|
LIRO PRIMERO DE SAMUEL
Ana.
1 Había
entre las gantes de Rama, en los montes de Efraím, un hombre llamado Elcana, hijo de Yerojam, hijo de Eliú, hijo de Tojú, hijo de Suf, efraimita. 2 Tenía dos mujeres, de nombre una Ana y
otra Penena. Esta tenía hijos, pero Ana era estéril.
3 Subía de su ciudad este hombre de año en año, para adorar a Yavé Sebaot, y ofrecerle sacrificios en Silo. Estaban allí los
dos hijos de Helí, Ofni y Fines, sacerdotes de Yavé.
4 El día en que ofrecía Elcana su sacrificio, daba a Penena, su mujer, su porción y la de sus hijos e hijas. 6 A
Ana le daba solamente una porción; pues aunque amaba mucho a Ana, Yavé había
cerrado su útero. 6 Irritábala su rival y la
exasperaba, por haberla Yavé hecho, estéril. 7 Así hacía cada año cuando subían
a la casa de Yavé, y siempre la mortificaba del mismo modo. Ana lloraba y no
comía. 8 Elcana, su marido, le decía: «Ana, ¿por qué
lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? No soy yo para ti mejor que
diez hijos?»
El voto
de Ana.
En
cierta ocasión, después que hubieron comido y bebido en Silo, se levantó Ana.
Helí, el sacerdote, estaba sentado en una silla ante la puerta del tabernáculo
de Yavé. 10 Ella, amargada el alma, oraba a Yavé, llorando muchas lágrimas, 11
e hizo un voto diciendo: «¡Oh Yavé Sebaot!,
si te dignas reparar en la angustia de tu esclava, y te acuerdas de mí y no te
olvidas de tu esclava, y das a tu esclava hijo varón, yo lo consagraré a Yavé
por todos los días de su vida y no tocará la navaja a su cabeza.» 12 Mientras
así oraba reiteradamente a Yavé, Helí la estaba mirando la cara. 13 Ana hablaba
para sí, moviendo los labios, pero sin que se oyera su voz, y Helí la tomó por
ebria 14 y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a durar la
embriaguez?; anda a que se te pase el vino.» 15 Ana contestó: «No, mi señor,
soy una mujer que tiene el corazón afligido. No he bebido vino ni otro ningún
licor inebriante; es que estaba derramando mi alma
ante Yavé. 14 No tomes a tu sierva por una mujer cualquiera. Lo grande de mi
dolor y mi aflicción, exponía yo de ese modo.» 17 Dljole entonces Helí: «Vete en paz, y que el Dios de Israel te otorgue lo que tanto le
has pedido.» 18 Ella le dijo: «Que halle gracia a tus ojos tu sierva.» Fuése y comió, y no hizo ya la cara de antes. 19 Levantáronse de mañana, y después de postrarse ante Yavé se
marcharon, volviendo a su casa, a Rama.
Nacimiento
de Samuel.
Elcana conoció a Ana, su mujer, y Yavé se acordó de ella. 20 Al volver del tiempo,
había concebido y parido Ana un hijo, al que puso por nombre Samuel, porque a
Dios se lo había pedido; 21 y subió Elcana con toda
su casa a sacrificar a Yavé el sacrificio anual y cumplir sus votos. 22 Ana no
subió, sino que dijo a su marido: «Cuando el niño se haya destetado yo le
llevaré, para presentárselo a Yavé y para que se quede ya allí para siempre».
23 Elcana, su marido, le dijo: «Haz lo que mejor te
parezca. Quédate hasta que le destetes; en verdad que Yavé ha cumplido su
promesa». Quedóse la mujer en casa, amamantando a su
hijo hasta que le destetó. 24 Destetado, le subió consigo, llevando un toro de
tres años, un efá de harina y un ánfora de vino, y le
condujo a la casa de Yavé en Silo. El niño era todavía pequeñito. 25 Inmolaron
el toro, y llevaron el niño a Helí. 26 Ana le dijo: «Óyeme por tu vida, mi
señor: Yo soy aquella mujer que estuve aquí cerca de ti, orando a Yavé. 27 Este
niño le pedía yo, y Yavé me ha concedido lo que pedí; 28 también ahora quiero
yo dárselo a Yavé, por todos los días de su vida, para que sea siempre donado a
Yavé». Y adoraron allí a Yavé.
2
Cántico
de Ana.
1 Mi corazón
exulta jubilante en Yavé;
Mi
poder se exalta en Yavé:
mi boca se
ha dilatado contra mis enemigos,
pues me he
regocijado con tu salvación.
2 No
hay santo como Yavé,
Ciertamente
no hay otro fuera de ti.
No hay
Roca comparable a nuestro Dios
3 No
multipliquéis vuestras palabras altaneras,
no salga la
arrogancias de vuestra boca
pues Dios
sapientísimo es Yavé,
a El le toca pesar las acciones.
4 Rompióse el arco de los valientes,
mientras que
los débiles se ciñeron de fortaleza
Ciñéronse los
débiles la fuerza,
5 Los
que estaban saciados se vendieron por un puñado de pan,
mientras los hambrientos
cesaron de trabajar
Parió la
estéril siete hijos,
Y se
marchitó la que muchos tenía,
6 Que Yavé
da la muerte y da la vida,
Hace bajar
al sepulcro y subir de él.
A uno
empobrece o enriquece,
7
humilla o exalta,
8
Levanta del polvo al pobre,
De la
basura saca al indigente,
Para
hacer que se siente entre los príncipes,
Y darle
parte en un trono de gloria;
Pues
suyos son los fundamentos de la tierra,
Y El
sobre ellos puso el orbe.
9 El
atiende a los pasos de los piadosos,
Y los
malvados perecerán en las tinieblas,
No vence
el hombre por su fuerza.
10
Aterrados serán los enemigos de Yavé;
Desde
los cielos tronará contra ellos.
Yavé
juzga los confines de la tierra.
Robustecerá
a su rey,
Y erguirá
la frente de su Ungido»
Los
hijos de Heli.
11 Volvióse Ana a Rama, a su casa, y el niño quedó sirviendo
en el ministerio de Yavé, en presencia de Helí, sacerdote.
12 Los
hijos de Helí eran hombres perversos, que desconocían a Yavé y las obligaciones
de los sacerdotes para con el pueblo. 13 Cuando alguno ofrecía sacrificios,
venía un criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con un
tenedor en la mano; 14 lo metía en la caldera, caldero, olla o puchero, y
cuanto sacaba con el tenedor era para el sacerdote. 15 Así hacían con cuantos
de Israel venían allí a Silo. Aun antes de que se quemara el sebo, venía el
criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame la carne para asársela
al sacerdote; no recibirá de ti carne cocida, sino cruda.» 16 Y si el hombre le
decía: «Espera a que se queme el sebo, como siempre, y luego cogerás lo que tú
quieras»; le respondía el criado: «No, tienes que dármela ahora mismo, y si no,
la cojo yo por fuerza.» 17 Muy grande era el pecado de aquellos jóvenes ante
Yavé, pues hacían odioso a los hombres el ofrecer ante Yavé. 18 Samuel servía
como muchacho ante Yavé, ceñido de un efod de lino. 19 Hacíale su madre un mantito y se lo traía de año en año, cuando subía con su marido a
ofrecer el sacrificio anual. 20 Helí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: «Que te dé Yavé hijos de esta mujer por el que le
pediste.» Volviéronse ellos a su casa; 21 y Yavé
visitó a Ana, que concibió y parió tres hijos y dos hijas.
El
joven Samuel iba creciendo en la presencia de Yavé. 22 Helí era ya muy viejo, y
supo lo que sus hijos nacían a todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que
velaban a la puerta del tabernáculo de la congregación; 23 y les dijo: «¿Por qué hacéis cosas tales y tan malas como las que de
vosotros he oído a todo este pueblo? 24 No, hijos míos, que no es bueno lo que
de vosotros oigo. Estáis haciendo que el pueblo de Yavé se aparte de él. 26 Si
un hombre ofende a otro, Dios está de por medio como intercesor; pero si el
hombre ofende a Yavé, ¿quién podrá interceder por él?» Pero no hicieron caso de
lo que les decía su padre, pues estaba de Yavé que habían de morir. 26 Mientras
tanto el niño Samuel iba creciendo, siendo grato, a Yavé y a los hombres.
Predicción
de la ruina de la casa de Helí.
27 Vino
a Helí un hombre de Dios y le dijo: “Así habla Yavé: Yo me revelé
manifiestamente a la casa de tu padre cuando estaba al servicio de la casa del
Faraón. 28 Yo me le elegí de entre todas las tribus de Israel para sacerdote,
para que subiese al altar a quemar el incienso y para que llevase ante mí el
efod. Yo di a la casa de tu padre todas las combustiones de los hijos de
Israel. 29 ¿Por qué, pues, envidias mis víctimas y mis ofrendas, las que yo
mandé se ofreciesen en mi casa, y tienes en más a tus hijos que a mí,
engordándoos de lo mejor de todas las oblaciones de Israel, mi pueblo? 30 Por
eso, he aquí lo que dice Yavé, Dios de Israel: Yo había dicho y repetido a tu
casa y a la casa de tu padre que oficiaríais ante mí por siempre; pero ahora
dice Yavé: Lejos de mí eso, porque yo honro a los que me honran y desprecio a
los que me desprecian. 31 Tiempo vendrá en que yo amputaré tu brazo y el brazo
de la casa de tu padre, de modo que ya no haya nunca ancianos en tu casa 32 y
siempre veas ante ti un rival. Aun en las prosperidades de Israel, no habrá
nunca ancianos en tu casa. 33 No haré desaparecer de mi altar a todos tus
descendientes, de modo que se consuman tus ojos y desfallezca tu alma; pero
todos los de tu casa morirán en edad viril; 34 te servirá de señal lo que
sucederá a tus hijos Ofni y Fines; ambos morirán en
el mismo día. 36 Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según mi corazón
y según mi alma; le edificaré una casa estable, y él andará siempre en
presencia de mi Ungido; 36 y cuantos de tu casa queden vendrán a prosternase
ante él, pidiéndole una moneda de plata y un pedazo de pan; y le dirán: Haz el
favor de colocarme en alguna de tus funciones sacerdotales, para que tenga un
pedazo de pan que comer.
3
Primera
visión de Samuel
1 El
joven Samuel servía a Yavé en presencia de Helí. Era por entonces rara la
palabra de Yavé, y no era frecuente la visión. 2 Un día, estando acostado en su
lugar Heli, cuyos ojos se habían oscurecido y no
podían ver, cuando todavía no se había apagado la lámpara de Dios en el
santuario, 3 Samuel, que dormía en el santuario de Yavé, donde estaba el arca
de Dios, 4 oyó la voz de Yavé que le llamaba: «¡Samuel!»; él contestó: «Heme
aquí»; 6 y corrió a Helí, y le dijo: «Aquí estoy; me has llamado» Helí
contestó: «No te he llamado, vuelve a acostarte.» Y fué a acostarse. 6 Yavé llamó otra vez a Samuel; y éste se levantó, y yendo a donde
estaba Helí, le dijo: «Heme aquí, pues me has llamado» Helí repuso: «No te he
llamado, hijo mío: vuélvete y acuéstate» 7 Samuel no conocía todavía a Yavé,
pues todavía no se le había revelado la palabra de Yavé. 8 Yavé volvió a llamar
a Samuel, por tercera vez; y éste se levantó y fue a Helí, y le dijo: «Heme
aquí, pues que me has llamado». Comprendió entonces Helí que era Yavé quien
llamaba al joven, y le dijo: «Anda, acuéstate, y si vuelven a llamarte, di:
«Habla, Yavé, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su lugar. 10
Vino Yavé, se paró y llamó como las otras veces: «¡Samuel!,
¡Samuel!» Samuel contestó: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha»; 11 y dijo Yavé
a Samuel: «Voy a hacer en Israel una cosa, que a cuantos la oigan les retiñirán
ambos oídos. 12 Entonces cumpliré cuanto a Helé le he dicho, todo lo que de su
casa le he dicho; comenzaré y acabaré. 13 Yo le he dicho que iba a castigar a
su casa para siempre, por el crimen que sabía cometían sus hijos, de hacer odiosos
los sacrificios, sin corregirlos. 14 Por eso he jurado a la casa de Helí que su
crimen no será expiado, ni con sacrificios ni con oblaciones». 15 Samuel siguió
acostado hasta la mañana, y después abrió las puertas de la casa de Yavé. No se
atrevía a contar a Helí su visión; 16 pero éste llamó a Samuel, diciendo:
«Samuel, hijo mío»; y éste contestó: «Heme aquí.» 17 Helí le preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho Yavé? Te ruego que no me ocultes
nada. Que Yavé te castigue si me ocultas algo de cuanto te ha dicho. » 18
Samuel se lo contó todo, sin ocultarle nada; y Helí dijo: «El es Yavé, haga lo que parezca bien a sus ojos.»
19
Samuel llegó a ser grande, y Yavé estaba con él y no dejó que cayera por tierra
nada de cuanto él decía. 20 Todo Israel, desde Dan hasta Berseba,
reconoció que era Samuel un verdadero profeta de Yavé. 21 Yavé siguió
apareciéndosele en Silo, pues ya se le había manifestado allí mediante su
palabra.
4
Derrota
de Israel, cautiverio del arca y muerte de Helí y sus hijos.
1
Sucedió por entonces que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a
Israel. Israel salió al encuentro de los filisteos para combatir. Acamparon
cerca de Eben Ezer, y los
filisteos estaban acampados en Afec. 2 Habiendo
presentado batalla los filisteos contra Israel, se empeñó el combate, e Israel
fue derrotado por los filisteos, que mataron en el combate, en el campo, unos
cuatro mil hombres. 3 El pueblo se recogió en el campamento, y los ancianos se
preguntaron: «¿Por qué nos ha derrotado Yavé hoy ante
los filisteos? Vamos a traer de Silo el arca de la alianza de Yavé, para que
esté entre nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos.» 4 Mandaron a
Silo, y se trajo de allí el arca de la alianza de Yavé Sebaot,
que se sienta sobre los querubines, y con ella fueron los los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 6 Cuando el arca de
la alianza de Yavé entró en el campamento, todo Israel lanzó tan grandes gritos
de júbilo, que hacían retemblar la tierra. 6 Oyeron los filisteos el vocerío, y
dijeron: «¿Qué vocerío es éste tan grande que se oye
hoy en el campamento de los hebreos?» Y supieron que había sido traída al
campamento el arca de Yavé. 7 Atemorizáronse los
filisteos, y decían: «Ha venido Dios al campamento. ¡Desgraciados de nosotros!
Cosa tal no había sucedido hasta ahora. 8 ¡Desgraciados de nosotros! ¿Quién nos
librará de la mano de esos dioses poderosos? Son ésos los que castigaron a
Egipto con toda suerte de plagas y con peste! 9
Esforzaos y sed hombres, filisteos, no tengamos que servirles nosotros a ellos,
como os sirven ellos a vosotros. Sed hombres, luchad». 10 Combatieron, pues,
los filisteos, y fue derrotado Israel, huyendo cada uno a sus tiendas. Fue una
gran derrota, en la que cayeron de Israel treinta mil infantes, 11 y fue
capturada el arca de Dios, y murieron los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 12 Un hombre de Benjamín, de los huidos del
campo de batalla, vino corriendo a Silo aquel mismo día, con los vestidos
desgarrados y la cabeza cubierta de polvo. 13 Cuando llegó, estaba Helí sentado
en una silla, a la vera del camino, cerca de la puerta, esperando, pues su
corazón temblaba por el arca de Dios. Entró el hombre en la ciudad para
informarla; y toda ella fue un grito. 14 Al oírlo Helí, preguntó: «¿Qué ruido, qué tumulto es ése?» Entonces vino el hombre
para darle la noticia. 15 Helí tenía noventa y ocho años, sus ojos se habían
quedado rígidos, y no veía. 16 El hombre dijo a Helí: «Vengo del campo de
batalla, de donde he huido hoy. » Helí le preguntó: «¿Y
qué ha pasado, hijo mío?» 17 El le contestó: «Israel
ha huido ante los filisteos; ha habido muchos muertos del pueblo; también tus
dos hijos, Ofni y Fines, han sido muertos, y el arca
de Dios ha sido tomada». 18 Apenas hubo mentado el arca de Dios, cayó Helí de
su silla hacia atrás, junto a la puerta, y se desnucó y murió, pues era ya muy
anciano y estaba muy pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años. 19
Su nuera, la mujer de Fines, estaba encinta, ya para dar a luz. Al saber la
noticia de la toma del arca de Dios, de la muerte de su suegro y de su marido,
se doblegó y parió, pues le sobrevinieron los dolores del parto. 20 Como se
veía morir, las mujeres que estaban junto a ella le decían: «Ánimo, que has
parido un hijo»; pero ella ni respondía ni atendía. 21 Llamó al hijo, Icabod, 22 diciendo: «Ha pasado de Israel la gloria,» por
haber sido tomada el arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido.
Ella dijo: «Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido tomada el arca de
Dios»
5
El
arca, en tierra de los filisteos.
1
Capturaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben Ezer a Azoto, y la metieron
en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. 3 Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron
los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara
contra ella, delante del arca de Yavé. Le recogieron, y le volvieron a poner en
su sitio; 4 pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo, y cortadas la cabeza y
las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco. 5 Por esto los sacerdotes de Dagón,
y cuantos entran en el templo de Dagón en Azoto, no
pisan todavía el umbral del templo de Dagón. La mano
de Yavé pesó grandemente sobre los de Azoto, y los desoló e hirió con tumores a
Azoto y su territorio. 7 Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: «Que no
quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho
sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios»; 8 y
convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se
preguntaron: «¿Qué ha- remos con el arca del Dios de
Israel?» Ellos contestaron: «Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat» 9 La llevaron, y la mano de Yavé se dejó sentir sobre
la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes, haciendo que les salieran tumores. 10
Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero en
cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: «Han traído aquí el arca
del Dios de Israel, para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo»;
11 y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: «Devolved
el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a
nosotros y a nuestro pueblo»; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y
la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente. 12 Los que no morían eran
heridos de tumores, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el
cielo.
6
Devolución
del arca a Israel.
1 Siete
meses estuvo el arca de Yavé en la tierra de los filisteos. Congregaron éstos a
sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: «¿Qué hemos
de hacer con el arca de Yavé? Decidnos cómo hemos de devolverla a su sitio» 3
Ellos respondieron: «Si volvéis el arca del Dios de Israel, no la mandéis de
vacío, y no dejéis de hacerle una ofrenda de desagravio; si os curáis, sabréis
que era su mano la que pesaba sobre vosotros sin alzarse» Preguntaron los
filisteos: «¿Y qué desagravio hemos de hacerle?»
Respondieron: «Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, según el número de
los príncipes de los filisteos, pues una misma es la plaga que a vosotros y a
vuestros príncipes aflige. 6 Haced, pues, una imagen de vuestros tumores y de
las ratas que asuelan la tierra, y honrad al Dios de Israel; quizá deje así de
hacer sentir su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra
tierra. 9 ¿Para qué endurecer vuestro corazón, como endurecieron el suyo Egipto
y el Faraón? ¿No tuvieron que dejar salir a los hijos de Israel, después que
los hubo castigado?
7
Haced, pues, un carro nuevo, tomad dos vacas que estén criando y no hayan sido
nunca puestas al yugo; uncid las vacas al carro, y dejad los terneros lejos de
ellas, en el establo. 8 Coged luego el arca, la ponéis sobre el carro, y junto
a ella, en un cofre, los objetos que haréis como ofrenda de desagravio, y la
devolvéis; que ella se vaya. 9 Seguidla con los ojos: si sube por el camino de
su tierra hacia Bet Semes,
será que Yavé nos ha infligido tanto mal; si no, sabremos que no ha sido su
mano la que nos ha herido, y que esto ha sucedido por casualidad.» 10 Hiciéronlo así; y tomando dos vacas que estaban criando,
las uncieron al carro y dejaron los terneros en el establo. 11 Pusieron sobre
el carro el arca de Yavé y el cofre, con las ratas de oro y la figura de sus
tumores. 12 Las vacas tomaron el camino de Bet Semes y siguieron siempre por él; e iban andando y
mugiendo, sin declinar ni a la derecha ni a la izquierda. Los príncipes de los
filisteos fueron tras ella, hasta llegar al territorio de Bet Semes.
13 Las
gentes de Bet Semes estaban
segando el trigo en el valle; y alzando los ojos, vieron el arca con gran
alegría. 14 El carro llegó al campo de Josué, betsemita,
y se paró en él. Había allí una gran piedra, y partieron las maderas del carro
y ofrecieron las vacas a Yavé en holocausto. 15 Los levitas, bajando del carro
el arca de Yavé y el cofre que estaba junto a ella, los pusieron sobre la gran
piedra. Las gentes de Bet Semes ofrecieron aquel día holocaustos y sacrificios a Yavé. 16 Los cinco príncipes
de los filisteos, después de ver esto, se volvieron a Acarón aquel mismo día.
17
Estos son los tumores de oro que los filisteos donaron a Yavé, como ofrenda de
desagravio: uno por Azoto, uno por Gaza, uno por Ascalón,
uno por Gat y uno por Acarón.
18 También las ratas de oro eran según el número de las ciudades de los cinco
príncipes, tanto de las fortificadas como de las no amuralladas. Testigo, la
gran piedra que todavía hoy queda en el campo de Josué el betsemita,
sobre la cual se depuso el arca de Yavé.
19 Los
hijos de Jeconías no se alegraron con las gentes de Bet Semes al ver el arca de Yavé,
e hirió éste de entre ellos a setenta hombres. El pueblo hizo gran duelo, por
haberlos herido Yavé con tan gran plaga; 20 y las gentes de Bet Semes se decían: «¿Quién
puede estar delante de Yavé, este Dios santo? ¿Y a dónde habrá de ir, al
alejarse de nosotros?» 21 Mandaron mensajeros a los habitantes de Quiriat Jearim, para que les
dijeran: «Los filisteos han devuelto el arca de Yavé: bajad para subirla con
vosotros.»
7
1 Las gentes de Quiriat Jearim vinieron y subieron el arca, depositándola en
la casa de Abinadad, que está sobre una colina; y
consagraron a Eliezer, su hijo, para que custodiase el arca de Yavé.
Derrota
de los filisteos en Masfa.
2 Mucho
tiempo pasó, veinte años, desde que el arca fue depositada en Quiriat Jearim, y toda la casa de
Israel se volvió a Yavé. 3 Dijo, pues, Samuel: «Si de todo corazón os convertís
a Yavé, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las astartés; enderezad vuestro corazón a Yavé y servidle sólo
a El, y El os librará de
las manos de los filisteos» 4 Los hijos de Israel quitaron todos los baales y las astartés, y
sirvieron sólo a Yavé.
6
Samuel les dijo: «Congregad a todo Israel en Masfa, y yo rogaré a Yavé por
vosotros.» 6 Reuniéronse en Masfa, y sacando agua, la
derramaron en tierra ante Yavé; y ayunaron aquel día, y clamaban: «Hemos pecado
contra Yavé» 7 Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Masfa. Habiendo sabido
los filisteos que los hijos de Israel se habían congregado en Masfa, subieron
sus príncipes contra Israel. Tuvieron miedo de los filisteos los hijos de
Israel, 8 y dijeron a Samuel: «No ceses de clamar por nosotros a Yavé, nuestro Dios,
para que nos libre de la mano de los filisteos.» 9 Samuel tomó un cordero de
leche y lo ofreció entero en holocausto a Yavé, y clamó a Yavé por Israel, y
Yavé le escuchó. 10 Mientras Samuel ofrecía el holocausto, se acercaron los
filisteos para atacar a Israel; pero Yavé hizo tronar muy fuertemente aquel día
sobre los filisteos y los puso en derrota, siendo batidos por los hijos de
Israel. 11 Los hombres de Israel, saliendo de Masfa, persiguieron en derrota a
los filisteos hasta más abajo de Bet Horón. 12 Tomó
Samuel una piedra y la puso entre Masfa y Jesana; la
llamó Eben Ezer, diciendo:
«Hasta aquí nos socorrió Yavé.»
13 Así
humillados, no volvieron los filisteos más contra la tierra de Israel; y pesó
la mano de Yavé sobre ellos durante toda la vida de Samuel. 14 Las ciudades que
los filisteos habían tomado a Israel volvieron a poder de éste, desde Acarón hasta Gat. Israel arrancó
de las manos de los filisteos su territorio, y hubo también paz entre Israel y
los amorreos.
15
Samuel juzgó a Israel todo el tiempo de su vida. 16 Cada año hacía un recorrido
por Betel, Gálgala y Masfa, y allí, en todos estos
lugares, juzgaba a Israel. 17 Volvíase luego a Rama,
donde estaba su casa, y allí juzgaba a Israel. Alzó allí un altar a Yavé.
SEGUNDA
PARTE
INSTITUCIÓN
DE LA MONARQUÍA
8
1
Cuando envejeció Samuel, puso para juzgar a Israel a sus dos hijos; 2 el
primogénito, de nombre Joel, y el segundo, de nombre Abia,
y juzgaban en Berseba. 3 Pero los hijos de Samuel no
siguieron los caminos de éste, sino que se apartaban de ellos por avaricia,
recibiendo presentes y juzgando injustamente. 4 Reuniéronse todos los ancianos de Israel, y vinieron a Samuel en Rama, 6 y le dijeron: «Tú
eres ya viejo y tus hijos no siguen tus caminos; danos un rey para que nos
juzgue, como todos los pueblos» Desagradó a Samuel que le dijeran: «Danos un
rey para que nos juzgue», y oró ante Yavé; 7 pero Yavé dijo a Samuel: «Oye la
voz del pueblo en cuanto te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí,
para que no reine sobre ellos. 8 Como han hecho conmigo, desde que los saqué de
Egipto hasta ahora, dejándome para irse a servir a otros dioses, así hacen
ahora contigo. 9 Escúchalos, pues; pero da testimonio contra ellos y dales a
conocer cómo los tratará el rey que reinará sobre ellos» 10 Samuel transmitió
al pueblo que le pedía rey todo lo que le había dicho Yavé, 11 y les dijo: «Ved
cómo os tratará el rey que reinará sobre vosotros: Cogerá a vuestros hijos y
los pondrá sobre sus carros y entre sus aurigas, y los hará correr delante su
carro. 12 De ellos hará jefes de mil, de ciento y de cincuenta; los hará labrar
sus campos, recolectar sus mieses, fabricar sus armas de guerra y el atelaje de
sus carros. 13 Tomará a vuestras hijas para perfumeras, cocineras y panaderas.
14 Tomará vuestros mejores campos, viñas y olivares, y se los dará a sus
servidores. 16 Diezmará vuestras cosechas y vuestros vinos, para sus eunucos y
servidores. 14 Cogerá vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores
bueyes y asnos, para emplearlos en sus obras. 17 Diezmará vuestros rebaños y
vosotros mismos seréis esclavos suyos. 18 Entonces clamaréis a Yavé, pero Yavé
no os oirá» 19 El pueblo desoyó a Samuel, y dijeron: «No, no, que haya sobre
nosotros un rey, 20 y así seremos como todos los pueblos: nos juzgará nuestro
rey, y saldrá al frente de nosotros para combatir nuestros combates.» 21
Samuel, después de oír las palabras del pueblo, se las repitió a Yavé; 22 y
Yavé le dijo: «Escúchalos y pon sobre ellos un rey» Entonces dijo Samuel al
pueblo: «Váyase cada uno a su ciudad»
9
Saúl.
1 Había
en Benjamín un hombre, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afia, de Gueba
de Benjamín. Era hombre valiente; 2 y tenía un hijo de nombre Saúl, robusto y
alto. No había hijo de Israel más alto que él, y a todos les sacaba la cabeza.
3 Extraviáronse las asnas de Quis,
padre de Saúl; y dijo Quis a Saúl: «Lleva contigo un
mozo y vete en busca de las asnas» 4 Recorrió los montes de Efraím y atravesó
la tierra de Salisa, sin hallarlas. Recorrieron
también la región de Salim, y tampoco estaban allí;
volvieron a tierra de Benjamín, y tampoco las hallaron. 5 Cuando llegaron a la
región de Suf, dijo Saúl al mozo que le acompañaba:
«Vamos a volvernos, no sea que mi padre, más que por las asnas, esté ya
intranquilo por nosotros» 6 El mozo le dijo: «Mira, en esta ciudad hay un
hombre de Dios muy famoso. Cuanto él dice seguramente sucede. 7 Vamos, pues,
allá, que quizá él nos diga el camino que hemos de seguir.» 7 Saúl dijo al
mozo: «Vamos allá, pero ¿qué vamos a llevarle? Ya no hay provisiones en las
alforjas, y nosotros no tenemos nada que podamos ofrecerle como presente» 8 El
mozo le dijo: «Mira, he encontrado un cuarto de siclo de plata; se lo daré al
hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino» 9 En otro tiempo, en Israel,
los que iban a consultar a Dios se decían unos a otros: «Venid, vamos a
consultar al vidente»; pues al que llaman hoy profeta le llamaban antes
vidente. 10 Saúl dijo al mozo: «Has tenido buena idea, vamos»; y se dirigieron
a la ciudad, donde estaba el hombre de Dios. 11 Cuando subían el repecho que
conduce a la ciudad, encontraron a unas jóvenes que habían salido a coger agua,
y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?» 12 Ellas
les respondieron, diciendo: «Sí, aquí está; mira allí delante; pero ve pronto,
porque ha venido hoy a la ciudad por tener el pueblo un sacrificio en la
altura. 13 En cuanto entréis en la ciudad id a verle, antes que suba a la
altura para la comida, pues el pueblo no comerá antes que llegue él, que es
quien ha de bendecir el sacrificio, y después comerán los invitados. Subid,
pues, ahora mismo y le hallaréis» 14 Ellos subieron a la ciudad. Cuando
entraban en ella encontraron a Samuel, que salía para subir a la altura. 15 Un
día antes de la llegada de Saúl, había hecho Yavé una revelación a Samuel,
diciéndole: 16 «Mañana, a esta hora, yo te mandaré a un hombre de Benjamín, y
tú le ungirás por jefe de mi pueblo, de Israel, y él librará a mi pueblo de la
mano de los filisteos, pues he visto la humillación de mi pueblo y han llegado
hasta mí sus clamores» 17 Luego que Samuel vió a
Saúl, le dijo Yavé: «Este es el hombre de quien te hablé ayer. Este reinará
sobre mi pueblo» 18 Saúl se acercó a Samuel dentro de la puerta, y le dijo: «¿Harías el favor de indicarme dónde está la casa del
vidente?» 19 Samuel le contestó: «Soy yo el vidente; sube delante de mí a la
altura y comeréis hoy conmigo. Mañana te despediré y te diré cuanto tienes en
tu corazón. 20 Por las asnas que hace tres días perdiste, no te inquietes, han
sido halladas. ¿De quién va a ser cuanto de precioso hay en Israel? ¿No va a
ser tuyo y de toda la casa de tu padre?» 21 Saúl respondió: «¿Pues
no soy yo benjaminita? ¿No soy yo de la mínima tribu
de Israel, de Benjamín, y no es mi familia la menor de las familias de
Benjamín? ¿Por qué me dices eso?» 22 Samuel, tomando a Saúl y a su mozo, los
introdujo en el comedor y les dio el primer lugar, a la cabeza de los
invitados, que eran unos treinta hombres. 23 Samuel dijo al cocinero: «Dame la
porción que te mandé pusieras aparte» 24 El cocinero cogió un brazuelo y el
rabo y lo puso ante Saúl. «Es la porción que se te reservaba», dijo a éste
Samuel: «Ponlo delante de ti y come, pues la hice guardar cuando convoqué al
pueblo, para el momento oportuno.» Comió Saúl con Samuel aquel día. 25 Bajaron
de la altura a la ciudad, y Samuel estuvo hablando con Saúl en la terraza, y
luego se acostaron. 26 Al día siguiente, a la aurora, llamó Samuel a Saúl a la
terraza, y le dijo: «Levántate y te despediré» Levantóse Saúl y salieron ambos juntos. 27 Cuando hubieron bajado al extremo de la
ciudad, dijo Samuel a Saúl: «Dile al mozo que pase delante de nosotros» Tomó el
mozo la delantera, y dijo Samuel: «Detente ahora, que te dé a conocer lo que
dice Yavé»
10
Unción
de Saúl.
1 Cogió
Samuel una redoma de óleo, la vertió sobre la cabeza de Saúl, y le besó
diciendo: «Yavé te unge por príncipe de su heredad. Tú reinarás sobre el pueblo
de Yavé y le salvarás de la mano de los enemigos que le rodean. Esto te será
señal de que Yavé te ha ungido como jefe de su
heredad: 2 Cuando hoy me dejes, encontrarás dos hombres cerca del sepulcro de
Raquel, en tierra de Benjamín, al mediodía, que te dirán: Las asnas que has ido
a buscar han parecido, y tu padre no piensa ya en ellas, sino en vosotros, y
dice: ¿Cómo haré yo para saber de mi hijo? 3 Siguiendo tu camino, llegarás a la
encina de la lamentación de Débora, y te encontrarás con tres hombres subiendo
a Dios a Betel, y llevando uno tres cabritos, el otro tres, panes, y el otro
una bota de vino; 4 después de preguntarte por tu salud, te darán dos de los
panes, que tú tomarás de su mano; 6 luego llegarás a Gueba Elohim,
donde hay una guarnición de filisteos; y al entrar en la ciudad te encontrarás
con un grupo de profetas, bajando del excelso, precedidos de salterios, tímpanos,
flautas y arpas, y profetizando. 6 El espíritu de Yavé se apoderará de tí, y profetizarás con ellos y te transformarás en otro
hombre. 7 Cuando todas estas señales se hayan cumplido en ti, haz lo que te
venga a mano, pues Dios estará contigo. 8 Baja antes que yo a Gálgala, a donde iré a reunirme contigo, para ofrecer
holocaustos y sacrificios eucarísticos. Espera siete días, hasta que yo vaya y
te diga lo que has de hacer»
9 En
cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse de Samuel, se sintió otro, y
todas las señales aquellas le sucedieron el mismo día. 10 Cuando llegaron a
Gueba encontráronse con un tropel de profetas, y le
arrebató el espíritu de Dios y se puso a profetizar en medio de ellos. 11
Cuantos de antes le conocían se preguntaban: «¿Qué le
ha pasado al hijo de Quis? ¡Saúl entre los profetas!»
12 Uno de los presentes contestó: «¿Y quién es el
padre de esos otros?» Por eso ha quedado en proverbio: «¿También
Saúl entre los profetas?» 13 Cuando hubo acabado de profetizar, subió a Gueba.
14 Un tío de Saúl preguntó a éste: «¿A dónde habéis
ido?» Saúl respondió: «A buscar las asnas, pero no las hemos visto por ninguna
parte y fuimos a casa de Samuel.» 15 El tío le dijo: «Cuéntame lo que te ha
dicho Samuel»; 16 y Saúl respondió: «Nos dio a saber que las asnas habían
parecido»; pero en cuanto a lo del reino, nada le dijo de lo que le había
hablado Samuel.
Elección
de Saúl a la suerte.
17
Samuel convocó al pueblo ante Yavé en Masía, 18 y dijo a los hijos de Israel:
«Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os saqué de Egipto; yo os he librado de la
mano de los egipcios y de la de cuantos reyes os oprimieron; 19 y vosotros hoy
rechazáis a vuestro Dios, que os ha librado de vuestros males y de vuestras
aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre nosotros un rey! Presentaos ahora ante
Yavé, por tribus y por familias». 20 Samuel hizo que se acercasen todas las
tribus de Israel, y fue sacada la tribu de Benjamín. 21 Hizo que se acercara la
tribu de Benjamín, por familias, y fue elegida la familia de Hammatri; e hizo acercar a la familia de Hammatri, por varones, y fue elegido Saúl, hijo de Quis. Buscáronle, pero no le
hallaron. 22 Preguntaron entonces de nuevo a Yavé: «¿Ha
venido?» Y Yavé respondió: «Está escondido entre los bagajes.» 23 Corrieron a
sacarle de allí, y cuando estuvo en medio del pueblo sobresalía de entre todos,
de los hombros arriba. 24 Samuel dijo al pueblo: «No hay entre todos otro como
él.» Y el pueblo se puso a gritar «|Viva el rey!». 25
Entonces expuso Samuel al pueblo el derecho real y lo escribió en un libro, que
depositó ante Yavé; 26 y despidió Samuel al pueblo todo, cada uno a su casa.
También
Saúl se fue a su casa, a Gueba, acompañado de una tropa de hombres robustos,
cuyos corazones había tocado Dios. 27 Sin embargo, algunos perversos decían: «¿Este va a salvarnos?» Y despreciándole, no le hicieron
presentes.
11
Derrota
de los amonitas y liberación de Jabes Galaad.
1 Pasó
cosa de un mes, y subió Najas, amonita, y sitió a Jabes Galaad. Los habitantes de Jabes dijeron a Najas:
«Pacta con nosotros y te serviremos» 2 Pero Najas, amonita, les respondió:
«Pactaré, a condición de sacaros a cada uno de vosotros el ojo derecho y hacer
de esto oprobio para todo Israel» 3 Dijéronle los
ancianos de Jabes: «Danos tregua de siete días, para
mandar mensajeros por todo Israel; si no viene nadie a socorrernos, nos
rendiremos a ti» 4 Vinieron mensajeros a Gueba, de Saúl, y contaron al pueblo
esto, y el pueblo todo alzó la voz y lloró. 5 Venía entonces Saúl del campo
tras de sus bueyes, y preguntó: «¿Qué tiene el pueblo
para llorar así?» Contáronle lo que decían los de Jabes. 6 En cuanto lo oyó, le arrebató el espíritu de Yavé
y se encendió en cólera. 7 Cogió un par de bueyes, los cortó en pedazos y mandó
éstos por todo el territorio de Israel, por medio de mensajeros que dijeran:
«Así serán tratados los bueyes de cuantos no se pongan en marcha tras Saúl y
Samuel» El terror de Yavé cayó sobre el pueblo, que se puso en marcha como un
solo hombre. 8 Saúl los revistó en Bezec; y los hijos
de Israel eran trescientos mil; los de Judá, treinta mil. 9 Dijo a los
mensajeros que habían venido de Jabes: «Decid a los
hombres de Jabes Galaad: Mañana, a medio día, seréis
socorridos» Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Jabes, que se llenaron de alegría, 10 y dijeron a los
amonitas: «Mañana nos rendiremos a vosotros, para que con nosotros hagáis lo
que bien os parezca» 11 Al día siguiente, dividió Saúl el pueblo en tres
cuerpos; y a la vigilia matutina penetraron en el campamento de los amonitas y
los estuvieron batiendo hasta la hora de más calor. Los que escaparon se
dispersaron de tal modo, que no quedaron dos hombres juntos.
12 El
pueblo decía a Samuel: «¿Quiénes son los que decían:
Saúl va a reinar sobre vosotros? Entréganos esas gentes para que les demos
muerte.» 13 Pero Saúl dijo: «Nadie será muerto hoy, pues hoy ha salvado Yavé a
Israel.» 14 Y dijo Samuel al pueblo: «Venid y vayamos a Gálgala,
para renovar allí el reino» 15 Todo el pueblo fue a Gálgala,
y restablecieron a Saúl rey ante Yavé en Gálgala y
ofrecieron sacrificios eucarísticos, dando Saúl y todo el pueblo muestras de
gran regocijo.
12
Samuel
resigna la judicatura.
1 Dijo
Samuel a todo Israel: «Ya veis que os he oído en cuanto me habéis dicho, y que
he puesto sobre vosotros un rey. 2 Ahora, pues, tenéis ya rey que marche a
vuestra cabeza. Yo ya soy viejo y he encanecido, y mis hijos ahí los tenéis
entre vosotros, como unos de tantos. He estado al
frente de vosotros, desde mi juventud hasta hoy. 3 Aquí me tenéis. Dad
testimonio de mí ante Yavé y ante su ungido. ¿He quitado a nadie un buey? ¿He
quitado a nadie un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He perjudicado a nadie? ¿He
aceptado de nadie presentes que no me dejaran ver lo que él hacía? Os lo
restituiré» 4 Ellos respondieron: «No nos has perjudicado, no nos has oprimido,
de nadie has aceptado nada» 5 El les dijo: «Testigo
Yavé contra vosotros, y lo es también hoy su ungido, de que nada habéis hallado
en mis manos» El pueblo respondió: «Testigo» 6 Samuel añadió: «Yavé, que hizo a
Moisés y Arón y sacó a vuestros padres de Egipto, es testigo. 7 Ahora, pues,
poneos delante de Yavé, que quiero juzgaros ante Yavé por los beneficios que os
ha hecho a vosotros y a vuestros padres. 8 Cuando Jacob con sus hijos entró en
Egipto y los humillaron los egipcios, y vuestros padres clamaron a Yavé, Yavé
les mandó a Moisés y Arón, que los sacaron de Egipto, y los establecieron en
este lugar. 9 Pero se olvidaron de Yavé, su Dios, y éste los entregó en manos
de Sisara, jefe del ejército de Jasor, en manos de
los filisteos, en manos del rey de Moab, que les
hicieron la guerra. 10 Clamaron a Yavé, diciendo: «Hemos pecado, porque hemos
abandonado a Yavé y hemos servido a los baales y las astartés. Líbranos ahora y nosotros te serviremos. 11 Mandóles Yavé a Jerobaal, Abdón, Jefté y Samuel, y os libró
de manos de los enemigos que teníais en torno vuestro, y habéis habitado
vuestras casas en seguridad. 12 Y ahora, cuando habéis visto que Najas, rey de
los hijos de Ammón, se ponía en marcha contra vosotros, me habéis dicho: No,
que reine un rey sobre nosotros; cuando Yavé, vuestro Dios, era vuestro rey. 13
Ahí tenéis, pues, el rey que habéis querido y habéis pedido; Yavé le ha puesto
por rey vuestro. 14 Si teméis a Yavé, si le servís y obedecéis, si no sois
rebeldes a los mandatos de Yavé, viviréis vosotros y vuestro rey, que reinará
sobre vosotros. 15 Pero si no obedecéis a Yavé, si sois rebeldes a sus
mandatos, tendréis contra vosotros la mano de Yavé, como contra ellos la
tuvieron vuestros padres. 16 Quedaos todavía, para que veáis el prodigio que va
a obrar Yavé a vuestros ojos. 17 ¿No estamos en el tiempo de la siega de los
trigos? Pues yo voy a invocar a Yavé, y Yavé tronara y lloverá, y veréis así
cuán grande es a los ojos de Yavé el mal que habéis hecho pidiendo un rey»
18
Invocó Samuel a Yavé, y aquel mismo día dio Yavé truenos y lluvia, y todo el
pueblo tuvo gran temor de Yavé y de Samuel; 19 y dijeron a éste: «Ruega por tus
siervos a Yavé, tu Dios, para que no muramos, pues a todos nuestros pecados
hemos añadido el de pedimos un rey» 20 Samuel les dijo: «No temáis; habéis
hecho todo ese mal, pero no ceséis de seguir a Yavé y servirle con todo vuestro
corazón. 21 No os apartéis de él, porque será ir tras vanidades que no os
darían provecho ni ayuda alguna, porque de nada sirven. 22 Yavé, por la gloria
de su nombre, no abandonará a su pueblo, ya que ha querido haceros el pueblo
suyo. 23 Lejos también de mí pecar contra Yavé, dejando de rogar por vosotros;
yo os mostraré el camino bueno y derecho.
24
Temed sólo a Yavé, servidle fielmente y con todo vuestro corazón, pues ya
habéis visto los prodigios que ha hecho en medio de vosotros. 28 Pero si
perseveráis en el mal, pereceréis vosotros y vuestro rey.»
13
Nueva
invasión de los filisteos.
1 Era
Saúl de … años cuando comenzó a reinar, y había ya
reinado dos años sobre Israel. 2 Saúl eligió para sí tres mil hombres de
Israel. Dos mil estaban con él en Mijmas y sobre el
monte de Betel, y mil con Jonatán, en Gueba de Benjamín. El resto del pueblo lo
mandó cada uno a su tienda. 3 Jonatán batió a la guarnición de filisteos que
había en Gueba; y al saberlo dijeron los filisteos: «Se han rebelado los
hebreos» Saúl hizo que tocasen la trompeta por toda la tierra; 4 y todo Israel
supo la noticia: «Saúl ha batido a la guarnición de los filisteos»; e Israel se
hizo odioso a los filisteos, y fue convocado el pueblo por Saúl a Mijmas. 5 Reuniéronse los filisteos
para combatir contra Israel; mil carros y seis mil caballeros, y de pueblo un
número comparable a las arenas del mar. Vinieron a acampar en Mijmas, al oriente de Bet Horon. 6 Los hombres de Israel se vieron en gran aprieto,
pues estaban casi cercados, y se ocultaron en las cavernas, en la maleza y en
las peñas, en las torres y en las cisternas; 7 y los de más lejos pasaron el
Jordán y se internaron en tierra de Gad y de Galad.
Pecado
de Saúl.
Saúl
estaba todavía en Gálgala, y la gente que estaba ton
él se dispersaba. 8 Esperó siete días, según el término que había fijado
Samuel; pero Samuel no venía, y la gente se dispersaba cada vez más. 9 Entonces
dijo Saúl: «Traedme el holocausto y las hostias pacíficas»; y ofreció el
holocausto. 10 Apenas ofrecido el holocausto, vino Samuel y Saúl salió a su
encuentro para saludarle. 11 Samuel le dijo: «¿Qué has
hecho?» Saúl respondió: «Viendo que la gente se dispersaba, que tú no venías en
el término fijado y que los filisteos acampaban en Mijmas,
12 me dije: Los filisteos van a venir a atacarme a Gálgala y yo no he implorado a Yavé. Entonces, obligado por la necesidad, he ofrecido
el holocausto.» 13 Samuel dijo a Saúl: «Has obrado neciamente y has desobedecido
el mandato de Yavé, tu Dios. Estaba Yavé para afirmar tu reino sobre Israel,
para siempre; 14 pero ahora ya tu reino no persistirá. Ha buscado Yavé un
hombre según su corazón, para que sea jefe de su pueblo, porque tú no has
cumplido lo que Dios te había mandado» 15 Levantóse Samuel, y de Gálgala subió a Gueba de Benjamín. Saúl
revistó su tropa, y quedaban con él seiscientos hombres. 16 Saúl, Jonatán, su
hijo, y la gente que con ellos quedaba, se apostaron en Gueba de Benjamín,
mientras los filisteos acampaban en Mijmas. 17
Salieron del campamento de los filisteos tres tropas en algara, para saquear la
tierra. Una tomó el camino de Ofra, hacia la tierra
de Saúl; 18 otra el de Bet Horón, y la tercera el de
Gueba, que domina el valle de Seboim, hacia el desierto.
19 No había en toda la tierra de Israel herrero alguno, pues los filisteos se
habían dicho: «Que no puedan los hebreos forjar espadas ni lanzas» 20 Todo
Israel tenía que bajar a tierra de los filisteos, para aguzar cada uno su reja,
su segur, su azadón o su pico. 21 No se disponía más que de la lima, para sacar
el filo a toda clase de segures, tridentes y hoces, y para aguzar las aijadas.
22 Llegado el día del combate, no había en mano del pueblo todo que estaba con
Saúl y Samuel espada ni lanza, más que las de Saúl y las de Jonatán, su hijo.
23 Los filisteos habían salido para guarnecer el paso de Mijmas.
14
Hazaña
de Jonatán y derrota delos filisteos.
1 Un
día Jonatán dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los filisteos
que está allí del otro lado» Nada había dicho a su padre. 2 Saúl estaba
apostado al extremo de Gueba, bajo el granado de Magrón,
y tenía con él unos seiscientos hombres. 3 Ajías,
hijo de Ajijot, hermano de Icabod,
hijo de Fines, hijo de Helí, era sacerdote de Yavé en Silo, y llevaba el efod.
Tampoco la gente sabía nada de a dónde había ido Jonatán. 4 Entre los pasos por
donde Jonatán tentaba llegar al puesto de los filisteos había un diente de roca
de un lado y otro del otro, el uno de nombre Boses y el otro Sene. 5 Uno de ellos se alza al norte enfrente de Mijmas, y el otro al mediodía, enfrente de Gueba. 6 Jonatán
dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los incircuncisos; puede
ser que Yavé nos ayude, pues nada le impide salvar con muchos o con pocos» 7 Su
escudero le respondió: «Haz lo que quieras. Donde tú vayas, pronto estoy a
seguirte» 8 Jonatán le dijo: «Vamos a pasar hacia ésos y a dejarnos ver de
ellos. 9 Si nos dicen: «Esperad a que vayamos», nosotros nos quedaremos donde
estemos y no subiremos a ellos; 10 pero si nos dicen: «Subid acá», subiremos,
porque Yavé nos los ha entregado en nuestras manos. Esa será para nosotros la
señal» 11 Hiciéronse ver ambos del puesto de los
filisteos, y éstos dijeron: «Mirad, los hebreos salen de los agujeros donde se
habían metido»; 12 y dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, dijeron: «Subid a
nosotros y os enseñaremos una cosa» Jonatán dijo al escudero: «Sube detrás de
mí, que Yavé los ha puesto en nuestras manos» 13 Y sirviéndose de manos y pies,
subió Jonatán, seguido de su escudero. Los filisteos volvieron la espalda ante
Jonatán, que los hería, mientras detrás de él los mataba el escudero. 14 Esta
primera matanza que hizo Jonatán fue de unos veinte hombres; en un espacio como
de la mitad de una yugada. 15 Trascendió el espanto al campamento, al llano y a
toda gente de la guarnición, y hasta el equipo de devastación se sintió presa
del pánico. Temblaba la tierra, sobreviniendo como un terror divino. 16 Los
centinelas de Saúl, que estaban en Gueba de Benjamín, vieron cómo la
muchedumbre se dispersaba y corría de un lado para otro. 17 Saúl dijo a la
gente que tenía con él: «Pasad revista y ved quién falta de entre nosotros» Pasáronla, y se halló que faltaban Jonatán y su escudero.
18 Dijo entonces Saúl a Ajías: «Trae el efod»; pues
había llevado el efod y lo tenía allí aquel día ante Israel. 19 Mientras Saúl
hablaba con el sacerdote, iba extendiéndose y creciendo el tumulto en el
campamento de los filisteos; y Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano» 20 Saúl
y cuantos con él estaban se reunieron y avanzaron hasta el lugar de la lucha, y
vieron que los filisteos habían vuelto sus armas unos contra otros y la
confusión era grandísima. 21 Los hebreos que de antes estaban con los filisteos
y habían subido con ellos al campamento, se pusieron también del lado de los de
Israel, que estaban con Saúl y Jonatán. 22 Los que de Israel se habían ocultado
en los montes de Efraím, al tener noticia de la huida de los filisteos se
pusieron igualmente a perseguirlos. 23 Así libró Yavé aquel día a Israel. El
combate siguió hasta Bet Horón. 24 Vinieron a ser los
que se reunieron con Saúl unos diez mil hombres, y se extendió la lucha por
todos los montes de Efraím.
Temerario
juramento de Saúl.
24 Saúl
cometió aquel día una gran imprudencia, pues conjuró al pueblo, diciendo:
«Maldito el hombre que coma nada hasta la tarde, mientras no me haya vengado de
mis enemigos» Y nadie probó bocado. 25 El pueblo estaba extenuado por la
fatiga; 26 y llegó a un bosque donde había mucha miel en el suelo. A pesar de
ver la miel corriendo por el suelo, nadie la tomó para llevársela a la boca,
por temor del juramento hecho. 27 Pero Jonatán, que nada sabía del juramento
que su padre había hecho hacer al pueblo, metió la punta del bastón que llevaba
en la mano en un panal de miel, y se la llevó a la boca con la mano, y le
brillaron los ojos. 29 Uno del pueblo le advirtió: «Tu padre ha hecho jurar al
pueblo, diciendo: «Maldito el hombre que coma hoy» 29 Jonatán respondió: «Mi
padre ha hecho hoy mucho mal al pueblo. ¿No veis cómo han brillado mis ojos
sólo con haber probado un poco de miel? 30 Si el pueblo hubiera comido hoy del
botín cogido a los enemigos, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los
filisteos!»
31
Batieron aquel día a los filisteos desde Mijmas hasta Ayalón. El pueblo, desfallecido, 32 cuando volvió
sobre el botín, cogió ovejas, bueyes y terneros; y matándolos en el suelo,
comió la carne con su sangre. 33 Dijeron a Saúl que el pueblo había pecado
contra Yavé, comiendo la carne con su sangre; y dijo: «Habéis prevaricado.
Traedme luego una piedra grande», 34 y añadió: «Id por todo el pueblo y decidle
que me traiga cada uno su buey o su oveja, y que la degüelle aquí. Después
comeréis, y no pecaréis contra Yavé comiendo la carne con sangre» Llevó cada
cual de la mano durante la noche su buey, y le degolló sobre la piedra. 35 Saúl
alzó un altar a Yavé. Fue el primer altar que alzó Saúl.
36 Saúl
dijo: «Vamos a salir a perseguir a los filisteos durante la noche, a
destrozarlos hasta que luzca el día, sin dejar uno solo con vida» Y le dijeron:
«Haz cuanto bien te parezca» Y él dijo al sacerdote: «Acércate»; 37 y consultó
a Dios: «¿He de bajar en persecución del enemigo? ¿Los
entregarás en manos de Israel?» Pero Yavé no dio aquel día respuesta. 38 Saúl
dijo: «Acercaos aquí todos los jefes de tribus del pueblo, y buscad, a ver por
quién haya sido cometido el pecado; 39 pues por vida de Yavé, el salvador de
Israel, que si hubiera sido por Jonatán, mi hijo, sin remisión morirá.» Nadie
del pueblo osó responderle. 40 Dijo, pues, a todo Israel: «Poneos todos
vosotros de un lado, y yo y mi hijo nos pondremos del otro» El pueblo contestó:
«Haz como bien te parezca» 41 Saúl dijo: «Yavé, Dios de Israel, ¿cómo es que no
respondes hoy a tu siervo? Si en mí o en Jonatán, mi hijo, está este pecado,
Yavé, Dios de Israel, da urim;
y si está la iniquidad en el pueblo, da tumm m. Y fueron
señalados por la suerte Jonatán y Saúl y librado el
pueblo. 42 Saúl dijo: «Echad ahora la suerte entre mí y Jonatán, mi hijo»; y fue
señalado Jonatán. 43 Saúl dijo a Jonatán: «Dime qué has hecho.» Y Jonatán
respondió: «He gustado un poco de miel con la punta del bastón que llevaba en
la mano, ¿y por eso voy a morir?» 44 Saúl dijo: «Que me castigue Dios con todo
rigor si no mueres, Jonatán.» 48 El pueblo dijo entonces a Saúl: «¿Va a morir Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran
liberación? ¡Jamás! Vive Yavé, no caerá a tierra un solo cabello de su cabeza,
pues hoy ha obrado con Dios» Así salvó el pueblo a Jonatán y no murió. 48 Saúl
desistió de salir en persecución de los filisteos, y éstos llegaron a su
tierra. 47 Mientras Saúl reinó sobre Israel, hizo la guerra a todos los
enemigos de en torno; a Moab, a los hijos de Ammón, a Aram Bet Rejob, al rey de Soba y a los filisteos, venciendo en todas
partes a donde se volvía. 48 Llegó a ser muy fuerte: derrotó a Amalec y libró a
Israel de las manos de cuantos antes le saqueaban.
49 Los
hijos de Saúl fueron Jonatán, Isví y Melquisua; sus dos hijas se llamaron: Merob la mayor y Micol la menor. 60 La mujer de Saúl se
llamaba Ajinoam, hija de Ajimas.
El nombre del jefe de su ejército era Abner, hijo de Ner,
tío de Saúl. 51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.
62 La
guerra contra los filisteos fue encarnizada, durante toda la vida de Saúl; y en
cuanto veía Saúl un hombre robusto y valiente, le ponía a su servicio.
15
Desobediencia
de Saúl al mandato de Yavé.
1
Samuel dijo a Saúl: «A mí me envió Yavé para que te ungiera rey de su pueblo,
de Israel. Escucha, pues, ahora lo que te dice Yavé: 2 Así habla Yavé Sebaot: Tengo presente lo que hizo Amalec contra Israel,
cuando le cerró el camino a su salida de Egipto: Ve, pues, ahora, y castiga a
Amalec; 3 y da al anatema cuanto es suyo. No perdones; mata a hombres, mujeres
y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos» 4 Dió, pues, Saúl la orden al pueblo y lo congregó en Telam. Contó doscientos mil infantes y diez mil hombres de
Judá. 5 Avanzó Saúl hasta las ciudades de Amalec y puso una emboscada en el
torrente; 6 y dijo a los quineos: «Id, retiraos,
salid de en medio de Amalec, no sea que os veáis envueltos con él; pues
vosotros tratasteis con benevolencia a los hijos de Israel cuando subían de
Egipto» Retiráronse, pues, de Amalec, los quineos. 7 Saúl batió a Amalec, desde Evila hasta Suf, frente a Egipto. 8 Apresó vivo a Agag, rey de Amalec, y dió al
anatema a todo el pueblo, pasándolo a filo de espada. 9 Pero Saúl y el pueblo
dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los
mejores bueyes, los más gordos y cebados, no dándolos al anatema y destruyendo
solamente lo malo y sin valor.
Saúl,
rechazado por Dios.
10 Yavé
dirigió a Samuel su palabra, diciendo: 11 «Estoy arrepentido de haber hecho rey
a Saúl, pues se aparta de mí y no hace lo que le digo.» Samuel se entristeció y
estuvo clamando a Yavé toda la noche; 12 y levantándose de mañana, para ir al
encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un
monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala.
13 Dirigióse, pues a donde estaba Saúl, y le dijo
Saúl: «Bendito seas de Yavé. He cumplido la orden de Yavé» 14 Samuel le contestó: «¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis
oídos, y ese mugir de bueyes que oigo?» 15 Saúl respondió: «Los han traído de
Amalec, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes,
para los sacrificios de Yavé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema» 16
Samuel dijo entonces a Saúl: «Basta; voy a darte a conocer lo que Yavé me ha
dicho esta noche» Saúl le dijo: «Habla» 17 Samuel dijo: «¿No es verdad que,
hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las
tribus de Israel y te ha ungido Yavé rey sobre Israel? 18 Yavé te dio una
misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalec, y combátelos
hasta exterminarlos. 19 ¿Por qué no has obedecido al mandato de Yavé, y te has
echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yavé?» 20 Saúl contestó a
Samuel: «Yo he obedecido el mandato de Yavé, y he seguido el camino que me
ordenó Yavé, y he traído a Agag, rey de Amalec. 21 El
pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado
al anatema, para sacrificarlos a Yavé, su Dios, en Gálgala.»
22 Pero Samuel repuso: «¿No quiere mejor Yavé la
obediencia a sus mandatos, que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la
obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los
carneros. 03 Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia
como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yavé, El te rechaza también a ti como
rey»
24 Dijo
entonces Saúl a Samuel: «He pecado, traspasando el mandato de Yavé y tus
palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado, 25 y
vuélvete conmigo para adorar a Yavé» 26 Samuel le contestó: «No me volveré
contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yavé, y Yavé te rechaza a ti para
que no reines en Israel» 27 Volvióse Samuel para
irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió; 28 y le dijo
Samuel: «Hoy ha roto Yavé de sobre ti el reinó, para entregárselo a otro mejor
que tú; 29 y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no
es un hombre para que se arrepienta» 30 Saúl dijo: «He pecado; pero hónrame
ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de
Israel, y ven conmigo a adorar a Yavé, tu Dios» 31 Volvióse Samuel y siguió a Saúl, y éste adoró a Yavé. 32 Samuel dijo: «Traedme a Agag, rey de Amalec»; y Agag se
acercó a él con rostro complaciente, diciendo: «Seguramente se apartó la amarga
muerte» 33 Samuel repuso: «Así como a tantas madres privó tu espada de hijos,
así será entre las mujeres tu madre privada de su hijo» Y destrozó a Agag ante Yavé, en Gálgala. 34 Partióse Samuel para Rama, y Saúl subió a su casa de Gueba
de Saúl. 35 No volvió Samuel a ver a Saúl hasta el día de su muerte.
TERCERA
PARTE
SAÚL Y
DAVID
16
Unción
de David.
1 Dijo
Yavé a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar tú llorando
sobre Saúl, a quien he rechazado yo para que no reine más sobre Israel? Llena
tu cuerno de óleo, y ve; te envío a casa de Isaí de Belén, pues he visto un rey
de Israel entre sus hijos» 2 «¿Cómo voy a ir? —
contestó Samuel —; lo sabrá Saúl y me matará». Yavé le dijo: «Lleva contigo una
ternera, y dirás: He venido para ofrecer a Yavé un sacrificio. 3 Invitarás al
sacrificio a Isaí, y ya te indicaré yo luego lo que has de hacer, ungiendo al
que yo te señale» 4 Hizo Samuel lo que le mandaba Yavé, y llegó a Belén. Los
ancianos acudieron inquietos a él y le dijeron: «¿Tu
llegada es para bien?» 8 El contestó: «Sí, he venido
para ofrecer un sacrificio a Yavé. Santificaos y venid conmigo al sacrificio».
Santificó a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio. 6 Cuando se
presentaron ante él, al ver a Eliab, se dijo Samuel:
«Seguramente se halla ante Yavé su ungido.» 7 Pero Yavé dijo a Samuel: «No
tengas en cuenta su figura y su gran talla, que yo le he descartado. No ve Dios
como el hombre; el hombre ve la figura, pero Yavé mira el corazón» 8 Isaí llamó
a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel. Samuel dijo:
«Tampoco es éste el que ha elegido Yavé» 9 Hizo Isaí pasar a Sama, y Samuel
dijo: «Tampoco éste es el que ha elegido Yavé» 10 Isaí hizo pasar ante Samuel a
sus siete hijos, y Samuel le dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yavé» 11
Preguntó entonces Samuel: « ¿Son éstos todos tus hijos?» Y él le respondió:
«Queda el más pequeño, que está apacentando las ovejas» Samuel le dijo: «Manda
a buscarle, pues no nos sentaremos a comer mientras no venga él» 12 Isaí mandó
a buscarle. Era rubio, de hermosos ojos y muy bella presencia. Yavé dijo a
Samuel: «Levántate y úngele, pues ése es» 13 Samuel, tomando el cuerno de óleo,
le ungió a la vista de sus hermanos: y desde aquel momento en lo sucesivo, vino
sobre David el espíritu de Yavé. Samuel se levantó y se volvió a Rama.
David,
al servicio de Saúl.
14 El
espíritu de Yavé se retiró de Saúl, y le turbaba un mal espíritu mandado de
Yavé. 15 Y dijeron a Saúl sus servidores: «Te ves turbado por un mal espíritu
de Dios; 18 permite, señor, que tus siervos te digan que se busque a un diestro
tañedor de arpa, que cuando se apodere de y el mal espíritu de Dios, la toque
ti halles alivio» 17 Saúl les dijo: «Buscadme, pues, un buen músico, y
traédmelo» 18 Tomando uno de los servidores la palabra, dijo: «Yo he visto a un
hijo de Isaí, de Belén, que sabe tocar el arpa. Es hombre fuerte y valiente,
hombre de guerra y discreto en el hablar, y está Yavé con él» 19 Saúl envió
mensajeros a casa de Isaí, para decirle: «Mándame a David, tu hijo, el que está
con las ovejas» 20 Isaí tomó un omer de pan, un odre
de vino y un cabrito, y se lo mandó a Saúl por David, su hijo. 21 Llegado a
casa de Saúl, David se presentó a él. Saúl le cogió cariño y le hizo escudero
suyo. 22 Saúl dijo a Isaí: «Que se quede, te ruego, conmigo David, a mi
servicio, pues ha hallado gracia a mis ojos» 23 Cuando el mal espíritu de Dios
se apoderaba de Saúl, David cogía el arpa, la tocaba, y Saúl se calmaba y se
ponía mejor, y el espíritu malo se alejaba de él.
17
El
gigante Goliat.
1 Los
filisteos, juntando sus tropas para hacer la guerra, se reunieron en Soco, que
pertenece a Judá. Acamparon entre Soco y Azeca, en
Efes Damim. 2 Reuniéronse también Saúl y los hombres de Israel, y vinieron al valle del Terebinto, y pusiéronse allí en orden de batalla contra los filisteos. 8
Estaban éstos acampados en un monte y los de Israel en un monte opuesto,
mediando entre ellos el valle, que los separaba. 4 Salió al medio, de las filas
de los filisteos, un hombre llamado Goliat, de Gat,
que tenía de talla seis codos y un palmo. Cubría su cabeza un casco de bronce y
llevaba una coraza escamada, de bronce también, de cinco mil siclos de peso. 6
A los pies llevaba botas de bronce, y a las espaldas un escudo, también de
bronce. 7 El asta de su lanza era como el enjullo de
un telar, y la punta de la lanza, de hierro, pesaba seiscientos siclos. Delante
de él iba su escudero. 8 Goliat se paró, y dirigiéndose a las tropas de Israel,
ordenadas en batalla, les gritó: «¿Para qué os habéis
puesto en orden de batalla? ¿No soy yo un filisteo y vosotros siervos de Saúl?
Elegid un hombre que baje a pelear conmigo. 9 Si en la lucha me vence, que me
mate y os quedaremos sujetos; pero si soy yo el que le venzo y le mato a él,
seréis vosotros los que nos quedaréis sujetos y nos serviréis» 10 El filisteo
añadió: «Yo arrojo hoy este reto al ejército de Israel. Dadme un hombre y
lucharemos». Al oír las palabras del filisteo, 11 Saúl y todo Israel se
asombraron y se llenaron de miedo.
Mata
David al gigante
12
David era hijo de un efrateo, de Belén de Judá, que tenía ocho hijos, llamado
Isaí, y era al tiempo de Saúl uno de los hombres más ancianos. 13 Los tres
hijos mayores de Isaí habían salido para la guerra, y se llamaban el mayor Eliab, el segundo Abinadab, y
Sama el tercero. 14 David era el menor; y cuando las tropas marcharon tras de
Saúl, 15 David iba y venía y apacentaba las ovejas de su padre en Belén. 16 El
filisteo salía de su campo mañana y tarde, y estuvo haciendo así por cuarenta
días. 17 Isaí dijo a David, su hijo: «Toma ese efá de
trigo tostado y esos diez panes, y corre al campamento donde están tus
hermanos; 18 lleva también esos diez requesones, para el jefe de su millar.
Visitas a tus hermanos para ver cómo están, y les preguntas si quieren algo» 19
Saúl, ellos y todos los hombres de Israel, estaban en el valle del Terebinto,
en campaña contra los filisteos.
20
David se levantó de madrugada; y dejando las ovejas al cuidado de un pastor, se
fue cargado de lo que le mandara Isaí. 21 Llegó al campamento cuando el
ejército salía a ordenarse en batalla, lanzando sus gritos de guerra. 22
Israelitas y filisteos se ordenaban en batalla, ejército contra ejército. David
dejó los objetos que traía, en mano de un guardia del bagaje, y corrió hacia
las filas del ejército. En cuanto llegó, preguntó a sus hermanos cómo estaban;
23 pero mientras hablaba con ellos, el filisteo de Gat, Goliat de nombre, salió de las filas de los filisteos
y se puso a decir lo de los otros días, oyéndolo David. 24 En viendo a aquél,
todos los hombres de Israel se retiraron ante él, temblando de miedo. 25 Decíanse unos a otros: «¿Veis a
ese hombre que avanza? Viene a desafiar a Israel. Al que le mate le colmará el
rey de riquezas, le dará su hija por mujer y eximirá de tributos la casa de su
padre. »
26
David preguntó a los que tenía cerca: «¿Qué darán al
que mate a ese filisteo y arranque a Israel la afrenta? ¿Quién es ese filisteo,
ese incircunciso, para insultar así al ejército del Dios vivo?» 27 La gente le
repitió las mismas palabras, diciendo: «Esto es lo que harán al que le mate.»
28 Eliab, su hermano, que había oído hablar a
aquellos hombres, se encendió en cólera contra David, y le dijo: «¿Para qué has bajado y a quién has dejado tu rebañito en el
desierto? Conozco tu orgullo y la malicia de tu corazón. Para ver la batalla
has bajado tú.» 29 David le contestó: «¿Qué he hecho?
Sencillamente hablar una palabra» 30 Y apartándose de él se dirigió a otro,
haciéndole la misma pregunta, y recibió la misma respuesta.
31 Los
que habían oído las palabras de David se las repitieron a Saúl, que le mandó
venir. 32 David dijo a Saúl: «Que no desfallezca el corazón de mi señor, por el
filisteo ése. Tu siervo irá a luchar contra él» 33 Saúl le dijo: «Tú no puedes
ir a batirte con ese filisteo; eres todavía un niño, y él es hombre de guerra
desde su juventud» 34 David dijo a Saúl: «Cuando tu siervo apacentaba las
ovejas de su padre, y venía un león o un oso, y se llevaba una oveja del
rebaño, 35 yo le perseguía, le golpeaba y le arrancaba de la boca la oveja; y
si se volvía contra mí, le agarraba por la mandíbula, le hería y le mataba. 38
Tu siervo ha matado leones y osos; y ese filisteo, ese incircunciso, será como
uno de ellos, pues ha insultado al ejército del Dios vivo» 37 Y añadió: «Yavé,
que me libró del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo»
Saúl entonces le dijo: «Ve, y que Yavé sea contigo»
38 Saúl
hizo que vistieran a David sus ropas, púsole sobre la
cabeza un casco de bronce y le cubrió de una coraza. 39 Después David se ciñó
la espada de Saúl sobre sus ropas y probó de andar, pues nunca había ensayado
la armadura; y dijo a Saúl: «No puedo andar con estas armas, no estoy
acostumbrado»: y deshaciéndose de ellas, 40 cogió su cayado, eligió en el
torrente cinco chinarros bien lisos y los metió en su zurrón de pastor; y con
la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. 41 El filisteo, se acercó poco a
poco a David, precedido de su escudero. 42 Miró, vió a David, y le despreció por muy joven, de blondo y bello rostro. 43 Díjole,
pues: «¿Crees que soy yo un perro, para venir contra
mí con un cayado?» «No — contestó David — , eres
todavía peor que un perro» 44 Maldíjole el filisteo
por sus dioses, y añadió: «Ven, que dé tus carnes a las aves del cielo y a las
bestias del campo» 45 David respondió al filisteo: «Tú vienes contra mí con
espada y lanza y venablo, pero yo voy contra ti en el nombre de Yavé Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has
insultado. 46 Hoy te entregará Yavé en mis manos; yo te heriré, te cortaré la
cabeza y daré tu cadáver y los del ejército de los filisteos, a las aves del
cielo y a los animales de la tierra; y sabrá así toda la tierra que Israel
tiene un Dios, 47 y sabrán todos éstos que no por la espada ni por la lanza
salva Yavé, porque él es el Señor de la guerra, y os entregará en nuestras
manos» 48 El filisteo se levantó, se puso en marcha y avanzó hacia David. David
echó a correr a lo largo del frente del ejército, para ir al encuentro del
filisteo; 49 metió la mano en su zurrón, sacó de él un chinarro y lo lanzó con
la honda. El chinarro se clavó en la frente del filisteo, y éste cayó de bruces
a tierra. 60 Así David, con una honda y una piedra, venció al filisteo y le
hirió de muerte. 51 Corrió, parándose ante el filisteo; y no teniendo espada a
la mano, cogió la de él, sacándola de la vaina, le mató y le cortó la cabeza.
Viendo los filisteos muerto a su campeón, pusiéronse en fuga, y los hombres de Israel, levantándose, y lanzando los gritos de
guerra, persiguieron a los filisteos, hasta la entrada de Gat,
y hasta las puertas de Acarón y cayeron filisteos en
el camino de Saraim hasta Gat y Acarón.
83 A la
vuelta de la persecución de los filisteos, los hombres de Israel saquearon su
campamento. 84 David cogió la cabeza y las armas del filisteo, y tiempo después
llevó a Jerusalén la cabeza, y las armas las puso en el tabernáculo. 66 Cuando
Saúl había visto a David avanzar contra el filisteo, dijo a Abner, el jefe de
su ejército: «¿De quién es hijo ese joven, Abner?»
Abner respondió: 69 «Por tu vida que no lo sé, oh rey». Y el rey le dijo:
«Infórmate, pues, a ver de quién es hijo» 67 De vuelta David de la muerte del
filisteo, Abner le cogió, y le llevó ante Saúl, teniendo todavía en la mano la
cabeza del filisteo. 58 Saúl le preguntó: «¿De quién
eres hijo, mozo?» Y David le contestó: «Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén»
18
Amistad
más que fraternal entre David y Jonatán
1
Cuando hubo acabado David de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se apegó a la
de David, y le amó Jonatán como a sí mismo. 2 Aquel día tomó Saúl a David, y no
le dejó que se fuera a la casa de su padre. 3 Jonatán hizo pacto con David,
pues le amaba como a su alma, 4 y quitándose el manto que llevaba, se lo puso a
David, así como sus arreos militares, su espada, su arco y su cinturón. 5 David
salía a combatir donde le mandaba Saúl, y siempre procedía con acierto. Saúl le
puso al mando de hombres de guerra, y toda la gente estaba contenta con él, aun
los servidores de Saúl.
Enemiga
de Saúl contra David.
6
Cuando hicieron su entrada, después de haber muerto David al filisteo, salían
las mujeres de todas las ciudades de Israel, cantando y danzando delante del
rey Saúl con tímpanos y triángulos alegremente, 7 y alternando, cantaban las
mujeres en coro:
«Saúl
mató sus mil,
Y David
sus diez mil»
8 Saúl
se irritó mucho, y esto le desagradó, pues decía: «Dan diez mil a David, y a mí
mil: nada le falta, si no es el reino» 9 Desde entonces miraba Saúl a David con
malos ojos.
10 Al
otro día se apoderó de Saúl el mal espíritu, y desvariaba en su casa. David
tocaba el arpa, como otras veces. Tenía Saúl en la mano su lanza, 11 y
blandiéndola, la lanzó contra David, diciendo: «Voy a clavar a David en la
pared» Pero David esquivó el golpe por dos veces. 12 Comenzó Saúl a temer a
David, pues veía que estaba Yavé con éste, mientras que de él se había
apartado. 13 Alejóle de sí, haciéndole jefe de
millar, y David entraba y salía, a la vista de todo el pueblo; 14 en todas sus
empresas se mostró acertado. 15 Vió, pues, Saúl que
era muy precavido, y le temía. 16 Todo Israel y todo Judá amaba a David, que a
su vista entraba y salía. 17 Dijo Saúl a David: «Mira, te daré por mujer a mi
hija mayor, Merob; pero has de mostrarte valiente y
hacer la guerra de Yavé»; pues se decía: «No quiero poner mis manos sobre él,
que le maten las de los filisteos»
18
David respondió a Saúl: «¿Quién soy yo, y qué es mi
vida, qué la casa de mi padre, para que sea yo yerno del rey?» Pero cuando
llegó el tiempo en que Merob, la hija mayor de Saúl,
había de ser entregada a David, se la dió por mujer a Hadriel, de Mejolá. 20
Mico], la otra hija de Saúl, amaba a David; lo supo Saúl, y esto le agradó, 21
pues se decía: «Se la daré para que le sirva de lazo, y le haga caer en las
manos de los filisteos» Dijo, pues, Saúl a David: «Por segunda vez voy a darte
ocasión de ser yerno mío» 22 Al mismo tiempo dio orden a sus servidores,
diciéndoles: «Hablad a David a escondidas de mí, y decidle: El rey te estima, y
todos sus servidores te queremos; haz por ser yerno del rey» 23 Dijéronle a David esto los servidores, y respondió David:
«¿Os parece cosa fácil eso de ser yerno del rey? Yo soy hombre de poco, y de
poca hacienda.» 24 Fuéronle a contar a Saúl sus
servidores lo que decía David, 26 y él les dijo: «Habladle así: No necesita el
rey dote, sólo quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse» Así pensaba
Saúl que caería David en manos de los filisteos.
26
Cuando los servidores dijeron a David las palabras que había dicho Saúl, le
agradó a aquél la condición puesta para ser yerno del rey; 27 y a los pocos
días salió con los que estaban a su mando, y mató a doscientos filisteos,
trayéndose sus prepucios, y entregó al rey el número completo para ser su
yerno. 28 Dióle, pues, Saúl por mujer su hija Micol. Saúl vio claramente que Yavé estaba con David, y que
todo Israel le amaba. 29 Temíale Saúl más y más cada
vez, y fué toda su vida enemigo de David. 30 Los
príncipes de los filisteos hacían incursiones; pero cada vez que salían, David,
por su habilidad, alcanzaba mejor suceso que todos los otros servidores de
Saúl, y su nombre llegó a ser muy celebrado.
19
Intervención
de Jonatán en favor de David.
1
Propuso Saúl a Jonatán y a todos sus servidores matar a David; y Jonatán, hijo
de Saúl, que amaba mucho a David, 2 se lo comunicó a éste, diciéndole: «Saúl,
mi padre, busca matarte. Ponte, pues, en guardia; mañana, por favor, no te
dejes ver y escóndete. 3 Yo saldré con mi padre al campo, a donde tú estés,
hablaré de ti a mi padre, veré qué piensa y te lo comunicaré» 4 Jonatán habló a
su padre en favor de David, diciéndole: «No peque el rey contra su siervo
David, pues él no ha pecado contra ti. Por lo contrario, cuanto hace es para
bien tuyo; 5 ha expuesto su vida, ha derrotado al filisteo, y Yavé ha obrado
por él una gran liberación en todo Israel. Tú lo has visto, y te has alegrado.
¿Por qué, pues, vas a hacerte reo de sangre inocente, haciendo morir a David,
sin culpa suya?» 3 Saúl escuchó a Jonatán, y juró: «|Vive Yavé! No morirá David
7 Jonatán llamó a David y le transmitió estas palabras; le llevó luego a Saúl,
y se quedó David a su servicio, como estaba antes.
David
huye de Saúl.
8 Comenzó
de nuevo la guerra, y David marchó contra los filisteos y les dió la batalla, Infligiéndoles una gran derrota y
poniéndolos en fuga. 9 El espíritu malo de Yavé se apoderó de Saúl: y estando
éste sentado en su casa con la lanza en la mano, mientras tocaba David el arpa,
10 quiso Saúl clavar a David en la pared, pero esquivó éste el golpe, y la
lanza quedó clavada en el muro. Huyó David; 11 aquella roche Saúl mandó gente a
la casa de David para prenderle, y matarle a la mañana; pero Micol, mujer de David, le informó de ello, diciéndole: «Si
no te escapas esta misma noche, mañana mismo te matarán», 12 y le descolgó por
la ventana.
David
huyó, poniéndose en salvo. 13 Micol cogió luego los terafim y los metió en el lecho, puso una piel de cabra en
el lugar de la cabeza, y echó sobre ella una cubierta. 14 Cuando Saúl mandó
gente para prender a David, ella les dijo: «Está malo» 15 Saúl volvió a
mandarlos, para que viesen a David, y les dijo: «Traédmelo en su lecho, para
que lo haga matar» 18 Volvieron ellos, pero hallaron en el lecho los terafim y la piel de cabra en el sitio de la cabeza. 17
Saúl dijo a Micol: «¿Por qué
me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo, para que se ponga en
salvo?» Micol respondió a Saúl: «Me dijo: Déjame ir o
te mato»
18 Así
huyó David y se salvó. Fuése a casa de Samuel, en
Rama, y le contó cuanto le había hecho Saúl. Después se fue con Samuel a
habitar en Nayot, en Rama.
Otra
vez Saúl entre los profetas.
19 Dijéronle a Saúl: «Mira, David está en Nayot,
en Rama» 20 Saúl mandó gente para prenderle, y viendo a la tropa de profetas
profetizando, con Samuel a la cabeza, se apoderó de ellos el espíritu de Yavé,
y pusiéronse ellos también a profetizar. 21 Dieron a
conocer esto a Saúl, y éste mandó nueva gente, y también éstos se pusieron a
profetizar. Por tercera vez envió otros, pero también éstos profetizaron. 22
Entonces fue Saúl en persona a Rama, y al llegar a la gran cisterna que hay en
Soco, preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?» Y le
respondieron: «Están en Nayot de Rama» 12 Dirigióse allá, a Nayot de Rama,
el espíritu de Dios se apoderó de él; e iba profetizando, hasta que llegó a Nayot de Rama; 24 y quitándose sus vestiduras, profetizó él
también ante Samuel, y se estuvo desnudo por tierra todo aquel día y toda la
noche. De ahí el proverbio: «¿También Saúl entre los
profetas?».
20
Alianza
entre David y Jonatán.
1 David
huyó de Nayot de Rama, y fue a ver a Jonatán, y le
dijo: «¿Qué he hecho yo? ¿Qué crimen he cometido
contra tu padre, para que de muerte me persiga?» 2 Jonatán le dijo: «No, no
será así, no morirás. ¿Había de celarme a mí eso mi padre? No hace mi padre
cosa alguna, ni grande ni pequeña, sin dármela a conocer. ¿Por qué había de ocultarme
ésta? No hay nada de eso» 3 Y juró nuevamente a David. Pero éste dijo: «Sabe
muy bien tu padre que me quieres, y se habrá dicho: Que no lo sepa Jonatán, no
vaya a darle pena; pero por Dios y por tu vida, que no hay más que un paso
entre mí y la muerte» 4 Jonatán dijo a David: «Di qué quieres que haga, que yo
haré cuanto me pidas» David le respondió: «Mañana es el novilunio, y yo debería
sentarme junto el rey en el convite. 6 Me iré, y me ocultaré en el campo, hasta
la tarde del tercero día. 6 Si tu padre advierte mi ausencia, le dices: David
me rogó que le permitiera ir de una escapada a Belén, su ciudad, porque se
celebra el sacrificio anual de toda la familia» 7 Si contesta: «Bien está»,
será que a tu siervo no le amenaza mal ninguno, pero si se enfurece, sabrás que
tiene resuelta mi pérdida. Hazme, pues, ese favor, ya que hemos hecho entre los
dos alianza por el nombre de Yavé. Si algún crimen hay en mí, quítame tú mismo
la vida. ¿Para qué llevarme a tu padre?»
Jonatán
le dijo: «Lejos de ti ese pensamiento; pero si llego a saber que verdaderamente
mi padre tiene resuelta tu perdición, te lo daré a conocer, te lo juro»
Preguntó David a Jonatán: «¿Y quién me va a informar
de la cosa, y de si tu padre decide algo contra mí?» Jonatán le contestó: «Ven,
vamos al campo» Jonatán dijo allí a David: «Por Yavé, Dios de Israel, te juro
que yo sondearé a mi padre mañana o pasado mañana. Si la cosa va bien para
David, y no mando quien te informe, que castigue Yavé a Jonatán con todo rigor.
Si mi padre trata de hacerte mal, te informaré también, para que te vayas en
paz, y que te asista Yavé, como asistió antes a mi padre. Si todavía vivo
entonces, usa conmigo de la bondad de Yavé; y si he muerto, no dejes de usarla
jamás con mi casa; y cuando Yavé haya arrancado de la tierra a todos los
enemigos de David, persista la alianza de Jonatán con la casa de David, y
vengue Yavé a David de todos sus enemigos»
Jonatán
juró una vez más a David por el grande amor que le tenía, pues le amaba como a
su propia vida. 18 Dijo Jonatán: «Mañana es el novilunio; se notará que está
vacío tu asiento; 19 al tercer día se notará más; vienes y te escondes en el
mismo lugar donde te esconderás mañana, junto a esa piedra. 20 Yo lanzaré tres
flechas hacia allá, como si tirara al blanco, y mandaré al mozo que vaya a
buscarlas. 21 Si le digo: «Mira, las flechas están más acá de ti, cógelas;
entonces vienes, que es señal de que las cosas van bien para ti, y no hay nada
que temer, vive Yavé. 22 Pero si le digo: Mira, las flechas están más allá de
ti, entonces vete, porque es que Yavé quiere que te vayas. 23 En cuanto a lo
que uno a otro nos hemos prometido, Yavé es testigo entre los dos»
24
David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey asistió a la comida
del festín. 24 Sentóse en su sitio, como de
costumbre, en la silla cercana a la pared. Jonatán se sentó enfrente, y Abner
al lado de Saúl, pero la silla de David estaba vacía. 26 Saúl nada dijo aquel
día, pensando que algo le habría pasado, y que se habría contaminado: «Seguramente
es eso, que no estará puro», se dijo. 27 Al siguiente día, segundo del
novilunio, la silla de David estaba también vacía, y Saúl preguntó a Jonatán: «¿Cómo el hijo de Isaí no ha venido a comer ni ayer ni hoy?»
28 Jonatán contestó a Saúl: «David me pidió poder ir con premura a Belén. Me
dijo: Te ruego que me des permiso para ir, pues tenemos mañana en la ciudad un
sacrificio de familia, y mi hermano me ha convocado. Si, pues, he hallado
gracia a tus ojos, permíteme que vaya de una escapada, a ver a mis hermanos.
Esta es la causa de que no haya venido a sentarse a la mesa del rey»
30
Entonces se encendió en cólera Saúl contra Jonatán y le increpó: «¡Hijo perverso y contumaz! ¿No sé yo bien que tú prefieres
al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre? 31
Pues mientras el hijo de Isaí viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para
ti ni para tu reino. Manda, pues, a prenderle, y tráemele, porque hijo es de la
muerte» 32 Jonatán respondió a Saúl, su padre, diciéndole: «¿Por
qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?» 33 Saúl blandió contra él su lanza, para
herirle. Comprendió Jonatán que su padre estaba enteramente resuelto a hacer
morir a David. 34 Levantóse, pues, de la mesa muy enojado, y no asistió a la comida del segundo día del novilunio,
por estar muy apenado por David y haberle ofendido su padre.
35 Al
siguiente día por la mañana, salió Jonatán al campo, como había convenido con
David, acompañado de un mozo, 36 a quien dijo: «Corre a cogerme las flechas que
tiro» Corrió el mozo, y Jonatán entretanto disparó otra flecha, de modo que
pasase más allá de él. 37 Cuando el mozo llegaba al lugar donde estaba la
flecha que Jonatán había tirado, éste le gritó: «La flecha está más allá de
ti», 38 y siguió diciendo, como si al mozo se dirigiera: «Pronto, date prisa,
no te detengas.» El mozo de Jonatán recogió la flecha, y se vino a donde estaba
su señor. 39 Nada sabía el mozo. Sólo Jonatán y David lo entendían. 40 Jonatán dió sus armas al mozo que le acompañaba, y le dijo: «Anda,
llévalas a la ciudad.» 41 Ido el mozo, se alzó David de junto a la piedra, y echóse cara a tierra por tres veces. Después ambos se
abrazaron y lloraron, derramando David muchas lágrimas. 42 Jonatán dijo a
David: «Vete en paz, ya que uno a otro nos hemos jurado, en nombre de Yavé, que
él estará entre tú y yo y entre mi descendencia y la tuya, para siempre» 43
David se levantó y se fue; y Jonatán se volvió a la ciudad.
21
David
en Nob.
1 David
se levantó y se fue, y Jonatán se volvió a la ciudad. 2 Llegó David a Nob, donde estaba Ajimelec,
sacerdote, que le salió asustado al encuentro, y le dijo: ¿Cómo vienes tú solo,
sin que nadie te acompañe?» 3 David le respondió: «Me ha dado el rey una orden,
y me ha dicho: Que nadie sepa nada del asunto por qué te he enviado, ni de la
orden que te he dado. A los mozos les he dicho que se reúnan en tal lugar. 4
Mira, pues, lo que tienes a mano, y dame cinco panes, o lo que encuentres» 5 El
sacerdote respondió a David: «No tengo a mano pan del ordinario; pero hay pan
santo, siempre que tus mozos se hayan abstenido de trato con mujeres» 6 David
le contestó: «Ciertamente las mujeres nos han estado veladas desde anteayer
cuando salí, y los cuerpos de los mozos están santos incluso en expediciones
profanas, ¡cuánto más estarán hoy santificados corporalmente!» 7 Dióle entonces el sacerdote pan del santo, por no tener más
que panes de los de la proposición, de los que habían sido retirados de la
presencia de Yavé, para poner los panes salientes el día en que fueran tomados
8
Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl retenido en el santuario, y
de nombre Doeg, edomita, jefe de los cursores de
Saúl. 9 Preguntó David a Ajimelec: «¿Tienes
a mano una lanza o una espada?, pues no he traído mis armas, porque urgía la
orden del rey» 9 El sacerdote respondió: «Ahí está la espada de Goliat, el
filisteo, que tú mataste en el valle del Terebinto. Allí la tienes envuelta en
un paño, detrás del efod; si ésa quieres, cógela, pues otra no hay. David le
dijo: «Ninguna mejor, dámela»
David
en Gat.
10 Levantóse, pues, David, y huyendo de Saúl, se encaminó
aquel mismo día a Aquis, rey de Gat.
11 Los servidores de Aquis dijeron a éste: «Ahí está
David, rey de la tierra; aquel de quien cantaban: Mató Saúl sus mil, pero David
sus diez mil» 12 David comprendió lo que aquellas palabras encerraban, y
temiendo mucho de Aquis, rey de Gat,
13 fingió haber perdido la razón, y hacía entre ellos el loco; hacía que tocaba
el tambor en las puertas y dejaba caer la saliva sobre su barba. 14 Aquis dijo a sus servidores: «¿No
veis que ese hombre está loco? ¿Para qué me lo habéis traído? 18 ¿Me faltan a
mí locos, y me traéis a ése para que vea sus locuras? ¿Voy a tenerlo yo en mi
casa?»
22
1 Partióse de allí David, y huyó a la caverna de Odolam. Al saberlo sus hermanos y toda la casa de su padre
bajaron a él, 2 y todos los perseguidos, los endeudados y descontentos, se le
unieron, llegando así a mandar a unos cuatrocientos hombres. 3 De allí fuése David a Masfa, en tierra de Moab,
y dijo al rey de Moab: «Te ruego que acojas entre
vosotros a mi padre y a mi madre, hasta que yo sepa lo que de mí hará Dios» 4 Y
trajo a su padre y a su madre al rey de Moab, y allí
con él habitaron, mientras estuvo David en la fortaleza. 5 El profeta Gad dijo a David: «No residas en el fortín, sino que
disponte a ir a tierra de Judá» Marchóse pues David y
se fue al bosque de Jaret.
Da Saúl
muerte de los sacerdotes de Nob.
6 Supo
Saúl que David y los suyos habían sido vistos, y estando en Gueba en al alto,
bajo el Tamarind, con la lanza en la mano, y rodeado
de todos sus servidores, 7 les dijo Saúl: «Escuchad, benjaminitas:
¿Va a daros también a vosotros el hijo de Isaí campos y viñas, y va a haceros a
todos jefes de mil y jefes de ciento, 8 para que así todos os hayáis conjurado
contra mí, y no haya nadie que me informe de que mi hijo se ha ligado con el
hijo de Isaí, y nadie de vosotros se duela de mí y me advierta que mi hijo ha
sublevado contra mí a un servidor mío, para que me tienda asechanzas, como está
haciendo?» 9 Doeg, el edomita, que estaba entre los
servidores de Saúl, respondió: «Yo he visto al hijo de Isaí en Nob, con Ajimelec, hijo de Ajitob. 10 Ajimelec consultó por
él a Yavé, y le dio víveres y la espada de Goliat, el filisteo»
11 El
rey hizo llamar a Ajimelec, sacerdote, hijo de Ajitob y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que
había en Nob, y todos vinieron al rey, 12 que dijo: «¿Oyes, hijo de Ajitob?», y éste
contestó: «Aquí me tienes, mi señor» 13 Y añadió Saúl: «¿Por qué os habéis
ligado contra mi, tú y el hijo de Isaí? Tú le has
dado pan y una espada, y consultaste por él a Yavé, para que él se sublevara
contra mí, y me tendiera emboscadas, como lo está haciendo.» 14 Ajimelec respondió al rey: «¿Quién
de entre todos tus servidores, como David, de una probada fidelidad, yerno del
rey, admitido a sus consejos y tan honrado por toda tu casa? 15 ¿Es acaso ese
día el primero en que he consultado yo a Yavé por él? Lejos de mí semejante
cosa. No me haga el rey cargos, que pesarían sobre toda la casa de mi padre,
pues tu siervo no sabe nada de todo eso, ni poco ni mucho» 16 El rey le dijo:
«Vas a morir, Ajimelec, tú y toda la casa de tu
padre»; 17 y mandó a los guardias que tenía cerca: «Volveos y dad muerte a los
sacerdotes de Yavé, pues han dado mano a David, y sabiendo bien que huía, no me
informaron de ello»
Los
guardias del rey no quisieron poner su mano sobre los sacerdotes de Yave; 18 y entonces dijo el rey a Doeg,
edomita: «Vuélvete y mata a los sacerdotes» Y Doeg,
edomita, se volvió, y él mató aquel día a los sacerdotes: ochenta y cinco
hombres de los que vestían efod de lino. 19 Saúl pasó también a cuchillo a Nob, ciudad sacerdotal; hombres y mujeres, niños, hasta los
de pecho, bueyes, asnos y ovejas; todos fueron pasados a cuchillo. 20 Un hijo
de Ajimelec, hijo de Ajitob,
pudo escapar. Llamábase Abiatar;
fue a refugiarse a David, 21 y le dio la noticia de que Saúl había matado a los
sacerdotes de Yavé. 22 David dijo a Abiatar: «Ya
pensé yo aquel día que Doeg, edomila,
que estaba en Nob, no dejaría de informar a Saúl. Soy
yo la causa de la muerte de toda la casa de tu padre. 23 Quédate conmigo y nada
temas, que quien a ti te persigue es quien me persigue a mí, y aquí estarás
bien guardado.»
23
Libra
David a Queila.
1
Vinieron a decirle a David que los filisteos estaban atacando a Queila, y habían saqueado las eras; 2 y David consultó a
Yavé, preguntando: «¿Iré a batir a los filisteos?» Y
Yavé respondió; «Ve, batirás a los filisteos y liberarás a Queila»
3 Pero la gente de David le dijo: «Aquí en Judá tenemos que guardarnos; ¿qué
será si vamos a Queila contra las tropas de los
filisteos?» 4 Consultó David otra vez a Yavé, y Yavé le respondió: «Álzate y
baja a Queila, pues te he dado los filisteos en tus
manos» 6 Fué, pues, David a Queila con su gente, y atacó a los filisteos, los puso en fuga apoderándose de su
ganado, y haciéndolos experimentar una gran derrota, liberando así a los habitantes
de Queila. 6 Abiatar, hijo
de Ajimelec, que se había acogido a David, bajó con
él a Queila, llevando consigo el efod.
Saúl,
en persecución de David,
7
Cuando Saúl supo que David había ido a Queila, se
dijo: «Dios me lo entrega, pues ha ido a encerrarse en una ciudad que tiene
puertas y cerrojos» 8 Saúl reunió al pueblo para la guerra, para bajar a Queila y sitiar en ella a David y a los suyos; pero David
supo el mal designio que contra él tramaba Saúl, y dijo al sacerdote Abiatar: «Trae el efod»; 10 y luego preguntó: «Yavé, Dios
de Israel; tu siervo sabe que Saúl se dispone a venir a Queila,
para destruir la ciudad por causa mía. 11 ¿Será sitiada la ciudad? ¿Bajará
contra ella Saúl, como a tu siervo le han dicho? Yavé, Dios de Israel, dígnate
descubrírselo a tu siervo.» Y Yave respondió:
«Bajará.» 12 Volvió a preguntar David: «Los habitantes de Queila,
¿me entregarán a mí y a los míos en manos de Saúl?» Y Yave respondió: «Te entregarán» 13 Entonces se levantó David con su gente, unos
seiscientos hombres; y saliendo de Queila, iban y
venían a la ventura. Informado de que David había salido de Queila,
suspendió Saúl su marcha.
14
David andaba por el desierto, acogiéndose a los lugares fuertes, y se
estableció en la montaña del desierto de Zif. 15 Saúl
no dejaba de perseguirle constantemente, pero Dios no le puso en sus manos.
Mientras andaba David por el desierto, temió, por saber que Saúl se había
puesto en campaña para quitarle la vida; y estando en el desierto de Zif, en Jaresa, 16 fue en su
busca Jonatán, hijo de Saúl, a Jaresa, y le animó
diciéndole:17 «Nada temas, pues la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará. Tú
reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Saúl, mi padre, lo sabe muy bien»
18 Renovaron ambos su pacto ante Yavé, y quedándose David en Jaresa, Jonatán sé volvió a casa.
19 Los
de Zif habían ido a Gueba a decir a Saúl: «David está
escondido entre nosotros en los lugares fuertes, en Jaresa,
en la colina de Ajila, que está al mediodía del desierto. 20 Baja, pues, ¡oh
rey!, como estás deseándolo, que ponerle en tus manos es cosa nuestra» 21 Saúl
les dijo: «Bendígaos Yavé, por haberos dolido de mi
suerte. 22 Pero id, os ruego, y observad mejor todavía por dónde anda, inquirid
y ved cuáles son sus andanzas y quién le ha visto; porque, según me han dicho,
es muy astuto. 23 Examinad y reconoced todos los escondrijos donde se oculta, y
volved luego a mí con informes exactos; y entonces iré con vosotros, y si allí
está, yo le descubriré entre todas las familias de Judá» 24 Fuéronse,
pues, otra vez a Zif, precediendo a Saúl; pero David
con los suyos se había retirado al desierto de Maón,
al mediodía, al desierto.
225 Saúl
salió con su gente en busca de David; y habiéndolo sabido éste, bajó de la
colina, quedándose en el desierto de Maón. 26
Informado de ello Saúl, fué en persecución de David
al desierto de Maón. Marchaba él por un lado de la
colina, y David y sus gentes por el opuesto lado. Mientras se apresuraba David,
para escapar de Saúl, y éste y sus gentes perseguían a David y los suyos para
apoderarse de ellos, 27 vino un mensajero a decir al rey: «Apresúrate, pues los
filisteos han invadido la tierra»; 28 y Saúl hubo de desistir de perseguir a
David, para salir al encuentro de los filisteos. Por eso se llama todavía hoy
aquel lugar Roca de la Separación.
24
David,
en la caverna de Engadi. Respeta la vida de Saúl,
teniéndola en su mano
1 Subió
David, y se estableció en los lugares fuertes de Engadi.
2 De vuelta Saúl de perseguir a los filisteos, supo que David estaba en el
desierto de Engadi, y tomando Saúl tres mil hombres
escogidos de entre todo Israel, iba en busca de. David y los suyos por el
roquedo de Jealim: 4 y llegado a unos rediles que
había junto al camino, entró en una caverna que allí había, para hacer una
necesidad. David y sus gentes estaban en el fondo de la caverna, 5 y los
hombres de David decían a éste: «Ahí tienes el día que Yavé te anunció,
diciéndote que entregaría a tu enemigo en tus manos; trátale como bien te
parezca» David se levantó, y acercándose calladamente, cortó la orla del manto
de Saúl. 6 Luego le latía fuerte el corazón, por haber cortado la orla del
manto de Saúl; 7 y dijo a sus hombres: «Líbreme Yavé de hacer cosa tal contra
mi señor, el ungido de Yavé; poner mi mano sobre el que es ungido de Yavé».
8
Reprimió David con sus palabras a los suyos, y no dejó que se echasen sobre
Saúl. Levantóse luego Saúl para proseguir su camino;
9 y entonces se levantó también David, y saliendo de la caverna, se puso a
gritarle: «Oh rey, mi señor!» Saúl miró atrás, y David
se echó rostro a tierra, prosternándose; 10 y dijo
luego a Saúl: «¿Por qué escuchas lo que te dicen
algunos, de que yo pretendo tu mal? 11 Hoy ven tus ojos cómo Yavé te ha puesto
en mis manos en la caverna. Decíanme que te matara,
pero yo te he preservado, diciéndome: «No pondré yo mi mano sobre mi señor, que
es el ungido de Yavé. 12 ¡Mira, padre mío, mira! En mi mano tengo la orla de tu
manto. Yo la he cortado con mi mano, y cuando no te he matado, reconoce y
comprende que no hay en mí ni maldad ni rebeldía, y que no he pecado contra ti.
Tú, por el contrario, andas a la caza de mi vida, para quitármela. 13 Que
juzgue Yavé entre tú y yo, y sea Yavé el que me vengue, que yo no pondré mi
mano sobre el ungido de Yavé. 14 De los malos, la malicia, dice el proverbio,
pero yo no pondré nunca mi mano sobre ti. 15 ¿Y contra quien se ha puesto en
marcha el rey de Israel? ¿A quién persigues? a un perro muerto, a una pulga. 16
Juzgue y pronuncie Yavé entre tú y yo. Que él vea, que él tome mi causa, y que
su sentencia me libre de tus manos»
17
Cuando hubo acabado de hablar David, dijo Saúl: «¿Eres
tú, hijo mío, David?» Y alzando la voz se puso a llorar, y dijo: 18 «Mejor eres
tú que yo, pues tú me has hecho bien y yo te pago con mal. 19 Tú has probado
hoy que obras benévolamente conmigo, pues que Yavé me ha puesto en tus manos y
tú no me has matado. 20 ¿Quién es el que se encuentra con su enemigo y le deja
seguir en paz su camino? Que Yavé te pague lo que conmigo has hecho hoy. 21
Bien sé ya que tú reinarás, y que la realeza de Israel se afirmará en tus
manos. 22 Júrame, pues, por Yavé, que no destruirás a mi descendencia después
de mí, y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre» 23 David se lo juró
a Saúl, y éste se volvió a su casa, y David y sus hombres subieron a un lugar
fuerte.
25
El
episodio de Nabal.
1 En
tanto murió Samuel, y todo Israel se reunió para llorarle, y fue sepultado en
su ciudad, en Rama. David bajó al desierto de Farán.
2 Había en Maón un hombre muy rico, cuyos bienes
estaban en el Carmel; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba en el Carmel
para el esquileo de sus ovejas. 3 Llamábase el hombre
Nabal, y su mujer Abigail; era una mujer de mucho entendimiento y muy hermosa,
mientras que él era un hombre duro y malo; era del linaje de Caleb. 4 Supo
David en el desierto que Nabal estaba de esquileo, 5 y le mandó diez mozos, a
los que dijo: «Subid al Carmel e id en busca de Nabal; y después de saludarle
de mi parte, 6 le habláis de esta manera: «Vivas muchos años; la paz sea
contigo, con tu casa, y con cuanto tienes. 7 He sabido que estás de esquileo.
Pues bien, tus pastores han estado tiempo con nosotros; nunca les hemos hecho
ningún mal, ni les ha faltado nada del ganado mientras han estado en el
desierto. 8 Pregúntales a ellos y te lo dirán. Que hallen, pues, gracia a tus
ojos estos mozos, ya que llegamos en un día de júbilo. Da, pues, a tus siervos
y a tu hijo David lo que halles a mano»
9
Cuando llegaron los hombres de David, y en nombre de éste repitieron todas sus
palabras, se quedaron esperando; 10 pero Nabal les respondió: «¿Quién es David, y quién el hijo de Isaí? Son hoy muchos
los siervos que andan huidos de su señor. ¿Voy a tomar yo mi comida y mi bebida
y el ganado que he matado para mis esquiladores, para dárselo a gente que no sé
de dónde es?» 13 Los servidores de David, dando media vuelta, tomaron el camino
y se tornaron; y una vez llegados, repitieron a David lo que Nabal les había
dicho. Entonces David dijo: «Cíñase cada uno su espada» Ciñéronsela,
y se ciñó también David la suya, y salió con unos cuatrocientos hombres, dejando
doscientos custodiando el bagaje. 14 Uno de los criados de Nabal fue a decirle
a Abigail: «David ha mandado del desierto unos mensajeros a saludar a nuestro
amo, que los ha tratado duramente. 15 Siempre esas gentes se mostraron buenas
con nosotros, y nunca nos molestaron, ni nada nos faltó de nuestros rebaños
cuando estábamos en el campo. 19 Antes nos servían de defensa de noche y de día
todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado. 17 Mira tú lo que
has de hacer, porque la pérdida de nuestro amo y de su casa es segura, y es tan
malo, que no se le puede hablar»
18 En
seguida Abigail cogió doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros ya
compuestos, cinco medidas de trigo tostado, cien atados de uvas pasas y
doscientas masas de higos secos; y haciéndolo cargar todo sobre asnos, 19 dijo
a sus criados: «Pasad vosotros delante, que yo os sigo» Nada dijo a su marido;
20 y cuando montada en su asno bajaba por lo cubierto del monte, se encontró
con David y su gente, que bajaban frente a ella. 21 David se había dicho: «Muy
en vano he guardado yo todo cuanto ese hombre tiene en el desierto, y he hecho
que nada de lo suyo le faltara; me ha pagado mal por bien. 22 Que castigue Dios
a su siervo David, si de aquí al alba queda con vida un solo hombre en todo lo
de Nabal» 23 En cuanto Abigail se dió cuenta de la
presencia de David, bajóse del asno; y echándose ante
David rostro a tierra, 24 se prosternó a sus pies, y le dijo: «Caiga sobre mí,
mi señor, la falta. Deja que te hable tu esclava y escucha sus palabras. 25 No
haga cuenta mi señor de ese malvado de Nabal, porque es lo que su nombre
significa, un necio, y está loco. Yo, mi señor, no vi a los que mi señor envió.
26 Y ahora, mi señor, como vive Yavé y vives tú, que te ha preservado Yavé de derramar
sangre y tomar por tu mano la venganza, ojalá que todos tus enemigos y cuantos
te persiguen sean como Nabal. 27 Ahí tienes este presente, que tu sierva trae a
mi señor; que se reparta entre la gente que sigue a mi señor. 28 Perdona, te
ruego, la falta de tu sierva, pues de cierto Yavé hará a mi señor casa estable,
ya que mi señor combate los combates de Yavé, y no vendrá sobre ti el mal en
todo el tiempo de tu vida. 29 Si alguno se levanta para perseguirte y buscar tu
vida, la vida de mi señor estará atada en el ramillete de los vivos ante Yavé,
tu Dios, y la de tus enemigos será volteada dentro del cabo de la honda. 30
Cuando Yavé haga a mi señor todo el bien que le ha prometido y le haga jefe de
Israel, 31 no sentirá mi señor el remordimiento de haber derramado sangre
inocente y de haberse vengado por su mano. Cuando, pues, Yavé favorezca a mi señor,
acuérdate de tu esclava»
32
David dijo a Abigail: «¡Bendito Yavé, Dios de Israel,
que te ha mandado hoy a nuestro encuentro! 33 ¡Bendita tu sabiduría, y bendita
tú que me has impedido hoy derramar sangre y vengarme por mi mano! 34 De otro
modo, vive Yavé, Dios de Israel, que no me dejó hacer el mal, si tú no te
hubieras apresurado a venir a mi encuentro, que de aquí al alba no le hubiera
quedado a Nabal hombre vivo. 35 David recibió de la mano de Abigail lo que ella
había traído, y le dijo: «Sube en paz a tu casa; te he oído y he acogido tu
petición»
36 Volvióse Abigail a casa de Nabal. Hallábase éste sentado a
un gran banquete, como de rey, y estaba enteramente ebrio. Nada le dijo ella,
ni poco ni mucho, hasta ser de día; 37 pero a la
mañana, cuando ya habla digerido el vino, le contó su mujer lo que había
pasado, y el corazón se le quedó como muerto, como una piedra. 38 Unos diez
días después Yavé hirió a Nabal y murió éste.
David
toma a Abigail por mujer.
39
Cuando supo David la muerte de Nabal, se dijo: -«¡Bendito
Yavé, que ha defendido mi causa contra el ultraje que me hizo Nabal, e impidió
a su siervo hacer el mal! Yavé ha hecho que la maldad de Nabal recayera sobre
su cabeza.» Después mandó mensajeros a Abigail, para proponerla que quería
tomarla por mujer. 40 Llegados a casa de Abigail, en el Carmel, los mensajeros
la hablaron de esta manera: «David nos envía a ti para decirte que quiere
tomarte por mujer» 41 Ella se levantó, y postrándose rostro a tierra, dijo:
«Que tu sierva sea una esclava para lavar los pies a los servidores de mi
señor» 42 Levantóse luego Abigail, y montando sobre
su asno, acompañada de cinco de sus mozas, siguió a los mensajeros de David, y fue
su mujer.
43
David tomó también por mujer a Ajinoam, de Jezrael. Una y otra fueron mujeres de David. 44 Saúl había
dado su hija Micol, mujer de David, a Palti, de Galim, hijo de Lais.
26
Respeta
otra vez David la vida de Saúl teniéndola en sus manos.
1
Vinieron los de Zif a Saúl a Gueba, y le dijeron que
David estaba en la colina de Jaquila, al mediodía del
desierto; 2 y levantándose, bajó al desierto, llevando consigo tres mil hombres
escogidos de Israel, al desierto de Zif, en busca de
David. 3 Acampó sobre la colina de Jaquila, frente al
desierto, junto al camino. David andaba por el desierto. Sabiendo David que
había venido Saúl al desierto en busca suya, 4 mandó espías que le informaran
que Saúl venia por el camino de Queila. 5 Levantóse y fué al campo donde
acampaba Saúl, y exploró el lugar donde dormía con Abner, hijo de Ner, jefe de su ejército. Dormía Saúl en su tienda, en
derredor de la cual acampaba la gente. 6 Dirigiéndose, pues, a Ajimelec, geteo, y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano
de Joab, les dijo: «¿Quién
baja conmigo al campo de Saúl?» Abisai contestó: «Yo
bajaré contigo.»
7
Llegaron David y Abisai, y encontraron a Saúl
durmiendo en su tienda, con la lanza clavada en tierra, junto a la cabecera.
Abner y la gente dormían en torno de la tienda. 8 Abisai dijo a David: «Dios ha entregado hoy en tus manos a tu enemigo. Déjame que
ahora mismo le atraviese con mi lanza, y de un golpe le clave en la tierra, no
tendré que repetir» 9 Pero David le dijo: «No le mates. Quien pusiere su mano
sobre el ungido de Yavé, ¿quedaría impune?»; 10 y añadió: «Tan cierto como vive
Yavé, que si no le hiere él y le llega su día y muere, o muere en la guerra, 11
Yavé me libre de poner la mano sobre su ungido Coge la lanza y el jarro que
está junto a la cabecera, y vámonos». 12 Llevóse David la lanza y el jarro que estaban junto a la cabecera de Saúl, y se fueron.
Nadie los vio, ni se dio nadie cuenta de nada: nadie se despertó, todos
dormían, pues había hecho caer Yavé sobre ellos un profundo sopor.
13 Dad
pasó al otro lado y se puso lejos, sobre la cumbre de una colina, separándoles
largo trecho, 14 y gritó a la gente y a Abner, hijo de Ner: «¡Abner! ¿No contestas?» Abner respondió: «¿Quién eres tú, que así me llamas?» 15 David dijo a Abner: «¿No eres tú un valiente? ¿Quién como tú en Israel? ¿Cómo no
guardas a tu rey y señor? 16 Alguien ha venido a matar al rey, tu señor. Eso no
está bien. Como vive Yavé, que mereces la muerte, por no guardar a tu señor, el
ungido de Yavé. Busca la lanza y el jarro que tenía el rey junto a su cabecera»
17 Saúl conoció la voz de David, y dijo: «¿Eres tú,
hijo mío, David?» David contestó: «Yo soy, ¡oh rey mi señor!» 18 Y añadió: «¿Por qué persigue el rey a su siervo? 19 Si es Yavé quien
te excita contra mí, dale a oler el sacrificio; pero si son hombres, malditos
sean de Yavé, pues me echan ahora de mi puesto en la heredad de Yavé, diciendo:
«Vete a servir a dioses ajenos. 20 Que caiga mi sangre sobre la tierra delante
de Yave; ya que el rey se ha puesto a perseguirme
como se persigue por los montes a una perdiz»
21 Saúl
dijo: «He pecado. Vuelve, David, hijo mío, que yo no te haré ya mal, puesto que
mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. He obrado como un insensato y he
faltado mucho» 22 David respondió: «Aquí tienes tu lanza, rey. Que venga un
mozo a buscarla; 23 Yavé dará a cada uno según su justicia y su fidelidad. Hoy
te ha puesto en mis manos, y yo no he querido alzar mi mano contra el ungido de
Yavé. 24 Como ha sido hoy preciosa tu vida a mis ojos, así lo sea la mía a los
ojos de Yavé, y me libre él de toda angustia» 25 Saúl dijo a David: «¡Bendito seas, hijo mío, David! Afortunado serás en todas
tus empresas» David prosiguió su camino y Saúl se volvió a su casa.
27
David,
al servicio de los filisteos.
1 David
se dijo: «Un día u otro voy a perecer a manos de Saúl; lo mejor será que luego
me refugie en la tierra de los filisteos, para que desista Saúl de buscarme en
la de Israel, así escaparé de sus manos» 2 Levantóse,
pues, y pasó con los seiscientos hombres que le seguían a la tierra de Aquis, hijo de Maoc, en Gat. 8 Quedóse con sus gentes en Gat, cada uno con su familia. David con sus dos mujeres, Ajinoam de Jezrae y Agibail de Carmel, mujer de Nabal. 4 Sabiendo Saúl que
David había huido a Gat, no volvió a perseguirle.
David dijo a Aquis: «Si he hallado gracia a tus ojos,
que me designen en una de las ciudades del campo un lugar donde habitar: ¿Para
qué ha de habitar tu siervo en la ciudad real? 6 Entonces le designó Aquis Siceleg, y por eso Siceleg pertenece hasta hoy a los reyes de Judá.
7 El
tiempo que pasó David entre los filisteos fué de un
año y cuatro meses. 8 David y sus gentes subían y hacían excursiones contra los guesurianos, contra los pereceos y contra los
amalecitas, pues todos éstos habitaban la región, desde Telam,
según se va a Sur, hasta el Egipto. 9 David asolaba estas tierras, sin dejar
vivos hombre ni mujer, apoderándose de ovejas, bueyes, asnos, camellos y
vestidos, y se volvía a Aquis. 10 Éste le preguntaba: «¿A quién habéis atacado hoy?» David contestaba: «Al
mediodía de Judá, al mediodía de Jerameel, al
mediodía de los quineos» 11 David no dejaba con vida
hombre ni mujer trayéndolos a Gat, por temor de que
informasen contra ellos, diciendo: «Esto es lo que ha hecho David. » Así
procedió todo el tiempo que estuvo en la tierra de los filisteos. 12 Aquis se fiaba de David y se decía: «Se está haciendo
odioso a su pueblo, y será para siempre mi servidor».
28
Nueva
invasión de los filisteos.
1 Por
aquel tiempo reunieron los filisteos sus tropas en un solo ejército, para ir
contra Israel. Aquis dijo entonces a David: «Sabrás
que has de venir conmigo a la campaña, tú y tus hombres» 2 David le contestó:
«Ya verás lo que hace tu siervo» Aquis añadió: «Yo te
confiaré la guardia de mi persona para siempre»
Va Saúl
a consultar a la pitonisa de Endor.
3 Había
muerto Samuel. Todo Israel le había llorado, y había sido sepultado en Rama, su
ciudad. Saúl había hecho desaparecer de aquella tierra a todos los evocadores
de los muertos, y adivinos. 4 Los filisteos, reuniéndose, vinieron a acampar en Sunam; y Saúl, reuniendo a todo Israel, acampó en Gelboe. 6 A la vista del campamento de los filisteos, Saúl
tembló, y se le agitó el corazón. Consultó a Yavé, pero Yavé no le respondía,
ni por sueños, ni por los urim, ni por profetas; 7 y
dijo a sus servidores: «Buscadme una pitonisa para que vaya a consultarla» Sus
servidores le dijeron: «En Endor hay una pitonisa»; 8
y Saúl, disfrazándose, fue allá, acompañado de dos hombres. Llegados de noche a
la casa de la mujer, Saúl le dijo: «Predime lo por
venir, evocando a un muerto, el que que yo te diga»
Ella contestó: «Bien sabrás lo que ha hecho Saúl, que ha borrado de esta
tierra a todos los evocadores y adivinos. ¿Me tiendes un lazo para hacerme
morir?» 10 Saúl le juró por Yavé, diciendo: «Como vive Yavé, que por esto no te
ha de venir ningún mal.» 11 Díjole la mujer: «¿A quién
he de evocar?» Y Saúl contostó: «Evócame a Samuel.»
14 A la
vista de Samuel, la mujer lanzó un grito, y dijo a Saúl: 13 «¿Por
qué me has engañado? Tú eres Saúl.» El rey le dijo: «No temas. ¿Qué es lo que
ves?» La mujer dijo a Saúl: «Veo un dios que se alza de la tierra.» 14 «¿Y cual es su figura?» — preguntó
Saúl —. Ella respondió: «Es un anciano que sube envuelto en su manto»
Comprendió Saúl que era Samuel y se prosternó rostro a tierra. 15 Samuel dijo a
Saúl: «¿Por qué has turbado mi reposo, evocándome?»
Saúl respondió: «Estoy en gran aprieto. Los filisteos me hacen la guerra, y Yavé
se ha retirado de mi. No me
ha respondido, ni por profetas ni por sueños. Te he evocado, para que me digas
qué he de hacer» 16 Samuel dijo: «¿Cómo me consultas
tú, siendo así que Yavé se ha retirado de ti y se ha hecho enemigo tuyo? Yavé
hace lo que te había predicho por mi boca: arranca el reino de tus manos, para
dárselo a otro, a David. 18 Porque no obedeciste a Yavé y no trataste a Amalec
según el ardor de su cólera, por eso hace ahora Yavé eso contigo. 19 El
entregará a Israel, juntamente contigo, a manos de los filisteos. Mañana tú y
tus hijos estaréis conmigo, y Yavé entregará el campamento de Israel a los
filisteos»
20 Cayó
luego Saúl por tierra, cuan largo era, pues las palabras de Samuel le llenaron
de espanto, y faltáronle las fuerzas, pues no había
tomado nada ni en el día ni en la noche. 21 La mujer se acercó a Saúl, y viendo
su gran turbación, le dijo: «Tu sierva no ha hecho más que obedecerte,
exponiendo su vida. 22 Escucha, pues, tú también a tu sierva, y permite que te
ofrezca un trozo de pan, para que tengas fuerzas para proseguir tu camino» 23
E1 contestó: «No comeré nada» Sus servidores, uniéndose a la mujer,
insistieron, y él se rindió a sus instancias. Levantóse de tierra y se sentó sobre el diván. 24 Tenía en casa la mujer un ternero
gordo; matóle luego, y tomando harina, coció unos
ácimos 26 y lo presentó a Saúl y a sus servidores, quienes, después de comer,
se levantaron y partieron aquella misma noche.
29
David,
despedido del ejército de los filisteos.
1
Reunieron los filisteos todas sus tropas en Afec, e
Israel acampaba cerca de la fuente de Jezrael. 2
Mientras avanzaban los príncipes de los filisteos a la cabeza de sus centenas y
sus millares, David y los suyos marchaban a retaguardia con Aquis;
3 y los jefes de los filisteos preguntaron: «¿Qué
hacen aquí los hebreos?» Aquis les dijo: «¿No veis
que es David, siervo de Saúl, rey de Israel, que está conmigo hace días y años,
sin que haya hallado yo la menor cosa que reprocharle, desde que se pasó a
nosotros basta ahora?» 4 Pero los jefes de los filisteos se enfurecieron contra Aquis, y le dijeron: «Despide a ese hombre, y que se
vuelva al lugar que le has designado; que no venga a la batalla, no se revuelva
contra nosotros durante el combate. ¿Cómo podría él volver a la gracia de su
amo, mejor que ofreciéndole cabezas de nuestros hombres? 6 ¿No es ese David del
que cantaban danzando: Saúl mató sus mil, pero David sus diez mil?»
6 Aquis llamó a David, y le dijo: «Como vive Yavé, que tú
eres hombre leal, y que yo veo con buenos ojos toda tu conducta en esta
expedición, sin haber visto en ti nada malo, desde que llegaste a mí hasta hoy;
pero a los príncipes no les agradas. 7 Vuélvete, pues, y torna en paz, para no
desagradar a los príncipes.» 8 David respondió: «¿Pero
qué te he hecho yo, y qué has hallado tú en tu siervo, desde que estoy junto a
ti hasta hoy, para que no marche yo a combatir a los enemigos de mi señor, el
rey?» 9 Aquis respondió a David: «Yo sé bien que tú
has sido bueno conmigo, como un ángel de Dios; pero los jefes de los filisteos
dicen: Que no suba con nosotros a la batalla. 10 Así que, levántate de mañana
tú y los siervos de tu señor, que han venido contigo; levántate bien de mañana,
y partid en cuanto sea de día.» 11 David y sus gentes se levantaron bien
temprano, y partieron de vuelta a la tierra de los filisteos, y los filisteos
subieron a Jezrael.
30
Saqueo
e incendio de Siceleg por los amalecitas.
1
Cuando al tercer día llegó David con sus hombres a Siceleg,
los amalecitas habían irrumpido en el Negueb y en Siceleg, y la habían tomado e incendiado. 2 Habían apresado
a las mujeres que allí estaban y a pequeños y grandes, pero sin matar a nadie,
y llevándoselos, se habían puesto en camino. 3 Cuando llegaron David y sus
gentes a la ciudad y vieron que había sido quemada, y que sus mujeres, hijos e
hijas habían sido llevados cautivos, 4 alzaron la voz y lloraron hasta más no
poder. 5 Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam,
de Jezrael, y Abigail, de Carmel, mujer de Nabal.
8 David
se vio muy angustiado, pues la gente hablaba de lapidarle, ya que todos estaban
muy amargados, cada uno por sus hijos y sus hijas. Pero David se confortó en
Yavé, su Dios. 7 Dijo, pues, al sacerdote Abiatar,
hijo de Ajimelec: «Trae el efod». Trajo Abiatar el efod, 8 y David consultó a Yavé, diciendo: «¿He de perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?» Yavé
respondió: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y recobrarás» 9 Púsose David en marcha, con los seiscientos hombres que le
seguían. Cuando llegaron al torrente de Besor,
doscientos quedaron sin pasar más allá, rezagados por la fatiga. 10 David
continuó la persecución con cuatrocientos hombres. 11 Encontraron en el campo a
un egipcio, que llevaron a David; 12 diéronle pan que
comiera y agua que bebiera, y un trozo de torta de higos secos y un racimo de
pasas. Una vez que con el alimento se recobró, pues había estado tres días y
tres noches sin comer ni beber, 13 le preguntó David: «¿De
quién y de dónde eres tú?» El respondió: «Soy un esclavo egipcio, al servicio
de un amalecita, y hace tres días me abandonó mi amo, porque enfermé. 14
Habíamos hecho una incursión en el Negueb de Queret, en Judá, y en el Negueb de Caleb, y hemos incendiado Siceleg» 16 David le
preguntó: «¿Quieres guiarme hacia donde está la
banda?» El le respondió: «Júrame por Dios, que no me
matarás ni me entregarás a mi amo, y te guiaré a donde está la banda». 14 Guiólos, y vieron que estaban los amalecitas esparcidos por
todo el campo, comiendo, bebiendo y bailando, pues era muy grande el botín que
habían cogido en la tierra de los filisteos y en la de Judá. 17 David los batió
desde la aurora hasta la tarde, y no escapó ninguno de ellos, fuera de
cuatrocientos mozos, que huyeron montados en camellos. David recobró cuanto los
amalecitas se llevaban, y rescató a sus dos mujeres. 19 No faltó nadie, ni
chico ni grande, ni niño, ni niña, ni nada del botín y de cuanto se habían
llevado. David lo recobró todo; 20 y cogiendo el ganado mayor y menor, se
pusieron en marcha delante de él, diciendo: «Este es el botín de David»
21
Llegó David a los doscientos hombres que, fatigados, no habían podido seguirle
y se quedaron junto al torrente de Besor. Salieron
éstos al encuentro de David y de los que venían con él, y David se acercó a ellos
y los saludó amistosamente. 22 Pero lo peor de cuanto de malo había en la tropa
de David, se puso a decir: «Pues que no han venido con nosotros, no les daremos
parte del botín que hemos cogido; que coja cada uno su mujer y sus hijos y se
los lleve» 23 Pero David dijo: «No, hermanos míos, no hagáis eso con lo que nos
ha dado Yavé; porque el nos ha guardado y ha puesto
en nuestras manos la banda que vino contra nosotros. 24 Eso, ni oírse siquiera.
La parte debe ser la misma para el que combate y para el que custodia el
bagaje. Todos partirán por igual» 25 Y así se hizo aquel día y en lo sucesivo,
quedando esto como ley y norma, que todavía se observa.
28 De
vuelta a Siceleg, David mandó parte del botín a los
ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: «Ahí va para vosotros un presente, del
botín de los enemigos de Yavé» 87 Mandó a los de Betul,
a los de Ramat del Negueb,
a los de Jetir, 28 a los de Arerer,
a los de Sifamot, a los de Estamos, 29 a los de
Carmel, a los de las ciudades de los jeramelitas, a
los de las ciudades de los guenitas, 30 a los de Jorma, a los de Borasán, a los de Atac, 31 a los de Hebrón, y a los de todos los
lugares por donde David y sus gentes habían estado.
31
Derrota
y muerte de Saúl.
1
Libraron batalla los filisteos contra Israel, y emprendieron la fuga los de
Israel ante los filisteos, cayendo muchos muertos en el monte Gélboe. 2 Los filisteos se pusieron a perseguir a
Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, a Abinadab y
a Melquisua, hijos de Saúl. 8 El peso de la batalla
cargó principalmente sobre Saúl. Habiéndole descubierto los arqueros, y
viéndose muy apretado por ellos, 4 dijo a su escudero: «Saca tu espada y
traspásame, no me hieran esos incircuncisos y me afrenten» El escudero no
obedeció por el gran temor que tenía; y cogiendo Saúl su propia espada, se echó
sobre la punta de ella. 5 El escudero, viéndole muerto, se arrojó igualmente
sobre la suya, y murió con él. 6 Así murieron aquel día juntos Saúl y sus tres
hijos y su escudero. 7 Los de Israel, que estaban del lado acá del llano, y del
lado acá del Jordán, viendo huir a los hijos de Israel y sabiendo que Saúl y
sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades, para emprender también la
fuga, y viniendo los filisteos, las ocuparon.
8 Al
día siguiente vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y hallaron a
Saúl y a sus tres hijos, que yacían sobre los montes de Gélboe.
9 Cortaron la cabeza de Saúl y se apoderaron de sus armas, e hicieron publicar
esta buena noticia por toda la tierra de los filisteos, en los templos de sus
ídolos y entre el pueblo. 10 Las armas de Saúl las depositaron en el templo de
Astarté, y su cabeza la colgaron de las murallas de Betsán.
11 Los
habitantes de Jabes Galad,
habiendo sabido lo que los filisteos habían hecho con Saúl, 12 reunieron a los
más valientes; y después de marchar durante toda la noche, llegaron hasta Betsán; y cogiendo de sus murallas el cadáver de Saúl y los
de sus hijos, se volvieron con ellos a Jabes, donde
los quemaron. 13 Cogieron sus huesos y los sepultaron bajo el taray de Jabes, y ayunaron siete días.
|
|