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EL EVANGELIO DE CRISTO
33 EPILOGO BIOHISTÓRICO
Bien persuadido estoy yo mismo, hermanos míos, de que vosotros estáis llenos
de toda ciencia, para poder amonestaros unos a otros;
Y hemos llegado a la estación
donde la carga de los vagones del tren de este análisis biohistórico
del Evangelio de San Pablo a los Romanos encuentra su destinatario,
nosotros, la generación en la mente de Cristo y transmitida a
sus Apóstoles para fortalecimiento de la Esperanza de Salvación
Universal en cuyo horizonte descansaban sus ojos cuando, al caer
sobre ellos las tinieblas de los tiempos, los consolaba Dios permitiéndoles
ver el paisaje de los Milenios, ¡y al final, nosotros, los hijos
de Dios, descendencia de Cristo, nacido para Vencer y enfrentarnos
al verdadero enemigo de Dios y del Hombre: La Muerte!
La necesidad que dio pie a este
Análisis, dije, partía de la manipulación del Texto de esta Carta,
de un sitio, y de la perversión maníaca y reflejo de la nulidad
intelectual de sus promotores, según la cual San Pablo y no Jesucristo
fue el verdadero fundador del Cristianismo. Si a la primera falsedad,
acorde a la cual la manipulación de la Salvación que viene por
la Fe y la obviedad de la imposibilidad de por la Ley, pasó a
convertirse en piedra de escándalo y punto de arranque para la
división del Reino de Dios en la Tierra, haciendo de los hermanos
enemigos a muerte, y logrando el Diablo de esta sutil manera atarle
al Cuerpo de Cristo los brazos, a fin de saquear la riqueza de
las naciones y dirigir su historia al campo de Gog y Magog, es
decir, a la IIª Guerra Mundial, -que
hubiera debido ser, de no haber previsto Dios este encuentro desde
el principio del cristianismo, el final del Hombre en tanto que
Hombre-; contra esta obviedad, la Salvación por la Fe sin necesidad
de la Ley de Moisés, es decir, de la circuncisión, que es el punto
que San Pablo pone sobre las íes y defendió en el mismísimo Concilio
de los Apóstoles, contra “la infalibilidad” de Pedro, cerrándole
la boca delante de todos aquéllos en los que descansaba su Jefatura;
contra la Salvación por la Fe sola, hemos visto que Fe y Obras,
es decir, la acción del cristiano en el mundo a imagen y semejanza
de la acción del propio Cristo, son las dos columnas sobre las
que se basa la Vida del Cristiano. Que el cristianismo nacido
de la Reforma entendiera “la Fe sola” tal cual el cristianismo
impuesto por la teología de la iglesia romana a los católicos
lo pretendiera es una acusación injusta a tenor de los hechos
que cantan por sì solos la grandeza
y magnificencia de la labor evangélica de las iglesias protestantes,
tanto en casa como en el extranjero.
En Lutero, el Papa y el Diablo expuse claramente la etiología del enfrentamiento entre Lutero y el Papado. Vimos cómo la naturaleza malvada de la iglesia romana medieval que, lejos de corregirse buscó hacer imperar sus defectos criminales como parte de la razón de Cristo, dio pie a la tormenta luterana, sin cuya fuerza obligada el obispo romano jamás hubiera abandonado su comportamiento asesino y malvado, más propio de un diablo que de un siervo de Cristo. En este celo de Lutero, independientemente ahora del factor humano, tuvo origen la elevación de la Fe sola, que si San Pablo dirigió contra la Circuncisión, Lutero lo hizo entonces contra la Circuncisión Papal, esto es, contra la Ley Romana según la cual todo cristiano debía doblar sus rodillas ante el obispo de Roma, o perecer en las llamas eternas del infierno maldito creado por el Papado. Este término es el que Lutero buscó al resucitar el buque emblema del Pablo que se enfrentara a Pedro en el Concilio de los Apóstoles y venciera a la Circuncisión con su Frase para la Eternidad: La Fe, sin las obras de la Ley; que Lutero resumió contra el Papado aquél de los Alejandro VI, los Leones con números y los Santos Satanases de los siglos pasados, diciendo: “La fe sola”. Verdad eterna que nosotros hemos querido resaltar en su verdadero contexto, defendiendo a Lutero sin condenar, error de la Reforma, por el pecado de la iglesia romana a la Iglesia Católica. Error que procede de la identificación inmoral que el obispo romano hizo de sí mismo con Dios y Cristo, deviniendo él, en suma, la Iglesia Católica. Error de magnitud, igual a las Negaciones de Pedro, del que poco a poco la Iglesia Católica y el propio obispo romano han ido saliendo gracias al éxito de Lutero. Los flecos aún perduran, pero el gran trabajo de poner al Sucesor de Pedro en su sitio y bajarle los humos teocráticos ya está hecho. La Fe sin las obras de la Circuncisión, del miembro viril o de la mente, por supuesto; pero la Fe con las obras de Cristo, siempre.
sin embargo, os he escrito con más atrevimiento, en parte para despertar vuestra
memoria, en virtud de la gracia, que por Dios me fue dada,
Y el segundo punto contra el
que puse en marcha este tren tenía que ver con la falsa acusación
y perjurio manifiesto de ser este Pablo, nuestro Pablo, el verdadero
fundador del Cristianismo. Honor inmenso que cualquiera quisiera
para sí, pero que en boca de quienes lo dicen es un manifiesto
de demonización del cristianismo, manifiesto que pretende salvar
a Cristo y condenar su Obra con la excusa de no ser la Iglesia
cosa Suya sino de este malvado rabino que, desertando de la fila
de los perversos judíos, se pasó a las del enemigo para pervertir
desde dentro el Evangelio de Dios...bla bla bla. Hay que tener un nivel de inteligencia subcero para darle credibilidad a una
consigna de destrucción del cristianismo cuya bondad estriba en
salvar a Cristo. ¿Salvar a Cristo, de qué? Cristo ya murió, y
no hubo nadie que lo salvara. La demagogia de la filosofía del
oscurantismo patatero es manifiesta en la trama paranoica anticristiana
dirigida contra nuestro Pablo, este Pablo que vive con el corazón
desgarrado porque aquellos mismos a los que ama son los mismos
a los que, como Pastor, dirige al martirio. ¡Cómo podrá comprender
jamás un adorador de las fuerzas del infierno el tremendo sentimiento
de dolor que vivieron aquéllos Discípulos cuya Misión era tanto
más dura cuanto no eran sus vidas solas las que debían poner en
el fuego y ser servida como carne en el banquete de los circos,
sino que aquéllos mismos a los que salvaban, en cuerpo y espíritu,
ésos mismos habían de seguirle al Altar del Sacrificio! Las fuerzas
oscuras de las tinieblas del gnosticismo, transformado en escuelas
teosóficas, rosacruces, masónicas e iglesias de Satanás, de siempre
tuvieron la orden sagrada interna de dirigir sus ejércitos contra
la Iglesia, a sabiendas que matando el tronco perecen las ramas.
Pero para no mostrar la pata bajo la puerta arremetieron contra
nuestro Pablo con la voz dulce de aquella Serpiente que vestida
de la gloria de un dios llamado Satanás engañó a Eva con su luz
inmortal. Nada más lejos de aquél Pablo nuestro que pretender
ser el fundador del Cristianismo, porque para que alguien reclamarse
para sí esta gloria debiera primero haber engendrado a Cristo,
y esto, amigos míos, es cosa del Dios de la Eternidad y sólo de
El. Lo que Pablo sabía de sí mismo es lo que leemos, cuando escribe
sobre su misión:
de ser ministro de Jesucristo entre los gentiles, encargado de un ministerio
sagrado en el evangelio de Dios, para procurar que la oblación
de los gentiles sea acepta, santificada por el espíritu Santo.
Nada más ni nada menos. Pues
recordemos que los Apóstoles al principio, y porque fueron formados
a la Imagen y Semejanza de Cristo Jesús, se ciñeron a los hijos
de Israel y de por sí, por el Sello Visible que les había dado
Dios, no podían por ellos solos ver lo que había al otro lado
del horizonte de su país natal. Visión que Dios promovió en ellos
engendrando a este Pablo, encargado del ministerio sagrado de
dirigir los ojos de los hijos de Dios, de la Descendencia de Abraham,
nuestros Apóstoles, hacia la Plenitud de las Naciones, donde,
en la distancia, brillábamos nosotros, la Descendencia Invencible
cuyo Nacimiento la creación entera ha estado esperando ansiosa
desde que Dios le prometiera a los hijos de la Fe la Invencibilidad
por Norma.
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús por lo que respecta a Dios;
¡Cómo no! Fue él, el perseguidor
de los primerísimos cristianos, quien, consciente del terrible
dilema que la Fe ponía sobre la escena de la Historia Universal,
miró al Futuro y recibió de quien le abrió los siglos a su mirada
la misión de abrirle ese horizonte a sus hermanos en Cristo. Sellados
por la experiencia que habían vivido, los Discípulos de Jesús
vivían el futuro dentro de los límites de esa experiencia y el
Fin del Mundo según ellos lo entendían era para ya. Hijos de Dios
a su Padre le competía la formación de su Sabiduría, y en cuanto
Padre engendró a nuestro Pablo para extender su Conocimiento al
horizonte de la Plenitud de las Naciones, bajo cuya luz nosotros
nos encontramos Hoy, dos mil años después.
porque no me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado en mí para la obediencia de los gentiles, de obra o de palabra, mediante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu Santo.
La sinceridad no fue nunca la
mejor virtud del Diablo. Pero es la más grande en Dios. Según
lo reconoce nada se inventó él, Pablo, sino que tal cual se le
había mostrado así hablaba, y hablaba porque se le había mostrado,
y se le había mostrado por designio omnisciente del Dios de todos.
Y quien quiera saber si su doctrina procede de Dios no tiene por
qué dirigirse a un pastor o a un obispo, basta con acercarse al
Dios que le eligió para ser instrumento de su Conocimiento entre
las naciones, pues ¡quién mejor que quien formó su mente para
dar testimonio de su obra!
De suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria y en todas direcciones lo he
llenado todo del Evangelio de Cristo.
Malo es el orgullo, pero bueno
es que el hombre disfrute del fruto de sus obras y se complazca
en la labor que realiza. Si esto es así entre quienes trabajan
para hombres ¡cuánto más satisfactorio es el fruto del trabajo
de quien trabaja para Dios! En nada pecó Pablo, ni en palabra,
ni en pensamiento, ni en obras, de nada puede ser acusado ante
Dios; y si alguno manipuló su pensamiento y su Evangelio, ése
se las vea con sus actos. Santa es la mano que escribió esta Carta
y no hay en ella una sola letra o tilde que le quite o le añada
al Evangelio de Dios predicado primero por Cristo.
Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo
no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos,
El hombre no sólo enseña sino
que es el primer ejecutor de su enseñanza. No predica para mandar
a otros al infierno, como quien cría mártires para verlos morir
desde su palacio. Fe y acción; predicación y obras. La Bendición
en el nombre de la descendencia de Abraham era para todas las
familias del mundo, asi pues manos a
la obra. Y para que nadie lo dude, él mismo se lanza el primero.
No crea un nuevo cristianismo sino que le abre fronteras; no trae
un evangelio nuevo, sino que extiende su esfera a la plenitud
de las naciones. Y aunque para imperfectos y novicios en las cosas
de la Sabiduría dijera que no quería pisarle el terreno a nadie,
de donde nosotros podemos ver que desde el principio la Fe tuvo
que crecer entre abrojos y espinos, el hecho es que el Título
de Apóstol de los Gentiles que para su Gloria la Eternidad ha
escrito en su pecho es la justa recompensa que se mereciera el
fruto de su trabajo. Pues no olvidemos que siendo ciudadano romano
de haberse quedado en casa y puesto que la oleada neroniana no
alcanzó el Asia Menor, San Pablo no hubiera muerto junto a San
Pedro. Su destino sin embargo estaba sellado:
sino según lo que está escrito: “Le verán aquellos a quienes no fue anunciado,
y los que no han oído entenderán".
No porque él se impusiera la
Gentilidad como área, sino porque ése era su trabajo, el horizonte
bajo el que fue engendrado. Hubiera podido darle la espalda o
haber limitado su misión a los círculos donde su vida no hubiera
corrido peligro, o hacer como ésos predicadores que en lugar de
predicar en tierras ajenas prefieren hacer de pastores robándoles
a sus colegas las ovejas.... Hubiera podido vivir confortablemente
del cambio de bienes espirituales por bienes materiales y haber
muerto entre sábanas de seda, rodeado de dulces ángeles femeninos
regando su lecho con el incienso de sus lágrimas. Lo duro era
llegarle a un heleno y decirle en la cara: Tu Zeus es un cuento
para niños y sólo en Jesucristo está el Conocimiento de la verdadera
Divinidad. O a un romano que su Marte no era dios ni de la guerra
ni de nada, sino a lo mucho la perfecta excusa para justificar
la adoración del poder por las riquezas. Si lo primero sonaba
a burla esto último sonaba a insulto. Por algo lo eligió Dios
para ser la otra cara de su Mejilla.
Por lo cual me he visto me he visto impedido muchas veces de llegar hasta
vosotros;
Y el tercer punto que he hecho
centro de este Análisis tuvo que ver con la fecha de la composición
de esta Carta. Punto importante porque integra Texto y Contexto
en un todo compacto, y nos sitúa sobre la plataforma perfecta
desde la cual entrar en la mente del Autor y conocer exactamente
qué tenía en la cabeza cuando hablaba de la Fe, la Ley y la Circuncisión.
Pablo se dirigía a cristianos hechos, maduros, perfectos, una
comunidad romana en la sala de espera de la persecución de Nerón,
cuya perfección moral era signo de alabanza en el resto de las
comunidades cristianas del imperio. El Autor no necesitaba extenderse
ante ellos sobre los prolegómenos de la doctrina que entre ellos
ya había sembrado. Quienes leían su Carta sabían perfectamente
de qué les estaba hablando Pablo cuando les hablaba de la Justicia
de Dios sin la Ley. Y, lo que es más trascendente, sabían perfectamente
cuál era el destino al que eran conducidos por la Fe. Por esto
esta Carta no podía servirle a ninguno de piedra de división entre
cristianos de la iglesia romana y cristianos de la iglesia corintia,
por poner un ejemplo. Cuando Pablo les decía la Fe sola, ellos,
todos, sin excepción, lo mismo los de Corinto que los de Roma,
entendían la Fe sin la Circuncisión. Y jamás, como pretendiera
hacer leer a todo el mundo Lutero: sin las obras de la Fe. Sobre
lo cual ya he dicho en Lutero, el Papa y el Diablo que puesto
que la iglesia romana quiso hacer obras de la Fe: las obras de
las indulgencias, desde que Lutero rechazaba aquella doctrina
maléfica su interpretación era igualmente correcta. Porque como
todos sabemos las obras de la Fe son las de siempre: Dar de comer
al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar
al preso y al enfermo, y acoger a los que son perseguidos por
la justicia a causa de la injusticia de las leyes de los hombres.
Sin estas obras de la Fe, como diría Santiago, la Fe es fe muerta.
Y como diría Lutero con infinita razón, las obras de la fe, cuando
esas obras proceden de la Circuncisión de la Mente, operada por
un obispo o por un pastor, por un profeta, por un iluminado, o
por un loco, es lo mismo: es una infamia, una negación de Cristo.
Nos tememos, pues, que aquéllos obispos romanos que negaron a
Cristo mediante su Pornocracia Institucionalizada y la transformación
del Vaticano en una escuela de criminales en masa, a fin de no
ceder en sus pretensiones dogmáticas manipularon la tesis de la
Reforma, salvando su jefatura a cuenta de la división entre los
hermanos en la fe. Lutero jamás quiso decir la Fe sin las Obras
de la Fe, sino la fe sin las Obras de la Circuncisión, en este
caso del Papa, cuyo cuchillo operaba la perversión del decreto:
Toda rodilla doblaráse ante Dios, para
ponerse él en lugar de Dios, según está escrito en los Mandamientos
de la Iglesia Romana del Siglo XVI, en vigor desde el Siglo XII,
y que hemos visto perpetuado hasta entrado el Siglo XX, cuando
los hijos de Dios tenían que arrodillarse en masa ante el obispo
romano, es decir, ¡el hijo de rodillas ante el siervo de su Padre
en razón de tener las Llaves de la Casa! Increíble pero cierto.
pero ahora no teniendo ya campo en estas regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años,
Lo cual nos lleva a la relación
entre el que predica y el creyente. Porque ciertamente la relación
entre el cristiano y aquél por medio de quien le es comunicada
la Fe sugiere un vínculo especial, pero no tal que la Acción del
Señor se vea anulada por el trabajo del siervo y éste convierta
al hombre en su propio campo de explotación, cual si el Señor
le hubiese entregado lo que es suyo a la vez que expropiado a
sus hijos de aquello que les pertenece por herencia sobrenatural,
el espíritu de la libertad. El que predica engendra para Dios,
no para sí mismo; da lugar a hombres libres, no a esclavos al
servicio de sus pasiones materiales y sus ambiciones carnales.
La paga del siervo le corresponde a su Señor, jamás al hombre,
cuya libertad eterna, liberada de todo símbolo sacrificial, sea
en forma de animales, de indulgencias, o de diezmos, le debe su
Libertad única y exclusivamente a Dios, Padre de Jesucristo. Lo
cual, volvemos al principio, no anula el vínculo eterno que se
establece entre la Madre y los hijos, a saber, el Amor. Este Vínculo
es el que vemos navegando por estas líneas entre Pablo y los cristianos
romanos.
Espero veros al pasar, cuando vaya a España, y ser allá encaminado por vosotros
después de haberme llenado primero un poco de vosotros.
¿Se sacia el amor? ¿No es un
río que necesita beber de su fuente para seguir vivo? La interdependencia
del cristiano con la iglesia es, pues, indivisible y coeterna.
De aquí que Dios la elevara a la naturaleza del Matrimonio con
Cristo, fruto del cual somos nosotros. Lo contrario, punto extremo
de la esclavitud contra la que se levantara Lutero, y la Reforma
puso en escena, es un manifiesto contra este Símbolo de coeternidad
engendrado por el propio Dios, y hace del cristiano y la iglesia:
Madre e hijo.
Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos,
Este Símbolo será el que hace
de todos, hijos y siervos una sola cosa, y todos, como vemos en
esta memoria del Autor, un solo cuerpo en el que la necesidad
de todos es cosa de todos. En fin, esto lo vimos en el propio
Cristo Jesús, quien siendo la Cabeza de todos, hizo de la necesidad
de todos su Cuerpo.
porque Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta en beneficio
de los pobres de entre los santos de Jerusalén.
Y hoy por ti y mañana por mi
todos debemos actuar siempre como si la necesidad del otro fuera
la nuestra. Lo mismo Ayer que Hoy que Mañana, y si Hoy se ha enfriado
esta Verdad por la descristianización de las naciones, nuestro
deber es elevar este comportamiento al lugar del Derecho, pero
no de los hombres, que es pura falacia, según vemos a nuestro
alrededor, sino del Derecho Divino. Y me dirá alguno: ¿Y cómo
se puede hacer eso? A lo que le contesto: Tranquilo, Dios dará,
abre los ojos y contempla.
Y lo han querido así considerándose deudores suyos, ya que, si los gentiles
comunican en los bienes espirituales de ellos, deben ellos servirles
con los bienes materiales.
Cada cual aporta lo que tiene;
y nadie espera que el cielo dé otra cosa que luz, y el aire algo
diferente al viento. La Iglesia vive del fruto de su Palabra de
Dios en nosotros, y nosotros de la Palabra de Dios que la Iglesia
ha sembrado en nosotros. Esto en cuanto a la relación de los bienes
materiales y espirituales, que algunos pretendieron pervertir
hasta el puto de hacer del cristiano un esclavo del don espiritual,
de donde se ve que al hacer de la Fe un instrumento de enriquecimiento
por este mismo medio pierden todo derecho, pues lo que es material
no es espiritual y siendo la fe comparada a un pico y una pala
la negación de la fe espiritual se da por consumada. Quiero decir,
Dios es el que provee y estando todos en sus manos usar esa mano
para explotar a los demás es un ejercicio de maldad que anula
el deber del cristiano para con el sacerdote o pastor que se dedica
a vivir de la carne de las ovejas. Doctrina que no es mía sino
que es la expresión en letras y signos de la conducta de los Apóstoles
y las iglesias.
Una vez cumplido esto, cuando les entregue este fruto, pasando por vosotros,
me encaminaré a España,
Y otra vez, y para remachar
el alejamiento de la Fe sola de Pablo con aquella proclama de
Lutero: “Cuando les entregue este fruto”. Ya lo dijo Jesucristo:
“El que escucha mis palabras y no las pone por obra...”. Y una
cuestión: ¿Llegó a España? ¿O su viaje nunca se realizó debido
a que fue detenido en Jerusalén y enviado a Roma para ser juzgado?
¿O liberado fue a España después, de donde regresó para morir
bajo Nerón? En fin, estas son consideraciones nos doctrinales
que le afectan a las memorias de Pablo, sobre las cuales creo
que está dicho todo.
y sé que yendo a vosotros iré con la plenitud de la bendición de Cristo.
¿Si fue a España por qué regresó
a Roma a sabiendas que le esperaba el fin? ¿Sería por esto justamente
que les pidiera a los romanos que rezasen por él, para que su
fuerza no se debilitase?
Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu,
a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios
por mí,
Curioso, pues, el hombre, y
más que curioso yo diría maravilloso, el Autor, que vivió su drama
con la consciencia del propio Niño que a los doce años de edad,
en el Templo, descubre la Cruz de Cristo, y ha de vivir hasta
entonces con esta Verdad: Yo soy Cristo.
para que me libre de los incrédulos en Judea y que el servicio que me lleva
a Jerusalén sea bien recibido de los santos,
Y en cuanto tal toda su vida,
viendo venir los acontecimientos, es una continua batalla interior
entre la fuerza natural que aboga por la Defensa de la Vida y
la Sobrenatural que pide el olvido de ese Deber por un Fin Divino
que exige la Muerte. En el caso de Pablo, primero con los judíos,
que hacía ya tiempo lo buscaban para matarlo por desertor y traidor
a su causa.
para que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree
en vuestra compañía.
Y en segundo lugar contra la
fuerza terrible que había de superar quien conocía el lugar de
su muerte: Roma.
El Dios de la paz sea con vosotros. Amén
FIN DEL EVANGELIO
DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO
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