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EL
LIBRO DE JUDIT
PRIMERA
PARTE |
ANTECEDENTE
DEL ASEDIO DE BETULIA |
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Capítulo
1 Arfacsad, rey de Ecbatana |
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Era
el año duodécimo del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre
los asirios en la gran ciudad de Nínive en los días de Arfacsad,
rey de los medos, que reinó sobre los medos en Ecbatana, a
la que rodeó de un muro construido de piedras labradas, de tres
codos de altura y seis de largo, siendo la altura del muro de
setenta codos y de cincuenta su anchura. Levantó
torres en las puertas hasta la altura de cien codos, y el ancho
de sus cimientos era de sesenta codos. Construyó sus puertas, que se levantaban hasta setenta codos,
siendo su ancho de cuarenta, para dar paso a sus fuerzas poderosas
y a la muchedumbre de sus infantes. |
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Mensaje
de Nabucodonosor a las naciones y guerra contra Arfacsad |
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En
aquellos días combatió Nabucodonosor contra Arfacsad en la gran
planicie, esto es, en los confines de Ragau. Le habían salido al paso todos los habitantes de la montaña,
todos los ribereños del Eufrates, del Tigris y del Hidaspes;
y en la llanura de Arioc, el rey de los elamitas y muchísimos
pueblos se juntaron para hacer frente a los hijos de Jeleal
(caldeos). Después
mandó sus fuerzas Nabucodonosor, rey de los asirios a Persia,
a todos los de las regiones occidentales, a Cilicia, Damasco,
al Líbano y al Antelíbano, a todos los de la costa del mar, a los del Carmelo,
a Galaad, a Galilea la alta, a la gran llanura de Esdrelón, y a los moradores
de Samaria y a sus ciudades, al otro lado del Jordán, hasta
Jerusalén, Betana, Quelos, Cades; hasta el río de Egipto, a
Tafna, Rameses y a toda la tierra de Guesen, hasta
por encima de Tafnis y de Menfis, y a todo Egipto, hasta los
confines de Etiopía. Despreciaron
todos los moradores de la tierra el mensaje de Nabucodonosor,
rey de los asirios, y no se aprestaron para hacerle la guerra,
porque no le temían, pues era a sus ojos como un hombre cualquiera.Se
irritó grandemente Nabucodonosor contra todas estas gentes;
juró por su trono y por su señorío que tomaría venganza de todos
los confines de Cilicia y de Damasco y de Siria, y que aniquilaría
con su espada a todos los moradores de Moab, y a los hijos de
Ammón y a toda la Judea, y a todos los que moran en Egipto hasta
los confines de los dos mares. Había puesto en movimiento sus fuerzas contra el rey Arfacsad
en el año diecisiete; le venció en batalla campal y aniquiló
todo el poder de Arfacsad, toda su caballería y todos sus carros, y se apoderó de sus ciudades, llegando hasta Ecbatana, haciéndose
dueño de sus torres y devastando sus calles y convirtiendo en
oprobio toda su belleza. Se apoderó de Arfacsad en las montañas de Ragau, y le atravesó
con sus propias armas y acabó con él. Vuelto
Nabucodonosor a Nínive con todo su ejército y con todos los
que se le habían unido, muchedumbre incontable de guerreros,
descansó allí y banqueteó con su ejército por espacio de ciento
veinte días. |
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Capítulo 2 Guerra contra las naciones
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El
año dieciocho, el veintidós del primer mes, se corrió en el
palacio de Nabucodonosor, rey de los asirios, que iba a tomar
venganza de toda la tierra, como lo había dicho.Llamó
a todos sus oficiales y a todos sus grandes, y confirió con
ellos sus secretos planes, resolviendo poner en ejecución toda
la maldad que había proferido su boca contra la tierra. Fueron del parecer que se destruyese a cuantos no se sometieran
a los decretos del rey. Terminado
el consejo, llamó Nabucodonosor, rey de los asirios, a Holofernes,
general de su ejército, que era el segundo después de él. Y
le dijo: "Esto
ordena el rey grande, el señor de toda la tierra: En saliendo
de mi presencia, tomarás contigo hombres que confíen en sus
fuerzas; de infantes hasta ciento veinte mil, y caballos con
sus jinetes, doce mil; e
invadirás toda la tierra de occidente por haber desobedecido
la orden de mi boca. Les
intimarás que me preparen la tierra y el agua, porque en mi
furor saldré contra ellos y cubriré toda la haz de la tierra
con los pies de mis soldados y la entregaré al saqueo; y sus heridos llenarán los barrancos y los torrentes, y el río
se desbordará lleno de sus muertos; y conduciré sus cautivos hasta los extremos confines de la tierra. Empezarás por ocupar todo su territorio, y si no se te rinden,
me los reservas para el día del castigo. Mas para los rebeldes no haya perdón; sean entregados a la muerte
y al saqueo toda su tierra. Por mi vida y por la fuerza de mi imperio, que cuanto dije lo
ejecutaré por mi mano. No
dejes de cumplir ni una palabra de tu señor, antes las ejecutarás
exactamente según te lo ordeno y sin dilación”. |
Partió
Holofernes de la presencia de su señor y tomó consigo a todos
los magnates, generales y capitanes del ejército asirio; pasó
revista a las tropas escogidas para la guerra, según le había
ordenado su señor, hasta ciento veinte mil infantes y doce mil
arqueros a caballo, y los ordenó como se ordenan las muchedumbres
guerreras. Tomó, además, carnellos, asnos y mulos, para la impedimenta,
en cantidad muy grande; ovejas, bueyes y cabras para su aprovisionamiento,
y vituallas en cantidad para toda la gente, y asimismo mucho
oro y plata del tesoro del rey. Luego se puso
en marcha con todo su ejército; y, adelantándose al rey Nabucodonosor,
cubrió toda la haz de la tierra, hacia el occidente, con sus
carros, jinetes e infantes escogidos; y
una abigarrada muchedumbre como la langosta, incontable como
el polvo de la tierra, que se les agregó. Partieron de Nínive, caminando durante tres días por la llanura
de Bectelet, y asentó su campamento desde Bectelet hasta carca
de la montaña, a la derecha de la Cilicia superior. Y
tomando todo su ejército, sus infantes, sus jinetes y sus carros;
partió de allí en dirección a la montaña. Rompió por Put y Lut, devastó a los hijos de Rarses y a los
de Ismael, que habitan los linderos del desierto hacia el mediodía
de los Quelos. Pasó
el Eufrates y, atravesando la Mesopotamia, tomó por asalto todas
las ciudades fuertes del torrente Abrona hasta el mar. Se apoderó de todo el territorio de Cilicia, derrotando a cuantos
se le opusieron, llegó hasta los confines de Jafet por la parte
del mediodía, enfrente de la Arabia. Cercó
a todos los hijos de Madián, dio al fuego sus tiendas y saqueó
sus apriscos. Descendió luego a la planicie de Damasco en los días de la recolección
del trigo, incendió todos los campos, destruyó sus rebaños y
vacadas, saqueó sus ciudades, asoló sus campiñas e hirió toda
su juventud al filo de la espada. Temor
y temblor se apoderó de toda la costa, de los moradores de Sidón
y de Tiro y de los habitantes del Acco. Los habitantes de Azoto
y Ascalón se llenaron asimismo de miedo. |
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Capítulo
3 |
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Y
le enviaron mensajeros con propuestas de paz, diciendo: “Mira,
nosotros somos siervos del gran Nabucodonosor; nos postramos
en tu presencia para que hagas con nosotros según tu arbitrio. Nuestras majadas
y todos nuestros trigales, nuestros rebaños y vacadas y los
apriscos de nuestros ganados, todo está a tu disposición; dispón
de todo según te plazca. Y
nuestras ciudades con sus moradores, siervos tuyos son; ven
y haz con ellos como bien te parezca.” Llegados
los hombres a Holofernes, le hablaron en esta forma. Descendió él con su ejército a la costa y puso guardianes en
las ciudades fuertes, y de ellas enroló en su ejército gente
escogida. Toda
la región le recibió con coronas, danzas y panderos. Devastó todo su territorio y taló sus bosques sagrados, y ordenó
destruir todos los dioses de aquella tierra, para que sólo a
Nabucodonosor adorasen todas las naciones y le invocaran como
a Dios todas las lenguas y todas las tribus. Llegado al llano de Esdrelón, cerca de Dotán, frente a la gran
llanura de Judá, asentó
su campo entre Gaba y Escitópolis, donde permaneció un mes esperando
toda la impedimenta de su ejército. |
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Capítulo
4Llegua
la guerra a Judá |
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Así
que los hijos de Israel que moraban en Judá oyeron todo cuanto
había hecho a los gentiles Holofernes, general en jefe del ejército
de Nabucodonosor, rey de los asirios, y cómo había saqueado
todos los templos y los había destruido, sintieron grandísimo miedo y se turbaron por Jerusalén y por
el templo del Señor, su Dios; pues
recientemente habían subido de la cautividad, y hacía poco que
se había reunido todo el pueblo de Judea, y el mobiliario y
el altar y la casa habían sido santificados después de su profanación. Enviaron, pues, a toda la región de Samaria y sus aldeas, a
Betorón, Belmain, Jericó, Joba, Aisora y al valle de Salem; y ocuparon todas las cimas de los montes altos y amurallaron
sus aldeas, y se aprovisionaron de vituallas en previsión de
la guerra, pues recientemente habían recogido la cosecha de
sus campos. Escribió
Joaquín, que por aquellos días era sumo sacerdote en Jerusalén,
a los moradores de Betulia y de Bet-Omestaim, enfrente de Esdrelón,
ante la llanura que está junto a Dotán, diciéndoles
que resistiesen en las subidas de las montañas, pues por ellas
era el acceso a Judea, y como éste era estrecho, sería fácil
aun a sólo dos hombres impedir el paso a los que llegaban. Ejecutaron
los hijos de Israel las órdenes de Joaquín, el sumo sacerdote,
y del senado de todo el pueblo de Israel, que tenía su asiento
en Jerusalén. Todos
los hijos de Israel clamaron con gran instancia a Dios y se
humillaron con gran fervor; ellos,
sus mujeres y sus hijos, todos los extranjeros o jornaleros,
y sus esclavos, vistiéronse de saco. Todos
los israelitas, las mujeres y los niños, los moradores de Jerusalén,
se postraron ante el santuario, cubriéndose de ceniza sus cabezas;
mostraron sus sacos al Señor y revistieron de saco el altar. Todos a una clamaron al Dios de Israel, pidiéndole con ardor
que no entregase al saqueo sus hijos ni diese sus mujeres en
botín, ni las ciudades de su heredad a la destrucción, ni el
santuario a la profanación y al oprobio, regocijando a los gentiles. Escuchó el Señor sus clamores y miró su aflicción. Ayunaba el
pueblo todos los días en toda Judea y en Jerusalén ante el santuario
del Señor omnipotente. Joaquín,
sumo sacerdote, y todos los sacerdotes que asistían en la presencia
del Señor y le servían, ceñían de saco su cintura al ofrecer
el holocausto perpetuo y los votos y las ofrendas del pueblo, y echaban cenizas
sobre sus tiaras, y clamaban al Señor con todas sus fuerzas
pidiendo que se dignase visitar a toda la casa de Israel. |
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Capítulo
5 Actitud de Holofernes ante la resistencia de Israel |
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Llegó
a noticias de Holofernes, generalísimo del ejército asirio,
que los hijos de Israel se preparaban para la guerra; que habían
cerrado las entradas de las montañas y habían fortificado todas
las cumbres de los montes altos y colocado barreras en el llano. Montado en cólera,
llamó a todos los príncipes de Moab, a los capitanes de Ammón
y a todos los sátrapas de la costa, y
les habló en estos términos: “Decidme, hijos de Canán,
¿qué pueblo es ese que mora en las montañas? ¿Qué ciudades habitan?
¿Cuál es el número de sus soldados? ¿En qué está su fuerza y
su poder? ¿A quién tienen por rey y jefe de su ejército? ¿Por
qué desdeñan venir a mi encuentro, a diferencia de todos los
moradores del occidente?” |
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Discurso
de Aquior |
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Le
contestó Aquior, jefe de todos los hijos de Ammón: “Escuche
mi señor una palabra de boca de tu siervo, y te diré la verdad
acerca del pueblo que habita estas montañas próximas adonde
tú estás, que no saldrá mentira de la boca de tu siervo. Este pueblo es originario de Caldea.Habitaron
primero en la Mesopotamia; y por no seguir a los dioses de sus
padres, que vivían en la Caldea, la
abandonaron y dejaron su culto para adorar al Dios del cielo,
el Dios que se les había dado a conocer. Los padres los arrojaron
de la presencia de sus dioses, y ellos huyeron a Mesopotamia,
donde habitaron muchos días. Les
dijo su Dios que salieran de sus moradas, y se encaminaron a
la tierra de Canán, donde peregrinaron, enriqueciéndose de oro
y plata y muchos rebaños. Bajaron a Egipto, porque el hambre había invadido la tierra
de Canán, y se instalaron allí, donde hallaron alimentos, multiplicándose
hasta hacerse incontable su número, Pero
se levantó contra ellos un rey de Egipto, que los oprimió con
trabajos de hacer ladrillos, y los humillaba, convirtiéndolos
en esclavos. Clamando
a Dios, hirió éste toda la tierra de Egipto con plagas, para
las cuales no había cura, hasta que los arrojaron los egipcios
de su presencia. Secó
su Dios el mar Rojo delante de ellos y
los encaminó al Sinaí y a Cadesbarne; y arrojando a todos los
que moraban en el desierto, habitaron en la tierra de los amorreos, y con su poder aniquilaron
a todos los habitantes de Hesebón. Atravesaron luego el Jordán,
y se posesionaron de la montaña; hicieron
huir delante de ellos a los cananeos, a los fereceos, a los
jebuseos, a los siquemitas y a todos los guergueseos, y habitaron
mucho tiempo en esta tierra. Todo
les fue bien mientras no pecaron contra su Dios, porque éste,
que aborrece la injusticia, estaba con ellos. Pero cuando se apartaron del camino que les había señalado,
luego fueron destruidos con muchas guerras y llevados cautivos
a tierra extraña, y el templo de su Dios convertido en ruinas,
y sus ciudades ocupadas por los enemigos. Ahora
que se han convertido a su Dios han subido de la región en donde
estuvieron dispersos, y se apoderaron de Jerusalén, donde está
su santuario, y se establecieron en la montaña, que estaba despoblada. Ahora, pues, dueño y señor: ¿Hay escándalo en este pueblo? Si
hay en él alguna culpa o pecado contra su Dios, entonces subamos,
que los derrotaremos. Pero si no hubiese en ellos iniquidad, pase de largo mi señor,
porque su Dios los protegerá y será con ellos, y vendremos a
ser objeto de oprobio ante toda la tierra”. Y así que acabó Aquior de pronunciar estas palabras, todo el
pueblo que estaba en torno de la tienda, rompió en murmullos
de reprobación. Los magnates de Holofernes y todos los moradores
de la costa y de la región de Moab pidieron que Aquior fuese
descuartizado. “Porque
nunca temeremos — decían — nada de los hijos de Israel. Es un
pueblo sin ejército, sin fuerza para sostener una lucha dura. Subamos, pues, y serán pasto de todo tu ejército, señor Holofernes.” |
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Capítulo
6 Fruto inmediato del discurso de Aquior |
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En
cuanto cesó el tumulto de las gentes que rodeaban al consejo,
dijo Holofernes, general en jefe del ejército asirio, a Aquior
y a los moabitas en presencia de todo el pueblo extranjero:
“¿Quién eres tú, Aquior, y vosotros, mercenarios de Efraím,
para profetizar como lo habéis hecho hoy, diciendo que no luchemos
contra la nación israelita porque la protege su Dios? ¿Qué dios
hay si no es Nabucodonosor? Este ha enviado su ejército y los
borrará de la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos;
pero nosotros, siervos de Nabucodonosor, los aplastaremos como
a un solo hombre, y no podrán resistir el empuje de nuestra
caballería. Con ella inundaremos su tierra, y bañaremos en sangre
sus montañas, y llenaremos de cadáveres sus valles, y no podrán
mantenerse en pie delante de nosotros, y todos enteramente perecerán,
dice el rey Nabucodonosor, señor de toda la tierra, y sus palabras
no quedarán sin cumplimiento. Pero tú, Aquior, mercenario de
Amón, que tales discursos has tenido este día de tu insensatez,
no volverás a ver mi rostro hasta que yo no haya castigado a
esa nación de huidos de Egipto. Cuando yo vuelva atravesará
tu cuerpo el hierro de mi ejército, y la muchedumbre de mis
lanceros tu costado, y caerás bañado en tu sangre. Mis siervos
te llevarán a la montaña y te pondrán en una de las ciudades
de la subida, y no perecerás hasta que con ellos seas aniquilado.
Ya que tan firme esperanza tienes de que no sean conquistados,
no se abata tu rostro. De cuanto he dicho, ni una palabra caerá
en el vacío.” Luego ordenó Holofernes a los siervos que
estaban a su lado en la tienda que tomasen a Aquior y le llevaran
a Betulia, entregándole a los israelitas. Cogiéronle los siervos
de Holofernes, y le condujeron fuera del campamento, que estaba
en el llano, y le llevaron del llano a la montaña, a las fuentes
que están por debajo de Betulia. En cuanto los de la ciudad
los vieron, tomaron sus armas y salieron a la cima del monte.
Los honderos se mantuvieron en sus puestos y arrojaron piedras
sobre los asirios. Pero ellos, ocultándose en los repliegues
de la montaña, amarraron a Aquior y le abandonaron a raíz del
monte, volviéndose a su amo. Bajaron de la ciudad los hijos
de Israel, dieron con él y le desataron, y, llevándole a Betulia,
le entregaron a los jefes de la ciudad. Eran éstos en aquellos
días Ocias, hijo de Mica, de la tribu de Simeón; Abrís, hijo
de Otoniel, y Carmis, hijo de Malquiel; los cuales convocaron
luego a los ancianos de la ciudad. Todos los jóvenes y las mujeres
concurrieron también a la asamblea, y, puesto Aquior en medio
del pueblo, le interrogó Ocias acerca de lo sucedido. Dióles
cuenta él de los discursos habidos en la sesión de Holofernes,
y de lo que había dicho a los príncipes asirios, y de las insolencias
proferidas por Holofernes contra los israelitas. Postrándose
en tierra el pueblo, clamaron a Dios, diciendo: “Señor,
Dios del cielo, mira el orgullo de éstos y apiádate de nuestro
linaje humillado, y pon hoy tus ojos en el rostro de tus santos.”
Consolaron a Aquior y le alabaron grandemente. Ocías
le sacó de la asamblea y le condujo a su casa, donde le dio
un banquete, al que invitó a todos los ancianos. Toda aquella
noche estuvieron invocando el auxilio del Dios de Israel. |
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SEGUNDA
PARTE |
VICTORIA
DEL PUEBLO JUDÍO |
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Capítulo
7 Los
asirios sobre Betulia |
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Al
día siguiente dio órdenes Holofernes a todo su ejército y a
las tropas auxiliares de prepararse para atacar a Betulia, ocupando
las subidas de los montes y haciendo ya la guerra contra los
hijos de Israel. Entonces
se dispusieron todos sus hombres de armas y la masa de sus guerreros,
en número de ciento setenta mil infantes y doce mil jinetes,
fuera de la impedimenta y de la muchedumbre de los hombres que
iban con ella, que era muy grande, acamparon
en el valle junto a Betulia, cerca de la fuente, y se desplegaron
a lo ancho, hasta Dotán, Belmain, y a lo largo desde Betulia
hasta Ciamón, que está frente a Esdrelón. Cuando
los israelitas vieron tanta muchedumbre, quedaron consternados,
y unos a otros se dijeron: “Ahora sí que van a devorar
éstos toda la haz de la tierra, y ni los altos montes, ni los
valles, ni los collados podrán soportar su peso”. Y
tomando cada uno sus armas, encendieron hogueras sobre las torres
y permanecieron guardándolas toda aquella noche. Al día siguiente hizo desfilar Holofernes toda su caballería
a la vista de los israelitas que estaban en Betulia; examinó
las subidas de la ciudad y recorrió las fuentes de sus aguas,
apoderándose de ellas y estableciendo puesto de guardia, para
volverse luego a su gente. Entonces
se acercaron a él los príncipes de Esaú, los jefes de Moab y
los capitanes de la costa, diciéndole: “Escuche
nuestro señor una palabra, si quieres que no sufra quebranto
tu ejército. Este
pueblo de los israelitas no confía en sus lanzas, sino en las
alturas de los montes en que habitan; y, en efecto, no es fácil
dominar la cima de sus montes. Ahora bien, señor, no luches contra ellos como se lucha en batalla
campal, y evitarás que caiga un solo guerrero. Quédate tú en el campamento y ten en guardia todo tu ejército;
pero haz que tus siervos se apoderen de las fuentes de agua
que brotan a raíz del monte, porque
de ella se abastecen todos los moradores de Betulia. La sed
los matará, y acabarán por entregarte la ciudad, mientras que
nosotros y nuestro pueblo subimos a las cimas de los montes
próximos y acampamos en ellas para guardarlas e impedir que
salga de la ciudad hombre alguno. Así
el hambre los consumirá a ellos, a sus mujeres y a sus hijos,
y antes que los alcance la espada quedarán tendidos en las calles
de su propia ciudad, dándoles
tú el merecido por su malvada conducta de no haber salido a
tu encuentro en son de paz”. |
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Asedio
de Betulia |
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Fueron
bien recibidas por Holofernes y todos sus siervos estas palabras,
y al punto ordenó ejecutar cuanto se había dicho. Los
hijos de Ammón levantaron el campo, y con ellos cinco mil asirios,
que acamparon en el valle y ocuparon las aguas y los manantiales
de agua de los israelitas. Subieron
los hijos de Esaú y los de Ammón, y acamparon en la montaña,
frente a Dotán. Pusieron luego una división hacia el mediodía,
hacia el este, contra Ecrebel, que cae cerca de Husi, sobre
el torrente de Mocmur, y el resto del ejército asirio acampó
en el llano, cubriendo toda la haz de la tierra. Las tiendas
y la impedimenta se extendían en inmensa muchedumbre, con todas
sus gentes, que eran en extremo numerosas. Los hijos de Israel clamaron al Señor, su Dios, pues perdieron
el ánimo al verse cercados por sus enemigos, sin posible escape. El campo de los asirios, su infantería, sus carros y su caballería,
los tuvieron cercados por espacio de treinta y cuatro días;
de manera que a los habitantes de Betulia se les agotaron todas
las aguas,quedaron
vacías las cisternas, sin que tuviesen para beber a saciedad
un día, y el agua se les distribuía con medida. Desmayaban las mujeres y los niños; los jóvenes desfallecían
de sed y caían sin fuerza en las calles de la ciudad y en los
pasos de las puertas. Se
amotinó todo el pueblo contra Ocías y contra los jefes de la
ciudad; jóvenes, mujeres y niños, y clamaron a grandes voces
contra los ancianos, diciendo: “Sea Dios juez entre nosotros y vosotros por habernos sometido
a tamaña injusticia, no proponiendo tratos de paz a los asirios. Ahora ya no hay para nosotros auxilio, y Dios nos ha entregado
en sus manos para que ante ellos caigamos de sed y suframos
completa ruina. Ahora,
pues, llamadlos y entregad la ciudad al saqueo de las gentes
de Holofernes y de todo su ejército. Más
ventajoso nos será entregarnos a ellos, porque siquiera, siendo
siervos suyos, viviremos y no veremos con nuestros ojos la muerte
de nuestros niños y consumidas nuestras mujeres y nuestros hijos. Os conjuramos
por el cielo y la tierra, por nuestro Dios y Señor de nuestros
padres, que nos castiga según nuestros pecados y según las transgresiones
de nuestros padres, que desistáis”. Se
produjo un gran llanto en medio de la asamblea, y todos a una
clamaron a grandes voces al Señor Dios. Díjoles
Ocías: “Tened ánimo, hermanos; esperemos cinco días, en
los cuales volverá sobre nosotros su misericordia el Señor,
nuestro Dios, que no nos abandonará hasta el fin. Si
pasados estos días no nos viniera ningún auxilio, yo haré lo
que pedís.” Despidió
al pueblo, y se fue cada uno a su puesto, a los muros y a las
torres de la ciudad, y a las mujeres y a los niños los mandó
a sus casas. Grande era el abatimiento que dominaba en la ciudad. |
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Capítulo
9 Oración de Judit |
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Judit,
postrándose rostro a tierra, echó ceniza sobre su cabeza y descubrió
el cilicio que llevaba ceñido. Era precisamente la hora en que
se ofrecía en Jerusalén, en la casa de Dios, el incienso de
la tarde, cuando clamó Judit con gran voz al Señor, diciendo: “Señor, Dios de mi padre Simeón, en cuya mano pusiste la espada
para vengarse de los extranjeros, los cuales soltaron la cintura
de una virgen para deshonrarla y desnudaron sus muslos para
confusión, profanando su seno para su oprobio. Contra
lo que tú tenías mandado que se hiciese obraron ellos, y por
eso entregaste sus príncipes a la muerte, y su lecho, testigo
de sus engaños, lo cubriste de sangre; heriste a los siervos
con sus príncipes, y a éstos sobre sus tronos. Diste
sus mujeres en presa, y sus hijos al cautiverio, y todos sus
bienes en reparto entre tus hijos predilectos, que se abrasaron
en celo por ti, abominaron la impureza de la sangre de aquéllos
y te invocaron en su auxilio. Dios, Dios mío, escucha a esta
pobre viuda. Tú,
en efecto, ejecutas las hazañas, las antiguas, las siguientes,
las he adora, las que vendrán después; tú
planeaste lo que estaba por venir, y sucedía como tú lo habías
decretado, y se presentaba a ti, diciendo: Heme aquí. Pues todos
tus caminos están dispuestos, y previstos tus juicios. Mira
que los asirios tienen un ejército poderoso, se engríen de sus
caballos y jinetes, se enorgullecen de la fuerza de sus infantes,
tienen puesta su confianza en sus broqueles, en sus lanzas,
en sus arcos y en sus hondas, y no saben que tú eres el Señor
que decide las batallas, cuyo nombre es Yavé, Quebranta su fuerza con tu poder, pulveriza su fuerza con tu
ira, porque han resuelto violar tu santuario, profanar el tabernáculo
en que se posa tu glorioso nombre y derribar con el hierro los
cuernos de tu altar.Pon
los ojos en su soberbia, descarga tu cólera sobre su cabeza,
dame a mí, pobre viuda, fuerza para ejecutar lo que he premeditado. Hiere con la seducción de mis labios al siervo con el príncipe
y al príncipe con el siervo, y quebranta su orgullo por mano
de una mujer. Que
no está tu poder en la muchedumbre, ni en los valientes tu fuerza;
antes eres tú el Dios de los humildes, el amparo de los pequeños,
el defensor de los débiles, el refugio de los desamparados y
el salvador de los que no tienen esperanza. Sí, sí. Dios de
mis padres y Dios de la heredad de Israel, Señor de los cielos
y de la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda la creación,
escucha mi plegaria y
dame una palabra seductora que cause heridas y cardenales en
aquellos que han resuelto crueldades contra tu alianza, contra
tu santa casa, contra el monte de Sión, contra la casa que es
posesión de tus hijos. Haz
que todo tu pueblo y cada una de sus tribus reconozca y sepa
que tú eres el Dios de toda fortaleza y poder y que no hay otro
fuera de ti que proteja al linaje de Israel.” |
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Capítulo
10 Sale Judit
para el campo asirio |
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Una
vez que cesó de clamar al Dios de Israel y acabó todo esto, se levantó de
su postración, y, llamando a la esclava, bajó a la casa en que
solía morar los sábados y las festividades. Se
quitó el saco que llevaba ceñido y se despojó de los vestidos
de viudez; bañó en agua su cuerpo, se ungió con ungüentos, aderezó
los cabellos de su cabeza, púsose encima la mitra, se vistió
el traje de fiesta con que se adornaba cuando vivía su marido,
Manasés; calzóse
las sandalias, se puso los brazaletes, ajorcas, anillos y aretes
y todas sus joyas, y se quedó tan ataviada, que seducía los
ojos de cuantos hombres la miraban. Entregó
a su sierva una bota de vino y un frasco de aceite, llenó una
alforja de panes de cebada, de tortas de higos y de panes limpios,
envolviéndolo todo en paquetes, y se lo puso a la esclava a
las espaldas. Al salir por la puerta de la ciudad de Betulia, encontró al
prefecto de la ciudad, Ocías, y a los ancianos Cabris y Carmis, los cuales, al
verla y notar su rostro mudado y sus ricos vestidos, quedaron
sobremanera maravillados de su belleza, y le dijeron: “Dios,
el Dios de nuestros padres, te dé gracia y lleve a cabo tus
proyectos para gloria de Israel y exaltación de Jerusalén”.
Y adoraron a Dios. Ella
les dijo: “Ordenad que se me abran las puertas de la ciudad,
y saldré a realizar lo que con vosotros he hablado”. Y
ordenaron a los jóvenes que le abriesen las puertas, como ella
había dicho. Hicierónlo
así, y Judit salió, seguida de su sierva. La gente de la ciudad
estuvo mirándola hasta que, bajando el monte, atravesó el valle
y la perdieron de vista.Siguiendo
la dirección del valle, caminaron hasta que les salió al paso
una avanzada de los asirios, que
la cogieron y le preguntaron: “¿Quién eres tú y de dónde
vienes y adonde vas?” A lo que ella contestó: “Soy
una hija de los hebreos, que voy huyendo de su presencia, porque
están a punto de seros dados en presa. Voy a presentarme a Holofernes, general en jefe de vuestro ejército,
para comunicarle noticias verdaderas; quiero indicarle el camino
por donde puede subir y dominar toda la montaña, sin que perezca
ni uno solo de sus hombres”. Cuando
oyeron tales palabras y contemplaron su rostro, que les pareció
maravilloso por su extraordinaria belleza, le dijeron: “Has
salvado tu vida apresurándote a bajar a nuestro señor; ve, pues,
a su tienda, que de los nuestros te acompañarán hasta entregarte
a él. Cuando
estés en su presencia, no temas, comunícale esas noticias y
serás bien recibida”. Escogieron
de ellos cien hombres, que la acompañaron a ella y a su sierva,
conduciéndolas a la tienda de Holofernes. Corrió
por las tiendas la voz de su venida, y se juntó un gran concurso
en el campamento, que la rodeó mientras estuvo fuera de la tienda
de Holofernes, esperando ser presentada. Todos
se maravillaban de su belleza, y por ésta, de los hijos de Israel,
diciéndose unos a otros: “¿Quién se atreverá a despreciar
a este pueblo que tales mujeres tiene? No se debe dejar ni una
sola de éstas, porque las que quedaren serían capaces de seducir
a toda la tierra”. Salieron
los que hacían la guardia cerca de Holofernes y todos sus siervos,
y la introdujeron en la tienda. Hallábase
Holofernes descansando en su lecho, bajo un dosel tejido de
púrpura y oro y cuajado de esmeraldas y otras piedras preciosas. En cuanto se
la anunciaron, salió a la antecámara, precedido de lámparas
de plata. Llegada
Judit a presencia de Holofernes y de sus servidores, todos se
quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Postróse ante
él, pero los servidores la levantaron. |
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Capítulo
11 Judit ante
Holofernes |
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Díjole
Holofernes: “Ten buen ánimo, mujer, y no te intimides,
que yo nunca hice daño a nadie que estuviera dispuesto a servir
a Nabucodonosor, rey de toda la tierra. Si
ese tu pueblo que habita en la montaña no me hubiera despreciado,
nunca yo levantara contra ellos mi lanza; pero ellos lo han
querido. Ahora
dime por qué has huido de ellos, viniéndote a nosotros. En verdad
te has salvado. Ten ánimo, que salva serás esta noche y en lo
futuro. Nadie
se atreverá a ofenderte; antes todos te harán bien, como se
hace a los siervos de mi señor el rey Nabucodonosor”. Judit le respondió: “Oye las palabras de tu esclava y
deja que te hable tu sierva, que no dirá a mi señor esta noche
cosa que no sea verdad. Si
sigues las indicaciones de tu esclava, seguramente que Dios
acabará por ti el negocio y no fracasará mi señor en su empresa. Pues por la vida
de Nabucodonosor, rey de toda la tierra, y por el poder de quien
te ha enviado para reducir al buen camino a todos los vivientes,
que no sólo los hombres serán por ti reducidos a su servidumbre,
sino que aun las mismas fieras del campo y los ganados y las
aves del cielo, por tu fortaleza, vivirán bajo el gobierno de
Nabucodonosor y de toda su casa. En
verdad, a nuestros oídos ha llegado la fama de tu sabiduría
y la de tu gran inteligencia, y por toda la tierra se ha corrido
la noticia de que tú eres el mejor de todo el reino, el que
más vale por la ciencia y el más admirable por el arte de la
guerra. Sabemos
las palabras que Aquior habló en tu consejo y hemos oído sus
dichos, pues las gentes de Betulia se apoderaron de él, y él
les comunicó todo lo que había hablado en tu presencia. Por esto, dueño y señor mío, no eches en olvido ninguna de sus
palabras; guárdalas en tu corazón, que son verdaderas. Nunca
nuestro linaje es castigado ni la espada prevalece contra ellos
si no han pecado contra Dios. Ahora,
para que mi señor no sea rechazado y fracase, ya la muerte se
abate sobre ellos y se apodera de ellos el pecado con que han
irritado a su Dios. Seguramente que han cometido un gran pecado, ya que se les
han agotado las provisiones, el agua escasea y han resuelto
matar sus ganados, y beber su sangre, y comer cuanto Dios en
sus leyes les ordenó que no comieran, y
hasta las primicias del trigo, los diezmos del vino y del aceite,
que, como cosas santas, están reservadas a los sacerdotes que
en Jerusalén asisten en la presencia de nuestro Dios, a pesar
de que a ninguno del pueblo le es lícito tocarlo con las manos. Han enviado mensajeros
a Jerusalén, donde también sus moradores han hecho lo mismo,
para que obtengan el perdón del senado; y
sucederá que en cuanto les llegue la noticia lo harán, y entonces,
para ruina suya, te serán entregados. Por
lo cual yo, tu sierva, sabedora de todas esas cosas, huí de
ellos, y Dios me envía a ejecutar en ti una cosa de que se maravillará
toda la tierra cuando la oyeren. Pues
tu sierva es temerosa del Dios del cielo, a quien día y noche
sirve. Por ahora me quedaré aquí, señor mío, y a la noche me
iré al valle a orar a mi Dios; y cuando ellos hayan cometido esos pecados, él me lo dirá y
yo vendré a comunicártelo. Tú entonces saldrás con tu ejército,
al que nadie podrá resistir. Yo
misma te guiaré por en medio de Judea hasta llegar a Jerusalén,
y haré que te sientes en medio de ella y los conduzcas como
ovejas sin pastor. Ni un perro ladrará contra ti. Todo esto
me ha sido comunicado por revelación, y para anunciártelo he
sido yo enviada”. Mucho agradaron semejantes discursos a Holofernes y a todos
sus servidores, y, maravillados de su sabiduría, decían: “De
un extremo a otro de la tierra no hay mujer de tan hermoso rostro
y de tan discretas palabras”. Contestóle
Holofernes: “Bien ha hecho Dios en enviarte delante del
pueblo para entregarlo en nuestras manos y perder a los que
desprecian a mi señor. Cuanto
a ti, muy hermosa eres y muy discreta en tus palabras. Si haces
cuanto has dicho, tu Dios será mi Dios y tendrás un asiento
en la casa del rey Nabucodonosor, y tu fama se extenderá por
toda la tierra”. |
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Capítulo
12 El banquete
de Holofornes |
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Mandó
Holofernes que la alojaran en donde guardaba su vajilla de plata,
y dispuso proveerle la mesa de sus propios manjares y darle
a beber de su vino. Pero
Judit dijo: “No comeré de tus manjares, pues podrían ser
para mí tropiezo; comeré de lo que traigo conmigo”. Holofernes
le contestó: “Y cuando se agoten las provisiones que traes,
¿de dónde podremos traer otras semejantes para darte? Porque
no hay entre nosotros ninguno de tu nación”. A lo que contestó Judit: “Juro por tu vida, mi señor,
que no consumirá tu sierva las provisiones que consigo trae
antes que Dios realice por mi mano lo que tiene resuelto”. La introdujeron los servidores de Holofernes en la tienda y
durmió hasta medianoche; y se levantó hacia la vigilia matutina, envió a decir a Holofernes“Ruego a mi señor ordene que
sea permitido a tu sierva salir a hacer oración”. Y
ordenó Holofernes a los de la guardia que no la estorbasen.
Permaneció tres días en el campamento, saliendo cada noche al
valle de Betulia para bañarse en el agua de la fuente. Cuando
iba, oraba al Señor Dios de Israel, que encaminase sus pasos
para exaltación de los hijos de su pueblo. Luego
que entraba limpia, permanecía en la tienda hasta que le traían
la comida, a la caída de la tarde. Al cuarto día dio Holofernes un banquete sólo a sus servidores,
sin invitar a ninguno de sus oficiales. Y al eunuco Bagoas, que tenía la intendencia de todas las cosas,
le dijo: “Ve y persuade a esa mujer hebrea que tienes
encomendada que venga acá a comer y beber con nosotros. Sería vergonzoso que despidiéramos a tal mujer sin tener comercio
con ella; porque, si no la conquistáramos, se iría riendo de
nosotros”. Salió
Bagoas de la presencia de Holofernes y vino a Judit, diciéndole:
“No vacile esta hermosa sierva en venir a mi señor, para
ser honrada de él y alegrarse bebiendo vino con nosotros, haciéndose
este día como una hija de los asirios que asisten en el palacio
de Nabucodonosor.” Y contestó Judit: “¿Quién soy yo para contradecir a mi
señor? Todo lo que fuere grato a sus ojos lo haré con presteza,
y será esto motivo de alegría para mí hasta el fin de mi vida”. Al punto se vistió
y se atavió de todo su aderezo juvenil. Su sierva fue y le preparó
en el suelo, enfrente de Holofernes, las pieles que había recibido
de Bagoas para su uso cotidiano, para que, sentada en ellas,
comiese. Entró
Judit y se sentó. El corazón de Holofernes quedó prendado de
ella, su alma ardía en deseos de unirse a ella. Desde el día
que la vio estaba aguardando una ocasión para rendirla. Díjole
Holofernes: “Bebe y alégrate con nosotros”. Y
contestó Judit: “Beberé, sí, señor, que yo tengo este
día por el más grande de toda mi vida.” Tomó
lo que la sierva le había preparado, y comió en presencia de
Holofernes, el
cual se alegró sobremanera con ella, y bebió tanto vino cuanto
jamás lo había bebido desde el día en que nació. |
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Capítulo
14 El golpe de Judit descubierto en el campo asirio |
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Y
díjoles Judit: “Oídme, hermanos: Coged esta cabeza y colgadla
de las murallas. Y
en cuanto amanezca y el sol se derrame sobre la tierra, tome
cada uno sus armas, y salid todos los hombres de guerra fuera
de la ciudad, con el jefe al frente; haréis ademán de bajar
al valle contra los puestos de guardia de los asirios, pero
sin bajar. Ellos,
tomando sus armas, se encaminarán a su campo para despertar
a los jefes del ejército asirio, e irán a la tienda de Holofernes,
y al no hallarle, se apoderará de ellos el temor y huirán ante
vosotros. Se
unirán a vosotros en la persecución todos los habitantes de
toda la montaña de Israel y los desbarataréis por los caminos. Pero antes de
hacer esto llamad a Aquior el amonita, para que vea y reconozca
la cabeza del que despreció a la casa Israel y nos lo envió
como destinado a la muerte”. Hicieron venir a Aquior de casa de Ocias. Cuando aquél llegó
y vio la cabeza de Holofernes en las manos de un hombre en medio
de la asamblea del pueblo, cayó sobre su rostro, sintiéndose
desfallecido.Levantáronle,
se arrojó a los pies de Judit y, humillándose en su presencia,
dijo: “Bendita seas tú en todas las tiendas de Judá y
en todas las naciones. Cuantos oigan tu nombre quedarán asombrados. Dime ahora lo
que has hecho en estos días”. Y en medio de todo el pueblo
le contó Judit cuanto había hecho desde el día de su salida
hasta el momento en que les hablaba. Cuando acabó de hablar, prorrumpió el pueblo en grandes aclamaciones
y resonaron en la ciudad los gritos de alegría. Viendo Aquior lo que el Dios de Israel había hecho, creyó en
El, y se circuncidó la carne de su prepucio, y hasta el día
de hoy quedó agregado a la casa de Israel. En
cuanto despertó la aurora, colgaron del muro la cabeza de Holofernes,
y todos los hombres de Israel tomaron sus armas y en escuadrones
salieron a las subidas del monte. Así
que los asirios los vieron, dieron aviso a sus oficiales, y
éstos a sus jefes y a sus generales. Llegando
a la tienda de Holofernes, dijeron al que estaba de guardia:
“Di que despierten en seguida a nuestro señor, porque
estos esclavos se han atrevido a bajar contra nosotros en son
de guerra, pretendiendo aniquilarnos”. Entró Bagoas y llamó agitando la cortina de la tienda, pues
suponía él que estaría durmiendo con Judit. Y
como nadie le respondía, corrió la cortina, y, entrando en la
alcoba, le encontró tendido sobre el estrado, muerto y con la
cabeza cortada. Gritó
en medio de llantos, lamentos y fuertes voces, y rasgó sus vestiduras. Entró luego en
la tienda en que estaba alojada Judit y, no hallándola, salió
corriendo al pueblo y gritó: “¡Esas
esclavas nos han traicionado! Una mujer hebrea ha echado la
confusión en la casa del rey Nabucodonosor. Holofernes está
en tierra y sin cabeza!” Cuando los jefes del ejército asirio oyeron tales palabras,
rasgaron sus vestiduras y quedaron consternados, levantándose
en medio del campo gran griterío y alboroto. |
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Capítulo
15 El ejército invasor, desbaratado |
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Llegada la noticia a los que estaban en las tiendas, quedaron
fuera de sí por lo sucedido,apoderándose
de ellos el temor y el espanto; tanto, que ya no se vio hombre
al lado de su compañero, porque todos a una se dispersaron,
huyendo por los caminos del llano y de la montaña. Los que estaban acampados en la montaña en torno de Betulia
se dieron a la fuga; y entonces los hijos de Israel, todos sus
guerreros, se lanzaron sobre ellos. Envió
Ocías mensajeros a Betmastain, a Coba y a todos los confines
de Israel que comunicasen lo sucedido, para que todos se lanzasen
sobre los enemigos hasta acabar con ellos. Cuando
esto oyeron los hijos de Israel, todos a una se echaron sobre
ellos, y los desbarataron hasta Coba; y asimismo los que habían
venido de Jerusalén y de toda la montaña, porque también a ellos
había llegado la noticia de lo acontecido en el campo enemigo.
Los habitantes de Galaad y de Galilea les infligieron una gran
derrota, hasta pasar de Damasco y sus confines. Los
restantes moradores de Betulia cayeron sobre el campamento de
los asirios y lo saquearon, enriqueciéndose grandemente. Los
hijos de Israel, al volver de la persecución, se adueñaron de
lo restante, y las aldeas y las alquerías que había en la montaña
y en el llano se apoderaron de mucho botín, porque era éste
enormemente grande. Joaquín, sumo sacerdote, y el senado de los hijos de Israel,
que moraba en Jerusalén, vinieron para contemplar los bienes
que el Señor había hecho a Israel y para ver a Judit y darle
la enhorabuena. En
cuanto entraron en su casa, todos a una le aclamaron, diciendo:
“Tú, orgullo de Jerusalén; tú, gloria de Israel; tú, honra
de nuestra nación; por
tu mano has hecho todo esto; tú has realizado esta hazaña en
favor de Israel. Que se complazca Dios en ella. Bendita seas
tú del Señor omnipotente por siempre jamás”. Y todo el
pueblo respondió: “Amén”.Por
espacio de treinta días estuvieron saqueando el campamento.
A Judit le dieron la tienda de Holofernes, con toda la argentería,
y los lechos, y los cojines, y todos los muebles. Ella lo tomó
y puso sobre la mula, y, unciendo los carros, lo cargó sobre
ellos. Todas
las mujeres de Israel se reunieron para verla y aclamarla, y
organizaron danzas en su honor. Tomó entonces ella tirsos en
sus manos y se los dio a las mujeres que iban con ella, todas
coronadas de olivo, y a cuantos las acompañaban. Delante de
todo el pueblo, guiando la danza de las mujeres iba Judit, y
todos los hombres de Israel la seguían armados, ceñidas las
sienes con coronas y cantando himnos. |
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Capítulo
16 Cántico de Judit |
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Y
comenzó Judit este cántico de acción de gracias, y todo Israel
a una respondía: “Entonad a mi Dios con tímpanos, cantad a mi Señor con címbalos,
entonadle un salmo nuevo, ensalzad e invocad su nombre, porque
el Señor es Dios que acaba con las guerras; porque
en su campamento, en medio del ejército, me libró del poder
de mis perseguidores.
Vino Asur de las montañas del Norte, llegó con las miríadas
de su ejército, cuya muchedumbre obstruía los valles y cuya
caballería cubría los collados. Pensó él que abrasaría mis términos, que daría mi juventud a
la espada, que estrellaría contra el suelo mis niños de pecho,
que daría en botín mis jóvenes, que repartiría mis doncellas. El Señor omnipotente
los aniquiló por mano de una mujer. No cayó su caudillo a manos de jóvenes, ni le hicieron tajos
los titanes, ni soberbios gigantes pusieron en él la mano; Judit,
hija de Merarí, con la hermosura de su rostro lo paralizó. Se despojó del hábito de su viudez, para exaltación de los que
quedaban en Israel. Se ungió el rostro con perfumes, prendió
sus cabellos con la mitra, se puso la túnica de lino para seducirlo. Sus sandalias
arrebataron los ojos del asirio, y su belleza cautivó su alma,
y el alfanje segó su garganta. Se
estremecieron los persas de su audacia, y los medos se pasmaron
de su temeridad. Dieron
gritos de júbilo mis humildes, y exultaron mis débiles. Mas
los asirios se estremecieron de espanto, alzaron el grito y
se dieron a la fuga. Hijos de madres jóvenes los atravesaron, y como a siervos huidos
los hirieron; perecieron de las filas de su señor. Cantaré al Señor un cántico nuevo. Señor,
grande eres tú y glorioso, admirable en poder, insuperable. A ti te sirve la creación entera, porque tú dijiste, y todo
fue hecho; enviaste tu aliento, y él lo vivificó, y no hay quien
resista a tu voz. Los montes se agitarán por las aguas en sus cimientos, las rocas
se derretirán como cera ante tu rostro. A los que te temen te
muestras propicio, Porque
es poco para ti el sacrificio de suave olor, y es nada toda
la grasa para tus holocaustos. Sólo el que teme al Señor es
siempre grande. ¡Ay de las naciones que se levanten contra mi pueblo! El Señor
omnipotente los castigará en el día del juicio, dando
al fuego y a los gusanos sus carnes, y gemirán de dolor para
siempre.”Llegados
a Jerusalén, adoraron a Dios; y luego que el pueblo se hubo
purificado, ofrecieron sus holocaustos, sus votos y sus ofrendas. Ofreció Judit
todos los muebles de Holofernes, que el pueblo le había regalado,
y el dosel que había cogido de la tienda, y lo dio en ofrenda
al Señor. El
pueblo pasó tres meses alegre en Jerusalén ante el santuario,
permaneciendo Judit con ellos.Pasados
aquellos días, se volvió cada uno a su heredad, y Judit partió
para Betulia y moró en su posesión, y fue por toda su vida ilustre
en toda la tierra. Muchos
la pretendieron; pero ningún varón la conoció en todos los días
de su vida desde el día que murió Manasés, su marido, y se reunió
con su pueblo. Llegó a muy anciana en la casa de su marido, alcanzando
la edad de ciento cinco años. A la esclava le dio la libertad.
Murió Judit en Betulia y fue sepultada en la gruta de Manasés,
su marido. La
lloró la casa de Israel por espacio de siete días. Antes de
morir repartió su hacienda con los más próximos parientes de
su marido, Manasés, y con los más próximos de su misma familia. En los días de
Judit, y por mucho tiempo después de su muerte, no hubo nadie
que infundiera temor a los hijos de Israel. |
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