del arca y muerte de Helí y sus hijos.

1 Sucedió por entonces que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a Israel. Israel salió al encuentro de los filisteos para combatir. Acamparon cerca de Eben Ezer, y los filisteos estaban acampados en Afec. 2 Habiendo presentado batalla los filisteos contra Israel, se empeñó el combate, e Israel fue derrotado por los filisteos, que mataron en el combate, en el campo, unos cuatro mil hombres. 3 El pueblo se recogió en el campamento, y los ancianos se preguntaron: «¿Por qué nos ha derrotado Yavé hoy ante los filisteos? Vamos a traer de Silo el arca de la alianza de Yavé, para que esté entre nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos.» 4 Mandaron a Silo, y se trajo de allí el arca de la alianza de Yavé Sebaot, que se sienta sobre los querubines, y con ella fueron los los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 6 Cuando el arca de la alianza de Yavé entró en el campamento, todo Israel lanzó tan grandes gritos de júbilo, que hacían retemblar la tierra. 6 Oyeron los filisteos el vocerío, y dijeron: «¿Qué vocerío es éste tan grande que se oye hoy en el campamento de los hebreos?» Y supieron que había sido traída al campamento el arca de Yavé. 7 Atemorizáronse los filisteos, y decían: «Ha venido Dios al campamento. ¡Desgraciados de nosotros! Cosa tal no había sucedido hasta ahora. 8 ¡Desgraciados de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? Son ésos los que castigaron a Egipto con toda suerte de plagas y con peste! 9 Esforzaos y sed hombres, filisteos, no tengamos que servirles nosotros a ellos, como os sirven ellos a vosotros. Sed hombres, luchad». 10 Combatieron, pues, los filisteos, y fue derrotado Israel, huyendo cada uno a sus tiendas. Fue una gran derrota, en la que cayeron de Israel treinta mil infantes, 11 y fue capturada el arca de Dios, y murieron los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 12 Un hombre de Benjamín, de los huidos del campo de batalla, vino corriendo a Silo aquel mismo día, con los vestidos desgarrados y la cabeza cubierta de polvo. 13 Cuando llegó, estaba Helí sentado en una silla, a la vera del camino, cerca de la puerta, esperando, pues su corazón temblaba por el arca de Dios. Entró el hombre en la ciudad para informarla; y toda ella fue un grito. 14 Al oírlo Helí, preguntó: «¿Qué ruido, qué tumulto es ése?» Entonces vino el hombre para darle la noticia. 15 Helí tenía noventa y ocho años, sus ojos se habían quedado rígidos, y no veía. 16 El hombre dijo a Helí: «Vengo del campo de batalla, de donde he huido hoy. » Helí le preguntó: «¿Y qué ha pasado, hijo mío?» 17 El le contestó: «Israel ha huido ante los filisteos; ha habido muchos muertos del pueblo; también tus dos hijos, Ofni y Fines, han sido muertos, y el arca de Dios ha sido tomada». 18 Apenas hubo mentado el arca de Dios, cayó Helí de su silla hacia atrás, junto a la puerta, y se desnucó y murió, pues era ya muy anciano y estaba muy pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años. 19 Su nuera, la mujer de Fines, estaba encinta, ya para dar a luz. Al saber la noticia de la toma del arca de Dios, de la muerte de su suegro y de su marido, se doblegó y parió, pues le sobrevinieron los dolores del parto. 20 Como se veía morir, las mujeres que estaban junto a ella le decían: «Ánimo, que has parido un hijo»; pero ella ni respondía ni atendía. 21 Llamó al hijo, Icabod, 22 diciendo: «Ha pasado de Israel la gloria,» por haber sido tomada el arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido. Ella dijo: «Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido tomada el arca de Dios»

5

El arca, en tierra de los filisteos.

1 Capturaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben Ezer a Azoto, y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. 3 Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yavé. Le recogieron, y le volvieron a poner en su sitio; 4 pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo, y cortadas la cabeza y las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco. 5 Por esto los sacerdotes de Dagón, y cuantos entran en el templo de Dagón en Azoto, no pisan todavía el umbral del templo de Dagón. La mano de Yavé pesó grandemente sobre los de Azoto, y los desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio. 7 Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: «Que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios»; 8 y convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se preguntaron: «¿Qué ha- remos con el arca del Dios de Israel?» Ellos contestaron: «Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat» 9 La llevaron, y la mano de Yavé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes, haciendo que les salieran tumores. 10 Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero en cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: «Han traído aquí el arca del Dios de Israel, para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo»; 11 y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: «Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo»; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente. 12 Los que no morían eran heridos de tumores, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el cielo.

6

Devolución del arca a Israel.

1 Siete meses estuvo el arca de Yavé en la tierra de los filisteos. Congregaron éstos a sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: «¿Qué hemos de hacer con el arca de Yavé? Decidnos cómo hemos de devolverla a su sitio» 3 Ellos respondieron: «Si volvéis el arca del Dios de Israel, no la mandéis de vacío, y no dejéis de hacerle una ofrenda de desagravio; si os curáis, sabréis que era su mano la que pesaba sobre vosotros sin alzarse» Preguntaron los filisteos: «¿Y qué desagravio hemos de hacerle?» Respondieron: «Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, según el número de los príncipes de los filisteos, pues una misma es la plaga que a vosotros y a vuestros príncipes aflige. 6 Haced, pues, una imagen de vuestros tumores y de las ratas que asuelan la tierra, y honrad al Dios de Israel; quizá deje así de hacer sentir su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra tierra. 9 ¿Para qué endurecer vuestro corazón, como endurecieron el suyo Egipto y el Faraón? ¿No tuvieron que dejar salir a los hijos de Israel, después que los hubo castigado?

7 Haced, pues, un carro nuevo, tomad dos vacas que estén criando y no hayan sido nunca puestas al yugo; uncid las vacas al carro, y dejad los terneros lejos de ellas, en el establo. 8 Coged luego el arca, la ponéis sobre el carro, y junto a ella, en un cofre, los objetos que haréis como ofrenda de desagravio, y la devolvéis; que ella se vaya. 9 Seguidla con los ojos: si sube por el camino de su tierra hacia Bet Semes, será que Yavé nos ha infligido tanto mal; si no, sabremos que no ha sido su mano la que nos ha herido, y que esto ha sucedido por casualidad.» 10 Hiciéronlo así; y tomando dos vacas que estaban criando, las uncieron al carro y dejaron los terneros en el establo. 11 Pusieron sobre el carro el arca de Yavé y el cofre, con las ratas de oro y la figura de sus tumores. 12 Las vacas tomaron el camino de Bet Semes y siguieron siempre por él; e iban andando y mugiendo, sin declinar ni a la derecha ni a la izquierda. Los príncipes de los filisteos fueron tras ella, hasta llegar al territorio de Bet Semes.

13 Las gentes de Bet Semes estaban segando el trigo en el valle; y alzando los ojos, vieron el arca con gran alegría. 14 El carro llegó al campo de Josué, betsemita, y se paró en él. Había allí una gran piedra, y partieron las maderas del carro y ofrecieron las vacas a Yavé en holocausto. 15 Los levitas, bajando del carro el arca de Yavé y el cofre que estaba junto a ella, los pusieron sobre la gran piedra. Las gentes de Bet Semes ofrecieron aquel día holocaustos y sacrificios a Yavé. 16 Los cinco príncipes de los filisteos, después de ver esto, se volvieron a Acarón aquel mismo día.

17 Estos son los tumores de oro que los filisteos donaron a Yavé, como ofrenda de desagravio: uno por Azoto, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Acarón. 18 También las ratas de oro eran según el número de las ciudades de los cinco príncipes, tanto de las fortificadas como de las no amuralladas. Testigo, la gran piedra que todavía hoy queda en el campo de Josué el betsemita, sobre la cual se depuso el arca de Yavé.

19 Los hijos de Jeconías no se alegraron con las gentes de Bet Semes al ver el arca de Yavé, e hirió éste de entre ellos a setenta hombres. El pueblo hizo gran duelo, por haberlos herido Yavé con tan gran plaga; 20 y las gentes de Bet Semes se decían: «¿Quién puede estar delante de Yavé, este Dios santo? ¿Y a dónde habrá de ir, al alejarse de nosotros?» 21 Mandaron mensajeros a los habitantes de Quiriat Jearim, para que les dijeran: «Los filisteos han devuelto el arca de Yavé: bajad para subirla con vosotros.»

7

 1 Las gentes de Quiriat Jearim vinieron y subieron el arca, depositándola en la casa de Abinadad, que está sobre una colina; y consagraron a Eliezer, su hijo, para que custodiase el arca de Yavé.

Derrota de los filisteos en Masfa.

2 Mucho tiempo pasó, veinte años, desde que el arca fue depositada en Quiriat Jearim, y toda la casa de Israel se volvió a Yavé. 3 Dijo, pues, Samuel: «Si de todo corazón os convertís a Yavé, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las astartés; enderezad vuestro corazón a Yavé y servidle sólo a El, y El os librará de las manos de los filisteos» 4 Los hijos de Israel quitaron todos los baales y las astartés, y sirvieron sólo a Yavé.

6 Samuel les dijo: «Congregad a todo Israel en Masfa, y yo rogaré a Yavé por vosotros.» 6 Reuniéronse en Masfa, y sacando agua, la derramaron en tierra ante Yavé; y ayunaron aquel día, y clamaban: «Hemos pecado contra Yavé» 7 Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Masfa. Habiendo sabido los filisteos que los hijos de Israel se habían congregado en Masfa, subieron sus príncipes contra Israel. Tuvieron miedo de los filisteos los hijos de Israel, 8 y dijeron a Samuel: «No ceses de clamar por nosotros a Yavé, nuestro Dios, para que nos libre de la mano de los filisteos.» 9 Samuel tomó un cordero de leche y lo ofreció entero en holocausto a Yavé, y clamó a Yavé por Israel, y Yavé le escuchó. 10 Mientras Samuel ofrecía el holocausto, se acercaron los filisteos para atacar a Israel; pero Yavé hizo tronar muy fuertemente aquel día sobre los filisteos y los puso en derrota, siendo batidos por los hijos de Israel. 11 Los hombres de Israel, saliendo de Masfa, persiguieron en derrota a los filisteos hasta más abajo de Bet Horón. 12 Tomó Samuel una piedra y la puso entre Masfa y Jesana; la llamó Eben Ezer, diciendo: «Hasta aquí nos socorrió Yavé.»

13 Así humillados, no volvieron los filisteos más contra la tierra de Israel; y pesó la mano de Yavé sobre ellos durante toda la vida de Samuel. 14 Las ciudades que los filisteos habían tomado a Israel volvieron a poder de éste, desde Acarón hasta Gat. Israel arrancó de las manos de los filisteos su territorio, y hubo también paz entre Israel y los amorreos.

15 Samuel juzgó a Israel todo el tiempo de su vida. 16 Cada año hacía un recorrido por Betel, Gálgala y Masfa, y allí, en todos estos lugares, juzgaba a Israel. 17 Volvíase luego a Rama, donde estaba su casa, y allí juzgaba a Israel. Alzó allí un altar a Yavé.

 

SEGUNDA PARTE

INSTITUCIÓN DE LA MONARQUÍA

8

1 Cuando envejeció Samuel, puso para juzgar a Israel a sus dos hijos; 2 el primogénito, de nombre Joel, y el segundo, de nombre Abia, y juzgaban en Berseba. 3 Pero los hijos de Samuel no siguieron los caminos de éste, sino que se apartaban de ellos por avaricia, recibiendo presentes y juzgando injustamente. 4 Reuniéronse todos los ancianos de Israel, y vinieron a Samuel en Rama, 6 y le dijeron: «Tú eres ya viejo y tus hijos no siguen tus caminos; danos un rey para que nos juzgue, como todos los pueblos» Desagradó a Samuel que le dijeran: «Danos un rey para que nos juzgue», y oró ante Yavé; 7 pero Yavé dijo a Samuel: «Oye la voz del pueblo en cuanto te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos. 8 Como han hecho conmigo, desde que los saqué de Egipto hasta ahora, dejándome para irse a servir a otros dioses, así hacen ahora contigo. 9 Escúchalos, pues; pero da testimonio contra ellos y dales a conocer cómo los tratará el rey que reinará sobre ellos» 10 Samuel transmitió al pueblo que le pedía rey todo lo que le había dicho Yavé, 11 y les dijo: «Ved cómo os tratará el rey que reinará sobre vosotros: Cogerá a vuestros hijos y los pondrá sobre sus carros y entre sus aurigas, y los hará correr delante su carro. 12 De ellos hará jefes de mil, de ciento y de cincuenta; los hará labrar sus campos, recolectar sus mieses, fabricar sus armas de guerra y el atelaje de sus carros. 13 Tomará a vuestras hijas para perfumeras, cocineras y panaderas. 14 Tomará vuestros mejores campos, viñas y olivares, y se los dará a sus servidores. 16 Diezmará vuestras cosechas y vuestros vinos, para sus eunucos y servidores. 14 Cogerá vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores bueyes y asnos, para emplearlos en sus obras. 17 Diezmará vuestros rebaños y vosotros mismos seréis esclavos suyos. 18 Entonces clamaréis a Yavé, pero Yavé no os oirá» 19 El pueblo desoyó a Samuel, y dijeron: «No, no, que haya sobre nosotros un rey, 20 y así seremos como todos los pueblos: nos juzgará nuestro rey, y saldrá al frente de nosotros para combatir nuestros combates.» 21 Samuel, después de oír las palabras del pueblo, se las repitió a Yavé; 22 y Yavé le dijo: «Escúchalos y pon sobre ellos un rey» Entonces dijo Samuel al pueblo: «Váyase cada uno a su ciudad»

9

Saúl.

1 Había en Benjamín un hombre, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afia, de Gueba de Benjamín. Era hombre valiente; 2 y tenía un hijo de nombre Saúl, robusto y alto. No había hijo de Israel más alto que él, y a todos les sacaba la cabeza. 3 Extraviáronse las asnas de Quis, padre de Saúl; y dijo Quis a Saúl: «Lleva contigo un mozo y vete en busca de las asnas» 4 Recorrió los montes de Efraím y atravesó la tierra de Salisa, sin hallarlas. Recorrieron también la región de Salim, y tampoco estaban allí; volvieron a tierra de Benjamín, y tampoco las hallaron. 5 Cuando llegaron a la región de Suf, dijo Saúl al mozo que le acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre, más que por las asnas, esté ya intranquilo por nosotros» 6 El mozo le dijo: «Mira, en esta ciudad hay un hombre de Dios muy famoso. Cuanto él dice seguramente sucede. 7 Vamos, pues, allá, que quizá él nos diga el camino que hemos de seguir.» 7 Saúl dijo al mozo: «Vamos allá, pero ¿qué vamos a llevarle? Ya no hay provisiones en las alforjas, y nosotros no tenemos nada que podamos ofrecerle como presente» 8 El mozo le dijo: «Mira, he encontrado un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino» 9 En otro tiempo, en Israel, los que iban a consultar a Dios se decían unos a otros: «Venid, vamos a consultar al vidente»; pues al que llaman hoy profeta le llamaban antes vidente. 10 Saúl dijo al mozo: «Has tenido buena idea, vamos»; y se dirigieron a la ciudad, donde estaba el hombre de Dios. 11 Cuando subían el repecho que conduce a la ciudad, encontraron a unas jóvenes que habían salido a coger agua, y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?» 12 Ellas les respondieron, diciendo: «Sí, aquí está; mira allí delante; pero ve pronto, porque ha venido hoy a la ciudad por tener el pueblo un sacrificio en la altura. 13 En cuanto entréis en la ciudad id a verle, antes que suba a la altura para la comida, pues el pueblo no comerá antes que llegue él, que es quien ha de bendecir el sacrificio, y después comerán los invitados. Subid, pues, ahora mismo y le hallaréis» 14 Ellos subieron a la ciudad. Cuando entraban en ella encontraron a Samuel, que salía para subir a la altura. 15 Un día antes de la llegada de Saúl, había hecho Yavé una revelación a Samuel, diciéndole: 16 «Mañana, a esta hora, yo te mandaré a un hombre de Benjamín, y tú le ungirás por jefe de mi pueblo, de Israel, y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, pues he visto la humillación de mi pueblo y han llegado hasta mí sus clamores» 17 Luego que Samuel vió a Saúl, le dijo Yavé: «Este es el hombre de quien te hablé ayer. Este reinará sobre mi pueblo» 18 Saúl se acercó a Samuel dentro de la puerta, y le dijo: «¿Harías el favor de indicarme dónde está la casa del vidente?» 19 Samuel le contestó: «Soy yo el vidente; sube delante de mí a la altura y comeréis hoy conmigo. Mañana te despediré y te diré cuanto tienes en tu corazón. 20 Por las asnas que hace tres días perdiste, no te inquietes, han sido halladas. ¿De quién va a ser cuanto de precioso hay en Israel? ¿No va a ser tuyo y de toda la casa de tu padre?» 21 Saúl respondió: «¿Pues no soy yo benjaminita? ¿No soy yo de la mínima tribu de Israel, de Benjamín, y no es mi familia la menor de las familias de Benjamín? ¿Por qué me dices eso?» 22 Samuel, tomando a Saúl y a su mozo, los introdujo en el comedor y les dio el primer lugar, a la cabeza de los invitados, que eran unos treinta hombres. 23 Samuel dijo al cocinero: «Dame la porción que te mandé pusieras aparte» 24 El cocinero cogió un brazuelo y el rabo y lo puso ante Saúl. «Es la porción que se te reservaba», dijo a éste Samuel: «Ponlo delante de ti y come, pues la hice guardar cuando convoqué al pueblo, para el momento oportuno.» Comió Saúl con Samuel aquel día. 25 Bajaron de la altura a la ciudad, y Samuel estuvo hablando con Saúl en la terraza, y luego se acostaron. 26 Al día siguiente, a la aurora, llamó Samuel a Saúl a la terraza, y le dijo: «Levántate y te despediré» Levantóse Saúl y salieron ambos juntos. 27 Cuando hubieron bajado al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: «Dile al mozo que pase delante de nosotros» Tomó el mozo la delantera, y dijo Samuel: «Detente ahora, que te dé a conocer lo que dice Yavé»

10

Unción de Saúl.

1 Cogió Samuel una redoma de óleo, la vertió sobre la cabeza de Saúl, y le besó diciendo: «Yavé te unge por príncipe de su heredad. Tú reinarás sobre el pueblo de Yavé y le salvarás de la mano de los enemigos que le rodean. Esto te será señal de que Yavé te ha ungido como jefe de su heredad: 2 Cuando hoy me dejes, encontrarás dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en tierra de Benjamín, al mediodía, que te dirán: Las asnas que has ido a buscar han parecido, y tu padre no piensa ya en ellas, sino en vosotros, y dice: ¿Cómo haré yo para saber de mi hijo? 3 Siguiendo tu camino, llegarás a la encina de la lamentación de Débora, y te encontrarás con tres hombres subiendo a Dios a Betel, y llevando uno tres cabritos, el otro tres, panes, y el otro una bota de vino; 4 después de preguntarte por tu salud, te darán dos de los panes, que tú tomarás de su mano; 6 luego llegarás a Gueba Elohim, donde hay una guarnición de filisteos; y al entrar en la ciudad te encontrarás con un grupo de profetas, bajando del excelso, precedidos de salterios, tímpanos, flautas y arpas, y profetizando. 6 El espíritu de Yavé se apoderará de , y profetizarás con ellos y te transformarás en otro hombre. 7 Cuando todas estas señales se hayan cumplido en ti, haz lo que te venga a mano, pues Dios estará contigo. 8 Baja antes que yo a Gálgala, a donde iré a reunirme contigo, para ofrecer holocaustos y sacrificios eucarísticos. Espera siete días, hasta que yo vaya y te diga lo que has de hacer»

9 En cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse de Samuel, se sintió otro, y todas las señales aquellas le sucedieron el mismo día. 10 Cuando llegaron a Gueba encontráronse con un tropel de profetas, y le arrebató el espíritu de Dios y se puso a profetizar en medio de ellos. 11 Cuantos de antes le conocían se preguntaban: «¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¡Saúl entre los profetas!» 12 Uno de los presentes contestó: «¿Y quién es el padre de esos otros?» Por eso ha quedado en proverbio: «¿También Saúl entre los profetas?» 13 Cuando hubo acabado de profetizar, subió a Gueba. 14 Un tío de Saúl preguntó a éste: «¿A dónde habéis ido?» Saúl respondió: «A buscar las asnas, pero no las hemos visto por ninguna parte y fuimos a casa de Samuel.» 15 El tío le dijo: «Cuéntame lo que te ha dicho Samuel»; 16 y Saúl respondió: «Nos dio a saber que las asnas habían parecido»; pero en cuanto a lo del reino, nada le dijo de lo que le había hablado Samuel.

Elección de Saúl a la suerte.

17 Samuel convocó al pueblo ante Yavé en Masía, 18 y dijo a los hijos de Israel: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os saqué de Egipto; yo os he librado de la mano de los egipcios y de la de cuantos reyes os oprimieron; 19 y vosotros hoy rechazáis a vuestro Dios, que os ha librado de vuestros males y de vuestras aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre nosotros un rey! Presentaos ahora ante Yavé, por tribus y por familias». 20 Samuel hizo que se acercasen todas las tribus de Israel, y fue sacada la tribu de Benjamín. 21 Hizo que se acercara la tribu de Benjamín, por familias, y fue elegida la familia de Hammatri; e hizo acercar a la familia de Hammatri, por varones, y fue elegido Saúl, hijo de Quis. Buscáronle, pero no le hallaron. 22 Preguntaron entonces de nuevo a Yavé: «¿Ha venido?» Y Yavé respondió: «Está escondido entre los bagajes.» 23 Corrieron a sacarle de allí, y cuando estuvo en medio del pueblo sobresalía de entre todos, de los hombros arriba. 24 Samuel dijo al pueblo: «No hay entre todos otro como él.» Y el pueblo se puso a gritar «|Viva el rey!». 25 Entonces expuso Samuel al pueblo el derecho real y lo escribió en un libro, que depositó ante Yavé; 26 y despidió Samuel al pueblo todo, cada uno a su casa.

También Saúl se fue a su casa, a Gueba, acompañado de una tropa de hombres robustos, cuyos corazones había tocado Dios. 27 Sin embargo, algunos perversos decían: «¿Este va a salvarnos?» Y despreciándole, no le hicieron presentes.

11

Derrota de los amonitas y liberación de Jabes Galaad.

1 Pasó cosa de un mes, y subió Najas, amonita, y sitió a Jabes Galaad. Los habitantes de Jabes dijeron a Najas: «Pacta con nosotros y te serviremos» 2 Pero Najas, amonita, les respondió: «Pactaré, a condición de sacaros a cada uno de vosotros el ojo derecho y hacer de esto oprobio para todo Israel» 3 Dijéronle los ancianos de Jabes: «Danos tregua de siete días, para mandar mensajeros por todo Israel; si no viene nadie a socorrernos, nos rendiremos a ti» 4 Vinieron mensajeros a Gueba, de Saúl, y contaron al pueblo esto, y el pueblo todo alzó la voz y lloró. 5 Venía entonces Saúl del campo tras de sus bueyes, y preguntó: «¿Qué tiene el pueblo para llorar así?» Contáronle lo que decían los de Jabes. 6 En cuanto lo oyó, le arrebató el espíritu de Yavé y se encendió en cólera. 7 Cogió un par de bueyes, los cortó en pedazos y mandó éstos por todo el territorio de Israel, por medio de mensajeros que dijeran: «Así serán tratados los bueyes de cuantos no se pongan en marcha tras Saúl y Samuel» El terror de Yavé cayó sobre el pueblo, que se puso en marcha como un solo hombre. 8 Saúl los revistó en Bezec; y los hijos de Israel eran trescientos mil; los de Judá, treinta mil. 9 Dijo a los mensajeros que habían venido de Jabes: «Decid a los hombres de Jabes Galaad: Mañana, a medio día, seréis socorridos» Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Jabes, que se llenaron de alegría, 10 y dijeron a los amonitas: «Mañana nos rendiremos a vosotros, para que con nosotros hagáis lo que bien os parezca» 11 Al día siguiente, dividió Saúl el pueblo en tres cuerpos; y a la vigilia matutina penetraron en el campamento de los amonitas y los estuvieron batiendo hasta la hora de más calor. Los que escaparon se dispersaron de tal modo, que no quedaron dos hombres juntos.

12 El pueblo decía a Samuel: «¿Quiénes son los que decían: Saúl va a reinar sobre vosotros? Entréganos esas gentes para que les demos muerte.» 13 Pero Saúl dijo: «Nadie será muerto hoy, pues hoy ha salvado Yavé a Israel.» 14 Y dijo Samuel al pueblo: «Venid y vayamos a Gálgala, para renovar allí el reino» 15 Todo el pueblo fue a Gálgala, y restablecieron a Saúl rey ante Yavé en Gálgala y ofrecieron sacrificios eucarísticos, dando Saúl y todo el pueblo muestras de gran regocijo.

12

Samuel resigna la judicatura.

1 Dijo Samuel a todo Israel: «Ya veis que os he oído en cuanto me habéis dicho, y que he puesto sobre vosotros un rey. 2 Ahora, pues, tenéis ya rey que marche a vuestra cabeza. Yo ya soy viejo y he encanecido, y mis hijos ahí los tenéis entre vosotros, como unos de tantos. He estado al frente de vosotros, desde mi juventud hasta hoy. 3 Aquí me tenéis. Dad testimonio de mí ante Yavé y ante su ungido. ¿He quitado a nadie un buey? ¿He quitado a nadie un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He perjudicado a nadie? ¿He aceptado de nadie presentes que no me dejaran ver lo que él hacía? Os lo restituiré» 4 Ellos respondieron: «No nos has perjudicado, no nos has oprimido, de nadie has aceptado nada» 5 El les dijo: «Testigo Yavé contra vosotros, y lo es también hoy su ungido, de que nada habéis hallado en mis manos» El pueblo respondió: «Testigo» 6 Samuel añadió: «Yavé, que hizo a Moisés y Arón y sacó a vuestros padres de Egipto, es testigo. 7 Ahora, pues, poneos delante de Yavé, que quiero juzgaros ante Yavé por los beneficios que os ha hecho a vosotros y a vuestros padres. 8 Cuando Jacob con sus hijos entró en Egipto y los humillaron los egipcios, y vuestros padres clamaron a Yavé, Yavé les mandó a Moisés y Arón, que los sacaron de Egipto, y los establecieron en este lugar. 9 Pero se olvidaron de Yavé, su Dios, y éste los entregó en manos de Sisara, jefe del ejército de Jasor, en manos de los filisteos, en manos del rey de Moab, que les hicieron la guerra. 10 Clamaron a Yavé, diciendo: «Hemos pecado, porque hemos abandonado a Yavé y hemos servido a los baales y las astartés. Líbranos ahora y nosotros te serviremos. 11 Mandóles Yavé a Jerobaal, Abdón, Jefté y Samuel, y os libró de manos de los enemigos que teníais en torno vuestro, y habéis habitado vuestras casas en seguridad. 12 Y ahora, cuando habéis visto que Najas, rey de los hijos de Ammón, se ponía en marcha contra vosotros, me habéis dicho: No, que reine un rey sobre nosotros; cuando Yavé, vuestro Dios, era vuestro rey. 13 Ahí tenéis, pues, el rey que habéis querido y habéis pedido; Yavé le ha puesto por rey vuestro. 14 Si teméis a Yavé, si le servís y obedecéis, si no sois rebeldes a los mandatos de Yavé, viviréis vosotros y vuestro rey, que reinará sobre vosotros. 15 Pero si no obedecéis a Yavé, si sois rebeldes a sus mandatos, tendréis contra vosotros la mano de Yavé, como contra ellos la tuvieron vuestros padres. 16 Quedaos todavía, para que veáis el prodigio que va a obrar Yavé a vuestros ojos. 17 ¿No estamos en el tiempo de la siega de los trigos? Pues yo voy a invocar a Yavé, y Yavé tronara y lloverá, y veréis así cuán grande es a los ojos de Yavé el mal que habéis hecho pidiendo un rey»

18 Invocó Samuel a Yavé, y aquel mismo día dio Yavé truenos y lluvia, y todo el pueblo tuvo gran temor de Yavé y de Samuel; 19 y dijeron a éste: «Ruega por tus siervos a Yavé, tu Dios, para que no muramos, pues a todos nuestros pecados hemos añadido el de pedimos un rey» 20 Samuel les dijo: «No temáis; habéis hecho todo ese mal, pero no ceséis de seguir a Yavé y servirle con todo vuestro corazón. 21 No os apartéis de él, porque será ir tras vanidades que no os darían provecho ni ayuda alguna, porque de nada sirven. 22 Yavé, por la gloria de su nombre, no abandonará a su pueblo, ya que ha querido haceros el pueblo suyo. 23 Lejos también de mí pecar contra Yavé, dejando de rogar por vosotros; yo os mostraré el camino bueno y derecho.

24 Temed sólo a Yavé, servidle fielmente y con todo vuestro corazón, pues ya habéis visto los prodigios que ha hecho en medio de vosotros. 28 Pero si perseveráis en el mal, pereceréis vosotros y vuestro rey.»

13

Nueva invasión de los filisteos.

1 Era Saúl de … años cuando comenzó a reinar, y había ya reinado dos años sobre Israel. 2 Saúl eligió para sí tres mil hombres de Israel. Dos mil estaban con él en Mijmas y sobre el monte de Betel, y mil con Jonatán, en Gueba de Benjamín. El resto del pueblo lo mandó cada uno a su tienda. 3 Jonatán batió a la guarnición de filisteos que había en Gueba; y al saberlo dijeron los filisteos: «Se han rebelado los hebreos» Saúl hizo que tocasen la trompeta por toda la tierra; 4 y todo Israel supo la noticia: «Saúl ha batido a la guarnición de los filisteos»; e Israel se hizo odioso a los filisteos, y fue convocado el pueblo por Saúl a Mijmas. 5 Reuniéronse los filisteos para combatir contra Israel; mil carros y seis mil caballeros, y de pueblo un número comparable a las arenas del mar. Vinieron a acampar en Mijmas, al oriente de Bet Horon. 6 Los hombres de Israel se vieron en gran aprieto, pues estaban casi cercados, y se ocultaron en las cavernas, en la maleza y en las peñas, en las torres y en las cisternas; 7 y los de más lejos pasaron el Jordán y se internaron en tierra de Gad y de Galad.

Pecado de Saúl.

Saúl estaba todavía en Gálgala, y la gente que estaba ton él se dispersaba. 8 Esperó siete días, según el término que había fijado Samuel; pero Samuel no venía, y la gente se dispersaba cada vez más. 9 Entonces dijo Saúl: «Traedme el holocausto y las hostias pacíficas»; y ofreció el holocausto. 10 Apenas ofrecido el holocausto, vino Samuel y Saúl salió a su encuentro para saludarle. 11 Samuel le dijo: «¿Qué has hecho?» Saúl respondió: «Viendo que la gente se dispersaba, que tú no venías en el término fijado y que los filisteos acampaban en Mijmas, 12 me dije: Los filisteos van a venir a atacarme a Gálgala y yo no he implorado a Yavé. Entonces, obligado por la necesidad, he ofrecido el holocausto.» 13 Samuel dijo a Saúl: «Has obrado neciamente y has desobedecido el mandato de Yavé, tu Dios. Estaba Yavé para afirmar tu reino sobre Israel, para siempre; 14 pero ahora ya tu reino no persistirá. Ha buscado Yavé un hombre según su corazón, para que sea jefe de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Dios te había mandado» 15 Levantóse Samuel, y de Gálgala subió a Gueba de Benjamín. Saúl revistó su tropa, y quedaban con él seiscientos hombres. 16 Saúl, Jonatán, su hijo, y la gente que con ellos quedaba, se apostaron en Gueba de Benjamín, mientras los filisteos acampaban en Mijmas. 17 Salieron del campamento de los filisteos tres tropas en algara, para saquear la tierra. Una tomó el camino de Ofra, hacia la tierra de Saúl; 18 otra el de Bet Horón, y la tercera el de Gueba, que domina el valle de Seboim, hacia el desierto. 19 No había en toda la tierra de Israel herrero alguno, pues los filisteos se habían dicho: «Que no puedan los hebreos forjar espadas ni lanzas» 20 Todo Israel tenía que bajar a tierra de los filisteos, para aguzar cada uno su reja, su segur, su azadón o su pico. 21 No se disponía más que de la lima, para sacar el filo a toda clase de segures, tridentes y hoces, y para aguzar las aijadas. 22 Llegado el día del combate, no había en mano del pueblo todo que estaba con Saúl y Samuel espada ni lanza, más que las de Saúl y las de Jonatán, su hijo. 23 Los filisteos habían salido para guarnecer el paso de Mijmas.

14

Hazaña de Jonatán y derrota delos filisteos.

1 Un día Jonatán dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los filisteos que está allí del otro lado» Nada había dicho a su padre. 2 Saúl estaba apostado al extremo de Gueba, bajo el granado de Magrón, y tenía con él unos seiscientos hombres. 3 Ajías, hijo de Ajijot, hermano de Icabod, hijo de Fines, hijo de Helí, era sacerdote de Yavé en Silo, y llevaba el efod. Tampoco la gente sabía nada de a dónde había ido Jonatán. 4 Entre los pasos por donde Jonatán tentaba llegar al puesto de los filisteos había un diente de roca de un lado y otro del otro, el uno de nombre Boses y el otro Sene. 5 Uno de ellos se alza al norte enfrente de Mijmas, y el otro al mediodía, enfrente de Gueba. 6 Jonatán dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los incircuncisos; puede ser que Yavé nos ayude, pues nada le impide salvar con muchos o con pocos» 7 Su escudero le respondió: «Haz lo que quieras. Donde tú vayas, pronto estoy a seguirte» 8 Jonatán le dijo: «Vamos a pasar hacia ésos y a dejarnos ver de ellos. 9 Si nos dicen: «Esperad a que vayamos», nosotros nos quedaremos donde estemos y no subiremos a ellos; 10 pero si nos dicen: «Subid acá», subiremos, porque Yavé nos los ha entregado en nuestras manos. Esa será para nosotros la señal» 11 Hiciéronse ver ambos del puesto de los filisteos, y éstos dijeron: «Mirad, los hebreos salen de los agujeros donde se habían metido»; 12 y dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, dijeron: «Subid a nosotros y os enseñaremos una cosa» Jonatán dijo al escudero: «Sube detrás de mí, que Yavé los ha puesto en nuestras manos» 13 Y sirviéndose de manos y pies, subió Jonatán, seguido de su escudero. Los filisteos volvieron la espalda ante Jonatán, que los hería, mientras detrás de él los mataba el escudero. 14 Esta primera matanza que hizo Jonatán fue de unos veinte hombres; en un espacio como de la mitad de una yugada. 15 Trascendió el espanto al campamento, al llano y a toda gente de la guarnición, y hasta el equipo de devastación se sintió presa del pánico. Temblaba la tierra, sobreviniendo como un terror divino. 16 Los centinelas de Saúl, que estaban en Gueba de Benjamín, vieron cómo la muchedumbre se dispersaba y corría de un lado para otro. 17 Saúl dijo a la gente que tenía con él: «Pasad revista y ved quién falta de entre nosotros» Pasáronla, y se halló que faltaban Jonatán y su escudero. 18 Dijo entonces Saúl a Ajías: «Trae el efod»; pues había llevado el efod y lo tenía allí aquel día ante Israel. 19 Mientras Saúl hablaba con el sacerdote, iba extendiéndose y creciendo el tumulto en el campamento de los filisteos; y Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano» 20 Saúl y cuantos con él estaban se reunieron y avanzaron hasta el lugar de la lucha, y vieron que los filisteos habían vuelto sus armas unos contra otros y la confusión era grandísima. 21 Los hebreos que de antes estaban con los filisteos y habían subido con ellos al campamento, se pusieron también del lado de los de Israel, que estaban con Saúl y Jonatán. 22 Los que de Israel se habían ocultado en los montes de Efraím, al tener noticia de la huida de los filisteos se pusieron igualmente a perseguirlos. 23 Así libró Yavé aquel día a Israel. El combate siguió hasta Bet Horón. 24 Vinieron a ser los que se reunieron con Saúl unos diez mil hombres, y se extendió la lucha por todos los montes de Efraím.

Temerario juramento de Saúl.

24 Saúl cometió aquel día una gran imprudencia, pues conjuró al pueblo, diciendo: «Maldito el hombre que coma nada hasta la tarde, mientras no me haya vengado de mis enemigos» Y nadie probó bocado. 25 El pueblo estaba extenuado por la fatiga; 26 y llegó a un bosque donde había mucha miel en el suelo. A pesar de ver la miel corriendo por el suelo, nadie la tomó para llevársela a la boca, por temor del juramento hecho. 27 Pero Jonatán, que nada sabía del juramento que su padre había hecho hacer al pueblo, metió la punta del bastón que llevaba en la mano en un panal de miel, y se la llevó a la boca con la mano, y le brillaron los ojos. 29 Uno del pueblo le advirtió: «Tu padre ha hecho jurar al pueblo, diciendo: «Maldito el hombre que coma hoy» 29 Jonatán respondió: «Mi padre ha hecho hoy mucho mal al pueblo. ¿No veis cómo han brillado mis ojos sólo con haber probado un poco de miel? 30 Si el pueblo hubiera comido hoy del botín cogido a los enemigos, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!»

31 Batieron aquel día a los filisteos desde Mijmas hasta Ayalón. El pueblo, desfallecido, 32 cuando volvió sobre el botín, cogió ovejas, bueyes y terneros; y matándolos en el suelo, comió la carne con su sangre. 33 Dijeron a Saúl que el pueblo había pecado contra Yavé, comiendo la carne con su sangre; y dijo: «Habéis prevaricado. Traedme luego una piedra grande», 34 y añadió: «Id por todo el pueblo y decidle que me traiga cada uno su buey o su oveja, y que la degüelle aquí. Después comeréis, y no pecaréis contra Yavé comiendo la carne con sangre» Llevó cada cual de la mano durante la noche su buey, y le degolló sobre la piedra. 35 Saúl alzó un altar a Yavé. Fue el primer altar que alzó Saúl.

36 Saúl dijo: «Vamos a salir a perseguir a los filisteos durante la noche, a destrozarlos hasta que luzca el día, sin dejar uno solo con vida» Y le dijeron: «Haz cuanto bien te parezca» Y él dijo al sacerdote: «Acércate»; 37 y consultó a Dios: «¿He de bajar en persecución del enemigo? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero Yavé no dio aquel día respuesta. 38 Saúl dijo: «Acercaos aquí todos los jefes de tribus del pueblo, y buscad, a ver por quién haya sido cometido el pecado; 39 pues por vida de Yavé, el salvador de Israel, que si hubiera sido por Jonatán, mi hijo, sin remisión morirá.» Nadie del pueblo osó responderle. 40 Dijo, pues, a todo Israel: «Poneos todos vosotros de un lado, y yo y mi hijo nos pondremos del otro» El pueblo contestó: «Haz como bien te parezca» 41 Saúl dijo: «Yavé, Dios de Israel, ¿cómo es que no respondes hoy a tu siervo? Si en mí o en Jonatán, mi hijo, está este pecado, Yavé, Dios de Israel, da urim; y si está la iniquidad en el pueblo, da tumm m. Y fueron señalados por la suerte Jonatán y Saúl y librado el pueblo. 42 Saúl dijo: «Echad ahora la suerte entre mí y Jonatán, mi hijo»; y fue señalado Jonatán. 43 Saúl dijo a Jonatán: «Dime qué has hecho.» Y Jonatán respondió: «He gustado un poco de miel con la punta del bastón que llevaba en la mano, ¿y por eso voy a morir?» 44 Saúl dijo: «Que me castigue Dios con todo rigor si no mueres, Jonatán.» 48 El pueblo dijo entonces a Saúl: «¿Va a morir Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran liberación? ¡Jamás! Vive Yavé, no caerá a tierra un solo cabello de su cabeza, pues hoy ha obrado con Dios» Así salvó el pueblo a Jonatán y no murió. 48 Saúl desistió de salir en persecución de los filisteos, y éstos llegaron a su tierra. 47 Mientras Saúl reinó sobre Israel, hizo la guerra a todos los enemigos de en torno; a Moab, a los hijos de Ammón, a Aram Bet Rejob, al rey de Soba y a los filisteos, venciendo en todas partes a donde se volvía. 48 Llegó a ser muy fuerte: derrotó a Amalec y libró a Israel de las manos de cuantos antes le saqueaban.

49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isví y Melquisua; sus dos hijas se llamaron: Merob la mayor y Micol la menor. 60 La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimas. El nombre del jefe de su ejército era Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.

62 La guerra contra los filisteos fue encarnizada, durante toda la vida de Saúl; y en cuanto veía Saúl un hombre robusto y valiente, le ponía a su servicio.

15

Desobediencia de Saúl al mandato de Yavé.

1 Samuel dijo a Saúl: «A mí me envió Yavé para que te ungiera rey de su pueblo, de Israel. Escucha, pues, ahora lo que te dice Yavé: 2 Así habla Yavé Sebaot: Tengo presente lo que hizo Amalec contra Israel, cuando le cerró el camino a su salida de Egipto: Ve, pues, ahora, y castiga a Amalec; 3 y da al anatema cuanto es suyo. No perdones; mata a hombres, mujeres y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos» 4 Dió, pues, Saúl la orden al pueblo y lo congregó en Telam. Contó doscientos mil infantes y diez mil hombres de Judá. 5 Avanzó Saúl hasta las ciudades de Amalec y puso una emboscada en el torrente; 6 y dijo a los quineos: «Id, retiraos, salid de en medio de Amalec, no sea que os veáis envueltos con él; pues vosotros tratasteis con benevolencia a los hijos de Israel cuando subían de Egipto» Retiráronse, pues, de Amalec, los quineos. 7 Saúl batió a Amalec, desde Evila hasta Suf, frente a Egipto. 8 Apresó vivo a Agag, rey de Amalec, y dió al anatema a todo el pueblo, pasándolo a filo de espada. 9 Pero Saúl y el pueblo dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los mejores bueyes, los más gordos y cebados, no dándolos al anatema y destruyendo solamente lo malo y sin valor.

Saúl, rechazado por Dios.

10 Yavé dirigió a Samuel su palabra, diciendo: 11 «Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, pues se aparta de mí y no hace lo que le digo.» Samuel se entristeció y estuvo clamando a Yavé toda la noche; 12 y levantándose de mañana, para ir al encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala. 13 Dirigióse, pues a donde estaba Saúl, y le dijo Saúl: «Bendito seas de Yavé. He cumplido la orden de Yavé» 14 Samuel le contestó: «¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis oídos, y ese mugir de bueyes que oigo?» 15 Saúl respondió: «Los han traído de Amalec, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes, para los sacrificios de Yavé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema» 16 Samuel dijo entonces a Saúl: «Basta; voy a darte a conocer lo que Yavé me ha dicho esta noche» Saúl le dijo: «Habla» 17 Samuel dijo: «¿No es verdad que, hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel y te ha ungido Yavé rey sobre Israel? 18 Yavé te dio una misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalec, y combátelos hasta exterminarlos. 19 ¿Por qué no has obedecido al mandato de Yavé, y te has echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yavé?» 20 Saúl contestó a Samuel: «Yo he obedecido el mandato de Yavé, y he seguido el camino que me ordenó Yavé, y he traído a Agag, rey de Amalec. 21 El pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado al anatema, para sacrificarlos a Yavé, su Dios, en Gálgala.» 22 Pero Samuel repuso: «¿No quiere mejor Yavé la obediencia a sus mandatos, que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros. 03 Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yavé, El te rechaza también a ti como rey»

24 Dijo entonces Saúl a Samuel: «He pecado, traspasando el mandato de Yavé y tus palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado, 25 y vuélvete conmigo para adorar a Yavé» 26 Samuel le contestó: «No me volveré contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yavé, y Yavé te rechaza a ti para que no reines en Israel» 27 Volvióse Samuel para irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió; 28 y le dijo Samuel: «Hoy ha roto Yavé de sobre ti el reinó, para entregárselo a otro mejor que tú; 29 y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no es un hombre para que se arrepienta» 30 Saúl dijo: «He pecado; pero hónrame ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de Israel, y ven conmigo a adorar a Yavé, tu Dios» 31 Volvióse Samuel y siguió a Saúl, y éste adoró a Yavé. 32 Samuel dijo: «Traedme a Agag, rey de Amalec»; y Agag se acercó a él con rostro complaciente, diciendo: «Seguramente se apartó la amarga muerte» 33 Samuel repuso: «Así como a tantas madres privó tu espada de hijos, así será entre las mujeres tu madre privada de su hijo» Y destrozó a Agag ante Yavé, en Gálgala. 34 Partióse Samuel para Rama, y Saúl subió a su casa de Gueba de Saúl. 35 No volvió Samuel a ver a Saúl hasta el día de su muerte.

 

TERCERA PARTE

SAÚL Y DAVID

16

Unción de David.

1 Dijo Yavé a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar tú llorando sobre Saúl, a quien he rechazado yo para que no reine más sobre Israel? Llena tu cuerno de óleo, y ve; te envío a casa de Isaí de Belén, pues he visto un rey de Israel entre sus hijos» 2 «¿Cómo voy a ir? — contestó Samuel —; lo sabrá Saúl y me matará». Yavé le dijo: «Lleva contigo una ternera, y dirás: He venido para ofrecer a Yavé un sacrificio. 3 Invitarás al sacrificio a Isaí, y ya te indicaré yo luego lo que has de hacer, ungiendo al que yo te señale» 4 Hizo Samuel lo que le mandaba Yavé, y llegó a Belén. Los ancianos acudieron inquietos a él y le dijeron: «¿Tu llegada es para bien?» 8 El contestó: «Sí, he venido para ofrecer un sacrificio a Yavé. Santificaos y venid conmigo al sacrificio». Santificó a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio. 6 Cuando se presentaron ante él, al ver a Eliab, se dijo Samuel: «Seguramente se halla ante Yavé su ungido.» 7 Pero Yavé dijo a Samuel: «No tengas en cuenta su figura y su gran talla, que yo le he descartado. No ve Dios como el hombre; el hombre ve la figura, pero Yavé mira el corazón» 8 Isaí llamó a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel. Samuel dijo: «Tampoco es éste el que ha elegido Yavé» 9 Hizo Isaí pasar a Sama, y Samuel dijo: «Tampoco éste es el que ha elegido Yavé» 10 Isaí hizo pasar ante Samuel a sus siete hijos, y Samuel le dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yavé» 11 Preguntó entonces Samuel: « ¿Son éstos todos tus hijos?» Y él le respondió: «Queda el más pequeño, que está apacentando las ovejas» Samuel le dijo: «Manda a buscarle, pues no nos sentaremos a comer mientras no venga él» 12 Isaí mandó a buscarle. Era rubio, de hermosos ojos y muy bella presencia. Yavé dijo a Samuel: «Levántate y úngele, pues ése es» 13 Samuel, tomando el cuerno de óleo, le ungió a la vista de sus hermanos: y desde aquel momento en lo sucesivo, vino sobre David el espíritu de Yavé. Samuel se levantó y se volvió a Rama.

David, al servicio de Saúl.

14 El espíritu de Yavé se retiró de Saúl, y le turbaba un mal espíritu mandado de Yavé. 15 Y dijeron a Saúl sus servidores: «Te ves turbado por un mal espíritu de Dios; 18 permite, señor, que tus siervos te digan que se busque a un diestro tañedor de arpa, que cuando se apodere de y el mal espíritu de Dios, la toque ti halles alivio» 17 Saúl les dijo: «Buscadme, pues, un buen músico, y traédmelo» 18 Tomando uno de los servidores la palabra, dijo: «Yo he visto a un hijo de Isaí, de Belén, que sabe tocar el arpa. Es hombre fuerte y valiente, hombre de guerra y discreto en el hablar, y está Yavé con él» 19 Saúl envió mensajeros a casa de Isaí, para decirle: «Mándame a David, tu hijo, el que está con las ovejas» 20 Isaí tomó un omer de pan, un odre de vino y un cabrito, y se lo mandó a Saúl por David, su hijo. 21 Llegado a casa de Saúl, David se presentó a él. Saúl le cogió cariño y le hizo escudero suyo. 22 Saúl dijo a Isaí: «Que se quede, te ruego, conmigo David, a mi servicio, pues ha hallado gracia a mis ojos» 23 Cuando el mal espíritu de Dios se apoderaba de Saúl, David cogía el arpa, la tocaba, y Saúl se calmaba y se ponía mejor, y el espíritu malo se alejaba de él.

17

El gigante Goliat.

1 Los filisteos, juntando sus tropas para hacer la guerra, se reunieron en Soco, que pertenece a Judá. Acamparon entre Soco y Azeca, en Efes Damim. 2 Reuniéronse también Saúl y los hombres de Israel, y vinieron al valle del Terebinto, y pusiéronse allí en orden de batalla contra los filisteos. 8 Estaban éstos acampados en un monte y los de Israel en un monte opuesto, mediando entre ellos el valle, que los separaba. 4 Salió al medio, de las filas de los filisteos, un hombre llamado Goliat, de Gat, que tenía de talla seis codos y un palmo. Cubría su cabeza un casco de bronce y llevaba una coraza escamada, de bronce también, de cinco mil siclos de peso. 6 A los pies llevaba botas de bronce, y a las espaldas un escudo, también de bronce. 7 El asta de su lanza era como el enjullo de un telar, y la punta de la lanza, de hierro, pesaba seiscientos siclos. Delante de él iba su escudero. 8 Goliat se paró, y dirigiéndose a las tropas de Israel, ordenadas en batalla, les gritó: «¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo un filisteo y vosotros siervos de Saúl? Elegid un hombre que baje a pelear conmigo. 9 Si en la lucha me vence, que me mate y os quedaremos sujetos; pero si soy yo el que le venzo y le mato a él, seréis vosotros los que nos quedaréis sujetos y nos serviréis» 10 El filisteo añadió: «Yo arrojo hoy este reto al ejército de Israel. Dadme un hombre y lucharemos». Al oír las palabras del filisteo, 11 Saúl y todo Israel se asombraron y se llenaron de miedo.

Mata David al gigante

12 David era hijo de un efrateo, de Belén de Judá, que tenía ocho hijos, llamado Isaí, y era al tiempo de Saúl uno de los hombres más ancianos. 13 Los tres hijos mayores de Isaí habían salido para la guerra, y se llamaban el mayor Eliab, el segundo Abinadab, y Sama el tercero. 14 David era el menor; y cuando las tropas marcharon tras de Saúl, 15 David iba y venía y apacentaba las ovejas de su padre en Belén. 16 El filisteo salía de su campo mañana y tarde, y estuvo haciendo así por cuarenta días. 17 Isaí dijo a David, su hijo: «Toma ese efá de trigo tostado y esos diez panes, y corre al campamento donde están tus hermanos; 18 lleva también esos diez requesones, para el jefe de su millar. Visitas a tus hermanos para ver cómo están, y les preguntas si quieren algo» 19 Saúl, ellos y todos los hombres de Israel, estaban en el valle del Terebinto, en campaña contra los filisteos.

20 David se levantó de madrugada; y dejando las ovejas al cuidado de un pastor, se fue cargado de lo que le mandara Isaí. 21 Llegó al campamento cuando el ejército salía a ordenarse en batalla, lanzando sus gritos de guerra. 22 Israelitas y filisteos se ordenaban en batalla, ejército contra ejército. David dejó los objetos que traía, en mano de un guardia del bagaje, y corrió hacia las filas del ejército. En cuanto llegó, preguntó a sus hermanos cómo estaban; 23 pero mientras hablaba con ellos, el filisteo de Gat, Goliat de nombre, salió de las filas de los filisteos y se puso a decir lo de los otros días, oyéndolo David. 24 En viendo a aquél, todos los hombres de Israel se retiraron ante él, temblando de miedo. 25 Decíanse unos a otros: «¿Veis a ese hombre que avanza? Viene a desafiar a Israel. Al que le mate le colmará el rey de riquezas, le dará su hija por mujer y eximirá de tributos la casa de su padre. »

26 David preguntó a los que tenía cerca: «¿Qué darán al que mate a ese filisteo y arranque a Israel la afrenta? ¿Quién es ese filisteo, ese incircunciso, para insultar así al ejército del Dios vivo?» 27 La gente le repitió las mismas palabras, diciendo: «Esto es lo que harán al que le mate.» 28 Eliab, su hermano, que había oído hablar a aquellos hombres, se encendió en cólera contra David, y le dijo: «¿Para qué has bajado y a quién has dejado tu rebañito en el desierto? Conozco tu orgullo y la malicia de tu corazón. Para ver la batalla has bajado tú.» 29 David le contestó: «¿Qué he hecho? Sencillamente hablar una palabra» 30 Y apartándose de él se dirigió a otro, haciéndole la misma pregunta, y recibió la misma respuesta.

31 Los que habían oído las palabras de David se las repitieron a Saúl, que le mandó venir. 32 David dijo a Saúl: «Que no desfallezca el corazón de mi señor, por el filisteo ése. Tu siervo irá a luchar contra él» 33 Saúl le dijo: «Tú no puedes ir a batirte con ese filisteo; eres todavía un niño, y él es hombre de guerra desde su juventud» 34 David dijo a Saúl: «Cuando tu siervo apacentaba las ovejas de su padre, y venía un león o un oso, y se llevaba una oveja del rebaño, 35 yo le perseguía, le golpeaba y le arrancaba de la boca la oveja; y si se volvía contra mí, le agarraba por la mandíbula, le hería y le mataba. 38 Tu siervo ha matado leones y osos; y ese filisteo, ese incircunciso, será como uno de ellos, pues ha insultado al ejército del Dios vivo» 37 Y añadió: «Yavé, que me libró del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo» Saúl entonces le dijo: «Ve, y que Yavé sea contigo»

38 Saúl hizo que vistieran a David sus ropas, púsole sobre la cabeza un casco de bronce y le cubrió de una coraza. 39 Después David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas y probó de andar, pues nunca había ensayado la armadura; y dijo a Saúl: «No puedo andar con estas armas, no estoy acostumbrado»: y deshaciéndose de ellas, 40 cogió su cayado, eligió en el torrente cinco chinarros bien lisos y los metió en su zurrón de pastor; y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. 41 El filisteo, se acercó poco a poco a David, precedido de su escudero. 42 Miró, vió a David, y le despreció por muy joven, de blondo y bello rostro. 43 Díjole, pues: «¿Crees que soy yo un perro, para venir contra mí con un cayado?» «No — contestó David — , eres todavía peor que un perro» 44 Maldíjole el filisteo por sus dioses, y añadió: «Ven, que dé tus carnes a las aves del cielo y a las bestias del campo» 45 David respondió al filisteo: «Tú vienes contra mí con espada y lanza y venablo, pero yo voy contra ti en el nombre de Yavé Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has insultado. 46 Hoy te entregará Yavé en mis manos; yo te heriré, te cortaré la cabeza y daré tu cadáver y los del ejército de los filisteos, a las aves del cielo y a los animales de la tierra; y sabrá así toda la tierra que Israel tiene un Dios, 47 y sabrán todos éstos que no por la espada ni por la lanza salva Yavé, porque él es el Señor de la guerra, y os entregará en nuestras manos» 48 El filisteo se levantó, se puso en marcha y avanzó hacia David. David echó a correr a lo largo del frente del ejército, para ir al encuentro del filisteo; 49 metió la mano en su zurrón, sacó de él un chinarro y lo lanzó con la honda. El chinarro se clavó en la frente del filisteo, y éste cayó de bruces a tierra. 60 Así David, con una honda y una piedra, venció al filisteo y le hirió de muerte. 51 Corrió, parándose ante el filisteo; y no teniendo espada a la mano, cogió la de él, sacándola de la vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos muerto a su campeón, pusiéronse en fuga, y los hombres de Israel, levantándose, y lanzando los gritos de guerra, persiguieron a los filisteos, hasta la entrada de Gat, y hasta las puertas de Acarón y cayeron filisteos en el camino de Saraim hasta Gat y Acarón.

83 A la vuelta de la persecución de los filisteos, los hombres de Israel saquearon su campamento. 84 David cogió la cabeza y las armas del filisteo, y tiempo después llevó a Jerusalén la cabeza, y las armas las puso en el tabernáculo. 66 Cuando Saúl había visto a David avanzar contra el filisteo, dijo a Abner, el jefe de su ejército: «¿De quién es hijo ese joven, Abner?» Abner respondió: 69 «Por tu vida que no lo sé, oh rey». Y el rey le dijo: «Infórmate, pues, a ver de quién es hijo» 67 De vuelta David de la muerte del filisteo, Abner le cogió, y le llevó ante Saúl, teniendo todavía en la mano la cabeza del filisteo. 58 Saúl le preguntó: «¿De quién eres hijo, mozo?» Y David le contestó: «Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén»

18

Amistad más que fraternal entre David y Jonatán

1 Cuando hubo acabado David de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se apegó a la de David, y le amó Jonatán como a sí mismo. 2 Aquel día tomó Saúl a David, y no le dejó que se fuera a la casa de su padre. 3 Jonatán hizo pacto con David, pues le amaba como a su alma, 4 y quitándose el manto que llevaba, se lo puso a David, así como sus arreos militares, su espada, su arco y su cinturón. 5 David salía a combatir donde le mandaba Saúl, y siempre procedía con acierto. Saúl le puso al mando de hombres de guerra, y toda la gente estaba contenta con él, aun los servidores de Saúl.

Enemiga de Saúl contra David.

6 Cuando hicieron su entrada, después de haber muerto David al filisteo, salían las mujeres de todas las ciudades de Israel, cantando y danzando delante del rey Saúl con tímpanos y triángulos alegremente, 7 y alternando, cantaban las mujeres en coro:

«Saúl mató sus mil,

Y David sus diez mil»

8 Saúl se irritó mucho, y esto le desagradó, pues decía: «Dan diez mil a David, y a mí mil: nada le falta, si no es el reino» 9 Desde entonces miraba Saúl a David con malos ojos.

10 Al otro día se apoderó de Saúl el mal espíritu, y desvariaba en su casa. David tocaba el arpa, como otras veces. Tenía Saúl en la mano su lanza, 11 y blandiéndola, la lanzó contra David, diciendo: «Voy a clavar a David en la pared» Pero David esquivó el golpe por dos veces. 12 Comenzó Saúl a temer a David, pues veía que estaba Yavé con éste, mientras que de él se había apartado. 13 Alejóle de sí, haciéndole jefe de millar, y David entraba y salía, a la vista de todo el pueblo; 14 en todas sus empresas se mostró acertado. 15 Vió, pues, Saúl que era muy precavido, y le temía. 16 Todo Israel y todo Judá amaba a David, que a su vista entraba y salía. 17 Dijo Saúl a David: «Mira, te daré por mujer a mi hija mayor, Merob; pero has de mostrarte valiente y hacer la guerra de Yavé»; pues se decía: «No quiero poner mis manos sobre él, que le maten las de los filisteos»

18 David respondió a Saúl: «¿Quién soy yo, y qué es mi vida, qué la casa de mi padre, para que sea yo yerno del rey?» Pero cuando llegó el tiempo en que Merob, la hija mayor de Saúl, había de ser entregada a David, se la dió por mujer a Hadriel, de Mejolá. 20 Mico], la otra hija de Saúl, amaba a David; lo supo Saúl, y esto le agradó, 21 pues se decía: «Se la daré para que le sirva de lazo, y le haga caer en las manos de los filisteos» Dijo, pues, Saúl a David: «Por segunda vez voy a darte ocasión de ser yerno mío» 22 Al mismo tiempo dio orden a sus servidores, diciéndoles: «Hablad a David a escondidas de mí, y decidle: El rey te estima, y todos sus servidores te queremos; haz por ser yerno del rey» 23 Dijéronle a David esto los servidores, y respondió David: «¿Os parece cosa fácil eso de ser yerno del rey? Yo soy hombre de poco, y de poca hacienda.» 24 Fuéronle a contar a Saúl sus servidores lo que decía David, 26 y él les dijo: «Habladle así: No necesita el rey dote, sólo quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse» Así pensaba Saúl que caería David en manos de los filisteos.

26 Cuando los servidores dijeron a David las palabras que había dicho Saúl, le agradó a aquél la condición puesta para ser yerno del rey; 27 y a los pocos días salió con los que estaban a su mando, y mató a doscientos filisteos, trayéndose sus prepucios, y entregó al rey el número completo para ser su yerno. 28 Dióle, pues, Saúl por mujer su hija Micol. Saúl vio claramente que Yavé estaba con David, y que todo Israel le amaba. 29 Temíale Saúl más y más cada vez, y fué toda su vida enemigo de David. 30 Los príncipes de los filisteos hacían incursiones; pero cada vez que salían, David, por su habilidad, alcanzaba mejor suceso que todos los otros servidores de Saúl, y su nombre llegó a ser muy celebrado.

19

Intervención de Jonatán en favor de David.

1 Propuso Saúl a Jonatán y a todos sus servidores matar a David; y Jonatán, hijo de Saúl, que amaba mucho a David, 2 se lo comunicó a éste, diciéndole: «Saúl, mi padre, busca matarte. Ponte, pues, en guardia; mañana, por favor, no te dejes ver y escóndete. 3 Yo saldré con mi padre al campo, a donde tú estés, hablaré de ti a mi padre, veré qué piensa y te lo comunicaré» 4 Jonatán habló a su padre en favor de David, diciéndole: «No peque el rey contra su siervo David, pues él no ha pecado contra ti. Por lo contrario, cuanto hace es para bien tuyo; 5 ha expuesto su vida, ha derrotado al filisteo, y Yavé ha obrado por él una gran liberación en todo Israel. Tú lo has visto, y te has alegrado. ¿Por qué, pues, vas a hacerte reo de sangre inocente, haciendo morir a David, sin culpa suya?» 3 Saúl escuchó a Jonatán, y juró: «|Vive Yavé! No morirá David 7 Jonatán llamó a David y le transmitió estas palabras; le llevó luego a Saúl, y se quedó David a su servicio, como estaba antes.

David huye de Saúl.

8 Comenzó de nuevo la guerra, y David marchó contra los filisteos y les dió la batalla, Infligiéndoles una gran derrota y poniéndolos en fuga. 9 El espíritu malo de Yavé se apoderó de Saúl: y estando éste sentado en su casa con la lanza en la mano, mientras tocaba David el arpa, 10 quiso Saúl clavar a David en la pared, pero esquivó éste el golpe, y la lanza quedó clavada en el muro. Huyó David; 11 aquella roche Saúl mandó gente a la casa de David para prenderle, y matarle a la mañana; pero Micol, mujer de David, le informó de ello, diciéndole: «Si no te escapas esta misma noche, mañana mismo te matarán», 12 y le descolgó por la ventana.

David huyó, poniéndose en salvo. 13 Micol cogió luego los terafim y los metió en el lecho, puso una piel de cabra en el lugar de la cabeza, y echó sobre ella una cubierta. 14 Cuando Saúl mandó gente para prender a David, ella les dijo: «Está malo» 15 Saúl volvió a mandarlos, para que viesen a David, y les dijo: «Traédmelo en su lecho, para que lo haga matar» 18 Volvieron ellos, pero hallaron en el lecho los terafim y la piel de cabra en el sitio de la cabeza. 17 Saúl dijo a Micol: «¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo, para que se ponga en salvo?» Micol respondió a Saúl: «Me dijo: Déjame ir o te mato»

18 Así huyó David y se salvó. Fuése a casa de Samuel, en Rama, y le contó cuanto le había hecho Saúl. Después se fue con Samuel a habitar en Nayot, en Rama.

Otra vez Saúl entre los profetas.

19 Dijéronle a Saúl: «Mira, David está en Nayot, en Rama» 20 Saúl mandó gente para prenderle, y viendo a la tropa de profetas profetizando, con Samuel a la cabeza, se apoderó de ellos el espíritu de Yavé, y pusiéronse ellos también a profetizar. 21 Dieron a conocer esto a Saúl, y éste mandó nueva gente, y también éstos se pusieron a profetizar. Por tercera vez envió otros, pero también éstos profetizaron. 22 Entonces fue Saúl en persona a Rama, y al llegar a la gran cisterna que hay en Soco, preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?» Y le respondieron: «Están en Nayot de Rama» 12 Dirigióse allá, a Nayot de Rama, el espíritu de Dios se apoderó de él; e iba profetizando, hasta que llegó a Nayot de Rama; 24 y quitándose sus vestiduras, profetizó él también ante Samuel, y se estuvo desnudo por tierra todo aquel día y toda la noche. De ahí el proverbio: «¿También Saúl entre los profetas?».

20

Alianza entre David y Jonatán.

1 David huyó de Nayot de Rama, y fue a ver a Jonatán, y le dijo: «¿Qué he hecho yo? ¿Qué crimen he cometido contra tu padre, para que de muerte me persiga?» 2 Jonatán le dijo: «No, no será así, no morirás. ¿Había de celarme a mí eso mi padre? No hace mi padre cosa alguna, ni grande ni pequeña, sin dármela a conocer. ¿Por qué había de ocultarme ésta? No hay nada de eso» 3 Y juró nuevamente a David. Pero éste dijo: «Sabe muy bien tu padre que me quieres, y se habrá dicho: Que no lo sepa Jonatán, no vaya a darle pena; pero por Dios y por tu vida, que no hay más que un paso entre mí y la muerte» 4 Jonatán dijo a David: «Di qué quieres que haga, que yo haré cuanto me pidas» David le respondió: «Mañana es el novilunio, y yo debería sentarme junto el rey en el convite. 6 Me iré, y me ocultaré en el campo, hasta la tarde del tercero día. 6 Si tu padre advierte mi ausencia, le dices: David me rogó que le permitiera ir de una escapada a Belén, su ciudad, porque se celebra el sacrificio anual de toda la familia» 7 Si contesta: «Bien está», será que a tu siervo no le amenaza mal ninguno, pero si se enfurece, sabrás que tiene resuelta mi pérdida. Hazme, pues, ese favor, ya que hemos hecho entre los dos alianza por el nombre de Yavé. Si algún crimen hay en mí, quítame tú mismo la vida. ¿Para qué llevarme a tu padre?»

Jonatán le dijo: «Lejos de ti ese pensamiento; pero si llego a saber que verdaderamente mi padre tiene resuelta tu perdición, te lo daré a conocer, te lo juro» Preguntó David a Jonatán: «¿Y quién me va a informar de la cosa, y de si tu padre decide algo contra mí?» Jonatán le contestó: «Ven, vamos al campo» Jonatán dijo allí a David: «Por Yavé, Dios de Israel, te juro que yo sondearé a mi padre mañana o pasado mañana. Si la cosa va bien para David, y no mando quien te informe, que castigue Yavé a Jonatán con todo rigor. Si mi padre trata de hacerte mal, te informaré también, para que te vayas en paz, y que te asista Yavé, como asistió antes a mi padre. Si todavía vivo entonces, usa conmigo de la bondad de Yavé; y si he muerto, no dejes de usarla jamás con mi casa; y cuando Yavé haya arrancado de la tierra a todos los enemigos de David, persista la alianza de Jonatán con la casa de David, y vengue Yavé a David de todos sus enemigos»

Jonatán juró una vez más a David por el grande amor que le tenía, pues le amaba como a su propia vida. 18 Dijo Jonatán: «Mañana es el novilunio; se notará que está vacío tu asiento; 19 al tercer día se notará más; vienes y te escondes en el mismo lugar donde te esconderás mañana, junto a esa piedra. 20 Yo lanzaré tres flechas hacia allá, como si tirara al blanco, y mandaré al mozo que vaya a buscarlas. 21 Si le digo: «Mira, las flechas están más acá de ti, cógelas; entonces vienes, que es señal de que las cosas van bien para ti, y no hay nada que temer, vive Yavé. 22 Pero si le digo: Mira, las flechas están más allá de ti, entonces vete, porque es que Yavé quiere que te vayas. 23 En cuanto a lo que uno a otro nos hemos prometido, Yavé es testigo entre los dos»

24 David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey asistió a la comida del festín. 24 Sentóse en su sitio, como de costumbre, en la silla cercana a la pared. Jonatán se sentó enfrente, y Abner al lado de Saúl, pero la silla de David estaba vacía. 26 Saúl nada dijo aquel día, pensando que algo le habría pasado, y que se habría contaminado: «Seguramente es eso, que no estará puro», se dijo. 27 Al siguiente día, segundo del novilunio, la silla de David estaba también vacía, y Saúl preguntó a Jonatán: «¿Cómo el hijo de Isaí no ha venido a comer ni ayer ni hoy?» 28 Jonatán contestó a Saúl: «David me pidió poder ir con premura a Belén. Me dijo: Te ruego que me des permiso para ir, pues tenemos mañana en la ciudad un sacrificio de familia, y mi hermano me ha convocado. Si, pues, he hallado gracia a tus ojos, permíteme que vaya de una escapada, a ver a mis hermanos. Esta es la causa de que no haya venido a sentarse a la mesa del rey»

30 Entonces se encendió en cólera Saúl contra Jonatán y le increpó: «¡Hijo perverso y contumaz! ¿No sé yo bien que tú prefieres al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre? 31 Pues mientras el hijo de Isaí viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para ti ni para tu reino. Manda, pues, a prenderle, y tráemele, porque hijo es de la muerte» 32 Jonatán respondió a Saúl, su padre, diciéndole: «¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?» 33 Saúl blandió contra él su lanza, para herirle. Comprendió Jonatán que su padre estaba enteramente resuelto a hacer morir a David. 34 Levantóse, pues, de la mesa muy enojado, y no asistió a la comida del segundo día del novilunio, por estar muy apenado por David y haberle ofendido su padre. 

35 Al siguiente día por la mañana, salió Jonatán al campo, como había convenido con David, acompañado de un mozo, 36 a quien dijo: «Corre a cogerme las flechas que tiro» Corrió el mozo, y Jonatán entretanto disparó otra flecha, de modo que pasase más allá de él. 37 Cuando el mozo llegaba al lugar donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, éste le gritó: «La flecha está más allá de ti», 38 y siguió diciendo, como si al mozo se dirigiera: «Pronto, date prisa, no te detengas.» El mozo de Jonatán recogió la flecha, y se vino a donde estaba su señor. 39 Nada sabía el mozo. Sólo Jonatán y David lo entendían. 40 Jonatán dió sus armas al mozo que le acompañaba, y le dijo: «Anda, llévalas a la ciudad.» 41 Ido el mozo, se alzó David de junto a la piedra, y echóse cara a tierra por tres veces. Después ambos se abrazaron y lloraron, derramando David muchas lágrimas. 42 Jonatán dijo a David: «Vete en paz, ya que uno a otro nos hemos jurado, en nombre de Yavé, que él estará entre tú y yo y entre mi descendencia y la tuya, para siempre» 43 David se levantó y se fue; y Jonatán se volvió a la ciudad.

21

David en Nob.

1 David se levantó y se fue, y Jonatán se volvió a la ciudad. 2 Llegó David a Nob, donde estaba Ajimelec, sacerdote, que le salió asustado al encuentro, y le dijo: ¿Cómo vienes tú solo, sin que nadie te acompañe?» 3 David le respondió: «Me ha dado el rey una orden, y me ha dicho: Que nadie sepa nada del asunto por qué te he enviado, ni de la orden que te he dado. A los mozos les he dicho que se reúnan en tal lugar. 4 Mira, pues, lo que tienes a mano, y dame cinco panes, o lo que encuentres» 5 El sacerdote respondió a David: «No tengo a mano pan del ordinario; pero hay pan santo, siempre que tus mozos se hayan abstenido de trato con mujeres» 6 David le contestó: «Ciertamente las mujeres nos han estado veladas desde anteayer cuando salí, y los cuerpos de los mozos están santos incluso en expediciones profanas, ¡cuánto más estarán hoy santificados corporalmente!» 7 Dióle entonces el sacerdote pan del santo, por no tener más que panes de los de la proposición, de los que habían sido retirados de la presencia de Yavé, para poner los panes salientes el día en que fueran tomados

8 Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl retenido en el santuario, y de nombre Doeg, edomita, jefe de los cursores de Saúl. 9 Preguntó David a Ajimelec: «¿Tienes a mano una lanza o una espada?, pues no he traído mis armas, porque urgía la orden del rey» 9 El sacerdote respondió: «Ahí está la espada de Goliat, el filisteo, que tú mataste en el valle del Terebinto. Allí la tienes envuelta en un paño, detrás del efod; si ésa quieres, cógela, pues otra no hay. David le dijo: «Ninguna mejor, dámela»

David en Gat.

10 Levantóse, pues, David, y huyendo de Saúl, se encaminó aquel mismo día a Aquis, rey de Gat. 11 Los servidores de Aquis dijeron a éste: «Ahí está David, rey de la tierra; aquel de quien cantaban: Mató Saúl sus mil, pero David sus diez mil» 12 David comprendió lo que aquellas palabras encerraban, y temiendo mucho de Aquis, rey de Gat, 13 fingió haber perdido la razón, y hacía entre ellos el loco; hacía que tocaba el tambor en las puertas y dejaba caer la saliva sobre su barba. 14 Aquis dijo a sus servidores: «¿No veis que ese hombre está loco? ¿Para qué me lo habéis traído? 18 ¿Me faltan a mí locos, y me traéis a ése para que vea sus locuras? ¿Voy a tenerlo yo en mi casa?»

22

1 Partióse de allí David, y huyó a la caverna de Odolam. Al saberlo sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a él, 2 y todos los perseguidos, los endeudados y descontentos, se le unieron, llegando así a mandar a unos cuatrocientos hombres. 3 De allí fuése David a Masfa, en tierra de Moab, y dijo al rey de Moab: «Te ruego que acojas entre vosotros a mi padre y a mi madre, hasta que yo sepa lo que de mí hará Dios» 4 Y trajo a su padre y a su madre al rey de Moab, y allí con él habitaron, mientras estuvo David en la fortaleza. 5 El profeta Gad dijo a David: «No residas en el fortín, sino que disponte a ir a tierra de Judá» Marchóse pues David y se fue al bosque de Jaret.

Da Saúl muerte de los sacerdotes de Nob.

6 Supo Saúl que David y los suyos habían sido vistos, y estando en Gueba en al alto, bajo el Tamarind, con la lanza en la mano, y rodeado de todos sus servidores, 7 les dijo Saúl: «Escuchad, benjaminitas: ¿Va a daros también a vosotros el hijo de Isaí campos y viñas, y va a haceros a todos jefes de mil y jefes de ciento, 8 para que así todos os hayáis conjurado contra mí, y no haya nadie que me informe de que mi hijo se ha ligado con el hijo de Isaí, y nadie de vosotros se duela de mí y me advierta que mi hijo ha sublevado contra mí a un servidor mío, para que me tienda asechanzas, como está haciendo?» 9 Doeg, el edomita, que estaba entre los servidores de Saúl, respondió: «Yo he visto al hijo de Isaí en Nob, con Ajimelec, hijo de Ajitob. 10 Ajimelec consultó por él a Yavé, y le dio víveres y la espada de Goliat, el filisteo»

11 El rey hizo llamar a Ajimelec, sacerdote, hijo de Ajitob y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que había en Nob, y todos vinieron al rey, 12 que dijo: «¿Oyes, hijo de Ajitob?», y éste contestó: «Aquí me tienes, mi señor» 13 Y añadió Saúl: «¿Por qué os habéis ligado contra mi, tú y el hijo de Isaí? Tú le has dado pan y una espada, y consultaste por él a Yavé, para que él se sublevara contra mí, y me tendiera emboscadas, como lo está haciendo.» 14 Ajimelec respondió al rey: «¿Quién de entre todos tus servidores, como David, de una probada fidelidad, yerno del rey, admitido a sus consejos y tan honrado por toda tu casa? 15 ¿Es acaso ese día el primero en que he consultado yo a Yavé por él? Lejos de mí semejante cosa. No me haga el rey cargos, que pesarían sobre toda la casa de mi padre, pues tu siervo no sabe nada de todo eso, ni poco ni mucho» 16 El rey le dijo: «Vas a morir, Ajimelec, tú y toda la casa de tu padre»; 17 y mandó a los guardias que tenía cerca: «Volveos y dad muerte a los sacerdotes de Yavé, pues han dado mano a David, y sabiendo bien que huía, no me informaron de ello»

Los guardias del rey no quisieron poner su mano sobre los sacerdotes de Yave; 18 y entonces dijo el rey a Doeg, edomita: «Vuélvete y mata a los sacerdotes» Y Doeg, edomita, se volvió, y él mató aquel día a los sacerdotes: ochenta y cinco hombres de los que vestían efod de lino. 19 Saúl pasó también a cuchillo a Nob, ciudad sacerdotal; hombres y mujeres, niños, hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas; todos fueron pasados a cuchillo. 20 Un hijo de Ajimelec, hijo de Ajitob, pudo escapar. Llamábase Abiatar; fue a refugiarse a David, 21 y le dio la noticia de que Saúl había matado a los sacerdotes de Yavé. 22 David dijo a Abiatar: «Ya pensé yo aquel día que Doeg, edomila, que estaba en Nob, no dejaría de informar a Saúl. Soy yo la causa de la muerte de toda la casa de tu padre. 23 Quédate conmigo y nada temas, que quien a ti te persigue es quien me persigue a mí, y aquí estarás bien guardado.»

23

Libra David a Queila.

1 Vinieron a decirle a David que los filisteos estaban atacando a Queila, y habían saqueado las eras; 2 y David consultó a Yavé, preguntando: «¿Iré a batir a los filisteos?» Y Yavé respondió; «Ve, batirás a los filisteos y liberarás a Queila» 3 Pero la gente de David le dijo: «Aquí en Judá tenemos que guardarnos; ¿qué será si vamos a Queila contra las tropas de los filisteos?» 4 Consultó David otra vez a Yavé, y Yavé le respondió: «Álzate y baja a Queila, pues te he dado los filisteos en tus manos» 6 Fué, pues, David a Queila con su gente, y atacó a los filisteos, los puso en fuga apoderándose de su ganado, y haciéndolos experimentar una gran derrota, liberando así a los habitantes de Queila. 6 Abiatar, hijo de Ajimelec, que se había acogido a David, bajó con él a Queila, llevando consigo el efod.

Saúl, en persecución de David,

7 Cuando Saúl supo que David había ido a Queila, se dijo: «Dios me lo entrega, pues ha ido a encerrarse en una ciudad que tiene puertas y cerrojos» 8 Saúl reunió al pueblo para la guerra, para bajar a Queila y sitiar en ella a David y a los suyos; pero David supo el mal designio que contra él tramaba Saúl, y dijo al sacerdote Abiatar: «Trae el efod»; 10 y luego preguntó: «Yavé, Dios de Israel; tu siervo sabe que Saúl se dispone a venir a Queila, para destruir la ciudad por causa mía. 11 ¿Será sitiada la ciudad? ¿Bajará contra ella Saúl, como a tu siervo le han dicho? Yavé, Dios de Israel, dígnate descubrírselo a tu siervo.» Y Yave respondió: «Bajará.» 12 Volvió a preguntar David: «Los habitantes de Queila, ¿me entregarán a mí y a los míos en manos de Saúl?» Y Yave respondió: «Te entregarán» 13 Entonces se levantó David con su gente, unos seiscientos hombres; y saliendo de Queila, iban y venían a la ventura. Informado de que David había salido de Queila, suspendió Saúl su marcha.

14 David andaba por el desierto, acogiéndose a los lugares fuertes, y se estableció en la montaña del desierto de Zif. 15 Saúl no dejaba de perseguirle constantemente, pero Dios no le puso en sus manos. Mientras andaba David por el desierto, temió, por saber que Saúl se había puesto en campaña para quitarle la vida; y estando en el desierto de Zif, en Jaresa, 16 fue en su busca Jonatán, hijo de Saúl, a Jaresa, y le animó diciéndole:17 «Nada temas, pues la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Saúl, mi padre, lo sabe muy bien» 18 Renovaron ambos su pacto ante Yavé, y quedándose David en Jaresa, Jonatán sé volvió a casa.

19 Los de Zif habían ido a Gueba a decir a Saúl: «David está escondido entre nosotros en los lugares fuertes, en Jaresa, en la colina de Ajila, que está al mediodía del desierto. 20 Baja, pues, ¡oh rey!, como estás deseándolo, que ponerle en tus manos es cosa nuestra» 21 Saúl les dijo: «Bendígaos Yavé, por haberos dolido de mi suerte. 22 Pero id, os ruego, y observad mejor todavía por dónde anda, inquirid y ved cuáles son sus andanzas y quién le ha visto; porque, según me han dicho, es muy astuto. 23 Examinad y reconoced todos los escondrijos donde se oculta, y volved luego a mí con informes exactos; y entonces iré con vosotros, y si allí está, yo le descubriré entre todas las familias de Judá» 24 Fuéronse, pues, otra vez a Zif, precediendo a Saúl; pero David con los suyos se había retirado al desierto de Maón, al mediodía, al desierto.

225 Saúl salió con su gente en busca de David; y habiéndolo sabido éste, bajó de la colina, quedándose en el desierto de Maón. 26 Informado de ello Saúl, fué en persecución de David al desierto de Maón. Marchaba él por un lado de la colina, y David y sus gentes por el opuesto lado. Mientras se apresuraba David, para escapar de Saúl, y éste y sus gentes perseguían a David y los suyos para apoderarse de ellos, 27 vino un mensajero a decir al rey: «Apresúrate, pues los filisteos han invadido la tierra»; 28 y Saúl hubo de desistir de perseguir a David, para salir al encuentro de los filisteos. Por eso se llama todavía hoy aquel lugar Roca de la Separación.

24

David, en la caverna de Engadi. Respeta la vida de Saúl, teniéndola en su mano

1 Subió David, y se estableció en los lugares fuertes de Engadi. 2 De vuelta Saúl de perseguir a los filisteos, supo que David estaba en el desierto de Engadi, y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de entre todo Israel, iba en busca de. David y los suyos por el roquedo de Jealim: 4 y llegado a unos rediles que había junto al camino, entró en una caverna que allí había, para hacer una necesidad. David y sus gentes estaban en el fondo de la caverna, 5 y los hombres de David decían a éste: «Ahí tienes el día que Yavé te anunció, diciéndote que entregaría a tu enemigo en tus manos; trátale como bien te parezca» David se levantó, y acercándose calladamente, cortó la orla del manto de Saúl. 6 Luego le latía fuerte el corazón, por haber cortado la orla del manto de Saúl; 7 y dijo a sus hombres: «Líbreme Yavé de hacer cosa tal contra mi señor, el ungido de Yavé; poner mi mano sobre el que es ungido de Yavé».

8 Reprimió David con sus palabras a los suyos, y no dejó que se echasen sobre Saúl. Levantóse luego Saúl para proseguir su camino; 9 y entonces se levantó también David, y saliendo de la caverna, se puso a gritarle: «Oh rey, mi señor!» Saúl miró atrás, y David se echó rostro a tierra, prosternándose; 10 y dijo luego a Saúl: «¿Por qué escuchas lo que te dicen algunos, de que yo pretendo tu mal? 11 Hoy ven tus ojos cómo Yavé te ha puesto en mis manos en la caverna. Decíanme que te matara, pero yo te he preservado, diciéndome: «No pondré yo mi mano sobre mi señor, que es el ungido de Yavé. 12 ¡Mira, padre mío, mira! En mi mano tengo la orla de tu manto. Yo la he cortado con mi mano, y cuando no te he matado, reconoce y comprende que no hay en mí ni maldad ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. Tú, por el contrario, andas a la caza de mi vida, para quitármela. 13 Que juzgue Yavé entre tú y yo, y sea Yavé el que me vengue, que yo no pondré mi mano sobre el ungido de Yavé. 14 De los malos, la malicia, dice el proverbio, pero yo no pondré nunca mi mano sobre ti. 15 ¿Y contra quien se ha puesto en marcha el rey de Israel? ¿A quién persigues? a un perro muerto, a una pulga. 16 Juzgue y pronuncie Yavé entre tú y yo. Que él vea, que él tome mi causa, y que su sentencia me libre de tus manos»

17 Cuando hubo acabado de hablar David, dijo Saúl: «¿Eres tú, hijo mío, David?» Y alzando la voz se puso a llorar, y dijo: 18 «Mejor eres tú que yo, pues tú me has hecho bien y yo te pago con mal. 19 Tú has probado hoy que obras benévolamente conmigo, pues que Yavé me ha puesto en tus manos y tú no me has matado. 20 ¿Quién es el que se encuentra con su enemigo y le deja seguir en paz su camino? Que Yavé te pague lo que conmigo has hecho hoy. 21 Bien sé ya que tú reinarás, y que la realeza de Israel se afirmará en tus manos. 22 Júrame, pues, por Yavé, que no destruirás a mi descendencia después de mí, y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre» 23 David se lo juró a Saúl, y éste se volvió a su casa, y David y sus hombres subieron a un lugar fuerte.

25

El episodio de Nabal.

1 En tanto murió Samuel, y todo Israel se reunió para llorarle, y fue sepultado en su ciudad, en Rama. David bajó al desierto de Farán. 2 Había en Maón un hombre muy rico, cuyos bienes estaban en el Carmel; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba en el Carmel para el esquileo de sus ovejas. 3 Llamábase el hombre Nabal, y su mujer Abigail; era una mujer de mucho entendimiento y muy hermosa, mientras que él era un hombre duro y malo; era del linaje de Caleb. 4 Supo David en el desierto que Nabal estaba de esquileo, 5 y le mandó diez mozos, a los que dijo: «Subid al Carmel e id en busca de Nabal; y después de saludarle de mi parte, 6 le habláis de esta manera: «Vivas muchos años; la paz sea contigo, con tu casa, y con cuanto tienes. 7 He sabido que estás de esquileo. Pues bien, tus pastores han estado tiempo con nosotros; nunca les hemos hecho ningún mal, ni les ha faltado nada del ganado mientras han estado en el desierto. 8 Pregúntales a ellos y te lo dirán. Que hallen, pues, gracia a tus ojos estos mozos, ya que llegamos en un día de júbilo. Da, pues, a tus siervos y a tu hijo David lo que halles a mano»

9 Cuando llegaron los hombres de David, y en nombre de éste repitieron todas sus palabras, se quedaron esperando; 10 pero Nabal les respondió: «¿Quién es David, y quién el hijo de Isaí? Son hoy muchos los siervos que andan huidos de su señor. ¿Voy a tomar yo mi comida y mi bebida y el ganado que he matado para mis esquiladores, para dárselo a gente que no sé de dónde es?» 13 Los servidores de David, dando media vuelta, tomaron el camino y se tornaron; y una vez llegados, repitieron a David lo que Nabal les había dicho. Entonces David dijo: «Cíñase cada uno su espada» Ciñéronsela, y se ciñó también David la suya, y salió con unos cuatrocientos hombres, dejando doscientos custodiando el bagaje. 14 Uno de los criados de Nabal fue a decirle a Abigail: «David ha mandado del desierto unos mensajeros a saludar a nuestro amo, que los ha tratado duramente. 15 Siempre esas gentes se mostraron buenas con nosotros, y nunca nos molestaron, ni nada nos faltó de nuestros rebaños cuando estábamos en el campo. 19 Antes nos servían de defensa de noche y de día todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado. 17 Mira tú lo que has de hacer, porque la pérdida de nuestro amo y de su casa es segura, y es tan malo, que no se le puede hablar»

18 En seguida Abigail cogió doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros ya compuestos, cinco medidas de trigo tostado, cien atados de uvas pasas y doscientas masas de higos secos; y haciéndolo cargar todo sobre asnos, 19 dijo a sus criados: «Pasad vosotros delante, que yo os sigo» Nada dijo a su marido; 20 y cuando montada en su asno bajaba por lo cubierto del monte, se encontró con David y su gente, que bajaban frente a ella. 21 David se había dicho: «Muy en vano he guardado yo todo cuanto ese hombre tiene en el desierto, y he hecho que nada de lo suyo le faltara; me ha pagado mal por bien. 22 Que castigue Dios a su siervo David, si de aquí al alba queda con vida un solo hombre en todo lo de Nabal» 23 En cuanto Abigail se dió cuenta de la presencia de David, bajóse del asno; y echándose ante David rostro a tierra, 24 se prosternó a sus pies, y le dijo: «Caiga sobre mí, mi señor, la falta. Deja que te hable tu esclava y escucha sus palabras. 25 No haga cuenta mi señor de ese malvado de Nabal, porque es lo que su nombre significa, un necio, y está loco. Yo, mi señor, no vi a los que mi señor envió. 26 Y ahora, mi señor, como vive Yavé y vives tú, que te ha preservado Yavé de derramar sangre y tomar por tu mano la venganza, ojalá que todos tus enemigos y cuantos te persiguen sean como Nabal. 27 Ahí tienes este presente, que tu sierva trae a mi señor; que se reparta entre la gente que sigue a mi señor. 28 Perdona, te ruego, la falta de tu sierva, pues de cierto Yavé hará a mi señor casa estable, ya que mi señor combate los combates de Yavé, y no vendrá sobre ti el mal en todo el tiempo de tu vida. 29 Si alguno se levanta para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor estará atada en el ramillete de los vivos ante Yavé, tu Dios, y la de tus enemigos será volteada dentro del cabo de la honda. 30 Cuando Yavé haga a mi señor todo el bien que le ha prometido y le haga jefe de Israel, 31 no sentirá mi señor el remordimiento de haber derramado sangre inocente y de haberse vengado por su mano. Cuando, pues, Yavé favorezca a mi señor, acuérdate de tu esclava»

32 David dijo a Abigail: «¡Bendito Yavé, Dios de Israel, que te ha mandado hoy a nuestro encuentro! 33 ¡Bendita tu sabiduría, y bendita tú que me has impedido hoy derramar sangre y vengarme por mi mano! 34 De otro modo, vive Yavé, Dios de Israel, que no me dejó hacer el mal, si tú no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, que de aquí al alba no le hubiera quedado a Nabal hombre vivo. 35 David recibió de la mano de Abigail lo que ella había traído, y le dijo: «Sube en paz a tu casa; te he oído y he acogido tu petición»

36 Volvióse Abigail a casa de Nabal. Hallábase éste sentado a un gran banquete, como de rey, y estaba enteramente ebrio. Nada le dijo ella, ni poco ni mucho, hasta ser de día; 37 pero a la mañana, cuando ya habla digerido el vino, le contó su mujer lo que había pasado, y el corazón se le quedó como muerto, como una piedra. 38 Unos diez días después Yavé hirió a Nabal y murió éste.

David toma a Abigail por mujer.

39 Cuando supo David la muerte de Nabal, se dijo: -«¡Bendito Yavé, que ha defendido mi causa contra el ultraje que me hizo Nabal, e impidió a su siervo hacer el mal! Yavé ha hecho que la maldad de Nabal recayera sobre su cabeza.» Después mandó mensajeros a Abigail, para proponerla que quería tomarla por mujer. 40 Llegados a casa de Abigail, en el Carmel, los mensajeros la hablaron de esta manera: «David nos envía a ti para decirte que quiere tomarte por mujer» 41 Ella se levantó, y postrándose rostro a tierra, dijo: «Que tu sierva sea una esclava para lavar los pies a los servidores de mi señor» 42 Levantóse luego Abigail, y montando sobre su asno, acompañada de cinco de sus mozas, siguió a los mensajeros de David, y fue su mujer.

43 David tomó también por mujer a Ajinoam, de Jezrael. Una y otra fueron mujeres de David. 44 Saúl había dado su hija Micol, mujer de David, a Palti, de Galim, hijo de Lais.

26

Respeta otra vez David la vida de Saúl teniéndola en sus manos.

1 Vinieron los de Zif a Saúl a Gueba, y le dijeron que David estaba en la colina de Jaquila, al mediodía del desierto; 2 y levantándose, bajó al desierto, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, al desierto de Zif, en busca de David. 3 Acampó sobre la colina de Jaquila, frente al desierto, junto al camino. David andaba por el desierto. Sabiendo David que había venido Saúl al desierto en busca suya, 4 mandó espías que le informaran que Saúl venia por el camino de Queila. 5 Levantóse y fué al campo donde acampaba Saúl, y exploró el lugar donde dormía con Abner, hijo de Ner, jefe de su ejército. Dormía Saúl en su tienda, en derredor de la cual acampaba la gente. 6 Dirigiéndose, pues, a Ajimelec, geteo, y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, les dijo: «¿Quién baja conmigo al campo de Saúl?» Abisai contestó: «Yo bajaré contigo.»

7 Llegaron David y Abisai, y encontraron a Saúl durmiendo en su tienda, con la lanza clavada en tierra, junto a la cabecera. Abner y la gente dormían en torno de la tienda. 8 Abisai dijo a David: «Dios ha entregado hoy en tus manos a tu enemigo. Déjame que ahora mismo le atraviese con mi lanza, y de un golpe le clave en la tierra, no tendré que repetir» 9 Pero David le dijo: «No le mates. Quien pusiere su mano sobre el ungido de Yavé, ¿quedaría impune?»; 10 y añadió: «Tan cierto como vive Yavé, que si no le hiere él y le llega su día y muere, o muere en la guerra, 11 Yavé me libre de poner la mano sobre su ungido Coge la lanza y el jarro que está junto a la cabecera, y vámonos». 12 Llevóse David la lanza y el jarro que estaban junto a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie los vio, ni se dio nadie cuenta de nada: nadie se despertó, todos dormían, pues había hecho caer Yavé sobre ellos un profundo sopor.

13 Dad pasó al otro lado y se puso lejos, sobre la cumbre de una colina, separándoles largo trecho, 14 y gritó a la gente y a Abner, hijo de Ner: «¡Abner! ¿No contestas?» Abner respondió: «¿Quién eres tú, que así me llamas?» 15 David dijo a Abner: «¿No eres tú un valiente? ¿Quién como tú en Israel? ¿Cómo no guardas a tu rey y señor? 16 Alguien ha venido a matar al rey, tu señor. Eso no está bien. Como vive Yavé, que mereces la muerte, por no guardar a tu señor, el ungido de Yavé. Busca la lanza y el jarro que tenía el rey junto a su cabecera» 17 Saúl conoció la voz de David, y dijo: «¿Eres tú, hijo mío, David?» David contestó: «Yo soy, ¡oh rey mi señor!» 18 Y añadió: «¿Por qué persigue el rey a su siervo? 19 Si es Yavé quien te excita contra mí, dale a oler el sacrificio; pero si son hombres, malditos sean de Yavé, pues me echan ahora de mi puesto en la heredad de Yavé, diciendo: «Vete a servir a dioses ajenos. 20 Que caiga mi sangre sobre la tierra delante de Yave; ya que el rey se ha puesto a perseguirme como se persigue por los montes a una perdiz»

21 Saúl dijo: «He pecado. Vuelve, David, hijo mío, que yo no te haré ya mal, puesto que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. He obrado como un insensato y he faltado mucho» 22 David respondió: «Aquí tienes tu lanza, rey. Que venga un mozo a buscarla; 23 Yavé dará a cada uno según su justicia y su fidelidad. Hoy te ha puesto en mis manos, y yo no he querido alzar mi mano contra el ungido de Yavé. 24 Como ha sido hoy preciosa tu vida a mis ojos, así lo sea la mía a los ojos de Yavé, y me libre él de toda angustia» 25 Saúl dijo a David: «¡Bendito seas, hijo mío, David! Afortunado serás en todas tus empresas» David prosiguió su camino y Saúl se volvió a su casa.

27

David, al servicio de los filisteos.

1 David se dijo: «Un día u otro voy a perecer a manos de Saúl; lo mejor será que luego me refugie en la tierra de los filisteos, para que desista Saúl de buscarme en la de Israel, así escaparé de sus manos» 2 Levantóse, pues, y pasó con los seiscientos hombres que le seguían a la tierra de Aquis, hijo de Maoc, en Gat. 8 Quedóse con sus gentes en Gat, cada uno con su familia. David con sus dos mujeres, Ajinoam de Jezrae y Agibail de Carmel, mujer de Nabal. 4 Sabiendo Saúl que David había huido a Gat, no volvió a perseguirle. David dijo a Aquis: «Si he hallado gracia a tus ojos, que me designen en una de las ciudades del campo un lugar donde habitar: ¿Para qué ha de habitar tu siervo en la ciudad real? 6 Entonces le designó Aquis Siceleg, y por eso Siceleg pertenece hasta hoy a los reyes de Judá.

7 El tiempo que pasó David entre los filisteos fué de un año y cuatro meses. 8 David y sus gentes subían y hacían excursiones contra los guesurianos, contra los pereceos y contra los amalecitas, pues todos éstos habitaban la región, desde Telam, según se va a Sur, hasta el Egipto. 9 David asolaba estas tierras, sin dejar vivos hombre ni mujer, apoderándose de ovejas, bueyes, asnos, camellos y vestidos, y se volvía a Aquis. 10 Éste le preguntaba: «¿A quién habéis atacado hoy?» David contestaba: «Al mediodía de Judá, al mediodía de Jerameel, al mediodía de los quineos» 11 David no dejaba con vida hombre ni mujer trayéndolos a Gat, por temor de que informasen contra ellos, diciendo: «Esto es lo que ha hecho David. » Así procedió todo el tiempo que estuvo en la tierra de los filisteos. 12 Aquis se fiaba de David y se decía: «Se está haciendo odioso a su pueblo, y será para siempre mi servidor».

28

Nueva invasión de los filisteos.

 

1 Por aquel tiempo reunieron los filisteos sus tropas en un solo ejército, para ir contra Israel. Aquis dijo entonces a David: «Sabrás que has de venir conmigo a la campaña, tú y tus hombres» 2 David le contestó: «Ya verás lo que hace tu siervo» Aquis añadió: «Yo te confiaré la guardia de mi persona para siempre»

Va Saúl a consultar a la pitonisa de Endor.

3 Había muerto Samuel. Todo Israel le había llorado, y había sido sepultado en Rama, su ciudad. Saúl había hecho desaparecer de aquella tierra a todos los evocadores de los muertos, y adivinos. 4 Los filisteos, reuniéndose, vinieron a acampar en Sunam; y Saúl, reuniendo a todo Israel, acampó en Gelboe. 6 A la vista del campamento de los filisteos, Saúl tembló, y se le agitó el corazón. Consultó a Yavé, pero Yavé no le respondía, ni por sueños, ni por los urim, ni por profetas; 7 y dijo a sus servidores: «Buscadme una pitonisa para que vaya a consultarla» Sus servidores le dijeron: «En Endor hay una pitonisa»; 8 y Saúl, disfrazándose, fue allá, acompañado de dos hombres. Llegados de noche a la casa de la mujer, Saúl le dijo: «Predime lo por venir, evocando a un muerto, el que que yo te diga»  Ella contestó: «Bien sabrás lo que ha hecho Saúl, que ha borrado de esta tierra a todos los evocadores y adivinos. ¿Me tiendes un lazo para hacerme morir?» 10 Saúl le juró por Yavé, diciendo: «Como vive Yavé, que por esto no te ha de venir ningún mal.» 11 Díjole la mujer: «¿A quién he de evocar?» Y Saúl contostó: «Evócame a Samuel.»

14 A la vista de Samuel, la mujer lanzó un grito, y dijo a Saúl: 13 «¿Por qué me has engañado? Tú eres Saúl.» El rey le dijo: «No temas. ¿Qué es lo que ves?» La mujer dijo a Saúl: «Veo un dios que se alza de la tierra.» 14 «¿Y cual es su figura?» — preguntó Saúl —. Ella respondió: «Es un anciano que sube envuelto en su manto» Comprendió Saúl que era Samuel y se prosternó rostro a tierra. 15 Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué has turbado mi reposo, evocándome?» Saúl respondió: «Estoy en gran aprieto. Los filisteos me hacen la guerra, y Yavé se ha retirado de mi. No me ha respondido, ni por profetas ni por sueños. Te he evocado, para que me digas qué he de hacer» 16 Samuel dijo: «¿Cómo me consultas tú, siendo así que Yavé se ha retirado de ti y se ha hecho enemigo tuyo? Yavé hace lo que te había predicho por mi boca: arranca el reino de tus manos, para dárselo a otro, a David. 18 Porque no obedeciste a Yavé y no trataste a Amalec según el ardor de su cólera, por eso hace ahora Yavé eso contigo. 19 El entregará a Israel, juntamente contigo, a manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos estaréis conmigo, y Yavé entregará el campamento de Israel a los filisteos»

20 Cayó luego Saúl por tierra, cuan largo era, pues las palabras de Samuel le llenaron de espanto, y faltáronle las fuerzas, pues no había tomado nada ni en el día ni en la noche. 21 La mujer se acercó a Saúl, y viendo su gran turbación, le dijo: «Tu sierva no ha hecho más que obedecerte, exponiendo su vida. 22 Escucha, pues, tú también a tu sierva, y permite que te ofrezca un trozo de pan, para que tengas fuerzas para proseguir tu camino» 23 E1 contestó: «No comeré nada» Sus servidores, uniéndose a la mujer, insistieron, y él se rindió a sus instancias. Levantóse de tierra y se sentó sobre el diván. 24 Tenía en casa la mujer un ternero gordo; matóle luego, y tomando harina, coció unos ácimos 26 y lo presentó a Saúl y a sus servidores, quienes, después de comer, se levantaron y partieron aquella misma noche.

29

David, despedido del ejército de los filisteos.

1 Reunieron los filisteos todas sus tropas en Afec, e Israel acampaba cerca de la fuente de Jezrael. 2 Mientras avanzaban los príncipes de los filisteos a la cabeza de sus centenas y sus millares, David y los suyos marchaban a retaguardia con Aquis; 3 y los jefes de los filisteos preguntaron: «¿Qué hacen aquí los hebreos?» Aquis les dijo: «¿No veis que es David, siervo de Saúl, rey de Israel, que está conmigo hace días y años, sin que haya hallado yo la menor cosa que reprocharle, desde que se pasó a nosotros basta ahora?» 4 Pero los jefes de los filisteos se enfurecieron contra Aquis, y le dijeron: «Despide a ese hombre, y que se vuelva al lugar que le has designado; que no venga a la batalla, no se revuelva contra nosotros durante el combate. ¿Cómo podría él volver a la gracia de su amo, mejor que ofreciéndole cabezas de nuestros hombres? 6 ¿No es ese David del que cantaban danzando: Saúl mató sus mil, pero David sus diez mil?»

6 Aquis llamó a David, y le dijo: «Como vive Yavé, que tú eres hombre leal, y que yo veo con buenos ojos toda tu conducta en esta expedición, sin haber visto en ti nada malo, desde que llegaste a mí hasta hoy; pero a los príncipes no les agradas. 7 Vuélvete, pues, y torna en paz, para no desagradar a los príncipes.» 8 David respondió: «¿Pero qué te he hecho yo, y qué has hallado tú en tu siervo, desde que estoy junto a ti hasta hoy, para que no marche yo a combatir a los enemigos de mi señor, el rey?» 9 Aquis respondió a David: «Yo sé bien que tú has sido bueno conmigo, como un ángel de Dios; pero los jefes de los filisteos dicen: Que no suba con nosotros a la batalla. 10 Así que, levántate de mañana tú y los siervos de tu señor, que han venido contigo; levántate bien de mañana, y partid en cuanto sea de día.» 11 David y sus gentes se levantaron bien temprano, y partieron de vuelta a la tierra de los filisteos, y los filisteos subieron a Jezrael.

30

Saqueo e incendio de Siceleg por los amalecitas.

1 Cuando al tercer día llegó David con sus hombres a Siceleg, los amalecitas habían irrumpido en el Negueb y en Siceleg, y la habían tomado e incendiado. 2 Habían apresado a las mujeres que allí estaban y a pequeños y grandes, pero sin matar a nadie, y llevándoselos, se habían puesto en camino. 3 Cuando llegaron David y sus gentes a la ciudad y vieron que había sido quemada, y que sus mujeres, hijos e hijas habían sido llevados cautivos, 4 alzaron la voz y lloraron hasta más no poder. 5 Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam, de Jezrael, y Abigail, de Carmel, mujer de Nabal.

8 David se vio muy angustiado, pues la gente hablaba de lapidarle, ya que todos estaban muy amargados, cada uno por sus hijos y sus hijas. Pero David se confortó en Yavé, su Dios. 7 Dijo, pues, al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimelec: «Trae el efod». Trajo Abiatar el efod, 8 y David consultó a Yavé, diciendo: «¿He de perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?» Yavé respondió: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y recobrarás» 9 Púsose David en marcha, con los seiscientos hombres que le seguían. Cuando llegaron al torrente de Besor, doscientos quedaron sin pasar más allá, rezagados por la fatiga. 10 David continuó la persecución con cuatrocientos hombres. 11 Encontraron en el campo a un egipcio, que llevaron a David; 12 diéronle pan que comiera y agua que bebiera, y un trozo de torta de higos secos y un racimo de pasas. Una vez que con el alimento se recobró, pues había estado tres días y tres noches sin comer ni beber, 13 le preguntó David: «¿De quién y de dónde eres tú?» El respondió: «Soy un esclavo egipcio, al servicio de un amalecita, y hace tres días me abandonó mi amo, porque enfermé. 14 Habíamos hecho una incursión en el Negueb de Queret, en Judá, y en el Negueb de Caleb, y hemos incendiado Siceleg» 16 David le preguntó: «¿Quieres guiarme hacia donde está la banda?» El le respondió: «Júrame por Dios, que no me matarás ni me entregarás a mi amo, y te guiaré a donde está la banda». 14 Guiólos, y vieron que estaban los amalecitas esparcidos por todo el campo, comiendo, bebiendo y bailando, pues era muy grande el botín que habían cogido en la tierra de los filisteos y en la de Judá. 17 David los batió desde la aurora hasta la tarde, y no escapó ninguno de ellos, fuera de cuatrocientos mozos, que huyeron montados en camellos. David recobró cuanto los amalecitas se llevaban, y rescató a sus dos mujeres. 19 No faltó nadie, ni chico ni grande, ni niño, ni niña, ni nada del botín y de cuanto se habían llevado. David lo recobró todo; 20 y cogiendo el ganado mayor y menor, se pusieron en marcha delante de él, diciendo: «Este es el botín de David»

21 Llegó David a los doscientos hombres que, fatigados, no habían podido seguirle y se quedaron junto al torrente de Besor. Salieron éstos al encuentro de David y de los que venían con él, y David se acercó a ellos y los saludó amistosamente. 22 Pero lo peor de cuanto de malo había en la tropa de David, se puso a decir: «Pues que no han venido con nosotros, no les daremos parte del botín que hemos cogido; que coja cada uno su mujer y sus hijos y se los lleve» 23 Pero David dijo: «No, hermanos míos, no hagáis eso con lo que nos ha dado Yavé; porque el nos ha guardado y ha puesto en nuestras manos la banda que vino contra nosotros. 24 Eso, ni oírse siquiera. La parte debe ser la misma para el que combate y para el que custodia el bagaje. Todos partirán por igual» 25 Y así se hizo aquel día y en lo sucesivo, quedando esto como ley y norma, que todavía se observa.

28 De vuelta a Siceleg, David mandó parte del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: «Ahí va para vosotros un presente, del botín de los enemigos de Yavé» 87 Mandó a los de Betul, a los de Ramat del Negueb, a los de Jetir, 28 a los de Arerer, a los de Sifamot, a los de Estamos, 29 a los de Carmel, a los de las ciudades de los jeramelitas, a los de las ciudades de los guenitas, 30 a los de Jorma, a los de Borasán, a los de Atac, 31 a los de Hebrón, y a los de todos los lugares por donde David y sus gentes habían estado.

31

Derrota y muerte de Saúl.

1 Libraron batalla los filisteos contra Israel, y emprendieron la fuga los de Israel ante los filisteos, cayendo muchos muertos en el monte Gélboe.  2 Los filisteos se pusieron a perseguir a Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Melquisua, hijos de Saúl. 8 El peso de la batalla cargó principalmente sobre Saúl. Habiéndole descubierto los arqueros, y viéndose muy apretado por ellos, 4 dijo a su escudero: «Saca tu espada y traspásame, no me hieran esos incircuncisos y me afrenten» El escudero no obedeció por el gran temor que tenía; y cogiendo Saúl su propia espada, se echó sobre la punta de ella. 5 El escudero, viéndole muerto, se arrojó igualmente sobre la suya, y murió con él. 6 Así murieron aquel día juntos Saúl y sus tres hijos y su escudero. 7 Los de Israel, que estaban del lado acá del llano, y del lado acá del Jordán, viendo huir a los hijos de Israel y sabiendo que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades, para emprender también la fuga, y viniendo los filisteos, las ocuparon.

8 Al día siguiente vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y hallaron a Saúl y a sus tres hijos, que yacían sobre los montes de Gélboe. 9 Cortaron la cabeza de Saúl y se apoderaron de sus armas, e hicieron publicar esta buena noticia por toda la tierra de los filisteos, en los templos de sus ídolos y entre el pueblo. 10 Las armas de Saúl las depositaron en el templo de Astarté, y su cabeza la colgaron de las murallas de Betsán.

11 Los habitantes de Jabes Galad, habiendo sabido lo que los filisteos habían hecho con Saúl, 12 reunieron a los más valientes; y después de marchar durante toda la noche, llegaron hasta Betsán; y cogiendo de sus murallas el cadáver de Saúl y los de sus hijos, se volvieron con ellos a Jabes, donde los quemaron. 13 Cogieron sus huesos y los sepultaron bajo el taray de Jabes, y ayunaron siete días.